Proyecto de Biología.

El estruendoso sonido de su celular la sobresaltó en la mañana. No recordaba en qué momento se había quedado dormida con el en sus manos, pero que lo hiciera le causó un grave daño a su tímpano. Apagó la alarma para silenciar ese molesto sonido y colocó su mano presionando su tímpano, esperando que apaciguara el dolor.

Colocó el celular en la mesa y retiró las sabanas. Frotó sus ojos para eliminar la somnolencia y se dedicó a prepararse para un nuevo día de colegio.

Ya lista, abrió las cortinas de su habitación. La luz del día la hizo sonreír, se apoyó en el marco por unos segundos, admirando el día y el… ¿silencio? Rodó los ojos al comprender que su hermano había olvidado la alarma y que despertarlo en ese momento debería dejarlo de un mal humor. Suspiró y tomó camino al cuarto de al lado.

Tocó la puerta un par de veces, por experiencia había aprendido a no entrar a la habitación de Peter luego de una noche calurosa, o cualquier noche, a decir verdad. Frunció el ceño, pero quitó la expresión cuando se abrió la puerta.

Sonrió de la manera más tierna que pudo y antes de que Pete pudiera estar lo suficientemente despierto como para reclamarle habló.

– No te enojes, tenemos escuela, debas pasar por Hailey, no quiero que ninguno de los dos llegue tarde. – depositó un beso en su mejilla y salió de ahí lo más rápido que pudo.
Al llegar a la cocina, preparó ambos desayunos y almuerzos, al terminar, escuchó los pasos de su hermano al entrar en la cocina.
– ¿Sabes? Sobre lo de recoger a tu amiga, creo que cambié de opinión. – ella levantó la ceja esperando que él dijera que era una broma pero no lo hizo.
– Teníamos un trato. Arreglé tu habitación por las vacaciones, me lo debes.
– Sí, pero estuve pensando en ello, tienes tu carro, ¿por qué repentinamente me pediste que la llevara yo? – frunció el ceño. Pensó en alguna excusa por unos segundos hasta que logró encontrarla.
– Tardo más en arreglarme, Hailey se enoja cuando llegamos tarde por mi culpa. – Parte de ello era mentira, Becca no duraba más de al menos cinco minutos en estar lista, pero Pete no lo sabía. Hizo un pequeño puchero y el negó con la cabeza.
– Como quieras – simplemente se limitó a decir.

Luego de una amena charla en el desayuno, Pete subió mientras ella lavaba los platos. Al estar listo, bajó, besó a su hermana en la mejilla y salió de su casa. Becca suspiró aliviada al oír el motor del auto alejarse.

Corrió a su habitación, se lavó los dientes y recogió todos sus útiles para estar lista y salir de la casa.

Al cerrar la puerta principal, buscó alrededor de la calle pero no vio a nadie. Frunció el ceño y con un poco más de la timidez normal, se acercó a la casa del muchacho y tocó la puerta de la casa continua.

Unos minutos luego, Michael abrió la puerta con el entrecejo fruncido, pero se cambió por una sonrisa al ver a Becca.
– ¿Listo para el primer día del colegio? –  preguntó con una sonrisa.
– No, pero, ¿tengo otra opción? – ella negó divertida, haciendo que la sonrisa del muchacho se agrandara más. – Sólo dame unos minutos y estoy listo. ¿Pasas? – Michael señaló a la casa.
– Claro.  – al entrar, inspeccionó la casa que había llegado a conocer en las vacaciones y se sentó en el sillón de la sala, para luego ver al muchacho desaparecer por las escaleras.


Llevaban al menos unos quince minutos caminando y Becca no había dejado de reírse debido a los comentarios de Michael.
Una calle antes de llegar al colegio, la sonrisa de ella desapareció.

– En serio lo siento. De saber que no te molestarían más de lo que ya lo hacen te aseguro que nadie me separaría de tu compañía. – miró como el muchacho le dedicaba una triste sonrisa para luego asentir. Ella suspiró y le brindó un abraso. Le dedicó una sonrisa melancólica y luego corrió hacia la entrada del colegio, dejando que el muchacho siguiera su paso lento.

Al estar frente a la entrada, normalizó su respiración, acomodó su ropa y su cabello. Atravesó las puertas y de inmediato visualizó la multitud. Les devolvía la sonrisa y los saludos a aquellos que la saludaban o miraban, pero su mente estaba en un gran revoltijo como para detenerse a hablar con alguno de ellos.

Caminó a su casillero, tomó sus cosas y volvió en sus pasos hasta llegar a la clase de biología. Tomó asiento al lado de la ventana y apoyó su cabeza en sus manos. Debía mantener las lágrimas al borde. Calmó su respiración, pero su mente aún le recriminaba dejar a Michael solo.

Algunas veces simplemente deseaba que su hermano dejara de comportarse como un idiota. El bullicio que comenzó a formarse en el aula la alejó un poco de sus pensamientos. Levantó la mirada y vio a su vecino entrar junto con Lior, y la sonrisa que ambos traían en sus rostros calmó un poco su conciencia.

Sonrió para sí misma pero algo, o mejor dicho alguien llamó su atención. Miró al lado contrario sólo para ver a Cameron apoyado en la pared.

Muchas veces antes había intentado descifrar al muchacho, pero era simplemente imposible para ella. Apartó la mirada cuando él la miró y no pudo evitar el sonrojo de sus mejillas.

–  Wow, Rebecca Keen sonrojada, esa es una primera.
– Hola Scott.
– Hola. Entonces, ¿me dirás a quién se debe ese milagro? – ella negó con la cabeza, pero sus traicioneros reflejos la hicieron mirar por un par de segundos a Cameron, segundos suficientes para que Scott siguiera su vista. Miró a Becca de nuevo y le sonrió. Pero reservó comentarios. Ella entendió que al mirar a Cameron, Scott de reojo había mirado a Day.
– ¿Todo bien entre ustedes? –susurró al ver que el profesor entraba a la clase, pero no obtuvo más que un asentimiento por parte del muchacho.


Cameron, al ver que el profesor hacía su camino hacia el escritorio y callaba el parloteo por parte de sus compañeros de clase, tomó asiento en uno de los escritorios del fondo.

Cómo la mayoría de veces, su mente escuchaba como un murmullo las palabras del profesor, pero lo suficientemente entendibles para reconocer de lo que hablaba. Intrigado de nuevo, levantó la mirada del escritorio sólo para mirar a la popular Rebecca.

Desde ese ángulo no le veía más que la espalada y su cabello y captaba pequeños destellos de su perfil, pero nada más que eso. A diferencia de los demás estudiantes, ella no lo miraba con escrutinio, deseo o  incluso miedo –aunque aún no entendiera la razón- pero ella lo miraba con algo más, ¿preocupación? ¿Curiosidad? No lo sabía.

Las risas de los demás hicieron que saliera de sus pensamientos, pero sólo agarró la última parte de la conversación.

–  Al menos tengo alguien que me monte. – miró a quién lo había dicho, pero no sabía su nombre. No sabía el nombre de la mayoría de las personas con las que asistía a clases. Sólo sabía que no entendía como alguien pudiera estar orgulloso de decir eso en voz alta.

Miró al profesor y detalló la más que enojada mirada que le dedicó a los estudiantes y continuó explicando el proyecto antes de ser sustituido por los asistentes de la empresa propia. Sin duda toda la idea de este proyecto le resultaba totalmente ridícula, y estaba más que seguro que no terminaría en más que un desastre.

El fuerte sonido del despertador hizo eco en los oídos de la chica. Aún faltaba hora y media para que oficialmente empezara el colegio, pero Emma prefería que el tiempo le sobrara a que le faltara. 

Se frotó los ojos y retiró las sábanas de su cuerpo ya dispuesta a prepararse para el comienzo de las clases. Quizá, hace algunos años atrás, su hermano tendría que haber venido a su habitación y prácticamente arrastrarla fuera de la cama. Pero las cosas habían cambiado; ella tuvo que crecer y hacerse responsable de algunas cosas. 

Una vez estuvo lista, se encaminó a la planta baja; encontrándose con sus padres bebiendo café. Luego de que su padre le preguntara reiteradas veces si necesitaba ser alcanzada hasta el colegio y ella rechazara cada una de las invitaciones, se dirigió a pie. 

Se encontró caminando hacia el interior del instituto en pocos minutos, y luego de una rápida mirada al pasillo, dio con la rubia cabellera de su mejor amiga, Anna. Ella era su igual; si había alguien que la entendía esa era ella. Juntas habían pasado por muchas situaciones, y se habían acompañado en sus peores momentos. Si, Anna estaba algo loca, pero eso era algo que Emma envidiaba un poco, claro que era envidia de la buena. Algunas veces le gustaría ser como aquella joven, decidida y espontánea, para nada temerosa de mostrar su personalidad.  

—Odio historia, maldito horario. ¿Qué tienes tu? —Dijo la rubia llegando a su lado. 
—Biología. Y por cierto, buen día también para ti. —Contestó usando su característico tono sarcástico. 
Ambas rieron y comenzaron una conversación sobre las vacaciones de Anna, hasta que llegó la hora de ir a sus respectivas clases. 

Cuando ingresó al salón, encontró que ya había unos cuantos estudiantes dentro, entre ellos, Karime Carters. Adoraba la personalidad de la castaña, era tan dulce. Le brindó una rápida sonrisa al pasar por su lado, y consiguió un asiento por el centro del lugar. No le agradaba la idea de sentarse en el frente, ni detrás; por lo que el punto medio sería su mejor elección. 

Adam Price se encontraba en el estacionamiento del instituto, apoyado en su brillante motocicleta con su cigarro en mano. Observaba silenciosamente la multitud de personas llegando y saludándose unos a otros como si hubieran pasado años desde la última vez que se vieron. 
Todo aquello le parecía ridículo. La única razón por la que se mantenía estudiando, era su familia. 

Miró la hora en su reloj y apagó su cigarro para dirigirse a su primera clase: biología. Le gustaba esta clase; lo que no le agradaba era que cada vez que se hablara sobre sexualidad, habría comentarios por parte de sus compañeros. Aunque nunca lo admitiría, algunas veces podían parecerle divertidos. Pero vamos, el era el chico que hacía todos los intentos habidos y por haber para pasar desapercibido. 

Una vez dentro del salón, se sentó en el primer lugar donde ubico un asiento libre. Pasaron algunos minutos en los cuales observaba a los demas hablar animadamente con sus respectivos amigos. El maestro llegó decidido a anunciar el proyecto que realizaría aquel grupo de alumnos. 

―¡Préstenme atención! ― grito y se hizo silencio ―, como parte de un proyecto entre la maestra Susan y yo, tendrán que cuidar unos bebes ―las protestas no se hicieron esperar y el profesor las interrumpió―, él día de hoy simplemente aprenderemos como funcionan estos nuevos robots que una reconocida empresa nos prestara y mañana las parejas serán formadas, suerte.

Aquello era lo último que Adam necesitaba, algún insoportable compañero de proyecto con el cual cuidar un bebe.

Spoiler: