Proyecto de Biología.

Day suspiró cuando leyó nuevamente el mensaje de Scott. Lo amaba tanto, y sin embargo no sabía cómo responderle. ¿"Buenos días para ti también, tonto"? No, eso ya lo había usado demasiadas veces; quería... innovar. No quería hacer que Scott sintiera que sólo le mandaba el mensaje como costumbre u otras cosas que su loca mente inventaba. Luego de ver por varios minutos seguidos la pantalla de su celular, tocó ágilmente sobre esta y escribió un mensaje. Un "Te amo" estaba muy fuera de lugar, pero sabía que si lo enviaba Scott reiría nerviosamente y se sonrojaría al leerlo; Day quería eso: hacer sentir amado a su Scott, y también verlo tontamente tierno.

No supo qué hacer. De nuevo se había despertado por el irritable sonido que hacía el despertador de su madrastra, varias horas antes de la hora en la que debería despertarse, pero no podía hacer nada ya que de otra forma su madre no se despertaría y no traería dinero a la casa. O bueno, al menos así pensaba su madre, Chelsea Reddington, quien trabajaba como una famosa chef anónima que atendía pedidos de clase alta, algo que le consumía muchas —demasiadas— horas de su día. Suspiró, pensando por qué su padre debía casarse con una señora como esa antes de morir, pero no podía quejarse ya que ambos se amaban y Chel —apodo que nació con el paso del tiempo y deformidades del nombre— no era como la madrastra de La Cenicienta; ella lo amaba como un hijo biológico, y él la amaba igual. Hasta podría decirse que, si de verdad fueran familia, Day habría heredado su carácter; incluso tiñó su cabello de ese amarillo patito para seguirse más apegado a ella, además de que rubio se veía adorable, a que sí.

Se cambió tranquilamente, utilizando algo de la ropa nueva que Chel le había comprado con el dinero de una gran entrega por un pastel de bodas en Tailandia. Era un conjunto algo anticuado, pero extrañamente a la moda con las tendencias hipsters de la era. Constaba en un pantalón negro pegado al cuerpo, con algunas desgarraduras que le daban un toque más relajado y de vagabundo, pero genial, y una camiseta gris con líneas blancas desparramadas por esta junto con una campera fina de tela gris lisa y arrugada del largo de un saco. Se colocó una bufanda gris oscura alrededor de su cuello, combinándola con su gorro que le quedaba extremadamente grande y sus zapatillas desgastadas rojas que no cambiaba al pasar de los años. Bajó las escaleras hasta la planta baja de su casa y comió hacia la cocina, donde se encontró un montón de galletas recién horneadas, regalo de su madre. Cogió una y la mordió, degustándola. Puso el resto en una bolsa y las guardó en su mochila antes de dirigirse a la escuela.

A primera hora tenía Biología, y no entró hasta que el timbre había sonado y Craig caminó a paso lento hacia los salones. Se sentaron juntos, de nuevo, aunque ambos sabían que tendrían que separarse por la cuestión de los grupos; no es como si a alguno de ellos le importara, realmente. Day de veras quería quedar con Scott, ya que esa sería la excusa perfecta para que pasasen tiempo juntos y nadie sospechara nada; pero sus ilusiones se rompieron cuando lo nombraron. Scott había quedado con ese chico, Oliver, el que peleaba a pesar de tener todo el dinero del mundo. No le gustaba eso, ¿qué si le hacía algo a Scott? Nunca se lo perdonaría. Estaba tan concentrado en pensar cómo le rompería el rostro a alguien que lucha hace años que no se dio cuenta cuando la profesora lo llamó por segunda vez.

—Day, ¿estás bien? —la profesora se acercó a su asiento, mirándolo con detenimiento para ver si tenía alguna herida visible o algún síntoma de quién sabe qué.

—Sí, lo siento —se paró, sonrojado, sintiendo la mirada curiosa de los que no habían sido nombrados. Esa profesora era un pan de Dios, pero podía avergonzarlo a veces... bueno, él mismo se avergonzó, pero no quería admitirlo.

—Está bien... A lo que íbamos, tu pareja: Len Millague.

Day miró cómo el chico de ayer se levantaba. ¡Era el chico del gatito! Sonrió al recordar la escena, dejando de hacerlo tan rápidamente como sintió la mirada confundida y hasta molesta de Scott, quien lo ojeaba desde la ventana de la puerta. Esperó a que el chico se dignara en apurar su paso y salir de la clase para que una chica se acercara con el bebé-robot en brazos. ¡Era tan lindo! Se parecía mucho a Len, por más extraño que eso sonase.

—Tiene tus ojos —dijo sin pensar, mientras tomaba al bebé con sumo cuidado.

—¿De veras? —Len se sorprendió, esperando todo menos eso de uno de los más populares del lugar. Esperaba una reacción más mezquina, digna de las películas estadounidenses donde los más populares eran las personas más hijas de puta de todo el establecimiento, pero Day... irradiaba dulzura por todos lados.

—Qué gran coincidencia —dijo la chica, haciendo caso omiso al leve sonrojo del rubio mientras el de pelo enmarañado aún lo miraba de manera anonadada—. Por cierto, necesita un nombre.

La amable chica les sonrió mientras les dejaba una mochila con las cosas del bebé y una copia del manual de instructivos que habían tenido conocimiento ayer, explicando brevemente cosas que, según ella, generalmente no quedaban entendidas del todo. La joven parecía muy empeñada en que ellos cuidaran del bebé, tanto que hasta les dio su número personal por si algo le llegase a pasar.

—Gracias...

—Mónica —sonrió la chica.

—Gracias, Mónica —se despidió Day antes de que la llamada Mónica se alejara con sus compañeros.

—¿Y bien? —Len miró expectante al menor, tanto en edad como estatura. Notó que su cabello no era natural al ver las raíces oscuras algo crecidas, contrarrestando lo claro de su rubio, razón por la cuál hace menos de 5 minutos se encontraba utilizando gorro, el cual volvió a ponerse cuando sintió la mirada del latino sobre él.

—¿Y bien qué? —preguntó Day.

—El nombre, ¿cómo lo quieres llamar?

—Bueno... —Day pensó en un nombre, pero no se le ocurría nada que no fuese Scott, aunque eso sería un poco demasiado obvio, además de embarazoso e incómodo cuando el chico lo visitase—. No lo sé, ¿por qué no se lo pones tú?

—Si eso quieres... —suspiró, mirando sostenidamente al bebé de ojos grandes, cabellos negros y rasgos asiáticos— Daniel. Tiene cara de Daniel.

—Me parece bien... Espera, ¿cómo es eso de que tiene cara de Daniel?

—Tienes razón, no tiene cara de Daniel... Los Daniel's tienen cara de él.

Day quiso reír ante el mal chiste, pero al ver el semblante serio de Len suspiró y se tragó su risa. Tal vez esto fuese más difícil de lo que pensó, más al tener de compañero a él... a Len, el tonto y misterioso Len. Por un segundo lo comparó con un niño pequeño, pero luego de pasarse por el tres —un código que había inventado con Becca para hablar libremente de los traseros de los chicos— del chico, no puedo pensar en nada más que una situación completamente comprometedora. Diablos, no, un niño no debería estar en nada así.

Nervioso, abrió su mochila buscando la bolsa de galletas. Al encontrarla tomó una y la mordisqueó rápido, buscando que eso le calmara. Y lo hizo, pero todo su nerviosismo volvió al ver a Len mirándolo detenidamente, observándolo, analizándolo.

—¿Quieres? —dijo, de una manera tan inocente que tomó por sorpresa a Len. Él había escuchado rumores sobre el alma asesina despiadada que era Day, pero el chico le estaba tendiendo la bolsa llena de galletas caseras a él, una persona que conocía su existencia hace menos de 10 minutos, ¿cómo podía creer en eso?

Sonrió, tomando una para luego mirar a Daniel, evitando a toda costa mirar a Day. Suspiró antes de morder la galleta, pensando en qué sería de él si el proyecto seguía igual que hasta ahora.

Spoiler:

coco tiene razón soph

dejalo, y coco sube ahora. cuando llegue a méxico comento todo