glances {newt | the maze runner}

Capítulo cinco.

Capítulo seis.

Alguien sacudió a Bárbara por el hombro y ésta abrió los ojos para ver la cara de Newt muy cerca de la suya. Alrededor todavía estaba oscuro, debía faltar unas horas para que amaneciera. Deseó golpear a Newt con todas sus fuerzas por despertarla tan temprano, pero éste se llevo un dedo a la boca y negó con la cabeza. Seguramente no quería que ella hablara.

—Shh, novata. No quiero lidiar con Chuck ahora.

Bárbara quiso decirle que ella jamás había querido lidiar con Chuck, era un buen chico, pero alteraba sus nervios y paciencia.
Bárbara sentía curiosidad por saber qué quería decirle Newt, ya era otro día, debía saberlo todo, debía tener respuestas en ese mismo instante.

—Vamos —le tendió una mano a Bárbara y la ayudó a pararse. Newt era fuerte, sintió como si fuera a arrancarle el brazo de un solo tirón—. Supongo que te desperté un poco antes.
—¿A dónde vamos?
—Sólo sígueme.

Caminaron a través de los cuerpos dormidos, Bárbara trató de ser sigilosa y no pisar a nadie mientras caminaban, pero le parecía casi imposible aunque al final lo consiguió.

Cuando por fin se alejaron de la única zona que tenía césped en el Área, Newt comenzó a correr dirigiéndose a la pared occidental. Bárbara vaciló, no quería correr a esas horas de la madrugada pero se dio por vencida y se lanzó tras Newt.

Casi chocó con Newt cuando él se detuvo de golpe. Aun quería golpearlo, ahora podría seguir dormida y feliz.

Bárbara notó unas pequeñas luces rojas que se apagaban y encendían a lo largo del muro.

—¿Qué es eso? —preguntó señalando a las lucecitas.
—Cuando lo necesites saber, lo sabrás.
—Si no vas a decirme nada, volveré a dormir. Y deja de comportarte como si fueras superior, Newt.
—Espera, te quiero mostrar algo. Además sí soy superior, princesa, así que por ahora guarda tus preguntas —sonrió burlón y añadió—: Me agradas, princesita.
—Lástima que el sentimiento no sea mutuo, ¿no lo crees?

El rubio soltó una carcajada pero calló al instante. Se adelantó y hundió las manos en la hiedra, extendiendo varias vides lejos de la pared para revelar una ventana de un tamaño considerable. Pero todo estaba oscuro, como si la hubieran pintado de negro.

—¿Me trajiste hasta aquí para ver una ventana negra?
—Espera un momento y deja de ser tan exasperante.

Transcurrieron varios minutos y Newt seguía inmóvil mirando por la ventana hacia la oscuridad. Después todo cambió, unas extrañas luces brillaron por la ventana y esto hizo que la cara de Newt se llenara de colores.

—Ahí está el Laberinto —susurró Newt—.  Todo lo que hacemos diariamente gira en torno al Laberinto. Cada adorable segundo de cada adorable día lo pasamos en honor al Laberinto, intentando resolver algo que no tiene una maldita solución. Queremos mostrarte el por qué nos encerramos aquí durante la noche, el por qué no debes poner tu trasero ahí afuera.

Newt dio un paso atrás, sosteniendo la hiedra y le hizo un gesto a Bárbara para que mirara por la ventana.

Bárbara lo hizo, inclinándose hacia delante hasta que su nariz tocó la superficie del vidrio. Le tomó un segundo para que sus ojos encontraran el objeto en movimiento en el otro lado. Sintió que su garganta se cerraba y el aire se volviera sólido.

Una criatura grande, del tamaño de una vaca, se retorcía y bullía a través de la tierra en el corredor de ahí afuera. Trepó por la pared opuesta y luego se lanzó contra la ventana con un fuerte sonido. Bárbara gritó y se apartó de la ventana, pero la cosa rebotó hacia atrás, alejándose del vidrio.

Bárbara inhaló y exhaló unas cuantas veces para relajarse del susto que había tenido y se inclinó de nuevo. Estaba muy oscuro para distinguir con claridad, pero las luces brillaron revelando puntas de plata y carne brillante. De aquella cosa salían brazos con diferentes armas: sierras, tijeras, barras. Sí que querían eliminarlos en ese lugar.

La criatura era mitad animal y mitad máquina. Parecía que notaba que Bárbara lo miraba, parecía saber lo que había dentro del Área, un enorme festín de carne humana.

—¿Qué demonios es eso? —preguntó mirando a Newt quien estaba cruzado de brazos observando su reacción.
—Los llamamos Penitentes. Son unos bichos bastante desagradables así que siéntete feliz de que sólo salen en la noche y agradece a esta pared.

Bárbara sintió cierto miedo por el Laberinto, pero las ganas de salir eran mucho mayores, quería irse del Área e internarse en aquél lugar, aunque prefería hacerlo de día pero sabía que Newt y Alby no le quitarían los ojos de encima, no durante esos días.

—¿Y en su recorrido entramos al Laberinto?
—Para ser una princesa estás algo loca, ¿no lo crees? Deberías estar agradecida de estar aquí dentro y prefieres ir a conocer un poco a los Penitentes. ¿Tan desesperada estás por morir?
—¿Qué hay de ti? No me digas que el primer día estabas de acuerdo con todo lo que te decían.
—De hecho así fue, me senté en un rincón y comencé a llorar diciendo que extrañaba a mi mamá a la cual no recuerdo.

Bárbara soltó una carcajada, no conseguía imaginar a Newt llorando por su madre, era algo difícil de imaginar.

—Yo recuerdo a mi mamá, según mi hermano se parecía mucho a mí.
—Te envidio, princesa, ¿cómo es que recuerdas eso?
—No lo sé. Los recuerdos vienen y van, ¿sabes? Es como si no hubieran podido sacarme toda la memoria.
—Cambiando de tema, has sido enviada al Área y tienes la misma misión que todos nosotros: encontrar la salida de ese Laberinto garlopo y salir de aquí.
—¿Y si no tiene salida? Quizá quienes nos enviaron aquí quieren ponernos una prueba mayor, ¿no crees? Resolver el Laberinto sería fácil, creo que hay que pensar diferente.
—Sí, después de eso podemos tirarnos por el Acantilado y ver a dónde nos lleva, ¿no crees?

Bárbara lo miró con odio, quería irse pero no conocía a nadie y seguramente se perdería en la Finca o la encontrarían muerta en el bosque.
Unas horas más tarde, las puertas se abrieron con ruidos estruendosos sacudiendo la tierra hasta que estuvieron completamente abiertas. Bárbara se sentó en una mesa alejada de todos y fuera de la Finca, todo lo que podía pensar era en Penitentes y qué hacían ahí. Cómo sería ser atacado por algo así.

Trató de sacarse la imagen de la cabeza y pensar en otra cosa. Los Corredores le llamaban la atención, ellos se marchaban demasiado temprano a correr por el Laberinto y regresaban poco antes de que las puertas se cerraran. Aunque los admiraba, no le gustaría formar parte de su trabajo.

No quería hablar con nadie aunque Chuck estuviera a su lado, quien ya se había cansado de intentar entablar conversación con Bárbara. Sólo quería estar sola y pensar en todo.

No entendía el por qué de todo eso, su cerebro estaba sobrecargado de información. ¿Qué clase de persona encerraría a chicos de doce años en un Laberinto con unas criaturas listas para matar? No conseguía imaginar a alguien tan cruel como ellos. Además, ¿cuál era el propósito? ¿ver quiénes morían y quienes no?

No le hallaba sentido a tal cosa, simplemente debían haberlos secuestrado una banda de locos llamados MALOS ó CRUELES o algo así. Todo apestaba en ese lugar, la vida, la comida, el Laberinto, los Penitentes, los chicos; todo era malo.

Alguien le tocó el hombro y cuando volteó vio a Alby de brazos cruzados.

—¿Tuviste una visión agradable esta mañana? —preguntó Alby.
—La verdad es que sí, encontré una nueva forma de suicidarme —respondió Bárbara sonriendo cínicamente.

Se puso de pie, lista para conseguir respuestas o al menos conocer una parte de la verdad que todos se negaban a compartir.

—Eres una dulzura —dijo Alby mirándola mal—. El tour comienza ahora. —Empezó a caminar pero luego se detuvo levantando un dedo—. No hay preguntas hasta el final, no tengo tiempo para hablar contigo todo el día.
—Quiero saber todo.
—Sabrás lo que yo quiera decirte, Novata.
—¿Puedo ir? —preguntó Chuck desde la mesa.
—¿Qué no tienes trabajo slopper?

Chuck rodó los ojos y miró mal a Alby, al parecer su relación no era para nada agradable.

—Diviértete —dijo dirigiéndose a Bárbara.
—No prometo nada.

Se alejó de Chuck con Alby a su lado, esperando que el Tour hubiera comenzado.

Comenzaron en la Caja, la cual estaba cerrada, las puertas de metal se encontraban en el suelo, cubiertas de pintura blanca que estaba descolorida. El día había mejorado, las sombras se habían ido y parecía que el sol estaba a punto de estallar por encima de los muros.

—Esto de aquí es la Caja —dijo Alby señalándola—, una vez al mes obtenemos un novato como tú. Y una vez a la semana, nos llegan suministros.

Bárbara asintió, quería preguntar millones de cosas, si la Caja podía conducirte a tu hogar de nuevo y cosas así; pero supuso que Alby no le respondería.

—No sabemos nada sobre la Caja —dijo Alby contestando a todas sus preguntas—. Ni de dónde viene, cómo llegó, quién la controla. Los shanks que nos trajeron aquí no dijeron nada; nos dan lo suficiente para sobrevivir pero jamás los hemos visto. Una vez intentamos llevar a un novato de vuelta a la Caja… No se movió de allí hasta que lo sacamos.

Se sentía confundida, era como si le hubieran revuelto el cerebro. Y sus emociones también estaban mezcladas: curiosidad, frustración, miedo, sentía todo eso a la vez y eso la frustraba.

Alby continuó hablando, sin molestarse en mirar a Bárbara.

—El Área se divide en cuatro secciones —levantó los dedos mientras las contaba—. Los Jardines, las Lápidas, la Finca y el Matadero. ¿Comprendes?

Bárbara asintió confundida. Alby se notaba completamente aburrido, parecía que quería estar haciendo todo menos eso.

Señaló a la esquina noreste, donde se encontraban los campos y árboles frutales.

—Ahí son los Jardines, donde crecen los cultivos. El agua bombea a través de las tuberías, siempre ha sido así o hubiéramos muerto de hambre; aquí nunca llueve. —Señaló a la esquina sureste, donde estaban los corrales y el granero—. El matadero, ahí criamos animales y los matamos. —Volteó a ver una vivienda lamentable—. La Finca, ahora es el doble de grande que cuando el primero de nosotros llegó aquí porque lo hicimos crecer cuando nos enviaron madera y barro. No es bonito, pero es funcional. De igual manera, la mayoría de nosotros duerme afuera.

Bárbara quería preguntar millones de cosas, quería saberlo todo sobre ese lugar pero por lo que conocía a Alby, era un hombre de pocas palabras.

El moreno señaló la esquina suroeste, el área forestal con un frente de árboles enfermos y blancos.

—Eso es a lo que llamamos Lápidas, el cementerio está dando vuelta a la esquina, en los bosques más gruesos. No hay mucho por allá, pues ir a pasar el rato o lo que sea. —Carraspeó, parecía que quería cambiar de tema—. Pasarás las próximas semanas trabajando con cada uno de los diferentes Guardianes del trabajo, hasta que sepamos qué se te da bien.

Alby caminó hacia la puerta Sur, ubicada entre lo que llamaban Lápidas y Matadero. Bárbara lo seguía de cerca, tapándose la nariz por el horrible olor proveniente de los corrales de animales.

El Cementerio la inquietaba, ¿por qué necesitarían un cementerio? Quizá los penitentes, no sabía qué pensar. Quiso preguntárselo a Alby pero sabía que no le gustaría la respuesta así que se quedó callada.

Miró hacia los corrales, las vacas mascaban en un valle repleto de heno. Los cerdos yacían en un pozo de barro. Otro corral tenía ovejas, había gallineros y jaulas de pavos también. Los trabajadores se veían aburridos, pero igual trabajaban. Bárbara quería hacer todo menos eso.

Recordaba bien a los animales aunque no sabía de dónde o con quién había estado cuando los conoció. Todo era confuso en su mente. Quizá no pudieron borrarle la memoria, pero sí revolver sus recuerdos; al menos así lo sentía.

Alby señaló el granero que estaba en la esquina de atrás, su pintura roja estaba tan descolorida que parecía naranja.

—Ahí trabajan los Granjeros. Cosas muy desagradables, si te gusta la sangre podrías trabajar ahí.

Bárbara negó con la cabeza. Aquello le parecía completamente desagradable; rebanar animales no era algo digno de una chica o así le parecía.

No sabía qué era peor, matar animales o el Cementerio. Ambos le parecían bastante aterradores, prefería mantenerse lejos de aquellos lugares. Algunas luces rojas parpadeaban en el Cementerio y se preguntó qué serían.

Alby se detuvo. Estaban en la Puerta Sur, las paredes de entrada y salida se elevaban por encima de ellos. Las losas de piedra gris estaban agrietadas y cubiertas de hiedra.

—Eso es el Laberinto.

Bárbara quiso alejarse de ahí por si un Penitente iba a atacarlos. Les tenía bastante miedo, no quería toparse con uno jamás. Pero trató de ocultarlo y se quedó quieta junto a Alby quien comenzó a hablar.

—He estado aquí por dos años. Nadie ha estado más tiempo, los que estuvieron antes que yo están muertos. —El corazón de Bárbara se aceleró, se preguntó cómo habían muerto—. Por dos años hemos tratado de resolver el Laberinto, pero no tenemos suerte. Los muros garlopos se mueven cada noche como éstas puertas de aquí.
—¿Y si no tiene solución? —preguntó Bárbara creyendo que no lo decía en voz alta. Alby la miró mal, como si fuera una especie de demonio—. Se lo dije a Newt, quizá los que nos trajeron aquí no querían que fuera tan fácil.

La palabra ‘Penitente’ apareció en su mente y tan rápido como había aparecido desapareció. Alguien le comunicaba las cosas. Quería ayudarla, pero esa palabra no era de gran ayuda. ¿Penitentes? Sabía lo que eran, pero no qué tenían que ver con escapar.

—No vuelvas a repetir eso frente a mí, ¿escuchaste?

Bárbara asintió. Alby le ponía los nervios de punta, era mucho más grande que ella y no tomaba bien las opiniones.
La ponía de nervios que Alby llevara ahí dos años, ¿y si ella también duraba dos años ahí? No podría soportarlo, no llevaba ni dos días y ya quería salir de ahí.

—Antes de que cometas cualquier estupidez, voy a decirte nuestra regla número uno. No puedes entrar al Laberinto, si no te mata un Penitente, te mataremos nosotros, ¿oíste?

Bárbara asintió. Entrar al Laberinto había sido uno de sus primeros planes al llegar ahí, quizá la asustaba pero quería ver qué se escondía ahí dentro. Aunque ser Corredora no le llamaba la atención, estar tanto tiempo ahí, corriendo como idiota, le daba pereza de tan sólo pensarlo. No quería ser Corredora, quería ser algo sencillo como… Consejera o algo así. Cosas que no requirieran mucho trabajo.

Un parque de hiedra se sacudió en la Puerta Sur y Bárbara lo señaló en la pared.

—¿Qué fue eso?
—No hay preguntas hasta el final, shank. —Dijo sin siquiera mirar lo que había señalado Bárbara—. Los llamamos Escarabajo Navaja, es mejor que no los toques…

Fue interrumpido por una alarma creciente que sonaba en todas direcciones. Bárbara se tapó las orejas con las manos, mirando a su alrededor mientras la sirena sonaba. Miró a Alby, parecía confundido, muy confundido.

—¿Qué sucede?
—Es raro —respondió Alby mirando el Área y entrecerrando los ojos.

Miró a todos los chicos de la Granja, estaban tan confundidos como Alby.

—¿Qué pasa? —gritó uno de los chicos dirigiéndose a Alby.
—No sé —murmuró Alby.
—Alby, ¿qué demonios pasa? —preguntó Bárbara temiendo su reacción.
—¡La caja, shank! —Fue lo único que dijo Alby antes de partir hacia el centro del Área corriendo.