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Mensaje por ElitzJb Dom 14 Abr 2013, 11:19 am

siguela queremos otroooooooooooo
ElitzJb
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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por chelis Dom 14 Abr 2013, 11:59 am

Ooootrooooo
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por Kari_JB Dom 14 Abr 2013, 3:51 pm

andreita escribió:nueva lecxtora!!!!

me confundi!!!
jajajjaja
nick es el gemelo de joe
y la rayis esta emebarazada de el??


Olaa Bienvenida !!
jajaj nick no es pariente de joe es solo coincidencia el nombre
Gracias por pasar =D
Kari_JB
Kari_JB


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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por Kari_JB Dom 14 Abr 2013, 3:52 pm

Editando Capitulo.... =D
Kari_JB
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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por Kari_JB Dom 14 Abr 2013, 4:00 pm

Bienvenida a las nuevas lectoras y gracias por todos los comentarios,
siento la demora chicas es que al fin pude descargar el juegos "los sims 2" y se me paso la hora jugando pero aqui esta el capitulo disfrutenlo!!

3 Capitulo

Su mirada se dirigió hacia su mano izquierda.
Nada.
¿Y soltera?
Apretó la boca.
Pero... pero...
Por mucho que lo intentaba no podía imaginarse a _____ embarazada. Y sola.
—No soy una obra de arte, ¿sabes? —dijo _____ con suavidad.
Joe volvió a mirarla a la cara.
—Perdona. Llevo una mañana muy dura —abrió la puerta de par en par—. Entra.
Ella dio un paso al frente y se quedó en la entrada.
—En realidad, estaba buscando a tu padre.
—¿Mi padre?
—Se me ha estropeado el coche y la señorita Marchand me dijo que tu padre arreglaba de todo. No se mucho de coches. Bueno —se rió—, en realizad, no sé nada.
Él también se rió al escuchar su risa.
—Recuérdame que nunca te deje mi coche.
Ella volvió a reírse.
Joe volvió mirarle el vientre y quiso preguntarle sobre su embarazo, pero no se le ocurrió cómo hacerlo sin que sonara mal. Así que, sólo se le ocurrió una pregunta.
—¿No hay nadie contigo que sepa de coches?
—Vivo sola —fue todo lo que ella dijo.
Joe debía haberse dado cuenta de eso la noche anterior. Sólo había un plato en el fregadero, un vaso en la encimera.
—Eso debe de ser duro —dijo él.
—No. En realidad, no lo es —dijo ella con una sonrisa, pero estaba claro que no iba a hablar de la falta de un hombre en su vida— Se me da bien lo de ermitaña. Excepto en lo que a reparaciones se refiere. Y no sólo con el coche, a esa casa le vendría bien un buen equipo de especialistas.
—No me pareció tan mal anoche. Aparte de lo de la luz, claro.
Ella se rió.
—En la oscuridad todo se ve bien. Verás empezó a enumerar ayudándose de los dedos—, la puerta de la calle no abre, hay goteras en el techo, el agua sale color café, no tengo teléfono y... ¡ah, sí! que no se me olvide el ratón.
—Vaya. Peor imposible. Mi padre no volverá hasta dentro de unas horas, ¿Por qué no pasas y te tomas un café? —la invitó él, con una sonrisa. Alargó la mano y le tomó la suya, con la intención de guiarla hasta la cocina. En cuanto la tocó, entre ellos surgió una oleada de calor, repentina, como si hubiera accionado una alarma sin quererlo. Joe la soltó inmediatamente y se metió las manos en los bolsillos, después, la llevó por el pasillo—. Bueno, me imagino que te han pasado un montón de cosas desde la última vez que nos vimos... —comenzó a decir él, cuando su hija lo interrumpió.
—Papá, tengo que ir a la biblioteca. Tengo que hacer un trabajo para el viernes —Emily estaba apoyada en la encimera de la cocina, con los brazos cruzados.
Ahora resultaba que estaba interesada en los trabajos de clase. Joe se imaginaba que sólo era una excusa para escapar.
—No.
La muchacha se dejó caer en una silla y tiró la mochila al suelo.
—Vale. No me digas nada cuando me quede historia.
Joe suspiró.
—Busca la información que quieras en las enciclopedias que la abuela tiene en la sala. La chica miró hacia el cielo. —Necesito cosas actuales no de la Edad de Piedra.
—Tienes que quedarte en casa, Emily. Estás castigada.
Ella le dio una patada a la mochila.
—¿Así que, cuando me quede podré echarte la culpa?
—Cúlpate a ti misma. Si no hubieras...
—Yo tengo aquí el ordenador portátil —los interrumpió _____ señalando al bulto que llevaba a hombro—. Yo misma iba a la biblioteca para conectarme a Internet porque todavía no tengo teléfono en casa. Emily podía buscar algo desde aquí. Emily seguía con el ceño fruncido.
—Bueno —concedió. Joe levantó las manos al cielo. —No sé por qué no se me ha ocurrido a mí. ¡Por el amor de Dios, soy programador!
—Tienes muchas cosas en la cabeza —dijo _____, comprensiva. Se acercó a él y le habló bajo—: Déjame ayudarla. Quizá a una persona que no sea su papá le resulte más fácil llegar a ella —le dedicó una sonrisa y él sintió que se tranquilizaba. —De acuerdo.
Ella pasó por delante de él en dirección a la mesa de la cocina y él no pudo evitar que su aroma a jazmín lo arrastrara, llevándolo dieciocho meses atrás. El recuerdo de _____ en sus brazos, sus cuerpos entrelazados, sus labios...
¿Qué diablos estaba haciendo? Lo último que necesitaba era pensar en eso.
Dejó escapar un suspiro y volvió a recuperar el control de sus sentidos y de su pulso, Emily era su prioridad. Su vida podía esperar. La de su hija comenzaba en aquel momento y necesitaba un padre que no se distrajera. Además, obviamente, _____ tenía otras prioridades.
Aquel pensamiento activó un sentimiento extraño de desolación. _____ tenía derecho a una vida, a un hombre. A él no debía preocuparle lo más mínimo los derroteros de su vida personal.
Pero sí le preocupaba. Más de lo que estaba dispuesto a admitir.
_____ se sentó en la mesa, sacó el ordenador y lo abrió. Por la marca del aparato y el modelo, Joe supo que había elegido lo mejor del mercado. Tenía buen gusto en cuanto a tecnología; algo digno de respeto.
—Soy _____ —dijo mirando a Emily—. No creo que te acuerdes de mí, y anoche no fue un encuentro muy amistoso La última vez que te vi, tenías diez años y habías ido a visitar a tu padre a la oficina. Emily dudó un instante.
—Encantada, de nuevo —dijo entre dientes, como si le costara ser amable, y enseguida se volvió a los libros.
_____ sacó el cable del teléfono y lo conectó al ordenador.
—¿Te importa si te dejamos sin línea un rato?
Joe apenas escuchó la pregunta. Estaba demasiado ocupado mirándola.
_____ tenía unas manos delicadas, más adecuadas para una concertista de piano que para una consultora. Tenía gracia y soltura y parecía que se sentía bien en cualquier parte. Y cuando estaba contenta, su sonrisa era realmente preciosa.
Ella se movió en la silla y la falda se le subió, dejando al descubierto unos centímetros de muslo. Quién habría dicho que una línea de piel tan insignificante podría hacer que el corazón le fuera a tal velocidad.
—¿Joe? ¿Puedo usar la línea de teléfono? —volvió a preguntar ella, devolviéndolo a la realidad.
—¡Ah! ¡Sí! —dijo después de aclararse la garganta—. ¡Claro! —agarró el cable y lo conectó a la pared.
—Gracias.
_____ volvió al ordenador y abrió el navegador de Internet.
Emily gruñó y dejó caer la cabeza entre las manos.
—Odio la historia.
—Pues es muy interesante. ¿Quieres que te de un consejo? Lo mejor es tomárselo como un cuento. Mira a los personajes de la historia como si fueran los protagonistas de una novela. Así descubrirás que tienes ganas de saber cómo termina la historia.
Emily se echó para atrás en su asiento.
—Nunca me lo había planteado así.
—Toma. Prueba en esta página. Hay un montón de información sobre la Segunda Guerra Mundial. Yo escribí un artículo sobre un grupo de veteranos antes de marcharme de Los Ángeles y encontré un montón de información aquí—empujó el ordenador hacia la chica y le dejó el control.
—¡Qué bien! —se inclinó hacia delante y, mientras buscaba información en el ordenador, iba tomando notas en una libreta.
_____ se giró en la silla y la falda se le subió otro par de centímetros.
Joe apartó la vista de inmediato y se concentró en el objeto menos sexy de la habitación: un bote lleno de galletas integrales.
«Piensa en la galletas», se dijo a sí mismo. «En la mantequilla, en las tostadas»...
Antes de poder concentrarse en nada, ya estaba mirando de nuevo á las fabulosas piernas de _____. Mientras ella estuviera allí, no iba a poder pensar en otra cosa y eso era muy peligroso. Demasiado peligroso.
Estaba embarazada, se dijo a sí mismo. De otro hombre. Joe tenía sus propios problemas. Sólo tenía que pensar en _____ como una amiga. Nada más.
Aunque la curiosidad por saber por qué estaba allí y por qué estaba embarazada y sola le estaba carcomiendo, no le preguntó nada. Por lo menos, no le preguntaría mientras su hija estuviera en la habitación.
_____ se puso de pie y se acercó a él. —Lo está haciendo muy bien —se acercó aún más y bajó la voz—. Pero quizá deberíamos dejarla sola, para que no piense que estamos vigilándola —dijo con una sonrisa— y deje de trabajar sólo para fastidiarte.
Él le devolvió la sonrisa. —La conoces muy bien. Ella se encogió de hombros. —Es que yo también he tenido doce años. Joe le indicó que lo acompañara a la sala de estar. Cuando _____ se sentó en uno de los sillones, la falda volvió a subírsele.
Joe se sentó enfrente e intentó por todos los medios mantener la mirada en su cara.
—No deberíamos usar tu ordenador, ni tu tiempo —dijo él, intentando hablar de algo—. Emily puede utilizar mi ordenador.
—No importa —dijo _____—. Además, todavía llueve a raudales. Iré a la biblioteca cuando deje de llover.
En ese caso, Joe deseó que no dejara de llover.
—Además te conozco muy bien, Joe. Sé que no te gusta que enreden en tu ordenador —dijo ella con una sonrisa—. Lo tratas como algunas personas tratan a sus mascotas.
La carcajada que salió de su garganta tronó en la habitación y, durante un segundo, a Joe le costó reconocerse a sí mismo.
—Me imagino que tienes razón. Nunca te interpongas entre un hombre y su ordenador.
—Lo recordaré —dijo con un tono más profundo, como si estuviera recordando un momento muy especial.
Una noche en la oficina de Joe, los dos estaban cansados porque llevaban trabajando todo el día en un proyecto, compartiendo una comida china en la oficina, riéndose y bromeando. Después, sin bromear en absoluto, _____ se encontró atrapada entre Joe y el escritorio, saboreando con ansiedad la boca de él, mientras él, cegado por la pasión, se apretaba contra ella para sentir mejor cada centímetro de su cuerpo.
Joe se aclaró la garganta y se puso de pie, alejándose de ella, de su perfume a jazmín y de unos recuerdos que era mejor olvidar. Se puso a juguetear con las fotos de la repisa de la chimenea.
—¿Qué te parece Mercy?
Ella rió.
—No se parece mucho a Los Ángeles.
—Oye, que tenemos un pequeño centro comercial. Y dos semáforos. Estamos civilizados.
Ella se rió.
Comparado con California, esto es el desierto.
Él se apoyó en el marco de la puerta, adoptando una postura relajada —¿Quiere eso decir que nuestro pueblo te aburre?
—En absoluto —dijo con tranquilidad—. Esto es exactamente lo que estaba buscando.
Él no se había movido ni un ápice; pero ella sabía que no estaba nada relajado. La tensión se apreciaba en los músculos de su cuello.
Era como si temiera que ella sacara a colación aquella noche, delante de su hija. Aquella noche loca en su oficina. Ella quizá no fuera la mujer más elegante del mundo, pero tampoco se tenía por una mujer con poco tacto. Tampoco era del tipo de mujer que pidiera explicaciones. Hacía un año, él le había dejado claro que aquel beso no había significado nada y ella había aceptado.
Y, ahora, ya no necesitaba una relación. Ya no confiaba en nadie. En especial en los hombres. Lo único que un hombre podía hacer era complicarle la vida. Ya había aprendido la lección con Nicholas. Se llevó una mano al vientre; su nueva vida estaba allí dentro.
De repente se sintió bastante incómoda. Le llevó un minuto descubrir la razón: siempre había mantenido una relación profesional con Joe y nunca había estado en su casa ni había compartido nada privado con él. Aparte de aquella noche en su oficina, pensó sin poder evitarlo.
Se aclaró la garganta y cambió a un tema más seguro.
—¿Qué tal está Mark?
Joe sonrió.
—Aunque no lo creas, se ha casado.
—¿Mark? —_____ no podía ocultar su sorpresa—. Pensaba que su objetivo era convertirse en el soltero más viejo del inundo.
—Y así era. Hasta que conoció a Claire y se quedó prendado.
—¿Claire? ¿Claire Richards? ¿La que vivía en mi casa?
—Sí, la misma. Se enamoraron y se casaron. Es una larga historia. Recuérdame que te la cuente algún día.
—Lo haré —le dijo ella con más suavidad de la que pretendía.
Entre ellos, la temperatura se elevó y el silencio se hizo más espeso.
—Y... —comenzó él, después de una pausa—. ¿Qué te ha traído a Mercy? ¿Asuntos de trabajo?
Ella sé rió. .
—En realidad, ahora no estoy trabajando mucho. Dejé mi trabajo en Los Ángeles cuando me quedé embarazada y ahora estoy por mi cuenta. Haciendo patucos.
—¿Patucos? —se quedó tan sorprendido como cuando le dio con la sartén en la cabeza.
—Es una larga historia —dijo ella, utilizando las palabras de él.
—Quizá me la cuentes algún día mientras cenamos.
Ella vio la sorpresa que inundó su rostro, como si él mismo se hubiera sorprendido por la invitación.
—No creo que sea una buena idea. Quiero decir... —hizo una pausa porque no sabía muy bien qué era lo que quería decir. Entonces se imaginó sentada en un restaurante con Joe, con velas en la mesa, riéndose y compartiendo una comida.
—Sí. Quizá tengas razón —la interrumpió él.
_____ se puso de pie, estirando la espalda. En cuanto se movió, su estómago comenzó a sonar de manera escandalosa, como protestando por su negativa a cenar.
Lo último que había comido había sido una buena porción de aquella horrible mermelada y la vida que llevaba dentro debía estar protestando.
Desde que se había quedado embarazada, parecía que toda su vida giraba en tormo a la comida. Panchitos, patatas fritas, pepinillos, etc. A veces, en mitad de la noche, se despertaba deseando comer las cosas más inverosímiles. Y se encontraba conduciendo en busca de una tienda que abriera por la noche.
—Debería irme —le dijo a Joe, dirigiéndose hacia la entrada—. Ya vendré en otro momento a por el ordenador.
Su estómago volvió a sonar, como un volcán.
—¿Tienes hambre?
Ella sintió que se le iluminaba la cara. Hizo una pausa en la puerta de la cocina. Joe estaba a escasos centímetros detrás de ella.
—Sí, un poco. Bueno... mucho. Aunque no importa, tengo jamón en casa.
—Déjame que adivine, ¿del comité de bienvenida de Mercy? —soltó una carcajada que sonó a aire fresco—. Aléjate de la mermelada de la señorita Tanner.
_____ hizo una mueca.
—Ya la he probado. Ni siquiera el ratón la ha querido.
—Escucha, parece que de momento no va a parar de llover. ¿Por qué no te quedas a cenar? Con mi familia. Nada personal.
—No debería...
Joe hizo un gesto hacia su hija, todavía entusiasmada con lo que estaba encontrando en la red.
—Parece que Emily ha encontrado una mina de información y no creo que deje libre tu ordenador. Después, yo mismo puedo echarle un vistazo a tu coche.
—No puedo abusar de esa manera...
Joe se le acercó al oído.
—No he visto a mi hija hacer nada en los últimos seis meses. Sea cual sea tu toque mágico, espero que continúe hasta que acabe el trabajo.
Ella sintió su aliento cálido en la oreja que la transportó de nuevo a aquella noche que la había besado. Aquella vez que _____ había seguido sus instintos en lugar de su cabeza. El deseo de probar de nuevo aquel trozo de cielo se apoderó de ella.
Quedarse allí, con Joe, era una locura. Él era el tipo de hombre que ella había jurado evitan: un adicto al trabajo que se olvidaría de su existencia en cuanto pisara la oficina. Ella había aprendido hacía tiempo que podía hacerlo casi todo ella sola.
Dependía de ella misma, de nadie más. Y Joe era demasiado peligroso.
Pensó en decirle que no y ya había decidido qué excusa darle cuando vio las chuletas que había descongelándose en la encimera. Al lado de unas patatas.
Chuletas. Patatas. Con mantequilla.
La boca empezó a hacérsele agua. Y eso que la comida aún no estaba cocinada. Ella no era muy buena cocinera. De hecho, ni siquiera sabía cómo se utilizaba el horno. Y hacía mucho tiempo desde que había comido algo que no estuviera en una lata o en una caja. Y mucho más había pasado desde que no compartía una comida con una familia.
_____ sintió que unos dedos le agarraban el corazón para obligarla a quedarse. Cuando era pequeña, había pasado muchas horas viendo La Casa de la Pradera. Y, entonces, lo que más había añorado había sido el calor del comedor de los Ingels. Incluso ahora, si veía alguna repetición de la serie, sentía que el corazón se le encogía.
_____ meneó la cabeza para apartar aquel recuerdo. Por el amor de Dios, casi tenía treinta años, ya no necesitaba una madre que le hiciera galletas y que la esperara con un vaso de leche al salir del colegio.
Antes de que pudiera dar una respuesta, una mujer, rodeada de perros y de bolsas, entró por la puerta de la cocina...
Kari_JB
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Mensaje por chelis Dom 14 Abr 2013, 4:20 pm

JAJAJAJJAJAJAJAJAJJA ESOS DOS!!! HASTA CUANDO SE DARAN CUENTAAA????
AAAAAAIIIII OJALA QUE PRONTO!!!!.. SE MERECEN SER FELICES
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Mensaje por Augustinesg Dom 14 Abr 2013, 4:45 pm

Awww! Gracias por subir el cap!!
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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por chelis Dom 14 Abr 2013, 4:51 pm

ootrooo
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Mensaje por Kari_JB Lun 15 Abr 2013, 9:54 am

Olaaa chicas gracias por sus comentarios =D
¿hay alguien? ¿quieren que suba capitulo?
esta muy buenooo eh!
=D
Kari_JB
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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por Augustinesg Lun 15 Abr 2013, 10:33 am

Por favor!!! Haha
Me aburro si nno. Haha
La nove esta GENIAL!!
Augustinesg
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Mensaje por ElitzJb Lun 15 Abr 2013, 11:58 am

awww q genial me encanto el capitulo
espero q coloquen mas ya mismo
quien sera la mujer q llego apuesto q es la mama de joe o quien???
ElitzJb
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Mensaje por Kari_JB Lun 15 Abr 2013, 2:20 pm

Bueno chicas aqui esta el capitulo gracias por sus comentarios
espero que a todas les guste la ultima parte 1313 ajajja
que esten bien =D

4 Capitulo

—¡Dios Santo! ¡Qué día! —dejó las bolsas en la encimera y le dedicó una caricia a cada uno de los perros que la rodearon llenos de júbilo.
—Hola, Emily. Qué agradable verte con los deberes —la pequeña mujer de pelo gris, enfundada en unos vaqueros y una sudadera roja, se acercó a la muchacha para darle un beso—. Joe, querido, ¿puedes ayudarme con la compra? Hay unas cuantas bolsas en la camioneta—. Le dio las llaves e hizo una pausa para mirar a _____—. ¡Vaya! ¡Hola! Creo que no nos conocemos. Soy Grace Jonas.
—_____ Mercado —respondió ella, estrechando la mano que le ofrecía la mujer.
—Ah, ya recuerdo. Mark y Joe hablaban maravillas de ti cuando trabajabas con ellos.
—¿Ah, sí? —preguntó sorprendida. No se permitió el lujo de pensar si Joe hablaba maravillas de otras cosas que no fueran el trabajo.
—_____ es guay, abuela —dijo Emily, mientras se ponía de pie—. Me ha dejado el ordenador y me ha enseñado unas páginas estupendas para mi trabajo.
Grace, una mujer de sesenta años, levantó la mano para chocar los cinco con su nieta.
—¡Qué chachi, Em!
El sonido alegre de la risa inundó la habitación. Hasta los perros se unieron a ellos con sus ladridos.
—Mamá, ¿cuándo has aprendido a hablar así? —preguntó Joe, todavía riéndose. Grace levantó la barbilla y puso cara de superioridad.
—Soy una abuela moderna. Si hasta llevo las zapatillas de moda —levantó el pie para mostrar las deportivas juveniles.
—Pronto te veo buscando en mi armario, abuela —dijo Emily, riéndose aún más—. Vaya, no me reía así desde... —dejó la frase sin acabar.
Joe dejó escapar un suspiro. Una sombra cruzó por su rostro.
Entonces, un silencio pesado inundó la habitación. Emily miró al suelo y Joe, a algún punto lejano en la ventana. Los ojos de Grace se llenaron de tristeza.
_____ se sintió incómoda. Ella era una extraña, presenciando lo que, sin duda, era un momento muy íntimo. No tenía ningún derecho. Lo mejor sería marcharse y dejar a los Jonas solos; pero no sabía cómo hacerlo con diplomacia.
—Bueno —dijo Grace, finalmente—. Vamos a poner esas chuletas y esas patatas en la parrilla. He traído tomates y lechuga para hacer una ensalada. _____, ¿puedes ir cortándolos? —Grace le señaló la tabla y el cuchillo que estaban en la encimera de enfrente. —Debería irme...
—Tonterías —Grace le puso unos tomates en la mano—. Es la hora de la cena y ya estás aquí. Quédate. Sólo te pido que después me ayudes con los platos y no hagas como mis hijos y desaparezcas por la puerta de atrás —levantó una ceja en dirección a Joe.
—A mi madre le gusta exagerar —Joe miró a _____ con una sonrisa que la penetró como un cuchillo penetra en la mantequilla. Después, se volvió hacia su madre—. Si mal no recuerdo, yo he ayudado con los platos mucho más que Mark.
Grace alargó una mano y le dio unas palmaditas en la mejilla.
—Siempre has sido un buen chico —le dijo con una sonrisa maternal.
_____ se giró y se ocupó de lavar los tomates. Sentía un nudo en el pecho.
Ella no pertenecía a aquel lugar. Debería marcharse. Irse a la biblioteca. Sumergirse en el trabajo hasta que estuviera tan cansada que sólo pensara en dormir.
Pero sus piernas se negaban a moverse. Mientras, seguía lavando los tomates.
Grace empujó a Joe hacia _____.
—Ayúdala con los pepinos y a preparar la ensalada. Y no te olvides de removerla. Una ensalada es una mezcla de ingredientes, no un montón de capas.
—No me puedes culpar porque me gusten las cosas ordenadas.
—Tú has vuelto a definir el orden, Joe —dijo su madre entre risas—. Siempre te he dicho que la vida es desordenada, así que, no intentes ordenarla como si fueran fichas de dominó. Y ni te atrevas a dejar mi ensalada como una obra de arte.
Él sonrió y se acercó a _____.
—Ya conoces el dicho de «perro ladrador poco mordedor».
—Te he oído, Joe. Compórtate —le dijo su madre, seria. Después esbozó una sonrisa—. Y haz que nuestra invitada se sienta como en casa.
Y así fue como _____ Mercado entró en la vida de los Jonas.

Debería haber una ley que prohibiera los perfumes que huelen tan bien. Cualquier cosa que pudiera distraer tanto a un hombre como para que se le cayera de las manos un cuchillo. ¡Dos veces!, debería estar prohibido.
Aunque, a decir verdad, no era sólo el aroma a jazmín lo que aturdía a Joe. Era la mujer que llevaba el perfume: _____.
Ella estaba a su lado, en silencio, cortando los tomates. En la cocina sólo se oía el ruido de tos utensilios y el de Emily al teclear el ordenador. Ese silencio realzaba sus otros sentidos
Como el olfato. El tacto. La vista. Por el rabillo del ojo, podía verla. El tono tostado de su piel, el pelo castaño que se le rizaba en la puntas alrededor del cuello. El vestido de tirantes.
_____ estaba a varios centímetros de él, pero el radar de su piel vibraba con cada movimiento.
Acabó de cortar los pepinillos. Por fin. Parecía que los había cortado un niño de cinco años con una sierra; pero, al menos, ya estaba hecho. Ya no había motivo para seguir al lado de ella. Debería sentirse contento de poder alejarse.
En lugar de eso, se acercó un paso más y echó los trozos en la ensaladera.
—Vamos a acabar esta ensalada —alargó la mano para tomar los tomates que ella había cortado.
Ella alargó las manos en el mismo instante, rozándolo. En el momento del contacto, una corriente eléctrica los recorrió. Él la miró. Sus miradas se encontraron un instante, el tiempo suficiente para saber que ella había sentido lo mismo.
—Me gusta ese tarro —dijo ella de repente.
—¿El azucarero? Mi madre lo hizo hace algún tiempo, en su fase de ceramista.
Ella lo miró con cara de sorpresa.
—A mi madre le gusta decir que es una artista dispersa. Un mes es el macramé, el siguiente, el vidrio lacado —tocó la cabeza del perro de barro—. Charlie está aquí desde antes de que se pusiera a hacer punto.
—Es bonito.
—Si todavía estás, aquí en Navidades, es posible que acabes con una de las creaciones de Grace elaborada exclusivamente para ti.
¿De donde había salido aquello? Estaban en agosto. ¿Por qué estaba hablándole a _____ de las Navidades?
—Me gustan las manualidades —dijo ella.
—Oh, venga. Tú eres una chica de Los Ángeles. Allí no se hacen manualidades.
Ella se rió.
—Ya no vivo allí. He cambiado.
Él se permitió mirarla un rato. Los latidos de su corazón se le aceleraron y sintió que le dolían las manos por la necesidad de tocarla.
—Sí. Y mucho. Ya no llevas tacones ni traje de chaqueta.
—Ni tengo trabajo —le dijo ella, dejando escapar una risita—. Mis prioridades han cambiado.
—Ya veo —dijo Joe, con una voz tan tenue que casi era un susurro.
—¿Qué tal va esa ensalada? —preguntó Grace.
_____ se alejó de Joe.
—Lista.
Agarró los trozos de tomate que faltaban y los echó en la ensaladera, después se acercó al fregadero para aclarase las manos.
—Casi —dijo Joe—. Nos olvidamos de removerla.
_____ pensó que no se había olvidado. Pero había necesitado alejarse antes de que aquella corriente magnética la engullera.
¿Qué estaba haciendo allí? ¿En un lugar al que no pertenecía? ¿Cómo si fueran una familia?
Ella era una persona realista. Es decir, no se engañaba a sí misma con cuentos de hadas y caballeros andantes. Esas cosas no ocurrían. Por lo menos, no a ella.
Se secó las manos con un paño de cocina. El latigazo de deseo que había sentido al tocarlo, todavía estaba allí. Y dejar que su cuerpo mandara sobre su cerebro era un suicidio emocional. Lo último que deseaba al ir a Mercy era encontrarse con un nombre, especialmente, con ese hombre. Estaba allí para criar a su hijo, para formar su propia familia de dos. Nada más.
Dejó el paño en la encimera.
—¿Sabes? Todavía no he acabado de desembalar las cosas. Debería marcharme.
—¿Qué? ¿Y quedarte sin probar nuestra ensalada? —su tono tenía un toque de broma—. Además, si te marchas ahora, mi madre nunca te lo perdonará.
—Yo... yo...
—Eso por no hablar de esas sabrosas chuletas que te están esperando —dijo señalando hacia el grill—. No te puedes imaginar lo buena cocinera que es mi madre.
_____ se rió.
—Es que me siento rara. Como una intrusa.
—De intrusa nada —dijo Joe acercándose a ella—. Sólo somos dos viejos amigos —dijo colocándole la ensaladera en las manos— que van a comer juntos. ¿De acuerdo?
Ella asintió con la cabeza.
—Bien —dejó sus ojos de color azul cobalto fijos en ella—. Me alegro de que lo hayamos aclarado.
_____ tragó con dificultad.
—Sí. Yo también.
Si eso era cierto, ¿por qué sentía esa necesidad de acercarlo a ella y probar algo que nada tenía que ver con las chuletas?
Hormonas. Sí eso era. Nada que una buena tableta de chocolate no pudiera curar.
_____ miró hacia la ensaladera.
Una ensalada era tan efectiva contra las hormonas como una pistola de agua contra un rinoceronte enfadado.
Mientras las patatas y las chuletas se hacían en el grill, Joe tomó el camino del cobarde y se retiró a trabajar. _____ estaba a unos metros, trabajando con Emily. Después de aquella conversación sobre la cena, por llamarla de alguna manera, se sentía trastocado. Como si en el cerebro se hubiera encendido un interruptor relacionado con la pubertad.
Hormonas. Sólo era eso. Demasiada testosterona acumulada. Nada que unas buenas chuletas y unas buenas patatas no pudieran curar.
Joe estaba sentado en su escritorio, decidido a trabajar, pero le resultaba imposible concentrarse en otra cosa que no fuera _____.
Por el contrario, ella no parecía tener ningún problema. Podía verla, al otro lado de la habitación, riéndose y charlando con Emily. Joe se encogió de hombros, puso los dedos sobre el teclado y escribió.
Logró escribir media página llena de palabras sin sentido. Como si hubiera colocado mal los dedos sobre el teclado.
—Eso es fantástico, Emily. Eso es de nota. Y qué te parece... —la voz de _____ se perdió cuando se levantó y se inclinó sobre la libreta de Emily para anotar algo.
¿Es que no se daba cuenta de lo que le pasaba a su vestido cuando se inclinaba de aquella manera?
Joe dejó escapar un juramento entre dientes. El ordenador parecía mirarlo como diciéndole: «Bueno, ¿vas a hacer algo?».
Se pasó una mano por el pelo y se recostó en la silla. Después, volvió a incorporarse, ajustó el monitor tres milímetros a la derecha y volvió a colocar los dedos sobre el teclado.
Nada,
—La cena está lista —dijo su madre.
—Gracias a Dios —murmuró Joe.
Echó la silla hacia atrás y se puso de pie. _____ se enderezó también y su vestido amarillo volvió a su posición normal. Debería alegrarse de que dejara de mostrarle las piernas.
Pero lo que pensaba y lo que debería pensar no tenían nada que ver.
Ella lo miró por encima del hombro y sus ojos color avellana se clavaron en los de él durante un segundo. Antes de darse, la vuelta, una sonrisa iluminó su rostro.
Si le hubiera dado un golpe en la cabeza no se hubiera sentido más aturdido. Pestañeó varias veces. ¿Cuándo había sido la última vez que una mujer lo había hecho sentirse así? ¿Como si le hubieran dado un golpe en el estómago?
Había pasado dos años sin sentir nada. A excepción de aquella noche en su oficina. Había perfeccionado el arte de mantenerse al margen de las emociones. Había aprendido, hacía mucho tiempo, que dejarse llevar por las emociones conducía a elecciones estúpidas en las que las personas, y no sólo él, salían dañadas.
Y ahora, en unas cuantas horas, _____ se había colado en su vida y le había dado un revolcón a su corazón. ¿Eso era algo bueno?
Por supuesto que no. Emily era su prioridad. Y, sin embargo, una pequeña parte de él, controlada por ese interruptor relacionado con la pubertad, le gritaba que le prestara atención.
Más tarde. Ahora, el trabajo y Emily. Nada más.
Se dirigió hacia el comedor y se sentó en una silla de caoba enfrente de _____. Ella tenía la cabeza inclinada y estaba ocupada colocándose la servilleta sobre el regazo. Emily se sentó a su lado y le lanzó una mirada a Joe; las comidas familiares no la atraían mucho.
Grace entró con una bandeja, la colocó en el centro de la mesa y se sentó.
—Espero que estéis hambrientos —dijo—. Tenemos un montón de comida.
—Siempre haces demasiado, mamá —dijo Joe—. Ésa es una de las cosas buenas de estar aquí.
—No quiero que nadie tenga que decir que no doy bien de comer a mi familia —y miró a _____—. O a mis invitados.
—Hace mucho que no como así. Quizá tengáis que pararme para que deje de repetir.
Grace se rió.
— He criado a dos chicos con muy buen apetito. Estoy acostumbrada.
—Eso está bien porque yo como por dos —dijo _____.
La puerta de la cocina se abrió y el padre de Joe entró en casa. Hizo una pausa para lavarse las manos y entró en el comedor. Se dirigió hacia su mujer y le dio un beso en la mejilla.
—¿Qué hay para cenar, cielo?
Su mujer lo miró con una sonrisa.
—Para ti sobras. Para los demás, chuletas con patatas. .
—Caramba. ¿Esta noche me tocaba cocinar a mí, verdad? Me enredé trabajando con los armarios de la cocina de Henry y me olvidé. Me di un buen golpe en un dedo... —se paró en seco al ver a _____—. Parece que tenemos invitados —le ofreció la mano sana—. John Jonas.
—_____ Mercado —dijo _____, estrechándole la mano—. Una... amiga de Joe.
¿Amiga? ¿Antigua compañera de trabajo? Nada de eso describía su relación.
De hecho, ni siquiera tenían una relación. Ella vivía en el mismo pueblo que él, eso era todo.
La fuente le llegó a Joe. Se sirvió un par de chuletas y una patata y se la pasó a su madre. Después se lanzó sobre la comida. Cualquier cosa con tal de olvidarse de la mujer que tenía delante de él.
—¿Qué te ha traído a Mercy, _____? —preguntó Grace.
_____ se tragó el trozo de carne.
—En realidad he venido por Joe.
Grace y John miraron a su hijo a la vez, después, a la tripa de _____. Él sintió la necesidad de levantar un cartel que dijera: «Soy inocente». Pero todos sabían que él llevaba un año en Mercy y _____ debía de estar de unos seis o siete meses. Obviamente, él no tenía nada que ver con el bebé.
—Me habló tan bien de este lugar cuando trabajábamos juntos que me hizo desear venir aquí. Parece el lugar ideal para criar a mi hijo.
Joe podía ver la pregunta en los ojos de su madre. Grace, sin embargo, era lo suficientemente educada como para no preguntarle por el padre del niño.
—Te encantará Mercy —le dijo la mujer.
—Eso espero —dijo ella con calma.
—¿Dejaste Los Ángeles por esto? —preguntó John—. Vas a echar de menos la playa. Yo siempre le estoy diciendo a Grace que deberíamos irnos a Florida.
—Ya vamos a ir esta semana en ese crucero por nuestro aniversario —dijo mientras se ponía algo de salsa sobre su patata—. Seguro que antes de que acabe el viaje estás cansado del calor.
—¿El calor que tú y yo vamos a generar? —preguntó John con picardía.
Grace se puso un poco colorada.
—¡John! —lo amonestó ella—. Que hay niños en la mesa.
—Abuela, que tengo doce años —le respondió Emily exasperada—. Sé muy bien lo que es el sexo.
Joe se quedó atónito. ¿Cuándo se había hecho su hija tan mayor? ¿Y cuándo había aprendido lo que era el sexo? Desde luego, no era un tema con el que le apetecía continuar, especialmente, después de lo que _____ le había hecho sentir esa tarde.
—Cómete la cena —le ordenó Joe.
Emily respondió empujando la carne con el tenedor.
—Sabes que no como carne, papá. Soy vegetariana —arrugó la nariz y dejó el tenedor sobre el plato—. Además, pienso que es muy desagradable matar una vaca para servirla en un plato.
—¡Emily! —Joe miró a sus padres, después, le lanzó a su hija una mirada enfadada— La abuela y el abuelo trabajan muy duro para poner esa comida sobre tu plato, no les faltes el respeto.
—Bueno, es la verdad. Alguien tiene que matar a esos pobres animales y trocearlos...
—Ya está bien —la interrumpió Joe antes de que la chica siguiera describiendo el proceso.
—Emily —intervino _____—, ¿por qué no les cuentas qué tal va el trabajo sobre Churhill?
—Bien —dijo Emily sin apartar los ojos del mantel.
—Está mejor que bien. Has encontrado cosas realmente interesantes y yo me quedé muy impresionada con lo bien que escribes. Sé de periodistas que no saben escribir frases tan inteligentes como las que tú escribiste en la introducción.
Emily levantó la cabeza y se giró hacia _____. El halago le brillaba en los ojos.
—¿De verdad... de verdad te parece que hice un buen trabajo?
_____ sonrió y asintió.
—Seguro que te ponen un sobresaliente.
—Siempre me ha gustado escribir —la admisión se escapó de sus labios—. Me encantan los libros de J. K. Rowling. Debe ser muy agradable escribir cosas así.
—El que más me gustó fue el segundo de Harry Potter—dijo _____—. ¿Los has leído todos?
—Oh, sí. A mí el que más me gustó fue el tercero, cuando Harry y Hermione... —Emily se lanzó a una descripción de su escena favorita. _____ asintió e introdujo detalles que ella recordaba de la novela.
La mirada de Joe iba de su hija a _____. ¿Había aterrizado un extraterrestre en la mesa del comedor? ¿O era aquélla su hija, admitiendo que le gustaba escribir e intercambiando opiniones sobre un autor?
_____ no sólo era un ángel, era una enviada de Dios. Después de aquello, pensó que tenía que hacerle una oferta que no pudiera rechazar. Y, en el extraño caso que dijera que no, lograría hacer el trato más atractivo. Costara lo que costara, no le importaba.
_____ era la respuesta que había estado buscando.
_____ conocía a Joe lo suficiente como para saber cuándo tenía algo en la cabeza. Después de la cena, había ayudado a recoger mientras charlaba animadamente con Grace sobre el pueblo. La madre de Joe era una mujer entrañable y le hablaba a _____ como si fuera un miembro más de la familia.
Casi como a una hija.
_____ se sintió llena, y no sólo por la buena comida, sino también de cariño.
Sin embargo, una vocecilla interior no dejaba de repetirle que aquélla no era su familia. Que sólo era una cena y que no significaba nada más.
«No te hagas ilusiones».
Cuando acabaron de fregar los platos, Joe se le acercó.
—Te llevaré a casa y le echaré un vistazo al coche. Mi padre se ha hecho daño en la mano, así que, sólo me tienes a mí.
—¿Sabes algo de motores?
—Algo. Uno no crece en una casa como ésta sin ir aprendiendo cosas.
—De acuerdo. Ahora mismo, no puedo permitirme llamar a un mecánico, así que, me parece bien. Voy a buscar mis cosas.
Unos minutos más tarde, _____ y Joe estaban solos en su camioneta, en dirección a la casa. Durante el corto trayecto, él no habló mucho, sólo le dijo el horario de la biblioteca cuando ella se lo preguntó. Mantuvo las dos manos al volante, como si temiera perder el control y tocarla.
Aparcó en la puerta de la casa de ella. Había dejado de llover y lo primero que _____ notó al bajar del coche fue lo bien que olía. E n la entrada de la casa, había un gran olmo y sus ramas llegaban hasta la casa. El césped estaba verde y lleno de margaritas.
—Esto es precioso —dijo en voz alta.
—A veces lo encuentro demasiado tranquilo; pero sí, tienes razón, es precioso.
Joe sacó el ordenador y el paraguas del coche y la siguió hasta la casa.
—Te va a sonar ridículo, pero aquí se siente la mano de Dios. En Los Ángeles todo es hormigón y cemento. Es difícil encontrar a la madre naturaleza entre los rascacielos y las autopistas. Pero, aquí... —_____ respiró profundamente para llenarse los pulmones y se rodeó con los brazos.
—Espera un mes. Cuando necesites algo un domingo y no encuentres nada abierto o cuando te quedes sin teléfono por tercera vez en una semana. Entonces, tendrás una opinión muy diferente de Mercy.
_____ negó con la cabeza.
—No lo creo. He... —se interrumpió y, con una sonrisa, se llevó una mano a la tripa—. Hemos venido para quedarnos.
Joe dejó sus cosas en el columpio del porche y se quedó mirándola un rato.
—Me alegro de volver a verte, _____ —tragó con dificultad, sin apartar los ojos de ella—. Me alegro mucho.
—Me he acordado de ti muchas veces durante este tiempo —ya lo había dicho—. Me preguntaba qué sería de tu vida.
—Apañándomelas como puedo.
Ella alargó una mano para tocarlo con la intención de consolarlo; pero, cuando su mano tocó la piel desnuda de él, el sentimiento se tornó en algo totalmente distinto. Ella le mantuvo la mirada, en sus ojos había una pregunta que no se atrevió a hacer.
—Debería... debería echarle un vistazo al coche antes de que se haga de noche.
—Oh, claro —dio un paso hacia atrás y se alejó de él—. Está ahí —sacó las llaves del bolso y se las dio. El cerró los dedos sobre el metal e hizo una pausa, como si quisiera decir algo. Pero no dijo nada, dio media vuelta y se dirigió hacia el vehículo.
_____ se frotó el cuello. ¿En qué estaba pensando? ¿Por qué lo había tocado así? ¿Es que todavía no había aprendido que el que juega con fuego siempre se quema?
Se sentó en el columpio y se empujó con los pies.
La brisa ocasionada por el movimiento hizo que se enfriara un poco. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en el respaldo.
Nunca debería haber ido allí, tan cerca de él. Había cientos de pueblos que podía haber elegido. Pero en ninguno de ellos estaba Joe. Y por mucho que intentara decirse que no quería tener una relación con él...
Sí quería.
Había visto cómo miraba a su hija. El amor en sus ojos. La preocupación paternal. Estaban pasando por un momento difícil, pero eso era normal después de lo que les había sucedido. Sobre todo, al estar Emily entrando en la adolescencia. Aunque, tras todas las peleas, se podía ver el amor.
Joe era un buen hombre. Ella lo había sabido desde el mismo instante en que lo conoció. En aquella época en la que pertenecía a otra mujer. Cuando lo estaba pasando tan mal.
Pero ya no. Ya no le pertenecía a ninguna otra mujer.
Aquel tipo de pensamientos sólo traían problemas.
_____ dejó de columpiarse, se puso de pie y entró en la casa. Probó con un enchufe y dejó escapar una exclamación de júbilo al comprobar que tenía luz. Después, sirvió un poco de limonada en un vaso para Joe.
Se dijo a sí misma, que lo único que estaba haciendo era llevándole un refresco a un amigo. Fuera hacía calor y él le estaba haciendo un favor. No estaba pensando en tener nada con él. No estaba ligando con él.
Él había abierto el capó del coche y se había quitado la camisa. _____ contuvo el aliento. Nunca había visto a Joe así y tenía que admitir que estaba realmente bien.
Muy bien, a decir verdad.
Se acercó para darle la limonada y sintió que el pulso se le aceleraba al ver su cuerpo desde una mejor perspectiva.
—Te... te he traído esto —dijo ella.
Él levantó la cabeza bruscamente, golpeándose con el capó.
—Debería ponerme un casco cuando andes cerca —le dijo mientras se frotaba la parte dolorida.
Dios Santo. Su pecho era aun mejor que su espalda. Tenía el torso musculoso y la piel, bronceada. Le dio el vaso antes de que se le cayera de las manos.
—Eres una diosa —se secó la frente con el dorso de la mano y se tomó la limonada de un trago—. Pensé que la lluvia iba a refrescar el ambiente, pero parece que lo ha empeorado.
Ella esperaba que siguiera así mucho tiempo para poder verlo sin camisa más a menudo.
—¿Sigues corriendo y haciendo ejercicio?
—Diez kilómetros todos los días.
—Se nota —dijo ella y se sorprendió de su osadía—. Quiero decir...
—Hace mucho que no me piropeaba nadie.
—Pues no sé por qué no. Eres un tipo muy atractivo, Joe.
Él se encogió de hombros.
—No salgo mucho.
—¡Ah! —dijo ella mirando al suelo—. ¿No sales con nadie?
—No he salido con nadie desde... —miró hacia otra parte—. No.
—¡Ah! —el aire entre ellos comenzó a espesarse. _____ pensó en hacer algo—. Tienes un poco de grasa —agarró un trapo de la caja de herramientas—. Aquí —dijo mientras le limpiaba la mejilla. La grasa no desapareció por lo que volvió a intentarlo.
El pecho de Joe subía y bajaba y _____ tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que estaba haciendo. Su colonia, un aroma a bosque y a fruta fresca la tentó.
—No... no sale.
Y entonces, la boca de él estaba sobre la de ella y sus brazos alrededor de su cuerpo. Igual que la primera vez. Una erupción de deseo, más poderosa que ninguno de ellos, estalló entre los dos.
Kari_JB
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Mensaje por chelis Lun 15 Abr 2013, 5:17 pm

GUUUUUUAAAUUUU!!!
LA BOMBAA ESTALLO ENTRE ELLLOSSS!! ESE FUEGOO VIBROOOO!!!
JAJAJA AAAII SIGUELAA PORFIISS
chelis
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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por ElitzJb Mar 16 Abr 2013, 8:23 am

hay me encantoooooooooo ♥️
por fin la beso mas calidad siguela :enamorado:
por fita coloca mas con cada capitulo q pasa me encanta mas la nove :)
ElitzJb
ElitzJb


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Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA) - Página 3 Empty Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Mensaje por chelis Mar 16 Abr 2013, 11:55 am

Ooootrooooo
chelis
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