Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 2 de 9. • Comparte
Página 2 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
nueva lectora
siguela esta genial pobre de joe y le sartenaso q le metio la rayis fue muy divertido siguela cariño ya me atrapo la nove con solo un cap.
siguela esta genial pobre de joe y le sartenaso q le metio la rayis fue muy divertido siguela cariño ya me atrapo la nove con solo un cap.
ElitzJb
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
olaaaaa!!! Bienvenida a las nuevas lectoras,
Gracias por todos los comentarios ! =D
Aqui les dejo el 2do Capitulo espero que lo disfruten
—Papá. No hables con ella. Está loca. Eso por no mencionar que ha intentado matarte —la chica dejó la sartén en el suelo y se dirigió hacia su padre. _____ se acordaba de ella. La había visto en un par de ocasiones cuando todavía llevaba dos coletas. Ahora se acercó a Joe, sin tocarlo, fingiendo indiferencia pero, obviamente, preocupada.
—¿Estás... bien?
—Sí —Joe se levantó, sacudiéndose los pantalones.
Se giró hacia _____ con la boca y los ojos abiertos por la impresión.
—Si ésa es tu manera de decir hola, no me gustaría ver cómo dices adiós.
Capítulo 2
Joe no se molestó en ocultar la sorpresa que le había causado encontrarse con _____ en Mercy. ¿Hacía más de un año que no la veía y ahora vivía al lado de su casa? ¿Qué se había perdido?
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vivo aquí.
—¿Por qué?
—¡Oye! Que has sido tú el que ha entrado en mi casa por la ventana —dijo ella mientras se agachaba para recoger la sartén. La luz de la luna que se colaba por la ventana le iluminó el rostro con un suave brillo—. Puesto que yo tengo la sartén, seré yo la que haga las preguntas. ¿Por qué estabas colándote por la ventana de mi estudio?
—Estaba buscando a Emily —le lanzó al pelo de su hija una mirada cargada de reprobación. La chica se encogió de hombros y se entretuvo haciendo círculos con el pie en el suelo—. La vi entrar por la ventana y vine detrás de ella.
—Sólo estaba buscando un lugar donde esconderme.
—¿Crees que así vas a evitar el castigo? —le preguntó Joe—. ¿Por eso? —preguntó señalando el pelo fosforescente de la muchacha.
Emily dejó escapar un resoplido de disgusto y se cruzó de brazos.
—Odio mi vida.
Joe sintió que le hervía la sangre.
—Emily Anne, ve al coche ahora mismo. Te voy a encerrar durante los próximos cien años.
—No puedes obligarme a nada —dijo la chica con los puños apretados.
—¡Emily!
_____ dio un paso hacia delante y dejó la sartén en una caja. Levantó una mano, como si fuera a tocar a Joe, pero después la retiró. Él se sintió decepcionado.
Quizá el golpe en la cabeza le había aflojado un par de tomillos.
—Voy a por hielo para tu cabeza —dijo ella— y a por limonada para todos. Después, cuando nos hayamos calmado, podemos comenzar de nuevo.
Igual que había hecho tantas veces mientras había sido la consultora de marketing para la empresa de Joe y su hermano. _____ sabía quitarle fuego a una situación con un par de palabras. La habían contratado para el lanzamiento de la empresa, hacía seis años, y ella se había quedado incluso cuando no había habido dinero para pagarla. Se había quedado porque era una amiga.
Y durante un breve periodo, mucho más que eso para Joe. Pero, entonces...
Alejó esos pensamientos de su mente. No pensaba meterse allí, ni en ese momento ni nunca. Su única prioridad era Emily. Las mujeres, y aquélla en particular, no encajaban en la ecuación.
Eso era exactamente lo que le había dicho a _____ y lo que se había dicho a sí mismo hacía un año y medio. Al mirarla en aquel momento, sentía que necesitaba recordar sus motivos.
¿Por qué se había ido ella a vivir a Mercy? ¿Por qué en aquel pueblo de entre todos los miles de pueblos que había en el país? ¿Estaba allí para retomar las cosas con él? O lo que era peor, ¿para echarle en cara lo desagradable que había sido con ella al cortar la relación como lo hizo? Decidió no preguntar, por si acaso la respuesta no era apta para menores.
Le dolía la cabeza, justo donde le había golpeado con la sartén.
—Me has dado un buen golpe —le dijo mientras se frotaba el chichón incipiente. _____ se volvió con una sonrisa. —Y eso que no te di con todas mis fuerzas. Quizá fuera la intimidad de la luz de la luna o la suavidad de sus facciones, pero su sonrisa hizo que se le encogiera el estómago como hacía mucho tiempo que no le pasaba.
_____ estaba allí. De nuevo en su vida. Sentía un millón de emociones diferentes, como si fuera una explosión de fuegos artificiales.
Ahora debería marcharse, antes de que empezara a ahondar en el tema en el que no quería pensar. Pero sus pies seguían moviéndose hacia delante, como si tuvieran vida propia.
En un segundo, ya estaban en la cocina. Adelantó a _____ y tiró de la cadena de la lámpara del techo que a la vez era un ventilador.
—Yo que tú no haría eso —le dijo _____, agarrándolo de la mano; pero ya era demasiado tarde.
Joe sintió un impacto más fuerte que el del sartenazo e, inmediatamente, retiró la mano.
La luz se hizo y todos pestañearon.
—Parece que funciona —la bombilla de la lámpara brillaba con fuerza, quizá con demasiada intensidad. Un segando más tarde, se oyó un siseo y la bombilla explotó. Una lluvia de chispas y de trozos de cristal cayó sobre ellos y sobre la pequeña mesa de madera de la cocina.
La habitación volvió a quedar sumida en la oscuridad.
—¡Bien hecho, papá! —dijo Emily. _____ suspiró y se limpió los trozos de cristal del pelo y la camiseta.
—¿Qué es lo que les pasa a los hombres? ¿Por qué pensarán que siempre lo saben todo?
—Porque lo sabemos —dijo Joe con una carcajada—. O, al menos, nos gusta que lo parezca. Tiene que ver con nuestra inseguridad natural. La suave risa de _____ resonó en el silencio. —Y eso viniendo del tipo que decía que sabía muy bien por donde iba y, en lugar de conducir rumbo a San Francisco, estaba conduciendo en la dirección contraria.
En la oscuridad, su broma sonó aún más personal, casi íntima, como si se tratara de alguna broma entre amantes. Él recordó el viaje en coche con ella. Durante dos horas estuvo perdido por la carretera de la costa sin saber en qué dirección iban. Aunque eso nunca lo admitió ante ella. Joe se aclaró la garganta. —Bueno. ¿Tienes una vela?
—Ahí —_____ encendió una cerilla y prendió la vela que estaba en el centro de la mesa. Apagó la cerilla y fue a por un cepillo y un recogedor.
A la luz de la vela, estaba más hermosa si cabía, casi radiante, mucho más que la última vez que la había visto. Siempre había pensado que el nombre de _____ le iba muy bien, suave y fuerte a la vez.
Ahora llevaba el pelo más corto; pero seguía teniendo el mismo color castaño con reflejos cobrizos. Hacía dieciocho meses, lo llevaba por debajo de los hombros, con cascadas onduladas que se rizaban en las puntas. Ahora los rizos le jugueteaban por el cuello, resaltando sus delicadas facciones.
Y allí estaba, en la casa donde había vivido la mujer de su hermano.
¿Por qué? ¿Había ido tras él? ¿A acabar lo que habían empezado? ¿Y por qué aquella idea lo aterraba y a la vez lo turbaba?
Durante un segundo, se imaginó acabando lo que habían empezado en California. Pero una mirada a su hija, sentada con la cara enfurruñada, tamborileando la mesa con los dedos, le recordó cuáles eran sus prioridades.
—¿Limonada? ¿Té helado?
_____ hizo un gesto hacia la nevera.
Sus ojos color chocolate se encontraron con los de él y la chispa volvió a saltar de nuevo.
—Ummm... tenemos que volver a casa. Gracias, pero... tenemos que volver.
Ella sonrió.
Él pensó que se había portado como un idiota, balbuceando. Por una vez, deseó tener el encanto que tenía su hermano gemelo. Sólo unas palabras amables y podría haber salido de la casa de _____ con el ego intacto.
Sin embargo, él murmuró algo sobre la hora, agarró a su hija del brazo y salió por la puerta trasera antes de seguir humillándose.
Llegaron a la casa de sus padres y antes de que parara el coche del todo, Emily abrió la puerta y salió disparada hacia la casa. Joe suspiró, aparcó el coche en el garaje y se dirigió hacia la casa, sintiéndose cansado, como si tuviera cien años en lugar de treinta.
¿Cuándo se había convertido su hija en esa adolescente enfadada que no sentía el más mínimo afecto por su padre?
¿Qué le había pasado a la niña que solía subirse encima de él, suplicándole que siguieran con el juego un rato más antes de irse a la cama? ¿La misma niña que le daba besos de mariposa y abrazos de oso?
¿Dónde estaba su vida? ¿Aquélla con la que había soñado desde que Emily nació?
Joe meneó la cabeza, obligándose a dejar de soñar con el pasado. Sabía que había un futuro para él, y para Emily. Lo sabía.
Lo que no sabía era cómo conseguirlo.
El lunes por la mañana, _____ estaba sentada en la cocina, untándose mermelada de naranja procedente de la cesta de bienvenida.
A recordar: «Nunca volver a tomar nada procedente de Colleen Tanner. O no tiene ni idea de cocina o se le olvidó echar el azúcar. Aquella mermelada sabía a naranjas agrias mezclada con cemento». _____ se apretó la nariz y se obligó a tomar otro mordisco. Aparte del jamón, no tenía mucho más para comer, al menos, no hasta que llegara el correo con su cheque. Sus ahorros se los había gastado para mudarse a aquella casa.
En cualquier momento, llegaría el cheque por el trabajo de escritora que había comenzado justo antes de mudarse. Era una buena suma con la que podría pagar todas sus facturas, llenar el frigorífico y ampliar su vestuario con ropa apropiada para una futura mamá.
Y no podía olvidarse de los patucos. A Gena, la amiga de _____, le habían encantado los dos pares de botines que _____ había hecho y había insistido en que se los dejara en la tienda para intentar venderlos. Los patucos se habían vendido enseguida por lo que le encargo que le confeccionara unos cincuenta pares, tan rápido como pudiera. Con la mudanza no había tenido mucho tiempo. La semana siguiente, podría enviarle algunos pares. ¿Quién habría imaginado que un entretenimiento que le había enseñado su madre podría acabar como una buena fuente de ingresos?
A pesar de que no tenía corriente y de que vivía con un ratón, _____ se mostró optimista. El vaso estaba medio lleno y el bebé estaba en camino. Lo suficiente para estar emocionada y plantearse el futuro con alegría.
El tiempo había anunciado una lluvia refrescante; El dueño de la casa le había prometido enviarle un electricista enseguida. Y la compañía de teléfono le había asegurado que iría ese mismo día. Probablemente, esa noche tendría casi todo lo que necesitaba.
_____ se llevó una mano al vientre.
—Todo se va a solucionar, hijito.
Desde el mismo instante en el que entró por la puerta del banco de esperma de Los Ángeles, había sabido que estaba haciendo lo correcto. Durante toda su vida, sólo había deseado una cosa: una familia. No iba a esperar a que apareciera su media naranja, si es que existía. Especialmente, después de que Nicholas le dijera que no estaba interesado en tener hijos. Su relación, breve y tempestuosa, que había comenzado a finales de verano se había acabado antes de la siguiente primavera. Cuando le devolvió el anillo de compromiso ya sabía lo que iba a hacer. Formaría su propia familia ella sola. No necesitaba a ningún hombre.
Cuando la prueba de embarazo dio positiva decidió comenzar una nueva vida. Avisó con quince días de antelación, dejó la empresa de marketing para la que había trabajado y su piso, dispuesta a buscar una nueva vida para su hijo y para ella.
El cartero paró frente a su casa y le dejó un montón de cartas en el buzón. _____ cruzó la habitación y se dirigió hacia la puerta. Al ir a abrirla, recordó que tenía que arreglarla y optó por la ventana.
Por la cantidad de cartas, quedaba patente que su correspondencia de Los Ángeles la había encontrado. Ojeó los sobres mientras volvía a entrar por la ventana.
Dejó a un lado las facturas, junto a un montón de propaganda. Al final del todo, había un sobre pequeño que casi pasa por alto.
La carta del editor de la revista con la que había empezado a trabajar era muy amable pero contenía muy malas noticias:
Recortes de presupuesto... sentimos comunicarle... escribe maravillosamente... no vamos a necesitar sus servicios... le deseamos mucha suerte.
El trabajo con el que contaba se había esfumado.
Junto a la carta había un cheque con el cuarenta por ciento de lo que esperaba. Esa era la cantidad que los editores ofrecían cuando no podían usar todo el trabajo que habían contratado. Y aquello no le llegaba para nada.
Cuando consiguió aquel trabajo pensó que había tenido mucha suerte. Allí estaba la oportunidad para trabajar en casa y cuidar de su hijo. Había imaginado que entre el negocio de los patucos y el de los artículos tendría para vivir en un pueblo pequeño como Mercy.
Pero ahora parecía que se iba a quedar corta.
Fuera, un trueno estalló. Un minuto más tarde, la lluvia comenzó a caer golpeando el asfalto con fuerza. Por la esquina derecha de la cocina empezó a entrar agua. _____ puso una cazuela debajo, de la gotera. Entonces, una sinfonía de gotas empezó a inundar la casa. Cuando terminó, había colocado media docena de cacharros debajo de otras tantas goteras.
Había que reparar el tejado.
El ratón se paseó por el suelo de la cocina, olfateando. Miró a la mesa de la cocina y se coló entre las sillas. Hizo una pausa, giró la cabeza hacia arriba para mirarla y olisqueó.
—Das pena cuando pides de esa manera —_____ dejó caer un trozo de pan, untado con aquella horrenda mermelada. El ratón se acercó sigiloso, lo olió y se lanzó de cabeza hacia el agujero de su ratonera en la pared de la cocina.
_____ se rió.
—No te culpo. Dame unos cuantos días y estaremos cenando filetes. Ya se me ocurrirá algo.
Las cosas, después de todo, podían ir peor. Tenía un jamón enlatado. Galletas. Y una mermelada que podía utilizar como masilla. No eran los mejores manjares del mundo, pero no se moriría de hambre.
Sin pensárselo dos veces, agarró su ordenador portátil, iría a la biblioteca, se conectaría a Internet y navegaría por la red hasta que encontrara otro trabajo para hacer desde casa. Y, aquella noche, se pondría a hacer patucos hasta que se le cayeran los dedos.
Tenía experiencia, referencias. No pasaría nada.
Dejó una nota para el electricista y con un paraguas salió a la calle.
La lluvia golpeaba su pequeño y destartalado coche. _____ metió la llave en el contacto. Nada.
—Vamos, pequeño —pisó el pedal a fondo mientras giraba la llave.
Como resultado obtuvo el silencio más absoluto.
Salió del vehículo, cerró la puerta y levantó el capó. Todo parecía normal. Los mismos cables y tubos que habían estado allí durante los últimos seis años.
Sin trabajo. Sin coche. Sin dinero. Hasta ella tenía que aceptar que estaba enfrentándose a un problema para el que no tenía solución.
Todavía no conocía a nadie en el pueblo, aparte de la señorita Marchand, que dudaba que tuviera muchos conocimientos de mecánica.
«Siempre está Joe», le recordó su mente. Nones. No iba a pedirle ayuda. Buscarlo sería abrir puertas que era mejor dejar cerradas.
Por otro lado... estaba su padre, el hombre habilidoso que sabía hacer de todo. Quizá entre sus habilidades estaba la de reparar coches.
Abrió el paraguas y, con la bolsa del ordenador al hombro, se dirigió hacia la casa de los Jonas.
Mercy era un pueblo pequeño y, en menos de cinco minutos, ya la había encontrado.
Se dirigió a través del jardín hacia la puerta y, antes de tocar el timbre, dudó un instante. ¿Y si le abría Joe? No le importaba.
Y si aquello era verdad ¿por qué se había mudado al mismo pueblo que el único hombre en el que había confiado?, le preguntó una voz en el cerebro. ¿Por qué le había importado tanto verlo tan abatido con su hija?
Joe Jonas no cabía en sus planes de futuro. Caramba, pero si ni siquiera cabía por la ventana.
Era, exactamente, el tipo de hombre que menos necesitaba: un adicto al trabajo que se pasaba la vida en la oficina. Además, _____ no confiaba en nadie. La vida le había enseñado qué la gente la dejaba, justo cuando más lo necesitaba. Estaba muy bien sola, muchas gracias.
El sonido del timbre llegó hasta la pequeña oficina que Joe se había montado en la habitación al lado de la cocina.
Dejó de trabajar en el programa que Mark le había enviado y se puso de pie. Se estiró para quitarse el cansancio provocado por varias horas sentado al ordenador. Trabajar en casa tenía sus ventajas, sobre todo, la de poder vigilar a Emily de cerca, pero también tenía sus inconvenientes. Al final del día, echaba de menos las comodidades de su oficina en California. Una silla de madera no era tan cómoda como su sillón de cuero.
Antes de llegar a la puerta, Emily apareció en la cocina.
—Voy a salir —dijo, mientras agarraba su mochila de encima de la mesa. Se había puesto una camiseta en la que ponía «Ángel» en la parte delantera. Joe decidió que no iba a comentar nada sobre la ironía de, su atuendo.
—Estás castigada, ¿te acuerdas?
—Pero, papá...
El timbre volvió a sonar y Joe se dirigió hacia la puerta.
—Te he dicho que no... —dijo mientras abría la puerta. La frase se le quedó atragantada.
_____. En la puerta de su casa, mojada y con aspecto cansado. Y mucho más hermosa que cualquiera que hubiera visto en mucho tiempo.
Tragó con fuerza y, por un minuto, se olvidó de dónde estaba.
Con la mirada le recorrió su cara con forma de corazón, la curva elegante de su cuello, el bulto tentador de su pecho y... Se paró en seco al notar el bulto de su vientre.
¿_____ estaba embarazada?
Gracias por todos los comentarios ! =D
Aqui les dejo el 2do Capitulo espero que lo disfruten
2 Capitulo
—Papá. No hables con ella. Está loca. Eso por no mencionar que ha intentado matarte —la chica dejó la sartén en el suelo y se dirigió hacia su padre. _____ se acordaba de ella. La había visto en un par de ocasiones cuando todavía llevaba dos coletas. Ahora se acercó a Joe, sin tocarlo, fingiendo indiferencia pero, obviamente, preocupada.
—¿Estás... bien?
—Sí —Joe se levantó, sacudiéndose los pantalones.
Se giró hacia _____ con la boca y los ojos abiertos por la impresión.
—Si ésa es tu manera de decir hola, no me gustaría ver cómo dices adiós.
Capítulo 2
Joe no se molestó en ocultar la sorpresa que le había causado encontrarse con _____ en Mercy. ¿Hacía más de un año que no la veía y ahora vivía al lado de su casa? ¿Qué se había perdido?
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vivo aquí.
—¿Por qué?
—¡Oye! Que has sido tú el que ha entrado en mi casa por la ventana —dijo ella mientras se agachaba para recoger la sartén. La luz de la luna que se colaba por la ventana le iluminó el rostro con un suave brillo—. Puesto que yo tengo la sartén, seré yo la que haga las preguntas. ¿Por qué estabas colándote por la ventana de mi estudio?
—Estaba buscando a Emily —le lanzó al pelo de su hija una mirada cargada de reprobación. La chica se encogió de hombros y se entretuvo haciendo círculos con el pie en el suelo—. La vi entrar por la ventana y vine detrás de ella.
—Sólo estaba buscando un lugar donde esconderme.
—¿Crees que así vas a evitar el castigo? —le preguntó Joe—. ¿Por eso? —preguntó señalando el pelo fosforescente de la muchacha.
Emily dejó escapar un resoplido de disgusto y se cruzó de brazos.
—Odio mi vida.
Joe sintió que le hervía la sangre.
—Emily Anne, ve al coche ahora mismo. Te voy a encerrar durante los próximos cien años.
—No puedes obligarme a nada —dijo la chica con los puños apretados.
—¡Emily!
_____ dio un paso hacia delante y dejó la sartén en una caja. Levantó una mano, como si fuera a tocar a Joe, pero después la retiró. Él se sintió decepcionado.
Quizá el golpe en la cabeza le había aflojado un par de tomillos.
—Voy a por hielo para tu cabeza —dijo ella— y a por limonada para todos. Después, cuando nos hayamos calmado, podemos comenzar de nuevo.
Igual que había hecho tantas veces mientras había sido la consultora de marketing para la empresa de Joe y su hermano. _____ sabía quitarle fuego a una situación con un par de palabras. La habían contratado para el lanzamiento de la empresa, hacía seis años, y ella se había quedado incluso cuando no había habido dinero para pagarla. Se había quedado porque era una amiga.
Y durante un breve periodo, mucho más que eso para Joe. Pero, entonces...
Alejó esos pensamientos de su mente. No pensaba meterse allí, ni en ese momento ni nunca. Su única prioridad era Emily. Las mujeres, y aquélla en particular, no encajaban en la ecuación.
Eso era exactamente lo que le había dicho a _____ y lo que se había dicho a sí mismo hacía un año y medio. Al mirarla en aquel momento, sentía que necesitaba recordar sus motivos.
¿Por qué se había ido ella a vivir a Mercy? ¿Por qué en aquel pueblo de entre todos los miles de pueblos que había en el país? ¿Estaba allí para retomar las cosas con él? O lo que era peor, ¿para echarle en cara lo desagradable que había sido con ella al cortar la relación como lo hizo? Decidió no preguntar, por si acaso la respuesta no era apta para menores.
Le dolía la cabeza, justo donde le había golpeado con la sartén.
—Me has dado un buen golpe —le dijo mientras se frotaba el chichón incipiente. _____ se volvió con una sonrisa. —Y eso que no te di con todas mis fuerzas. Quizá fuera la intimidad de la luz de la luna o la suavidad de sus facciones, pero su sonrisa hizo que se le encogiera el estómago como hacía mucho tiempo que no le pasaba.
_____ estaba allí. De nuevo en su vida. Sentía un millón de emociones diferentes, como si fuera una explosión de fuegos artificiales.
Ahora debería marcharse, antes de que empezara a ahondar en el tema en el que no quería pensar. Pero sus pies seguían moviéndose hacia delante, como si tuvieran vida propia.
En un segundo, ya estaban en la cocina. Adelantó a _____ y tiró de la cadena de la lámpara del techo que a la vez era un ventilador.
—Yo que tú no haría eso —le dijo _____, agarrándolo de la mano; pero ya era demasiado tarde.
Joe sintió un impacto más fuerte que el del sartenazo e, inmediatamente, retiró la mano.
La luz se hizo y todos pestañearon.
—Parece que funciona —la bombilla de la lámpara brillaba con fuerza, quizá con demasiada intensidad. Un segando más tarde, se oyó un siseo y la bombilla explotó. Una lluvia de chispas y de trozos de cristal cayó sobre ellos y sobre la pequeña mesa de madera de la cocina.
La habitación volvió a quedar sumida en la oscuridad.
—¡Bien hecho, papá! —dijo Emily. _____ suspiró y se limpió los trozos de cristal del pelo y la camiseta.
—¿Qué es lo que les pasa a los hombres? ¿Por qué pensarán que siempre lo saben todo?
—Porque lo sabemos —dijo Joe con una carcajada—. O, al menos, nos gusta que lo parezca. Tiene que ver con nuestra inseguridad natural. La suave risa de _____ resonó en el silencio. —Y eso viniendo del tipo que decía que sabía muy bien por donde iba y, en lugar de conducir rumbo a San Francisco, estaba conduciendo en la dirección contraria.
En la oscuridad, su broma sonó aún más personal, casi íntima, como si se tratara de alguna broma entre amantes. Él recordó el viaje en coche con ella. Durante dos horas estuvo perdido por la carretera de la costa sin saber en qué dirección iban. Aunque eso nunca lo admitió ante ella. Joe se aclaró la garganta. —Bueno. ¿Tienes una vela?
—Ahí —_____ encendió una cerilla y prendió la vela que estaba en el centro de la mesa. Apagó la cerilla y fue a por un cepillo y un recogedor.
A la luz de la vela, estaba más hermosa si cabía, casi radiante, mucho más que la última vez que la había visto. Siempre había pensado que el nombre de _____ le iba muy bien, suave y fuerte a la vez.
Ahora llevaba el pelo más corto; pero seguía teniendo el mismo color castaño con reflejos cobrizos. Hacía dieciocho meses, lo llevaba por debajo de los hombros, con cascadas onduladas que se rizaban en las puntas. Ahora los rizos le jugueteaban por el cuello, resaltando sus delicadas facciones.
Y allí estaba, en la casa donde había vivido la mujer de su hermano.
¿Por qué? ¿Había ido tras él? ¿A acabar lo que habían empezado? ¿Y por qué aquella idea lo aterraba y a la vez lo turbaba?
Durante un segundo, se imaginó acabando lo que habían empezado en California. Pero una mirada a su hija, sentada con la cara enfurruñada, tamborileando la mesa con los dedos, le recordó cuáles eran sus prioridades.
—¿Limonada? ¿Té helado?
_____ hizo un gesto hacia la nevera.
Sus ojos color chocolate se encontraron con los de él y la chispa volvió a saltar de nuevo.
—Ummm... tenemos que volver a casa. Gracias, pero... tenemos que volver.
Ella sonrió.
Él pensó que se había portado como un idiota, balbuceando. Por una vez, deseó tener el encanto que tenía su hermano gemelo. Sólo unas palabras amables y podría haber salido de la casa de _____ con el ego intacto.
Sin embargo, él murmuró algo sobre la hora, agarró a su hija del brazo y salió por la puerta trasera antes de seguir humillándose.
Llegaron a la casa de sus padres y antes de que parara el coche del todo, Emily abrió la puerta y salió disparada hacia la casa. Joe suspiró, aparcó el coche en el garaje y se dirigió hacia la casa, sintiéndose cansado, como si tuviera cien años en lugar de treinta.
¿Cuándo se había convertido su hija en esa adolescente enfadada que no sentía el más mínimo afecto por su padre?
¿Qué le había pasado a la niña que solía subirse encima de él, suplicándole que siguieran con el juego un rato más antes de irse a la cama? ¿La misma niña que le daba besos de mariposa y abrazos de oso?
¿Dónde estaba su vida? ¿Aquélla con la que había soñado desde que Emily nació?
Joe meneó la cabeza, obligándose a dejar de soñar con el pasado. Sabía que había un futuro para él, y para Emily. Lo sabía.
Lo que no sabía era cómo conseguirlo.
El lunes por la mañana, _____ estaba sentada en la cocina, untándose mermelada de naranja procedente de la cesta de bienvenida.
A recordar: «Nunca volver a tomar nada procedente de Colleen Tanner. O no tiene ni idea de cocina o se le olvidó echar el azúcar. Aquella mermelada sabía a naranjas agrias mezclada con cemento». _____ se apretó la nariz y se obligó a tomar otro mordisco. Aparte del jamón, no tenía mucho más para comer, al menos, no hasta que llegara el correo con su cheque. Sus ahorros se los había gastado para mudarse a aquella casa.
En cualquier momento, llegaría el cheque por el trabajo de escritora que había comenzado justo antes de mudarse. Era una buena suma con la que podría pagar todas sus facturas, llenar el frigorífico y ampliar su vestuario con ropa apropiada para una futura mamá.
Y no podía olvidarse de los patucos. A Gena, la amiga de _____, le habían encantado los dos pares de botines que _____ había hecho y había insistido en que se los dejara en la tienda para intentar venderlos. Los patucos se habían vendido enseguida por lo que le encargo que le confeccionara unos cincuenta pares, tan rápido como pudiera. Con la mudanza no había tenido mucho tiempo. La semana siguiente, podría enviarle algunos pares. ¿Quién habría imaginado que un entretenimiento que le había enseñado su madre podría acabar como una buena fuente de ingresos?
A pesar de que no tenía corriente y de que vivía con un ratón, _____ se mostró optimista. El vaso estaba medio lleno y el bebé estaba en camino. Lo suficiente para estar emocionada y plantearse el futuro con alegría.
El tiempo había anunciado una lluvia refrescante; El dueño de la casa le había prometido enviarle un electricista enseguida. Y la compañía de teléfono le había asegurado que iría ese mismo día. Probablemente, esa noche tendría casi todo lo que necesitaba.
_____ se llevó una mano al vientre.
—Todo se va a solucionar, hijito.
Desde el mismo instante en el que entró por la puerta del banco de esperma de Los Ángeles, había sabido que estaba haciendo lo correcto. Durante toda su vida, sólo había deseado una cosa: una familia. No iba a esperar a que apareciera su media naranja, si es que existía. Especialmente, después de que Nicholas le dijera que no estaba interesado en tener hijos. Su relación, breve y tempestuosa, que había comenzado a finales de verano se había acabado antes de la siguiente primavera. Cuando le devolvió el anillo de compromiso ya sabía lo que iba a hacer. Formaría su propia familia ella sola. No necesitaba a ningún hombre.
Cuando la prueba de embarazo dio positiva decidió comenzar una nueva vida. Avisó con quince días de antelación, dejó la empresa de marketing para la que había trabajado y su piso, dispuesta a buscar una nueva vida para su hijo y para ella.
El cartero paró frente a su casa y le dejó un montón de cartas en el buzón. _____ cruzó la habitación y se dirigió hacia la puerta. Al ir a abrirla, recordó que tenía que arreglarla y optó por la ventana.
Por la cantidad de cartas, quedaba patente que su correspondencia de Los Ángeles la había encontrado. Ojeó los sobres mientras volvía a entrar por la ventana.
Dejó a un lado las facturas, junto a un montón de propaganda. Al final del todo, había un sobre pequeño que casi pasa por alto.
La carta del editor de la revista con la que había empezado a trabajar era muy amable pero contenía muy malas noticias:
Recortes de presupuesto... sentimos comunicarle... escribe maravillosamente... no vamos a necesitar sus servicios... le deseamos mucha suerte.
El trabajo con el que contaba se había esfumado.
Junto a la carta había un cheque con el cuarenta por ciento de lo que esperaba. Esa era la cantidad que los editores ofrecían cuando no podían usar todo el trabajo que habían contratado. Y aquello no le llegaba para nada.
Cuando consiguió aquel trabajo pensó que había tenido mucha suerte. Allí estaba la oportunidad para trabajar en casa y cuidar de su hijo. Había imaginado que entre el negocio de los patucos y el de los artículos tendría para vivir en un pueblo pequeño como Mercy.
Pero ahora parecía que se iba a quedar corta.
Fuera, un trueno estalló. Un minuto más tarde, la lluvia comenzó a caer golpeando el asfalto con fuerza. Por la esquina derecha de la cocina empezó a entrar agua. _____ puso una cazuela debajo, de la gotera. Entonces, una sinfonía de gotas empezó a inundar la casa. Cuando terminó, había colocado media docena de cacharros debajo de otras tantas goteras.
Había que reparar el tejado.
El ratón se paseó por el suelo de la cocina, olfateando. Miró a la mesa de la cocina y se coló entre las sillas. Hizo una pausa, giró la cabeza hacia arriba para mirarla y olisqueó.
—Das pena cuando pides de esa manera —_____ dejó caer un trozo de pan, untado con aquella horrenda mermelada. El ratón se acercó sigiloso, lo olió y se lanzó de cabeza hacia el agujero de su ratonera en la pared de la cocina.
_____ se rió.
—No te culpo. Dame unos cuantos días y estaremos cenando filetes. Ya se me ocurrirá algo.
Las cosas, después de todo, podían ir peor. Tenía un jamón enlatado. Galletas. Y una mermelada que podía utilizar como masilla. No eran los mejores manjares del mundo, pero no se moriría de hambre.
Sin pensárselo dos veces, agarró su ordenador portátil, iría a la biblioteca, se conectaría a Internet y navegaría por la red hasta que encontrara otro trabajo para hacer desde casa. Y, aquella noche, se pondría a hacer patucos hasta que se le cayeran los dedos.
Tenía experiencia, referencias. No pasaría nada.
Dejó una nota para el electricista y con un paraguas salió a la calle.
La lluvia golpeaba su pequeño y destartalado coche. _____ metió la llave en el contacto. Nada.
—Vamos, pequeño —pisó el pedal a fondo mientras giraba la llave.
Como resultado obtuvo el silencio más absoluto.
Salió del vehículo, cerró la puerta y levantó el capó. Todo parecía normal. Los mismos cables y tubos que habían estado allí durante los últimos seis años.
Sin trabajo. Sin coche. Sin dinero. Hasta ella tenía que aceptar que estaba enfrentándose a un problema para el que no tenía solución.
Todavía no conocía a nadie en el pueblo, aparte de la señorita Marchand, que dudaba que tuviera muchos conocimientos de mecánica.
«Siempre está Joe», le recordó su mente. Nones. No iba a pedirle ayuda. Buscarlo sería abrir puertas que era mejor dejar cerradas.
Por otro lado... estaba su padre, el hombre habilidoso que sabía hacer de todo. Quizá entre sus habilidades estaba la de reparar coches.
Abrió el paraguas y, con la bolsa del ordenador al hombro, se dirigió hacia la casa de los Jonas.
Mercy era un pueblo pequeño y, en menos de cinco minutos, ya la había encontrado.
Se dirigió a través del jardín hacia la puerta y, antes de tocar el timbre, dudó un instante. ¿Y si le abría Joe? No le importaba.
Y si aquello era verdad ¿por qué se había mudado al mismo pueblo que el único hombre en el que había confiado?, le preguntó una voz en el cerebro. ¿Por qué le había importado tanto verlo tan abatido con su hija?
Joe Jonas no cabía en sus planes de futuro. Caramba, pero si ni siquiera cabía por la ventana.
Era, exactamente, el tipo de hombre que menos necesitaba: un adicto al trabajo que se pasaba la vida en la oficina. Además, _____ no confiaba en nadie. La vida le había enseñado qué la gente la dejaba, justo cuando más lo necesitaba. Estaba muy bien sola, muchas gracias.
El sonido del timbre llegó hasta la pequeña oficina que Joe se había montado en la habitación al lado de la cocina.
Dejó de trabajar en el programa que Mark le había enviado y se puso de pie. Se estiró para quitarse el cansancio provocado por varias horas sentado al ordenador. Trabajar en casa tenía sus ventajas, sobre todo, la de poder vigilar a Emily de cerca, pero también tenía sus inconvenientes. Al final del día, echaba de menos las comodidades de su oficina en California. Una silla de madera no era tan cómoda como su sillón de cuero.
Antes de llegar a la puerta, Emily apareció en la cocina.
—Voy a salir —dijo, mientras agarraba su mochila de encima de la mesa. Se había puesto una camiseta en la que ponía «Ángel» en la parte delantera. Joe decidió que no iba a comentar nada sobre la ironía de, su atuendo.
—Estás castigada, ¿te acuerdas?
—Pero, papá...
El timbre volvió a sonar y Joe se dirigió hacia la puerta.
—Te he dicho que no... —dijo mientras abría la puerta. La frase se le quedó atragantada.
_____. En la puerta de su casa, mojada y con aspecto cansado. Y mucho más hermosa que cualquiera que hubiera visto en mucho tiempo.
Tragó con fuerza y, por un minuto, se olvidó de dónde estaba.
Con la mirada le recorrió su cara con forma de corazón, la curva elegante de su cuello, el bulto tentador de su pecho y... Se paró en seco al notar el bulto de su vientre.
¿_____ estaba embarazada?
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
Aww me muero!!
Haah que divino!
Gracias por subir el capitulo! Espero que vuelvas pronto!
:D
Haah que divino!
Gracias por subir el capitulo! Espero que vuelvas pronto!
:D
Augustinesg
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!
TIENE COMO MEJOR AMIGO A UN RATOONN!!!!???
JAJJAJAJAJAJ LA CARA DE JOE CUANDO LA VIO!!!
AAII SIGUELA POOORRRFIIISS
TIENE COMO MEJOR AMIGO A UN RATOONN!!!!???
JAJJAJAJAJAJ LA CARA DE JOE CUANDO LA VIO!!!
AAII SIGUELA POOORRRFIIISS
chelis
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
pobre de la rayis perder so trabajo ...
tan bello mi joe ♥
siguela me fascinaaaaaaaa
tan bello mi joe ♥
siguela me fascinaaaaaaaa
ElitzJb
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
IrimerMalik∞ escribió:¡Me encanta!, siguela, saludos xx
¿Te pasas por mi novela? <3
Olaaa Bienvenida !
Gracias por pasar =D
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
chelis escribió:NUEVAAAA LECTORAAA!!! AAII SIGUELAA PORFIISS
Olaaa Bienvenida !!
Gracias por pasar =D
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
Augustinesg escribió:Aww me muero!!
Haah que divino!
Gracias por subir el capitulo! Espero que vuelvas pronto!
:D
Olaaa Gracias por pasar.
por supuesto que volvere mañana con otro capitulo =D
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
chelis escribió:AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!
TIENE COMO MEJOR AMIGO A UN RATOONN!!!!???
JAJJAJAJAJAJ LA CARA DE JOE CUANDO LA VIO!!!
AAII SIGUELA POOORRRFIIISS
Olaa Gracias por pasar.
Que estes bien
=D
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
yA quiero que sea mñn para leer un caapiiiissss
chelis
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
ElitzJb escribió:nueva lectora
siguela esta genial pobre de joe y le sartenaso q le metio la rayis fue muy divertido siguela cariño ya me atrapo la nove con solo un cap.
Olaaa Bienvenida !! =D
Gracias por pasar
que bueno que te gusto la novela
Que estes bien.
Kari_JB
Re: Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)
nueva lecxtora!!!!
me confundi!!!
jajajjaja
nick es el gemelo de joe
y la rayis esta emebarazada de el??
me confundi!!!
jajajjaja
nick es el gemelo de joe
y la rayis esta emebarazada de el??
andreita
Página 2 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Temas similares
» Amor en París [Joe&tu] [Adaptacion] [Terminada]
» Amor Paranormal (Zayn y Tu) |Cap 2- Segundo Encuentro-
» Mas Alla de lo Terrenal (Joe y Tu) Adaptacion (Terminada)
» ¿Te acuerdas de mí? Joe y Tu Adaptación TERMINADA
» Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)
» Amor Paranormal (Zayn y Tu) |Cap 2- Segundo Encuentro-
» Mas Alla de lo Terrenal (Joe y Tu) Adaptacion (Terminada)
» ¿Te acuerdas de mí? Joe y Tu Adaptación TERMINADA
» Tenias Que Ser Tu (Adaptación Joe y Tu TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 2 de 9.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.