Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

Perdon por la demora chicas mi papa me habia quitado el internet.
Gracias por todos los comentarios aqui esta el capitulo
espero que lo disfruten. Que esten bien =D

Capitulo 5

Sus labios se movieron contra los de ella, como si estuvieran marcando territorio, con un hambre insaciable de poseer más. Ella se puso de puntillas, apretándose contra él, el trapo se le cayó al suelo, mientras, el corazón le latía desbocado. Se acopló a su metro ochenta y cinco sin dificultad, como si estuviera hecha para él.
Él le acarició la piel desnuda de la espalda, por el borde del vestido, y la caricia encendió otro fuego en ella. ¿Cuánto tiempo hacía que no la tocaban? ¿La besaban? ¿La querían?
Infinito.
Él saboreó el café de después de cenar y un deseo largamente contenido. Ella ya no podía recordar por qué había decidido mantenerse alejada de él. Era tan agradable, tan perfecto.
Lo conocía desde hacía tanto tiempo que al tocarlo sentía a la vez sorpresa y familiaridad, como si volviera a casa después de muchos años de ausencia.
Enredó los dedos en su pelo, empujando su cabeza hacia abajo para tomar más de él. Más de todo.
Joe la atrapó contra él coche y ella pudo notar contra su cuerpo que el deseo lo había golpeado a él también. Ella ya no podía oír otra cosa que el rugido salvaje del deseo. Sus bocas y sus manos se movían apasionadas al unísono en un baile de frenesí. _____ se dejó llevar por las sensaciones.
Por Joe.
De repente, él se separó y se alejó de ella. _____ abrió los ojos, pestañeando para hacer frente a la claridad. Después, se llevó una mano a la boca hinchada. Todavía podía sentir sus labios y una sensación dulce y nostálgica hizo que le temblaran las rodillas.
—Eso no debería haber pasado —dijo él. Su voz sonó como si procediera de ultratumba—. Lo siento.
—Yo no te dije que no, Joe. Yo deseaba ese beso tanto como tú —dio un paso al frente y le puso una mano en el brazo—. No hay nada de malo en besarse.
Él dejó escapar un suspiro.
—No creo que quieras tener nada conmigo. Y yo no pienso volver a pasar por eso. Con nadie.
—Sé que ha sido muy duro desde que murió tu mujer, pero...
—Pero no puedo —se inclinó y agarró el trapo para limpiarse las manos y lo volvió a dejar en el coche—. Lo que acaba de pasar es... —meneó la cabeza—. Una locura. Dejé que se me fuera de las manos. Por segunda vez. Lo siento. Llevo demasiado tiempo solo y…
—Joe, lo entiendo.
—No. No lo entiendes— Tengo una carga demasiado pesada sobre mis hombros. No puedo tener nada contigo, ni con nadie —dejó escapar un suspiro—. No creo que tener una relación fuera una buena idea.
Ella levantó las manos al cielo.
—Me has besado y te he besado, eso es todo. Eso no quiere decir que tengas que llevarme al altar. ¿Quieres saber por qué me has besado?
Él se enderezó.
—Yo lo sé.
—Porque me deseas —respondió ella—. Y yo te he besado por la misma razón. Reconócelo. Ninguno de los dos ha olvidado aquel beso en tu oficina.
Él respiró hondo, con la mirada clavada en sus labios.
—No; creo que no.
—Así que tenemos eso pendiente.
—¿Tú crees que es eso?
—Sí. Y ahora te vas corriendo muerto de miedo.
—Yo no tengo miedo.
—Oh, sí; sí lo tienes —dio un paso hacia él y le señaló el pecho con un dedo—. Estás aterrado. Y todo lo demás, son excusas para volver a esconderte en tu caparazón. Te conozco, Joe, mejor de lo que tú piensas.
—Yo no me escondo en ningún caparazón.
—Oh, sí. Sí lo haces. Te dedicas de lleno a trabajar y pretendes que el mundo no existe. Siento atracción por ti, no voy a pretender lo contrario, pero no soy tan tonta como para tener una relación contigo. Sé muy bien qué tipo de persona eres —le dio unos golpecitos con el dedo en el torso—. Tú, mi amigo, eres una tortuga.
—¡Vaya! Creo que me gustaba más cuando me echabas piropos.
Ella sonrió.
—De acuerdo, una tortuga con un bonito caparazón —dejó la mano sobre el coche—. Bueno, si esto está claro, creo que podemos ser amigos. Nada de ideas románticas, sólo amigos.
—Sí, sólo amigos.
—Bien —asintió con una sonrisa, convencida de que eso era exactamente lo que ella quería. ¿Verdad?—. Perfecto.
Dio media vuelta y se alejó.
Bien, eso estaba bien.
También podía golpearse la cabeza con la caja de herramientas. Joe pensó ir tras ella, pero se imaginó que sería mejor mantener las distancias.
Odiaba tener que admitir que tenía razón. _____ había dado en el clavo. Quizá él también debería hacer frente a los hechos.
Era una tortuga.
Se volvió a inclinar sobre el coche y se concentró en los cables, bujías y demás. Una hora más tarde, se subió al Toyota, metió la llave en el contacto y la recompensa fue el sonido del motor al ponerse en marcha.
Probablemente, se había cargado su amistad con _____, y cualquier esperanza de que lo ayudara con Emily. Era como si tuviera que volver a meter el genio en la lámpara. No podía ser. Había llevado su relación a otro nivel y, aunque ella había dicho que volverían a ser sólo amigos, él sabía que era imposible. Dudaba que fuera capaz de volver a mirarla o pensar en ella en términos de «amistad». Aquella palabra sólo estaba destinada a los tipos con los que compartía alguna cerveza en el bar.
Quizá no pudiera reparar el daño que había infringido a su amistad con ella, pero podía hacer que el coche volviera a funcionar. Para un hombre que todo lo estropeaba, no estaba mal del todo.
_____ no volvió a salir, ni siquiera cuando su coche arrancó. Él apagó el contacto, recogió las herramientas, se volvió a poner la camisa y se dirigió hacia la puerta de la casa.
También tema que arreglar aquello.
Tocó el timbre y esperó. Nada. Volvió a llamar.
—Gracias por arreglarme el coche.
Joe se giró y vio a _____ sacar la cabeza por la ventana. Después sacó una pierna, y la falda se le subió hasta la cadera.
¡Oh, Dios!
Se olvidó de apartar los ojos. Bueno, quizá no fue un olvido. Antes de que pudiera ver mucho más de aquella pierna dorada y suave, ella sacó la otra pierna y salió al porche, con la falda en su sitio. Maldición.
Ella señaló a la puerta.
—El tirador está roto. Además, la puerta se atasca con la humedad. Pero la ventana también sirve —se rió—. Al menos, hasta que pase esta ola de calor.
Él dejó escapar un gruñido.
—No deberías andar saltando por la ventana todo el día. ¿De cuánto estás, de seis o siete meses?
—Siete —se encogió de hombros—. Estoy bien. Estoy bastante ágil Todas esas clases de aeróbic a las que iba.
—Mira... —dijo él cabizbajo. Después, le dio unas cuantas vueltas a las llaves antes de continuar—. Me he portado como un estúpido hace un rato. Vamos a hacer un trato: yo te arreglo la puerta y tú puedes pagarme con otro favor. Si te parece bien.
Ella levantó una ceja....

Si, en efecto. Cago la relacion peeero, la propuedta se vuelve interesante.
Continuala por favor! :D
Y gracias :')

Bueno... Creo que joe si. Se parece a una tortuga....... Jajajajaja y bueno veamos de que va la propuesta!!!!!....
Espero que la sigas pronto

¿por que tan pocos comentarios chicas?¿que paso, no les gusto el capitulo?
Gracias igual a las que comentaron =D ya subo el siguiente capitulo
=D

Bueno chicas aqui esta el capitulo espero que lo disfruten =D
Que esten bien

—Se trata de Emily.
_____ se quedó pensando un instante. Casi se sentía decepcionada porque el trato fuera ése. Se mordió el labio y apartó la mirada.
—De acuerdo. Pero sólo si tú haces algo por mí.
—Lo que quieras.
—Ve a la tienda más cercana y tráeme todo el chocolate que encuentres. Voy a necesitarlo —volvió a levantarse la falda y desapareció por la ventana.
Necesitó comerse tres chocolatinas antes de volver a mirarlo a la cara. Los envoltorios estaban esparcidos por la mesa de la cocina. Joe había insistido en que pusiera los pies sobre una silla mientras él servía dos vasos de limonada.
—De verdad, no tienes que mimarme —dijo _____.
—A las mujeres embarazadas hay que mimarlas mucho.
Ella sonrió.
—Si insistes.
—Pues sí —volvió a llenar los vasos—. Me gustaría volver a pedirte perdón por...
—No, por favor —dijo _____, levantando una chocolatina—. Si vuelves a disculparte voy a pensar que tienes algo contra mí. Estoy embarazada, Joe. No se contagia.
—No es eso, _____ —jugueteó con uno de los envoltorios—. Y no es que no sienta atracción por ti. Que sí. Mucha —su mirada encontró la de ella.
A ella le dio un hipo nervioso.
—Sí, claro. Ahora sí que estoy atractiva. Tan sexy como el Everest.
El meneó la cabeza.
—Tú no ves lo que yo veo —dudó un instante, como si fuera a decir algo.
_____ esperó. Llena de esperanza, para ser honesta consigo misma.
Pasó un segundo. Otro.
—Tenías razón, ¿sabes? Me das miedo —sonrió un poco—. Hace ya bastante que no trato con ninguna mujer —lanzó el trozo de papel a la basura y cruzó las manos sobre la mesa—. Bueno, no quería hablar de esa Lo que quería era ofrecerte un trabajo.
Eso era lo último que ella hubiera esperado.
—¿Un trabajo? Pero si ya he dejado el marketing.
—No; no en mi empresa. Mark y yo trabajamos a menor escala, de momento. Quizá en el futuro necesitemos ayuda, pero por ahora no —agarró el vaso con las dos manos—. Necesito ayuda con Emily.
—¿Emily?
—Quiero que trabajes con ella. Que la ayudes.
—¿Con su trabajo?
Él negó con la cabeza.
—Ayudarla a que vuelva a ser mi hija. Eres la única persona con la que la he visto mantener una conversación civilizada en mucho tiempo. Hace una semana que empezaron las clases y todavía no la he visto agarrar un libro. El año pasado tuvo unas notas malísimas —tomó aliento—. Quiero que me ayudes a llegar a ella.
_____ levantó las manos.
—Lo que necesita es un psicólogo, no a mí. Yo no sé nada de niños.
—¿Tu fuiste niña una vez, no?
—Por supuesto, pero...
—Eso me vale.
_____ meneó la cabeza.
—Yo no estoy preparada para ayudar a tu hija a sobrellevar el dolor. Podría decir las palabras equivocadas y hacerle más daño.
—Todo lo que tienes que hacer es lo que has hecho hoy.
—¿Qué he hecho?
—Ayudarla con los deberes, alabarla un poco. La han echado una semana por lo del pelo. Eso por no mencionar su manera de vestir. Si pudiera ponerse un poco al día, aprobar alguna... quizá entonces...
—¿Un poco de éxito podría hacerla querer más?
—Eso es.
_____ se puso de pie y dejó el vaso en el fregadero.
—No sé, Joe. No tengo ni idea de lo que debo hacer. Podría empeorarlo todo.
—Confía en mí; no puede ser peor.
Ella se giró.
—¿Tan mal está, eh?
Él suspiró.
—Emily no ha sido la misma desde que Mary murió. Es como si hubiera construido un muro enorme y se negara a quitar ni un solo ladrillo. Lo he intentado todo. No te puedes ni imaginar el número de psiquiatras con los que he hablado en estos dieciocho meses.
_____ cruzó los brazos y se apoyó en el fregadero.
—¿Qué te han dicho?
—Dos de ellos me aconsejaron que la medicara. Otro me dijo que sólo era una fase —Joe agarró otro envoltorio y se dedicó a doblarlo—. No pienso drogar a mi hija. Y sé que esto es más que una fase. Necesita hablar con alguien —dejó el trozo de papel encima de la mesa—. Y ese alguien no soy yo.
_____ se acercó a él y le puso la mano en el hombro.
—Joe, te quiere. Volverá a ti.
Él negó con la cabeza.
—_____, tú me conoces. Soy una persona realista. No creo en esas historias de final feliz. Yo trabajo con cifras y hechos. Emily está resentida conmigo por la muerte de su madre y me ha cerrado todas las puertas. Diablos, hay días en los que ni yo mismo me gusto.
Ella se inclinó y lo miró a los ojos. En las profundidades de su azul, vio tanto dolor que le hizo daño—. Estás haciéndolo lo mejor que puedes. No es como si a uno le dieran un manual con las instrucciones.
—No lo entiendes. Es más que eso. Emily ni siquiera... —meneó la cabeza como negándose a acabar la frase—. Emily es lo más importante de mi vida en este momento. Estoy dispuesto a hacer lo que sea para conseguir entenderme con ella antes de que sea demasiado tarde y... —hizo una pausa para tomar aliento—. La pierda para siempre.
—No es demasiado tarde. Va a estar bien. Los dos vais a estar bien.
Él dejó escapar un gruñido y apartó la mirada.
—No lo sé. Necesito tu ayuda, _____. ¿Aceptas el trabajo?
Ella miró a la pila de facturas que tenía encima de la mesa. Y que no iban a ninguna parte. Aparentemente, al ratón no le gustaba el papel.
—_____ —continuó él, inclinándose hacia ella como si temiera que fuera a decir que no—. Te pagaré quince dólares a la hora, si te parece bien. Eso era lo que le pagaba a su anterior profesor particular. Si pudieras dedicarle unas... cuatro o cinco horas diarias durante los próximos días, eso podría ayudarla a ponerse al día.
—No me parece bien que me pagues por ayudarte.
—Imagínate que es un trabajo de marketing —le dijo con una sonrisa—. Tienes que intentar vender a mi hija que vuelva a portarse bien.
Ella soltó una carcajada.
—Si lo pones así...
—¿Soy irresistible?
—Claro —dijo ella, asegurándose que lo decía en tono de broma.
Era irresistible. Sus razones para no empezar una relación con él y mantener su corazón protegido le habían sonado muy sensatas hacía unos minutos. Pero, ahora, todo había cambiado sólo por su sonrisa.
Hormonas. Eso era todo.
Extendió la mano. Cuando se la estrechó, sintió que una ola de calor le corría por las venas, haciéndola vibrar.
—Ahora puedo tomar algo más para cenar que el jamón de la cesta. El ratón se va a poner muy contento.
—¿Tienes problemas económicos?
—Acabo de quedarme sin el trabajo con el que contaba, eso es todo. Pero todo saldrá bien. Siempre salgo a flote. Aunque flotaré un poco mejor con un buen flotador —dijo tocándose la barriga.
—_____, si necesitas algo...
—Puedo cuidar de mí misma, Joe. Decidí hacer esto yo sola y lo voy a hacer.
—No pasa nada por pedir algo de ayuda, ¿sabes?
—Tampoco pasa nada por besar a un amigo.
Él dio un paso hacia atrás y miró a su alrededor, como buscando un sitio por donde escapar.
—Será mejor que te arregle la puerta antes de irme —se puso de pie—. Voy a por mis herramientas.
_____ volvió a sentarse y puso los pies encima de la otra silla.
—Aquí estaré.
Sus ojos azules se clavaron en los de ella.
—Lo sé.
_____ agarró otra chocolatina. Sabía que iba a necesitar una buena cantidad de chocolate si iba a trabajar cerca de Joe y de aquellos maravillosos ojos.
Gracias a Dios por el trabajo. Joe se metía de lleno en su trabajo cada vez que _____ aparecía por casa. Era mucho más fácil pasar las horas junto al ordenador que preguntándose por qué diablos le había ofrecido aquel trabajo.
Por parte de Emily, las cosas iban de maravilla. Había respondido bien a la ayuda de _____ y, en tres días, casi se había puesto al día con sus deberes. Incluso había empezado a sonreír cuando ella llegaba. Aquel gesto de felicidad había sido toda una sorpresa.
La pequeña habitación que Joe tenía al lado de la cocina se había convertido en la cámara de los horrores. _____ seguía llevando esos vestidos de tirantes que parecían que se le iban a volar con una racha de viento. Por desgracia, aquella semana no había soplado ni una brizna de aire.
El largo de la falda cada día parecía más corto. Cada vez se le veían más las piernas y Joe se estaba volviendo loco.
Cada vez que la veía, sentía que le subía la libido un poco más.
El lunes, el pelo se lo había recogido en una coleta que le caía por el cuello. Aquel estilo le daba un toque elegante y, a la vez, sensual hasta decir basta.
El martes, se puso carmín en los labios, una sombra roja y brillante que hacía que no pudiera apartar la mirada de su boca. Hasta tal punto, que se quemó al agarrar unas tostadas.
El miércoles, apareció con las uñas de las manos y de los pies pintadas de rojo. Del mismo tono endiablado del de los labios. Él había echado un vistazo a sus pies y se había distraído de tal manera que se había chocado contra la pared.
El jueves, llevaba unas sandalias y un vestido negro corto. Con las uñas y los labios rojos y el pelo suelto sobre los hombros, parecía un pastel de chocolate y fresa.
Aquello había llevado a Joe al límite de la paciencia y del autocontrol. Había murmurado una excusa y se había pasado el día en la ciudad, comprando cosas que no necesitaba.
Cuando volvió a casa, _____ ya se había ido. No estaba decepcionado. En absoluto.
Dejó lo que había comprado en la mesa de la cocina y se dejó caer en una silla. Los libros de Emily y sus apuntes estaban por toda la mesa. Emily entró en la cocina, se sirvió una vaso de leche y miró a la pared.
—Por si acaso estás vigilándome, te diré que ya me he puesto al día con todas las asignaturas. Y mañana ya vuelvo al «colé» por lo que me perderás de vista.
—Eso es fantástico, Em —Joe cerró el libro de matemáticas—. ¿Te está ayudando _____?
Ella se encogió de hombros.
—Al menos no me hace sentir como una estúpida como otros profesores.
Su hija se encogió de hombros. El rosa fluorescente del pelo había ido perdiendo su intensidad y su melena rubia ya sólo ofrecía una tonalidad rosa clara.
—Tú no eres ninguna estúpida.
—Bueno, tú lo dices porque eres mi padre.
—Hija, yo nunca te mentiría. Y menos en algo tan importante —mientras decía eso algo se encogió en su interior—. Había algo que le había ocultado toda la vida. Su secreto era algo que Emily no necesitaba saber. Si lo descubría, se rompería su relación y ella era todo lo que tenía. Optó por cambiar de tema—. ¿Te ha dicho _____ algo de mí?
Bueno, de acuerdo, aquél no era el tema más idóneo.
Emily arrugó la nariz.
—¿Qué dices, papá? ¿Por qué iba a decir algo de ti?
—Bueno, ya sabes. Solíamos trabajar juntos y... —¿Por qué le estaba contando aquello a Emily? ¿Tan desesperado estaba para intentar sonsacar información de una niña de doce años?—. ¿Es ése tu trabajo sobre Churchill?
—Sí.
Él lo ojeó.
—En vez de leerlo, ¿por qué no me cuentas lo que has aprendido?
—Papaaaá. Esperaba que me dejaras ir a casa de Sarah un rato. Por favor, ya lo he acabado todo.
—Ve —dijo él con un suspiro—. Pero vuelve a casa a la hora de cenar.
Si _____ hubiera tenido cualquier otra opción, la habría tomado sin dudarlo. Pero estaba a más de mil kilómetros de distancia de cualquier amigo, sola en un pueblo desconocido y ahora...
Sin casa.
El viernes por la mañana, apareció en la puerta de Joe y tocó el timbre.
—_____ —la saludó Grace con una amplia sonrisa—. ¡Que sorpresa! Emily está en clase, pero estará de vuelta a la hora de comer.
—En realidad, he venido a ver a Joe.
La sonrisa de la cara de la mujer se intensificó.
—Bueno, eso también es una sorpresa maravillosa. Ten cuidado con las maletas.
_____ miró hacia la media docena de bolsas y maletas de colores que había en el vestíbulo. ¿Se marcharía Joe?
—Hola —dijo Joe desde la puerta de la cocina. Llevaba unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta blanca. Iba descalzo y el pelo aún lo tenía mojado de la ducha.
Tenía un aspecto espectacular.
_____ se quedó sin palabras.
—¿Has venido a buscar a Emily? Ha ido a clase.
—Lo sé, me lo ha dicho tu madre. He venido a verte a ti —señaló las maletas—, ¿Te vas?
—No, se van mis padres. Cumplen cuarenta años de casados y van a hacer un crucero para celebrarlo. Diez días por las Bermudas.
_____ recordó que había oído a Grace mencionar algo durante la cena,
—¿Y tú te vas a quedar aquí con Emily? ¿Solo?
—Ése es el plan, ¿Por qué?
_____ volvió a mirar las maletas.
—Quizá éste no sea el mejor momento para pedirte nada, pero... —cerró los ojos para tomar fuerzas—. Necesito un lugar donde quedarme. Mi cocina se ha incendiado.
—¿Qué? ¿Qué ha pasado?
—El dueño tuvo la feliz idea de contratar a un sobrino suyo para arreglar la electricidad con el fin de ahorrarse un dinero. No sé dónde consiguió el título el muchacho, pero lo hizo todo mal. Cuando intenté utilizar la tostadora saltó una chispa en alguna parte y muchas otras la siguieron.
Él la miró de arriba abajo en medio segundo.
—¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? ¿Qué me dices del bebé?
—Estamos bien, Joe —dijo ella riéndose—. Pero la cocina necesita una reparación total, desde una nueva instalación hasta la pintura. Y el olor... Dios mío, es horrible —arrugó la nariz—. Creo que hasta el ratón se ha marchado.
—Entonces, quédate aquí. Con nosotros. Deberían cerrar esa casa.
Oh, Dios. Quizá aquello era un error. Tal vez debía buscar una habitación. O aguantar en aquella casa apestosa sin electricidad y sin cocina.
O plantarle cara a la realidad. Hasta aquel momento, su nueva vida era todo un desastre. Hubiese sido mucho mejor quedarse en Los Ángeles. Sola. Dejando a Joe y a todos los sentimientos que despertaba a miles de kilómetros de distancia.
O... podía quedarse allí durante unos días. Hacer que Joe se pusiera un jersey e ir a comprar todo el chocolate que pudiera permitirse. ¿Cuánto tiempo tardarían en arreglarle la cocina?
_____ miró a Joe y a aquella sonrisa irresistible que había permanecido en su mente durante todo el viaje de Los Ángeles a Mercy.
—¿Qué me dices? —insistió él al ver que ella dudaba.
—Gracias —dijo ella asintiendo con la cabeza.

Aquella misma tarde, los padres de Joe partieron rumbo a las Bermudas. _____ fue a su casa a recoger unas cuantas cosas y se acomodó en la habitación de los invitados. Emily estuvo en casa tres segundos, después, se marchó a casa de Sarah como premio por su primer notable en mucho tiempo.
A las cuatro en punto, _____ y Joe estaban solos en la casa.
Él debería estar trabajando en el nuevo proyecto que le había enviado Mark. De hecho, antes de que llegara ella había estado plenamente concentrado en el trabajo.
Pero, desde que ella llegó, ya no pudo pensar en otra cosa.
—¿Ya te has acomodado?
—No tenía muchas cosas que traer, sólo una maleta y el ordenador. He dejado al ratón.
—Pobre.
—Sobrevivirá —_____ se movió en el asiento. Su abdomen había aumentado durante los últimos días y la falda se le subió unos centímetros.
Quizá, él debería marcharse a la casa de ella. Con el ratón y las paredes chamuscadas. Si se quedaba allí, probablemente acabaría con un ataque al corazón.
Se aclaró la garganta.
—A Emily le han puesto un notable.
—¿De verdad? Cuánto me alegro.
—Estaba encantada. Aunque por supuesto, no iba a reconocerlo.
_____ se rió.
—La has ayudado mucho.
—No tanto. Es una chica inteligente.
—Has logrado que vuelva a sonreír. Eso es mucho más de lo que yo he logrado en dieciocho meses. No nos llevamos muy bien.
—Dale un poco de tiempo.
—No lo tengo. Ya tiene doce años. Dentro de poco, se marchará de casa para ir a la Universidad. Ésta es mi última oportunidad.
Ella se levantó y se acercó a él.
—Lo lograrás. Yo te ayudaré con las clases. Ya verás como todo se arregla.
Joe se giró hacia ella y se encontró con su mirada color miel llena de preocupación. Antes de aquel beso, habían sido amigos. Durante mucho tiempo. Eso aún estaba ahí.
Nunca había pensado en la confianza que tenía en ella. _____ siempre había estado ahí, dispuesta a prestar una mano amiga cuando la había necesitado.
Pero ahora había algo más. Otro tipo de relación estaba surgiendo entre ellos. Algo mucho más... apasionado.
Alargó la mano y le tomó la suya. Sólo buscaba consuelo. Al menos, eso fue lo que se dijo.
Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, _____ estaba en sus brazos. Sólo quería abrazarla, pero, en cuando sintió la calidez de su cuerpo y el aroma a jazmín de su piel, perdió la razón.
Acercó los labios a los de ella.
—_____... —fue todo lo que logró decir antes de besarla.
Llevaba una semana aguantándose el deseo, mirándola sin tocarla. Pero ya no pudo más y estalló. No tuvo opción.
_____ dudó un segundo, después, lo rodeó con sus brazos y se entregó a su beso.
Él metió los dedos en su pelo castaño y pensó qué pasaría si estuvieran en el dormitorio en lugar de en el salón.
No pensó en su embarazo, en sus responsabilidades, ni en su trabajo ni en su hija. Durante unos minutos, sólo pensó en él y en su deseo.
Con las manos le recorrió la espalda y se paró a acariciarle los glúteos. Después, movió las manos al frente para capturar sus pechos con las palmas. Con los pulgares le acarició los pezones y éstos respondieron endureciéndose.
_____ gimió y se apretó más contra él, avivando un fuego que ya estaba al rojo.
Él nunca había sentido un deseo de tal magnitud. Era tan poderoso que le hacía volverse loco. Nunca había sentido una necesidad así, tan fuerte, una necesidad que lo impulsaba a continuar.
La abrazó y se apretó contra ella. Abrió más la boca, muerto de deseo, suplicando más. Como si no supiera dónde ir, la tocó aquí y allá, por todas partes, explorando su cuerpo, que conoció cinco años antes; pero no, de aquella manera.
Demasiado pronto, demasiado rápido, _____ le tomó la cara con las manos.
—Joe —dijo con un suspiro.
Él necesitó unos segundos para desconectar las manos de su libido. Deslizó las manos hasta su cintura y deseó que la erección desapareciera pronto.
—Esto podría ir más lejos y no estamos preparados. Lo sabes —confesó Joe.
En su mente una voz no dejaba de gritar que quería más.
—Tienes razón —dijo ella haciendo un esfuerzo por calmar su respiración—. Deberíamos...
—Parar.
—Sí.
«Maldición».
—Si vamos a vivir juntos, aunque sólo sea por unos días...
—No podemos hacer esto.
«¿No?»
—Es jugar con fuego.
Sabía que tenía razón. Hacía una semana, le había dicho que no le interesaba tener nada con ella. Mentira.
La deseaba. Quería besarla, Tocarla. Y sí, maldición, quería hacer el amor con ella hasta perder el sentido.
Nunca había deseado a nadie como la deseaba a ella.
Ni siquiera a su propia esposa.
—Papá, ya estoy en casa....

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAHHH!!!
POR POOOCOO... Y LOS CACHAN ACUURRRRUUUCAADOOSS!!!
AAAII POOORFIISS TIENES QUE PONEER OOOTROOO

hay dios el deseo es mas fuerte q todo :enamorado:
sigue por favor adore el capitulo
q pasara en esos dias q estaran bajo el mismo techo ...??? sigueeeee

Otroooooo

maaaaaaaaaaaaaaaaaaassss :wut:

OOOOOOOTROOOOO

:happuy: esperando mas capitulos

SII MAS CAAAPIISSS

perdon por no subir capitulo chicas pero manana sin falta subo y uno muy largo que esten bien gracias por los comentarios =)

hoy espero ese capitulo bien pero re bien largo okis

Otrooooooo