Segundo Amor (Joe y Tu) Adaptacion (TERMINADA)

olaaa chicas perdon por no haber subido ayer pero no pude arreglar el internet y ahora estoy ocupando el de mi celu, gracias por sus comentarios que esten bien.

Respirar despacio, soltar. Centraros. Pensad en vuestro paraíso —le dijo Jan a la clase.
—Mi paraíso es un jacuzzi —soltó Barbara—. Con una margarita en la mano.
—El alcohol y el embarazo no son buenos compañeros —dijo Jan con el ceño fruncido hacia su alumna.
_____ ahogó una sonrisa contra el cojín que había llevado. Aunque era muy cómodo, no lo era tanto como tener a Joe detrás. Había ido a la segunda clase sola. Decirle que se las podía arreglar sola y, después, llamarlo para que lo acompañara a las clases de preparación al parto no le parecía una buena idea.
Si pudiera ponerse cómoda, eso bastaría.
«Sí, claro», le dijo una vocecilla interior con incredulidad.
Se giró y se retorció, golpeando el cojín vigorosamente para dejarlo más mullido. Jan se acercó al aparato de vídeo con otra película en la mano. La clase dejó escapar un gemido colectivo. _____ arqueó la espalda y se llevó una mano a los riñones doloridos.
—Déjame a mí —le dijo la voz de Joe, con calidez y ternura, al oído. Con la mano aplicó presión en el lugar exacto, con más calidez y más ternura aún.
Ella se apartó hacia delante.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Soy tu colchón. Ahora concéntrate y respira.
—Pero...
—Nada de peros. Te dije que lo haría. Y sólo porque hayamos tenido un malentendido no voy a dejarte.
—Te dije que no me casaría contigo. Eso es algo más que un malentendido.
Joe sonrió y _____ tuvo la sensación de que se estaba guardando algo en la manga. Llevaba resistiéndose toda la semana. Ignorando las flores. Negándose a responder a sus llamadas. Haciéndolo lo mejor que podía para que le llegara el mensaje de que no quería nada con él.
—Un pequeño contratiempo, entonces. No escucho tu respiración.
Ella resopló unas cuantas veces.
—¿Un contratiempo?
—Date la vuelta y concéntrate en el vídeo —dijo él—. Creo que Jan va a poner la segunda parte.
—No pienso mirar. Me puedo imaginar de qué va a tratar.
—Yo pretendo verla y tomar notas. Quizá pueda servir para más adelante.
Ella se giró hacia él.
—¿De qué estás hablando? ¿No me oíste cuando te dije que no? No me voy a casar contigo, Joe. No necesito a ningún caballero andante. Puedo cuidar de mí misma.
—Lo sé. No estoy intentando rescatarte —acercó la boca a su oído—. Sólo conquistarte. Ella tragó con dificultad.
—¿Conquistarme? ¿Por qué?
—Si tienes que preguntármelo debe ser que tus hormonas no están funcionando correctamente —le dio un beso en la oreja, después, se echó para atrás, actuando con toda la inocencia de la que era capaz. La película comenzó. Jan apagó las luces. Una buena idea, porque _____ sentía un calor terrible en la cara. Justo cuando se imaginaba que ya lo tenía todo controlado...
Aparecía él y lo ponía todo patas arriba. ¿Qué diablos estaba haciendo? Besándola. Cortejándola. Bromeando con ella. Tenía que intentar mantener la cabeza en su sitio. Con Nicholas, había ido demasiado deprisa y se había quemado. Al final, resultó que él era exactamente lo contrario de lo que ella necesitaba.
Intentó moverse hacia delante para alejarse de Joe, pero él se mantuvo contra ella, obligándola a recostarse y a ponerse cómoda.
Joe sabía exactamente cómo hacer para que encontrara la postura exacta. Decidió que no podía seguir resistiéndose, así que, se relajó y sintió que todos los dolores y las incomodidades del embarazo desaparecían.
Unos minutos no iban a hacerle daño, ¿verdad? La cinta de ese día duró veinte minutos. Iba, sobre todo, de los primeros auxilios para los bebés.
Nada desagradable, ninguna mujer desnuda gritando.
Jan volvió a encender las luces.
—De acuerdo, clase —dijo dando unas palmadas para llamar la atención de todos—. Hoy vamos a hacer algo totalmente diferente. Una de las cosas que los papás tienen que aprender a hacer es a anticiparse a las necesidades de las mamas. A veces, en la sala de parto, lo mejor es no hablar. Justo ahora, vamos a trabajar sobre nuestra comunicación no verbal.
Les dijo a los hombres que se sentaran cara a cara con las mujeres y les pidió a las parejas que juntaran las manos.
—Ahora, mirad profundamente a los ojos de la mujer a la que amáis y decidle lo que estáis pensando.
Joe se sentó enfrente de ella y puso las manos en alto. Ella colocó las palmas contra las de él. Una chispa de conexión la recorrió al instante. Y, entonces, se dijo que no podía engañarse a sí misma.
Quería a Joe. Y no sólo se trataba de deseo físico. Era algo más. Algo emocional que le hacía sentir que él era parte de ella. Como si todavía tuviera un hueco que él pudiera rellenar.
Contuvo el aliento. Nunca había sentido nada igual. Dios Santo, tenía problemas.
Él clavó su mirada azul cobalto en los ojos de ella y ella no pudo apartarse. Todos y todo en la habitación se desvanecieron. Sólo estaban Joe y ella.
—Dile lo que estás pensando —dijo Jan, atenuando la iluminación—. Léele la mente a tu compañera —un murmullo invadió la habitación cuando las parejas empezaron a comunicarse.
—Me quieres —dijo Joe con dulzura—. Pero tienes miedo.
—Me muero por un helado, no por un hombre —dijo _____, dejando escapar una risa nerviosa.
—No bromees con esto, _____. Te estoy hablando en serio —le apretó las manos y se acercó un poco más—. Si hay algo que la muerte de Mary me ha enseñado es que la vida es corta. No dejes escapar tu mejor oportunidad de amar sólo porque tienes miedo.
—Yo no tengo miedo del amor.
—¿Ah, no? ¿Entonces, por qué me has estado evitando?
—No te he estado evitando. —Hace una semana que no nos vemos. ¿Recibiste las flores que te envié? Habían sido cinco ramos.
—Sí. Eran preciosas. Gracias.
—No quiero que me des las gracias. Quiero verte.
—Ya me estás viendo. Ahora se supone que tienes que leerme la mente.
—Me parece que no lo estoy haciendo muy bien.
Ella dejó escapar un suspiro.
—Estás muy equivocado.
Él la atrajo hacia sí.
—¿En qué estoy equivocado? ¿No estás interesada en mí? Mírame a los ojos y dímelo.
Ella lo miró y abrió la boca. «Dilo. Díselo y todo acabará. Joe se marchará. De todas formas va a irse», se dijo a sí misma. «Todos lo hacen».
Esa vez había dejado que todo llegara demasiado lejos e iba a sufrir mucho si no decía las palabras que tenía que decir.
—No estoy interesada en ti, Joe.
—Mientes fatal.
—¿Qué te hace pensar que estoy mintiendo? —él le soltó las manos y le apretó la cara con las palmas.
—Porque he visto las lágrimas en tus ojos cuando lo decías. Sé que quieres besarme por la manera en que tu boca se abre y se cierra y por tu manera de respirar. Y porque te tiemblan las manos cuando te toco. Yo siento lo mismo, _____. Quiero besarte. Lo deseo tanto que me duele el corazón. Puedes mentirte a ti misma todo lo que quieras. Pero a mí no puedes mentirme...

chicas aqui les dejo otro capitulo por no haber estado estos dias espero que los disfruten =D

—¿Qué habéis aprendido, papás? —la voz de Jan devolvió a _____ a la realidad. Se alejó unos cuantos centímetros, realmente agradecida por la interrupción.
El corazón le iba más rápido de lo normal; seguro que Joe y la mitad de la clase podían oírlo. Se llevó una mano al pecho y se separó de él aún más.
—Yo he descubierto que Steve no tiene ni idea de cómo leer el pensamiento. Yo estaba pensando en un baño burbujeante y él, en sexo. Por el amor de Dios. Eso es lo último que tengo en mente.
—Siempre es lo último —murmuró él—. En cuanto diste el «sí, quiero»...
—Parece que tenemos que trabajar un poco más —dijo Jan animada, después, se volvió a la siguiente pareja. Por fin, les tocó a Joe y a _____—. ¿Qué habéis aprendido?
—Que necesita un masaje y un trozo de pastel en cuanto acabe la clase —dijo Joe, evitando que _____ tuviera que responder.
Y maldito fuera, le había vuelto a leer la mente.
Le había costado mucho, pero, al final, había logrado convencerla de que compraran unas galletas para llevar.
Caminaron hacia el parque por la calle principal. Ya era de noche y el pueblo estaba en silencio.
—Háblame de ti —le dijo él, indicándole un banco.
_____ se sentó, después, metió la mano en la bolsa y agarró una galleta con chocolate.
—¿Qué quieres decir? Me conoces desde hace cinco años. Sabes todo lo que hay que saber sobre mí.
—En los últimos días, no he conseguido hacer nada —se sentó a su lado y rechazó la galleta que le estaba ofreciendo—. ¿Y sabes por qué?
Ella le dio un mordisco a la galleta y él tuvo que controlarse para no darle un beso.
—De acuerdo, ¿por qué?
—Porque sólo podía pensar en ti. No soy un hombre que suela soñar despierto, ¿sabes?
Ella pestañeó.
—Es cierto. Ni siquiera recuerdo haberte visto pensativo.
Él se inclinó hacia delante, intentando encontrar las palabras para decirle lo que sentía por ella sin asustarla. Había demasiadas cosas en su mente, todas deseando salir disparadas. Desde que había comprendido lo que sentía, tenía una opresión en el pecho, como si fuera a explotar si se quedaba con ello dentro un minuto más.
—Pues, esta semana no he dejado de pensar en ti. Me preguntaba cómo habría sido tu infancia. Cuál sería tu color favorito. Si preferías los perros o los gatos. Si te gustaba la música pop o el rock —se encogió de hombros—. Cosas tontas, pero, cuando me dan las tres de la mañana y sigo sin poder dejar de pensar en ti, me parecen muy importantes.
Ella se alejó uno o dos centímetros. Una distancia imperceptible, pero lo suficiente para decirle que había dicho demasiado.
—Joe, yo...
—¿Por qué no empezamos por lo más fácil? ¿Cuál es tu color favorito?
Ella se mordió el labio.
—El rojo.
—Ves. No ha sido tan difícil. ¿Perros o gatos?
—Gatos. Los perros son demasiado dependientes.
—A mí me gustan los perros —dijo él con una sonrisa.
_____ se puso de pie y se dirigió hacia un parque infantil.
—Joe, esto es una locura. No estoy interesada en tener una relación contigo. Estoy aquí para criar a mi hijo. No para recrear el hogar perfecto. Yo no soy así.
—¿Por qué? Él se puso de pie y la tomó de la mano—. Creo que te estás mintiendo a ti misma. O a mí. ¿Por qué no puede ser así?
Ella dejó escapar una carcajada.
—Es un cuento de hadas. Y eso ya sabes que no existe —intentó soltarse, pero él la apretó con más fuerza.
—¿Qué te ha pasado, _____? ¿Qué te ha pasado en la vida para pensar que no mereces ser feliz?
Ella sintió que se le escapaban las lágrimas; pero logró apartarlas con el dorso de la mano.
—Nada. Pero se cómo es la vida. No puedes depender de nadie más que de ti mismo. Así que, no intentes convencerme del «vivieron felices para siempre». Es sólo una mentira inventada por los hermanos Grimm para vender más libros.
—¿Tan mal se portó Nicholas?
_____ se alejó de él y se sentó en uno de los columpios.
—No. Fui yo la que me imaginé algo distinto. Menos mal que me di cuenta antes de casarme.
—Así que, admites que te hubieras casado. O sea, que sí crees en la pareja.
—Sólo pasó porque estaba intentando superar algo.
—¿Superar qué?
—Nada.
—_____ no me mientas —intentó recordar algunas fechas. Cuándo había conocido a Nicholas. La sorpresa de la rapidez con la que se había comprometido con él. Se puso delante de ella y paró el columpio—. ¿Fue por mí?
_____ se pasó una mano por el pelo.
—Pensé que habíamos venido a comer galletas.
—Esa noche me porté como un tonto —dijo él—. Te besé y luego me asusté. Te dije algunas cosas que... —no era de extrañar que las mujeres pensaran que los hombres eran unos estúpidos, había necesitado dieciocho meses para despertar—. Te dije que no contaras conmigo. Que no estaba en posición de darte nada a cambio.
—Y que te ibas a marchar a Indiana —se levantó del columpio y pasó por su lado—. Es una vieja historia, Joe. Déjalo ya.
—_____, ahora las cosas han cambiado mucho. Yo soy diferente. Tú eres diferente.
Ella se dio la vuelta.
—¿De verdad Joe? ¿Has cambiado mucho? Te conozco desde hace cinco años y te conozco muy bien. En la semana que llevo aquí no he visto grandes cambios.
—Quizá no has mirado bien.
—Ahí estás tú. Intentando que yo le haga frente a algunos aspectos de mi vida. ¿Por qué no le haces frente a la tuya? ¿Por qué has tenido que contratar a alguien para que llegue a tu hija? No es tan difícil conocerla. Es sólo que nunca te has acercado a ella. ¿Por qué?
Era su turno. Le había dado en su punto flaco.
—Hay cosas que no sabes, _____.
—Míralo, ya vuelves a ser la tortuga. Te escondes, Joe. En el trabajo o en lo que sea. Yo ya no quiera tener nada que ver con la gente que me deja —le dejo la bolsa de galletas en la mano y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla— No soy lo suficientemente fuerte para eso. Lo siento Después giró sobré sus talones y desapareció....

aaaaaaaaaa :evil:
pero que pasa ?
tienes que seguirla por favor

fernanda escribió:AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
AMO TU NOVE :love:
POR FAVOR SÍGUELA !

Olaa Bienvenida !! =D
Gracias por comentar, que estes bien =D

Ohh! Que relacion complicada :/
Hah gracias por volver y Bendito internet! Hahaha
Cuidate!

Hooooooola! Newlectora! Aih, no entiendo como se pueden complicar tanto, que mas dara? Luego el amor siempre gana jajajaja,Me matan de risa las clases esas ,Dale sigueee, Un besiiiiito,Pasas por la mia? <3

hey siguela me encantaron los capitulos

GUUUAAUUU!!!!!... IBAMO BIEN HASTA QUE SALIO ESA PLATICAAA!!!!!
Y AHORA QUE HARA JOE???

DrawyoursmileJB escribió:Hooooooola! Newlectora! Aih, no entiendo como se pueden complicar tanto, que mas dara? Luego el amor siempre gana jajajaja,Me matan de risa las clases esas ,Dale sigueee, Un besiiiiito,Pasas por la mia? <3

Olaaa bienvenida !! =D
Gracias por comentar,
por supuesto que paso por tu novela =D
Que estes bien :)

olaaa chicas Gracias por sus comentarios,
Les tengo una noticia la novela ya esta por terminar
solo quedan 3 capitulos mas el epilogo. :(
Nose si subire otra adaptacion como mi internet
anda malito no quero dejarlas esperando por capitulos
Espero que esten bien, Ya subo capitulo =D

Bueno chicas aqui esta el siguiente capitulo, espero lo disfruten.

Capitulo 11

Esto no va a salir bien —dijo Matt Webster. Tenía a uno de los mellizos sobre las rodillas mientras Katie iba detrás del otro—. No les interesan las películas si no son de dibujos animados.
—Recuerdo que mi madre me decía que cuando yo era un bebé era bastante revoltosa —dijo _____, tocándose la barriga— Me imagino que pronto sabré lo que eso significa. Se acomodó en la manta, sobre un cojín que había llevado. Alrededor de ellos ya había varias docenas de familias. En medio de la explanada, habían colocado una gran pantalla y, a la derecha de ésta, un puesto de palomitas.
Ella forzó una sonrisa para que pareciera que se lo estaba pasando bien. Pero, desde la conversación que había tenido con Joe, allí mismo, la noche anterior, se sentía muy desdichada. Y estar en el mismo lugar, veinticuatro horas más tarde, no la ayudaba mucho.
¿Habría ido demasiado lejos? ¿Habría hablado demasiado? Al mencionarle la relación con su hija le había tocado donde más le dolía, lo había visto en sus ojos. Y lo último que ella quería era hacerle daño.
Dios Santo, ahora sí que lo había estropeado todo. Había perdido a un amigo y mucho más, pero no podía pensar en eso o se vendría abajo allí mismo.
—¿No es aquél Joe? —le preguntó Matt a Grade.
La niña se levantó y saludó con una mano.
—Tío Joey.
_____ se dijo que no iba a mirar. Que no le importaba. Que podía vivir en aquel pueblo con él sin que el corazón le diera un vuelco cada vez que oía su nombre.
«Mentirosa».
A escasos metros, Joe estaba colocando una manta para Emily y para él. Llevaba una nevera portátil y un par de bolsas de comida. Emily no parecía muy contenta de estar allí, pero a la vez, se la veía inquieta, como que no le resultaba indiferente. _____ se giró y se apoyó sobre el codo. No le importaba si Joe estaba allí.
No le importaba si él no había mirado en su dirección, que ni siquiera le hubiera dicho hola.
—No le pegues. No te ha hecho nada —le dijo Matt a su hija
—Se han quedado sin siesta —explicó su mujer mientras le daba al niño un poco de agua.
—Quizá deberíamos llevarlos a casa.
Katie se volvió hacia _____.
—Lo siento muchísimo —dijo Katie, alzando la voz para que se le escuchara sobre el llanto del niño—. Te invité a venir y ahora tengo que marcharme.
—No importa, puedo quedarme a verla yo sola.
—¿Estás segura?
—Mi casa está al lado y hace una noche preciosa. No os preocupéis por mí, volveré dando un paseo.
—Bueno, si necesitas algo... —Katie miró en dirección a Joe.
Gracie se escapó de la mano de Matt y corrió hacia los columpios.
—Bueno, tenemos que marcharnos, antes de que nos echen. Te llamaré mañana. Podemos volver a tomar café juntas.
—Me encantaría.
Unos minutos más tarde, los mellizos habían desaparecido y _____ se acomodaba para ver la película.
Pero no era la cara de Montgomery Clift la de la pantalla. Ella veía a Joe. Y la actriz a la que estaba besando no era Deborah Kerr; era ella misma. _____ se giró hacia un lado para mirarlo.
El la estaba mirando, tan fijamente que parecía una estatua. Ella sintió que se ponía colorada y, al mismo tiempo, los dos apartaron los ojos. Después, sus miradas volvieron a encontrarse, como quinceañeros.
Aquello era ridículo. ¿Qué le importaba a ella? Le había dicho que no lo necesitaba, que no quería tener nada con él.
Y si era así, ¿por qué tenía aquel sentimiento de pérdida? ¿Por qué su manta parecía tan vacía?
Joe no se había enterado de nada. Si alguien le hubiera preguntado si la película era en blanco y negro o en color, no habría sabido la respuesta.
Lo único que había visto desde que puso la manta sobre el suelo fue a _____, sentada a escasos metros bajo un árbol, tan bonita como si fuera una pintura.
—Papá, esto es tan aburrido... —se quejó Emily—. ¿A quién le interesa ver a dos muertos dándose un beso?
—Esas personas no están muertas, Emily.
—Pero ahora sí. ¿De cuándo es esta película? ¿De hace cien años? Cuando hablaste de una película pensé que te referías al cine.
—Antes te gustaba venir aquí.
—¿Cuándo? ¿Cuándo tenía cinco años? Ya no soy una niña.
Él dejó escapar un suspiro.
—No, no lo eres.
—Hola, Em —un joven con una melena por debajo de los hombros se paró junto a ellos—. ¿Qué haces aquí?
—Nada —dijo ella, con un gesto de aburrimiento total. Joe se dio cuenta de que se estaba alejando de él.
—Hay una fiesta en casa de Lisa. Deberías ir.
—¿Ah, sí? —los ojos de la chica se iluminaron, después se encogió de hombros—. Sí, claro. Podría ir.
Por encima de su cadáver. Por nada del mundo iba Joe a dejar que su hija fuera a ninguna parte con un chico con más pendientes que ella. Lo tenía muy claro.
—Guay. Hasta luego —saludó a Joe con la mano y desapareció.
—Antes de que me preguntes nada, la respuesta es no. Ni siquiera se te ocurra que vas a salir con gente así.
—Papá. Ni siquiera sabes quién era.
—¿Justin Timberlake?
—No. Sólo Kevin Lewis. El chico más guapo del colegio. No me puedo creer que me haya hablado. ¡Y me ha invitado a una fiesta! Quiero ir.
—He dicho que no.
—Papá, me estás fastidiando la vida.
—Habrá otras fiestas, confía en mí.
Emily dio un golpe a la manta.
—No, con Kevin.
—Sí, con Kevin. Ahora mira la película.
Emily parecía enfadada, pero se concentró en la película un instante.
Por el rabillo del ojo, vio que Katie y Matt se marchaban con los niños, dejando sola a _____. Pensó en invitarla, pero seguro que lo rechazaba. Su hermano le había dicho que la conquistara. ¡Como si fuera tan fácil! Seguro que su hija tenía más experiencia saliendo con chicos que él con chicas.
Por cierto, quizá _____ tenía razón y debía hablar francamente con su hija. Quizá si le dijera la verdad, lograría derribar el muro que había entre ellos.
Miró a su hija y decidió que aquél no era el momento. Pronto, se dijo a sí mismo. Pronto.
Se apoyó sobre los codos y miró hacia _____. Ella apartó rápidamente la cara, como si lo hubiera estado mirando. Ummm, parecía que estaba más interesada de lo que estaba dispuesta a admitir.
Se puso de pie.
—Vuelvo enseguida —le dijo a Emily. Después, se dirigió hacia _____. Ella se puso recta.
—Joe. Hola. No sabía que ibas a venir a ver la película.
—Hacía mucho que no llevaba a mi hija a ver una película. Aunque creo que no he elegido bien porque opina que es la película más aburrida que ha visto en la vida. Pero... —se encogió de hombros—. Lo he intentado.
—Un sobresaliente en esfuerzo —dijo ella—. Intentarlo también es importante.
—¿Puede sentarse? —dijo una mujer detrás de él—. Estamos intentando ver la película.
_____ se echó para un lado, haciéndole un hueco en su manta. Después, dio unos golpecitos en el suelo.
—¿Estás segura? La última vez que te vi parecía que no quenas compartir nada conmigo.
Ella se encogió de hombros.
—Sólo será un minuto. Probablemente quieres volver con Emily, ¿no?
—Oh, sí —dijo intentando ocultar su desilusión—, ¿Has hecho galletas? —preguntó al ver el cucurucho.
—De chocolate—dijo ella con una sonrisa, casi tímida.
¿Desde cuándo era tímida? ¿Acaso su presencia le afectaba más de lo que quería reconocer? —Son mis favoritas —dijo él.
—Lo sé —ella jugueteó con los flecos de la manta—. Lo mencionaste durante la cena, ayer. Y yo iba a hacer galletas y se me ocurrió que podía hacerlas de chocolate.
Según aquello, parecía que había pensado en él. Joe dio un mordisco a una galleta con la esperanza de que _____ compartiera sus sentimientos. Quisiera o no reconocerlo.
Unas nubes negras cruzaron por encima de ellos, tapando la luna. El aire estaba cargado de humedad y parecía que iba a llover. Joe esperaba que la tormenta esperara y no estropeara aquel momento entre ellos.
—Siento lo de anoche —dijo él—. Me pasé, al meterme así en tu vida.
_____ giró la cabeza y el pelo le acarició los hombros. El contraste entre su vestido blanco y su bronceado era precioso. A Joe le dolían los dedos por la necesidad de acariciar esa piel, de acercarla a él, de besarla. Pero eso sólo lograría alejarla aún más.
—Yo también tuve la culpa —reconoció ella—. Estaba demasiado a la defensiva. Cuando alguien se acerca demasiado, mi primer instinto es echar a correr.
El se rió.
—¿De qué te ríes?
—Estaba pensando. Dijiste que yo era una tortuga. Me imagino, que si yo soy una tortuga, tú eres la liebre.
Ella se apoyó sóbrelos codos y se rió.
—Menuda pareja, ¿no?
—Oh, sí —se apoyó sobre un codo y meneó la galleta que tenía en la mano—. Dicen que los opuestos se atraen.
_____ miró a la luna y dejó escapar un suspiro.
—No creo que la atracción haya sido nunca un problema entre nosotros.
—No, no lo ha sido.
En aquel instante, el cielo se abrió y la lluvia de verano comenzó a caer a raudales, acabando con los planes de Joe de pasar un rato agradable con _____. Las familias se levantaron, recogiendo mantas, neveras y niños, y corrieron en busca de resguardo.
Joe ayudó a _____ a ponerse de pie. Ella agarró la manta.
—Quédate aquí, debajo del árbol. Voy a por Emily.
Joe corrió bajo al lluvia, entre la gente. Encontró su manta, su comida... pero no a su hija. Se puso una mano sobre los ojos y la buscó.
—¡Emily! —gritó.
Corrió un poco hacia la izquierda y volvió a gritar su nombre, un poco hacia la derecha y otra vez. No había ni rastro de la chica.
—¿La ves? —dijo _____ a su lado, con la manta sobre la cabeza. —¿Qué haces aquí?
—Ayudarte a encontrar a Emily.
Él dejó escapar un suspiro.
—No vamos a encontrarla con este jaleo. Vamos a ponernos a cubierto, ya la buscaremos cuando deje de llover —la lluvia caía con fuerza en aquel momento—. Ve hacia el árbol mientras yo recojo, después iremos al pabellón.
_____ giró hacia el árbol, con la manta sobre la cabeza, con tan mala suerte que un fleco de la manta se le enganchó en la sandalia. Joe la vio caer a cámara lenta. Vio cómo tropezó con la manta y cayó al suelo de costado.
Corrió hacia ella y la agarró ya en el suelo.
—_____, ¿estás bien?
—Creo... que sí.
La tomó en brazos y la llevó bajo el árbol.
—¿Estás segura?
—Creo que me he hecho daño en la rodilla.
Él miró hacia abajo y vio que tenía una rozadura y que la rodilla se le estaba hinchando por momentos.
—Deberíamos llamar a la Cruz Roja.
—No está tan mal.
—Sí lo está. Confía en mí.
Joe señaló hacia el pabellón.
—Te voy a llevar adentro. Allí hay un teléfono para llamar.
—Joe, puedo cuidar...
—No me digas que puedes cuidar de ti misma —dijo él con una sonrisa—. Por una vez, tienes que confiar en mí.
Ella se miró la rodilla, luego a él.
—Tienes razón.
—Tienes que decir eso más á menudo —se inclinó sobre ella y la tomó en brazos.
—No te acostumbres.
En cuanto _____ estuvo en los brazos de Joe, supo que jamás debía haber accedido. Estaba jugando con la parte más delicada de su cuerpo; mucho más que el tobillo.
La lluvia había empezado a dejar de caer con tanta fuerza y ya apenas caía una lluvia fina. Joe caminó con _____ en brazos, apretada contra su pecho.
Allí se estaba demasiado a gusto. Joe tenía razón. Ella era una liebre que corría cada vez que algo la asustaba. Si lo pensaba bien, nunca había tenido una relación seria, siempre se había marchado antes de comprometerse demasiado.
Y como la liebre de la fábula, estaba cansada. Cansada de actuar como si lo controlara todo.
Apoyó la cabeza en el pecho de Joe. La rodilla le dolía. Se dejó llevar y se dejó mimar. Sólo por esa vez, se dijo.
Llegaron al pabellón demasiado rápido. Antes de darse cuenta, él ya la había dejado sobre un banco de madera con tanto cuidado como si estuviera tratando con porcelana china.
—Quédate aquí. Voy a buscar ayuda. ¿Estás bien?
—Sí.
—Eres una chica dura, ¿eh? Ella sonrió.
—No me rompo con facilidad. Él se inclinó y le dio un beso en los labios.
—Ahora vuelvo. No me eches de menos. Vamos, no demasiado.
En cuanto se alejó, _____ sintió que lo añoraba. Su corazón le había dado un vuelco con aquel beso y el pulso iba a toda velocidad. Cuando él salió de la habitación, el sentimiento de vacío se cuadriplicó, como si se hubiera llevado una parte de ella con él.
Eso le dio pánico. No quería que Joe le importara. No quería enamorarse...
¿Enamorarse? ¿Cómo se le había ocurrido aquello? De ninguna manera se iba a enamorar de Joe. De esa nada. Siempre había tenido mucho cuidado con esas cosas. Ella sabía parar a tiempo.
¿O no?
Aquello no le gustaba nada. Amar a alguien implicaba sufrir por esa persona. El amor lo deja a uno vulnerable, abierto al dolor, a la decepción. Como una herida que nunca cura. Tenía que alejar aquellos sentimientos. Ahora. Antes de que le calaran demasiado hondo.
Cuando Joe volvió, unos minutos más tarde, su mirada azul conectó con la de ella. Llevaba aquella sonrisa maravillosa dibujada en el rostro y cuando tendió las manos hacia ella, en señal de amistad, de preocupación y de algo más, ella supo que se estaba engañando.
No había vuelta atrás. No iba a poder olvidarlo. Superar lo que ya sentía. Su corazón, por lo visto, había continuado avanzando, a pesar de que su cabeza había decidido retirarse hacía tiempo.
—Tenemos suerte —dijo él, totalmente inconsciente de la batalla interior de ella—. Me he encontrado con George, el encargado de estas instalaciones, y ha llamado por radio a la Cruz Roja. Estarán aquí en un par de minutos.
—Fantástico —colocó la pierna sobre el banco; ya no le dolía tanto—. Bueno, ahora ya puedes ir a buscar a Emily.
—Ha ido a una fiesta con Kevin.
—¿Kevin?
Joe sonrió.
—Según Em, el chico más «guay» del planeta. En mi opinión, es la peor pesadilla de cualquier padre. Con el pelo por aquí —dijo señalándose a los bíceps—. Y con más pendientes que neuronas.
_____ se rió.
—Ya sé por qué te molesta.
—La invitó a una fiesta en casa de una chica. Mercy es un pueblo pequeño y sé dónde viven todas las Lisas adolescentes.
—Si quieres ir a buscarla, por mí puedes ir. Yo puedo cuidar de mí misma.
Él la miró fijamente a los ojos.
—No, no puedes. No siempre. Hasta la propia Blanca nieves tuvo que pedirle ayuda a los enanitos.
—Ella es la princesa de un cuento.
—Sí, y una princesa muy guapa.
—¿Y yo no?
—Tú, cariño, eres la mujer más preciosa que he visto en mi vida. Ni siquiera Blanca nieves se podría comparar contigo.
Ella meneó la cabeza.
—¿Qué llevabas en esa nevera?
—Té helado —se puso en cuclillas para estar a su altura—. Desde el primer minuto que te vi, pensé que eras hermosa. Y desde que llegaste a Mercy... bueno, te he visto con otros ojos. Hermosa es poco para describir cómo te veo.
—Éste no es el Joe que yo conozco. Tú antes no hablabas así.
Él le agarró las manos. Los dos sintieron el calor y algo más, algo casi eléctrico que los recorría.
—Nunca antes había tenido ningún motivo para hablar así. Nunca había sentido esto por nadie. Nunca. Sé que quizá suena como un cliché, pero ahora me despierto contento y me voy a la cama contento. Me paso el día canturreando, incluso después de nuestra discusión —la acercó a él y colocó las manos de ella en su pecho. Ella pudo notar el latido de su corazón, suave y, a la vez, firme—. Me he enamorado de ti, _____. Hasta los huesos....

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHH!!!!!!
QUE TIERNO ES EL JOEEE!!!
Y QUE BUENO QUE NO LE PASO NADA A __Y SU BB!!!!

ay dios :(
siento ganas de gritar
SÍGUELA!

Oooootroooo

Soy nueva lectora.... awww por Dios me encanta esta nove... Joe es todo hermoso!!! siguela!!