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Mensaje por Ruth Esther<3 Dom 15 Jul 2012, 9:45 pm

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"Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO - Página 3 Empty Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO

Mensaje por chelis Dom 15 Jul 2012, 10:37 pm

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Mensaje por Danne G. Lun 16 Jul 2012, 11:05 am


Capítulo 3
Nueva Orleans


Nick estuvo fuera todo el día siguiente, atendiendo ciertos asuntos en la ciudad. En respuesta a las preguntas de ______________, Irénée replicó que había ido a ver al gobernador Claiborne.
-¿Cómo ha llegado monsieur Vallerand a tener tan buena relación con el gobernador?-preguntó ______________, fascinada. Irénée se encogió de hombros.
-No estoy del todo segura, dado que Nick rara vez habla conmigo de sus actividades políticas. Sin embargo, sé que cuando Claiborne asumió el cargo, pidió a mi hijo que lo ayudara a negociar con los criollos y fuera dando forma a sus propuestas para hacer que resultaran más aceptables. Al igual que les ocurre a la mayoría de los americanos, el gobernador no siempre entiende nuestra manera de hacer las cosas. Y como a Nick le deben muchos favores tanto los criollos como los americanos, suele ser capaz de persuadirlos a todos para que se muestren de acuerdo con las decisiones políticas de Claiborne. Nick también ayuda a apaciguar el descontento en la ciudad cuando Claiborne ha hecho algo que no debía. -Chasqueó la lengua al tiempo que añadía, en un tono de desaprobación-: Estos americanos siempre están creando problemas.
Al igual que la mayoría de los criollos, ______________ consideraba que los americanos eran unos bárbaros, con escasas excepciones. Toscos y carentes de refinamiento, los americanos sólo pensaban en el dinero, les gustaba beber demasiado y enseguida perdían la paciencia con los criollos porque éstos siempre preferían hacerlo todo poco a poco.
Sólo los americanos podían llegar al extremo de mal gusto que representaba sustituir el cotillón y los bailes de cuadrilla criollos por la giga y el galope a la escocesa. Sólo a unos hipócritas como los americanos se les ocurriría criticar el hábito criollo de pasar el domingo descansando en vez de permanecer sentados en el duro banco de una iglesia desde la mañana hasta la noche.
Cuando la mañana estuvo un poco más avanzada, ______________ exploró la plantación a su antojo, protegiéndose el cutis con una sombrilla para evitar una proliferación de las nunca bien venidas pecas. Sin embargo, su energía habitual enseguida se vio minada por el calor, y no tardó en percibir un molesto dolor en las sienes. De regreso a la casa, centró su atención en la labor de punto que le había proporcionado Irénée. El intenso calor del verano no tardó en invadir incluso las partes de la casa más resguardadas del sol. La transpiración hizo que las prendas se le pegaran a la piel, y ______________ empezó a tirar de ellas con irritación.
Cuando Irénée se retiró para echar una cabezada de mediodía, declarándose fatigada por el calor, ______________ hizo lo mis-mo. Entró en su habitación, se quedó en ropa interior, y se acostó sobre las frescas sábanas blancas. Una criada desenrolló el balee, una red de gasa que mantenía alejados de la cama a los mosquitos. Con los ojos fijos en el baldaquino que se extendía a dos metros por encima de su cabeza, ______________ esperó a que el sueño tomara posesión de ella. Aunque ya habían trans-currido tres días desde su trayecto por el pantano, todavía no se había recuperado por completo de él. Estaba agotada, y hasta los mismos huesos le dolían.
Justin entró en la biblioteca sin hacer ruido y la recorrió rápidamente con la mirada. El calor de la tarde hacía que la estancia resultara asfixiante. Los libros dispuestos en hileras interminables parecían observarlo como centinelas desde lo alto de sus anaqueles.
La mole del escritorio de caoba de Nick, con todos sus misteriosos cajones y compartimientos, se alzaba entre las ventanas protegidas por las cortinas. Su visión hizo que un escalofrío descendiera por la espalda de Justin. Cuán a menudo había visto a su padre sentado a ese mismo escritorio, la cabeza inclinada sobre documentos y libros. Los cajones estaban repletos de llaves, recibos, papeles y pequeñas cajas fuertes; y entre todo aquello, esperaba Justin, se hallaría el objeto que andaba buscando. Fue rápidamente al escritorio y lo registró, examinando los contenidos de cada cajón.
Usó la horquilla para el pelo que había cogido prestada de la habitación de Irénée para abrir una pequeña caja que contenía documentos. La cerradura se abrió con un chasquido de protesta, y Justin lanzó una cautelosa ojeada por encima del hombro antes de mirar dentro de la caja. Más recibos, y una carta. Una carta sin abrir. Un destello de triunfo brilló en los ojos de Justin. Se guardó la carta dentro de la camisa, cerró la caja y Volvió a dejarla donde la había encontrado.
-Esto -murmuró para sí- saldará la cuenta que tengo contigo, mon pére
______________ durmió hasta bastante después de la hora de la cena, 'e Irénée se aseguró de que su sueño no fuera interrum-pido. Cuando despertó, la habitación estaba oscura y el frescor del anochecer ya había llegado. Todavía medio dormida, ______________ se puso un vestido amarillo claro y fue al piso de abajo.
-Ah, por fin has despertado -dijo la animada voz de Irénée-. Pensé que sería mejor dejarte dormir todo el tiempo que quisieras. Ahora debes de tener hambre, ¿hmmmm?
-La anciana la cogió del brazo y se lo apretó afectuosamente-. Los gemelos y yo ya hemos comido. Nick llegó hace un momento y está cenando. Puedes acompañarlo en la salle á nanger.
Pensar en comida hizo que ______________ sintiera náuseas. -Non, merci -consiguió decir-. No tengo nada de Hambre.
-Pero has de comer algo. -Irénée la empujó suavemente hacia el comedor-. Tenemos un gumbo delicioso, y pámpano relleno de cangrejo, y pasteles de arroz calientes...
-Oh, no puedo-dijo ______________, sintiendo que se le cerraba la garganta al pensar en los suculentos platos.
-Tienes que intentarlo. Estás demasiado delgada, querida mía.
Cuando entraron en el comedor, ______________ pudo ver el reflejo de Nick en el espejo de marco dorado sobre la chimenea de mármol. Nick estaba sentado a la mesa y la luz de la lámpara arrancaba destellos a sus cabellos negros como el ala de un cuervo.
-Buenas noches, mademoiselle. -Con la cortesía innata de un caballero criollo, se levantó y ayudó a ______________ a tomar asiento-. Maman me dice que ha dormido mucho tiempo. -La evaluó con la mirada-. ¿Se encuentra bien?
-Sí, muy bien. Es sólo que no tengo demasiado apetito. Irénée chasqueó la lengua.
-Asegúrate de que come algo, Nicholas. Yo estaré en la habitación de al lado con mi bordado.
______________ miró partir a la anciana con una sonrisa en los labios.
-Su madre es todo un carácter, monsieur.
-De eso no cabe duda -convino él irónicamente. Una criada entró en el comedor para depositar un plato ante ______________. Nada más contemplar el pescado humeante dispuesto sobre pasteles de arroz frito, sintió que la bilis empezaba a subirle por la garganta. Cogió un vaso de agua y bebió un pequeño sorbo, con la esperanza de que eso le calmara un poco el estómago.
-He oído que hoy ha ido a ver a su amigo el señor Claiborne -observó después.
-Sí. -Nick hincó los blancos dientes en un trozo de pan de corteza dorada.
-¿De qué estuvieron hablando? ¿O fue algo demasiado complicado para que una simple mujer pueda entenderlo? Su pulla arrancó una fugaz sonrisa a Nick.
-La administración de Claiborne se encuentra bajo asedio. El gobernador intenta reunir toda la información posible antes de que sus enemigos acaben con él.
-¿Quiénes son sus enemigos? ¿Los criollos? Nick sacudió la cabeza.
-No, no se trata de los criollos. Son refugiados de Francia y Santo Domingo, y un pequeño pero muy ruidoso puñado de americanos. Entre los que figura Aaron Burr, quien en este preciso instante se encuentra en Natchez.
-¿El antiguo vicepresidente de Estados Unidos?
-Sí. Corren rumores de que Burr se ha embarcado en una misión de reconocimiento para reclutar hombres en una confabulación para hacerse con la posesión del territorio de Orleans.
-Eso tiene que haber puesto muy nervioso al gobernador.
Nick se retrepó en su asiento y la observó sin dejar de sonreír.
-Lo cual es muy justificable. Claiborne es joven y carece de experiencia. A sus adversarios políticos les encantaría desacreditarlo y separar el territorio de la Unión.
--¿Es usted de los que desean que Luisiana alcance la condición de estado?
-Cuento con ello-replicó él-. Cuando los americanos se hicieron con el territorio hace dos años, juré lealtad a Claiborne. Desgraciadamente, los americanos no han hecho honor i su promesa de admitir a Luisiana en la Unión.
-Pero ¿por qué?
-Aseguran que nuestra población todavía no se encuentra preparada para obtener la ciudadanía.
-No veo por qué... -comenzó a decir ______________, y se calló al sentir un súbito mareo. Cerró los ojos, y cuando los abrió Nick la miraba fijamente.
-Está muy pálida -murmuró-. ¿Se siente mal? ______________ sacudió la cabeza.
-Yo... estoy bastante cansada, monsieur. -Se apartó torpemente de la mesa-. Si me excusa, subiré a mi habitación. -Por supuesto. -Él la ayudó con mucho cuidado, rodeándole el codo con su robusta mano-. Siento verme privado de una compañía tan encantadora durante la cena. Para ser una mujer, es capaz de llevar muy bien una conversación. ______________ rió, y luego dirigió una sonrisa a aquellos oscuros ojos que la contemplaban con un destello de diversión.
-Ya replicaré a eso mañana, cuando me encuentre mejor. Él le sostuvo la mirada por un instante, y luego su mano se apartó de bastante mala gana del brazo de ______________. -Que descanse bien -murmuró, y permaneció de pie mientras ella salía del comedor.
______________ subió la escalera sintiendo que las piernas le pesaban como si se hubieran vuelto de plomo. Cuando entró en su habitación, se llevó la mano a la cara, sabiendo que algo no iba bien. Un sudor frío cubría su piel. Más transpiración corría entre sus pechos y debajo de su corpiño, y estaba impaciente por quitarse todas aquellas prendas que la oprimían.
Había un cuadrado de papel blanco en su cama, cuidadosamente colocado sobre la almohada. ______________ frunció el ceño con curiosidad y tomó el papel. Cuando vio de qué se trataba, su corazón dejó de latir.
-La carta-susurró, descubriendo de pronto que le costaba respirar. El sobre tembló en sus manos. Era su carta a Marie, sin abrir y sin entregar. Vallerand le había asegurado que la carta sería enviada. ¿Por qué había mentido? ¿Y cuál era su propósito al retenerla? ¡Oh, Dios, ella ya había sabido que no podía confiar en él!
Decidió que iría inmediatamente a hablar con Nick. Entonces su cabeza palpitó con una súbita punzada de dolor, y sintió un dolor en la espalda desde lo alto de la columna vertebral hasta las caderas. Blanca de indignación, ______________ aferró la balaustrada con una mano resbaladiza y dio inicio al largo descenso. Cuando había bajado la mitad de los escalones, vio a Vallerand saliendo del comedor.
-Tiene algo que explicarme, monsieur-dijo, sintiendo la lengua extrañamente pastosa.
Él fue hacia la escalera.- ¿Qué es lo que he de explicarle, mademoiselle? ______________ alzó la carta.
-¿Por qué me mintió? Mi carta a Marle... ¡se la ha quedado! Nunca tuvo ninguna intención de enviarla. -Sacudió la cabeza impacientemente para acallar el zumbido que resonaba en sus oídos-. No lo entiendo. -Vio que él empezaba a subir hacia ella y trató de retroceder escalera arriba. El estruendo que resonaba dentro de su cabeza le impedía pen-sar--. ¡No se acerque!
El rostro de Vallerand mostraba una tranquilidad inhumana.
-¿Cómo se ha hecho con ella?
-Eso no importa. Dígame por qué. ¡Ahora, maldito sea! Dígame... -La carta cayó de su mano enervada y terminó encima de un escalón-. Me voy. Prefiero estar con Sagesse a tener que soportar su presencia un solo minuto más.
-Se quedará -dijo él secamente-. Tengo planes para usted.
-Maldito sea-murmuró ______________, sintiendo el humillante escozor de las lágrimas en los ojos-. ¿Qué es lo que quiere Je mí?-Se llevó las manos a la cabeza en un esfuerzo por de tener el palpitar que sentía dentro de ella. Si al menos cesara. Si al menos pudiera calmarse lo suficiente para pensar.
De pronto el rostro de Vallerand cambió.
-______________... -Extendió los brazos hacia ella para sujetar su forma bamboleante, y sus manos se cerraron alrededor de su cintura.
Ella trató de apartarlo. -¡No me toque!

El duro brazo de Vallerand se deslizó alrededor de su es-palda.
-Deje que la ayude a subir a la habitación. -No...
Mientras se esforzaba por liberarse, sintió que se desplomaba encima de él. Su cabeza cayó débilmente sobre el hombro de Vallerand al tiempo que sus manos colgaban flácidamente junto a sus costados.
-¿Nick? -preguntó Irénée, que había salido del salón en cuanto oyó toda aquella agitación. Noeline la seguía-. ¿Hay algún problema? Mon Dieu, ¿qué ha pasado?
Vallerand ni siquiera la miró. –
-Haz venir al médico -ordenó secamente, y alzó del suelo a ______________, curvando los brazos por debajo de sus rodillas y su espalda. Cargó con ella como si no pesara nada, sin prestar atención a sus gemidos de protesta.
-Puedo andar-sollozó ella, tirando débilmente de sus manos-. Bájeme...
-Calla -dijo él con dulzura-. No te resistas.
El trayecto hasta su habitación sólo requirió unos segundos, pero a ______________ le pareció que duraba una eternidad. Su mejilla reposaba sobre el hombro de Vallerand, al tiempo que sus lágrimas iban mojando el firme lino de su camisa. ______________ tenía calor y sentía náuseas, y estaba espantosamente mareada. La única cosa sólida que había en el mundo era el duro pecho de Vallerand. De alguna manera, en su desdicha, olvidó lo mucho que lo despreciaba, y agradeció el sólido sustento de sus brazos.
Por un instante se sintió mejor, pero cuando Vallerand la puso en la cama, toda la habitación giró vertiginosamente a su alrededor. Era como si estuviera hundiéndose dentro de una oscuridad asfixiante. Manoteando a ciegas, extendió los brazos en un esfuerzo por salvarse. Una mano apartó delicadamente los cabellos de su frente que ardía.
-Ayúdeme -susurró ______________.
-No pasa nada, petite. -La voz de Vallerand era suave y reconfortante-. Yo cuidaré de ti. No, no llores. Agárrate a mí. ______________ continuó debatiéndose en un débil intento de escapar de la nube abrasadora que había descendido sobre ella. Trató de explicarle algo a Vallerand, y él pareció entender sus frenéticos balbuceos.
-Sí, lo sé -murmuró-. Estate quieta, petite. Noeline, que los había seguido al interior de la habitación, miró por encima del hombro de Nick y sacudió la cabeza con expresión sombría.
-Es la fiebre amarilla ---dijo-. Cuando llega tan deprisa es terrible. He visto a algunos estar sanos un día y caerse muertos al siguiente. -Dirigió una mirada de conmiseración a la figura que sufría en la cama, corno si un rápido fallecimiento fuese inevitable.
Nick miró al ama de llaves con expresión hosca, pero se aseguró de que su voz siguiera siendo tranquila y pausada. -Trae una jarra con agua fría, y un poco de esos polvos... ¿qué fue lo que les dimos a los gemelos cuando la tuvieron?
-Calomelanos y jalapa, monsieur.
-Bueno, pues date prisa -gruñó él, y Noeline se fue inmediatamente.
Nick bajó la mirada hacia ______________, quien estaba murmu-rando incoherencias. Le apartó suavemente las manos de la camisa y tomó sus dedos que ardían entre los suyos.
-Oh, demonios -masculló, presa de un miedo que no había vuelto a experimentar en años, desde que los gemelos habían sucumbido a aquella fiebre que podía ser mortal. Volvió a alisarle los cabellos, y una violenta maldición escapó de sus labios cuando notó lo mojados que estaban en las raíces.
Irénée estaba de pie detrás de él.
-Su muerte ciertamente frustrará tus planes, mon fils -dijo en voz baja.
Nick no apartó la mirada de ______________. -No va a morir.
-La enfermedad ha llegado demasiado deprisa y con demasiada fuerza -murmuró Irénée-. La fiebre ya la hace delirar.
-No vuelvas a hablar de eso delante de ______________-dijo él secamente-. Se pondrá bien. No voy a permitir que sea de otro modo.
-Pero Nick, ella no puede entender...
-Puede oír lo que estamos diciendo. -Se incorporó y la miró fijamente-. Quítale la ropa y báñala con un paño frío. Cuando llegue el médico, dile que no debe hacer nada sin mi permiso. No quiero que la sangre.
Irénée asintió, acordándose de cómo casi habían perdido a Justin durante su combate con la fiebre, cuando lo habían sangrado demasiado.
Irénée y Noeline se turnaron junto a ______________ durante las primeras cuarenta y ocho horas. Irénée ya no se acordaba de todo el trabajo y la paciencia que requería cuidar a un enfermo de fiebre amarilla. La espalda le dolía a causa de las horas de inclinarse sobre la cama y pasar la esponja con agua fría por el cuerpo de ______________. Los violentos accesos de vómito, el delirio y las pesadillas, el penetrante olor de los baños de vinagre que le daban: todo aquello era repelente y agotador.
Nick se interesaba a menudo por el estado de la joven, pero el decoro le impedía entrar en la habitación. Aunque no se habló de ello, Nick sospechaba que Justin había tenido algo que ver con la carta, porque conocía la inclinación a crear problemas que tenía su hijo. El muchacho iba por la casa como un espectro, rehuyendo a su padre y a su hermano.
En momentos como aquéllos, cuando los adultos se hallaban ocupados en otras cosas, normalmente los gemelos aprovechaban la oportunidad para saltarse las normas, faltando a las clases con su preceptor y saliendo de la casa para ir a ver a sus amigos o hacer travesuras en la ciudad. En aquella ocasión, sin embargo, se mostraban desusadamente tranquilos. Una tétrica neblina parecía haber descendido sobre la casa, el silencio interrumpido únicamente por los gritos incoherentes de ________ durante los peores períodos del delirio.
Esta vez, cuando la familia de ______________ volvió a la casa de los Vallerand, se fue de allí sin abrigar ninguna duda de que era cierto que estaba extremadamente enferma. A Delphine se le permitió visitarla en su habitación, pero la joven no la reconoció. Gaspard se mostró muy abatido mientras se iban, porque estaba claro que ______________ tenía pocas probabilidades de sobrevivir a la fiebre.
En un arranque de melancolía, Justin comenzó a quejarse de la molestia que suponía tener en casa a una invitada enferma.
-Ojalá esto terminara de una vez, de la manera que sea -dijo con voz átona, mientras él y Philippe estaban sentados en la escalera-. No soporto que todo el mundo tenga que ir de puntillas, y los ruidos que ella hace, y que toda la casa apeste a vinagre.
-No durará mucho más -comentó Philippe-. Le oí decir a grand-mére que no vivirá otro día.
Se quedaron helados cuando oyeron un débil grito procedente del piso de arriba. De pronto su padre salió de la biblioteca y pasó junto a ellos sin decir palabra. Subió los escalones de dos en dos. Los gemelos se miraron, sorprendidos.
-¿Crees que ella le importa? -preguntó Philippe.
El joven rostro de Justin se endureció en una mueca de desprecio.
-Lo único que le importa es que ella no muera sin haberse aprovechado de ella.
-¿Qué quieres decir? -Sospechando que su hermano le ocultaba algo, Philippe lo agarró de la manga-. Justin, ¿qué es lo que tú sabes y yo ignoro?
Justin se liberó el brazo con brusquedad.
-No te lo diré. Lo único que harías sería intentar defenderlo a él.
Irénée trató en vano de calmar a la muchacha que se retorcía y no paraba de dar vueltas en el paroxismo del delirio. -Pauvre petite! -exclamó.
Nada parecía ser capaz de tranquilizar a ______________. Ni bebía ni descansaba, y ninguna medicina lograba permanecer dentro de su cuerpo el tiempo suficiente para que pudiera llegar a hacerle algún bien. Irénée se dejó caer cansadamente en la silla junto a la cama y contempló el inquieto debatirse de _____________.
-No... No deje que él... Uh, por favor, por favor. -El hilillo de voz subía y bajaba monótonamente.
Irénée comenzó a extender la mano hacia la esponja y la jofaina, con la intención de enfriar la fiebre con más agua. Dejó escapar un jadeo de sorpresa cuando su hijo apareció en la habitación oscurecida.
--¿Nick? -exclamó-. ¿Qué haces? No deberías estar aquí. ______________ no está vestida.
-Me importa un comino.
Apartó de un manotazo los tenues pliegues del baire y se sentó en el borde de la cama. Su oscura cabeza se inclinó sobre el cuerpo de la joven que no paraba de retorcerse.
-Nick, esto es indecente-protestó Irénée-. Debes irte. Haciendo como si su madre no estuviera allí, Nick apartó las sábanas enredadas del cuerpo sudoroso de ______________. Su camisón humedecido por la transpiración se había vuelto transparente al pegarse a la piel, y no servía para ocultar su desnudez. El rostro de Nick permaneció fruncido en una mueca de tensión mientras apartaba del rostro de ______________ sus cabellos enmarañados y la cogía en brazos. Toda la fuerza de su voluntad se hallaba centrada en la figura que no paraba de estremecerse mientras se acurrucaba contra su pecho.
-Chis -susurró sobre la sien de ______________ al tiempo que le rodeaba la cabeza con la mano-. Apóyate en mí y descansa. Sí. Calla, petite. Con eso sólo consigues agotarte.
La joven se aferró a él y murmuró incoherencias.
Nick la incorporó sobre la cama y extendió la mano hacia la esponja mojada. Se la pasó por la cara y el pecho a ______________, apretándola hasta que el agua fresca corrió en hilillos por su piel y empapó sus propias ropas.
-Estate quieta, ______________. Deja que yo cuide de ti. Duerme. No corres ningún peligro, ma chére.
Pasado un rato, el contacto de sus manos y la dulzura con la que le hablaba tranquilizaron a la joven, que se relajó. Nick cogió la taza de la mesilla de noche y la acercó a los labios de ella. ______________ se atragantó y trató de resistirse, pero él siguió insistiendo y no paró de persuadirla y apremiarla hasta que ella tragó un poco de la medicina.
Nick volvió a acostarla delicadamente sobre el colchón y la cubrió con la sábana. Luego volvió la mirada hacia el rostro asombrado de su madre.
-Dile a Noeline que traiga sábanas limpias -dijo-. Puede ayudarme a cambiar la cama.
Irénée por fin encontró la voz que había perdido. --Gracias por tu ayuda, Nick. Ahora ya me ocuparé yo de ella.
Nick cogió un peine de la mesilla de noche y empezó a pasarlo sobre la masa de enredos que enmarañaban los cabellos de ______________.
-Estás agotada, maman. Ve a descansar un poco. Yo cuidaré de ella.
En un primer momento Irénée no supo cómo replicar a una proposición tan disparatada.
-¿Qué? Vaya sugerencia más ridícula. Sería faltar al decoro. Además, los hombres no saben cómo hay que cuidar a un enfermo. Eso es una ocupación de mujeres. Hay que hacer ciertas cosas que...
-El cuerpo de una mujer no es un misterio para mí. En cuanto a tratar la fiebre, cuidé de los gemelos cuando la tuvieron. ¿Recuerdas?
-A decir verdad, lo había olvidado -admitió Irénée-. Estuviste magnífico con los gemelos cuando enfermaron. Pero ellos eran tus hijos, y esta joven inocente...
-¿Piensas que voy a violarla? -preguntó Nick con una sonrisa torcida-. Ni siquiera yo soy tan degenerado, maman. -Mon fils, ¿por qué quieres asumir esta carga? -le preguntó ella con suspicacia.
-¿Y por qué no debería hacerlo? Me interesa mucho su bienestar. Ahora vete y descansa. Soy perfectamente capaz de cuidar de ella durante unas horas.
Irénée se levantó de mala gana.
-Le diré a Noeline que ocupe tu lugar.
Sin embargo, Nick no permitió que Noeline o ninguna otra persona lo sustituyeran. Desde aquel momento, pasó cada minuto junto al lecho de ______________, las mangas de su camisa enrolladas por encima de sus codos mientras se esforzaba por hacer bajar la intensa fiebre de la joven. Era incansable y asombrosamente paciente.
Irénée nunca había oído decir que ni siquiera un esposo hiciera tanto por una esposa. Todo aquello era inexplicable. Estaba consternada, pero no se le ocurría ninguna manera de interceder. Carecía de todo control sobre Nick. Si sus hermanos hubieran estado en casa quizá se habrían ofrecido a obligarlo a salir de la habitación de la enferma, pero los días iban transcurriendo sin que llegaran y Nick seguía en el dor-mitorio de la joven como si tuviera todo el derecho del mundo a permanecer allí.
Un lobo merodeaba por los sueños de ______________, acechándola hasta que ella echó a correr y enseguida se desplomó. El lobo se acercó a ella, sus dientes relucían cuando se inclinó sobre su cuerpo tendido en el suelo, y de pronto comenzó a despedazarlo. ______________ gritó al sentir que todo su cuerpo estaba siendo desgarrado. Un instante después el lobo se había esfumado, ahuyentado por el sonido de una voz llena de dulzura.
-Estoy aquí..., todo va bien. Calla... Estoy aquí. Estoy aquí.
______________ se sentía rodeada por un calor asfixiante que le abrasaba los pulmones. Con un grito de agonía, luchó por escapar a él. Sintió que una mano muy fresca le acariciaba la frente. Desesperada, quiso encontrar un poco más de consuelo. -Por favor -dijo, y gimió de alivio cuando la caricia dadora de vida regresó y el frescor recorrió su cuerpo, aliviando aquel fuego insoportable.
Los ojos del lobo volvieron a observarla, reluciendo diabólicamente en la oscuridad. ______________ se apresuró a volverse, llena de pánico, y su cuerpo chocó con el duro pecho de un hombre y sus rígidos brazos.
-Ayúdame, por favor...
-Me has sido prometida en matrimonio -oyó que decía la voz de Étienne Sagesse, y alzó la mirada hacia su rostro para contemplarlo con horror. El deseo ardía en los ojos en tornados de él, y sus labios relucían de humedad. ______________ se apartó y se encontró frente a frente con su padrastro.
El rostro de Gaspard estaba deformado por la rabia. -¡Te casarás con él! -La golpeó y volvió a alzar la mano. -Maman! -gritó ella al ver cerca a su madre, pero Jeanne se apresuró a retroceder al tiempo que sacudía la cabeza. -Haz lo que dice tu beau-pére. Tienes que obedecerlo. -No puedo...
El duro borde de una taza fue apretado contra sus labios, y ______________ se echó atrás al sentir un sabor amargo. La presencia detrás de sus hombros de un brazo duro como el acero no le permitió batirse en retirada.
-No -boqueó mientras su cabeza se inclinaba hacia atrás hasta encontrar un hombro que no cedió bajo su peso. -No te me resistas, petite. Bébetelo todo. Buena chica... Vamos, sólo un poco más.
Abriendo la boca con un jadeo ahogado, ______________ obedeció la cariñosa invitación. Entonces vio la forma oscura de un hombre que se movía a través de una espesa niebla. Él la ayudaría... tenía que hacerlo. ______________ fue desesperadamente en pos de él, corriendo y corriendo hasta que una gran puerta de hierro le cortó el paso. Agarrándose a los barrotes, los sacudió con violencia.
-¡Espere! ¡Déjeme entrar! Espere...
El lobo había ido tras ella. ______________ podía sentir cómo se aproximaba. Su gruñido atravesó la noche neblinosa. Aterrada, ______________ tiró de la puerta, pero ésta se negó a abrirse. Unas fauces terribles se cerraron sobre su cuello.
-Calla. Estate quieta, tienes que descansar. -No dejes que me haga daño...
-Estás a salvo en mis brazos, ma chére. Nada te hará daño. Un paño mojado recorrió su espalda, sus piernas, su cuello y sus brazos. La taza volvió a ser alzada hacia sus labios. -Otra vez-le ordenó suavemente aquella voz-. Otra vez.
______________ se sometió mientras el lobo describía círculos si-gilosos en torno a ella. Tomándola entre sus fauces, la arrastró hacia las sombras mientras ella le gritaba con voz aterro rizada que se detuviera... pero él se negaba a soltarla... nunca la dejaría marchar...
______________ emergió de las capas de oscuridad, elevándose poco a poco con un penoso esfuerzo hasta que logró abrirse paso a través de la superficie de un profundo sopor carente de sueños. Estaba acostada sobre el estómago en una habitación iluminada por la tenue claridad ambarina de una lámpara en el rincón. Parpadeando, volvió la cabeza hacia la luz y apoyó la mejilla en el colchón. La cabeza, el cuerpo y los brazos le pesaban tanto como si se los hubieran lastrado con bolsas de arena. Largas caricias llenas de frescor empezaron a ir y venir lentamente por su espalda, y ______________ emitió un débil sonido de gratitud.
Una mano descendió sobre el lado de la cara que había vuelto hacia la luz y comprobó delicadamente la temperatura de su piel.
-Estás mucho mejor -dijo una voz familiar-. La fiebre ha remitido, gracias a Dios.
______________ abrió los ojos con asombro al reconocer la voz. -¿Monsieur Vallerand?-preguntó, todavía medio adormilada-. Oh, no. Es usted.
Un dejo de diversión se percibió en su dulce voz. -Me temo que sí, petite.
-Pero..., pero... -No sabiendo qué decir, ______________ se hundió en un silencio perplejo. ¿Quién lo había dejado entrar en su habitación? Porque seguramente Vallerand no había cuidado de ella mientras estaba enferma. Fragmentos de recuerdos pasaron flotando por su cansado cerebro: la voz que rogaba e insistía, los fuertes brazos, las manos llenas de delicadeza que habían atendido sus más íntimas necesidades. No se lo podía creer.
Se dio cuenta de que estaba desnuda en la cama, con una delgada sábana bajada hasta las caderas y la espalda completamente al descubierto. Aquello rebasaba los límites de su entendimiento, y no supo cómo debía reaccionar.
-No estoy vestida -dijo con voz quejumbrosa. Vallerand se inclinó sobre ella. Se había arremangado y el cuello abierto de su camisa revelaba la sorprendente abundancia de rizos negros que cubrían su pecho. Una oscura sombra de barba cubría su rostro bronceado, y estaba despeina-do. Bajo sus ojos oscuros había unas profundas ojeras. -Lo siento-le dijo, aunque la disculpa no sonó demasiado sincera-. Resultaba más fácil cuidar de ti de esta manera. ______________ se puso tensa al sentir el contacto de su dedo en la curva caliente de su oreja.
-Tranquilízate -murmuró él-. No voy a abusar de una mujer en tu estado. -Hizo una pausa antes de añadir, con expresión impasible-: Esperaré hasta que te encuentres mejor.
Pese a lo consternada que estaba, ______________ no pudo evitar que una risita escapara de sus labios.
-¿Cuánto tiempo he estado enferma? -preguntó con voz pastosa.
-Casi tres semanas.
-Oh, mon Dieu -dijo ella, sintiendo que se le secaba la boca. Se volvió con un movimiento torpe y buscó las sábanas mientras se ruborizaba al darse cuenta de que tenía los pechos desnudos.
Vallerand no pareció reparar en aquella exhibición mientras la ayudaba a acomodarse. Le cubrió los pechos con la sábana y remetió ésta debajo de sus brazos. ______________ contempló con asombro su oscuro rostro mientras él ponía bien las al-mohadas detrás de ella con toda la habilidad de una experta enfermera.
Como si entendiera las necesidades de ______________ sin precisar que se las expresase, le llevó una taza a los labios y ella bebió con avidez, dejando que el agua fresca aliviara la sequedad de su boca y su garganta. Cuando Nick apartó la taza, ella volvió a recostarse en las almohadas.
-No entiendo por qué su madre ha permitido que cuidara de mí -dijo con voz enronquecida.
-Maman no lo aprobaba-admitió Vallerand mientras ponía bien el cubrecama alrededor de ella-, pero estaba cansada de cuidarte, y yo me mostré muy terco. -Sonrió maliciosamente-. Y más tarde decidió con tristeza que, puesto que probablemente ibas a morir de todos modos, daba igual quién cuidara de ti.
______________ asimiló aquellas palabras, convencida de que habría muerto sin los inagotables y pacientes cuidados de Nick. -Me ha salvado la vida -le dijo con un hilo de voz-. ¿Por qué?
La punta de un dedo se deslizó por su mejilla llena de pecas. -Porque el mundo sería un lugar mucho más oscuro y aburrido sin ti, ma chére.


Inmóvil, ______________ lo miró ordenar los objetos que había so-bre la mesilla de noche. Acordándose del día en que había caído enferma, cuando encontró la carta a Marie que no había llegado a ser enviada, recordó que tenía una buena razón para estar furiosa con él. Sin embargo, aquello podía esperar. Porque, dejando aparte las otras cosas que hubiese hecho, Vallerand había cuidado de ella, tenía que estarle agradecida por eso.
-Si mando que traigan algo de caldo, ¿probarás un poco? -le preguntó él.
______________ torció el gesto sólo de pensarlo. -No puedo. Lo siento, pero no.
-Sólo un poquito. -Estaba claro que Nick seguiría insistiendo hasta que ella accediera.
______________ frunció el ceño y suspiró. -De acuerdo, pero muy poco.
Después de que hubiera llamado a Noeline y le pidiera una taza de caldo, Vallerand volvió a la cabecera de la cama. ______________ observó su pecho cubierto de vello y su rostro bronceado en el que apuntaba una barba incipiente.
-Es usted la enfermera más peluda que he visto jamás -dijo.
Él sonrió; sus dientes muy blancos brillaron en su rostro moreno.
-No puedes permitirte ser demasiado exigente al respecto -apuntó-. Hasta que te encuentres mejor, petite, tendrás que conformarte conmigo.
Cuando ______________ se hubo recuperado lo suficiente para de-sear un cambio de escenario, Nick la llevó a la sala de la planta baja. Cuanto más fuerte se sentía, más la turbaba la intimidad que había empezado a surgir entre ellos.
Durante los últimos tres días había intentado interponer alguna distancia entre ambos. Ya no permitía que él la ayudara a bañarse o la peinara y le recogiese el cabello en un par de trenzas, y sólo a Noeline e Irénée les estaba permitido ayudarla a vestirse.
No obstante, mientras Nick la tomaba en brazos y la llevaba a la sala, los traicioneros sentimientos de proximidad reaparecieron. ______________ casi podía permitirse olvidar que él la había traicionado y sin duda planeaba aprovecharse de ella todavía más de lo que ya lo había hecho.
Recordándose a sí misma que no podía permitirse ser tan estúpida como para volver a confiar en el, ______________ le dirigió una mirada suspicaz.
-¿Qué pasa? -preguntó él, acomodando el ligero peso de ______________ en sus brazos-. ¿ No estás cómoda?
-No es eso -repuso ella sin dejar de rodearle el cuello con los brazos-. Sólo me preguntaba a qué clase de juego está jugando, monsieur.
El la miró como si no entendiera a qué se refería. -¿Juego?
______________ puso los ojos en blanco ante aquella exhibición de pretendida inocencia.
-El juego del que he pasado a ser un peón. El que está jugando con Étienne Sagesse. Está claro que no tiene intención de permitirme recurrir a mi prima en busca de refugio. Quería mantenerme aquí, y lo ha conseguido. Ahora cuénteme cuál es su plan.
-No hablaremos de eso hasta que te encuentres mejor -masculló él.
-El que lo admita no cambiará nada -dijo ella-. Ya he deducido qué es lo que quiere, y cómo piensa obtenerlo. -¿Sí?-Un intenso destello iluminó los ojos de Nick-. Cuéntame qué es lo que crees que quiero.
Antes de que ______________ pudiera responder, él la sentó en el sofá y Noeline se acercó para ponerle una manta de viaje sobre las rodillas.
______________ sintió un doloroso tirón en el cuero cabelludo. Unos cuantos mechones de pelo se le habían quedado enredados en uno de los botones de la chaqueta de Vallerand. Re parando en lo ocurrido, éste y ______________ extendieron la mano al mismo tiempo. Sus dedos se encontraron, y ella retrocedió, confusa.
El cálido roce del aliento de él en su mejilla desencadenó un torrente de sensaciones que la aturdieron. Con una lentitud más onírica que real, ______________ dejó caer las manos mientras el corazón le retumbaba dentro del pecho. Vallerand liberó con mucho cuidado la diminuta hebra de cabellos, desmantelando el vínculo suave como la seda que los había mantenido unidos. El olor de él flotó hasta la nariz de ______________: su masculinidad la embriagaba y le provocaba el deseo de besarlo. La respuesta que Vallerand suscitaba en ella era tan carnal y profunda que se apresuró a apartarse de él, asombrada de sí misma.
Vallerand siguió inclinado sobre ella, con un brazo apoyado en el respaldo del sofá de madera de palisandro y el otro inmóvil cerca de la cadera de ______________.
-No me tengas miedo -dijo, interpretando equivocadamente la naturaleza de la alarma que reflejaba la mirada de ella.
-¿Tenerle miedo? -susurró ella, cada vez más confusa-. Es el último hombre en el mundo del que tendría miedo. Sus palabras parecieron estremecerlo. Su respiración se volvió más rápida, y la miró como si no se atreviera a dar crédito a lo que acababa de oír.
Irénée entró en la habitación y su voz rompió el silencio que los mantenía hechizados.
-¿Qué tal te encuentras esta mañana, ______________? La peculiar expresión de Nick se desvaneció. -Estupendamente -respondió él en un tono bastante seco mientras iba hacia la puerta-. Estaré en la biblioteca. Irénée lo siguió con la mirada mientras se iba y sacudió la cabeza.
-Se comporta de una manera muy rara últimamente. ______________ suspiró, al tiempo que pensaba que su enfermedad sólo había supuesto una escapatoria temporal de cualesquiera que fuesen los planes urdidos por Nicholas.
-Madame-dijo, hablando muy despacio-, usted ciertamente tiene que saber que monsieur Vallerand nunca llegó a enviar la carta a mi prima Marie.
Irénée frunció el ceño.
-______________, deberíamos esperar a que hayas recuperado un poco más las fuerzas antes de discutir...
-Monsieur Vallerand planeaba deshonrarme, ¿verdad? -______________ cruzó las manos sobre su regazo-. Bueno, llevo aquí el tiempo suficiente para que mi reputación haya queda do hecha pedazos, a pesar de vuestra presencia. Supongo que ahora nadie creerá que he podido permanecer durante tanto tiempo bajo el techo de Nicholas Vallerand con mi honor intacto. ¿Exigirá Sagesse un duelo ahora? Así es como reaccionaría cualquier criollo, n'est-cepas? Obviamente, todo ha salido según los deseos de vuestro hijo.
Irénée guardó silencio durante un buen rato. -______________-dijo finalmente-, todavía no es demasiado tarde para devolverte a Sagesse. Si es eso lo que deseas, me aseguraré de que se haga.
______________ sacudió la cabeza.
-Santo Dios, no. Antes preferiría hacer la calle que volver a su lado.
La anciana quedó claramente sorprendida por la franque-za con que había hablado ______________. La aparición de Noeline en la entrada le ahorró tener que replicar.
-Madame -dijo el ama de llaves, alzando los ojos hacia el techo-, es monsieur Medart: quiere llevarse consigo a mademoiselle ______________.

Danne G.
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Mensaje por ElitzJb Lun 16 Jul 2012, 12:21 pm

siguela esta increíble adoro esta nove
ElitzJb
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Mensaje por chelis Lun 16 Jul 2012, 4:20 pm

AAAAAAAAAAAHHH
YO AHOOORAA NECESIITOOOO A UN ENFERMEROOO COMO NIIICCCKKKK!!!!!!!!!!!
chelis
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Mensaje por ElitzJb Lun 16 Jul 2012, 5:26 pm

por favor coloca otro capitulo
ElitzJb
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Mensaje por chelis Lun 16 Jul 2012, 5:48 pm

OOOTROOOOOOOO
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Mensaje por Ruth Esther<3 Lun 16 Jul 2012, 7:56 pm

UHH!
Esta novela es buenisimaa!
Siguelaa!
Ruth Esther<3
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Mensaje por chelis Lun 16 Jul 2012, 8:16 pm

:D
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Mensaje por ElitzJb Mar 17 Jul 2012, 7:05 pm

dios mio xq no la sigue quiero mas capitulos
muero de la intriga
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Mensaje por chelis Mar 17 Jul 2012, 8:13 pm

POOORRFIISSS
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Mensaje por romina.13 Mar 17 Jul 2012, 9:21 pm

wao fue todo un tierno cuidando de ella
siguela!
romina.13
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Mensaje por Danne G. Miér 18 Jul 2012, 8:21 am

Les subo en unos minutos, tengo que editar y comer C:
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Mensaje por Danne G. Miér 18 Jul 2012, 10:01 am


Capítulo 4
Nueva Orleans


_____________ maldijo su debilidad física en cuanto vio que su padrastro y tante Delphine entraban en la habitación. El impulso de salir corriendo era incontrolable, pero sabía que no conseguiría alejarse ni cinco metros antes de caer desplomada.
-_____________ -dijo Gaspard, tranquilamente y con una sonrisa en los labios. En sus ojos, sin embargo, había una expresión de odio. El matrimonio de su hijastra con Étienne Sagesse era lo único que se interponía entre él y la ruina financiera, y _____________ casi había conseguido sabotear sus planes
-. Tienes mucha suerte, insensata. Sagesse todavía quiere casarse contigo, a pesar de lo que ha ocurrido. El matrimonio tendrá lugar según lo planeado. Ahora que ya estás mejor, vendrás conmigo.
-El matrimonio nunca tendrá lugar -dijo _____________-. Pensaba que a estas alturas ya te habría quedado claro.
-¡_____________! -exclamó tante Delphine, precipitándose hacia ella en una exhibición de afecto maternal-. Hemos venido a cuidar de ti. Ciertamente no querrás seguir siendo una carga para estos desconocidos. Confiaba en que fueras más considerada. -Le acarició un lado de la cara con su mano regordeta y la arrebujó en la manta de viaje.
Con una súbita punzada de culpabilidad, _____________ comprendió que Delphine tenía razón en parte. Porque lo cierto era que ella había constituido una carga para los Vallerand. Además, no deseaba ser el instrumento involuntario de la destrucción de Nicholas Vallerand. Si el resultado de todo aquello era un duelo, había una posibilidad de que Sagesse consiguiera herirlo o incluso matarlo. De alguna manera, la mera idea era demasiado horrible para concebirla siquiera.
-_____________ -dijo Irénée, asombrándolos a todos con la simpatía que había en su voz-, tal vez deberías ir con ellos. Podría ser el plan más sensato.
-Sí, lo es -apuntó Gaspard, al tiempo que su grueso rostro perdía la expresión amenazadora de antes-. Me complace que sea tan juiciosa, madame Vallerand.
-Debemos pensar en el bienestar de _____________ -replicó Irénée cautelosamente.
-Está claro que madame Vallerand reconoce lo poco apropiada que resulta tu presencia bajo su techo -la interrumpió Gaspard, extendiendo las manos hacia su hijastra-. Allons, _____________. Esperando fuera hay un carruaje, el más espléndido que hayas visto jamás. Los Sagesse han pensado en todas tus necesidades. -La levantó del sofá sin ninguna difi-cultad, ahogando su resistencia con sus gruesos brazos. Atrapada en aquella presa aplastante, _____________ no podía moverse ni respirar-. Vas a pagar por todos los problemas que me has causado -le dijo Gaspard con la boca junto a su oreja, rociándole la piel con una neblina de saliva caliente.
Abrumada por la desesperación, _____________ lo empujó. -Nick -chilló, preguntándose frenéticamente por qué no estaba allí. ¿Sería que nadie le había comunicado la llegada de su tía y su padrastro?
- Nick...
Sintió que el mundo parecía tambalearse de repente, y oyó un extraño gruñido ahogado que sin duda no provenía de Gaspard. Una fuerza invisible la elevó alejándola de la brutal sujeción de su padrastro, y la inercia la incrustó contra el sólido pecho de Vallerand. _____________ se aferró de inmediato a él, pasando los brazos alrededor de aquel cuello que tan familiar le resultaba. Enterró el rostro en su garganta.
-Va a llevarme con Sagesse -jadeó-. No permita que lo haga, no...
-No vas a ir a ninguna parte -la interrumpió Vallerand bruscamente-. Cálmate, _____________. No te conviene excitarte.
Su posesividad hizo que _____________ se sintiera extrañamente mareada. En lo que concernía a Vallerand, ella era suya, y nadie iba a arrebatársela.
La sentó delicadamente en un sillón y luego se incorporó para clavar la mirada en Gaspard.
-No vuelva a tocarla -murmuró. Aunque había hablado en un tono muy bajo, su voz contenía una nota que a _____________ le heló la sangre -. Si osa tocarle un cabello siquiera, lo haré pedazos.
-¡Es mía! -estalló Gaspard, mirándolos a ambos con incrédula furia.
_____________ le devolvió la mirada con fría satisfacción. Nick iba a ponerse de su parte en la disputa, porque convenía a su propósito mantenerla allí. Ella dejaría que hiciera frente a la situación como le apeteciese. El que su reputación hubiera quedado arruinada, o el hecho de que Nick estuviera utilizándola, le daban absolutamente igual. Lo único que importaba era que no tendría que casarse con Étienne Sagesse.
Gaspard le habló directamente.
-Sagesse ha dicho que si no le has sido devuelta para esta tarde, ya no querrá tener nada que ver contigo. ¡Te considerará mancillada! ¿Lo entiendes, estúpida? Nadie te querrá. Ya no me servirás de nada, porque ningún hombre decente pedirá jamás tu mano en matrimonio. No sólo habrás manchado tu propio apellido, sino también el honor de Sagesse, y eso es exactamente lo que tiene intención de que suceda monsieur Vallerand. Para él sólo eres una excusa que le permitirá dar por terminada una enemistad que se inició hace años. Una vez que eso esté hecho, no tendrás ninguna esperanza de nada remotamente parecido a la vida que habrías podido llevar siendo la esposa de un Sagesse. Sálvate, _____________. ¡Ven conmigo ahora y pon punto final a toda esta locura!
De pronto _____________ se sintió agotada. Sus labios se curvaron en una sonrisa llena de amargura cuando le habló a Nick. -Monsieur Vallerand, todo lo que él dice es cierto, n'estce pas?
Él permaneció de espaldas a ella. -Sí -se limitó a decir.
_____________ recibió la admisión sin ninguna sorpresa. -¿Qué pensaba hacer conmigo en cuanto su juego hubiera llegado a su fin?
-Compensarte apropiadamente por la oportunidad que me habías ofrecido -respondió él, sin ninguna traza visible de vergüenza-. Correré con tu sustento de la manera que es times más adecuada. Descubrirás que mi gratitud por la ocasión de batirme en duelo con Sagesse será ilimitada.
_____________ no pudo evitar sonreír maliciosamente ante tal arrogancia.
-¿Qué ha hecho él para ganarse semejante enemistad por su parte, monsieur?
Vallerand no replicó.
_____________ consideró sus opciones.
-Estoy harta de que se me explote -dijo sin dirigirse a nadie en particular. Su mirada se posó en su padrastro-. Beau-pére, me temo que tendrá que volver a la hacienda de Sagesse sin mí. Ahora que ya no valgo nada en el mercado matrimonial, quizás encontrará alguna otra forma de obtener dinero. En cuanto a usted, monsieur Vallerand... espero que disfrute de su duelo con monsieur Sagesse. Felicidades: ya tiene lo que quería.
-Pero ¿qué vas a hacer tú, _____________? -preguntó Irénée, mirándola con el rostro ensombrecido por la preocupación. -Tan pronto como me encuentre en condiciones de ir allí, me gustaría que me llevaran al convento de las ursulinas. Aunque no tengo ninguna intención de convertirme en monja, estoy segura de que ellas me darán cobijo hasta que decida qué hacer. Sospecho que podré encontrar trabajo como institutriz, o tal vez dando clases en alguna parte. -Extendió una mano hacia Noeline, quien había observado todo el episodio desde la entrada-. Ayúdame a ir al piso de arriba, por favor-le pidió con tranquila dignidad.
_____________ todavía tenía el pelo mojado después de un concienzudo lavado durante el baño. Noeline fue separando cuidadosamente los enredos y comenzó a peinarle los rizos, mientras Irénée permanecía sentada cerca y miraba por la ventana. El sol del atardecer brillaba sobre los robles que crecían a lo largo del camino de acceso y se filtraba hasta el suelo empapado que había debajo. Irénée contempló cómo Nick se alejaba de la casa montado en su negro pura sangre. Cuando estuvo segura de que no había ninguna posibilidad de que regresara, Irénée se volvió hacia _____________ y comenzó a hablarle en voz baja:
-Tienes derecho a saber, _____________, lo que ocurrió entre Nick y Étienne Sagesse. Eso te ayudará a entender mejor a mi hijo, y quizás incluso a perdonarlo un poco. Él no es ni la mitad de malvado y egoísta de lo que parece. Cuando era más joven, Nick dejó pequeñas todas las esperanzas que su padre y yo teníamos puestas en él. Tenía mucho temperamento, desde luego, y solía portarse mal, pero también era bueno y cariñoso, y estaba lleno de encanto. Prácticamente todas las mujeres de Nueva Orleans, jóvenes o viejas, matronas o doncellas, estaban enamoradas de él. Y una mujer, naturellement, fue su perdición.
»Corinne Quérand era la hija de una familia muy respetable de Nueva Orleans. Nick tenía tu edad cuando se casó con ella. Era tan joven que no pudo ver a la verdadera mujer tras la hermosa fachada. El primer año de su matrimonio Corinne lo hizo padre de los gemelos, y él se puso contentísimo. Parecía que iban a ser muy felices juntos, pero entonces... -Irénée hizo una pausa y sacudió la cabeza con expresión de pena.
-¿Qué pasó? -quiso saber _____________.
-Corinne cambió. O quizá permitió que su verdadera naturaleza saliera a la luz. La hermosa máscara cayó, y empezó a dejar a un lado el sentido de la dignidad y las normas morales como si fuesen vestidos que se había hartado de llevar. Corinne no sentía ningún interés por sus hijos. Quería hacerle daño a Nick, alors, se buscó un amante. Me parece, _____________, que podrás adivinar quién fue ese amante.
_____________ tragó saliva penosamente. -¿Étienne Sagesse?
-Ouz, c'étazt luz. Corinne alardeó ante Nicholas de la indiscreción que había cometido con Étienne. Sabía que Nick todavía la amaba, y eso fue lo que la indujo a ser tan cruel... Mon Dieu, mi hijo sufrió como ninguna madre querría ver sufrir jamás a un hijo suyo. Él deseaba ir a ver a Étienne y retarlo en duelo, pero su orgullo no le permitía admitir ante el mundo que su esposa le había sido infiel.
Noeline le recogió los cabellos sobre la nuca a _____________ y fue a darle un pañuelo a Irénée.
-Merci, Noeline -dijo Irénée mientras se secaba los ojos humedecidos por el llanto-. Cualquiera hubiese podido entender por qué tenía que terminar ocurriendo lo que ocurrió. Corinne había utilizado lo que Nick sentía por ella para torturarlo, hasta que finalmente llegó un momento en que él perdió los estribos. Estuvo plenamente justificado, ¿verdad, Noeline?
-Oui, madame.
-¿Qué sucedió?-preguntó _____________, aunque ya lo sabía. Fue Noeline la que replicó.
-Encontraron a madame Corinne en la vivienda vacía del encargado de la propiedad, allá en los bosques. La habían estrangulado.
-Nick afirmó haberla hallado así-dijo Irénée-. Insistió en que él no la había matado, pero no contaba con ninguna coartada. Las autoridades consideraron las circunstancias y optaron por mostrarse indulgentes. A veces se las puede persuadir de que miren para otro lado, especialmente en el caso de una esposa infiel. El duelo con Étienne nunca llegó a tener lugar. Nick continuó insistiendo en su inocencia, pero nadie daba crédito a sus afirmaciones. Sus amistades no supieron serle leales, y Nick se quedó solo con su pena. Yo estaba segura de que pasado un tiempo se recuperaría y volvería a ser el de antes. Pero la amargura lo con-sumió. Se volvió incapaz de expresar afecto, de confiaren nadie, de permitirse a sí mismo sentir interés por nadie excepto sus hijos.
-Madame, ¿cree en su inocencia? -preguntó _____________. El silencio de Irénée se prolongó hasta hacerse insoportable.
-Soy su madre -respondió finalmente.
_____________ frunció el ceño, pensando que aquello no sonaba del todo como un sí.
-¿Tal vez había alguien más que tenía una razón para matarla?
-Nadie más -dijo Irénée con una terrible certidumbre. _____________ trató de imaginar a Nicholas Vallerand poniendo sus poderosas manos alrededor del cuello de una mujer para estrangularla hasta arrebatarle la vida. Descubrió que le resultaba imposible conciliar aquella imagen con su conocimiento del hombre que la había cuidado cuando estaba enferma. Podía aceptar que Vallerand era implacable, eso por no mencionar su capacidad para manipular a los demás. Pero ¿un asesino? _____________ no habría sabido explicar por qué, pero lo cierto era que no conseguía llegar a creerlo.
-Hay que compadecer a Nick-dijo Irénée-. Ahora entiendes por qué te vio como el medio para obligar a Étienne a librar un duelo. Lo considera su oportunidad para vengar el pasado. No me cabe duda de que matará a Étienne. Entonces quizá por fin será capaz de olvidar toda la tragedia.
-Oh -murmuró _____________- su hijo simplemente tendrá más sangre en sus manos.
Irénée no pudo evitar sentirse agradecida por el gran número de visitas que recibió el jueves. Todas sus amistades y parientes del sexo femenino acudieron a la casa de los Vallerand sin importarles la distancia que tuvieran que recorrer, en busca de información sobre la habladuría más apasionante de los últimos años. La controversia se había extendido hasta el último rincón de Nueva Orleans. Era obvio que no tardaría en haber un duelo. Todos sabían que Nicholas Vallerand prácticamente acababa de quitarle la prometida de las manos a Étienne Sagesse y había arruinado la reputación de la joven al hacerlo.
-Los rumores que corren no son ciertos -dijo Irénée plácidamente, reinando igual que una emperatriz sobre las visitas reunidas en su salón mientras iba repartiendo platos llenos de repostería y langues de chat, unos diminutos pastelillos que se disolvían en la lengua-. Me pregunto cómo alguien ha podido llegar a creer que mi hijo sería capaz de atentar contra la virtud de una joven que vive bajo mi techo. ¡_____________ no sólo me tenía aquí para que le hiciese de carabina, sino que además ella había enfermado de las fiebres! ¡Yo misma la cuidé durante su enfermedad!
Cuatro cabezas grises envueltas en tocas de encajes asintieron al unísono. Claire y Nicole Laloux, Marie-Thérése Robert y Fleurette Grenet eran sus mejores amigas, e Irénée siempre había podido contar con su apoyo por muy terribles que fueran las circunstancias. Incluso en los oscuros días del asesinato de Corinne Quérand, no habían dejado de visitarla y nunca se les había pasado por la cabeza la idea de retirarle su amistad. Irénée era buena y generosa, y todos sabían que no había dama más refinada que ella. Su hijo, en cambio...
Aun así, la mayoría de los criollos toleraban a Nicholas. Los Vallerand llevaban décadas siendo una de las familias más insignes de Nueva Orleans. A pesar de su vergonzoso pasado, Nicholas siempre era invitado a todos los grandes acontecimientos sociales del año... pero no a las pequeñas reuniones familiares de carácter más íntimo, donde se formaban y se fortalecían las relaciones verdaderamente importantes.
-Todas sabemos que tú nunca habrías permitido que tu hijo se comportase indebidamente, Irénée -dijo Catherine Gautier, una joven matrona que también mantenía buenas relaciones de amistad con algunas de las jóvenes de la familia-. Pero aun así, la reputación de la pobre chica ha quedado arruinada de todas maneras. Porque ha pasado más de dos semanas bajo el mismo techo que Nicholas, quien no cabe duda es el caballero de mayor... renombre de la ciudad. Nadie culpa a Étienne Sagesse porque ahora ya no quiera tenerla por esposa.
Todas murmuraron su acuerdo, extendieron sus tazas para que se las volvieran a llenar con más café, se terminaron las últimas migajas de pastel y empezaron a atacar un nuevo plato.
-Por supuesto que ahora habrá un duelo -dijo MarieTherese-. Es el único recurso que le queda a Sagesse. De otra manera su honor quedaría manchado para siempre.
-Sí, eso todo el mundo lo sabe-dijo Fleurette al tiempo que se limpiaba delicadamente las comisuras de los labios con una servilleta. Luego asumió una expresión de interés objetivo-. Irénéc, ¿qué fue lo que hizo Nicholas para que esa joven decidiera quedarse aquí en vez de volver con Sagesse?
-No hizo absolutamente nada-dijo Irénée decorosamente.
La mirada que intercambiaron Claire y Fleurette dejaba muy claro que ambas sabían que no había sido así. Era obvio que la joven había sido seducida. O eso o amenazada con hacerla objeto de alguna clase de violencia. ¡Nicholas era tan malvado!
Natural de Virginia, William Charles Coles Claiborne sólo tenía veintiocho años cuando el presidente Jefferson lo nombró el primer gobernador americano del territorio de Orleans. Aunque los criollos no habían dejado de oponérsele en ningún momento, era una coalición de refugiados franceses y americanos hambrientos de dinero la que representaba la mayor amenaza para la administración Claiborne.
Entre aquellos a los que Claiborne consideraba muy juiciosamente como un peligro figuraban Edward Livingston, un neoyorquino que había ido a Nueva Orleans para enriquecerse, y el general Wilkinson, quien mandaba el ejército y acababa de ser nombrado gobernador del territorio de la Luisiana Superior. Ambos hombres se habían aliado en mayor o menor grado con Aaron Burr, quien los animaba a que hicieran todo lo posible para soliviantar a los residentes más poderosos del territorio.
Nick tenía serias dudas acerca de la capacidad de Claiborne para capear la tormenta que iba cobrando forma. Aunque inteligente y decidido, Claiborne todavía lloraba la pérdida de su esposa y su única hija debido a la fiebre amarilla el año anterior. La prensa lo atacaba implacablemente, afirmando que era un réprobo y un jugador, y que había tratado cruelmente a su esposa antes de su muerte. Peor aún, la atención de Claiborne se veía apartada frecuentemente del problema que representaba Burr por la presencia de los cada vez más numerosos piratas que infestaban la bahía de Barataria y. los pantanos al sur de Nueva Orleans.
-El problema-le dijo Claiborne con expresión abatida a Nick mientras estaban sentados en grandes sillones de caoba y hablaban de los últimos acontecimientos que habían tenido lugar en la ciudad- es que los bandidos conocen los pantanos mejor que mi propia fuerza de policía, y están mucho mejor organizados y avituallados. El presidente Jefferson ha prometido enviar unas cuantas cañoneras para que nos ayuden a combatir a los piratas, pero me temo que no estarán en muy buenas condiciones. Y además sospecho que tampoco habrá un gran número de hombres alistados entre los que escoger.
Nick esbozó una sonrisa maliciosa.
-Me permite observar que la mayoría de los criollos no se mostrarán a favor de que se adopten fuertes medidas contra la piratería. Los comerciantes locales pondrán el grito en el cielo si elimina su acceso a la mercancía exenta de tasas. Las fortunas de muchas familias respetables se han basado en el contrabando. Aquí no siempre se lo considera corno una vocación deshonrosa.
-¡Oh! ¿Y a qué familias respetables se está refiriendo? La pregunta, formulada en un tono cargado de suspicacia, hubiera intimidado a muchos hombres. Nick se limitó a reír.
-Me sorprendería que mi propio padre no hubiera contribuido a la causa de los piratas -admitió.
Claiborne lo miró fijamente, atónito ante el atrevimiento de aquella revelación.
-¿Y del lado de quién están sus simpatías en este asunto, Vallerand?
-Si me está preguntando si tengo algo que ver con el contrabando o no, la respuesta es... -Nick hizo una pausa, dio una calada a su delgado puro negro y exhaló un delgado torrente de humo-. Por el momento no.
La insolencia que podía llegar a mostrar aquel hombre hizo que Claiborne dudara entre el enfado y la diversión. Finalmente ganó ésta v soltó una risita.
-A veces me pregunto, Vallerand, si debería contar con usted como amigo o enemigo.
-Si yo fuera su enemigo, señor, no tendría usted ningún motivo de duda.
-Hablemos por un momento de vuestros enemigos. ¿Qué es eso que me han contado mis asistentes acerca de la rivalidad existente entre usted y Étienne Sagesse a causa de una mujer? ¿Y esa ridiculez de que va a haber un duelo? Meramente un rumor, espero.
-Todo es cierto.
La sorpresa apareció en el rostro del gobernador. -¿Va a ser tan irreflexivo como para librar un duelo a causa de una mujer? ¿Un hombre de su madurez?
Nick arqueó una ceja.
-Tengo treinta y cinco años, monsieur, así que difícilmente puede considerarse que ya haya alcanzado esa edad en la que se empieza a chochear.
-Desde luego, pero... -Claiborne sacudió la cabeza, consternado-. Aunque no hace mucho que le conozco, Vallerand, le considero un hombre sensato, no un joven de sangre ardiente capaz de sacrificarlo todo dejándose arrastrar por los celos y la rabia. ¿Batirse en duelo por una mujer? Le creía por encima de semejante conducta.
Una tenue sombra de diversión vibró en los labios de Nick. -Soy criollo. Dios mediante, nunca estaré por encima de semejante conducta.
-Desespero de poder entender jamás a los criollos, dijo Claiborne arrugando la frente. Estaba pensando en su cuñado, quien había muerto recientemente en un duelo mientras defendía la memoria de su hermana-. Con sus mujeres, y todos esos duelos, y los temperamentos tan apasionados que tienen...
-Descubrirá, gobernador, que los duelos son un aspecto inevitable de la vida en Nueva Orleans. Puede que algún día encuentre necesario defender su propio honor de ese modo. -¡Nunca!
Como todos los americanos que vivían en Nueva Orleans, Claiborne no entendía la inclinación de los criollos a librar duelos por lo que parecían ser naderías. Los sables eran el arma preferida, y el arte de la esgrima era enseñado por un floreciente grupo de academias. El jardín detrás de la catedral había absorbido la sangre de muchos galantes caballeros que habían sacrificado sus vidas sólo para vengar lo que ellos imaginaban que era una afrenta. A veces una sola palabra equivocada o la más leve infracción de la etiqueta bastaban para causar un desafío.
-Por Dios, hombre -continuó Claiborne-, ¿cómo puede involucrarse en algo semejante, cuando todavía podría serme de utilidad? Sabe que debo evitar a toda costa ganarme la enemistad de la población de esta ciudad, y si el odio que los criollos sienten hacia mí crece un poco más...
-Los criollos no le odian -lo interrumpió Nick como si tal cosa.
-¿No me odian?-Oírle decir eso pareció apaciguar un poco a Claiborne.
-En general, usted les es indiferente. Es a sus compatriotas a quienes odian.
-Maldición, eso ya lo sé. -El gobernador lo miró con expresión sombría-. No me será usted de mucha ayuda si Sagesse sale vencedor del duelo.
Nick medio sonrió.
-Eso es bastante improbable. No obstante, si no consigo alzarme con la victoria contra Sagesse, mi ausencia no supondrá una pérdida tan grande como usted cree.
-¡Y un cuerno! En estos momentos el coronel Burr está en Natchez, planeando provocar la revuelta en Luisiana y sembrar el caos en sólo Dios sabe qué otras regiones del continente. Dentro de unas semanas estará aquí buscando partidarios. Para entonces lo más probable es que usted se encuentre enterrado al pie de un árbol en lugar de estar procurando verificar los informes que estoy recibiendo. Y si Burr se sale con la suya, su propiedad será confiscada, las riquezas de su familia le serán arrebatadas, y su deseo de ver cómo Luisiana alcanza la categoría de estado nunca llegará a hacerse realidad.
Un destello de malicia brilló en los ojos castaños de Nick. -Sí, caerán sobre el territorio como una bandada de buitres. Nadie puede igualar a los americanos en lo que concierne al saqueo y el pillaje.
Claiborne hizo como si no hubiera oído su observación. -Vallerand, el duelo no puede ser realmente imprescindible.
-Hace diez años que lo es. -¿Diez años? ¿Por qué?
-Tengo que irme. Estoy seguro de que encontrará a alguien dispuesto a ayudarle -dijo Nick, levantándose y tendiéndole la mano para darle el breve apretón propio de los comerciantes que los americanos parecían preferir a la costumbre criolla de besar ambas mejillas. Los anglosajones eran realmente muy raros; siempre tan solitarios, quisquillosos e hipócritas.
-¿Por qué tiene que irse?-inquirió Claiborne-. Hay otras cosas de las que quiero hablar con usted.
-A estas alturas la nueva de mi presencia aquí ya habrá circulado. Estoy esperando recibir un desafío en el escalón de su puerta. -Nick le hizo una leve y burlona reverencia-. A su servicio, como siempre, gobernador.
-¿Y si mañana está usted muerto? Nick le dirigió una sonrisa saturnina.
-Si necesita consejo desde el otro mundo, me complacerá poder proporcionárselo.
Claiborne rió.
-¿Está amenazando con acosarme desde el más allá? -No sería usted el primero que se tropieza con el fantasma de un Vallerand -le aseguró Nick; volvió a ponerse en la cabeza el sombrero de ala ancha típico de los plantadores y se marchó tranquilamente.
Cuando llegó a la entrada principal del viejo palacio del gobernador, vio que un grupo de hombres venía hacia él. La atmósfera estaba cargada de excitación, porque los criollos habían sido arrancados de su plácida rutina por la perspectiva de un duelo en el que participaría Vallerand.
-¿Puedo ayudarles en algo, caballeros?-preguntó Nick sin inmutarse.
Uno de ellos avanzó, respirando rápidamente y con la mirada fija en el moreno rostro de Nick. En un súbito movimiento convulsivo, le golpeó la mejilla con un guante.
-Le reto a duelo en nombre de Étienne Gerard Sagesse -dijo.
Nick sonrió de un modo que hizo que todos los hombres presentes sintieran que un escalofrío les recorría la espalda. -Acepto el reto.
-¿Nombrará un padrino para acordar los detalles del encuentro?
Jacques Clement será mi padrino. Haced los arreglos necesarios con él.
Clement era un hábil negociador que en dos ocasiones había podido zanjar una disputa sin que los aceros hubieran llegado a cruzarse. Esta vez, sin embargo, Nick le había dejado muy claro que no habría necesidad de llevar a cabo ninguna negociación. El duelo sería librado a muerte, con sables, en las orillas del lago Pontchartrain.
-¿Y el médico? -preguntó el padrino-. ¿A quién escogerá...?
-Vos lo nombraréis -replicó Nick con indiferencia, porque lo único que le importaba era el hecho de que por fin tenía su venganza al alcance de la mano.
Después de oír los rumores que corrían por la ciudad, Justin y Philippe recorrían la casa descalzos, librando duelos con bastones y escobas v tirando al suelo los objetos domésticos cuando tropezaban con mesas, cómodas y estantes. Ninguno de los dos abrigaba la menor duda de que su famoso y temible padre vencería a Étienne Sagesse. Ya habían alardeado ante sus amigos de que Nicholas había demostrado no tener igual, tanto si las armas eran las pistolas como las espadas.
Irénée había ido a su habitación, donde rezaba febrilmente para que a su hijo no le ocurriese nada al día siguiente, y pedía al cielo que fuese perdonado por ser tan implacable y sentir aquel horrible deseo de venganza. _____________ estaba sentada en el salón, perpleja y llena de tensión mientras intentaba convencerse de que le daba igual lo que le ocurriera a Nicholas Vallerand. Volvió la cabeza hacia la ventana para contemplar el cielo caliginoso que brillaba con un rielar opalescente. En Nueva Orleans, la humedad que flotaba en el aire nunca llegaba a ser consumida del todo por el sol, v eso daba lugar a los crepúsculos más hermosos que _____________ había visto nunca.
¿Dónde estaría Nicholas ahora? Había aparecido durante la tarde, y luego se había ido sin cenar. Noeline había dado a entender maliciosamente que iba a visitar a su amante. La idea hizo que una emoción inesperada se derramara dentro del pecho de _____________. Se dijo que le daba igual que él tuviera un centenar de mujeres, pero las palabras le sonaron a falso.
Por mucho que lo intentara, no conseguía evitar que su imaginación se obstinara en ver a Nick con su amante en aquel preciso instante. ¿Qué le diría un hombre a una mujer cuan do sabía que podía morir al día siguiente? _____________ entornó los ojos mientras imaginaba a una mujer de rostro irresistible llevando a Nick a su lecho, sus esbeltas caderas meciéndose en un movimiento invitador y su mano en la de él. Y Nick bajaba la vista hacia ella con una sonrisa sardónica en los labios, inclinando la cabeza mientras le robaba un beso y sus manos se movían para quitarle la ropa. «Tenía que pasar mi última noche contigo», podría estar murmurando. «Rodéame con los brazos...» Y mientras la mujer se ponía de puntillas para ofrecérsele, su cabeza inclinándose de buena gana hacia atrás, _____________ imaginó su propio rostro en la misma postura, sus propios brazos deslizándose alrededor de aquella espalda tan ancha...
-Ah, mon Dieu, ¿qué estoy haciendo? -susurró al tiempo que se apretaba las sienes con las manos para expulsar de su mente aquellos pensamientos tan perversos. -¡Mademoiselle!
La voz de Philippe la interrumpió y _____________ alzó la mirada para verlo venir hacia ella. Justin lo seguía sin ninguna prisa, con unos andares llenos de seguridad en sí mismo que le recordaron a su padre.
-¿A qué viene tanta tristeza? -inquirió Philippe, sus ojos azules danzando de animación-. ¿O acaso no te complace que mañana mon pére vaya a batirse en duelo en defensa de tu honor?
-¿Complacerme? -murmuró _____________-. ¿Cómo podría complacerme algo semejante? Es horrible.
-Pero es el mayor cumplido que se le puede hacer a una mujer. ¡Imagínate el entrechocar de los aceros, la sangre, todo por ti!
-El duelo no se librará por ella--dijo Justin secamente, sus ojos azules fijos en el pálido rostro de _____________-. ¿No es cierto, _____________?
-Sí -dijo ella con voz átona-. Es cierto.
-¿Cómo? -Philippe parecía perplejo-. Pues claro que el duelo es por ti. Eso es lo que dice todo el mundo. -Idiota -masculló Justin, y tomó asiento en el sofá junto a _____________, al parecer sabedor de sus miedos-. Nuestro padre saldrá vencedor, ¿sabes? Él nunca pierde.
-¿Y qué pasa si lo que me preocupa no es él? -replicó ella sin perder la calma.
-¿No lo es? Entonces, ¿por qué estás aquí esperando a verlo regresar?
-¡No estoy haciendo tal cosa!
-Sí, lo haces. Y puede que tengas que esperar toda la noche. A veces él no regresa hasta el amanecer. Sabes con quién está ahora, ¿verdad?
-No lo sé, y no... -La voz de _____________ se perdió en el silencio, y enrojeció-. ¿Con quién está?
-¡No se lo digas, Justin! -intervino Philippe, visiblemente enfadado.
-Está con Mariame-dijo Justin, mirando a _____________ con una sonrisa llena de suficiencia en los labios-. Ya hace años que es su placée. Pero él no la ama.
_____________ quería hacer más preguntas, pero se las tragó con extrema dificultad.
-No quiero oír nada más -dijo, y Justin rió despectivamente.
-Te encantaría oír más -dijo-. Pero no te lo diré.
De pronto se oyó un grito femenino lleno de indignación proveniente del piso de arriba.
-¡Justin! ¡Philippe! ¡Ah, ya habéis vuelto a hacer de las vuestras! ¡Venid aquí immédiatement!
Como Justin no parecía dispuesto a levantarse del sofá, Philippe le tiró de la manga con impaciencia.
-¡Justin, vamos! ¡Grand-mére nos está llamando! -Ve a ver qué quiere -dijo Justin con languidez.
Los ojos azules de Philippe se entrecerraron en una mueca de disgusto.
-¡No sin ti! -Esperó mientras Irénée volvía a llamarlos, pero Justin siguió sentado sin mover un músculo. Con un bufido de exasperación, Philippe salió de la habitación.
_____________ se cruzó de brazos y contempló al muchacho con todo el cinismo de que fue capaz.
-¿Hay algo más que quieras decirme? -preguntó. -Me preguntaba si conocías la historia de lo que mi padre le hizo a mi madre -dijo Justin.
Era un muchacho muy malvado, pensó _____________, y sin embargo sentía pena por él. Tenía que ser terrible vivir con la sospecha de que tu propio padre había sido capaz, de hacer algo semejante, terrible saber que tu madre había sido una adúltera. -No es necesario que me lo cuentes -dijo-. Eso no tiene nada que ver conmigo.
-Oh, pues claro que tiene que ver -replicó Justin-. Porque verás, mi padre se va a casar contigo.
_____________ dejó escapar el aire de sus pulmones en una súbita exhalación. Miró a Justin como si éste se hubiera vuelto loco. -¡No, él no va a hacer tal cosa!
-No seas estúpida. ¿Por qué otra razón iba a permitir nuestra grand-mére que él te comprometiese de esa manera, si no tuviera la seguridad de que luego te compensará como es debido?
-No me voy a casar con nadie. Justin rió.
-Ya lo veremos. Nuestro padre siempre consigue lo que quiere.
-Él no quiere tenerme -insistió _____________-. Lo único que quiere es vengarse. El duelo con monsieur Sagesse. -Antes de que la semana haya llegado a su fin serás una Vallerand-predijo el muchacho-. A menos, naturalmente, que nuestro padre sea derrotado en el duelo... y no será así. El ruido de una pluma al arañar un delgado pergamino era el único sonido en la habitación mientras Étienne Sagesse permanecía inclinado sobre el pequeño escritorio. Una palabra tras otra iban llenando la hoja de color marfil, y el rostro que había encima de ella iba enrojeciendo debido al esfuerzo. Secó cuidadosamente la carta, la dobló y la selló, y luego la sostuvo en sus manos con tanto cuidado como si fuese un arma muy delicada. Una suavidad largamente olvidada apareció por un fugaz instante en sus ojos color turquesa cuando los viejos recuerdos danzaron ante él.
-¿Etienne? -Su hermana mayor, Renée Sagesse Dubois, entró en la habitación. Era una mujer impresionante y de gran estatura, admirada por su seguridad en sí misma, res petada por ser una esposa ejemplar y la madre de tres hijos que gozaban de muy buena salud.
Ya hacía años que Étienne era para ella una preocupación tan intensa como lo había sido antes para su madre, y aunque cerraba los ojos ante sus fechorías, no podía evitar ser consciente de su verdadero carácter.
-¿Qué estás haciendo? -quiso saber. Él agitó la carta a modo de respuesta.
-En el caso de que mañana las cosas no salgan de acuerdo con mis deseos -dijo-, quiero que se le entregue esto a Nicholas Vallerand.
-Pero ¿por qué? -preguntó Renée-. ¿Qué has escrito ahí?
-Eso es algo que sólo le corresponde saber a Nick. Renée fue hacia su silla y apoyó su larga mano en el respaldo.
-¿Porqué tienes que batirte en duelo a causa de esa criatura? -preguntó con voz_ por una vez apasionada.
-Por muchas razones. Y el hecho de que _____________ Kersaint sea la única mujer con la que he querido casarme no es la menor de ellas.
-Pero ¿por qué? ¡Ni siquiera es hermosa!
-Es la mujer más deseable que he conocido jamás. No, lo digo muy en serio. _____________ es inteligente, está llena de vida y no hay otra como ella. Me encantará matar a Vallerand para poder hacerla mía.
-¿Serás capaz de vivir contigo mismo si él muere? Una extraña sonrisa curvó los labios de Étienne.
-Eso todavía está por ver. Puedo tener la seguridad, no obstante, de que Nick no podrá seguir viviendo consigo mismo si sale vencedor del duelo. -Dejó la carta encima del escritorio-. Si eso ocurre, no te olvides de esta nota. Yo estaré observando desde la tumba mientras él la lee.
Un chispazo de ira encendió los ojos azules de Renée. -Nunca he entendido tu actitud hacia ese hombre amargado y cruel. ¡Nicholas Vallerand no se merece ni un solo instante de tu tiempo, y sin embargo insistes en jugarte la vida para satisfacer su necesidad de venganza!
Étienne parecía haberla escuchado sólo a medias.
-¿Te acuerdas de cómo era? -preguntó distraídamente-. ¿Te acuerdas de cómo todo el mundo lo quería? Incluso tú.
Una sombra de rubor subió hacia el nacimiento de los cabellos de su hermana, pero Renée era demasiado honesta para negarlo. Al igual que muchas otras mujeres, ella había estado enamorada de Nicholas cuando él poseía aquella galantería juvenil que siempre hacía que el corazón de Renée latiera deprisa.
-Sí, por supuesto que me acuerdo -respondió-. Pero ése no era el mismo hombre, Étienne. El Nicholas Vallerand con el que vas a batirte en duelo mañana se encuentra más allá de toda redención.
El lago Pontchartrain era una pequeña masa de agua que no tendría mucho más de tres metros de profundidad allí donde era más hondo. Sin embargo, aquel lago aparentemente tan dócil podía tornarse peligroso. A veces un fuerte viento agitaba la superficie hasta que las olas se volvían lo bastante violentas para hacer zozobrar las embarcaciones y cobrarse las vidas de muchos hombres.
Aquella mañana, sin embargo, el agua era un espejo gris suspendido bajo el pálido cielo del amanecer. Sólo la sombra de una brisa soplaba sobre el lago y acariciaba la orilla. El duelo entre Nick y Étienne tendría lugar lejos de la playa, junto al inicio de un pinar donde el terreno era firme y llano. Mientras los padrinos y el grupo de espectadores esperaban en su lugar, Nick y Étienne se apartaron de ellos para un encuentro privado.
Los dos hombres eran muy parecidos en estatura y corpulencia, ambos experimentados y bien instruidos en el arte de la esgrima. Ninguno de los testigos presentes se hubiese atrevido a decir con cuál de los dos oponentes habría preferido enfrentarse, aunque varios se habían percatado de que un exceso de buena vida no tardaría en pasarle factura a la agilidad de Sagesse, eso suponiendo que no lo hubiese hecho ya. Se permitía disfrutar demasiado a menudo de los buenos vinos y los manjares suculentos que tanto gustaban a los criollos, y llevaba una vida disipada que no le permitiría seguir ostentando durante mucho tiempo su preminencia como duelista.
Étienne Sagesse se detuvo frente a Nick con una leve sonrisa en su rostro toscamente apuesto.
-Vallerand -murmuró-, podrías haber encontrado alguna otra excusa hace años. ¿Por qué has utilizado a mi pequeña prometida para provocar el duelo? No había ninguna necesidad de privarme de un bocado tan suculento.
-Parecía apropiado.
-Supongo que a ti puede parecerte apropiado, pero el trueque no ha podido ser más dispar. _____________ era casta y modesta, así que valía mucho más que esa ramera a la que tenías por esposa.
Nick tragó aire con un jadeo ahogado. -Te mataré.
-¿Como hiciste con Corinne? -Étienne sonrió despreocupadamente-. Nunca tuve oportunidad de decirte qué inmenso alivio fue aquello. Yo ya estaba muy harto de ella. -Parecía disfrutar viendo cómo se oscurecía el rostro de Nick-. Cuidado -murmuró-. Si te dejas arrastrar por tus emociones me proporcionarás una gran ventaja.
-Terminemos de una vez con esto -dijo Nick hoscamente.
Cruzaron una última mirada antes de volver a recoger sus armas. Nick hizo a un lado un recuerdo nada bienvenido que había empezado a flotar en los límites de su conciencia, un recuerdo de los días de la infancia. Se preguntó si a Étienne le habría pasado por la cabeza un hecho del que muy pocas personas se acordaban en Nueva Orleans: el de que hubo un tiempo en el que ellos dos habían sido amigos inseparables.

Danne G.
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Mensaje por chelis Miér 18 Jul 2012, 6:56 pm

QUIEN GAAAANAAAARAAAAAA??????
AAAAHHHHH
JUSTIIIIN ES UN POCO CRUUEEELLLLL!!!
AUNQUE CREO QUE TIENE RAZOOONNNN!!!
PERO QUE HAY EN LA CARTA QUE DEJO ETIENNE!!!??
chelis
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