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"Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
oh dios se casaran q interesante
sigue ya quiero leer esos 2 capitulos
adoro las novelas asi como esta son estupendas
sigue ya quiero leer esos 2 capitulos
adoro las novelas asi como esta son estupendas
ElitzJb
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
Capítulo 6
Nueva Orleans
Con una sonrisa de satisfacción, Irénée recorrió los dos salones para cerciorarse de que los invitados no encontrarían la menor imperfección y que no habría ninguna huella de dedos en los cristales ni ninguna flor marchita. Tal como dictaba la tradición criolla, la ceremonia nupcial tendría lugar por la tarde.
Enormes guirnaldas de rosas llenaban la casa, y se le había sacado brillo tanto a la plata como a la cristalería. El pastel de bodas era una creación espléndida e imponente, y las flores de pasta de azúcar que lo adornaban habían sido coloreadas con tal habilidad que resultaba casi imposible distinguirlas de las de verdad. En aquellos momentos, cuando sólo faltaban unas horas para la boda, había poco por lo que preocuparse.
La sonrisa de Irénée se oscureció un tanto cuando oyó una pequeña conmoción en el recibidor. Segura de que los gemelos estarían haciendo alguna de sus travesuras, se dirigió a la entrada con una severa reprimenda en los labios. -¡Justin! ¡Philippe! Pas de ce charabia! Pas de ce...
Se detuvo con una exclamación ahogada cuando vio las altas figuras de sus dos hijos pequeños. Alexandre y Bernard estaban en casa.
-Hijos míos -exclamó con incredulidad-, ¿qué estáis haciendo aquí?
Los dos hermanos, altos y de pelo oscuro, se miraron el uno al otro, y luego la miraron a ella.
-Tenía la impresión de que vivíamos aquí, maman -replicó Alexandre en un tono ligeramente burlón.
-Sí, pero... habéis regresado un poco antes de lo que esperaba.
-Decidimos que ya habíamos visto lo suficiente de Francia -dijo Bernard secamente-. Esas hijas de los Fontaine, maman... Bon Dieu, algunos de nuestros caballos son más atractivos que la más apetecible del lote.
-¡Bernard, qué poco caritativo eres! Estoy segura de que exageras.
Alexandre giraba lentamente sobre sus pies mientras contemplaba la casa engalanada con flores.
-¿A qué viene todo esto? -preguntó, lleno de perplejidad-. ¿Es que se ha muerto alguien?
Mientras ______________ permanecía a buen recaudo en el piso de arriba haciendo que le arreglaran el pelo, los Vallerand se reunieron en la sala para una conferencia de familia. Con la ropa arrugada y llena de polvo y cansados por el largo viaje, Alexandre y Bernard contemplaron con incredulidad a su madre y su hermano mayor.
-¿Te vas a casar? -exclamó Alexandre, apoyando la cadera en el respaldo del sofá al tiempo que cruzaba sus largos brazos. Rió suavemente y contempló a Nick, quien lo miró con expresión gélida-. De todas las cosas que esperaba encontrar a mi llegada... -Por alguna razón, ver a su hermano mayor elegantemente vestido para la boda le parecía muy divertido. Alex siempre había sido el más irreverente de los hijos de Irénée-. ¡Bien súr, por fin lo han cazado! -La hilaridad pudo más que él, y rió tan estruendosamente que al final incluso la seriedad de Bernard se vio amenazada por una sonrisa.
-No consigo ver qué es lo que te resulta tan divertido -dijo Nick con expresión adusta.
Para aquel entonces, Alexandre ya casi se había caído al suelo de tanto reír.
-¡Me gustaría saber qué clase de mujer que ha conseguido arrastrarte hasta el altar! ¿Usó un garrote muy grande? Bernard miró a Nick con una mayor seriedad. -¿Quién es ella? Nadie a quien conozcamos, supongo. Tú nunca te has molestado en mirar dos veces a ninguna de las mujeres de por aquí.
Irénée respondió por su hijo mayor.
-______________ es una joven de excelente familia, originaria de Natchez. ¿Te souviens de Jeanne Magnier? La prometida de Nick es hija de Jeanne.
-¿Una Magnier? -repitió Bernard, dirigiendo una mirada especulativa a Nick-. Una familia muy atractiva, según recuerdo. Apostaría a que no necesitó llevar consigo ningún garrote.
Nick sonrió inesperadamente.
-______________ posee muchas virtudes, la belleza entre ellas. -Realmente tiene que ser notable para que tú corras el riesgo de volver a casarte -observó Bernard.
Todos guardaron silencio por un instante, recordando aquella otra boda hacía tantos años.
Irénée rompió el hechizo hablando con vehemencia. -______________ hará muy feliz a Nick, ya lo veréis. El pasado por fin ha quedado atrás para nosotros.
La mano de ______________ temblaba tan violentamente que Nick a duras penas pudo deslizarle el anillo de oro en el dedo. Aunque ambos deseaban casarse, la ceremonia no fue un momento particularmente alegre. Nick estaba tenso y mantenía una expresión sombría, y su mano se hallaba extra-ñamente fría. A ______________ no le cupo ninguna duda de que estaba recordando su primera boda, y la tragedia que no había podido apartar de sus pensamientos desde entonces. Probablemente temía la posibilidad de que su segundo matrimonio fuera a convertirse en un infierno sobre la tierra tal como había ocurrido con el primero.
Por su parte, ______________ se esforzaba por imponerse a sus propias dudas. Las palabras que se disponía a pronunciar la encadenarían para siempre al hombre que había junto a ella. Legalmente Nicholas Vallerand tendría el poder de castigarla, maltratarla o someterla a cualquier capricho, sin importar lo irracional que éste fuese. Dentro del contexto de la cultura criolla, poseería un poder absoluto sobre ______________.
Lo único que podía hacer ella era esperar que no se hubiera equivocado al juzgarlo. Quizá cometía una locura al ponerse en manos de un hombre al que conocía tan poco. Sin embargo, ______________ se recordó pragmáticamente a sí misma que la mayoría de las novias y de los novios apenas sí se conocían, sus compromisos eran acordados por unos padres que rara vez solicitaban su aprobación.
El incienso impregnaba la atmósfera con su penetrante aroma cuando ______________ se arrodilló ante el sacerdote y rezó a Dios pidiéndole que bendijera el matrimonio. Cuando hubo terminado, puso sus manos en las de Nick y dejó que la ayudara a incorporarse.
Pero si bien la ceremonia había sido íntima, al banquete de bodas asistieron tantos invitados que ______________ no pudo contarlos. Incluso perdió de vista a Nick, quien enseguida fue monopolizado por multitudes de parientes. ______________ se quedó junto a Irénée, tratando de ignorar los fragmentos de conversación que iba cazando al vuelo.
-Ni la mitad de guapa de lo que esperaba...
-No tiene aspecto de que su reputación haya quedado muy arruinada, maman.
-Ese pelo...
-Él no tardará mucho en serle infiel...
-¡Ah, yo no me pondría en su lugar ni por todo el oro del mundo!
Irénée la llevó hacia la mesa donde el enorme pastel de bodas, una impresionante fortaleza de azúcar y rosas, se alzaba en todo su esplendor.
-Es hora de cortar el pastel, ______________ -le dijo.
Las jóvenes casaderas enseguida se apresuraron a hacer corro alrededor de ellas dos. Según la tradición, cada una recibiría una porción, que luego se llevaría a casa y pondría de bajo de la almohada junto con los nombres de tres posibles esposos, uno de los cuales quizá se sintiera impulsado a pedirla en matrimonio.
______________ alzó el cuchillo y estudió la imponente creación, preguntándose dónde hacer el primer corte. De pronto fue consciente de que Nick estaba detrás de ella. Un murmullo de excitación recorrió al corro de muchachas cuando él le puso la mano en la espalda a ______________ y le murmuró al oído: -¿Puedo ayudarte?
Ella lo miró con una media sonrisa. Con alivio, vio que su tensión anterior se había desvanecido y que la expresión de su rostro no podía ser más tranquila.
-Sí, por favor -lo invitó, dirigiendo toda su atención hacia el pastel-. No creo que vaya a bastar con este cuchillo. ¿Por casualidad no tendrás a mano un hacha?
Él rió.
-Es un pastel realmente impresionante, ¿verdad?
Su gran mano se cerró sobre la de ella y, haciéndola retroceder suavemente, la dejó apoyada en su pecho. Los invitados rieron y les dirigieron palabras de aliento mientras Nick ayudaba a su prometida a cortar varias porciones, su mano sobre la de ella al tiempo que guiaba el cuchillo. ______________ era intensamente consciente del calor entre sus cuerpos y del modo en que el aliento de él le rozaba el cuello cada vez que Nick se inclinaba hacia delante.
-Estás mirando dentro de mi escote, ¿verdad?-murmuró, dejando sobre la mesa el cuchillo manchado de nata. -Por supuesto que no. Te estoy ayudando con el pastel. -Mentiroso -dijo ella sin tratar de ocultar su diversión, y lo sintió sonreír apoyado en sus cabellos.
-Si vas a privarme de una noche de bodas, no deberías negarme un pequeño atisbo de tus pechos. Y si no querías que los mirase, no deberías haberte puesto un vestido tan escotado.
-Escogí un vestido con mucho escote porque esperaba desviar la atención de todos de mi pelo -dijo ella secamente-. Por desgracia, no parece haber servido de nada: todos están hablando de él.
Nick le tocó la barbilla con las puntas de los dedos y le alzó la cara hacia él. Mientras todos los miraban, acarició uno de los diminutos rizos que habían escapado de la masa rígidamente aprisionada de su rebelde cabellera pelirroja. La humedad había hecho que se volviera todavía más ensortijada de lo habitual, y parecía como si un halo de llamas envolviese su peinado.
-Tu pelo es una de las cosas que encuentro más hermosas de ti. -Inclinándose un poco más sobre ella, dejó que su boca fuera hacia el delicado borde de la oreja de ______________-. Pero aun así -susurró-, prefiero mirarte los pechos.
Ella rió y lo empujó suavemente. Cogiéndole la mano, Nick le besó la punta del pulgar, donde se había acumulado un poco de nata del pastel. ______________ dejó escapar una exclamación ahogada cuando sintió que la lengua de él hacía desaparecer aquel puntito de dulzor.
-Qué malvado eres-dijo después, sabiendo que su sonrojo contrastaba violentamente con el color de sus cabellos. -Deja que vaya a visitarte esta noche. Te mostraré lo malvado que puedo llegar a ser.
-No -dijo ella con una sonrisa provocativa-. Tendrás que hacer honor a nuestro acuerdo. Necesito más tiempo. -Siento oír eso. -Le dirigió una breve sonrisa y luego le soltó la mano.
Pasado un rato se inició el baile, señalando así el momento en que la novia sería conducida al dormitorio donde aguardaría la dura prueba todavía por llegar. Tradicionalmente la madre de la novia la ayudaba a ponerse el camisón, y luego le explicaba lo que ocurriría cuando el novio llegara allí para reclamar sus derechos conyugales. Irénée apareció y le dirigió una sonrisa maternal a ______________.
-Ahora te llevaré arriba, ______________. Dado que tu madre no se encuentra aquí, para mísera un honor acompañarte a vuestra habitación.
Nick llegó junto a ______________ en el mismo momento en que lo hacía Irénée. Sus dedos se cerraron sobre los de la novia mientras se dirigía a su madre.
-No hay ninguna necesidad de que dejes a los invitados, maman.
Irénée miró a su hijo frunciendo el ceño.
-Pero he de llevar arriba a ______________ para ayudarla a cambiarse... Nick, sabes muy bien que tú tienes que esperar aquí abajo. Es la tradición.
-Tengo intención de romperla esta noche -dijo Nick. ______________ lo miró cejijunta por la perplejidad, pero guardó silencio.
Irénée obligó a sus labios a que esbozaran una afable sonrisa, consciente de que los invitados estaban pendientes de ellos.
-¿Qué van a pensar todas estas personas si desapareces de esa manera con ______________?
-Que piensen lo que quieran. De todos modos siempre lo hacen.
-Nicholas-insistió Irénée-, te lo voy a explicar de la manera más clara posible. ______________ todavía no ha sido pre-parada para lo que va a suceder esta noche. No le he explica-do nada.
Nick sonrió.
-Si ______________ tiene preguntas que hacer, me encantará pro-porcionarle las respuestas. Y ahora deja que nos vayamos, maman.
-¡Nicholas, esto es indecente!
Haciendo oídos sordos a la protesta de su madre, Nick se dispuso a llevarse a ______________ de la sala. Tal como les había advertido Irénée, las lenguas se pusieron en movimiento y los ojos se desorbitaron. El que una novia y un novio abandonaran el banquete de bodas juntos era de muy mal gusto, dado que todos los invitados sabían hacia dónde se dirigía la pareja y lo que no tardaría en ocurrir entre ellos.
Alexandre los detuvo en la puerta y, poniendo las manos sobre los hombros de ______________, la besó cariñosamente en ambas mejillas. Sus oscuros ojos relucieron con un suave destello mientras la contemplaba.
-Tu presencia entre nosotros es muy bienvenida, hermanita. Nicholas debería considerarse afortunado de que yo no te haya conocido antes que él.
Su combinación de descaro y encanto hizo reír a ______________ –mientras Nick la apartaba de su hermano con el ceño fruncido por los celos. Luego mantuvo la mano de ______________ apretada en la suya mientras subían por la escalera. Ninguno de los dos habló hasta que hubieron llegado al dormitorio principal.
-Ahora -dijo ______________ con una sonrisa burlona-, cuén-tame por qué no has permitido que tu madre me acompañara hasta aquí. Yo ardía en deseos de escuchar su explicación de lo que sucede entre los esposos cuando comparten el lecho.
Nick cerró la puerta y deshizo el nudo almidonado del corbatín blanco que llevaba.
-Lo que me temía. Tanto si me permites hacerte el amor como si no, doucette, no quiero que mi madre te proporcione ninguna información errónea sobre la relación entre los esposos.
-Después de haber traído al mundo tres hijos, supongo que algo tendrá que saber tu madre acerca de esa relación. -Mi madre cree que el acto sexual nunca debería llevarse a cabo si no es con vistas a la procreación -dijo él-. Es católica.
-Tú también lo eres.
-Sí, pero yo soy un mal católico. ______________ se echó a reír.
-Muy bien. Si tal es tu deseo, puedes educarme. Pero no olvides tu promesa.
-Por supuesto -dijo él.
Fue quitándose la chaqueta sin prisa. Su mirada se encontró con la de ______________ en una íntima unión, y el silencio se cargó de tensión. Pese a su intención de no perder la compostura, ______________ sintió que el corazón le latía erráticamente cuando cobró conciencia de que ahora estaban casados. Nick podía hacer todo lo que quisiera con ella, y nadie interferiría. ______________ se sentía bastante segura de que Nick no traicionaría su confianza precisamente en esos momentos, porque una traición semejante sin duda destruiría cualquier fe que pu-diera tener en él. Por otra parte... lo consideraba perfectamente capaz de ponerla un poco a prueba.
Con una sonrisa defensiva, jugó con las ondas de encajes que rebosaban de las mangas largas hasta el codo de su vestido de seda color espuma de mar.
Después de haber dejado su chaqueta y su corbatín en el respaldo de una silla próxima al hogar, Nick la miró con unos ojos oscuros como el café.
-¿Sabes qué es lo que ocurre en el lecho marital, ______________?
-Por supuesto. Acuérdate de que tengo una hermana casada. Y una no puede evitar oír cosas aquí y allá.
-Cuéntame lo que sabes, entonces.
______________ adoptó una expresión de honda preocupación. -¿Tanto tiempo ha pasado desde la última vez que ya no te acuerdas, Nick?
La impudicia de la respuesta de ella lo hizo sonreír.
-No, sólo quiero oír tu versión y, quizás, efectuar una o dos correcciones si es necesario.
-Muy bien, yo... -Se envaró al ver que Nick iba hacia ella. Tomándola delicadamente por los hombros, hizo que se volviera hasta quedar de espaldas a él. Sentir el roce de los dedos de Nick en su espalda hizo que le fallara la respiración. Empezó a desabrocharle los botones del vestido de bodas. Cuando volvió a hablar, ______________ descubrió que tenía un nudo en la garganta-. ¿Qué estás haciendo, Nick?
-Ponerte más cómoda.
-Me encuentro muy cómoda tal como estoy, gracias. -Un estremecimiento le recorrió el estómago cuando sintió los dedos de él moverse diestramente a lo largo de la hilera de diminutos botones recubiertos de seda-. Nick, tu promesa...
-Accedí a no hacerte el amor-dijo él, el suave calor de su aliento sobre la nuca de ______________-. Pero no estipulaste que no pudiera mirarte.
-Pensaba que habrías tenido suficiente con las casi tres semanas que pasaste viéndome desnuda.
-Dado que permaneciste inconsciente durante la mayor parte de ese tiempo, eso no cuenta.
______________ no pudo evitar que se le escapara una risa nerviosa mientras oía cómo le eran repetidas sus propias palabras. Después de terminar con la hilera de botones, Nick se inclinó sobre los rizos que se elevaban de su cuello para rozárselos con los labios.
El corpiño del vestido le resbaló, y ______________ se apresuró a cerrar las manos sobre la seda y los encajes para mantenerlos firmemente sujetos sobre su delgada camisola. Nick se encontraba tan cerca de ella que podía percibir el calor y el peso de su cuerpo, oler la irresistible fragancia de su piel, el tenue aroma del ron y los vestigios del almidón en su camisa. Pero no la tocó.
______________ respiró hondo, se apartó de él y fue hacia el guardarropa en el que le habían dejado preparadas sus prendas para la noche. Como era habitual en la mayoría de las parejas criollas, habían acordado ocupar dormitorios separados.
-La relación entre esposos parece ser bastante simple -dijo, ingeniándoselas para mantener subido el corpiño al tiempo que sacaba un camisón de uno de los cajones. Mientras se incorporaba, vio el reflejo de Nick en el espejo del tocador. Se había quitado los zapatos y estaba sentado en la cama, con los muslos separados.
______________ se concentró en el camisón que tenía en las manos mientras seguía hablando.
-El esposo y la esposa se abrazan y se besan, hasta que él llega a estar excitado. Entonces él introduce su... su... parte masculina dentro de ella, y eso duele. Después de la primera vez, ya no resulta tan desagradable, pero es una obligación que una esposa no puede rehusar demasiado a menudo. A menos que esté teniendo su periodo, o que alguna otra enfermedad le proporcione un respiro de las atenciones de su marido.
-Un respiro -repitió Nick en un tono muy extraño. Reuniendo valor para lanzarle una rápida mirada de soslayo, ______________ vio en su rostro una mezcla de diversión y consternación que resultaba casi cómica.
-Bueno, sí. No consigo imaginarme a ninguna mujer teniendo ganas de que un hombre le haga eso. Mi hermana Jacqueline dice que es francamente desagradable.
-¿Tu hermana quiere a su esposo? –
-No lo creo. Fue un compromiso acordado, y no están hechos el uno para el otro. Él es un poco mayor que ella. -¿Cuántos años tiene él?
-Alrededor de ciento cincuenta-dijo ______________ lúgubre-mente, y Nick soltó una ruidosa carcajada.
-¿Y tú estabas preocupada por nuestra diferencia de edad?
______________ se encogió de hombros y sonrió, sin poder evitar comparar al decrépito esposo de su hermana con la viril criatura que tenía delante.
-En realidad no estaba preocupada -admitió-. Sólo trataba de provocarte.
-Pues lo has conseguido -la informó él, y ______________ rió. ______________ miró el vestido que estrujaba entre los dedos y se preguntó cómo haría para cambiarse de ropa sin dejar de preservar su pudor. No parecía posible. Trató de consolarse con la reflexión de que, en cualquier caso, ella ya no tenía secretos para él. Sin permitirse pensar demasiado, se quitó el vestido y la camisola, se desató las ligas y se bajó las medias. Todo el proceso requirió menos de un minuto, pero sintió la mirada abrasadora de su esposo posada en ella durante todo ese tiempo, y le pareció que transcurría una eternidad antes de que consiguiera llegar a ponerse el camisón.
Cuando por fin lo miró, tenía la cara de un intenso color rojo.
-Eres muy hermosa-dijo Nick con voz ronca. ______________ sabía que difícilmente podía considerársela como una de esas bellezas que hacen enloquecer de pasión a los hombres, pero el modo en que la miraba Nick no dejaba ninguna duda acerca de que él opinaba todo lo contrario. Y ciertamente ella no iba a discutírselo.
-Merci -murmuró. Fue hacia la cama con pasos cautelosos, se detuvo junto a él y alzó las cejas con expectación-. ¿Y bien? ¿Mi versión de la relación marital se corresponde con la realidad, o deseas modificarla?
Nick le hizo un gesto de que se acercara. Extendiendo una mano, tiró de ______________ hasta subirla a la cama, donde se acomodó con las piernas parcialmente dobladas debajo de ella.
-Hay unas cuantas cosas que quiero aclarar-dijo Nick. Alzó la mano hacia los cabellos de ______________ y alisó suavemente con los dedos los rojos rizos hasta encontrar las horquillas que mantenían sujeto su peinado. Con mucho cuidado, le soltó los cabellos y sus dedos buscaron suavemente entre el desorden. ______________ sintió que un escalofrío de éxtasis le bajaba por la espalda. Los diminutos dolores producidos por los tirones de las horquillas enseguida se convirtieron en un agradable cosquilleo.
-En primer lugar -dijo Nick-, no es una obligación que sólo se pueda eludir en caso de enfermedad o de tener el periodo. Puedes rechazar mis atenciones en cualquier momento, sin tener que dar una razón para ello. Tu cuerpo te pertenece, para ser compartido o retirado según te venga en gana. Yo no encontraría nada placentero en imponerle mi presencia a una pareja que no estuviera dispuesta a aceptarme, lo que nos lleva a un segundo punto. Existen ciertas cosas que un hombre puede hacer para que su pareja encuentre agradable el acto sexual. No tiene por qué ser incómodo, después de la primera vez.
______________ permanecía muy quieta, arrullada por la caricia de las manos de él en sus cabellos.
-Nick... -Una súbita oleada de calor le encendió el rostro, se sintió sofocada de vergüenza-. Cuando nos besamos el otro día... te sentí... es decir, sentí tu... y no creo que...
-¿Sí? -la animó a seguir él con voz enronquecida ante su silencio acongojado.
-Es imposible que puedas hacerme sentir cómoda-dijo ella atropelladamente.
Para la eterna gratitud de ella, Nick no se echó a reír sino que replicó «______________» con mucha seriedad. Luego le besó la coronilla y fue bajando poco a poco hasta su oreja. ______________ sintió cómo sus labios le rozaban la delicada piel del lóbulo. -Creo que tu cuerpo aprenderá a darme cabida -susurró él-. Confía en mí para eso, d'accord?
-Está bien.
Un instante después se sorprendió al verlo levantarse de la cama.
-Ahora tengo que dejarte, petite.
-Pero todavía me quedan unas cuantas preguntas que hacer.
-Desgraciadamente, existen ciertos límites que no debo rebasar si no quiero perder el control. -Su mano descendió hacia el tobillo de ______________ y lo apretó suavemente-. Deja que me vaya, ______________, para que así pueda mantener mi promesa de no tomarte. Te prometo que luego hablaremos más.
-¿No puedes quedarte un ratito más? -preguntó ella, extendiendo la mano para tocarle el pecho. Sintió cómo los músculos de Nick se movían bajo la tela de su camisa, y aquella súbita tensión le reveló la intensidad del deseo que él mantenía a raya tan firmemente. La tenue claridad de las eilleuses, las pequeñas lámparas del tocador y la mesilla de noche, danzaba delicadamente sobre los firmes contornos de su pómulo y su mandíbula.
Torciendo el gesto visiblemente, Nick le tomó la mano y se la apartó del pecho.
-No si deseas seguir siendo virgen esta noche -dijo en un tono bastante hosco.
De pronto ______________ se sintió tentada de invitarlo a que-darse. Sin embargo, no podía permitir que un impulso repentino interfiriese en su resolución. Sólo podría consentir que Nick le hiciese el amor cuando tuviese la seguridad de que estaba realmente enamorado de ella o, al menos, de que sentía algo muy próximo al amor. Y sabía que la atracción aún no había madurado hasta convertirse en esa emoción más profunda que sólo podía llegar con el tiempo.
-Entonces buenas noches -dijo, y se inclinó hacia delante para rozarle los labios con un rápido beso.
Nick sacudió la cabeza melancólicamente.
-Yo intento que puedas confiar en mí y tú no me lo estás poniendo nada fácil, chérie -dijo-. Eres demasiado tentadora, y, no estoy acostumbrado a renunciar a lo que deseo. -Cogió la chaqueta, se la puso y fue hacia la puerta.
-¿Nick? -Sus acciones llenaron de inquietud a ___________. Nick no se habría puesto la chaqueta si no planeara ir abajo. Pero seguramente no estaría pensando en volver allí para reunirse nuevamente con sus invitados, ya que eso habría sido el colmo del mal gusto. ¿Podía ser que tuviera la intención de salir de la plantación?
Él se detuvo y la miró por encima del hombro. -¿Sí?
-¿Vas a salir esta noche?
Una sonrisa tan breve como irritante flotó por un momento en los labios de Nick, como si supiera con toda exactitud qué era lo que temía ______________: que aquella noche pudiera ir a satisfacer sus deseos con su placée, dado que su esposa no se hallaba disponible para él.
-Algún día, ma petite, mi paradero durante la noche será asunto de tu incumbencia-dijo. Y luego, con un brillo malvado en los ojos, añadió-: Pero todavía no.
Y con esas últimas palabras se fue, cerrando suavemente la puerta tras de sí.
______________ se la quedó mirando, consciente por primera vez en su vida del acre sabor de los celos.
Nick se detuvo ante la puerta del dormitorio, contrariado por tener que dejar a ______________ cuando cada uno de sus impulsos le exigía que volviera con ella. En su fuero interno sabía que era capaz de persuadirla de que se le entregara, y que ella disfrutaría del acto tanto como él. Sin embargo, la confianza de ______________ le importaba demasiado para arriesgarla. Esperaría durante todo el tiempo que ella quisiera, aunque iba a ser difícil.
¿Había deseado así a Corinne? El recuerdo de su primera noche con ella era poco más que un confuso borrón, pero se acordaba de que después Corinne -la primera y única virgen con la que se había acostado- siempre lo había mirado con resentimiento y reproche. A pesar de lo mucho que él se había esforzado por tratarla con delicadeza, aquella noche había sido una experiencia muy dolorosa y mortificante para ella. A Corinne la habían educado para que aprendiera a temer cualquier clase de intimidad con su esposo, del mismo modo en que a Nick se le había enseñado a pensar que el amor que se sentía por una esposa no tenía nada que ver con el que se sentía por una amante.
Gracias a Dios, la edad y la experiencia le habían llevado a creer otra cosa.
Al día siguiente Bernard sostenía entre sus largos dedos una copa llena de vino tinto mientras contemplaba a su hermano mayor. Era la primera ocasión de hablar en privado que tenían desde que él había vuelto de Francia. Nick había pasado todo el día fuera de la mansión, supervisando la reparación de un puente defectuoso en la propiedad. Luego fue a la biblioteca sin cambiarse de ropa, con la intención de tomar una copa mientras le preparaban el baño. La suciedad que manchaba sus ropas atestiguaba que había tomado parte de manera muy activa en la reparación del puente.
Bernard no pudo evitar sentirse divertido por el aspecto de su hermano.
-Éste no es el modo en que yo habría esperado que pasarías el día siguiente a tu boda-dijo.
-Yo tampoco me esperaba que fuera así -replicó Nick sarcásticamente mientras tomaba asiento y cruzaba las piernas, sin prestar atención a las pellas de barro que se desprendieron de sus botas para caer sobre la magnífica alfombra de Aubusson.
-Veo que hay un aspecto en el que no has cambiado: nada está bien a menos que lo hagas tú mismo. Porque de hecho no hay ninguna necesidad de que vayas por el barro y sudes como un jornalero, ¿verdad?
Nick apretó los labios en una mueca de irritación. Ni Bernard ni Alexandre querían cargar con ninguna de las responsabilidades de llevar una plantación. Cuando entraban en la biblioteca, era sólo para alargar el brazo hacia los licores o extender la palma de su mano para recibir sus asignaciones mensuales.
Sin embargo, ambos -Bernard en particular-criticaban a Nick con toda libertad cuando no estaban de acuerdo con las decisiones que tomaba acerca de la plantación. Lo más irónico de todo aquello era que a Nick ni siquiera le gustaba la agricultura, y sólo había heredado una pequeña parte del intenso amor por la tierra que sentía su padre. Sus intereses se orientaban mucho más hacia los negocios y la política.
Además, sus crecientes actividades políticas habían modificado su manera de ver ciertas cosas. Muchos de los políticos que venían a visitarlos desde el noreste no intentaban ocultar que estaban a favor del abolicionismo, y en el curso de los debates que mantenía con ellos, Nick había descubierto que cada vez le costaba más defender el sistema de esclavitud que había heredado.
Había oído decir que ni siquiera el presidente Jefferson tenía formada una opinión muy clara sobre el tema de la esclavitud, y que intentaba equilibrar las cuestiones éticas con los intereses económicos. El dilema moral al que tenía que hacer frente Nick, combinado con su falta de interés por el cultivo de la tierra, había hecho que la plantación de los Vallerand se convirtiera en una pesada carga de la que le habría encantado poder librarse.
-Dado que al parecer soy el único Vallerand que se encuentra disponible para llevarla plantación -dijo Nick sardónicamente-, me parece que haré lo que considere más adecuado. No obstante, si tú o Alexandre deseáis asumir alguna responsabilidad, os la transferiré de muy buena gana. -Nuestro padre decidió hace mucho tiempo cuáles serían los papeles que asumiríamos -dijo Bernard con un filosófico encogimiento de hombros-. Tú ibas a ser el modelo, el más selecto representante de toda la descendencia aristocrática de Nueva Orleans... el cabeza de familia. Yo sería el hijo pródigo, y Alexandre el libertino. ¿Cómo te atreves a sugerir que nos salgamos de los papeles que nos adjudicaron?
Nick lo miró con escepticismo.
-Ésa es una excusa muy cómoda, Bernard. La realidad es que nuestro padre ya se ha ido de este mundo, y ahora puedes hacer lo que quieras.
-Supongo -masculló Bernard, estudiándose las botas. –
Durante el incómodo silencio que sobrevino a continuación, Nick intentó encontrar alguna manera de abordar el asunto que tenían que discutir.
-¿Realmente eran tan poco atractivas las hijas de los Fontaine, Bernard? -preguntó finalmente.
Su hermano dejó escapar un suspiro de cansancio. -No, no... Pero ¿cómo voy a pensar en el matrimonio cuando sé que en algún rincón del mundo tengo a una mujer y un hijo ilegítimo que necesitan mi protección?
-Ya hace diez años de eso-le dijo Nick en un tono bastante seco-. A estas alturas, ella probablemente habrá encontrado un esposo.
-¿Y se supone que eso debe servirme de consuelo? ¿El hecho de que ahora otro hombre esté criando a mi hijo? ¡Dios mío, durante los últimos diez años no ha habido ni una sola noche en la que no me preguntara por qué ella me dejó sin decirme a mí o a su familia adónde iba!
-Lo siento, Bernard -dijo Nick suavemente-. Quizá yo podría haber hecho algo al respecto, pero en lugar de eso... Se calló. En aquel tiempo había estado demasiado atrapado en la maraña creada por el asesinato de Corinne para dedicar un instante de sus pensamientos a la infortunada aventura de su hermano con Ryla Curran, la hija de un gabarrero americano. Bernard y la joven sabían que el matrimonio entre un católico y una protestante habría significado el desastre para uno de ellos o tal vez para ambos. Cuando Ryla descubrió que estaba embarazada, desapareció. Pese a todos los esfuerzos que hizo Bernard por encontrarla a ella y al bebé, ya habían transcurrido diez años sin que hubiera ni el menor rastro de ellos.
-Bernard-dijo Nick-, ya has dedicado suficiente tiempo a buscarlos. Ahora quizá deberías renunciar de una vez al pasado.
-¿Es eso lo que tú has decidido hacer?-preguntó Bernard, cambiando abruptamente de tema-. ¿Es ésa la razón para este matrimonio tuyo tan precipitado?
-Me casé con ella porque la deseo-dijo Nick sin perder la calma.
-No pasaste la noche con ella. Toda la casa lo sabe. -Al diablo con la casa. Es mi matrimonio, y lo llevaré como me venga en gana.
-Sé que lo harás --dijo Bernard alegremente-. Pero me parece que cometes una estupidez al dolerle la espalda a la tradición. Recuerda, deberías pasar al menos una semana a solas con tu nueva esposa. -Sonrió sugestivamente-. Como esposo, tienes el deber de domarla apropiadamente. Nick torció el gesto.
-Puede que algún día solicite tu opinión al respecto. Mientras tanto...
-Sí, ya lo sé, -Un destello de humor centelleó en los oscuros ojos de Bernard-. Por cierto, ¿has decidido renunciar a Mariame?
Cuando ya estaba separando los labios para hablar, algún instinto impulsó a Nick a volver la mirada hacia la puerta. ______________ estaba de pie en la entrada de la biblioteca, a la que acababa de acudir en busca de Nick. Su expresión dejaba muy claro que había oído la pregunta de Bernard.
-Perdona que os interrumpa, mon mari --dijo afablemente. Con aquel vestido de color melocotón que resaltaba la forma de sus pechos al unirlos y se extendía delicadamente sobre su esbelta figura, se la veía fresca y llena de vida. Nick enseguida quiso tomarla entre sus brazos, por muy manchadas de barro y sudor que estuvieran sus ropas, y tomar posesión de su boca con un apasionado beso-. Tu bañera ya está preparada -le dijo-. Supongo que querrás lavarte antes de cenar.
Nick estuvo a su lado de inmediato, y sintió que su humor mejoraba con la presencia de ______________. Su esposa surtía un efecto realmente notable sobre él, recordándole aquella época de su vida en la que era joven, estaba lleno de ideales y el mundo sólo le prometía felicidad.
-Desde luego. Ya hablaremos después, Bernard.
Su hermano murmuró una réplica inaudible mientras ellos se iban.
-Estás muy sucio -dijo ______________-. ~ Qué has estado haciendo hoy, Nick?
Nick hizo como si no la hubiera oído, y se preguntó si alguien más en la familia habría especulado sobre su posible paradero la noche anterior.
-¿Hizo su madre por casualidad alguna mención de mi marcha anoche?
-Oh, sí-replicó ______________ con un filo irónico en la voz-. Me aconsejó que te perdonara por no haberme atendido como es debido durante nuestra noche de bodas, e intento convencerme de que mejorarás con el tiempo.
El la cogió del codo mientras caminaban. -¿Te gustaría saber adonde fui anoche?
-No particularmente-dijo ______________, y él sonrió ante lo que estaba claro que era una mentira-. Sin embargo -añadió-, si deseas contármelo, adelante.
-Fui a ver a mi antigua placée. -La diversión de Nick persistió cuando ______________ apartó bruscamente el codo de la mano con que él se lo sujetaba--. ¿Quieres que te cuente lo que sucedió entre nosotros?
-No -replicó ella, y luego se detuvo para mirarlo recelosamente-. ¿Has dicho «antigua»?
-Sí, eso es lo que he dicho. Y no sucedió nada, aparte de lo que acordamos poner fin a nuestro acuerdo.
-¿Nada? -preguntó ella con suspicacia. -Ni siquiera un beso de despedida.
-Oh. -Con un inesperado e intenso alivio, ______________trató de ocultar el placer- que sentía. Dejó que él volviera a cogerla del brazo y entraron en su dormitorio, donde había un baño humeante. Una pastilla de caro jabón hecho a mano y una pequeña montaña de toallas dobladas habían sido colocadas encima de un cubo puesto del revés junto a la bañera. Nick hizo un sonido de aprobación al verlas, y se quitó la camisa.
______________ se detuvo, sin poder evitar mirar su cuerpo. Mus-culoso y bronceado por el sol, Nick era un magnífico ejemplar de varón. Una gruesa mata de vello negro cubría su pecho y descendía, estrechándose en una sedosa capa, sobre la tensa musculatura de su abdomen. Sus brazos desnudos aparecían fortalecidos por el trabajo en la plantación, así como por los muchos años de practicar la esgrima. ______________ se quedó sin aliento mientras lo contemplaba ir hacia la cama y tomar asiento en el borde de ésta.
Nick la miró con sus ojos oscuros como el café. Una sonrisa inclinó una de las comisuras de sus labios cuando se percató del interés con que lo observaba ______________. Librándose con un gruñido de esfuerzo de las botas embarradas, dejó caer al suelo aquellos dos objetos impresentables y se sacudió las costras de barro seco que se le habían quedado pegadas a las manos. Los músculos se tensaban bajo su reluciente piel bronceada con cada movimiento que hacía. ______________ vio que tenía unas cuantas marcas en el torso, incluida una cicatriz en forma de estrella sobre el hombro.
-¿De dónde provienen esas cicatrices? -preguntó. -Son heridas de duelo. Con lo insignificante que es mi honor, he tenido que recurrir a toda mi destreza para defenderlo.
El atractivo aroma almizclado de su piel llegó a la nariz de ______________. Sentirlo hizo que quisiera ir hacia Nick y apretar el rostro contra el calor salado de su cuello. Se acercó lentamente hacia él, volviendo a posar la mirada en sus cicatrices.
-Supongo que algunos de los jóvenes criollos de la ciudad pretenden demostrar su hombría enfrentándose a ti -dijo-. Como lobos que retaran al líder de la manada. ¿Alguna vez has herido de muerte a alguien?
Nick sacudió la cabeza.
-Lo normal es que el honor quede satisfecho con la primera sangre. Siempre he intentado evitar los duelos, salvo en el caso de Sagesse. Sólo lucho cuando los demás me obligan.
-Comprendo -dijo ______________ con dulzura al tiempo que extendía la mano para tocarle la cicatriz del hombro. No era consciente de haberse aproximado a su cuerpo medio des nudo, pero ahora estaba junto a él y su aliento hacía que el vello del pecho de Nick temblara suavemente. ¿Cuántas veces habría hecho frente él a la punta de una espada? ¿Cuán cerca de la muerte había llegado a estar? El pensamiento la llenó de una profunda inquietud. Desconcertada, ______________ se apresuró a volverle la espalda.
-Tienes que estar muy cansado después de tanto ejercicio -dijo-. Sin duda estarás impaciente por disfrutar de tu baño. Te dejaré a solas con...
Un leve rumor detrás de ella hizo que no llegara a completar la frase. Comprendió que Nick se había quitado los pantalones. Ahora estaba completamente desnudo. Paralizada por la indecisión, ______________ intentó decidir si quería irse o prefería quedarse.
Oyó el ruido que hizo el cuerpo de Nick al meterse en el agua.
-¿Por qué no me ayudas a bañarme, petite?
______________ se volvió, sin poder evitar que sus ojos absorbieran con avidez la visión de toda aquella reluciente piel masculina, las duras curvas de sus hombros alzándose sobre el borde de madera de la bañera.
-¿Necesitas ayuda? -Sentía los pulmones calientes y dilatados, como si hubiera inhalado una parte del abundante vapor que envolvía a Nick.
-Dijiste que querías acostumbrarte a mí. Ahora te estoy dando una oportunidad de hacerlo.
-Qué considerado por tu parte.
Nick sonrió y se recostó en la bañera, dejando escapar un suspiro cuando el agua caliente bañó sus músculos tensos. Luego entornó los ojos, con la expresión de un gato perezosamente reclinado al sol.
-Al menos podrías pasarme el jabón, ma petite. -Una sonrisa flotó en sus labios cuando añadió provocativamente-: Sé valiente, ¿quieres?
______________ no era el tipo de mujer que retrocediera ante un desafío. Y su curiosidad podía mucho más que su aprensión. -Ciertamente, mon mari. -Cogió la pastilla de jabón y la olió, detectando el aroma de la melisa.
Nick se irguió en la bañera, ofreciendo a ______________ su ancha y musculosa espalda. El movimiento volvió a recordarle a un gato cuando pide en silencio que lo acaricien.
Un estremecimiento más placentero recorrió el estómago de ______________.
-¿Por qué no? -dijo-. Te frotaré la espalda, mon mari. Pero el resto tendrás que hacerlo tú mismo. -Subiéndose las mangas por encima de los codos, fue hacia la bañera. El agua estaba muy clara bajo el vapor que ascendía de ella, proporcionándole una buena visión de la erección rampante que había debajo de su superficie. Aunque intentó no reaccionar ante aquel espectáculo impresionante, un sú-bito rubor subió hasta el nacimiento de los cabellos de ______________.
Nick enarcó una ceja, como si hubiese esperado un grito de sorpresa. ______________ rodeó la bañera hasta detenerse detrás de él.
-Parece como si eso tuviera que doler -comentó.
Él echó la cabeza hacia atrás para observarla desde la bañera.
-¿A ti o a mí?
______________ no pudo evitar sonreír ante lo provocativo de la pregunta, y se sonrojó.
-A ambos, me imagino.
Sin más comentarios, Nick volvió a inclinarse hacia delante. ______________ metió las manos en el agua y frotó la pastilla de jabón entre ellas, hasta que el intenso aroma de la melisa llenó el aire. Dejó el jabón a un lado y empezó a extender la cremosa sustancia sobre la espalda de Nick, siguiendo con los dedos los duros contornos del músculo y la gruesa línea de su columna. Hilillos de agua y jabón corrieron por la piel bronceada.
Lavarle el pelo parecía un acto extraordinariamente íntimo, pero ______________ también lo hizo, moviendo sus dedos en-jabonados por entre los oscuros rizos mojados y frotando el cuero cabelludo. Nick no intentó ocultar lo mucho que disfrutaba con sus cuidados. ______________ se incorporó para coger el cubo lleno de agua fresca y derramársela por la cabeza, enjuagando así el jabón.
Luego volvió a dejar el cubo en el suelo con mucho cuidado, mientras Nick se apartaba los mechones mojados de la frente. Sus pestañas llenas de gotitas de agua se elevaron cuando la miró.
-¿Por qué no te reúnes conmigo?
La sugerencia excitó y sorprendió a ______________. Un delicioso dolor floreció en su pecho y se propagó hasta las puntas de sus senos, convertidos en dos puntos muy sensibles. Cuan do por fin consiguió hablar, ______________ sintió que la garganta le hormigueaba como si hubiera bebido miel caliente.
-No hay espacio suficiente para dos personas -dijo. -Lo hay si nos sentamos lo bastante cerca el uno del otro.
Al ver que ______________ permanecía inmóvil, Nick se inclinó hacia ella. Su boca encontró un punto vulnerable en el cuello de la joven, y empezó a lamerlo y mordisquearlo suavemente. ______________ tragó aire, mientras su cuello respondía al roce masculino de la mandíbula de él. El mundo pareció inclinarse poco a poco, como si ______________ estuviera dentro de algún enorme cuenco de cristal que hubiera empezado a rodar lánguidamente sobre su costado.
Cuando extendió los brazos en un intento de no perder el equilibrio, una de las manos de ______________ quedó apoyada en la peluda superficie del pecho de Nick. Sus dedos se hundieron en una esterilla de rizos empapados de agua caliente. Su pulgar reposaba sobre el borde sedoso del pezón de Nick, y ______________ no pudo evitar acariciarlo hasta que lo sintió contraerse en una dura punta. Nick dejó escapar un murmullo y le puso una mano en la nuca. ______________ dejó que atrajera su boca hacia la suya, y Nick la besó con avidez no exenta de delicadeza.
Una oleada de placer se agitó dentro de ______________, y su piel se volvió sensible al más leve de los contactos. Abrió la boca como en sueños, y permitió que Nick la explorase con lentas caricias de su lengua. No protestó cuando él le cogió la mano y se la guió bajo el agua, el calor de la cual no era nada comparado con el fuego abrasador de su excitación.
Dúctiles y obedientes, los dedos de ______________ se curvaron en torno a la larga virilidad de Nick. Su contacto no se parecía a nada de lo que ella había esperado. La piel de Nick era como un fino raso firmemente extendido sobre la dureza de su miembro. ______________ recorrió la forma de éste con la mano, explorándolo delicadamente bajo el agua. Nick continuó besándola, su aliento parecía ejercer presión contra su mejilla, y ______________ se sintió extrañamente mareada al percatarse de su creciente excitación.
Se inclinó hacia delante para tenerlo todavía más cerca, hasta que la pechera de su vestido quedó empapada y el duro borde de la bañera se le incrustó en el estómago. Fue únicamente ese nuevo dolor lo que la hizo volver en sí. ______________ torció el gesto y retrocedió con un pesado jadeo.
El rostro de Nick estaba relajado y profundamente concentrado a la vez. ______________ parpadeó y se pasó las manos mojadas por la cara.
Nick extendió el brazo hacia ella y pasó el pulgar por una gotita de agua que iba descendiendo perezosamente por entre sus pechos.
-Bésame otra vez-murmuró.
______________ dejó escapar una risa temblorosa y se incorporó penosamente, estremeciéndose al sentir la tela empapada de su vestido en el pecho.
-Me parece que ya habéis tenido más que suficiente de mí por hoy, monsieur.
Él se puso de pie dentro de la bañera, el agua corría en una reluciente cascada a lo largo de su cuerpo envarado por la excitación.
-Si hubiera tenido suficiente de ti, ma petite, ahora no presentaría este aspecto.
Con un jadeo ahogado, ______________ se apresuró a apartarse de él. Sintió que la mano de Nick la rozaba cuando intentó agarrarla, y lo esquivó ágilmente. Un estallido de risitas entrecortadas escapó de sus labios.
-¡No te atrevas, Nick! ¡No me toques!
Él salió de la bañera y la siguió, mientras ella huía hacia la puerta. La mano de ______________ se cerró sobre el pomo de porcelana pintada al tiempo que se le ocurría pensar que no podía ir por la casa con el vestido empapado. Tampoco podía batirse en retirada hacia su habitación para cambiarse de ropa, ya que las doncellas probablemente todavía estarían barriendo la alfombra y cambiando las sábanas de la cama. -Vamos, Nick -dijo en el tono más razonable de que fue capaz, todavía dándole la espalda-, ya está bien. Te traeré una toalla y...
Los brazos mojados de Nick se curvaron alrededor de ella, quien sintió que el agua de su pecho le empapaba la espalda del vestido. Otro torrente de risitas brotó de los labios de ______________, y se maldijo a sí misma por haber perdido la compostura hasta ese punto.
-¡Nick, me has mojado toda!
La boca de él descendió sobre su nuca y la besó suavemente.
-Mi dulce esposa -susurró-. Deja que tenga sólo un poquito más de tu persona. No faltaré a mi promesa, te lo juro. Sólo deja que te toque. Por favor.
______________ lo sintió tirar de la tela de su vestido, y las cintas cedieron de pronto para liberar en un impetuoso estallido su carne confinada. El corpiño empezó a deslizarse, y antes de que ella pudiera evitarlo, el vestido cayó al suelo en un confuso montón de tela empapada. ______________ quedó con una camisola mojada y las medias por única vestimenta. La mano de Nick recorrió la apretada curva de sus nalgas desnudas, y ______________ dio un salto al sentir el inesperado contacto de sus dedos.
Oyó el suave canturreo que escapó de los labios de Nick mientras sentía la delicada presión de su pecho en la espalda con cada una de sus profundas inspiraciones. La mano de Nick se deslizó sobre su cadera y luego siguió camino hacia delante, hasta que las puntas de sus dedos rozaron con suavidad el hueco de su ombligo. ______________ puso las palmas de las manos sobre la dura madera del panel de la puerta y la apretó.
-Nick -consiguió balbucear-, no deberías... -Pararé tan pronto como tú me lo digas. -La palma de su mano se deslizó en una delicada caricia por encima del suave mechón de vello que crecía entre los muslos de ______________. Los dientes de Nick capturaron su nuca en un tenue mordisqueo, y luego mitigó la presión con delicados movimientos de su lengua-. No tengas miedo. Sólo quiero darte placer. Deu, qué dulce eres.
Su traidora garganta se cerró sobre la protesta que ______________ quería hacer salir de ella, mientras que la proximidad de Nick hacía que todo el cuerpo empezara a dolerle en los lugares más íntimos. Siguió vuelta de espaldas a él, ladean-do, mientras Nick le subía la camisola hasta la cintura. Luego hizo que la abrasadora longitud de su erección le presionara las nalgas: la punta del miembro parecía marcarla como un hierro al rojo vivo. La realidad que ya apenas podía percibir se le escurrió definitivamente de entre los dedos, y ______________ se apretó a su vez contra la tórrida forma masculina.
Los dedos de Nick vagaron por sus rojos mechones, explorando suavemente el delicado montículo femenino. ______________ abrió la boca, pero no fue capaz de decirle que parase. La sensación era demasiado deliciosa. Nick prosiguió su exploración del mullido triángulo, hasta que ______________ gimió y separó las piernas en una súplica involuntaria. La boca de Nick le tocó la oreja y luego fue hacia su húmeda mejilla.
Los hábiles dedos de él separaron delicadamente los labios hinchados del sexo de ______________ y entraron en la delicada hendidura.
-Petite, he soñado con tocarte ahí... de este modo... sí, déjame hacerlo, ma belle... -Encontró la diminuta protuberancia de carne que había empezado a palpitar con una nueva e intensa sensación, y las puntas humedecidas de sus dedos tocaron, describieron círculos y excitaron hasta que ______________ empezó a gimotear y apoyó la frente en la puerta. El corazón se le había desbocado, y la sangre corría por sus venas con la fuerza de un torrente.
-Nick -dijo con voz entrecortada-. Oh, Nick...
El dedo medio de Nick entró en ella, deslizándose sin ninguna dificultad a través de la apretada abertura. ______________ se envaró ante aquella delicada invasión, al tiempo que sentía que un extraño calor se extendía por todo su cuerpo. -¿Quieres que pare? -susurró él. Retiró el dedo, lo que la hizo estremecerse-. Dímelo, _____________. Dime qué quieres, y lo haré.
______________ se volvió hacia él, le pasó los brazos por el cuello y apretó sus pechos, contra su pecho. Todos los principios Habían quedado reducidos a cenizas en aquella devastadora conflagración del deseo,
-Nick, hazme el amor, ahora, por favor, por favor, por favor...
-Todavía no quiero tomar tu virginidad. -Su mano descendió por la espalda de ___________ en una caricia que pretendía calmar, pero sólo sirvió para hacerla debatirse frenéticamente-. No hasta que esté seguro de que realmente lo deseas.
-Lo deseo -gimió ella-. De veras.
La mano de él se deslizó entre sus piernas, sus dedos regresaron infaliblemente al lugar en el que ella más necesitaba tenerlos.
-No quiero hacerte sufrir. Sólo pretendía asegurarme de que lo deseabas.
Si ______________ lo hubiera deseado más habría ardido como una antorcha. Su cabeza cayó hacia atrás sobre el brazo que la sostenía al tiempo que sus caderas realizaban movimientos circulares en respuesta a cada una de sus caricias. Las sensaciones se inflamaron rápidamente, demasiado rápidas, demasiado abrasadoras, y ______________ gritó mientras un gran espasmo se adueñaba súbitamente de su cuerpo, haciendo que sus nervios ardieran y, que el placer inundara su ser hasta dejarla sin tuerzas y hacerla temblar. Se dejó caer sobre él, enterró la cara en su hombro.
-Nick... llévame a la cama.
-No -dijo él, robando un duro beso de sus húmedos labios-. No quiero aprovecharme de ti, petite.
-Nunca se me ocurriría pensar tal cosa. Por favor, Nick.
-No. Después podrías culparme por ello.
______________ se asombró de que Nick fuera capaz de negarle lo que le pedía, cuando era obvio que él también deseaba lo mismo. ¿Tanto le importaban los sentimientos de ella? Pensarlo le aceleró el pulso, y, volvió a ofrecerle la boca. Cuando sus labios se separaron, dijo con un hilo de voz:
-Si lo que quieres dar a entender con eso es que ahora no sé lo que hago...
-No lo sabes.
-¡Pues claro que lo sé!
-Una buena esposa criolla nunca le lleva la contraria a su marido -dijo él.
______________ soltó una carcajada a su pesar y le acarició el pecho. -Nick... -Restregó la mejilla contra la suave lisura de su hombro-. ¿Crees que el agua del baño todavía estará caliente?
-Probablemente. -Le alzó la barbilla y sonrió-. ¿Ahora me toca a mí el turno de bañarte? -preguntó, y la tomó en sus brazos antes de que ella pudiera responder.
Danne G.
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
AAAII SE CAAASAAAROOONNNN!!!!!..
JEJEJEJE
PERO POR QUE EL HERMANO DE NICK .. DIGO BERNARD!!!
SE COMPORTA RAROOOO???
AAAII SIGUELA PORFIIIISSS
JEJEJEJE
PERO POR QUE EL HERMANO DE NICK .. DIGO BERNARD!!!
SE COMPORTA RAROOOO???
AAAII SIGUELA PORFIIIISSS
chelis
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
ahahahaha me fascino el capitulo
tenes q seguirla
cuando la rayis quiere nick se raja jeje
esta estupenda sigue por favor adoro la nove
tenes q seguirla
cuando la rayis quiere nick se raja jeje
esta estupenda sigue por favor adoro la nove
ElitzJb
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
Woooooooooooooow!
sin palabras! :z:
ese Nicho malvado! :twisted: dejo a la rayiz con ganas hahahaha
nos estamos leyendo! ;)
sin palabras! :z:
ese Nicho malvado! :twisted: dejo a la rayiz con ganas hahahaha
nos estamos leyendo! ;)
HeyItsLupitaNJ
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
awww de verdad Nick es todo un tierno, siguela pronto (:
romina.13
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
¡Amores Míos! Mañana les dejo 2 capis pues estaré de viaje por 3 o más días. Eso sí procuraré subirles aunque no prometo nada. Muaaa
Danne G.
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
Capítulo 7
Nueva Orleans
Aunque había pasado la mayor parte de su vida en una casa donde prácticamente sólo había mujeres, _______________ se en-contraba ahora rodeada de hombres. No tardó en descubrir que sus parientes políticos del sexo masculino eran muy dis¬tintos de su padrastro.
Los Vallerand se airaban con la misma facilidad que Gaspard, pero no recurrían a las palabras malsonantes ni siquie¬ra cuando se enfurecían. A diferencia de Gaspard, cuyos gritos no surtían ningún efecto sobre los demás, ellos sa¬bían cómo herir con unas cuantas palabras expertamente escogidas, y a veces los hermanos eran realmente implaca¬bles el uno con el otro. En presencia de una mujer, sin em-bargo, ponían freno a las discusiones y la conversación se suavizaba.
_______________ estaba empezando a creer en lo que había dicho Noeline un día, cuando le aseguró que los hombres de la fa¬milia Vallerand nacían sabiendo cómo hechizar a las mujeres. Desde su infancia, _______________ había estado acostumbrada al apenas disimulado desdén que Gaspard sentía por ella, y aquélla era la razón de que ahora se viera desarmada con tan¬ta facilidad por las atenciones de que la hacían objeto los Va¬llerand.
Alexandre solía hacer melodramáticos apartes con ella pa¬ra pedirle consejo sobre asuntos del corazón, asegurando con un guiño pícaro que una mujer que había conseguido atrapar a su hermano por fuerza tenía que ser una gran autoridad en la materia. Bernard la regalaba con historias de sus viajes por el extranjero. Philippe compartía con ella sus libros favori¬tos, y Justin la acompañaba cuando salía a cabalgar por la plantación.
Los Vallerand eran una familia muy, instruida, y siempre estaban devorando libros, periódicos y cajas llenas de publi¬caciones importadas de Europa. _______________ no tardó en aprender a disfrutar de las reuniones familiares que tenían lugar en la sala de estar cada mañana, cuando los Vallerand leían en voz alta, o se entretenían con juegos de palabras, o debatían cues¬tiones políticas mientras los gemelos escenificaban batallas llenas de inventiva con regimientos de soldaditos de plomo pintados.
Irónicamente, ahora _______________ veía a los otros Vallerand mu-cho más a menudo que a su esposo. Nick siempre se encontra¬ba muy ocupado, o con los asuntos de la plantación o con sus actividades políticas y sus operaciones navieras. Se había em¬barcado en una complicada negociación para adquirir otro navío que añadir a los seis con que ya contaba su flota, y apar¬te de eso estaba preparando otra ruta a las Indias Occidenta¬les y tenía que nombrar un encargado para que abriera una delegación allí.
Además, estaba supervisando la construcción de más al¬macenes en el muelle del río. Aquellas actividades siempre lo mantenían ocupado durante la mayor parte del día, hasta que regresaba a la plantación a la hora de cenar. Al anochecer, Nick se relajaba con la familia en la sala de estar, o compartía una botella de vino con _______________ en la intimidad de su habita¬ción.
Desde aquel apasionado interludio dos semanas atrás, Nick no había hecho nuevos avances. _______________ se había sen¬tido tentada en más de una ocasión de pedirle que le hiciera el amor, pero todavía no le parecía que fuera el momento apropiado, y ahora estaba más decidida que nunca a ganar¬se su afecto antes. Mientras tanto, disfrutaba mucho con las horas que pasaban juntos hablando, discutiendo y flirtean¬do. Cuanto más llegaba a conocer a su esposo, más lo apre¬ciaba. Nick era un hombre que sabía hacer frente resuelta¬mente a sus responsabilidades sin quejarse, motivado por el deber y un sentido de protección hacia su familia. Sin embar¬go, también poseía una tendencia a dominarlo todo y una firmeza implacable que la fascinaban. Estaba claro que si ella fuese una esposa dócil y apacible, no habría durado ni cinco minutos con él. Pero en vez de sentirse intimidada por la fuerza de su voluntad, _______________ se deleitaba desafiándolo, y él lo sabía.
Aunque no compartían una cama, ______________ estaba al co-rriente de las idas y venidas de Nick. Alrededor de dos veces a la semana, su esposo salía de casa a medianoche y no volvía hasta las tres o las cuatro de la mañana. _______________ no creía que tuviera una amante, pero si no estaba con una mujer, ¿qué dia-blos hacía?
Finalmente _______________ decidió planteárselo sin rodeos cuan¬do él regresó de una de sus misteriosas salidas. Nick entró en su dormitorio a altas horas de la noche para encontrarse a su esposa esperándolo allí, con la lámpara de la mesilla de noche encendida. Recostada sobre las almohadas que había amon-tonado en el cabezal de la cama, _______________ lo saludó sin perder la calma.
-Bon soir, Nick. Me preguntaba qué puedes haber esta¬do haciendo a una hora tan tardía.
Nick sonrió sarcásticamente.
-Nada que deba preocuparte -le dijo-. Ahora vuel¬ve a tu cama, o presupondré que tu presencia aquí significa que finalmente has decidido cumplir con tus obligaciones como esposa.
La amenaza no la amilanó en lo más mínimo.
-No creas que te será tan fácil echarme de aquí, Nick. Si esto sólo hubiera sucedido en una o dos ocasiones, podría haberlo pasado por alto. Pero has convertido estas excursiones de medianoche en un hábito, y quiero saber qué es lo que está pasando.
Nick apoyó las manos en la cama y se inclinó sobre _______________ hasta que sus bocas casi se tocaron.
-He estado atendiendo unos cuantos asuntos relaciona¬dos con mis operaciones navieras.
-¿Qué razón hay para que esa labor no pueda ser lleva¬da a cabo durante el día?
-Algunos negocios, querida mía, es preferible hacerlos de noche.
-No estarás haciendo nada ilegal, ¿verdad?
Nick alzó el pulgar y el índice manteniéndolos separados a un par de centímetros de distancia.
-Sólo es un poquito ilegal. Nada más dañino que un car¬gamento de medias de seda, unas cuantas balas de canela... y varios miles de libras inglesas.
-¿Libras inglesas? Pero ¿por qué?
-Cuando los americanos tomaron posesión del terri¬torio de Luisiana nos quedamos sin el suministro de mone¬da fuerte que recibíamos de México, y nadie confía en el papel moneda francés o español que hay disponible. Temo que el plan de distribuir papel moneda americano que se dispo¬ne a poner en marcha el gobernador Claiborne tardará lo su¬yo en llegar a hacerse efectivo, y mientras tanto...
-Pero ¿no quieres contribuir a los esfuerzos del gober¬nador Claiborne?
La sonrisa de él fue a la vez despreocupada e implaca¬ble.-Oh, no tengo contraída ninguna clase de obligación especial para con Claiborne. Lo ayudo cuando puedo. Tam¬bién me ayudo a mí mismo, cuando surge la oportunidad.
A _______________ no le gustaba nada la idea de que su esposo comerciara con artículos de contrabando, por inocuos que fuesen.
-Si te descubren...
-Vamos, necesitas dormir-la interrumpió él-. Tienes sombras bajo los ojos.
-No las tendría si tú te quedaras en casa durante la no¬che -gruñó ella, y bostezó aparatosamente cuando él la le¬vantó de la cama y le pasó un brazo por la cintura.
Nick frunció el entrecejo mientras la acompañaba a su ha¬bitación.
-Estos últimos días has conseguido agotarte. Mi madre me cuenta que has estado haciendo demasiadas cosas a la vez.
Quiero que descanses más, petite, especialmente dado que es¬tuviste muy enferma no hace mucho.
_______________ quitó importancia a sus preocupaciones con un gesto de la mano. Se había estado familiarizando con la plan-tación y buscando maneras de poder ser útil. Había suministros que pedir, libros de cuentas que mantener al día, una cocina que dirigir y mucho pan que cocer, grandes cantida¬des de muebles, alfombras, cortinajes y mantelería que lim¬piar, y un inacabable surtido de colada por hacer y cosas que remendar. Aunque le parecía que Irénée y Noeline estaban haciendo un buen trabajo en lo tocante a llevar la plantación de los Vallerand, veía unas cuantas cosas que podían ser me¬joradas. Sin embargo, temía que las dos mujeres mayores pudieran sentirse ofendidas si ella intentaba alterar cual¬quiera de los hábitos que llevaban tanto tiempo siguiendo.
-Nick -dijo poniendo la mano en la suya, tan enor¬me-, me gustaría que me dieras tu opinión sobre algo... -¿Sí?
-¿No te parece que algunas cosas en esta casa se hacen de una manera bastante anticuada?
Él se detuvo ante el dormitorio de _______________. -Bueno, la verdad es que no me había dado cuenta. -Oh, supongo que no es nada a lo que un hombre pres te demasiada atención. Un centenar de pequeñas cosas, real¬mente... -Habría que adiestrar por lo menos a dos donce¬llas más para mantener la enorme mansión todo lo limpia que debería estar. En varias habitaciones había alfombras v corti¬najes descoloridos por el sol que tenían que ser sustituidos. _______________ había descubierto un auténtico tesoro en objetos de plata que llevaban años sin que se les sacara el brillo. Y a juz¬gar por lo que había observado, nunca había suficiente ropa de cama limpia a mano. Eso sólo era el principio de la lista. A la edad que tenía Irénée, había cosas que una simplemente no veía. Pero ¿cómo abordar tales cuestiones con ella sin al¬terarla indebidamente? Ése era el problema.
-Me parece que lo entiendo -le dijo Nick con voz ma¬liciosa al tiempo que tomaba sus delgados hombros con las manos-. Escúchame, petite: tienes derecho a poner toda la casa patas arriba, si tal es tu deseo. Noelíne hará lo que tú le digas, Incluso si no está de acuerdo contigo. En cuanto a mi madre, no tardará mucho tiempo en apreciar el poder dis¬poner de la ociosidad de la que disfrutan otras mujeres de su edad. Mientras tanto, no dudo de tu capacidad para hacer fi ente a su terquedad. Llévala como te parezca más apropia¬do, y contarás con todo mi apoyo.
---Pero no quiero darle motivos de preocupación... -Oh, no creo que vayas a darle más motivos de preocu¬pación de los que ella puede soportar. -Sonrió-. Eso sólo pueden hacerlo sus nietos.
-Está bien. Gracias, Nick.
Él le acarició con los dedos los bordes de las clavículas, y somrió lánguidamente antes de rozarle la frente con un beso. -Buenas noches.
_______________ esperaba que entonces la soltara, pero él titubeó y, sus manos se flexionaron suavemente sobre sus hombros el corazón de _______________ se saltó varios latidos, y no pudo evi-tar sentir un súbito temblor en las rodillas.
Ahora ocurriría, pensó de pronto. Ahora Nick le pediría que se acostara con él, y ella ya no disponía de la excusa de la falta de familiaridad para mantenerlo a raya. Para su sor presa, lo deseaba con tal intensidad que ya no le parecía im¬perativo ganarse su corazón primero.
-Nick... -dijo con voz temblorosa, tratando de encontrar las palabras para darle ánimos.
-Buenas noches --dijo él al mismo tiempo, volviendo a besarle la frente-. Descansa un poco, doucette.
Luego dio media vuelta y la dejó sola para debatirse con una peculiar sensación de decepción.
--Burr llegará mañana, sin duda -dijo el gobernador Claiborne, secándose la transpiración de la cara con un pa¬ñuelo-. Maldito calor. Y me han dicho que la barcaza en la que vendrá fue un regalo de Wilkinson. ¡Nuestro Wilkin¬suni -Le lanzó una mirada asesina a la ventana como si pu¬diera ver al gobernador de la Luisiana Superior por ella. –
Nick se acomodó en su asiento. Una sombra de diversión pasó por su rostro.
-¿Nuestro? -repitió-. Puede que él sea su Wilkinson, señor, pero le aseguro que no tengo ningún interés en recla¬marlo como mío.
-Maldición, ¿cómo puede usted sonreír? ¿O es que no siente ninguna preocupación por lo que pueda ocurrir? ¡Esos dos, Burr v Wilkinson, forman una pareja muy po¬derosa!
-Estoy preocupado, cierto. Pero si los planes de Burr son, como sospechamos, hacerse con el territorio de Luisia¬na y con Texas...
-¡Y con México! -le recordó Claiborne tercamente. -Y con México --continuó Nick-, entonces necesitará fondos considerables procedentes de muchas fuentes. Fon¬dos que no será capaz de llegar a obtener, con o sin la influen¬cia de Wilkinson. Los criollos tenemos un dicho, señor: Ir va croquer d'une dent.
-¿Qué quiere decir?
-Que sólo dispondrá de un diente para masticar. Claiborne se negó a sonreírse de la chanza.
-Existe una posibilidad de que Burr consiga todo el di¬nero que necesita de Inglaterra. Se lleva condenadamente bien con el embajador de Gran Bretaña.
-Los británicos no lo financiarán.
-Podrían hacerlo -insistió Claiborne-. En este mo¬mento Estados Unidos v Gran Bretaña no se encuentran en términos demasiado amistosos.
-No obstante, la guerra que los británicos están libran¬do con Francia significa que no pueden permitirse apoyar una causa perdida. Y Burr se suele ir demasiado de la lengua para que sus planes puedan tener éxito.
-Bueno. -Claiborne guardó silencio por un instan¬te--. Sí, eso es cierto. Su empresa depende de que todo se ha¬ga en el máximo secreto, y me han sorprendido los rumores que corren acerca de ciertas cosas que ha dicho públicamen¬te. No es propio de Burr ser tan imprudente con sus pala¬bras. ¡Ese bribón se siente demasiado seguro de sí mismo!
-Frunció el ceño-. Si los británicos no quieren financiar a Burr, entonces recurrirá a España.
-¿Cómo lo sabe?
-Yo y muchos otros sospechamos desde hace cierto tiempo que Wilkinson está a sueldo de España.
-¿Hay alguna prueba de ello?
-No, pero la sospecha no es injustificada.
-Y naturalmente -dijo Nick hablando muy despa¬cio-, a su muy católica majestad le encantaría que Luisiana volviera a quedar bajo la protección de los españoles. Sí, pa¬ra España sería muy lógico hacerle de mecenas a Burr.
-Wilkinson mantiene muy buenas relaciones con el al¬to comisionado español en Nueva Orleans, don Carlos, el marqués de Casa Irujo -observó Claiborne-. Burr probablemente pasará algún tiempo con Irujo durante su visita. Pero mi gente no ha podido obtener ninguna información al respecto. Por el momento, las relaciones entre España y los americanos son demasiado hostiles. La disputa para deter¬minar quién tiene derecho a quedarse con las Floridas po¬dría terminar en una guerra.
-Conozco a Irujo-replicó Nick-. Veré qué es lo que consigo sonsacarle.
Claiborne volvió a secarse la cara.
-Algo sabrá. La intriga es algo en lo que los españoles no tienen rival. Probablemente están al corriente de cada movi¬miento que hace Burr. Espero que pueda conseguir que revele un poco de lo que sabe, Vallerand... por el bien de todos nosotros.
-Haré cuanto esté en mi mano -dijo Nick secamente. -Santo Dios, menudo enredo. ¿Qué clase de hombre puede ser capaz de manipular hasta semejante extremo a las personas e incluso a los países? ¿De dónde saca Burr toda esa ambición? -Al ver que Nick guardaba silencio, Claiborne continuó como si hablara consigo mismo-. Uno de sus ín-timos tiene la teoría de que Burr no estaría tomando parte en todas esas conspiraciones si no hubiera perdido a su esposa hace unos años. Padeció alguna clase de cáncer, y desgracia¬damente la suya fue una muerte muy larga.
Nick tamborileó distraídamente con los dedos sobre el brazo de su asiento.
--Me cuesta creer que eso haya ejercido alguna clase de influencia sobre sus ambiciones políticas, señor.
--Oh, bueno, Burr estaba loco por ella, y cuando ya no la tuvo a su lado... -Los ojos del gobernador se volvieron distantes cuando pensó en su propia esposa, tan reciente mente fallecida-. Perder a una mujer, una esposa, puede cambiarlo todo dentro de un hombre... aunque usted cierta¬mente ya lo sabrá...
Claiborne se calló cuando sus ojos se encontraron con los de Nick, en los que no había ni el menor rastro de emo¬ción.
Se hizo el silencio.
-Hay esposas y esposas-dijo Nick por fin, con aspere¬za-. La primera que tuve no supuso una pérdida importante. Claiborne casi se estremeció ante la frialdad de aquel hombre. Qué atrevimiento, admitir lo poco que le gustaba la mujer a la que se suponía que había asesinado. De vez en cuando Claiborne se veía obligado a recordar aquello de lo que ya había sido advertido por sus ayudantes, que Nicholas Vallerand poseía una inteligencia muy aguda y podía mostrarse encantador, pero que era completamente impla¬cable.
-¿Y qué tal encuentra su segundo matrimonio? -no pudo resistirse a preguntar.
Nick se encogió ligeramente de hombros. -Muy agradable, gracias.
-Tengo muchas ganas de conocer a la nueva madame Vallerand.
Nick enarcó las cejas ante aquel comentario. Era raro que su conversación pasara a centrarse en cuestiones personales. Claiborne y él se hallaban en buenos términos porque sus opiniones y objetivos políticos eran similares, pero no ha¬blaban de la familia, los hijos o los sentimientos personales, y cada uno era consciente de que no mantendría ninguna clase de relación con el otro si no fuese por motivos de ín¬dole política.
-Espero que no transcurra mucho tiempo antes de que tenga la ocasión de presentársela -dijo Nick.
Claiborne pareció sentirse entusiasmado por- la perspec¬tiva.
-He de admitir que las mujeres criollas me tienen intrigado. Son unas criaturas preciosas, v con mucho brío. Nick frunció el ceño con impaciencia y cambió de tema. -¿Piensa dar la bienvenida a Burr en cuanto llegue? Claiborne asintió con expresión abatida. -Mi discurso va está escrito.
-Bien -dijo Nick secamente-. Y liaría usted bien en actuar como si no tuviese nada que temer de él.
-¡Pensaba que acabábamos de acordar que no había ninguna razón para tenerle miedo a Burr!
-Pero no debe olvidar-repuso Nick en tono malévo¬lo- que no siempre acierto.
_______________ recorría el diminuto huerto que había detrás de la cocina, recogiendo hierbas que servirían para condimen¬tar los guisos una vez secas. Ver la sombra que su cofia proyectaba sobre el suelo hizo que dejara escapar un suspiro de frustración.
La tradición prescribía que una esposa no podía presen¬tarse en público durante las cinco semanas siguientes a la bo¬da. Como consecuencia de ello, _______________ se veía obligada a quedarse en casa mientras que todos los demás salían y asis¬tían a fiestas v reuniones. Y aunque anhelaba desafiar la tra¬dición, y sin duda Nick la animaría a que obrara como le vi¬niese en gana, no quería enemistarse tan rápidamente con la mitad de la población de Nueva Orleans. Nunca se había aburrido tanto. Bernard y Alexandre habían estado ausentes la noche pasada y durante toda aquella mañana, yendo en pos de diversiones que los mantendrían ocupados hasta mucho más avanzado el día. Como de costumbre, Nick no se encon¬traba allí. Y los gemelos estaban ocupados dentro de la casa con sus lecciones.
Aquella mañana Irénée había salido bastante temprano para ir al mercado en compañía de la cocinera. Encontraba un deleite especial en que se la conociera como une plaque¬mine, una mujer muy «agarrada» con su dinero. Todos los comerciantes sentían un considerable respeto por la habili¬dad de que daba muestra a la hora de regatear en busca de los precios más baratos. Después de hablar con todas las perso¬nas que eran alguien en la plaza del mercado, Irénée regre¬saría a casa con los últimos cotilleos y repetiría varios frag¬mentos de conversación. Mientras tanto, había poca cosa que _______________ pudiera hacer aparte de esperar.
De pronto percibió unos susurros ahogados y pasos sigi¬losos que se aproximaban desde el lado de la casa. Tras dejar su cesta en el suelo, _______________ vio aparecer dos cabezas oscuras. Eran Justin y Philippe, que transportaban furtivamente algún objeto bastante abultado dentro de un saco que goteaba. Sos¬teniendo cada uno un extremo del bulto, los gemelos dobla¬ron la esquina y fueron hacia el bosquecillo de cipreses que había junto al campanario. Cuando Justin vio a _______________, se de¬tuvo abruptamente, con lo que consiguió que Philippe se lo llevara por delante. El pesado saco que acarreaban casi se les cayó de las manos.
Justin miró a su hermano sin tratar de ocultar su enfado. -¡Creía que dijiste que aquí fuera no había nadie! -¡No la había visto! -repuso Philippe.
_______________ los miró sardónicamente. -¿Qué lleváis ahí?
Los gemelos cambiaron una mirada. Justin frunció el ceño.
-Ahora irá y lo contará -gruñó. Philippe suspiró.
-¿Qué vamos a hacer con ella? _______________ los miró con sospecha. -¿Estáis robando algo?
Justin tomó el pesado objeto en sus brazos y señaló con la cabeza a _______________.
-Secuéstrala -dijo bruscamente-. Si la implicamos, no se lo podrá contar a nadie
-¿Implicarme en qué? -preguntó _______________. –
-Oh, calla. ¿O es que quieres que nos cojan a todos? -dijo Philippe, agarrándola por las muñecas y tirando ale¬gremente de ella.
-Se supone que estáis estudiando-los reprendió _______________-. ¿Adónde vamos? ¿Qué hay en ese saco? Si os metéis en un lío, quiero que quede bien claro que mi participación en esto ha sido completamente involuntaria. Soy una víctima. Mon Diem, ¿por qué está goteando?
-Viene de la cocina -dijo Philippe con voz retadora. _______________ supo inmediatamente de qué se trataba.
-No habéis hecho lo que yo estoy pensando -dijo-. No, no podéis haberlo hecho.
Una enorme sandía traída desde el otro lado del lago lle¬vaba horas en remojo en la cocina, donde la habían metido en un barreño lleno de agua fría. La idea era sorprender a la familia con una exquisitez especial después de la cena de aquella noche. Robar aquella sandía era un crimen muy se¬rio, realmente. A Berté, la cocinera, le daría una apoplejía cuando descubriera que había desaparecido.
-Tenéis que esperar hasta la noche -añadió con tono inflexible-. No vale la pena causar tantos problemas sólo por darse el gusto de robar.
-Pues claro que vale la pena -dijo Justin firmemente. _______________ sacudió la cabeza.
-Devolvedla ahora mismo a su sitio, antes de que se den cuenta de que ha desaparecido. Inmediatamente. Philippe, ¿cómo has podido permitir que Justin te convenciera para hacer algo semejante?
-La idea fue mía -dijo Philippe suavemente.
Se pusieron a cubierto entre los árboles y depositaron su botín sobre un gran tocón. _______________ tomó asiento en un tron¬co caído y contempló con consternación cómo los gemelos desenvolvían la reluciente esfera de color esmeralda.
-Yo haré los honores -dijo Justin, y levantó la sandía, que resultó más pesada de lo que creía.
-No puedo mirar-gimió _______________ al tiempo que se en¬cogía temerosamente, y Philippe le puso una mano sobre los ojos mientras la sandía caía sobre el tocón. _______________ oyó un ruido de algo partiéndose entre un derramamiento de líqui¬do y la risita triunfal de Justin.
-Ya habíamos ido demasiado lejos para volvernos atrás -comentó Philippe, enormemente complacido. _______________ apar¬tó cautelosamente de su cara la mano del muchacho y con templó la espléndida visión. Aunque estaba horrorizada por el crimen, no pudo evitar que se le hiciera la boca agua ante la imagen del frío fruto rojo.
-Deberíais sentiros culpables-dijo adustamente-por haber privado de esta sandía al resto de la familia. -Deberían haber sabido lo que le ocurriría a una sandía sin vigilancia -replicó Justin, sacando un cuchillo antiguo pero bien afilado del pañuelo anudado alrededor de su mus¬lo y empezando a cortar el botín rojo y verde-. Además, ellos nos han privado de un montón de cosas. Esta sandiíta de nada sólo es un primer paso para empezar a igualar las cuentas.
-No es una sandiíta de nada -dijo _______________-. Es una sandía muy grande. Enorme, de hecho.
Justin le tendió una tajada goteante. -Pruébala.
-¿Estás intentando comprar mi silencio? -preguntó _______________ con expresión severa.
-Esto no es ningún soborno -la engatusó Philippe-. Sólo es un regalo.
-Es un soborno -lo corrigió Justin-. Y lo aceptará. ¿Verdad que sí, _______________?
-Creo que sería incapaz de disfrutar de una sandía ro¬bada-dijo ella, sintiéndose desgarrada entre los principios v el deseo.
-La sandía sabe mucho mejor cuando es robada -le aseguró Justin-. Pruébala.
Un poco a regañadientes, _______________ se cubrió el regazo con el delantal y aceptó la tajada que se le ofrecía. El dulce jugo corrió por su barbilla en cuanto la mordió, y _______________ se apresuró a secárselo con una esquina del delantal. La sandía es¬taba muy en su punto, y era el manjar ideal en un día calu¬roso. _______________ nunca había saboreado nada tan delicioso.
--Tienes razón -admitió de mala gana-. Sabe mejor cuando es robada.
Durante los minutos siguientes los tres permanecieron en silencio porque se concentraron en la sandía. Fue sólo cuando _______________ ya sentía el estómago agradablemente lleno ~ había unos cuantos trozos de corteza esparcidos alrededor de sus pies cuando alzó la mirada y vio aproximarse una si¬lueta muy alta.
--- ¿Justin? ¿Philippe?-dijo-. Vuestro padre viene hacia aquí.
-¡Corred! -exclamó Justin, que ya se había puesto en ello.
--¿Para qué? -replicó Philippe-. Ya nos ha visto. Decidida a salvarse a sí misma, _______________ se apresuró a le¬vantarse v asumió una expresión adusta.
-Espero que habré conseguido haceros entender que habéis ¬sido muy malos -dijo levantando la voz-. Porque si esto vuelve a ocurrir...
El brazo de Nick se deslizó por la pechera de su vestido, la risita que dejó escapar le hizo cosquillas en la oreja. --Buen truco, petite, pero tus mejillas pegajosas te dela¬tan.
_______________ sonrió y Nick le rozó la boca con la suya, sabo¬K.11ido la dulzura de la sandía en sus labios. -Traidora-la acusó Justin, que sin embargo reía con el abandono de un muchacho.
La cálida mirada de Nick los recorrió a los tres.
-Al parecer lo que tenemos aquí es una conspiración. Philippe apeló a su padre con la mirada.
-Nos se lo contarás a Berté, ¿verdad, padre?
-Por supuesto que no. Pero me temo que os delataréis vosotros mismos con la cantidad de comida que dejaréis in¬tacta en vuestros platos esta noche.
--Todavía es temprano -dijo Justin-. Cuando llegue la hora de cenar ya volveremos a tener hambre.
--No me cabe duda de que para mis dos chicos, estando e1t la edad de crecer como están, así será -replicó Nick, y luego miró a _______________ con expresión especulativa-. Sin em¬bargo, me pregunto cómo se las arreglará mi pequeña espo¬sa para salir del paso.
_______________ le dirigió una sonrisa radiante.
-Ya me ayudarás a pensar en algo. Porque tienes el de¬ber de defenderme, n'est-ce pas?
-Desde luego que sí -dijo Nick, tomando asiento jun¬to a ella en el tronco caído y haciéndole un gesto a Justin para que le diera una tajada de sandía.
-¿Cómo nos has encontrado? -_______________ se quitó el delantal y se lo pasó a los muchachos para que se limpiaran las manos y las caras con él.
-Según Noeline, estabas en el huerto. Cuando fui en tu busca, sólo encontré tu cesta y un rastro de pisadas -dijo Nick; le dio un mordisco a la sandía y puso cara de placer.
_______________ vio que una de las mangas de su camisa amena¬zaba con caérsele sobre el antebrazo. Extendió la mano ha¬cia ella para sujetarla.
-Y ahora tú también formas parte de la conspiración -le dijo.
Nick intercambió una sonrisa con ella.
-Oh, sólo intento ayudaros a eliminar las pruebas. Sentada junto a su esposo, _______________ disfrutó de unos mi¬nutos de agradable conversación en que los muchachos los obsequiaron con historias de sus últimas aventuras en el pantano. Se sintió conmovida por la obvia admiración que los gemelos le profesaban a su padre y su deseo de ganarse su aprobación. Lo que encontró todavía más conmovedor, sin embargo, fue la paciencia que Nick tenía con ellos y la afable atención con que los trataba. Era un buen padre, severo pero innegablemente lleno de amor.
_______________ intentó imaginar cómo sería tener un hijo con Nick. No pudo evitar sentir un poco de pena cuando pensó que sus hijos, al igual que Justin y Philippe, tendrían que vérselas con los aviesos rumores y las oscuras sospechas so¬bre el pasado de Nick que corrían entre la gente. No obstan¬te, ella enseñaría a sus hijos a hacer oídos sordos a las cosas que la gente pudiera decir acerca de su padre, y a quererlo de la manera en que él se merecía.
Como estaba empezando a quererlo ella.
El pensamiento la dejó atónita, y se quedó muy quieta. Sí, pensó, aturdida por la súbita comprensión de que así era, realmente estaba enamorándose de él. Un zarcillo de miedo creció en su interior cuando se dijo que debía mantener en secreto aquellos pensamientos durante un tiempo. Porque ca¬bía la posibilidad de que Nick no quisiera su amor, de que tar¬dara mucho tiempo en estar preparado para aceptarlo. Había demasiadas sombras procedentes de su pasado... Nick no so-portaba hablar con ella de su primer matrimonio, y se ponía hosco e irritable cada vez que ella intentaba sonsacarle algu¬na información al respecto.
Absorta en sus pensamientos, _______________ dejó de prestar oídos a la conversación hasta que oyó que Nick les decía a los chicos:
-Doy por sentado que os habréis aprendido todas las lecciones a conciencia, porque de otra manera vosotros dos no dispondríais de tiempo suficiente para ir por ahí robando sandías.
Ninguno de los gemelos le sostuvo la mirada.
-Ya no quedaba mucho por estudiar -dijo Philippe. Nick se rió.
-Entonces sugiero que lo terminéis antes de la cena. Pe¬ro primero encontrad alguna manera de hacer desaparecer todo este estropicio.
-¿Qué hay de Berté?-preguntó Justin-. En cuanto lo descubra intentará matarnos.
Nick dirigió una sonrisa tranquilizadora a su hijo. -Yo me ocuparé de Berté -prometió.
-Gracias, padre -dijeron los gemelos mientras veían cómo Nick ayudaba a _______________ a levantarse del tronco.
Con sus dedos pegajosos de azúcar suavemente apreta¬dos por los de Nick, _______________ guardó silencio mientras iban hacia la casa. Él le dirigió una sonrisa burlona.
-¿Por qué te has quedado tan callada?
-Estaba pensando en qué padre tan maravilloso eres. Es obvio que los gemelos te adoran. Justin y Philippe son muy afortunados al tener un padre que los quiere tanto.
Justin y Philippe son muy buenos chicos-dijo él hos¬camente-. El afortunado soy yo.
-Dispones de todas las excusas del mundo para negar¬te a quererlos y hacer como si no existieran-dijo _______________-, después de todas esas experiencias tan terribles que llegaste a tener con su madre. Estoy segura de que algunas cosas ha¬rán que te acuerdes de ella, y ya sé que Trénée dice que los gemelos tienen los mismos ojos que Corinne. Pero tú nun¬ca pareces permitir que eso interfiera en lo que sientes por ellos.
Oírle mencionar a su primera esposa hizo que Nick le soltara la mano.
-No veo nada de Corinne en los gemelos. -Su tono se había enfriado varios grados.
-¿Les hablas alguna vez de ella? -No -dijo él lacónicamente.
--Podría ser bueno para ellos. Para Justin, en particular. Si le explicaras...
-He pasado diez años intentando olvidar a Corinne -dijo él, mirando al frente con expresión sombría-. Y los gemelos también han tratado de olvidarla. Lo último que ne¬cesitamos ahora es ponernos a hablar de ella.
-Pero Corinne era su madre. No podéis hacer como si ella no hubiera existido. Quizá si tú...
-Déjalo estar-dijo él con una súbita vehemencia que la sobresaltó-. No sabes de qué estás hablando.
_______________ buscó refugio en un silencio ofendido y se pre¬guntó si habría hecho mal al sacar a relucir el tema. Pero si Nick se negaba a compartir una parte tan significativa de su pasado, la parte que lo había cambiado tan drásticamente, ¿cómo podría ella llegar a conocerlo de verdad alguna vez? Porque anhelaba tener una auténtica relación de intimidad con él... poder contar con su confianza, hablar libremente de cualquier cosa, incluso cuando el tema fuese doloroso o de¬sagradable. Aunque quizás estuviera cometiendo un error al querer sentirse tan unida a él. La inmensa mayoría de las mu¬jeres se conformarían con mantener una relación agradable con sus esposos. _______________ se preguntó con expresión sombría cómo podía llegara sentirse satisfecha con lo que Nick estu¬viera dispuesto a dar y no pedir nada más que eso.
Pasado un rato, consiguió armarse de valor y volvió a hablar.
-Lo siento-dijo con dificultad-. No pretendía disgus¬tarte.
Él asintió con la cabeza, pero no pronunció palabra. Nick creía haber recuperado ya el control de sus emo¬ciones para cuando llegó a la biblioteca, pero la opresión que sentía en el pecho se negaba a disiparse. Cerró la puerta y se bebió de un solo trago una copa de coñac, agradeciendo el suave rastro de fuego que le dejó en la garganta.
Durante años había sido capaz de protegerse, mantenien¬do el pasado a buen recaudo tras puertas que había creído que nunca volverían a abrirse. Los sentimientos, las necesidades y las vulnerabilidades hervían y se agitaban tras las barreras que él había edificado. Y si sólo una de esas puertas llegaba a abrirse, el resto la seguiría rápidamente, v Nick se vería de¬vastado.
No permitiría que eso sucediera. Pero ahora ya podía sentir cómo algo quedaba roto para siempre dentro de él, sin que fuera posible volver a unirlo.
Antes el amor le había costado cuanto tenía. En cierto modo, había sido tan fatal para él como lo fue para Corinne. El antiguo yo de Nicholas había muerto hacía diez años; para siempre, esperó él. Pero parecía como si después de to¬do este tiempo todavía quedara algo de su corazón, y ahora le dolía cada vez que _______________ se encontraba cerca de él.
Nick se fue de la plantación antes de la cena, sin decirle a nadie adónde iba. Cuando tuvo que hacer frente a la visión del lugar vacío en el que hubiese debido estar su esposo, ___________ se enfadó tanto que no pudo cenar nada. Fue desplazan¬do la comida de uno a otro lado del plato mientras la familia hablaba con forzada animación. Viviendo en la misma casa, no podían evitar enterarse de que Nick y su esposa habían te¬nido alguna discusión.
_______________ tuvo el infortunio de escuchar la conversación privada entre Bernard y Alexandre mientras éstos disfruta¬ban del vino y los puros en una de las dos salas anexas después de la cena. Estaba buscando la labor de costura que ha¬bía dejado antes, cuando los oyó hablar en voz baja a través de la puerta a medio cerrar, y titubeó al escuchar su nombre.
-No puedo evitar sentir compasión por _______________-esta¬ba diciendo Alexandre en un tono un tanto jocoso-. El pro¬blema estriba en que _______________ es demasiado joven para Nick, y eso es algo acerca de lo que ella no puede hacer absolutamen¬te nada.
Bernard habló en un tono más pensativo y su voz sonó mucho más pausada.
-Yo no diría que el problema sea ése, Alex. Pese a toda su juventud, _______________ es inteligente y sabe cómo hay que llegar a Nick.
-¿Desde cuándo es deseable la inteligencia en una mu¬jer? -le preguntó Alex secamente-. ¡Yo sé que nunca la busco!
-Bueno, eso explica mucho sobre la clase de mujeres con las que te he visto.
Alex soltó una risita.
-Dites-mol', mon frére... ¿cuál es tu opinión acerca de la incapacidad de que da muestras nuestra dulce cuñada para mantener en casa a Nicholas durante la noche?
-Muy simple. Ella no es Corinne. Alexandre pareció quedarse perplejo.
-¿Estás dando a entender que Nick todavía ama a Co¬rinne? Pero si era una pelandusca.
-Sí -dijo Bernard tranquilamente-. Pero era hermo¬sa, encantadora e irresistible. Ningún hombre podía evitar desearla o enamorarse de ella. Y ninguna mujer pudo igua¬larla jamás. A los ojos de Nick, es decir.
-Aparentemente tampoco a los tuyos -dijo Alexan¬dre lentamente-. Nunca supe que Corinne produjera se¬mejante efecto sobre ti.
-Era el efecto que producía sobre cada hombre al que conocía, hermanito. Tú simplemente eras demasiado joven para darte cuenta de ello.
-Tal vez -fue la no muy convencida réplica de Alexan¬dre-. Pero en lo que respecta a esta mujer, ¿crees que hay al¬guna posibilidad de que Nick llegue a amarla alguna vez? -Ni la más mínima.
_______________ retrocedió, sintiendo que el color le subía por las mejillas. El dolor v la ofensa batallaban con la ira. Sin darse cuenta de lo que hacía, se llevó la mano a aquellos cabellos eternamente rebeldes que tan desgraciada la habían hecho sentirse en su juventud. Corinne tenía que haber poseído el tipo de cabellera oscura .v reluciente que tanto valoraban los criollos. Corinne tenía que haber flirteado a la perfección con los hombres que la admiraban, y sabría cómo hipnotizarlos con su belleza.
Sintió una presencia tras ella. Volviéndose en redondo, comenzó a hablar pero luego tartamudeó y se quedó callada cuando sólo vio un espacio vacío en el recibidor tenuemente iluminado. Un espectro, pensó caprichosamente, y suspi¬ró, preguntándose si no habría algún fantasma que poseía a Nick sin que ella pudiera evitarlo.
Nick regresó a medianoche, llevando consigo una corti¬na de lluvia y el sordo retumbar del trueno procedente del exterior cuando entró por la puerta. La intensa lluvia había empezado a primera hora del anochecer, poniendo fin al ca¬lor opresivo y esparciendo su refrescante contacto sobre los pantanos llenos de neblina y las ciénagas de Luisiana. El aguacero había convertido las calles y los caminos en pro¬fundos cenagales, casi imposibles de salvar para los cascos de un caballo y todavía más difíciles de recorrer para las ruedas de un carruaje.
Mientras iba por la casa sumida en el silencio, Nick apre¬tó los labios al pensar que ahora su esposa estaría durmiendo apaciblemente en el piso de arriba. Para él las noches no traían ningún descanso, sólo tormento, un incesante dar vueltas y más vueltas en la cama. Fue hasta la curva de la gran escalera moviéndose con el exceso de cautela propio de un hombre que ha empinado demasiado el codo durante las últimas ho¬ras. Estaba borracho, porque había pasado la velada en una ta¬berna local bebiendo licores de alta graduación en vez de los refinados borgoñas y oportos con que se conformaban los ca¬balleros criollos en circunstancias normales. Desgraciada¬mente, no estaba lo bastante borracho.
El agua goteaba de sus cabellos y su ropa para caer so¬bre las esterillas que cubrían el suelo durante el verano y manchar la alfombra de la escalera. Eso hizo que Nick se sintiera mezquinamente satisfecho, porque sabía que por la ma¬ñana Noeline se pondría hecha una furia cuando viera las hue¬llas embarradas de sus botas, pero no se atrevería a decir nada al respecto. Nadie se atrevía a reñirlo cuando estaba de mal humor. En tales ocasiones toda la familia, junto con la servi¬dumbre, se mantenía lo más alejada posible de él, sabiendo por experiencias anteriores que no había que cruzarse en su camino.
-Nick-oyó que lo llamaba suavemente una voz en cuan¬to llegó al final de la escalera.
Se detuvo cuando vio a _______________, en camisón y con su grue¬sa trenza, que le caía sobre el hombro y le llegaba hasta la cin¬tura. La palidez de su rostro y la blancura del camisón hacían que casi reluciese en la oscuridad.
-Pareces un pequeño fantasma -dijo, dando un paso hacia ella para luego detenerse de pronto como si se hubiera topado con un muro invisible.
-Te he oído entrar. Has estado bebiendo, ¿verdad?-Fue hacia él y le tocó el brazo-. Deja que te ayude a llegar a tu ha¬bitación.
-No necesito ninguna ayuda.
-Me reservaré mi opinión acerca de eso-dijo ella, y lo cogió firmemente del brazo-. Por favor, Nick. Sometiéndose con un gruñido malhumorado, Nick se es¬tremeció al sentir el frío de la ropa mojada. Entraron en su dormitorio y _______________ fue a encender una de las lamparillas que había junto a la cama.
-No te molestes -masculló Nick-. No tardaré en que¬darme dormido. Lo único que he de hacer es... librarme de esta ropa.
Se sentó en una silla y se quitó las botas embarradas mientras _______________ le traía unas cuantas toallas dobladas. Al llevarse las manos al corbatín para desatarlo, descubrió que el nudo ya se había aflojado. Se lo quitó, lo arrojó al suelo y se desprendió de la chaqueta y el chaleco, que se le pegaban al cuerpo. Su camisa empapada siguió el mismo camino, has¬ta que Nick se quedó con los pantalones por única prenda mientras _______________ le secaba el pecho y la espalda con una toa¬lla. Ella estaba limpia, seca y perfectamente presentable, mientras que él, sucio y borracho, apenas podía valerse por sí mismo.
-Ahora tienes que irte, _______________ -le dijo con irritación. Ella hizo una pausa en sus atenciones.
-; ¿Porqué?
-Porque estoy demasiado borracho para hacer nada aparte de lo único que tú no quieres que haga. Así que más vale que te vayas a tu cama, o dentro de un momento te en¬contrarás desnuda en la mía.
Un relámpago bañó la habitación con un resplandor blan¬co azulado. Durante la fracción de segundo que duró la re¬pentina iluminación, la mirada de _______________ se clavó en Nick con una intensidad tal que éste sintió cómo se le erizaba el vello de la nuca. Permaneció inmóvil, intentando obligar a su cerebro enturbiado por el licor a que entendiera el significa¬do de la expresión que acababa de ver en el rostro de _______________.
Un instante después las manecitas de _______________ se movieron sobre sus pantalones y Nick sintió cómo sus dedos abrían los botones de la pretina. El aliento surgió de su garganta en una súbita exhalación y su miembro cobró vida, endureciéndose e hinchándose inconteniblemente.
-_______________... -dijo casi sin aliento-. No, no lo hagas. No. Si me tocas, no podré... -Se interrumpió con una exclama¬ción ahogada cuando la pretina se abrió y la cálida mano de _______________ empezó a moverse lentamente por su miembro, su¬biendo y bajando a lo largo de él. Nick se sintió palpitar en respuesta a aquel contacto que no podía ser más deliberado. _______________ le rodeó los testículos con la otra mano, sosteniendo su peso con la palma al tiempo que los acariciaba suavemente-. No podré... -consiguió articular él por segunda vez, alzan¬do las manos para cerrarlas temblorosamente sobre los del-gados hombros de ella.
-¿Qué es lo que no podrás? -preguntó _______________, de¬jando que su aliento cayera sobre la tetilla de Nick. La punta de su lengua rozó la diminuta protuberancia. Nick sintió co¬mo si el pecho se le llenara de fuego, y la sangre rugió en sus oídos hasta que apenas pudo oírla-. ¿Hacerme el amor, qui¬zá? -le preguntó.
Nick se envolvió el puño con la trenza de _______________ y tiró de ella, obligándole a echar la cabeza hacia atrás.
-No podré parar-respondió con voz entrecortada, y unió su boca a la de ella.
Danne G.
Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO
Capítulo 8
Nueva Orleans
Nick se quitó los pantalones y, tras despojar a _______________ del camisón, la llevó a la cama.
-Te he deseado desde el primer momento en que te vi -dijo con voz enronquecida-. Incluso sucia, cubierta de arañazos y con los pechos apretados por aquel vendaje, me pareciste hermosa. Estabas tan cansada que apenas podías tenerte en pie, pero me desafiaste como nadie más lo había hecho nunca.
-Y me deseaste -dijo ella con placer, arqueándose ha¬cia arriba cuando él le besó la garganta.
Nick le respondió en las pausas entre los besos que le iba dando, cada uno de ellos como un chorro de fuego que ar¬día lentamente.
-Tanto que me prometí a mí mismo... que haría cual¬quier cosa con tal de mantenerte a mi lado. -El ritmo de su respiración se aceleró espasmódicamente cuando bajó la mirada hacia su cuerpo desnudo-. _______________... no cambies de parecer esta noche. Pues me temo que no sería capaz de parar...
_______________ lo interrumpió con su boca y, cogiéndole la ma¬no, la llevó hacia su pecho desnudo.
-No cambiaré de parecer-dijo-. Hazme lo que quie¬ras. Házmelo... todo.
-No, todo no -farfulló él mientras acariciaba el pecho de _______________ con las yemas de sus dedos-. Eres demasiado inocente para eso, ma petite.
Un delicioso estremecimiento recorrió la espalda de _______________.
-Entonces haz tanto como creas que puedo soportar. A Nick le bastó con esa invitación. Su cuerpo descendió sobre el de ella, y dejó que una parte de su peso quedara asen¬tada entre los muslos de _______________, manteniéndola inmovilizada donde estaba. Su sexo se apretó contra la hendidura oculta en el triángulo de sedosos rizos. _______________ se relajó bajo él y cerró los ojos cuando sintió cómo Nick le tomaba el pezón entre los de¬dos y lo moldeaba con suaves caricias hasta convertirlo en una cima endurecida. Nick bajó la cabeza y el suave y húmedo calor de su boca se cerró alrededor de la delicada punta, que luego fue chupando y moviendo suavemente con la lengua hasta que _______________ ya no pudo seguir reprimiendo los gemidos que pug¬naban por escapar de su garganta. La boca de Nick se deslizó a través de su pecho, descendiendo dulcemente al pequeño va¬lle central para luego ascender lánguidamente por la segunda y delicada curva. Suave como el terciopelo, la lengua de Nick le lamió el pecho y lo hizo vibrar con una insoportable palpi¬tación. _______________ tiró de la cabeza de él, apremiándolo a que la tomara más profundamente en su boca, y él accedió a la peti¬ción con una lentitud que casi la hizo gritar. _______________ empezó a entender cuál era la clase de juego sensual que estaba practi¬cando con ella, y supo que tenía intención de prolongar su tor¬tuoso deseo, y el suyo propio, hasta que ya no pudieran se¬guir soportándolo por más tiempo.
_______________ se erguía un poco más con cada suave tirón de la lengua de Nick, elevando las caderas contra la parte inferior de su miembro viril. La sensación de su contacto era tan incendiaria que _______________ empezó a concentrarse en el movimiento, se¬parando las piernas y restregando su cuerpo contra el de él en un ritmo cada vez más rápido.
Una risa ahogada escapó de los labios de Nick, y rodó so¬bre el costado apartándose de ella.
-No -jadeó _______________-. Nick, déjame...
-Todavía no -dijo él con dulzura, su voz ya enronque¬cida por la pasión-. Te daré la clase de satisfacción que estás buscando, petite..., pero todavía no.
_______________ se puso encima e hincó los pechos en el grueso ve¬llocino oscuro del pecho de él. Su boca capturó la de Nick, y se apretó contra su largo cuerpo en un resuelto esfuerzo fe menino por sabotear su control de sí mismo. Durante unos momentos abrasadores, Nick permitió que ella le hiciera el amor sin responder a sus actos, tan sólo moviendo las manos por encima de la espalda y las nalgas de _______________. Pronto, sin embargo, la obligó a darse la vuelta y le sujetó los brazos con¬tra los costados.
-Déjame tocarte-imploró _______________, hincando los dedos en el colchón.
Fingiendo que no la había oído, Nick incrustó sus muslos entre los de ella.
-Nick -gimió _______________-, necesito tocarte. Suéltame las manos, por favor. Necesito sentirte...
La boca de él se alejó de la delicada bóveda de las costi¬llas de _______________ para descender hacia su estómago, los múscu¬los de su abdomen respondieron con una tensión exquisita. Un instante después la lengua de Nick entró con un suave movimiento giratorio en su ombligo. Las muñecas de _______________ se resistieron contra la presa con que se las sujetaba él, i jadeó ruidosamente. Nick siguió excitándola y acaricián¬dola, hasta que _______________ estuvo rígida y sudorosa debajo de él. Entonces la boca de Nick bajó un poco más y empezó a moverse lánguidamente sobre su estómago.
_______________ quedó anonadada al sentir que los labios de él se aproximaban lentamente al triángulo que había entre sus muslos.
-Nick... -gimió mientras los largos dedos de él se abrían paso delicadamente por entre el vello. Nick percibió su sala¬do aroma femenino e inhaló profundamente. _______________ quiso morir ante aquella insoportable intimidad y buscó con las manos la cabeza de Nick, hundiendo sus dedos en aquellos cabellos mojados por la lluvia-. No lo hagas -jadeó, tra¬tando de apartarlo.
-Has dicho que podía hacer lo que quisiera -replicó Nick, y sus dedos buscaron la delicada entrada al cuerpo de ella.
-No sabía lo que estaba diciendo. No pensé que... Oh, Dios.
Nick había hecho lo inimaginable, invadía con su boca la delicada hendidura para enviar su lengua hasta más allá de los sensibles labios menores. _______________ sollozó y aferró los oscuros cabellos mojados de la cabeza que reposaba entre sus muslos. Nick la exploró ávidamente, apretándole las caderas con las manos para mantenerla inmóvil. Con cada nuevo movimiento de su lengua, la inocencia de _______________ se disolvía como el azúcar en el agua. Las atenciones de Nick no tarda¬ron en centrarse sobre la pequeña cumbre erguida que pal¬pitaba con vibrante anhelo. Nick empezó a succionar, suave y rítmicamente, aquella carne vulnerable.
_______________ abrió aún más las piernas en una desesperada súpli¬ca donde ya no había cabida para la vergüenza. Compadecién¬dose de ella, Nick pasó a excitarla con rápidas y suaves caricias de la lengua, mientras el dedo medio de su mano encontraba la abertura que daba acceso al interior de _______________ y se deslizaba dentro de ella. _______________ llegó al clímax con un jadeo entrecor¬tado, y cerró las piernas en torno a la cabeza de Nick al tiem¬po que se estremecía de placer. Después la boca de Nick toda¬vía permaneció sobre ella durante un buen rato, y su lengua alimentaba amorosamente cada temblor de deleite hasta que la sintió quedarse fláccidamente inmóvil debajo de él.
Nick se incorporó sobre ella, se colocó entre sus piernas separadas y la penetró con una rápida acometida. Su miem¬bro la llenó por completo, distendiéndola y deslizándose cada vez más adentro hasta que ya no pudo ir más allá. _______________ se mordió el labio y arqueó el cuerpo contra el suyo ante aque¬lla dolorosa intrusión en su delicada carne.
Nick se detuvo inmediatamente al sentir que los puños de ella se tensaban sobre su espalda.
-¿Te duele? -Tomó su cabeza entre las manos y le rozó suavemente los labios con su boca que sabía a sal-. Lo sien¬to, ma petite. Intentaré tener cuidado. Lo siento tanto...
-No pares -gimió ella, envolviéndolo con su cuerpo. Nick gruñó y empezó a empujar dentro de ella, siempre con mucho cuidado para no hacerle daño. Le besó los pechos y la boca, ajeno a cuanto no fuese ella. Sus violentos jadeos contrastaban con el pausado movimiento de sus caderas, y _______________ comprendió hasta qué punto debían de ser estrictos los límites que se había impuesto a sí mismo. Apretó la cara contra el raso mojado de la curva de su cuello.
-Sabía que sería así -susurró, al tiempo que acariciaba su espalda dura como el hierro. Su piel estaba resbaladiza a causa de la lluvia y el sudor-. Sabía lo delicado que serías. No te contengas. Quiero poseerte por entero.
Ante aquellas palabras, Nick pareció perder el control. Gimió y la empaló profundamente, su robusto cuerpo estre¬meciéndose contra el suyo. _______________ dejó escapar un jadeo de deleite cuando sintió palpitar en su interior la dura seda del miembro de Nick. Era extraño, que pudiera sentirse tan vulne-rable y sin embargo tan fuerte, con su cuerpo colmado, sujeto y rodeado por el hombre al que amaba. Y lo que era todavía más extraño, por fin se había entregado a Nick sin saber si él la correspondía en su amor. Quería darle todo lo que pudiera de sí misma, sin ninguna clase de condiciones o expectativas.
Nick se dio la vuelta hasta quedar tendido sobre el costa¬do y la atrajo hacia su pecho. Con un suave ronroneo, _______________ insinuó uno de sus muslos entre los suyos, deleitándose con el calor y la textura del cuerpo de él. El olor de la tormen¬ta entraba por la ventana entreabierta y formaba una mezcla embriagadora con el aroma almizclado del sexo y la piel hú¬meda.
Nick le puso la mano en el pecho. Cuando habló, lo hizo con voz profunda y lánguida.
-La próxima vez será mejor, te lo prometo -dijo. -Espero que no. -_______________ le acarició la cintura, y sus dedos fueron hacia la línea donde la piel oscurecida por el sol se disipaba dentro del territorio más pálido de su cadera-. No sé si podría sobrevivir a algo mejor que eso.
Nick rió, y sus labios le apretaron suavemente los cabellos. -Qué mujercita tan apasionada que tengo-susurró. -¿Soy más apasionada que tu placée?
La pregunta hizo que él se quedara inmóvil.
-Entre tú y Mariame no puede haber comparación po¬sible, ma chére. Nunca había deseado tanto a ninguna mujer, ni encontrado un placer semejante con ella.
-Pero aun así sientes algo por Mariame, oui?
-Pues claro que sí. Mariame ha sido una buena amiga y ha sabido ser muy generosa conmigo. Le debo mucho. -¿En qué sentido? -preguntó _______________, sintiendo una punzada de celos.
-Después de la muerte de Corinne, pensé que nunca vol¬vería a desear a una mujer. En Nueva Orleans no había una sola mujer que no me tuviera miedo, y yo... -Hizo una pausa, como si las palabras se le hubieran quedado atrapadas en la gar¬ganta. Sorprendida de que Nick se hubiera aventurado a hablar de su misterioso pasado, _______________ aguardó pacientemente a que continuara-. En cierto modo, me tenía miedo a mí mismo -dijo finalmente-. Todo se había vuelto distinto. Yo estaba acostumbrado a ser querido y admirado, y de pronto todo el mundo me trataba con desprecio, o frialdad, o miedo. Duran¬te casi dos años me mantuve célibe. Entonces oí que Mariame acababa de ser abandonada por el hombre que la había estado manteniendo. Yo la había visto antes y admiraba su belleza. Mariame necesitaba a alguien que cuidara de ella y de su hijo... y yo necesitaba a alguien como Mariame.
-¿Cómo es ella? -preguntó _______________.
-Hace que te sientas cómodo -dijo él pasado un ins¬tante-. Mariame tiene una naturaleza muy agradable. Rara vez la he visto enfadarse, y nunca se ha mostrado exigente o se ha impacientado por algo.
-A diferencia de mí -se lamentó _______________.
Nick se alzó sobre ella, ocultándole los destellos del re-lampaguear de la tormenta con sus anchos hombros. -¿Sabes qué es lo que yo cambiaría de ti, petite? -pre¬guntó con dulzura.
-¿Qué? -preguntó ella, medio temerosa de cuál podría ser la respuesta.
-Nada en absoluto.
Después su cabeza descendió sobre la de _______________, y durante un buen rato la mantuvo demasiado ocupada para que pudiera hablar.
Danne G.
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