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Mensaje por Danne G. Jue 02 Ago 2012, 2:51 pm


Capítulo 9
Nueva Orleans


Nick despertó con la sensación de que unos demonios invisibles le golpeaban la cabeza con unos mazos enormes. Abrió los ojos y dio un respingo de sorpresa y dolor cuando un rayo de sol pareció atravesarlos. Mascullando juramen¬tos en francés y en inglés, se acostó boca abajo y escondió la cabeza debajo de la almohada.
-Mon mari -dijo __________________, divertida pero también con una clara simpatía en su voz. Su delicada mano le rozó la es¬palda desnuda-. Cuéntame cómo puedo ayudarte. ¿Cuál es vuestra cura habitual para... cómo lo llaman los america¬nos? ¿Haber empinado demasiado el codo, quizá? ¿Tomarás un poco de café? ¿Agua? ¿Un té de corteza de saúco?
Nick sintió que se le revolvía el estómago sólo de pensar en tragarse algo.
-Dieu, non. Déjame... -No llegó a decir nada más, por¬que entonces el roce de la mano de __________________ hizo que unos cuan¬tos recuerdos de la noche anterior volviesen a su memoria. Muchos de los detalles se habían disipado entre una neblina empapada de alcohol, pero recordaba haberla visto cuando llegó a casa... ella lo había ayudado a quitarse la ropa... y en algún momento después de eso, él había...
Arrojando la almohada a un lado, Nick se irguió de gol¬pe en la cama sin hacer caso de la punzada de agonía que le atravesó la cabeza con la intensidad de una cuchillada. -__________________ -dijo.
Sentada junto a él en la cama, __________________ llevaba una túnica blanca con un fruncido de volantes en el pecho y se había re¬cogido el pelo en una trenza sujeta con una tira de encaje. Nick habría pensado que parecía un ángel... de no ser porque nin¬gún ángel tenía los labios hinchados a causa de los besos que había recibido.
-Anoche... -dijo con voz temblorosa, sintiendo como si una garra helada le oprimiese las entrañas-. Yo estuve con¬tigo. No me acuerdo de todo, pero sé que tú y yo...
-Sí, lo hicimos.
La información dejó anonadado a Nick y lo llenó de ver¬güenza. Ningún caballero tomaría jamás a su esposa mien¬tras estaba ebrio... mucho menos a una esposa que todavía era virgen, algo que habría requerido delicadeza, habilidad v un gran dominio de sí mismo. Él le había arrebatado su inocencia mientras estaba borracho. Saberlo lo llenó de aba¬timiento. Tenía que haberle hecho daño. Santo Dios, ahora __________________ nunca permitiría que volviera a acercársele, y él no la culparía por ello.
-__________________... -Empezó a extender las manos hacia ella, pero se detuvo-. ¿Te tomé por la fuerza? -preguntó con voz enronquecida.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos y llenos de sor¬presa.
-No -dijo-. Por supuesto que no lo hiciste.
-¿Te hice daño? ¿Fui demasiado brutal?
El que ella se echara a reír pareció dejarlo perplejo. -¿Es que no te acuerdas de lo que sucedió, mon mari? No parecías estar tan borracho.
-Recuerdo mi parte de lo que sucedió. Pero no me acuer¬do de la tuya.
Sonriendo, __________________ se inclinó hacia delante y le tocó el la¬bio inferior con la punta del dedo.
-En ese caso yo te lo contaré. Me torturaste, mon cher, y me hiciste sufrir muchísimo. Y yo adoré hasta el último mo¬mento de esa terrible tortura. J
-Luego no supe ocuparme de ti-dijo Nick con un vago horror-. No te traje agua, o un paño, o... -Entonces fue como si de pronto se le ocurriera pensar en algo e hizo a un lado las sábanas, descubriendo que la blancura nevada del lino estaba levemente manchada de rojo. __________________ había sangrado y él no había hecho nada por ella-. Mon Dieu -masculló.
-Después de todos tus esfuerzos, te quedaste dormido de una manera bastante repentina -admitió __________________ con una sonrisa, pasando los dedos por el muslo velludo de él-. Pero no me importó tener que cuidar de mí misma. Eso no me creó ningún problema, mon mari.
Nick no entendía cómo ella podía sonreír después de lo que le había hecho él, humillándola a altas horas de la noche cuan¬do estaba tan borracho que apenas podía tenerse en pie. Llevándose las manos a la cabeza, hizo que sus dedos se abrieran paso a través del desorden de su pelo para frotarse el cuero cabelludo dolorido.
-__________________-dijo sin mirarla-, si puedes encontrar algu¬na manera de perdonarme, algún día... Te juro que lo de ano¬che nunca volverá a ocurrir. Estoy seguro de que ahora tú no crees que vaya a ser así, pero...
-Te perdonaré con una condición -dijo ella bondado¬samente.
-La que sea. La que sea. Tú sólo tienes que decírmelo.
-Mi condición es... -Acercándose a él, besó suavemen¬te la mejilla que empezaba a cubrírsele con un inicio de bar¬ba-. Tienes que volver a hacerlo esta noche-susurró, y dejó la cama antes de que él pudiera replicar.
Nick empezó a comprender que la noche anterior no ha¬bía sido la catástrofe que hubiese podido llegar a ser, apoyó la espalda en el cabezal de la cama y empezó a relajarse. El alivio fue extendiéndose lentamente por todo su ser, y dejó es¬capar un tenso suspiro.
-¿Un poco de café? -sugirió __________________-. Podría sentarle bien a tu cabeza.
Nick hizo un hosco sonido de asentimiento. __________________ fue a la bandeja de plata que había sobre la mesa junto a la ven¬tana y vertió líquido humeante en una taza de porcelana de Sévres. Regresó junto a la cama con una taza y un platillo y ayudó a Nick a ponerse una almohada detrás de la espalda antes de tenderle el café.
-Alors -dijo con naturalidad-, ahora que por fin he¬mos dormido juntos, quizá dejaré de encontrar trocitos de tela roja debajo de mi almohada.
Nick se detuvo en el acto de llevarse la taza a los labios. -¿Trocitos de tela roja? -repitió cautelosamente. -Out. Noeline ha estado escondiéndolos ahí para atraer a le Miché Agoussou.
-El demonio criollo del amor. Bueno, pues ya le puedes decir a Noeline que esta vez Agoussou realmente ha hecho notar su visita.
__________________ sonrió, y un tenue rubor subió hacia las curvas llenas de pecas de sus mejillas.
-No creo que haya ninguna necesidad de decirle nada a Noeline. Toda la casa parece estar al corriente de lo que su¬cedió anoche. Una de las desventajas de vivir con una familia tan grande.
-¿La falta de intimidad te molesta?-preguntó él, a quien nunca se le hubiera ocurrido pensar en eso antes.
__________________ se encogió de hombros.
-La casa es lo bastante grande para que yo tenga mu¬chos sitios a los que ir cuando deseo estar sola. Y la compañía de tu familia me resulta muy agradable, aunque estaría bien que hubiera más mujeres. Creo que deberíamos buscarles es¬posa a tus hermanos.
-Ninguno de ellos ve que haya ninguna necesidad de casarse. Viven en una casa muy bien administrada, y dispo¬nen de toda la libertad femenina, en la ciudad hay mu¬chas mujeres dispuestas a darles ese gusto. ¿Por qué deberían querer una esposa?
__________________ lo miró con indignación. -¿Qué me dices de los niños? Nick la miró sardónicamente.
-Es probable que después de haber vivido con los ge¬melos, mis hermanos hayan recibido una impresión más bien negativa de las alegrías de la paternidad.
-No todos los niños son como los gemelos. -Demos gracias a Dios por eso.
-Además, si la soltería es tan maravillosa, ¿por qué te ca¬saste conmigo?
Nick estudió a __________________ por encima del borde de la taza de porcelana, admirando la forma de su cuerpo bajo la batista de la túnica.
-Me parece que eso ya te lo dejé bastante claro anoche. -Ah. -__________________ fue hacia él, sus movimientos imbuidos por una nueva confianza en su propia sexualidad que hizo co¬brar conciencia a Nick del cambio que acababa de tener lugar en ella. «Válgame Dios», pensó irónicamente-. Te casaste conmigo por mi cuerpo, entonces -dijo __________________, inclinán¬dose hasta quedar lo bastante cerca de él para que Nick pu¬diera ver dentro del escote de su túnica, desde las puntas de sus pechos hasta los exuberantes ricitos rojos entre sus mus¬los. Nick apuró el café que quedaba en la taza, pero su calor abrasador no era nada comparado con la temperatura que ha¬bía empezado a crecer en su sangre.
-Exactamente -dijo, y __________________ dejó escapar una suave carcajada.
-Y yo quizá me casé contigo por el tuyo, mon mari. -No pienso quejarme por eso -dijo Nick, atrayéndola hacia él para besarla.
Sin embargo, se vieron interrumpidos por una firme lla¬mada a la puerta. Nick contempló con disgusto cómo __________________ iba a responder a la llamada. La intrusa era Noeline, trayendo consigo una bandeja cargada con el desayuno. Frunciendo el ceño, Nick tiró del cubrecama para subirlo sobre su pecho desnudo.
La situación enseguida mereció la aprobación del ama de llaves. La expresión de Noeline se mantuvo tan serena como de costumbre, pero ahora había satisfacción en sus oscuros ojos cuando dejó la bandeja sobre una mesita junto a la ven¬tana.
-Bon matin -dijo plácidamente-. Ya iba siendo hora de que encontrara a madame aquí con usted, monsieur. __________________ se sentó junto ala bandeja y cogió un cruasán, que luego mordió con obvio placer.
-Ahora -continuó Noeline-, si Dios quiere, volverá a haber pequeñines en esta casa. Ha pasado demasiado tiem¬po desde los gemelos. -Conociendo a Nick desde sus años de juventud como lo conocía, el ama de llaves solía decirle libre¬mente lo que le viniera en gana, sin importar lo muy personal que pudiera ser.
-Noeline -dijo Nick bruscamente-, haz que me pre¬paren un baño inmediatamente. Voy a llegar tarde a una cita que tengo en la ciudad.
El ama de llaves frunció el entrecejo sin molestarse en tra¬tar de ocultar su disgusto.
-¿Va a salir, monsieur? ¿Y dejará aquí a una guapa es¬posa sin ningún bebé? -En lo que a los criollos concernía, la primera responsabilidad de un hombre era dar hijos a su esposa. Tanto en la alta sociedad como en las clases más ba¬jas, todos estaban de acuerdo en que un recién casado debía invertir todos sus días y sus noches en un tenaz esfuerzo por dejar encinta a su esposa. Después de todo, la luna de miel no tenía otro propósito que ése.
Nick traspasó al ama de llaves con una mirada ominosa. -Vete, Noeline.
-Oui, monsieur -replicó Noeline sin perder la calma, y luego masculló para sí mientras se iba-: Lo que no sé es cómo se las va a arreglar para tener bebés ella solita...
-¿Cuándo regresarás?-preguntó __________________, dejando caer un poco de miel sobre su cruasán.
-Esta tarde temprano, espero.
-Me parece que hoy iré a dar un paseo a caballo por la plantación -dijo ella-. Todavía hay partes que nunca he visto.
-Llévate a alguien contigo.
-Oh, pero no hay ninguna necesidad...
-Sí que la hay. En el caso de que tuvieras alguna difi¬cultad (el caballo pierde una herradura, o tropieza), no quie¬ro que estés sola.
-Está bien. -__________________ inclinó la cabeza hacia atrás mien-tras dejaba caer dentro de su boca un trozo de cruasán empa¬pado de miel. El que lo encontrara tan delicioso excitó todavía más a Nick, y se volvió sobre el costado para observarla.
-__________________-le dijo con voz enronquecida-, trae aquí esa miel.
-¿Con un cruasán? -No, sólo la miel.
La mirada llena de perplejidad de __________________ se encontró con la suya y un instante después, cuando empezó a com¬prender, sacudió la cabeza con vehemencia.
-No, hombre malvado.
-Ven aquí ahora mismo -insistió él, acariciando la sá¬bana-. Prometiste obedecerme, chérie. ¿Ya estás faltando a tus votos?
-Yo no prometí tal cosa. -Sí que lo hiciste. En la boda.
-Crucé los dedos durante esa parte. -Viendo que Nick no la entendía, añadió-: Es lo que hacen los americanos cuando dicen algo que en realidad no sienten.
Nick hizo a un lado el cubrecama, revelando así su cuer¬po desnudo, y fue a recuperar a su esposa que no paraba de reír. Cogiéndola en brazos, la llevó a la cama y se trajo con¬sigo el tarro de la miel.
-¿Sabes qué les hacen los criollos a las esposas rebeldes? -preguntó al tiempo que la depositaba sobre el colchón. -¿Voy a descubrirlo? -preguntó ella, con el rostro ilu¬minado por un intenso rubor.
-Oh, sí -murmuró él, y se reunió con ella en la cama. Tal como __________________ había esperado, fue sometida a un es¬crutinio fuera de lo habitual cuando, tras el desayuno, se reu¬nió con los Vallerand en la sala. Incluso Alexandre, que pade¬cía los efectos de una fuerte resaca como resultado de haberse corrido una larga juerga en la ciudad durante la noche ante¬rior, volvió laboriosamente hacia ella unos ojos inyectados en sangre.
-Buenos días -dijo __________________ animadamente
Justin, que estaba apoyado en la esquina comiendo un bo¬llo espolvoreado de azúcar, disipó la tensión con su típico des¬caro.
-¿Estamos intentando averiguar qué tal le ha sentado pasar la noche con papá? Pues a mí me parece que tiene bastante buena cara.
La observación no fue hecha con malicia y, de hecho, era imposible resistirse al encanto de sus ojos azules. __________________ son-rió en el preciso instante en que el resto de la familia reaccionaba con disgusto, exigiendo a Justin que abandonara la estancia. Ella le tocó el hombro mientras se iba.
-No es necesario que te marches, Justin -dijo. -Bueno, de todas maneras iba a hacerlo. Philippe y yo tenemos una clase de esgrima en la ciudad.
-Espero que lo paséis bien.
Justin sonrió al tiempo que se pasaba los dedos por el pelo, que llevaba tan despeinado como de costumbre.
-Oh, siempre se me da bien. Soy el mejor espadachín de la ciudad, en eso he salido a nuestro padre. Bon matin, belle¬mére -dijo alegremente, y fue en busca de su hermano. Su bravuconada juvenil hizo sonreír a __________________, pero los otros Vallerand no parecieron encontrarla tan divertida.
-Ese chico... -Irénée no llegó a completar la queja, pero su irritación no podía estar más clara.
-Ya hace muchos años que Nick debería haberle admi¬nistrado una buena sesión con la vara-dijo Alexandre som¬bríamente, bebiendo un minúsculo sorbo de café y sosteniéndose la cabeza como si ésta fuera a desprendérsele de los hombros-. Ahora los resultados de que lo haya malcriado están empezando a volverse demasiado obvios.
-Justin sólo intenta conseguir que los demás reparen en él-replicó __________________ mientras tomaba asiento junto a Iré¬née-. Philippe se gana la atención a través de su buena conducta. Naturalmente, la única opción que le queda a Justin es la de ser malo. Si nos mostramos pacientes y compren¬sivos con él, no me cabe duda de que mejorará. -Se volvió hacia su suegra, decidida a cambiar de tema-. He pensa¬do que hoy podría ir a dar un paseo a caballo por la planta¬ción.
-Haz que te acompañe Ellas-dijo Irénée-. Es un buen chico, callado y con unos modales excelentes.
-¿Adónde irás? -preguntó Bernard. __________________ se encogió de hombros.
-Puede que hacia el este, más allá de los cipreses. -Ahí no hay nada que ver -replicó Bernard con cier¬ta sequedad-. Salvo las ruinas de la casa del antiguo encar¬gado.
La mención de aquel lugar hizo que el grupo familiar se sumiera en un extraño silencio. __________________ miró a Irénée, quien de pronto estaba concentrando toda su atención en la tarea de echarse más azúcar en el café y removerlo. Al preguntarse cuáles podían ser las razones para una reacción tan extraña, __________________ comprendió que la casa del encargado tenía que haber sido el sitio donde habían asesinado a Co¬rinne.
-Pensaba que la habrían derribado -dijo.
-Es lo que se tendría que haber hecho con ella -dijo Irénée-. Desgraciadamente, nadie de la plantación, o de Nueva Orleans, se ha mostrado dispuesto a hacerlo. La su¬perstición, ¿entiendes?
__________________ lo entendía. La cultura criolla daba mucha im-portancia a todos los lugares donde se había cometido un asesinato o había muerto alguien. Todo lo que hubiese formado parte de la casa -fuera un trozo de madera, de un la¬drillo o de escayola- contenía la esencia del mal y podía emplearse para preparar un poderoso gris-gris que haría des¬graciada para siempre a su víctima y terminaría causándole la muerte. Nadie estaba dispuesto a hacer que la maldición cayera sobre él por haber profanado un lugar tan lleno de malos espíritus.
-Algunos aseguran que han visto fantasmas allí -dijo Irénée-. Hasta Justin ha afirmado haberlos visto, aunque sospecho que en su caso sólo era otra de sus mentiras.
-Ningún esclavo se acercará a ese lugar -dijo Ber¬nard-. Si intentaras visitarlo, no conseguirías llegar a cin¬cuenta metros de él antes de que Ellas se negara a dar un so¬lo paso más.
__________________ no tardó mucho en descubrir que Bernard esta¬ba en lo cierto. Ella, que iba detrás de su yegua baya mon¬tado en una plácida mula, se detuvo en seco cuando vio alzarse ante ellos los contornos medio derruidos de la casa del encargado. La estructura no podía ser divisada desde la casa principal. Había sido construida en el límite de unos campos que antaño habían sido productivos, pero que no se tocaban desde hacía diez años. Una abundante vegetación cubría el suelo alrededor de la casa del encargado. Con tiempo sufi¬ciente, el clima tropical conseguiría destruir la precaria cons¬trucción, que ya se había visto seriamente afectada por la hu¬medad, el moho v las alimañas.
-¿Ellas? -lo interrogó __________________, mirando atrás y vien-do que el muchacho permanecía rígidamente inmóvil. Con los ojos muy abiertos y los agujeros de la nariz dilatados, mi¬raba fijamente la casa.
-¿Quiere ir ahí, madame? -le preguntó Ellas sin levan¬tar la voz.
-Sí, sólo un momento -dijo ella, haciendo que su ye¬gua avanzara unos cuantos pasos-. Allons.
El muchacho no se movió.
-No podemos, madame. Ahí dentro hay fantasmas. -No te pediré que entres conmigo-dijo __________________ en tono tranquilizador-. Espera fuera hasta que yo regrese.
Pero cuando su mirada se encontró con la de Ellas, vio que estaba muy alterado. Un brillo en los ojos del muchacho revelaba la duda entre su miedo de aproximarse a la casa y el deseo de no incurrir en el disgusto de su señora. Elías no dijo nada v su mirada fue nerviosamente de __________________ a la ominosa estructura que se alzaba ante ellos.
-No te muevas de aquí, Elías. Enseguida volveré. -Pero, madame...
-No me pasará nada. Sólo estaré dentro unos minutos. __________________ fue hacia la casa medio en ruinas y ató su yegua a la barandilla de madera a punto de caerse del diminuto por¬che. Luego se desató distraídamente las cintas del sombrero de paja que llevaba y lo dejó encima de un escalón que había empezado a combarse. La casa había sido edificada sobre unos soportes que la mantenían a medio metro de distancia del suelo como precaución por si, como ocurría de vez en cuan¬do, el pantano cercano decidía inundar sus orillas. __________________ puso el pie con cautela en uno de los escalones, preguntán¬dose si aguantaría su peso. La madera crujió ruidosamente, pero no se rompió. __________________ fue hacia la puerta, que colgaba del quicio con los bordes llenos de barro reseco. Una opre¬siva atmósfera de penumbra flotaba en torno al lugar. Era como si el crimen que había ocurrido allí hubiera llegado a formar parte de cada tabla y cada viga.
__________________ intentó imaginarse cómo habría sido la casa una década atrás, cuando Corinne Vallerand entraba en ella sin ser vista para acudir a sus citas clandestinas con Étienne Sagesse. ¿Cómo podía haber traicionado Corinne a Nicholas en un lugar tan próximo a la casa que ambos compartían? Ca¬si parecía como si hubiera querido ser descubierta.
Empujando la puerta hacia un lado al tiempo que se aga¬chaba para pasar bajo las telarañas que se habían acumulado en el umbral, __________________ entró en la casa. Parecía una tumba. La habitación estaba sucia y olía muy mal, y el moho había os¬curecido sus paredes. Centímetros de polvo y una sustancia amarillenta cubrían los diminutos paneles de las ventanas, de modo que el sol apenas podía entrar en la habitación. Las arañas correteaban por los rincones y las grietas de las pare¬des, huyendo de la intrusión de __________________.
Impulsada por la curiosidad, __________________ fue a la habitación de atrás abriéndose paso entre los cascotes. Mientras mi¬raba alrededor, sintió que se le erizaba el vello en los brazos. Aunque no había nada tangible que distinguiera aquella habitación de la otra, de alguna manera enseguida supo que era allí donde había sido asesinada Corinne. Una sensación de devastación hizo presa en ella, y se quedó inmóvil donde estaba.
Entonces oyó pasos, el ruido de alguien que apartaba a patadas los restos de un cacharro de cocina hecho pedazos. El corazón le dio un vuelco y se apresuró a darse la vuelta.
-¿Noeline?
-No.
Era su esposo, que iba hacia la puerta de la pequeña ha¬bitación sin quitarle los ojos de encima a __________________.
Las facciones de Nick parecían haber sido esculpidas en granito, pero su mirada era la de un hombre acosado. No le preguntó a __________________ por qué había ido allí. Parecía encontrar difícil hablar, v su garganta se estremecía violentamente. Es¬taba muy pálido, y __________________ vio los residuos del horror en sus ojos cuando los recuerdos escaparon de los rincones oscu¬ros de su mente.
Se acercó a él y le tocó suavemente la cara con la mano. Aquella caricia llena de compasión pareció liberar las pala¬bras que habían permanecido atrapadas tras una barricada invisible. Nick se lamió los labios resecos antes de decir con voz ronca:
-Encontré a Corinne ahí, en ese rincón, yaciendo en el suelo -dijo-. Enseguida supe qué había sucedido... el co¬lor de su piel, las señales en su cuello. He oído que no es sencillo estrangular a una persona. Hace falta mucha ira, u odio, para matar a alguien de esa manera.
Sin apartarse de él, __________________ le acariciaba el pecho con las palmas de las manos.
-Sé que tú no lo hiciste -musitó.
-Podría haberlo hecho, sin embargo -susurró Nick-. Quería hacerlo. Corinne hacía y decía cosas inimaginables... Hacía que me sintiera como envenenado. No era difícil odiar la. No sé en qué habría llegado a convertirme si hubiera vivido más tiempo con ella.
-¿Por qué era así?-preguntó __________________ suavemente. -No lo sé-dijo Nick, y sus ojos eran los de un hombre que se ahoga-. Creo que había algo que no iba bien dentro de ella. Corrían rumores de que se habían dado algunos casos de locura en su familia, pero los Quérand siempre lo negaron. -Su mirada fue hacia el rincón lleno de cascotes-. Cuando comprendí que Corinne estaba muerta, me quedé atónito. Sentí pena por ella. Pero al mismo tiempo, una parte de mí se sintió... aliviada. El pensar que por fin me vería libre de ella, que Corinne se había ido para siempre... -Nick se calló. Ha¬bía enrojecido, y le temblaba la mandíbula-. Me sentí tan condenadamente contento de que estuviera muerta-dijo en un susurro entrecortado-. Sentir eso me volvía igual de cul¬pable que el que la había asesinado, ¿no crees?
__________________ lo abrazó.
-No digas insensateces. Porque ésa es una de las cargas que has tenido que llevar a cuestas durante tanto tiempo, ¿verdad? Los sentimientos no son lo mismo que las acciones. Tú no le hiciste ningún daño a Corinne. No tienes nin¬guna razón para sentirte culpable. -Aunque Nick no estaba respondiendo a su contacto, __________________ apoyó la cabeza en su pecho-. ¿Cómo has sabido que estaba aquí? -preguntó contra el palpitar de su corazón.
Nick se esforzó por recuperar el control de su voz. -La cita que tenía en la ciudad fue cancelada, porque a Claiborne le surgieron asuntos más urgentes que atender en otra parte. Cuando regresé a la plantación hace unos minu¬tos, vi a Ellas, que iba a casa todo lo deprisa que podía llevar¬lo ese desastre de mula. Me dijo dónde estabas.
-Lo lamento -dijo ella-. No pretendía hacerle pasar un mal rato. Ni a ti. Sólo sentía curiosidad.
-Lo imagino. Yo ya sabía que sólo era cuestión de tiem¬po que dieras con este lugar. Voy a ordenar que lo derriben, o lo haré con mis propias manos.
__________________ recorrió la habitación con la mirada, súbitamente ansiosa por alejarse de los horribles recuerdos que encerra¬ba para su esposo.
-Nick, llévame a casa. Por favor. Él no pareció oírla.
-Vamos -lo apremió ella, empezando a alejarse. De pronto Nick le dio un buen susto cuando la tomó, temblan¬do entre sus brazos.
-¿Por qué no me temes? -preguntó con voz entrecor¬tada-. Debes de tener dudas, pues todavía soy un desco¬nocido para ti. No puedes estar segura de que sea inocente. A veces ni siquiera yo creo que lo sea.
-Calla. No digas ni una palabra más -susurró ella, vol¬viendo su boca hacia la de él-. Te conozco. Sé exactamente qué clase de hombre eres.
Nick sólo se dejó besar por un instante antes de retroce¬der, claramente remiso a compartir un momento de intimidad con ella en aquel lugar.
-Salgamos de aquí -masculló.
Cuando vio lo preocupado y silencioso que estuvo Nick durante el resto del día, __________________ enseguida lamentó haber ido a la casa del encargado. Ella nunca le hubiese causado semejante inquietud a propósito, Aunque Nick evitó ver a nadie y pasó el resto de la tarde trabajando en la biblioteca, su estado de ánimo sombrío pareció impregnar de tensión la atmósfe¬ra de la casa. Sin embargo, nadie le dijo nada a __________________... has¬ta que Bernard se dirigió a ella después de la cena. Se cruza¬ron por casualidad en el recibidor, cuando él iba hacia la casita de los invitados en la que residía. Mirando alrededor para asegurarse de que nadie los oiría, Bernard le habló con voz áspera.
-Sólo te lo diré una vez, __________________, y no lo hago sólo por tu bien sino también por el de Nick. Quítate de encima esa curio¬sidad que sientes por Corinne. Es peligrosa, ¿comprendes? Lo pasado pasado está, y debes dejar que siga así... o de lo contrario regresará para arruinar tu vida.
__________________ quedó tan asombrada que no pudo replicar. Después de haberla contemplado con una expresión de desagrado que ella nunca había visto antes en sus oscuros ojos, Bernard se fue.





Danne G.
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"Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO - Página 7 Empty Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO

Mensaje por Danne G. Jue 02 Ago 2012, 2:52 pm


Capítulo 10
Nueva Orleans



-¿Otra carta a tu madre? -preguntó Nick, acercándose a la mesita de nogal a la que estaba sentada __________________.
-No consigo encontrarlas palabras apropiadas -repu¬so ella, señalando unas cuantas hojas de pergamino que había estrujado.
Nick sonrió mientras se percataba de que el escritorio de __________________ y la silla con patas en forma de garra que hacía jue¬go con éste habían sido misteriosamente trasladadas del dormitorio de ella al suyo. Era otra señal de la invasión femenina que al parecer se estaba produciendo.
Pensándolo bien, supuso que debía dar gracias de que su habitación fuera tan grande. Pese a su acuerdo inicial de man-tener dormitorios separados, __________________ había ido llevando un creciente número de pertenencias al territorio que antes só¬lo le pertenecía a él. Nick descubría cada día nuevos objetos esparcidos sobre su tocador y su mesilla de noche. Había bo¬tellitas de perfume y cajas de polvos, abanicos, guantes y adornos para el pelo realzados con distintas flores, así como horquillas, peines, medias, ligas y encajes.
Cuando Nick iba a acostarse por la noche, encontraba a __________________ en su cama, infringiendo de esa manera la costumbre crio¬lla de que una esposa debía permanecer en su propio lecho hasta que el marido decidiese lo contrario. Sin embargo, no se atrevía a decir nada al respecto. No sólo quería evitar herirlos sentimientos de __________________, sino que, además, por algún motivo que no atinaba a explicar, la situación era muy de su agrado.
Después de años de aislamiento y soledad, Nick descubrió que le gustaba mucho la compañía que le ofrecía __________________ y las atenciones que tan generosamente le dedicaba. Había espera do que la súbita falta de intimidad sería difícil de soportar, pero el caso era que no le disgustaba. Y el que __________________ estuviese tan a mano también tenía sus ventajas. Ahora él podía verla a su an¬tojo mientras se bañaba, se peinaba, se vestía... y se desvestía. Descubrió que le encantaba observar los rituales del aseo de una esposa, al igual que lo deleitaba la visión de __________________ pro¬bándose pendientes, recogiéndose el cabello, quitándose las medias o aplicándose un poco de perfume detrás de las orejas.
Volviendo a centrar su atención en el motivo de interés más inmediato, Nick apoyó los brazos a los lados de __________________ y se inclinó sobre la mesa para leer la carta inacabada.
-Ni maman ni Jacqueline han respondido a las primeras cartas que les escribí -le explicó __________________-. En el caso de ma¬man, puede que Gaspard no le permita escribirme. Quizá ni siquiera le permita recibir nada que venga de mí... ¡pero espe¬raba alguna clase de respuesta por parte de Jacqueline!
Nick le rozó la coronilla con los labios.
-Dales un poco de tiempo. Sólo ha transcurrido un mes desde la boda. Y te casaste con uno de los truhanes más no¬torios de Nueva Orleans.
-Eres demasiado modesto, mon mari. Tú no tienes rival como truhan.
Él sonrió y se vengó inclinándole la silla hacia atrás, lo que causó un respingo de sorpresa y una carcajada. __________________ se agarró a sus brazos.
-¡Nick!
-Tranquila, cariño... no permitiré que caigas. -¡Nick, haz el favor de comportarte!
La silla fue devuelta lentamente a su posición original, y __________________ se apresuró a levantarse de ella con una sonrisa rece¬losa.
Sosteniéndole la mirada, Nick fue hacia el escritorio y su mano hizo una bola con la carta.
__________________ se quedó boquiabierta. -¿Por qué has hecho eso?
-Porque no me gustaba-respondió él sin el menor re¬mordimiento-. No quiero que te humilles suplicándoles un poco de atención.
Ella le lanzó una mirada iracunda.
-Le escribiré lo que quiera a mi madre.
Nick la miró con ceño y luego hizo una profunda inspi¬ración.
-Lo siento -dijo finalmente-. No pretendía ser arro¬gante. Pero no quiero que nadie hiera tus sentimientos. Es¬pecialmente tu propia familia.
__________________, cuya ira se desvaneció, dijo en tono más dulce: -Nick, no puedes protegerme de todo.
-Pero puedo intentarlo. Ella rió y sacudió la cabeza.
-Supongo que me lo tengo merecido por haberme casa¬do con un criollo.
-¿Piensas empezar a escribir otra carta en este mismo instante? -preguntó él.
-Probablemente no. Pourquoi?
-Porque me gustaría que me acompañaras a la ciudad. Esta mañana ha llegado un visitante muy importante, y es¬pero oír algunos discursos interesantes en la Place D'Armes.
-Oh, me encantaría salir de la plantación -exclamó __________________-. No he puesto los pies fuera de ella ni una sola vez desde que llegué aquí. Pero todavía tiene que transcurrir una semana antes de que se considere correcto verme en público, y- no quiero ser la causa de que toda Nueva Orleans empiece a murmurar...
-No saldremos del carruaje -la interrumpió Nick, di¬vertido por su excitación-. En cualquier caso tendríamos que quedarnos en él, porque habrá demasiada gente para que podamos movernos libremente. Salvas de cañonazos, desfiles, músi¬ca. Todo para conmemorar la llegada de un tal Aaron Burr. -¿Quién es ése? Oh, sí, ese hombre que os cae tan mal a ti y al gobernador Claiborne. -Corriendo al tocador, __________________ empezó a rebuscar en el cajón de arriba para coger sus guantes.

La Place D'Armes, plaza mayor que daba al río, acogía a una ruidosa multitud llegada de varios kilómetros a la redon¬da para ver y oír al famoso coronel Burr. Aquella mañana, el veinticinco de junio, el coronel había llegado a Nueva Orleans después de haber efectuado un largo circuito a través de Ohio, Kentucky, Tennessee y Natchez, en el que había visitado a poderosos aliados y pronunciado discursos ante multitudes de seguidores.
Burr había sido recibido en todas partes con hospitalidad v aclamaciones, ya que aseguraba que los intereses del Oeste eran lo primero para él y que sólo quería ayudar aquel territorio creciera y prosperase. Pocas personas sospechaban el propósito bastante más siniestro que se ocultaba detrás de su viaje.
Pese a todo el hervidero de actividad de las festividades, el carruaje oro y negro de los Vallerand atrajo casi tanta atención como la aparición de Aaron Burr. El rumor de que la nueva esposa de Nicholas Vallerand se encontraba allí circuló rá¬pidamente y alrededor del vehículo no tardaron en aparecer grupos de espectadores, tanto americanos como criollos, que estiraban el cuello para ver en su interior. Ni siquiera Nick ha¬bía esperado la atención que atraería la presencia de __________________.
__________________ se mantuvo alejada de las ventanas del carruaje, procurando permanecer oculta, pero aun así pudo oír las vo¬ces llenas de excitación que sonaban fuera y que se referían a ella llamándola la mariée du diable, la esposa del diablo. Miró a Nick con ojos llenos de asombro.
-¿Por qué me llaman así?
-Ya te advertí lo que debías esperar -dijo él-. Te ca¬saste conmigo, lo que es razón suficiente. Y sin duda el rojo de tus cabellos hace que la gente dé por sentado que tienes mucho temperamento, así que te enfadas por cualquier cosa. -¿Que yo me enfado por cualquier cosa? Pero si tengo muy buen carácter-dijo ella, y frunció el ceño al oírlo reso¬plar. Antes de que pudieran debatir el tema, sin embargo, el gobernador Claiborne dio inicio a su discurso de bienveni¬da. __________________ se inclinó hacia delante en el asiento del carruaje, deseando poder estar fuera.
Más allá de las paredes del carruaje había un mundo ente¬ro de imágenes, olores y sonidos que eran totalmente nuevos para ella: los pregones de los vendedores que ofrecían fruta y pan, el ladrar de los perros, los cacareos de las gallinas.
De vez en cuando captaba un potente hálito de perfume francés cuando unas damas elegantes pasaban junto al ca¬rruaje, y la brisa procedente de los muelles del río transpor¬taba hasta ellos los olores de la sal, el pescado y los desperdi¬cios. Los barqueros pasaban a su lado hablando en lenguas que __________________ nunca había oído antes. Y como siempre que los crio¬llos y los americanos compartían el mismo espacio, había en¬fados, disputas y rápidos desafíos a duelo.
El gobernador Claiborne intentaba hacerse oír por enci¬ma de la algarabía. Conforme progresaba el discurso, __________________ aceptó una copa de vino de manos de su esposo y descansó un rato los pies en su regazo mientras él le quitaba los zapa¬tos y le daba un masaje en las plantas. Las manos de Nick eran fuertes y concienzudas, y __________________ se estremecía de placer mien¬tras iban haciendo desaparecer los dolores de sus pies.
Relajada por el vino y el delicado masaje, __________________ dejó vagar a su antojo los pensamientos mientras el gobernador detallaba muchos de los pasados logros de Burr.
-Se diría que le gusta hablar-observó, y Nick soltó una risita.
-Ésa es la descripción más caritativa de un abogado que he oído jamás -replicó.
-Suena como si el gobernador Claiborne admirara mu¬chísimo al coronel Burr -dijo __________________.
-El gobernador desprecia a Burr-repuso Nick con una sonrisa.
-Entonces ¿por qué...?
-Los políticos, cariño, suelen verse obligados a rendir homenaje a sus enemigos.
-No entiendo... -dijo __________________, y se calló al oír un sor¬do rugir que empezó en el inicio de la multitud y fue cre¬ciendo hasta convertirse en una gran ola de sonido-. ¿Qué ocurre? -preguntó, abriendo mucho los ojos.
-Burr debe de haberse mostrado-dijo Nick-. Gracias a Dios. Ahora Claiborne tendrá que poner fin a su discurso. -Fue a la puerta y la abrió-. Voy_ a salir fuera para escuchar. -Nick, ¿puedo...?
-Será mejor que no te muevas de aquí -dijo él, pidién¬dole disculpas con la mirada-. Lo siento.
__________________ se cruzó de brazos, muy disgustada, mientras él salía del carruaje.
-Bueno -masculló para sí-, no veo de qué me sirve dejar la plantación si luego he de pasar todo el rato sentada aquí dentro.
El tumulto en el exterior se incrementó, y __________________ se escu¬rrió sobre el asiento para pegarse a la ventanilla y sacar la cabe¬za en un esfuerzo por ver más allá de la masa de gente, carruajes y caballos. Oyó en la lejanía una nueva voz, potente y llena de fuerza, que se abrió paso a través de la conmoción para sa¬ludar a la multitud primero en francés, luego en español e in¬glés. La congregación respondió con un torrente de aplau¬sos, gritos y silbidos.
Las aclamaciones no cesaron durante todo el preludio del discurso, pero gradualmente __________________ volvió a oír la voz de Aaron Burr.
Se asomó un poco más por la ventana del carruaje. Las mujeres riñeron a sus maridos por haberse quedado mirando a la joven que tenía los cabellos del color del fuego, los jóvenes olvidaron sus discusiones y la observaron atentamente, y las ancianas intercambiaron cotilleos y murmuraciones mien¬tras los ancianos deseaban en voz alta tener aunque sólo fuese diez o veinte años menos.
A un par de metros del carruaje, Nick se percató de la cre¬ciente agitación y siguió la dirección de las miradas de quienes lo rodeaban. Suspiró con abatimiento cuando vio a su esposa con medio cuerpo asomando por la ventana del carruaje en un esfuerzo por tener una visión más clara de Aaron Burr. Al dar¬se cuenta de que su esposo la estaba observando, __________________ le dirigió una mirada culpable y desapareció como una tortuga que se retira al interior de su caparazón.
Conteniendo la risa, Nick fue al carruaje, abrió la puerta v extendió las manos hacia __________________.
-Ven aquí -dijo, pasándole un brazo alrededor de la cintura y bajándola al suelo-. Pero luego no te quejes cuan¬do todo el mundo se te quede mirando.
-Mon Dieu -añadió en voz baja un instante después cuando oyó las palabras con las que Burr había empezado a inflamar a su audiencia-. Lo que está diciendo raya en la traición. Ni siquiera él puede pensar que Jefferson va a que¬darse cruzado de brazos en cuanto esas declaraciones hayan llegado a sus oídos.
__________________ se puso de puntillas.
-No puedo ver nada -dijo-. ¿Qué aspecto tiene Burr? -Ya lo conocerás -le prometió Nick-. La semana que viene asistiremos a un baile que darán en su honor.
-¿Sí? -preguntó __________________, mirándolo fijamente a los ojos-. ¿Cuándo pensabas decírmelo?
-Acabo de hacerlo.
Escucharon hasta que la multitud mostró señales de que no tardaría en volverse incontrolable. Los temperamentos se inflamaban fácilmente bajo el sol de Luisiana, y los brindis y las celebraciones que ya se habían iniciado pronto rebaja¬rían las inhibiciones. Y la presencia de __________________ estaba atra¬yendo una atención excesiva. La gente se la quedaba miran¬do y la señalaba abiertamente, los asistentes más jóvenes comenzaban a reunirse en grupos, y se oía cómo los mucha¬chos se retaban mutuamente a correr hacia ella y tocar un mechón de sus cabellos del color de las llamas.
-Es hora de irse-dijo Nick burlonamente mientras ti¬raba de su esposa haciendo que volviera al interior del carrua¬je-. O dentro de unos minutos me veré obligado a librar una docena de duelos por tu causa.
En parte porque tenía sus propias razones para ello y en parte como un favor a Claiborne, Nick organizó un encuentro en privado con el ministro español en Nueva Orleans, don Carlos, el marqués de Casa Irujo. Desde que Aaron Burr lle¬gara a la ciudad el día anterior, había habido muchas idas y ve¬nidas entre los dignatarios españoles residentes en Nueva Or¬leans. Nick esperaba poder persuadir a Irujo de que le revelara alguna información pertinente acerca del general Wilkinson, el compañero de conspiración de Burr.
Irujo era un diplomático con mucha experiencia. Sus ojos castaños, su rostro de facciones delgadas y piel aceitunada, no revelaban nada. Pese a la media hora de esgrima verbal que había tenido lugar, Irujo aún no había dicho nada que desen¬mascarase al gobernador Wilkinson como un agente español, y tampoco había revelado lo que sabía acerca de la traicione¬ra conspiración de Burr. Sin embargo, a Nick no le cabía duda de que Irujo sabía muchas cosas.
-Para mí es un enigma muy interesante cómo Claibor¬ne se las ha arreglado para obtener su apoyo, Vallerand-ob¬servó Irujo afablemente; mientras hablaban, los dos hombres bebían de sus copas y fumaban delgados puros negros. La con¬versación se aproximaba a una conclusión a medida que am¬bos se daban cuenta de que ninguno podría sonsacarle nada al otro-. Nunca le he tenido por un imbécil -continuó el español-. ¿Por qué, entonces, ha querido usted aliarse con un hombre al que están a punto de arrebatarle el control del territorio? Tiene usted mucho que perder.
--¿Por quién le será arrebatado?-replicó Nick a su vez, lanzando una cinta de humo hacia un lado.
-Mi pregunta primero, por favor.
La sonrisa de Nick no llegó a hacerse visible en sus ojos. -Claiborne ha sido subestimado-dijo con tranquilidad. Irujo rió, en un claro escarnio de la respuesta. -¡Tendrá que hacerlo un poco mejor, Vallerand! ¿Qué le ha prometido el gobernador? Supongo que la retención de todas esas concesiones de tierras que hubiesen debido ser abolidas cuando los americanos tomaron posesión del terri¬torio. O quizá se conforma con la esperanza de que así acu¬mulará influencia política. ¿No le parece que corre un gran riesgo al jugárselo todo a la carta de que los americanos po¬drán impedir la secesión de Luisiana?
-Ahora me toca preguntar a mí-dijo Nick-. ¿Quién piensa que va a arrebatarle el control del territorio a Clai¬borne?
-El coronel Burr, por supuesto. No es ningún secreto que él espera que la desunión termine imponiéndose. -Sí. Pero Burr está haciendo algo más que limitarse a es¬perar que así sea-dijo Nick, sin quitarle los ojos de encima a Irujo para ver cómo reaccionaba.
La expresión del español no reveló nada.
-Eso, amigo mío, es algo que nadie sabe con certeza. Ni siquiera yo.
Nick sabía que aquello era una mentira. Si Wilkinson cons¬piraba con Burr al mismo tiempo que estaba a sueldo de los españoles, entonces Irujo tenía que estar al corriente de cuá¬les eran sus intenciones.
Inclinándose hacia delante en su asiento, Nick reanudó la ofensiva verbal.
-No hace mucho, don Carlos, se negó usted a entregar¬le un pasaporte para México al coronel Burr. Obviamente la idea de permitirle entrar en territorio español no era de su agrado. ¿Qué fue lo que hizo que de pronto sospechara tan¬to de Burr?
-Mis tratos con ese hombre siempre han estado regidos por la cautela -dijo Irujo abruptamente.
-No siempre. En una ocasión le concedió usted permiso para entrar en las Floridas.
El ministro español rió ruidosamente, pero había muy poca diversión en sus ojos.
-Sus fuentes, Vallerand, son mejores de lo que sospe¬chaba.
Sin decir nada, Nick volvió a darle una calada a su puro al tiempo que se preguntaba cuánto sabría Irujo en realidad. Burry Wilkinson tenían la firme intención de quedarse con las Floridas y sin duda intentaban que sus verdaderos propósi¬tos permanecieran ocultos a los ojos de los españoles, quienes nunca renunciarían voluntariamente al territorio. Si al final éste le era arrebatado a España, se consideraría responsable a Irujo de lo ocurrido. Esa perspectiva tenía que alarmarlo.
-Don Carlos -dijo finalmente-, espero que no se deje engañar por nada de lo que pueda decir Burr cuando asegure que intenta servir a los intereses de España.
La mirada que cruzaron los dos hombres dejó muy claro que cada uno entendía al otro.
-Somos perfectamente conscientes -continuó Irujo después de una pausa deliberada- de que el coronel no sir¬ve a más intereses que los suyos.
Nick decidió seguir otro curso de acción.
-Entonces tal vez no tendrá usted inconveniente en contarme lo que sepa acerca de la carta de presentación que Burr ha entregado a uno de los comisionados de los territorios españoles que residen en Nueva Orleans, el marqués de Casa Calvo.
-No sé nada acerca de una carta.
-Se sospecha que varias cartas similares les han sido en¬tregadas a aquellos que podrían simpatizar con la causa de Burr. -Nick estudió la punta de su bota antes de añadir-: Incluido el marqués de Casa Calvo. -Luego sus ojos dora¬dos volvieron a escrutar al implacable español.
-Estoy seguro de que habría oído hablar de ella, en el caso de que Casa Calvo hubiera recibido una carta de esas ca¬racterísticas. Lo siento.
Lo categórico de la voz de Irujo no dejaba lugar a nue¬vas indagaciones. Nick apagó su puro, bastante disgustado a pesar de que no había esperado más de lo que acababa de obtener. Le hubiese encantado saber lo que había en aque¬lla carta, tener alguna prueba escrita de las intenciones de Burr.
La noche estaba llegando rápidamente mientras Nick ca¬balgaba de regreso a la plantación de los Vallerand. Hizo que su negro corcel aflojara el paso hasta ponerse al trote cuan do vio un carruaje cerrado detenido a un lado del camino. Tenía una de las ruedas rota, y sólo había un caballo uncido al vehículo. No se veía al cochero por ninguna parte. Al de¬tenerse junto al carruaje, Nick percibió un movimiento den-tro de él. Llevó la mano a una de las dos pistolas que siem¬pre llevaba encima cuando viajaba.
-¿Puedo ayudarle? -preguntó, reteniendo el caballo con un suave tirón de las riendas al ver que éste empezaba a removerse nerviosamente.
Un rostro de mujer asomó a la ventanilla del carruaje. Era joven y razonablemente bonita, y muy decididamente fran¬cesa, aunque Nick no recordaba haberla insto antes. Juzgando evidentemente por su apariencia que Nick no era un salteador de caminos sino un caballero, la mujer apoyó el antebrazo en el borde de la ventanilla v sonrió.
-Merci, monsieur... pero no tenemos necesidad de nada. Nuestro cochero ha ido en busca de ayuda y regresará en cual¬quier momento.
-No hables con él, Serina-dijo desde el interior del ca¬rruaje una estridente voz femenina llena de censura-. ¿O es que no sabes quién es? -Un segundo rostro apareció en la ventanilla.
Nick contempló a la mujer y frunció el ceño; supo que se había encontrado con ella antes, aunque no lograba recordar su nombre. Debía de tener su misma edad, tal vez unos años más, su piel era blanca y reseca, y sus pómulos muy promi¬nentes. Sus ojos, de un verde pálido, expresaban malicia, y las comisuras de sus labios se inclinaban hacia abajo como si ti¬raran de ellas unas anclas invisibles.
-¿No me reconoces? -siseó-. No, ya me imaginaba que no me reconocerías. Los Vallerand nunca habéis tenido muy buena memoria.
-Aimée... -protestó la mujer más joven.
Con una súbita conmoción, Nick comprendió que aque¬lla mujer era Aimée Langlois. La había conocido cuando ambos eran adolescentes. Incluso había llegado a cortejarla durante un tiempo, antes de que conociese a Corinne. Por entonces Aimée era muy guapa. Nick recordaba que sus avances le habían arrancado alguna que otra sonrisa huidiza y hasta uno o dos besos cuando su tía, que era bastante corta de vista, había bajado un poco la guardia.
-Mademoiselle Langlois-dijo con gélida cortesía, acor¬dándose de que Irénée había mencionado en una ocasión que Aimée no había llegado a casarse. Al ver aquellos labios apretados, Nick imaginó por qué. Ningún hombre tendría jamás el valor necesario para besarla. Pero ¿qué había provocado se¬mejante cambio en ella? ¿Qué había hecho que llegara a estar tan llena de amargura?
Sin dejar de mirarlo fríamente, Aimée le habló a la joven sentada a su lado.
-Éste es Nicholas Vallerand, Serina. El hombre que asesinó a su esposa. Has oído las historias, ¿verdad? Visiblemente incómoda, la joven le cogió el antebrazo en un intento de calmarla.
-Le ruego que disculpe a mi cuñada, monsieur. El día ha sido tan agotador, y nosotras...
-¡No te atrevas a ofrecer excusas en mi nombre! -chi¬lló Aimée al tiempo que miraba fijamente a Nick-. ¡Dejad¬nos en paz!
Nada le hubiese gustado más, pero estaban solas y care¬cían de protección, y ningún caballero las habría dejado aban¬donadas en una situación semejante.
-Permítanme esperar cerca de aquí hasta que regrese vuestro cochero -dijo-. Está anocheciendo, y es peligroso... -No corremos más peligro que el que supone su presen¬cia -lo interrumpió Aimée-. ¡Por consiguiente, le agrade¬ceré que parta inmediatamente!
Nick asintió secamente.
-Buenas noches, señoras -murmuró, e hizo alejarse del carruaje a su caballo.
Tras cabalgar un trecho camino abajo, se detuvo y no le quitó la vista de encima al vehículo hasta que llegó otro ca¬rruaje para las dos mujeres. Muy afectado por el encuentro, intentó dejar de pensar en el pasado, pero éste se empeñaba en volver a su mente. Recordó los días llenos de inocencia de su juventud, aquella felicidad que había dado por segura, la severa pero reconfortante presencia de su padre, las temera¬rias aventuras que solía vivir con sus amigos, y su despreocu¬pada seguridad de que siempre podría hacer suya a cualquier muchacha que despertara su deseo.
La reticencia de Aimée había supuesto un atractivo desa¬fío, hasta que le presentaron a Corinne y Nick se olvidó de todo lo que no fuese ella. Corinne lo había deslumbrado, lle¬nándolo de deseo y haciendo que enloqueciese con la necesi¬dad de poseerla.
Sin embargo, poco después de su matrimonio, aquellos súbitos cambios de humor que tan encantadores encontraba él antes empeoraron bruscamente y de pronto ya no supo cómo tratarla. Un día Corinne se mostraba alegre y vivaz, y al siguiente hosca y callada. Tan pronto podía enfurecerse porque Nick no le prestaba suficiente atención como gritarle que dejara de estar tan pendiente de ella.
Nick había dado ingenuamente por sentado que el com¬portamiento de Corinne iría mejorando con el tiempo. Por desgracia, se deterioró todavía más, y no tardó en tener vio lentas rabietas sin ninguna razón aparente. Cuando quedó embarazada, empezó a tratar abiertamente a Nick con odio. Dar a luz a los gemelos casi la mató, y Corinne lo consi-deró responsable de ello. Perplejo y herido, Nick le había rogado que le perdonara lo que fuese que hubiera hecho. Cada vez que se acercaba a ella, Corinne le arrojaba su amor a la cara, hasta que el peso del desprecio que sentía por él ter¬minó volviéndose insoportable. Fue la última vez que Nick le había pedido algo a una mujer... hasta __________________.
Pensar en __________________ lo calmó y alivió el dolor que aquellos recuerdos habían reavivado. Necesitaba a __________________, necesita¬ba perderse en el placer de su cuerpo. Con todo lo grande que llegaba a ser, la satisfacción física que ella le ofrecía no era nada comparada con el poder curativo de la fe que tenía en él. __________________ era la única persona en el mundo que no creía lo peor de Nick. Si alguna vez ocurría algo que hiciera que __________________ dudase de él, Nick sabía que no podría soportarlo. Detesta¬ba depender tanto de ella, pero no parecía tener ninguna elec¬ción al respecto.
Tan pronto como llegó a casa y entró por la puerta prin¬cipal, Alexandre trató de detenerlo.
-Nick, te he estado esperando. Hay un asunto del que me gustaría hablar contigo...
-He tenido un día muy largo -dijo Nick bruscamente, quitándose la chaqueta.
-Sí, pero...
-Ya hablaremos mañana.-Sí, pero... este mes he incurrido en unos cuantos gas¬tos extra...
-¿Deudas de juego? -Nick fue hacia la escalera con Alex pisándole los talones.
-He dejado una cuenta sobre tu escritorio. -Deberías intentar encontrar un hábito menos caro con el que divertirte.
-Lo intentaré -dijo Alex-. Mientras tanto, sin em¬bargo, ¿te ocuparás de esto por mí?
-Bien súr-le aseguró Nick con aspereza, dejándolo al pie de la escalera. Tenía tantas ganas de ver a __________ que no estaba dispuesto a esperar ni aunque sólo fuese un minuto.
Alex se tranquilizó, y una sonrisa de alivio se extendió por su rostro mientras lo veía subir los escalones.
-Merci, Nick. No hace mucho tiempo habrías estado sermoneándome durante una hora.
-Y aún lo haría, si pensara que eso iba a servir de algo. -Me parece que alguien ha hecho mucho para dulcificar tu temperamento, mon frére.
Nick no se detuvo a responder, ni siquiera cuando la voz de Irénée subió hasta sus oídos.
-¿Esa voz que acabo de escuchar era la de Nick, Alex? ¿Ha cenado? Bueno, ¿por qué no se lo preguntas? ¿Parecía hambriento?
Nick entró en su dormitorio, cerró la puerta con el pie y dejó caer la chaqueta al suelo. __________________ salió del guardarropa adjunto, una pequeña habitación que se usaba para vestirse y en algunas ocasiones para darse un baño. Ver a Nick hizo que le brillaran los ojos.
-Has estado fuera durante mucho tiempo, mon mari. El sonido de su voz enseguida disipó el abatimiento que se había apoderado de Nick. Al parecer __________________ había estado probándose algunos vestidos, pues había prendas de seda y encaje esparcidas por toda la habitación, y varios pares de zapatillas de brocado formaban un reluciente montón al la¬do de la cama. ____________ llevaba un vestido de baile azul claro, con franjas de gasa del mismo color adornando el corpiño. El escote, que era muy profundo y elevaba los pechos, esta¬ba cubierto por una gasa translúcida que servía más para re¬alzar que para ocultar. __________________ tenía un aspecto esbelto y fe¬lino, el azul de la seda incrementaba la luminosidad de sus ojos y hacía que sus cabellos destellaran como llamas.
Cuando la vio venir hacia él con la clara intención de sa¬ludarlo dándole un beso, Nick alzó las manos en un gesto que le decía que se quedara donde estaba.
-Petite, espera. Estoy cubierto de polvo, y huelo a ca¬ballos -dijo con una sonrisa-. Déjame contemplarte. __________________ dio un par de vueltas en beneficio suyo al tiem¬po que le lanzaba una mirada seductora por encima del hombro. La espalda del vestido no estaba completamente abrochada, y Nick dejó que su mirada se entretuviera en la vulnerable curva de la columna vertebral de __________________. Sintió el deseo de devorarla.
-Muy bonito -dijo.
-Lo llevaré puesto en el baile, cuando conozca al coro¬nel Burr. ¿Te has dado cuenta de que será mi primera apari¬ción en público como tu esposa?
Nick no mostró ninguna reacción, pero en su fuero in¬terno no pudo evitar sentirse un poco turbado. __________________ no estaba preparada para hacer frente a las preguntas mordaces y la curiosidad con que probablemente se encontraría en la celebración. Él ya se había acostumbrado a ello, pero para alguien que había llevado una vida tan resguardada como __________________, la experiencia tal vez resultara agobiante.
-Deberías estar prevenida acerca de lo que sucederá, __________________. Lo de ayer no fue nada comparado con lo que será el bai¬le. Estoy cubierto de ignominia, y aquí los recuerdos siempre perduran durante mucho tiempo. Como ya sabes, algunos creen que te has casado con el mismísimo diablo encarnado. __________________ lo observó con expresión pensativa. Luego fue hacia él y le puso una esbelta mano en la mejilla.
-Pero es que tú eres un diablo. Eso ya lo sé.
Incapaz de contenerse por más tiempo, Nick se inclinó sobre ella y le rozó el cuello con los labios.
-No creo que el que una parte tan grande de mi esposa quede expuesta a las miradas de otros vaya a ser muy de mi agrado -dijo, midiendo con los dedos la cantidad de piel que dejaba al descubierto el generoso escote.
-Oh, pero si es un vestido de lo más recatado. Muchas otras mujeres lucirán modelos bastante más atrevidos. -Tal vez, pero no estoy casado con ellas.
-No me había dado cuenta de que fueras tan celoso-di¬jo __________________, claramente complacida por su posesividad.
Su esposa era tan dulce y adorable que Nick la cogió en brazos y la acostó en la cama.
-Pues entonces deja que me encargue de eliminar toda duda-dijo poniéndose encima de ella, con las botas inclui¬das. El peso de su cuerpo hizo que la seda de las faldas quedara aplastada entre ellos. __________________ rió ante aquella exhibición de ardor, y empezó a debatirse. Nick la sometió sin ninguna dificultad, subiéndole las faldas para acomodarse entre sus muslos.
-Nick -protestó ella, sin poder contener la risa-, ¡mi vestido, vas a echarlo a perder!
-Te compraré otro. Una docena más. Y ahora deja que haga lo que me plazca contigo.
Cerró los dientes sobre el pico cubierto de seda de su pe¬cho, y __________________ dejó de resistirse. No llevaba camisola, y cuan¬do Nick humedeció la delgada tela con la lengua, sintió que la suave cima se elevaba contra ella. Pasó la boca por aquella de¬licada punta, lamiéndola y mordisqueándola hasta que __________________ se quedó inmóvil con un suave jadeo debajo de él.
Nick metió la mano entre sus cuerpos, encontró el suave calor del sexo femenino y deslizó un dedo dentro de él. __________________ estaba húmeda y dispuesta, y su cuerpo lo aceptó de buena gana. Deslizando un segundo dedo dentro de ella, Nick le cubrió la boca con la suya. __________________ gimió y se retorció para poder estar todavía más cerca de él, arqueando las caderas ha¬cia el calor de su palma.
Nick la besó y siguió excitándola, adorando los pequeños sonidos que hacía y el retorcerse lleno de apremio de su cuer¬po. Cuando la sintió tensarse ante la proximidad del Nick, re¬tiró los dedos y se desabrochó los pantalones.
__________________ le buscó ávidamente el miembro y lo guió hacia el lugar donde quería que estuviese. Su cuerpo lo ciñó con una delicada y deliciosa presión, enfundándolo dulcemente. Luego no tardó en empezar a gemir de placer mientras él hundía su miembro en una serie de profundas acometidas que no tardaron en llevarla a un tembloroso orgasmo. Obedeciendo el ronco murmullo que le dirigió Nick, __________________ le rodeó la cin¬tura con las piernas y él le hizo el amor hasta que su pasión fue consumida en una súbita explosión de éxtasis.
La noche del baile, Nick y Alexandre entretuvieron la es¬pera tomando una copa en la biblioteca mientras Irénée Y __________________ estaban muy atareadas en el piso de arriba.
-Las mujeres y su modo de emperifollarse-gruñó Alex. Nick sonrió plácidamente y se llevó una copa de borgoña a los labios.
-¿A qué viene esa súbita preocupación por llegar a tiem¬po al baile, Alex? No creo que sea para ver a Aaron Burr. -Podría ser que la política haya empezado a despertar mi interés -replicó Alexandre, y Nick soltó un bufido de es¬céptica diversión.
Volvió a llenarle la copa a su hermano y apoyó el codo en la repisa de la chimenea.
-Supongo que serás consciente, Alex, de que al ser un hombre que carece de compromisos, para ti toda la velada se reducirá a un continuo desfile de madres y tantes empeñadas en exhibir a sus jóvenes pupilas. Normalmente tú no puedes soportar ese tipo de reuniones sociales.
-Ah, bueno, por una noche lo soportaré.
Nick sonrió, sospechando que alguna joven había atraído la siempre alerta mirada de su hermano.
-¿Quién es ella? -preguntó. Alex sonrió avergonzadamente. -Henriette Clement.
-¿La hermana pequeña de Jacques? -inquirió Nick con sorpresa, acordándose de la última vez que había visto a la jo¬ven delante de una sombrerería acompañada por su hermano mayor-. Hmmm... una muchacha muy atractiva, si no me engaña la memoria.
-¡Sang de Dieu, pero si ni siquiera he bailado con ella! El que tú te hayas lanzado de cabeza al matrimonio no signi¬fica que la idea encierre ningún atractivo para mi.
Nick le sonrió.
-Yo no he mencionado el matrimonio.
Un poco sonrojado, Alex se estrujó los sesos en busca de alguna respuesta y fue salvado por el sonido de las voces de las mujeres.
-Bien, ya están listas -dijo, apresurándose a dejar su copa.
Nick siguió a su hermano al recibidor con su copa toda¬vía en la mano y se detuvo en el hueco de la puerta. Al prin¬cipio no vio a __________________, quien estaba de pie detrás de Irénée y Noeline, pero entonces ambas fueron hacia el espejo para inspeccionar un mechón de los cabellos de Irénée. Nick con-templó a su esposa sin tratar de disimular el orgullo que sen¬tía. __________________ estaba impresionante con su vestido, de color ámbar y corte exquisitamente sencillo, que realzaba de una manera admirable el tono de su tez y el intenso rojo de su ca-bellera. El generoso escote y lo ceñido de la cintura exhibían magníficamente la esbeltez de su silueta.
__________________ poseía una compostura asombrosa para una joven de su edad, así como una aguda inteligencia, claramente vi¬sible en sus ojos azules. Normalmente Nick no era un hombre humilde, pero mientras la veía bajar por la escalera hacia él, se sintió invadido por una intensa gratitud y un asombro profundo. El destino lo había tratado con crueldad en mu¬chas ocasiones, pero ahora el tener a __________________ por esposa lo compensaba todo.
Ella estudió los frunces de su camisa blanca y su corbatín pulcramente almidonado.
-Qué guapo estás -dijo al tiempo que quitaba un hilo de la solapa de su chaqueta negra.
Nick inclinó la cabeza y la besó en el cuello.
-Esta noche no tienes igual, madame Vallerand. Nunca te había visto tan hermosa. Toma, quiero darte algo.
__________________ se dejó llevar mientras él la conducía al vestíbulo, donde no podrían ser vistos por los demás. Una vez allí Nick se sacó del bolsillo una pequeña bolsa de terciopelo negro y se la dio.
-En honor de tu primer baile.
-No me esperaba ningún regalo, Nick-dijo ella con una sonrisa.
__________________ deshizo el cierre de la bolsa y vertió el contenido en su mano. Era un par de pendientes con un brazalete a jue¬go, hecho de diamantes incrustados en un motivo de flores. Los centros de los diez capullos eran diamantes rosados ta¬llados de dos quilates.
__________________ sacudió la cabeza: le faltaban las palabras. -¿Te gustan? -preguntó él.
-Oh, Nick, eres demasiado generoso. ¡Son magníficos! -Deslizó el reluciente brazalete sobre su muñeca enguan¬tada, y luego se quedó quieta mientras Nick le ponía los pen dientes en las orejas. El intenso destello de las gemas pareció palidecer en comparación con su sonrisa. __________________ sacudió la cabeza para hacer que los pendientes se balancearan de sus orejas-. ¿Cómo podré agradecerte un regalo tan hermoso, mon mari?
-Para empezar, con un beso. -Sonrió mientras __________________ le echaba los brazos al cuello y pegaba ardientemente sus labios a los suyos-. Y luego... -murmuró-. Bueno, ya te diré lo que puedes hacer para ganarte el collar a juego.
Ella se sonrojó y rió, y luego lo acompañó de regreso al recibidor de la entrada.
-¡Ah, déjame ver! -exclamó Irénée, reparando inme¬diatamente en las nuevas galas que lucía su nuera. Le cogió la muñeca y se la volvió de un lado a otro, evaluando el brazalete con la experta mirada de un joyero-. Verdaderamen¬te exquisito, mon fils-le dijo a Nick-. Las piedras son de una calidad excelente.
Alex se aclaró la garganta con un ruidoso carraspeo, aler¬tándolos así que ya era hora de irse.
-No queremos llegar tarde, ¿verdad? __________________ cogió del brazo a Nick y murmuró:
-¿Bernard no va a venir?
Nick sacudió la cabeza y se puso serio.-Bernard nunca ha sido muy amigo de este tipo de acon¬tecimientos sociales. Y esta noche quiere mantenerse alejado de mí, porque antes tuvimos una discusión.
-¿Acerca de qué?
-Ya te lo explicaré después.
El baile iba a tener lugar en Seraphiné, una de las planta¬ciones que había a lo largo del camino del río. __________________ pensó que la casa principal era magnífica, con espaciosas galerías e hileras de ventanales para los dormitorios que asomaban bajo la pendiente del techo de tejas verdes. El interior de la mansión era igual de impresionante, con sus arañas de cristal venecianas, alfombras de magníficos colores e imponentes retratos de los grandes antepasados de la familia Seraphiné.
En los lados del gran salón de baile, las damas fatigadas por la danza daban un poco de reposo a sus pies, y las cara¬binas que acompañaban a las jóvenes criollas en edad de merecer permanecían sentadas sin perder de vista a sus pupilas. Grupos de hombres jóvenes se mantenían apostados cerca de allí, la mayoría de ellos provistos de colchemardes, pe¬queños pero mortíferos estoques. Los jóvenes de tempera¬mento más ardiente eran proclives a discutir en semejantes celebraciones, y los duelos eran el resultado natural de inclu¬so la más insignificante de las disputas.
Alexandre entretuvo a __________________ con un relato del último baile al que había asistido, en el que de pronto había tenido lu¬gar un duelo en el centro del salón, en vez de ser librado fuera. Los hombres habían escogido su bando, las sillas y los bancos habían sido apartados a un lado, las mujeres se habían desma¬yado, y la guardia militar no había tenido más remedio que irrumpir en el salón para poner fin al disturbio.
-¿Qué causó el duelo? -preguntó __________________. Alexandre sonrió.
-Uno de los jóvenes le pisó el pie a otro. Eso fue interpre¬tado como un insulto deliberado, et ainsi de suite...un duelo.
-Los varones criollos son horribles-dijo __________________ con una carcajada, al tiempo que le ponía la mano en el brazo a su esposo-. ¿Por qué no llevas un colchemarde, Nick? ¿0 es que no tienes intención de defender los dedos de tus pies si llega a presentarse la necesidad de hacerlo?
-Tú los defenderás por mí -replicó él, mirándola con afecto.
Una oleada de murmullos y especulaciones acogió a los Vallerand cuando éstos se adentraron en el salón de baile. Recordándose que no tenía nada que temer, __________________ se obligó a sonreír. De pronto un par de ojos negros como el azabache clavaron en ella su intensa mirada. Pertenecían a un hombre no muy alto y de facciones delicadas que estaba de pie en el otro extremo de la sala, rodeado de un gran corro. El hombre continuó mirándola, con lo que hizo que un ligero rubor se extendiera por el rostro de __________________.
-Al parecer -le oyó susurrar a Nick-, has atraído la atención del coronel Burr.
-¿Ese de ahí es él? -exclamó __________________ en un murmu¬llo-. Pero no puede ser. Yo esperaba que fuese... -¿Qué? -preguntó Nick, visiblemente divertido. -Más alto -farfulló ella, y él rió suavemente.
En la distancia, Burr le murmuró algo a uno de sus acom¬pañantes.
-Y ahora -susurró Nick-, está preguntando quién eres. Y si te presta demasiada atención, va a tener un duelo entre manos. Esperemos que uno de sus ayudantes lo prevenga de que soy mucho mejor tirador que Alexander Ha¬milton.
__________________ palideció al recordar que según se decía el coro¬nel Burr había forzado a Hamilton, un patriota que había ayudado a redactar la nueva constitución, a librar un duelo que Burr estaba seguro de ganar. Muchos lo habían califica¬do de asesinato a sangre fría, ya que todos sabían que Burr era mucho mejor duelista que Hamilton. Se rumoreaba que luego Burr no pareció lamentar en ningún momento la muer¬te de Hamilton.
-No hablemos más de duelos -se apresuró a decir. Antes de que Nick pudiera replicar, el alcalde de Nueva Orleans, el señor John Watkins, apareció junto a él. Después de saludarlos efusivamente, el alcalde los informó de que el coronel Burr deseaba conocerlos.
-Nos sentimos muy honrados -dijo Nick mecánica¬mente, siguiendo al alcalde con ___________ cogida del brazo.
El coronel Burr vestía con la exquisita atención al deta¬lle propia de un dandy. A __________________ le gustó que no llevase pe¬luca, a pesar de que ya había perdido mucho pelo en la frente y en la coronilla. Nick le había dicho que al menos tenía cuarenta y ocho años, pero el coronel aparentaba una edad mucho menor. Su rostro estaba muy bronceado, y tenía la sonrisa pronta y segura. Y aquellos ojos negros como el aza¬bache eran todavía más notables vistos de cerca, llenos de in¬tensa energía y vitalidad.
Aunque un hombre de la talla de Burr quedaba física¬mente empequeñecido por la superioridad en estatura de Nick, el antiguo vicepresidente poseía una presencia magnética que se hacía notar. Les besó la mano con gran aparato a Irénée y __________________, y luego alzó la mirada hacia Nick. -Monsieur Vallerand-dijo en inglés-, por fin nos co¬nocemos. -Miró a __________________ con un suave destello en los ojos mientras continuaba hablando-. Mis felicitaciones por su matrimonio, señor. Ahora que he visto a su hermosa prometida, le considero el más afortunado de los hombres.
Antes de que Nick pudiera replicar, __________________ le respondió hablando en la lengua del coronel.
-Tiene usted una gran facilidad de palabra, monsieur. Pero naturalmente eso no es ninguna sorpresa.
Burr miró a __________________ con un nuevo interés. Como la ma-yoría de las criollas sólo hablaban francés, no había esperado que ella entendiera lo que acababa de decir.
-¿Puedo presentarle mis cumplidos por su inglés, ma¬dame? Lo habla muy bien.
__________________ se lo agradeció con una inclinación de cabeza. -He tenido la suerte, coronel, de poder oír su discurso en la Place D'Armes la semana pasada sin necesidad de que me lo tradujeran.
-¿Le gustó, madame?
-Oh, sí-replicó ella sin vacilar-. Tiene usted grandes dotes para la oratoria, y el discurso resultó de lo más con¬vincente. Hasta me sentí tentada de aplaudir en las partes con las que no estaba de acuerdo. Burr rió tan alegremente que la mitad de los presentes se esforzaron por prestarles atención.
-He de saber, madame, cuáles son las partes con las que no está de acuerdo.
__________________ respondió con una sonrisa provocativa.
-Mis opiniones no pueden ser más insignificantes, co¬ronel Burr. Son las de mi esposo las que debería tomar en consideración.
-Y así lo haré -dijo Burr con una risita. Su mirada se posó en el rostro inexpresivo de Nick-. Su esposa no sólo es muy hermosa y elegante, sino que también es inteligente. Es usted un hombre afortunado, monsieur Vallerand.
Aunque Nick no respondió al comentario, __________________ sintió el súbito encresparse de sus celos. Cambió abruptamente de tema.
-¿Qué le parece el clima de Nueva Orleans, coronel? La pregunta hizo sonreír a Burr.
-Creo que se refiere al clima político, ¿verdad? Pues lo encuentro muy agradable, monsieur Vallerand. El viaje has¬ta aquí también fue muy agradable, ya que nos hemos en¬contrado con muchos amigos inesperados.
-Eso he oído.
-¿Es verdad que es propietario de un negocio naviero, monsieur? Tengo entendido que eso no resulta demasiado ha¬bitual en un hombre de sus orígenes. ¿No es cierto que, por regla general, los criollos consideran todas las actividades mercantiles como algo indigno de ellos?
-Por regla general, sí. Pero yo rara vez sigo las reglas. -Yo tampoco -dijo Burr afablemente, y, le lanzó una mirada especulativa-. He estado conociendo a muchos caba¬lleros de esta comunidad, monsieur, la mayoría de los cuales pertenece a la Asociación Mexicana. Me pregunto si usted también suscribe sus opiniones.
__________________ se acordó de lo que le había contado Nick acerca de la Asociación Mexicana, un grupo al que pertenecían muchos ciudadanos prominentes que deseaban la liberación de México, y que todos los beneficios comerciales que se deri¬varían de ella les fueran otorgados a los comerciantes de Nueva Orleans. Cualquiera que perteneciese al grupo sin duda simpatizaría con la causa de Burr.
-No, no las suscribo -replicó Nick-. He descubierto que la pertenencia a cualquier clase de organización siempre acarrea obligaciones no deseadas.
-Interesante -comentó Burr, y los ojos se le ilumina¬ron de alegría ante la agradable perspectiva de un reto-. Me encantaría tener la ocasión de intentar persuadirle de lo contrario, monsieur. ¿Cree que podríamos reunirnos uno de es¬tos días para hablar del asunto?
-Sí, me parece que sería factible.
La atención del coronel Burr no tardó en ser reclamada por otras personas que deseaban serle presentadas, y Nick se llevó a __________________.
-¿Qué impresión te ha causado?-le preguntó.
-Es peligroso-replicó __________________-. No creo que se mos¬trara tan seguro de sí mismo si no tuviera buenas razones para ello. Probablemente ya habrá persuadido a muchos hombres para que se unan a su causa, Nick.
-Sí, yo pienso lo mismo que tú-dijo él con pesar. Alexandre fue hacia ellos después de haber dejado a Iré¬née con sus amistades, que estaban intercambiando cotilleos en uno de los extremos de la sala.
-Mi hermosa cuñada -le dijo a __________________-, baila con-migo, s'i1 vous plait.
__________________ lo cogió del brazo. -¿Tienes alguna objeción, Nick?
Su esposo sacudió la cabeza, pero dirigió una dura mirada a su hermano pequeño.
-No desatiendas a mi esposa.
-Espero que no me considerarás capaz de tener tan ma¬los modales, mon frére -dijo Alexandre con indignación. Se llevó consigo a __________________ y se detuvo allí donde empezaba la multitud-. ¿Ves a la joven del vestido verde? -le pre¬guntó-. ¿La que tiene el pelo oscuro?
-No, no veo...
-Es alta. Lleva cintas amarillas en el pelo. El hombre rubio que está bailando con ella es su primo. ¿La ves? Ésa es Henriette Clement. Quiero atraer su atención. Asegúrate de que parezca que lo estás pasando muy bien. Ríe como si yo estuviera diciendo algo ingenioso.
-Haré cuanto pueda. -__________________ sonrió y puso la mano en la de él-. ¿Tienes intención de cortejarla, Alexandre? Alex miró por encima del hombro de __________________ y torció el gesto.
-Quiero hacerlo -admitió-. Muchísimo. Pero su fa¬milia no me aprueba.
-¿Y mademoiselle Clement siente algún interés por ti? -No estoy seguro. Si pudiera pasar un poco de tiempo con ella... pero cada vez que me acerco a menos de diez me¬tros de Henriette, toda la familia Clement se lanza sobre mí como una jauría de sabuesos.
-Si quieres hablar con mademoiselle Clement, tendrás que hacerte con la ayuda de su tante.
-Su tante es un dragón-dijo Alexandre de mal talante. -Bueno, pues entonces tendrás que dedicar un poco de esfuerzo a la labor de caerle bien. Si consigues que su tante te encuentre de su agrado y sabes defender lo bastante bien tus argumentos, tal vez se la pueda persuadir de que te ayu¬de a tener un encuentro con mademoiselle Clement.
-¿Ahora? -preguntó Alexandre, quien no parecía na¬da convencido-. Pero no te puedo dejar sola. Nick me abri¬rá en canal si no me quedo contigo.
-Irénée está ahí mismo, a cinco metros de distancia. Iré con ella.
-¿Qué pasa con nuestro baile?
-Ya bailaremos después -le prometió __________________ con una carcajada-. Por el momento, esto es más importante. -Está bien -masculló Alexandre al tiempo que erguía los hombros-. Supongo que no tengo nada que perder, n'est¬ce pas?
Con una sonrisa en los labios, __________________ fue hacia Irénée
y el corro de mujeres de cabellos grises que la rodeaba. No pudo evitar sentirse consciente de las miradas indiscretas que la siguieron. Un grupo de muchachos llegó al extremo de interrumpir su conversación para observar cada uno de sus movimientos. __________________ se sintió absurdamente cohibida, y para cuando hubo llegado a su destino, sintió que un leve rubor le subía por las mejillas. Irénée le dio la bienvenida ca¬riñosamente.
-Belle-mére -dijo __________________-, ¿lo estás pasando bien? -¡Por supuesto que sí! -replicó Irénée alegremente-. Y a juzgar por todo lo que me han dicho, estás teniendo un gran éxito, querida mía. ¡Vaya, pero si a Diron Clement, ese anciano caballero que ves ahí, le han oído decir que en su opinión eres una auténtica belleza!
__________________ rió.
-Alguien debería limpiarle las gafas.-Él no lo habría dicho si no fuese cierto. -Irénée tocó con el codo a una opulenta matrona próxima a ella que lucía un vestido con un motivo de flores-. ¡Dile que es así, Yvon¬ne, díselo!
Yvonne, una prima mayor de Irénée, dirigió a __________________ una sonrisa de mejillas regordetas.
-Eres una joven muy atractiva, __________________. Me acuerdo de que con tu madre pasaba exactamente lo mismo cuando era joven. ¡Qué hermosa era y qué llena de vida estaba, y cómo se la quedaban mirando todos cuando entraba en una habi¬tación!
__________________ pensó melancólicamente que en aquellos mo-mentos nadie consideraría a su madre una belleza, después de los estragos causados por su matrimonio con Gaspard.
Yvonne enseguida intentó cambiar de tema al ver la som¬bra de tristeza que apareció en su expresión.
-¡Qué diamantes más espléndidos, __________________! Irénée me contó que han sido un regalo de Nicholas.
__________________ sonrió, bajando la mirada hacia el brazalete que destellaba en su muñeca.
-Mi esposo es muy generoso.
La matrona se inclinó hacia delante y le habló en un tono confidencial.
-Estoy segura de que lo es, querida. Pero, y acuérdate bien de lo que te digo, tu esposo será todavía más generoso en cuanto le hayas dado hijos. Tienes que concebir lo más pron¬to posible.
Divertida por la obsesión criolla con el producir bebés, __________________ trató de parecer apropiadamente impresionada. -Out, madame.
-Como esposa de un Vallerand-continuó Yvonne con un creciente entusiasmo-, tendrás que marcarles la pauta a todas las jóvenes matronas criollas. ¡Con todas esas americanas llenas de descaro que están viniendo a Nueva Orleans, necesitamos disponer de buenos ejemplos! -Chasqueó la lengua, visiblemente disgustada-. Son unas desvergonzadas que no conocen ni el pudor ni la delicadeza. ¡Vaya, pero si son capaces de ir por ahí sin ninguna escolta, y se creen autoriza¬das a interrumpir con toda libertad a sus esposos! ¡Bah! Las jóvenes criollas tienen que asumir la responsabilidad de man¬tener los antiguos valores. Pero hasta que hayas traído niños al mundo, carecerás de auténtica autoridad.
-Sí, eso es muy cierto -convino Irénée significativa¬mente.
__________________ asintió solemnemente, mientras que en su fuero interno quería reír, porque se temía que ella se parecía mu-cho más a esas americanas tan descaradas que a las jóvenes criollas.
-Rezaré para verme bendecida con hijos lo más pronto posible, madame.
-Bien súr-replicó Yvonne, satisfecha de que se hubie¬ra prestado oído a sus admoniciones.
Siguieron charlando hasta que un súbito aleteo de excita¬ción pasó por el grupo de señoras y __________________ se volvió a medias para encontrar la oscura figura de su esposo junto a ella. Nick saludó educadamente a las mujeres y le ofreció su mano en-guantada a __________________.
-Te robo para un baile -le informó.
__________________ fue de buena gana con él, atraída por la alegre me¬lodía de una cuadrilla.
-¿Te gusta bailar, Nick?-Sí, me gusta. Pero no siempre me ha sido fácil encon¬trar una pareja de baile. Mi reputación de hombre malvado, recuerda.
-Ahora tienes una pareja-dijo __________________ mientras ocu-paban sus lugares en la cuadrilla-. Que además tiene muchas ganas de bailar contigo.
Después de haber bailado varias piezas, se detuvieron mientras los músicos se tomaban un breve descanso. Nick llevó a __________________ hacia uno de los lados del salón de baile, junto a una hilera de puertas vidrieras que daban a la galería ex¬terior.
Cuando un sirviente pasó a su lado con una bandeja de champán, Nick cogió dos copas de la burbujeante cosecha y le dio una a __________________. Ella la aceptó sin vacilar y bebió con avidez, sin hacer ningún caso de las miradas de desaprobación que le lanzaron las matronas cercanas. No se consideraba co¬rrecto que una mujer joven bebiera en público, ni siquiera una casada. Nick, sin embargo, pareció encontrarlo divertido, co¬mo si se sintiese entretenido por las travesuras de una gatita con ganas de jugar.
-Mmmm... me siento un poco mareada -dijo __________________ sin aliento en cuanto se hubo terminado el champán. Son¬riendo, Nick le entregó las copas vacías a otro sirviente que pasó junto a ellos.
-Un poco de aire fresco te despejará -dijo-. ¿Te gus¬taría salir?
Ella lo miró con suspicacia.
-Me pregunto si me harás objeto de alguna clase de avan¬ces en el caso de que lo haga.
-Por supuesto -replicó él sin ninguna vacilación. -En ese caso, sí.
Nick la llevó hacia las puertas vidrieras y la sacó del sa¬lón por una de ellas. __________________ rió mientras él la llevaba hacia el jardín, dejando atrás grandes setos y muros cubiertos de romero. Se sentía atrevida y un poco mareada, como si es¬tuviera teniendo una cita clandestina con un amante. Nick la cogió en brazos y dio un par de vueltas, haciéndola reír. __________________ le pasó los brazos por el cuello y se apoyó en él, al tiem¬po que le venía a la cabeza un pensamiento que la hizo po¬nerse seria.
-Nick... ¿y si nos hubiéramos conocido esta noche y yo fuese la esposa de Étienne Sagesse? -__________________ le echó los bra¬zos al cuello-. Hubiese sido tan fácil que me casara con él en vez de contigo. Si yo no hubiera huido, o si Justin y Phi¬lippe no me hubieran encontrado... o si tú hubieras decidido devolverme a los Sagesse...
-Nunca te habría devuelto. Y si te hubieras casado con Sagesse, entonces te habría llevado bien lejos de él. Sin que importase cómo hubiera tenido que hacerlo.
Viniendo de cualquier otro hombre, aquello habría sona¬do como una baladronada. De labios de Nick, sin embargo, resultaba enteramente creíble. __________________ lo miró con asombro, contemplando su rostro envuelto en sombras y su cabeza siluetada contra el cielo caliginoso tachonado de estrellas. -Mon mari -le dijo con dulzura-, a veces casi me asustas.
Nick le acarició la garganta y dejó que sus dedos descen¬dieran por el valle de su escote humedecido por la transpira¬ción.
__________________ medio cerró los ojos cuando los dedos de él se introdujeron en su corpiño para tocarle el pezón.
-Eres tan implacable cuando se trata de conseguir aque¬llo que quieres. Me pregunto si algo podría detenerte. -Tú podrías. -Nick jugueteó delicadamente con la sua¬ve cima del pecho de __________________ hasta que ésta floreció entre sus dedos-. Eso ya lo sabes.
La boca de él descendió sobre su cuello, y __________________ suspi¬ró de placer.
-Entonces si alguna vez te pido que hagas algo en con¬tra de tu voluntad... ¿lo harías?
-Por supuesto.
__________________ sintió que se le aceleraba la respiración cuando percibió el cálido deslizarse de los labios de él sobre su gar¬ganta. Poniéndole la mano detrás del cuello, rozó con la bo¬ca sus espesos cabellos.
-Nick... tengo que decirte lo mucho que yo... –

Entonces se calló, sobresaltada cuando una sombra emer¬gió de entre los tejos. Lo primero que pensó fue que se trataba de alguna clase de animal, pero la sombra asumió rápidamente los contornos de un hombre que venía hacia ellos. Nick se volvió y puso automáticamente a cubierto a __________________ detrás de él con un brusco tirón mientras hacía frente a la figura que se aproximaba.
__________________ sintió una desagradable conmoción, muy pareci¬da al vértigo que se siente cuando se ha estado a punto de caer, cuando oyó la voz de Étienne Sagesse.
-Ah, __________________-dijo él, arrastrando las palabras al tiem¬po que se acercaba un poco más. Era obvio que estaba borra¬cho, ya que hablaba con voz pastosa y tenía las mejillas un poco hinchadas-. Parece que lo estás pasando muy bien, ma chére. Pero te compadezco. Algún día te darás cuenta de que habrías hecho mejor permaneciendo junto a mí. Y me temo que la pobre Corinne estaría de acuerdo conmigo.



Danne G.
Danne G.


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"Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO - Página 7 Empty Re: "Boda Entre Extraños" {Nick & Tú} -Adaptación- EN CONCURSO

Mensaje por Danne G. Jue 02 Ago 2012, 2:53 pm


Capítulo 11
Nueva Orleans


__________________ ya había sabido que era inevitable que algún día se encontrara frente a frente con Étienne Sagesse. Sin em¬bargo, que lo supiera no quería decir que estuviera prepara da para ello. Recordó el aborrecimiento que había sentido hacia él, el miedo y la desesperación que la habían impulsa¬do a cometer la temeridad de atravesar el pantano ella sola enfrentándose a todos los riesgos. No dudaba ni por un ins¬tante que su opinión acerca de él había estado bien fundada. Si se hubiera casado con Sagesse, él la habría insultado y re¬bajado de cien maneras distintas con su prepotencia. __________________ buscó a ciegas la mano de Nick y sintió cómo los dedos de él se cerraban tranquilizadoramente sobre los suyos.
-¿Qué es lo que quieres? -le preguntó Nick secamente. -Oh, pues felicitarte -respondió Sagesse-. Como no me invitaron a la boda, no había tenido oportunidad de ha¬cerlo hasta ahora. --Su fría mirada de reptil no se apartaba del rostro sonrojado de __________________- Pareces estar muy conten¬ta de ser una Vallerand, __________________. Pero si no me falla la memo¬ria, Corinne también se sintió así... al principio.
-Si quieres otro duelo-gruñó Nick-, lo tendrás. Y esta vez llegaré hasta el final.
-¿Eso es un desafío?
-No -se apresuró a decir __________________-. Nick...
-No es un desafío, sino una advertencia -la interrum¬pió Nick. Su mano se tensó para reducirla al silencio, y __________________ torció el gesto al sentir cómo le apretaba los dedos.
-Piensas que has ganado -le dijo Étienne a Nick-. Tie¬nes todo lo que quieres, ¿verdad? Pero sólo es cuestión de tiempo que lo pierdas todo, y para mí supondrá un gran pla¬cer presenciar tu caída.
Estuvo a punto de perder el equilibrio mientras se iba, describiendo eses de borracho a través del jardín.
__________________ y Nick lo siguieron con la mirada sin abrir la bo-ca hasta que desapareció.
-Espero que su familia se lo lleve a casa antes de que or¬ganice una escena en público -dijo __________________-. Parece como si quisiera causar su propia ruina. Es extraño, pero con todo lo que le odio... ahora he sentido compasión por él.
Nick la contempló con una expresión sardónica. -¿Tú no? -preguntó ella.
-No.
-Me parece que sí que la has sentido. -__________________ se apre¬tó contra la pechera de su camisa, respirando el familiar olor de su cuerpo-. No permitiremos que Sagesse nos estropee la velada, Nick. Llévame dentro. quiero volver a bailar.
Desgraciadamente, la presencia de Sagesse proyectó una oscura sombra sobre el resto de la noche a pesar de todos los resueltos esfuerzos de __________________ por disfrutar de la celebración. De pie en un rincón de la gran sala, Étienne no apar¬taba la mirada de ella mientras los otros Sagesse trataban de mantenerlo calmado. Los ojos de los invitados iban de los Sagesse a los Vallerand para volver a posarse en los Sagesse, hasta que finalmente __________________ se dio por vencida y le pidió de mala gana a Nick que la llevara a casa.
Nick apenas abrió la boca durante el trayecto de regreso a la plantación de los Vallerand. __________________ se dedicó a conver¬sar de cualquier cosa con Irénée y Alexandre, intercambian¬do observaciones v cotilleos.
-¿Qué tal te ha ido la velada? -le preguntó a Alexan¬dre--. ¿Has podido hablar con la tante de Henriette Cle¬ment?
-Oh, sí -dijo Alex con expresión lúgubre-. La estu¬ve rondando como un perfecto imbécil durante al menos un cuarto de hora. Al parecer ella cree que ninguna joven inocente estaría a salvo en compañía de un Vallerand, ni siquie¬ra con diez carabinas presentes.
-No entiendo por qué se imagina tal cosa-dijo __________________ secamente, y miró a Nick con una sonrisa en los labios-. Qu'est-ce que c'est?-preguntó en voz baja, mientras Irénée y Alexandre se ponían a hablar de los Clement-. ¿Todavía estás pensando en Étienne Sagesse?
Nick sacudió la cabeza, sin apartar la mirada del paisaje mientras el carruaje rodaba lentamente por el camino enfan¬gado.
-No... no tiene nada que ver con él, pero tengo un mal presentimiento. No estoy seguro del porqué. Pero me ale¬graré mucho cuando lleguemos a casa.
Por desgracia, la premonición de Nick no tardó en verse confirmada. Tan pronto como entraron en la casa, Noeline salió a recibirles con un fruncimiento de preocupación oscureciendo su rostro habitualmente imperturbable. Philippe estaba sentado en uno de los estrechos bancos de la entrada, con aspecto muy triste.
-Monsieur, Justin lleva todo el día fuera de casa -les explicó Noeline concisamente-. Esta noche no ha venido a cenar.
Nick se volvió hacia Philippe. -¿Dónde está tu hermano?
Philippe se levantó para mirarlo con cara de preocupa¬ción.
-No lo sé, padre. La canoa ha desaparecido, y eso sig¬nifica que Justin tiene que haber ido a alguna parte con ella. -¿Cuándo fue la última vez que lo viste?
-Esta mañana. Justin alardeaba de que anoche salió de casa sin ser visto después de la hora de acostarse. Dijo que había conocido a unos cuantos tripulantes de una gabarra en la calle Tchoupitoulas y que planeaba ir con ellos esta noche. Pero yo no creí que realmente fuera a hacerlo.
-¡Oh, mi pobre Justin! -exclamó Irénée, llena de in¬quietud.
Nick maldijo en voz baja. Los hombres de las gabarras vivían, comían y dormían en la cubierta de sus embarcaciones sin ninguna protección contra las inclemencias del tiem¬po. Su idea del entretenimiento era trasegar whisky de cen¬teno, buscar pelea y envilecerse en sucios tugurios donde la violencia y la enfermedad campaban a su antojo. Cuando pe¬leaban, mordían, daban patadas y sacaban los ojos con los dedos, mutilando sin piedad al oponente. A esas alturas ya habrían dado buena cuenta de Justin.
-¿Qué tripulación? -quiso saber Nick-. ¿Qué gabarra? Philippe sacudió la cabeza, impotente.
Nick se volvió hacia la puerta, donde Alexandre perma¬necía inmóvil mirándolos con la boca abierta.
-Tenemos que encontrarlo. Alex dio un paso atrás.
-Oh, no. Siempre hago todo lo posible para mantener¬me alejado de esos tipos. No me jugaré el cuello sólo para rescatar al idiota de tu hijo, quien para empezar no quiere ser encontrado. Vete a la cama. Mañana por la mañana proba¬blemente ya habrá regresado.
-O terminará flotando en el río después de que le hayan cortado el cuello -dijo Nick, pasando junto a su hermano y saliendo de la casa.
-No conseguirás dar con él-le advirtió Alexandre. -Oh, sí que lo encontraré. Y en cuanto me haya asegu¬rado de que no le ha pasado nada, le arrancaré los miembros uno por uno.
__________________ fue tras él.
-Nick, ten cuidado-le dijo. Él se limitó a hacerle un bre¬ve gesto con la mano, sin molestarse en mirar atrás. __________________ se mordió el labio, queriendo volver a llamarlo porque sabía lo mucho que temía por su hijo. Dio media vuelta y fue ha¬cia Alexandre, lo agarró del brazo y tiró de él con todas sus fuerzas.
-Tienes que ir con él. Tienes que ayudarlo. -De eso nada.
-Nick necesita tu ayuda -insistió ella con apremio-. ¡Oh, intenta ser útil aunque sólo sea por una vez, Alexandre! Irénée se apresuró a intervenir, ayudando a ___________ a empujar a Alexandre hacia la puerta.
-¡Sí, tienes que acompañar a Nick, mon fils! -Estoy cansado -dijo él frunciendo el entrecejo. -¡Piensa en Justin! -ordenó Irénée, tirándole del otro brazo-. Puede que ahora mismo esté metido en algún lío. ¡Puede estar pasándolo muy mal!
-Si hay algo de justicia en este mundo, así será -mas¬culló Alex, quitándose de encima las manos de ambas mien¬tras se apresuraba a seguir a su hermano mayor.
Cerraron la puerta inmediatamente, medio temiendo que pudiese intentar volver a entrar.
-Un día de estos Justin me va a matar de un disgusto -dijo Irénée. Miró a Philippe-. ¿Por qué no puede ser co¬mo tú?
De pronto Philippe estalló.
-¿Por qué todo el mundo tiene que preguntar eso? Yo no soy el hermano bueno. Justin no es el hermano malo. Irénée suspiró, las señales del cansancio claramente visi¬bles en su rostro.
-Estoy demasiado agotada para hablar de esto ahora. Noeline, ayúdame a ir al piso de arriba.
Todos guardaron silencio mientras las dos mujeres iban hacia la gran escalera. Philippe escondió el rostro en las ma¬nos y se apretó los ojos con los nudillos. Llena de simpatía, __________________ se sentó a su lado.
Justin no es como yo -dijo Philippe con voz ahoga¬da-. Para él aquí todo es demasiado lento y aburrido. Siem¬pre ha querido irse lejos. La mayor parte del tiempo siente como si estuviera viviendo dentro de una jaula.
-¿Es por lo que le ocurrió a vuestra madre? -preguntó __________________-. ¿Porque la gente piensa que Nick la mató?
-Sí, en parte -admitió Philippe con un suspiro apesa¬dumbrado-. No es fácil ser un Vallerand. Justin y yo sabe¬mos lo que la gente piensa de nosotros. Hemos oído lo que dicen de nuestra madre: que estaba loca, o que era una cual¬quiera, o ambas cosas. Y todos en Nueva Orleans creen que nuestro padre tiene manchadas las manos con su sangre.
-Yo no creo que Nick matara a vuestra madre -dijo __________________ firmemente-. Y tú tampoco deberías creerlo.
-La mayor parte del tiempo no lo creo. -Su mirada de muchacho acosado se cruzó con la de __________________-. Pero Justin sí que lo cree, y eso le pone las cosas muy difíciles.
Nick y Alexandre pasaron toda la noche fuera, pero regre¬saron sin Justin a primera hora de la tarde siguiente. __________________ nunca había visto a Nick tan fuera de sí. Sus pensamientos pa¬recían discurrir más deprisa que sus palabras.
-Ni rastro de él-dijo con voz ronca, apurando de un so¬lo trago la mitad de una taza de café-. Encontramos a un ga¬barrero que aseguró haber visto en el muelle a un chico que encajaba con la descripción de Justin. Vete a saber si estaba mintiendo. Justin podría haberse unido a una tripulación, pero no creo que esté tan loco.
-Me voy a la cama-farfulló Alex, el rostro blanco como la harina y los ojos inyectados en sangre.
__________________ se puso detrás de su esposo, y sus manos fueron a sus tensos hombros en un intento de relajarlos un poco. -Nick, tú también necesitas descansar.
Él llamó a Noeline con un ademán para que sirviera más café.
-Volveré a salir dentro de unos minutos. Bernard vendrá conmigo. Voy a pedirles a Jacques Clement y a uno o dos más que ayuden en la búsqueda.
__________________ deseó saber cómo consolarlo.
-No creo que Justin se haya escapado -dijo, sentán¬dose junto a Nick-. Me parece que esto sólo es otro intento de llamar la atención. Se mantiene deliberadamente lejos de aquí, y ahora esperará hasta estar seguro de que ha causado una gran conmoción antes de regresar.
Nick alzó la taza de café con unos dedos que temblaban ligeramente.
-Cuando consiga echarle el guante, tendrá más atención de la que nunca ha llegado a soñar.
__________________ tomó la mano libre de Nick entre las suyas y se la apretó con firmeza.
-Ya sé que ahora estás muy enfadado con él, pero me pa¬rece que por encima de todo, lo que sientes es miedo por lo que pueda sucederle. Quizá deberías hacérselo saber a Justin cuando lo encuentres.
Nick apoyó los codos en la mesa y se dio masaje en las sienes.
Justin es demasiado testarudo para escuchar nada de lo que yo diga.
-Creo -dijo ella maliciosamente-que en algunas oca¬siones él ha hecho la misma observación acerca de ti.
Nick sonrió levemente.
-A veces me veo a mí mismo en él -admitió-. Pero a su edad yo no era ni la mitad de terco.
-Ya le preguntaré a Irénée qué opina de eso -dijo __________________, bromeando delicadamente-. Sospecho que quizá no esté de acuerdo.
Nick se llevó la mano de __________________ al rostro que ya empeza¬ba a mostrar una sombra de barba y le apretó suavemente el dorso con los labios.
-Si no encuentro a Justin, __________________... -Lo encontrarás.
La búsqueda continuó durante otro día y otra noche. Nick recurrió a la mayor parte de los que trabajaban en su negocio naviero para que averiguaran lo que pudieran. Unos cuantos gabarreros admitieron que Justin, o un muchacho que se le parecía notablemente, había estado con ellos. Des¬pués de unas cuantas horas de beber y jugar a las cartas, di¬jeron, se había ido con una prostituta del muelle y luego ya no se lo volvió a ver.
-Espléndido -había comentado Bernard al oír aquella información-. Ahora parece que deberemos empezar a preo¬cuparnos por si Justin pilla unas purgaciones.
-Si al menos eso fuera lo peor que hemos de temer... -había replicado Nick sombríamente.
Después de haber interrogado a docenas de hombres y haber visitado cada gabarra, almadía, barcaza y remolcador que se podía divisar en los muelles, los buscadores se vieron

obligados a dispersarse durante un tiempo con el acuerdo de que volverían a reunirse a la mañana siguiente para seguir buscando. Durante dos días y dos noches Nick apenas si se había detenido para dar un poco de descanso a sus pies, y el esfuerzo empezaba a hacerse notar. Con un aspecto muy pa-recido al de los gabarreros sucios y sin afeitar a los que ha¬bía estado tratando durante las últimas cuarenta v ocho ho¬ras, entró en la casa con una exagerada cautela, al tiempo que parpadeaba frenéticamente para mantenerse despierto.
Ya eran las tres de la madrugada pasadas, pero __________________ se¬guía despierta esperándolo. Verlo tan derrotado y consumido por la preocupación le partía el corazón. Intentó llevarlo al piso de arriba, pero Nick se negó a ir a su dormitorio porque temía sumirse en un sueño demasiado profundo. Sólo dispo¬nía de tiempo para descansar unas horas. Juntos, __________________ y Philippe lo ayudaron a ir a la sala y quitarse las botas. Nick se tendió en un sofá, apoyó la cabeza en el regazo de __________________ y cerró los ojos. Philippe los dejó solos, dirigiéndoles una últi¬ma y nerviosa mirada por encima del hombro antes de irse.
-Se ha marchado -farfulló Nick, volviendo la cara so¬bre el muslo de __________________-. Es como si se hubiera esfumado de la faz de la tierra.
__________________ le acarició suavemente la frente. -Duerme. Ya no falta mucho para que amanezca. -No paro de acordarme de cuando Justin era un bebé. A veces yo lo tenía en mis brazos mientras dormía. Quería mantenerlo a salvo y feliz durante el resto de su vida. Pero no puedo mantenerlo a salvo de nada.
-Ahora descansa. Mañana darás con él, bien-aimé. Después de que Nick se hubiera quedado dormido, __________________ estuvo contemplándolo durante un buen rato. Le sor¬prendió darse cuenta de lo mucho que habían llegado a im¬portarle Justin y Philippe en el escaso tiempo transcurrido desde que los conocía. Compartía la preocupación de Nick por los gemelos, y quería ayudarlos a ser felices. Qué injusta podía llegar a ser la vida, que dejaba caer semejantes cargas sobre los hombros de los inocentes, y permitía que padecieran las con¬secuencias de los errores cometidos por otros.
Hecha un ovillo junto a Nick, __________________ dormitó. El cielo fue cambiando en el exterior, la oscuridad se transformó poco a poco en un gris lavanda. Mientras veía el amanecer, __________________ se frotó los ojos, moviéndose con mucho cuidado para no molestar a su esposo dormido.
La conciencia volvió a ella en un súbito fogonazo cuan¬do oyó un tenue chirrido en el vestíbulo de entrada. Era la puerta principal al abrirse. El intruso entró sigilosamente en la casa y se detuvo en la puerta del salón.
Era Justin, sucio y despeinado, pero con mucho mejor aspecto que Nick. Contempló en silencio a __________________ y la lar¬ga forma de su padre tendido en el sofá. __________________ pensó en hacerle una seña de que subiera al piso de arriba y así de¬jar dormir a Nick, pero éste querría tener de inmediato no¬ticias de su hijo. Se pondría furioso al saber que le habían impedido encararse con Justin cuando éste había llegado a casa.
-Entra -dijo __________________ en voz baja.
Al oír el sonido de su voz, Nick se removió nerviosamen¬te y ella se inclinó sobre su oscura cabeza.
-Despierta -susurró-. Todo ha terminado, bien-aimé. Ya ha vuelto a casa.
Nick se apresuró a erguirse en el sofá, sacudiendo la cabe¬za para disipar las últimas neblinas del sueño.
-¿Justin? ¿Dónde has estado? -Con unos amigos.
-¿Estás bien? -le preguntó __________________-. No te habrán he¬cho daño, ¿verdad?
-Pues claro que estoy bien. ¿Por qué no iba a estarlo? __________________ torció el gesto, sabedora de que la mínima señal de humildad o arrepentimiento por parte del muchacho ha¬bría bastado para evitar que Nick perdiera los estribos. Pero ante aquella actitud, Nick palideció de frustración.
-La próxima vez que decidas irte sin informar a nadie de adónde vas o cuándo planeas regresar -dijo entre dien¬tes-, no vuelvas.
-¡No tengo por qué vivir bajo tu techo ni depender de ti! -estalló Justin-. ¿Quieres que me vaya? ¡Pues entonces me iré y nunca volveré la vista atrás! -Dando media vuelta, se fue corriendo por donde había llegado.
--¡Justin, no! --__________________ se levantó del sofá. Nick no se movió. Ella lo miró con los ojos muy abiertos-. ¿Es que no vas a ir tras él?
Era evidente que Nick estaba demasiado furioso para pen¬sar con claridad.
-Deja que se vaya. __________________ lo miró indignada.
-¡No sé cuál de los dos es más terco, si tú o él! -exclamó, y luego se apresuró a seguir a. Justin mientras Nick prorrum¬pía en juramentos.
Iba tan deprisa que tropezó con los escalones del porche y se hizo daño en los dedos del pie.
-¡Ay! -gritó, y a continuación-: ¡Justin, detente aho¬ra mismo!
Sorprendentemente, el muchacho así lo hizo. Se quedó inmóvil, con la espalda vuelta hacia ella y las manos apreta¬das contra los costados del cuerpo. __________________ fue cojeando un trecho por el sendero.
-Nick estaba desesperado por encontrarte -dijo-. Ha tenido a no sé cuanta gente buscándote por todas partes. No ha comido. Sólo ha dormido tres a cuatro horas, la última noche, en el sofá.
-¡Si estás intentando conseguir que diga que lo siento, no lo haré'.
-Intentaba hacerte entender lo preocupado que ha esta¬do tu padre. Lo aterraba pensar que te hubiera ocurrido algo. Justin resopló con expresión sardónica.
-A mí no me ha parecido que estuviera tan aterrado. -Estás siendo injusto con él,
._¡Él no es justo conmigo! Todas las cosas y todas las personas tienen que estar bajo su control.
__________________ cerró los ojos y murmuró una rápida plegaria pi-diendo al cielo que le diera paciencia.
Justin-dijo después, manteniendo un tono de voz lo más tranquilo posible-, haz el favor de darte la vuelta. No puedo hablarle a tu espalda.
El muchacho se encaró con ella, sus ojos azules ardían de ira. __________________, sin embargo, no retrocedió.
-¿No te das cuenta de lo mucho que te quiere?
-Mi padre es incapaz de querer a nadie -replicó Justin con aspereza-. Ni siquiera a ti.
Aunque sabía que Justin no lo decía en serio, sus palabras dejaron perpleja a __________________.
-¡Eso no es verdad!
-Y cometes una estupidez al creer que no fue él quien asesinó a su esposa-dijo el muchacho, clavando los ojos en el suelo mientras todo él temblaba.
Justin -dijo ella suavemente-, en el fondo de tu co¬razón sabes que tu padre jamás haría algo semejante. -No. No lo sé. -Justin inhaló profundamente, con los ojos todavía fijos en el suelo-. Podría haberlo hecho. Cual¬quiera puede verse arrastrado al asesinato.
-No, Justin. -__________________ se acercó a él-. Entra conmigo -añadió, cogiéndolo de la muñeca.
-Él no quiere que yo vuelva a casa-dijo Justin, zafán¬dose con violencia.
-Supongo que ésa es la razón por la que ha acabado ago¬tado de tanto buscarte. -__________________ se abstuvo de volver a to-carlo-. Justin, ¿permaneciste lejos de casa durante todo este tiempo porque sabías que eso lo llenaría de preocupación? -No. Fue porque... tenía que alejarme. -¿De qué?
-De todo. No puedo hacer lo que ellos quieren. Quie¬ren que sea un buen chico como Philippe, y que no formule preguntas que les hagan sentirse incómodos, y que no los obligue a pensar en mi madre. -Le brillaban los ojos y apretó los puños, luchando por controlar las traidoras lágrimas-. Pero yo soy como ella, lo sé.
__________________ tuvo que contener el impulso de estrecharlo en¬tre sus brazos y consolarlo como hubiese hecho con un niño desgraciado. No intentó discutir con él, sabía que Justin es taba agotado y era presa de emociones demasiado intensas para que pudiera pensar con claridad.
-Ven conmigo -murmuró-. Tu familia ya se ha preocupando bastante. Y tú necesitas descansar. -Se volvió hacia la casa y contuvo la respiración hasta que oyó los lentos pasos de Justin tras ella.
Temeroso de que, movido por la ira, le dijese a Justin algo de lo que luego con seguridad se arrepentiría, Nick evitó en¬contrarse con él durante el día siguiente. __________________ insistió con cautela en que hablara con el muchacho, y finalmente acce¬dió de mala gana; hablarían inmediatamente después de su reunión con el coronel Burr.
Ya casi era medianoche cuando Nick hizo pasar a Burr en su biblioteca, consciente de que el coronel esperaba ganarse para su causa a otro hombre de negocios acomodado. Da niel Clark, un comerciante de Nueva Orleans que tenía una gran flota de navíos mercantes y era dueño de muchos al¬inacenes, supuestamente le había entregado al menos veinti¬cinco mil dólares en efectivo, y luego varios más habían igua¬lado esa suma. Nick no tenía intención de contribuir a su causa con un solo centavo, pero estaba muy interesado en oír lo que el ambicioso coronel tuviera que decir.
Burr había conseguido que casi todo Nueva Orleans se prendara de él, y ni siquiera las monjas ursulinas fueron ca¬paces de resistirse a su encanto. Había sido recibido en todas partes con una elaborada hospitalidad. Las autoridades católicas y la Asociación Mexicana, que llevaba mucho tiem¬po haciendo campaña en favor de la conquista de México, le habían otorgado su apoyo. La opinión general era que Burr planeaba atacar a los españoles, y que había conseguido el apoyo secreto del gobierno de Jefferson. Sin embargo, a oídos de Nick había llegado suficiente información confidencial procedente de distintas fuentes y sabía que no era. así. Burr ciertamente no se hallaba aliado con Jefferson, sino que esta¬ba urdiendo una conspiración en beneficio propio.
Con una deliberada falta de circunloquios, le preguntó a Burr por qué deseaba aquella reunión, privada y altamente confidencial, cuando ya se había metido en el bolsillo a prác¬ticamente todos los hombres importantes.
-Después de todo-observó Nick-, uno más o uno me¬nos no van a suponer ninguna diferencia para sus planes... cualesquiera que sean.
-Se le conoce como un hombre muy emprendedor, mon¬sieur Vallerand. Yo valoraría mucho su apoyo político. Y fran¬camente, es tan rico que no puedo permitirme pasarle por alto. -Nick sonrió, pensando que la franqueza de aquel hombre realmente era bastante de su agrado.
-Quizá no ha tomado en consideración mi bastante mal¬trecha reputación, coronel. Eso podría representar un gran inconveniente para cualquier político que opte por asociarse conmigo.
Burr se encogió de hombros como si aquello careciese de importancia.
-He oído los rumores que corren acerca de usted, pero no creo que vayan a interferir en mis planes.
-¿Que son...? -Aquellas dos palabras parecieron ha¬cer que la atmósfera se cargara de tensión. Se produjo un si¬lencio.
-Me parece -dijo Burr finalmente- que ya se habrá hecho una cierta idea al respecto.
-No, en realidad no -mintió Nick sin inmutarse. Burr rehusó la copa que se le ofrecía, tomó asiento en un gran sillón de cuero e hizo que la conversación siguiera un cur¬so aparentemente alejado de sus objetivos. Apuesto y miste¬rioso allí sentado fuera del círculo de claridad que proyecta¬ba una lámpara, fue interrogando tranquilamente a Nick con una larga serie de preguntas acerca de Nueva Orleans, su fa¬milia y sus opiniones políticas.
Nick entendía perfectamente el dilema al que se enfren¬taba Burr. El coronel tenía que arriesgarse a revelar sufi¬ciente información para obtener el apoyo de Nick, pero no hasta el extremo de que lo que revelara hiciese peligrar sus planes. El antiguo vicepresidente le explicó que tenía inten¬ción de utilizar Nueva Orleans como una base desde la que hacerse con México y arrebatarles las Floridas a los españo¬les; si, naturalmente, llegaba a estallar la guerra entre Estados Unidos y España.
Después de que Burr hubiera terminado de hablar, Nick sonrió con una irritante indiferencia.
-¿ Y en beneficio de quién se hará todo eso? -preguntó. Tal como había esperado Nick, Burr se abstuvo de con¬fesar que planeaba ser el único gobernante de aquel nuevo imperio.
-Digamos que todo el territorio de Luisiana se benefi¬ciará con ello.
-Y su fortuna también experimentará una mejoría, n'est¬ce pas?
--Al igual que lo hará la suya-replicó Burr-, si puedo contar con usted.
Nick dejó que el momento se prolongara todo lo posible antes de replicar:
-Me resulta imposible comprometerme a prestar mi apoyo a una causa expuesta de una manera tan imprecisa. A menos que me proporcione más detalles...
Burr frunció el ceño, claramente sorprendido ante la fal¬ta de entusiasmo de Nick.
-Ya le he proporcionado toda la información que pue¬do permitirme facilitar por ahora. En mi opinión, tiene usted muy pocas razones para no unirse a mí.
Nick extendió las manos con las palmas hacia arriba. -Tengo ciertas lealtades, coronel.
-¿Se refiere a Claiborne?
-Y también a Estados Unidos.
-Me temo, Vallerand, que no entiendo esa lealtad suya a un país que se ha negado a otorgarle la ciudadanía a sus gentes. Debería tener más en cuenta los intereses del territorio, y los de su familia. Está claro que sus lealtades no apun¬tan hacia donde deberían.
-El transcurso del tiempo tal vez demuestre que así es. Sin embargo, por ahora mantendré el rumbo que ya he ele¬gido. He disfrutado mucho de nuestra conversación, coronel, pero me parece que ya va siendo hora de que se marche.
Burr replicó con una furia apenas controlada. -Llegará un día en el que lamentará haberse alineado con mis oponentes, Vallerand.
Después de que el coronel se hubiera ido, Nick exhaló un lento suspiro. Reflexionó que era posible que Burr consi¬guiera llevar a cabo cuanto tenía planeado, y entonces algún d a Nueva Orleans formaría parte de un nuevo imperio se¬parado de Estados Unidos. Si Nick había escogido el curso equivocado, podía perder una considerable porción de su riqueza y sus propiedades. Todo el mundo sabía que Burr siempre se aseguraba de que sus oponentes pagaran muy ca¬ro el haberle hecho frente.
-No es muy convincente, en mi opinión. El territorio o esos a los que él llama amigos le importan un comino. Burr quiere el poder para sí mismo.
Al oír la voz de su esposa, Nick se volvió hacia ella para interrogarla con la mirada. __________________ estaba de pie a un par de metros de él, luciendo una pelliza blanca ribeteada de enca¬jes y abotonada desde el cuello hasta el suelo.
-Has estado escuchando -dijo con ironía. Ella no se molestó en negarlo.
-Las voces procedentes de esta habitación se oyen muy bien, incluso con la puerta cerrada. Si deseas intimidad, de¬berías probar la otra sala de estar.
Nick rió secamente. -Lo recordaré. __________________ frunció el ceño.
-¿Crees posible que el coronel consiga salirse con la suya? ¿Podría llegar a crear su propio imperio, y hacer que Nueva Orleans formara parte de él?
-Tal vez esté subestimando a Burr-admitió Nick-. No creo que nadie hubiera podido anticipar lo popular que llega¬ría a ser, después de su gira a través del Oeste. Hace poco se le oyó decir que esperaba que algún día un rey se sentaría en el trono de Estados Unidos. Sin duda ya habrá hecho que le to¬men las medidas de la cabeza para una corona.
-¿Un rey? ¿No cree en la democracia, entonces? -No, petite.
-¿Y tú, Nick? -preguntó ella, sabiendo que muchos criollos albergaban serias dudas acerca del sistema america¬no de gobierno.
Nick sonrió y la tomó entre sus brazos. -En todas partes salvo en casa.
__________________ insistió en interrogarlo mientras él la llevaba en brazos escalera arriba.
-¿Crees que podrías llegar a lamentar no haber apoya¬do a monsieur Burr?
-Supongo que podría llegar a lamentarlo, si él consigue hacerse con Luisiana.
__________________ se preguntó por qué no parecía más preocupado. -Si lo hace, podrías llegar a sufrir grandes pérdidas, ;verdad?
-He tomado las medidas necesarias para hacer frente a cualquier circunstancia-repuso él, apretándola suavemen¬te contra su pecho como para tranquilizarla-. No olvides que el territorio va ha cambiado de manos en muchas oca¬siones, y que los Vallerand siempre han sabido capear el temporal. ¿Dudas de mi capacidad para cuidar de ti?
-No, por supuesto que no. -__________________ curvó la mano al-rededor del hombro de Nick, y la punta de su dedo fue des¬cribiendo una línea desde su oreja hasta el lado del cuello-. Nick... nunca me has llegado a contar por qué discutisteis tú .v Bernard, el día del baile en la mansión de los Seraphiné.
Él suspiró, tenso.
-Es algo demasiado complicado para explicártelo ahora. Estoy cansado, cariño. Mañana...
-Vamos, cuéntame aunque sólo sea una pequeña parte -insistió ella.
Él obedeció a regañadientes.-Muy bien. Después de todos los comentarios que le hice a Bernard acerca de que debía asumir alguna parte de las responsabilidades en la plantación, por fin lo hizo. Para mi gran pesar.
-¿Hizo algo que no debía?
-Peor que eso. Hizo algo realmente aborrecible, por no decir cruel e insensato. ¿Conoces a Newland, el encarga¬do de la plantación? Pues el otro día Bernard le ordenó que azotara a un esclavo porque no rendía lo suficiente. La sema¬na pasada el esclavo había padecido unas fiebres y no se encontraba en condiciones de ir a trabajar a los campos. Así que Newland no obedeció las órdenes, y entonces Bernard hizo que lo azotaran a él. En ese momento yo me encontraba en la ciudad, cosa que siempre lamentaré: ojalá hubiera estado aquí para impedirlo.
-Oh, Nick -murmuró ella, sintiendo que se le revolvía el estómago.
Habían llegado al dormitorio, y Nick la puso sobre la cama.
-Cuando me enteré, poco faltó para que le arrancase la piel a tiras a Bernard. Él no ve que haya nada de malo en lo que hizo. Está claro que nunca podré permitir que se haga cargo de la plantación, y además en realidad él no siente nin¬gún interés por ella. Al igual que Alex. Mientras yo siga en¬tregándoles sus asignaciones mensuales, ellos se darán por satisfechos con pasar la mayor parte de su tiempo en la ciu¬dad. En realidad, yo tampoco he intentado ocultar que nun¬ca me ha gustado cultivar la tierra.
-Lo sé -dijo __________________, mientras extendía las manos ha-cia él para quitarle el corbatín-. Para ti eso no es más que una obligación.
Nick suspiró pesadamente.
-A mi padre le encantaba ver crecer las cosechas. Era un hombre de la tierra, y amaba la vida de la plantación de un mo¬do que yo nunca compartiré. Quizá sea una suerte que él no llegara a vivir lo suficiente para ver que ninguno de sus hijos había heredado su pasión por este lugar. Mucho antes de este incidente con Newland y Bernard yo ya había estado pensan¬do en vender la plantación, o al menos reducir sus dimensio¬nes. Pero siempre me ha parecido que esas ideas representaban una traición a mi padre, y a todo aquello que tanto se esforzó por conseguir.
-Y la plantación se ha convertido en un modo de vida para todos los Vallerand-comentó __________________, apartando el cor¬batín del cuello de su esposo-. Si la rechazas, habrá consecuencias. Vuestras amistades y vuestros conocidos pueden sentirse traicionados.
-Oh, se sentirán traicionados -le aseguró Nick con ex¬presión sombría-. Afortunadamente, hace tanto tiempo que me acostumbré a ser objeto de la desaprobación públi¬ca que sus opiniones carecen de importancia para mí. ----Sc había quedado muy quieto, y sus oscuros ojos se llenaron de preocupación mientras su mirada buscaba la de __________________--. Pero a ti sí que te importan.
-Soy lo bastante fuerte como para saber hacer frente a cualquier controversia -murmuró __________________ con una tenue sonrisa-. Ya me he acostumbrado a que se me conozca como la mariée du díable.
Nick la acarició con la mirada mientras extendía la mano hacia sus cabellos para envolverse el dedo con un reluciente rizo pelirrojo.
-No estás atrapado, ¿sabes? -le dijo __________________-. No tienes por qué mantener este lugar. Haz lo que quieras con él. Cualesquiera que puedan ser las consecuencias, yo las afrontaré contigo.
-Mi pequeña rebelde -murmuró Nick con una rá¬pida sonrisa mientras su mano jugaba con los cabellos de __________________-. Debería haber sabido que me animarías a optar por lo menos convencional. Muy bien, te diré la verdad: de¬testo este maldito lugar, por todo el trabajo que requiere, los recuerdos que encierra y los compromisos morales que exige.
-¿Vas a venderlo, entonces?
-No en su totalidad. He estado pensando en venderles la mitad de la plantación a nuestros vecinos, los Archambault. Pagarían cualquier precio que yo pidiera.
-¿Qué pasa con los esclavos?
-No quiero poseer esclavos. Es algo que me repugna, v ya estoy harto de tratar de adornarlo con referencias a la política, la economía y la tradición. -Nick frunció el ceño v continuó-: Llevo demasiado tiempo en el bando equivoca¬do, y ya no puedo seguir defendiendo la esclavitud. No quiero vivir así, y tampoco quiero que mis hijos conozcan este modo de vida. Sabe Dios por qué no puedo compartir las creencias de mi padre, o las de mi familia v mis amista¬des, pero... -Hizo una mueca de impaciencia-. Lo que es¬toy intentando decir es que quiero poner en libertad a los es¬clavos de los Vallerand.
-¿A todos ellos?
-Sí, a todos. Y luego daré trabajo como jornaleros a los que decidan quedarse. -Sonrió con sarcasmo al ver la cara de perplejidad que estaba poniendo __________________-. Ya se ha hecho antes, en realidad. En Nueva Orleans hay un mestizo propietario de una plantación de azúcar, Maurice Manville, que ha liberado a sus esclavos y ahora les paga salarios; y además obtiene beneficios, aunque hay que admitir que mo-destos. Si hago como él y reduzco la plantación a la mitad, dispondré de mucho más tiempo para dedicar a nuestro ase¬rradero y al negocio naviero.
__________________ estaba tratando de asimilar todo lo que él acababa de proponerle.
-Es muy difícil predecir lo que ocurrirá, n'est-ce pas? -Extendió la mano hacia la frente de Nick para acariciar los surcos entre sus cejas-. ¿Habrá repercusiones financieras, Nick?
-¿Me preguntas si perderemos dinero? Sí, al principio. Pero el negocio naviero está creciendo. Tendrás que confiar en mí para que lo convierta en un éxito.
__________________ sonrió y se concentró en la tarea de terminar de quitarle el corbatín.
-Eso no será ningún problema, mon cher.
-Pero ¿qué pasa con la herencia de mis hijos, Justin y Philippe...?
-Hay cosas mucho más importantes que un trozo de tie¬rra que puedes legarles. Y ellos seguirán siendo Vallerands, con o sin una gran plantación.
Apartando el trozo de lino almidonado del cuello de Nick, __________________ apretó la cara contra su cálida garganta.
-Mmm... qué bien hueles. -Besó el pulso que latía en el hueco triangular-. Haz lo que a ti te parezca que está bien, Nick.
Él retrocedió ligeramente y le tomó la cabeza entre las manos. Su oscura mirada estaba llena de ternura.
-Ésta es una de las ventajas de tener una esposa joven –--dijo con una sonrisa-. Es obvio que todavía te queda mu¬cho por aprender antes de que logres disuadirme.
-Hay otras ventajas en tener una esposa joven -pun¬tualizó ella al tiempo que empezaba a tirar de los faldones de su camisa para sacárselos de los pantalones.
-Muéstrame en qué consisten -susurró él, y __________________ así lo hizo.
El que la familia Vallerand pudiera disponer de un poco de paz durante algún tiempo no era mucho pedir, pero al pa¬recer eso no era posible. El nuevo problema fue iniciado sin querer por Philippe, quien se disponía a recibir una lección de esgrima.
Cuando desmontó de su caballo y se encaminó hacia el establecimiento del maestro de esgrima Navarre, Philippe no prestó demasiada atención al sonido de unas voces cercanas. Como de costumbre, sus ojos azules permanecieron fijos en el suelo y sus pensamientos no podían estar más ale¬jados de la rutina del vivir cotidiano. Como tan a menudo señalaba Justin burlonamente, Philippe era un soñador, nada realista.
De pronto Philippe se vio bruscamente apartado de sus reflexiones cuando un hombro muy, duro chocó con el su¬yo, haciéndole perder el equilibrio. Tras dar unos cuantos pasos tambaleantes hacia atrás, alzó la mirada lleno de per¬plejidad. Se encontró frente a un grupo de tres muchachos que acababan de terminar su lección de esgrima con Nava-rre. Excitados por todo el ejercicio que acababan de hacer y llenos de vigor, estaba claro que ardían en deseos de encon¬trar alguna pelea. El encontronazo no había sido ningún ac¬cidente. El líder del grupo, Louis Picotte, y a había tenido al¬guna que otra diferencia con Justin anteriormente, y no era ningún secreto que se detestaban el uno al otro.
Philippe, sin embargo, no tenía ninguna cuenta pendien¬te con nadie, y prefería que las cosas siguieran así. Pidió disculpas de inmediato, algo que su hermano nunca habría hecho.
-Pardonnez-mol'... no miraba por dónde iba.
-Tenía que ser un Vallerand -se burló Louis, un mu¬chacho alto y corpulento con una abundante cabellera de un rubio pajizo-. Creen que todas las calles de la ciudad les per¬tenecen.
Philippe sintió que se le caía el alma a los pies.
-Llego tarde -musitó al tiempo que se apresuraba a apartarse, pero los tres le cortaron el paso.
-Tu disculpa no ha sido lo bastante buena -dijo Louis con una sonrisita burlona en sus labios.
Philippe alzó sus preocupados ojos azules hacia los del muchacho.
Siento haber tropezado contigo. Ahora dejadme pasar. Louis señaló el suelo y sonrió desdeñosamente. -Ponte de rodillas y dilo.
Philippe enrojeció. Quería dar media vuelta y echar a correr, pero sabía que si lo hacía Louis ya nunca dejaría de atormentarlo. Los ojos de Philippe fueron de un rostro a otro y no vieron en ellos nada más que odio, la clase de odio que él y Justin habían aprendido a esperar después de años de ser conocidos como los hijos de Nicholas Vallerand. -No lo haré -dijo sin bajar la mirada.
-Entonces llevemos el asunto a algún lugar donde po¬damos estar a solas -dijo Louis, señalando con el pulgar un pequeño solar donde a veces se celebraban duelos apresura dos. Quedaba oculto por los árboles y los edificios, y allí no podrían ser vistos por los transeúntes. Posó la mano sobre la empuñadura de la espada que colgaba de su cintura.
Muy sorprendido, Philippe comprendió que el mucha¬cho quería algo más que un mero intercambio de puñeta¬zos. Ya se había resignado a que lo dejaran lleno de morados. Después de todo, Justin había conseguido sobrevivir a ello en bastantes ocasiones. Pero espadas... eso era demasiado peligroso.
-No -dijo, y señaló con la cabeza en dirección al esta¬blecimiento del maestro de esgrima-. Lo resolveremos ahí. Navarre solía supervisar esa clase de encuentros entre sus estudiantes. El maestro de esgrima les había prohibido que resolvieran sus disputas fuera de la escuela, a menos que se irritaran a usar los puños en vez de hacerlo con espadas. -¿Tienes miedo? -quiso saber Louis.
-No, es sólo que... -Sí, que tienes miedo. Es lo que dice todo el mundo. Eres un cobarde. Si yo fuera tú, no me sentiría tan orgulloso de ese sucio apellido que llevas. -Louis escupió en el suelo-. Tu padre es un asesino, tu hermano es un fanfarrón que siempre se está metiendo con los demás... v tú eres un cobarde. Philippe se estremeció con súbita rabia.
-Ah, mirad corno tiembla -se burló Louis-. Mirad cómo... -De pronto se calló y torció el gesto, porque aca¬baba de sentir un golpe en la nuca. Se llevó la mano a ésta y giró sobre los talones-.¿ Qué...?
Otro impacto, esta vez en el pecho. Louis contempló con incredulidad a Justin, quien acababa de aparecer detrás de ellos y había empezado a lanzarle guijarros. Justin examinó atentamente la piedrecita que sostenía entre el índice y el pulgar.
-¿Qué es lo que le he oído decir, Philippe?
Philippe tragó saliva con una mezcla de alivio y apren¬sión.
-Nada. Justin, vamos a llegar tarde a... -Me pareció oír que te llamaba cobarde. Justin dejó caer al suelo la piedra que había estado examinando y selec¬cionó otra del puñado que llevaba en la mano-. Nosotros sabemos que tú no eres ningún cobarde. Y también me pa-reció oírle decir que yo era un fanfarrón. Tampoco estoy de acuerdo con eso.
-No olvides -se mofó Louis- que también he dicho que tu padre era un asesino.
El puñado de guijarros fue abruptamente lanzado y quedó esparcido a los pies de Louis. Justin sonrió, sus ojos azules se habían vuelto tan oscuros que ahora eran casi ne¬gros.
-Philippe, dame tu espada.
-No -dijo Philippe, yendo rápidamente hacia su her¬mano-. Con espadas no, Justin. -Cada uno entendía claramente los pensamientos del otro-. Debería ser yo -añadió Philippe.
-Él no quiere luchar contigo -dijo Justin-. Ha ido a por ti para así poder llegar hasta mí.
-Con espadas no -repitió Philippe. -¿Vas a permitir que tu hermano también haga un co¬barde de ti, Justin? -los retó Louis burlonamente.
Justin contuvo la respiración, muy enfadado. Luego mi¬ró a los ojos a Philippe, y juró:
-¡Lo haré pedazos antes de que tenga tiempo de par¬padear!
-Hoy ha estado practicando, y tú no -dijo Philippe, abandonando los argumentos morales en favor de los prác¬ticos-. Estará en mucho mejor forma que tú, Justin.
Louis los interrumpió impacientemente. -Empecemos de una vez, Justin. -¡Philippe-gruñó Justin-, dame esa maldita cosa! -No a menos que prometas parar después de haber de¬rramado la primera sangre. -No puedo... -¡Promételo! Se miraron fijamente el uno al otro, y luego Justin asin¬tió. -Está bien, maldito seas. -Extendió la mano hacia la espada. Poniéndose muy pálido, Philippe se la dio.
El pequeño grupo fue hacia el solar. Por un consenso tá¬cito, todos se movían furtivamente e intentaban no hacer ruido, sabiendo que el duelo sería detenido si alguien se enteraba. Los chicos de su edad normalmente no resolvían sus diferencias de semejante manera, que no se consideraría apro¬piada para ellos hasta que fueran un par de años mayores.
Ateniéndose a las reglas que habían aprendido en la escue¬la de esgrima de Navarre, nombraron a unos padrinos. Louis se quitó la chaqueta sin prisas, mirando a los gemelos por en cima del hombro mientras lo hacía. Philippe aguardaba con los puños apretados, la rígida tensión de su postura revelando toda la ansiedad que sentía. Justin aguardaba con una pacien¬cia sorprendente.
Louis casi empezaba a lamentar haber retado a los Valle¬rand. La mirada de Philippe había sido apocada y temerosa, pero los duros ojos azules de Justin prometían algo mucho más serio con lo que lidiar. También sabía que a Justin se le daba muy bien la esgrima, reflexionó, casi tanto como a él. Lo había visto practicar en la escuela de Navarre v, como de-cía el maestro de esgrima, Justin sería un soberbio espada¬chín de no ser por cierta falta de disciplina. Louis avanzó hasta que sólo estuvieron separados por un par de metros, y adoptó la postura apropiada.
El grupo guardó silencio mientras los dos esgrimistas se saludaban y daban inicio al duelo con un chasquear del acero contra el acero. Probaron unas cuantas combinaciones ele mentales, cada uno tratando de averiguar lo que necesitaba sa¬ber para superar a su oponente. Doble finta, estocada, para¬da, seguida por una rápida respuesta. Ambos se movían con excelente coordinación e idéntica habilidad. Uno de los com¬pañeros de Louis no pudo evitar murmurarle al otro que le hubiese encantado que Navarre viese aquello. La lid era real¬mente impresionante.
El duelo aceleró su ritmo, y el equilibrio se alteró. Louis empezó a sudar profusamente mientras intentaba mantener la concentración. Justin luchaba con una fría agresividad llena de técnica que nunca había exhibido en la escuela. Philip¬pe era el único que entendía la sombra de temeridad que ha¬cía tan eficiente a su hermano. A Justin le daba igual lo que pudiera sucederle, y cuanto más tiempo transcurriese, menos le importaría. Su hermano no le tenía ningún miedo al dolor o a la soledad, quizá ni siquiera a la muerte... v eso llenó de terror a Philippe.
Louis retrocedió sorprendido cuando sintió que la pun¬ta de la espada de Justin le tocaba el hombro. Bajó la mirada con incredulidad hacia el puntito de sangre que había en su camisa. Los muchachos prorrumpieron en exclamaciones, y Justin se apresuró a ir hacia el padrino de Louis.
-El honor ha quedado satisfecho -murmuró mientras se limpiaba el sudor que le perlaba la frente.
Louis se sintió terriblemente humillado. Veía a Justin a través de una neblina de furia, sin poder creer que un error tan minúsculo, una diminuta abertura en su guardia, lo hu¬biera conducido a la derrota. Sus amigos se reirían de él. To¬davía más insoportable que eso era el sorprendente silencio de Justin. Louis esperaba que un Vallerand alardease de su victoria. En cambio, Justin mostraba una expresión muy se¬ria mientras veía conferenciar a los padrinos... y por alguna razón, a Louis eso le pareció un desprecio mucho más gran¬de que el abierto ridículo.
-Se acabó-dijo Philippe, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar la alegría en su voz. Sonrió levemente cuando vio el alivio en los ojos de Justin.
-¡No se ha acabado! -rugió Louis, pero no le prestaron ninguna atención.
Justin echó a andar hacia Philippe, con la intención de devolverle la espada, y un instante después se detuvo cuan¬do vio la expresión de horror que cruzó velozmente por el rostro de su hermano.
-¡No! -fue todo lo que tuvo tiempo de gritar Philip¬pe antes de que Justin se volviera rápidamente y viera que Louis se disponía a acometerlo.
Sorprendido, Justin notó un intenso calor en el costado, bajó la mirada y vio retirarse la delgada hoja del acero. Luego sintió una punzada de dolor. Justin cayó de rodillas, sin apartar los ojos de la mancha de sangre que empezaba a extender¬se en su camisa. Se llevó la mano a la herida y se desplomó mientras sentía que le daba vueltas la cabeza. Respirando en¬trecortadamente, percibió el intenso olor de su propia san¬gre y se apretó aún más la cintura.
-Oh, Justin-jadeó Philippe, arrodillándose en el suelo junto a él-. Oh, Justin.
Louis tardó un poco en darse cuenta de lo que había he¬cho. Sus amigos lo miraban con asombro y disgusto.
-No pretendía... -comenzó a decirles, y su voz se disi¬pó en un silencio avergonzado. Había hecho algo demasiado deshonroso, demasiado poco viril, inenarrable. Retrocedió lentamente, dio media vuelta y huyó.
Finalmente el sonido de los ansiosos ruegos de Philippe hizo que Justin volviera a moverse y abriera sus aturdidos ojos azules. Giró la cabeza, apartando el rostro de la fría hier¬ba, y miró a su hermano.
-No es más que un rasguño-dijo, arreglándoselas para encontrar su viejo tono de disgusto.
Philippe dejó escapar una carcajada estrangulada. -Estás sangrando, Justin.
-¿Dónde está el traidor de Louis? Maldito cobarde ras¬trero...
-Se ha ido -respondió Philippe, sintiendo que una par¬te de su temor inicial empezaba a disolverse-. Me parece que estaba tan sorprendido como el resto de nosotros.
Justin se esforzó torpemente por incorporarse. -¿Sorprendido? ¡Lo mataré! Lo... -Se calló y jadeó, sin¬tiendo un súbito dolor en el costado. Un nuevo chorro de flui¬do caliente empezó a manar bajo sus dedos.
-¡No te muevas! -gritó Philippe, agarrándolo por de¬trás de los hombros-. La sangre... necesitamos un médico. Ahora te dejaré aquí, pero sólo por unos momentos, y...
-No. Iré a casa, donde nuestro padre probablemente me administrará el golpe de gracia.
-Pero...
-Llévame a casa-susurró Justin con una intensidad que redujo al silencio a su hermano.
Philippe intentó detener la hemorragia con la presión de su mano, desencadenando así una nueva sarta de juramentos por parte de Justin. No se percató de que los otros dos chi¬cos estaban de pie junto a ellos hasta que uno se inclinó sobre él para ofrecerle su chaleco enrollado.
-Gracias -dijo Philippe con un hilo de voz; cogió la prenda y la metió dentro de la camisa de Justin, encima de la herida.
-Louis no debería haber hecho eso -comentó el donan¬te del chaleco-. Nunca volveré a servirle de padrino. -¡Para empezar no debería haber habido un duelo! -ex¬clamó Philippe con furia. Justin había cerrado los ojos y guar¬daba silencio. Sus manos ensangrentadas permanecían inmó¬viles sobre el suelo con las palmas vueltas hacia arriba.
El otro muchacho contempló con admiración la larga forma de Justin tendida ante él.
-Tiene agallas. -Y ningún seso -masculló Philippe.
-Ganará un buen montón de duelos antes de irse al otro mundo.
-Morirá antes de haber cumplido los veinte -dijo Phi¬lippe con un hilo de voz.
Justin abrió los ojos, que no reflejaban su habitual e in¬tensa energía. Alzó el brazo con un penoso esfuerzo para aga¬rrar a Philippe por el cuello de la camisa, manchándoselo de sangre.
-Vámonos de aquí.
Philippe no se molestó en preguntarle a Justin cómo ha¬bía llegado a la ciudad. Uno de los amigos de Louis le trajo su caballo y entre los tres lograron subir a Justin a la grupa. Philippe montó detrás de él, cerciorándose de que su herma¬no aún sostenía el chaleco enrollado sobre su herida. -Estoy listo -dijo Justin con voz ronca, inclinándose hacia delante para quedar apoyado sobre el cuello del caba¬llo-. En marcha, antes de que me caiga.
El regreso a casa fue una auténtica tortura. El sufrimien¬to de Philippe no tenía nada que envidiar al de Justin. Pensar que su hermano iba a morir lo aterrorizaba.
-¿Por qué querías pelear con Louis? -le preguntó con perplejidad cuando llevaban recorrida la mitad del camino-. ¿Tanto lo odias?
Ahora que la herida había dejado de sangrar, Justin sentía la mente un poco más clara.
-Quería pelear, eso es todo -respondió con un hilo de voz-. Hace que te sientas tan bien... Siempre tengo ganas de pelear.
-¿Por qué?-Satisface algo que hay en mi interior... no sé el qué.
-Algo en tu interior que quiere que te destruyas a ti mis¬mo -dijo Philippe-. Pero yo no dejaré que lo hagas, Justin. No puedo perderte.
Justin supo que Philippe le decía algo más, pero de pron¬to las palabras se tornaron sonidos indistinguibles, y sintió cómo los ojos empezaban a girar hacia atrás en sus cuencas. Fue como si entrara en un extraño sueño para luego salir rápi¬damente de él. Estaban en la casa y unas manos subían hacia él, y caía dentro de un mar de color púrpura oscuro, donde se veía arrastrado por la cresta de una ola. Le dolía la cabeza, le dolía el costado. Se sentía como si volviera a ser pequeño. Entonces se dio cuenta de que lo acostaban con mucho cui¬dado en su cama, su cabeza descendiendo hacia la almohada, y descansó durante lo que parecieron ser horas hasta que fue despertado por una terrible sensación de soledad.
-Mon pére -murmuró, moviendo nerviosamente la mano hasta que fue rodeada por otra mano, grande y fuerte. La fuerza vital de aquel apretón pareció hacerle volver en sí. Vio el rostro tenso de su padre, y la ternura que reflejaban sus ojos. Aquello no tenía ningún sentido, pero de pronto le pareció que mientras su padre le tuviera cogida la mano, es¬taría a salvo. Percibiendo la necesidad de Justin, Nick no se la soltó, ni siquiera en presencia del doctor.
Justin no paró de retorcerse de dolor mientras le limpia¬ban la herida, pero guardó silencio, el sudor goteando de su rostro. Sentía como si alguien estuviera removiéndole las en¬trañas con un atizador al rojo vivo.
-¿Todavía no habéis terminado? -preguntó cuando ya no pudo seguir soportándolo por más tiempo.
Su padre lo abrazó y trató de calmarlo mientras el doc¬tor terminaba de limpiarle la herida. Después de que se la hubiera vendado, le dieron a beber una medicina que tenía un sabor repugnante, y Justin insistió en sostener el vaso con su propia mano.
-¿No vas a gritar y hacérmelo pagar caro? -graznó cuando los últimos restos de la amarga medicina hubieron desaparecido.
-Ya habrá tiempo para eso mañana -dijo Nick mien¬tras ponía bien el cubrecama alrededor de su hijo-. En estos momentos sólo puedo sentir alivio al ver que te encuentras bien.
Justin bostezó aparatosamente, la medicina empezaba a hacer que le entrara sueño. Sus ojos se abrieron de golpe cuan¬do sintió que el peso de Nick cambiaba de posición.
-¿Te vas?
-No, mon fils.
-Si quieres puedes irte-musitó Justin, pese a que anhe¬laba que él se quedara allí.
-No te dejaría por ninguna razón del mundo -fue la suave réplica de su padre, y Justin se relajó lleno de alivio. Volvió a buscar la mano de su padre, y se quedó dormido su¬jetándola.



El avisaré cuando mi nove valla adelantada y la empiece a subir por ahora solo estoy trabajando en ella.
Danne G.
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Mensaje por chelis Jue 02 Ago 2012, 8:31 pm

GUUUAAAUU ESE BERNAT ESCONDE ALLLGOOOOO!!!!!
YYYY AAII YO DIGO QUE NICK ESTA YA ENAMOORAAADOO DE ___
AAAII SIGUELA PORFIIISS
chelis
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Mensaje por Danne G. Lun 06 Ago 2012, 7:34 am

Chicas unos coments más y subo más capítulos para terminar.. Yyy realmente me encantaría que leyeran esta nove de mi mejor amiga.. https://onlywn.activoforo.com/t15267-the-girls-next-door-jonas-brothers-capitulo-2

Es de gran valor para ella cada uno de sus comentarios.
Danne G.
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Mensaje por chelis Lun 06 Ago 2012, 6:04 pm

OOKIISS
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Mensaje por ElitzJb Miér 08 Ago 2012, 8:45 am

en espera de mas capitulos
siguela
quiero saber q mas le pasara a el pobre de justin
sigue
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Mensaje por Danne G. Miér 08 Ago 2012, 9:24 am

Muy pronto otra maratón. C: ...
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Mensaje por ElitzJb Miér 08 Ago 2012, 9:59 am

siiiii :) lo esperare con ansias
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Mensaje por chelis Miér 08 Ago 2012, 5:30 pm

:D
ESPERAREMOS PASIENCIA Y YOOOO!!!!
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Mensaje por ElitzJb Miér 08 Ago 2012, 6:19 pm

mas cap :)
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Mensaje por chelis Miér 08 Ago 2012, 6:41 pm

:D
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Mensaje por ElitzJb Jue 09 Ago 2012, 6:13 pm

sigue
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Mensaje por chelis Jue 09 Ago 2012, 8:21 pm

porfiiss
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Mensaje por Danne G. Vie 10 Ago 2012, 6:30 pm


Capítulo 12
Nueva Orleans


-¿Cómo se encuentra? -preguntó Alexandre al tiem¬po que se disponía a servirle una copa a Nick. Éste le indicó con un gesto que dejara la botella.
-Se pondrá bien. -Nick acababa de bajar del piso de arriba, donde Justin estaba durmiendo cómodamente, para reunirse con sus hermanos en la biblioteca. _____________ y Noeline estaban ocupadas ayudando a acostarse a la muy altera¬da Irénée, para lo que le administraban generosas dosis de café reforzado con coñac-. La herida no es grave, gracias a Dios. -Sacudió la cabeza, el rostro empalidecido por la ten¬sión-. No puedo creer que le haya ocurrido algo semejante a mi hijo.
-¿Esto ha sido una sorpresa para ti? -preguntó Ber¬nard-. Lo único que me sorprende es que no haya ocurrido antes.
Justin está siguiendo los pasos de su padre, ¿verdad? -añadió Alexandre.
Nick les dirigió una mirada helada a ambos.
-Bueno, es verdad -dijo Bernard-. Nick, tú va sabes cómo es el muchacho. No puedes decir que no te esperaras esto. Y serás un idiota si no esperas que vuelva a ocurrir.
Antes de que Nick pudiera dar rienda suelta a su furia, la voz llena de calma de _____________ intercedió.
-Nick -dijo, entrando en la habitación y cogiéndolo del brazo-, no deseo privarte de semejantes muestras de compasión y simpatía por parte de tus hermanos, pero Ber¬té ha calentado algo de comida para nuestra cena. Anda, co¬me algo.
-No tengo hambre...
-Sólo un poquito de alguna cosa, bien-auné-lo animó ella en su tono más coqueto-. No querrás que tenga que co¬mer sola, ¿verdad? Por favor... hazlo por mí.
Con un gruñido ahogado, Nick dio media vuelta para acompañarla y la discusión quedó olvidada por el momen¬to. Cuando estaban llegando a la entrada, _____________ volvió la cabeza y dirigió a los hermanos una rápida mirada de repro¬che antes de seguir serenamente a su esposo fuera de la bi¬blioteca. Aquella mirada contrastaba hasta tal punto con la dulzura de la expresión que había utilizado antes con Nick que Alexandre no pudo evitar soltar una risita.
-A su manera suave y delicada-comentó con una son¬risa-, _____________ es bastante déspota.
-No le veo la gracia-dijo Bernard.
-¿Por qué no? Es evidente que su presencia le está ha¬ciendo mucho bien a Nick.
-Yo no diría tanto. -Bernard bebió un largo sorbo de su copa, sin apartar los ojos de la entrada vacía.
Alexandre ladeó la cabeza pensativamente.
-_____________ no te gusta, ¿verdad? Nunca me había dado cuenta de eso antes.
-No, no me gusta-replicó Bernard con frialdad-. No me gusta el efecto que _____________ tiene sobre Nick, ni los proble¬mas que crea en la familia. Todo iba mejor antes de que ella viniera aquí.
Cuando Justin despertó la mañana siguiente a su due¬lo, encontró su habitación invadida por su hermano, su pa¬dre y su madrastra. _____________ estuvo pendiente, sirviéndole el desayuno y atándole una servilleta alrededor del cuello co¬mo si Justin tuviera cinco años en vez de quince. Él agrade¬ció su presencia, debido a su acuerdo tácito de que ella utili¬zaría en beneficio de Justin la influencia que ejercía sobre su padre. Justin no estaba muy seguro de cuándo o cómo se había convertido _____________ en su aliada, pero mientras miraba en sus tranquilos ojos azules, sintió una súbita adoración por ella.
Su padre, naturalmente, dio inicio a la mañana exigien¬do una explicación completa de los acontecimientos del día anterior.
-Cuéntame qué parte tuviste tú en ellos, Phillippe -dijo Nick, que estaba sentado junto a la cama en una silla de caoba. Como siempre, Philippe escogió cuidadosamente sus pa¬labras.
-Me las estaba viendo con tres chicos, uno de los cuales quería provocarme para que nos enfrentáramos en un duelo. Yo me negué, y entonces fue cuando apareció Justin...
-Y tú te apresuraste a recoger el guante-dijo Nick con tono de pesadumbre.
Justin torció el gesto.
-Lo llamaron cobarde-dijo defensivamente-. Nadie insulta a un Vallerand sin pagarlo muy caro.
-¿Eso fue todo lo que dijeron?
-No. -La mirada de Justin descendió hacia la colcha que cubría su regazo-. Me llamaron fanfarrón, y a ti... -Se calló súbitamente, y una repentina marea roja se extendió por su rostro.
-¿Y a mí qué me llamaron? -preguntó Nick con suavi¬dad, aunque estaba claro que ya lo sabía.
El sonrojo se propagó al cuello y las orejas de Justin. -Lo mismo que te han llamado siempre -dijo con voz ronca.
-¿Y qué es?
-¿Por qué me lo preguntas? ¡Ya lo sabes! -Quiero oírtelo decir.
Justin se pasó unas cuantas veces las manos por los cabe¬llos, nervioso como un animal enjaulado.
-Dilo, mon fils-insistió Nick sin levantarla voz-. Por favor.
_____________ y Philippe podrían no haberse hallado presentes en la habitación. La tensión fue creciendo hasta que ninguno de los cuatro se atrevió a moverse o respirar.
De pronto las lágrimas brillaron en los ojos azules de Jus¬tin, que apretó los dientes con expresión de ira.
-Te llamaron asesino. Eso es lo que dicen siempre. To¬dos. ¿Y me preguntas por qué luché? Nunca he sabido lo que es tener un amigo. Philippe tampoco. -Volvió la cabeza ha¬cia su hermano y clavó la mirada en él-. ¡Díselo!
Nick fue hacia la cama y se sentó junto a su hijo. -Escúchame, Justin. Comprendo todo lo que... -No...
-¡Por el amor de Dios, no me interrumpas! Nunca po¬drás cambiar lo que dice la gente. Nunca conseguirás que dejen de decirlo. Los rumores seguirán circulando, y tú no lograrás silenciarlos. Puedes matar a un hombre, Justin, o a doce¬nas de ellos, pero el pasado no cambiará, y seguirás siendo mi hijo. Maldice ese hecho si quieres, pero no puedes alterarlo. Morirás si lo intentas... y eso me destrozaría más que nada en el mundo.
-¿Qué le ocurrió a mi madre? -inquirió Justin con las mejillas bañadas en lágrimas.
-No puedo contarte gran cosa -replicó Nick áspera¬mente-. Me casé con tu madre porque la amaba. Pero nues¬tro matrimonio no tardó en echarse a perder, y poco después de que nacierais, comprendí que Corinne estaba teniendo una aventura con otro hombre.
-¿Con quién? -quiso saber Justin. -Eso carece de importancia... -¿Era Étienne Sagesse?
-Sí.
-¿Por qué? --preguntó Philippe desde un par de metros de distancia-. ¿Qué pudo impulsarla a hacer eso?
-Creo que pensaba que se había enamorado de él-res¬pondió Nick, manteniendo la calma. Sólo _____________ sabía cuán inmenso era el esfuerzo que tenía que hacer para hablar del pasado-. Yo era incapaz de hacer feliz a Corinne. Eso, en parte, la impulsó a buscar otro hombre.
-No hace falta que intentes excusarla -dijo Justin-. Me alegro de que esté muerta.
-No, Justin. Compadécela, pero no la odies. –
-¿Étienne Sagesse la mató? -inquirió el muchacho. -No, no creo que lo hiciera,
-Entonces, ¿fuiste tú? -preguntó Justin, con voz tem¬blorosa.
-No -contestó Nick, con patente dificultad-. La en¬contré ya muerta. No sé qué le ocurrió.
-¡Pero has de saberlo! -exclamó Justin con una mez¬cla de ira e incredulidad-. "Tienes que saberlo.
-Ojalá lo supiera-dijo Nick--. Y si hay, algo que deseo por encima de todo es que no Hubieras tenido que crecer ba¬jo la sombra de todo esto. Haría lo que fuese con tal de cambiar eso, Justin. Tu felicidad es lo que más me importa en el mundo.
Justin cerró los ojos y volvió a apoyar la cabeza en la al¬mohada.
-¿No sospechas de nadie? ¿Hay alguien que hubiera querido verla muerta?
-Hace años hablé con Étienne Sagesse, pensando que él tal vez estuviera en una situación de revelarme algo.
-¿Y?
--Cree que yo maté a Corinne impulsado por los celos. -Deberías haber matado a Sagesse en ese duelo -mas¬culló Justin.
-Mírame. -Nick esperó en silencio a que Justin abrie¬ra los ojos, y continuó-: Has de tener mucho cuidado a la hora de escoger tus combates. Prefiero que te tengan por un cobarde a que aceptes el desafío de cualquier muchacho pa¬gado de sí mismo. Cuanto más temible sea tu reputación, más intentarán provocarte los demás, y cuanto más uses tu espada, más tendrás que usarla. No quiero eso para ti, ni pa¬ra tu hermano. Significas demasiado para mí, Justin. La pró¬xima vez tienes que dar media vuelta y marcharte... por mí. Por favor.
Justin tragó saliva con dificultad y se incorporó en la ca¬ma, inclinándose hacia Nick.
Je t'aime, mon pére -dijo con voz ahogada.
Nick lo rodeó con los brazos, teniendo mucho cuidado de no hacerle daño, y le revolvió los cabellos al tiempo que le hablaba en un suave murmullo. _____________ reparó en que Philip¬pe daba un dubitativo paso adelante, y enseguida se detenía al comprender que aquel momento les pertenecía únicamen¬te a Justin y a su padre. Qué generoso sabía ser Philippe, pensó, y extendió el brazo hacia él para cogerle la mano. El muchacho bajó la mirada hacia ella al sentir los dedos de _____________ alrededor de su palma, y la tensión desapareció de su rostro cuando ella se estiró hacia arriba para besarle la me¬jilla.

Después de alcanzar todos los objetivos que se había marcado en Nueva Orleans, Aaron Burr regresó a San Luis para conspirar con el general Wilkinson. Inició el viaje por tierra vendo en dirección a Natchez, con caballos propor¬cionados por Daniel Clark, el comerciante más influyente y respetado de todo el territorio. La visita de Burr al Oeste se había visto coronada por el éxito. Si todo salía de acuerdo con sus cálculos, no le resultaría difícil soliviantar a la po¬blación contra los españoles para así hacerse con México y el oeste de Florida.
Burr estaba seguro de que había sabido ocultar a los al¬tos dignatarios españoles, y especialmente a Irujo, cuáles eran sus verdaderas intenciones, y que había logrado con vencerlos de que no sentía ningún interés por sus tierras. En menos de un año, razonó Burr, sería capaz de organizar una expedición y podría hacer que todas sus ambiciones pasaran a ser realidad. Y todos aquellos que habían intentado obsta¬culizar su plan -Nicholas Vallerand, por ejemplo- su-plicarían que se les permitiera mostrarse a favor de él.
El mensajero partió de la residencia de don Carlos, el marqués de Irujo, a primera hora de la mañana. Mientras iba hacia el sur sin darse prisa por salir de la ciudad, de pronto se vio obligado a tirar de las riendas de su montura. Dos ji¬netes armados con pistolas le salieron al paso. Pálido de mie¬do, el mensajero comenzó a balbucear en español. Seguro de que pretendían robarle, dijo que no tenía dinero ni nada que ofrecerles. Uno de los asaltantes, un hombre muy corpulento de pelo oscuro, le indicó que desmontase con un gesto de _a mano.
-Dame las cartas que llevas -dijo el hombre del pelo oscuro, cuyo español era un poco tosco pero comprensible. -N... no puedo-tartamudeó el mensajero, sacudiendo a cabeza-. Son privadas, altamente confidenciales. He... he empeñado mi vida en la misión de entregarlas sin...
-Tu vida es precisamente lo que está en juego-le inte¬rrumpió el hombre-. Si quieres conservarla entrégame las partas.
El mensajero hurgó en el forro de su chaqueta y extrajo media docena de cartas, todas las cuales presentaban el sello oficial utilizado por Irujo. Luego se enjugó con la manga la frente sudorosa mientras el hombre del pelo oscuro las exa¬minaba rápidamente. Una de ellas pareció despertar su inte¬rés, y se la quedó al tiempo que le devolvía las demás.
Nick miró a Jacques Clement con una media sonrisa iró¬nica en los labios.
-Va dirigida a un comisionado fronterizo español que, por razones que no se explican, se ha quedado en Nueva Or¬leans.
-Quizá le gusta la ciudad -observó Clement tímida¬mente.
Nick abrió la carta, haciendo caso omiso del débil grito de protesta del mensajero. Su sonrisa se desvaneció rápida¬mente mientras la leía. A continuación miró a Clement con un brillo de satisfacción en los ojos.
-Me encanta el modo en que los dignatarios se despiden de un amigo, deseándole el mejor de los futuros posibles para acto seguido (y siempre con la máxima cortesía) apuñalarlo por la espalda.
Sin entender de qué hablaban aquellos dos, el mensajero los observaba con preocupación, hasta que finalmente se atre¬vió a exclamar.
-¡Señor, no puedo entregar la carta con el sello roto! ¿Qué voy a hacer? ¿Qué...?
-No vas a entregar esta carta -le interrumpió Nick-, porque me la voy a quedar.
El mensajero respondió a dicha aseveración con un to¬rrente de palabras en español. Hablaba demasiado deprisa para que Nick pudiera seguirlo, pero estaba claro que se sen¬tía muy desgraciado.
-Probablemente irá a parar a la cárcel en cuanto lo des¬cubran -comentó Jacques-. No le perdonarán que haya permitido que robaran la carta.
Nick le arrojó una bolsita al mensajero, quien interrum¬pió su letanía el tiempo suficiente para cogerla al vuelo. La bolsa cayó en su palma con un ruidoso tintineo metálico.
-Ahí dentro hay dinero suficiente para que desaparez¬cas y vivas cómodamente durante mucho tiempo.
Otro rápido discurso siguió al primero. Nick interrogó con la mirada a Jacques, cuyo dominio del español era mayor que el suyo.
-¿Qué está diciendo?
-Necesita más, para su esposa y sus hijos. Nick esbozó una sonrisa sarcástica.
-Dale lo que tengas -le dijo a Jacques-. Ya te lo rembolsaré después.
-¿Tanto vale esa carta? -preguntó Clement con incre¬dulidad.
Nick se la guardó con gran satisfacción en un bolsillo de la chaqueta.
-Ya lo creo que sí.
Nick disfrutó con el asombro que Claiborne mostraba mientras leía la carta una y otra vez.
-¿Saben los españoles que tenemos esto? -le pregun¬tó el gobernador finalmente.
Nick se encogió de hombros.
-El que lo sepan o no carece de importancia. No alte¬rará sus planes.
-Esto sí que es una gran noticia -dijo Claiborne len¬tamente-. No sólo no confían en Burr, sino que además se, disponen a crearle serios problemas. ¡Si lo que dice esta carta 2 s cierto, lo desacreditarán por completo! -Volvió a leer la cierto,
¡Y los muy bastardos son tan astutos que están utilizando a un americano para hacerlo! ¿Conocía a Stephen Nlinor?
-Tuve un breve encuentro con él.
-¿Sabía antes de leer esa carta que trabajaba para los es¬ Dañoles?
-No. -Nick sonrió con indiferencia-. Pero tampoco se puede esperar de mí que tenga localizados a todos los ame¬ricanos que están a sueldo de los españoles.
-Criollo insolente -repuso Claiborne con una sonri¬sa de oreja a oreja-. ¿Está dando a entender que se puede comprar a los americanos con facilidad?
-Parece ser que así es, señor.
Claiborne contuvo su júbilo y asumió una expresión más _propia de un estadista.
-Por ahora lo único que tenemos que hacer es esperar. Si esta información es correcta, Minor difundirá por todo el territorio rumores de que Burr planea separar al Oeste del resto de la nación, unirlo con ciertas posesiones españolas y lue¬go reclamarlo como su propio imperio. Eso debería bastar pa¬ra que todo el país se ponga en pie de guerra desde aquí hasta el noreste.
-Los rumores deberían llegar a San Luis en el mismo momento en que lo haga Burr -convino Nick.
-Daría una fortuna por ver la cara que pondrá el gene¬ral Wilkinson. No debería tardar mucho en cortar cualquier clase de relación con Burr.
Nick se levantó y le tendió la mano.
-Ahora tengo que irme. Si me necesita para alguna otra cosa...
-Sí, sí. -Claiborne se levantó y le estrechó la mano, apretándosela con más calor de lo habitual-. Vallerand, hoy ha demostrado su lealtad.
Nick enarcó una ceja.
-¿Es que alguien dudaba de ella?
-Me preguntaba qué había omitido cuando me descri¬bió su reunión con Burr -admitió Claiborne-. El coronel es un hombre muy persuasivo. Podría haber compartido par¬te de su gloria poniéndose de su lado.
-No siento ningún deseo de alcanzar la gloria. Sólo quie¬ro conservar lo que es mío -dijo Nick, muy serio-. Buenos días, excelencia.
En una decisión totalmente inesperada por su parte, Nick le dijo a Justin que supervisara la destrucción de la casa del antiguo encargado. La noticia dejó muy complacida a _____________, que enseguida comprendió su significado. El pasado empezaba a perder el terrible poder que había ejercido so¬bre Nick y sus hijos. Justin se sintió muy orgulloso de que se le hubiera encomendado aquella responsabilidad, y organi¬zó una cuadrilla de trabajadores para que lo ayudaran a de¬rribar la precaria estructura y quemar los escombros. Phi¬lippe prefirió aplicarse a sus estudios, sintiéndose feliz en su mundo de libros.
_____________, por su parte, tuvo que hacer frente a retos de dis-tinta naturaleza. Aunque ella e Irénée se profesaban un gran aprecio mutuo, seguían existiendo los inevitables puntos de desacuerdo entre una nuera y su suegra. Irénée se mantenía fiel a las antiguas tradiciones criollas en tanto que _____________ era una firme partidaria de los cambios que empezaban a apare¬cer en su pequeña sociedad. Irénée nunca se había mostrado tan horrorizada como la primera vez que _____________ invitó a al¬gunas de las jóvenes matronas americanas de Nueva Orleans a que visitaran su plantación.
-Son unas mujeres encantadoras, y tienen muy buenos modales -le había dicho _____________ con dulzura.
-¡Son americanas! ¿Qué pensarán mis amistades cuando se enteren de esto?
-Ahora los americanos son tan parte de Nueva Orleans como los criollos. Compartimos muchas preocupaciones. Irénée la miró escandalizada.
-Lo próximo que dirás es que te parece perfectamente aceptable que los criollos se casen con las americanas.
-Oh, eso jamás -dijo _____________.
Irénée entornó los ojos y la miró con suspicacia. -¿Nicholas está al corriente de esto?
_____________ sonrió, sabedora de que la anciana señora planeaba acudir a Nick a sus espaldas.
-Lo aprueba de todo corazón, maman.
Irénée soltó un suspiro de disgusto y se juró en silencio que esa misma noche hablaría del asunto con su hijo.
Pero Nick no prestó ninguna atención a las quejas de Iré¬née, y dijo que no veía qué daño podía causarles el que _____________ hiciera amistad con unas cuantas americanas.
Irénée también estaba muy preocupada por el modo en que Nick accedía a todos los caprichos de _____________, animándola a hablar francamente acerca de todo y haciéndole confidencias sobre cuestiones mundanas que los caballeros crio-llos nunca mencionaban a sus esposas. Lo que era todavía peor, Nick parecía esperar que toda la familia prestara aten¬ción a las opiniones de _____________.
No hacía mucho, nadie hubiese creído que ninguna mujer Pudiera llegar a manejar con semejante destreza al temible ca-beza de familia de la plantación Vallerand. El hecho de que una joven desprovista de experiencia y con un aspecto que no tenía nada de excepcional fuera capaz desemejante proeza era simplemente asombroso.
Atrapada entre el placer que sentía ante la obvia felicidad de su hijo y la inquietud que le inspiraban las maneras nada convencionales de _____________, Irénée estuvo discutiendo el problema consigo misma durante un tiempo hasta que decidió hablar con Nick en privado.
-Si _____________ fuera una niña -le repuso-, consideraría que la están malcriando. La alientas a creer que ella puede decir, hacer o tener lo que le dé la gana.
-Pero es que puede -dijo él sin perder la calma. -_____________ se cree autorizada a llevarle la contraria a cual¬quier persona con la que no esté de acuerdo, sin importar la edad o la autoridad de esa persona. A una joven matrona crio¬lla nunca se le ocurriría decirle a un hombre qué debe hacer. ¡Esta misma mañana _____________ estaba intentando imponerle sus opiniones al pobre Bernard, diciéndole que debería tra-bajar más y beber menos!
Eso hizo que Nick se echara a reír.
-En ese caso me temo que _____________ sólo estaba repitiendo mi opinión. Y ya sabes que estoy de acuerdo con ella. -¡No es ahí adonde quiero ir a parar!
-¿Y adónde quieres ir a parar, maman?
-A falta de una expresión mejor, diré que tienes que atar más corto a _____________, Nick. Tanto por su bien como por el de todos los demás. El que se le permita disfrutar de tanta liber¬tad no es bueno para ella.
Nick le lanzó una mirada llena de perplejidad, como si Iré¬née no entendiera algo que hubiese debido ser obvio. -¿Atarla más corto? Haré cuanto esté en mi mano pa¬ra que _____________ llegue a sentirse lo más segura de sí misma que pueda. Debería tenerme pánico, y sin embargo de algún mo¬do tiene el valor de encararse conmigo como una igual. No merezco semejante regalo del cielo, y bien sabe Dios que cometería una estupidez si intentara prescindir de él. Antes me cortaré el cuello que pedirle a _____________ que se incline an¬te las reglas de nuestra insignificante sociedad.
-¡Pareces olvidar, Nicholas, que tanto tu familia co¬mo todas tus amistades forman parte de esa sociedad a la que llamas insignificante!
-Una sociedad que hace diez años me expulsó de su se¬no. -Hizo una pausa al ver la expresión de Irénée-. Ya no culpo a nadie de ello. Pero no puedes negar que la sombra que proyecto cae sobre todas las personas que me importan, _____________ incluida. Especialmente sobre ella.
-¡No digas disparates! -exclamó Irénée-. Tienes mu¬chos amigos.
-Relaciones comerciales, querrás decir. Jacques Cle¬ment es el único hombre en todo Nueva Orleans que se lla¬ma a sí mismo amigo mío por razones distintas de la cantidad de dinero que puedo hacerle ganar. Tú misma has visto cómo todos cambian de lado en la calle para así no tener que reconocer que estoy ahí.
-La gente viene aquí de visita...
-Es a ti a quien vienen a visitar, no a mí. -Se te invita a acontecimientos sociales...
-Sí, y esas invitaciones son enviadas por parientes en .puros económicos que le han echado el ojo a nuestro dinero por aquellos que creen debérselo a la memoria de mi padre. Cuando asisto a esos acontecimientos sociales, me rodeado por sonrisas congeladas y conversaciones ensaya¬das. Tú sabes que si no fuera un Vallerand, ya hace mucho que le habría visto obligado a dejar Nueva Orleans. Aquí las murmuraciones perduran como un veneno de acción lenta. Y ahora _____________ tendrá que padecer por un pasado con el que ella no ha tenido nada que ver.
Nick guardó silencio por un instante, sabiendo que su madre no podía entender del todo el miedo que le atravesa¬ra el corazón cada vez que pensaba en aquello. El odio y las sospechas de los demás que antes habían ido dirigidos únicamente hacia él, podían volverse contra su esposa. Le ho¬la posibilidad de que en el futuro _____________ tuviera fue hacer frente a muchos desaires sólo porque había toma¬do su apellido.
-Para _____________ no es fácil ser mi esposa, aunque nunca ha llegado a pronunciar una palabra de queja.
--Nick, me parece que exageras la dificultad... -¿Exagerarla? No, en todo caso lo que estoy haciendo s subestimarla.
-Tienes que poner freno cuanto antes a la indisciplina de _____________, o no tardará en volverse ingobernable -lo previno Irénée-. No querrás que llegue a ser como Corinne, ¿verdad?
Entonces fue cuando Nick perdió los estribos v respon¬dió con una ira tan vehemente que Irénée no le dirigió la pa¬labra durante días. Finalmente Irénée comprendió que ya no podría seguir influyendo sobre Nick tal como lo había hecho en el pasado. Él nunca tomaría partido por nadie contra _____________. Y el resto de la familia se vio obligado a aceptar el hecho de que si alguien se atrevía a criticar a _____________, sin duda se enfrentaría a la ira de Nick.

Frustrada por la manera en que Nick se había comporta¬do durante una de las veladas dominicales de los Vallerand, _____________ decidió reñirlo en privado. Nick había estado bastante grosero con un invitado que acompañaba a uno de sus primos, el cual no se molestaba en tratar de ocultar la hosti¬lidad que sentía hacia el gobernador Claiborne y los ameri¬canos. Aunque _____________ sabía que semejantes observaciones harían que Nick se subiera por las paredes, le había lanzado una mirada implorante con la esperanza de que contuviera la lengua.
Haciendo caso omiso de su súplica silenciosa, Nick había respondido con tal aspereza que la reunión social se volvió muy desagradable para todos. Normalmente, en las veladas criollas había música, conversación y un poco de baile, todo ello seguido por refrescos servidos a las once de la noche, y los asistentes se marchaban alrededor de la medianoche. Esta velada terminó a las once, cuando ni siquiera se habían servi¬do los refrescos.
Llena de resolución, _____________ fue a la biblioteca, donde su marido se había reunido con Bernard para tomar una copa después de que los invitados se hubieran marchado. Nick se volvió hacia ella sin darle tiempo de decir nada y la miró sin revelar la menor sorpresa.
-Estoy de muy mal humor -le advirtió. -Yo también -se limitó a replicar ella.
Bernard comprendió que se aproximaba una tormenta, y dejó su copa.
Estoy agotado-dijo, sin saber qué cara poner-. Bue¬nas noches.
Ninguno de los dos reparó en su partida.
-No había necesidad de mostrarse tan desagradable con monsieur Gregoire sólo porque hizo unas cuantas obser¬vaciones acerca del gobernador -dijo _____________ con disgusto-. ¡Yo te he oído decir cosas mucho peores acerca de Clai¬borne!
-Cuando yo critico a Claiborne, al menos sé de qué es¬toy hablando. Gregoire es un idiota.
-Tu opinión no es la única correcta, Nick. Y un hombre no es un idiota sólo porque dé la casualidad de que no está de acuerdo contigo.
-En este caso sí -dijo Nick con obstinación.
Aunque estaba muy disgustada, _____________ no pudo evitar encontrar graciosa aquella réplica, y se apresuró i apretar los labios para ocultar su diversión. Decidió probar suerte con otro argumento.
-Ser un buen anfitrión consiste, en parte, en pasar por alto la necedad de un invitado para que los demás puedan disfrutar de la velada.
-¿Quién ha dictado esa regla? -preguntó él, arquean¬do una ceja.
-Yo.
Nick le dirigió la mirada más adusta de que era capaz. -Soy el cabeza de familia, y puedo hacer o decir lo que me dé la gana.
Sin dejarse impresionar por aquella exhibición de auto-ridad, _____________ puso los brazos en jarras.
-Eso no ha estado nada mal -dijo secamente-. Pero tendrás que encontrar alguna otra manera de salir vencedor de la discusión.
Nick se levantó de su asiento; parecía todavía más alto e imponente de lo habitual con su traje de etiqueta, sus mus¬culosas piernas realzadas por los ceñidos pantalones color gris perla y sus anchos hombros claramente definidos por su chaqueta negra.
-¿Estás desafiando mi autoridad?
_____________ fue consciente de un súbito cambio en la atmós¬fera, el reto entre ellos se tornaba sexual de alguna manera in¬definible. El corazón empezó a latirle con fuerza, y sintió que un torrente de deseo recorría su cuerpo cuando ella y Nick se sostuvieron la mirada.
-¿Y qué pasa si lo estoy haciendo? -preguntó, en un tono todavía más suave que el de él. Reconociendo el deste¬llo de alegría depredadora que apareció en los ojos de Nick, tomó una ruta estratégica hacia la mesa redonda de caoba
que ocupaba el centro de la biblioteca, manteniéndola entre ellos.
Nick la siguió sin darse ninguna prisa.
-Entonces, como esposo criollo y cabeza de esta fami¬lia, tendré que dejarte claro quién dicta las reglas... y quién las acata.
_____________ sonrió provocadoramente mientras ambos des-cribían círculos alrededor de la mesa.
-Mon mari... la verdad es que eres realmente adorable, a tu manera dominadora y arrogante.
-Adorable -repitió él con voz pensativa, sin abando¬nar su lenta persecución---. No creo que nadie me haya lla¬mado así antes.
-Eso es porque nadie más sabe cómo hay que manejarte. Él contuvo la risa y dijo:
-Pero tú sí sabes cómo hay que hacerlo, ¿verdad? -Por supuesto.
La llama del deseo que ardía en la mirada de Nick y la creciente excitación que tomaba posesión de su cuerpo no podían estar más claras.
-Ma femme, necesitas aprender una lección -mur¬muró él en un tono tan deliciosamente amenazador que _____________ sintió que se le endurecían los pezones en respuesta a aquellas palabras. La mirada de Nick bajó hacia los pane¬les de seda de su corpiño, y reparó en los inconfundibles picos que acababan de alzarse bajo el brillo de la tela-. Reza para que no te pille antes de que hayas llegado a esa puerta.
_____________ apoyó las palmas de las manos en el tablero re¬luciente de la mesa que los separaba, se inclinó hacia Nick y lo miró fijamente.
-La lección a la que te estás refiriendo ¿será quizá la de que incluso cuando te muestras arrogante, grosero e insopor¬table, yo tengo que resignarme a ello porque eres el esposo y eso te hace omnipotente?
Un destello de malicia relució en los ojos de él. -Sí, ésa es.
-No lo creo, mon mari. Dado que soy más rápida que tú, saldré por esa puerta y subiré a mi habitación sin que con sigas capturarme. Cuando por fin llegues a mi puerta, la encontrarás cerrada con llave. Y entonces podrás pasar el resto de la noche haciéndote compañía a ti mismo. Eso te dará un Poco de tiempo para meditar acerca de lo mal que te has por¬tado durante la cena.
-Inténtalo -la invitó él con una sonrisa.
________________ echó a andar hacia la puerta a grandes zancadas. Sin embargo, no había contado con que las faldas de su ves¬-.ido le estorbarían, ni con que Nick tenía las piernas mucho más largas que ella. Pese a la ventaja inicial de _____________, él lle¬gó a la puerta de la biblioteca en el mismo instante mismo en que lo hacía ella, y la cerró para impedirle que huyese. Con¬teniendo la risa, ____________ dejó que Nick le diera la vuelta y la abrazase.
-No ha sido justo -dijo, sintiendo que le faltaba la res¬piración-. Yo llevo faldas.
-Pronto dejarás de llevarlas -jadeó Nick, para luego besarla en la boca. _____________ le puso las manos en la nuca y lo apremió a que la besara con más pasión, sintiendo cómo sus labios se abrían anhelantes bajo los de él. El peso de Nick la apretaba contra la puerta, y gimió al sentir la excitante hue¬lla de su cuerpo en el suyo, la dureza del pecho y el estóma¬go, el rígido promontorio masculino que podía notarse in¬cluso a través de las capas de tela de su vestido. Besándola ávidamente, Nick buscó la puerta con la mano e hizo girar la llave en la cerradura. Luego sus manos se cerraron sobre las nalgas de _____________ para levantarla un poco más arriba v dejar¬la todavía más apretada contra sus caderas. ___________ quería devorarlo, morderlo, lamerlo, besarlo, meterlo completa¬mente dentro de ella. Él le pertenecía, y eso incluía cada ex¬citante centímetro de su cuerpo.
La boca de Nick se liberó de la suya, Y la llevó hacia la mesa como un depredador que arrastra a su presa vencida. ____________ emergió de la abrasadora niebla del deseo el tiempo suficiente para poder jadear:
-Aquí no. Alguien nos interrumpirá.
Nick la alzó en vilo y la sentó sobre la mesa, subiéndole las faldas a manotazos.
-La puerta está cerrada con llave. –
-Aun así lo sabrán-protestó _____________, intentando apar¬tar aquellas manos que tan ocupadas estaban con ella. Demasiado excitado para que eso pudiera importarle, Nick encontró las cintas de sus ligas y acarició sus muslos desnu¬dos. Sentir aquellos dedos encallecidos sobre su delicada piel hizo que _____________ se estremeciera de placer, y sus muslos se separaron pese a toda su firme decisión de negarle lo que tan¬to deseaba.
-Nick, vayamos arriba -gimoteó, sintiendo cómo los dedos de él llegaban al mechón de vello color canela y sepa¬raban los rizos mojados.
-No puedo esperar-masculló él, acariciando el brote suavemente resbaladizo que enseguida se hinchó bajo su de¬licado contacto. La yema de su dedo empezó a moverse sobre la pequeña cima rosada, y _____________ se retorció con una súbita desesperación. Metiendo las manos en la chaqueta de Nick, arañó frenéticamente su camisa de etiqueta en un sú¬bito anhelo de tocar su cálida piel masculina.
La boca de Nick capturó la suya en otro apasionado beso, al tiempo que usaba el pie para atraer hacia él una silla cerca¬na. Nick llevó a _____________ hacia el borde de la mesa, se sentó en la silla y enterró la boca en los delicados pliegues del sexo de _____________, haciendo que su lengua buscara ávidamente su sa¬bor íntimo. Ella se mordió el labio para reprimir un grito in¬voluntario mientras su cuerpo se curvaba hacia arriba para sumirse en el calor devastador de la boca de Nick. Incapaz de seguir conteniéndose por más tiempo, pasó los dedos por los espesos mechones negros de la cabellera de él y jadeó al sen¬tir que deslizaba la lengua dentro de ella.
-¿Nick? ¿Estás ahí dentro? ¿Por qué está cerrado con llave?
La voz ahogada de Alexandre llegó hasta ellos a través de la puerta, y el picaporte vibró con un chasquido metáli¬co. _____________ se quedó inmóvil y dirigió una mirada de horror a la puerta. Cuando quedó claro que Nick no tenía ninguna intención de responder, lo obligó a alzar la cabeza tirándole del pelo.
Aunque la respiración de Nick se había vuelto tan rápida como la de ella, la voz con que respondió a su hermano sonó bastante normal.
-Vete, Alex.
-Quiero tomar una copa.
Nick deslizó dos dedos dentro del canal más íntimo del cuerpo de _____________, que se ruborizó al instante.
-Ve a buscar tu licor a la cocina-le dijo secamente a su hermano.
-Pero mi coñac especial está ahí dentro-se quejó Ale¬xandre-. Si me dejas entrar aunque sólo sea un momento, lo cogeré y me iré...
-Alex, mi esposa y yo estamos teniendo una disputa. De un momento a otro ella empezará a tirarme cosas. -Los largos dedos de Nick se movieron en un lento girar, haciendo que _____________ jadease de placer-. No te conviene estar en la línea de fuego, créeme. -Bajó la cabeza y pasó la lengua por encima de la cumbre rosada del sexo de _____________ en una serie de lametones que se correspondían con los movimientos de sus dedos. _____________ se tapó la boca con la mano para acallar sus gemidos. El ritmo de Nick se aceleró; su boca era exigente y llena de ternura, sus dedos penetraban profundamente en el sexo de ella.
_____________ apenas oyó las últimas palabras de Alex. -_____________, si estás discutiendo con mi hermano por las observaciones que le hizo a Gregoire durante la cena, estoy completamente de tu lado.
-Gra... gracias -balbuceó ella.
-Bon soir-dijo él tristemente, y se fue.
Nick añadió un tercer dedo a los dos que ya había dentro de _____________, y empezó a chupar su carne dolorida con rápidos y delicados tirones. _____________ sollozó cuando un clímax se abrió paso a través de ella, cegador, oscuro y abrasadoramente dul¬ce, palpitando dentro de su cuerpo en una sucesión de incon¬tenibles oleadas. Mientras ella se estremecía bajo los últimos hálitos del placer, Nick la puso plana sobre la mesa, mante¬niéndole las piernas extendidas junto a sus caderas. Sus ojos parecían arder, y su rostro brillaba a causa de la transpira¬ción. Entró en ella muy despacio, cortejando delicadamente su carne turgente y avanzando hasta que _____________ hubo engu¬llido el último centímetro de su virilidad. Entonces la agarró por las caderas desnudas y la manipuló con un ritmo que la obligó a moverse hacia atrás y hacia delante sobre la mesa, lo que hizo que su vestido de seda se deslizara grácilmente sobre la reluciente madera. _____________ nunca hubiese creído que tal cosa fuera posible, pero el placer volvió a crecer dentro de ella, aumentando con cada nueva acometida del miem¬bro endurecido de él. Se convulsionó en un segundo clímax, y Nick la siguió con un gemido ahogado, mientras su robusto cuerpo se estremecía sobre ella.
_____________ recobró gradualmente la razón, para encontrar¬se atrapada entre la dura mesa v el peso de la cabeza de su es¬poso sobre su pecho. El pecho de Nick subía y bajaba en una rápida serie de inspiraciones que ella sentía como un suave cosquilleo en el pezón. Completamente exhausta y con el cuerpo repleto de sensaciones deliciosas, alzó la mano para acariciarle el pelo.
-¿Quién se alzó con la victoria en la discusión? -pre¬guntó lánguidamente.
Sintió sonreír a Nick junto a su pecho.
-Oh, sí, la discusión. -Rozándole con los labios la piel enrojecida, él deslizó su lengua lentamente de una peca do¬rada a otra-. ¿Qué te parece si declaramos que la cosa ter¬minó en empate?
Con un ronroneo de aprobación, _____________ le pasó los bra¬zos alrededor del cuello.
A veces Nick era un hombre con el que resultaba bas¬tante difícil vivir, pero _____________ no dudaba ni por un instante de que ella era capaz de estar a su altura. Su esposo había llegado a serlo todo para ella: amigo, amante, protector, una fuente de excitación, un santuario en el que sentirse recon¬fortada. Había momentos en los que _____________ tenía la sensa¬ción de que los brazos de Nick eran el único lugar del mun¬do donde estaría a salvo. Y había otros momentos en los que Nick disipaba cualquier ilusión de seguridad. Podía ser diabólicamente paciente, dedicando horas a llevarla hasta un es¬tado de locura sensual... o podía ser implacable y salvaje, ha¬ciendo que cada nervio ardiera y consumiéndola en la defla¬gración.
Para deleite de _____________, Nick no vacilaba en llevársela con¬sigo a todas partes, incluso cuando estaba trabajando. Intere-sada por su negocio naviero, _____________ lo acompañaba frecuentemente al muelle de Nueva Orleans, donde había tantas barcazas y gabarras que uno podía recorrer un kilómetro en¬tero pasando a través de sus cubiertas. Cuando alguno de los navíos de los Vallerand que se dedicaban al comercio oceá¬nico llegaba a puerto, cargado con mercancías procedentes de Europa y de los trópicos, _____________ subía a bordo con su esposo mientras el cargamento era inspeccionado y descargado.
Nick dejó a _____________ al cuidado de un oficial mientras él bajaba a las bodegas con el capitán para examinar las mercancías que hubieran sido dañadas por el agua durante la travesía. Mientras ella permanecía de pie junto a la borda de la fragata, contemplando cómo la tripulación de una gabarra 2ercana descargaba las cajas y los suministros de una com¬pañía de teatro, muchos de los tripulantes de la fragata hacían corro alrededor de ella manteniéndose a una respetuosa distancia. Desaliñados y de dudosa catadura, los tripulantes vestían prendas muy holgadas de aspecto bastante extraño Y llevaban camisas abrochadas mediante pequeñas clavijas de madera introducidas a través de los ojales. La parte de arriba de sus zapatos había sido recortada, dejando únicamente dos o tres agujeros para los cordones.
-No tenga miedo, señora -le dijo el primer oficial-. Sólo quieren mirarla.
-¿Para qué?
-Oh, pronto hará un mes que no ven a una mujer. _____________ les dirigió una sonrisa vacilante que le arrancó u n murmullo apreciativo ala tripulación. Mientras señalaba sus pies, _____________ preguntó en inglés qué les había pasado a sus za¬patos, ya que la parte de arriba había sido recortada y los agu¬jeros para los cordones se hallaban cosidos entre sí.
-Son nuestras zapatillas -le explicó uno de los marine¬ros-. Cuando el contramaestre nos grita que subamos a las jarcias, no tenemos tiempo para atarnos los cordones de los zapatos.
Intrigada, _____________ hizo unas cuantas preguntas más, y entonces ellos empezaron a competir entre sí para ganar su atención, entonando salomas marineras bastante subidas de tono, mostrándole un puño de hierro y haciéndola reír al ase¬gurar que ella era una sirena que se había subido a la fragata durante su viaje.
Cuando subió de las bodegas del barco, Nick se detuvo al ver a su esposa sonriendo ante las gracias de los marineros. Una brisa ceñía la tela amarilla de su vestido a la esbelta forma de su cuerpo, mientras que sus cabellos relucían con el color de las llamas contra el intenso azul del cielo. Un súbi¬to orgullo posesivo hizo presa en él.
-Vaya, vaya -dijo el capitán Tierney, deteniéndose junto a Nick para admirar la imagen-. Me perdonará, señor Vallerand, pero no envidio a un hombre que tiene una esposa tan guapa. Si fuese mía, la mantendría encerrada bajo llave donde nadie pudiera verla.
-La idea resulta tentadora -dijo Nick, y rió-. Pero prefiero tenerla conmigo.
-Puedo entender por qué -le dijo Tierney ferviente¬mente.
Cuando Nick descubrió lo mucho que le gustaba el tea¬tro a _____________, empezó a llevarla al St. Pierre, donde las per-sonalidades más distinguidas de la comunidad se reunían los martes y los sábados para disfrutar de la música, el drama y la ópera. Durante los entreactos, la gente iba a dar una vuelta por el teatro para hacer un poco de vida social e intercambiar cotilleos.
De manera gradual muchas parejas adquirieron la cos¬tumbre de pasarse por el palco de los Vallerand y charlar con ellos durante un rato, pues ya era notorio que desde su matrimonio Nicholas había experimentado un marcado cambio en su carácter. Aunque todavía mostraba una cierta reserva, ahora se comportaba de una manera mucho más afable y re¬lajada, y a muchos les recordaba al joven encantador que ha¬bía sido en los años anteriores a su matrimonio con Corinne Quérand. Los viejos rumores fueron perdiendo una parte de su poder a medida que tanto los criollos como los americanos veían que la nueva esposa de Nicholas no les tenía ningún miedo. Quizá, se susurraba, Nicholas no era un demonio después de todo. Ningún hombre que estuviera tan pendien¬te de su esposa podía ser del todo malo.
-Maman -dijo _____________ suavemente, poniéndole la ma¬no en el hombro a Irénée mientras ésta permanecía inclinada sobre su labor de costura en la sala de estar-, he de pregun¬tarte una cosa.
-¿Sí?
-¿Tendrías algo que objetar a que les echase una mirada a las cosas que hay guardadas en el desván?
Irénée permaneció con la cabeza inclinada sobre la labor, pero sus dedos dejaron de moverse. Estaba claro que se sen¬tía intranquila.
-¿Por qué quieres hacer eso?
_____________ se encogió mansamente de hombros.
-Por ninguna razón en particular. Justin mencionó que allí arriba hay algunas cosas que podrían interesarle: retra¬tos y ropa, juguetes viejos. Uno de estos días, tal vez habrá ne-cesidad de poner a punto el cuarto de los niños, y...
-¿El cuarto de los niños? -repitió Irénée, poniéndose alerta-. ¿Sospechas que podrías estar encinta, _____________? -No.
-Resulta incomprensible -murmuró Irénée. Al princi¬pio el voraz deseo que su hijo sentía por su nueva esposa le había parecido divertido, pero ahora estaba empezando a encontrarlo vagamente inexplicable. Con satisfacción, Noeline lo había atribuido a los amuletos del vudú que había escon¬dido debajo de la almohada de _____________ durante las primeras semanas de su matrimonio.
_____________ sonrió distraídamente.
-Ahora que ya te he hablado de ello, me pondré un de¬lantal y veré qué puedo encontrar ahí arriba.
-Espera -dijo Irénée, con un filo en la voz que _____________ nunca había oído-. Vas a subir ahí para rebuscar entre las cosas de ella, ¿verdad?
-Sí-admitió _____________, sin que sus ojos azules pestañea¬ran ni una sola vez.
-¿Qué es lo que esperas encontrar?
-No lo sé. Pero no veo qué daño puede hacerle a nadie que yo mire dentro de unas cuantas cajas y baúles viejos. -¿Lo sabe Nick?
-Todavía no. Se lo diré esta noche, cuando vuelva a casa.
Irénée se guardó para sí el consejo de que esperara y con¬sultase a Nick. Abrigaba la esperanza de que éste se pusiera furioso cuando _____________ le contase lo que había hecho. Entonces quizá la metiera en vereda de una vez y _____________ dejara de obrar siempre a su antojo. Nick necesitaba darse cuenta de que le estaba permitiendo gozar de demasiada libertad.
-Muy bien-dijo suavemente-. Pídele las llaves de los baúles a Noeline.
_____________ y Justin habían subido al desván y despejado un espacio entre las pilas de trastos viejos. En la esquina había un juego de lámparas de bronce y una vieja bayoneta. Detrás de los baúles había un dosel de cama desmontado, una cuna y una bañera de madera.
_____________ estornudó repetidamente y luego agitó la mano para disipar la nube de polvo que había producido mientras luchaba con la enorme tapa de un baúl. Cuando por fin con siguió abrirla, sus bisagras llenas de óxido chirriaron. Hubo un ruido de protesta procedente de Justin, quien estaba in¬tentando hacer girar una llave en la cerradura de otro baúl cercano.
-Sang de Dieu, no vuelvas a hacer eso-exclamó el mu¬chacho-. Detesto ese sonido. ¡Es peor que el de unas uñas arañando una pizarra!
-No sabía que tuvieras los nervios tan frágiles, Justin. -_____________ rió mientras sacaba del baúl una colcha doblada, bordada con un suntuoso motivo rococó hecho de delicadas enredaderas, flores y volutas. Millares de diminutas punta¬das y un minucioso trabajo de costura habían contribuido a su exquisita textura-. ¿Qué dijo Philippe cuando le contas¬te lo que estábamos haciendo? -preguntó.
-Se alegró de que yo estuviera contigo. Alguien tiene que protegerte si el fantasma de mamá sale de pronto de uno de esos baúles.
_____________ frunció el entrecejo. -¡Justin, no digas esas cosas! Él sonrió.
-¿Tienes miedo?
-¡Lo tendré como sigas hablando de fantasmas! -Le sonrió con pesar. Motas de polvo danzaban en el rayo de luz que entraba por la ventana del desván-. Justin, ¿te pondrá nervioso que yo mire estas cosas?
-No, siento tanta curiosidad como tú. Esperas poder encontrar alguna pista acerca de quién pudo matarla, n'est¬ce pas? Pues lo harás mejor con mi ayuda. Yo podría reco¬nocer algo que tú...
El muchacho dejó de hablar y se quedó mirando la col¬cha que sostenía _____________.
-¡Me acuerdo de eso! -dijo, abriendo mucho los ojos. _____________ bajó la mirada hacia la colcha y pasó la mano por los intrincados bordados.
-¿De veras?
-Estaba en la cama de maman. Debería haber una man¬cha en uno de los bordes. Una vez me subí de un salto a su cama y le hice derramar el café. -Una expresión distante había aparecido en su rostro-. Se enfadó muchísimo. Dieu, menudo temperamento tenía.
-¿Le tenías miedo?
Justin contempló la colcha con expresión meditativa. -A veces era tan hermosa y delicada. Pero cuando tenía uno de sus arranques de mal genio... out, entonces me daba miedo. Es extraño querer mucho a alguien y al mismo tiem¬po temer que pueda matarte.
Justin, no tienes por qué estar aquí arriba conmigo. Si te trae malos recuerdos...



-Fue extraño, el modo en que ocurrió -continuó él dis-traídamente-. Un día maman estaba allí, y al siguiente se ha¬bía ido. Sin dejar el menor rastro. Nuestro padre se aseguró de que hasta el último vestigio de ella desapareciese. Grand¬mére me dijo que se había ido a hacer una larga visita. Enton¬ces nuestro padre estuvo fuera de casa durante varios días. Cuando regresó, no parecía el mismo. Se había vuelto frío y duro... como el retrato del diablo que había en uno de mis li¬bros. Se le parecía tanto que yo pensé que realmente era el diablo. Pensé que se había llevado a maman.
Pensar en lo terribles que habrían tenido que ser aque¬llos días para Nick y sus hijos llenó de pena a _____________. Dejó a un lado la colcha y volvió a rebuscar dentro del baúl, sacando de él un puñado de gorritos y diminutas prendas de bebé.
-No es difícil adivinar a quiénes pertenecieron -di¬jo-. Todo viene en pares.
Justin extendió la mano y tomó uno de los trajes en mi¬niatura entre sus largos dedos encallecidos.
-Se los puede distinguir. Todo lo que llevaba yo tiene una mancha o un desgarrón. Todo lo que llevaba Philippe es¬tá inmaculado.
_____________ se echó a reír. Luego siguió examinando el inte-rior del baúl y encontró pilas de cuellos de encaje, guantes bordados y delicados abanicos pintados. Todos ellos tenían que haber pertenecido a Corinne. Cogió un par de guantes hechos con encajes de seda v luego se apresuró a soltarlos, sintiéndose culpable por estar rebuscando entre las pose¬siones de una muerta. Para aumentar todavía más su inco¬modidad, también sintió una punzada de celos. Ver todas aquellas pertenencias personales hacía que de pronto todo pareciese real, le demostraba que verdaderamente había ha¬bido otra mujer a la que Nick quiso lo suficiente para casar¬se con ella. Él le había hecho el amor, y ella le había dado dos hijos.
Rebuscando dentro de más baúles, _____________ encontró com-plementos festoneados y adornados con hileras de cuentas, magníficos vestidos y delicadas prendas de ropa interior. To¬do había sido hecho para una mujer alta y esbelta. La sensa¬ción de ser una intrusa que había empezado a experimentar _____________ fue haciéndose más intensa con cada nueva revela¬ción. Descubrió una cajita de bronce que contenía dos capas resecas de pintura facial roja, y un peine adornado con per¬las y una pluma de airón. Dos o tres largos cabellos oscuros habían quedado atrapados entre las púas del peine. Eran cabellos de Corinne, pensó _____________, y una sensación helada le bajó por la espalda.
Justin-preguntó de mala gana-, aquí arriba ¿hay al¬gún retrato de tu madre?
Necesitaba saber cuál era el aspecto de Corinne. Su cu¬riosidad era casi insoportable.
-Supongo -dijo Justin, y se subió por el lateral de un armario para alcanzar una pila de marcos cubiertos por una lona atada con cuerdas. Sacó su cuchillo, cortó las cuerdas y tiró de la tela recubierta de polvo. _____________ se levantó del sue¬lo, un poco dolorida por haber estado de rodillas durante tanto tiempo. Se acercó a Justin y, mirando por encima de su hombro, contempló un retrato tras otro. Uno de ellos re¬presentaba a una mujer muy atractiva.
-¿Es ella? preguntó esperanzada.
-No, ésa es grand-mére. ¿Es que no lo ves?
-Oh, sí-dijo _____________, reconociendo los oscuros ojos de Irénée en aquel rostro tan joven y lleno de solemnidad. -Aquí está maman -dijo Justin, apartando el retrato para mostrar el siguiente.
El asombro que produjo en _____________ la belleza de aquella mujer fue tal que por un instante se sintió incapaz de mo¬verse. Sus ojos eran de un violeta azulado -Iguales a los de Justin- y sus pestañas espesas, sus cabellos rizados y negros como el azabache, y sus labios muy rojos. Pese a toda su des¬lumbrante hermosura, sin embargo, Corinne poseía una cua¬lidad delicada y vulnerable. No era de extrañar que Nick hu¬biese sucumbido a ella.
-¿Realmente era así? -preguntó _____________, y Justin son¬rió ante la nota quejumbrosa que había en su voz.
-Sí, belle-mére. Pero tú eres igual de guapa.
_____________ sonrió con pesar y se sentó en un baúl. Una nu¬be de polvo se elevó del suelo y giró alrededor de ella. Oyó que Justin soltaba una risita burlona.
-¿Qué pasa? -le preguntó. -Tienes todo el pelo gris. Y la cara.
_____________ le devolvió la sonrisa, para luego observar que sus negros cabellos estaban cubiertos de polvo y telarañas, y que había surcos de suciedad en su rostro.
-Tú también.
Él sonrió torcidamente.
-¿Has visto suficiente por hoy, bolle-mére?
-Sí -respondió ella-. Allons, Justin. Bueno, va nos podemos ir.
Comenzó a bajar del desván a través de una abertura cuadrada enmarcada por vigas, hasta una escalera de mano apoyada en la pared de abajo. Justin le advirtió que procurase no perder el equilibrio, ya que había una larga distancia hasta el suelo de madera de ciprés del piso de abajo. -Con cuidado -dijo, al verla descender los primeros peldaños-. Antes había una barandilla, pero se rompió. -¿Por qué no la arregla alguien?
-Porque nadie sube nunca aquí arriba.
_____________ no dijo nada mientras se concentraba en mirar dónde ponía los pies para no caer. De pronto el silencio fue roto por un grito ensordecedor.
-¿Qué estás haciendo ahí arriba?
_____________ dio un respingo ante aquel ruido inesperado. Ate-rrorizada, sintió que perdía el equilibrio y caía hacia atrás. Con un brusco grito, extendió desesperadamente las manos en busca de algún asidero, pero sus dedos sólo encontraron el vacío. Entonces Justin se inclinó rápidamente por la aber¬tura del desván y la cogió a tiempo de la muñeca. _____________ dejó escapar una exclamación ahogada al advertir que estaba sus¬pendida en el vacío.
Miró hacia abajo y vio a un hombre de pelo oscuro. -¡Nick!
Pero no era Nick, sino Bernard, quien repitió su furioso grito.
_____________ buscó desesperadamente el brazo de Justin con la mano que tenía libre.
-Tranquila -dijo el muchacho-. No vas a caer. ¿Pue¬des llegar a la escalera con los pies?
_____________ lo intentó con todas sus fuerzas, pero no pudo tocarla.
-Tío Bernard... socorro... -jadeó Justin, pero enton¬ces una desgarradora punzada de dolor en el costado le impi¬dió seguir hablando.
Bernard se mostró extrañamente lento en reaccionar. _____________ sintió que la presa que le sujetaba la muñeca em¬pezaba a resbalar.
-¡Justin!
-Os ayudaré-murmuró Bernard, colocándose debajo de _____________.
Sin embargo, Justin ya había utilizado hasta el último gramo de fuerza que le quedaba para izar a _____________ a través de la abertura del desván. Siguió tirando hasta que la tuvo medio encima del regazo. _____________ se quedó tendida allí, in¬móvil, mientras Justin apartaba los dedos de su brazo tem¬bloroso y se pasaba la manga por la cara. Luego parpadeó rápidamente y sacudió la cabeza, como si no pudiera enfocar muy bien la mirada.
Bernard apareció en lo alto de la escalera, con una ex¬presión de furia en el rostro.
-Podrías haber esperado a que te ayudara.
Justin se humedeció los labios y dijo con esfuerzo: -Tú querías que ella cayera, Bernard.
-¡Sólo un demente podría acusarme de eso! ¡Me dispo¬nía a ayudar!
-Pues te tomaste tu tiempo para hacerlo -dijo Justin ásperamente.
-Explicadme qué estabais haciendo aquí arriba-exigió Bernard.
Fingiendo que no lo había oído, Justin se inclinó sobre _____________ y la hizo incorporarse. Aturdida, ella se llevó las ma¬nos al vientre y respiró profundamente.
Justin-dijo, dándose cuenta de lo que acababa de ha¬cer él-, ¿te has hecho daño? Tu herida... ¿está sangrando? Él sacudió la cabeza con impaciencia.
-Estabas hurgando entre las pertenencias de Corinne, ¿verdad? -gritó Bernard-. No tienes ningún derecho a ha¬cer tal cosa. ¡Te lo prohíbo!
Justin comenzó a replicarle con una apasionada vehe¬mencia, pero _____________ lo hizo callar tocándole el hombro. Mi¬ró fríamente a Bernard.
-¿Me lo prohíbes? --dijo-. No había caído en la cuenta, Bernard, de que estuvieras en situación de prohibirme nada. -¡Yo tampoco! -exclamó Justin, incapaz de estarse callado.
-No es decente -dijo Bernard salvajemente-. Hur¬gar entre sus posesiones sólo para satisfacer tus mezquinos celos, husmear y mirar... ¡Por Dios, espero que ella te maldi¬ga desde la tumba!
Sus palabras rasgaron el silencio con la fuerza de un lati¬gazo. _____________ nunca lo había visto tan fuera de sí. Le pareció curioso que la ira de Bernard hubiera aflorado en beneficio de su cuñada muerta.
-¿Por qué estás tan alterado, Bernard? -preguntó, en un tono muy suave.
Él hizo como si no hubiera oído la pregunta.
-Tan pronto como Nick llegue a casa, le contaré lo que estabas haciendo. Cuando haya terminado de explicárselo, te dará una buena paliza... tal como debería haber hecho ha¬ce mucho.
-Ya veremos -dijo _____________-. Ahora haz el favor de per¬mitir que yo y Justin bajemos de aquí sin nuevos percances. Bernard enrojeció de furia y bajó la escalera. Desgraciadamente, Justin todavía estaba furioso y se inclinó por encima del borde de la escalera para hablarle a gritos mientras su tío se iba. -¿Quién te ha nombrado guardián de sus pertenencias, Bernard? Corinne era mi madre. ¿Qué era para ti?
Bernard se volvió en redondo como si lo hubieran gol¬peado, y alzó la vista hacia Justin con un destello de odio en la mirada. Justin miró a su tío con expresión de perplejidad. –
De haberlo querido, _____________ habría sido la primera en acudir a Nick para contarle su versión de la historia antes de que Bernard o Irénée hablaran con él. Optó por no hacerlo. Abrió la puerta del dormitorio y miró hacia abajo mientras Nick entraba en el vestíbulo. Bernard e Irénée lo asediaron de inmediato, uno furioso y la otra meramente preocupada, mientras Nick se los quedaba mirando en un perplejo silen¬cio. _____________ no pudo oír lo que le decían, pero el tono de sus quejas era muy claro.
-Bon soir-murmuró con una sonrisa que no conseguía disimular su cansancio, sabiendo que Nick indudablemente estaría furioso con ella. Pero estaba demasiado cansada para discutir, o para ganárselo de alguna manera, o para recurrir a cualquiera de las tácticas con que lo distraía habitualmente-. Dímelo ya, mon mari... ¿cómo de grande es el lío en que me he metido?



No les pude subir maratón porque se me borraron los dos capítulos más que tenía adelantados. Además chicas les aviso que ya ingresé a la universidad y tendré un poquito de menos tiempo por lo que les subiré cada dos días o antes si tengo suficiente tiempo. Un beso y gracias por el apoyo.
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Danne G.
Danne G.


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