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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)

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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú) - Página 5 Empty Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)

Mensaje por Phoenix. Sáb 04 Ago 2012, 9:01 am

¡SIGUELAA!
Phoenix.
Phoenix.


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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú) - Página 5 Empty Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)

Mensaje por loovesjonas_kjn Sáb 04 Ago 2012, 9:19 pm

Siguelaaaaa

Please!!!!!.. :)
loovesjonas_kjn
loovesjonas_kjn


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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú) - Página 5 Empty Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)

Mensaje por C.J. Potter Dom 05 Ago 2012, 6:10 pm

Here, for you, the new chapter in this lovely, beautyful and fantastic history (wee, jajaja, se me subió el ego xD)
Kisses para todas, y espero que les guste el capi :)

Cap. 21 "Un presagio y desconcierto"

Al día siguiente, cuando nos levantamos para desayunar, nos encontramos con que Draco dramatizaba un desmayo, y lo coreaban las risas de muchos Slytherins.

— ¡Qué imbécil!—murmuré—. Así será difícil que salga con él…—comenté negando con la cabeza.

—No le hagas caso —le dijo Hermione a Harry—. Tú, ni el menor caso. No merece la pena...

— ¡Eh, Potter! —gritó Pansy Parkinson, una chica de Slytherin que tenía la cara como un dogo—. ¡Potter! ¡Que vienen los dementores, Potter! ¡Uuuuuuuuuh!

La miré, y grité:

— ¡Vete a la perrera Pansy! ¡Tal vez allí te quieran!

Los de Hufflepuff, que estaban en su mesa, largaron carcajadas, y ella me miro con un odio inmaculado.

—Gracias…—murmuró Harry, echándose en su asiento.

—No hay de qué. Nunca me cayó bien—dije arrugando la nariz.

—Los nuevos horarios de tercero —anunció George, pasándolos—. ¿Qué te ocurre, Harry?

—Malfoy —contestó Ron, sentándose al otro lado de George y echando una mirada desafiante a la mesa de Slytherin.

George alzó la vista y vio que en aquel momento Malfoy volvía a repetir su pantomima.

—Ese imbécil —dijo sin alterarse— no estaba tan divertido ayer por la noche, cuando los dementores se acercaron a la parte del tren en que estábamos. Vino corriendo a nuestro compartimento, ¿verdad, Fred?

—Casi se moja encima —dijo Fred, mirando con desprecio a Malfoy.

—Yo tampoco estaba muy contento —reconoció George—. Son horribles esos dementores...

—Se le hiela a uno la sangre, ¿verdad? —dijo Fred.

—Pero no se desmayaron, ¿a que no? —dijo Harry en voz baja.

—Harry, no digas estupideces, no tiene nada de malo que te sucedan cosas… diferentes que al resto… Además, todo tiene un porque— opiné, tratando de darle ánimos.

—Es cierto. No le des más vueltas, Harry —dijo George—. Mi padre tuvo que ir una vez a Azkaban, ¿verdad, Ron?, y dijo que era el lugar más horrible en que había estado. Regresó débil y tembloroso... Los dementores absorben la alegría del lugar en que están. La mayoría de los presos se vuelven locos allí.

—De cualquier modo, veremos lo contento que se pone Malfoy después del primer partido de quidditch —dijo Fred—. Gryffindor contra Slytherin, primer partido de la temporada, ¿se acuerdan?

Harry esbozo una sonrisa, y se sirvió unas salchichas con huevos fritos.

Hermione se aprendía su nuevo horario:

—Bien, hoy comenzamos asignaturas nuevas —dijo alegremente.

—Hermione —dijo Ron frunciendo el entrecejo y mirando detrás de ella—, se han confundido con tu horario. Mira, te han apuntado para unas diez asignaturas al día. No hay tiempo suficiente.

—Ya me apañaré. Lo he concertado con la profesora McGonagall.

—Pero mira —dijo Ron riendo—, ¿ves la mañana de hoy? A las nueve Adivinación y Estudios Muggles y... —Ron se acercó más al horario, sin podérselo creer—, mira, Aritmancia, todo a las nueve. Sé que eres muy buena estudiante, Hermione, pero no hay nadie capaz de tanto. ¿Cómo vas a estar en tres clases a la vez?

—No seas tonto —dijo Hermione bruscamente—, por supuesto que no voy a estar en tres clases a la vez.

—Bueno, entonces...

—Pásame la mermelada —le pidió Hermione.

—Pero...

— ¿Y a ti qué te importa si mi horario está un poco apretado, Ron? —Dijo Hermione—. Ya te he dicho que lo he arreglado todo con la profesora McGonagall.

El Gran Comedor se vaciaba a medida que la gente se marchaba a la primera clase.

Ron comprobó el horario.

—Lo mejor será que vayamos ya. Miren, el aula de Adivinación está en el último piso de la torre norte. Tardaremos unos diez minutos en llegar...

Terminamos aprisa el desayuno, nos despedimos de Fred y de George, y volvimos a atravesar el Gran Comedor. Al pasar al lado de la mesa de Slytherin, Malfoy volvió a repetir la pantomima.

— ¡Déjalo ya, Draco! ¡Ya no tiene gracia! ¿Si?— solté, exasperada por su repetitiva burla, y él me miro con el ceño fruncido.

El trayecto hasta la torre norte era largo.

—Tiene... que... haber... un atajo —dijo Ron jadeando, mientras ascendíamos la séptima larga escalera y salíamos a un rellano que veíamos por primera vez y donde lo único que había era un cuadro grande que representaba únicamente un campo de hierba.

—Me parece que es por aquí —dijo Hermione, echando un vistazo al corredor desierto que había a la derecha.

—Imposible —dijo Ron—. Eso es el sur. Mira: por la ventana puedes ver una parte del lago...

— ¡Pardiez! —gritó un rechoncho hombrecito desde un cuadro, viéndonos—. ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos!

Fue sorprendente que el pequeño caballero sacaba la espada de la vaina y la blandía con violencia, saltando furiosamente arriba y abajo. Pero la espada era demasiado larga para él. Un movimiento demasiado violento le hizo perder el equilibrio y cayó de bruces en la hierba.

— ¿Se encuentra usted bien? —le preguntó Harry, acercándose al cuadro.

— ¡Atrás, vil bellaco! ¡Atrás, malandrín!

El caballero volvió a empuñar la espada y la utilizó para incorporarse, pero la hoja se hundió profundamente en el suelo, y aunque tiró de ella con todas sus fuerzas, no pudo sacarla. Finalmente, se dejó caer en la hierba y se levantó la visera del casco para limpiarse la cara empapada en sudor.

—Disculpe —dijo Harry, aprovechando que el caballero estaba exhausto—, estamos buscando la torre norte. ¿Por casualidad conoce usted el camino?

— ¡Una empresa! —La ira del caballero desapareció al instante. Se puso de pie haciendo un ruido metálico y exclamó—: ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que buscamos o pereceremos en el empeño! —Volvió a tirar de la espada sin ningún resultado, intentó pero no pudo montar en el caballo, y exclamó—: ¡A pie, pues, bravos caballeros y gentiles señoras! ¡Vamos!

Y corrió por el lado izquierdo del marco, haciendo un fuerte ruido metálico.

Corrimos tras él por el pasillo, siguiendo el sonido de su armadura.

— ¡Endureced vuestros corazones, lo peor está aún por llegar! —gritó el caballero, y lo volvimos a ver enfrente de un grupo alarmado de mujeres con miriñaque, cuyo cuadro colgaba en el muro de una estrecha escalera de caracol.

Jadeando, ascendimos los escalones mareándonos cada vez más, hasta que se oyó un murmullo de voces por encima de nosotros y nos dimos cuenta de que habíamos llegado al aula.

— ¡Adiós! —gritó el caballero asomando la cabeza por el cuadro de unos monjes de aspecto siniestro—. ¡Adiós, compañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un corazón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!

—Sí, lo haremos —murmuró Ron cuando desapareció el caballero—, si alguna vez necesitamos a un chiflado.

Subimos los escalones que quedaban y salimos a un rellano diminuto en el que ya aguardaba la mayoría de la clase. No había ninguna puerta en el rellano;.

—Sybill Trelawney, profesora de Adivinación —leyó Harry, una placa de bronce que estaba clavada en una trampilla en el suelo—. ¿Cómo vamos a subir ahí?

Como en respuesta a su pregunta, la trampilla se abrió de repente y una escalera plateada descendió hasta nuestros. Todos se quedaron en silencio.

—Primero ve tú— le murmuré, y comenzó a trepar, seguido por el resto de la clase.

Fuimos a dar al aula de aspecto más extraño que había visto en mi vida. No se parecía en nada a un aula; era algo a medio camino entre un ático y un viejo salón de té.

— ¿Dónde está la profesora? —pregunté a nadie en especial, con Harry de un lado y Herms del otro, ella hablaba con Ron, que estaba a su lado, sobre el extraño salón.

De repente salió de las sombras una voz suave:

—Bienvenidos —dijo—. Es un placer verlos por fin en el mundo físico.

—Siéntense, niños míos—dijo, y todos se encaramaron torpemente a los sillones o se hundieron en los cojines. Harry, Ron, yo y Hermione nos sentamos en la misma mesa redonda—. Bienvenidos a la clase de Adivinación —dijo la profesora Trelawney, que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente es la primera vez que me ven. Noto que descender muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.

Nadie dijo nada ante esta extraordinaria declaración. Con movimientos delicados, la profesora Trelawney se puso bien el chal y continuó hablando:

—Así que han decidido estudiar Adivinación, la más difícil de todas las artes mágicas. Debo advertiros desde el principio de que si no poseen la Vista, no podré enseñarles prácticamente nada. Los libros tampoco nos ayudarán mucho en este terreno...—Al oír estas palabras, Harry y Ron miraron con una sonrisa burlona a Hermione, que parecía asustada al oír que los libros no iban a ser de mucha utilidad en aquella asignatura, contuve una risita—. Hay numerosos magos y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos pocos. Dime, muchacho —dijo de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?

—Creo que sí —dijo Neville tembloroso.

—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido —dijo la profesora Trelawney. El fuego de la chimenea se reflejaba en sus largos pendientes de color esmeralda. Neville tragó saliva. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente—. Durante este curso estudiaremos los métodos básicos de adivinación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía —le soltó de pronto a Parvati Patil—, ten cuidado con cierto pelirrojo.

Parvati miró con un sobresalto a Ron, que estaba inmediatamente detrás de ella, y alejó de él su sillón.

—Durante el último trimestre —continuó la profesora Trelawney—, pasaremos a la bola de cristal si la interpretación de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de ustedes nos abandonará para siempre. —Un silencio muy tenso siguió a este comentario, pero la profesora Trelawney no pareció notarlo—. Querida —añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la tetera grande de plata?

Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, cogió una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora Trelawney.

—Gracias, querida. A propósito, eso que temes sucederá el viernes 16 de octubre. —Lavender tembló—. Ahora quiero que se pongan por parejas. Agarren una taza de la estantería, vengan a mí y se las llenaré. Luego siéntense y beban hasta que sólo queden los posos. Remuevan entonces los posos agitando la taza tres veces con la mano izquierda y pongan luego la taza boca abajo en el plato. Esperen a que haya caído la última gota de té y pásenle la taza a su compañero, para que la lea. Interpretaran los dibujos dejados por los posos utilizando las páginas 5 y 6 de Disipar las nieblas del futuro. Yo pasaré a ayudarlos y a dales instrucciones. ¡Ah!, querido... —asió a Neville por el brazo cuando el muchacho iba a levantarse— cuando rompas la primera taza, ¿serás tan amable de tomar una de las azules? Las de color rosa me gustan mucho.

Como es natural, en cuanto Neville hubo alcanzado la balda de las tazas, se oyó el tintineo de la porcelana rota. La profesora Trelawney se dirigió a él rápidamente con una escoba y un recogedor; y le dijo:

—Una de las azules, querido, si eres tan amable. Gracias...

Llenamos las tazas de té, bebimos la caliente infusión, removimos los pozos y nos pusimos en pares.

—A ver, Harry. Déjame decirte tu increíble futuro…—dije imitando la voz de la profesora, a lo que los dos soltamos una risa.

Enseguida la profesora hizo un "¡Chhst!" desde algún lugar en las penumbras.

—Bien, tú primero, ¿Qué ves en la mía?—incité, y él puso una mueca.

— ¿Una masa marrón?

—No, genio, ¿Qué formas ves?

—Eh…—giró la taza, tratando de localizar algo—. Veo un… pájaro… Creo que es eso… ¿Qué significa?—consultó su libro—. Parece que tendrás una gran sorpresa este año… Y… eso es…Creo que es una… ¿Mano?

Miré el libro.

— ¡Vaya! Tendré muchos sucesos inesperados este año.

—Aha, claro…—murmuró sarcástico—. Mi ojo interior es fenomenal…

Solté una risita, y la profesora Trelawney nos lanzó una mirada elocuente.

—También tienes una especie de mariposa… no, espera, es una libélula… Bueno, me rindo, es un insecto.

Buscó en su libro.

—Si, puede ser una libélula… Wow, eso significa que tendrás nuevas aficiones… ¿Qué será ahora? Tal vez te transformes en libélula… es una opción…

Encarné una ceja, sonriendo con sorna.

—Déjame ver la tuya—tomé su taza, y traté de ver alguna imagen coherente dentro—. Bueno, aquí hay un trébol… No, espera, es una flor…—consulté el libro, y me llevé una sorpresa—. Bien, Harry, lamento comunicar que este año sufrirás mal de amores—dije con el entrecejo fruncido, sin entender—. Pero también amor. Suerte— dije secamente, ¡Claro que no le gustas, Camille!. Seguí tratando de ver algo…—. Aquí hay un león… no, no, un oso… ¿O es un gato?... No, es muy grande para ser un gato… ¿Será un tejón? Tal vez te enamoraras de una Hufflepuff— no pude evitar un dejo de fastidio al decirlo.

—Ah, no digas tonterías. Este año no creo que me encuentre con "amor"—hizo comillas en el aire, disgustado.

—Claaro—dije sarcástica—. Bien, mi ojo interior está nublado, me parece una oveja, y no creo que una oveja sea tu destino…

Se echó a reír suavemente.

La profesora Trelawney dio media vuelta al oír la carcajada de Harry.

—Déjame ver eso, querida —me dijo, en tono recriminatorio, y me quitó la taza de Harry. Todos se quedaron en silencio, expectantes.

La profesora Trelawney miraba fijamente la taza de té, girándola en sentido contrario a las agujas del reloj.

—El halcón... querido, tienes un enemigo mortal.

—Eso lo sabe todo el mundo —dijo Hermione en un susurro alto. La profesora Trelawney la miró fijamente—. Todo el mundo sabe lo de Harry y Quien Usted Sabe.

Ron, Harry y yo, la miraros con una mezcla de asombro y admiración. Nunca la habíamos visto hablar así a un profesor. La profesora Trelawney prefirió no contestar. Volvió a bajar sus grandes ojos hacia la taza de Harry y continuó girándola.

—La porra... un ataque. Vaya, vaya... no es una taza muy alegre...

—Ah, es más linda la oveja…— le murmuré a Harry, y él sonrió.

—La calavera... peligro en tu camino...

Toda la clase escuchaba con atención, sin moverse. La profesora Trelawney dio una última vuelta a la taza, se quedó boquiabierta y gritó.

Se oyó romperse otra taza; Neville había vuelto a hacer añicos la suya. La profesora Trelawney se dejó caer en un sillón vacío, con la mano en el corazón y los ojos cerrados.

—Mi querido chico... mi pobre niño... no... es mejor no decir... no... no me preguntes...

— ¿Qué es, profesora? —dijo inmediatamente Dean Thomas. Todos se habían puesto de pie y rodearon nuestra mesa, acercándose mucho al sillón de la profesora Trelawney para poder ver la taza de Harry.

—Querido mío —abrió completamente sus grandes ojos—, tienes el Grim.

— ¿El qué? —preguntó Harry.

Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero casi todos se llevaron la mano a la boca, horrorizados.

— ¡El Grim, querido, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.

Enseguida desvié mi mirada hacia él, que tenía los ojos como platos.

El corazón me dio un vuelco. ¿Ese era el perro que Harry había visto la noche que se escapó? ¿El que estaba en la tapa del libro en Flourish y Blotts?

Inconscientemente, había entreabierto la boca, y tenía una expresión de horror en el rostro. ¡No podía ser cierto! ¡Todo debía ser pura coincidencia!

—No creo que se parezca a un Grim —dijo Hermione rotundamente, acercándose al sillón de la profesora.

La profesora Trelawney examinó a Hermione con creciente desagrado.

—Perdona que te lo diga, querida, pero percibo muy poca aura a tu alrededor. Muy poca receptividad a las resonancias del futuro.

Seamus Finnigan movía la cabeza de un lado a otro.

—Parece un Grim si miras así —decía con los ojos casi cerrados—, pero así parece un burro —añadió inclinándose a la izquierda.

— ¡Cuando hayan terminado de decidir si voy a morir o no...! —dijo Harry.

Enseguida le apreté la mano, dándole ánimos.

—Creo que hemos concluido por hoy —dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por favor; recojan sus cosas...

Silenciosamente, todos los alumnos entregamos las tazas de té a la profesora Trelawney, recogimos los libros y cerramos las mochilas.

—Hasta que nos veamos de nuevo —dijo débilmente la profesora Trelawney—, que la buena suerte los acompañe. Ah, querido... —señaló a Neville—, llegarás tarde a la próxima clase, así que tendrás que trabajar un poco más para recuperar el tiempo perdido.

Bajamos en silencio la escalera de la profesora Trelawney, la de caracol y luego nos dirigimos a la clase de Transformaciones de la profesora McGonagall.

Tomé su mano todo el camino, sin saber bien que decir.

Tardamos tanto en encontrar el aula que, aunque habíamos salido de la clase de Adivinación antes de la hora, llegamos con el tiempo justo.

Nos sentamos al final del aula, con el pobre Harry siendo en centro de atención; el resto de la clase no dejaba de dirigirle miradas furtivas, como si estuviera a punto de caerse muerto. Apenas oía lo que la profesora McGonagall les decía sobre los animagos (brujos que pueden transformarse a voluntad en animales), y no prestaba la menor atención cuando ella se transformó ante los ojos de todos en una gata atigrada con marcas de gafas alrededor de los ojos. No dejaba de mirar a Harry, temiendo que se descompensara o algo así. Lo que él me había confesado que temía, era lo que la profesora Trelawney acababa de predecir.

— ¿Qué les pasa hoy? —preguntó la profesora McGonagall, recuperando la normalidad con un pequeño estallido y mirándonos—. No es que tenga importancia, pero es la primera vez que mi transformación no consigue arrancar un aplauso de la clase.

Todos se volvieron hacia Harry, pero nadie dijo nada. Hermione levantó la mano.

—Por favor; profesora. Acabamos de salir de nuestra primera clase de Adivinación y... hemos estado leyendo las hojas de té y..

— ¡Ah, claro! —Exclamó la profesora McGonagall, frunciendo el entrecejo de repente—. No tiene que decir nada más, señorita Granger. Díganme, ¿quién de ustedes morirá este año?

Todos la miraron fijamente.

—Yo —respondió por fin Harry

—Ya veo —dijo la profesora McGonagall, clavando en Harry sus ojos brillantes y redondos como canicas—. Pues tendrías que saber, Potter, que Sybill Trelawney, desde que llegó a este colegio, predice la muerte de un alumno cada año. Ninguno ha muerto todavía. Ver augurios de muerte es su forma favorita de dar la bienvenida a una nueva promoción de alumnos. Si no fuera porque nunca hablo mal de mis colegas... —La profesora McGonagall se detuvo en mitad de la frase y los alumnos vieron que su nariz se había puesto blanca. Prosiguió con más calma—: La adivinación es una de las ramas más imprecisas de la magia. No os ocultaré que la adivinación me hace perder la paciencia. Los verdaderos videntes son muy escasos, y la profesora Trelawney... —Volvió a detenerse y añadió en tono práctico—: Me parece que tienes una salud estupenda, Potter; así que me disculparás que no te perdone hoy los deberes de mañana. Te aseguro que si te mueres no necesitarás entregarlos.

Hermione se echó a reír.

Ron seguía preocupado, yo me contentaba con pensar que tenía razón, y Lavender susurró:

—Pero ¿y la taza de Neville?

Le lancé una mirada amenazadora, y no habló más.

Cuando terminó la clase de Transformaciones, nos unimos a la multitud que iba al Gran Comedor a almorzar.

—Animo, Ron —dijo Hermione, empujando hacia él una bandeja de estofado—.

Ya has oído a la profesora McGonagall.

Ron se sirvió estofado con una cuchara y cogió su tenedor; pero no empezó a comer.

—Harry —dijo en voz baja y grave—, tú no has visto en ningún sitio un perro negro y grande, ¿verdad?

Levanté la vista de mis papas, para mirar a Harry.

—Sí, lo he visto —dijo él—. Lo vi la noche que abandoné la casa de los Dursley.

Ron dejó caer el tenedor; que hizo mucho ruido.

—Probablemente, un perro callejero —dijo Hermione muy tranquila.

Ron miró a Hermione como si se hubiera vuelto loca.

—Hermione, si Harry ha visto un Grim, eso es... eso es terrible —aseguró—. Mi tío Bilius vio uno y.. ¡Murió veinticuatro horas más tarde!

—Casualidad —arguyó Hermione sin darle importancia, sirviéndose zumo de calabaza.

— ¡No sabes lo que dices! —dijo Ron empezando a enfadarse—. Los Grims ponen los pelos de punta a la mayoría de los brujos.

—Ahí tienes la prueba —dijo Hermione en tono de superioridad—. Ven al Grim y se mueren de miedo. El Grim no es un augurio, ¡es la causa de la muerte! Y Harry todavía está con nosotros porque no es lo bastante tonto para ver uno y pensar: « ¡Me marcho al otro barrio!»

Ron movió los labios sin pronunciar nada, para que Hermione comprendiera sin que Harry se enterase. Hermione abrió la mochila, sacó su libro de Aritmancia y lo apoyó abierto en la jarra de zumo.

—Creo que la adivinación es algo muy impreciso —dijo buscando una página—; si quieres saber mi opinión, creo que hay que hacer muchas conjeturas.

—No había nada de impreciso en el Grim que se dibujó en la taza —dijo Ron acalorado.

—Basta—murmuré.

—No puedes saberlo porque no lo has visto—repuso Hermione con serenidad, ignorándome.

— ¡La profesora Trelawney dijo que no tenías un aura adecuada para la adivinación! Lo que pasa es que no te gusta no ser la primera de la clase.

Acababa de poner el dedo en la llaga. Hermione golpeó la mesa con el libro con tanta fuerza que salpicó carne y zanahoria por todos lados.

—Si ser buena en Adivinación significa que tengo que hacer como que veo augurios de muerte en los posos del té, no estoy segura de que vaya a seguir estudiando mucho tiempo esa asignatura. Esa clase fue una porquería comparada con la de Aritmancia.

Cogió la mochila y se fue sin despedirse.

Ron la siguió con la vista, frunciendo el entrecejo.

—Pero ¿de qué habla? ¡Todavía no ha asistido a ninguna clase de Aritmancia!

—Ron, ¿Podrías hacer el favor de dejar de ser tan pesimista?— dije, negando con la cabeza.

Él solo se encogió de hombros, y siguió engullendo.

—Ah, no le prestes atención. A ninguno de los dos—le dije a Harry, poniendo una mano en su hombro—. Son mis amigos, y los adoro, pero a veces se ponen… insoportables… especialmente cuando discuten como matrimonio—agregué con una mueca, y él sonrió.



Ahora teníamos Cuidado de las Criaturas Mágicas, con Hagrid.

Ron y Hermione no se dirigían la palabra. Harry y yo caminábamos a su lado, en silencio, mientras descendíamos por el césped hacia la cabaña de Hagrid, en el límite del bosque prohibido.

Frente a nosotros estaban tres familiares espaldas. Al parecer compartiríamos clases con Slytherin.

Draco decía algo animadamente a Crabbe y Goyle, que se reían a carcajadas.

Hagrid aguardaba a los alumnos en la puerta de la cabaña. Estaba impaciente por empezar; cubierto con su abrigo de ratina, y con Fang, el perro jabalinero, a sus pies.

— ¡Vamos, dense prisa! —Gritó a medida que nos aproximábamos—. ¡Hoy tengo algo especial para ustedes! ¡Una gran lección! ¿Ya está todo el mundo? ¡Bien, síganme!

Hagrid anduvo por el límite de los árboles y cinco minutos después nos hallábamos ante un prado donde no había nada.

— ¡Acérquense todos a la cerca! —gritó—. Asegúrense de que tienen buena visión. Lo primero que tienen que hacer es abrir los libros...

— ¿De qué modo? —dijo la voz de Draco.

— ¿Qué? —dijo Hagrid.

— ¿De qué modo abrimos los libros? —repitió Malfoy. Sacó su ejemplar de El monstruoso libro de los monstruos, que había atado con una cuerda. Otros lo imitaron.

— ¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado.

La clase entera negó con la cabeza.

—Tienen que acariciarlo —dijo Hagrid, como si fuera lo más obvio del mundo—. Miren...

Tomó el ejemplar de Hermione y desprendió el celo mágico que lo sujetaba. El libro intentó morderle, pero Hagrid le pasó por el lomo su enorme dedo índice, y el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

— ¡Qué tontos hemos sido todos! —dijo Malfoy despectivamente—. ¡Teníamos que acariciarlo! ¿Cómo no se nos ocurrió?

—Yo... yo pensé que les haría gracia —le dijo Hagrid a Hermione, dubitativo.

— ¡Ah, qué gracia nos hace...! —Dijo Draco—. ¡Realmente ingenioso, hacernos comprar libros que quieren comernos las manos!

—Calla por favor, Draco—rogué, en un susurro, y el dio un último bufido.

—Bien, pues —dijo Hagrid, que parecía haber perdido el hilo—. Así que... ya tienen los libros y... y... ahora nos hacen falta las criaturas mágicas. Sí, así que iré a por ellas. Esperen un momento...

Se alejó de nosotros, penetró en el bosque y se perdió de vista.

—Dios mío, este lugar está en decadencia —dijo Malfoy en voz alta—. Estas clases idiotas... A mi padre le dará un patatús cuando se lo cuente.

—Cierra la boca, Malfoy —dijo Harry.

—Cuidado, Potter; hay un dementor detrás de ti.

— ¡Basta los dos!—exclamé, y ambos quedaron mirándose con recelo.

— ¡Uuuuuh! —gritó Lavender Brown, señalando hacia la otra parte del prado.

Trotando en dirección a nosotros se acercaba una docena de criaturas, las más extrañas que había visto en mi vida. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Las garras de las patas delanteras eran de quince centímetros cada una y parecían armas mortales. Cada bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.

— ¡Vayan para allá! —nos gritaba, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estábamos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estábamos y ató los animales a la cerca.

— ¡Hipogrifos! —Gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿A que son hermosos?

Y así era. En cuanto uno se recuperaba del susto que producía ver algo que era mitad pájaro y mitad caballo, podía empezar a apreciar el brillo externo del animal, que cambiaba paulatinamente de la pluma al pelo.

Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.

—Venga —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles—, si quieren acercarse un poco…

Nadie parecía querer acercarse. Harry, Ron, yo y Herms sin embargo, nos aproximamos con cautela a la cerca.

—Lo primero que tienen que saber de los hipogrifos es que son orgullosos —dijo Hagrid—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca ofendan a ninguno, porque podría ser lo último que hicieran.

—Tienen que esperar siempre a que el hipogrifo haga el primer movimiento —continuó Hagrid—. Es educado, ¿se dan cuenta? Van hacia él, se inclinan y esperan. Si él responde con una inclinación, querrá decir que les permite tocarlo. Si no hace la inclinación, entonces es mejor que se alejen de él enseguida, porque puede hacer mucho daño con sus garras. Bien, ¿quién quiere ser el primero?

Como respuesta, la mayoría de la clase se alejó aún más.

Incluso Harry, Ron y Hermione recelaban. Los hipogrifos sacudían sus feroces cabezas y desplegaban sus poderosas alas; parecía que no les gustaba estar atados.

Pero yo, por alguna extraña razón, no les temía. Al contrario, era tan bellos y magníficos que me daban ganas de volar en uno.

—Yo lo haré— dije, levantando la mano.

— ¿Estás loca?—susurró Ron.

—Camille, ¿Qué haces?—dijo Herms de igual manera.

—No, iré yo—dijo en voz alta Harry, y luego mirándome, susurró—. ¡Puede hacerte daño!

—Tonterías, Harry…—di un paso, y el tiró de mi mano, pero la solté.

Me acerqué hasta Hagrid.

— ¡Bueno chicos, todos podrán subir! —Gritó Hagrid—. Bien Cam… señorita Black. Veamos cómo te llevas con Buckbeak.

Soltó la cadena, separó al hipogrifo gris de sus compañeros y le desprendió el collar de cuero. Los alumnos, al otro lado de la cerca, contenían la respiración.

Tanto Herms, Ron y Harry, como Draco, me miraban asustados.

—Tranquila ahora, Camille —dijo Hagrid en voz baja—. Primero mírale a los ojos. Procura no parpadear. Los hipogrifos no confían en ti si parpadeas demasiado...

Buckbeak había vuelto la cabeza grande y afilada, y me miraba fijamente con un ojo terrible de color naranja.

—Eso es —dijo Hagrid—. Eso es, Camille. Ahora inclina la cabeza...

Hice lo que me pidió.

Me incliné brevemente y levanté la mirada.

El hipogrifo seguía mirándome fijamente y con altivez. No se movió.

—Ah —dijo Hagrid, preocupado—. Bien, vete hacia atrás, tranquila, despacio...

Pero entonces, ante la sorpresa de todos, el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente.

— ¡Bien hecho, Camy! —dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas palmadas en el pico, vamos.

Impasible, me acerqué y le acaricié el pico, a lo que el hipogrifo cerró los ojos, dando a entender que le gustaba.

La clase rompió en aplausos, y Harry me dedicó una sonrisa que me cortó el aliento, y me hizo sentir aun más contenta.

—Bien, Camille —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montaras!

Todos detuvieron el aplauso, sorprendidos.

—Súbete ahí, detrás del nacimiento del ala —dijo Hagrid—. Y procura no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría...

Di otra caricia a Buckbeak, y puse el pie tras su ala, subiéndome con ese impulso al lomo. Era bastante sencillo.

Buckbeak se levantó.

— ¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo en los cuartos traseros.

A cada uno de mis lados, sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud. Apenas me dio tiempo a agarrarme del cuello del hipogrifo antes de remontar el vuelo.

Me abracé a su cuello, sintiendo el viento en mi rostro, y las cálidas plumas bajo mis manos.

Sentía el zarandeo hacia atrás y hacia delante, porque los cuartos traseros del hipogrifo se movían con las alas.

Buckbeak sobrevoló el prado y descendió. Me eché hacia atrás conforme el hipogrifo se inclinaba hacia abajo, de manera muy vertical.

Luego sentí un fuerte golpe al aterrizar el animal con sus cuatro patas revueltas, y volví a sentarme como al principio sin mucho esfuerzo.

Bajé con gracilidad del animal, y volví a acariciarlo, agradecida de haberlo logrado.

— ¡Muy bien, Camille! —gritó Hagrid, mientras me vitoreaban todos menos Pansy Parkinson—. ¡Bueno!, ¿quién más quiere probar?

Envalentonados por mi éxito, los demás saltaron al prado con cautela.

Hagrid desató uno por uno los hipogrifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas reverencias por todo el prado. Neville retrocedió corriendo en varias ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. Ron y Hermione practicaban con el de color castaño, mientras Harry observaba.

Draco, Crabbe y Goyle habían escogido a Buckbeak. Había inclinado la cabeza ante Malfoy, que le daba palmaditas en el pico con expresión desdeñosa.

— ¿No probarás tú?—pregunté a su lado, viendo la escena con él.

—Ya lo logré, con Buckbeak— dijo sonriéndome, y volví a devolverle la sonrisa.

—Así que ahora te diviertes con los intentos de los demás—comenté, volviendo a mirar a Draco.

—Esto es muy fácil —dijo Draco, arrastrando las sílabas y con voz lo bastante alta para que Harry lo oyera

—Algo así—dijo con una mueca—, solo con Malfoy… Por cierto, estuviste genial…

—Ah, no fue nada, de hecho, fue bastante agradable. Ya se porque te gusta tanto volar…

—Si, pero prefiero mi escoba…— hizo una mueca.

—. Tenía que ser fácil, si Potter fue capaz... ¿A que no eres peligroso? —Le decía Draco al hipogrifo—. ¿Lo eres, bestia asquerosa?

Sucedió en un destello de garras de acero. Malfoy emitió un grito agudísimo y un instante después Hagrid se esforzaba por volver a ponerle el collar a Buckbeak, que quería alcanzar a un Malfoy que yacía encogido en la hierba y con sangre en la ropa.

Corrí hasta a él.

— ¡Me muero! —Gritó Draco, mientras cundía el pánico—. ¡Me muero, miren! ¡Me ha matado!

—Tranquilo, tonto. Estas bien, solo es un rasguño— dije divertida, y preocupada, examinando el profundo corte en su brazo.

Saqué la varita, e hice uno de los hechizos que ya había usado con Harry e primer año, y el sangrado se detuvo un poco.

—Ya estas mejor, ¿Ves? Hay que llevarte a la enfermería…

—Gracias— dijo dedicándome una bella sonrisa.

Le sonreí, negando con la cabeza. Al parecer estaba empecinado…

—Tranquilo, estarás bien. Gracias por parar un poco el sangrado, Camille —dijo Hagrid, que se había puesto muy pálido—. Que alguien me ayude, tengo que sacarlo de aquí...

Hermione se apresuró a abrir la puerta de la cerca mientras Hagrid levantaba con facilidad a Malfoy.

Los demás alumnos los seguían temblorosos y más despacio. Todos los de Slytherin echaban la culpa a Hagrid.

— ¡Deberían despedirlo inmediatamente! —exclamó Pansy Parkinson, con lágrimas en los ojos.

— ¡La culpa fue de Malfoy! —lo defendió Dean Thomas.

Crabbe y Goyle flexionaron los músculos amenazadoramente.

Subieron los escalones de piedra hasta el desierto vestíbulo.

— ¡Voy a ver si se encuentra bien! —dijo Pansy.

Y la vieron subir corriendo por la escalera de mármol. Los de Slytherin se alejaron hacia su sala común subterránea, sin dejar de murmurar contra Hagrid. Nosotros subimos hacia la sala Común.

— ¿Creen que se pondrá bien? —dijo Hermione asustada.

—Claro que si, solo fue un corte… Muy profundo, pero solo eso… Debería ir a verle más tarde…—murmuré.

—Creo que se lo merecía, tenía como meta arruinar la clase de Hagrid—dijo Harry, molesto.

—No digas eso, Harry. No hay que desearle el mal a nadie, por mucho que lo odies…— regañé.

—Eres demasiado buena Camille—se quejó—. Tú lo has visto, quería de cualquier modo arruinar la clase, solo por diversión.

—Vamos Harry, eso no es cierto…—insistí.

—Oh, por Dios, ¿Siempre tienes que ver el más pequeño lado bueno de las personas? Él es malvado, ¿No lo ves? ¡Y lo sigues perdonando!

—Así vivo contenta, ¿Sabes? Además, no tengo manera de ir por la vida odiando a todos los que son "malvados"— dije enojada, y dando media vuelta, me dirigí a la enfermería.

C.J. Potter
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Mensaje por Phoenix. Lun 06 Ago 2012, 11:26 am

¡SIGUELAA!
Phoenix.
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Mensaje por TheGirlImpossible Lun 06 Ago 2012, 2:59 pm

Hooooolaaaaa! Nueva lectora :)
Dioos me tarde mucho en leer >.< pero aqui estoy, soy lenta :P jaja
Mi nombre es May y quiero disculparme x haber leido tu
comentario en una de mis noves un poco bastante tarde :oops:
aqui estoy y me encanta como lo vas llevando hasta ahora!*-*
Haber si me inspiras a seguir la mia de la Orden xq me quede muy atrasada >.<
goooshh no se que me pasa D: pero me encanta tu nove ♥️

Aqui estare esperando capi! :D
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Mensaje por C.J. Potter Lun 06 Ago 2012, 5:55 pm

Maay·Wright·Jonas escribió:Hooooolaaaaa! Nueva lectora :)
Dioos me tarde mucho en leer >.< pero aqui estoy, soy lenta :P jaja
Mi nombre es May y quiero disculparme x haber leido tu
comentario en una de mis noves un poco bastante tarde :oops:
aqui estoy y me encanta como lo vas llevando hasta ahora!*-*
Haber si me inspiras a seguir la mia de la Orden xq me quede muy atrasada >.<
goooshh no se que me pasa D: pero me encanta tu nove ♥️

Aqui estare esperando capi! :D
Maay!! No te preocupes, me alegra que te pases por mi nove!
Si quieres te regalo una de mis infusiones de Inspiración, saben a vomito :roll: , pero son bastantes eficaces, avísame para que comience a prepararla, y si todo sale bien, mañana ya tendrás un nuevo capitulo listo ;)
Besos, y gracias por pasarte (lo repito xD)
C.J. Potter
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Mensaje por ~Susie ∞Wallflower∞ Mar 07 Ago 2012, 3:33 pm

siguela pronto!!
estuvieron geniales los capis!!! : )
adoro la nove :DDD
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Mensaje por TheGirlImpossible Mar 07 Ago 2012, 5:41 pm

JulyPotter2012 escribió:
Maay·Wright·Jonas escribió:Hooooolaaaaa! Nueva lectora :)
Dioos me tarde mucho en leer >.< pero aqui estoy, soy lenta :P jaja
Mi nombre es May y quiero disculparme x haber leido tu
comentario en una de mis noves un poco bastante tarde :oops:
aqui estoy y me encanta como lo vas llevando hasta ahora!*-*
Haber si me inspiras a seguir la mia de la Orden xq me quede muy atrasada >.<
goooshh no se que me pasa D: pero me encanta tu nove ♥️

Aqui estare esperando capi! :D
Maay!! No te preocupes, me alegra que te pases por mi nove!
Si quieres te regalo una de mis infusiones de Inspiración, saben a vomito :roll: , pero son bastantes eficaces, avísame para que comience a prepararla, y si todo sale bien, mañana ya tendrás un nuevo capitulo listo ;)
Besos, y gracias por pasarte (lo repito xD)

:O Pooooooor favooor regalame una!*-* te lo agradeceria mucho♥️ jaja
enserio que hace meses que estoy seca y no puedo continuar >.<
tu novela va perfecta enserio me gusta mucho como introduces a la prota en la historia*-*
yo a veces ni se cmo hacerlo xD jaja
Como ya dije: Fiel lectora, wuju le agrege el fiel! :o asi que espero atenta a un nuevo cap! :D

PD: ¿Sabor a vomito? D: gooshh tendre q ser valiente y tomarla igual(?
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Mensaje por C.J. Potter Mar 07 Ago 2012, 7:19 pm

jajajaja, si te sirve de algo, podrías fijarte algún hecho importante del quinto libro (por el que va), y adaptarlo, para rellenar hasta que te venga el efecto de mi poción (por cierto, ya te la envíe con una lechuza) xD
Besoss
C.J. Potter
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Mensaje por totoro. Miér 08 Ago 2012, 5:12 pm

Aqui se reporta una nueva lectora :DDD
Wow tu novela me encanto en verdad es tan buena...
No me tarde mucho en leerla empezé hace como 1 hora y media
Siguela pronto
Besos
totoro.
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Mensaje por C.J. Potter Mar 14 Ago 2012, 1:47 pm

Primero, ¡Wii! ¡Nueva lectora! :D Hola Bea! Ahora nos vemos en dos noves 8) ajajaja, me alegra que te guste (vaya! 1 hora y media nada más! Eres impaciente como yo y no puedes detenerte, a que si :B ajajaja, okok, aquí les dejo un cap. Perdón por tardar tanto, es que entre este fic y el otro (no se que estaba pensando al decidir escribir dos al mismo tiempo, My God! ), me agobian, me hacen poner los pelos de punta si tardo mucho en subir. ¡Es que a veces la inspiración simplemente no me llega al coco! :x
Bueno, bueno, les dejo que lean tranquilas :)


Capítulo 22 “Boggarts”

Harry y yo no nos hablamos durante unos días, pero no más que eso. Al tercer día ya estaba pidiéndole perdón por enojarme con él, y él pedía perdón por criticarme (aunque seguía creyendo que yo no debía confiar en Draco).
Este, no volvió a las aulas hasta última hora de la mañana del jueves, cuando los de Slytherin y los de Gryffindor estaban en mitad de la clase de Pociones, que duraba dos horas. Entró con el brazo derecho en cabestrillo y cubierto de vendajes.
— ¿Qué tal, Draco? —Dijo Pansy Parkinson, sonriendo como una tonta—. ¿Te duele mucho?
—Sí —dijo él, con gesto de hombre valiente, y tuve que contener una risita. ¡Era demasiado dramático!
—Siéntate —le dijo el profesor Snape amablemente.
Aquel día elaborábamos una nueva pócima: una solución para encoger. Draco colocó su caldero al lado de Harry y Ron, para preparar los ingredientes en la misma mesa.
—Profesor —dijo Malfoy—, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.
—Weasley, córtaselas tú —ordenó Snape sin levantar la vista.
Ron se puso rojo como un tomate.
—No le pasa nada a tu brazo —le dijo a Draco entre dientes.
Él le dirigió una sonrisita desde el otro lado de la mesa.
—Ya has oído al profesor Snape, Weasley. Córtame las raíces.
Ron tomó el cuchillo, acercó las raíces de Draco y empezó a cortarlas mal, dejándolas todas de distintos tamaños.
—Profesor —dijo el rubio—, Weasley está estropeando mis raíces, señor.
Snape fue hacia la mesa, aproximó la nariz ganchuda a las raíces y dirigió a Ron una sonrisa desagradable, por debajo de su largo y grasiento pelo negro.
—Dele a Malfoy sus raíces y quédese usted con las de él, Weasley.
—Pero señor...
Ron había pasado el último cuarto de hora cortando raíces en trozos exactamente iguales.
—Ahora mismo —ordenó Snape, con su voz más peligrosa.
Ron le cedió a Draco sus propias raíces y volvió a empuñar el cuchillo.
—Profesor; necesitaré que me pelen este higo seco —volvió a decir Draco.
Le lancé una mirada de reproche, y él se encogió de hombros como diciendo “Es cierto”.
Seguí con mi poción.
—Potter, pela el higo seco de Malfoy —dijo Snape, echándole a Harry la mirada de odio que reservaba sólo para él.
Harry cogió el higo seco de Malfoy mientras Ron trataba de arreglar las raíces que ahora tenía que utilizar él. Harry peló el higo seco tan rápido como pudo, y se lo lanzó a Draco sin dirigirle una palabra. La sonrisa de Malfoy era más amplia que nunca.
—A ti no te importa —escuché murmurar a Ron, entrecortadamente.
Agregué una cabeza de ciempiés a la poción.
— ¿Así que por eso haces teatro? —dijo Harry, y levanté la vista, para ver qué pasaba. —. ¿Para ver si consigues que echen a Hagrid?
Y unos calderos más a la izquierda se oyó un grito.
— ¡Naranja, Longbottom! —Exclamó Snape, levantando un poco con el cazo y vertiéndolo en el caldero, para que lo viera todo el mundo—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?
Neville estaba colorado y temblaba. Parecía que se iba a echar a llorar.
—Por favor; profesor —dijo Hermione—, puedo ayudar a Neville a arreglarlo...
—No recuerdo haberle pedido que presuma, señorita Granger —dijo Snape fríamente, y Hermione se puso tan colorada como Neville—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta opción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.
Snape se alejó, dejando a Neville sin respiración, a causa del miedo.
— ¡Ayúdame! —rogó a Hermione.
— ¡Eh, Harry! —dijo Seamus Finnigan, inclinándose para cogerle prestada a Harry la balanza de bronce, y me acerqué un poco, curiosa—. ¿Has oído? El Profeta de esta mañana asegura que han visto a Sirius Black.
— ¿Dónde? —preguntamos ambos rápidamente, y Draco levantó la cabeza.
—No muy lejos de aquí —dijo Seamus, que parecía emocionado—. Lo ha visto una muggle. Por supuesto, ella no entendía realmente. Los muggles piensan que es sólo un criminal común y corriente, ¿verdad? El caso es que telefoneó a la línea directa. Pero cuando llegaron los del Ministerio de Magia, ya se había ido.
—No muy lejos de aquí... —repitió Ron, mirándonos a mí y a Harry de forma elocuente. Dio media vuelta y sorprendió a Draco mirando.
— ¿Qué, Malfoy? ¿Necesitas que te pele algo más?
Pero a él le brillaban los ojos de forma malvada y estaban fijos en Harry. Se inclinó sobre la mesa.
— ¿Pensando en atrapar a Black tú solo, Potter?
—Draco—farfullé, preventiva.
—Exactamente —dijo Harry.
Los finos labios de Malfoy se curvaron en una sonrisa mezquina.
—Desde luego, yo ya habría hecho algo. No estaría en la escuela como un chico bueno. Saldría a buscarlo.
— ¿De qué hablas?—pregunté.
— ¿No sabes… Potter...? —musitó él, casi cerrando sus ojos claros.
— ¿Qué he de saber?
Soltó una risa despectiva, apenas audible.
—Tal vez prefieres no arriesgar el cuello —dijo—. Se lo quieres dejar a los dementores, ¿verdad? Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo. Aunque… teniendo en cuenta a Camille…
— ¿De qué hablas? —le preguntó Harry de mal humor.
En aquel momento, Snape dijo en voz alta:
—Deberían haber terminado de añadir los ingredientes. Esta poción tiene que cocerse antes de que pueda ser ingerida. No se acerquen mientras está hirviendo. Y luego probaremos la de Longbottom...
Crabbe y Goyle rieron abiertamente al ver a Neville azorado y agitando su poción sin parar. Hermione le murmuraba instrucciones por la comisura de la boca, para que Snape no lo viera.
Los tres tomamos los ingredientes que no habíamos usado y los volvimos a guardar. Luego llevamos nuestros cazos a lavar en una mesa de piedra que había en el rincón.
— ¿Qué ha querido decir Malfoy? —Susurró Harry, colocando las manos bajo el chorro de agua helada que salía de una gárgola—. ¿Por qué tendría que vengarme de Black? Todavía no me ha hecho nada. ¿Y qué tendría que ver Camille en todo esto?
—Cosas que inventa —dijo Ron—. Le gustaría que hicieras una locura...
—Claro… Seguro… seguro es eso—balbucee, aun confundida.
Cuando faltaba poco para que terminara la clase, Snape se dirigió con paso firme a Neville, que se encogió de miedo al lado de su caldero.
—Vengan todos y pónganse en círculo —dijo Snape. Los ojos negros le brillaban—. Y vean lo que le sucede al sapo de Longbottom. Si ha conseguido fabricar una solución para encoger, el sapo se quedará como un renacuajo. Si lo ha hecho mal (de lo que no tengo ninguna duda), el sapo probablemente morirá envenenado.
Los de Gryffindor observaban con aprensión y los de Slytherin con entusiasmo.
Snape se puso el sapo Trevor en la palma de la mano izquierda e introdujo una cucharilla en la poción de Neville, que había recuperado el color verde. Echó unas gotas en la garganta de Trevor.
Se hizo un silencio total, mientras Trevor tragaba. Luego se oyó un ligero « ¡plop!» y el renacuajo Trevor serpenteó en la palma de la mano de Snape. Los de Gryffindor prorrumpimos en aplausos. Snape, irritado, sacó una pequeña botella del bolsillo de su toga, echó unas gotas sobre Trevor y éste recobró su tamaño normal.
—Cinco puntos menos para Gryffindor —dijo Snape, borrando la sonrisa de todas las caras—. Le dije que no lo ayudara, señorita Granger. Pueden retirarse.
Salimos de la clase, y nos reunimos para subir las escaleras hasta el vestíbulo.
Aun no podía dejar de pensar en eso que había dicho Draco… ¿Qué era eso que no quería decir?
— ¡Cinco puntos menos para Gryffindor porque la poción estaba bien hecha! ¿Por qué no mentiste, Hermione? ¡Deberías haber dicho que lo hizo Neville solo!
Ella no contestó. Ron miró a su alrededor.
— ¿Dónde está Hermione?
Harry y yo también volteamos. No estaba allí.
—Venía detrás de nosotros —dijo Ron, frunciendo el entrecejo.
En ese momento pasó Draco, con sus gorilas. Una idea fugaz me cruzó la mente.
Mientras que Harry decía “Ahí está”, y Hermione llegaba subiendo las escaleras, jadeando de cansancio, yo interceptaba a Draco, quien se detuvo.
—Draco, espera—exclamé.
— ¿Eh? ¿Qué sucede?— preguntó algo confundido, pero sonriendo.
—Necesito…—tomé una bocanada de aire—, uf… Iba a decirte si podríamos juntarnos el día de la próxima salida a Hogsmeade.
Su sonrisa subió a un volumen aun más meloso. Contuve una risa.
—Cl-claro… Nos vemos luego de que se vayan… En…—se detuvo a pensar—, nos vemos en el vestíbulo…
—Por supuesto— esbocé una sonrisa. Me sentía mal por usarle… Pero trataba de ese tal Sirius Black… Además, salir, saldríamos igual…—. Adiós, nos vemos.
Me alejé de él, hasta donde me esperaban Harry, Ron y Hermione. Los tres desviaron la vista enseguida de mí y Draco cuando vieron que voltee. Pero Harry tenía el ceño fruncido.
— ¿Ha pasado algo?— pregunté, extrañada, en el Gran Comedor, al ver que no me hablaba como solíamos hacer.
—No— musitó secamente—. Supongo que eso lo dirás tú.
Encarné una ceja, y me eché a reír. Me miró aun más consternado.
— ¿¡De qué te ríes!?
—Es que…— solté otra carcajada—…por un momento…— volví a reír, pero el me miró impaciente, así que sequé una lágrima de la risa que caía, y hablé—… Ahh… Lo siento…—suspiré, recobrándome.
— ¿Se puede saber por qué tanta risa?
—Bueno, sucede que pareces todo un celoso, Harry—dije divertida, pero él pareció sorprendido.
— ¿Qué? No, no, nada de eso… Solamente decía… Ya sabes… Malfoy… muy tonto… eso no— murmuró, y solo logré sacar en limpio esas palabras.
—Por Merlín Harry, tranquilízate. Me refería a esos celos que aparentas cada vez que hablo con Draco. Y ya te dije, solamente tú eres mi mejor amigo— concluí.
Y como buscaba, se calmó un poco.
—Claro… Eso es lo que pretendía… decir…—susurró.
—De acuerdo… Entonces ahora déjame contarte lo que planee.
— ¿Planeaste? ¿Qué cosa?
—Sacarle a Draco eso que quiso decir— dije, bajando la voz para que Ron no oyera.
—Espera… ¿Por eso saldrás con él?
—Ah, ya, Harry, ¿Podrías dejar de preocuparte por eso? Es enserio, sospecho que no lo dice solamente porque sí…
—Lo siento… Sí, yo también pensaba lo mismo…
—Entonces estás de acuerdo—afirmé.
—Bueno… ¿Qué pretendes hacer para que te lo diga?— preguntó, de repente muy preocupado.
— ¿A qué te refieres?
—Ya sabes… ¿Qué… cosas?…—lo miré, confundida—, me refiero a… no lo sé, ¿Besarlo?
Abrí los ojos de par en par, y le propiné un zape.
— ¿Qué te crees que soy?— exclamé, enojada, con el ceño fruncido—. ¡Por supuesto que no haré eso! Se supone que el Primer beso es especial, Harry… Por Merlín… te perdono solamente porque eres mi mejor amigo y no entiendes de esto… Además, nos peleamos tan seguido que ya casi parecemos Ron y Hermione…— dije, cruzándome de brazos, pero volviéndolos a desenlazar para comer mis papas.
—Tienes razón Camille… Perdona… nunca voy a entender a las chicas—se quejó en voz baja.

El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegamos a la primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras. Todos nos sentamos, sacamos los libros, las plumas y los pergaminos, y estábamos hablando cuando por fin llegó el profesor.
Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa.
—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitaran las varitas mágicas.
La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habíamos tenido una clase práctica de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme...
Nos condujo fuera del aula, hasta la Sala de Profesores.
—Entren, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando el profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:
—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su toga negra ondeaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído.
El profesor Lupin había alzado las cejas.
—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.
El rostro de Neville se puso aún más colorado. Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.
—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Iba a responder, pero como SIEMPRE, Hermione levantó la mano, provocándome una sonrisa de costado. ¡Ella era tan… Hermione!
—Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Lo miré, dándole ánimos… Y aprovechando el momento de mirarlo fijamente. Como siempre, tenía el cabello desordenado; los ojos verdes estaban mirando al profesor, algo nerviosos…¡Era tan lindo!
AHH, ¡Basta Camille!
Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero Harry hizo un intento:
— ¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repetid conmigo: ¡Riddíkulo!
— ¡Riddíkulo! —dijimos todos a la vez.
—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda.
Luego dijo en un susurro:
—El profesor Snape.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.
—El profesor Snape... Mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
Neville estaba asustado, pero dijo:
—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
— ¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.
Hubo una carcajada general, imaginar al severo profesor Snape vestido como una mujer anciana, era como imaginar a la profesora McGonagall disfrazada de payaso. El armario tembló más violentamente.
—Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
¿Qué era lo que más me asustaba?... ¿Arañas, como a Ron?... No… ¿Un dementor, quizá?... Mm… no… ¿Lord Voldemort?... No, claro que no; lo que me asustaría es que lo fuera a buscar a Harry… Entonces, ¿Qué me asustaba? ¿Un Lord Voldemort que iba en busca de Harry?...Eso no tenía mucho sentido… A no ser que se materializara el Innombrable y se dirigiera hacia este Harry…
O, a lo mejor, lo que realmente me asustaba era otra cosa… ¿Qué?
— ¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.
No, no… ¡Todavía no estaba preparada!... Pero todos asentían, entusiasmados.
—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos nos retiramos, arrimándonos a las paredes, y dejamos a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.
Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
— ¡Ri... Riddíkulo! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.
Todos rieron; realmente eso era mejor que imaginarlo. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:
— ¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...
— ¡Riddíkulo! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.
— ¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee.
Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que me puso los pelos de punta.
— ¡Riddíkulo! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
— ¡Está despistado! —Gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
— ¡Riddíkulo! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
— ¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.
¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente.
— ¡Riddíkulo! —gritó Ron.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña llegó hasta mí, y el pánico me invadió. ¿En qué se convertiría?
Y de repente, todo pareció algo confuso… Todos gritaron…
No esperaba eso en lo que se convirtió el boggart…
Frente a mí, estaba parado un hombre, cuyo rostro se veía ensombrecido, con una melena desordenada que caía a los costados, totalmente descuidada, al igual que sus ropas.
Lo único que hacía era reír… Reír de una manera escandalosamente estremecedora.
Pero no era él quien más me asustaba…
En cambio, estaba horrorizada, viendo lo que él miraba mientras se regodeaba….
En el suelo, inerte y pálido, estaba el cuerpo vacío de Harry… sus ojos estaban desenfocados, mirando algo inexistente, y de su boca salía un hilo de sangre.
Solté un grito, y me eché a llorar…
Entonces, el profesor Lupin se acercó, poniéndose frente a mí.
El cadáver de Harry y el Sirius Black triunfal desaparecieron, permitiendo ver una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, que dijo ¡Riddíkulo!, algo nervioso, pero con desgana.
¡Crac!
— ¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.
— ¡Riddíkulo! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbramos a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.
— ¡Muy bien! —Gritó el profesor Lupin, aunque la mayoría seguía aturdida por la aparición de Sirius Black. Se acercó a mí, y me dio un pedazo de chocolate. Ya había conseguido parar de llorar—. Muy bien, Neville. Todos lo han hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffindor por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Hermione y otros cinco por Harry.
—Pero yo no he intervenido —dijo él, ahora al lado mío, al igual que Hermione, quien me rodeaba con un brazo para consolarme.
—Tú y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase…estupenda. Como deberes, van a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaran el lunes. Eso es todo. Camille, espera…
Tragué, y mirando a mis tres amigos, me quedé ahí, mientras ellos salían para aguardarme afuera.
— ¿Sucede algo profesor?
—Nada malo, pero me extrañó tu miedo… ¿Es… Sirius Black lo que te asusta, o ver a Harry muerto?—me extrañó que le costara nombrar a Black, pero no le presté atención.
—Harry muerto— susurré, algo apenada, y con un ligero rubor.
—Ya veo… Bueno, realmente no esperaba que tu boggart fuera así, pero… ¿cómo te encuentras? ¿Quieres ir a la enfermería?
—No, no… Estoy bien— afirmé, tratando de sonreír.
—Um… De acuerdo—dijo no tan convencido—. Puedes irte— terminó sonriendo.
Asentí con la cabeza, y me retiré del salón, donde tal y como pensaba, los tres estaban esperándome.
— ¿Qué te dijo?—preguntó Hermione.
—Me preguntó sobre mi boggart, y si estaba bien…— murmuré, caminando a su lado.
A mi derecha, Harry parecía pensativo, mientras que Ron tenía aspecto de horror.
—Ya que lo mencionas—dijo Ron—, ¿realmente a lo que más le temes es que Black mate a Harry?
Volví a ruborizarme. Hermione le dio un puntapié, farfullando un “insensible”.
—Supongo que si… Creo que al parecer es mi peor miedo… ¿curioso, no?—respondí.
—Bastante; pero entonces no deberías preocuparte, ¿No? Harry está seguro aquí en Hogwarts, al igual que tú.
—Por supuesto…— susurré, lanzándole al pelinegro una mirada de soslayo.


Última edición por JulyPotter2012 el Mar 14 Ago 2012, 4:39 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Phoenix. Mar 14 Ago 2012, 3:41 pm

¡JAKDNASD ALNSD.AS! Me encanto ¡SIGUELA!
Phoenix.
Phoenix.


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Mensaje por ~Susie ∞Wallflower∞ Mar 14 Ago 2012, 6:25 pm

hola!!!
estubo genial el capi!
me dio miedo el boggart de camille D:
pobrecita : (
sube cuando puedas el capi

besos :)
~Susie ∞Wallflower∞
~Susie ∞Wallflower∞


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Mensaje por totoro. Mar 14 Ago 2012, 6:49 pm

LHFKGJSH ME ENCANTÓ estuvo genial...
Pobre Camille que tuvo que enfrentarse a ese boggart de Sirius Black y Harry muerto... Harry se puso celoso otra vez por que Camille vaya a salir con Draco kfzkfhzfk LINDO y le pregunto si lo hiba a besar xD
Siguela
Besos
P.D: Si es cierto ya son 2 noves en común... Al menos sabemos que Voldy no resucitó y la pulverizó o algo así xD
totoro.
totoro.


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Mensaje por C.J. Potter Jue 16 Ago 2012, 2:57 pm

Capítulo 23 “La visita”

Los días pasaron. Las semanas fueron tan rápidas que casi no me di cuenta.
En D.C.A.O tuvimos montones de clases prácticas, las cuales todos considerábamos fascinantes. Vimos a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasamos a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.
La peor materias de todas, era pociones. Al parecer Snape se había enterado del boggart suyo vestido de la abuela de Neville, y demostraba su enfado con metros de pergaminos como tarea, y estaba más exigente que nunca, en especial con el pobre Neville.
Y las horas de adivinación se me hacían incómodas. La profesora Trelawney miraba a Harry con los ojos llorosos, y se la pasaba “adivinándole” una muerte prominente. Era sencillamente insoportable.
También iniciamos a investigar sobre Sirius Black. Aunque hasta ahora no encontramos nada más que “llevado a Azkaban por asesinato”. Era un tanto exasperante, pero lo sobrellevaba.
Otra de las cosas que tuve que soportar, fueron los murmullos y burlas de los Slytherins, puesto que se habían enterado de mi “inconveniente” con el boggart. Cada vez que pasaba por su lado, simulaban que se echaban a llorar desconsoladamente; de hecho, me gané de castigo limpiar el aula de pociones, ya que Snape me atrapó cuando le lanzaba a Pansy Parkinson un hechizo de Moco murciélago.
Draco tampoco lo llevaba muy bien; estaba molesto por mi boggart.
Flash Back
Era la hora del desayuno, estábamos en el Gran Comedor. Harry me estaba comentando de las pruebas para formar parte del equipo de quidditch de Gryffindor, cuando alguien detrás de mí llamó.
— ¿Eh?— murmuré, volteando. Allí había una cara con evidente fastidio.
Mordí mi labio inferior, al recordar. Me puse de pie, y nos alejamos un poco.
— Um… ¿Sucede algo?— pregunté, con fingida inocencia.
— ¿Hay algo que quieras contarme?
— No… No que yo recuerde— dije, desviando la vista. Era consciente de que Draco estaba enamorado de mí, pero el sentimiento no era recíproco, y tampoco quería dañarlo con falsas ilusiones (descontando el futuro picnic; eso era necesario).
— Agh, Camille; ¿Qué hay de tu boggart?
— ¿Mi boggart? Oh, es uno muy feo; ya sabes, mi mayor miedo…
— Lo sé, pero he oído que tu boggart… es que Sirius Black mate a Potter.
— Eso es cierto. ¿Hay algún problema con ello?— pregunté, inocentemente, volviendo a mirarle.
— Teniendo en cuenta eso… Si, supongo que sí.
— ¿Qué cosa?
— Y… Digamos que no es solo una buena amistad si tu mayor miedo es ver a esa persona muerta.
— Ah, por favor, tonterías. Harry es mi mejor amigo, y realmente me preocupa que un asesino prófugo lo esté buscando. ¿A quién no? Y, en todo caso, se debe a que no le temo a nada más, supongo— expliqué, realmente poco convencida con lo que decía.
— Mm… Está… bien… creo… Ohm… Nos vemos luego…— musitó, volviendo a su mesa.
Suspiré, y regresé a mi lugar.
— ¿Qué quería?— inquirió Harry, pareciendo desinteresado.
— Ahh… Nada, preguntó sobre mi boggart— respondí de igual forma, sirviéndome un poco de pollo.
— ¿Qué cosa sobre tu boggart quiso saber?
— Ah, creo que sospecha que estoy perdidamente enamorada de ti…
Entonces abandonó el desinterés, y me miró, sorprendido.
— ¿Es cierto? Quiero decir… Que locuras dice, ¿no?...
Solté una risa suave, tomando un poco de jugo de calabaza.
— Ah, ¿Quién sabe?
Quedó totalmente desconcertado, pero no habló más sobre el tema; aunque, cuando le miré de soslayo, me encontré con que sonreía como un tonto.
Fin Flash Back
Así pasaron los días, hasta que una mañana, un día sábado, me levanté en silencio, con mi nueva escoba en la mano.
No había nadie en la Sala Común, así que el camino fue sin inconvenientes.
Llegué al campo de quidditch, y me encontré con varias personas, que también aguardaban. Suspiré, y traté de tranquilizarme; realmente estaba muy nerviosa.
— De acuerdo, comencemos— dijo Wood, señalando a un chico de cuarto, e indicándole que empezara. A los demás, nos pidió que fuéramos a sentarnos a un banco que se había puesto para la ocasión.
Obedecí, y fui a sentarme, como el resto.
Mientras el chico, bastante confiado, se levaba en el aire, lancé una mirada a donde estaba el equipo oficial; tal como esperaba, allí estaba Harry, sentado y con cara de sueño, junto a George.
El chico que pasó primero, solo consiguió marcar 3 tantos. Le siguió una chica, que se cayó de la escoba. Un niño de segundo, que marcó un tanto pero por poco mata a Wood. Así siguieron cuatro más, ninguno consiguió mucho, y el capitán parecía desilusionado.
— ¡Black, pasa!— llamó desde lo alto.
Harry volteo a donde yo estaba enseguida. Tragué fuertemente, y caminé hasta el campo, montando mi nueva Saeta (que la Sra. Honey tuvo la amabilidad de enviarme), y con una patada al suelo, me elevé.
No era fantástica jugando quidditch, pero me encantaba, y cuando estuve en casa de los Weasley solíamos hacer pequeños partidos. Además, había visto varios entrenamientos de Harry, y tenía una idea bastante exacta en mi cabeza.
Atrapé la quaffle que me pasaron, y me acerqué a los aros, esquivando una bludger y a Angelina Johnson. Realmente era una sensación increíble el volar con la escoba.
Llegué hasta los aros, e hice ademán de lanzarla al del medio, pero cuando Wood ya estaba yendo a defender aquel lado, cambie de dirección a una velocidad de la que ni yo me creía capaz, y anoté un tanto.
Sintiéndome victoriosa, continué jugando. Por poco y una bludger me da en la cabeza, pero logré esquivarla (terminé colgando de un solo brazo por eso). Finalmente, terminé anotando 7 tantos.
Aterricé, sonriendo abiertamente. No había esperado nada de lo que acababa de hacer. Realmente, el quidditch me fascinaba (tal vez porque era un deporte montado en escoba), pero nunca creí poder ser buena jugándolo.
Los que estaban volando, aterrizaron, y el resto del equipo se acercó, al igual que los que habían hecho la prueba.
— ¡Lo hiciste genial! Pero, ¿Por qué no me dijiste?— dijo Harry, a mi lado.
Me encogí de hombros. Tal vez era tonto tener vergüenza de eso, y aun más teniendo en cuenta que no había secreto alguno entre yo y Harry (salvo el hecho de que SI estaba perdidamente enamorada de él, ero eso no venía al caso).
— Bien, todos lo han hecho… bastante bien… Pero, lo discutimos y decidimos que la nueva cazadora será Camille Black; felicidades— dijo Wood.
Di un grito de júbilo, y abracé a Harry, y luego a Fred y George, que me miraban orgullosos.
El resto no parecía tan feliz, y se fueron algo molestos.
— Camille, supongo que sabrás como es lo de los entrenamientos, ¿No es así?— preguntó Wood, haciendo referencia a que siempre venía a ver a Harry.
— Claro— respondí simplemente.
— Genial, entonces te veremos aquí el martes; lo has hecho muy bien, aunque todavía tendrás que superar a Alicia, ella ha dejado un hueco…—agregó, y no pude evitar sentirme inferior a todos los que había a mí alrededor—. Excelente escoba, por cierto— dijo, haciendo énfasis en “excelente”, (parecía querer montarla en ese mismo momento), pero solo señaló mi Saeta de Fuego y se fue.
Entonces el resto pareció percatarse.
— ¡Por Merlín! ¡Una Saeta de Fuego!
— ¡Es la mejor!
— ¡He oído que la usaran en el Mundial!
Todos estaban encerrándome en un círculo, lo que me provocó algo de agobio.
— ¿Cuándo la conseguiste?— preguntó Harry, quien yo sabía perfectamente estaba embobado con esta escoba.
— Me la envió la señora Honey cuando se enteró de que haría la prueba… ¿Quieres montarla?
— ¡Claro que sí!— exclamó, feliz.
Le di la escoba y se escapó del círculo, a campo abierto, elevándose en el aire.
— ¡No es justo!— dijo Fred.
— ¡Nosotros tenemos el mismo derecho!— continuó George.
— ¡Eres como nuestra otra hermanita!
— ¡Exacto! ¡Tenemos más importancia que tu novio!
— ¡Ah, ya callen! ¡Harry no es mi novio!— interrumpí, también gritando.
— ¡Pero te gustaría!
— ¡Y viene a ser lo mismo!
Me ruboricé.
— Dicen bobadas… Pero no sé por qué se quejan tanto, si ustedes también montaran la escoba.
— ¿Realmente?
— ¡Ahh! ¡Eres la mejor hermanita! Pero… No le digas a Ginny que dijimos eso… ¡Eh, Harry, es nuestro turno!
Reí, sentándome en el banco.
Todos volaron un rato con mi escoba, y finalmente tuvimos que ir a almorzar. (¡Vaya! Nos saltamos el desayuno…)
Pasaron unas semanas…
Ron y Hermione estaban encolerizados por ese asunto de las mascotas. Aunque yo sabía que Hermione estaba arrepentida, porque Ron ya no le hablaba (y ella, orgullosa –tal como yo- tampoco le hablaba a él), y aunque no quisiera admitirlo, él le gustaba. (Algo curioso, si me preguntan, puesto que parece que somos cuatro a propósito, yo enamorada de Harry y ella de Ron…)
Los entrenamientos fueron bien (no puedo decir lo mismo de la vana investigación). Y volvíamos de uno, cuando nos encontramos con que todos miraban entusiasmados un cartel.
— ¿Qué sucede?— pregunté a Hermione.
— ¡Es la fecha de la próxima salida a Hogsmeade!
— Oh… Que bueno…—susurré, sabiendo que no podría ir, y que llegaba el día de mi “salida” con Harry.
— Ahh…—suspiró Harry, sentándose en una butaca. Él ya había pedido a la profesora McGonagall que le firmara la autorización, pero ella se negó rotundamente.
— No se aflijan, ¡Les traeremos dulces de Honeydukes!— exclamó Hermione, optimista.
— Es cierto… Ni que fuera la gran cosa… Además, mira el lado bueno, Harry, ¡Te quedarás solo con Camille!
Harry le dio un puntapié, y Ron soltó un “¡Ouch! ¡Lo siento!”. Quedé algo confundida con la escena, pero descarté todo otro sentido.
Finalmente llegó Halloween.
Estábamos en el Gran Comedor, desayunando. Lo único bueno de todo esto, era que Hermione y Ron se habían reconciliado debido a la pena que sentían porque nosotros tendríamos que quedarnos.
En ese momento entró Draco, quien me sonrió. Desvié la mirada enseguida, sintiéndome culpable.
— Um… Harry… ¿No te molestaría acompañarme a mi salida con Draco?
— ¿Acompañarte? ¡Claro! ¿Cómo habría de molestarme eso?... digo… por supuesto que te acompaño…
— Genial— solté aliviada—. Realmente siento culpa por hacerle esto… Pero parece creer que realmente…— dejé la frase inconclusa, y comí una tostada.
Cuando Hermione y Ron se fueron, junto al resto, no pude evitar sentirme apenada.
Luego de despedirlos, Harry y yo nos dirigimos al Vestíbulo.
Draco, estaba esperando junto a la escalera. Sonrió al verme, pero al ver a Harry la sonrisa se le borró del rostro.
Harry POV
¡Genial! ¡Podría evitar que Camille y Malfoy estuvieran solos!
A decir verdad, desde que me había dicho el verano anterior que era él quien le gustaba, había perdido toda esperanza. Pero últimamente decía cosas que… me dejaban confundido.
Pero con esto de no querer estar a solas con Malfoy, sentía que podría llegar a… suceder algo…
Entramos en el Vestíbulo, donde él la esperaría, claro que la felicidad de Malfoy acabó al verme.
— ¿Qué hace Potter aquí?— preguntó, arrastrando las palabras, con aire de superioridad.
— ¡Olvide decírtelo! Harry nos acompañará, porque él tampoco ha podido ir a Hogsmeade… Espero que no te moleste Draco, realmente…
— No, no, descuida… N-no me molesta— interrumpió temiendo que ella se marchase, con evidente esfuerzo al momento de decir “no”.
— Fantástico, ¡Entonces vamos!— dijo ella, caminando al frente.
Malfoy me dirigió una mirada envenenada, y yo sonreí, con regodeo…
Nos guio hasta un jardín interno, en el que había unos cuantos árboles, y una pequeña y antigua fuente de mármol. Parece que nunca terminaré de conocer Hogwarts…
— Um… ¡Aquí!— dijo ella, señalando un lugar bajo un sauce.
Agitó la varita, y apareció una tela a cuadros blancos y negros, bastante extensa.
Se sentó, y nos incitó a que la imitáramos.
Me senté junto a ella enseguida, pero Malfoy ocupó su izquierda.
— De acuerdo…— dijo, un tanto incómoda—. ¡Traje cartas!— exclamó, y se escabulló, quedando más atrás. Ambos volteamos, y un cuadrado quedó al medio, separándonos.
— ¿Cómo se supone que se juega eso?
— Son cartas muggles, ¿No?— pregunté.
— Exacto, Harry. Déjame que te explique Draco…
Pasamos una media hora jugando a las cartas muggles, hasta que Malfoy se cansó de perder y pidió hacer otra cosa.
— Confieso que nunca he salido con nadie, chicos; así que no sé exactamente que hacer— murmuró, un tanto apenada.
— Yo tampoco— dijimos yo y Malfoy al mismo tiempo.
— ¿De verdad?
— Si… Lo único que hacía era visitar el parque— fundamenté.
— Y yo solo estoy dentro de casa— replicó Malfoy.
— Vaya… Entonces improvisaremos… Podríamos… ¿Volar en escoba?
— ¿Se puede?— inquirió Malfoy.
— No lo sé… pero, en todo caso, Hermione no está, así que podemos…
— ¿Y si…?— insistió él, pero ella no lo dejó continuar.
— Oh, vamos… Cualquier problema que tengamos, no teníamos idea de que no se podía.
— Exacto Malfoy, ¿Tienes miedo?
— No Potter, ese eres tú con los dementores.
— ¡Basta! ¡Por Merlín! ¿Es que acaso no pueden llevarse bien?— reprochó Camille.
Sacó su varita y murmuró algo. Permanecimos en un incómodo silencio, hasta que pude avistar algo a lo lejos. Eran tres siluetas.
— ¿Cómo haces?— pregunté, estupefacto, al ver que lo que se acercaba eran nuestras escobas.
— Aprendo los hechizos que considero útiles— explicó, agarrado su escoba—. ¿Vamos?
Y sin esperar respuesta, se elevó. Enseguida la imité.
— ¡Eh, muchachos! ¡Les juego una carrera!— dijo ella, divertida.
— ¿Carrer…?— pero antes de que Malfoy terminara de preguntar, ella ya había dicho “¡YA!”, y estaba volando alrededor del castillo.
Solté una risa, y la seguí, aumentando la velocidad.
La alcancé en una curva, pero ella me despistó, y le perdí el rastro.
— ¡Serías buena buscadora!— grité, cuando la volví a ver, cerca de los invernaderos.
— ¡Ah, me alagas Harry! ¡Pero ya hay uno bueno!— dijo de igual manera, y volvió a acelerar.
Dimos una vuelta entera, y volvimos a aterrizar en el jardín interno con la fuente.
Ella reía, y terminó contagiándome. De la nada se detuvo en seco.
— ¿Dónde quedó Draco?
En ese mismo momento, algo cayó junto a nosotros.
— ¡Draco!— exclamó, arrodillándose junto a él—, ¿qué te ha pasado?
— Les perdí el rastro—farfulló, limpiándose la tierra de la túnica.
Tuve que reprimir una risa.
— Será mejor que nos sentemos…—sugirió ella, ayudándolo a llegar hasta la manta.
¡Ni que fuera a morirse!
— ¿Te sientes bien? ¿Quieres ir a la enfermería?
¿Por qué tenía que ser tan escandalosamente amable con todos?... Agh… Es tan perfecta…
— Si— se apresuró a decir—. Estoy bien, descuida.
— Um… ¿Seguro? Parece que… ¡Por Merlín!
— ¿¡Qué!? ¿¡Qué me ha pasado!?— preguntó, histérico.
— Te has lastimado… Dios, te sangra… Mejor te llevamos a la enfermería…
Se puso de pie, y me pidió que la ayudara. Caminamos por los pasillos, con sus brazos bajo el cuello.
— Vaya Draco, se supone que juegas quidditch… ¿Por qué aterrizaste así?
— Ujjum… u…la…i…vi…— farfulló él. Solté una risotada.
— ¿Qué, qué?— insistió ella, ignorándome.
— Que… no…ola…in…
— No te entiendo…
— ¡Que había una gárgola en mi camino y no la vi!
Me eché a reír, era algo patético para un buscador el no ver una gigante gárgola habiendo tanta visibilidad y poco viento.
— ¡Harry!— reclamó Camille, y pare un poco.
— Por lo menos no me desmayo con dementores, Potter— repuso él, enfadado.
— ¡Draco!— volvió a reclamar ella. Suspiró—. Creo que no volveré a juntarlos…
Lo dejamos en la enfermería, y volvimos a recibir a Ron y Hermione.
Camille POV
— Aquí tienen —dijo Ron, una vez en la Sala Común—. Hemos traído todos los que pudimos.
Un chaparrón de caramelos de brillantes colores cayó sobre la mesa.
Ya había anochecido.
— Gracias —dijimos al mismo tiempo, tomando un par de diablillos de pimienta cada uno.
— ¿cómo es Hogsmeade?— preguntó él.
— Si, ¿Dónde han ido?
A juzgar por las apariencias, a todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...
— ¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una! Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienen un poco, miren.
— Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...
— Ojalá les hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.
— ¿Y ustedes que han hecho? —preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?
— No —respondió Harry, sonriendo, divertido.
— ¿Qué has hecho Harry? ¿La profesora McGonagall te atrapó? ¡Por Merlín! Camille, ¡dime que han hecho!— dijo Hermione, preocupada.
— ¡Tranquila Herms! Solamente se ríe porque es un insensible— dije seria, pero al final terminé riendo.
— ¿Qué ha sucedido?
— Bueno… ¿Recuerdan que me juntaría con Draco?
— Como olvidarlo…— murmuró Ron, y Harry le lanzó una mirada amenazante.
— Resulta que le pedí a Harry que me acompañara, porque ya no me atrevía a estar a solas con él… Pero…
— No resulto como él quería— finalizó Harry, riendo.
— ¿A no?
— Mm… No sé que esperaba que sucediera… Pero como resultó seguramente que no…
— ¡Digan ya! ¡Déjense de códigos!— pidió Ron.
— ¡Bueno! Hicimos una carrera con escobas… Le gané a Harry, por cierto— narré, sonriendo con superioridad—. Pero a Draco no le fue tan bien…
— Se estrelló con una gárgola, y cayó al suelo. Tuvimos que ayudarlo a ir a la enfermería— finalizó Harry, quien reía junto a Ron.
— ¡Ah, Harry! ¡No te rías! ¡Es algo serio! ¡Podría…!— pero no pude más, y reí con ellos.
La cena fue magnífica. Hubo una actuación por parte de Nick Casi Decapitado, y cantó el coro de la escuela. La comida resultó ser más deliciosa que de costumbre.
Los cuatro regresamos a la Sala Común una vez acabado el banquete, junto al resto de los alumnos, pero al llegar nos encontramos con que estaba lleno de alumnos.
— ¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Me puse de puntas de pie, para mirar sobre las cabezas. El retrato estaba cerrado.
— Déjenme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Déjenme pasar, soy el Premio Anual.
La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Solo se oyó que Percy decía con una voz repentinamente aguda:
— Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.
— ¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y nosotros nos acercamos un poco para ver que sucedía.
— ¡Oh, por todos los Santos!— murmuré, aterrada, tomando enseguida la mano de Harry.
La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.
— Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
— ¡En vano van! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
— ¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
— Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.
— ¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
— Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
Todo se volvió oscuro, y no supe nada más.

Capítulo nuevo! :D (deje muy de lado mi otra novela, me parece que tardaré en volver a actualizar esta U.U )
Ahh, ¿Les dije ya cuánto me inspiran sus comentarios? Es como asdfghjklñ :bounce: Y me re emociono, así como cuando el chico que te gusta te habla (okno, tan así no :roll: ). Bueno, bueno, Susie, ¡Gracias por tu comentario! Igual que a Essentia ¡Vos fuiste la primera en comentar la nove :) ) Bea, concuerdo, me alegra saber que sigue viva xD (Y pronto subira cap 8) ) Ahh... Bueno, eso es todo. Les dejo el capítulo y me voy a Harrylatino... (MY God! Debo muchos Roless :| , me van a matar xd ) okok, besos chicas ^^
C.J. Potter
C.J. Potter


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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú) - Página 5 Empty Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)

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