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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Nombre: La muchacha de Gryffindor.
Autor: CamiPotter2012
Adaptación: Si. Adaptación de los libros de Harry Potter -todos-. (Si, va a ser largo...)
Género: Romance, algo de drama y un tanto de humor.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Bueno, acabo de subirla también a Potterfics, porque la mayoría de mis amigas (Fanáticas de Harry por Internet) tienen cuentas ahí. :)
¡Hola! Bueno, a decir verdad soy nueva en el foro y por eso estoy un tanto pérdida (para las adms si es que algo hice mal), así que aquí les traigo mi primer fic, espero que dejen sus criticas buenas, y malas también. Gracias, y besos!
P.D: Ahora les dejo la sinopsis
Autor: CamiPotter2012
Adaptación: Si. Adaptación de los libros de Harry Potter -todos-. (Si, va a ser largo...)
Género: Romance, algo de drama y un tanto de humor.
Advertencias: Ninguna.
Otras páginas: Bueno, acabo de subirla también a Potterfics, porque la mayoría de mis amigas (Fanáticas de Harry por Internet) tienen cuentas ahí. :)
¡Hola! Bueno, a decir verdad soy nueva en el foro y por eso estoy un tanto pérdida (para las adms si es que algo hice mal), así que aquí les traigo mi primer fic, espero que dejen sus criticas buenas, y malas también. Gracias, y besos!
P.D: Ahora les dejo la sinopsis
Última edición por JulyPotter2012 el Mar 03 Jul 2012, 10:28 am, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Sinopsis:
Camille Black, es una niña de diez años, como cualquier otra, bueno, excepto porque vive en un orfanato, y que al parecer es una bruja... Así es, un día recibe una carta invitándola a Hogwarts, escuela de Magia y Hechizeria, dándole a su vida un giro brusco.
Allí conoce a Hermione Granger, a Ron Weasley y su gran familia, y más importante, a Harry Potter, el famoso salvador del mundo mágico.
Año tras año sobrellevan una aventura diferente, cada una más peligrosa que otra; a interrogantes aun más difíciles, y lo que es peor aun, a amores y desamores plagados de confusiones y peleas, así como de dulzura y cariño.
Y todo la llevará a una complicada decisión al tiempo que se enfrenta a su desconocido padre, su amigo indeseado, al mismísimo Señor Tenebroso, y a Harry, su gran amor...
¡Bien! Por fin pude armarlo, confieso con vergüenza, que la sinopsis (escrita, porque en mi cabeza estaba), fue lo que más me costo, pero aquí la tienen.
Comenten que les parece (un comentario basta), y subo el primer cap :)
Camille Black, es una niña de diez años, como cualquier otra, bueno, excepto porque vive en un orfanato, y que al parecer es una bruja... Así es, un día recibe una carta invitándola a Hogwarts, escuela de Magia y Hechizeria, dándole a su vida un giro brusco.
Allí conoce a Hermione Granger, a Ron Weasley y su gran familia, y más importante, a Harry Potter, el famoso salvador del mundo mágico.
Año tras año sobrellevan una aventura diferente, cada una más peligrosa que otra; a interrogantes aun más difíciles, y lo que es peor aun, a amores y desamores plagados de confusiones y peleas, así como de dulzura y cariño.
Y todo la llevará a una complicada decisión al tiempo que se enfrenta a su desconocido padre, su amigo indeseado, al mismísimo Señor Tenebroso, y a Harry, su gran amor...
¡Bien! Por fin pude armarlo, confieso con vergüenza, que la sinopsis (escrita, porque en mi cabeza estaba), fue lo que más me costo, pero aquí la tienen.
Comenten que les parece (un comentario basta), y subo el primer cap :)
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Pensaba, quizá, que podría volverlo un "Harry y tú" no lo sé, digan antes de que la publique.
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
¡Hola!
Mis profundos sentimientos en esta novela.
ME ENCANTO.
SIGUELA
xx
Mis profundos sentimientos en esta novela.
ME ENCANTO.
SIGUELA
xx
Phoenix.
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Gracias Phoenix. , te dedico el primer capítulo:
Cap. 1 “La carta”
Primero permítanme presentarme, mi nombre es Camille Black.
Tengo diez años de edad, aunque el agosto 4 cumpliré mi onceavo año de vida.
No tengo mucho que decir de mí… Vivo en un orfanato desde que recuerdo. Es algo frustrante que nadie decida adoptarme, debo tener algún defecto, aunque yo aún no lo noto… Mis ojos son de una tonalidad azolácea, mi cabello es castaño, con abundantes bucles a partir de la oreja. Claro que el que me elijan va más allá de mi apariencia, pero aun así no lo entiendo… soy bastante inteligente para mi edad, ya que estudiar es parte de mi naturaleza, y no pueden decir que soy malvada, pero… Como sea…
Todo comenzó un 10 de julio. Yo estaba sentada en columpio, mirando al resto jugar. Ese era otro tormento, nadie se acercaba a mí porque decían que yo era rara; admito, que usualmente a mí alrededor suceden cosas “extrañas”, pero no es para exagerar.
En ese momento una de las mujeres a cargo se acercó a mí con un sobre en las manos.
-¿Camille?- llamó.
-¿Qué sucede Mrs. Cole?-
-Tienes correspondencia…- dijo tan sorprendida como yo, entregándome un sobre elegante. Se alejó, y leí:
Señorita C. Black
Orfanato “Sunrises”
Kennington
Londres, Inglaterra.
Curioso… murmuré, y sustraje la carta que decía:
“
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación
Internacional de Magos).
Querida señorita Black:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el
Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros
Necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del
31 de julio.
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación
Internacional de Magos).
Querida señorita Black:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el
Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros
Necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del
31 de julio.
Muy cordialmente, Minerva McGonagall
Directora adjunta.”
¿Acaso era un chiste? Y si así lo era, estaba muy bien hecho…Directora adjunta.”
Retiré la otra carta:
“COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
— Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
— El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
— Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
— Teoría mágica, Adalbert Waffling.
— Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
— Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
— Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
— Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
— Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin
Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE
LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.”
LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.”
Debía de ser una broma, de seguro…
Durante minutos mi mente quedó en blanco… ¿Yo, bruja?
Tal vez eso explicara los sucesos extraños a mi alrededor, pero… ¡Era demasiado raro!
Al día siguiente le mostré la carta a la dueña del lugar, era una señora amable, de unos 50 años, con sonrisa jovial y dulce, llamada Elizabeth Honey. Ella se lo tomó a pecho, y me apoyó a que lo creyera., pese a mis insistencias de que un loco me acosaba con bromas pesadas.
A mediados de agosto me acompaño al centro de la ciudad, para comprar lo necesario. Luego de una intensiva búsqueda (y de perseguir a personas de extrañas vestimentas coloridas), encontramos un lugar llamado “El caldero chorreante”, allí un anciano amistoso, nos indicó como llegar a un llamado “callejón Diagon”. Tuvimos que golpear un ladrillo en el pequeño patiecillo del fondo, ¿Increíble, no? Y fue como si algo nos arrastrara por los aires, hasta dejarnos intactas en una especie de mini ciudad, plagada de personas de túnicas de toda la variedad de colores imaginables.
Quedé estupefacta; escobas barriendo por sí solas, teteras sirviendo sin nadie al mando… Fantástico…
Tuvimos que ir a un banco llamado Gringotts para cambiar el dinero que se utilizaba en Londres, por el mágico, ya que al parecer para los magos el dinero “muggle” (así lo llamaron), no tenía valor para ellos.
Mrs. Honey prefirió quedarse esperándome allí, ya que había quedado mareada cuando fue en búsqueda de su dinero (¡Así es! Ella sabía sobre la magia, ya que su madre era bruja, y tenía una cuenta a su nombre. ¡IRREAL!).
Conseguí todo lo necesario, solo faltaban los libros y la túnica.
Cuando llegué, (mediante indicaciones) a “Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones”, salía un muchacho rubio con cara de molestia, quien al verme quedó paralizado un segundo, para luego retomar su camino.
Cuando entré, me recibió una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva.
- Hola dulzura, ¿Hogwarts, no es así?- asentí tímidamente –; acompáñame, en este momento hay alguien que también es de la escuela- comentó guiándome al fondo del local. Allí, un niño de cabello azabache, con gafas negras cubriendo unos grandes ojos verdes, y una rara cicatriz en la frente en forma de rayo, se probaba una túnica negra.
-Aguarda aquí un segundo…- murmuró Madame Malkin luego de tomar mis medidas. Me acerqué al muchacho, quien aún no me había visto.
-Hola- dije en voz baja.
Volteo y durante un segundo también quedó paralizado. ¿Qué le pasaba a la gente hoy?
-Ho-hola- tartamudeó.
-¿Tú también eres nuevo en esto?- pregunté mirando a mi alrededor.
-Así es- ahora parecía menos cohibido-. Hasta hace unos días no tenía idea de que esto existía
Sonreí, a mí me sucedía lo mismo.
-Yo tampoco, me sorprendió mucho…- conté yéndome un tanto a mis pensamientos de ayer en la noche.
-A propósito- agregué-, ¿Cómo te llamas?-
-Harry… Harry Potter…- respondió dudoso y algo apenado.
-Un placer Harry, mi nombre es Camille Black- dije afectuosa, feliz de que por primera vez no me veían como “la rara”…
El me devolvió la sonrisa aliviado, ¿de qué? No lo sé, tal vez estaba tenso…
Segundos después apareció Madame Malkin, y Harry se fue, luego de haber comprado un par de túnicas.
Cuando conseguí todo, fui al encuentro de la señora Honey, y volvimos al orfanato.
La espera para el 1 de septiembre sería larga…
Última edición por Juliette el Jue 06 Dic 2012, 12:29 pm, editado 7 veces
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
¡Estoy entusiasmada! Acá te dejo el siguiente capi:
Cap. 2 “Hogwarts”
El tiempo pasó, y por fin llegó el día. La señora Honey no podía acompañarme, ya que estaba enferma, así que me dio su confianza para ir sola.
Una vez en King Cross, con mi baúl, y mi lechuza gris con alas blancas (llamada Wiggins) en un carro, buscaba desesperadamente el andén 9 ¾, ¡pero no existía!
Estaba parada entre el andén 9, y el 10, buscando como una idiota alguna señal de la plataforma que hasta ahora no aparecía… Hasta que vi una cabeza conocida.
Era Harry, el muchacho de la tienda de Madame Malkin. Estaba tan perdido como yo, así que me acerqué a él.
-¡Harry!- saludé. Cuando me vio, lo noté menos tenso.
-Camille, ¿Sabes dónde está?- entendí a qué se refería.
-No, de hecho esperaba que tú supieras…- confesé con pena. Pero en ese momento, una larga hilera de cabezas pelirrojas paso por al lado nuestro.
-¡Deprisa Ron! ¡Fred, deja de molestar a tu hermano!
Una ajetreada señora gritaba dando indicaciones. Con ella iba un hombre, de seguro su esposo, una niña algo más pequeña que yo, un niño con cara de nervios, tal vez de nuestra edad, dos muchachos mayores, que eran completamente iguales y finalmente otro con aspecto serio, que ayudaba a su madre.
Estos últimos cuatro, también tenían carros, por lo que deduje iban a Hogwarts.
-Parecen ir a Hogwarts también- señale a Harry.
-Tienes razón, mejor que les preguntemos…-
Y dicho esto se acercó a la mujer, y amablemente le preguntó por el andén 9 ¾.
-Oh, descuida cielo, solo debes cruzar esa pared, puedes ir con Ron- señalo al muchachito más pequeño- y tú conmigo- me dijo sonriendo- cariño, ve con Ginny- pidió a su esposo, entregándole a la entusiasmada niña.
-Bien, Percy, ve primero- y entonces el mayor atravesó como si nada la pared en medio de ambas estaciones, o eso pareció, ya que al segundo no estaba más.
-Ahora ustedes, Fred- dijo a uno de los gemelos.
-¡Soy George mujer!- reprochó- ¿Y tú te haces llamar nuestra madre?
-Lo siento cariño...
-No, era broma, si soy Fred- y junto a su hermano caminaron hasta desaparecer.
-Ahora vayan ustedes- le indico a Harry, y así lo hicieron.
-Bien, vamos- me avisó, y a continuación traspasamos corriendo la pared.
Fue como una ventisca fuerte, y al segundo ya estaba, según un rotulo, en el andén 9 ¾ donde un tren escarlata esperaba. Harry y el joven llamado Ron esperaban de aquel lado.
Subí al tren, y busqué un vagón vacío, hasta que al fin hallé uno.
Rato después apareció Harry.
-¿Puedo sentarme aquí?- preguntó tímidamente.
-Claro.- asentí sonriente. Entonces me paré a guardar mi baúl en el compartimiento, junto a él, pero eran demasiados pesados. Apareció uno de los gemelos pelirrojos en aquel momento.
-¿Quieren que los ayude?- preguntó.
-Sí, por favor -jadeó Harry.
-¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!
Con la ayuda de los gemelos, el baúl de Harry finalmente quedó en un rincón del compartimiento, y luego el mío junto.
-Gracias- dijimos los dos. Harry se sacó el pelo húmedo de la frente.
-¿Qué es eso? -dijo de pronto uno de los gemelos, señalando la brillante cicatriz de Harry
-Vaya- dijo el otro gemelo-. ¿Eres tú...?-
-Es él -dijo el primero-. Eres tú, ¿no? -se dirigió a Harry.
-¿Quién? -preguntó él. Yo estaba tan confundida como cuando recibí la invitación a Hogwarts.
-Harry Potter -respondieron a coro.
-Oh, él -dijo Harry-. Quiero decir, sí, soy yo.
Los dos muchachos lo miraron boquiabiertos y Harry se ruborizó, pero, ¿Qué tontería era esta? Él era Harry Potter, ya lo sabía, pero y qué, ¿Qué misterio guardaba…?
Entonces, para alivio de Harry, una voz llegó a través de la puerta abierta del compartimiento.
-¿Fred? ¿George? ¿Están ahí?
-Ya vamos, mamá.
Con una última mirada a Harry, los gemelos saltaron del vagón.
Harry se sentó al lado de la ventanilla. Desde allí, medio oculto, podía observar a la familia de pelirrojos en el andén y oír lo que decían, me senté a su lado, sin reproches de su parte. La madre acababa de sacar un pañuelo.
-Ron, tienes algo en la nariz.
El menor de los varones trató de esquivarla, pero la madre lo sujetó y comenzó a frotarle la punta de la nariz.
-Mamá, déjame -exclamó apartándose.
-¿Ah, el pequeñito Ronnie tiene algo en su naricita? -dijo uno de los gemelos.
-Cállate -dijo Ron.
-¿Dónde está Percy? -preguntó la madre.
-Ahí viene.
El mayor de los muchachos se acercaba a ellos. Ya se había puesto la ondulante túnica negra de Hogwarts, y noté que tenía una insignia plateada en el pecho, con la letra P.
-No me puedo quedar mucho, mamá –dijo-. Estoy delante, los prefectos tenemos dos compartimientos...
-Oh, ¿tú eres un prefecto, Percy? -dijo uno de los gemelos, con aire de gran sorpresa-. Tendrías que habérnoslo dicho, no teníamos idea.
-Espera, creo que recuerdo que nos dijo algo -dijo el otro gemelo-. Una vez...
-O dos...
-Un minuto...
-Todo el verano...
-Oh, callense -dijo Percy, el prefecto.
-Y de todos modos, ¿por qué Percy tiene túnica nueva? -dijo uno de los gemelos.
-Porque él es un prefecto-respondió afectuosamente la madre-. Muy bien, cariño, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues allá.
Besó a Percy en la mejilla y el muchacho se fue. Luego se volvió hacia los gemelos.
-Ahora, ustedes dos... Este año se tendrán que portar bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que han hecho... estallar un inodoro o...
-¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hemos hecho nada de eso.
-Pero es una gran idea, mamá. Gracias.
-No tiene gracia. Y cuidad de Ron.
-No te preocupes, el pequeño Ronnie estará seguro con nosotros.
-Cállate -dijo otra vez Ron. Era casi tan alto como los gemelos y su nariz todavía estaba rosada, en donde su madre la había frotado.
-Eh, mamá, ¿adivinas a quién acabamos de ver en el tren?
Harry se agachó rápidamente para que no lo descubrieran, y yo lo imité sin saber por qué.
-¿Se acuerdan de ese muchacho de pelo negro que estaba cerca de nosotros, en la estación? ¿Saben quién es?
-¿Quién?
-¡Harry Potter!
Oí la voz de la niña.
-Mamá, ¿puedo subir al tren para verlo? ¡Oh, mamá, por favor...!
-Ya lo has visto, Ginny y, además, el pobre chico no es algo para que lo mires como en el zoológico. ¿Es él realmente, Fred? ¿Cómo lo sabes?
-Se lo pregunté. Vi su cicatriz. Está realmente allí... como iluminada.- observé que Harry tocaba su frente.
-Pobrecillo... No es raro que esté solo. Fue tan amable cuando me preguntó cómo llegar al andén...
-Eso no importa. ¿Crees que él recuerda cómo era Quien-tú-sabes?
La madre, súbitamente, se puso muy seria. ¿A qué se refería?
-Te prohíbo que le preguntes, Fred. No, no te atrevas. Como si necesitara que le recuerden algo así en su primer día de colegio.
-Está bien, quédate tranquila.
Se oyó un silbido.
-Dense prisa -dijo la madre, y los tres chicos subieron al tren. Se asomaron por la ventanilla para que los besara y la hermanita menor comenzó a llorar.
-No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.
-Y un inodoro de Hogwarts.
-¡George!
Y cuando el tren se puso en marcha, Harry volvió a su lugar, y yo también.
-¿Qué fue eso? ¿A qué se refieren con Quien-Tu-Sabes-Quién?- él estaba a punto de abrir la boca, cuando la puerta se abrió, dando paso a un Ron molesto.
-Me las pagaran…- susurro para sí. Cuando se percató de nuestra presencia, dijo nervioso:
-Lo siento… ¿Interrumpo algo?- se notaba apenado, y a punto de irse. Yo estaba por decir que si, cuando Harry me ganó diciendo que no, e invitándolo a sentarse.
-Hola, soy Ron Wesley- se presentó, aunque ya lo teníamos por sabido.
-Yo soy Camille Black- y de repente su cara se tornó blanca.
-¿Eres hija de Sirius Black?- bajé la mirada.
-De hecho, no lo sé, no conozco a mis padres…
-Oh, lo siento…- y cambió de tema rápidamente -¿Y tú quién eres?- preguntó a Harry.
-Eso mismo quiero saber yo…- susurré.
-Soy… Harry, Harry Potter…- contestó con timidez. Y el niño abrió los ojos como platos.
-¿¡Harry Potter?! ¡Tú venciste a Tu-Sabes-Quién!- exclamó asombrado, y Harry se sonrojo. Así que se trataba de que él “venció a alguien”…
-Un momento- interrumpí -¿Quién es Quien-Tu-Sabes-Quien?- Ron me miró incrédulo.
-Es el mago más tenebroso de todos los tiempos…
-¿Cómo se llama?
-Voldemort…- dijo Harry al ver que Ron no tenía intención de responder. El pobre casi se desmaya cuando este dijo aquel nombre.
-No lo repitas, por favor…
-Pero, ¿Qué sucedió? ¿Cómo lo venciste?- insistí, y el pelirrojo continuó con lo suyo
-Este... este mago, fue uno de los peores… Sucedió que, Hace unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba consiguiendo poder. No se sabía en quién confiar, uno no se animaba a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos... Sucedían cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le opusieron y él los mató. Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-tú-sabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.
Ahora bien, sus padres eran la mejor bruja y el mejor mago que había por ese entonces.-hizo señas con la mirada a Harry- Supongo que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte... Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro.
Tal vez pensó que podía persuadirlos... O quizá simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció en el pueblo donde ellos vivían, el día de Halloween, hace diez años. Tú tenías un año. –Señaló al moreno- Él fue a su casa y...- incapaz de continuar, temiendo de dañar a Harry, quien termino la frase fue el afectado:
-Y los mató…
-Así es, pero cuando trató de matarte a ti, el hechizo rebotó, y le dio a él, debilitándolo mucho, tanto que desde ese entonces nadie volvió a verlo… Eres nuestro salvador, ¿Sabes? Mi madre me contaba esta historia siempre antes de ir a dormir- dijo entusiasmado y terminó riendo. Era asombroso, Harry era un héroe reconocido en el mundo mágico…
-Wow, es increíble, Harry- comenté, y en ese momento una niña de pelo rizado y castaño entró al compartimiento.
-¿Han visto una rana? Neville perdió una- agregó rodando los ojos.
-No, no hemos visto ninguna- respondió Harry. Al verlo, la chica palideció.
-¡Harry Potter! ¡Es increíble que seas tú!- gritó emocionada.
Oh, ya entendía al pobre, ir a todos lados y que la gente grité tu nombre por los aires, re narrándote tu vida… Nada agradable…
Él sonrió un poco y bajó la mirada.
-Lo sé todo sobre ti, apareces en muchos libros, Harry- continuó sentándose a mi lado.
Continuamos hablando un rato largo, hasta que alguien irrumpió en el vagón.
Eran tres muchachos, reconocí al del medio, que era el rubio de la tienda de túnicas.
-¿Es verdad? –Preguntó mirando a Harry-. Por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento. Así que eres tú, ¿no?
-Sí. -respondió Harry. Observé a los otros muchachos. Ambos eran corpulentos y parecían muy vulgares. Situados a ambos lados del chico pálido, parecían guardaespaldas.
-Oh, éste es Crabbe y éste Goyle -dijo el muchacho pálido con despreocupación, al darse cuenta de que los miraba-. Y mi nombre es Malfoy, Draco Malfoy- dijo tanto para Harry, como para… ¿Mi?
Ron dejó escapar una débil tos, que podía estar ocultando una risita. Draco (Dragón) Malfoy lo miró.
-Te parece que mi nombre es divertido, ¿no? No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas y más hijos que los que pueden mantener.
Eso había sido muy grosero e innecesario.
Se volvió hacia Harry.
-Muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mucho mejores que otras, Potter. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida. Yo puedo ayudarte en eso.
Extendió la mano, para estrechar la de él; pero Harry no la aceptó.
-Creo que puedo darme cuenta solo de cuáles son los indebidos, gracias –dijo con frialdad. Involuntariamente sonreí hacia la humildad de Harry.
Draco Malfoy no se ruborizó, pero un tono rosado apareció en sus pálidas mejillas.
-Yo tendría cuidado, si fuera tú, Potter -dijo con calma-. A menos que seas un poco más amable, vas a ir por el mismo camino que tus padres. Ellos tampoco sabían lo que era bueno para ellos. Tú sigue con gentuza como los Weasley y ese Hagrid y terminarás como ellos.- Eso había sido vil, y este Draco comenzaba a caerme muy mal…
Harry y Ron se levantaron al mismo tiempo. El rostro de Ron estaba tan rojo como su pelo.
-Repite eso…
-Oh, van a pelear con nosotros, ¿eh? -se burló Malfoy.
-Si no se van ahora mismo... -dijo Harry, con valor, aunque lo noté algo nervioso, y no era para menos, porque Crabbe y Goyle eran mucho más fuertes que él y Ron.
-Pero nosotros no tenemos ganas de irnos, ¿no es cierto, muchachos? Nos hemos comido todo lo que llevábamos y parece que ustedes todavía tienen algo.-
Goyle se inclinó para coger una rana de chocolate del lado de Ron. El pelirrojo saltó hacia él, pero antes de que pudiera tocar a Goyle, el muchacho dejó escapar un aullido terrible.
Scabbers, la rata de Ron, colgaba del dedo de Goyle, con los agudos dientes clavados profundamente en sus nudillos. Crabbe y Malfoy retrocedieron mientras Goyle agitaba la mano para desprenderse de la rata, gritando de dolor, hasta que, finalmente, Scabbers salió volando, chocó contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron. Tal vez pensaron que había más ratas entre las golosinas.
-¿Qué ha pasado? -preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron que cogía a Scabbers por la cola.
-Creo que se ha desmayado -dijo Ron a Harry. Miró más de cerca a la rata-.No, no puedo creerlo, ya se ha vuelto a dormir.
Y era así.
-¿Conocías ya a Malfoy?- preguntó Hermione.
-No realmente, pero nos cruzamos cuando compraba mis túnicas…- dijo mirándome.
-Claro, exactamente el día en que te vi, el salía molesto de allí…
-Mencionó algo sobre el quiditch y “Slytherin”, aunque no sé qué son ninguna de las dos…- noté un tomo de vergüenza en su voz- pero solo eso.
-Ah…- dijo Ron regresando a su asiento como nosotros.
-¿Harry? ¿De veras no sabes nada del quiditch o de Slytherin?
-No…
-Yo tampoco…- agregué. Ron y Hermione nos miraron sorprendidos.
-¿Son nuevos en esto, no es así?- asentimos.
-El quiditch es el deporte más popular en el mundo mágico- explico Ron.
-Es como el Football, pero con escobas, y aros en vez de arcos- agregó Hermione.
Minutos después fuimos a ponernos las túnicas, y cuando quisimos acordar ya estábamos en Hogwarts.
Nos hicieron cruzar un lago en botes sin ver señales del lugar, hasta que al doblar por una loma, nos encontramos con un enorme castillo lleno de torres, torrecillas y atalayas, iluminado casi enteramente por dentro.
-Wow…- dijimos los cuatro, ya que íbamos en el mismo bote.
Cap. 2 “Hogwarts”
El tiempo pasó, y por fin llegó el día. La señora Honey no podía acompañarme, ya que estaba enferma, así que me dio su confianza para ir sola.
Una vez en King Cross, con mi baúl, y mi lechuza gris con alas blancas (llamada Wiggins) en un carro, buscaba desesperadamente el andén 9 ¾, ¡pero no existía!
Estaba parada entre el andén 9, y el 10, buscando como una idiota alguna señal de la plataforma que hasta ahora no aparecía… Hasta que vi una cabeza conocida.
Era Harry, el muchacho de la tienda de Madame Malkin. Estaba tan perdido como yo, así que me acerqué a él.
-¡Harry!- saludé. Cuando me vio, lo noté menos tenso.
-Camille, ¿Sabes dónde está?- entendí a qué se refería.
-No, de hecho esperaba que tú supieras…- confesé con pena. Pero en ese momento, una larga hilera de cabezas pelirrojas paso por al lado nuestro.
-¡Deprisa Ron! ¡Fred, deja de molestar a tu hermano!
Una ajetreada señora gritaba dando indicaciones. Con ella iba un hombre, de seguro su esposo, una niña algo más pequeña que yo, un niño con cara de nervios, tal vez de nuestra edad, dos muchachos mayores, que eran completamente iguales y finalmente otro con aspecto serio, que ayudaba a su madre.
Estos últimos cuatro, también tenían carros, por lo que deduje iban a Hogwarts.
-Parecen ir a Hogwarts también- señale a Harry.
-Tienes razón, mejor que les preguntemos…-
Y dicho esto se acercó a la mujer, y amablemente le preguntó por el andén 9 ¾.
-Oh, descuida cielo, solo debes cruzar esa pared, puedes ir con Ron- señalo al muchachito más pequeño- y tú conmigo- me dijo sonriendo- cariño, ve con Ginny- pidió a su esposo, entregándole a la entusiasmada niña.
-Bien, Percy, ve primero- y entonces el mayor atravesó como si nada la pared en medio de ambas estaciones, o eso pareció, ya que al segundo no estaba más.
-Ahora ustedes, Fred- dijo a uno de los gemelos.
-¡Soy George mujer!- reprochó- ¿Y tú te haces llamar nuestra madre?
-Lo siento cariño...
-No, era broma, si soy Fred- y junto a su hermano caminaron hasta desaparecer.
-Ahora vayan ustedes- le indico a Harry, y así lo hicieron.
-Bien, vamos- me avisó, y a continuación traspasamos corriendo la pared.
Fue como una ventisca fuerte, y al segundo ya estaba, según un rotulo, en el andén 9 ¾ donde un tren escarlata esperaba. Harry y el joven llamado Ron esperaban de aquel lado.
Subí al tren, y busqué un vagón vacío, hasta que al fin hallé uno.
Rato después apareció Harry.
-¿Puedo sentarme aquí?- preguntó tímidamente.
-Claro.- asentí sonriente. Entonces me paré a guardar mi baúl en el compartimiento, junto a él, pero eran demasiados pesados. Apareció uno de los gemelos pelirrojos en aquel momento.
-¿Quieren que los ayude?- preguntó.
-Sí, por favor -jadeó Harry.
-¡Eh, Fred! ¡Ven a ayudar!
Con la ayuda de los gemelos, el baúl de Harry finalmente quedó en un rincón del compartimiento, y luego el mío junto.
-Gracias- dijimos los dos. Harry se sacó el pelo húmedo de la frente.
-¿Qué es eso? -dijo de pronto uno de los gemelos, señalando la brillante cicatriz de Harry
-Vaya- dijo el otro gemelo-. ¿Eres tú...?-
-Es él -dijo el primero-. Eres tú, ¿no? -se dirigió a Harry.
-¿Quién? -preguntó él. Yo estaba tan confundida como cuando recibí la invitación a Hogwarts.
-Harry Potter -respondieron a coro.
-Oh, él -dijo Harry-. Quiero decir, sí, soy yo.
Los dos muchachos lo miraron boquiabiertos y Harry se ruborizó, pero, ¿Qué tontería era esta? Él era Harry Potter, ya lo sabía, pero y qué, ¿Qué misterio guardaba…?
Entonces, para alivio de Harry, una voz llegó a través de la puerta abierta del compartimiento.
-¿Fred? ¿George? ¿Están ahí?
-Ya vamos, mamá.
Con una última mirada a Harry, los gemelos saltaron del vagón.
Harry se sentó al lado de la ventanilla. Desde allí, medio oculto, podía observar a la familia de pelirrojos en el andén y oír lo que decían, me senté a su lado, sin reproches de su parte. La madre acababa de sacar un pañuelo.
-Ron, tienes algo en la nariz.
El menor de los varones trató de esquivarla, pero la madre lo sujetó y comenzó a frotarle la punta de la nariz.
-Mamá, déjame -exclamó apartándose.
-¿Ah, el pequeñito Ronnie tiene algo en su naricita? -dijo uno de los gemelos.
-Cállate -dijo Ron.
-¿Dónde está Percy? -preguntó la madre.
-Ahí viene.
El mayor de los muchachos se acercaba a ellos. Ya se había puesto la ondulante túnica negra de Hogwarts, y noté que tenía una insignia plateada en el pecho, con la letra P.
-No me puedo quedar mucho, mamá –dijo-. Estoy delante, los prefectos tenemos dos compartimientos...
-Oh, ¿tú eres un prefecto, Percy? -dijo uno de los gemelos, con aire de gran sorpresa-. Tendrías que habérnoslo dicho, no teníamos idea.
-Espera, creo que recuerdo que nos dijo algo -dijo el otro gemelo-. Una vez...
-O dos...
-Un minuto...
-Todo el verano...
-Oh, callense -dijo Percy, el prefecto.
-Y de todos modos, ¿por qué Percy tiene túnica nueva? -dijo uno de los gemelos.
-Porque él es un prefecto-respondió afectuosamente la madre-. Muy bien, cariño, que tengas un buen año. Envíame una lechuza cuando llegues allá.
Besó a Percy en la mejilla y el muchacho se fue. Luego se volvió hacia los gemelos.
-Ahora, ustedes dos... Este año se tendrán que portar bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que han hecho... estallar un inodoro o...
-¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hemos hecho nada de eso.
-Pero es una gran idea, mamá. Gracias.
-No tiene gracia. Y cuidad de Ron.
-No te preocupes, el pequeño Ronnie estará seguro con nosotros.
-Cállate -dijo otra vez Ron. Era casi tan alto como los gemelos y su nariz todavía estaba rosada, en donde su madre la había frotado.
-Eh, mamá, ¿adivinas a quién acabamos de ver en el tren?
Harry se agachó rápidamente para que no lo descubrieran, y yo lo imité sin saber por qué.
-¿Se acuerdan de ese muchacho de pelo negro que estaba cerca de nosotros, en la estación? ¿Saben quién es?
-¿Quién?
-¡Harry Potter!
Oí la voz de la niña.
-Mamá, ¿puedo subir al tren para verlo? ¡Oh, mamá, por favor...!
-Ya lo has visto, Ginny y, además, el pobre chico no es algo para que lo mires como en el zoológico. ¿Es él realmente, Fred? ¿Cómo lo sabes?
-Se lo pregunté. Vi su cicatriz. Está realmente allí... como iluminada.- observé que Harry tocaba su frente.
-Pobrecillo... No es raro que esté solo. Fue tan amable cuando me preguntó cómo llegar al andén...
-Eso no importa. ¿Crees que él recuerda cómo era Quien-tú-sabes?
La madre, súbitamente, se puso muy seria. ¿A qué se refería?
-Te prohíbo que le preguntes, Fred. No, no te atrevas. Como si necesitara que le recuerden algo así en su primer día de colegio.
-Está bien, quédate tranquila.
Se oyó un silbido.
-Dense prisa -dijo la madre, y los tres chicos subieron al tren. Se asomaron por la ventanilla para que los besara y la hermanita menor comenzó a llorar.
-No llores, Ginny, vamos a enviarte muchas lechuzas.
-Y un inodoro de Hogwarts.
-¡George!
Y cuando el tren se puso en marcha, Harry volvió a su lugar, y yo también.
-¿Qué fue eso? ¿A qué se refieren con Quien-Tu-Sabes-Quién?- él estaba a punto de abrir la boca, cuando la puerta se abrió, dando paso a un Ron molesto.
-Me las pagaran…- susurro para sí. Cuando se percató de nuestra presencia, dijo nervioso:
-Lo siento… ¿Interrumpo algo?- se notaba apenado, y a punto de irse. Yo estaba por decir que si, cuando Harry me ganó diciendo que no, e invitándolo a sentarse.
-Hola, soy Ron Wesley- se presentó, aunque ya lo teníamos por sabido.
-Yo soy Camille Black- y de repente su cara se tornó blanca.
-¿Eres hija de Sirius Black?- bajé la mirada.
-De hecho, no lo sé, no conozco a mis padres…
-Oh, lo siento…- y cambió de tema rápidamente -¿Y tú quién eres?- preguntó a Harry.
-Eso mismo quiero saber yo…- susurré.
-Soy… Harry, Harry Potter…- contestó con timidez. Y el niño abrió los ojos como platos.
-¿¡Harry Potter?! ¡Tú venciste a Tu-Sabes-Quién!- exclamó asombrado, y Harry se sonrojo. Así que se trataba de que él “venció a alguien”…
-Un momento- interrumpí -¿Quién es Quien-Tu-Sabes-Quien?- Ron me miró incrédulo.
-Es el mago más tenebroso de todos los tiempos…
-¿Cómo se llama?
-Voldemort…- dijo Harry al ver que Ron no tenía intención de responder. El pobre casi se desmaya cuando este dijo aquel nombre.
-No lo repitas, por favor…
-Pero, ¿Qué sucedió? ¿Cómo lo venciste?- insistí, y el pelirrojo continuó con lo suyo
-Este... este mago, fue uno de los peores… Sucedió que, Hace unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba consiguiendo poder. No se sabía en quién confiar, uno no se animaba a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos... Sucedían cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le opusieron y él los mató. Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-tú-sabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.
Ahora bien, sus padres eran la mejor bruja y el mejor mago que había por ese entonces.-hizo señas con la mirada a Harry- Supongo que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de su parte... Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro.
Tal vez pensó que podía persuadirlos... O quizá simplemente quería quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él apareció en el pueblo donde ellos vivían, el día de Halloween, hace diez años. Tú tenías un año. –Señaló al moreno- Él fue a su casa y...- incapaz de continuar, temiendo de dañar a Harry, quien termino la frase fue el afectado:
-Y los mató…
-Así es, pero cuando trató de matarte a ti, el hechizo rebotó, y le dio a él, debilitándolo mucho, tanto que desde ese entonces nadie volvió a verlo… Eres nuestro salvador, ¿Sabes? Mi madre me contaba esta historia siempre antes de ir a dormir- dijo entusiasmado y terminó riendo. Era asombroso, Harry era un héroe reconocido en el mundo mágico…
-Wow, es increíble, Harry- comenté, y en ese momento una niña de pelo rizado y castaño entró al compartimiento.
-¿Han visto una rana? Neville perdió una- agregó rodando los ojos.
-No, no hemos visto ninguna- respondió Harry. Al verlo, la chica palideció.
-¡Harry Potter! ¡Es increíble que seas tú!- gritó emocionada.
Oh, ya entendía al pobre, ir a todos lados y que la gente grité tu nombre por los aires, re narrándote tu vida… Nada agradable…
Él sonrió un poco y bajó la mirada.
-Lo sé todo sobre ti, apareces en muchos libros, Harry- continuó sentándose a mi lado.
Continuamos hablando un rato largo, hasta que alguien irrumpió en el vagón.
Eran tres muchachos, reconocí al del medio, que era el rubio de la tienda de túnicas.
-¿Es verdad? –Preguntó mirando a Harry-. Por todo el tren están diciendo que Harry Potter está en este compartimento. Así que eres tú, ¿no?
-Sí. -respondió Harry. Observé a los otros muchachos. Ambos eran corpulentos y parecían muy vulgares. Situados a ambos lados del chico pálido, parecían guardaespaldas.
-Oh, éste es Crabbe y éste Goyle -dijo el muchacho pálido con despreocupación, al darse cuenta de que los miraba-. Y mi nombre es Malfoy, Draco Malfoy- dijo tanto para Harry, como para… ¿Mi?
Ron dejó escapar una débil tos, que podía estar ocultando una risita. Draco (Dragón) Malfoy lo miró.
-Te parece que mi nombre es divertido, ¿no? No necesito preguntarte quién eres. Mi padre me dijo que todos los Weasley son pelirrojos, con pecas y más hijos que los que pueden mantener.
Eso había sido muy grosero e innecesario.
Se volvió hacia Harry.
-Muy pronto descubrirás que algunas familias de magos son mucho mejores que otras, Potter. No querrás hacerte amigo de los de la clase indebida. Yo puedo ayudarte en eso.
Extendió la mano, para estrechar la de él; pero Harry no la aceptó.
-Creo que puedo darme cuenta solo de cuáles son los indebidos, gracias –dijo con frialdad. Involuntariamente sonreí hacia la humildad de Harry.
Draco Malfoy no se ruborizó, pero un tono rosado apareció en sus pálidas mejillas.
-Yo tendría cuidado, si fuera tú, Potter -dijo con calma-. A menos que seas un poco más amable, vas a ir por el mismo camino que tus padres. Ellos tampoco sabían lo que era bueno para ellos. Tú sigue con gentuza como los Weasley y ese Hagrid y terminarás como ellos.- Eso había sido vil, y este Draco comenzaba a caerme muy mal…
Harry y Ron se levantaron al mismo tiempo. El rostro de Ron estaba tan rojo como su pelo.
-Repite eso…
-Oh, van a pelear con nosotros, ¿eh? -se burló Malfoy.
-Si no se van ahora mismo... -dijo Harry, con valor, aunque lo noté algo nervioso, y no era para menos, porque Crabbe y Goyle eran mucho más fuertes que él y Ron.
-Pero nosotros no tenemos ganas de irnos, ¿no es cierto, muchachos? Nos hemos comido todo lo que llevábamos y parece que ustedes todavía tienen algo.-
Goyle se inclinó para coger una rana de chocolate del lado de Ron. El pelirrojo saltó hacia él, pero antes de que pudiera tocar a Goyle, el muchacho dejó escapar un aullido terrible.
Scabbers, la rata de Ron, colgaba del dedo de Goyle, con los agudos dientes clavados profundamente en sus nudillos. Crabbe y Malfoy retrocedieron mientras Goyle agitaba la mano para desprenderse de la rata, gritando de dolor, hasta que, finalmente, Scabbers salió volando, chocó contra la ventanilla y los tres muchachos desaparecieron. Tal vez pensaron que había más ratas entre las golosinas.
-¿Qué ha pasado? -preguntó, mirando las golosinas tiradas por el suelo y a Ron que cogía a Scabbers por la cola.
-Creo que se ha desmayado -dijo Ron a Harry. Miró más de cerca a la rata-.No, no puedo creerlo, ya se ha vuelto a dormir.
Y era así.
-¿Conocías ya a Malfoy?- preguntó Hermione.
-No realmente, pero nos cruzamos cuando compraba mis túnicas…- dijo mirándome.
-Claro, exactamente el día en que te vi, el salía molesto de allí…
-Mencionó algo sobre el quiditch y “Slytherin”, aunque no sé qué son ninguna de las dos…- noté un tomo de vergüenza en su voz- pero solo eso.
-Ah…- dijo Ron regresando a su asiento como nosotros.
-¿Harry? ¿De veras no sabes nada del quiditch o de Slytherin?
-No…
-Yo tampoco…- agregué. Ron y Hermione nos miraron sorprendidos.
-¿Son nuevos en esto, no es así?- asentimos.
-El quiditch es el deporte más popular en el mundo mágico- explico Ron.
-Es como el Football, pero con escobas, y aros en vez de arcos- agregó Hermione.
Minutos después fuimos a ponernos las túnicas, y cuando quisimos acordar ya estábamos en Hogwarts.
Nos hicieron cruzar un lago en botes sin ver señales del lugar, hasta que al doblar por una loma, nos encontramos con un enorme castillo lleno de torres, torrecillas y atalayas, iluminado casi enteramente por dentro.
-Wow…- dijimos los cuatro, ya que íbamos en el mismo bote.
Última edición por Juliette el Jue 06 Dic 2012, 12:41 pm, editado 2 veces
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Cap. 3 “Gryffindor”
En el castillo la puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento que tuve fue que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.
-Los de primer año, profesora McGonagall -dijo Hagrid, quien Harry nos presentó momentos antes como su amigo.
-Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era gigantesco. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Seguimos a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Se podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall nos llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Nos reunimos allí, todos estaban mirando con nerviosismo a su alrededor.
-Bienvenidos a Hogwarts -dijo la profesora McGonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, las casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasaran el tiempo libre en la sala común de la misma.
Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor posible.-
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de un niño, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Vi que Harry trató de aplastar su cabello con nerviosismo.
-Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia -dijo la profesora McGonagall-. Por favor, esperen tranquilos.
Salió de la habitación.
-¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? -preguntó Harry a Ron.
-Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era un chiste…
¿Una prueba? Genial, menos mal que en mi extenso tiempo libre me dediqué a leer los libros que había comprado, y estaba preparada para una comprobación. Aunque al parecer, excepto Hermione, todos estaban nerviosos.
-¿¡Qué es eso…?!- se escucharon gritos de atrás. Cuando voltee por poco me desmayo. Una docena de fantasmas acababan de atravesar la pared… Hogwarts sería una gran aventura…
-En marcha -dijo una voz aguda-. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
-Ahora formen una hilera -dijo la profesora a los de primer año- y síganme.
Salimos de la habitación, volvimos a cruzar el vestíbulo, pasamos por unas puertas dobles y entramos en el Gran Comedor. Nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall nos condujo allí y nos hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a nuestras espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Harry levantó la vista, y pude ver su cara de asombro, cuando miré me encontré con un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Hermione susurró: -Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts.
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.
En ese momento apareció Dumbledore, un hombre de larga barba plateada con anteojos de media luna. Lo reconocí gracias a las tarjetas coleccionables de las ranas de chocolate.
Dijo unas palabras, y luego dio por comenzado en proceso de Selección de Casas. En medio del salón, frente a nosotros, había un banco con un sombrero sucio y viejo, que comenzó a cantar (¡Sí! ¡A cantar!) una canción sobre las casas.
-¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! -susurró Ron a Harry-. Voy a matar a Fred.
Harry sonrió débilmente… E involuntariamente sonreí también, pero cuando me di cuenta corrí automáticamente la vista.
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
-Cuando yo los llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen –dijo-. ¡Abbott, Hannah!
Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.
-¡HUFFLEPUFF!-gritó el sombrero.
La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de
Hufflepuff.
-¡Bones, Susan!
-¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.
-¡Boot, Terry!
-¡RAVENCLAW!
La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
-Black, Camille- Y el salón estalló en murmullos, los cuales me negué a escuchar.
Puse el sombrero en mi cabeza, éste me tapó vista y esperé.
-Mm… Debería mandarte inmediatamente a Ravenclaw… Te corresponde…. Por sangre…. Pero, al mismo tiempo, tu corazón también es puramente Gryffindor… Vaya, una difícil decisión, ¿Corazón o mente?...
-Gryffindor…- susurré involuntariamente.
-Bien, a veces gana el corazón, sabes elegir… - entonces gritó - ¡GRYFFINDOR!- y la mesa estalló en aplausos poco decididos… ¿Por qué?
Pude ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.
Me senté sola y seguí observando la selección.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw.
Bulstrode, Millicent fue a Slytherin.
Note a Harry muy nervioso.
-¡Finch-Fletchley, Justin!
-¡HUFFLEPUFF!
El sombrero, algunas veces gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.
-Finnigan, Seamus. -El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
-Granger, Hermione.
Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.
-¡GRYFFINDOR! -gritó el sombrero. Pude ver que Ron gruñía. Ella se sentó de inmediato a mi lado.
Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó:
¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.
Malfoy se adelantó al oír su nombre y el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.
Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne... y, finalmente:
-¡Potter; Harry!
Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
— ¿Acaba de decir Harry Potter?
— ¿Ese es Potter?
Pobre, sería un año pesado para él…
El comedor lleno de gente trataba de verlo bien. Esperamos en un súbito silencio.
En un momento vi que susurraba algo.
-¡GRYFFINDOR!- gritó luego de un rato.
Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Gryffindor. Parecía no darse cuenta de los calurosos saludos que le daba la gente.
Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban:
-¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!-. Harry se sentó a mi otro lado. Y de pronto apareció un fantasma, que le dio una palmada en el brazo.
Él sonrió hacia la mesa de profesores, y cuando seguí su mirada, vi que miraba a Hagrid que levantaba su pulgar.
A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa. Vi que Harry cruzó los dedos debajo de la mesa. Un segundo más tarde, el sombrero gritó:
-¡GRYFFINDOR!
Harry aplaudió con fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla próxima.
-Bien hecho, Ron, excelente -dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin. La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.
-¡Bienvenidos! –dijo-. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decirles unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. No sabíamos si reír o no.
— ¿No les parece que está un poco loco? — preguntó Harry con una sonrisa.
—Tal vez, pero sigue siendo el mejor mago de los tiempos.
—Sin dudas…
Y así pasaron los días.
Harry, Ron, Hermione y yo nos volvimos mejores amigos, inseparables realmente.
En el castillo la puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento que tuve fue que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.
-Los de primer año, profesora McGonagall -dijo Hagrid, quien Harry nos presentó momentos antes como su amigo.
-Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era gigantesco. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Seguimos a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Se podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall nos llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Nos reunimos allí, todos estaban mirando con nerviosismo a su alrededor.
-Bienvenidos a Hogwarts -dijo la profesora McGonagall-. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, las casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasaran el tiempo libre en la sala común de la misma.
Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que os toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor posible.-
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de un niño, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Vi que Harry trató de aplastar su cabello con nerviosismo.
-Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia -dijo la profesora McGonagall-. Por favor, esperen tranquilos.
Salió de la habitación.
-¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? -preguntó Harry a Ron.
-Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era un chiste…
¿Una prueba? Genial, menos mal que en mi extenso tiempo libre me dediqué a leer los libros que había comprado, y estaba preparada para una comprobación. Aunque al parecer, excepto Hermione, todos estaban nerviosos.
-¿¡Qué es eso…?!- se escucharon gritos de atrás. Cuando voltee por poco me desmayo. Una docena de fantasmas acababan de atravesar la pared… Hogwarts sería una gran aventura…
-En marcha -dijo una voz aguda-. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
-Ahora formen una hilera -dijo la profesora a los de primer año- y síganme.
Salimos de la habitación, volvimos a cruzar el vestíbulo, pasamos por unas puertas dobles y entramos en el Gran Comedor. Nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall nos condujo allí y nos hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a nuestras espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Harry levantó la vista, y pude ver su cara de asombro, cuando miré me encontré con un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Hermione susurró: -Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts.
Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.
En ese momento apareció Dumbledore, un hombre de larga barba plateada con anteojos de media luna. Lo reconocí gracias a las tarjetas coleccionables de las ranas de chocolate.
Dijo unas palabras, y luego dio por comenzado en proceso de Selección de Casas. En medio del salón, frente a nosotros, había un banco con un sombrero sucio y viejo, que comenzó a cantar (¡Sí! ¡A cantar!) una canción sobre las casas.
-¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! -susurró Ron a Harry-. Voy a matar a Fred.
Harry sonrió débilmente… E involuntariamente sonreí también, pero cuando me di cuenta corrí automáticamente la vista.
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
-Cuando yo los llame, deberéis poneros el sombrero y sentaros en el taburete para que os seleccionen –dijo-. ¡Abbott, Hannah!
Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.
-¡HUFFLEPUFF!-gritó el sombrero.
La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de
Hufflepuff.
-¡Bones, Susan!
-¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.
-¡Boot, Terry!
-¡RAVENCLAW!
La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.
-Black, Camille- Y el salón estalló en murmullos, los cuales me negué a escuchar.
Puse el sombrero en mi cabeza, éste me tapó vista y esperé.
-Mm… Debería mandarte inmediatamente a Ravenclaw… Te corresponde…. Por sangre…. Pero, al mismo tiempo, tu corazón también es puramente Gryffindor… Vaya, una difícil decisión, ¿Corazón o mente?...
-Gryffindor…- susurré involuntariamente.
-Bien, a veces gana el corazón, sabes elegir… - entonces gritó - ¡GRYFFINDOR!- y la mesa estalló en aplausos poco decididos… ¿Por qué?
Pude ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.
Me senté sola y seguí observando la selección.
Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw.
Bulstrode, Millicent fue a Slytherin.
Note a Harry muy nervioso.
-¡Finch-Fletchley, Justin!
-¡HUFFLEPUFF!
El sombrero, algunas veces gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.
-Finnigan, Seamus. -El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.
-Granger, Hermione.
Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.
-¡GRYFFINDOR! -gritó el sombrero. Pude ver que Ron gruñía. Ella se sentó de inmediato a mi lado.
Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó:
¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.
Malfoy se adelantó al oír su nombre y el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!
Fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.
Ya no quedaba mucha gente.
Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne... y, finalmente:
-¡Potter; Harry!
Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
— ¿Acaba de decir Harry Potter?
— ¿Ese es Potter?
Pobre, sería un año pesado para él…
El comedor lleno de gente trataba de verlo bien. Esperamos en un súbito silencio.
En un momento vi que susurraba algo.
-¡GRYFFINDOR!- gritó luego de un rato.
Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Gryffindor. Parecía no darse cuenta de los calurosos saludos que le daba la gente.
Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban:
-¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!-. Harry se sentó a mi otro lado. Y de pronto apareció un fantasma, que le dio una palmada en el brazo.
Él sonrió hacia la mesa de profesores, y cuando seguí su mirada, vi que miraba a Hagrid que levantaba su pulgar.
A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa. Vi que Harry cruzó los dedos debajo de la mesa. Un segundo más tarde, el sombrero gritó:
-¡GRYFFINDOR!
Harry aplaudió con fuerza, junto con los demás, mientras que Ron se desplomaba en la silla próxima.
-Bien hecho, Ron, excelente -dijo pomposamente Percy Weasley, por encima de Harry, mientras que Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin. La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador.
Albus Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.
-¡Bienvenidos! –dijo-. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decirles unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!
Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. No sabíamos si reír o no.
— ¿No les parece que está un poco loco? — preguntó Harry con una sonrisa.
—Tal vez, pero sigue siendo el mejor mago de los tiempos.
—Sin dudas…
Y así pasaron los días.
Harry, Ron, Hermione y yo nos volvimos mejores amigos, inseparables realmente.
Última edición por JulyPotter2012 el Lun 02 Jul 2012, 1:52 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Cap. 4 “La piedra Filosofal”
Harry se volvió parte del equipo de quiditch en Gryffindor como buscador, el más joven jugador en un siglo, y uno de los mejores debo agregar.
Oh, también tuvimos ese gran problema con el robo a Gringotts, -que según Harry- era lo que Hagrid había extraído del banco el mismo día que fueron a retirar su dinero.
Supusimos que estaba escondido (fuera lo que fuera), en la escuela.
Luego de investigar en la biblioteca, tratar de sacarle información a Hagrid, y de pasar las vacaciones de invierno en la escuela, buscando algún atisbo del Flamel mencionado por nuestro amigo guardabosques, descubrimos que se trataba de La Piedra Filosofal, creada por Dumbledore y Nicolás Flamel.
¡Si supieran las penurias que pasamos!
Cuando nuestro guardabosque favorito trajo ilegalmente a un Ridgeback Noruego… Tuvimos que mandárselo a Bill, el hermano de Ron, pero cuando volvíamos Harry y yo de entregarlo, olvidamos la capa de invisibilidad en la torre de Astronomía, (lugar donde amigos de Bill fueron a buscar al dragoncito), por consecuencia McGonagall nos pilló, quitando 100 puntos a Gryffindor. Es de sobra decir que ambos perdimos la simpatía de los alumnos de la escuela… Y eso que yo de por sí ya no la tenía, y no sabía porque, hasta que oí a Malfoy…
Estaba saliendo de clase de encantamientos, cuando antes de doblar el pasillo, oí mi nombre:
— ¿Tú crees?- una voz gruesa y de hombre.
—Por supuesto, ¿Cuántos Black hay en el mundo mágico?
—Si…
—-Además, ¿No ven el parecido? Tiene la misma forma del cabello, y si te fijas bien, sus rasgos son muy similares. —Hubo un silencio— Me pegunto quien será la madre…
—Qué más da Draco, ¿A quién le importa esa? — reconocí a Pansy Parkinson.
—Ti-tienes razón, ¿Qué importa si es hija del mismísimo Señor Tenebroso? Sigue siendo una… una asquerosa Sangre Sucia…
—Exacto, no vale la pena— Enseguida salí de mi lugar, impotente, y fui a encarar a esos dos imbéciles.
— ¿Qué sucede conmigo Malfoy? — este abrió los ojos como platos sorprendido, pero se recompuso enseguida.
—Nada que te interese.
—Oh, tienes razón, asuntos sucios de Slytherines no tendrían que importarme.
—Ja, ¿Lo mejor que tienes? ¿Por qué no llamas a tu papi? ¡OH! Lo olvidaba, no tienes—dijo Pansy con sorna.
— ¿Crees en serio que eso me afecta? A diferencia de ti, niñita de mamá, yo soporté cosas peores, ¿Sabes?
—La pobre sufrida, ¡Cuéntanos más! — sarcástica.
—Oh, no vales la pena, Parkinson
— ¿Y crees que tú sí? —Y dicho esto, estaba por marcharme, cuando me gritó:
— ¿A dónde vas? ¿A Azkaban a visitar a tu maldito padre? — me detuve en seco.
— ¿Qué cosas dices?
—La verdad, ¿No es así Draco? — éste asintió… ¿Dudoso?
—Dices puras estupideces, Parkinson—y me fui. ¿Sería por eso que la gente se alejaba de mí?
Ese día lo pase en mi habitación… Hermione trataba de consolarme sin saber cómo…
El hecho es que tuvimos que parar la investigación, que hasta ese momento nos llevó a creer que Snape era quién quería robar la piedra, y por eso amenazaba al profesor Quirell. Pero seguíamos sintiéndonos seguros de que no atacarían, por el hecho de que Hagrid jamás revelaría como distraer a Fluffy… Hasta que Harry razonó, ¿Cómo había conseguido el Ridgeback?
Fuimos a averiguarlo, y nos enteramos que se lo habían dado uno noche de juego, y que el sujeto le invitó un par de copas, y hablaron de Fluffy…
— ¡Será esta noche!— gritó Harry.
— ¿Cómo que esta noche?
—Quirell ya cedió, y sabe cómo dormir a Fluffy, tiene todo lo necesario para cruzar…
—Hay que hablar con Dumbledore— sugerí.
—Es cierto… Imagínate los desastres que causaría esa piedra en malas manos—Hermione parecía alterada.
—Tienes razón— apoyé—. Harry, debemos notificarle a Dumbledore.
Lo pensó unos segundos, y terminó decidiendo que era lo mejor. Enseguida corrimos a donde el director.
Pero cuando llegamos, la profesora McGonagall nos comunicó que estaba en el Ministerio.
—Debo hacer algo— Harry parecía abatido.
—DEBEMOS hacer algo—corregí –No te dejaremos solo Harry.
—Es cierto, no te libraras fácilmente.
Pareció querer dudarlo, pero por alguna razón (tal vez por las miradas amenazantes que teníamos), no hizo reproches.
—De acuerdo… ¡pero démonos prisa!
Y así estábamos, corriendo al tercer piso.
—Yo dormiré a Fluffy—avisó Harry.
Y sacó la flauta que Hagrid le regaló en su cumpleaños.
Entramos y comenzó a tocar.
—Ron, ve tu primero a la trampilla— grité apresurada.
Avanzó temeroso (cabe aclarar que la pata del perrazo estaba a un abrir y cerrar de ojos de poder aplastarlo como a un insecto), y se lanzó por el agujero, Harry me pasó la flauta y se lanzó el también, seguido por Hermione y luego por mí.
Aterrizamos en un lugar blando, pero cuando me fije, vi que estaban siendo atrapados por el Lazo del Diablo.
—Oh no— y me zafé antes de que me agarraran. —Es el Lazo del Diablo, Hermione— y esta se horrorizó.
—Es increíble que no me di cuenta…— susurró — ¿Qué cosa les afectaba…?
Comencé a recordar las clases de herbología. —Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo el profesor Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...— murmuré.
— ¡Entonces enciende un fuego!—-gritó Harry.
—Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera! —gemí, retorciéndome las manos.
— ¿TE HAS VUELTO LOCA? —Preguntó Ron—. ¿ERES UNA BRUJA O NO?
— ¡OH, LO SIENTO!— dije avergonzada, y agité mi varita susurrando un conjuro.
Enseguida un fuego se produjo en ella, y lo acerqué a las plantas, las cuales retrocedieron de inmediato, soltándolos.
—Continuemos…
—Por aquí —dijo Harry, señalando un pasadizo de piedra que era el único camino.
Lo único que podía oír, además de nuestros pasos, era el goteo del agua en las paredes.
— ¿Oyes algo? —susurró Ron.
Un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder de delante.
— ¿Crees que será un fantasma?
—No lo sé... a mí me parecen alas.
Llegamos hasta el final del pasillo y vimos ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.
— ¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó Ron.
—Es probable —contestó Harry—. No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr.
Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. Esperábamos que se lanzaran a por él, pero sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave.
Nosotros lo imitamos. Tiramos y empujamos, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora.
— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Ron.
—Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —murmuró Hermione.
Observé los pájaros, que volaban sobre nuestras cabezas, brillando... ¿Brillando?
— ¡No son pájaros! —Exclamó de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves aladas, miren bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación, mientras nosotros observábamos la bandada de llaves—Sí... miren ahí. ¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta!
— ¡Pero hay cientos de llaves!
Ron examinó la cerradura de la puerta.
—Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente, como la manija.
Sin decir nada cada uno cogió una escoba y de una patada estuvimos en el aire, remontándonos entre la nube de llaves. Tratábamos de atraparlas, pero las llaves hechizadas se movían tan rápidamente que era casi imposible sujetarlas.
Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido con brusquedad en la cerradura.
— ¡Es ésa! —nos gritó—. Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul brillante... las plumas están aplastadas por un lado.
Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y casi se cae de la escoba.
— ¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con el ala estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione y Camille, quédense abajo y no la dejen descender. Yo trataré de atraparla. Bien: ¡AHORA!
Ron se lanzó en picado, Hermione y yo subimos en vertical, la llave nos esquivó a los tres, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, el de anteojos se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con una sola mano. Los vivas de nosotros tres retumbaron por la habitación.
Aterrizamos rápidamente y el grandioso volador corrió a la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces.
— ¿Listos?—preguntó Harry, con la mano en la manija de la puerta.
Asentimos. Abrió la puerta.
Era una habitación compuesta por un tablero de ajedrez con medidas gigantes, cuyas piezas eran igual de grandes que nosotros.
—Debemos jugar para ganar— dijo Ron con firmeza, y cada uno suplió a una pieza sin preguntar.
—Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez —avisó el pelirrojo, mirando al otro lado del tablero—. Sí... miren.
Un peón blanco se movió hacia delante.
Ron comenzó a dirigir a las piezas negras. Se movían silenciosamente cuando los mandaba.
—Harry... muévete en diagonal, cuatro casillas a la derecha.
La primera verdadera impresión llegó cuando el otro caballo fue capturado. La reina blanca lo golpeó contra el tablero y lo arrastró hacia fuera, donde se quedó inmóvil, bocabajo.
—Tuve que dejar que sucediera —comentó Ron, conmovido—. Te deja libre para coger ese alfil. Vamos, Camille.
Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no mostraban compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a lo largo de la pared. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry, yo y Hermione del peligro. Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas piezas blancas como las negras que habían perdido.
—Ya casi estamos —murmuró de pronto—. Déjenme pensar... déjenme pensar.
La reina blanca volvió su cara sin rostro hacia Ron.
—Sí... —murmuró Ron—. Es la única forma... tengo que dejar que me tiren.
— ¡NO! —gritamos los tres a la vez.
— ¡Esto es ajedrez! —Reprochó enfadado Ron-. ¡Hay que hacer algunos sacrificios! Yo daré un paso adelante y ella me tirará... Eso te dejará libre para hacer jaque mate al rey, Harry.
—Pero...
— ¿Quieres detener a Snape o no?
—Ron...
— ¡Si no se dan prisa va a conseguir la Piedra!
No había nada que hacer.
— ¿Listo? —preguntó el pecoso, con el rostro pálido pero decidido—Allá voy, y no se queden aquí una vez que hayan ganado.
Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione y yo gritamos, pero permanecimos en nuestros casilleros. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Parecía desmayado.
Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de éste. Habíamos ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de desesperación hacia Ron, corrimos hacia la salida y subimos por el siguiente pasadizo.
— ¿Y si él está...?— murmuré.
—Él estará bien —trató de convencerme Harry—. ¿Qué crees que nos queda?— preguntó a Hermione.
—Tuvimos a Sprout en el Lazo del Diablo, Flitwick debe de haber hechizado las llaves, y McGonagall transformó a las piezas de ajedrez. Eso nos deja el hechizo de Quirrell y el de Snape...
Habíamos llegado a otra puerta.
— ¿Todo bien? —susurró el pelinegro.
—Adelante.
Harry empujó y abrió.
La habitación siguiente estaba tan oscura, y un asqueroso olor la inundaba por completo.
—Lumos
Y de mi varita brotó una luz.
En el centro de la habitación había un Troll muerto.
—Qué suerte que no tuvimos que derrotar a este— dije recordando aquel Troll en el baño de mujeres, meses atrás.
Continuamos, por una puerta, y no había nada terrorífico allí, Sólo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.
—Snape -informó Harry—. ¿Qué tenemos que hacer?— me preguntó.
Pasamos el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de nosotros. No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante.
Estábamos atrapados.
— ¡Mira! —Hermione cogió un rollo de papel, que estaba cerca de las botellas.
Miramos por encima de su hombro para leerlo:
“El peligro yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
dos queremos ayudarte, cualquiera que encuentres,
una entre nosotras siete te dejará adelantarte,
otra llevará al que lo beba para atrás,
dos contienen sólo vino de ortiga,
tres son mortales, esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,
para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre
encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte
hacia delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano
ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una
vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes.”
Hermione dejó escapar un gran suspiro y Harry y yo, sorprendidos, vimos que sonreía, lo último que habíamos esperado que hiciera.
—Muy bueno —dijo Hermione—. Esto no es magia... es lógica... es un acertijo. Muchos de los más grandes magos no han tenido una gota de lógica y se quedarían aquí para siempre.
—Pero nosotros también, ¿no?— dijimos a unísono él y yo.
—Por supuesto que no —dijo Hermione—. Lo único que necesitamos está en este papel. Siete botellas: tres con veneno, dos con vino, una nos llevará a salvo a través del fuego negro y la otra hacia atrás, por el fuego púrpura.
—Pero ¿cómo sabremos cuál beber?-
—Denme un minuto.
Hermione leyó el papel varias veces. Luego paseó de un lado al otro de la fila de botellas, murmurando y señalándolas. Al fin, se golpeó las manos.
—Lo tengo –—dijo—. La más pequeña nos llevará por el fuego negro, hacia la Piedra.
Harry miró a la diminuta botella.
—Aquí hay tal vez para dos sorbos…—nos miramos.
— ¿Cuál nos hará volver por entre las llamas púrpura?
Hermione señaló una botella redonda del extremo derecho de la fila.
—Ustedes beban de ésa —dijo Harry—.Vuelvan, busquen a Ron y usen las escobas del cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podrán salir por la trampilla sin que los vea Fluffy. Vayan directamente a la lechucería y envíen a Hedwig en búsqueda de Dumbledore, lo necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo.
—Pero Harry... ¿y si Quien-tú-sabes está con él?— reproché.
—Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no?— señaló su cicatriz.
Hermione tembló, y se lanzó a Harry en un abrazo.
— ¡Eres un gran mago! Lo sabes, ten mucho cuidado…
Y tomó un sorbo de la botella, cruzando el fuego purpura.
—Ahora ve tú— me dijo.
—Claro que no, yo iré contigo.
— ¡Es muy peligroso! ¡REGRESA!
—De ningún modo.
-¡CAMILLE! ¡VUELVE!
—HARRY JAMES POTTER, QUIERAS O NO IRÉ CONTIGO, ASÍ QUE ADELANTE.
Tal vez lo intimidé realmente, o solo lo convencí, pero cuando tome un sorbo de la botellita y se la pasé no dijo nada.
—Ve detrás de mí— indicó, y cruzamos el fuego negro. Las llamas negras lamían mi cuerpo pero no lo quemaban. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego nos encontramos al otro lado, en la última habitación.
Ya había alguien allí. Pero no era Snape. Y tampoco era Voldemort.
Era Quirrell.
— ¡¿Usted?!— gritamos al unísono.
Quirrell sonrió. Su rostro no tenía ni sombra del tic.
—Yo —dijo con calma— me preguntaba si me iba a encontrar contigo aquí, Potter. — y cuando me vio agregó — Pero no contigo, Black…
—Pero yo pensé... Snape...
— ¿Severus? —Quirrell río, y no fue con su habitual sonido tembloroso y entrecortado, sino con una risa fría y aguda—. Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profesor Quirrell?
Aquello no podía ser verdad, no podía ser. Cuando me fijé en Harry su desconcierto era aun mayor que el mío.
— ¡Pero Snape trató de matarme!— gritó, y enseguida recordé aquella vez que casi cae de su escoba a grandes alturas en el partido de quiditch por un maleficio de Snape.
—No, no, no. Yo traté de matarte. Tu amiga, la señorita Granger, accidentalmente me atropelló cuando corría a prenderle fuego a Snape, en ese partido de quidditch. Y rompió el contacto visual que yo tenía contigo. Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte.
— ¿Snape trataba de salvarme a mí?
—Por supuesto —-dijo fríamente Quirrell—. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pérdida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.
Yo miraba expectante, y cuando dijo esto se me heló la sangre.
Quirrell chasqueó los dedos. Unas sogas cayeron del aire y se enroscaron en el cuerpo de Harry, sujetándolo con fuerza.
— ¡HARRY!— grité y salí corriendo a salvarlo, pero Quirell conjuró:
—Petrificus Totalus— y quedé inmóvil, sin más movimiento que mis ojos.
—No trates nada…— me dijo por lo bajo, y volvió a ocuparse de Harry.
—Eres demasiado molesto para vivir, Potter. Deslizándote por el colegio, como en Halloween, porque me descubriste cuando iba a ver qué era lo que vigilaba la Piedra.
— ¿Usted fue el que dejó entrar al trol?
—Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. ¿No viste lo que le hice al que estaba en la otra habitación? Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directamente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...
Hizo una pausa:
—Ahora, espera tranquilo, Potter. Necesito examinar este interesante espejo.
De pronto, vimos lo que estaba detrás de Quirrell. Era un gran espejo antiguo.
—Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra —murmuró Quirrell, dando golpecitos alrededor del marco—. Era de esperar que Dumbledore hiciera algo así... pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.
—Lo vi a usted y a Snape en el bosque... —dijo de golpe Harry, y yo no entendí por qué.
—Sí—respondió Quirrell, sin darle importancia, paseando alrededor del espejo para ver la parte posterior—. Me estaba siguiendo, tratando de averiguar hasta dónde había llegado. Siempre había sospechado de mí. Trató de asustarme... Como si pudiera, cuando yo tengo a lord Voldemort de mi lado...— Rememoré nuestro castigo por andar fuera tan tarde.
Quirrell salió de detrás del espejo y se miró en él con enfado.
—Veo la Piedra... se la presento a mi maestro... pero ¿dónde está?
Harry luchó con las sogas qué lo ataban, pero no se aflojaron. Tenía que hacer algo para ayudarlo, pero sin poder mover un músculo era imposible.
—Pero Snape siempre pareció odiarme mucho.
—Oh, sí—dijo Quirrell, con aire casual— claro que sí. Estaba en Hogwarts con tu padre, ¿no lo sabías? Se detestaban. Tu padre y el de ella—me señaló con la vista— eran amigos, por cierto, él también poseía el odio de Severus—explicó, dejándome totalmente desconcertada— Pero nunca quiso que estuvieras muerto.
— ¿Su qué?— preguntó Harry tan sorprendido como yo, casi sin prestar atención a lo otro.
— ¡Ahh! No debo hablar de eso…— soltó una risa malévola.
— ¿Por qué? ¿Quién se lo prohíbe?
—El Señor Tenebroso no quiere que sepas nada por ahora.
— ¿Voldemort?—solté sin darme cuenta.
—¡SERÁS DESCARADA! ¿¡CÓMO TE ATREVES A MANCHAR SU NOMBRE EN TU BOCA!?
Y como un poseído me lanzó un “EXPULSO”, haciéndome volar por los aires.
— ¡CAMILLE!— gritó asustado Harry.
Me levanté un poco, al parecer ese hechizo había alivianado el Petrificus Totalus.
—Ah, pero yo no estoy aquí para hablar con ustedes, niñatos, ahora se callan o…— se detuvo a pensar, hasta que una sonrisa maligna asomo en su rostro—, o sino mato a la niña…
Desde el suelo, pude ver la expresión de horror de Harry.
—D-de acuerdo... No molestaremos más…
Entonces continuó revisando el espejo, y mi amigo pareció rendirse, con la expresión de miedo y horror aun impregnada al rostro.
Entonces, exclame convencida:
—Pero hace unos días yo lo oí a usted, llorando... Pensé que Snape lo estaba amenazando...
Por primera vez, un espasmo de miedo cruzó el rostro de Quirrell.
—Algunas veces —dijo, olvidando su amenaza— me resulta difícil seguir las instrucciones de mi maestro... Él es un gran mago y yo soy débil...
— ¿Quiere decir que él estaba en el aula con usted? -preguntó Harry, lentamente, controlando sus movimientos, tal vez con miedo a que se descontrole y realmente me asesinara.
—Él está conmigo dondequiera que vaya —explicó con calma Quirrell— Lo conocí cuando viajaba por el mundo. Yo era un joven tonto, lleno de ridículas ideas sobre el mal y el bien. Lord Voldemort me demostró lo equivocado que estaba. No hay ni mal ni bien, sólo hay poder y personas demasiado débiles para buscarlo... Desde entonces le he servido fielmente, aunque muchas veces le he fallado. Tuvo que ser muy severo conmigo. —Quirrell se estremeció súbitamente—. No perdona fácilmente los errores. Cuando fracasé en robar esa Piedra de Gringotts, se disgustó mucho. Me castigó... decidió que tenía que vigilarme muy de cerca...
A mi me parecía un extremo caso de estúpido masoquismo.
Quirrell maldijo entre dientes.
—No comprendo... ¿La Piedra está dentro del espejo? ¿Tengo que romperlo?
Y de repente Harry cayó al suelo, yo miraba nerviosa lo que hacía.
Quirrell no le prestó atención. Seguía hablando para sí mismo.
— ¿Qué hace este espejo? ¿Cómo funciona? ¡Ayúdame, Maestro!
Y para el horror de Harry y -el mío-, una voz le respondió, una voz que parecía salir del mismo Quirrell.
—Utiliza al muchacho... Utiliza al muchacho...
Quirrell se volvió hacia Harry.
—Sí... Potter... ven aquí.
Hizo sonar las manos una vez y las sogas cayeron. Harry se puso lentamente de pie.
—Ven aquí —repitió Quirrell —. Mira en el espejo y dime lo que ves.
Harry se aproximó.
Quirrell se le acercó por detrás.
Cerró los ojos, se detuvo frente al espejo y los volvió a abrir.
— ¿Bien? —Preguntó el hombrecito con impaciencia—. ¿Qué es lo que ves?
—Me veo con Dumbledore, estrechándonos las manos. Yo... he ganado la copa de la casa para Gryffindor.
Quirrell maldijo otra vez.
—Quítate de ahí — ordenó.
Y sigilosamente, Harry comenzó a acercarse a mí, pero no había dado cinco pasos cuando una voz aguda habló, aunque Quirrell no movía los labios.
—Él miente... él miente...
— ¡Potter, vuelve aquí! —Gritó Quirrell—. ¡Dime la verdad! ¿Qué es lo que has visto?
La voz aguda se oyó otra vez.
—Déjame hablar con él... cara a cara...
— ¡Maestro, no está lo bastante fuerte todavía!
—Tengo fuerza suficiente... para esto.
Y sentí como me tensaba… ¿Voldemort?… ¿aparecería?
Petrificada como el pelinegro, observé a Quirrell, que empezaba a desenvolver su turbante. ¿Qué iba a suceder? El turbante cayó. La cabeza de éste parecía extrañamente pequeña sin él. Entonces, se dio la vuelta lentamente.
Habría querido gritar, pero no podía dejar salir ningún sonido. Donde tendría que haber estado la nuca de Quirrell, había un rostro, la cara más terrible que había visto en mi vida. Era de color blanco tiza, con brillantes ojos rojos y ranuras en vez de fosas nasales, como las serpientes.
—Harry Potter... —susurró.
— ¿Ves en lo que me he convertido? —Dijo la cara—. No más que en sombra y quimera... Tengo forma sólo cuando puedo compartir el cuerpo de otro... Pero siempre ha habido seres deseosos de dejarme entrar en sus corazones y en sus mentes... La sangre de unicornio me ha dado fuerza en estas semanas pasadas... tú viste al leal Quirrell bebiéndola para mí en el bosque... y una vez que tenga el Elixir de la Vida seré capaz de crear un cuerpo para mí... Ahora... ¿por qué no me entregas la Piedra que tienes en el bolsillo?
De pronto las piernas de Harry se tambalearon. ¿Sería eso verdad?
—No seas tonto —se burló el rostro—. Mejor que salves tu propia vida y te unas a mí... o tendrás el mismo final que tus padres... Murieron pidiéndome misericordia...
— ¡MENTIRA! —gritó de pronto Harry.
Quirrell andaba hacia atrás, para que Voldemort pudiera mirarlo. La cara maligna sonreía.
—Qué conmovedor —respondió—. Siempre consideré la valentía... Sí, muchacho, tus padres eran valientes... Maté primero a tu padre y luchó con valor... Pero tu madre no tenía que morir... ella trataba de protegerte... Ahora, dame esa Piedra, a menos que quieras que tu madre haya muerto en vano.
Harry se veía vulnerable, a punto de caer y eso no debía pasar. Entonces grité:
— ¡No lo escuches Harry! ¡El miente! ¡No le des la piedra!
— ¡INSOLENTE!— me gritó la cara iracunda.
— ¡NUNCA!— Harry sacó su varita y conjuró:
— ¡Finite incantem!— afloje mis músculos y enseguida saque mi varita para luchar, pero Harry no se veía dispuesto a eso, en cambio se movió hacia la puerta en llamas, por lo cual le seguí, hasta que Voldemort gritó: ¡ATRÁPALO! y, al momento siguiente, Quirrell sujetaba su muñeca.
Gritó, luchando con todas sus fuerzas y, para mi sorpresa, antes de yo poder atacarlo, Quirrell lo soltó.
Miró alrededor para ver dónde estaba su atacante y lo vio doblado de dolor, mirándose los dedos, que se ampollaban ante sus ojos.
— ¡ATRÁPALO! ¡Atrápalo! —rugía otra vez Voldemort, y Quirrell arremetió contra Harry, haciéndolo caer al suelo y apretándole el cuello con las dos manos.
Pude ver al hombrecito chillando desesperado.
—Maestro, no puedo sujetarlo... ¡Mis manos... mis manos!
Y Quirrell, aunque mantenía sujeto a Harry aplastándolo con las rodillas, le soltó el cuello y contempló, aterrorizado, sus manos. Vi que estaban quemadas, en carne viva, con ampollas rojas y brillantes.
— ¡Entonces mátalo, idiota, y termina de una vez! —exclamó Voldemort.
— ¡NOO!— y estaba a punto de lanzar un hechizo, cuando Quirrell levantó la mano, de seguro que para lanzar un maleficio mortal, pero Harry, se incorporó y se aferró a la cara de Quirrell.
— ¡AAAAAAH!
Se apartó, con el rostro también quemado, y entonces razoné:
Quirrell no podía tocar su piel sin sufrir un dolor terrible. Su única oportunidad era sujetarlo, que sintiera tanto dolor como para impedir que hiciera el hechizo...
Harry se puso de pie de un salto, cogió al otro de un brazo y lo apretó con fuerza. Éste gritó y trató de empujarlo.
Podía oír los terribles gemidos de Quirrell y los aullidos de Voldemort: ¡MÁTALO! ¡MÁTALO!
— ¡Harry! ¡Harry!— grité, ya que parecía muy débil y casi inconsciente, pero antes de que lograra hacer nada, se desvaneció junto con Quirell.
— ¡OH…NO!— grité corriendo hacia él. No me fije en Quirell o en Voldemort, solo lo abrace, esperando que reaccionara, diciendo algunos conjuros básicos de curación, sin resultado alguno, llorando a lagunas.
No sé si pasaron minutos u horas, pero una voz detrás de mí gritó:
— ¡Harry! ¡Camille!— era Dumbledore.
Levantó a Harry en brazos, y fue corriendo, conmigo al lado, hasta la enfermería.
Allí estaban Ron y Hermione, el primero acostado en una camilla durmiendo.
Al verme, Hermione corrió hasta a mi y nuestro amigo.
Enseguida la enfermera Pomfrey lo llevó a una camilla, y cerró la cortina sin preguntar.
— ¿Qué sucedió?—preguntó Hermione exasperada.
—Yo… Vol- Voldemort…— y me sumí en un llanto aún más profundo.
Ella estuvo conmigo, consolándome, y llorando también, a la espera de noticias.
¿Y si le había pasado algo? ¿Y si no despertaba luego? No. No podía ser. Harry era fuerte, si, capaz de soportar las peores circunstancias, ¿No había sido el quien derrotó al Innombrable, y en dos ocasiones ahora? Si, estaría bien. Debía estar bien. No podría vivir sabiendo que no hice nada para ayudarlo, que me quedé petrificada… ¡Oh, por favor Harry, despierta! Te necesito…Te necesitamos.
A las dos horas, tiempo en el que se me ocurrieron millones de desenlaces (algunos que hasta me hicieron llorar sin siquiera existir), Dumbledore salió, y se acercó a nosotras con expresión seria.
-¿¡Estará bien?!- grité levantándome de un salto.
—Bueno, debo decirles la verdad…— Por poco y me descompenso, hasta que el director lo notó, y se apresuró a decir: —Tranquilas niñas, él está bien, despertará en unos días.— y volví a sentarme con un largo suspiro.
Todo había terminado… Por ahora…
Ok, me desilusiona que no haya comentarios, pero la novela está, y la quiero poner :)
Harry se volvió parte del equipo de quiditch en Gryffindor como buscador, el más joven jugador en un siglo, y uno de los mejores debo agregar.
Oh, también tuvimos ese gran problema con el robo a Gringotts, -que según Harry- era lo que Hagrid había extraído del banco el mismo día que fueron a retirar su dinero.
Supusimos que estaba escondido (fuera lo que fuera), en la escuela.
Luego de investigar en la biblioteca, tratar de sacarle información a Hagrid, y de pasar las vacaciones de invierno en la escuela, buscando algún atisbo del Flamel mencionado por nuestro amigo guardabosques, descubrimos que se trataba de La Piedra Filosofal, creada por Dumbledore y Nicolás Flamel.
¡Si supieran las penurias que pasamos!
Cuando nuestro guardabosque favorito trajo ilegalmente a un Ridgeback Noruego… Tuvimos que mandárselo a Bill, el hermano de Ron, pero cuando volvíamos Harry y yo de entregarlo, olvidamos la capa de invisibilidad en la torre de Astronomía, (lugar donde amigos de Bill fueron a buscar al dragoncito), por consecuencia McGonagall nos pilló, quitando 100 puntos a Gryffindor. Es de sobra decir que ambos perdimos la simpatía de los alumnos de la escuela… Y eso que yo de por sí ya no la tenía, y no sabía porque, hasta que oí a Malfoy…
Estaba saliendo de clase de encantamientos, cuando antes de doblar el pasillo, oí mi nombre:
— ¿Tú crees?- una voz gruesa y de hombre.
—Por supuesto, ¿Cuántos Black hay en el mundo mágico?
—Si…
—-Además, ¿No ven el parecido? Tiene la misma forma del cabello, y si te fijas bien, sus rasgos son muy similares. —Hubo un silencio— Me pegunto quien será la madre…
—Qué más da Draco, ¿A quién le importa esa? — reconocí a Pansy Parkinson.
—Ti-tienes razón, ¿Qué importa si es hija del mismísimo Señor Tenebroso? Sigue siendo una… una asquerosa Sangre Sucia…
—Exacto, no vale la pena— Enseguida salí de mi lugar, impotente, y fui a encarar a esos dos imbéciles.
— ¿Qué sucede conmigo Malfoy? — este abrió los ojos como platos sorprendido, pero se recompuso enseguida.
—Nada que te interese.
—Oh, tienes razón, asuntos sucios de Slytherines no tendrían que importarme.
—Ja, ¿Lo mejor que tienes? ¿Por qué no llamas a tu papi? ¡OH! Lo olvidaba, no tienes—dijo Pansy con sorna.
— ¿Crees en serio que eso me afecta? A diferencia de ti, niñita de mamá, yo soporté cosas peores, ¿Sabes?
—La pobre sufrida, ¡Cuéntanos más! — sarcástica.
—Oh, no vales la pena, Parkinson
— ¿Y crees que tú sí? —Y dicho esto, estaba por marcharme, cuando me gritó:
— ¿A dónde vas? ¿A Azkaban a visitar a tu maldito padre? — me detuve en seco.
— ¿Qué cosas dices?
—La verdad, ¿No es así Draco? — éste asintió… ¿Dudoso?
—Dices puras estupideces, Parkinson—y me fui. ¿Sería por eso que la gente se alejaba de mí?
Ese día lo pase en mi habitación… Hermione trataba de consolarme sin saber cómo…
El hecho es que tuvimos que parar la investigación, que hasta ese momento nos llevó a creer que Snape era quién quería robar la piedra, y por eso amenazaba al profesor Quirell. Pero seguíamos sintiéndonos seguros de que no atacarían, por el hecho de que Hagrid jamás revelaría como distraer a Fluffy… Hasta que Harry razonó, ¿Cómo había conseguido el Ridgeback?
Fuimos a averiguarlo, y nos enteramos que se lo habían dado uno noche de juego, y que el sujeto le invitó un par de copas, y hablaron de Fluffy…
— ¡Será esta noche!— gritó Harry.
— ¿Cómo que esta noche?
—Quirell ya cedió, y sabe cómo dormir a Fluffy, tiene todo lo necesario para cruzar…
—Hay que hablar con Dumbledore— sugerí.
—Es cierto… Imagínate los desastres que causaría esa piedra en malas manos—Hermione parecía alterada.
—Tienes razón— apoyé—. Harry, debemos notificarle a Dumbledore.
Lo pensó unos segundos, y terminó decidiendo que era lo mejor. Enseguida corrimos a donde el director.
Pero cuando llegamos, la profesora McGonagall nos comunicó que estaba en el Ministerio.
—Debo hacer algo— Harry parecía abatido.
—DEBEMOS hacer algo—corregí –No te dejaremos solo Harry.
—Es cierto, no te libraras fácilmente.
Pareció querer dudarlo, pero por alguna razón (tal vez por las miradas amenazantes que teníamos), no hizo reproches.
—De acuerdo… ¡pero démonos prisa!
Y así estábamos, corriendo al tercer piso.
—Yo dormiré a Fluffy—avisó Harry.
Y sacó la flauta que Hagrid le regaló en su cumpleaños.
Entramos y comenzó a tocar.
—Ron, ve tu primero a la trampilla— grité apresurada.
Avanzó temeroso (cabe aclarar que la pata del perrazo estaba a un abrir y cerrar de ojos de poder aplastarlo como a un insecto), y se lanzó por el agujero, Harry me pasó la flauta y se lanzó el también, seguido por Hermione y luego por mí.
Aterrizamos en un lugar blando, pero cuando me fije, vi que estaban siendo atrapados por el Lazo del Diablo.
—Oh no— y me zafé antes de que me agarraran. —Es el Lazo del Diablo, Hermione— y esta se horrorizó.
—Es increíble que no me di cuenta…— susurró — ¿Qué cosa les afectaba…?
Comencé a recordar las clases de herbología. —Lazo del Diablo, Lazo del Diablo... ¿Qué dijo el profesor Sprout?... Le gusta la oscuridad y la humedad...— murmuré.
— ¡Entonces enciende un fuego!—-gritó Harry.
—Sí... por supuesto... ¡pero no tengo madera! —gemí, retorciéndome las manos.
— ¿TE HAS VUELTO LOCA? —Preguntó Ron—. ¿ERES UNA BRUJA O NO?
— ¡OH, LO SIENTO!— dije avergonzada, y agité mi varita susurrando un conjuro.
Enseguida un fuego se produjo en ella, y lo acerqué a las plantas, las cuales retrocedieron de inmediato, soltándolos.
—Continuemos…
—Por aquí —dijo Harry, señalando un pasadizo de piedra que era el único camino.
Lo único que podía oír, además de nuestros pasos, era el goteo del agua en las paredes.
— ¿Oyes algo? —susurró Ron.
Un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder de delante.
— ¿Crees que será un fantasma?
—No lo sé... a mí me parecen alas.
Llegamos hasta el final del pasillo y vimos ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.
— ¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó Ron.
—Es probable —contestó Harry—. No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr.
Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. Esperábamos que se lanzaran a por él, pero sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave.
Nosotros lo imitamos. Tiramos y empujamos, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora.
— ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Ron.
—Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —murmuró Hermione.
Observé los pájaros, que volaban sobre nuestras cabezas, brillando... ¿Brillando?
— ¡No son pájaros! —Exclamó de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves aladas, miren bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación, mientras nosotros observábamos la bandada de llaves—Sí... miren ahí. ¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta!
— ¡Pero hay cientos de llaves!
Ron examinó la cerradura de la puerta.
—Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente, como la manija.
Sin decir nada cada uno cogió una escoba y de una patada estuvimos en el aire, remontándonos entre la nube de llaves. Tratábamos de atraparlas, pero las llaves hechizadas se movían tan rápidamente que era casi imposible sujetarlas.
Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido con brusquedad en la cerradura.
— ¡Es ésa! —nos gritó—. Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul brillante... las plumas están aplastadas por un lado.
Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y casi se cae de la escoba.
— ¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con el ala estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione y Camille, quédense abajo y no la dejen descender. Yo trataré de atraparla. Bien: ¡AHORA!
Ron se lanzó en picado, Hermione y yo subimos en vertical, la llave nos esquivó a los tres, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, el de anteojos se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con una sola mano. Los vivas de nosotros tres retumbaron por la habitación.
Aterrizamos rápidamente y el grandioso volador corrió a la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces.
— ¿Listos?—preguntó Harry, con la mano en la manija de la puerta.
Asentimos. Abrió la puerta.
Era una habitación compuesta por un tablero de ajedrez con medidas gigantes, cuyas piezas eran igual de grandes que nosotros.
—Debemos jugar para ganar— dijo Ron con firmeza, y cada uno suplió a una pieza sin preguntar.
—Las blancas siempre juegan primero en el ajedrez —avisó el pelirrojo, mirando al otro lado del tablero—. Sí... miren.
Un peón blanco se movió hacia delante.
Ron comenzó a dirigir a las piezas negras. Se movían silenciosamente cuando los mandaba.
—Harry... muévete en diagonal, cuatro casillas a la derecha.
La primera verdadera impresión llegó cuando el otro caballo fue capturado. La reina blanca lo golpeó contra el tablero y lo arrastró hacia fuera, donde se quedó inmóvil, bocabajo.
—Tuve que dejar que sucediera —comentó Ron, conmovido—. Te deja libre para coger ese alfil. Vamos, Camille.
Cada vez que uno de sus hombres perdía, las piezas blancas no mostraban compasión. Muy pronto, hubo un grupo de piezas negras desplomadas a lo largo de la pared. Dos veces, Ron se dio cuenta justo a tiempo para salvar a Harry, yo y Hermione del peligro. Él mismo jugó por todo el tablero, atrapando casi tantas piezas blancas como las negras que habían perdido.
—Ya casi estamos —murmuró de pronto—. Déjenme pensar... déjenme pensar.
La reina blanca volvió su cara sin rostro hacia Ron.
—Sí... —murmuró Ron—. Es la única forma... tengo que dejar que me tiren.
— ¡NO! —gritamos los tres a la vez.
— ¡Esto es ajedrez! —Reprochó enfadado Ron-. ¡Hay que hacer algunos sacrificios! Yo daré un paso adelante y ella me tirará... Eso te dejará libre para hacer jaque mate al rey, Harry.
—Pero...
— ¿Quieres detener a Snape o no?
—Ron...
— ¡Si no se dan prisa va a conseguir la Piedra!
No había nada que hacer.
— ¿Listo? —preguntó el pecoso, con el rostro pálido pero decidido—Allá voy, y no se queden aquí una vez que hayan ganado.
Se movió hacia delante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. Hermione y yo gritamos, pero permanecimos en nuestros casilleros. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Parecía desmayado.
Muy conmovido, Harry se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a los pies de éste. Habíamos ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Con una última mirada de desesperación hacia Ron, corrimos hacia la salida y subimos por el siguiente pasadizo.
— ¿Y si él está...?— murmuré.
—Él estará bien —trató de convencerme Harry—. ¿Qué crees que nos queda?— preguntó a Hermione.
—Tuvimos a Sprout en el Lazo del Diablo, Flitwick debe de haber hechizado las llaves, y McGonagall transformó a las piezas de ajedrez. Eso nos deja el hechizo de Quirrell y el de Snape...
Habíamos llegado a otra puerta.
— ¿Todo bien? —susurró el pelinegro.
—Adelante.
Harry empujó y abrió.
La habitación siguiente estaba tan oscura, y un asqueroso olor la inundaba por completo.
—Lumos
Y de mi varita brotó una luz.
En el centro de la habitación había un Troll muerto.
—Qué suerte que no tuvimos que derrotar a este— dije recordando aquel Troll en el baño de mujeres, meses atrás.
Continuamos, por una puerta, y no había nada terrorífico allí, Sólo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.
—Snape -informó Harry—. ¿Qué tenemos que hacer?— me preguntó.
Pasamos el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de nosotros. No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante.
Estábamos atrapados.
— ¡Mira! —Hermione cogió un rollo de papel, que estaba cerca de las botellas.
Miramos por encima de su hombro para leerlo:
“El peligro yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
dos queremos ayudarte, cualquiera que encuentres,
una entre nosotras siete te dejará adelantarte,
otra llevará al que lo beba para atrás,
dos contienen sólo vino de ortiga,
tres son mortales, esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,
para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre
encontrarás alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte
hacia delante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano
ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una
vez que las pruebes, aunque a primera vista sean diferentes.”
Hermione dejó escapar un gran suspiro y Harry y yo, sorprendidos, vimos que sonreía, lo último que habíamos esperado que hiciera.
—Muy bueno —dijo Hermione—. Esto no es magia... es lógica... es un acertijo. Muchos de los más grandes magos no han tenido una gota de lógica y se quedarían aquí para siempre.
—Pero nosotros también, ¿no?— dijimos a unísono él y yo.
—Por supuesto que no —dijo Hermione—. Lo único que necesitamos está en este papel. Siete botellas: tres con veneno, dos con vino, una nos llevará a salvo a través del fuego negro y la otra hacia atrás, por el fuego púrpura.
—Pero ¿cómo sabremos cuál beber?-
—Denme un minuto.
Hermione leyó el papel varias veces. Luego paseó de un lado al otro de la fila de botellas, murmurando y señalándolas. Al fin, se golpeó las manos.
—Lo tengo –—dijo—. La más pequeña nos llevará por el fuego negro, hacia la Piedra.
Harry miró a la diminuta botella.
—Aquí hay tal vez para dos sorbos…—nos miramos.
— ¿Cuál nos hará volver por entre las llamas púrpura?
Hermione señaló una botella redonda del extremo derecho de la fila.
—Ustedes beban de ésa —dijo Harry—.Vuelvan, busquen a Ron y usen las escobas del cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podrán salir por la trampilla sin que los vea Fluffy. Vayan directamente a la lechucería y envíen a Hedwig en búsqueda de Dumbledore, lo necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo.
—Pero Harry... ¿y si Quien-tú-sabes está con él?— reproché.
—Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no?— señaló su cicatriz.
Hermione tembló, y se lanzó a Harry en un abrazo.
— ¡Eres un gran mago! Lo sabes, ten mucho cuidado…
Y tomó un sorbo de la botella, cruzando el fuego purpura.
—Ahora ve tú— me dijo.
—Claro que no, yo iré contigo.
— ¡Es muy peligroso! ¡REGRESA!
—De ningún modo.
-¡CAMILLE! ¡VUELVE!
—HARRY JAMES POTTER, QUIERAS O NO IRÉ CONTIGO, ASÍ QUE ADELANTE.
Tal vez lo intimidé realmente, o solo lo convencí, pero cuando tome un sorbo de la botellita y se la pasé no dijo nada.
—Ve detrás de mí— indicó, y cruzamos el fuego negro. Las llamas negras lamían mi cuerpo pero no lo quemaban. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego nos encontramos al otro lado, en la última habitación.
Ya había alguien allí. Pero no era Snape. Y tampoco era Voldemort.
Era Quirrell.
— ¡¿Usted?!— gritamos al unísono.
Quirrell sonrió. Su rostro no tenía ni sombra del tic.
—Yo —dijo con calma— me preguntaba si me iba a encontrar contigo aquí, Potter. — y cuando me vio agregó — Pero no contigo, Black…
—Pero yo pensé... Snape...
— ¿Severus? —Quirrell río, y no fue con su habitual sonido tembloroso y entrecortado, sino con una risa fría y aguda—. Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no? Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profesor Quirrell?
Aquello no podía ser verdad, no podía ser. Cuando me fijé en Harry su desconcierto era aun mayor que el mío.
— ¡Pero Snape trató de matarme!— gritó, y enseguida recordé aquella vez que casi cae de su escoba a grandes alturas en el partido de quiditch por un maleficio de Snape.
—No, no, no. Yo traté de matarte. Tu amiga, la señorita Granger, accidentalmente me atropelló cuando corría a prenderle fuego a Snape, en ese partido de quidditch. Y rompió el contacto visual que yo tenía contigo. Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte.
— ¿Snape trataba de salvarme a mí?
—Por supuesto —-dijo fríamente Quirrell—. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pérdida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.
Yo miraba expectante, y cuando dijo esto se me heló la sangre.
Quirrell chasqueó los dedos. Unas sogas cayeron del aire y se enroscaron en el cuerpo de Harry, sujetándolo con fuerza.
— ¡HARRY!— grité y salí corriendo a salvarlo, pero Quirell conjuró:
—Petrificus Totalus— y quedé inmóvil, sin más movimiento que mis ojos.
—No trates nada…— me dijo por lo bajo, y volvió a ocuparse de Harry.
—Eres demasiado molesto para vivir, Potter. Deslizándote por el colegio, como en Halloween, porque me descubriste cuando iba a ver qué era lo que vigilaba la Piedra.
— ¿Usted fue el que dejó entrar al trol?
—Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. ¿No viste lo que le hice al que estaba en la otra habitación? Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directamente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...
Hizo una pausa:
—Ahora, espera tranquilo, Potter. Necesito examinar este interesante espejo.
De pronto, vimos lo que estaba detrás de Quirrell. Era un gran espejo antiguo.
—Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra —murmuró Quirrell, dando golpecitos alrededor del marco—. Era de esperar que Dumbledore hiciera algo así... pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.
—Lo vi a usted y a Snape en el bosque... —dijo de golpe Harry, y yo no entendí por qué.
—Sí—respondió Quirrell, sin darle importancia, paseando alrededor del espejo para ver la parte posterior—. Me estaba siguiendo, tratando de averiguar hasta dónde había llegado. Siempre había sospechado de mí. Trató de asustarme... Como si pudiera, cuando yo tengo a lord Voldemort de mi lado...— Rememoré nuestro castigo por andar fuera tan tarde.
Quirrell salió de detrás del espejo y se miró en él con enfado.
—Veo la Piedra... se la presento a mi maestro... pero ¿dónde está?
Harry luchó con las sogas qué lo ataban, pero no se aflojaron. Tenía que hacer algo para ayudarlo, pero sin poder mover un músculo era imposible.
—Pero Snape siempre pareció odiarme mucho.
—Oh, sí—dijo Quirrell, con aire casual— claro que sí. Estaba en Hogwarts con tu padre, ¿no lo sabías? Se detestaban. Tu padre y el de ella—me señaló con la vista— eran amigos, por cierto, él también poseía el odio de Severus—explicó, dejándome totalmente desconcertada— Pero nunca quiso que estuvieras muerto.
— ¿Su qué?— preguntó Harry tan sorprendido como yo, casi sin prestar atención a lo otro.
— ¡Ahh! No debo hablar de eso…— soltó una risa malévola.
— ¿Por qué? ¿Quién se lo prohíbe?
—El Señor Tenebroso no quiere que sepas nada por ahora.
— ¿Voldemort?—solté sin darme cuenta.
—¡SERÁS DESCARADA! ¿¡CÓMO TE ATREVES A MANCHAR SU NOMBRE EN TU BOCA!?
Y como un poseído me lanzó un “EXPULSO”, haciéndome volar por los aires.
— ¡CAMILLE!— gritó asustado Harry.
Me levanté un poco, al parecer ese hechizo había alivianado el Petrificus Totalus.
—Ah, pero yo no estoy aquí para hablar con ustedes, niñatos, ahora se callan o…— se detuvo a pensar, hasta que una sonrisa maligna asomo en su rostro—, o sino mato a la niña…
Desde el suelo, pude ver la expresión de horror de Harry.
—D-de acuerdo... No molestaremos más…
Entonces continuó revisando el espejo, y mi amigo pareció rendirse, con la expresión de miedo y horror aun impregnada al rostro.
Entonces, exclame convencida:
—Pero hace unos días yo lo oí a usted, llorando... Pensé que Snape lo estaba amenazando...
Por primera vez, un espasmo de miedo cruzó el rostro de Quirrell.
—Algunas veces —dijo, olvidando su amenaza— me resulta difícil seguir las instrucciones de mi maestro... Él es un gran mago y yo soy débil...
— ¿Quiere decir que él estaba en el aula con usted? -preguntó Harry, lentamente, controlando sus movimientos, tal vez con miedo a que se descontrole y realmente me asesinara.
—Él está conmigo dondequiera que vaya —explicó con calma Quirrell— Lo conocí cuando viajaba por el mundo. Yo era un joven tonto, lleno de ridículas ideas sobre el mal y el bien. Lord Voldemort me demostró lo equivocado que estaba. No hay ni mal ni bien, sólo hay poder y personas demasiado débiles para buscarlo... Desde entonces le he servido fielmente, aunque muchas veces le he fallado. Tuvo que ser muy severo conmigo. —Quirrell se estremeció súbitamente—. No perdona fácilmente los errores. Cuando fracasé en robar esa Piedra de Gringotts, se disgustó mucho. Me castigó... decidió que tenía que vigilarme muy de cerca...
A mi me parecía un extremo caso de estúpido masoquismo.
Quirrell maldijo entre dientes.
—No comprendo... ¿La Piedra está dentro del espejo? ¿Tengo que romperlo?
Y de repente Harry cayó al suelo, yo miraba nerviosa lo que hacía.
Quirrell no le prestó atención. Seguía hablando para sí mismo.
— ¿Qué hace este espejo? ¿Cómo funciona? ¡Ayúdame, Maestro!
Y para el horror de Harry y -el mío-, una voz le respondió, una voz que parecía salir del mismo Quirrell.
—Utiliza al muchacho... Utiliza al muchacho...
Quirrell se volvió hacia Harry.
—Sí... Potter... ven aquí.
Hizo sonar las manos una vez y las sogas cayeron. Harry se puso lentamente de pie.
—Ven aquí —repitió Quirrell —. Mira en el espejo y dime lo que ves.
Harry se aproximó.
Quirrell se le acercó por detrás.
Cerró los ojos, se detuvo frente al espejo y los volvió a abrir.
— ¿Bien? —Preguntó el hombrecito con impaciencia—. ¿Qué es lo que ves?
—Me veo con Dumbledore, estrechándonos las manos. Yo... he ganado la copa de la casa para Gryffindor.
Quirrell maldijo otra vez.
—Quítate de ahí — ordenó.
Y sigilosamente, Harry comenzó a acercarse a mí, pero no había dado cinco pasos cuando una voz aguda habló, aunque Quirrell no movía los labios.
—Él miente... él miente...
— ¡Potter, vuelve aquí! —Gritó Quirrell—. ¡Dime la verdad! ¿Qué es lo que has visto?
La voz aguda se oyó otra vez.
—Déjame hablar con él... cara a cara...
— ¡Maestro, no está lo bastante fuerte todavía!
—Tengo fuerza suficiente... para esto.
Y sentí como me tensaba… ¿Voldemort?… ¿aparecería?
Petrificada como el pelinegro, observé a Quirrell, que empezaba a desenvolver su turbante. ¿Qué iba a suceder? El turbante cayó. La cabeza de éste parecía extrañamente pequeña sin él. Entonces, se dio la vuelta lentamente.
Habría querido gritar, pero no podía dejar salir ningún sonido. Donde tendría que haber estado la nuca de Quirrell, había un rostro, la cara más terrible que había visto en mi vida. Era de color blanco tiza, con brillantes ojos rojos y ranuras en vez de fosas nasales, como las serpientes.
—Harry Potter... —susurró.
— ¿Ves en lo que me he convertido? —Dijo la cara—. No más que en sombra y quimera... Tengo forma sólo cuando puedo compartir el cuerpo de otro... Pero siempre ha habido seres deseosos de dejarme entrar en sus corazones y en sus mentes... La sangre de unicornio me ha dado fuerza en estas semanas pasadas... tú viste al leal Quirrell bebiéndola para mí en el bosque... y una vez que tenga el Elixir de la Vida seré capaz de crear un cuerpo para mí... Ahora... ¿por qué no me entregas la Piedra que tienes en el bolsillo?
De pronto las piernas de Harry se tambalearon. ¿Sería eso verdad?
—No seas tonto —se burló el rostro—. Mejor que salves tu propia vida y te unas a mí... o tendrás el mismo final que tus padres... Murieron pidiéndome misericordia...
— ¡MENTIRA! —gritó de pronto Harry.
Quirrell andaba hacia atrás, para que Voldemort pudiera mirarlo. La cara maligna sonreía.
—Qué conmovedor —respondió—. Siempre consideré la valentía... Sí, muchacho, tus padres eran valientes... Maté primero a tu padre y luchó con valor... Pero tu madre no tenía que morir... ella trataba de protegerte... Ahora, dame esa Piedra, a menos que quieras que tu madre haya muerto en vano.
Harry se veía vulnerable, a punto de caer y eso no debía pasar. Entonces grité:
— ¡No lo escuches Harry! ¡El miente! ¡No le des la piedra!
— ¡INSOLENTE!— me gritó la cara iracunda.
— ¡NUNCA!— Harry sacó su varita y conjuró:
— ¡Finite incantem!— afloje mis músculos y enseguida saque mi varita para luchar, pero Harry no se veía dispuesto a eso, en cambio se movió hacia la puerta en llamas, por lo cual le seguí, hasta que Voldemort gritó: ¡ATRÁPALO! y, al momento siguiente, Quirrell sujetaba su muñeca.
Gritó, luchando con todas sus fuerzas y, para mi sorpresa, antes de yo poder atacarlo, Quirrell lo soltó.
Miró alrededor para ver dónde estaba su atacante y lo vio doblado de dolor, mirándose los dedos, que se ampollaban ante sus ojos.
— ¡ATRÁPALO! ¡Atrápalo! —rugía otra vez Voldemort, y Quirrell arremetió contra Harry, haciéndolo caer al suelo y apretándole el cuello con las dos manos.
Pude ver al hombrecito chillando desesperado.
—Maestro, no puedo sujetarlo... ¡Mis manos... mis manos!
Y Quirrell, aunque mantenía sujeto a Harry aplastándolo con las rodillas, le soltó el cuello y contempló, aterrorizado, sus manos. Vi que estaban quemadas, en carne viva, con ampollas rojas y brillantes.
— ¡Entonces mátalo, idiota, y termina de una vez! —exclamó Voldemort.
— ¡NOO!— y estaba a punto de lanzar un hechizo, cuando Quirrell levantó la mano, de seguro que para lanzar un maleficio mortal, pero Harry, se incorporó y se aferró a la cara de Quirrell.
— ¡AAAAAAH!
Se apartó, con el rostro también quemado, y entonces razoné:
Quirrell no podía tocar su piel sin sufrir un dolor terrible. Su única oportunidad era sujetarlo, que sintiera tanto dolor como para impedir que hiciera el hechizo...
Harry se puso de pie de un salto, cogió al otro de un brazo y lo apretó con fuerza. Éste gritó y trató de empujarlo.
Podía oír los terribles gemidos de Quirrell y los aullidos de Voldemort: ¡MÁTALO! ¡MÁTALO!
— ¡Harry! ¡Harry!— grité, ya que parecía muy débil y casi inconsciente, pero antes de que lograra hacer nada, se desvaneció junto con Quirell.
— ¡OH…NO!— grité corriendo hacia él. No me fije en Quirell o en Voldemort, solo lo abrace, esperando que reaccionara, diciendo algunos conjuros básicos de curación, sin resultado alguno, llorando a lagunas.
No sé si pasaron minutos u horas, pero una voz detrás de mí gritó:
— ¡Harry! ¡Camille!— era Dumbledore.
Levantó a Harry en brazos, y fue corriendo, conmigo al lado, hasta la enfermería.
Allí estaban Ron y Hermione, el primero acostado en una camilla durmiendo.
Al verme, Hermione corrió hasta a mi y nuestro amigo.
Enseguida la enfermera Pomfrey lo llevó a una camilla, y cerró la cortina sin preguntar.
— ¿Qué sucedió?—preguntó Hermione exasperada.
—Yo… Vol- Voldemort…— y me sumí en un llanto aún más profundo.
Ella estuvo conmigo, consolándome, y llorando también, a la espera de noticias.
¿Y si le había pasado algo? ¿Y si no despertaba luego? No. No podía ser. Harry era fuerte, si, capaz de soportar las peores circunstancias, ¿No había sido el quien derrotó al Innombrable, y en dos ocasiones ahora? Si, estaría bien. Debía estar bien. No podría vivir sabiendo que no hice nada para ayudarlo, que me quedé petrificada… ¡Oh, por favor Harry, despierta! Te necesito…Te necesitamos.
A las dos horas, tiempo en el que se me ocurrieron millones de desenlaces (algunos que hasta me hicieron llorar sin siquiera existir), Dumbledore salió, y se acercó a nosotras con expresión seria.
-¿¡Estará bien?!- grité levantándome de un salto.
—Bueno, debo decirles la verdad…— Por poco y me descompenso, hasta que el director lo notó, y se apresuró a decir: —Tranquilas niñas, él está bien, despertará en unos días.— y volví a sentarme con un largo suspiro.
Todo había terminado… Por ahora…
Ok, me desilusiona que no haya comentarios, pero la novela está, y la quiero poner :)
Última edición por JulyPotter2012 el Lun 02 Jul 2012, 1:52 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Me encanta!.. :D Quiero más capitulos!!!:..
Si es adaptacion a los libros :)
Si es adaptacion a los libros :)
loovesjonas_kjn
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Bien! Gracias por tu comentario loovesjonas_kjn, ¡Me entusiasmaste! Así que te dejo el cap que querías, y enseguida subo el siguiente! :D
Cap. 5 “Adiós Hogwarts… ¡Hasta el próximo año!”
Los días siguientes, además de estudiar y dormir (excepto a veces que me quedaba dormida allí) los pasé en la enfermería, con Harry y Ron, acompañada por Hermione. Hasta comíamos ahí.
Ron despertó luego de un día, y quedó haciendo reposo otro día más, para después irse.
Nos turnábamos para estar con Harry, quien por cierto recibía millones de cosas todos los días de parte de todas las casas (Excepto Slytherine).
Finalmente, al tercer día, despertó.
Narrado por Harry
Estaba sumido en la oscuridad, no recordaba nada. Entonces comencé a sentir ruido, unos murmullos lejanos, y entreví una luz.
Poco a poco abrí los ojos, totalmente desorientado. Estaba en la enfermería, lo noté por el característico y pulcro color blanco de casi todo, sumado al olor de desinfectante y otros elementos de limpieza.
Luego de mirar mi entorno, me topé con un ligero peso cercano a mi estomago. Unos rulos oscuros, que parecían salir como cascada de una cabeza color crema, tal y como una de esas muñequitas de porcelana estaba recostada al borde de mi cama. La reconocí en el acto.
— ¿Camille?— pregunté torpemente, aun algo dormido.
—Si…— respondió con alegría al verme, desperezándose un poco, y me abrazó, dejándome aun más torpe…
— ¿Qué…qué sucedió?— cuestioné tratando de recomponerme un poco.
—Bueno, luego de que te desmayaste, Quirell también se desvaneció, y al parecer… Murió. Pero cuando quisimos atrapar a Voldemort, éste ya había desaparecido. Tuvimos suerte de que Dumbledore apareciera, porque si no…— desvió la vista, algo triste—según la enfermera Pomfrey, habrías muerto…
Soltó todo de golpe, casi sin respirar, y noté como se estremecía al decir lo último.
— ¿Y la piedra?— desvié el tema, pero verdaderamente estaba deseando saber que había pasado.
—No lo sé con exactitud, debes preguntarle a Dumbledore, aunque si sé que no esta en manos malvadas— bromeó, y no me resistí a reír, por fin se acababa el problema.
— ¿Cómo te sientes?— me preguntó mirándome a los ojos.
—Bien, aliviado de que todo haya terminado por ahora…— contesté con sinceridad, pero moviendo mi vista, tratando de ocultar un leve sonrojo.
— ¿Por ahora?...
—Claro, no esperes que Voldemort se rinda, es imposible…— le expliqué, lamentándolo realmente.
—Al menos tenemos tiempo de relajarnos.
—Al menos...— murmuré. Y enseguida algo llamó mi atención: Cientos de golosinas, flores y globos de felicitaciones estaban sobre una mesa cercana.
—Son cosas de tus admiradores— explicó siguiendo mi mirada, y agregó algo fastidiada: — .Y de tus muchas admiradoras.
Comencé a reír, al parecer estaba algo molesta porque yo tuviera “admiradorAS”.
— ¿Te pones celosa?— le pregunté casi sin darme cuenta.
—Claro que no, sé que solamente serás amigo mío, y de Hermione.
—No me refería a eso…
— ¡Oh! Mira, es el inodoro que te enviaron Fred y George— exclamó, claramente desviando el tema.
(Y para mi sorpresa realmente enviaron un inodoro, por lo que empecé a reír de nuevo).
Sin embargo, no hablé más de eso, ya me sentía demasiado avergonzado, aunque si seguimos conversando de otras cosas, como la historia detallada de mi “batalla”.
—Oye, Harry…
— ¿Qué sucede?
—Tengo una duda… ¿Qué paso para que te desmayaras?— enseguida me tensé al recordarlo.
—Fue… Un… un ardor en mi cicatriz—traté de explicar, tocando la pequeña marca en forma de rayo que quedaría por siempre en mi piel —mi cabeza dolía cada vez que hería a Quirell…
— ¿Por qué…?
—No tengo la menor idea…
— ¿Será algo relacionado a Voldemort?
—Espero que no…— contestaba algo a secas, ya que no era agradable de contar, aunque era necesario hacerlo.
Entonces, repasando lo importante, algo cruzó mi mente.
—Camille, ¿Recuerdas cuándo dijo algo sobre tu padre?
Sus ojos adoptaron un brillo inusual.
—Si… No, no entiendo…
— ¿Qué cosa?
—Ya sabes, dijo algo sobre que tu padre y el mío eran amigos, y que Snape los odiaba.
—Bueno, eso explica su odio irracional hacia nosotros— traté de que riera, pero sin embargo seguía pensando.
— ¿Quién…? ¿Quién crees que sea mi padre?
Parecía realmente importante para ella saberlo.
—No lo sé, pero de seguro es alguien grandioso.
— ¿Por qué lo dices?
—Es evidente, con la hija que tuvo.
Sonrió tímidamente, algo más animada.
—Gracias Harry.
—Además—agregué—Quirell dijo que Él, AUN no quería que te enteraras, lo cual quiere decir, que tarde o temprano nos enteraremos.
—OH, tienes razón.
Pareció ponerse contenta.
Suspiré pesadamente.
—¿Qué sucede?
—Que estoy seguro que el próximo año tendremos una intensiva investigación y pasaremos la mayoría del tiempo en la biblioteca, buscando algún Black que haya estudiado en esta escuela, y con mis padres. Podría llegar a resultar fácil, pero aun así será agotador, y voy a comenzar a cansarme ahora, así luego trato de no sufrirlo tanto.
Expliqué apresurado, dejándola confundida, hasta que, poco a poco, comenzó a dibujarse una sonrisa en su cara.
—¡Es una gran idea Harry!
—¡No me digas que no lo habías pensado! Seré idiota…
Me lamente, pero ella rio, feliz.
Narrado por Camille
Seguimos hablando, hasta que llegó Dumbledore y me pidió que los dejara a solas.
Cuando salía me crucé con Ron y Hermione.
— ¿Algo nuevo?
—Si, ¡Despertó!— dije felizmente.
— ¡Al fin!—dijeron con una sonrisa.
Dumbledore salió por la puerta y se fue sonriéndonos amablemente.
Horas después, el equipo de quidditch de Gryffindor vino con comida y dulces, para festejar la recuperación de Harry.
Esa noche fue la cena de fin de curso, y Harry decidió ir, con quejas de la señora Pomfrey,
Lo acompañe, ya que me habían dejado quedarme con el, como premio.
— ¿Estás seguro?— pregunté cuando se tambaleo.
—Ya te dije que si, estoy perfectamente— rodé los ojos y seguimos caminando.
Cuando llegamos, el Gran Comedor estaba lleno, así que al entrar él y yo, se produjo un súbito silencio, seguido de una explosión de murmullos.
—Somos héroes— me dijo al oído.
—ERES, un héroe— corregí —Yo no hice más que mirar mientras te trataban de matar, como una cobarde…— dije apenada.
—Claro que no, gracias a ti escapamos del Lazo del Diablo, y gracias a ti Voldemort no me convenció de darle la piedra, y gracias a ti estoy vivo…
—Puede ser, pero lo primero casi no tuvo importancia, además, yo no te salve…
—Claro que si, la señora Pomfrey me contó que de no ser por los hechizos que hiciste, habría muerto…— quedé sorprendida.
—Pero fueron hechizos básicos…
—Aun así, por alguna razón sirvieron…— finalizó cuando nos sentamos junto a Ron y Hermione.
Todos nos observaban indiscretamente, y hablaban sin parar.
Por suerte, Dumbledore llegó unos momentos después. Las conversaciones cesaron.
— ¡Otro año se va! —dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que sus cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegaron... Ahora tienen todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la copa de la casa y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.
Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Pude ver a Draco Malfoy golpeando la mesa con su copa. ¡Que injusticia!
—Sí, sí, bien hecho, Slytherin —dijo Dumbledore— Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.
Todos se quedaron inmóviles. Las sonrisas de los Slytherin se apagaron un poco.
—Así que —continuó— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Déjenme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley...
Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación.
—... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con veinticinco puntos.
Las hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Se oyó que Percy le decía a los otros prefectos: —Es mi hermano, ¿saben? ¡Mi hermano menor! ¡Consiguió pasar en el juego de ajedrez gigante de McGonagall!.
Por fin se hizo el silencio otra vez.
—Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con veinticinco puntos.
Hermione enterró la cara entre los brazos. Parecía que estaba llorando. Los cambios en la tabla de puntuaciones pasaban ante todos: Gryffindor estaba cincuenta más arriba.
—Tercero… A la señorita Camille Black, por su inteligencia al pensar y su valentía incondicional, se le otorga a Gryffindor cincuenta puntos más— y toda la mesa aplaudió fervientemente.
—Por último... al señor Harry Potter... —siguió Dumbledore. La sala estaba mortalmente silenciosa... —Por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con setenta puntos.
El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía diez puntos más que Slytherine.
Alguien que hubiera estado en la puerta del Gran Comedor habría creído que se había producido una explosión, de tan fuertes eran los gritos que salieron de la mesa de Gryffindor. Harry, Ron, yo y Hermione nos pusimos de pie y aplaudimos felices.
Harry, sin dejar de aplaudir, me dio un codazo y señaló a Malfoy, que no podía haber estado más atónito y horrorizado si le hubieran echado el maleficio de la Inmovilidad Total.
—Lo que significa —gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin—, que hay que hacer un cambio en la decoración.
Dio una palmada. En un instante, los adornos verdes se volvieron escarlata; los de plata, dorados, y la gran serpiente se desvaneció para dar paso al león de Gryffindor.
Snape estrechaba la mano de la profesora McGonagall, con una horrible sonrisa forzada en su cara.
Parecía que la vida iba a volver a la normalidad en el año próximo, o a la normalidad típica de Hogwarts.
Aquélla fue la mejor noche de mi vida…
Nunca, jamás, olvidaría aquella noche.
Casi no recordaba ya que tenían que recibir los resultados de los exámenes, pero éstos llegaron. Para mi gran sorpresa, tanto Harry como Ron pasaron con buenas notas.
Hermione, por supuesto, fue la mejor del año, y yo le seguí, naturalmente, era imposible superarla Hasta Neville pasó a duras penas, pues sus buenas notas en Herbología compensaron los desastres en Pociones. Confiábamos en que suspendieran a Goyle, que era casi tan estúpido como malo, pero él también aprobó. Era una lástima, pero como dijo Ron, no se puede tener todo en la vida.
Y de pronto, nuestros armarios se vaciaron, nuestros equipajes estuvieron listos, el sapo de Neville apareció en un rincón del cuarto de baño... Todos los alumnos recibieron notas en las que los prevenían para que no utilizaran la magia durante las vacaciones («Siempre espero que se olviden de darnos esas notas», dijo con tristeza Fred Weasley).
Hagrid estaba allí para llevarlos en los botes que cruzaban el lago. Subimos al expreso de Hogwarts, charlando y riendo, mientras el paisaje campestre se volvía más verde y menos agreste.
— ¿Qué harán estas vacaciones?— preguntó Hermione —.Yo iré a visitar unos parientes— comentó con disgusto.
—Yo desgnomizare mi jardín— Ron, con fastidio.
—Yo volveré al orfanato— conté con angustia.
—Y yo regresaré con los Dursley—dijo Harry con tristeza y pavor.
—Es una lástima que no estés en Hogwarts en tu cumpleaños…— opinó Ron.
—Lo sé, desde mis siete años que no recuerdan mi cumpleaños.
—El mio tampoco…—murmuré para que no me escucharan.
—Por solo un mes…— se quejó.
—Oye, Harry— dije con una idea en mi cabeza.
— ¿Qué sucede Camille?
— ¿Tienen chimenea en tu hogar?
—Si, en el comedor, pero jamás la usan.
—Y… ¿Suelen estar en casa por las tardes tus tíos?
—A veces no, excepto tía Petunia, ella siempre está limpiando— dijo haciendo una mueca.
—Oh…
— ¿Por qué?
—Curiosidad…
Y a la media hora después, ya cambiados, estábamos en King Cross.
—Tienen que venir y pasar el verano conmigo —dijo Ron—, los tres. Les enviaré una lechuza.
—Gracias —respondió Harry—. Voy a necesitar alguna perspectiva agradable.
La gente nos empujaba mientras se movían hacia la estación, volviendo al mundo muggle. Algunos decían.
— ¡Adiós, Harry!
— ¡Nos vemos, Potter!
Y en un momento uno gritó:
— ¡Suerte con Black, Potter!
Provocando que ambos nos sonrojáramos, mientras Hermione y Ron reían a lo loco.
— Sigues siendo famoso —comentó Ron, con sonrisa burlona—Y ahora todos saben de tu vida amorosa.
Lo fulminé con la mirada.
—No allí adonde voy, eso te lo aseguro —respondió Harry, ignorando con un leve rubor lo último.
Los cuatro pasamos juntos a la estación.
— ¡Allí está él, mamá, allí está, míralo!
Era Ginny Weasley, la hermanita de Ron, pero no señalaba a su hermano.
—¡Harry Potter! —Chilló—. ¡Mira, mamá! Puedo ver...
—Tranquila, Ginny. Es de mala educación señalar con el dedo.
La señora Weasley nos sonrió.
— ¿Un año movido?— preguntó.
—Mucho —contestó Harry, y los cuatro reímos.
— ¿Ya estás listo?
Le preguntó bruscamente a Harry un hombre gordo, de baja estatura, con bigotes y con aire furioso plantado ante él.
Detrás, estaban una señora de delgadez extrema, similar a un ratón, y un niño regordete, ambos horrorizados.
— ¡Usted debe de ser de la familia de Harry! —exclamó la señora Weasley
—Por decirlo así —respondió receloso—. Date prisa, muchacho, no tenemos todo el día.
Dio la vuelta para ir hacia la puerta. Era un hombre desagradable.
Harry se despidió de Ron, con una sonrisa.
—Nos veremos durante el verano, entonces— le dijo.
Luego de Hermione.
—Espero que... que tengas unas buenas vacaciones —dijo Hermione, mirando insegura al tío de Harry, impresionada al igual como yo, de que fueran parientes.
—Oh, lo serán —repuso Harry, y vimos, con sorpresa, la sonrisa burlona que se extendía por su cara—.Ellos no saben que no nos permiten utilizar magia en casa. Voy a divertirme mucho este verano con Dudley…
Por último se despidió de mí, y no pude evitar darle un fuerte abrazo.
—Te voy a extrañar demasiado Potter…—y se sonrojo otra vez, pero cuando vi como me miraban todos, lo solté, agregando rápidamente: — Ya no tendré con quien meterme en líos…— miré a los tres. Y ellos sonrieron. Aunque note que Hermione me miraba significativamente.
—No te preocupes, el verano pasara rápido…— parecía poco convencido.
—Si… Además, quien dice que no me aparezco por tu casa— él se asombró.
— ¿Lo dices enserio?
—Ojala…— suspiré.
— ¡Date prisa niño!— se escuchó que le gritaban.
—Adiós— nos dijo alejándose.
— ¡Nos vemos Harry!— gritamos los tres.
Cap. 5 “Adiós Hogwarts… ¡Hasta el próximo año!”
Los días siguientes, además de estudiar y dormir (excepto a veces que me quedaba dormida allí) los pasé en la enfermería, con Harry y Ron, acompañada por Hermione. Hasta comíamos ahí.
Ron despertó luego de un día, y quedó haciendo reposo otro día más, para después irse.
Nos turnábamos para estar con Harry, quien por cierto recibía millones de cosas todos los días de parte de todas las casas (Excepto Slytherine).
Finalmente, al tercer día, despertó.
Narrado por Harry
Estaba sumido en la oscuridad, no recordaba nada. Entonces comencé a sentir ruido, unos murmullos lejanos, y entreví una luz.
Poco a poco abrí los ojos, totalmente desorientado. Estaba en la enfermería, lo noté por el característico y pulcro color blanco de casi todo, sumado al olor de desinfectante y otros elementos de limpieza.
Luego de mirar mi entorno, me topé con un ligero peso cercano a mi estomago. Unos rulos oscuros, que parecían salir como cascada de una cabeza color crema, tal y como una de esas muñequitas de porcelana estaba recostada al borde de mi cama. La reconocí en el acto.
— ¿Camille?— pregunté torpemente, aun algo dormido.
—Si…— respondió con alegría al verme, desperezándose un poco, y me abrazó, dejándome aun más torpe…
— ¿Qué…qué sucedió?— cuestioné tratando de recomponerme un poco.
—Bueno, luego de que te desmayaste, Quirell también se desvaneció, y al parecer… Murió. Pero cuando quisimos atrapar a Voldemort, éste ya había desaparecido. Tuvimos suerte de que Dumbledore apareciera, porque si no…— desvió la vista, algo triste—según la enfermera Pomfrey, habrías muerto…
Soltó todo de golpe, casi sin respirar, y noté como se estremecía al decir lo último.
— ¿Y la piedra?— desvié el tema, pero verdaderamente estaba deseando saber que había pasado.
—No lo sé con exactitud, debes preguntarle a Dumbledore, aunque si sé que no esta en manos malvadas— bromeó, y no me resistí a reír, por fin se acababa el problema.
— ¿Cómo te sientes?— me preguntó mirándome a los ojos.
—Bien, aliviado de que todo haya terminado por ahora…— contesté con sinceridad, pero moviendo mi vista, tratando de ocultar un leve sonrojo.
— ¿Por ahora?...
—Claro, no esperes que Voldemort se rinda, es imposible…— le expliqué, lamentándolo realmente.
—Al menos tenemos tiempo de relajarnos.
—Al menos...— murmuré. Y enseguida algo llamó mi atención: Cientos de golosinas, flores y globos de felicitaciones estaban sobre una mesa cercana.
—Son cosas de tus admiradores— explicó siguiendo mi mirada, y agregó algo fastidiada: — .Y de tus muchas admiradoras.
Comencé a reír, al parecer estaba algo molesta porque yo tuviera “admiradorAS”.
— ¿Te pones celosa?— le pregunté casi sin darme cuenta.
—Claro que no, sé que solamente serás amigo mío, y de Hermione.
—No me refería a eso…
— ¡Oh! Mira, es el inodoro que te enviaron Fred y George— exclamó, claramente desviando el tema.
(Y para mi sorpresa realmente enviaron un inodoro, por lo que empecé a reír de nuevo).
Sin embargo, no hablé más de eso, ya me sentía demasiado avergonzado, aunque si seguimos conversando de otras cosas, como la historia detallada de mi “batalla”.
—Oye, Harry…
— ¿Qué sucede?
—Tengo una duda… ¿Qué paso para que te desmayaras?— enseguida me tensé al recordarlo.
—Fue… Un… un ardor en mi cicatriz—traté de explicar, tocando la pequeña marca en forma de rayo que quedaría por siempre en mi piel —mi cabeza dolía cada vez que hería a Quirell…
— ¿Por qué…?
—No tengo la menor idea…
— ¿Será algo relacionado a Voldemort?
—Espero que no…— contestaba algo a secas, ya que no era agradable de contar, aunque era necesario hacerlo.
Entonces, repasando lo importante, algo cruzó mi mente.
—Camille, ¿Recuerdas cuándo dijo algo sobre tu padre?
Sus ojos adoptaron un brillo inusual.
—Si… No, no entiendo…
— ¿Qué cosa?
—Ya sabes, dijo algo sobre que tu padre y el mío eran amigos, y que Snape los odiaba.
—Bueno, eso explica su odio irracional hacia nosotros— traté de que riera, pero sin embargo seguía pensando.
— ¿Quién…? ¿Quién crees que sea mi padre?
Parecía realmente importante para ella saberlo.
—No lo sé, pero de seguro es alguien grandioso.
— ¿Por qué lo dices?
—Es evidente, con la hija que tuvo.
Sonrió tímidamente, algo más animada.
—Gracias Harry.
—Además—agregué—Quirell dijo que Él, AUN no quería que te enteraras, lo cual quiere decir, que tarde o temprano nos enteraremos.
—OH, tienes razón.
Pareció ponerse contenta.
Suspiré pesadamente.
—¿Qué sucede?
—Que estoy seguro que el próximo año tendremos una intensiva investigación y pasaremos la mayoría del tiempo en la biblioteca, buscando algún Black que haya estudiado en esta escuela, y con mis padres. Podría llegar a resultar fácil, pero aun así será agotador, y voy a comenzar a cansarme ahora, así luego trato de no sufrirlo tanto.
Expliqué apresurado, dejándola confundida, hasta que, poco a poco, comenzó a dibujarse una sonrisa en su cara.
—¡Es una gran idea Harry!
—¡No me digas que no lo habías pensado! Seré idiota…
Me lamente, pero ella rio, feliz.
Narrado por Camille
Seguimos hablando, hasta que llegó Dumbledore y me pidió que los dejara a solas.
Cuando salía me crucé con Ron y Hermione.
— ¿Algo nuevo?
—Si, ¡Despertó!— dije felizmente.
— ¡Al fin!—dijeron con una sonrisa.
Dumbledore salió por la puerta y se fue sonriéndonos amablemente.
Horas después, el equipo de quidditch de Gryffindor vino con comida y dulces, para festejar la recuperación de Harry.
Esa noche fue la cena de fin de curso, y Harry decidió ir, con quejas de la señora Pomfrey,
Lo acompañe, ya que me habían dejado quedarme con el, como premio.
— ¿Estás seguro?— pregunté cuando se tambaleo.
—Ya te dije que si, estoy perfectamente— rodé los ojos y seguimos caminando.
Cuando llegamos, el Gran Comedor estaba lleno, así que al entrar él y yo, se produjo un súbito silencio, seguido de una explosión de murmullos.
—Somos héroes— me dijo al oído.
—ERES, un héroe— corregí —Yo no hice más que mirar mientras te trataban de matar, como una cobarde…— dije apenada.
—Claro que no, gracias a ti escapamos del Lazo del Diablo, y gracias a ti Voldemort no me convenció de darle la piedra, y gracias a ti estoy vivo…
—Puede ser, pero lo primero casi no tuvo importancia, además, yo no te salve…
—Claro que si, la señora Pomfrey me contó que de no ser por los hechizos que hiciste, habría muerto…— quedé sorprendida.
—Pero fueron hechizos básicos…
—Aun así, por alguna razón sirvieron…— finalizó cuando nos sentamos junto a Ron y Hermione.
Todos nos observaban indiscretamente, y hablaban sin parar.
Por suerte, Dumbledore llegó unos momentos después. Las conversaciones cesaron.
— ¡Otro año se va! —dijo alegremente Dumbledore—. Y voy a fastidiaros con la charla de un viejo, antes de que podáis empezar con los deliciosos manjares. ¡Qué año hemos tenido! Esperamos que sus cabezas estén un poquito más llenas que cuando llegaron... Ahora tienen todo el verano para dejarlas bonitas y vacías antes de que comience el próximo año... Bien, tengo entendido que hay que entregar la copa de la casa y los puntos ganados son: en cuarto lugar, Gryffindor, con trescientos doce puntos; en tercer lugar, Hufflepuff, con trescientos cincuenta y dos; Ravenclaw tiene cuatrocientos veintiséis, y Slytherin, cuatrocientos setenta y dos.
Una tormenta de vivas y aplausos estalló en la mesa de Slytherin. Pude ver a Draco Malfoy golpeando la mesa con su copa. ¡Que injusticia!
—Sí, sí, bien hecho, Slytherin —dijo Dumbledore— Sin embargo, los acontecimientos recientes deben ser tenidos en cuenta.
Todos se quedaron inmóviles. Las sonrisas de los Slytherin se apagaron un poco.
—Así que —continuó— tengo algunos puntos de última hora para agregar. Déjenme ver. Sí... Primero, para el señor Ronald Weasley...
Ron se puso tan colorado que parecía un rábano con insolación.
—... por ser el mejor jugador de ajedrez que Hogwarts haya visto en muchos años, premio a la casa Gryffindor con veinticinco puntos.
Las hurras de Gryffindor llegaron hasta el techo encantado, y las estrellas parecieron estremecerse. Se oyó que Percy le decía a los otros prefectos: —Es mi hermano, ¿saben? ¡Mi hermano menor! ¡Consiguió pasar en el juego de ajedrez gigante de McGonagall!.
Por fin se hizo el silencio otra vez.
—Segundo... a la señorita Hermione Granger... por el uso de la fría lógica al enfrentarse con el fuego, premio a la casa Gryffindor con veinticinco puntos.
Hermione enterró la cara entre los brazos. Parecía que estaba llorando. Los cambios en la tabla de puntuaciones pasaban ante todos: Gryffindor estaba cincuenta más arriba.
—Tercero… A la señorita Camille Black, por su inteligencia al pensar y su valentía incondicional, se le otorga a Gryffindor cincuenta puntos más— y toda la mesa aplaudió fervientemente.
—Por último... al señor Harry Potter... —siguió Dumbledore. La sala estaba mortalmente silenciosa... —Por todo su temple y sobresaliente valor, premio a la casa Gryffindor con setenta puntos.
El estrépito fue total. Los que pudieron sumar, además de gritar y aplaudir, se dieron cuenta de que Gryffindor tenía diez puntos más que Slytherine.
Alguien que hubiera estado en la puerta del Gran Comedor habría creído que se había producido una explosión, de tan fuertes eran los gritos que salieron de la mesa de Gryffindor. Harry, Ron, yo y Hermione nos pusimos de pie y aplaudimos felices.
Harry, sin dejar de aplaudir, me dio un codazo y señaló a Malfoy, que no podía haber estado más atónito y horrorizado si le hubieran echado el maleficio de la Inmovilidad Total.
—Lo que significa —gritó Dumbledore sobre la salva de aplausos, porque Ravenclaw y Hufflepuff estaban celebrando la derrota de Slytherin—, que hay que hacer un cambio en la decoración.
Dio una palmada. En un instante, los adornos verdes se volvieron escarlata; los de plata, dorados, y la gran serpiente se desvaneció para dar paso al león de Gryffindor.
Snape estrechaba la mano de la profesora McGonagall, con una horrible sonrisa forzada en su cara.
Parecía que la vida iba a volver a la normalidad en el año próximo, o a la normalidad típica de Hogwarts.
Aquélla fue la mejor noche de mi vida…
Nunca, jamás, olvidaría aquella noche.
Casi no recordaba ya que tenían que recibir los resultados de los exámenes, pero éstos llegaron. Para mi gran sorpresa, tanto Harry como Ron pasaron con buenas notas.
Hermione, por supuesto, fue la mejor del año, y yo le seguí, naturalmente, era imposible superarla Hasta Neville pasó a duras penas, pues sus buenas notas en Herbología compensaron los desastres en Pociones. Confiábamos en que suspendieran a Goyle, que era casi tan estúpido como malo, pero él también aprobó. Era una lástima, pero como dijo Ron, no se puede tener todo en la vida.
Y de pronto, nuestros armarios se vaciaron, nuestros equipajes estuvieron listos, el sapo de Neville apareció en un rincón del cuarto de baño... Todos los alumnos recibieron notas en las que los prevenían para que no utilizaran la magia durante las vacaciones («Siempre espero que se olviden de darnos esas notas», dijo con tristeza Fred Weasley).
Hagrid estaba allí para llevarlos en los botes que cruzaban el lago. Subimos al expreso de Hogwarts, charlando y riendo, mientras el paisaje campestre se volvía más verde y menos agreste.
— ¿Qué harán estas vacaciones?— preguntó Hermione —.Yo iré a visitar unos parientes— comentó con disgusto.
—Yo desgnomizare mi jardín— Ron, con fastidio.
—Yo volveré al orfanato— conté con angustia.
—Y yo regresaré con los Dursley—dijo Harry con tristeza y pavor.
—Es una lástima que no estés en Hogwarts en tu cumpleaños…— opinó Ron.
—Lo sé, desde mis siete años que no recuerdan mi cumpleaños.
—El mio tampoco…—murmuré para que no me escucharan.
—Por solo un mes…— se quejó.
—Oye, Harry— dije con una idea en mi cabeza.
— ¿Qué sucede Camille?
— ¿Tienen chimenea en tu hogar?
—Si, en el comedor, pero jamás la usan.
—Y… ¿Suelen estar en casa por las tardes tus tíos?
—A veces no, excepto tía Petunia, ella siempre está limpiando— dijo haciendo una mueca.
—Oh…
— ¿Por qué?
—Curiosidad…
Y a la media hora después, ya cambiados, estábamos en King Cross.
—Tienen que venir y pasar el verano conmigo —dijo Ron—, los tres. Les enviaré una lechuza.
—Gracias —respondió Harry—. Voy a necesitar alguna perspectiva agradable.
La gente nos empujaba mientras se movían hacia la estación, volviendo al mundo muggle. Algunos decían.
— ¡Adiós, Harry!
— ¡Nos vemos, Potter!
Y en un momento uno gritó:
— ¡Suerte con Black, Potter!
Provocando que ambos nos sonrojáramos, mientras Hermione y Ron reían a lo loco.
— Sigues siendo famoso —comentó Ron, con sonrisa burlona—Y ahora todos saben de tu vida amorosa.
Lo fulminé con la mirada.
—No allí adonde voy, eso te lo aseguro —respondió Harry, ignorando con un leve rubor lo último.
Los cuatro pasamos juntos a la estación.
— ¡Allí está él, mamá, allí está, míralo!
Era Ginny Weasley, la hermanita de Ron, pero no señalaba a su hermano.
—¡Harry Potter! —Chilló—. ¡Mira, mamá! Puedo ver...
—Tranquila, Ginny. Es de mala educación señalar con el dedo.
La señora Weasley nos sonrió.
— ¿Un año movido?— preguntó.
—Mucho —contestó Harry, y los cuatro reímos.
— ¿Ya estás listo?
Le preguntó bruscamente a Harry un hombre gordo, de baja estatura, con bigotes y con aire furioso plantado ante él.
Detrás, estaban una señora de delgadez extrema, similar a un ratón, y un niño regordete, ambos horrorizados.
— ¡Usted debe de ser de la familia de Harry! —exclamó la señora Weasley
—Por decirlo así —respondió receloso—. Date prisa, muchacho, no tenemos todo el día.
Dio la vuelta para ir hacia la puerta. Era un hombre desagradable.
Harry se despidió de Ron, con una sonrisa.
—Nos veremos durante el verano, entonces— le dijo.
Luego de Hermione.
—Espero que... que tengas unas buenas vacaciones —dijo Hermione, mirando insegura al tío de Harry, impresionada al igual como yo, de que fueran parientes.
—Oh, lo serán —repuso Harry, y vimos, con sorpresa, la sonrisa burlona que se extendía por su cara—.Ellos no saben que no nos permiten utilizar magia en casa. Voy a divertirme mucho este verano con Dudley…
Por último se despidió de mí, y no pude evitar darle un fuerte abrazo.
—Te voy a extrañar demasiado Potter…—y se sonrojo otra vez, pero cuando vi como me miraban todos, lo solté, agregando rápidamente: — Ya no tendré con quien meterme en líos…— miré a los tres. Y ellos sonrieron. Aunque note que Hermione me miraba significativamente.
—No te preocupes, el verano pasara rápido…— parecía poco convencido.
—Si… Además, quien dice que no me aparezco por tu casa— él se asombró.
— ¿Lo dices enserio?
—Ojala…— suspiré.
— ¡Date prisa niño!— se escuchó que le gritaban.
—Adiós— nos dijo alejándose.
— ¡Nos vemos Harry!— gritamos los tres.
Última edición por JulyPotter2012 el Lun 02 Jul 2012, 1:53 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Bueno, cuando digo "enseguida" lo digo enserio, así que dejo el siguiente capítulo, bastante extenso, la verdad.
Cap. 6 “Cumpleaños de Harry”
Era 31 de julio. Me dirigía a la sala de recreación con una pequeña bolsa de terciopelo azul en una mano, y una fina caja rectangular en otra.
Ya le había dicho a Mrs. Honey sobre mi ausencia.
Era algo que había decidido impulsivamente, pero lo iba a hacer.
Me paré frente a la chimenea, y tome una pizca del polvo en la bolsa. La cerré y la guarde en mi abrigo. Sostuve fuertemente la caja contra mí, y lance el polvo a la chimenea, gritando claramente cada sílaba:
— Privet Drive 4, Little Whinging, Surrey
Y pareció que me succionaban por el agujero de un enchufe gigante y que estaba girando a gran velocidad... El bramido era ensordecedor... Intentaba mantener los ojos abiertos, pero el remolino de llamas verdes me mareaba... Algo duro me golpeó en el codo, así que lo sujeté contra el cuerpo, sin dejar de dar vueltas y vueltas... Luego fue como si unas manos frías me pegaran bofetadas en la cara.
Veía una borrosa sucesión de chimeneas y vislumbré imágenes de las salas que había al otro lado... Se me revolvía el estómago. Cerré los ojos de nuevo deseando que aquello cesara, y entonces... caí de bruces sobre un lustrado piso de madera.
Mareada, me recompuse con rapidez, y me pare.
De puntillas asomé la cabeza por el arco en la pared que había como salida de la habitación.
A la izquierda, había una cocina. Cuando miré dentro, estaba la mujer delgada, fregando la vajilla.
Volví al pequeño vestíbulo, donde enfrente al arco había una puerta de madera con vidrios repartidos que hacía de entrada. A la derecha, estaba un pequeño toilette, y junto a este una escalera, con una puerta disimulada que se cerraba con candado. Por un momento me pregunte si Harry estaría allí, pero descarte la idea de inmediato.
Subí la escalera, y me encontré con un pequeño pasillo con cuatro puertas.
De un lado había un baño, y la habitación de algún acumulador, lleno de juguetes rotos, (seguro del niño regordete) pensé.
Del otro lado estaban la habitación principal, y junto, en una alcoba pequeña, estaba la jaula de Hedwig. El dormitorio de Harry consistía en una cama y un mueble para la ropa, demasiado pequeño.
También pude ver que había una única ventana. ¿Acaso era un dormitorio o una cárcel? Y, además, ¿Dónde estaba mi amigo?
Me asomé a la ventana, y pude verlo sentado en un banco en el jardín.
Baje con sigilo las escaleras, y salí por la puerta principal, rodee la casa, salté el cerco, y me encontré en el jardín.
Me acerqué en silencio, hasta que lo oí decir:
— ¿Acaso fue un sueño? ¿Nadie se acuerda de mí?
Fue como si estrujaran mi corazón… ¡Pobre Harry! ¿No habría recibido mis cartas? ¿Ron y Hermione no le enviaron nada?
—Harry…— llamé en voz baja. El volteo sorprendido.
— ¿Camille?
—Supongo que si— respondí mirándome los brazos y tocando mi cara, provocando que el riera tontamente.
— ¿Qué haces aquí? Es imposible…
—Con magia todo es posible— guiñe el ojo —.Pero… creí que te alegrarías más al verme… Ni siquiera un abrazo o un “Oh, Camille eres tan buena amiga”— reproché con dramatismo—; si quieres que me vaya, no hay problema— hice un ademán de irme, y de repente el vino y me abrazo.
—Eres muy buena amiga Camille— le devolví el abrazo.
—Lo sé—comenté riendo.
Nos sentamos juntos a hablar. Hasta que a los quince minutos:
—… es cierto, y encima preguntó “¿Por qué?”— reímos, estábamos recordando a Ron y sus idioteces con Hermione.
—Yo creo que tiene que hacer algo, es obvio que algo sienten… Tal vez de mayores, pero deben estar juntos. La verdad, odio cuando las personas no aceptan que se gustan ¿No crees?
Desvió su mirada a un árbol, nervioso. Pero cuando estaba a punto de responder se sobresalto.
— ¡¿Viste eso?!— giré para ver lo que señalaba, y me topé con dos grandes ojos verdes…
— ¿Pero que…?
Una voz burlona resonó detrás de nosotros en el jardín y Harry se puso de pie de un salto, por lo que supuse debía esconderme, así que me acosté en el banco, de modo que el respaldo me tapara.
—Sé qué día es hoy —canturreó una voz chillona detrás nuestro.
Los ojos grandes se cerraron y desaparecieron.
— ¿Qué?—preguntó Harry, sin apartar la vista del lugar por donde habían desaparecido.
—Sé qué día es hoy —repitió el niño.
—Enhorabuena -respondió Harry—. ¡Por fin has aprendido los días de la semana!— contuve una risa.
—Hoy es tu cumpleaños —dijo con sorna—. ¿Cómo es que no has recibido postales de felicitación? ¿Ni siquiera en aquel monstruoso lugar has hecho amigos?— aquello me provocó impotencia.
—Procura que tu mamá no te oiga hablar sobre mi colegio —contestó Harry con frialdad.
— ¿Por qué miras el seto? —preguntó con recelo.
—Estoy pensando cuál sería el mejor conjuro para prenderle fuego —dijo Harry.
—No..., no puedes... Papá dijo que no harías ma-magia... Ha dicho que te echará de casa..., y no tienes otro sitio donde ir..., no tienes amigos con los que quedarte...
¡JA! Si supiera que Harry tenía una cola de personas que lo querían y estarían dispuestos a acogerlo en su hogar…
— ¡Abracadabra! —dijo Harry con voz enérgica—. ¡Pata de cabra! ¡Patatum, patatam!— yo solo podía escuchar, pero estaba segura de que el niño estaría aterrorizado.
— ¡Mamaaaaaaá! —Vociferó—, ¡mamaaaaaaá! ¡Harry está haciendo lo que tú sabes!
¿Así de tontos sonamos al temer decir el nombre de Voldemort? Que vergüenza…
Harry comenzó a reír, seguido por mi.
—Debes saber que me castigaran por esto… Deberías volver…— dijo apenado.
—Oh, descuida, te haré compañía— sonreí.
—Aguarda a que te tiré la capa de invisibilidad…— y dicho esto se oyeron unos pasos, así que me volví a esconder. Esta vez, encontré un pequeño agujero para ver.
La señora-ratón salió con una sartén enjabonada, y a pesar de ver todo intacto, trato de golpear a Harry en la cabeza, pero él la esquivo. ¡Era una monstruosidad! Por un momento me vi tentada a lanzar un hechizo, pero castigarían a Harry…
Luego lo obligó a hacer tareas, amenazándolo con que no comería hasta acabar.
Harry limpió las ventanas, lavó el coche, cortó el césped, recortó los arriates, podó y regó los rosales y dio una capa de pintura al banco del jardín, claro que lo ayude, a pesar de sus quejas de que era su castigo.
Finalmente a las siete de la tarde lo llamó, y el me indico que esperara bajo la ventana.
Minutos después me arrojó la capa.
La puse sobre mi cabeza, y aproveche a entrar con una pareja que llegaba.
Subí las escaleras con cuidado de no hacer ruido y entré en la habitación de Harry, cerrando la puerta detrás mio.
Pero allí me encontré con algo extraño. Una especie de criatura de grandes orejas como alas de murciélago, y unos ojos verdes como pelotas de tenis, los mismos que en el árbol. Al parecer estaban hablando, así que por las dudas no me saqué la capa, ya que no notaron mi presencia.
—Harry Potter —dijo la criatura con una voz tan aguda que de seguro que se había oído en el piso de abajo—, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerle, señor... Es un gran honor...
—Gra-gracias —respondió Harry, que avanzando pegado a la pared alcanzó la silla del escritorio y se sentó. A su lado estaba Hedwig, dormida en su gran jaula.
— ¿Quién es usted?
—Dobby, señor. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico —contestó la criatura.
— ¿De verdad? —dijo Harry— Bueno, no quisiera ser descortés, pero no me conviene precisamente ahora recibir en mi dormitorio a un elfo doméstico.
El elfo bajó la cabeza.
—Estoy encantado de conocerlo —se apresuró a añadir Harry—. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?
—Sí, señor —contestó Dobby con franqueza—. Dobby ha venido a decirle, señor..., no es fácil, señor... Dobby se pregunta por dónde empezar...
—Siéntese —dijo Harry educadamente, señalando la cama.
El elfo rompió a llorar, y además, ruidosamente.
— ¡Sen-sentarme! —gimió—. Nunca, nunca en mi vida...
Me pareció oír que en el piso de abajo hablaban entrecortadamente, lo cual pareció poner a Harry nervioso.
—Lo siento —murmuró—, no quise ofenderle.
— ¡Ofender a Dobby! —repuso el elfo con voz disgustada—. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara..., como si fuera un igual.
Harry, hizo un “¡Chhss!” sin dejar de parecer hospitalario, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando. Parecía un muñeco grande y muy feo. Por fin consiguió reprimirse y se quedó con los ojos fijos en Harry, mirándole con devoción.
—Se ve que no ha conocido a muchos magos educados —dijo Harry.
Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: — ¡Dobby malo! ¡Dobby malo!
—No..., ¿qué está haciendo? —Harry dio un bufido, se acercó al elfo de un salto y tiró de él hasta devolverlo a la cama. Hedwig se acababa de despertar dando un fortísimo chillido y se puso a batir las alas furiosamente contra las barras de la jaula.
—Dobby tenía que castigarse, señor —explicó el elfo, que se había quedado un poco bizco—. Dobby ha estado a punto de hablar mal de su familia, señor.
— ¿Su familia?
—La familia de magos a la que sirve Dobby, señor. Dobby es un elfo doméstico, destinado a servir en una casa y a una familia para siempre.
— ¿Y saben que está aquí? —preguntó Harry.
Dobby se estremeció.
—No, no, señor, no... Dobby tendría que castigarse muy severamente por haber venido a verle, señor. Tendría que pillarse las orejas en la puerta del horno, si llegaran a enterarse.
Eso me pareció muy horrible, ¿¡Que era acaso, un masoquista activo!?
—Pero ¿no advertirán que se ha pillado las orejas en la puerta del horno?
—Dobby lo duda, señor. Dobby siempre se está castigando por algún motivo, señor. Lo dejan de mi cuenta, señor. A veces me recuerdan que tengo que someterme a algún castigo adicional.
—Pero ¿por qué no los abandona? ¿Por qué no huye?
—Un elfo doméstico sólo puede ser libertado por su familia, señor. Y la familia nunca pondrá en libertad a Dobby... Dobby servirá a la familia hasta el día que muera, señor.
Harry lo miró fijamente con aquellos ojos verdes… ¡Camille! ¡Detente!
—Y yo que me consideraba desgraciado por tener que pasar otras cuatro semanas aquí —dijo—. Lo que me cuenta hace que los Dursley parezcan incluso humanos. ¿Y nadie puede ayudarle? ¿Puedo hacer algo?— Que bondadoso de su parte….
Dobby se deshizo de nuevo en gemidos de gratitud.
—Por favor —susurró Harry desesperado—, por favor, no haga ruido. Si los Dursley le oyen, si se enteran de que está usted aquí...— me estremecí de solo pensarlo.
—Harry Potter pregunta si puede ayudar a Dobby... Dobby estaba al tanto de su grandeza, señor, pero no conocía su bondad...—
Y no solo eso, Harry estaba lleno de cualidades… Bueno… Yo, eh…es evidente para todos…
Harry, ruborizado, dijo:
—Sea lo que fuere lo que ha oído sobre mi grandeza, no son más que mentiras. Ni siquiera soy el primero de la clase en Hogwarts, es Hermione, ella...— sonreí, era demasiado modesto, aunque era verdad, Hermione era una de las mejores estudiantes en Hogwarts.
—Harry Potter es humilde y modesto —dijo Dobby, respetuoso. Le resplandecían los ojos grandes y redondos— Harry Potter no habla de su triunfo sobre El-que-no-debe-ser-nombrado.
Odio cuando no dicen su nombre, como si fuese a aparecer a mataros…
— ¿Voldemort? —preguntó Harry, quien también lo llamaba por su nombre.
Dobby se tapó los oídos con las manos y gimió:
— ¡Señor, no pronuncie ese nombre! ¡No pronuncie ese nombre!
— ¡Perdón! —se apresuró a decir—. Sé de muchísima gente a la que no le gusta que se diga..., mi amigo Ron...
Se detuvo. ¿Qué le pasaba?
Dobby se inclinó hacia Harry, con los ojos tan abiertos como faros.
—Dobby ha oído —dijo con voz quebrada—, que Harry Potter tuvo un segundo encuentro con el Señor Tenebroso, hace sólo unas semanas..., y que Harry Potter escapó nuevamente.
Harry asintió con la cabeza, y a Dobby se le llenaron los ojos de lágrimas.
— ¡Ay, señor! —Exclamó, frotándose la cara con una punta del sucio almohadón que llevaba puesto — ¡Harry Potter es valiente y arrojado! ¡Ha afrontado ya muchos peligros! Pero Dobby ha venido a proteger a Harry Potter, a advertirle, aunque más tarde tenga que pillarse las orejas en la puerta del horno, de que Harry Potter no debe regresar a Hogwarts. — ¿A qué se refería?
Hubo un silencio, sólo roto por el tintineo de tenedores y cuchillos que venía del piso inferior, y el distante rumor de la voz del tío de Harry.
— ¿Qué-qué? —Tartamudeó Harry—. Pero si tengo que regresar; el curso empieza el 1 de septiembre. Eso es lo único que me ilusiona. Usted no sabe lo que es vivir aquí. Yo no pertenezco a esta casa, pertenezco al mundo de Hogwarts.
Cada vez me daban más ganas de sacar a Harry de este lugar, pero era una tontería, ¡Si ni siquiera tengo casa propia!
—No, no, no —chilló Dobby, sacudiendo la cabeza con tanta fuerza que se daba golpes con las orejas—. Harry Potter debe estar donde no peligre su seguridad. Es demasiado importante, demasiado bueno, para que lo perdamos. Si Harry Potter vuelve a Hogwarts, estará en peligro mortal.
En lo primero tenía razón, y si lo del peligro fuese cierto… Aunque doliese tendría que quedarse…
— ¿Por qué? —preguntó Harry sorprendido.
—Hay una conspiración, Harry Potter. Una conspiración para hacer que este año sucedan las cosas más terribles en el Colegio Hogwarts de Magia —susurró Dobby, sentí un temblor repentino por todo el cuerpo—. Hace meses que Dobby lo sabe, señor. Harry Potter no debe exponerse al peligro: ¡es demasiado importante, señor!
— ¿Qué cosas terribles? —Preguntó inmediatamente Harry—. ¿Quién las está tramando?
Dobby hizo un extraño ruido ahogado y acto seguido se empezó a golpear la cabeza furiosamente contra la pared.
— ¡Está bien! —gritó Harry, sujetando al elfo del brazo para detenerlo—. No puede decirlo, lo comprendo. Pero ¿por qué ha venido usted a avisarme? —y un segundo después gritó —. ¡Un momento! Esto no tiene nada que ver con Vol..., perdón, con Quien-usted-sabe, ¿verdad? Basta con que asiente o niegue con la cabeza —añadió apresuradamente, porque Dobby ya se disponía a golpearse de nuevo contra la pared.
Dobby movió lentamente la cabeza de lado a lado.
—No, no se trata de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, señor.
Pero Dobby tenía los ojos muy abiertos y parecía que trataba de darle una pista.
—Él no tiene hermanos, ¿verdad?
Dobby negó con la cabeza, con los ojos más abiertos que nunca.
— Bueno, siendo así, no puedo imaginar quién más podría provocar que en Hogwarts sucedieran cosas terribles —dijo Harry—. Quiero decir que, además, allí está Dumbledore. ¿Sabe usted quién es Dumbledore?
Dobby hizo una inclinación con la cabeza.
—Albus Dumbledore es el mejor director que ha tenido Hogwarts. Dobby lo sabe, señor. Dobby ha oído que los poderes de Dumbledore rivalizan con los de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado. Pero, señor —la voz de Dobby se transformó en un apresurado susurro—, hay poderes que Dumbledore no..., poderes que ningún mago honesto...
Y antes de que Harry pudiera detenerlo, Dobby saltó de la cama, cogió la lámpara de la mesa de Harry y empezó a golpearse con ella en la cabeza lanzando unos alaridos que destrozaban los tímpanos.
En el piso inferior se hizo un silencio repentino. Dos segundos después, se oyó que alguien se acercaba, explicando en voz alta:
— ¡Dudley debe de haberse dejado otra vez el televisor encendido, el muy tunante!
— ¡Rápido! ¡En el ropero! —dijo Harry, empujando a Dobby, cerrando la puerta y echándose en la cama en el preciso instante en que giraba el pomo de la puerta. De inmediato me tensé.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó tío Vernon rechinando los dientes, su cara espantosamente cerca de la de Harry—. Acabas de arruinar el final de mi chiste sobre el jugador japonés de golf... ¡Un ruido más, y desearás no haber nacido, mocoso!
Tuve que tratar de no soltar un Cruciato… ¿Cómo podía decirle eso a Harry?
Salió de la habitación pisando fuerte con sus pies planos.
Harry, temblando, abrió la puerta del armario y dejó salir a Dobby.
— ¿Se da cuenta de lo que es vivir aquí? —le dijo— ¿Ve por qué debo volver a Hogwarts? Es el único lugar donde tengo..., bueno, donde creo que tengo amigos.
En ese momento realmente deseaba abrazarlo y decirle “Claro que no, Nosotros somos tus amigos dentro o fuera de Hogwarts”, pero realmente quería seguir escuchando
— ¿Amigos que ni siquiera escriben a Harry Potter? —preguntó maliciosamente.
—Supongo que habrán estado... ¡Un momento! —dijo Harry, frunciendo el entrecejo—. ¿Cómo sabe usted que mis amigos no me han escrito?
Dobby cambió los pies de posición.
—Harry Potter no debe enfadarse con Dobby. Dobby pensó que era lo mejor...
¡OH! Elfo malvado…
— ¿Ha interceptado usted mis cartas?
—Dobby las tiene aquí, señor —dijo el elfo, y escapando ágilmente del alcance de Harry, extrajo un grueso fajo de sobres del almohadón que llevaba puesto. Pude distinguir la esmerada caligrafía de Hermione, los irregulares trazos de Ron, mi propia letra, y hasta un garabato que parecía salido de la mano de Hagrid, el guardabosque de Hogwarts.
Dobby, inquieto, miró a Harry y parpadeó.
—Harry Potter no debe enfadarse... Dobby pensaba... que si Harry Potter creía que sus amigos lo habían olvidado... Harry Potter no querría volver al colegio, señor.
El pelinegro no escuchaba. Se abalanzó sobre las cartas, pero Dobby lo esquivó.
—Harry Potter las tendrá, señor, si le da a Dobby su palabra de que no volverá a Hogwarts. ¡Señor, es un riesgo que no debe afrontar! ¡Dígame que no irá, señor!
— ¡Iré! —exclamó Harry enojado—. ¡Deme las cartas de mis amigos!
—Entonces, Harry Potter no le deja a Dobby otra opción —dijo apenado el elfo.
Antes de que Harry pudiera hacer algún movimiento, Dobby se había lanzado como una flecha hacia la puerta del dormitorio, la había abierto y había bajado las escaleras corriendo.
Harry salió detrás de él, intentando no hacer ruido. Saltó los últimos seis escalones, cayó como un gato sobre la alfombra del recibidor y buscó a Dobby. Del comedor venía la voz del tío de Harry, que decía:
—... señor Mason, cuéntele a Petunia aquella divertida anécdota de los fontaneros americanos, se muere de ganas de oírla...
Harry cruzó el vestíbulo, y al llegar a la cocina, se detuvo en seco, y por poco me tropiezo con el, ya que yo iba corriendo detrás.
Un pudín magistral, un montículo de nata y violetas de azúcar, flotaba cerca del techo. Dobby estaba en cuclillas sobre el armario que había en un rincón.
—No —rogó Harry con voz ronca—. Se lo ruego..., me matarán…
—Harry Potter debe prometer que no irá al colegio.
—Dobby..., por favor...
—Dígalo, señor...
— ¡No puedo!
—Entonces Dobby tendrá que hacerlo, señor, por el bien de Harry Potter.
Dobby soltó el pudin, pero como un rayo, en segundos, solté la capa, y corriendo atrape el pudín a tiempo, pero me sostuve de la mesada de baldosa lustrosa, y tiré unos platos que provocaron un estruendoso sonido al romperse contra el piso embaldosado.
Dobby desapareció.
Del comedor llegaron unos alaridos y el tío de Harry entró de sopetón en la cocina, hallando a Harry paralizado por el susto, y a mí con el pudin en manos, y los platos a mis pies, destrozados.
Al verme, se puso como un tomate. Deje rápidamente el pudin en su lugar, y solté un torpe:
—Hola…
Llevó a los impresionados Mason de nuevo al comedor, prometió a Harry que, en cuanto se fueran, lo desollaría vivo, y en cuanto a mi me hecho de inmediato, pero antes tomé la capa, y para su sorpresa desaparecí, (aunque seguía allí), quedando en su cara una mueca de horror.
La tía de Harry llevó el pudin, mirando con recelo a Harry.
En el preciso instante en que la mujer estaba ofreciendo a sus invitados un poco de pudin, una lechuza penetró por la ventana del comedor, dejó caer una carta sobre la cabeza de la señora Mason y volvió a salir. La señora Mason gritó como una histérica y huyó de la casa exclamando algo sobre los locos. El señor Mason se quedó sólo lo suficiente para explicarles a los Dursley que su mujer tenía pánico a los pájaros de cualquier tipo y tamaño, y para preguntarles si aquélla era su forma de gastar bromas.
Harry estaba en la cocina, cuando su tío avanzó hacia él con un destello demoníaco en sus ojos diminutos.
— ¡Léela! —gritó hecho una furia y blandiendo la carta que había dejado la lechuza—. ¡Vamos, léela!
Harry la cogió. No se trataba de ninguna felicitación por su cumpleaños.
“Estimado Señor Potter:
Hemos recibido la información de que un hechizo levitatorio ha sido usado en su lugar de residencia esta misma noche a las nueve y doce minutos. Como usted sabe, a los magos menores de edad no se les permite realizar conjuros fuera del recinto escolar y reincidir en el uso de la magia podría acarrearle la expulsión del colegio (Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, 1875, artículo tercero). Asimismo le recordamos que se considera falta grave realizar cualquier actividad mágica que entrañe un riesgo de ser advertida por miembros de la comunidad no mágica o muggles (Sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos).
¡Que disfrute de unas buenas vacaciones!
Afectuosamente,
Mafalda Hopkirk
Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia
Ministerio de Magia”
Harry levantó la vista de la carta y tragó saliva.
—No nos habías dicho que no se te permitía hacer magia fuera del colegio —dijo, con una chispa de rabia en los ojos—. Olvidaste mencionarlo... Un grave descuido, me atrevería a decir...
Se echaba por momentos encima de Harry como un gran buldog, enseñando los dientes.
—Bueno, muchacho, ¿sabes qué te digo? Te voy a encerrar... Nunca regresarás a ese colegio... Nunca... Y si utilizas la magia para escaparte, ¡te expulsarán!
Y, riéndose como un loco, lo arrastró escaleras arriba, yo me escabullí detrás de él, en silencio, tratando de no matar a alguien.
Lo arrojó sobre la cama, y aproveché para entrar.
— ¡Ya verás con quien te metiste mocoso!
Y se fue, cerrando la puerta con llave.
Me quité la capa, y me senté a su lado, se veía triste.
—Son monstruos, Harry…-
—Lo sé.
—No sé cómo me contuve de transformarlos en ratones…—murmuré más para mí —pero si lo hubiese hecho, habrías salido perjudicado tú, y no valía la pena…
—Descuida, lo único que me preocupa es que en verdad no me permitan ir a Hogwarts.
—Oh, descuida, yo me encargaré de eso— sonreí con malicia.
Pero algo llamó mi atención. Un paquete fino, rectangular, envuelto y con moño estaba sobre la cómoda de Harry.
— ¡Lo olvidaba!— y tomé el regalo, para luego volver a sentarme junto a Harry.
— ¡Feliz cumpleaños!— y él sonrió, agarrando el paquete.
— ¡Gracias Camille!
Lo abrió, y dejó ver un diario tapizado de cuero rojo, con el escudo de Gryffindor, y una gran pluma negra con motas amarillas junto a un tintero de cristal.
—Es un diario, y una pluma invisibles.
—Pero… Yo los puedo ver perfectamente…— me eché a reír.
—No, me refiero a que lo que escribes no se ve…— tomé el diario y la pluma, mojé la punta en la tinta, y escribí. — ¿Ves? Bueno, de hecho, no lo ves, pero sabes a qué me refiero…
Le entregué de nuevo las cosas.
—Pruébalo
Dudoso, mojo la pluma en tinta y escribió algo. Naturalmente, no pude ver nada.
— ¿Sabes? Existe un hechizo para ver la tinta invisible…— se puso nervioso, pero antes de que pudiera hacer algo, susurré: — ¡Aparecium!— y ante nosotros, apareció lo escrito, y volví a reír a carcajadas silenciosas.
Decía algo así:
Harry, te quiero, Camille. Y debajo, resaltaba con la letra desprolija de Harry:
Camille Y Harry.
El pobre estaba rojo como un tomate.
—Buen chiste Harry, pero Fred y George me han hecho caer en peores.
De repente una mueca de confusión apareció en su rostro, pero enseguida comenzó a reírse.
—Tienes razón, lo siento…
Y así pasamos la noche, riendo y hablando de nuestros amigos en Hogwarts.
Hice aparecer una bolsa de dormir, pero Harry me insistió en que yo durmiera en la cama, y el en la bolsa. Luego de un largo debate, termine durmiendo yo en la cama y él en el suelo.
Al día siguiente, tuve que usar la capa de nuevo, ya que su tío mandó a colocar rejas en la ventana ¡Tremendo desalmado!
Y así pasaron tres días. No le permitían salir más que un rato a la mañana, y le daban una miseria de comida… Claro que traía comida por las dudas, aunque lo mejor que encontré, fue un sándwich de pollo…
En ese momento, se abrió la gatera y apareció la mano de Petunia, que introdujo en la habitación un cuenco de sopa de lata.
—Es horrible…— murmuré — ¿Cómo es que te tratan así?
—Creo que es algo a lo que te acostumbras…— dijo dándole sopa a Hedwig.
—Deberíamos pediré auxilio a Ron, o a Hermione…
—Tú deberías volver, estoy seguro que donde estas es mejor que esto— abrió los brazos para referirse a la habitación — ¿Por qué no has regresado?— preguntó poco convencido, sentándose en la cama.
— ¿Y dejarte sólo? ¿Es broma? Eres mi mejor amigo Harry, no te voy a abandonar con esta gente.
Me senté a su lado, poniendo mi brazo sobre su hombro.
—Aunque, la idea de llevarte conmigo no es tan mala…— pensé en voz alta— Seguro que te tratan mejor que aquí…
—No sabes cuánto me gustaría escaparme…
— ¿Y entonces?
—Bueno… No lo sé, supongo que me aferró a que tengo alguien...
—Gracias por lo que me toca— simulé ofenderme.
—No es eso, me refiero a que, al fin y al cabo, son… familia…— dijo con asco.
Seguimos hablando, hasta que se quedó dormido. Eso de hacer los deberes por la noche era una locura.
Me recosté en la bolsa de dormir, a leer un libro de hechizos del año anterior, hasta que también caí en el sueño.
—… ¡Para!...—gritó Harry, despertándome—. Déjame en paz... Basta ya..., estoy intentando dormir...
¿Qué? Pero si yo no había hecho nada. Abrí los ojos, y me encontré con que una incandescente inundaba la pequeña habitación.
— ¡Ron!— gritó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?
Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire! Sonriendo a Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.
— ¿Todo bien, Harry?
— ¿Qué ha pasado? —Preguntó Ron—. ¿Por qué no has contestado a mis cartas? Te he pedido unas doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los Muggles.
—No fui yo. Pero ¿cómo se enteró?
—Trabaja en el Ministerio —contestó Ron—. Sabes que no podemos hacer ningún conjuro frente a los Muggles fuera del colegio.
— ¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Harry, echando un vistazo al coche flotante.
— ¡Esto no cuenta! — Explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles los que vives...
—No he sido yo, ya te lo he dicho..., pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, puedes decir en Hogwarts que los Dursley me tienen encerrado y que no podré volver al colegio, y está claro que no puedo utilizar la magia para escapar de aquí, porque el ministro pensaría que es la segunda vez que utilizo conjuros en tres días, de forma que...
—Deja de decir tonterías —dijo Ron— Hemos venido para llevarte a casa con nosotros.
—Pero tampoco ustedes pueden utilizar la magia para sacarme... Podrían verlos…
—No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo—. Recuerda a quién he traído conmigo.
—Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándole un cabo de cuerda.
—Si los Dursley se despiertan, me matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes. Fred aceleró el coche.
—No te preocupes —dijo Fred— y apártate.
Harry se retiró al fondo de la habitación, donde estaba Hedwig, que parecía haber comprendido que la situación era delicada y se mantenía inmóvil y en silencio. El coche aceleró más y más, y de pronto, con un sonoro crujido, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo. Harry corrió a la ventana y vio que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo. Entonces Ron fue recogiendo la cuerda hasta que tuvo la reja dentro del coche.
Después de que Ron dejara la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Harry.
—Entra —dijo Ron.
—Pero, espera…— y se acercó a mí, aunque yo estaba despierta.
—Vamos Camille.
—Harry, tus cosas…— murmuré levantándome. Cuando Ron y sus hermanos me vieron, abrieron los ojos más allá de lo que se debería, y parecían estar conteniéndose.
—Todas mis cosas de Hogwarts... Mi varita mágica, mi escoba...—dijo a Ron.
— ¿Dónde están?
—Guardadas bajo llave en la alacena de debajo de las escaleras. Y yo no puedo salir de la habitación.
—No te preocupes —dijo George desde el asiento del acompañante—. Quítate de ahí, Harry.
Fred y George entraron en la habitación de Harry trepando con cuidado por la ventana.
Cuando pasaron junto a mí, dijeron:
—Camille, vaya sorpresa— comentó George con picardía.
—Ya hablaremos contigo seriamente, niña— me dijo Fred riendo.
George se sacó del bolsillo una horquilla del pelo para forzar la cerradura.
—Muchos magos creen que es una pérdida de tiempo aprender estos trucos muggles —observó Fred—, pero nosotros opinamos que vale la pena adquirir estas habilidades, aunque sean un poco lentas.
Se oyó un ligero «clic» y la puerta se abrió.
—Bueno, nosotros bajaremos a buscar tus cosas. Recoge todo lo que necesites de tu habitación y ve dándoselo a Ron por la ventana —susurró George.
—Tengan cuidado con el último escalón, porque cruje —les susurró Harry mientras los gemelos se internaban en la oscuridad.
Harry fue cogiendo sus cosas de la habitación y me las pasaba para que se las diese a Ron a través de la ventana. Luego ayudó a Fred y a George a subir el baúl por las escaleras. Oí toser al tío de Harry.
Una vez en el rellano, llevaron el baúl a través de la habitación de Harry hasta la ventana abierta. Fred pasó al coche para ayudar a Ron a subir el baúl, mientras Harry y George lo empujaban desde la habitación. Centímetro a centímetro, el baúl fue deslizándose por la ventana.
Su tío volvió a toser.
—Un poco más —dijo jadeando Fred, que desde el coche tiraba del baúl—, empujen con fuerza...
Harry y George empujaron con los hombros, y el baúl terminó de pasar de la ventana al asiento trasero del coche.
—Estupendo, vámonos —dijo George en voz baja. Me subí primero junto a Ron, pero al subir al alféizar de la ventana Harry, se oyó un potente chillido detrás de él, seguido por la atronadora voz de su tío.
— ¡ESA MALDITA LECHUZA!
— ¡Me olvidaba de Hedwig!
Harry cruzó a toda velocidad la habitación al tiempo que se encendía la luz del rellano. Cogió la jaula de Hedwig, volvió velozmente a la ventana, y me la paso.
Él estaba subiendo al alféizar cuando el hombre aporreó la puerta, y ésta se abrió de par en par.
Durante una fracción de segundo, el señor Dursley se quedó inmóvil en la puerta; luego soltó un mugido como el de un toro furioso y, abalanzándose sobre Harry, lo agarró por un tobillo.
Ron, Fred, yo y George lo asimos a su vez por los brazos, y tiramos de él todo lo posible
— ¡Petunia! —bramó —. ¡Se escapa! ¡SE ESCAPA!
Pero los Weasley tiraron con más fuerza, y el tío tuvo que soltar la pierna de Harry. Tan pronto como éste se encontró dentro del coche y hubo cerrado la puerta con un portazo, gritó Ron:
— ¡Fred, aprieta el acelerador!
Y el coche salió disparado en dirección a la luna.
Harry bajó la ventanilla y, con el aire azotándole los cabellos, volvió la vista para ver alejarse los tejados de Privet Drive. Sus tíos y Dudley estaban asomados a la ventana de Harry, alucinados.
— ¡Hasta el próximo verano! —gritó Harry.
Los Weasley y yo reímos a carcajadas, y Harry se recostó en el asiento, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Suelta a Hedwig —dijo a Ron— y que nos siga volando. Lleva un montón de tiempo sin poder estirar las alas.
George le pasó la horquilla a Ron y, en un instante, Hedwig salía alborozada por la ventanilla y se quedaba planeando al lado del coche, como un fantasma.
—Entonces… Harry, ¿Por qué no comienzas contándonos que hacía Camille contigo- dijo George mirándome de reojo. Enseguida me sonroje.
—Vino de visita.
—Vine de visita— Rápidamente ambos contestamos al mismo tiempo. Los hermanos se miraron entre sí, y luego a nosotros.
—Más les vale, sabrás bien que ahora vas a ser como nuestra segunda hermanita—explicó Fred.
—Oh, de verdad no se preocupen, solo somos amigos—aclaró Harry.
—Bueno… supongo que está bien— dijo Ron zanjando el tema—Ahora cuéntame por qué no respondías mis cartas— y Harry y yo procedimos a narrarle lo sucedido.
—Muy sospechoso — opinó finalmente Fred.
—Me huele mal —corroboró George—. ¿Así que ni siquiera te dijo quién estaba detrás de todo?
—Creo que no podía —dijo Harry—, ya les he dicho que cada vez que estaba a punto de irse de la lengua, empezaba a darse golpes contra la pared.
Fred y George se miraban.
— ¿Creen que me estaba mintiendo? —preguntó Harry.
—Bueno —repuso Fred—, tengamos en cuenta que los elfos domésticos tienen mucho poder mágico, pero normalmente no lo pueden utilizar sin el permiso de sus amos. Me da la impresión de que enviaron al viejo Dobby para impedirte que regresaras a Hogwarts. Una especie de broma. ¿Hay alguien en el colegio que tenga algo contra ti?-
—Sí —respondimos yo, Harry y Ron al unísono.
—Draco Malfoy —dijo Harry—. Me odia.-
— ¿Draco Malfoy? —dijo George, volviéndose—. ¿No es el hijo de Lucius Malfoy?
—Supongo que sí, porque no es un apellido muy común —contestó Harry—. ¿Por qué lo preguntas?
—He oído a mi padre hablar mucho de él —dijo George—. Fue un destacado partidario de Quien-tú-sabes.
—Y cuando desapareció Quien-tú-sabes —dijo Fred, estirando el cuello para hablar con Harry—, Lucius Malfoy regresó negándolo todo. Mentiras... Mi padre piensa que él pertenecía al círculo más próximo a Quien-tú-sabes.-
Malfoy era malvado, pero… ¿Tanto como para mantener una relación con Voldemort…?
—No sé si los Malfoy poseerán un elfo —dijo Harry.
—Bueno, sea quien sea, tiene que tratarse de una familia de magos de larga tradición, y tienen que ser ricos —observó Fred.
—Sí, mamá siempre está diciendo que querría tener un elfo doméstico que le planchase la ropa —dijo George—. Pero lo único que tenemos es un espíritu asqueroso y malvado en el ático, y el jardín lleno de gnomos. Los elfos domésticos están en grandes casas solariegas y en castillos y lugares así, y no en casas como la nuestra.
Harry estaba callado.
—De cualquier manera, estoy muy contento de que hayamos podido rescatarte —dijo Ron—. Me estaba preocupando que no respondieras a mis cartas. Al principio le echaba la culpa a Errol...
— ¿Quién es Errol?
—Nuestra lechuza macho. Pero está viejo. No sería la primera vez que le da un colapso al hacer una entrega. Así que intenté pedirle a Percy que me prestara a Hermes...
— ¿Quién?
—La lechuza que nuestros padres compraron a Percy cuando lo nombraron prefecto —dijo Fred desde el asiento delantero.
—Pero Percy no me la quiso dejar —añadió Ron—. Dijo que la necesitaba él.
—Este verano, Percy se está comportando de forma muy rara —dijo George, frunciendo el entrecejo—. Ha estado enviando montones de cartas y pasando muchísimo tiempo encerrado en su habitación... No puede uno estar todo el día sacando brillo a la insignia de prefecto. Te estás desviando hacia el oeste, Fred —añadió, señalando un indicador en el salpicadero. Fred giró el volante.
— ¿Su padre sabe que se llevaron el coche? —preguntó Harry, adiviné la respuesta.
—Esto..., no —contestó Ron—, esta noche tenía que trabajar. Espero que podamos dejarlo en el garaje sin que nuestra madre se dé cuenta de que nos lo hemos llevado. -
— ¿Qué hace su padre en el Ministerio de Magia?-
—Trabaja en el departamento más aburrido —contestó Ron—: el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
— ¿El qué?— pregunté.
—Se trata de cosas que han sido fabricadas por los muggles pero que alguien las encanta, y que terminan de nuevo en una casa o una tienda muggle. Por ejemplo, el año pasado murió una bruja vieja, y vendieron su juego de té a un anticuario. Una mujer muggle lo compró, se lo llevó a su casa e intentó servir el té a sus amigos. Fue una pesadilla. Nuestro padre tuvo que trabajar horas extras durante varias semanas.
— ¿Qué ocurrió?
—Pues que la tetera se volvió loca y arrojó un chorro de té hirviendo por toda la sala, y un hombre terminó en el hospital con las tenacillas para coger los terrones de azúcar aferradas a la nariz. Nuestro padre estaba desesperado, en el departamento solamente están él y un viejo brujo llamado Perkins, y tuvieron que hacer encantamientos para borrarles la memoria y otros trucos para que no se acordaran de nada.
—Pero su padre..., este coche...— dije.
Fred se rió.
—Sí, le vuelve loco todo lo que tiene que ver con los muggles, tenemos el cobertizo lleno de chismes muggles. Los coge, los hechiza y los vuelve a poner en su sitio. Si viniera a inspeccionar a casa, tendría que arrestarse a sí mismo. A nuestra madre la saca de quicio.
—Ahí está la carretera principal —dijo George, mirando hacia abajo a través del parabrisas—. Llegaremos dentro de diez minutos... Menos mal, porque se está haciendo de día.
Un tenue resplandor sonrosado aparecía en el horizonte, al este.
Fred dejó que el coche fuera perdiendo altura.
—Vivimos un poco apartados del pueblo —explicó George—. En Ottery Saint Catchpole.-
El coche volador descendía más y más. Entre los árboles destellaba ya el borde de un sol rojo y brillante.
— ¡Aterrizamos! —exclamó Fred cuando, con una ligera sacudida, tomamos contacto con el suelo. Aterrizaron junto a un garaje en ruinas en un pequeño corral, y vimos por vez primera la casa de Ron.
Parecía como si en otro tiempo hubiera sido una gran pocilga de piedra, pero aquí y allá habían ido añadiendo tantas habitaciones que ahora la casa tenía varios pisos de altura y estaba tan torcida que parecía sostenerse en pie por arte de magia y así era probablemente. Cuatro o cinco chimeneas coronaban el tejado.
Cerca de la entrada, clavado en el suelo, había un letrero torcido que decía «La Madriguera». En torno a la puerta principal había un revoltijo de botas de goma y un caldero muy oxidado. Varias gallinas gordas de color marrón picoteaban a sus anchas por el corral.
—No es gran cosa.
—Es una maravilla —repuso Harry junto a mí.
Salimos del coche
—Ahora tenemos que subir las escaleras sin hacer el menor ruido —advirtió Fred—, y esperar a que mamá nos llame para el desayuno. Entonces tú, Ron, bajarás las escaleras dando saltos y diciendo: « ¡Mamá, mira quiénes han llegado esta noche!» Ella se pondrá muy contenta, y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.
—Bien —dijo Ron—. Vamos, Harry, Camille, yo duermo en el...
De repente, Ron se puso de un color verdoso muy feo y clavó los ojos en la casa.
Los otros tres se dieron la vuelta.
La señora Weasley iba por el corral espantando a las gallinas, y para tratarse de una mujer pequeña, rolliza y de rostro bondadoso, era sorprendente lo que podía parecerse a un tigre de enormes colmillos.
— ¡Ah! —musitó Fred.
— ¡Dios mío! —exclamó George.
La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.
—Así que... —dijo.
—Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.
— ¿Tenéis idea de lo preocupada que he estado? —preguntó la señora Weasley en un tono aterrador.
—Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que...
Aunque los tres hijos de la señora Weasley eran más altos que su madre, se amilanaron cuando descargó su ira sobre ellos.
— ¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! El coche no estaba..., podrían haber tenido un accidente... Creía que me volvía loca, pero no les importa, ¿verdad?... Nunca, en toda mi vida... Ya verán cuando llegue a casa su padre, un disgusto como éste nunca me lo dieron Bill, ni Charlie, ni Percy...
—Percy, el prefecto perfecto —murmuró Fred.
— ¡PUES PODRÍAS SEGUIR SU EJEMPLO! —Gritó la señora Weasley, dándole golpecitos en el pecho con el dedo—. Podrían haberse matado o podría haberlos visto alguien, y su padre haberse quedado sin trabajo por su culpa...
Les pareció que la reprimenda duraba horas. La señora Weasley enronqueció de tanto gritar y luego se plantó delante de Harry y mío.
—Me alegro de verte, Harry, cielo. Y también que tú nos acompañes, Camille —dijo—. Pasen a desayunar.
La señora Weasley se encaminó hacia la casa y Harry y yo fuimos detrás.
—Ustedes no tienen la culpa, queridos —nos aseguró a Harry y a mí, echándole en el plato ocho o nueve salchichas—. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ti, Harry. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticias tuyas el viernes, iríamos a buscarte para traerte aquí. Pero —dijo mientras nos servía tres huevos fritos—cualquiera podría haberlos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley…
Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.
— ¡Estaba nublado, mamá! —dijo Fred.
— ¡No hables mientras comes! —le interrumpió la señora Weasley.
— ¡Lo estaban matando de hambre, mamá! —dijo George.
— ¡Cállate tú también! —atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y para mí, y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció.
En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo.
—Es Ginny —nos dijo Ron a Harry y a mí en voz baja—, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ti.
Me dio una punzada en el estómago. ¿Qué te pasa Camille? Todas hablan de él…
—Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry —dijo Fred con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más. No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.
—Estoy que reviento —dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor—. Creo que me iré a la cama y…
—De eso nada —interrumpió la señora Weasley—. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.
—Pero, mamá...
—Y ustedes dos, vayan con él —dijo ella, mirando a Ron y Fred—. Ustedes si pueden irse a la cama queridos, —dijo mirándonos a mí y a Harry —Ustedes no tienen la culpa de que estos tres hayan irrumpido en su casa con un coche volador…
Pero Harry, dijo con presteza:
—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.
—Eres muy amable, cielo, pero es un trabajo aburrido —dijo la señora Weasley.
—Oh, no hay problema señora Weasley.
—Yo también los ayudaré— me ofrecí.
—De acuerdo niños, pero si se cansan, no duden en volver.
Entre quejas y bostezos, los Weasley salieron arrastrando los pies, seguidos por nosotros.
Pronto el aire se llenó de gnomos volando.
—Ya ves que no son muy listos —observó George, cogiendo cinco o seis gnomos a la vez—. En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio.
—Volverán —dijo Ron, mientras contemplaban cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo—. Les gusta este sitio... Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos...
En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.
— ¡Ya ha llegado! —Dijo George—. ¡Papá está en casa!
Y fueron corrieron a su encuentro.
El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados.
— ¡Qué noche! —farfulló, cogiendo la tetera mientras los muchachos se sentaban a su alrededor—. Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.
El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.
— ¿Encontraste algo, papá? —preguntó Fred con interés.
—Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde —respondió el señor Weasley en un bostezo—. Han ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaban a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a Dios.
— ¿Para qué sirve que unas llaves encojan? —preguntó George.
—Para atormentar a los muggles —suspiró el señor Weasley—. Se les vende una llave que merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar nunca cuando la necesitan... Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos... Pero no os creeríais las cosas que a nuestra gente le ha dado por encantar...
— ¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?
La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad.
— ¿Co-coches, Molly cielo?
—Sí, Arthur, coches —dijo la señora Weasley, con los ojos brillándole—. Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele.
El señor Weasley parpadeó.
—Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer... Verás, existe una laguna jurídica... siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que el coche pueda volar no constituye en sí...
— ¡Señor Weasley ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley! —Gritó la señora Weasley—. ¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y; para que lo sepas, Harry y Camilla han llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!
— ¿Harry y Camille? — Dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender—. ¿Qué Harry? Y ¿Qué Camille?-
Al darse la vuelta, vio a Harry y se sobresaltó.
—¡Dios mío! ¿Es Harry Potter? Encantado de conocerte. Ron nos ha hablado mucho de ti...— se fijó en mi y agrego —Y tú debes de ser Camille Black, los muchachos también nos hablaron de ti y de esa niña, Hermione, un gusto.
— ¡Esta noche, tus hijos han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto! —Gritó la señora Weasley—. ¿No tienes nada que comentar al respecto?
— ¿Es verdad que hicieron eso? —Preguntó el señor Weasley, nervioso—. ¿Fue bien la cosa? Qui-quiero decir —titubeó, al ver que su esposa echaba chispas por los ojos—, que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal...
—Dejémosles que lo arreglen entre ellos —dijo Ron en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar—. Venga, quiero enseñarles mi habitación.
Salimos sigilosamente de la cocina y, siguiendo un estrecho pasadizo, llegamos a una escalera torcida que subía atravesando la casa en zigzag. En el tercer rellano había una puerta entornada. Antes de que se cerrara de un golpe, pude ver un instante un par de ojos castaños que estaban espiando.
—Ginny —dijo Ron—. No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde.
Subimos dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».
Era una habitación naranja, llena de posters de un equipo de quidditch.
—Wow, que cítrico… me encanta— dije.
—Es increíble Ron…— comentó Harry. Y este se sonrojo.
—Bueno, tu puedes dormir en mi cuarto, y Camille, tú puedes dormir en el dormitorio de Ginny.
—Claro…— dije yendo a la habitación donde minutos antes se asomaban unos ojos. Golpee la puerta, y me abrió la niña de hoy en la mañana.
— ¿Si…?
—Eh… Me mandaron a dormir aquí…
—Oh, claro, pasa…— entré a una alcoba lila y plateada. Parecía de cuento, lleno de imágenes de duendes, ninfas, sirenas, hadas…
—Es hermosa…
—Gracias…— dijo en un sonrojo.
Me indicó que me sentara en la cama, y se sentó junto. Parecía querer decir algo, pero se le notaba nerviosa.
— ¿Sucede algo?— pregunté.
—Yo…
— ¿Si? No temas, no muerdo.
—Eh… Bueno… es sobre…. Harry— dijo tapándose la cara con las manos. Me dio un noseque.
—Si… ¿Qué pasa con él?— sacó las manos de su rostro.
—Quería saber si… si ustedes son novios…—se me subieron los colores al rostro.
— ¡¿Qué?!—exclamé sorprendida—Quiero decir, ¿Por qué preguntas?— me calme.
—Bueno, es que… Creo que… No… Yo… Me gusta…— bajó la vista.
—Oh…
— ¿Entonces?
—Bueno…— di que si, di que si, ¡MIENTE!—no…— ¡IDIOTA!
Pareció iluminarse el rostro.
—Menos mal… Habría sido incomodo si no…— hice aparecer una bolsa de dormir otra vez, y me acosté enseguida.
Eso había dado mucho que pensar… ¿Harry… me gusta?
Cap. 6 “Cumpleaños de Harry”
Era 31 de julio. Me dirigía a la sala de recreación con una pequeña bolsa de terciopelo azul en una mano, y una fina caja rectangular en otra.
Ya le había dicho a Mrs. Honey sobre mi ausencia.
Era algo que había decidido impulsivamente, pero lo iba a hacer.
Me paré frente a la chimenea, y tome una pizca del polvo en la bolsa. La cerré y la guarde en mi abrigo. Sostuve fuertemente la caja contra mí, y lance el polvo a la chimenea, gritando claramente cada sílaba:
— Privet Drive 4, Little Whinging, Surrey
Y pareció que me succionaban por el agujero de un enchufe gigante y que estaba girando a gran velocidad... El bramido era ensordecedor... Intentaba mantener los ojos abiertos, pero el remolino de llamas verdes me mareaba... Algo duro me golpeó en el codo, así que lo sujeté contra el cuerpo, sin dejar de dar vueltas y vueltas... Luego fue como si unas manos frías me pegaran bofetadas en la cara.
Veía una borrosa sucesión de chimeneas y vislumbré imágenes de las salas que había al otro lado... Se me revolvía el estómago. Cerré los ojos de nuevo deseando que aquello cesara, y entonces... caí de bruces sobre un lustrado piso de madera.
Mareada, me recompuse con rapidez, y me pare.
De puntillas asomé la cabeza por el arco en la pared que había como salida de la habitación.
A la izquierda, había una cocina. Cuando miré dentro, estaba la mujer delgada, fregando la vajilla.
Volví al pequeño vestíbulo, donde enfrente al arco había una puerta de madera con vidrios repartidos que hacía de entrada. A la derecha, estaba un pequeño toilette, y junto a este una escalera, con una puerta disimulada que se cerraba con candado. Por un momento me pregunte si Harry estaría allí, pero descarte la idea de inmediato.
Subí la escalera, y me encontré con un pequeño pasillo con cuatro puertas.
De un lado había un baño, y la habitación de algún acumulador, lleno de juguetes rotos, (seguro del niño regordete) pensé.
Del otro lado estaban la habitación principal, y junto, en una alcoba pequeña, estaba la jaula de Hedwig. El dormitorio de Harry consistía en una cama y un mueble para la ropa, demasiado pequeño.
También pude ver que había una única ventana. ¿Acaso era un dormitorio o una cárcel? Y, además, ¿Dónde estaba mi amigo?
Me asomé a la ventana, y pude verlo sentado en un banco en el jardín.
Baje con sigilo las escaleras, y salí por la puerta principal, rodee la casa, salté el cerco, y me encontré en el jardín.
Me acerqué en silencio, hasta que lo oí decir:
— ¿Acaso fue un sueño? ¿Nadie se acuerda de mí?
Fue como si estrujaran mi corazón… ¡Pobre Harry! ¿No habría recibido mis cartas? ¿Ron y Hermione no le enviaron nada?
—Harry…— llamé en voz baja. El volteo sorprendido.
— ¿Camille?
—Supongo que si— respondí mirándome los brazos y tocando mi cara, provocando que el riera tontamente.
— ¿Qué haces aquí? Es imposible…
—Con magia todo es posible— guiñe el ojo —.Pero… creí que te alegrarías más al verme… Ni siquiera un abrazo o un “Oh, Camille eres tan buena amiga”— reproché con dramatismo—; si quieres que me vaya, no hay problema— hice un ademán de irme, y de repente el vino y me abrazo.
—Eres muy buena amiga Camille— le devolví el abrazo.
—Lo sé—comenté riendo.
Nos sentamos juntos a hablar. Hasta que a los quince minutos:
—… es cierto, y encima preguntó “¿Por qué?”— reímos, estábamos recordando a Ron y sus idioteces con Hermione.
—Yo creo que tiene que hacer algo, es obvio que algo sienten… Tal vez de mayores, pero deben estar juntos. La verdad, odio cuando las personas no aceptan que se gustan ¿No crees?
Desvió su mirada a un árbol, nervioso. Pero cuando estaba a punto de responder se sobresalto.
— ¡¿Viste eso?!— giré para ver lo que señalaba, y me topé con dos grandes ojos verdes…
— ¿Pero que…?
Una voz burlona resonó detrás de nosotros en el jardín y Harry se puso de pie de un salto, por lo que supuse debía esconderme, así que me acosté en el banco, de modo que el respaldo me tapara.
—Sé qué día es hoy —canturreó una voz chillona detrás nuestro.
Los ojos grandes se cerraron y desaparecieron.
— ¿Qué?—preguntó Harry, sin apartar la vista del lugar por donde habían desaparecido.
—Sé qué día es hoy —repitió el niño.
—Enhorabuena -respondió Harry—. ¡Por fin has aprendido los días de la semana!— contuve una risa.
—Hoy es tu cumpleaños —dijo con sorna—. ¿Cómo es que no has recibido postales de felicitación? ¿Ni siquiera en aquel monstruoso lugar has hecho amigos?— aquello me provocó impotencia.
—Procura que tu mamá no te oiga hablar sobre mi colegio —contestó Harry con frialdad.
— ¿Por qué miras el seto? —preguntó con recelo.
—Estoy pensando cuál sería el mejor conjuro para prenderle fuego —dijo Harry.
—No..., no puedes... Papá dijo que no harías ma-magia... Ha dicho que te echará de casa..., y no tienes otro sitio donde ir..., no tienes amigos con los que quedarte...
¡JA! Si supiera que Harry tenía una cola de personas que lo querían y estarían dispuestos a acogerlo en su hogar…
— ¡Abracadabra! —dijo Harry con voz enérgica—. ¡Pata de cabra! ¡Patatum, patatam!— yo solo podía escuchar, pero estaba segura de que el niño estaría aterrorizado.
— ¡Mamaaaaaaá! —Vociferó—, ¡mamaaaaaaá! ¡Harry está haciendo lo que tú sabes!
¿Así de tontos sonamos al temer decir el nombre de Voldemort? Que vergüenza…
Harry comenzó a reír, seguido por mi.
—Debes saber que me castigaran por esto… Deberías volver…— dijo apenado.
—Oh, descuida, te haré compañía— sonreí.
—Aguarda a que te tiré la capa de invisibilidad…— y dicho esto se oyeron unos pasos, así que me volví a esconder. Esta vez, encontré un pequeño agujero para ver.
La señora-ratón salió con una sartén enjabonada, y a pesar de ver todo intacto, trato de golpear a Harry en la cabeza, pero él la esquivo. ¡Era una monstruosidad! Por un momento me vi tentada a lanzar un hechizo, pero castigarían a Harry…
Luego lo obligó a hacer tareas, amenazándolo con que no comería hasta acabar.
Harry limpió las ventanas, lavó el coche, cortó el césped, recortó los arriates, podó y regó los rosales y dio una capa de pintura al banco del jardín, claro que lo ayude, a pesar de sus quejas de que era su castigo.
Finalmente a las siete de la tarde lo llamó, y el me indico que esperara bajo la ventana.
Minutos después me arrojó la capa.
La puse sobre mi cabeza, y aproveche a entrar con una pareja que llegaba.
Subí las escaleras con cuidado de no hacer ruido y entré en la habitación de Harry, cerrando la puerta detrás mio.
Pero allí me encontré con algo extraño. Una especie de criatura de grandes orejas como alas de murciélago, y unos ojos verdes como pelotas de tenis, los mismos que en el árbol. Al parecer estaban hablando, así que por las dudas no me saqué la capa, ya que no notaron mi presencia.
—Harry Potter —dijo la criatura con una voz tan aguda que de seguro que se había oído en el piso de abajo—, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerle, señor... Es un gran honor...
—Gra-gracias —respondió Harry, que avanzando pegado a la pared alcanzó la silla del escritorio y se sentó. A su lado estaba Hedwig, dormida en su gran jaula.
— ¿Quién es usted?
—Dobby, señor. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico —contestó la criatura.
— ¿De verdad? —dijo Harry— Bueno, no quisiera ser descortés, pero no me conviene precisamente ahora recibir en mi dormitorio a un elfo doméstico.
El elfo bajó la cabeza.
—Estoy encantado de conocerlo —se apresuró a añadir Harry—. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?
—Sí, señor —contestó Dobby con franqueza—. Dobby ha venido a decirle, señor..., no es fácil, señor... Dobby se pregunta por dónde empezar...
—Siéntese —dijo Harry educadamente, señalando la cama.
El elfo rompió a llorar, y además, ruidosamente.
— ¡Sen-sentarme! —gimió—. Nunca, nunca en mi vida...
Me pareció oír que en el piso de abajo hablaban entrecortadamente, lo cual pareció poner a Harry nervioso.
—Lo siento —murmuró—, no quise ofenderle.
— ¡Ofender a Dobby! —repuso el elfo con voz disgustada—. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara..., como si fuera un igual.
Harry, hizo un “¡Chhss!” sin dejar de parecer hospitalario, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando. Parecía un muñeco grande y muy feo. Por fin consiguió reprimirse y se quedó con los ojos fijos en Harry, mirándole con devoción.
—Se ve que no ha conocido a muchos magos educados —dijo Harry.
Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: — ¡Dobby malo! ¡Dobby malo!
—No..., ¿qué está haciendo? —Harry dio un bufido, se acercó al elfo de un salto y tiró de él hasta devolverlo a la cama. Hedwig se acababa de despertar dando un fortísimo chillido y se puso a batir las alas furiosamente contra las barras de la jaula.
—Dobby tenía que castigarse, señor —explicó el elfo, que se había quedado un poco bizco—. Dobby ha estado a punto de hablar mal de su familia, señor.
— ¿Su familia?
—La familia de magos a la que sirve Dobby, señor. Dobby es un elfo doméstico, destinado a servir en una casa y a una familia para siempre.
— ¿Y saben que está aquí? —preguntó Harry.
Dobby se estremeció.
—No, no, señor, no... Dobby tendría que castigarse muy severamente por haber venido a verle, señor. Tendría que pillarse las orejas en la puerta del horno, si llegaran a enterarse.
Eso me pareció muy horrible, ¿¡Que era acaso, un masoquista activo!?
—Pero ¿no advertirán que se ha pillado las orejas en la puerta del horno?
—Dobby lo duda, señor. Dobby siempre se está castigando por algún motivo, señor. Lo dejan de mi cuenta, señor. A veces me recuerdan que tengo que someterme a algún castigo adicional.
—Pero ¿por qué no los abandona? ¿Por qué no huye?
—Un elfo doméstico sólo puede ser libertado por su familia, señor. Y la familia nunca pondrá en libertad a Dobby... Dobby servirá a la familia hasta el día que muera, señor.
Harry lo miró fijamente con aquellos ojos verdes… ¡Camille! ¡Detente!
—Y yo que me consideraba desgraciado por tener que pasar otras cuatro semanas aquí —dijo—. Lo que me cuenta hace que los Dursley parezcan incluso humanos. ¿Y nadie puede ayudarle? ¿Puedo hacer algo?— Que bondadoso de su parte….
Dobby se deshizo de nuevo en gemidos de gratitud.
—Por favor —susurró Harry desesperado—, por favor, no haga ruido. Si los Dursley le oyen, si se enteran de que está usted aquí...— me estremecí de solo pensarlo.
—Harry Potter pregunta si puede ayudar a Dobby... Dobby estaba al tanto de su grandeza, señor, pero no conocía su bondad...—
Y no solo eso, Harry estaba lleno de cualidades… Bueno… Yo, eh…es evidente para todos…
Harry, ruborizado, dijo:
—Sea lo que fuere lo que ha oído sobre mi grandeza, no son más que mentiras. Ni siquiera soy el primero de la clase en Hogwarts, es Hermione, ella...— sonreí, era demasiado modesto, aunque era verdad, Hermione era una de las mejores estudiantes en Hogwarts.
—Harry Potter es humilde y modesto —dijo Dobby, respetuoso. Le resplandecían los ojos grandes y redondos— Harry Potter no habla de su triunfo sobre El-que-no-debe-ser-nombrado.
Odio cuando no dicen su nombre, como si fuese a aparecer a mataros…
— ¿Voldemort? —preguntó Harry, quien también lo llamaba por su nombre.
Dobby se tapó los oídos con las manos y gimió:
— ¡Señor, no pronuncie ese nombre! ¡No pronuncie ese nombre!
— ¡Perdón! —se apresuró a decir—. Sé de muchísima gente a la que no le gusta que se diga..., mi amigo Ron...
Se detuvo. ¿Qué le pasaba?
Dobby se inclinó hacia Harry, con los ojos tan abiertos como faros.
—Dobby ha oído —dijo con voz quebrada—, que Harry Potter tuvo un segundo encuentro con el Señor Tenebroso, hace sólo unas semanas..., y que Harry Potter escapó nuevamente.
Harry asintió con la cabeza, y a Dobby se le llenaron los ojos de lágrimas.
— ¡Ay, señor! —Exclamó, frotándose la cara con una punta del sucio almohadón que llevaba puesto — ¡Harry Potter es valiente y arrojado! ¡Ha afrontado ya muchos peligros! Pero Dobby ha venido a proteger a Harry Potter, a advertirle, aunque más tarde tenga que pillarse las orejas en la puerta del horno, de que Harry Potter no debe regresar a Hogwarts. — ¿A qué se refería?
Hubo un silencio, sólo roto por el tintineo de tenedores y cuchillos que venía del piso inferior, y el distante rumor de la voz del tío de Harry.
— ¿Qué-qué? —Tartamudeó Harry—. Pero si tengo que regresar; el curso empieza el 1 de septiembre. Eso es lo único que me ilusiona. Usted no sabe lo que es vivir aquí. Yo no pertenezco a esta casa, pertenezco al mundo de Hogwarts.
Cada vez me daban más ganas de sacar a Harry de este lugar, pero era una tontería, ¡Si ni siquiera tengo casa propia!
—No, no, no —chilló Dobby, sacudiendo la cabeza con tanta fuerza que se daba golpes con las orejas—. Harry Potter debe estar donde no peligre su seguridad. Es demasiado importante, demasiado bueno, para que lo perdamos. Si Harry Potter vuelve a Hogwarts, estará en peligro mortal.
En lo primero tenía razón, y si lo del peligro fuese cierto… Aunque doliese tendría que quedarse…
— ¿Por qué? —preguntó Harry sorprendido.
—Hay una conspiración, Harry Potter. Una conspiración para hacer que este año sucedan las cosas más terribles en el Colegio Hogwarts de Magia —susurró Dobby, sentí un temblor repentino por todo el cuerpo—. Hace meses que Dobby lo sabe, señor. Harry Potter no debe exponerse al peligro: ¡es demasiado importante, señor!
— ¿Qué cosas terribles? —Preguntó inmediatamente Harry—. ¿Quién las está tramando?
Dobby hizo un extraño ruido ahogado y acto seguido se empezó a golpear la cabeza furiosamente contra la pared.
— ¡Está bien! —gritó Harry, sujetando al elfo del brazo para detenerlo—. No puede decirlo, lo comprendo. Pero ¿por qué ha venido usted a avisarme? —y un segundo después gritó —. ¡Un momento! Esto no tiene nada que ver con Vol..., perdón, con Quien-usted-sabe, ¿verdad? Basta con que asiente o niegue con la cabeza —añadió apresuradamente, porque Dobby ya se disponía a golpearse de nuevo contra la pared.
Dobby movió lentamente la cabeza de lado a lado.
—No, no se trata de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, señor.
Pero Dobby tenía los ojos muy abiertos y parecía que trataba de darle una pista.
—Él no tiene hermanos, ¿verdad?
Dobby negó con la cabeza, con los ojos más abiertos que nunca.
— Bueno, siendo así, no puedo imaginar quién más podría provocar que en Hogwarts sucedieran cosas terribles —dijo Harry—. Quiero decir que, además, allí está Dumbledore. ¿Sabe usted quién es Dumbledore?
Dobby hizo una inclinación con la cabeza.
—Albus Dumbledore es el mejor director que ha tenido Hogwarts. Dobby lo sabe, señor. Dobby ha oído que los poderes de Dumbledore rivalizan con los de Aquel-que-no-debe-ser-nombrado. Pero, señor —la voz de Dobby se transformó en un apresurado susurro—, hay poderes que Dumbledore no..., poderes que ningún mago honesto...
Y antes de que Harry pudiera detenerlo, Dobby saltó de la cama, cogió la lámpara de la mesa de Harry y empezó a golpearse con ella en la cabeza lanzando unos alaridos que destrozaban los tímpanos.
En el piso inferior se hizo un silencio repentino. Dos segundos después, se oyó que alguien se acercaba, explicando en voz alta:
— ¡Dudley debe de haberse dejado otra vez el televisor encendido, el muy tunante!
— ¡Rápido! ¡En el ropero! —dijo Harry, empujando a Dobby, cerrando la puerta y echándose en la cama en el preciso instante en que giraba el pomo de la puerta. De inmediato me tensé.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó tío Vernon rechinando los dientes, su cara espantosamente cerca de la de Harry—. Acabas de arruinar el final de mi chiste sobre el jugador japonés de golf... ¡Un ruido más, y desearás no haber nacido, mocoso!
Tuve que tratar de no soltar un Cruciato… ¿Cómo podía decirle eso a Harry?
Salió de la habitación pisando fuerte con sus pies planos.
Harry, temblando, abrió la puerta del armario y dejó salir a Dobby.
— ¿Se da cuenta de lo que es vivir aquí? —le dijo— ¿Ve por qué debo volver a Hogwarts? Es el único lugar donde tengo..., bueno, donde creo que tengo amigos.
En ese momento realmente deseaba abrazarlo y decirle “Claro que no, Nosotros somos tus amigos dentro o fuera de Hogwarts”, pero realmente quería seguir escuchando
— ¿Amigos que ni siquiera escriben a Harry Potter? —preguntó maliciosamente.
—Supongo que habrán estado... ¡Un momento! —dijo Harry, frunciendo el entrecejo—. ¿Cómo sabe usted que mis amigos no me han escrito?
Dobby cambió los pies de posición.
—Harry Potter no debe enfadarse con Dobby. Dobby pensó que era lo mejor...
¡OH! Elfo malvado…
— ¿Ha interceptado usted mis cartas?
—Dobby las tiene aquí, señor —dijo el elfo, y escapando ágilmente del alcance de Harry, extrajo un grueso fajo de sobres del almohadón que llevaba puesto. Pude distinguir la esmerada caligrafía de Hermione, los irregulares trazos de Ron, mi propia letra, y hasta un garabato que parecía salido de la mano de Hagrid, el guardabosque de Hogwarts.
Dobby, inquieto, miró a Harry y parpadeó.
—Harry Potter no debe enfadarse... Dobby pensaba... que si Harry Potter creía que sus amigos lo habían olvidado... Harry Potter no querría volver al colegio, señor.
El pelinegro no escuchaba. Se abalanzó sobre las cartas, pero Dobby lo esquivó.
—Harry Potter las tendrá, señor, si le da a Dobby su palabra de que no volverá a Hogwarts. ¡Señor, es un riesgo que no debe afrontar! ¡Dígame que no irá, señor!
— ¡Iré! —exclamó Harry enojado—. ¡Deme las cartas de mis amigos!
—Entonces, Harry Potter no le deja a Dobby otra opción —dijo apenado el elfo.
Antes de que Harry pudiera hacer algún movimiento, Dobby se había lanzado como una flecha hacia la puerta del dormitorio, la había abierto y había bajado las escaleras corriendo.
Harry salió detrás de él, intentando no hacer ruido. Saltó los últimos seis escalones, cayó como un gato sobre la alfombra del recibidor y buscó a Dobby. Del comedor venía la voz del tío de Harry, que decía:
—... señor Mason, cuéntele a Petunia aquella divertida anécdota de los fontaneros americanos, se muere de ganas de oírla...
Harry cruzó el vestíbulo, y al llegar a la cocina, se detuvo en seco, y por poco me tropiezo con el, ya que yo iba corriendo detrás.
Un pudín magistral, un montículo de nata y violetas de azúcar, flotaba cerca del techo. Dobby estaba en cuclillas sobre el armario que había en un rincón.
—No —rogó Harry con voz ronca—. Se lo ruego..., me matarán…
—Harry Potter debe prometer que no irá al colegio.
—Dobby..., por favor...
—Dígalo, señor...
— ¡No puedo!
—Entonces Dobby tendrá que hacerlo, señor, por el bien de Harry Potter.
Dobby soltó el pudin, pero como un rayo, en segundos, solté la capa, y corriendo atrape el pudín a tiempo, pero me sostuve de la mesada de baldosa lustrosa, y tiré unos platos que provocaron un estruendoso sonido al romperse contra el piso embaldosado.
Dobby desapareció.
Del comedor llegaron unos alaridos y el tío de Harry entró de sopetón en la cocina, hallando a Harry paralizado por el susto, y a mí con el pudin en manos, y los platos a mis pies, destrozados.
Al verme, se puso como un tomate. Deje rápidamente el pudin en su lugar, y solté un torpe:
—Hola…
Llevó a los impresionados Mason de nuevo al comedor, prometió a Harry que, en cuanto se fueran, lo desollaría vivo, y en cuanto a mi me hecho de inmediato, pero antes tomé la capa, y para su sorpresa desaparecí, (aunque seguía allí), quedando en su cara una mueca de horror.
La tía de Harry llevó el pudin, mirando con recelo a Harry.
En el preciso instante en que la mujer estaba ofreciendo a sus invitados un poco de pudin, una lechuza penetró por la ventana del comedor, dejó caer una carta sobre la cabeza de la señora Mason y volvió a salir. La señora Mason gritó como una histérica y huyó de la casa exclamando algo sobre los locos. El señor Mason se quedó sólo lo suficiente para explicarles a los Dursley que su mujer tenía pánico a los pájaros de cualquier tipo y tamaño, y para preguntarles si aquélla era su forma de gastar bromas.
Harry estaba en la cocina, cuando su tío avanzó hacia él con un destello demoníaco en sus ojos diminutos.
— ¡Léela! —gritó hecho una furia y blandiendo la carta que había dejado la lechuza—. ¡Vamos, léela!
Harry la cogió. No se trataba de ninguna felicitación por su cumpleaños.
“Estimado Señor Potter:
Hemos recibido la información de que un hechizo levitatorio ha sido usado en su lugar de residencia esta misma noche a las nueve y doce minutos. Como usted sabe, a los magos menores de edad no se les permite realizar conjuros fuera del recinto escolar y reincidir en el uso de la magia podría acarrearle la expulsión del colegio (Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad, 1875, artículo tercero). Asimismo le recordamos que se considera falta grave realizar cualquier actividad mágica que entrañe un riesgo de ser advertida por miembros de la comunidad no mágica o muggles (Sección decimotercera de la Confederación Internacional del Estatuto del Secreto de los Brujos).
¡Que disfrute de unas buenas vacaciones!
Afectuosamente,
Mafalda Hopkirk
Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia
Ministerio de Magia”
Harry levantó la vista de la carta y tragó saliva.
—No nos habías dicho que no se te permitía hacer magia fuera del colegio —dijo, con una chispa de rabia en los ojos—. Olvidaste mencionarlo... Un grave descuido, me atrevería a decir...
Se echaba por momentos encima de Harry como un gran buldog, enseñando los dientes.
—Bueno, muchacho, ¿sabes qué te digo? Te voy a encerrar... Nunca regresarás a ese colegio... Nunca... Y si utilizas la magia para escaparte, ¡te expulsarán!
Y, riéndose como un loco, lo arrastró escaleras arriba, yo me escabullí detrás de él, en silencio, tratando de no matar a alguien.
Lo arrojó sobre la cama, y aproveché para entrar.
— ¡Ya verás con quien te metiste mocoso!
Y se fue, cerrando la puerta con llave.
Me quité la capa, y me senté a su lado, se veía triste.
—Son monstruos, Harry…-
—Lo sé.
—No sé cómo me contuve de transformarlos en ratones…—murmuré más para mí —pero si lo hubiese hecho, habrías salido perjudicado tú, y no valía la pena…
—Descuida, lo único que me preocupa es que en verdad no me permitan ir a Hogwarts.
—Oh, descuida, yo me encargaré de eso— sonreí con malicia.
Pero algo llamó mi atención. Un paquete fino, rectangular, envuelto y con moño estaba sobre la cómoda de Harry.
— ¡Lo olvidaba!— y tomé el regalo, para luego volver a sentarme junto a Harry.
— ¡Feliz cumpleaños!— y él sonrió, agarrando el paquete.
— ¡Gracias Camille!
Lo abrió, y dejó ver un diario tapizado de cuero rojo, con el escudo de Gryffindor, y una gran pluma negra con motas amarillas junto a un tintero de cristal.
—Es un diario, y una pluma invisibles.
—Pero… Yo los puedo ver perfectamente…— me eché a reír.
—No, me refiero a que lo que escribes no se ve…— tomé el diario y la pluma, mojé la punta en la tinta, y escribí. — ¿Ves? Bueno, de hecho, no lo ves, pero sabes a qué me refiero…
Le entregué de nuevo las cosas.
—Pruébalo
Dudoso, mojo la pluma en tinta y escribió algo. Naturalmente, no pude ver nada.
— ¿Sabes? Existe un hechizo para ver la tinta invisible…— se puso nervioso, pero antes de que pudiera hacer algo, susurré: — ¡Aparecium!— y ante nosotros, apareció lo escrito, y volví a reír a carcajadas silenciosas.
Decía algo así:
Harry, te quiero, Camille. Y debajo, resaltaba con la letra desprolija de Harry:
Camille Y Harry.
El pobre estaba rojo como un tomate.
—Buen chiste Harry, pero Fred y George me han hecho caer en peores.
De repente una mueca de confusión apareció en su rostro, pero enseguida comenzó a reírse.
—Tienes razón, lo siento…
Y así pasamos la noche, riendo y hablando de nuestros amigos en Hogwarts.
Hice aparecer una bolsa de dormir, pero Harry me insistió en que yo durmiera en la cama, y el en la bolsa. Luego de un largo debate, termine durmiendo yo en la cama y él en el suelo.
Al día siguiente, tuve que usar la capa de nuevo, ya que su tío mandó a colocar rejas en la ventana ¡Tremendo desalmado!
Y así pasaron tres días. No le permitían salir más que un rato a la mañana, y le daban una miseria de comida… Claro que traía comida por las dudas, aunque lo mejor que encontré, fue un sándwich de pollo…
En ese momento, se abrió la gatera y apareció la mano de Petunia, que introdujo en la habitación un cuenco de sopa de lata.
—Es horrible…— murmuré — ¿Cómo es que te tratan así?
—Creo que es algo a lo que te acostumbras…— dijo dándole sopa a Hedwig.
—Deberíamos pediré auxilio a Ron, o a Hermione…
—Tú deberías volver, estoy seguro que donde estas es mejor que esto— abrió los brazos para referirse a la habitación — ¿Por qué no has regresado?— preguntó poco convencido, sentándose en la cama.
— ¿Y dejarte sólo? ¿Es broma? Eres mi mejor amigo Harry, no te voy a abandonar con esta gente.
Me senté a su lado, poniendo mi brazo sobre su hombro.
—Aunque, la idea de llevarte conmigo no es tan mala…— pensé en voz alta— Seguro que te tratan mejor que aquí…
—No sabes cuánto me gustaría escaparme…
— ¿Y entonces?
—Bueno… No lo sé, supongo que me aferró a que tengo alguien...
—Gracias por lo que me toca— simulé ofenderme.
—No es eso, me refiero a que, al fin y al cabo, son… familia…— dijo con asco.
Seguimos hablando, hasta que se quedó dormido. Eso de hacer los deberes por la noche era una locura.
Me recosté en la bolsa de dormir, a leer un libro de hechizos del año anterior, hasta que también caí en el sueño.
—… ¡Para!...—gritó Harry, despertándome—. Déjame en paz... Basta ya..., estoy intentando dormir...
¿Qué? Pero si yo no había hecho nada. Abrí los ojos, y me encontré con que una incandescente inundaba la pequeña habitación.
— ¡Ron!— gritó Harry, encaramándose a la ventana y abriéndola para poder hablar con él a través de la reja—. Ron, ¿cómo has logrado...? ¿Qué...?
Harry se quedó boquiabierto al darse cuenta de lo que veía. Ron sacaba la cabeza por la ventanilla trasera de un viejo coche de color azul turquesa que estaba detenido ¡ni más ni menos que en el aire! Sonriendo a Harry desde los asientos delanteros, estaban Fred y George, los hermanos gemelos de Ron, que eran mayores que él.
— ¿Todo bien, Harry?
— ¿Qué ha pasado? —Preguntó Ron—. ¿Por qué no has contestado a mis cartas? Te he pedido unas doce veces que vinieras a mi casa a pasar unos días, y luego mi padre vino un día diciendo que te habían enviado un apercibimiento oficial por utilizar la magia delante de los Muggles.
—No fui yo. Pero ¿cómo se enteró?
—Trabaja en el Ministerio —contestó Ron—. Sabes que no podemos hacer ningún conjuro frente a los Muggles fuera del colegio.
— ¡Tiene gracia que tú me lo digas! —repuso Harry, echando un vistazo al coche flotante.
— ¡Esto no cuenta! — Explicó Ron—. Sólo lo hemos cogido prestado. Es de mi padre, nosotros no lo hemos encantado. Pero hacer magia delante de esos muggles los que vives...
—No he sido yo, ya te lo he dicho..., pero es demasiado largo para explicarlo ahora. Mira, puedes decir en Hogwarts que los Dursley me tienen encerrado y que no podré volver al colegio, y está claro que no puedo utilizar la magia para escapar de aquí, porque el ministro pensaría que es la segunda vez que utilizo conjuros en tres días, de forma que...
—Deja de decir tonterías —dijo Ron— Hemos venido para llevarte a casa con nosotros.
—Pero tampoco ustedes pueden utilizar la magia para sacarme... Podrían verlos…
—No la necesitamos —repuso Ron, señalando con la cabeza hacia los asientos delanteros y sonriendo—. Recuerda a quién he traído conmigo.
—Ata esto a la reja —dijo Fred, arrojándole un cabo de cuerda.
—Si los Dursley se despiertan, me matan —comentó Harry, atando la soga a uno de los barrotes. Fred aceleró el coche.
—No te preocupes —dijo Fred— y apártate.
Harry se retiró al fondo de la habitación, donde estaba Hedwig, que parecía haber comprendido que la situación era delicada y se mantenía inmóvil y en silencio. El coche aceleró más y más, y de pronto, con un sonoro crujido, la reja se desprendió limpiamente de la ventana mientras el coche salía volando hacia el cielo. Harry corrió a la ventana y vio que la reja había quedado colgando a sólo un metro del suelo. Entonces Ron fue recogiendo la cuerda hasta que tuvo la reja dentro del coche.
Después de que Ron dejara la reja en el asiento trasero, a su lado, Fred dio marcha atrás para acercarse tanto como pudo a la ventana de Harry.
—Entra —dijo Ron.
—Pero, espera…— y se acercó a mí, aunque yo estaba despierta.
—Vamos Camille.
—Harry, tus cosas…— murmuré levantándome. Cuando Ron y sus hermanos me vieron, abrieron los ojos más allá de lo que se debería, y parecían estar conteniéndose.
—Todas mis cosas de Hogwarts... Mi varita mágica, mi escoba...—dijo a Ron.
— ¿Dónde están?
—Guardadas bajo llave en la alacena de debajo de las escaleras. Y yo no puedo salir de la habitación.
—No te preocupes —dijo George desde el asiento del acompañante—. Quítate de ahí, Harry.
Fred y George entraron en la habitación de Harry trepando con cuidado por la ventana.
Cuando pasaron junto a mí, dijeron:
—Camille, vaya sorpresa— comentó George con picardía.
—Ya hablaremos contigo seriamente, niña— me dijo Fred riendo.
George se sacó del bolsillo una horquilla del pelo para forzar la cerradura.
—Muchos magos creen que es una pérdida de tiempo aprender estos trucos muggles —observó Fred—, pero nosotros opinamos que vale la pena adquirir estas habilidades, aunque sean un poco lentas.
Se oyó un ligero «clic» y la puerta se abrió.
—Bueno, nosotros bajaremos a buscar tus cosas. Recoge todo lo que necesites de tu habitación y ve dándoselo a Ron por la ventana —susurró George.
—Tengan cuidado con el último escalón, porque cruje —les susurró Harry mientras los gemelos se internaban en la oscuridad.
Harry fue cogiendo sus cosas de la habitación y me las pasaba para que se las diese a Ron a través de la ventana. Luego ayudó a Fred y a George a subir el baúl por las escaleras. Oí toser al tío de Harry.
Una vez en el rellano, llevaron el baúl a través de la habitación de Harry hasta la ventana abierta. Fred pasó al coche para ayudar a Ron a subir el baúl, mientras Harry y George lo empujaban desde la habitación. Centímetro a centímetro, el baúl fue deslizándose por la ventana.
Su tío volvió a toser.
—Un poco más —dijo jadeando Fred, que desde el coche tiraba del baúl—, empujen con fuerza...
Harry y George empujaron con los hombros, y el baúl terminó de pasar de la ventana al asiento trasero del coche.
—Estupendo, vámonos —dijo George en voz baja. Me subí primero junto a Ron, pero al subir al alféizar de la ventana Harry, se oyó un potente chillido detrás de él, seguido por la atronadora voz de su tío.
— ¡ESA MALDITA LECHUZA!
— ¡Me olvidaba de Hedwig!
Harry cruzó a toda velocidad la habitación al tiempo que se encendía la luz del rellano. Cogió la jaula de Hedwig, volvió velozmente a la ventana, y me la paso.
Él estaba subiendo al alféizar cuando el hombre aporreó la puerta, y ésta se abrió de par en par.
Durante una fracción de segundo, el señor Dursley se quedó inmóvil en la puerta; luego soltó un mugido como el de un toro furioso y, abalanzándose sobre Harry, lo agarró por un tobillo.
Ron, Fred, yo y George lo asimos a su vez por los brazos, y tiramos de él todo lo posible
— ¡Petunia! —bramó —. ¡Se escapa! ¡SE ESCAPA!
Pero los Weasley tiraron con más fuerza, y el tío tuvo que soltar la pierna de Harry. Tan pronto como éste se encontró dentro del coche y hubo cerrado la puerta con un portazo, gritó Ron:
— ¡Fred, aprieta el acelerador!
Y el coche salió disparado en dirección a la luna.
Harry bajó la ventanilla y, con el aire azotándole los cabellos, volvió la vista para ver alejarse los tejados de Privet Drive. Sus tíos y Dudley estaban asomados a la ventana de Harry, alucinados.
— ¡Hasta el próximo verano! —gritó Harry.
Los Weasley y yo reímos a carcajadas, y Harry se recostó en el asiento, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Suelta a Hedwig —dijo a Ron— y que nos siga volando. Lleva un montón de tiempo sin poder estirar las alas.
George le pasó la horquilla a Ron y, en un instante, Hedwig salía alborozada por la ventanilla y se quedaba planeando al lado del coche, como un fantasma.
—Entonces… Harry, ¿Por qué no comienzas contándonos que hacía Camille contigo- dijo George mirándome de reojo. Enseguida me sonroje.
—Vino de visita.
—Vine de visita— Rápidamente ambos contestamos al mismo tiempo. Los hermanos se miraron entre sí, y luego a nosotros.
—Más les vale, sabrás bien que ahora vas a ser como nuestra segunda hermanita—explicó Fred.
—Oh, de verdad no se preocupen, solo somos amigos—aclaró Harry.
—Bueno… supongo que está bien— dijo Ron zanjando el tema—Ahora cuéntame por qué no respondías mis cartas— y Harry y yo procedimos a narrarle lo sucedido.
—Muy sospechoso — opinó finalmente Fred.
—Me huele mal —corroboró George—. ¿Así que ni siquiera te dijo quién estaba detrás de todo?
—Creo que no podía —dijo Harry—, ya les he dicho que cada vez que estaba a punto de irse de la lengua, empezaba a darse golpes contra la pared.
Fred y George se miraban.
— ¿Creen que me estaba mintiendo? —preguntó Harry.
—Bueno —repuso Fred—, tengamos en cuenta que los elfos domésticos tienen mucho poder mágico, pero normalmente no lo pueden utilizar sin el permiso de sus amos. Me da la impresión de que enviaron al viejo Dobby para impedirte que regresaras a Hogwarts. Una especie de broma. ¿Hay alguien en el colegio que tenga algo contra ti?-
—Sí —respondimos yo, Harry y Ron al unísono.
—Draco Malfoy —dijo Harry—. Me odia.-
— ¿Draco Malfoy? —dijo George, volviéndose—. ¿No es el hijo de Lucius Malfoy?
—Supongo que sí, porque no es un apellido muy común —contestó Harry—. ¿Por qué lo preguntas?
—He oído a mi padre hablar mucho de él —dijo George—. Fue un destacado partidario de Quien-tú-sabes.
—Y cuando desapareció Quien-tú-sabes —dijo Fred, estirando el cuello para hablar con Harry—, Lucius Malfoy regresó negándolo todo. Mentiras... Mi padre piensa que él pertenecía al círculo más próximo a Quien-tú-sabes.-
Malfoy era malvado, pero… ¿Tanto como para mantener una relación con Voldemort…?
—No sé si los Malfoy poseerán un elfo —dijo Harry.
—Bueno, sea quien sea, tiene que tratarse de una familia de magos de larga tradición, y tienen que ser ricos —observó Fred.
—Sí, mamá siempre está diciendo que querría tener un elfo doméstico que le planchase la ropa —dijo George—. Pero lo único que tenemos es un espíritu asqueroso y malvado en el ático, y el jardín lleno de gnomos. Los elfos domésticos están en grandes casas solariegas y en castillos y lugares así, y no en casas como la nuestra.
Harry estaba callado.
—De cualquier manera, estoy muy contento de que hayamos podido rescatarte —dijo Ron—. Me estaba preocupando que no respondieras a mis cartas. Al principio le echaba la culpa a Errol...
— ¿Quién es Errol?
—Nuestra lechuza macho. Pero está viejo. No sería la primera vez que le da un colapso al hacer una entrega. Así que intenté pedirle a Percy que me prestara a Hermes...
— ¿Quién?
—La lechuza que nuestros padres compraron a Percy cuando lo nombraron prefecto —dijo Fred desde el asiento delantero.
—Pero Percy no me la quiso dejar —añadió Ron—. Dijo que la necesitaba él.
—Este verano, Percy se está comportando de forma muy rara —dijo George, frunciendo el entrecejo—. Ha estado enviando montones de cartas y pasando muchísimo tiempo encerrado en su habitación... No puede uno estar todo el día sacando brillo a la insignia de prefecto. Te estás desviando hacia el oeste, Fred —añadió, señalando un indicador en el salpicadero. Fred giró el volante.
— ¿Su padre sabe que se llevaron el coche? —preguntó Harry, adiviné la respuesta.
—Esto..., no —contestó Ron—, esta noche tenía que trabajar. Espero que podamos dejarlo en el garaje sin que nuestra madre se dé cuenta de que nos lo hemos llevado. -
— ¿Qué hace su padre en el Ministerio de Magia?-
—Trabaja en el departamento más aburrido —contestó Ron—: el Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
— ¿El qué?— pregunté.
—Se trata de cosas que han sido fabricadas por los muggles pero que alguien las encanta, y que terminan de nuevo en una casa o una tienda muggle. Por ejemplo, el año pasado murió una bruja vieja, y vendieron su juego de té a un anticuario. Una mujer muggle lo compró, se lo llevó a su casa e intentó servir el té a sus amigos. Fue una pesadilla. Nuestro padre tuvo que trabajar horas extras durante varias semanas.
— ¿Qué ocurrió?
—Pues que la tetera se volvió loca y arrojó un chorro de té hirviendo por toda la sala, y un hombre terminó en el hospital con las tenacillas para coger los terrones de azúcar aferradas a la nariz. Nuestro padre estaba desesperado, en el departamento solamente están él y un viejo brujo llamado Perkins, y tuvieron que hacer encantamientos para borrarles la memoria y otros trucos para que no se acordaran de nada.
—Pero su padre..., este coche...— dije.
Fred se rió.
—Sí, le vuelve loco todo lo que tiene que ver con los muggles, tenemos el cobertizo lleno de chismes muggles. Los coge, los hechiza y los vuelve a poner en su sitio. Si viniera a inspeccionar a casa, tendría que arrestarse a sí mismo. A nuestra madre la saca de quicio.
—Ahí está la carretera principal —dijo George, mirando hacia abajo a través del parabrisas—. Llegaremos dentro de diez minutos... Menos mal, porque se está haciendo de día.
Un tenue resplandor sonrosado aparecía en el horizonte, al este.
Fred dejó que el coche fuera perdiendo altura.
—Vivimos un poco apartados del pueblo —explicó George—. En Ottery Saint Catchpole.-
El coche volador descendía más y más. Entre los árboles destellaba ya el borde de un sol rojo y brillante.
— ¡Aterrizamos! —exclamó Fred cuando, con una ligera sacudida, tomamos contacto con el suelo. Aterrizaron junto a un garaje en ruinas en un pequeño corral, y vimos por vez primera la casa de Ron.
Parecía como si en otro tiempo hubiera sido una gran pocilga de piedra, pero aquí y allá habían ido añadiendo tantas habitaciones que ahora la casa tenía varios pisos de altura y estaba tan torcida que parecía sostenerse en pie por arte de magia y así era probablemente. Cuatro o cinco chimeneas coronaban el tejado.
Cerca de la entrada, clavado en el suelo, había un letrero torcido que decía «La Madriguera». En torno a la puerta principal había un revoltijo de botas de goma y un caldero muy oxidado. Varias gallinas gordas de color marrón picoteaban a sus anchas por el corral.
—No es gran cosa.
—Es una maravilla —repuso Harry junto a mí.
Salimos del coche
—Ahora tenemos que subir las escaleras sin hacer el menor ruido —advirtió Fred—, y esperar a que mamá nos llame para el desayuno. Entonces tú, Ron, bajarás las escaleras dando saltos y diciendo: « ¡Mamá, mira quiénes han llegado esta noche!» Ella se pondrá muy contenta, y nadie tendrá que saber que hemos cogido el coche.
—Bien —dijo Ron—. Vamos, Harry, Camille, yo duermo en el...
De repente, Ron se puso de un color verdoso muy feo y clavó los ojos en la casa.
Los otros tres se dieron la vuelta.
La señora Weasley iba por el corral espantando a las gallinas, y para tratarse de una mujer pequeña, rolliza y de rostro bondadoso, era sorprendente lo que podía parecerse a un tigre de enormes colmillos.
— ¡Ah! —musitó Fred.
— ¡Dios mío! —exclamó George.
La señora Weasley se paró delante de ellos, con las manos en las caderas, y paseó la mirada de uno a otro. Llevaba un delantal estampado de cuyo bolsillo sobresalía una varita mágica.
—Así que... —dijo.
—Buenos días, mamá —saludó George, poniendo lo que él consideraba que era una voz alegre y encantadora.
— ¿Tenéis idea de lo preocupada que he estado? —preguntó la señora Weasley en un tono aterrador.
—Perdona, mamá, pero es que, mira, teníamos que...
Aunque los tres hijos de la señora Weasley eran más altos que su madre, se amilanaron cuando descargó su ira sobre ellos.
— ¡Las camas vacías! ¡Ni una nota! El coche no estaba..., podrían haber tenido un accidente... Creía que me volvía loca, pero no les importa, ¿verdad?... Nunca, en toda mi vida... Ya verán cuando llegue a casa su padre, un disgusto como éste nunca me lo dieron Bill, ni Charlie, ni Percy...
—Percy, el prefecto perfecto —murmuró Fred.
— ¡PUES PODRÍAS SEGUIR SU EJEMPLO! —Gritó la señora Weasley, dándole golpecitos en el pecho con el dedo—. Podrían haberse matado o podría haberlos visto alguien, y su padre haberse quedado sin trabajo por su culpa...
Les pareció que la reprimenda duraba horas. La señora Weasley enronqueció de tanto gritar y luego se plantó delante de Harry y mío.
—Me alegro de verte, Harry, cielo. Y también que tú nos acompañes, Camille —dijo—. Pasen a desayunar.
La señora Weasley se encaminó hacia la casa y Harry y yo fuimos detrás.
—Ustedes no tienen la culpa, queridos —nos aseguró a Harry y a mí, echándole en el plato ocho o nueve salchichas—. Arthur y yo también hemos estado muy preocupados por ti, Harry. Anoche mismo estuvimos comentando que si Ron seguía sin tener noticias tuyas el viernes, iríamos a buscarte para traerte aquí. Pero —dijo mientras nos servía tres huevos fritos—cualquiera podría haberlos visto atravesar medio país volando en ese coche e infringiendo la ley…
Entonces, como si fuera lo más natural, dio un golpecito con la varita mágica en el montón de platos sucios del fregadero, y éstos comenzaron a lavarse solos, produciendo un suave tintineo.
— ¡Estaba nublado, mamá! —dijo Fred.
— ¡No hables mientras comes! —le interrumpió la señora Weasley.
— ¡Lo estaban matando de hambre, mamá! —dijo George.
— ¡Cállate tú también! —atajó la señora Weasley, pero cuando se puso a cortar unas rebanadas de pan para Harry y para mí, y a untarlas con mantequilla, la expresión se le enterneció.
En aquel momento apareció en la cocina una personita bajita y pelirroja, que llevaba puesto un largo camisón y que, dando un grito, se volvió corriendo.
—Es Ginny —nos dijo Ron a Harry y a mí en voz baja—, mi hermana. Se ha pasado el verano hablando de ti.
Me dio una punzada en el estómago. ¿Qué te pasa Camille? Todas hablan de él…
—Sí, debe de estar esperando que le firmes un autógrafo, Harry —dijo Fred con una sonrisa, pero se dio cuenta de que su madre lo miraba y hundió la vista en el plato sin decir ni una palabra más. No volvieron a hablar hasta que hubieron terminado todo lo que tenían en el plato, lo que les llevó poquísimo tiempo.
—Estoy que reviento —dijo Fred, bostezando y dejando finalmente el cuchillo y el tenedor—. Creo que me iré a la cama y…
—De eso nada —interrumpió la señora Weasley—. Si te has pasado toda la noche por ahí, ha sido culpa tuya. Así que ahora vete a desgnomizar el jardín, que los gnomos se están volviendo a desmadrar.
—Pero, mamá...
—Y ustedes dos, vayan con él —dijo ella, mirando a Ron y Fred—. Ustedes si pueden irse a la cama queridos, —dijo mirándonos a mí y a Harry —Ustedes no tienen la culpa de que estos tres hayan irrumpido en su casa con un coche volador…
Pero Harry, dijo con presteza:
—Ayudaré a Ron, nunca he presenciado una desgnomización.
—Eres muy amable, cielo, pero es un trabajo aburrido —dijo la señora Weasley.
—Oh, no hay problema señora Weasley.
—Yo también los ayudaré— me ofrecí.
—De acuerdo niños, pero si se cansan, no duden en volver.
Entre quejas y bostezos, los Weasley salieron arrastrando los pies, seguidos por nosotros.
Pronto el aire se llenó de gnomos volando.
—Ya ves que no son muy listos —observó George, cogiendo cinco o seis gnomos a la vez—. En cuanto se enteran de que estamos desgnomizando, salen a curiosear. Ya deberían haber aprendido a quedarse escondidos en su sitio.
—Volverán —dijo Ron, mientras contemplaban cómo se internaban los gnomos en el seto del otro lado del campo—. Les gusta este sitio... Papá es demasiado blando con ellos, porque piensa que son divertidos...
En aquel momento se oyó la puerta principal de la casa.
— ¡Ya ha llegado! —Dijo George—. ¡Papá está en casa!
Y fueron corrieron a su encuentro.
El señor Weasley estaba sentado en una silla de la cocina, con las gafas quitadas y los ojos cerrados.
— ¡Qué noche! —farfulló, cogiendo la tetera mientras los muchachos se sentaban a su alrededor—. Nueve redadas. ¡Nueve! Y el viejo Mundungus Fletcher intentó hacerme un maleficio cuando le volví la espalda.
El señor Weasley tomó un largo sorbo de té y suspiró.
— ¿Encontraste algo, papá? —preguntó Fred con interés.
—Sólo unas llaves que merman y una tetera que muerde —respondió el señor Weasley en un bostezo—. Han ocurrido, sin embargo, algunas cosas bastante feas que no afectaban a mi departamento. A Mortlake lo sacaron para interrogarle sobre unos hurones muy raros, pero eso incumbe al Comité de Encantamientos Experimentales, gracias a Dios.
— ¿Para qué sirve que unas llaves encojan? —preguntó George.
—Para atormentar a los muggles —suspiró el señor Weasley—. Se les vende una llave que merma hasta hacerse diminuta para que no la puedan encontrar nunca cuando la necesitan... Naturalmente, es muy difícil dar con el culpable porque ningún muggle quiere admitir que sus llaves merman; siempre insisten en que las han perdido. ¡Jesús! No sé de lo que serían capaces para negar la existencia de la magia, aunque la tuvieran delante de los ojos... Pero no os creeríais las cosas que a nuestra gente le ha dado por encantar...
— ¿COMO COCHES, POR EJEMPLO?
La señora Weasley había aparecido blandiendo un atizador como si fuera una espada. El señor Weasley abrió los ojos de golpe y dirigió a su mujer una mirada de culpabilidad.
— ¿Co-coches, Molly cielo?
—Sí, Arthur, coches —dijo la señora Weasley, con los ojos brillándole—. Imagínate que un mago se compra un viejo coche oxidado y le dice a su mujer que quiere llevárselo para ver cómo funciona, cuando en realidad lo está encantando para que vuele.
El señor Weasley parpadeó.
—Bueno, querida, creo que estarás de acuerdo conmigo en que no ha hecho nada en contra de la ley, aunque quizá debería haberle dicho la verdad a su mujer... Verás, existe una laguna jurídica... siempre y cuando él no utilice el coche para volar. El hecho de que el coche pueda volar no constituye en sí...
— ¡Señor Weasley ya se encargó personalmente de que existiera una laguna jurídica cuando usted redactó esa ley! —Gritó la señora Weasley—. ¡Sólo para poder seguir jugando con todos esos cachivaches muggles que tienes en el cobertizo! ¡Y; para que lo sepas, Harry y Camilla han llegado esta mañana en ese coche en el que tú no volaste!
— ¿Harry y Camille? — Dijo el señor Weasley mirando a su esposa sin comprender—. ¿Qué Harry? Y ¿Qué Camille?-
Al darse la vuelta, vio a Harry y se sobresaltó.
—¡Dios mío! ¿Es Harry Potter? Encantado de conocerte. Ron nos ha hablado mucho de ti...— se fijó en mi y agrego —Y tú debes de ser Camille Black, los muchachos también nos hablaron de ti y de esa niña, Hermione, un gusto.
— ¡Esta noche, tus hijos han ido volando en el coche hasta la casa de Harry y han vuelto! —Gritó la señora Weasley—. ¿No tienes nada que comentar al respecto?
— ¿Es verdad que hicieron eso? —Preguntó el señor Weasley, nervioso—. ¿Fue bien la cosa? Qui-quiero decir —titubeó, al ver que su esposa echaba chispas por los ojos—, que eso ha estado muy mal, muchachos, pero que muy mal...
—Dejémosles que lo arreglen entre ellos —dijo Ron en voz baja, al ver que su madre estaba a punto de estallar—. Venga, quiero enseñarles mi habitación.
Salimos sigilosamente de la cocina y, siguiendo un estrecho pasadizo, llegamos a una escalera torcida que subía atravesando la casa en zigzag. En el tercer rellano había una puerta entornada. Antes de que se cerrara de un golpe, pude ver un instante un par de ojos castaños que estaban espiando.
—Ginny —dijo Ron—. No sabes lo raro que es que se muestre así de tímida. Normalmente nunca se esconde.
Subimos dos tramos más de escalera hasta llegar a una puerta con la pintura desconchada y una placa pequeña que decía «Habitación de Ronald».
Era una habitación naranja, llena de posters de un equipo de quidditch.
—Wow, que cítrico… me encanta— dije.
—Es increíble Ron…— comentó Harry. Y este se sonrojo.
—Bueno, tu puedes dormir en mi cuarto, y Camille, tú puedes dormir en el dormitorio de Ginny.
—Claro…— dije yendo a la habitación donde minutos antes se asomaban unos ojos. Golpee la puerta, y me abrió la niña de hoy en la mañana.
— ¿Si…?
—Eh… Me mandaron a dormir aquí…
—Oh, claro, pasa…— entré a una alcoba lila y plateada. Parecía de cuento, lleno de imágenes de duendes, ninfas, sirenas, hadas…
—Es hermosa…
—Gracias…— dijo en un sonrojo.
Me indicó que me sentara en la cama, y se sentó junto. Parecía querer decir algo, pero se le notaba nerviosa.
— ¿Sucede algo?— pregunté.
—Yo…
— ¿Si? No temas, no muerdo.
—Eh… Bueno… es sobre…. Harry— dijo tapándose la cara con las manos. Me dio un noseque.
—Si… ¿Qué pasa con él?— sacó las manos de su rostro.
—Quería saber si… si ustedes son novios…—se me subieron los colores al rostro.
— ¡¿Qué?!—exclamé sorprendida—Quiero decir, ¿Por qué preguntas?— me calme.
—Bueno, es que… Creo que… No… Yo… Me gusta…— bajó la vista.
—Oh…
— ¿Entonces?
—Bueno…— di que si, di que si, ¡MIENTE!—no…— ¡IDIOTA!
Pareció iluminarse el rostro.
—Menos mal… Habría sido incomodo si no…— hice aparecer una bolsa de dormir otra vez, y me acosté enseguida.
Eso había dado mucho que pensar… ¿Harry… me gusta?
Última edición por JulyPotter2012 el Lun 02 Jul 2012, 1:42 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
loovesjonas_kjn escribió:Me encanta!.. :D Quiero más capitulos!!!:..
Si es adaptacion a los libros :)
Ah! Por cierto, realmente te agradezco por agregar mi novela a tus favoritos, GRACIAS! :)
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
MUERO MUEROO! Lo ame ¡ME ENCANTO! Todavia me falta por leer unos cuantos capitulos, pero te juro que me ha encantado la novela. Nueva Lectora por cierto c;
Cherry
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