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La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
jaja, asi es más sencillo, yo soy Julieta, pero decime July, es mejor :)loovesjonas_kjn escribió:Clara :)
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Cap. 14 “Draco, perdiste”
Amaneció el día de Navidad, frío y blanco.
Hermione acababa de levantarse, al igual que yo. Lavander y Brown seguían dormidas.
Ella estaba abriendo sus regalos.
—Hola, Camille… ¡Feliz navidad!
Reí, feliz.
—Feliz navidad, Herms.
Y me lancé sobre los regalos.
Tenía uno de la Sra. Honey, me había enviado unos cuantos dulces mágicos y un libro de cuentos también mágicos, llamado “Los cuentos de Beedle el Bardo”. También había uno de Hermione, que traía un diario de tinta invisible (como el que yo le había dado a Harry para su cumpleaños) y una bonita bufanda blanca. Y por último, había un regalo de la señora Weasley, que era un pastel, y un viejo libro titulado “Criaturas mágicas más peligrosas”.
Luego de guardar los regalos me metí en el baño. Y me duché.
Una vez cambiada, volví a la habitación, y encontré una breve nota de Herms que decía “Voy a finalizar la poción, espérame para despertar a los chicos”.
Así que me senté en mi cama y estrené el diario.
Narré brevemente lo sucedido en el año, y lo guarde bajo llave en el cajón de la mesita de luz, luego me quité el collar que llevaba desde bebé (era lo único que tenía al encontrarme, excepto por la manta, la ropa y la carta con mi nombre y fecha de nacimiento; y consistía en un corazón que se abría por la mitad que tenía de un lado la foto de una mujer de cabellos rubios con ojos como los míos y del otro unas simples palabras “Te amaremos por siempre…” ), lo admiré en mis manos y acaricié la foto con el pulgar… Aun no habíamos investigado nada de mis padres, pero sería una buena idea comenzar… Tomé la llavecilla y la agregué como dije junto al corazón, y me lo volví a poner en el cuello.
En ese momento entró Hermione.
— ¿Estás bien?
Entonces caí en la cuenta de que una lágrima se deslizaba en mi mejilla, y la sequé rápidamente.
—Oh, si, solo que… La señora Honey me envió una carta y… Ya sabes… ¿Vamos?
Me puse de pie. Ella soltó un suspiro, pero sin preguntar más nos dirigimos a la habitación de los chicos con sus regalos en nuestras manos.
Como imaginamos, ambos estaban dormidos y eran los únicos en el dormitorio.
Entonces una sonrisa maligna se dibujo en mi rostro.
Le pedí a Hermione que hiciera silencio, y me acerqué sigilosamente a la cama de Harry.
Entonces me puse junto a su oído y grité:
— ¡Feliz navidad dormilón!
Saltó de la cama y cayó al suelo, lo cual hizo que Ron se despertara gritando.
Herms y yo comenzamos a reírnos sin para.
Harry se puso los anteojos a toda velocidad, aun asustado, y al vernos se puso rojo como un tomate, y su expresión se torno agresiva.
— ¡Ya no son tan felices!—gritó molesto y volvió a acostarse en la cama.
— ¡Son unas brujas!—exclamó Ron tapándose con el edredón—Hermione..., saben que no pueden entrar aquí —finalizó molesto.
—Feliz Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Me he levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.
Harry se sentó en la cama, despertando por completo de repente.
— ¿Estás segura?
—Del todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a los pies de la cama de Ron—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta noche.
En aquel momento, Hedwig aterrizó en el dormitorio, llevando en el pico un paquete muy pequeño.
—Hola —dijo contento Harry, cuando la lechuza se posó en su cama—, ¿me hablas de nuevo?
La lechuza le picó en la oreja de manera afectuosa, gesto que resultó ser mucho mejor regalo que el que le llevaba, que era de los Dursley. Éstos le enviaban un mondadientes y una nota en la que le pedían que averiguara si podría quedarse en Hogwarts también durante las vacaciones de verano.
—Son unos tontos…— opiné al leer la nota junto a él, sentada a su lado.
El resto de los regalos de Navidad de Harry fueron bastante más generosos. Hagrid le enviaba un bote grande de caramelos de café con leche, los cuales le recomendé ablandar al fuego antes de comérselos; Ron le regaló un libro titulado Volando con los Cannons, que trataba de hechos interesantes de su equipo favorito de quidditch; y Hermione le había comprado una lujosa pluma de águila para escribir. Harry abrió el último regalo y encontró un jersey nuevo, tejido a mano por la señora Weasley, y un plumcake.
—Oh, casi lo olvido…—dije buscando la cajita en mi bolsillo—Feliz navidad— le entregué el paquete.
Entonces rebuscó en su mesa de luz, y le entregó un regalo a Hermione y otro a mí.
—Gracias, y feliz navidad para ustedes también.
—¡RON!— grité lanzándole su regalo que le golpeó en la cabeza “¡HEY!” gritó enojado, pero se le pasó el enojo al ver su regalo, que era un bate autografiado por uno de los jugadores de los Cannons, el cual la señora Honey tuvo la bondad de conseguirme.
Abrí mi regalo, y me encontré con una pulsera de plata, que tenía un bonito dije circular de oro, con las iniciales “H y C” y debajo “por siempre amigos”, escritas en cursiva, con piedrecillas rojas.
—Aww… ¡Gracias!—lo abracé fuertemente— pero esto hace que mi regalo sea horrible…
Abrió el paquete y sacó un reloj dorado, con el escudo de Gryffindor y manecillas marcando la hora.
Detrás había una inscripción que decís “Es tu decisión la que importa”.
Sonrió abiertamente y me abrazó esta vez el a mí.
—Gracias, Camille, es perfecto.
—Me alegra que te guste…
Ron y Hermione nos miraban raro, así que me puse de pie y exclamé:
— ¡Deprisa, tengo hambre!
Y entonces sonriendo, Hermione me acompañó al Gran Comedor.
—Camille…—dijo una vez en los pasillos.
—No quiero hablar del tema.
Y encogiéndose de hombros, no comentó más nada.
Nadie podía dejar de asistir a la comida de Navidad en Hogwarts, aunque estuviera atemorizado por tener que tomar luego la poción multijugos, que ya estaba lista.
El Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos, y Dumbledore nos dirigió en algunos de sus favoritos. Hagrid gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba. Percy, que no se había dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito», no paraba de preguntar a todos de qué se reían. Y Harry ni siquiera prestaba atención a los comentarios de Draco desde la mesa de Slytherin sobre su nuevo jersey.
Entonces me puse de pie y caminé hasta él.
— ¡Basta!— le dije una vez a su lado, ignorando los comentarios venenosos de sus compañeros.
— ¿No te molesta estar aquí?— preguntó.
—Es lo mismo, vivo con críticas de parte de todos. Feliz Navidad— finalicé entregándole un paquete.
Era una pluma verde y plata con en escudo de Slytherin pintado.
—Gracias, por cierto…— me entregó otro paquetito.
Lo abrí, y me encontré con un dije con las iniciales “C & D”. Me sonroje al tener que ponerlo junto al de Harry.
—Gracias, enserio— le di un veloz abrazo y volví a la mesa.
Note que cuando me estaba yendo, Harry volteaba disimulada y rápidamente.
— ¿Espiabas?— pregunté cuando volví a mi asiento junto a él.
— ¿Qué? Yo jamás…
—Desde que te fuiste— comentó Hermione detrás de una carta, antes de que el pudiera decir nada más.
Se puso tan colorado que llegué a pensar que tenía fiebre.
— ¿Ah, si?—levanté una ceja, escéptica, esperando una respuesta.
— Yo… Eh… ¡Hermione!
Esta se encogió de hombros mientras guardaba la carta de nuevo en su sobre.
—Como sea…— me dispuse a comer, cuando sentí la mirada de Harry en el dije de Draco.
Lo miré y tenía los labios tensados.
— ¿Y eso?
—Mi regalo de navidad— respondí como si nada.
— ¿Lo llevarás puesto?
—No, lo guardaré en una caja— respondí irónica—. Además, si bien no recuerdo, no te interesaba…—su expresión se ensombreció, pero no comentó nada más.
Y volví mi atención al plato.
Harry y Ron apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad, cuando Hermione les hizo salir del salón con ella para ultimar los planes para la noche, y yo fui con ellos.
—Aún nos falta conseguir algo de las personas en que se van a convertir —dijo Hermione sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—. Y, desde luego, lo mejor será que puedan conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy, él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.
»Lo tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente y sin hacer caso de las caras atónitas de Harry y Ron. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya saben lo glotones que son; seguro que se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.
Harry y Ron se miraron incrédulos.
—Hermione, no creo...
—Podría salir muy mal...
Pero Hermione los miró con expresión severa, como la que solía adoptar la profesora McGonagall.
—La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo con severidad—. Quieren interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Harry mirándome disimuladamente—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú? ¿Y además, que hay de Camille?
— ¡Yo ya tengo el mío! —Dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella—. ¿Se acuerdan de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver. Y Camille, bueno, necesita un cabello de Pansy.
La miré con los ojos abiertos de par en par.
— ¿Bromeas, no? ¡Me mataría!
Hizo una mueca con los labios.
—Bueno… Deberás usar un hechizo para dormirla un rato…
Y antes de que pudiera reprochar, se fue corriendo.
Ron se volvió hacia Harry con una expresión fatídica.
— ¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?
— ¿Y ahora, qué hago?— pregunté pavorosa.
—Bueno… Te ayudaríamos, pero tienes que usar un hechizo, y… no es nuestro fuerte—explicó Harry.
—Gracias, cobardes…— Di media vuelta y empecé a buscar a Pansy.
Estaba en uno de los baños, lavándose las manos.
Me acerqué sigilosamente por detrás, cuidando que no me viera, y susurré blandiendo la varita: “Desmaius”. Enseguida cayó al suelo, desmayada.
—Levicorpus…— y trasporté su cuerpo hasta un armario con artículos de limpieza. Antes le arranqué unos pelos.
Cerré la puerta, y bloquee éste con un hechizo.
Contenta con la facilidad de mi misión, corrí hasta el baño del segundo piso, donde Herms estaba mezclando la poción.
La puerta estaba cerrada, así que utilicé un Alohomora.
Cuando entré tuve que esquivar un Desmaius.
— ¡Herms! ¡Soy yo!— y guardó la varita.
—Lo siento, deberías haber golpeado…
Harry y Ron llamaron suavemente a la puerta.
— ¿Hermione?
Fui a abrirles la puerta.
— ¿Lo lograste tan rápido?— preguntó Ron sorprendido.
—Sucede que los encantamientos sí son mi fuerte—traté de imitar la voz de Harry, y el pelirrojo rió.
Harry sacó el pelo de Goyle, ignorándome.
—Bien. Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitaran tallas mayores cuando se hayan convertido en Crabbe y Goyle. La única que no las precisa eres tú, Camille.
Los cuatro miramos el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y oscuro que borboteaba lentamente.
— ¿Ahora qué?
—Ahora…—sacó cuatro vasos—colocamos la poción en vasos separados…—hizo lo que dijo y nos entregó uno a cada uno—. Y le echan el pelo…
Hicimos lo que nos pidió, y mi poción adoptó un color negro y soltó un humo extraño.
—Herms… ¿Segura que es sano?
Me miró algo dudosa.
—Si…
Entramos todos a un baño y bebimos la poción.
Tenía un sabor asquerosamente amargo, pero traté de ignorarlo.
Esperé unos segundos, sin que pasara nada, pero entonces sentí como mis fracciones cambiaban.
Mi nariz se volvió más grande, mi cabello se alisó y se volvió negro, mis dedos se alargaron un poco y mi frente se hiso más pequeña.
Escuché jadeos, y salí del compartimiento.
De pronto salieron Crabbe y Goyle.
—Son idénticos a ellos…—murmuré asombrada.
—Lo mismo digo…— dijo Goyle.
— ¿Quién es quién?
—Yo soy Ron— levantó el gordo brazo Crabbe.
—Y yo Harry…— rió, pero su risa no era la fresca y cantarina que yo amab… ¡Digo, conocía! Si, eso… si no que era una gruesa y fea.
— ¿Hermione?— pregunté acercándome a su baño.
Una voz aguda me contestó:
—Me... me temo que no voy a poder ir. Vayan ustedes sin mí.
—Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.
—No, de verdad... no puedo ir. Dense prisa ustedes, no pierdan tiempo.
Harry miró a Ron, desconcertado, pero yo entendí enseguida que algo había resultado mal.
—Pareces Goyle —dijo Ron detrás de mí. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.
—Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.
—Sí, estoy bien... Vayan.
Harry miró el reloj que le había regalado.
—Espera aquí hasta que volvamos, ¿Si? —dijo él.
Salimos en silencio del lavabo.
Buscamos a Draco por todos lados, sin hallarlo, así que pensamos que estaría en su Sala Comun, y empezamos a buscar a algún Slytherin sin resultados.
Aunque en un momento vimos una silueta aparecer, la figura salía de una sala lateral.
Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, vimos que no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, vayan a sus dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.
—Pues tú lo haces —señaló Ron.
—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.
Repentinamente, resonó una voz detrás de nosotros. Draco caminaba hacia nosotros.
—Están ahí —dijo él, mirándolos a los chicos—. ¿Estuvieron todo el día comiendo como cerdos? Los estaba buscando, quiero mostrarles algo realmente divertido.
El rubio echó una mirada fulminante a Percy.
— ¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo que aborrecí.
Percy se ofendió aún más.
— ¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran.
—Ehh… ¡Draco!— grité con la voz de Pansy, al ver que estaba sola frente a la mirada retadora de Percy, y que ellos se iban sin mí.
— ¿Qué quieres Pansy?
— ¿Puedo ir con ustedes?
— ¿Desde cuando pides permiso para algo?—parecía desconcertado.
—Oh, tienes razón, iré de todos modos…
—Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.
—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.
Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción, pero yo solo escuchaba atentamente.
Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
— ¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.
—Eh... —dijo éste.
— ¡Ah, ya! « ¡Sangre pura!» —dijo Draco, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron.
La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta.
—Esperen aquí —dijo Draco a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.
Nos sentamos, y Harry aprovechó para lanzarme una mirada significativa que ignoré.
Volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.
—Te vas a reír con esto —dijo.
Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry y a mí.
Era de El Profeta, y decía:
“INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la
Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio
Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a
comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor
Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para
redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería
ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa
amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el
fantasma de la familia.”
— ¿Y bien? —Dijo Draco impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No les parece divertido?
—Ja, ja —rió Harry lúgubremente, y yo le seguí con una risotada similar a la de esas brujas que suelen haber en las películas infantiles.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.
A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia, y yo estaba asombrada de lo mal que hablaba de ellos a mis espaldas, pese a que era evidente que así era.
— ¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.
—Bueno, ve a la enfermería y dale a todos esos sangre sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Saben qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése.
Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.
—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Bajó las manos y se nos quedó.
— ¿Qué les pasa a ustedes tres?
Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo yo seguí asombrada, aunque Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias.
—San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin! No puedo creer que Camille se junte con ellos…
—Me gustaría saber quién es el heredero—dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry dijo:
—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió una sangre sucia. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger —dijo con deleite.
— ¡ERES UN IDIOTA!
Los tres me miraron, Harry y Ron con algo de asombro y miedo de delatarnos, y Draco parecía no creerlo.
— ¿Qué dices?
— ¿LA CONOCES POR LO MENOS? ¡NO!
— ¿Qué te sucede Parkinson?
—Sucede, querido Draco, sucede que me he dado cuenta de que has ido demasiado lejos, ¡Tal vez sea momento de contarle de esto a Camille! ¿¡No crees?!
Me puse de pie, furiosa, pero el tiró fuertemente de mi brazo y caí al suelo.
— ¡NO TE ATREVAS!
— ¡¿O SI NO QUÉ?!— grité desde el suelo, mirando como Ron sostenía a Harry del hombro para que no se echara encima de Draco.
—Sabes que puedo hacer que tu vida se arruine, no me provoques, porque sabes perfectamente que ella me gusta, Pansy, y deberías dejar ya tus celos— volvió a su lugar con los muchachos, y yo me senté en un sofá cercano, aun descolocada de todo.
Harry me miró cuestionando, y yo solo le asentí para que siguieran la farsa, entonces le dirigió una mirada de aviso a Ron y dijo:
— Como sea, Draco… ¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?
—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.
— ¿En Azkaban?
—Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.
—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Saben que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Harry hizo que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.
— ¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponíamos llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, al igual que Harry, cuyos ojos comenzaban a aclararse. Miré desesperadamente mi cabello, y noté que también se aclaraba.
Se pusieron de pie de un salto, y yo los imité.
—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echamos a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándonos contra el muro de piedra y metiéndonos por el corredor.
Subimos los escalones y llegamos al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban de un armario. Dejaron los zapatos junto a la puerta del armario y me acompañaron a liberar a Pansy. La saqué del armario, la dejé en el suelo y con la puerta del pasillo entreabierta, murmuré “Ennervate”, la vi levantarse y me eché a correr detrás de los muchachos.
Subieron corriendo, ellos en calcetines, hasta los lavabos de Myrtle la Llorona.
—Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras nosotros la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.
—Si, además—comenzó Harry colocándose las gafas—, creo yo que ya no quieres que nos amiguemos con Malfoy…—me miró contento, y yo solo rodé lo ojos.
Llamé a la puerta de Hermione.
—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.
— ¡Váyanse!
—Herms… déjame entrar—pedí a sabiendas de que algo había salido mal.
Harry y Ron se miraron el uno al otro.
— ¿Qué pasa? —Dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...
Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete, más contenta que nunca.
— ¡Aaaaaaaah, ya la verán! —dijo—. ¡Es horrible!
Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.
— ¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?
Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.
— ¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
— ¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
Abracé a mi amiga, quien sollozaba.
—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.
— ¡Caya, por favor, Myrtle!— grité y ella me sacó la lengua.
—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...
Amaneció el día de Navidad, frío y blanco.
Hermione acababa de levantarse, al igual que yo. Lavander y Brown seguían dormidas.
Ella estaba abriendo sus regalos.
—Hola, Camille… ¡Feliz navidad!
Reí, feliz.
—Feliz navidad, Herms.
Y me lancé sobre los regalos.
Tenía uno de la Sra. Honey, me había enviado unos cuantos dulces mágicos y un libro de cuentos también mágicos, llamado “Los cuentos de Beedle el Bardo”. También había uno de Hermione, que traía un diario de tinta invisible (como el que yo le había dado a Harry para su cumpleaños) y una bonita bufanda blanca. Y por último, había un regalo de la señora Weasley, que era un pastel, y un viejo libro titulado “Criaturas mágicas más peligrosas”.
Luego de guardar los regalos me metí en el baño. Y me duché.
Una vez cambiada, volví a la habitación, y encontré una breve nota de Herms que decía “Voy a finalizar la poción, espérame para despertar a los chicos”.
Así que me senté en mi cama y estrené el diario.
Narré brevemente lo sucedido en el año, y lo guarde bajo llave en el cajón de la mesita de luz, luego me quité el collar que llevaba desde bebé (era lo único que tenía al encontrarme, excepto por la manta, la ropa y la carta con mi nombre y fecha de nacimiento; y consistía en un corazón que se abría por la mitad que tenía de un lado la foto de una mujer de cabellos rubios con ojos como los míos y del otro unas simples palabras “Te amaremos por siempre…” ), lo admiré en mis manos y acaricié la foto con el pulgar… Aun no habíamos investigado nada de mis padres, pero sería una buena idea comenzar… Tomé la llavecilla y la agregué como dije junto al corazón, y me lo volví a poner en el cuello.
En ese momento entró Hermione.
— ¿Estás bien?
Entonces caí en la cuenta de que una lágrima se deslizaba en mi mejilla, y la sequé rápidamente.
—Oh, si, solo que… La señora Honey me envió una carta y… Ya sabes… ¿Vamos?
Me puse de pie. Ella soltó un suspiro, pero sin preguntar más nos dirigimos a la habitación de los chicos con sus regalos en nuestras manos.
Como imaginamos, ambos estaban dormidos y eran los únicos en el dormitorio.
Entonces una sonrisa maligna se dibujo en mi rostro.
Le pedí a Hermione que hiciera silencio, y me acerqué sigilosamente a la cama de Harry.
Entonces me puse junto a su oído y grité:
— ¡Feliz navidad dormilón!
Saltó de la cama y cayó al suelo, lo cual hizo que Ron se despertara gritando.
Herms y yo comenzamos a reírnos sin para.
Harry se puso los anteojos a toda velocidad, aun asustado, y al vernos se puso rojo como un tomate, y su expresión se torno agresiva.
— ¡Ya no son tan felices!—gritó molesto y volvió a acostarse en la cama.
— ¡Son unas brujas!—exclamó Ron tapándose con el edredón—Hermione..., saben que no pueden entrar aquí —finalizó molesto.
—Feliz Navidad a ti también —le dijo Hermione, arrojándole su regalo—. Me he levantado hace casi una hora, para añadir más crisopos a la poción. Ya está lista.
Harry se sentó en la cama, despertando por completo de repente.
— ¿Estás segura?
—Del todo —dijo Hermione, apartando a la rata Scabbers para poder sentarse a los pies de la cama de Ron—. Si nos decidimos a hacerlo, creo que tendría que ser esta noche.
En aquel momento, Hedwig aterrizó en el dormitorio, llevando en el pico un paquete muy pequeño.
—Hola —dijo contento Harry, cuando la lechuza se posó en su cama—, ¿me hablas de nuevo?
La lechuza le picó en la oreja de manera afectuosa, gesto que resultó ser mucho mejor regalo que el que le llevaba, que era de los Dursley. Éstos le enviaban un mondadientes y una nota en la que le pedían que averiguara si podría quedarse en Hogwarts también durante las vacaciones de verano.
—Son unos tontos…— opiné al leer la nota junto a él, sentada a su lado.
El resto de los regalos de Navidad de Harry fueron bastante más generosos. Hagrid le enviaba un bote grande de caramelos de café con leche, los cuales le recomendé ablandar al fuego antes de comérselos; Ron le regaló un libro titulado Volando con los Cannons, que trataba de hechos interesantes de su equipo favorito de quidditch; y Hermione le había comprado una lujosa pluma de águila para escribir. Harry abrió el último regalo y encontró un jersey nuevo, tejido a mano por la señora Weasley, y un plumcake.
—Oh, casi lo olvido…—dije buscando la cajita en mi bolsillo—Feliz navidad— le entregué el paquete.
Entonces rebuscó en su mesa de luz, y le entregó un regalo a Hermione y otro a mí.
—Gracias, y feliz navidad para ustedes también.
—¡RON!— grité lanzándole su regalo que le golpeó en la cabeza “¡HEY!” gritó enojado, pero se le pasó el enojo al ver su regalo, que era un bate autografiado por uno de los jugadores de los Cannons, el cual la señora Honey tuvo la bondad de conseguirme.
Abrí mi regalo, y me encontré con una pulsera de plata, que tenía un bonito dije circular de oro, con las iniciales “H y C” y debajo “por siempre amigos”, escritas en cursiva, con piedrecillas rojas.
—Aww… ¡Gracias!—lo abracé fuertemente— pero esto hace que mi regalo sea horrible…
Abrió el paquete y sacó un reloj dorado, con el escudo de Gryffindor y manecillas marcando la hora.
Detrás había una inscripción que decís “Es tu decisión la que importa”.
Sonrió abiertamente y me abrazó esta vez el a mí.
—Gracias, Camille, es perfecto.
—Me alegra que te guste…
Ron y Hermione nos miraban raro, así que me puse de pie y exclamé:
— ¡Deprisa, tengo hambre!
Y entonces sonriendo, Hermione me acompañó al Gran Comedor.
—Camille…—dijo una vez en los pasillos.
—No quiero hablar del tema.
Y encogiéndose de hombros, no comentó más nada.
Nadie podía dejar de asistir a la comida de Navidad en Hogwarts, aunque estuviera atemorizado por tener que tomar luego la poción multijugos, que ya estaba lista.
El Gran Comedor relucía por todas partes. No sólo había una docena de árboles de Navidad cubiertos de escarcha, y gruesas serpentinas de acebo y muérdago que se entrecruzaban en el techo, sino que de lo alto caía nieve mágica, cálida y seca. Cantaron villancicos, y Dumbledore nos dirigió en algunos de sus favoritos. Hagrid gritaba más fuerte a cada copa de ponche que tomaba. Percy, que no se había dado cuenta de que Fred le había encantado su insignia de prefecto, en la que ahora podía leerse «Cabeza de Chorlito», no paraba de preguntar a todos de qué se reían. Y Harry ni siquiera prestaba atención a los comentarios de Draco desde la mesa de Slytherin sobre su nuevo jersey.
Entonces me puse de pie y caminé hasta él.
— ¡Basta!— le dije una vez a su lado, ignorando los comentarios venenosos de sus compañeros.
— ¿No te molesta estar aquí?— preguntó.
—Es lo mismo, vivo con críticas de parte de todos. Feliz Navidad— finalicé entregándole un paquete.
Era una pluma verde y plata con en escudo de Slytherin pintado.
—Gracias, por cierto…— me entregó otro paquetito.
Lo abrí, y me encontré con un dije con las iniciales “C & D”. Me sonroje al tener que ponerlo junto al de Harry.
—Gracias, enserio— le di un veloz abrazo y volví a la mesa.
Note que cuando me estaba yendo, Harry volteaba disimulada y rápidamente.
— ¿Espiabas?— pregunté cuando volví a mi asiento junto a él.
— ¿Qué? Yo jamás…
—Desde que te fuiste— comentó Hermione detrás de una carta, antes de que el pudiera decir nada más.
Se puso tan colorado que llegué a pensar que tenía fiebre.
— ¿Ah, si?—levanté una ceja, escéptica, esperando una respuesta.
— Yo… Eh… ¡Hermione!
Esta se encogió de hombros mientras guardaba la carta de nuevo en su sobre.
—Como sea…— me dispuse a comer, cuando sentí la mirada de Harry en el dije de Draco.
Lo miré y tenía los labios tensados.
— ¿Y eso?
—Mi regalo de navidad— respondí como si nada.
— ¿Lo llevarás puesto?
—No, lo guardaré en una caja— respondí irónica—. Además, si bien no recuerdo, no te interesaba…—su expresión se ensombreció, pero no comentó nada más.
Y volví mi atención al plato.
Harry y Ron apenas habían terminado su tercer trozo de tarta de Navidad, cuando Hermione les hizo salir del salón con ella para ultimar los planes para la noche, y yo fui con ellos.
—Aún nos falta conseguir algo de las personas en que se van a convertir —dijo Hermione sin darle importancia, como si los enviara al supermercado a comprar detergente—. Y, desde luego, lo mejor será que puedan conseguir algo de Crabbe y de Goyle; como son los mejores amigos de Malfoy, él les contaría cualquier cosa. Y también tenemos que asegurarnos de que los verdaderos Crabbe y Goyle no aparecen mientras lo interrogamos.
»Lo tengo todo solucionado —siguió ella tranquilamente y sin hacer caso de las caras atónitas de Harry y Ron. Les enseñó dos pasteles redondos de chocolate—. Los he rellenado con una simple pócima para dormir. Todo lo que tienen que hacer es asegurarse de que Crabbe y Goyle los encuentran. Ya saben lo glotones que son; seguro que se los tragan. Cuando estén dormidos, los esconderemos en uno de los armarios de la limpieza y les arrancaremos unos pelos.
Harry y Ron se miraron incrédulos.
—Hermione, no creo...
—Podría salir muy mal...
Pero Hermione los miró con expresión severa, como la que solía adoptar la profesora McGonagall.
—La poción no nos servirá de nada si no tenemos unos pelos de Crabbe y Goyle —dijo con severidad—. Quieren interrogar a Malfoy, ¿no?
—De acuerdo, de acuerdo —dijo Harry mirándome disimuladamente—. Pero ¿y tú? ¿A quién se lo vas a arrancar tú? ¿Y además, que hay de Camille?
— ¡Yo ya tengo el mío! —Dijo Hermione alegre, sacando una botellita diminuta de un bolsillo y enseñándoles un único pelo que había dentro de ella—. ¿Se acuerdan de que me batí con Millicent Bulstrode en el club de duelo? ¡Al estrangularme se dejó esto en mi túnica! Y se ha ido a su casa a pasar las Navidades. Así que lo único que tengo que decirles a los de Slytherin es que he decidido volver. Y Camille, bueno, necesita un cabello de Pansy.
La miré con los ojos abiertos de par en par.
— ¿Bromeas, no? ¡Me mataría!
Hizo una mueca con los labios.
—Bueno… Deberás usar un hechizo para dormirla un rato…
Y antes de que pudiera reprochar, se fue corriendo.
Ron se volvió hacia Harry con una expresión fatídica.
— ¿Habías oído alguna vez un plan en el que pudieran salir mal tantas cosas?
— ¿Y ahora, qué hago?— pregunté pavorosa.
—Bueno… Te ayudaríamos, pero tienes que usar un hechizo, y… no es nuestro fuerte—explicó Harry.
—Gracias, cobardes…— Di media vuelta y empecé a buscar a Pansy.
Estaba en uno de los baños, lavándose las manos.
Me acerqué sigilosamente por detrás, cuidando que no me viera, y susurré blandiendo la varita: “Desmaius”. Enseguida cayó al suelo, desmayada.
—Levicorpus…— y trasporté su cuerpo hasta un armario con artículos de limpieza. Antes le arranqué unos pelos.
Cerré la puerta, y bloquee éste con un hechizo.
Contenta con la facilidad de mi misión, corrí hasta el baño del segundo piso, donde Herms estaba mezclando la poción.
La puerta estaba cerrada, así que utilicé un Alohomora.
Cuando entré tuve que esquivar un Desmaius.
— ¡Herms! ¡Soy yo!— y guardó la varita.
—Lo siento, deberías haber golpeado…
Harry y Ron llamaron suavemente a la puerta.
— ¿Hermione?
Fui a abrirles la puerta.
— ¿Lo lograste tan rápido?— preguntó Ron sorprendido.
—Sucede que los encantamientos sí son mi fuerte—traté de imitar la voz de Harry, y el pelirrojo rió.
Harry sacó el pelo de Goyle, ignorándome.
—Bien. Y yo he cogido estas túnicas de la lavandería —dijo Hermione, enseñándoles una pequeña bolsa—. Necesitaran tallas mayores cuando se hayan convertido en Crabbe y Goyle. La única que no las precisa eres tú, Camille.
Los cuatro miramos el caldero. Vista de cerca, la poción parecía barro espeso y oscuro que borboteaba lentamente.
— ¿Ahora qué?
—Ahora…—sacó cuatro vasos—colocamos la poción en vasos separados…—hizo lo que dijo y nos entregó uno a cada uno—. Y le echan el pelo…
Hicimos lo que nos pidió, y mi poción adoptó un color negro y soltó un humo extraño.
—Herms… ¿Segura que es sano?
Me miró algo dudosa.
—Si…
Entramos todos a un baño y bebimos la poción.
Tenía un sabor asquerosamente amargo, pero traté de ignorarlo.
Esperé unos segundos, sin que pasara nada, pero entonces sentí como mis fracciones cambiaban.
Mi nariz se volvió más grande, mi cabello se alisó y se volvió negro, mis dedos se alargaron un poco y mi frente se hiso más pequeña.
Escuché jadeos, y salí del compartimiento.
De pronto salieron Crabbe y Goyle.
—Son idénticos a ellos…—murmuré asombrada.
—Lo mismo digo…— dijo Goyle.
— ¿Quién es quién?
—Yo soy Ron— levantó el gordo brazo Crabbe.
—Y yo Harry…— rió, pero su risa no era la fresca y cantarina que yo amab… ¡Digo, conocía! Si, eso… si no que era una gruesa y fea.
— ¿Hermione?— pregunté acercándome a su baño.
Una voz aguda me contestó:
—Me... me temo que no voy a poder ir. Vayan ustedes sin mí.
—Hermione, ya sabemos que Millicent Bulstrode es fea, nadie va a saber que eres tú.
—No, de verdad... no puedo ir. Dense prisa ustedes, no pierdan tiempo.
Harry miró a Ron, desconcertado, pero yo entendí enseguida que algo había resultado mal.
—Pareces Goyle —dijo Ron detrás de mí. Siempre pone esta cara cuando un profesor pregunta.
—Hermione, ¿estás bien? —preguntó Harry a través de la puerta.
—Sí, estoy bien... Vayan.
Harry miró el reloj que le había regalado.
—Espera aquí hasta que volvamos, ¿Si? —dijo él.
Salimos en silencio del lavabo.
Buscamos a Draco por todos lados, sin hallarlo, así que pensamos que estaría en su Sala Comun, y empezamos a buscar a algún Slytherin sin resultados.
Aunque en un momento vimos una silueta aparecer, la figura salía de una sala lateral.
Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, vimos que no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa. Percy lo miró ofendido.
—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?
—Eh... sí —respondió Ron.
—Bueno, vayan a sus dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.
—Pues tú lo haces —señaló Ron.
—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.
Repentinamente, resonó una voz detrás de nosotros. Draco caminaba hacia nosotros.
—Están ahí —dijo él, mirándolos a los chicos—. ¿Estuvieron todo el día comiendo como cerdos? Los estaba buscando, quiero mostrarles algo realmente divertido.
El rubio echó una mirada fulminante a Percy.
— ¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo que aborrecí.
Percy se ofendió aún más.
— ¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!
Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran.
—Ehh… ¡Draco!— grité con la voz de Pansy, al ver que estaba sola frente a la mirada retadora de Percy, y que ellos se iban sin mí.
— ¿Qué quieres Pansy?
— ¿Puedo ir con ustedes?
— ¿Desde cuando pides permiso para algo?—parecía desconcertado.
—Oh, tienes razón, iré de todos modos…
—Ese Peter Weasley...
—Percy —le corrigió automáticamente Ron.
—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.
Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción, pero yo solo escuchaba atentamente.
Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.
— ¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.
—Eh... —dijo éste.
— ¡Ah, ya! « ¡Sangre pura!» —dijo Draco, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron.
La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta.
—Esperen aquí —dijo Draco a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.
Nos sentamos, y Harry aprovechó para lanzarme una mirada significativa que ignoré.
Volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.
—Te vas a reír con esto —dijo.
Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry y a mí.
Era de El Profeta, y decía:
“INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la
Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.
El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio
Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a
comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.
«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor
Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para
redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los muggles debería
ser retirada inmediatamente.»
El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa
amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el
fantasma de la familia.”
— ¿Y bien? —Dijo Draco impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No les parece divertido?
—Ja, ja —rió Harry lúgubremente, y yo le seguí con una risotada similar a la de esas brujas que suelen haber en las películas infantiles.
—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los muggles que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.
A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia, y yo estaba asombrada de lo mal que hablaba de ellos a mis espaldas, pese a que era evidente que así era.
— ¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.
—Me duele el estómago —gruñó Ron.
—Bueno, ve a la enfermería y dale a todos esos sangre sucia una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Saben qué? Me sorprende que El Profeta aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia muggle. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése.
Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.
—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?
Bajó las manos y se nos quedó.
— ¿Qué les pasa a ustedes tres?
Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo yo seguí asombrada, aunque Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias.
—San Potter, el amigo de los sangre sucia —dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa sangre sucia presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin! No puedo creer que Camille se junte con ellos…
—Me gustaría saber quién es el heredero—dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.
A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry dijo:
—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.
—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió una sangre sucia. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger —dijo con deleite.
— ¡ERES UN IDIOTA!
Los tres me miraron, Harry y Ron con algo de asombro y miedo de delatarnos, y Draco parecía no creerlo.
— ¿Qué dices?
— ¿LA CONOCES POR LO MENOS? ¡NO!
— ¿Qué te sucede Parkinson?
—Sucede, querido Draco, sucede que me he dado cuenta de que has ido demasiado lejos, ¡Tal vez sea momento de contarle de esto a Camille! ¿¡No crees?!
Me puse de pie, furiosa, pero el tiró fuertemente de mi brazo y caí al suelo.
— ¡NO TE ATREVAS!
— ¡¿O SI NO QUÉ?!— grité desde el suelo, mirando como Ron sostenía a Harry del hombro para que no se echara encima de Draco.
—Sabes que puedo hacer que tu vida se arruine, no me provoques, porque sabes perfectamente que ella me gusta, Pansy, y deberías dejar ya tus celos— volvió a su lugar con los muchachos, y yo me senté en un sofá cercano, aun descolocada de todo.
Harry me miró cuestionando, y yo solo le asentí para que siguieran la farsa, entonces le dirigió una mirada de aviso a Ron y dijo:
— Como sea, Draco… ¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?
—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.
— ¿En Azkaban?
—Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.
—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta sangre sucia, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Saben que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Harry hizo que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.
— ¡Ah! —exclamó Ron.
Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponíamos llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, al igual que Harry, cuyos ojos comenzaban a aclararse. Miré desesperadamente mi cabello, y noté que también se aclaraba.
Se pusieron de pie de un salto, y yo los imité.
—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echamos a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándonos contra el muro de piedra y metiéndonos por el corredor.
Subimos los escalones y llegamos al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban de un armario. Dejaron los zapatos junto a la puerta del armario y me acompañaron a liberar a Pansy. La saqué del armario, la dejé en el suelo y con la puerta del pasillo entreabierta, murmuré “Ennervate”, la vi levantarse y me eché a correr detrás de los muchachos.
Subieron corriendo, ellos en calcetines, hasta los lavabos de Myrtle la Llorona.
—Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras nosotros la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.
—Si, además—comenzó Harry colocándose las gafas—, creo yo que ya no quieres que nos amiguemos con Malfoy…—me miró contento, y yo solo rodé lo ojos.
Llamé a la puerta de Hermione.
—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.
— ¡Váyanse!
—Herms… déjame entrar—pedí a sabiendas de que algo había salido mal.
Harry y Ron se miraron el uno al otro.
— ¿Qué pasa? —Dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...
Pero Myrtle la Llorona salió de repente atravesando la puerta del retrete, más contenta que nunca.
— ¡Aaaaaaaah, ya la verán! —dijo—. ¡Es horrible!
Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.
— ¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?
Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.
Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.
— ¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!
— ¡Eh, vaya! —exclamó Ron.
Abracé a mi amiga, quien sollozaba.
—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.
— ¡Caya, por favor, Myrtle!— grité y ella me sacó la lengua.
—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...
Última edición por JulyPotter2012 el Vie 20 Jul 2012, 9:55 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Cap. 15 “El diario y San Valentín”
Hermione pasó varias semanas en la enfermería, aunque la manteníamos al día con las clases.
Un día, cuando volvíamos de la enfermería, escuchamos como Myrtle lloraba inconsolablemente, y decidimos ver cual era el problema.
Al parecer le habían arrojado un diario, y como siempre sin mucha preocupación por su vida, Harry lo guardo.
Una vez en la Sala Común, se sentó a leerlo, y yo lo acompañé.
—Es una violación a la privacidad—me quejé.
—Oh, vamos, estoy seguro que también quieres leerlo. Además, data de hace cincuenta años, no creo que la persona se enfade.
—De acuerdo…— cedí aunque poco convencida.
—No puede ser…—susurró.
— ¿Y bien?—pregunté al ver como pasaba desesperadamente las hojas.
—No… No hay nada…
— ¿Nada?
—No, solamente esta el nombre de un tal “Tom Riddle”.
El nombre resonó entre mis recuerdos.
— ¿Riddle?
—Si…—seguía pasando una por una las páginas.
—Ese nombre estaba en uno de los trofeos.
Se detuvo en seco y me miró esperando que continuara.
—Si, recibió un premio por servicios especiales al colegio…
— ¿Servicios especiales? ¿Nada más?
Negué con la cabeza y él continuó su inspección.
—Te estas obsesionando un poco, no creo que tenga importancia…
—Lo sé, pero algo me dice que debo leerlo…
Suspiré rendida.
—Aparecium—conjuré, pero no sucedió nada.
— ¿No hay más posibilidades que la tinta invisible?
—No que yo conozca, Harry.
—Entonces seguiré buscando…
Ya era tarde, y todos se habían ido a dormir.
—Harry, deberías irte a dormir, mañana sigues…
—No, estoy seguro de que es importante.
—Por favor, Harry.
—No, ve tú si quieres.
—Como si pudiera—bufé—. Ash, está bien, me quedó aquí…
Y así pasaron las horas, hasta que finalmente nos fuimos a dormir sin descubrir nada.
Días después, Hermione finalmente salió de la enfermería y a Harry se le ocurrió visitar el salón de trofeos para ver la placa de Tom Riddle, aunque no encontramos nada nuevo a lo que ya sabíamos.
Los ataques habían cesado, y el creído de Lockhart, iba por los pasillos presumiendo que él había hecho que se detuvieran, de hecho, tanto era su ego, que tuvo una Gran –y luego Tonta (para mí)- idea.
Así es como el 14 de febrero, al entrar Hermione, Ron y yo al Gran Comedor, nos encontramos con la “inyección de moral” del profesor.
Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones.
Harry aun no llegaba, así que yo miraba fijamente el suelo, tratando de ignorar el confeti.
Hermione se reía tontamente y Ron parecía tener en frente un calcetín sucio.
En ese momento Harry entró, realmente parecía sorprendido con todo esto.
— ¿Qué ocurre? —nos preguntó, sentándose y quitándose de encima el confeti.
—Bueno…—yo tenía demasiada pena para contestar, y Herms seguía riendo.
Pero Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos. Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. McGonagall estaba con un tic en la mejilla. Snape tenía el mismo aspecto que si se hubiera enterado que Lockhart sería director.
— ¡Feliz día de San Valentín! —Gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa!
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockhart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas.
— ¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —Sonrió Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!
El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis —le dijo Ron, cuando abandonábamos el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.
Realmente yo tenía la intención de enviar una tarjeta, pero…
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subíamos hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Harry.
— ¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.
Enseguida me tensé.
Ruborizándose, al notar que le iba a entregar una tarjeta delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona, y una tarjeta —dijo, entregándole un sobre rosado, el cual se apresuró a guardar en su mochila, y rasgando el arpa de manera pavorosa.
— ¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
— ¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
— ¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.
Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor.
Por un momento quise echar a correr, pero sería evidente…
— ¿Qué pasa ahí? —Era la voz fría de Draco Malfoy, que hablaba arrastrando las palabras. Estos últimos días lo evitaba para no tener que explicarle mi odio repentino.
Harry intentó febrilmente meterlo todo en la bolsa rota, desesperado por alejarse, y yo lo ayudaba, también nerviosa.
— ¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba.
A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.
— ¡Hey!—grité enojada al impetuoso intento barato de Cupido.
—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry e ignorándome—, ésta es tu canción de San
Valentín:
“Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.”
Intentando reírse con todos los demás, se levantó, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de niños, algunos de los cuales estaban llorando de risa.
— ¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Pero Draco, en vez de obedecer, se agachaba y cogía algo, y con una mirada burlona se lo enseñaba a Crabbe y Goyle. Enseguida noté lo que había recogido era el diario de Ryddle.
— ¡Devuélveme eso! —le dijo Harry en voz baja.
— ¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry. Los espectadores se quedaron en silencio. Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.
—Draco…—murmuré, pero me ignoró.
—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.
—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy, burlándose de Harry.
— ¡Devuélvelo!— grité, pero seguía haciendo como si nada.
Percy dijo:
—Como prefecto del colegio...
Pero Harry, detrás de mí, sacó su varita mágica y gritó:
— ¡Expelliarmus!
Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así el diario se le escapaba a Malfoy de las manos y salía volando. Ron, sonriendo, lo atrapó.
— ¡Harry! —Dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!
Malfoy estaba furioso, y cuando Ginny pasó por su lado para entrar en el aula, le gritó despechado:
— ¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!
Ginny se tapé la cara con las manos y entró en clase corriendo.
Solté un jadeo furiosa, ya sin saber de qué.
Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica, pero Harry se la quitó de un tirón.
Aquella noche, Harry fue el primero de su dormitorio en irse a dormir.
Tal vez era porque no soportaba a los gemelos burlándose de su canción, pero sospechaba que se trataba de otra cosa.
Así que busqué la capa de invisibilidad que él me había prestado días atrás para… Um… No viene al caso (Profesora McGonagall, si lee esto, fue para una buena acción…)…
Y así subí las escaleras hasta su habitación.
Efectivamente, tenía en sus manos el diario.
Me acerqué con sigilo, y una vez a su lado, destapé mi cara y solté un “¡BUUU!”
—¡AAAAHHHHHHHHHH!— saltó de la cama, tirando el diario al suelo.
—JAJAJAJAJAJJAJJAAJ, ¡Tendrías que… haber… visto… tu cara!— solté como pude entre risotadas.
Me miró molesto.
—Lo siento— dije secándome una lágrima de tanto reír—. Pero sospechaba que había algo que no me habías contado.
Levanté el diario.
—Y al parecer yo tenía razón…—le entregué el librito, tan intacto como siempre.
—No sé si contarte…—puso un tono de ofendido.
— ¿Por qué?— me miró como diciendo “¿Es enserio la pregunta?”
—Bueno, perdón…—hice un pucherito— ¿Ahora me cuentas?
Soltó un suspiro.
—De acuerdo, solo porque eres mi amiga…— abrió el diario y me lo mostró. Estaba en blanco tal y como cuando lo encontramos.
Seguí esperando que dijera algo, pero no explicó nada.
— ¿Y…bien?
— ¿No es obvio?
—Bueno… si… si lo miras bien, con cuidado, puedes notar que es un diario viejo…
Rodó los ojos, y sacó una botellita de tinta de la mesita de luz.
— ¿Y eso?
—Espera…
Abrió la botellita y la volcó en el diario.
— ¡Harry! ¿¡Qué haces?! ¡¿Acaso estás…?!
Pero antes de que terminara la frase, la tinta desapareció de la nada.
Lo miré sorprendida.
— ¿Qué…?
—No tengo ni idea…
Entonces una idea cruzó en mi mente. Abrí el cajón de nuevo, allí vi una cosa que llamó realmente mi atención. Era su diario de tinta invisible… Un cosquilleo de curiosidad recorrió mi mano… No…Y rápidamente saqué un pluma y cerré el cajón.
Mojé la punta en tinta y se la di a él.
— ¿Qué quieres que haga—preguntó desconcertado.
—Escribe algo.
— ¿Qué cosa?
—No sé, lo que sea, solo escribe.
— ¿Por…?
— ¡Hazlo!
Sin más, empezó a escribir, algo tan simple como:
«Mi nombre es Harry Potter.»
Las palabras brillaron un instante en la página y desaparecieron también sin dejar huella. Entonces ocurrió algo.
Rezumando de la página, en la misma tinta que había utilizado él, aparecieron unas palabras que ninguno de nosotros había escrito:
«Hola, Harry Potter. Mi nombre es Tom Ryddle. ¿Cómo ha llegado a tus manos mi diario?»
Nos miramos asombrados.
— ¡Responde!—le incité. Y así lo hizo:
«Alguien intentó tirarlo por el retrete.»
Aguardamos con impaciencia la respuesta de Ryddle.
«Menos mal que registré mis memorias en algo más duradero que la tinta. Siempre supe que habría gente que no querría que mi diario fuera leído.»
« ¿Qué quieres decir?», escribió Harry, emborronando la página debido a los nervios.
«Quiero decir que este diario da fe de cosas horribles; cosas que fueron ocultadas; cosas que sucedieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.»
«Es donde estoy yo ahora», escribió Harry apresuradamente. «Estoy en Hogwarts, y también suceden cosas horribles. ¿Sabes algo sobre la Cámara de los Secretos?»
La réplica de Ryddle no se hizo esperar, pero la letra se volvió menos clara, como si tuviera prisa por consignar todo cuanto sabía.
« ¡Por supuesto que sé algo sobre la Cámara de los Secretos! En mi época, nos decían que era sólo una leyenda, que no existía realmente. Pero no era cierto. Cuando yo estaba en quinto, la cámara se abrió y el monstruo atacó a varios estudiantes y mató a uno. Yo atrapé a la persona que había abierto la cámara, y lo expulsaron. Pero el director, el profesor Dippet, avergonzado de que hubiera sucedido tal cosa en Hogwarts, me prohibió decir la verdad. Inventaron la historia de que la muchacha había muerto en un espantoso accidente. A mí me entregaron por mi actuación un trofeo muy bonito y muy brillante, con unas palabras grabadas, y me recomendaron que mantuviera la boca cerrada. Pero yo sabía que podía volver a ocurrir. El monstruo sobrevivió, y el que pudo liberarlo no fue encarcelado.»
En su precipitación por escribir, Harry casi vuelca la botellita de la tinta.
— ¡Cuidado!—murmuré aun mirando la hoja.
«Ha vuelto a suceder. Ha habido tres ataques y nadie parece saber quién está detrás. ¿Quién fue en aquella ocasión?»
«Te lo puedo mostrar, si quieres», contestó Ryddle. «No necesitas leer mis palabras. Podrás ver dentro de mi memoria lo que ocurrió la noche en que lo capturé.»
—No pensaras…—murmuré.
—Pero…
—Es peligroso…
—Vayamos los dos…
— ¿Crees que sea posible?
— ¿Por qué no?
—Pero… ¿Y si te sucede algo?— lo miré a los ojos, verdaderamente preocupada… (COMENTARIO/AUTORA: Umm… que romántico…)
Hubo unos segundos de silencio, en los cuales parecíamos debatir con las miradas, pero se interrumpió con unas nuevas palabras escritas en la hoja.
«Deja que te lo enseñe.»
Tragué saliva fuertemente.
—Está bien…—murmuré. Y Harry se apresuró a responder.
«De acuerdo»
Tomé su mano y esperé a lo que fuera a suceder.
Hermione pasó varias semanas en la enfermería, aunque la manteníamos al día con las clases.
Un día, cuando volvíamos de la enfermería, escuchamos como Myrtle lloraba inconsolablemente, y decidimos ver cual era el problema.
Al parecer le habían arrojado un diario, y como siempre sin mucha preocupación por su vida, Harry lo guardo.
Una vez en la Sala Común, se sentó a leerlo, y yo lo acompañé.
—Es una violación a la privacidad—me quejé.
—Oh, vamos, estoy seguro que también quieres leerlo. Además, data de hace cincuenta años, no creo que la persona se enfade.
—De acuerdo…— cedí aunque poco convencida.
—No puede ser…—susurró.
— ¿Y bien?—pregunté al ver como pasaba desesperadamente las hojas.
—No… No hay nada…
— ¿Nada?
—No, solamente esta el nombre de un tal “Tom Riddle”.
El nombre resonó entre mis recuerdos.
— ¿Riddle?
—Si…—seguía pasando una por una las páginas.
—Ese nombre estaba en uno de los trofeos.
Se detuvo en seco y me miró esperando que continuara.
—Si, recibió un premio por servicios especiales al colegio…
— ¿Servicios especiales? ¿Nada más?
Negué con la cabeza y él continuó su inspección.
—Te estas obsesionando un poco, no creo que tenga importancia…
—Lo sé, pero algo me dice que debo leerlo…
Suspiré rendida.
—Aparecium—conjuré, pero no sucedió nada.
— ¿No hay más posibilidades que la tinta invisible?
—No que yo conozca, Harry.
—Entonces seguiré buscando…
Ya era tarde, y todos se habían ido a dormir.
—Harry, deberías irte a dormir, mañana sigues…
—No, estoy seguro de que es importante.
—Por favor, Harry.
—No, ve tú si quieres.
—Como si pudiera—bufé—. Ash, está bien, me quedó aquí…
Y así pasaron las horas, hasta que finalmente nos fuimos a dormir sin descubrir nada.
Días después, Hermione finalmente salió de la enfermería y a Harry se le ocurrió visitar el salón de trofeos para ver la placa de Tom Riddle, aunque no encontramos nada nuevo a lo que ya sabíamos.
Los ataques habían cesado, y el creído de Lockhart, iba por los pasillos presumiendo que él había hecho que se detuvieran, de hecho, tanto era su ego, que tuvo una Gran –y luego Tonta (para mí)- idea.
Así es como el 14 de febrero, al entrar Hermione, Ron y yo al Gran Comedor, nos encontramos con la “inyección de moral” del profesor.
Las paredes estaban cubiertas de flores grandes de un rosa chillón. Y, aún peor, del techo de color azul pálido caían confetis en forma de corazones.
Harry aun no llegaba, así que yo miraba fijamente el suelo, tratando de ignorar el confeti.
Hermione se reía tontamente y Ron parecía tener en frente un calcetín sucio.
En ese momento Harry entró, realmente parecía sorprendido con todo esto.
— ¿Qué ocurre? —nos preguntó, sentándose y quitándose de encima el confeti.
—Bueno…—yo tenía demasiada pena para contestar, y Herms seguía riendo.
Pero Ron, que parecía estar demasiado enojado para hablar, señaló la mesa de los profesores. Lockhart, que llevaba una túnica de un vivo color rosa que combinaba con la decoración, reclamaba silencio con las manos. Los profesores que tenía a ambos lados lo miraban estupefactos. McGonagall estaba con un tic en la mejilla. Snape tenía el mismo aspecto que si se hubiera enterado que Lockhart sería director.
— ¡Feliz día de San Valentín! —Gritó Lockhart—. ¡Y quiero también dar las gracias a las cuarenta y seis personas que me han enviado tarjetas! Sí, me he tomado la libertad de preparar esta pequeña sorpresa para todos vosotros... ¡y no acaba aquí la cosa!
Lockhart dio una palmada, y por la puerta del vestíbulo entraron una docena de enanos de aspecto hosco. Pero no enanos así, tal cual; Lockhart les había puesto alas doradas y además llevaban arpas.
— ¡Mis amorosos cupidos portadores de tarjetas! —Sonrió Lockhart—. ¡Durante todo el día de hoy recorrerán el colegio ofreciéndoos felicitaciones de San Valentín! ¡Y la diversión no acaba aquí! Estoy seguro de que mis colegas querrán compartir el espíritu de este día. ¿Por qué no pedís al profesor Snape que os enseñe a preparar un filtro amoroso? ¡Aunque el profesor Flitwick, el muy pícaro, sabe más sobre encantamientos de ese tipo que ningún otro mago que haya conocido!
El profesor Flitwick se tapó la cara con las manos. Snape parecía dispuesto a envenenar a la primera persona que se atreviera a pedirle un filtro amoroso.
—Por favor, Hermione, dime que no has sido una de las cuarenta y seis —le dijo Ron, cuando abandonábamos el Gran Comedor para acudir a la primera clase. Pero a Hermione de repente le entró la urgencia de buscar el horario en la bolsa, y no respondió.
Realmente yo tenía la intención de enviar una tarjeta, pero…
OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Los enanos se pasaron el día interrumpiendo las clases para repartir tarjetas, ante la irritación de los profesores, y al final de la tarde, cuando los de Gryffindor subíamos hacia el aula de Encantamientos, uno de ellos alcanzó a Harry.
— ¡Eh, tú! ¡Harry Potter! —gritó un enano de aspecto particularmente malhumorado, abriéndose camino a codazos para llegar a donde estaba Harry.
Enseguida me tensé.
Ruborizándose, al notar que le iba a entregar una tarjeta delante de una fila de alumnos de primero, entre los cuales estaba Ginny Weasley, intentó escabullirse. El enano, sin embargo, se abrió camino a base de patadas en las espinillas y lo alcanzó antes de que diera dos pasos.
—Tengo un mensaje musical para entregar a Harry Potter en persona, y una tarjeta —dijo, entregándole un sobre rosado, el cual se apresuró a guardar en su mochila, y rasgando el arpa de manera pavorosa.
— ¡Aquí no! —dijo Harry enfadado, tratando de escapar.
— ¡Párate! —gruñó el enano, aferrando a Harry por la bolsa para detenerlo.
— ¡Suéltame! —gritó Harry, tirando fuerte.
Tanto tiraron que la bolsa se partió en dos. Los libros, la varita mágica, el pergamino y la pluma se desparramaron por el suelo, y la botellita de tinta se rompió encima de todas las demás cosas.
Harry intentó recogerlo todo antes de que el enano comenzara a cantar ocasionando un atasco en el corredor.
Por un momento quise echar a correr, pero sería evidente…
— ¿Qué pasa ahí? —Era la voz fría de Draco Malfoy, que hablaba arrastrando las palabras. Estos últimos días lo evitaba para no tener que explicarle mi odio repentino.
Harry intentó febrilmente meterlo todo en la bolsa rota, desesperado por alejarse, y yo lo ayudaba, también nerviosa.
— ¿Por qué toda esta conmoción? —dijo otra voz familiar, la de Percy Weasley, que se acercaba.
A la desesperada, Harry intentó escapar corriendo, pero el enano se le echó a las rodillas y lo derribó.
— ¡Hey!—grité enojada al impetuoso intento barato de Cupido.
—Bien —dijo, sentándose sobre los tobillos de Harry e ignorándome—, ésta es tu canción de San
Valentín:
“Tiene los ojos verdes como un sapo en escabeche
y el pelo negro como una pizarra cuando anochece.
Quisiera que fuera mío, porque es glorioso,
el héroe que venció al Señor Tenebroso.”
Intentando reírse con todos los demás, se levantó, mientras Percy Weasley hacía lo que podía para dispersar al montón de niños, algunos de los cuales estaban llorando de risa.
— ¡Fuera de aquí, fuera! La campana ha sonado hace cinco minutos, a clase todos ahora mismo —decía, empujando a algunos de los más pequeños—. Tú también, Malfoy.
Pero Draco, en vez de obedecer, se agachaba y cogía algo, y con una mirada burlona se lo enseñaba a Crabbe y Goyle. Enseguida noté lo que había recogido era el diario de Ryddle.
— ¡Devuélveme eso! —le dijo Harry en voz baja.
— ¿Qué habrá escrito aquí Potter? —dijo Malfoy, que obviamente no había visto la fecha en la cubierta y pensaba que era el diario del propio Harry. Los espectadores se quedaron en silencio. Ginny miraba alternativamente a Harry y al diario, aterrorizada.
—Draco…—murmuré, pero me ignoró.
—Devuélvelo, Malfoy —dijo Percy con severidad.
—Cuando le haya echado un vistazo —dijo Malfoy, burlándose de Harry.
— ¡Devuélvelo!— grité, pero seguía haciendo como si nada.
Percy dijo:
—Como prefecto del colegio...
Pero Harry, detrás de mí, sacó su varita mágica y gritó:
— ¡Expelliarmus!
Y tal como Snape había desarmado a Lockhart, así el diario se le escapaba a Malfoy de las manos y salía volando. Ron, sonriendo, lo atrapó.
— ¡Harry! —Dijo Percy en voz alta—. No se puede hacer magia en los pasillos. ¡Tendré que informar de esto!
Malfoy estaba furioso, y cuando Ginny pasó por su lado para entrar en el aula, le gritó despechado:
— ¡Me parece que a Potter no le gustó mucho tu felicitación de San Valentín!
Ginny se tapé la cara con las manos y entró en clase corriendo.
Solté un jadeo furiosa, ya sin saber de qué.
Dando un gruñido, Ron sacó también su varita mágica, pero Harry se la quitó de un tirón.
Aquella noche, Harry fue el primero de su dormitorio en irse a dormir.
Tal vez era porque no soportaba a los gemelos burlándose de su canción, pero sospechaba que se trataba de otra cosa.
Así que busqué la capa de invisibilidad que él me había prestado días atrás para… Um… No viene al caso (Profesora McGonagall, si lee esto, fue para una buena acción…)…
Y así subí las escaleras hasta su habitación.
Efectivamente, tenía en sus manos el diario.
Me acerqué con sigilo, y una vez a su lado, destapé mi cara y solté un “¡BUUU!”
—¡AAAAHHHHHHHHHH!— saltó de la cama, tirando el diario al suelo.
—JAJAJAJAJAJJAJJAAJ, ¡Tendrías que… haber… visto… tu cara!— solté como pude entre risotadas.
Me miró molesto.
—Lo siento— dije secándome una lágrima de tanto reír—. Pero sospechaba que había algo que no me habías contado.
Levanté el diario.
—Y al parecer yo tenía razón…—le entregué el librito, tan intacto como siempre.
—No sé si contarte…—puso un tono de ofendido.
— ¿Por qué?— me miró como diciendo “¿Es enserio la pregunta?”
—Bueno, perdón…—hice un pucherito— ¿Ahora me cuentas?
Soltó un suspiro.
—De acuerdo, solo porque eres mi amiga…— abrió el diario y me lo mostró. Estaba en blanco tal y como cuando lo encontramos.
Seguí esperando que dijera algo, pero no explicó nada.
— ¿Y…bien?
— ¿No es obvio?
—Bueno… si… si lo miras bien, con cuidado, puedes notar que es un diario viejo…
Rodó los ojos, y sacó una botellita de tinta de la mesita de luz.
— ¿Y eso?
—Espera…
Abrió la botellita y la volcó en el diario.
— ¡Harry! ¿¡Qué haces?! ¡¿Acaso estás…?!
Pero antes de que terminara la frase, la tinta desapareció de la nada.
Lo miré sorprendida.
— ¿Qué…?
—No tengo ni idea…
Entonces una idea cruzó en mi mente. Abrí el cajón de nuevo, allí vi una cosa que llamó realmente mi atención. Era su diario de tinta invisible… Un cosquilleo de curiosidad recorrió mi mano… No…Y rápidamente saqué un pluma y cerré el cajón.
Mojé la punta en tinta y se la di a él.
— ¿Qué quieres que haga—preguntó desconcertado.
—Escribe algo.
— ¿Qué cosa?
—No sé, lo que sea, solo escribe.
— ¿Por…?
— ¡Hazlo!
Sin más, empezó a escribir, algo tan simple como:
«Mi nombre es Harry Potter.»
Las palabras brillaron un instante en la página y desaparecieron también sin dejar huella. Entonces ocurrió algo.
Rezumando de la página, en la misma tinta que había utilizado él, aparecieron unas palabras que ninguno de nosotros había escrito:
«Hola, Harry Potter. Mi nombre es Tom Ryddle. ¿Cómo ha llegado a tus manos mi diario?»
Nos miramos asombrados.
— ¡Responde!—le incité. Y así lo hizo:
«Alguien intentó tirarlo por el retrete.»
Aguardamos con impaciencia la respuesta de Ryddle.
«Menos mal que registré mis memorias en algo más duradero que la tinta. Siempre supe que habría gente que no querría que mi diario fuera leído.»
« ¿Qué quieres decir?», escribió Harry, emborronando la página debido a los nervios.
«Quiero decir que este diario da fe de cosas horribles; cosas que fueron ocultadas; cosas que sucedieron en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.»
«Es donde estoy yo ahora», escribió Harry apresuradamente. «Estoy en Hogwarts, y también suceden cosas horribles. ¿Sabes algo sobre la Cámara de los Secretos?»
La réplica de Ryddle no se hizo esperar, pero la letra se volvió menos clara, como si tuviera prisa por consignar todo cuanto sabía.
« ¡Por supuesto que sé algo sobre la Cámara de los Secretos! En mi época, nos decían que era sólo una leyenda, que no existía realmente. Pero no era cierto. Cuando yo estaba en quinto, la cámara se abrió y el monstruo atacó a varios estudiantes y mató a uno. Yo atrapé a la persona que había abierto la cámara, y lo expulsaron. Pero el director, el profesor Dippet, avergonzado de que hubiera sucedido tal cosa en Hogwarts, me prohibió decir la verdad. Inventaron la historia de que la muchacha había muerto en un espantoso accidente. A mí me entregaron por mi actuación un trofeo muy bonito y muy brillante, con unas palabras grabadas, y me recomendaron que mantuviera la boca cerrada. Pero yo sabía que podía volver a ocurrir. El monstruo sobrevivió, y el que pudo liberarlo no fue encarcelado.»
En su precipitación por escribir, Harry casi vuelca la botellita de la tinta.
— ¡Cuidado!—murmuré aun mirando la hoja.
«Ha vuelto a suceder. Ha habido tres ataques y nadie parece saber quién está detrás. ¿Quién fue en aquella ocasión?»
«Te lo puedo mostrar, si quieres», contestó Ryddle. «No necesitas leer mis palabras. Podrás ver dentro de mi memoria lo que ocurrió la noche en que lo capturé.»
—No pensaras…—murmuré.
—Pero…
—Es peligroso…
—Vayamos los dos…
— ¿Crees que sea posible?
— ¿Por qué no?
—Pero… ¿Y si te sucede algo?— lo miré a los ojos, verdaderamente preocupada… (COMENTARIO/AUTORA: Umm… que romántico…)
Hubo unos segundos de silencio, en los cuales parecíamos debatir con las miradas, pero se interrumpió con unas nuevas palabras escritas en la hoja.
«Deja que te lo enseñe.»
Tragué saliva fuertemente.
—Está bien…—murmuré. Y Harry se apresuró a responder.
«De acuerdo»
Tomé su mano y esperé a lo que fuera a suceder.
Última edición por JulyPotter2012 el Mar 24 Jul 2012, 1:24 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Nueva lectora :)
Me he enamorado de esta novela, esta bien genial<3
¡Síguela pronto! xx
Me he enamorado de esta novela, esta bien genial<3
¡Síguela pronto! xx
Kardashian♡.
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
¡Wii! jaja, mi novela es tan agraciada que te enamoró(? 8) ajajajja, me encanta que te guste,y a tu pedido ahora subo un cap.Yoyis<3 escribió:Nueva lectora :)
Me he enamorado de esta novela, esta bien genial<3
¡Síguela pronto! xx
P.D: Tu nombre? :)
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Jajajaja oh si, tu novela es tan sexy 8) okno. ¡Genial, subirás capitulo! Gracias ;)JulyPotter2012 escribió:¡Wii! jaja, mi novela es tan agraciada que te enamoró(? 8) ajajajja, me encanta que te guste,y a tu pedido ahora subo un cap.Yoyis<3 escribió:Nueva lectora :)
Me he enamorado de esta novela, esta bien genial<3
¡Síguela pronto! xx
P.D: Tu nombre? :)
pd. Me llamo Gloria, un gusto :) xx
Kardashian♡.
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Jajajajaja, Gloria, de verdad empiezo a adorarte xD, ahora subo cap!Yoyis<3 escribió:¡¿Por que no la sigues mujer?! ):
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
Cap. 16 “La cámara de los secretos”
Las páginas del diario comenzaron a pasar, como si estuviera soplando un fuerte viento, y se detuvieron a mediados del mes de junio. El pequeño cuadrado asignado al día 13 de junio se convertía en algo parecido a una minúscula pantalla de televisión. Las manos me temblaban ligeramente, pero no me había soltado del agarre de su mano.
Harry levantó el cuaderno para acercar uno de sus ojos a la ventanita, y antes de que comprendiera lo que sucedía, nos estábamos inclinando hacia delante. La ventana se ensanchaba, y sentía como si mi cuerpo dejara atrás la cama y era absorbido por la abertura de la página en un remolino de colores y sombras.
Noté que pisaba tierra firme y me quedé temblando, mientras las formas borrosas que me rodeaban se iban definiendo rápidamente.
A mi lado, Harry estaba igual de perdido que yo, y miraba a todos lados. Pero enseguida noté donde estábamos, era el familiar despacho de Dumbledore, solo que no era él quien estaba detrás de su escritorio.
Un mago de aspecto delicado, con muchas arrugas y calvo, excepto por algunos pelos blancos, leía una carta a la luz de una vela.
—Lo sentimos —dijo Harry con voz trémula—. No queríamos molestarle...
Pero el mago no levantó la vista. Siguió leyendo, frunciendo el entrecejo levemente. Harry se acercó más al escritorio y balbució:
— ¿Me-me voy?
El mago siguió sin prestarle atención. Ni siquiera parecía que le hubiera oído. O que nos hubiera visto…
Harry levantó la voz.
—Lamento molestarle, me iré ahora mismo —dijo casi a gritos.
Con un suspiro, el mago dobló la carta, se levantó, pasó por delante de nosotros sin mirarnos y fue hasta la ventana a descorrer las cortinas.
El cielo, al otro lado de la ventana, estaba de un color rojo rubí; parecía el atardecer. El mago volvió al escritorio, se sentó y, mirando a la puerta, se puso a juguetear con los pulgares.
Entonces razoné.
Aquello era Hogwarts tal como debía ser en los tiempos de Ryddle, y aquel mago desconocido tenía que ser el director de entonces, no Dumbledore, y nosotros no éramos más que espectadores invisibles.
—Harry…
—Lo sé, estamos en sus recuerdos.
Llamaron a la puerta.
—Entre —dijo el viejo mago con una voz débil.
Un muchacho de unos dieciséis años entró quitándose el sombrero puntiagudo. En el pecho le brillaba una insignia plateada de prefecto. Era mucho más alto que Harry pero tenía, como él, el pelo de un negro azabache, y de hecho… Eran muy parecidos…
—Ah, Ryddle —dijo el director.
— ¿Quería verme, profesor Dippet? —preguntó Ryddle. Parecía azorado.
—Siéntese —indicó Dippet—. Acabo de leer la carta que me envió.
— ¡Ah! —exclamó Ryddle, y se sentó, cogiéndose las manos fuertemente.
—Muchacho —dijo Dippet con aire bondadoso—, me temo que no puedo permitirle quedarse en el colegio durante el verano. Supongo que querrá ir a casa para pasar las vacaciones...
—No —respondió Ryddle enseguida—, preferiría quedarme en Hogwarts a regresar a ese..., a ese...
—Según creo, pasa las vacaciones en un orfanato muggle, ¿verdad? —preguntó Dippet con curiosidad.
—Sí, señor —respondió Ryddle, ruborizándose ligeramente.
— ¿Es usted de familia muggle?
—A medias, señor —respondió Ryddle—. De padre muggle y de madre bruja.
— ¿Y tanto uno como otro están...?
—Mi madre murió nada más nacer yo, señor. En el orfanato me dijeron que había vivido sólo lo suficiente para ponerme nombre: Tom por mi padre, y Sorvolo por mi abuelo.
Dippet chasqueó la lengua en señal de compasión.
—La cuestión es, Tom —suspiró—, que se podría haber hecho con usted una excepción, pero en las actuales circunstancias...
— ¿Se refiere a los ataques, señor? —dijo Ryddle, Y sentí como Harry se tensaba, ¡Oh, aun me agarraba de su mano!.. Bueno, a nadie le molesta...
Él se acercó más hacia donde conversaban, y yo evidentemente lo seguí, agarrada de su mano…
—Exactamente —dijo el director—. Muchacho, tiene que darse cuenta de lo irresponsable que sería que yo le permitiera quedarse en el castillo al término del trimestre. Especialmente después de la tragedia..., la muerte de esa pobre muchacha...
Usted estará muchísimo más seguro en el orfanato. De hecho, el Ministerio de Magia se está planteando cerrar el colegio. No creo que vayamos a poder localizar al..., descubrir el origen de todos estos sucesos tan desagradables...
Ryddle abrió más los ojos.
—Señor, si esa persona fuera capturada... Si todo terminara...
— ¿Qué quiere decir? —preguntó Dippet, soltando un gallo. Se incorporó en el asiento—. ¿Ryddle, sabe usted algo sobre esas agresiones?
—No, señor —respondió Ryddle con presteza.
Pero estaba más que segura de que aquel «no» era del mismo tipo que el que Harry le había dado a Dumbledore.
Dippet volvió a hundirse en el asiento, ligeramente decepcionado.
—Puede irse, Tom.
Ryddle se levantó del asiento y salió de la habitación pisando fuerte. Harry fue tras él.
Bajamos por la escalera de caracol que se movía sola, y salimos al corredor, que ya iba quedando en penumbra, junto a la gárgola. Ryddle se detuvo y Harry hizo lo mismo, mirándolo; yo me limitaba a seguirlo. Me pareció que Ryddle estaba concentrado: se mordía los labios y tenía la frente fruncida.
Luego, como si hubiera tomado una decisión repentina, salió precipitadamente, y
Lo seguimos en un innecesario silencio. No se vio a nadie hasta llegar al vestíbulo, cuando un mago de gran estatura, con el cabello largo y ondulado de color castaño rojizo y con barba, llamó a Ryddle desde la escalera de mármol.
— ¿Qué hace paseando por aquí tan tarde, Tom?
Harry y yo nos miramos, con sorpresa. No era otro que Dumbledore, con cincuenta años menos.
—Tenía que ver al director, señor —respondió Ryddle.
—Bien, pues váyase enseguida a la cama —le dijo Dumbledore, dirigiéndole a Ryddle la misma mirada penetrante que bien conocíamos—. Es mejor no andar por los pasillos durante estos días, desde que...
Suspiró hondo, dio las buenas noches a Ryddle y se marchó con paso decidido.
Ryddle esperó que se fuera y a continuación, con rapidez, tomó el camino de las escaleras de piedra que bajaban a las mazmorras, seguido por nosotros.
Pero, Ryddle no nos condujo a un pasadizo oculto ni a un túnel secreto, sino a la misma mazmorra en que Snape les daba clase. Como las antorchas no estaban encendidas y Ryddle había cerrado casi completamente la puerta, lo único que veía eran a Harry, expectante a mi lado, y a Ryddle, que, inmóvil tras la puerta, vigilaba el corredor que había al otro lado.
El tiempo pasaba lentamente, en silencio.
— ¿Qué crees que esté esperando?—pregunté en un murmullo inconsciente.
—Tal vez… Quiera atrapar al que abrió la cámara…
Y entonces me tense. “Tranquila, solo eres una espectadora…” pensé para relajarme un poco, y apreté más fuerte la mano de Harry. Él, que parecía no darse cuenta de que todo el tiempo lo pasamos de la mano, miró el enlace de estas y enseguida desvió la vista. Podría jurar que estaba con una tonalidad rojiza en las mejillas.
Seguimos así, aguardando, mirando a Riddle… Hasta que, en el momento en que estaba por sugerir que regresáramos, se oyó que se movía alga al otro lado de la puerta.
Alguien caminaba por el corredor sigilosamente. Quienquiera que fuese, pasó ante la mazmorra en la que estábamos los tres ocultos. Tom, silencioso como una sombra, cruzó la puerta y lo siguió, con Harry y yo detrás, que caminábamos de puntillas, casi sin recordar que “no estábamos ahí”.
Perseguimos los pasos del desconocido durante unos cinco minutos, cuando de improviso Ryddle se detuvo, inclinando la cabeza hacia el lugar del que provenían unos ruidos. Se oyó el chirrido de una puerta y luego a alguien que hablaba en un ronco susurro.
—Vamos..., te voy a sacar de aquí ahora..., a la caja...
Algo resultaba conocido en aquella voz.
De repente, Ryddle dobló la esquina de un salto. Harry lo siguió, conmigo detrás, y se pudo ver la silueta de un muchacho alto como un gigante que estaba en cuclillas delante de una puerta abierta, junto a una caja muy grande.
—Hola, Rubeus —dijo Ryddle con voz seria.
El muchacho cerró la puerta de golpe y se levantó.
— ¿Qué haces aquí, Tom?
Ryddle se le acercó.
—Todo ha terminado —dijo—. Voy a tener que entregarte, Rubeus. Dicen que cerrarán Hogwarts si los ataques no cesan.
— ¿Que vas a...?
—No creo que quisieras matar a nadie. Pero los monstruos no son buenas mascotas. Me imagino que lo dejaste salir para que le diera el aire y...
— ¡No ha matado a nadie! —interrumpió el muchachote, retrocediendo contra la puerta cerrada.
—Vamos, Rubeus —dijo Ryddle, acercándose aún más—. Los padres de la chica muerta llegarán mañana. Lo menos que puede hacer Hogwarts es asegurarse de que lo que mató a su hija sea sacrificado...
— ¡No fue él! —gritó el muchacho. Su voz resonaba en el oscuro corredor—. ¡No sería capaz! ¡Nunca!
—Hazte a un lado —dijo Ryddle, sacando su varita mágica.
Su conjuro iluminó el corredor con un resplandor repentino. La puerta que había detrás del muchacho se abrió con tal fuerza que golpeó contra el muro que había enfrente. Por el hueco salió algo que hizo que tanto Harry como yo soltáramos un grito.
Un cuerpo grande, peludo, casi a ras de suelo, y una maraña de patas negras, varios ojos resplandecientes y unas pinzas afiladas como navajas... Ryddle levantó de nuevo la varita, pero fue demasiado tarde. El monstruo lo derribó al escabullirse, enfilando a toda velocidad por el corredor y perdiéndose de vista. Ryddle se incorporó, buscando la varita. Consiguió cogerla, pero el muchachón se lanzó sobre él, se la arrancó de las manos y lo tiró de espaldas contra el suelo, al tiempo que gritaba: ¡NOOOOOOOO!
Todo empezó a dar vueltas y la oscuridad se hizo completa. Sentía como caía, aun tomada de la mano de Harry, y aterrizamos de golpe con los brazos y las piernas extendidos sobre su cama en el dormitorio de Gryffindor, y con el diario de Ryddle abierto sobre su abdomen.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, se abrió la puerta del dormitorio y entró Ron.
— ¡Estás aquí! —Dijo, pero al verme agregó— ¡¿Qué haces aquí Camille?!
Harry se sentó. Estaba sudoroso y temblaba. Yo aun no podía ni siquiera reponer con sarcasmo la pregunta de Ron, estaba totalmente shockeada.
— ¿Qué pasa? —dijo Ron, preocupado.
—Fue Hagrid, Ron. Hagrid abrió la Cámara de los Secretos hace cincuenta años.
Y el pelirrojo nos miró confundido, con la boca abierta en forma de “o”.
Las páginas del diario comenzaron a pasar, como si estuviera soplando un fuerte viento, y se detuvieron a mediados del mes de junio. El pequeño cuadrado asignado al día 13 de junio se convertía en algo parecido a una minúscula pantalla de televisión. Las manos me temblaban ligeramente, pero no me había soltado del agarre de su mano.
Harry levantó el cuaderno para acercar uno de sus ojos a la ventanita, y antes de que comprendiera lo que sucedía, nos estábamos inclinando hacia delante. La ventana se ensanchaba, y sentía como si mi cuerpo dejara atrás la cama y era absorbido por la abertura de la página en un remolino de colores y sombras.
Noté que pisaba tierra firme y me quedé temblando, mientras las formas borrosas que me rodeaban se iban definiendo rápidamente.
A mi lado, Harry estaba igual de perdido que yo, y miraba a todos lados. Pero enseguida noté donde estábamos, era el familiar despacho de Dumbledore, solo que no era él quien estaba detrás de su escritorio.
Un mago de aspecto delicado, con muchas arrugas y calvo, excepto por algunos pelos blancos, leía una carta a la luz de una vela.
—Lo sentimos —dijo Harry con voz trémula—. No queríamos molestarle...
Pero el mago no levantó la vista. Siguió leyendo, frunciendo el entrecejo levemente. Harry se acercó más al escritorio y balbució:
— ¿Me-me voy?
El mago siguió sin prestarle atención. Ni siquiera parecía que le hubiera oído. O que nos hubiera visto…
Harry levantó la voz.
—Lamento molestarle, me iré ahora mismo —dijo casi a gritos.
Con un suspiro, el mago dobló la carta, se levantó, pasó por delante de nosotros sin mirarnos y fue hasta la ventana a descorrer las cortinas.
El cielo, al otro lado de la ventana, estaba de un color rojo rubí; parecía el atardecer. El mago volvió al escritorio, se sentó y, mirando a la puerta, se puso a juguetear con los pulgares.
Entonces razoné.
Aquello era Hogwarts tal como debía ser en los tiempos de Ryddle, y aquel mago desconocido tenía que ser el director de entonces, no Dumbledore, y nosotros no éramos más que espectadores invisibles.
—Harry…
—Lo sé, estamos en sus recuerdos.
Llamaron a la puerta.
—Entre —dijo el viejo mago con una voz débil.
Un muchacho de unos dieciséis años entró quitándose el sombrero puntiagudo. En el pecho le brillaba una insignia plateada de prefecto. Era mucho más alto que Harry pero tenía, como él, el pelo de un negro azabache, y de hecho… Eran muy parecidos…
—Ah, Ryddle —dijo el director.
— ¿Quería verme, profesor Dippet? —preguntó Ryddle. Parecía azorado.
—Siéntese —indicó Dippet—. Acabo de leer la carta que me envió.
— ¡Ah! —exclamó Ryddle, y se sentó, cogiéndose las manos fuertemente.
—Muchacho —dijo Dippet con aire bondadoso—, me temo que no puedo permitirle quedarse en el colegio durante el verano. Supongo que querrá ir a casa para pasar las vacaciones...
—No —respondió Ryddle enseguida—, preferiría quedarme en Hogwarts a regresar a ese..., a ese...
—Según creo, pasa las vacaciones en un orfanato muggle, ¿verdad? —preguntó Dippet con curiosidad.
—Sí, señor —respondió Ryddle, ruborizándose ligeramente.
— ¿Es usted de familia muggle?
—A medias, señor —respondió Ryddle—. De padre muggle y de madre bruja.
— ¿Y tanto uno como otro están...?
—Mi madre murió nada más nacer yo, señor. En el orfanato me dijeron que había vivido sólo lo suficiente para ponerme nombre: Tom por mi padre, y Sorvolo por mi abuelo.
Dippet chasqueó la lengua en señal de compasión.
—La cuestión es, Tom —suspiró—, que se podría haber hecho con usted una excepción, pero en las actuales circunstancias...
— ¿Se refiere a los ataques, señor? —dijo Ryddle, Y sentí como Harry se tensaba, ¡Oh, aun me agarraba de su mano!.. Bueno, a nadie le molesta...
Él se acercó más hacia donde conversaban, y yo evidentemente lo seguí, agarrada de su mano…
—Exactamente —dijo el director—. Muchacho, tiene que darse cuenta de lo irresponsable que sería que yo le permitiera quedarse en el castillo al término del trimestre. Especialmente después de la tragedia..., la muerte de esa pobre muchacha...
Usted estará muchísimo más seguro en el orfanato. De hecho, el Ministerio de Magia se está planteando cerrar el colegio. No creo que vayamos a poder localizar al..., descubrir el origen de todos estos sucesos tan desagradables...
Ryddle abrió más los ojos.
—Señor, si esa persona fuera capturada... Si todo terminara...
— ¿Qué quiere decir? —preguntó Dippet, soltando un gallo. Se incorporó en el asiento—. ¿Ryddle, sabe usted algo sobre esas agresiones?
—No, señor —respondió Ryddle con presteza.
Pero estaba más que segura de que aquel «no» era del mismo tipo que el que Harry le había dado a Dumbledore.
Dippet volvió a hundirse en el asiento, ligeramente decepcionado.
—Puede irse, Tom.
Ryddle se levantó del asiento y salió de la habitación pisando fuerte. Harry fue tras él.
Bajamos por la escalera de caracol que se movía sola, y salimos al corredor, que ya iba quedando en penumbra, junto a la gárgola. Ryddle se detuvo y Harry hizo lo mismo, mirándolo; yo me limitaba a seguirlo. Me pareció que Ryddle estaba concentrado: se mordía los labios y tenía la frente fruncida.
Luego, como si hubiera tomado una decisión repentina, salió precipitadamente, y
Lo seguimos en un innecesario silencio. No se vio a nadie hasta llegar al vestíbulo, cuando un mago de gran estatura, con el cabello largo y ondulado de color castaño rojizo y con barba, llamó a Ryddle desde la escalera de mármol.
— ¿Qué hace paseando por aquí tan tarde, Tom?
Harry y yo nos miramos, con sorpresa. No era otro que Dumbledore, con cincuenta años menos.
—Tenía que ver al director, señor —respondió Ryddle.
—Bien, pues váyase enseguida a la cama —le dijo Dumbledore, dirigiéndole a Ryddle la misma mirada penetrante que bien conocíamos—. Es mejor no andar por los pasillos durante estos días, desde que...
Suspiró hondo, dio las buenas noches a Ryddle y se marchó con paso decidido.
Ryddle esperó que se fuera y a continuación, con rapidez, tomó el camino de las escaleras de piedra que bajaban a las mazmorras, seguido por nosotros.
Pero, Ryddle no nos condujo a un pasadizo oculto ni a un túnel secreto, sino a la misma mazmorra en que Snape les daba clase. Como las antorchas no estaban encendidas y Ryddle había cerrado casi completamente la puerta, lo único que veía eran a Harry, expectante a mi lado, y a Ryddle, que, inmóvil tras la puerta, vigilaba el corredor que había al otro lado.
El tiempo pasaba lentamente, en silencio.
— ¿Qué crees que esté esperando?—pregunté en un murmullo inconsciente.
—Tal vez… Quiera atrapar al que abrió la cámara…
Y entonces me tense. “Tranquila, solo eres una espectadora…” pensé para relajarme un poco, y apreté más fuerte la mano de Harry. Él, que parecía no darse cuenta de que todo el tiempo lo pasamos de la mano, miró el enlace de estas y enseguida desvió la vista. Podría jurar que estaba con una tonalidad rojiza en las mejillas.
Seguimos así, aguardando, mirando a Riddle… Hasta que, en el momento en que estaba por sugerir que regresáramos, se oyó que se movía alga al otro lado de la puerta.
Alguien caminaba por el corredor sigilosamente. Quienquiera que fuese, pasó ante la mazmorra en la que estábamos los tres ocultos. Tom, silencioso como una sombra, cruzó la puerta y lo siguió, con Harry y yo detrás, que caminábamos de puntillas, casi sin recordar que “no estábamos ahí”.
Perseguimos los pasos del desconocido durante unos cinco minutos, cuando de improviso Ryddle se detuvo, inclinando la cabeza hacia el lugar del que provenían unos ruidos. Se oyó el chirrido de una puerta y luego a alguien que hablaba en un ronco susurro.
—Vamos..., te voy a sacar de aquí ahora..., a la caja...
Algo resultaba conocido en aquella voz.
De repente, Ryddle dobló la esquina de un salto. Harry lo siguió, conmigo detrás, y se pudo ver la silueta de un muchacho alto como un gigante que estaba en cuclillas delante de una puerta abierta, junto a una caja muy grande.
—Hola, Rubeus —dijo Ryddle con voz seria.
El muchacho cerró la puerta de golpe y se levantó.
— ¿Qué haces aquí, Tom?
Ryddle se le acercó.
—Todo ha terminado —dijo—. Voy a tener que entregarte, Rubeus. Dicen que cerrarán Hogwarts si los ataques no cesan.
— ¿Que vas a...?
—No creo que quisieras matar a nadie. Pero los monstruos no son buenas mascotas. Me imagino que lo dejaste salir para que le diera el aire y...
— ¡No ha matado a nadie! —interrumpió el muchachote, retrocediendo contra la puerta cerrada.
—Vamos, Rubeus —dijo Ryddle, acercándose aún más—. Los padres de la chica muerta llegarán mañana. Lo menos que puede hacer Hogwarts es asegurarse de que lo que mató a su hija sea sacrificado...
— ¡No fue él! —gritó el muchacho. Su voz resonaba en el oscuro corredor—. ¡No sería capaz! ¡Nunca!
—Hazte a un lado —dijo Ryddle, sacando su varita mágica.
Su conjuro iluminó el corredor con un resplandor repentino. La puerta que había detrás del muchacho se abrió con tal fuerza que golpeó contra el muro que había enfrente. Por el hueco salió algo que hizo que tanto Harry como yo soltáramos un grito.
Un cuerpo grande, peludo, casi a ras de suelo, y una maraña de patas negras, varios ojos resplandecientes y unas pinzas afiladas como navajas... Ryddle levantó de nuevo la varita, pero fue demasiado tarde. El monstruo lo derribó al escabullirse, enfilando a toda velocidad por el corredor y perdiéndose de vista. Ryddle se incorporó, buscando la varita. Consiguió cogerla, pero el muchachón se lanzó sobre él, se la arrancó de las manos y lo tiró de espaldas contra el suelo, al tiempo que gritaba: ¡NOOOOOOOO!
Todo empezó a dar vueltas y la oscuridad se hizo completa. Sentía como caía, aun tomada de la mano de Harry, y aterrizamos de golpe con los brazos y las piernas extendidos sobre su cama en el dormitorio de Gryffindor, y con el diario de Ryddle abierto sobre su abdomen.
Antes de que pudiera recuperar el aliento, se abrió la puerta del dormitorio y entró Ron.
— ¡Estás aquí! —Dijo, pero al verme agregó— ¡¿Qué haces aquí Camille?!
Harry se sentó. Estaba sudoroso y temblaba. Yo aun no podía ni siquiera reponer con sarcasmo la pregunta de Ron, estaba totalmente shockeada.
— ¿Qué pasa? —dijo Ron, preocupado.
—Fue Hagrid, Ron. Hagrid abrió la Cámara de los Secretos hace cincuenta años.
Y el pelirrojo nos miró confundido, con la boca abierta en forma de “o”.
Última edición por JulyPotter2012 el Mar 24 Jul 2012, 1:27 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
[color=violet][Los comentarios me sientan bien! :D /color]
Cap. 17 “La cámara de los secretos, segunda parte”
Pasaron los días, luego de contarles a Hermione y a Ron la historia. Todo continuo… lo más normal posible, sin más ataques, y pronto las mandrágoras podrían despetrificar a las victimas que aun aguardaban en la enfermería.
También llegó semana santa, y con ella la elección de las clases optativas.
Hermione, en eso supero sus propios límites, porque eligió TODAS las asignaturas optativas, y Harry y Ron eligieron las mismas, vuelo, cuidado de las criaturas mágicas y adivinación. Yo, por mi parte elegí también esas, (ya que el quidditch me encantaba, y pretendía unirme al equipo; adivinación me intrigaba; y Cuidado de las Criaturas mágicas llamaba mi atención) pero también elegí Estudios Muggles, porque era una materia esencial si pretendía camuflarme entre Muggles de mayor, lo cual iba a hacer.
Además, tuvimos un pequeño accidente. Resulta que alguien había tomado el diario de Riddle, y al parecer, este “alguien” también era de Gryffindor…
Pero, como sea, regresemos a lo que sucedía en estos momentos.
Estábamos los cuatro yendo al campo de quidditch para acompañar a Harry, cuando pude oír aquella sutil voz…
—Matar esta vez... Déjame desgarrar... Despedazar…
Miré a Harry, alarmada, él también se veía asustado y desconcertado.
— ¡La voz!— gritamos al unísono. Tanto Ron como Hermione nos miraron.
Herms se llevó la mano a la cabeza, y me miró significativamente.
— ¡Lo acabo de comprender!— exclamó ella, y entendí al instante.
— ¿Cómo que también la oyes, Camille?—preguntó Ron.
—Bueno…creo que ahora sé porque…—miré a Hermione y ella asintió.
— ¡Nos vemos en el partido!— gritamos ambas, y salimos corriendo hasta la biblioteca.
Instantáneamente, busqué otro libro como el que la señora Weasley me había obsequiado para navidad. Aquel que estuvimos investigando con Hermione la mayor parte del tiempo.
— ¿Piensas lo mismo que yo?—preguntó, arrancando un párrafo del libro, y anotando detrás.
— ¡Cañerías!—exclamé como si fuese lo más evidente del mundo, lo cual provoco que Penélope, una prefecta de Ravenclaw que estaba en la misma estantería que nosotras, me mirase como si estuviera chiflada.
—Así es, todo tiene sentido… Que solo tú y Harry oigan esa voz, y que esta deambule como quiera por la escuela… ¡Todo encaja!— exclamó felizmente, entregándome el pedazo de papel.
Pero, cuando estábamos por voltear, oí algo que me congelo la sangre…
—Matar… Por fin sangre…—, horrorizada, al escuchar la voz detrás de mí, y al ver como el tiempo pasaba lentamente, y todo muy rápido a la vez; Hermione volteaba feliz, y la chica de Ravenclaw estaba por irse con una pila de libros.
— ¡NOO!— grité, y ambas me miraron.
Tomé de mi bolsillo el espejo de mano, y Herms comprendió al instante, poniéndose pálida como la cal.
—Oh, por…— empezó la tal Penélope, pero su voz cayó al quedar ella petrificada, había mirado por el espejo.
Pensé en correr, pero aquel monstruo era muy peligroso.
Entonces miré a Hermione, nerviosa.
— ¡Herms! ¿¡Qué vamos a…?!—deje mi frase inconclusa, al ver aquella expresión de horror en su rostro tieso. Estaba petrificada.
Solté un grito agudo, y al cabo de unos segundos, apareció ante mí la señorita Sprout.
— ¡OH, POR LAS BARBAS DE MERLÍN!— gritó, al verme ovillada el suelo llorando, y a las dos chicas petrificadas.
—Fue… estaba…no supe…—traté de decir entre sollozos, pero sin más llamó a la profesora McGonagall y me llevaron a la enfermería junto a Hermione.
Solo cerré los ojos y caí en el sueño…
Harry POV:
Estábamos a punto de comenzar el juego, cuando la profesora McGonagall paró todo.
— ¡El partido acaba de ser suspendido! —gritó por el megáfono la profesora, dirigiéndose al estadio abarrotado. Hubo gritos y silbidos. Oliver Wood, con aspecto desolado, aterrizó y fue corriendo a donde estaba la profesora McGonagall sin desmontar de la escoba.
— ¡Pero profesora! —gritó—. Tenemos que jugar... la Copa... Gryffindor...
La profesora McGonagall no le hizo caso y continuó gritando por el megáfono:
—Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Vayan lo más deprisa que puedan, por favor!
Luego bajó el megáfono y me indicó que me acercara.
—Potter, creo que será mejor que vengas conmigo.
Preguntándome por qué sospecharía de él en aquella ocasión, vi que Ron se separaba de la multitud descontenta y se unía a nosotros corriendo para volver al castillo.
Para mi sorpresa, la profesora McGonagall no se opuso.
—Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Weasley. Algunos de los estudiantes que había a nuestro alrededor rezongaban por la suspensión del partido y otros parecían preocupados. Seguimos a la profesora McGonagall y, al llegar al castillo, nos condujo hasta la enfermería.
Allí había tres chicas más. Una era una chica de cabello negro y rizado, que reconocí como prefecta.
Y las otras dos… Las otras las reconocí al instante… Eran Hermione y Camille.
— ¡Hermione!— soltó Ron corriendo hacia ella, y yo por mi parte me limite a acercarme a sus camillas, que estaban una al lado de la otra.
No entraba en mí, ¿Cómo era posible que de todos los alumnos de Hogwarts, tuvieran que ser ellas las victimas…? ¿Cómo era posible que fuera ella una de esas?
—Las encontraron en la biblioteca…—explicó McGonagall.
— ¿No encontraron al culpable?—pregunté tratando de no soltar mi enojo sobre ella, mirando al apacible rostro de Camille.
—No…Es todo muy extraño, y no pudimos sacar nada de lo que la señorita Black trató de contar…
— ¿Trató de que?—pregunté confundido. ¿Cómo les había dicho algo si estaba petrificada?
—Bueno, ella está bien, no ha sido petrificada, solo está dormida, porque tuvimos que borrarle de la memoria aquel momento…
— ¿Qué?
—Potter, creo que soy bastante clara…—contestó severamente, tal vez estaba estresada, pero al final se apiadó de mi cara de incredulidad, ya que explicó:
—Ellas estaban en la biblioteca con la señorita Clearwater, cuando fueron atacadas, pero no sabemos nada más porque lo único que ella podía decir era “Espejo… serpiente…reflejo… mi culpa”… Fue, en mi opinión, algo traumante para ella, ya que al parecer se sentía totalmente culpable, y le costaba recordar. La señorita Pomfrey nos… exigió… que le borráramos el momento, aunque para nosotros fuese vital, porque ella podría tener secuelas o alguna trauma…
Entonces entendí todo. Ella estaba bien… (C/A: Bueno, ¡Cuantas cosas sacó en limpio del tremendo discurso! Se nota que esta enamorado…) (C/Harry: Yo NO estoy enamorado, solo es… mi mejor amiga…) (C/A: EJEEMM, creo que eso lo decido yo.) (C/H: ¿Eso quiere decir que vamos a ser… algo?) (C/A: ¡Ja! ¿Qué NO estabas enamorado?) (C/H: Yo… ¡Solo quería saber que pretendes hacer con mi vida! Demente…) (C/A: Bueno, como digas, pero contrólate porque puedo volver tu cabello rosado, y créeme, eres muy bello pero no creo que el rosado sea el tuyo…) (C/H: DE ACUERDO… Pero dedícate a escribir la historia, no a hablar conmigo como si fuese tu cabeza) (C/A: Bueno, realmente es mi cabeza, porque es MI historia, así que…) (C/H: Disculpa la interrupción, pero aun no descubro la cámara, y bueno… son 7 libros más… Solo comento…) (N/A: Agh, tienes razón, alargué mucho este libro… Y eso que los que siguen son todavía más largos… ¡Pero mejor sigo o pierdo a las pocas, pero adoradas, lectoras que tengo!)
Camille POV:
Desperté con los rayos de sol empapando mi cara. Estaba confundida, y sentía como si unos instantes de mi vida hubiesen sido… ¿Eliminados?
Negué con la cabeza ante este pensamiento, y miré a mí alrededor. Estaba en la enfermería. La reconocí al instante, ya había pasado tiempo aquí cuando Harry salvó la Piedra Filosofal.
Al mirar a mi derecha, me encontré con un muchacho de cabellos azabaches dormido en una silla junto a mí.
Sonreí, y murmuré para despertarlo:
—Harry…Harry…—no se despertaba—Harry…HARRY… HARRY… ¡Oh, por las barbas de Merlín! ¡Harry!— grité, y él se puso de pie de un salto.
— ¡¿No te cansas de hacerme eso?!—gritó molesto.
—No…— reí, y él pareció caer en sí.
— ¡Camille!— y me abrazó, por lo cual no pude evitar sonrojarme. Enseguida me soltó, al parecer dándose cuenta de lo que había hecho, y también él tenía las mejillas sonrosadas.
— ¿Qué sucedió?—pregunté luego de un incómodo silencio.
—Bueno…—puso una mueca—, digamos que…
Pero antes de que contestara, yo miré detrás de él, y pude ver a Hermione, con una expresión de horror en el rostro, y totalmente inmóvil. Solté un gritito ahogado.
— ¡Harry! ¡Ella! ¿Qué…?
—Tranquila, estará bien… Sólo…
— ¡DILO!
—Fueron atacadas por lo que sea que ronde en Hogwarts.
— ¿Qué…? ¿Cómo…?
—Bueno, estaban las dos en la biblioteca y simplemente las atacaron.
— ¿Pero por qué yo no estoy así?— pregunté conteniendo las lágrimas de impotencia, señalando a mi amiga.
—No lo sabemos, solo te encontraron llorando junto a ellas petrificadas.
Y cuando dijo eso, una idea dolorosa cruzó mi mente.
— ¿Y si…? ¿Y si…soy yo?
El abrió los ojos de par en par.
—Es imposible…
— ¿Cómo sabes?
—Bueno… Yo…Es imposible.
—No sé Harry… ¿No me interrogaron o…? Espera un segundo… ¿Por qué no recuerdo nada de lo sucedido?
Otra vez abrió los ojos de par en par, y se removió en su asiento, nervioso.
—Bueno… Es que… Te…Te borraron la memoria…—cerró los ojos, a la espera de que yo explotara, y así fue.
— ¡¿QUÉ?! ¿POR QUÉ? —“Camille”, susurró— ¡AHORA NO SABREMOS QUE ES LO QUE PETRIFICÓ A HERMIONE Y TODOS ESOS ALUMNOS!—“Camille” repitió insistente— ¿ESTÁN LOCOS? ¿ES QUE NO PIENSAN EN EL BIEN DE TODOS?
— ¡CAMILLE!— gritó más fuerte que yo, y me callé de inmediato.
—Lo siento… Pero, ¿En que pensaban al hacerlo?—reproché molesta.
—En tu salud mental.
—Ja ja, no es momento para chistes—recriminé.
—No es un chiste, pensaban que podrías tener traumas o suculas…
—Se-cu-e-las, Harry, secuelas…— y me detuve a pensar en eso— ¿Por qué lo pensaron?
—Porque lo único que decías era “Reflejo, serpiente, espejo, mi culpa”, y bueno… no lo catalogaron como algo que diría una persona sin traumas…
— ¿Reflejo? ¿Serpiente? Mm…
— ¿Qué?
—Bueno, que Hermione y yo nos pasábamos las tardes en que tú y Ron andaban por ahí, investigando que podría ser el monstruo… Y sospechábamos de un… basilisco…
—Ba… ¿qué?
—Ash, BASILISCO— remarqué cada sílaba.
—¿Qué es eso?
—Bueno, es una serpiente gigante.
—Esperaba algo más detallado de ti…
—Bueno, el hecho es que sabía que si lo detallaba no entenderías ni el comienzo…
—Buen punto.
—Harry… ¿Hace cuanto estoy dormida?
—Eh… Ya son dos días.
— ¡DOS! ¡POR MERLIN! ¡DEBO ESTAR SUPER ATRASADA CON LAS TAREAS! ¡NECESITO COPIARLAS! ¿LAS TIENES? ¡DI QUE LAS TRAJISTE!
— ¡Tranquila!... Si, imaginamos que te pondrías como Hermione, y tienes todas las tareas y apuntes que…pude tomar… allí—señaló una montaña de pergaminos en mi mesa de luz.
—Gracias al Cielo…
— ¿No crees que es mucho? Los profesores no tendrán problemas con que no lleves eso, ya lo dijeron.
—Bueno, sucede que no soy Herms, pero tampoco soy Ron, es importante estar al día si quiero estar bien preparada para los TIMOS.
—Camille… Eso es en tres años…
—Mejor estar preparada. Y hablando de estar preparados, ¿No investigaron nada tú y Ron?
Abrió los ojos, como recordando algo importante.
— ¡Por poco y me olvido! Fuimos a ver a Harry por lo de la Cámara, y ¡Lo llevaron a Azkaban!
— ¡¿Qué, qué?
—Al parecer el Ministerio sospecha de él, y lo llevarán por “prevención”.
—Es una tontería, yo no creo que Hagrid haya sido quien abrió la Cámara ni ahora ni antes… Todo es sospechoso…
—No lo sé… También dijo “Sigan a las arañas”.
— ¿A las arañas? Mm… Es extraño… Siempre que hay un ataque ellas huyen… Deberíamos averiguar…
Y así pasó el tiempo. Esa noche, Madame Pomfrey me permitió irme.
Ya estábamos cerca del verano, y ni siquiera nos permitían ir a la enfermería. Todos estaban asustados, y los profesores más irritables que nunca. Sumado a todo, estaba el hecho de que Dumbledore tenía serios problemas con su puesto, pero el seguía leal y permanentemente en su cargo.
Un día, estábamos en clase de Herbología, cuando Harry me llamó con el codo.
— ¿Qué pasó?
—Mira esas arañas…
Y dirigí mi mirada a donde apuntaba. Era una hilera de arañitas que parecía ir a…
—Van al Bosque Prohibido, ¿No les parece?— comentó Ron.
—Es lo que pensaba…—dije.
Al acabar la clase, el profesor Snape nos acompañó al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Nosotros nos apartamos un poco para hablar sin que nos oyeran.
—Tenemos que recurrir otra vez a la capa para hacernos invisibles —dijo Harry—. Podemos llevar con nosotros a Fang. Hagrid lo lleva con él al bosque, así que podría sernos de ayuda.
—Está bien…—respondí totalmente segura.
—De acuerdo —dijo Ron, que movía su varita mágica nerviosamente entre los dedos—. Pero... ¿no hay..., no hay hombres lobo en el bosque? —añadió, mientras ocupábamos nuestros puestos habituales al final del aula de Lockhart.
—También hay allí cosas buenas. Los centauros son buenos, y los unicornios también.
Ron no había estado nunca en el bosque prohibido, pero yo y Harry sí, y no era nada de cuentos de hadas…
Lockhart entró en el aula dando un salto, y la clase se lo quedó mirando. Todos los demás profesores del colegio parecían más serios de lo habitual, pero Lockhart estaba tan alegre como siempre.
— ¡Oh, vamos! —Exclamó, sonriéndonos a todos—, ¿por qué esas caras tan largas?
Miré a Harry y a Ron, que solo se encogieron de hombros conteniendo la risa, el resto de los alumnos intercambió miradas de exasperación, pero no contestó nadie.
— ¿Es que no comprenden —decía Lockhart, hablándonos muy despacio, como si fuéramos tontos— que el peligro ya ha pasado? Se han llevado al culpable.
— ¿A quién dice? —preguntó Dean Thomas en voz alta.
—Mi querido muchacho, el ministro de Magia no se habría llevado a Hagrid si no hubiera estado completamente seguro de que era el culpable —dijo Lockhart, en el tono que emplearía cualquiera para explicar que uno y uno son dos.
Levanté la mano enseguida.
—Disculpe profesor, pero no confió tanto en el Ministerio. Si lo necesario para recobrar una “paz” inventada en la escuela, era llevar a alguien, por más inocente que fuera, a Azkaban, lo haría sin pensarlo dos veces. Es lo que pondría contentos a todos los padres.
—Me atrevería a suponer que sé más sobre el arresto de Hagrid que usted, señorita Black —dijo Lockhart empleando un tono de satisfacción.
—No pienso lo mismo. No se trata de saber más sobre su arresto, se trata de saber más sobre la verdad de la historia que nos dan a creer. —toda la clase me miraba, anonada, inclusive Harry y Ron, pero estos me lanzaban miradas de advertencia.
—Bueno, yo sé que el Ministerio actúa perfectamente bien, según lo que es mejor para nosotros, así que no se habla más de un asunto que ya está cerrado.
—Nosotros no estábamos allí, ¿recuerdas? —me susurró Harry, pero sólo me encogí de hombros, consternada de su idiotez.
A mitad de la clase, Ron me lanzó un papel.
«Lo haremos esta noche.»
Asentí con la cabeza, más segura que nunca.
Se supone que todo debía salir bien… Pues no.
Fuimos al bosque, y nos encontramos con un nido de arañas gigantes, que nos secuestraron y nos hicieron ver a su líder “Aragog”. Lo único que pudimos sacar de él fue:
“—Lo que habita en el castillo —dijo Aragog— es una antigua criatura a la que las arañas tememos más que a ninguna otra cosa. Recuerdo bien que le rogué a Hagrid que me dejara marchar cuando me di cuenta de que la bestia rondaba por el castillo.
— ¿Qué es? —dijo Harry enseguida, aunque yo estaba segura de que era el basilisco.
Las pinzas chascaron más fuerte. Parecía que las arañas se acercaban.
— ¡No hablamos de eso! —Dijo con furia Aragog—. ¡No lo nombramos! Ni siquiera a Hagrid le dije nunca el nombre de esa horrible criatura, aunque me preguntó varias veces.” Y una breve pista “Una niña murió en los baños por culpa de esa bestia”.
Ah, y también nos dijo que no podía prohibir que sus “hijos” nos comieran, era evidente que no estaba acostumbrado a recibir visitas… Por poco y me desmayo… Por suerte, el perdido auto volador de Ron apareció, y nos sacó de apuros.
Una vez regresando al castillo, sumamente muertos de miedo, y con la capa invisible, me calmé un poco.
Al llegar a la sala Común, Harry nos sacó la capa y dijo:
— ¿Murió en los baños? ¿No les recuerda algo?
—No pensarás…—dijo Ron.
— ¿Myrtle?— el asintió sonriendo.
Tres días antes de los exámenes, durante el desayuno, la profesora McGonagall hizo otro anuncio a la clase.
—Tengo buenas noticias —dijo, y el Gran Comedor, en lugar de quedar en silencio, estalló en alborozo.
— ¡Vuelve Dumbledore! —dijeron varios, entusiasmados.
— ¡Han atrapado al heredero de Slytherin! —gritó una chica desde la mesa de Ravenclaw.
— ¡Vuelven los partidos de quidditch! —rugió Wood emocionado.
Cuando se calmó el alboroto, dijo la profesora McGonagall:
—La profesora Sprout me ha informado de que las mandrágoras ya están listas para ser cortadas. Esta noche podremos revivir a las personas petrificadas. Creo que no hace falta recordarles que alguno de ellos quizá pueda decirnos quién, o qué, los atacó. Tengo la esperanza de que este horroroso curso acabe con la captura del culpable.
Hubo una explosión de alegría.
Ron, sin embargo, parecía más feliz que en ningún otro momento de los últimos días.
— ¡Siendo así, no tendremos que preguntarle a Myrtle! —Dijo a Harry—. ¡Hermione tendrá la respuesta cuando la despierten! Aunque se volverá loca cuando se entere de que sólo quedan tres días para el comienzo de los exámenes. No ha podido estudiar. Sería más amable por nuestra parte dejarla como está hasta que hubieran terminado.
En aquel mismo instante, Ginny Weasley se acercó y se sentó junto a Ron. Parecía tensa y nerviosa, y Harry vio que se retorcía las manos en el regazo.
— ¿Qué pasa? —le preguntó Ron, sirviéndose más gachas de avena.
Ginny no dijo nada, pero miró la mesa de Gryffindor de un lado a otro con una expresión asustada.
—Suéltalo ya —le dijo Ron, mirándola.
— ¿Qué sucede, Ginny?—pregunté yo, golpeando a Ron por su falta de delicadeza.
—Tengo algo que decirles —masculló Ginny, evitando mirar directamente a Harry.
— ¿Qué es? —preguntó Harry.
Parecía como si Ginny no pudiera encontrar las palabras adecuadas.
— ¿Qué? —apremió Ron.
—Tranquila—apoyé, golpeando a Ron de nuevo, este soltó un “Ouch” pero no habló más.
Ginny abrió la boca, pero no salió de ella ningún sonido. Harry se inclinó hacia delante y habló en voz baja, para que sólo le pudiéramos oír nosotros.
— ¿Tiene que ver con la Cámara de los Secretos? ¿Has visto algo o a alguien haciendo cosas sospechosas?
Ginny cogió aire, y en aquel preciso momento apareció Percy Weasley, pálido y fatigado.
—Si has acabado de comer, me sentaré en tu sitio, Ginny. Estoy muerto de hambre. Acabo de terminar la ronda.
Ginny saltó de la silla como si le hubiera dado la corriente, echó a Percy una mirada breve y aterrorizada, y salió corriendo. Percy se sentó y cogió una jarra del centro de la mesa.
— ¡Percy! —dijo Ron enfadado—. ¡Estaba a punto de contarnos algo importante!
Percy se atragantó en medio de un sorbo de té.
— ¿Qué era eso tan importante? —preguntó, tosiendo.
—Yo le acababa de preguntar si había visto algo raro, y ella se disponía a decir...
— ¡Ah, eso! No tiene nada que ver con la Cámara de los Secretos —dijo Percy
— ¿Cómo lo sabes? —dijo Ron, arqueando las cejas.
—Bueno, si es imprescindible que te lo diga... Ginny, esto..., me encontró el otro día cuando yo estaba... Bueno, no importa, el caso es que... ella me vio hacer algo y yo, hum, le pedí que no se lo dijera a nadie. Yo creía que mantendría su palabra. No es nada, de verdad, pero preferiría...
Nunca había visto a Percy pasando semejante apuro.
— ¿Qué hacías, Percy? —preguntó Ron, sonriendo—. Vamos, dínoslo, no nos reiremos.
Percy no devolvió la sonrisa.
—Pásame esos bollos, Harry me muero de hambre.
Miré a Harry, lanzándole una mirada de sospecha, que este me devolvió, desconcertado.
Ese mismo día, cuando Lockhart nos guiaba a la próxima clase, lo terminamos de convencer de que no era necesario que nos escoltara, y el se fue, dejándonos el momento para escabullirnos al baño del segundo piso a hablar con Myrtle.
Aunque nos interceptó la profesora McGonagall, Harry se inventó una excusa de las mejores, y ella sin más nos dejó, pero tuvimos que cumplir con lo que Harry decía, e ir a ver a Hermione.
Estaba como el primer día.
— ¿Vería al atacante? —preguntó Ron, mirando con tristeza el rostro rígido de Hermione—. Porque si se apareció sigilosamente, quizá no viera a nadie...
Pero Harry no miraba el rostro de Hermione, porque se había fijado en que su mano derecha, apretada encima de las mantas, aferraba en el puño un trozo de papel estrujado. Yo al seguir su mirada y toparme con eso, lo miré a él, extrañada.
Asegurándose de que la señora Pomfrey no estaba cerca, se lo señaló a Ron.
—Intenta sacárselo —susurró Ron, corriendo su silla para ocultar a Harry de la vista de la señora Pomfrey.
No fue una tarea fácil. La mano de Hermione apretaba con tal fuerza el papel que creía que al tirar se rompería. Mientras Ron lo cubría, él tiraba y forcejeaba, con mi vana ayuda y, al fin, después de varios minutos de tensión, el papel salió.
Era una página arrancada de un libro muy viejo. Harry la alisó con emoción, yo me puse a su lado y Ron se inclinó para leerla también.
“De las muchas bestias pavorosas y monstruos terribles que vagan por nuestra tierra, no hay ninguna más sorprendente ni más letal que el basilisco, conocido como el rey de las serpientes. Esta serpiente, que puede alcanzar un tamaño gigantesco y cuya vida dura varios siglos, nace de un huevo de gallina empollado por un sapo. Sus métodos de matar son de lo más extraordinario, pues además de sus colmillos mortalmente venenosos, el basilisco mata con la mirada, y todos cuantos fijaren su vista en el brillo de sus ojos han de sufrir instantánea muerte. Las arañas huyen del basilisco, pues es éste su mortal enemigo, y el basilisco huye sólo del canto del gallo, que para él es mortal.”
Y debajo de esto, había escrita una sola palabra, con una letra que reconocí como la de Hermione: «Cañerías.»
Fue como si alguien hubiera encendido una luz en mi cabeza.
— ¡Harry!—exclamé tratando de no llamar mucho la atención de Madame Pomfrey—. Ya entendí todo, ya… ¡Todo encaja! ¡Lo recuerdo!
Pero un estremecimiento recorrió mi cuerpo al recordar aquella ocasión, y como si hubiera sucedido instantes atrás, una lágrima cayó por mi mejilla, seguida de otra, y otra.
—Oh…—soltaron los dos.
Cubrí mi rostro con las manos, y Harry me abrazó, tímidamente, mientras que Ron palmeaba suavemente mi espalda.
Entonces me solté, y sequé mis lágrimas.
—Bueno… si es…traumante, pero…
—¿Quieres que llame a la señora Pomfrey?—preguntó Ron.
—No, no… Borrarían mi memoria de nuevo, y me doy cuenta de que no es agradable que te hagan eso…
— ¿Entonces fue el basilisco?
—Si… Recuerdo que… Ya habíamos descubierto que era, y cuando estábamos por voltear, escuche… esa voz… Y, solté un grito, ellas me miraron a mí en vez de voltear. Pero… Saqué mi espejo de mano en un acto de gran torpeza, para evitar que voltearan y...murieran… pero, tuvieron que quedar petrificadas para que eso no sucediera… Fue mi culpa… ¡No sabía que hacer! Estaba a nuestras espaldas… Y…
—Tranquila, ya dijiste todo, y no creeríamos jamás que fue a propósito.
—Pero ¿cómo se mueve el basilisco por el castillo? —Dijo Ron—. Una serpiente asquerosa... alguien tendría que verla...
Harry, sin embargo, le señaló la palabra que Hermione había garabateado al pie de la página, al igual que yo.
—Cañerías —leyó Harry.
—Cañerías... Ha estado usando las cañerías, Ron. Y por eso hemos oído esa voz en las paredes…—expliqué.
De pronto, Ron cogió a Harry del brazo.
— ¡La entrada de la Cámara de los Secretos! —Dijo con la voz quebrada—. ¿Y si es uno de los aseos? ¿Y si estuviera en...?
—... los aseos de Myrtle la Llorona —terminó Harry.
Durante un rato se quedaron inmóviles.
—Así es…—afirmé al ver que no sabían que más decir con tanta emoción.
—Esto quiere decir —añadió Harry— que no debemos de ser los únicos que hablan pársel en el colegio. El heredero de Slytherin también lo hace. De esa forma domina al basilisco.
— ¿Qué hacemos? ¿Vamos directamente a hablar con McGonagall?
—Vamos a la sala de profesores —dijo Harry, levantándose de un salto—. Irá allí dentro de diez minutos, ya es casi el recreo.
Fuimos corriendo a la sala de profesores, cuando McGonagall nos pidió que fuéramos todos a nuestras Salas Comunes, así que nos escondimos en un ropero para escuchar lo sucedido.
Habían raptado a Ginny.
—Harry… ¿Crees que tenga algo que ver con…?—susurré, y el entendió al instante.
—Sospecho que si, pero no sabemos nada…Así que cuando todos se fueron, aprovechamos a hablar con Lockhart, que era profesor de D.C.A.O, y podría hacer algo por Ginny.
Cuando llegamos, nos encontramos con que se estaba por escapar, muerto de miedo, al ver que todos se habían dado cuenta de su farsa.
Al negarse a ayudarnos, revelarnos que todo lo escrito en sus libros era una mentira que él había robado las historias reales de otros magos, y sobre todo, al querer borrarnos la memoria, tuvimos que llevarlo por las malas. Amenazado con la varita, hasta el baño de Myrtle.
Cap. 17 “La cámara de los secretos, segunda parte”
Pasaron los días, luego de contarles a Hermione y a Ron la historia. Todo continuo… lo más normal posible, sin más ataques, y pronto las mandrágoras podrían despetrificar a las victimas que aun aguardaban en la enfermería.
También llegó semana santa, y con ella la elección de las clases optativas.
Hermione, en eso supero sus propios límites, porque eligió TODAS las asignaturas optativas, y Harry y Ron eligieron las mismas, vuelo, cuidado de las criaturas mágicas y adivinación. Yo, por mi parte elegí también esas, (ya que el quidditch me encantaba, y pretendía unirme al equipo; adivinación me intrigaba; y Cuidado de las Criaturas mágicas llamaba mi atención) pero también elegí Estudios Muggles, porque era una materia esencial si pretendía camuflarme entre Muggles de mayor, lo cual iba a hacer.
Además, tuvimos un pequeño accidente. Resulta que alguien había tomado el diario de Riddle, y al parecer, este “alguien” también era de Gryffindor…
Pero, como sea, regresemos a lo que sucedía en estos momentos.
Estábamos los cuatro yendo al campo de quidditch para acompañar a Harry, cuando pude oír aquella sutil voz…
—Matar esta vez... Déjame desgarrar... Despedazar…
Miré a Harry, alarmada, él también se veía asustado y desconcertado.
— ¡La voz!— gritamos al unísono. Tanto Ron como Hermione nos miraron.
Herms se llevó la mano a la cabeza, y me miró significativamente.
— ¡Lo acabo de comprender!— exclamó ella, y entendí al instante.
— ¿Cómo que también la oyes, Camille?—preguntó Ron.
—Bueno…creo que ahora sé porque…—miré a Hermione y ella asintió.
— ¡Nos vemos en el partido!— gritamos ambas, y salimos corriendo hasta la biblioteca.
Instantáneamente, busqué otro libro como el que la señora Weasley me había obsequiado para navidad. Aquel que estuvimos investigando con Hermione la mayor parte del tiempo.
— ¿Piensas lo mismo que yo?—preguntó, arrancando un párrafo del libro, y anotando detrás.
— ¡Cañerías!—exclamé como si fuese lo más evidente del mundo, lo cual provoco que Penélope, una prefecta de Ravenclaw que estaba en la misma estantería que nosotras, me mirase como si estuviera chiflada.
—Así es, todo tiene sentido… Que solo tú y Harry oigan esa voz, y que esta deambule como quiera por la escuela… ¡Todo encaja!— exclamó felizmente, entregándome el pedazo de papel.
Pero, cuando estábamos por voltear, oí algo que me congelo la sangre…
—Matar… Por fin sangre…—, horrorizada, al escuchar la voz detrás de mí, y al ver como el tiempo pasaba lentamente, y todo muy rápido a la vez; Hermione volteaba feliz, y la chica de Ravenclaw estaba por irse con una pila de libros.
— ¡NOO!— grité, y ambas me miraron.
Tomé de mi bolsillo el espejo de mano, y Herms comprendió al instante, poniéndose pálida como la cal.
—Oh, por…— empezó la tal Penélope, pero su voz cayó al quedar ella petrificada, había mirado por el espejo.
Pensé en correr, pero aquel monstruo era muy peligroso.
Entonces miré a Hermione, nerviosa.
— ¡Herms! ¿¡Qué vamos a…?!—deje mi frase inconclusa, al ver aquella expresión de horror en su rostro tieso. Estaba petrificada.
Solté un grito agudo, y al cabo de unos segundos, apareció ante mí la señorita Sprout.
— ¡OH, POR LAS BARBAS DE MERLÍN!— gritó, al verme ovillada el suelo llorando, y a las dos chicas petrificadas.
—Fue… estaba…no supe…—traté de decir entre sollozos, pero sin más llamó a la profesora McGonagall y me llevaron a la enfermería junto a Hermione.
Solo cerré los ojos y caí en el sueño…
Harry POV:
Estábamos a punto de comenzar el juego, cuando la profesora McGonagall paró todo.
— ¡El partido acaba de ser suspendido! —gritó por el megáfono la profesora, dirigiéndose al estadio abarrotado. Hubo gritos y silbidos. Oliver Wood, con aspecto desolado, aterrizó y fue corriendo a donde estaba la profesora McGonagall sin desmontar de la escoba.
— ¡Pero profesora! —gritó—. Tenemos que jugar... la Copa... Gryffindor...
La profesora McGonagall no le hizo caso y continuó gritando por el megáfono:
—Todos los estudiantes tienen que volver a sus respectivas salas comunes, donde les informarán los jefes de sus casas. ¡Vayan lo más deprisa que puedan, por favor!
Luego bajó el megáfono y me indicó que me acercara.
—Potter, creo que será mejor que vengas conmigo.
Preguntándome por qué sospecharía de él en aquella ocasión, vi que Ron se separaba de la multitud descontenta y se unía a nosotros corriendo para volver al castillo.
Para mi sorpresa, la profesora McGonagall no se opuso.
—Sí, quizá sea mejor que tú también vengas, Weasley. Algunos de los estudiantes que había a nuestro alrededor rezongaban por la suspensión del partido y otros parecían preocupados. Seguimos a la profesora McGonagall y, al llegar al castillo, nos condujo hasta la enfermería.
Allí había tres chicas más. Una era una chica de cabello negro y rizado, que reconocí como prefecta.
Y las otras dos… Las otras las reconocí al instante… Eran Hermione y Camille.
— ¡Hermione!— soltó Ron corriendo hacia ella, y yo por mi parte me limite a acercarme a sus camillas, que estaban una al lado de la otra.
No entraba en mí, ¿Cómo era posible que de todos los alumnos de Hogwarts, tuvieran que ser ellas las victimas…? ¿Cómo era posible que fuera ella una de esas?
—Las encontraron en la biblioteca…—explicó McGonagall.
— ¿No encontraron al culpable?—pregunté tratando de no soltar mi enojo sobre ella, mirando al apacible rostro de Camille.
—No…Es todo muy extraño, y no pudimos sacar nada de lo que la señorita Black trató de contar…
— ¿Trató de que?—pregunté confundido. ¿Cómo les había dicho algo si estaba petrificada?
—Bueno, ella está bien, no ha sido petrificada, solo está dormida, porque tuvimos que borrarle de la memoria aquel momento…
— ¿Qué?
—Potter, creo que soy bastante clara…—contestó severamente, tal vez estaba estresada, pero al final se apiadó de mi cara de incredulidad, ya que explicó:
—Ellas estaban en la biblioteca con la señorita Clearwater, cuando fueron atacadas, pero no sabemos nada más porque lo único que ella podía decir era “Espejo… serpiente…reflejo… mi culpa”… Fue, en mi opinión, algo traumante para ella, ya que al parecer se sentía totalmente culpable, y le costaba recordar. La señorita Pomfrey nos… exigió… que le borráramos el momento, aunque para nosotros fuese vital, porque ella podría tener secuelas o alguna trauma…
Entonces entendí todo. Ella estaba bien… (C/A: Bueno, ¡Cuantas cosas sacó en limpio del tremendo discurso! Se nota que esta enamorado…) (C/Harry: Yo NO estoy enamorado, solo es… mi mejor amiga…) (C/A: EJEEMM, creo que eso lo decido yo.) (C/H: ¿Eso quiere decir que vamos a ser… algo?) (C/A: ¡Ja! ¿Qué NO estabas enamorado?) (C/H: Yo… ¡Solo quería saber que pretendes hacer con mi vida! Demente…) (C/A: Bueno, como digas, pero contrólate porque puedo volver tu cabello rosado, y créeme, eres muy bello pero no creo que el rosado sea el tuyo…) (C/H: DE ACUERDO… Pero dedícate a escribir la historia, no a hablar conmigo como si fuese tu cabeza) (C/A: Bueno, realmente es mi cabeza, porque es MI historia, así que…) (C/H: Disculpa la interrupción, pero aun no descubro la cámara, y bueno… son 7 libros más… Solo comento…) (N/A: Agh, tienes razón, alargué mucho este libro… Y eso que los que siguen son todavía más largos… ¡Pero mejor sigo o pierdo a las pocas, pero adoradas, lectoras que tengo!)
Camille POV:
Desperté con los rayos de sol empapando mi cara. Estaba confundida, y sentía como si unos instantes de mi vida hubiesen sido… ¿Eliminados?
Negué con la cabeza ante este pensamiento, y miré a mí alrededor. Estaba en la enfermería. La reconocí al instante, ya había pasado tiempo aquí cuando Harry salvó la Piedra Filosofal.
Al mirar a mi derecha, me encontré con un muchacho de cabellos azabaches dormido en una silla junto a mí.
Sonreí, y murmuré para despertarlo:
—Harry…Harry…—no se despertaba—Harry…HARRY… HARRY… ¡Oh, por las barbas de Merlín! ¡Harry!— grité, y él se puso de pie de un salto.
— ¡¿No te cansas de hacerme eso?!—gritó molesto.
—No…— reí, y él pareció caer en sí.
— ¡Camille!— y me abrazó, por lo cual no pude evitar sonrojarme. Enseguida me soltó, al parecer dándose cuenta de lo que había hecho, y también él tenía las mejillas sonrosadas.
— ¿Qué sucedió?—pregunté luego de un incómodo silencio.
—Bueno…—puso una mueca—, digamos que…
Pero antes de que contestara, yo miré detrás de él, y pude ver a Hermione, con una expresión de horror en el rostro, y totalmente inmóvil. Solté un gritito ahogado.
— ¡Harry! ¡Ella! ¿Qué…?
—Tranquila, estará bien… Sólo…
— ¡DILO!
—Fueron atacadas por lo que sea que ronde en Hogwarts.
— ¿Qué…? ¿Cómo…?
—Bueno, estaban las dos en la biblioteca y simplemente las atacaron.
— ¿Pero por qué yo no estoy así?— pregunté conteniendo las lágrimas de impotencia, señalando a mi amiga.
—No lo sabemos, solo te encontraron llorando junto a ellas petrificadas.
Y cuando dijo eso, una idea dolorosa cruzó mi mente.
— ¿Y si…? ¿Y si…soy yo?
El abrió los ojos de par en par.
—Es imposible…
— ¿Cómo sabes?
—Bueno… Yo…Es imposible.
—No sé Harry… ¿No me interrogaron o…? Espera un segundo… ¿Por qué no recuerdo nada de lo sucedido?
Otra vez abrió los ojos de par en par, y se removió en su asiento, nervioso.
—Bueno… Es que… Te…Te borraron la memoria…—cerró los ojos, a la espera de que yo explotara, y así fue.
— ¡¿QUÉ?! ¿POR QUÉ? —“Camille”, susurró— ¡AHORA NO SABREMOS QUE ES LO QUE PETRIFICÓ A HERMIONE Y TODOS ESOS ALUMNOS!—“Camille” repitió insistente— ¿ESTÁN LOCOS? ¿ES QUE NO PIENSAN EN EL BIEN DE TODOS?
— ¡CAMILLE!— gritó más fuerte que yo, y me callé de inmediato.
—Lo siento… Pero, ¿En que pensaban al hacerlo?—reproché molesta.
—En tu salud mental.
—Ja ja, no es momento para chistes—recriminé.
—No es un chiste, pensaban que podrías tener traumas o suculas…
—Se-cu-e-las, Harry, secuelas…— y me detuve a pensar en eso— ¿Por qué lo pensaron?
—Porque lo único que decías era “Reflejo, serpiente, espejo, mi culpa”, y bueno… no lo catalogaron como algo que diría una persona sin traumas…
— ¿Reflejo? ¿Serpiente? Mm…
— ¿Qué?
—Bueno, que Hermione y yo nos pasábamos las tardes en que tú y Ron andaban por ahí, investigando que podría ser el monstruo… Y sospechábamos de un… basilisco…
—Ba… ¿qué?
—Ash, BASILISCO— remarqué cada sílaba.
—¿Qué es eso?
—Bueno, es una serpiente gigante.
—Esperaba algo más detallado de ti…
—Bueno, el hecho es que sabía que si lo detallaba no entenderías ni el comienzo…
—Buen punto.
—Harry… ¿Hace cuanto estoy dormida?
—Eh… Ya son dos días.
— ¡DOS! ¡POR MERLIN! ¡DEBO ESTAR SUPER ATRASADA CON LAS TAREAS! ¡NECESITO COPIARLAS! ¿LAS TIENES? ¡DI QUE LAS TRAJISTE!
— ¡Tranquila!... Si, imaginamos que te pondrías como Hermione, y tienes todas las tareas y apuntes que…pude tomar… allí—señaló una montaña de pergaminos en mi mesa de luz.
—Gracias al Cielo…
— ¿No crees que es mucho? Los profesores no tendrán problemas con que no lleves eso, ya lo dijeron.
—Bueno, sucede que no soy Herms, pero tampoco soy Ron, es importante estar al día si quiero estar bien preparada para los TIMOS.
—Camille… Eso es en tres años…
—Mejor estar preparada. Y hablando de estar preparados, ¿No investigaron nada tú y Ron?
Abrió los ojos, como recordando algo importante.
— ¡Por poco y me olvido! Fuimos a ver a Harry por lo de la Cámara, y ¡Lo llevaron a Azkaban!
— ¡¿Qué, qué?
—Al parecer el Ministerio sospecha de él, y lo llevarán por “prevención”.
—Es una tontería, yo no creo que Hagrid haya sido quien abrió la Cámara ni ahora ni antes… Todo es sospechoso…
—No lo sé… También dijo “Sigan a las arañas”.
— ¿A las arañas? Mm… Es extraño… Siempre que hay un ataque ellas huyen… Deberíamos averiguar…
Y así pasó el tiempo. Esa noche, Madame Pomfrey me permitió irme.
Ya estábamos cerca del verano, y ni siquiera nos permitían ir a la enfermería. Todos estaban asustados, y los profesores más irritables que nunca. Sumado a todo, estaba el hecho de que Dumbledore tenía serios problemas con su puesto, pero el seguía leal y permanentemente en su cargo.
Un día, estábamos en clase de Herbología, cuando Harry me llamó con el codo.
— ¿Qué pasó?
—Mira esas arañas…
Y dirigí mi mirada a donde apuntaba. Era una hilera de arañitas que parecía ir a…
—Van al Bosque Prohibido, ¿No les parece?— comentó Ron.
—Es lo que pensaba…—dije.
Al acabar la clase, el profesor Snape nos acompañó al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras. Nosotros nos apartamos un poco para hablar sin que nos oyeran.
—Tenemos que recurrir otra vez a la capa para hacernos invisibles —dijo Harry—. Podemos llevar con nosotros a Fang. Hagrid lo lleva con él al bosque, así que podría sernos de ayuda.
—Está bien…—respondí totalmente segura.
—De acuerdo —dijo Ron, que movía su varita mágica nerviosamente entre los dedos—. Pero... ¿no hay..., no hay hombres lobo en el bosque? —añadió, mientras ocupábamos nuestros puestos habituales al final del aula de Lockhart.
—También hay allí cosas buenas. Los centauros son buenos, y los unicornios también.
Ron no había estado nunca en el bosque prohibido, pero yo y Harry sí, y no era nada de cuentos de hadas…
Lockhart entró en el aula dando un salto, y la clase se lo quedó mirando. Todos los demás profesores del colegio parecían más serios de lo habitual, pero Lockhart estaba tan alegre como siempre.
— ¡Oh, vamos! —Exclamó, sonriéndonos a todos—, ¿por qué esas caras tan largas?
Miré a Harry y a Ron, que solo se encogieron de hombros conteniendo la risa, el resto de los alumnos intercambió miradas de exasperación, pero no contestó nadie.
— ¿Es que no comprenden —decía Lockhart, hablándonos muy despacio, como si fuéramos tontos— que el peligro ya ha pasado? Se han llevado al culpable.
— ¿A quién dice? —preguntó Dean Thomas en voz alta.
—Mi querido muchacho, el ministro de Magia no se habría llevado a Hagrid si no hubiera estado completamente seguro de que era el culpable —dijo Lockhart, en el tono que emplearía cualquiera para explicar que uno y uno son dos.
Levanté la mano enseguida.
—Disculpe profesor, pero no confió tanto en el Ministerio. Si lo necesario para recobrar una “paz” inventada en la escuela, era llevar a alguien, por más inocente que fuera, a Azkaban, lo haría sin pensarlo dos veces. Es lo que pondría contentos a todos los padres.
—Me atrevería a suponer que sé más sobre el arresto de Hagrid que usted, señorita Black —dijo Lockhart empleando un tono de satisfacción.
—No pienso lo mismo. No se trata de saber más sobre su arresto, se trata de saber más sobre la verdad de la historia que nos dan a creer. —toda la clase me miraba, anonada, inclusive Harry y Ron, pero estos me lanzaban miradas de advertencia.
—Bueno, yo sé que el Ministerio actúa perfectamente bien, según lo que es mejor para nosotros, así que no se habla más de un asunto que ya está cerrado.
—Nosotros no estábamos allí, ¿recuerdas? —me susurró Harry, pero sólo me encogí de hombros, consternada de su idiotez.
A mitad de la clase, Ron me lanzó un papel.
«Lo haremos esta noche.»
Asentí con la cabeza, más segura que nunca.
Se supone que todo debía salir bien… Pues no.
Fuimos al bosque, y nos encontramos con un nido de arañas gigantes, que nos secuestraron y nos hicieron ver a su líder “Aragog”. Lo único que pudimos sacar de él fue:
“—Lo que habita en el castillo —dijo Aragog— es una antigua criatura a la que las arañas tememos más que a ninguna otra cosa. Recuerdo bien que le rogué a Hagrid que me dejara marchar cuando me di cuenta de que la bestia rondaba por el castillo.
— ¿Qué es? —dijo Harry enseguida, aunque yo estaba segura de que era el basilisco.
Las pinzas chascaron más fuerte. Parecía que las arañas se acercaban.
— ¡No hablamos de eso! —Dijo con furia Aragog—. ¡No lo nombramos! Ni siquiera a Hagrid le dije nunca el nombre de esa horrible criatura, aunque me preguntó varias veces.” Y una breve pista “Una niña murió en los baños por culpa de esa bestia”.
Ah, y también nos dijo que no podía prohibir que sus “hijos” nos comieran, era evidente que no estaba acostumbrado a recibir visitas… Por poco y me desmayo… Por suerte, el perdido auto volador de Ron apareció, y nos sacó de apuros.
Una vez regresando al castillo, sumamente muertos de miedo, y con la capa invisible, me calmé un poco.
Al llegar a la sala Común, Harry nos sacó la capa y dijo:
— ¿Murió en los baños? ¿No les recuerda algo?
—No pensarás…—dijo Ron.
— ¿Myrtle?— el asintió sonriendo.
Tres días antes de los exámenes, durante el desayuno, la profesora McGonagall hizo otro anuncio a la clase.
—Tengo buenas noticias —dijo, y el Gran Comedor, en lugar de quedar en silencio, estalló en alborozo.
— ¡Vuelve Dumbledore! —dijeron varios, entusiasmados.
— ¡Han atrapado al heredero de Slytherin! —gritó una chica desde la mesa de Ravenclaw.
— ¡Vuelven los partidos de quidditch! —rugió Wood emocionado.
Cuando se calmó el alboroto, dijo la profesora McGonagall:
—La profesora Sprout me ha informado de que las mandrágoras ya están listas para ser cortadas. Esta noche podremos revivir a las personas petrificadas. Creo que no hace falta recordarles que alguno de ellos quizá pueda decirnos quién, o qué, los atacó. Tengo la esperanza de que este horroroso curso acabe con la captura del culpable.
Hubo una explosión de alegría.
Ron, sin embargo, parecía más feliz que en ningún otro momento de los últimos días.
— ¡Siendo así, no tendremos que preguntarle a Myrtle! —Dijo a Harry—. ¡Hermione tendrá la respuesta cuando la despierten! Aunque se volverá loca cuando se entere de que sólo quedan tres días para el comienzo de los exámenes. No ha podido estudiar. Sería más amable por nuestra parte dejarla como está hasta que hubieran terminado.
En aquel mismo instante, Ginny Weasley se acercó y se sentó junto a Ron. Parecía tensa y nerviosa, y Harry vio que se retorcía las manos en el regazo.
— ¿Qué pasa? —le preguntó Ron, sirviéndose más gachas de avena.
Ginny no dijo nada, pero miró la mesa de Gryffindor de un lado a otro con una expresión asustada.
—Suéltalo ya —le dijo Ron, mirándola.
— ¿Qué sucede, Ginny?—pregunté yo, golpeando a Ron por su falta de delicadeza.
—Tengo algo que decirles —masculló Ginny, evitando mirar directamente a Harry.
— ¿Qué es? —preguntó Harry.
Parecía como si Ginny no pudiera encontrar las palabras adecuadas.
— ¿Qué? —apremió Ron.
—Tranquila—apoyé, golpeando a Ron de nuevo, este soltó un “Ouch” pero no habló más.
Ginny abrió la boca, pero no salió de ella ningún sonido. Harry se inclinó hacia delante y habló en voz baja, para que sólo le pudiéramos oír nosotros.
— ¿Tiene que ver con la Cámara de los Secretos? ¿Has visto algo o a alguien haciendo cosas sospechosas?
Ginny cogió aire, y en aquel preciso momento apareció Percy Weasley, pálido y fatigado.
—Si has acabado de comer, me sentaré en tu sitio, Ginny. Estoy muerto de hambre. Acabo de terminar la ronda.
Ginny saltó de la silla como si le hubiera dado la corriente, echó a Percy una mirada breve y aterrorizada, y salió corriendo. Percy se sentó y cogió una jarra del centro de la mesa.
— ¡Percy! —dijo Ron enfadado—. ¡Estaba a punto de contarnos algo importante!
Percy se atragantó en medio de un sorbo de té.
— ¿Qué era eso tan importante? —preguntó, tosiendo.
—Yo le acababa de preguntar si había visto algo raro, y ella se disponía a decir...
— ¡Ah, eso! No tiene nada que ver con la Cámara de los Secretos —dijo Percy
— ¿Cómo lo sabes? —dijo Ron, arqueando las cejas.
—Bueno, si es imprescindible que te lo diga... Ginny, esto..., me encontró el otro día cuando yo estaba... Bueno, no importa, el caso es que... ella me vio hacer algo y yo, hum, le pedí que no se lo dijera a nadie. Yo creía que mantendría su palabra. No es nada, de verdad, pero preferiría...
Nunca había visto a Percy pasando semejante apuro.
— ¿Qué hacías, Percy? —preguntó Ron, sonriendo—. Vamos, dínoslo, no nos reiremos.
Percy no devolvió la sonrisa.
—Pásame esos bollos, Harry me muero de hambre.
Miré a Harry, lanzándole una mirada de sospecha, que este me devolvió, desconcertado.
Ese mismo día, cuando Lockhart nos guiaba a la próxima clase, lo terminamos de convencer de que no era necesario que nos escoltara, y el se fue, dejándonos el momento para escabullirnos al baño del segundo piso a hablar con Myrtle.
Aunque nos interceptó la profesora McGonagall, Harry se inventó una excusa de las mejores, y ella sin más nos dejó, pero tuvimos que cumplir con lo que Harry decía, e ir a ver a Hermione.
Estaba como el primer día.
— ¿Vería al atacante? —preguntó Ron, mirando con tristeza el rostro rígido de Hermione—. Porque si se apareció sigilosamente, quizá no viera a nadie...
Pero Harry no miraba el rostro de Hermione, porque se había fijado en que su mano derecha, apretada encima de las mantas, aferraba en el puño un trozo de papel estrujado. Yo al seguir su mirada y toparme con eso, lo miré a él, extrañada.
Asegurándose de que la señora Pomfrey no estaba cerca, se lo señaló a Ron.
—Intenta sacárselo —susurró Ron, corriendo su silla para ocultar a Harry de la vista de la señora Pomfrey.
No fue una tarea fácil. La mano de Hermione apretaba con tal fuerza el papel que creía que al tirar se rompería. Mientras Ron lo cubría, él tiraba y forcejeaba, con mi vana ayuda y, al fin, después de varios minutos de tensión, el papel salió.
Era una página arrancada de un libro muy viejo. Harry la alisó con emoción, yo me puse a su lado y Ron se inclinó para leerla también.
“De las muchas bestias pavorosas y monstruos terribles que vagan por nuestra tierra, no hay ninguna más sorprendente ni más letal que el basilisco, conocido como el rey de las serpientes. Esta serpiente, que puede alcanzar un tamaño gigantesco y cuya vida dura varios siglos, nace de un huevo de gallina empollado por un sapo. Sus métodos de matar son de lo más extraordinario, pues además de sus colmillos mortalmente venenosos, el basilisco mata con la mirada, y todos cuantos fijaren su vista en el brillo de sus ojos han de sufrir instantánea muerte. Las arañas huyen del basilisco, pues es éste su mortal enemigo, y el basilisco huye sólo del canto del gallo, que para él es mortal.”
Y debajo de esto, había escrita una sola palabra, con una letra que reconocí como la de Hermione: «Cañerías.»
Fue como si alguien hubiera encendido una luz en mi cabeza.
— ¡Harry!—exclamé tratando de no llamar mucho la atención de Madame Pomfrey—. Ya entendí todo, ya… ¡Todo encaja! ¡Lo recuerdo!
Pero un estremecimiento recorrió mi cuerpo al recordar aquella ocasión, y como si hubiera sucedido instantes atrás, una lágrima cayó por mi mejilla, seguida de otra, y otra.
—Oh…—soltaron los dos.
Cubrí mi rostro con las manos, y Harry me abrazó, tímidamente, mientras que Ron palmeaba suavemente mi espalda.
Entonces me solté, y sequé mis lágrimas.
—Bueno… si es…traumante, pero…
—¿Quieres que llame a la señora Pomfrey?—preguntó Ron.
—No, no… Borrarían mi memoria de nuevo, y me doy cuenta de que no es agradable que te hagan eso…
— ¿Entonces fue el basilisco?
—Si… Recuerdo que… Ya habíamos descubierto que era, y cuando estábamos por voltear, escuche… esa voz… Y, solté un grito, ellas me miraron a mí en vez de voltear. Pero… Saqué mi espejo de mano en un acto de gran torpeza, para evitar que voltearan y...murieran… pero, tuvieron que quedar petrificadas para que eso no sucediera… Fue mi culpa… ¡No sabía que hacer! Estaba a nuestras espaldas… Y…
—Tranquila, ya dijiste todo, y no creeríamos jamás que fue a propósito.
—Pero ¿cómo se mueve el basilisco por el castillo? —Dijo Ron—. Una serpiente asquerosa... alguien tendría que verla...
Harry, sin embargo, le señaló la palabra que Hermione había garabateado al pie de la página, al igual que yo.
—Cañerías —leyó Harry.
—Cañerías... Ha estado usando las cañerías, Ron. Y por eso hemos oído esa voz en las paredes…—expliqué.
De pronto, Ron cogió a Harry del brazo.
— ¡La entrada de la Cámara de los Secretos! —Dijo con la voz quebrada—. ¿Y si es uno de los aseos? ¿Y si estuviera en...?
—... los aseos de Myrtle la Llorona —terminó Harry.
Durante un rato se quedaron inmóviles.
—Así es…—afirmé al ver que no sabían que más decir con tanta emoción.
—Esto quiere decir —añadió Harry— que no debemos de ser los únicos que hablan pársel en el colegio. El heredero de Slytherin también lo hace. De esa forma domina al basilisco.
— ¿Qué hacemos? ¿Vamos directamente a hablar con McGonagall?
—Vamos a la sala de profesores —dijo Harry, levantándose de un salto—. Irá allí dentro de diez minutos, ya es casi el recreo.
Fuimos corriendo a la sala de profesores, cuando McGonagall nos pidió que fuéramos todos a nuestras Salas Comunes, así que nos escondimos en un ropero para escuchar lo sucedido.
Habían raptado a Ginny.
—Harry… ¿Crees que tenga algo que ver con…?—susurré, y el entendió al instante.
—Sospecho que si, pero no sabemos nada…Así que cuando todos se fueron, aprovechamos a hablar con Lockhart, que era profesor de D.C.A.O, y podría hacer algo por Ginny.
Cuando llegamos, nos encontramos con que se estaba por escapar, muerto de miedo, al ver que todos se habían dado cuenta de su farsa.
Al negarse a ayudarnos, revelarnos que todo lo escrito en sus libros era una mentira que él había robado las historias reales de otros magos, y sobre todo, al querer borrarnos la memoria, tuvimos que llevarlo por las malas. Amenazado con la varita, hasta el baño de Myrtle.
Última edición por JulyPotter2012 el Mar 24 Jul 2012, 1:28 pm, editado 1 vez
C.J. Potter
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
¡Los capítulos estuvieron geniales!
Jajaja Harry y Camille son un amors<3
Otro año mas de Hogwarts que termina :')
Ya quiero saber que les pera el próximo curso...
Síguela pronto xx
Jajaja Harry y Camille son un amors<3
Otro año mas de Hogwarts que termina :')
Ya quiero saber que les pera el próximo curso...
Síguela pronto xx
Kardashian♡.
Re: La muchacha de Gryffindor (Harry y tú)
jaja, si, la verdad es que formule un cariño hacia ellos dos! Son tan tiernitos de chicos!! (Ok, es mi fanfic, técnicamente son así porque yo quiero :roll: )Yoyis<3 escribió:¡Los capítulos estuvieron geniales!
Jajaja Harry y Camille son un amors<3
Otro año mas de Hogwarts que termina :')
Ya quiero saber que les pera el próximo curso...
Síguela pronto xx
Ya lo sigoo! aunque el cap en el que YA empiezan el año sigue en fabrica 8) , pero pronto pronto... Aunque creo que este que sigue te gustara! Es como un gusto porque, este año planeo hacerlo mas aventurero que romantico :D
C.J. Potter
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