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[Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
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Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
CAPÍTULO 28
—Usted no lo entiende —dijo Joseph con su tono más aristocrático, gélido e implacable. —No me importa si lord Wynn recibe o no. Yo voy a verle.
El sirviente captó correctamente la cara con la que le miró y la convicción de su voz. Era joven, y quince centímetros más bajo que Joseph, y su afligida expresión indicaba que no se sentía capaz de solucionar la situación. El lacayo carraspeó y dijo con voz crispada:
—Está indispuesto, excelencia.
—Ya imagino que lo está, por lo que me han dicho. No obstante, déjeme pasar y dígale que si no tiene agallas suficientes para bajar, registraré la casa hasta encontrarle.
Ante tal determinación, el criado accedió, y cuando el muchacho retrocedió y sostuvo la puerta para dejarle pasar al vestíbulo, Joseph pensó que probablemente era porque un hombre como Wynn no inspiraba demasiada lealtad.
Le condujeron a lo que quería ser un salón de visitas. El mobiliario era escaso y no solo viejo, también raído. Joseph sabía que _______ había heredado la residencia Wynn en la ciudad, por lo que esta debía de ser alquilada. No se sentó, sino que se quedó de pie junto a la chimenea y echó un vistazo al reloj del rincón. Se dijo que le daría cinco minutos a Wynn, y reprimió el impulso de empezar a dar vueltas por la habitación.
Casi nunca perdía los nervios. Su autocontrol era en parte innato y en parte adquirido, porque su rango y responsabilidades así lo exigían. Pero ni siquiera solía levantar la voz muy a menudo. Claro que tampoco recordaba haber sentido jamás una ira tan asesina.
Aquel tipo había tocado a _______. Peor que eso; sin duda la había atemorizado.
—¿Qué demonios quiere, Rothay? —La pregunta procedía de la puerta. —¿Cómo se atreve a entrar por la fuerza en mi casa?
Joseph se dio la vuelta, concentró la mirada en el hombre que entró en la habitación y se percató con satisfacción del color mortecino que tenía alrededor de la boca, como si a su señoría le doliera algo.
—Siento la tentación de matarlo —le dijo con placer.
Se heló la expresión despectiva en la tez pálida del otro hombre, que al cabo de un momento espetó:
—No tengo ni idea de por qué. No sé lo que esa fría ramerilla le contó pero...
Al oír el insulto, Joseph dio un paso hacia delante.
—Aún puede que lo haga —dijo como si reflexionara, entornando los ojos y adoptando una postura claramente amenazadora. —Teniendo en cuenta mi actual estado de ánimo, le aconsejo que revise sus calificativos cuando se refiera a lady Wynn. Me causaría un gran placer descuartizarle en pedacitos con mis propias manos.
Wynn se puso tenso.
—¿Por una mujer? ¿Usted?
—Por esta mujer sí.
—Vaya, no me diga, Rothay; ¿acaso no es más que una de sus ocasionales compañeras de cama? Usted cambia de mujer como de camisa. Además, me cuesta creer que este asunto le afecte personalmente en algún sentido. Ella es una fulana que se ofreció a abrirse de piernas a dos hombres. ¿Por qué ha de importarle que me conceda a mí esos mismos favores?
Joseph sintió que sus manos se convertían en puños. Una niebla roja oscureció por unos instantes su visión. Respiró profundamente; sabía que si tocaba a Wynn ahora podría partirle el cuello, y dijo entre dientes:
—Si tuviera usted la más mínima idea de lo tentado que estoy de olvidar el hecho de que el asesinato es un delito en Inglaterra, cerraría la boca en este mismo instante. Tal como están las cosas, puedo desafiarle y matarlo mañana al amanecer, sin sentir más remordimientos que si hubiera pisado a un insecto. Ahora, se callará y escuchará lo que tengo que decir, ¿entendido?
Por un momento, se preguntó si el otro hombre, que tampoco se había sentado, se daría la vuelta y echaría a correr. Lord Wynn pareció comprender al fin que corría un peligro real, pues perdió aquel aire bravucón y adquirió un color enfermizo.
—Bien, eso está mejor —dijo Jospeh en voz baja. —Veo que nos entendemos. Este es el trato. Usted se mantiene lejos de ella. Muy lejos. No la mira, no se pone en contacto con ella. Si asiste a un acto y ella está allí, se marcha inmediatamente. Le recomiendo que pase una temporada en el campo, los seis próximos meses como mínimo, hasta que yo me calme. No puedo responder de mi templanza si está en la ciudad y nos encontramos. Me parece que esta parte está bastante clara.
Wynn abrió la boca como si fuera a protestar, pero la cerró sabiamente. Sus ojos blanquecinos se habían convertido en rendijas y le temblaban las manos. Los hombres que aterrorizaban a las mujeres solían ser unos meros cobardes, y él no era una excepción.
—Déjeme seguir. Si cuenta usted alguna vileza sobre ella, le destruiré. Social, económicamente; en todos los sentidos. La familia Manning tiene influencias en todos los rincones de Inglaterra y en el continente también, por cierto. El príncipe regente es amigo mío. Será usted marginado, lo perderá todo y le desterrarán. Si tiene la tentación de poner a prueba mis palabras, limítese a contar por ahí que _______ tuvo algo que ver con aquella apuesta.
—Si lo hace, tendrá que vérselas también conmigo.
Aquella despreocupada afirmación tenía un trasfondo férreo y Wynn, sobresaltado ante el sonido de otra voz, dio media vuelta.
—Manderville —dijo con la voz entrecortada y aspecto de estar claramente enfermo. Ahora tenía gotas de sudor en la frente.
Era Nicholas. Estaba de pie en la entrada, con un hombro apoyado en el marco de la puerta.
—Su lacayo creyó conveniente franquearme el paso, dado que Joe ya estaba aquí. Veo que lo tiene todo controlado, pero reconozco que imaginé un derramamiento de sangre cuando supe que había llegado el duque de Rothay.
—Eso aún puede suceder —dijo Joseph pronunciando con meticulosidad cada palabra, —si vuelve a insultar a la dama. ¿Qué te trae por aquí, Nicholas?
—Mi prometida. —Nicholas lo anunció con naturalidad y aplomo, mirando a Wynn. —Creo que ustedes dos se conocieron esta mañana, cuando ella arrojó un jarrón de flores contra su duro cráneo, Wynn. También se me ordenó que le quitara de la cabeza a su señoría la idea de que puede molestar a lady Wynn sin sufrir por ello. Veo que te me has adelantado.
—Podría presentar una denuncia por agresión contra ella —dijo Franklin, pero fue un intento de desafío banal, que la expresión de sus ojos desmentía. —Lo que vio fue un momento romántico que malinterpretó. _________ me sedujo y cuando nos sorprendieron, lo negó. Yo...
Entonces Joseph avanzó con un par de zancadas, agarró al hombre por la camisa y le tiró contra la pared con tanta fuerza que el cuadro que había sobre la chimenea se tambaleó.
—Puede que me haya usted presionado demasiado.
Wynn jadeó cuando Joseph le inmovilizó con el antebrazo. La cara del hombre se tiñó de un rojo mate y su respiración se convirtió en un pitido, cuando Rothay le presionó lo bastante como para asegurarse de que quedara claro que hablaba en serio.
Al cabo de un momento, Nicholas dijo en tono cansino:
—Entiendo que matarlo te apetezca mucho, pero si tienes la intención de dejarle vivir su miserable vida, más vale que le sueltes ya, Joe.
Su amigo tenía razón. Joseph consiguió dejarle ir con cierto esfuerzo y dio un paso atrás. Masajeándose la tráquea con las manos, y con los ojos pálidos y acuosos, Wynn se dejó caer.
—Recuerde todas y cada una de las palabras que le he dicho —dijo Joseph con aspereza. —______ está bajo mi protección en todos los sentidos, y eso incluye mi apellido.
—Creo que lo has dejado claro —apuntó Nicholas con sequedad.
Ambos salieron juntos y con un par de zancadas pasaron junto al nervioso lacayo y abandonaron la casa. Joseph miró a su amigo.
—Gracias por querer defender a _______.
—Lo primero que hice fue ir a contarte los acontecimientos de esta mañana, pero por lo visto ya estabas informado. —Nicholas sonrió. —Me parece que al final he servido de poco, aunque podía haberte ayudado a deshacerte del cadáver. Aunque dudo que le hubieran echado en falta.
—El cochero vino a contármelo. Parece que Huw la aprecia sinceramente y se lo agradezco.
—Tú también la aprecias, a juzgar por tu aparición en Aylesbury y por lo afrentado que te sientes en este momento.
—Nicholas se detuvo. —¿Interpreté correctamente eso que dijiste de que ella estaba bajo la protección de tu apellido?
—_______ todavía no ha aceptado, pero tengo esperanzas de que se case conmigo. —Joseph alzó una ceja. —Hablando de esto, ¿te oí decir tu «prometida»? ¿Cuándo ha pasado y quién demonios es ella?
—Ha pasado recientemente y en muchos sentidos es el resultado directo de la apuesta. Annabel ha hecho que reconsidere algunas de mis prioridades en la vida.
Joseph se mostró sorprendido.
—¿La joven pupila de tu tío?
—La misma. —Nicholas vaciló y se encogió de hombros. —Hace bastante tiempo que estoy enamorado de ella, pero era demasiado tozudo para admitirlo. Estuve a punto de perderla.
—Entiendo. —Jospeh conocía a la señorita Reid, por supuesto, pero en vista del hecho de que era una jovencita casadera, había evitado cualquier contacto posterior. Él sabía que se había prometido hacía poco, y por eso comprendía ahora algunas de las preocupaciones de Nicholas durante los últimos meses.
Mientras un carruaje pasaba calle abajo, ellos se miraron el uno al otro, envueltos en la calidez de la tarde, con los rostros iluminados por una mutua expresión de regocijo.
—Me alegro mucho por ti. Es una muchacha encantadora —dijo Joseph.
—Yo también estoy contento por ti.
—Todavía no está decidido —murmuró Joseph, —pero con suerte pronto lo estará. Te haré saber cómo termina.
Saltó al interior de su coche y dio un golpe en el techo.
Menudo desastre. No solo ese día, sino toda su vida.
_______ se miró al espejo, vio los restos de llanto en sus mejillas, su cabello alborotado y la expresión abatida de sus ojos. Ya había empezado a disponer las cosas. Había escrito a un agente para que pusiera en venta la casa de la ciudad. Después había subido a descansar y finalmente cayó en un sueño desasosegado.
Era difícil definir el torbellino de sus emociones, pensó mientras se retiraba las horquillas del pelo y cogía el cepillo.
Había sucedido una catástrofe —se estremecía al recordar las rudas manos de Franklin sobre su cuerpo, —pero a pesar de que el ingenio de Annabel la había rescatado, no se hacía ilusiones de que el primo de su marido mantuviera en secreto lo que sabía sobre su papel en la apuesta.
La innegable verdad acerca de su relación con el duque diabólico se haría pública, y aun si Nicholas Drake negaba haber tenido contacto alguno con ella, toda la alta sociedad sabría que se había prestado a ello. En el momento en el que se supiera, y no creía que Franklin perdiera demasiado el tiempo, pasaría de la consideración de inaccesible a la de promiscua.
Había una parte en ella, rebelde e ilógica, que no le daba importancia a los rumores. Si lo ponía en la balanza contra no haber yacido nunca en brazos de Joseph, no haber probado nunca sus besos seductores, ni conocido el ardor de su sonrisa... bien, el coste del ostracismo social era alto, pero ella sabía que valía la pena. Había pasado de existir a vivir. Abstraída, murmuró burlándose de sí misma:
¡Querida, maldita, perturbadora ciudad! De tus necios ya no me burlaré más; este año, en paz tus críticos vivan, tus prostitutas duerman en calma.
«Adiós a Londres» de Alexander Pope era una de sus obras favoritas, pero ahora adquiría un matiz cínico desconocido hasta ese momento.
El golpe súbito que se oyó en su puerta fue somero, pues esta se abrió antes de que ella la atendiera. Cuando se dio la vuelta, Joseph entró en la habitación, alto y muy varonil en aquel refugio de colores pastel y muebles exquisitos.
Ella no pudo evitar un gemido de sorpresa ante tal audacia, aunque para entonces ya le conocía suficientemente bien como para esperar esos actos temerarios. La situación era más escandalosa por momentos. Ahora el diabólico duque estaba en su dormitorio. La casa entera debía de estar muerta de curiosidad.
Y al día siguiente, sin duda, todo Londres hablaría de ello.
Ella se sintió perversamente feliz al verle, pese a la impertinencia de presentarse en su habitación sin haber sido invitado. El se quedó allí de pie, con su reluciente cabello azabache ligeramente alborotado y una luz sombría en sus ojos oscuros. Como siempre, ella se sintió impresionada ante el poder magnético de su presencia. Ni siquiera habría sabido qué decir, de haberlo intentado. Su llegada, inesperada e inoportuna, la había dejado sin palabras.
Él habló primero para explicar simplemente:
—Necesitaba verte. Para asegurarme de que no estabas herida. —Al ver que ella seguía sin decir nada, añadió: —Huw me contó lo que había pasado.
______, aún sobresaltada porque hubiera irrumpido sin más en su dormitorio, recuperó el habla.
—¿No se te ocurrió que yo podría haber bajado si me hubieran informado de que deseabas verme?
Jospeh se limitó a sonreír ante aquel tono de ofensa.
—Quizá podría haberlo pensado. No quise esperar.
¿Por qué tenía que hacerle esto ahora, cuando ella se sentía tan vulnerable y estaba conmocionada?
—No deberías estar aquí —dijo, aunque sin convicción. Su mano empezó a temblar e inmediatamente dejó el cepillo. —Ni siquiera estoy vestida.
—Me gustas más sin vestir —contestó él, con una mirada ardiente, fascinante. Avanzó hacia ella. —¿Te hizo daño ese canalla? Todos dicen que no, pero yo pensé que quizá me necesitabas.
¿Le necesitaba? Dios, sí. Más de lo que pensaba, y toda objeción a la presunción de Joseph de que podía presentarse sin más en su hogar e invadir su dormitorio desapareció. Si todo era ya un desastre, ¿qué le importaba que todo el mundo le viera, o que él creyera que tenía todo el derecho a pasearse por su alcoba cuando ella llevaba solo una camisola? Hiciera lo que hiciese, pronto todo Londres conocería su relación, y el confort de los brazos de Joseph era tentador.
—Yo... —empezó, pero se detuvo sin saber muy bien qué iba a decir. Se le escapó un leve sollozo.
Ella casi nunca lloraba. Desde su noche de bodas había prescindido de las lágrimas como algo inútil.
—Mi amor. —Joseph estaba allí. La cogió en brazos y se sentó en la pequeña banqueta que había frente al tocador, acunando su cuerpo entre sus brazos, como si ella fuera algo precioso y frágil. —Ya pasó. Me he ocupado de todo... de él. Estás a salvo. Conmigo.
¿Acababa de llamarla su amor? De entre todas aquellas que fluían con tanta facilidad de sus labios, él nunca había escogido esa expresión de cariño. ______ apoyó la cabeza en su pecho y se permitió el lujo de pensar que era sincero. El aroma de Joseph evocó momentos de interludios idílicos y suntuoso placer.
El resto de sus palabras las digirió un momento después.
—¿Qué quiere decir que te has ocupado de él?
Joseph presionó la boca contra su sien con una delicada caricia.
—Disponer de fortuna y de una buena posición tiene ciertas ventajas. Esta tarde le hice una visita a lord Wynn. Digamos que él y yo llegamos a un pacto. El sigue vivo, de momento al menos.
Horrorizada, ______ se revolvió y levantó la cabeza para poder verle la cara.
—Joseph...
Hablaba en serio. Lo vio en aquel fulgor de ira que aún había en sus ojos, pese a la ternura de su abrazo.
En su sonrisa no había el menor rastro de humor.
—Estoy seguro de haberle convencido, sobre todo cuando le eché las manos al cuello. Supongo que mi reacción fue brutal, pero justificada, considerando mis sentimientos hacia ti. Hubiera podido hacer que le procesaran y le condenaran, pero estaba seguro de que tú no habrías querido soportar el calvario de un juicio público. Lo mismo que si le hubiera retado. Tu nombre también habría salido a la luz, y yo te prometí discreción.
El corazón de _____ había empezado a palpitar lenta e intensamente. Bajo sus nalgas, los muslos de Joseph parecían de acero; sus brazos, fuertes y protectores.
«... mis sentimientos hacia ti...»
Él le susurró al oído con su aliento cálido:
—¿No dijiste que me amabas por ser quien soy, no lo que soy? No el duque, sino el hombre en sí mismo.
Ella notó que le temblaban los labios cuando intentó una sonrisa.
—Ya sabes que sí.
Él la estrechó más, acunándola en sus brazos.
—Una vez, hace mucho tiempo, yo malinterpreté las palabras «Te amo» como apego a mi corazón, no a mi título y a mi patrimonio. Yo era joven, arrogante y estúpido, y ella era algo mayor y absolutamente deshonesta.
________ se había preguntado qué era exactamente lo que le había hecho tan cauto ante cualquier implicación emocional. Descansó en su abrazo y deseó en secreto que se lo contara.
En la boca de Joseph se dibujó aquella sonrisa triste; sus pestañas, largas y densas, proyectaron una sombra sobre sus ojos negros.
—Descubrí la verdadera naturaleza de Helena de un modo brutal: tuve el privilegio de encontrarla en la cama con otro hombre. Más tarde me enteré de que lo había planeado todo, incluida la primera vez que nos vimos. Le confesó a otro de sus amantes que, mucho antes de que nos conociéramos siquiera, ya le había echado el ojo a mi título y a mi fortuna, y al prestigio que implicaban. De modo que convenció a una amiga para que nos presentara, y cayó en mis brazos con decidido entusiasmo, pero no se molestó en romper sus otras relaciones. Puede que esto te parezca increíble, pero a los dieciocho años yo era ingenuo y romántico.
Ella había experimentado una desilusión similar a la misma edad, cuando se casó.
—Lo comprendo.
—Es difícil quitarse de encima la humillación que sentí al darme cuenta de que había mucha gente que sabía exactamente lo que ella estaba haciendo, y la facilidad con la que yo me dejé llevar. Entonces me consagré a la misión de destruir al personaje de Joseph Jonas, ese duque joven y susceptible.
Era difícil imaginarle sin su aplomo natural y sofisticado en todos los sentidos. El encanto irresponsable de Joseph era como el brillo de una piedra preciosa.
_______ sonrió y la acarició la mandíbula.
—Me parece que lo conseguiste.
Él hizo una mueca.
—Dios sabe que lo intenté. Durante la pasada década he jugado con el amor en el sentido físico, pero manteniéndome a distancia de lo demás. Juré que nunca volvería a cometer un error como aquel —hizo un insólito gesto de indefensión con la mano, —pero aunque sea cauto, creo que tú no mientes acerca de tus sentimientos. Yo no te haría daño para preservar mi estilo de vida, y tú has dejado claro que ser amantes es algo impensable. Me parece que no nos quedan más opciones que la obvia. Últimamente no he pensado en otra cosa y eso ha vuelto mi vida del revés.
—Yo juré que nunca volvería a confiar lo bastante en un hombre como para volver a casarme. —_______ sintió desvanecerse el horror de ese día; la frustración y la ofuscación en la voz de Joseph eran más persuasivas que ninguna edulcorada declaración de amor. —¿Lo ves? Compartimos los mismos recelos.
En los ojos de Joseph brillaba una luz solemne.
—¿Y si ambos rompemos nuestras promesas íntimas? ¿No es esa una buena forma de iniciar una vida juntos?
Ella sintió brotar una emoción tan intensa, que apenas podía hablar.
—Creo que considerando la naturaleza de las promesas y el porqué fueron hechas, sí. Pienso que sería una forma excelente de volver a empezar.
Finalmente apareció. Primero levantó la comisura de la boca y después sus ojos adquirieron un destello de malicia. El duque diabólico resurgió.
—Como si estuviera dispuesto a dejarte escoger. Incluso mi madre me dijo que sería un idiota si no insistiera en una boda rápida. Ella da consejos con mucha facilidad y yo le hago un caso moderado, pero en este caso particular estoy de acuerdo con ella.
¿Lo había hablado con su familia y ellos lo aprobaban?
—¿Sabe ella que soy estéril? —Le dolió decirlo. Dios, cómo le dolió.
—Señaló que eres joven todavía y que no hay ninguna prueba de ello. Además, creo que se siente muy aliviada al ver que pienso en el matrimonio con algo más que indiferencia y triste resignación. Se da cuenta de que mis sentimientos pesan más que su preocupación por la transmisión del título y el dinero.
_______ se sentía más mareada que nunca, pero ahora era la felicidad lo que hacía que le diera vueltas la cabeza.
—¿Qué pensará del escándalo?
Qué típico de él no preocuparse por eso.
—Si Franklin...
—Ya te he dicho que me he ocupado de todo. El no dirá una palabra, confía en mí.
—Confío en ti.
Surgió con mucha facilidad, porque era verdad. Jospeh se movió. Se puso de pie, volvió a dejarla en el banquito y se colocó frente a ella con una rodilla en el suelo. Su atractivo rostro seguía serio y sereno. Tomó las manos frías de ______ entre las suyas y las retuvo con gentil contundencia. Su mirada suplicó, buscó, y a ella le llegó a lo más profundo del alma.
—¿De verdad? ¿Lo bastante como para darle una oportunidad a un hombre con una reputación como la mía?
¿Estaba el duque de Rothay realmente a sus pies, proponiéndole matrimonio? Todas las mujeres de Londres se derretirían si estuvieran en su lugar. Quizá todas las mujeres de Inglaterra... o del continente entero...
—Joseph... —Su voz fue apenas un gemido entrecortado.
—Me bastaría con un «sí» para calmar un poco mis nervios.
¿Joseph Jonas nervioso? Ella notó el ligero temblor de aquellos esbeltos dedos de bronce que se aferraban a los suyos, y un gesto de tensión alrededor de los labios que no había visto nunca. No quedaba nada del aristócrata arrogante, y en su lugar estaba el hombre de quien ella se había enamorado con tanta facilidad. El amante gentil y considerado que se había olvidado de sí mismo para tranquilizar a una mujer aterrada; el hombre que ideaba veladas de ensueño a la luz de la luna, y bailes románticos en terrazas, y clandestinos y sensuales recorridos en carruaje.
—Sí.
La tensión se disipó. Él le presionó fugazmente los dedos y su sonrisa adquirió un audaz fulgor de victoria. Aún de rodillas, le dijo:
—He estado estrujando mi débil cerebro para intentar dar con la forma más romántica posible de hacer esto. En ningún momento pensé que ese infame Wynn fuera el catalizador. —Se detuvo y dijo con un matiz de ironía: —Me temo que nunca me he declarado.
—A mí tampoco se me ha declarado nadie —admitió ella con la voz tomada por la emoción, —pero a mi juicio lo has hecho muy bien.
Jospeh se llevó una mano de ______ a los labios y le acarició el dorso de los dedos con un beso. Alzó de modo peculiar una ceja oscura.
—Perdóname por parecer un marido autocrático, incluso antes de que nuestros nuevos votos hayan reemplazado a nuestras promesas, pero tus días como juez han terminado, mi amor.
—Usted no lo entiende —dijo Joseph con su tono más aristocrático, gélido e implacable. —No me importa si lord Wynn recibe o no. Yo voy a verle.
El sirviente captó correctamente la cara con la que le miró y la convicción de su voz. Era joven, y quince centímetros más bajo que Joseph, y su afligida expresión indicaba que no se sentía capaz de solucionar la situación. El lacayo carraspeó y dijo con voz crispada:
—Está indispuesto, excelencia.
—Ya imagino que lo está, por lo que me han dicho. No obstante, déjeme pasar y dígale que si no tiene agallas suficientes para bajar, registraré la casa hasta encontrarle.
Ante tal determinación, el criado accedió, y cuando el muchacho retrocedió y sostuvo la puerta para dejarle pasar al vestíbulo, Joseph pensó que probablemente era porque un hombre como Wynn no inspiraba demasiada lealtad.
Le condujeron a lo que quería ser un salón de visitas. El mobiliario era escaso y no solo viejo, también raído. Joseph sabía que _______ había heredado la residencia Wynn en la ciudad, por lo que esta debía de ser alquilada. No se sentó, sino que se quedó de pie junto a la chimenea y echó un vistazo al reloj del rincón. Se dijo que le daría cinco minutos a Wynn, y reprimió el impulso de empezar a dar vueltas por la habitación.
Casi nunca perdía los nervios. Su autocontrol era en parte innato y en parte adquirido, porque su rango y responsabilidades así lo exigían. Pero ni siquiera solía levantar la voz muy a menudo. Claro que tampoco recordaba haber sentido jamás una ira tan asesina.
Aquel tipo había tocado a _______. Peor que eso; sin duda la había atemorizado.
—¿Qué demonios quiere, Rothay? —La pregunta procedía de la puerta. —¿Cómo se atreve a entrar por la fuerza en mi casa?
Joseph se dio la vuelta, concentró la mirada en el hombre que entró en la habitación y se percató con satisfacción del color mortecino que tenía alrededor de la boca, como si a su señoría le doliera algo.
—Siento la tentación de matarlo —le dijo con placer.
Se heló la expresión despectiva en la tez pálida del otro hombre, que al cabo de un momento espetó:
—No tengo ni idea de por qué. No sé lo que esa fría ramerilla le contó pero...
Al oír el insulto, Joseph dio un paso hacia delante.
—Aún puede que lo haga —dijo como si reflexionara, entornando los ojos y adoptando una postura claramente amenazadora. —Teniendo en cuenta mi actual estado de ánimo, le aconsejo que revise sus calificativos cuando se refiera a lady Wynn. Me causaría un gran placer descuartizarle en pedacitos con mis propias manos.
Wynn se puso tenso.
—¿Por una mujer? ¿Usted?
—Por esta mujer sí.
—Vaya, no me diga, Rothay; ¿acaso no es más que una de sus ocasionales compañeras de cama? Usted cambia de mujer como de camisa. Además, me cuesta creer que este asunto le afecte personalmente en algún sentido. Ella es una fulana que se ofreció a abrirse de piernas a dos hombres. ¿Por qué ha de importarle que me conceda a mí esos mismos favores?
Joseph sintió que sus manos se convertían en puños. Una niebla roja oscureció por unos instantes su visión. Respiró profundamente; sabía que si tocaba a Wynn ahora podría partirle el cuello, y dijo entre dientes:
—Si tuviera usted la más mínima idea de lo tentado que estoy de olvidar el hecho de que el asesinato es un delito en Inglaterra, cerraría la boca en este mismo instante. Tal como están las cosas, puedo desafiarle y matarlo mañana al amanecer, sin sentir más remordimientos que si hubiera pisado a un insecto. Ahora, se callará y escuchará lo que tengo que decir, ¿entendido?
Por un momento, se preguntó si el otro hombre, que tampoco se había sentado, se daría la vuelta y echaría a correr. Lord Wynn pareció comprender al fin que corría un peligro real, pues perdió aquel aire bravucón y adquirió un color enfermizo.
—Bien, eso está mejor —dijo Jospeh en voz baja. —Veo que nos entendemos. Este es el trato. Usted se mantiene lejos de ella. Muy lejos. No la mira, no se pone en contacto con ella. Si asiste a un acto y ella está allí, se marcha inmediatamente. Le recomiendo que pase una temporada en el campo, los seis próximos meses como mínimo, hasta que yo me calme. No puedo responder de mi templanza si está en la ciudad y nos encontramos. Me parece que esta parte está bastante clara.
Wynn abrió la boca como si fuera a protestar, pero la cerró sabiamente. Sus ojos blanquecinos se habían convertido en rendijas y le temblaban las manos. Los hombres que aterrorizaban a las mujeres solían ser unos meros cobardes, y él no era una excepción.
—Déjeme seguir. Si cuenta usted alguna vileza sobre ella, le destruiré. Social, económicamente; en todos los sentidos. La familia Manning tiene influencias en todos los rincones de Inglaterra y en el continente también, por cierto. El príncipe regente es amigo mío. Será usted marginado, lo perderá todo y le desterrarán. Si tiene la tentación de poner a prueba mis palabras, limítese a contar por ahí que _______ tuvo algo que ver con aquella apuesta.
—Si lo hace, tendrá que vérselas también conmigo.
Aquella despreocupada afirmación tenía un trasfondo férreo y Wynn, sobresaltado ante el sonido de otra voz, dio media vuelta.
—Manderville —dijo con la voz entrecortada y aspecto de estar claramente enfermo. Ahora tenía gotas de sudor en la frente.
Era Nicholas. Estaba de pie en la entrada, con un hombro apoyado en el marco de la puerta.
—Su lacayo creyó conveniente franquearme el paso, dado que Joe ya estaba aquí. Veo que lo tiene todo controlado, pero reconozco que imaginé un derramamiento de sangre cuando supe que había llegado el duque de Rothay.
—Eso aún puede suceder —dijo Joseph pronunciando con meticulosidad cada palabra, —si vuelve a insultar a la dama. ¿Qué te trae por aquí, Nicholas?
—Mi prometida. —Nicholas lo anunció con naturalidad y aplomo, mirando a Wynn. —Creo que ustedes dos se conocieron esta mañana, cuando ella arrojó un jarrón de flores contra su duro cráneo, Wynn. También se me ordenó que le quitara de la cabeza a su señoría la idea de que puede molestar a lady Wynn sin sufrir por ello. Veo que te me has adelantado.
—Podría presentar una denuncia por agresión contra ella —dijo Franklin, pero fue un intento de desafío banal, que la expresión de sus ojos desmentía. —Lo que vio fue un momento romántico que malinterpretó. _________ me sedujo y cuando nos sorprendieron, lo negó. Yo...
Entonces Joseph avanzó con un par de zancadas, agarró al hombre por la camisa y le tiró contra la pared con tanta fuerza que el cuadro que había sobre la chimenea se tambaleó.
—Puede que me haya usted presionado demasiado.
Wynn jadeó cuando Joseph le inmovilizó con el antebrazo. La cara del hombre se tiñó de un rojo mate y su respiración se convirtió en un pitido, cuando Rothay le presionó lo bastante como para asegurarse de que quedara claro que hablaba en serio.
Al cabo de un momento, Nicholas dijo en tono cansino:
—Entiendo que matarlo te apetezca mucho, pero si tienes la intención de dejarle vivir su miserable vida, más vale que le sueltes ya, Joe.
Su amigo tenía razón. Joseph consiguió dejarle ir con cierto esfuerzo y dio un paso atrás. Masajeándose la tráquea con las manos, y con los ojos pálidos y acuosos, Wynn se dejó caer.
—Recuerde todas y cada una de las palabras que le he dicho —dijo Joseph con aspereza. —______ está bajo mi protección en todos los sentidos, y eso incluye mi apellido.
—Creo que lo has dejado claro —apuntó Nicholas con sequedad.
Ambos salieron juntos y con un par de zancadas pasaron junto al nervioso lacayo y abandonaron la casa. Joseph miró a su amigo.
—Gracias por querer defender a _______.
—Lo primero que hice fue ir a contarte los acontecimientos de esta mañana, pero por lo visto ya estabas informado. —Nicholas sonrió. —Me parece que al final he servido de poco, aunque podía haberte ayudado a deshacerte del cadáver. Aunque dudo que le hubieran echado en falta.
—El cochero vino a contármelo. Parece que Huw la aprecia sinceramente y se lo agradezco.
—Tú también la aprecias, a juzgar por tu aparición en Aylesbury y por lo afrentado que te sientes en este momento.
—Nicholas se detuvo. —¿Interpreté correctamente eso que dijiste de que ella estaba bajo la protección de tu apellido?
—_______ todavía no ha aceptado, pero tengo esperanzas de que se case conmigo. —Joseph alzó una ceja. —Hablando de esto, ¿te oí decir tu «prometida»? ¿Cuándo ha pasado y quién demonios es ella?
—Ha pasado recientemente y en muchos sentidos es el resultado directo de la apuesta. Annabel ha hecho que reconsidere algunas de mis prioridades en la vida.
Joseph se mostró sorprendido.
—¿La joven pupila de tu tío?
—La misma. —Nicholas vaciló y se encogió de hombros. —Hace bastante tiempo que estoy enamorado de ella, pero era demasiado tozudo para admitirlo. Estuve a punto de perderla.
—Entiendo. —Jospeh conocía a la señorita Reid, por supuesto, pero en vista del hecho de que era una jovencita casadera, había evitado cualquier contacto posterior. Él sabía que se había prometido hacía poco, y por eso comprendía ahora algunas de las preocupaciones de Nicholas durante los últimos meses.
Mientras un carruaje pasaba calle abajo, ellos se miraron el uno al otro, envueltos en la calidez de la tarde, con los rostros iluminados por una mutua expresión de regocijo.
—Me alegro mucho por ti. Es una muchacha encantadora —dijo Joseph.
—Yo también estoy contento por ti.
—Todavía no está decidido —murmuró Joseph, —pero con suerte pronto lo estará. Te haré saber cómo termina.
Saltó al interior de su coche y dio un golpe en el techo.
Menudo desastre. No solo ese día, sino toda su vida.
_______ se miró al espejo, vio los restos de llanto en sus mejillas, su cabello alborotado y la expresión abatida de sus ojos. Ya había empezado a disponer las cosas. Había escrito a un agente para que pusiera en venta la casa de la ciudad. Después había subido a descansar y finalmente cayó en un sueño desasosegado.
Era difícil definir el torbellino de sus emociones, pensó mientras se retiraba las horquillas del pelo y cogía el cepillo.
Había sucedido una catástrofe —se estremecía al recordar las rudas manos de Franklin sobre su cuerpo, —pero a pesar de que el ingenio de Annabel la había rescatado, no se hacía ilusiones de que el primo de su marido mantuviera en secreto lo que sabía sobre su papel en la apuesta.
La innegable verdad acerca de su relación con el duque diabólico se haría pública, y aun si Nicholas Drake negaba haber tenido contacto alguno con ella, toda la alta sociedad sabría que se había prestado a ello. En el momento en el que se supiera, y no creía que Franklin perdiera demasiado el tiempo, pasaría de la consideración de inaccesible a la de promiscua.
Había una parte en ella, rebelde e ilógica, que no le daba importancia a los rumores. Si lo ponía en la balanza contra no haber yacido nunca en brazos de Joseph, no haber probado nunca sus besos seductores, ni conocido el ardor de su sonrisa... bien, el coste del ostracismo social era alto, pero ella sabía que valía la pena. Había pasado de existir a vivir. Abstraída, murmuró burlándose de sí misma:
¡Querida, maldita, perturbadora ciudad! De tus necios ya no me burlaré más; este año, en paz tus críticos vivan, tus prostitutas duerman en calma.
«Adiós a Londres» de Alexander Pope era una de sus obras favoritas, pero ahora adquiría un matiz cínico desconocido hasta ese momento.
El golpe súbito que se oyó en su puerta fue somero, pues esta se abrió antes de que ella la atendiera. Cuando se dio la vuelta, Joseph entró en la habitación, alto y muy varonil en aquel refugio de colores pastel y muebles exquisitos.
Ella no pudo evitar un gemido de sorpresa ante tal audacia, aunque para entonces ya le conocía suficientemente bien como para esperar esos actos temerarios. La situación era más escandalosa por momentos. Ahora el diabólico duque estaba en su dormitorio. La casa entera debía de estar muerta de curiosidad.
Y al día siguiente, sin duda, todo Londres hablaría de ello.
Ella se sintió perversamente feliz al verle, pese a la impertinencia de presentarse en su habitación sin haber sido invitado. El se quedó allí de pie, con su reluciente cabello azabache ligeramente alborotado y una luz sombría en sus ojos oscuros. Como siempre, ella se sintió impresionada ante el poder magnético de su presencia. Ni siquiera habría sabido qué decir, de haberlo intentado. Su llegada, inesperada e inoportuna, la había dejado sin palabras.
Él habló primero para explicar simplemente:
—Necesitaba verte. Para asegurarme de que no estabas herida. —Al ver que ella seguía sin decir nada, añadió: —Huw me contó lo que había pasado.
______, aún sobresaltada porque hubiera irrumpido sin más en su dormitorio, recuperó el habla.
—¿No se te ocurrió que yo podría haber bajado si me hubieran informado de que deseabas verme?
Jospeh se limitó a sonreír ante aquel tono de ofensa.
—Quizá podría haberlo pensado. No quise esperar.
¿Por qué tenía que hacerle esto ahora, cuando ella se sentía tan vulnerable y estaba conmocionada?
—No deberías estar aquí —dijo, aunque sin convicción. Su mano empezó a temblar e inmediatamente dejó el cepillo. —Ni siquiera estoy vestida.
—Me gustas más sin vestir —contestó él, con una mirada ardiente, fascinante. Avanzó hacia ella. —¿Te hizo daño ese canalla? Todos dicen que no, pero yo pensé que quizá me necesitabas.
¿Le necesitaba? Dios, sí. Más de lo que pensaba, y toda objeción a la presunción de Joseph de que podía presentarse sin más en su hogar e invadir su dormitorio desapareció. Si todo era ya un desastre, ¿qué le importaba que todo el mundo le viera, o que él creyera que tenía todo el derecho a pasearse por su alcoba cuando ella llevaba solo una camisola? Hiciera lo que hiciese, pronto todo Londres conocería su relación, y el confort de los brazos de Joseph era tentador.
—Yo... —empezó, pero se detuvo sin saber muy bien qué iba a decir. Se le escapó un leve sollozo.
Ella casi nunca lloraba. Desde su noche de bodas había prescindido de las lágrimas como algo inútil.
—Mi amor. —Joseph estaba allí. La cogió en brazos y se sentó en la pequeña banqueta que había frente al tocador, acunando su cuerpo entre sus brazos, como si ella fuera algo precioso y frágil. —Ya pasó. Me he ocupado de todo... de él. Estás a salvo. Conmigo.
¿Acababa de llamarla su amor? De entre todas aquellas que fluían con tanta facilidad de sus labios, él nunca había escogido esa expresión de cariño. ______ apoyó la cabeza en su pecho y se permitió el lujo de pensar que era sincero. El aroma de Joseph evocó momentos de interludios idílicos y suntuoso placer.
El resto de sus palabras las digirió un momento después.
—¿Qué quiere decir que te has ocupado de él?
Joseph presionó la boca contra su sien con una delicada caricia.
—Disponer de fortuna y de una buena posición tiene ciertas ventajas. Esta tarde le hice una visita a lord Wynn. Digamos que él y yo llegamos a un pacto. El sigue vivo, de momento al menos.
Horrorizada, ______ se revolvió y levantó la cabeza para poder verle la cara.
—Joseph...
Hablaba en serio. Lo vio en aquel fulgor de ira que aún había en sus ojos, pese a la ternura de su abrazo.
En su sonrisa no había el menor rastro de humor.
—Estoy seguro de haberle convencido, sobre todo cuando le eché las manos al cuello. Supongo que mi reacción fue brutal, pero justificada, considerando mis sentimientos hacia ti. Hubiera podido hacer que le procesaran y le condenaran, pero estaba seguro de que tú no habrías querido soportar el calvario de un juicio público. Lo mismo que si le hubiera retado. Tu nombre también habría salido a la luz, y yo te prometí discreción.
El corazón de _____ había empezado a palpitar lenta e intensamente. Bajo sus nalgas, los muslos de Joseph parecían de acero; sus brazos, fuertes y protectores.
«... mis sentimientos hacia ti...»
Él le susurró al oído con su aliento cálido:
—¿No dijiste que me amabas por ser quien soy, no lo que soy? No el duque, sino el hombre en sí mismo.
Ella notó que le temblaban los labios cuando intentó una sonrisa.
—Ya sabes que sí.
Él la estrechó más, acunándola en sus brazos.
—Una vez, hace mucho tiempo, yo malinterpreté las palabras «Te amo» como apego a mi corazón, no a mi título y a mi patrimonio. Yo era joven, arrogante y estúpido, y ella era algo mayor y absolutamente deshonesta.
________ se había preguntado qué era exactamente lo que le había hecho tan cauto ante cualquier implicación emocional. Descansó en su abrazo y deseó en secreto que se lo contara.
En la boca de Joseph se dibujó aquella sonrisa triste; sus pestañas, largas y densas, proyectaron una sombra sobre sus ojos negros.
—Descubrí la verdadera naturaleza de Helena de un modo brutal: tuve el privilegio de encontrarla en la cama con otro hombre. Más tarde me enteré de que lo había planeado todo, incluida la primera vez que nos vimos. Le confesó a otro de sus amantes que, mucho antes de que nos conociéramos siquiera, ya le había echado el ojo a mi título y a mi fortuna, y al prestigio que implicaban. De modo que convenció a una amiga para que nos presentara, y cayó en mis brazos con decidido entusiasmo, pero no se molestó en romper sus otras relaciones. Puede que esto te parezca increíble, pero a los dieciocho años yo era ingenuo y romántico.
Ella había experimentado una desilusión similar a la misma edad, cuando se casó.
—Lo comprendo.
—Es difícil quitarse de encima la humillación que sentí al darme cuenta de que había mucha gente que sabía exactamente lo que ella estaba haciendo, y la facilidad con la que yo me dejé llevar. Entonces me consagré a la misión de destruir al personaje de Joseph Jonas, ese duque joven y susceptible.
Era difícil imaginarle sin su aplomo natural y sofisticado en todos los sentidos. El encanto irresponsable de Joseph era como el brillo de una piedra preciosa.
_______ sonrió y la acarició la mandíbula.
—Me parece que lo conseguiste.
Él hizo una mueca.
—Dios sabe que lo intenté. Durante la pasada década he jugado con el amor en el sentido físico, pero manteniéndome a distancia de lo demás. Juré que nunca volvería a cometer un error como aquel —hizo un insólito gesto de indefensión con la mano, —pero aunque sea cauto, creo que tú no mientes acerca de tus sentimientos. Yo no te haría daño para preservar mi estilo de vida, y tú has dejado claro que ser amantes es algo impensable. Me parece que no nos quedan más opciones que la obvia. Últimamente no he pensado en otra cosa y eso ha vuelto mi vida del revés.
—Yo juré que nunca volvería a confiar lo bastante en un hombre como para volver a casarme. —_______ sintió desvanecerse el horror de ese día; la frustración y la ofuscación en la voz de Joseph eran más persuasivas que ninguna edulcorada declaración de amor. —¿Lo ves? Compartimos los mismos recelos.
En los ojos de Joseph brillaba una luz solemne.
—¿Y si ambos rompemos nuestras promesas íntimas? ¿No es esa una buena forma de iniciar una vida juntos?
Ella sintió brotar una emoción tan intensa, que apenas podía hablar.
—Creo que considerando la naturaleza de las promesas y el porqué fueron hechas, sí. Pienso que sería una forma excelente de volver a empezar.
Finalmente apareció. Primero levantó la comisura de la boca y después sus ojos adquirieron un destello de malicia. El duque diabólico resurgió.
—Como si estuviera dispuesto a dejarte escoger. Incluso mi madre me dijo que sería un idiota si no insistiera en una boda rápida. Ella da consejos con mucha facilidad y yo le hago un caso moderado, pero en este caso particular estoy de acuerdo con ella.
¿Lo había hablado con su familia y ellos lo aprobaban?
—¿Sabe ella que soy estéril? —Le dolió decirlo. Dios, cómo le dolió.
—Señaló que eres joven todavía y que no hay ninguna prueba de ello. Además, creo que se siente muy aliviada al ver que pienso en el matrimonio con algo más que indiferencia y triste resignación. Se da cuenta de que mis sentimientos pesan más que su preocupación por la transmisión del título y el dinero.
_______ se sentía más mareada que nunca, pero ahora era la felicidad lo que hacía que le diera vueltas la cabeza.
—¿Qué pensará del escándalo?
Qué típico de él no preocuparse por eso.
—Si Franklin...
—Ya te he dicho que me he ocupado de todo. El no dirá una palabra, confía en mí.
—Confío en ti.
Surgió con mucha facilidad, porque era verdad. Jospeh se movió. Se puso de pie, volvió a dejarla en el banquito y se colocó frente a ella con una rodilla en el suelo. Su atractivo rostro seguía serio y sereno. Tomó las manos frías de ______ entre las suyas y las retuvo con gentil contundencia. Su mirada suplicó, buscó, y a ella le llegó a lo más profundo del alma.
—¿De verdad? ¿Lo bastante como para darle una oportunidad a un hombre con una reputación como la mía?
¿Estaba el duque de Rothay realmente a sus pies, proponiéndole matrimonio? Todas las mujeres de Londres se derretirían si estuvieran en su lugar. Quizá todas las mujeres de Inglaterra... o del continente entero...
—Joseph... —Su voz fue apenas un gemido entrecortado.
—Me bastaría con un «sí» para calmar un poco mis nervios.
¿Joseph Jonas nervioso? Ella notó el ligero temblor de aquellos esbeltos dedos de bronce que se aferraban a los suyos, y un gesto de tensión alrededor de los labios que no había visto nunca. No quedaba nada del aristócrata arrogante, y en su lugar estaba el hombre de quien ella se había enamorado con tanta facilidad. El amante gentil y considerado que se había olvidado de sí mismo para tranquilizar a una mujer aterrada; el hombre que ideaba veladas de ensueño a la luz de la luna, y bailes románticos en terrazas, y clandestinos y sensuales recorridos en carruaje.
—Sí.
La tensión se disipó. Él le presionó fugazmente los dedos y su sonrisa adquirió un audaz fulgor de victoria. Aún de rodillas, le dijo:
—He estado estrujando mi débil cerebro para intentar dar con la forma más romántica posible de hacer esto. En ningún momento pensé que ese infame Wynn fuera el catalizador. —Se detuvo y dijo con un matiz de ironía: —Me temo que nunca me he declarado.
—A mí tampoco se me ha declarado nadie —admitió ella con la voz tomada por la emoción, —pero a mi juicio lo has hecho muy bien.
Jospeh se llevó una mano de ______ a los labios y le acarició el dorso de los dedos con un beso. Alzó de modo peculiar una ceja oscura.
—Perdóname por parecer un marido autocrático, incluso antes de que nuestros nuevos votos hayan reemplazado a nuestras promesas, pero tus días como juez han terminado, mi amor.
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
EPÍLOGO
El chal de seda se deslizó sobre sus hombros, y _______ tragó el manojo de nervios que se alojó repentinamente en su garganta. El criado se marchó corriendo y ella notó la ligera presión de la mano de su esposo en la espalda.
Joseph bajó los ojos y le escudriñó la cara.
—¿Estás convencida de estar lista para esto? Esta mañana no te encontrabas bien. Siempre puedo decirle al carruaje que dé la vuelta.
Ella sonrió y afortunadamente consiguió ser convincente.
—En algún momento hay que hacerlo. Este es tan bueno como cualquiera.
Aunque él aún no lo sabía, era mejor hacerlo ahora que al cabo de unos meses. La sospecha de que podía estar embarazada le provocaba una alegría exultante a la que aún no podía abandonarse. Siempre había tenido unos período muy regulares, pero ahora tenía un retraso y había algunas otras cosillas que apuntaban en la misma dirección, incluyendo esa indisposición matutina. Vaciar el estómago cada mañana en una palangana no era exactamente placentero, pero la idea de estar esperando un hijo suyo era celestial.
Aquella tarde, en el claro del bosque en Essex. Había sucedido entonces. Por algún motivo estaba convencida de ello.
—Estoy de acuerdo. Solucionemos esto lo más rápido posible. Aunque a mí no me apetece demasiado.
—Junto a ella, Annabel Drake, la nueva condesa de Manderville, sonreía nerviosa.
Estaba deslumbrante con un vestido de seda melocotón que resaltaba aún más su tonalidad dorada y la cabellera rubia peinada con aquel elaborado recogido. —Margaret dice que desde que apareció en el periódico el anuncio de que debido a circunstancias imprevistas, ambos habíais cancelado la apuesta, toda la buena sociedad se muere por saber la razón. Imagino que esta velada será, como mínimo, interesante. Todo el mundo hablará de nosotros.
A su lado, con un elegante traje de noche marrón y crema, y el cabello enmarcando aquellas facciones que habían hecho estremecer el corazón de tantas mujeres, su espigado marido tenía una divertida expresión en los ojos. Nicholas dijo con aire perezoso:
—Te aseguro que te preocupas sin razón. Al principio parlotearán un poco y después todo el mundo se olvidará de nosotros.
—Exacto. —Joseph se ajustó el puño con aire relajado. —Debo afirmar que el plan me parece bastante brillante, qué queréis que os diga.
—Como que se te ocurrió a ti —murmuró _______ y lanzó una mirada compungida. —Cuando lo propusiste me pareció bien, pero ahora me aterra.
Aquello había sido idea de Joseph. Dos licencias especiales y una discreta boda doble, sin anunciar públicamente los enlaces en la sección de sociedad del periódico, ya que ninguno de ellos estaba interesado en un noviazgo largo, ni en más escándalos. El truco les había ahorrado el alboroto, así que pudieron disfrutar de unos días a solas, antes de que la gente bien se oliera la apasionante noticia de que dos de los calaveras más famosos de la sociedad londinense se habían casado el mismo día.
Uno de ellos con una viuda estirada, que tenía fama de ser inaccesible, pero que Rothay había sido seducido hasta su lecho, y el otro con una joven que había anulado su compromiso, para rendirse a los persuasivos encantos de lord Manderville. O versiones similares, adornadas con un montón de especulaciones, sin duda.
Era fácil imaginar los rumores que se desatarían. ________ inspiró profundamente y se cogió al brazo de su marido. La apuesta también saldría a la luz. Por supuesto que sí. Los cuatro unidos en un frente común parecía lo mejor.
—¿Preparada? —Joseph, con su traje gris entallado, y más gallardo y apuesto que lo que debería estar permitido en un hombre, sonrió con deslumbrante tranquilidad. —Limítate a actuar como si fuéramos las únicas personas de la sala.
—Lo intentaré. —Ella alzó la barbilla y recurrió a su pose más distante.
Nicholas y Annabel empezaron a bajar los peldaños de la escalera. El salón de baile de la planta noble estaba abarrotado y animadísimo, pero cuando el mayordomo anunció con su voz sonora y majestuosa al conde y la condesa de Manderville, se produjo una pausa repentina en cientos de conversaciones.
_______ se preparó, pues ellos eran los siguientes.
—El duque y la duquesa de Rothay.
En la estancia se hizo el silencio. Incluso la orquesta dejó de tocar.
«Ah, no, no tengo los nervios destrozados en absoluto», pensó ______ con cinismo. Esperaba tener el mismo aspecto tan sereno y sosegado como siempre, pero estaba muy acalorada. Notó que le ardía la cara ante las miradas atónitas de varios cientos de personas.
Como si medio Londres no estuviera observándolos con la boca abierta, Joseph murmuró en tono despreocupado:
—Espero que el champán esté bien frío. Lo detesto si no está prácticamente helado.
¿Eso era lo que le preocupaba? ¿La temperatura de las bebidas que iban a servirles? ______ no pudo evitarlo y se echó a reír. Aquel sonido flotó sobre la silenciosa quietud, algo se quebró y aquella calma sobrenatural fue sustituida por el parloteo de las voces.
Tal vez no era tan mal plan después de todo. En realidad, si ________ conseguía soportar esa velada, lo peor ya habría pasado.
La marea de elegantes invitados, ansiosos por felicitarlos, y que naturalmente esperaban alguna jugosa información sobre los idilios secretos, fue abrumadora. Pero Joseph permaneció a su lado y esquivó las preguntas obvias con su inimitable estilo, limitándose por lo general a arquear una ceja. Después de soportar una hora agotadora, se las arregló para liberarla de las apreturas y se la llevó a la pista para un vals.
—A veces se responde mejor con los hechos que con las palabras.
Al principio, ________ no terminó de comprender lo que quería decir.
Hasta que se dio cuenta de lo fuerte y muy cerca que la abrazaba. Casi como aquella tarde, cuando estaban solos en la terraza de su propiedad de Essex. Entonces a ella le había parecido algo escandaloso. En este ambiente, con toda la buena sociedad pendiente de ellos, era algo aún peor.
No le llamaban el duque diabólico sin razón. El primer impulso de ________ fue dejar una distancia decente entre ambos. Ya iban a hablar bastante sobre ellos, en cualquier caso.
—No. —Joseph no aflojó la garra de su brazo cuando ella quiso separarse. —Deja que lo vean.
—¿Que vean qué? —Protestó _______ con un leve siseo. —¿Que no te molesta ser el centro de todas las habladurías? Eso ya lo saben. Sin embargo, a mí me preocupa.
—Deja que vean que te amo.
Ella tropezó con el vuelo del diáfano vestido azul oscuro que lucía a petición de Joseph; las faldas se le arremolinaron alrededor de las piernas al moverse. Pero él le rodeó la cintura con el brazo, manteniéndola erguida con su inflexible apoyo, y sus ojos negros, conmovidos por la emoción, le sostuvieron la mirada. Con el vaivén de la música ella se olvidó de la multitud atenta, de los susurros, de las miradas ávidas. Una felicidad que no creía posible convirtió la noche de un juicio en una victoria.
Joseph inclinó la cabeza para acariciarle la sien con la boca, mientras ambos se daban la vuelta. Aquella tierna caricia era un gesto demasiado personal para que lo vieran cientos de testigos.
A ella no le importó. «Te amo.»
Él no lo había dicho antes y ella tampoco lo había exigido.
Tal vez él tenía razón. Estaba segura de que los chismosos se estaban preguntando cómo la distante lady Wynn había capturado al guapo y malicioso duque, sin que apenas se les hubiera visto intercambiar una mirada en público.
No lo hubiera hecho, de no haber sido por una apuesta muy indecente.
¿Seguía teniendo los pies en el suelo? De ser así, no lo notaba.
—¿He mencionado antes lo agradecida que estoy por la existencia del clarete? —murmuró.
Él se echó a reír, al comprender que se refería a aquella profética noche en la que Nicholas y él habían ideado el desafío; pero sus ojos tenían una expresión seria.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—No.
—¿Entonces? —La hizo girar con elegancia. Haciendo caso omiso de la escandalizada audiencia, ella susurró:
—Abrázame más fuerte.
FIN
El chal de seda se deslizó sobre sus hombros, y _______ tragó el manojo de nervios que se alojó repentinamente en su garganta. El criado se marchó corriendo y ella notó la ligera presión de la mano de su esposo en la espalda.
Joseph bajó los ojos y le escudriñó la cara.
—¿Estás convencida de estar lista para esto? Esta mañana no te encontrabas bien. Siempre puedo decirle al carruaje que dé la vuelta.
Ella sonrió y afortunadamente consiguió ser convincente.
—En algún momento hay que hacerlo. Este es tan bueno como cualquiera.
Aunque él aún no lo sabía, era mejor hacerlo ahora que al cabo de unos meses. La sospecha de que podía estar embarazada le provocaba una alegría exultante a la que aún no podía abandonarse. Siempre había tenido unos período muy regulares, pero ahora tenía un retraso y había algunas otras cosillas que apuntaban en la misma dirección, incluyendo esa indisposición matutina. Vaciar el estómago cada mañana en una palangana no era exactamente placentero, pero la idea de estar esperando un hijo suyo era celestial.
Aquella tarde, en el claro del bosque en Essex. Había sucedido entonces. Por algún motivo estaba convencida de ello.
—Estoy de acuerdo. Solucionemos esto lo más rápido posible. Aunque a mí no me apetece demasiado.
—Junto a ella, Annabel Drake, la nueva condesa de Manderville, sonreía nerviosa.
Estaba deslumbrante con un vestido de seda melocotón que resaltaba aún más su tonalidad dorada y la cabellera rubia peinada con aquel elaborado recogido. —Margaret dice que desde que apareció en el periódico el anuncio de que debido a circunstancias imprevistas, ambos habíais cancelado la apuesta, toda la buena sociedad se muere por saber la razón. Imagino que esta velada será, como mínimo, interesante. Todo el mundo hablará de nosotros.
A su lado, con un elegante traje de noche marrón y crema, y el cabello enmarcando aquellas facciones que habían hecho estremecer el corazón de tantas mujeres, su espigado marido tenía una divertida expresión en los ojos. Nicholas dijo con aire perezoso:
—Te aseguro que te preocupas sin razón. Al principio parlotearán un poco y después todo el mundo se olvidará de nosotros.
—Exacto. —Joseph se ajustó el puño con aire relajado. —Debo afirmar que el plan me parece bastante brillante, qué queréis que os diga.
—Como que se te ocurrió a ti —murmuró _______ y lanzó una mirada compungida. —Cuando lo propusiste me pareció bien, pero ahora me aterra.
Aquello había sido idea de Joseph. Dos licencias especiales y una discreta boda doble, sin anunciar públicamente los enlaces en la sección de sociedad del periódico, ya que ninguno de ellos estaba interesado en un noviazgo largo, ni en más escándalos. El truco les había ahorrado el alboroto, así que pudieron disfrutar de unos días a solas, antes de que la gente bien se oliera la apasionante noticia de que dos de los calaveras más famosos de la sociedad londinense se habían casado el mismo día.
Uno de ellos con una viuda estirada, que tenía fama de ser inaccesible, pero que Rothay había sido seducido hasta su lecho, y el otro con una joven que había anulado su compromiso, para rendirse a los persuasivos encantos de lord Manderville. O versiones similares, adornadas con un montón de especulaciones, sin duda.
Era fácil imaginar los rumores que se desatarían. ________ inspiró profundamente y se cogió al brazo de su marido. La apuesta también saldría a la luz. Por supuesto que sí. Los cuatro unidos en un frente común parecía lo mejor.
—¿Preparada? —Joseph, con su traje gris entallado, y más gallardo y apuesto que lo que debería estar permitido en un hombre, sonrió con deslumbrante tranquilidad. —Limítate a actuar como si fuéramos las únicas personas de la sala.
—Lo intentaré. —Ella alzó la barbilla y recurrió a su pose más distante.
Nicholas y Annabel empezaron a bajar los peldaños de la escalera. El salón de baile de la planta noble estaba abarrotado y animadísimo, pero cuando el mayordomo anunció con su voz sonora y majestuosa al conde y la condesa de Manderville, se produjo una pausa repentina en cientos de conversaciones.
_______ se preparó, pues ellos eran los siguientes.
—El duque y la duquesa de Rothay.
En la estancia se hizo el silencio. Incluso la orquesta dejó de tocar.
«Ah, no, no tengo los nervios destrozados en absoluto», pensó ______ con cinismo. Esperaba tener el mismo aspecto tan sereno y sosegado como siempre, pero estaba muy acalorada. Notó que le ardía la cara ante las miradas atónitas de varios cientos de personas.
Como si medio Londres no estuviera observándolos con la boca abierta, Joseph murmuró en tono despreocupado:
—Espero que el champán esté bien frío. Lo detesto si no está prácticamente helado.
¿Eso era lo que le preocupaba? ¿La temperatura de las bebidas que iban a servirles? ______ no pudo evitarlo y se echó a reír. Aquel sonido flotó sobre la silenciosa quietud, algo se quebró y aquella calma sobrenatural fue sustituida por el parloteo de las voces.
Tal vez no era tan mal plan después de todo. En realidad, si ________ conseguía soportar esa velada, lo peor ya habría pasado.
La marea de elegantes invitados, ansiosos por felicitarlos, y que naturalmente esperaban alguna jugosa información sobre los idilios secretos, fue abrumadora. Pero Joseph permaneció a su lado y esquivó las preguntas obvias con su inimitable estilo, limitándose por lo general a arquear una ceja. Después de soportar una hora agotadora, se las arregló para liberarla de las apreturas y se la llevó a la pista para un vals.
—A veces se responde mejor con los hechos que con las palabras.
Al principio, ________ no terminó de comprender lo que quería decir.
Hasta que se dio cuenta de lo fuerte y muy cerca que la abrazaba. Casi como aquella tarde, cuando estaban solos en la terraza de su propiedad de Essex. Entonces a ella le había parecido algo escandaloso. En este ambiente, con toda la buena sociedad pendiente de ellos, era algo aún peor.
No le llamaban el duque diabólico sin razón. El primer impulso de ________ fue dejar una distancia decente entre ambos. Ya iban a hablar bastante sobre ellos, en cualquier caso.
—No. —Joseph no aflojó la garra de su brazo cuando ella quiso separarse. —Deja que lo vean.
—¿Que vean qué? —Protestó _______ con un leve siseo. —¿Que no te molesta ser el centro de todas las habladurías? Eso ya lo saben. Sin embargo, a mí me preocupa.
—Deja que vean que te amo.
Ella tropezó con el vuelo del diáfano vestido azul oscuro que lucía a petición de Joseph; las faldas se le arremolinaron alrededor de las piernas al moverse. Pero él le rodeó la cintura con el brazo, manteniéndola erguida con su inflexible apoyo, y sus ojos negros, conmovidos por la emoción, le sostuvieron la mirada. Con el vaivén de la música ella se olvidó de la multitud atenta, de los susurros, de las miradas ávidas. Una felicidad que no creía posible convirtió la noche de un juicio en una victoria.
Joseph inclinó la cabeza para acariciarle la sien con la boca, mientras ambos se daban la vuelta. Aquella tierna caricia era un gesto demasiado personal para que lo vieran cientos de testigos.
A ella no le importó. «Te amo.»
Él no lo había dicho antes y ella tampoco lo había exigido.
Tal vez él tenía razón. Estaba segura de que los chismosos se estaban preguntando cómo la distante lady Wynn había capturado al guapo y malicioso duque, sin que apenas se les hubiera visto intercambiar una mirada en público.
No lo hubiera hecho, de no haber sido por una apuesta muy indecente.
¿Seguía teniendo los pies en el suelo? De ser así, no lo notaba.
—¿He mencionado antes lo agradecida que estoy por la existencia del clarete? —murmuró.
Él se echó a reír, al comprender que se refería a aquella profética noche en la que Nicholas y él habían ideado el desafío; pero sus ojos tenían una expresión seria.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir?
—No.
—¿Entonces? —La hizo girar con elegancia. Haciendo caso omiso de la escandalizada audiencia, ella susurró:
—Abrázame más fuerte.
FIN
Bueno chicas ahora si el final
Muchas Gracias a las que empezaron a leer la novela y yo no la segui :(
de verdad que lo siento
y Muchas Gracias a las nuevas lectoras :)
espero que les haya gustado la novela :)
y voy a subir otra
asiq despues les dejo la sinopsis :)
y espero verlas por esa tambien cuando la sube :)
Muchas Gracias a las que empezaron a leer la novela y yo no la segui :(
de verdad que lo siento
y Muchas Gracias a las nuevas lectoras :)
espero que les haya gustado la novela :)
y voy a subir otra
asiq despues les dejo la sinopsis :)
y espero verlas por esa tambien cuando la sube :)
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww
me encanro fue tan hermosa :hug:
como esos dos calaveras cambiaron por la mujer que aman
sigo pensando en donde estan los hombres asi???
aww gracias por subirla!!!!
nos leeremos pronto!!
me encanro fue tan hermosa :hug:
como esos dos calaveras cambiaron por la mujer que aman
sigo pensando en donde estan los hombres asi???
aww gracias por subirla!!!!
nos leeremos pronto!!
aranzhitha
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Me encanto el final
No quería que acabara me siento triste no quería que terminara
Ame la novele completamente
No quería que acabara me siento triste no quería que terminara
Ame la novele completamente
JB&1D2
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
OOOOOOOOHHH!!
SE CAASAAROOONN LOSCUATROS EL MISMO DIAAAAA!!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!
Y ELLA ESTA EMBARAAAZAADAAAA!!!
Y GUUUAAUU AME ESTA NOOVEEEEE!!!
Y ME VERAS EN LA OTRA QUE SUUBAAASSS!!!
GRAAACIAAS POR SUBIIIRR ESTAA
SE CAASAAROOONN LOSCUATROS EL MISMO DIAAAAA!!!!!
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!
Y ELLA ESTA EMBARAAAZAADAAAA!!!
Y GUUUAAUU AME ESTA NOOVEEEEE!!!
Y ME VERAS EN LA OTRA QUE SUUBAAASSS!!!
GRAAACIAAS POR SUBIIIRR ESTAA
chelis
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Hola chicas!!!!
que bueno que les gusto tanto la nove y denuevo gracias por la espera :)
de verdad Muchisimas Gracias por comentar siempre a pesar de todo :)
ya tengo una nueva nove porq la quye iva a subir ya esta en el foro :(
asiq buesque otra y por suerte es del mismos autor q la que yo queria subir :)
todavia no la empeze a subir porq quiero ver si les gusta la novela se llama:
cha cha cahn
"LA MUJER DE SU HERMANO"
jejej
me encanta el titulo!!!!
ahora les dejo el argumento y si les gusta digame que la empiezo a subir a la noche :)
Argumento:que bueno que les gusto tanto la nove y denuevo gracias por la espera :)
de verdad Muchisimas Gracias por comentar siempre a pesar de todo :)
ya tengo una nueva nove porq la quye iva a subir ya esta en el foro :(
asiq buesque otra y por suerte es del mismos autor q la que yo queria subir :)
todavia no la empeze a subir porq quiero ver si les gusta la novela se llama:
cha cha cahn
"LA MUJER DE SU HERMANO"
jejej
me encanta el titulo!!!!
ahora les dejo el argumento y si les gusta digame que la empiezo a subir a la noche :)
Aquél era un hombre de palabra…
Herido en cuerpo y alma, Joe Jonas no se creía merecedor de disfrutar de la compañía de nadie. Fue entonces cuando a su hermano le pasó factura su forma de vida y Joe se dio cuenta de que el honor le obligaba a hacerse cargo de la esposa de su hermano… Allí de pie, con el cuello del abrigo levantado y el rifle en la mano, Joe era el hombre más intimidante que ________ había visto en su vida. Y, aunque las falsas promesas de otro hombre ya le habían roto el corazón, no pudo evitar confiar en aquel desconocido. De hecho, instintivamente supo que debía aprovechar la oportunidad que Joe le brindaba, por ella misma… y por su futuro hijo.
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
AAAAAIII SIIIIII SUBEEELAAAAAAA POOOORRFIISS PORFIIIIISS
chelis
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