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[Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Ahhhhh!! mujer pero como la dejas ahii?? esta buenisiimaaa & me ha dejado con ganas de saber mas por supuestooo!!! Pleasee sIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA esta geniaaal!!!
sIGUELAA
sIGUELAA
.Lu' Anne Lovegood.
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
jajajjajja...pobre nicholas todo despechado
la pregunta es por q lo hace la rayis
y q fue lo que le paso a joe!!!!!!!!
siguelaaaaaaaaaaaaa
la pregunta es por q lo hace la rayis
y q fue lo que le paso a joe!!!!!!!!
siguelaaaaaaaaaaaaa
Julieta♥
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
CAPÍTULO 03
Era un establecimiento pequeño, sito en un vecindario del East End donde _________ no había estado nunca. El deplorable aspecto exterior la había hecho dudar, pero aquello era perfecto para su plan, ya que los escasos y aturdidos clientes de la fría y húmeda taberna repleta de humo apenas se habían fijado en ella. El dueño la había acompañado a una salita que quedaba a cierta altura sobre el suelo pegajoso y las mesas tambaleantes de la sala principal, y trajo una botella de vino que probablemente no era el que los altaneros duque de Rothay y lord Manderville estaban acostumbrados a beber, pero que serviría para la ocasión.
La discreción era el plato principal del día.
Con las palmas de las manos húmedas bajo los guantes, se dejó caer en una silla y tuvo la sensación de que el velo la ahogaría. ________, que había llegado temprano pues no tenía intención de hacer una entrada espectacular cuando ambos hombres estuvieran ya allí, intentó no hacer caso de ciertos evidentes temblores internos.
«Vaya una seductora estás hecha», se dijo burlándose de sí misma, sin estar segura en absoluto, pese a haber llegado tan lejos, de no querer salir corriendo de allí. Le pareció que las vigas ennegrecidas de los techos bajos estaban demasiado cerca y le llegaron con discordante claridad las risotadas estridentes de algún cliente borracho. El olor a cerveza rancia derramada era como una especie de capa pesada en el ambiente.
«Debería irme ahora mismo.»
No. Irguió la espalda y se levantó el velo para dar un sorbo rápido de la copa de vino. La vida que había vivido hasta entonces era la existencia sofocante de una mujer que nunca había corrido un solo riesgo. No había tenido la oportunidad de hacer algo así... hasta ahora. Era una ocasión perversa y escandalosa de hacer algo tan osado e insólito que simplemente no podía dejarla escapar. Una oportunidad de reparar el daño hecho a su vida, si las cosas iban como ella esperaba.
Esto es, a menos de que el duque y el conde se negaran en cuanto supiesen quién era ella. _________ imaginaba que eso era posible, pero francamente creía ser la persona indicada para dirimir su absurda disputa masculina. Lo había sopesado una y otra vez.
Era viuda, de modo que ellos no mancillarían a una inocente. No quería nada de ellos, salvo la promesa sensual implícita en la propia naturaleza de su apuesta, que se proponía dilucidar.
Era la última persona de quien la sociedad sospecharía que iba a ayudarlos, cosa que seguro les intrigaría un poquito. Su gélida reputación bastaría para incitar su curiosidad sobre ella y aumentar el deseo de demostrar esa vanidosa cuestión de su competencia sexual. ¿Verdad?
Eso es. Su argumentación se basaría en dichos puntos.
¿Necesitaría discutir? Tratándose de tamaños y reconocidos libertinos, lo más probable era que solo exigieran su aquiescencia total. Ambos tenían una reputación incontestable.
—Milady, tiene usted un invitado. —El obsequioso tabernero apareció en la desvencijada entrada y luego se escabulló; fue sustituido por una figura alta y morena, un hombre que se detuvo un segundo antes de avanzar con su habitual estilo depredador.
«Rothay.»
El legendario duque llevaba un traje de noche oscuro, con la intención obvia de ir a algún lugar mucho más refinado después de la entrevista, tal vez al mismo baile al que ella asistiría más tarde. Como de costumbre, el aspecto de Joseph Jonas era urbano, sofisticado y con un toque de arrogancia. Su lustroso cabello azabache ligerísimamente ondulado remarcaba la belleza escultórica de sus facciones: unas cejas un tanto arqueadas, una nariz recta, el perfil de la mandíbula y el mentón nítido y un poco cuadrado. Su boca, infame por aquella característica sonrisa maliciosa, se curvó de forma casi imperceptible al verle la cara cubierta por el velo. Sus ojos oscuros evaluaron abiertamente su atavío y ella captó el brillo de curiosidad en ellos.
Estaba tan guapo como siempre, tan impresionante como murmuraban todos, y aquel seductor gesto de la boca formaba parte de su celebrado personaje. Le inspeccionó el escote con la mirada y su sonrisa se expandió lentamente.
Dios, estaba intrigado. Mientras ella no perdiera los nervios y obtuviese las garantías que necesitaba, este acuerdo se sellaría pronto.
—Buenas tardes, excelencia —dijo _____ con una entonación deliberadamente fría.
Algo centelleó en los ojos de Joseph, tal vez la sensación de que reconocía la voz. Se inclinó cortésmente, moviéndose con fluidez y naturalidad. Cuando se irguió, pareció que su cabeza quedaba apenas a unos treinta centímetros del tambaleante techo.
—Buenas tardes.
—¿Vamos a esperar a lord Manderville? Me he tomado la libertad de pedir un poco de vino. Por favor, sírvase usted mismo. He indicado que no hubiera ningún criado presente. Me pareció... prudente.
Menuda ironía escoger esa palabra. Nada de lo que ella estaba haciendo era prudente.
—Por supuesto. Como guste. —Él echó una ojeada somera a la modesta salita, escogió una silla, se instaló en ella con un suave movimiento y extendió sus largas piernas. —Esta es una elección excelente para nuestra pequeña reunión, sin duda. No creo que nadie vaya a topar con nosotros en este sitio. Por favor, no me diga que vino usted hasta aquí sin acompañante.
Tenía toda la razón. El vecindario era cuestionable, pero el cochero de ______ era un joven fornido, un auténtico galés agradecido por haber eludido el destino de su familia durante generaciones de trabajar en las minas, y por ello de una lealtad incondicional. Huw se había ocupado de dejarla sana y salva en el interior, y se ocuparía de llevarla de vuelta a casa con la misma solicitud. Ella sacudió la cabeza y el velo se movió ligeramente; aquel interés por su seguridad era un tanto inesperado.
—No soy temeraria, excelencia.
—Jamás sugeriría algo parecido. Pero no me importa admitir que usted me provoca mucha curiosidad. ¿Qué la impulsó a ponerse en contacto con nosotros, si se me permite preguntarlo?
La botella de vino y las copas estaban sobre la mesa; él cogió una con despreocupación y se sirvió, pero ella tuvo la impresión de que, a pesar de la aparente indiferencia de su gesto, estaba enormemente interesado en su respuesta.
¿Qué pensaba él? ¿Que ella era una mujer desesperada y solitaria, tan hambrienta de atención masculina que se acostaría con dos hombres solo por obtener un poco de afecto? Bien, tal vez fuera lógico para otros, pero no era su caso. Si ella deseaba compañía varonil, podía encontrarla con bastante facilidad. Incluso con su reputación de ser distante, estaba harta de rechazar a pretendientes potenciales. En cuanto a la soledad, desde luego prefería con mucho ser una viuda que una esposa; ya se sabe que todo tiene un precio.
Ella ya lo había pagado con creces y por eso estaba allí. ¿Se sentía insatisfecha? Sí, porque a su vida le faltaba algo, como una omisión evidente en un rompecabezas incompleto que arruinaba la imagen general. Encontrar aquella pieza y encajarla en el lugar correspondiente era importante para ella. Aquello afectaba a todo su futuro en todas las formas imaginables.
La pasión física era un misterio que se le escapaba. No se le ocurría ninguna forma de resolverlo y seguir siendo respetable. Excepto esta.
Había sido estafada por un matrimonio que para empezar no había deseado, y la insensibilidad de su marido en la alcoba no era más que un aspecto de su fallida relación. Ahora que él se había ido, había otras facetas de aquella negligencia sobre las que ella no podía hacer nada, pero sí podía averiguar si el hecho de no haber disfrutado de la relación conyugal era culpa suya, como Edward defendía.
Era lógico suponer que si no disfrutaba en los brazos de dos de los amantes más celebrados de Londres, entonces era problema suyo. Hasta que lo supiera, era muy improbable que volviera a relacionarse con ningún hombre. Con ser una amarga decepción para un marido una vez, había más que suficiente. No estaba segura siquiera de si volvería a desear algún día tener una relación íntima con un varón, pero quería tener la oportunidad de decidirlo sin que el peso de su pasado interfiriera en su presente.
—Supongo que es natural que se pregunte por los motivos que tengo para ofrecerme a dar mi opinión en su insólita competición —expuso ________ sin traslucir ninguna emoción en la voz, mirando fijamente a través del velo de tul al atractivo hombre que tenía enfrente. —Creo que aparece implícito en mi mensaje inicial.
Aquellas arqueadas cejas de ébano se alzaron un milímetro.
—Ah, sí, la implicación de que los amantes que ha tenido hasta la fecha la han decepcionado. Qué lástima que cualquier mujer se sienta de ese modo.
La caricia de su cálida voz fue algo tangible, como si él ya se hubiera acercado a ella y la hubiera tocado. También había algo en la forma en que se contenía. Era imposible que no supiera hasta qué punto su apariencia perturbaba a las mujeres, pero no era esa el arma que utilizaba para conquistarlas.
No era de extrañar que las féminas cayeran ante él como si se arrojaran por un acantilado, pensó ________ mientras lo miraba al otro lado de aquella mesa desvencijada y raída. Si él personificaba el pecado, este era delicioso en grado sumo. Aquel entorno tan zafio era como una especie de escaparate de su enorme poder. Superpuesto a los suelos desgastados, las paredes manchadas y a una silla inapropiada a su impresionante estatura, solo realzaba lo varonil y aristocrático que era en todos los sentidos.
—Amante —puntualizó ella. Sin plural.
Y como lo que había pasado en su lecho matrimonial no parecía tener nada que ver con el amor, no estaba segura de que el término fuera correcto. Su piedad no le interesaba. Su ayuda sí.
—¿Un solo hombre? Ya veo.
«Solo uno.» Probablemente un concepto extraño para un hombre como el osado duque, en cuyo disipado pasado debía de haber muchas amantes.
El seguía con la misma sonrisa complacida y devastadora.
—No debe juzgar a todos los hombres con demasiada severidad a partir de los errores de un único ejemplo de nuestro sexo.
—Ah, ¿no? —Sería agradable parecer coqueta, pero temía no poder conseguirlo.
—Por supuesto que no. —Su mirada se dirigió otra vez a la carne marfileña que desbordaba su corpiño. —Del mismo modo que cada mujer es única, imagino que también nosotros somos todos distintos. Yo opino que los hombres en general son más egoístas por naturaleza. Lamento que haya tenido esa experiencia previa, pero reitero que no todos somos iguales.
Ella sintió el ardor de aquel examen pormenorizado, como si él le pasara un dedo sobre la piel.
Una vez más el encanto del duque quedaba fuera de duda. Formaba con ella una pareja muy desigual, pero _______ no iba a permitir que él lo supiera.
—Tal vez tenga —dijo con actitud indiferente —la oportunidad de demostrar su punto de vista, excelencia.
—Tengo la clara sensación de que no tendré ningún inconveniente en hacerlo, mi misteriosa dama.
Era imposible beberse el vino sin levantar el velo, de modo que _______ toqueteó el pie de la copa con aire de duda, mirando al hombre del otro lado de la mesa con gesto cauteloso.
—Siento llegar un poco tarde. —La aparición de lord Manderville evitó que ella tuviera que decir algo más. No quería proporcionar demasiadas pistas sobre su identidad hasta que ambos le dieran su palabra de caballeros de que jamás la revelarían.
El conde entró en la sala y la sometió a una evaluación prácticamente idéntica a la de su amigo, con una mirada de pasada que se detuvo apenas un instante en el escote de su vestido a la última moda, y luego acabó en la cortina de tela que le cubría la cara. Una sonrisa traviesa dejó ver una perfecta dentadura blanca.
—Veo que este es un auténtico juego de intriga. Es un placer conocerla.
—Usted ya me conoce —respondió ________ tan serenamente como pudo.
Descubrió que tenerlos a ambos en aquella estancia le resultaba un tanto desconcertante. Por un lado los dos eran muy altos y tenían un formidable aire de seguridad masculina, que parecía llenar aquel reducido espacio. La belleza dorada de Nicholas Drake le había reportado el sobrenombre de «el ángel». Rothay, en cambio, había sido bautizado irónicamente como «el duque diabólico».
Ambos formaban una pareja irresistible, si bien dispar, el ángel y el diablo, y ella notó con inquieta aprensión que se le formaba un nudo en el estómago.
Aquello no iba a salir bien. Allí estaba ella, haciéndoles una descarada proposición sexual. Las mujeres que se desplazaban hasta oscuras tabernas para encontrarse con libertinos del calibre de aquellos dos hombres que estaban con ella ahora, no debían sucumbir a un ataque de nervios.
Enderezó la espalda y recuperó su prestancia.
—¿Ya la conozco? —Manderville aceptó una copa de vino del duque con un gesto de agradecimiento, sin apartar la mirada del rostro de _______, y se sentó en una silla inestable que emitió un quejido.
—Ambos me conocen.
—Ah, ya pensé que su voz parecía refinada y tal vez familiar. Pero no podemos ser viejos conocidos o la habría identificado con mayor certeza. Tengo muy buen oído para estas cosas. —Su sonrisa era tan angelical como atractiva y maliciosa la del duque.
Mientras que de Joseph Jonas emanaba un aire de intensidad casi peligroso, el conde era todo indolencia y refinada despreocupación varonil.
Eran muy distintos, y sin embargo ambos ofrecían el mismo supuesto paraíso entre sus brazos.
A continuación venía la parte complicada. _______ no podía culparlos por querer saber quién era ella, ni por echarle una mirada antes de aceptar, pero tampoco estaba dispuesta a quitarse el velo antes de estar segura de su silencio. Si no estaban dispuestos a ello, se marcharía de inmediato. Incluso los mensajeros que había contratado para traer y llevar las notas, habían sido sometidos a un complicado proceso para asegurar que no se los relacionaría con ella.
Se suponía que esto debía salvarle la vida, no destruírsela.
Ellos podían tener fama de cortejar y desaparecer después de haberse acostado con una serie de bellezas de la alta sociedad, pero ella nunca había oído que se pusiera en duda su sentido del honor y estaba dispuesta a aceptar su palabra. Rothay, con su inmensa fortuna, probablemente debía manejar con eficiencia enormes propiedades financieras, y Manderville era también un hombre rico con las mismas responsabilidades. Ambos tenían un escaño en la Cámara de los Lores. Era un poco cómico ver a todas aquellas madres intrigantes intentando que se fijaran en sus hijas casaderas, pero se sabía que ambos huían de las damitas solteras como si estas tuvieran una enfermedad contagiosa.
En resumen, los dos eran honorables a su manera, o en eso ciertamente confiaba ella. Estaba a punto de arriesgar su reputación sobre ese supuesto. En cualquier caso, el velo era su seguro en caso de que ellos, por cualquier motivo, no aceptaran.
—Antes de entrar a discutir siquiera esta situación inusual —dijo _______ con firmeza, —necesito que me den su palabra de que mi nombre nunca se relacionará con esto en ningún sentido. Aunque esta tarde no lleguemos a un acuerdo, no quiero que nadie sepa ni siquiera que lo consideré. —Y sin pensar añadió una cita en voz baja: —«Con cada palabra, muere una reputación».
—Alexander Pope, creo —dijo el duque, que parecía divertido, arqueando las cejas. —Ahora estoy demasiado intrigado para negarme. Yo no se lo diré a nadie.
—Yo también le doy mi palabra. —Nicholas Drake asintió con su cabeza rubia y entornó los ojos un milímetro mientras miraba fijamente aquella cara oculta. —Su secreto está a salvo aquí.
—Muy bien. — _______ levantó el sombrero y el velo, los dejó a un lado y se alisó el cabello con unos dedos que temblaban apenas.
Fue ella quien se divirtió al ver la sorpresa reflejada en las caras de ambos. La sala quedó en silencio.
Aquello era una prueba de su reputación. Ella tenía fama de ser una mujer gélidamente formal e inasequible, no de alguien que concertaba encuentros en dudosas tabernas.
¿Con qué frecuencia, se preguntó, alguno de ellos se quedaba sin palabras?
Rara vez, en su opinión.
—Lady Wynn —fue Rothay quien se recuperó primero, pero siguió mirándola con la copa de vino en sus esbeltos dedos, —he de admitir que estoy sorprendido.
Ella notó que en sus labios se dibujaba una sonrisita nerviosa.
—Excelencia, ¿de un modo agradable o desagradable?
Era un establecimiento pequeño, sito en un vecindario del East End donde _________ no había estado nunca. El deplorable aspecto exterior la había hecho dudar, pero aquello era perfecto para su plan, ya que los escasos y aturdidos clientes de la fría y húmeda taberna repleta de humo apenas se habían fijado en ella. El dueño la había acompañado a una salita que quedaba a cierta altura sobre el suelo pegajoso y las mesas tambaleantes de la sala principal, y trajo una botella de vino que probablemente no era el que los altaneros duque de Rothay y lord Manderville estaban acostumbrados a beber, pero que serviría para la ocasión.
La discreción era el plato principal del día.
Con las palmas de las manos húmedas bajo los guantes, se dejó caer en una silla y tuvo la sensación de que el velo la ahogaría. ________, que había llegado temprano pues no tenía intención de hacer una entrada espectacular cuando ambos hombres estuvieran ya allí, intentó no hacer caso de ciertos evidentes temblores internos.
«Vaya una seductora estás hecha», se dijo burlándose de sí misma, sin estar segura en absoluto, pese a haber llegado tan lejos, de no querer salir corriendo de allí. Le pareció que las vigas ennegrecidas de los techos bajos estaban demasiado cerca y le llegaron con discordante claridad las risotadas estridentes de algún cliente borracho. El olor a cerveza rancia derramada era como una especie de capa pesada en el ambiente.
«Debería irme ahora mismo.»
No. Irguió la espalda y se levantó el velo para dar un sorbo rápido de la copa de vino. La vida que había vivido hasta entonces era la existencia sofocante de una mujer que nunca había corrido un solo riesgo. No había tenido la oportunidad de hacer algo así... hasta ahora. Era una ocasión perversa y escandalosa de hacer algo tan osado e insólito que simplemente no podía dejarla escapar. Una oportunidad de reparar el daño hecho a su vida, si las cosas iban como ella esperaba.
Esto es, a menos de que el duque y el conde se negaran en cuanto supiesen quién era ella. _________ imaginaba que eso era posible, pero francamente creía ser la persona indicada para dirimir su absurda disputa masculina. Lo había sopesado una y otra vez.
Era viuda, de modo que ellos no mancillarían a una inocente. No quería nada de ellos, salvo la promesa sensual implícita en la propia naturaleza de su apuesta, que se proponía dilucidar.
Era la última persona de quien la sociedad sospecharía que iba a ayudarlos, cosa que seguro les intrigaría un poquito. Su gélida reputación bastaría para incitar su curiosidad sobre ella y aumentar el deseo de demostrar esa vanidosa cuestión de su competencia sexual. ¿Verdad?
Eso es. Su argumentación se basaría en dichos puntos.
¿Necesitaría discutir? Tratándose de tamaños y reconocidos libertinos, lo más probable era que solo exigieran su aquiescencia total. Ambos tenían una reputación incontestable.
—Milady, tiene usted un invitado. —El obsequioso tabernero apareció en la desvencijada entrada y luego se escabulló; fue sustituido por una figura alta y morena, un hombre que se detuvo un segundo antes de avanzar con su habitual estilo depredador.
«Rothay.»
El legendario duque llevaba un traje de noche oscuro, con la intención obvia de ir a algún lugar mucho más refinado después de la entrevista, tal vez al mismo baile al que ella asistiría más tarde. Como de costumbre, el aspecto de Joseph Jonas era urbano, sofisticado y con un toque de arrogancia. Su lustroso cabello azabache ligerísimamente ondulado remarcaba la belleza escultórica de sus facciones: unas cejas un tanto arqueadas, una nariz recta, el perfil de la mandíbula y el mentón nítido y un poco cuadrado. Su boca, infame por aquella característica sonrisa maliciosa, se curvó de forma casi imperceptible al verle la cara cubierta por el velo. Sus ojos oscuros evaluaron abiertamente su atavío y ella captó el brillo de curiosidad en ellos.
Estaba tan guapo como siempre, tan impresionante como murmuraban todos, y aquel seductor gesto de la boca formaba parte de su celebrado personaje. Le inspeccionó el escote con la mirada y su sonrisa se expandió lentamente.
Dios, estaba intrigado. Mientras ella no perdiera los nervios y obtuviese las garantías que necesitaba, este acuerdo se sellaría pronto.
—Buenas tardes, excelencia —dijo _____ con una entonación deliberadamente fría.
Algo centelleó en los ojos de Joseph, tal vez la sensación de que reconocía la voz. Se inclinó cortésmente, moviéndose con fluidez y naturalidad. Cuando se irguió, pareció que su cabeza quedaba apenas a unos treinta centímetros del tambaleante techo.
—Buenas tardes.
—¿Vamos a esperar a lord Manderville? Me he tomado la libertad de pedir un poco de vino. Por favor, sírvase usted mismo. He indicado que no hubiera ningún criado presente. Me pareció... prudente.
Menuda ironía escoger esa palabra. Nada de lo que ella estaba haciendo era prudente.
—Por supuesto. Como guste. —Él echó una ojeada somera a la modesta salita, escogió una silla, se instaló en ella con un suave movimiento y extendió sus largas piernas. —Esta es una elección excelente para nuestra pequeña reunión, sin duda. No creo que nadie vaya a topar con nosotros en este sitio. Por favor, no me diga que vino usted hasta aquí sin acompañante.
Tenía toda la razón. El vecindario era cuestionable, pero el cochero de ______ era un joven fornido, un auténtico galés agradecido por haber eludido el destino de su familia durante generaciones de trabajar en las minas, y por ello de una lealtad incondicional. Huw se había ocupado de dejarla sana y salva en el interior, y se ocuparía de llevarla de vuelta a casa con la misma solicitud. Ella sacudió la cabeza y el velo se movió ligeramente; aquel interés por su seguridad era un tanto inesperado.
—No soy temeraria, excelencia.
—Jamás sugeriría algo parecido. Pero no me importa admitir que usted me provoca mucha curiosidad. ¿Qué la impulsó a ponerse en contacto con nosotros, si se me permite preguntarlo?
La botella de vino y las copas estaban sobre la mesa; él cogió una con despreocupación y se sirvió, pero ella tuvo la impresión de que, a pesar de la aparente indiferencia de su gesto, estaba enormemente interesado en su respuesta.
¿Qué pensaba él? ¿Que ella era una mujer desesperada y solitaria, tan hambrienta de atención masculina que se acostaría con dos hombres solo por obtener un poco de afecto? Bien, tal vez fuera lógico para otros, pero no era su caso. Si ella deseaba compañía varonil, podía encontrarla con bastante facilidad. Incluso con su reputación de ser distante, estaba harta de rechazar a pretendientes potenciales. En cuanto a la soledad, desde luego prefería con mucho ser una viuda que una esposa; ya se sabe que todo tiene un precio.
Ella ya lo había pagado con creces y por eso estaba allí. ¿Se sentía insatisfecha? Sí, porque a su vida le faltaba algo, como una omisión evidente en un rompecabezas incompleto que arruinaba la imagen general. Encontrar aquella pieza y encajarla en el lugar correspondiente era importante para ella. Aquello afectaba a todo su futuro en todas las formas imaginables.
La pasión física era un misterio que se le escapaba. No se le ocurría ninguna forma de resolverlo y seguir siendo respetable. Excepto esta.
Había sido estafada por un matrimonio que para empezar no había deseado, y la insensibilidad de su marido en la alcoba no era más que un aspecto de su fallida relación. Ahora que él se había ido, había otras facetas de aquella negligencia sobre las que ella no podía hacer nada, pero sí podía averiguar si el hecho de no haber disfrutado de la relación conyugal era culpa suya, como Edward defendía.
Era lógico suponer que si no disfrutaba en los brazos de dos de los amantes más celebrados de Londres, entonces era problema suyo. Hasta que lo supiera, era muy improbable que volviera a relacionarse con ningún hombre. Con ser una amarga decepción para un marido una vez, había más que suficiente. No estaba segura siquiera de si volvería a desear algún día tener una relación íntima con un varón, pero quería tener la oportunidad de decidirlo sin que el peso de su pasado interfiriera en su presente.
—Supongo que es natural que se pregunte por los motivos que tengo para ofrecerme a dar mi opinión en su insólita competición —expuso ________ sin traslucir ninguna emoción en la voz, mirando fijamente a través del velo de tul al atractivo hombre que tenía enfrente. —Creo que aparece implícito en mi mensaje inicial.
Aquellas arqueadas cejas de ébano se alzaron un milímetro.
—Ah, sí, la implicación de que los amantes que ha tenido hasta la fecha la han decepcionado. Qué lástima que cualquier mujer se sienta de ese modo.
La caricia de su cálida voz fue algo tangible, como si él ya se hubiera acercado a ella y la hubiera tocado. También había algo en la forma en que se contenía. Era imposible que no supiera hasta qué punto su apariencia perturbaba a las mujeres, pero no era esa el arma que utilizaba para conquistarlas.
No era de extrañar que las féminas cayeran ante él como si se arrojaran por un acantilado, pensó ________ mientras lo miraba al otro lado de aquella mesa desvencijada y raída. Si él personificaba el pecado, este era delicioso en grado sumo. Aquel entorno tan zafio era como una especie de escaparate de su enorme poder. Superpuesto a los suelos desgastados, las paredes manchadas y a una silla inapropiada a su impresionante estatura, solo realzaba lo varonil y aristocrático que era en todos los sentidos.
—Amante —puntualizó ella. Sin plural.
Y como lo que había pasado en su lecho matrimonial no parecía tener nada que ver con el amor, no estaba segura de que el término fuera correcto. Su piedad no le interesaba. Su ayuda sí.
—¿Un solo hombre? Ya veo.
«Solo uno.» Probablemente un concepto extraño para un hombre como el osado duque, en cuyo disipado pasado debía de haber muchas amantes.
El seguía con la misma sonrisa complacida y devastadora.
—No debe juzgar a todos los hombres con demasiada severidad a partir de los errores de un único ejemplo de nuestro sexo.
—Ah, ¿no? —Sería agradable parecer coqueta, pero temía no poder conseguirlo.
—Por supuesto que no. —Su mirada se dirigió otra vez a la carne marfileña que desbordaba su corpiño. —Del mismo modo que cada mujer es única, imagino que también nosotros somos todos distintos. Yo opino que los hombres en general son más egoístas por naturaleza. Lamento que haya tenido esa experiencia previa, pero reitero que no todos somos iguales.
Ella sintió el ardor de aquel examen pormenorizado, como si él le pasara un dedo sobre la piel.
Una vez más el encanto del duque quedaba fuera de duda. Formaba con ella una pareja muy desigual, pero _______ no iba a permitir que él lo supiera.
—Tal vez tenga —dijo con actitud indiferente —la oportunidad de demostrar su punto de vista, excelencia.
—Tengo la clara sensación de que no tendré ningún inconveniente en hacerlo, mi misteriosa dama.
Era imposible beberse el vino sin levantar el velo, de modo que _______ toqueteó el pie de la copa con aire de duda, mirando al hombre del otro lado de la mesa con gesto cauteloso.
—Siento llegar un poco tarde. —La aparición de lord Manderville evitó que ella tuviera que decir algo más. No quería proporcionar demasiadas pistas sobre su identidad hasta que ambos le dieran su palabra de caballeros de que jamás la revelarían.
El conde entró en la sala y la sometió a una evaluación prácticamente idéntica a la de su amigo, con una mirada de pasada que se detuvo apenas un instante en el escote de su vestido a la última moda, y luego acabó en la cortina de tela que le cubría la cara. Una sonrisa traviesa dejó ver una perfecta dentadura blanca.
—Veo que este es un auténtico juego de intriga. Es un placer conocerla.
—Usted ya me conoce —respondió ________ tan serenamente como pudo.
Descubrió que tenerlos a ambos en aquella estancia le resultaba un tanto desconcertante. Por un lado los dos eran muy altos y tenían un formidable aire de seguridad masculina, que parecía llenar aquel reducido espacio. La belleza dorada de Nicholas Drake le había reportado el sobrenombre de «el ángel». Rothay, en cambio, había sido bautizado irónicamente como «el duque diabólico».
Ambos formaban una pareja irresistible, si bien dispar, el ángel y el diablo, y ella notó con inquieta aprensión que se le formaba un nudo en el estómago.
Aquello no iba a salir bien. Allí estaba ella, haciéndoles una descarada proposición sexual. Las mujeres que se desplazaban hasta oscuras tabernas para encontrarse con libertinos del calibre de aquellos dos hombres que estaban con ella ahora, no debían sucumbir a un ataque de nervios.
Enderezó la espalda y recuperó su prestancia.
—¿Ya la conozco? —Manderville aceptó una copa de vino del duque con un gesto de agradecimiento, sin apartar la mirada del rostro de _______, y se sentó en una silla inestable que emitió un quejido.
—Ambos me conocen.
—Ah, ya pensé que su voz parecía refinada y tal vez familiar. Pero no podemos ser viejos conocidos o la habría identificado con mayor certeza. Tengo muy buen oído para estas cosas. —Su sonrisa era tan angelical como atractiva y maliciosa la del duque.
Mientras que de Joseph Jonas emanaba un aire de intensidad casi peligroso, el conde era todo indolencia y refinada despreocupación varonil.
Eran muy distintos, y sin embargo ambos ofrecían el mismo supuesto paraíso entre sus brazos.
A continuación venía la parte complicada. _______ no podía culparlos por querer saber quién era ella, ni por echarle una mirada antes de aceptar, pero tampoco estaba dispuesta a quitarse el velo antes de estar segura de su silencio. Si no estaban dispuestos a ello, se marcharía de inmediato. Incluso los mensajeros que había contratado para traer y llevar las notas, habían sido sometidos a un complicado proceso para asegurar que no se los relacionaría con ella.
Se suponía que esto debía salvarle la vida, no destruírsela.
Ellos podían tener fama de cortejar y desaparecer después de haberse acostado con una serie de bellezas de la alta sociedad, pero ella nunca había oído que se pusiera en duda su sentido del honor y estaba dispuesta a aceptar su palabra. Rothay, con su inmensa fortuna, probablemente debía manejar con eficiencia enormes propiedades financieras, y Manderville era también un hombre rico con las mismas responsabilidades. Ambos tenían un escaño en la Cámara de los Lores. Era un poco cómico ver a todas aquellas madres intrigantes intentando que se fijaran en sus hijas casaderas, pero se sabía que ambos huían de las damitas solteras como si estas tuvieran una enfermedad contagiosa.
En resumen, los dos eran honorables a su manera, o en eso ciertamente confiaba ella. Estaba a punto de arriesgar su reputación sobre ese supuesto. En cualquier caso, el velo era su seguro en caso de que ellos, por cualquier motivo, no aceptaran.
—Antes de entrar a discutir siquiera esta situación inusual —dijo _______ con firmeza, —necesito que me den su palabra de que mi nombre nunca se relacionará con esto en ningún sentido. Aunque esta tarde no lleguemos a un acuerdo, no quiero que nadie sepa ni siquiera que lo consideré. —Y sin pensar añadió una cita en voz baja: —«Con cada palabra, muere una reputación».
—Alexander Pope, creo —dijo el duque, que parecía divertido, arqueando las cejas. —Ahora estoy demasiado intrigado para negarme. Yo no se lo diré a nadie.
—Yo también le doy mi palabra. —Nicholas Drake asintió con su cabeza rubia y entornó los ojos un milímetro mientras miraba fijamente aquella cara oculta. —Su secreto está a salvo aquí.
—Muy bien. — _______ levantó el sombrero y el velo, los dejó a un lado y se alisó el cabello con unos dedos que temblaban apenas.
Fue ella quien se divirtió al ver la sorpresa reflejada en las caras de ambos. La sala quedó en silencio.
Aquello era una prueba de su reputación. Ella tenía fama de ser una mujer gélidamente formal e inasequible, no de alguien que concertaba encuentros en dudosas tabernas.
¿Con qué frecuencia, se preguntó, alguno de ellos se quedaba sin palabras?
Rara vez, en su opinión.
—Lady Wynn —fue Rothay quien se recuperó primero, pero siguió mirándola con la copa de vino en sus esbeltos dedos, —he de admitir que estoy sorprendido.
Ella notó que en sus labios se dibujaba una sonrisita nerviosa.
—Excelencia, ¿de un modo agradable o desagradable?
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Ya me imaginoo la cara de ellos cuando la rayis dejo ver su rostro! Oh Gosh! SIGUELAAAA, esta genial, tu nove!
.Lu' Anne Lovegood.
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
jajaja que gracioso.....
bueno sigue sigue!!!!...que cada vez se pone mejor!!!!!
bueno sigue sigue!!!!...que cada vez se pone mejor!!!!!
Julieta♥
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Hola chicas!!! de verdad GRACIAS por leer la nove
Ahora les dejo la mitad del capitulo 4 porq solo tengo editado hasta el 5 y tengo q estudiar porq el jueves tengo un final , pero no quiero dejarlas sin capi x eso les subo cortito...pero este fin de semana si quieren les pongo maraton pero solo si quieren
CAPÍTULO 04
Desde
luego aquel era un giro inesperado de los acontecimientos.
Entre
todas las caras que imaginó que podía haber detrás de aquel velo, no estaba la
de _______ Wynn. Joseph había considerado largamente cuál de las damas que
conocía tomaría en consideración participar en su pequeño y escandaloso envite,
pero nunca se le había ocurrido que fuera la mujer que se sentaba a la mesa
frente a él.
Y sin
embargo allí estaba, arqueando levemente una de sus cejas color caoba ante su
atónita expresión, con apenas un destello de ironía en aquellos magníficos ojos
plateados, tan celebrados. La elección de la sórdida tabernucha indicaba que
abordaba aquel asunto con seriedad, pero para él seguía siendo difícil de creer
que fuera ella quien había enviado aquella provocativa nota.
La
bellísima y joven viuda del difunto lord Wynn tenía fama de ser distante hasta
el punto de desanimar a los pretendientes más convencidos. La conocía solo de
pasada, pero sí, ella tenía razón, tanto a él como a Nick se la habían
presentado en algún momento. Su aspecto frío y retraído enviaba el evidente
mensaje a cualquier conquistador de que no le interesaba en absoluto ningún
enredo, de modo que él se había limitado a admirar su innegable encanto,
desechando la idea de conocerla mejor. Además, ella era más joven que las
sofisticadas damas que él solía llevarse a la cama y aún estaba en edad de
merecer. Si mal no recordaba, se había casado con el vizconde Wynn unos años
antes de que este muriera de repente, y después había guardado un luto incluso
más prolongado de lo necesario, pero aun así no tendría más de veintitrés años,
quizá menos.
Definitivamente
todavía estaba en edad de casarse. Tenía un atractivo exuberante, eso estaba
claro, pero también peligroso para cualquier hombre que valorara su
independencia.
Cosa que
él hacía. Tal vez «independencia» no era la palabra adecuada. Lo que él
valoraba era ligeramente más complejo.
Joseph
sintió una punzada de alarma. Buscó algo diplomático que decir.
—Milady,
es usted encantadora, desde luego, por lo que la sorpresa difícilmente es
desagradable, pero esto parece un tanto imprudente en su situación.
Nick
tenía una expresión de perplejidad. Joe suponía que por la mente de su amigo
pasaban los mismos pensamientos y a la misma velocidad.
—Esto...
—dijo Nicholas —yo pienso lo mismo. No tengo ninguna objeción, créame, pero
usted no debería...
—¿Dilapidar
mi virtud? —interrumpió ella bajando con recato sus largas pestañas.
Sus ojos
tenían un color verdaderamente notable, no azul pálido sino un auténtico gris.
Su cabello color caoba, denso y brillante, resplandecía en contraste con una
tez clara y perfecta. Su impresionante belleza hacía que la miserable estancia
pareciera aún más vulgar, más deplorable. Sus estilizados dedos rodeaban el pie
de una copa de vino.
—Por
favor, caballeros, recuerden que soy viuda. Mi virtud fue dilapidada hace
tiempo.
Joseph no
pudo evitar el pensamiento de que esa era una forma interesante de describir su
propio matrimonio. Dio un sorbo de su copa e intentó analizar cómo se sentía
ante ese giro de la situación.
—Es usted
muy joven. Es muy probable que vuelva a casarse. Dudo que su futuro esposo
aprobara su implicación en esta pequeña apuesta.
—Excelencia,
no tengo intención de volver a casarme. No necesito volver a casarme, ya que
soy autosuficiente en el terreno económico, y si alguna vez volviera a casarme,
lo que hice o con quién lo hice no sería asunto del elegido. —Y dirigió a ambos
una mirada desafiante.
«Demonios
si lo sería», pensó Joseph, pero admiró la forma en que ella levantó la
barbilla y los retó a decir lo contrario. Existía un doble rasero, y él lo
sabía, pero así eran las cosas. A los hombres les gustaban las mujeres
promiscuas, pero rara vez se casaban con ellas.
Ella
prosiguió en un tono razonable, como si no estuvieran sentados en una taberna
de mala nota, debatiendo el plan de un rendez-vous
ilícito basado en una apuesta de borrachos.
—Dado que
soy viuda, se me permite mayor libertad. En cualquier caso nadie pensaría jamás
que yo haría algo así.
—Yo no
—reconoció Joseph con ironía, especulando sobre lo inútil que debía de haber
sido su difunto marido en el ejercicio de sus deberes conyugales. Había
conocido solo vagamente al anterior lord Wynn y le pareció una persona bastante
agradable. Pero era cierto que la forma como los hombres trataban a sus
conocidos y cómo consideraban a sus esposas solía ser distinta.
—Puede
que en realidad usted no sepa nada de mí, excelencia.
Ella
podía tener el aspecto de una Venus reencarnada, pero a él nunca se le habría
ocurrido que bajo aquella tentadora fachada pudiera latir la sensualidad. El
Polo Norte tenía fama de ser más cálido que lady Wynn.
—Admito
que no. —Le sostuvo la mirada.
En los
extraordinarios ojos de ella brilló un destello de duda cuando ambos se
miraron, y permanecieron así durante un largo instante. Y luego otro.
Ah, sí,
estaba intrigado.
—Le
agradezco que lo admita —dijo ella sin la menor inflexión en la voz.
Pero
aquellos expresivos ojos decían algo muy distinto. Él sabía cuándo provocaba
una emoción en una mujer, y esta era una de esas ocasiones.
¿La
estirada lady Wynn? Qué interesante...
—Si
nosotros no debemos revelar jamás su identidad, milady —intervino Nick,
—explíqueme cómo va usted a resolver la apuesta.
Ella
asintió levemente, como si esperara la pregunta.
—Lo tengo
todo pensado. Si ustedes están de acuerdo, publicaré el resultado en la columna
de sociedad del periódico, bajo el paraguas del anonimato, por supuesto. Puesto
que mi nombre quedará al margen, me sentiré cómoda para escribir mis opiniones
con franqueza.
Aquella
declaración bastó para invocar el mismo espíritu combativo que los había metido
originariamente en problemas, pero dado que Nick no pestañeó, Joe también
intentó parecer conforme.
—Bien
—dijeron al mismo tiempo, y después intercambiaron una mirada de varonil
disgusto.
Ella rió
con una espontaneidad deliciosa, que iluminó una cara extraordinariamente
encantadora de por sí y añadió viveza a aquellos ojos fascinantes.
Ahora les dejo la mitad del capitulo 4 porq solo tengo editado hasta el 5 y tengo q estudiar porq el jueves tengo un final , pero no quiero dejarlas sin capi x eso les subo cortito...pero este fin de semana si quieren les pongo maraton pero solo si quieren
CAPÍTULO 04
Desde
luego aquel era un giro inesperado de los acontecimientos.
Entre
todas las caras que imaginó que podía haber detrás de aquel velo, no estaba la
de _______ Wynn. Joseph había considerado largamente cuál de las damas que
conocía tomaría en consideración participar en su pequeño y escandaloso envite,
pero nunca se le había ocurrido que fuera la mujer que se sentaba a la mesa
frente a él.
Y sin
embargo allí estaba, arqueando levemente una de sus cejas color caoba ante su
atónita expresión, con apenas un destello de ironía en aquellos magníficos ojos
plateados, tan celebrados. La elección de la sórdida tabernucha indicaba que
abordaba aquel asunto con seriedad, pero para él seguía siendo difícil de creer
que fuera ella quien había enviado aquella provocativa nota.
La
bellísima y joven viuda del difunto lord Wynn tenía fama de ser distante hasta
el punto de desanimar a los pretendientes más convencidos. La conocía solo de
pasada, pero sí, ella tenía razón, tanto a él como a Nick se la habían
presentado en algún momento. Su aspecto frío y retraído enviaba el evidente
mensaje a cualquier conquistador de que no le interesaba en absoluto ningún
enredo, de modo que él se había limitado a admirar su innegable encanto,
desechando la idea de conocerla mejor. Además, ella era más joven que las
sofisticadas damas que él solía llevarse a la cama y aún estaba en edad de
merecer. Si mal no recordaba, se había casado con el vizconde Wynn unos años
antes de que este muriera de repente, y después había guardado un luto incluso
más prolongado de lo necesario, pero aun así no tendría más de veintitrés años,
quizá menos.
Definitivamente
todavía estaba en edad de casarse. Tenía un atractivo exuberante, eso estaba
claro, pero también peligroso para cualquier hombre que valorara su
independencia.
Cosa que
él hacía. Tal vez «independencia» no era la palabra adecuada. Lo que él
valoraba era ligeramente más complejo.
Joseph
sintió una punzada de alarma. Buscó algo diplomático que decir.
—Milady,
es usted encantadora, desde luego, por lo que la sorpresa difícilmente es
desagradable, pero esto parece un tanto imprudente en su situación.
Nick
tenía una expresión de perplejidad. Joe suponía que por la mente de su amigo
pasaban los mismos pensamientos y a la misma velocidad.
—Esto...
—dijo Nicholas —yo pienso lo mismo. No tengo ninguna objeción, créame, pero
usted no debería...
—¿Dilapidar
mi virtud? —interrumpió ella bajando con recato sus largas pestañas.
Sus ojos
tenían un color verdaderamente notable, no azul pálido sino un auténtico gris.
Su cabello color caoba, denso y brillante, resplandecía en contraste con una
tez clara y perfecta. Su impresionante belleza hacía que la miserable estancia
pareciera aún más vulgar, más deplorable. Sus estilizados dedos rodeaban el pie
de una copa de vino.
—Por
favor, caballeros, recuerden que soy viuda. Mi virtud fue dilapidada hace
tiempo.
Joseph no
pudo evitar el pensamiento de que esa era una forma interesante de describir su
propio matrimonio. Dio un sorbo de su copa e intentó analizar cómo se sentía
ante ese giro de la situación.
—Es usted
muy joven. Es muy probable que vuelva a casarse. Dudo que su futuro esposo
aprobara su implicación en esta pequeña apuesta.
—Excelencia,
no tengo intención de volver a casarme. No necesito volver a casarme, ya que
soy autosuficiente en el terreno económico, y si alguna vez volviera a casarme,
lo que hice o con quién lo hice no sería asunto del elegido. —Y dirigió a ambos
una mirada desafiante.
«Demonios
si lo sería», pensó Joseph, pero admiró la forma en que ella levantó la
barbilla y los retó a decir lo contrario. Existía un doble rasero, y él lo
sabía, pero así eran las cosas. A los hombres les gustaban las mujeres
promiscuas, pero rara vez se casaban con ellas.
Ella
prosiguió en un tono razonable, como si no estuvieran sentados en una taberna
de mala nota, debatiendo el plan de un rendez-vous
ilícito basado en una apuesta de borrachos.
—Dado que
soy viuda, se me permite mayor libertad. En cualquier caso nadie pensaría jamás
que yo haría algo así.
—Yo no
—reconoció Joseph con ironía, especulando sobre lo inútil que debía de haber
sido su difunto marido en el ejercicio de sus deberes conyugales. Había
conocido solo vagamente al anterior lord Wynn y le pareció una persona bastante
agradable. Pero era cierto que la forma como los hombres trataban a sus
conocidos y cómo consideraban a sus esposas solía ser distinta.
—Puede
que en realidad usted no sepa nada de mí, excelencia.
Ella
podía tener el aspecto de una Venus reencarnada, pero a él nunca se le habría
ocurrido que bajo aquella tentadora fachada pudiera latir la sensualidad. El
Polo Norte tenía fama de ser más cálido que lady Wynn.
—Admito
que no. —Le sostuvo la mirada.
En los
extraordinarios ojos de ella brilló un destello de duda cuando ambos se
miraron, y permanecieron así durante un largo instante. Y luego otro.
Ah, sí,
estaba intrigado.
—Le
agradezco que lo admita —dijo ella sin la menor inflexión en la voz.
Pero
aquellos expresivos ojos decían algo muy distinto. Él sabía cuándo provocaba
una emoción en una mujer, y esta era una de esas ocasiones.
¿La
estirada lady Wynn? Qué interesante...
—Si
nosotros no debemos revelar jamás su identidad, milady —intervino Nick,
—explíqueme cómo va usted a resolver la apuesta.
Ella
asintió levemente, como si esperara la pregunta.
—Lo tengo
todo pensado. Si ustedes están de acuerdo, publicaré el resultado en la columna
de sociedad del periódico, bajo el paraguas del anonimato, por supuesto. Puesto
que mi nombre quedará al margen, me sentiré cómoda para escribir mis opiniones
con franqueza.
Aquella
declaración bastó para invocar el mismo espíritu combativo que los había metido
originariamente en problemas, pero dado que Nick no pestañeó, Joe también
intentó parecer conforme.
—Bien
—dijeron al mismo tiempo, y después intercambiaron una mirada de varonil
disgusto.
Ella rió
con una espontaneidad deliciosa, que iluminó una cara extraordinariamente
encantadora de por sí y añadió viveza a aquellos ojos fascinantes.
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Increiblemente hermoso & genial el capitulo! Ja! esos dos no se esperaban a la rayis hahahaha! XD Suerte en tu examen & esperare el mataron!
XOXO
XOXO
.Lu' Anne Lovegood.
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
claro que quiero maraton!!!!!
esta nove me encanta
y esos do smas competitivos para donde
quien ira a ganar la apuesta
ya quiero saber!!!!!!!!!!
qu ete vaya muy bn en tu examen
beshitos!!!!!
esta nove me encanta
y esos do smas competitivos para donde
quien ira a ganar la apuesta
ya quiero saber!!!!!!!!!!
qu ete vaya muy bn en tu examen
beshitos!!!!!
Julieta♥
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Dios! lo ame!!!!
Soy nueva lectora :D
Prometeme que vas a terminar a esta nove :3 please!! :3
Por lo general no suelo leer novelas de este tipo tan... sumergidas en un tema promiscuo. Hha, pero esta me llamo tanta la atencion, ademas de la epoca en la que esta ambientada, que la verdad es que seria un placer leerla.
Por cierto, que tengas suerte en tu examen del jueves querida :)
Nos vemos :)
Soy nueva lectora :D
Prometeme que vas a terminar a esta nove :3 please!! :3
Por lo general no suelo leer novelas de este tipo tan... sumergidas en un tema promiscuo. Hha, pero esta me llamo tanta la atencion, ademas de la epoca en la que esta ambientada, que la verdad es que seria un placer leerla.
Por cierto, que tengas suerte en tu examen del jueves querida :)
Nos vemos :)
Augustinesg
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Hola chicas aca les dejo la segunda parte del capi.. espero les guste..ahh y gracias la verdad es q creo q voy a necesitar mucho la suerte :lol:
Ella rió con una
espontaneidad deliciosa, que iluminó una cara extraordinariamente encantadora
de por sí y añadió viveza a aquellos ojos fascinantes.
-Continuacion capitulo 4-Maldición, ella era
una perspectiva muy tentadora. Si iban a seguir adelante con esto, lady Wynn
era una candidata cautivadora. Todo el mundo coincidía en que era una auténtica
belleza: su cabellera, abundante y brillante, enmarcaba un rostro delicado de
pómulos altos y naricita recta, con una boca rosada y unos excepcionales y
enormes ojos de pestañas largas. El hecho de que tuviera una figura estilizada
y elegante, un cuerpo curvilíneo pero esbelto, era algo que muchos hombres
habían observado y comentado. La plenitud de sus senos bajo el corpiño de aquel
refinado vestido atrajo la mirada de Joseph.
Al parecer, Nicholas
tampoco estaba ciego.
—Parece que ya ha
tomado usted su decisión, lady Wynn —murmuró.
—Eso depende. —Ajustó
un pliegue de su falda de seda de un verde esmeralda intenso; el tono de su
vestido complementaba la viveza de su colorido. —¿Cómo vamos a hacer esto
exactamente? Tendremos que ser muy discretos.
Era de veras sincera,
pensó Joe, cuya reticencia inicial había desaparecido.
Y él estaba
condenadamente interesado.
Ya hacía un rato de
ello. Lady Wynn era una mujer joven y fascinante. Dado que en público había
adoptado siempre una actitud distante y fría, opuesta a lo que él buscaba en
una amante, nunca había pensado en ella en ningún contexto, y menos en el que
estaba debatiéndose en aquel momento. Habló sin pensar:
—Concédanos a cada uno
una semana de su tiempo.
Nicholas se dio la
vuelta para mirarle y en sus ojos había un brillo de sorpresa manifiesta por el
período propuesto.
« ¿Una semana?»
Joseph no tenía claro
de dónde había salido aquella propuesta impulsiva, pero tenía la sensación de
que una noche con la preciosa mujer que tenía sentada delante no bastaría. El
misterio de por qué ella iba a hacer algo tan insólito le perturbaba y le
atraía a la vez. Se encogió de hombros y sonrió.
—Estoy seguro de que
estarán de acuerdo en que el mundo de las relaciones íntimas es variado. Ir
conociendo a tu pareja es un beneficio añadido. Para llegar a una conclusión
justa parece lógico pasar una semana en compañía del otro, dentro y fuera de la
cama.
Cualquier cosa que
esperara lady Wynn, obviamente no era esa. Durante un segundo pareció
desconcertada, pero luego asintió despacio. Un tirabuzón suelto de cabello
cobrizo rozó la columna marfileña de su cuello y él observó cómo se deslizaba
por su piel sedosa con una fascinación casi involuntaria.
—Supongo que si he
llegado hasta aquí —dijo ella, —puedo acceder a esto. Ya se me ocurrirá alguna
excusa para ausentarme durante ese período.
«Excelente.»
A la sala llegó el eco
del alboroto procedente de una pequeña pelea entre algunos de los
extremadamente dudosos parroquianos de la taberna, junto a una serie de
palabras gruesas inapropiadas para los oídos de una dama, pero ella no
pestañeó.
Sí, su prestancia era
notable.
—Poseo una pequeña propiedad
rural en Essex. —Joe intentó recordar la última vez que había estado allí y no
lo consiguió; cuando se retiraba al campo, iba a la residencia familiar de
Kent, mucho más extensa. Aquella pequeña finca había formado parte de su
herencia y permanecía vacía, excepto por el mínimo personal de servicio que la
cuidaba. —Está en medio del campo, alejada de toda población, pero es bastante
bonita y apacible si mal no recuerdo, y lo bastante cerca de Londres como para
que no tengamos que viajar durante días. Sería perfecta para un retiro
tranquilo y discreto.
Una semana con una
mujer que ni siquiera conocía no era solo impulsivo, era del todo irracional.
Lo normal era que a él le bastara con una noche aquí y otra allá; su
indiferencia era legendaria porque sus relaciones transitorias no suponían más
que un divertimento ocasional. No tenía amante fija, por la simple razón de que
no la necesitaba. Había un buen número de mujeres dispuestas a complacerle al
momento y él daba por sentado que en cuanto deseaba compañía femenina, la
obtenía.
No obstante, una voz
insidiosa susurraba en su cerebro. La falta de experiencia previa de lady Wynn
en el arte del disfrute sexual la hacía más cautivadora que la mayoría. A él no
le interesaba desflorar a una virgen, pero ella no lo era, y su deslumbrante
belleza y delicada feminidad pasaron por encima del sentido de prudencia de
Joseph, ante el hecho de que ella fuera todavía joven y muy apetecible para el
mercado matrimonial.
Ella había dejado muy
claro que no deseaba volver a casarse y él la creyó; su tono de convicción era
inconfundible.
Una semana para
iniciarla en los placeres de la carne le pareció una distracción bastante
placentera de sus múltiples compromisos. El Parlamento estaba cerrado en aquel
momento y podía decir a su asistente cómo localizarle...
Sí, pensó, estudiar la
sensual plenitud de aquel labio inferior, aquel oleaje de piel de marfil sobre
el corpiño del escotado traje de noche que ella lucía, el sutil color de sus
mejillas mientras se ruborizaba ante su abierta mirada de admiración.
Probablemente sería fácil soportar una semana en su compañía.
Ella se había
ruborizado. Qué extraordinario. Una mirada había conseguido lo que no habían
logrado unas palabras gruesas. Dejó a un lado su copa de vino y preguntó
arqueando una ceja:
—¿Estamos de acuerdo?
—Supongo que yo podré
encontrar un lugar parecido —asintió Nick. Se acomodó en su silla y lanzó una
mirada a sus apuestos acompañantes en un gesto de aprobación total. —Siempre
que lady Wynn comprenda las consecuencias que tendría para su reputación si nos
descubrieran. Ninguno de nosotros dirá una palabra, pero aspirar a la
discreción no siempre significa lograrla.
_______ Wynn desvió los
ojos durante un segundo y apretó los labios. Después volvió a mirarlos e irguió
sus gráciles hombros.
—Es evidente que no
deseo un escándalo, pero si sucede yo seré la única responsable y espero que el
riesgo... bien, valga la pena.
Ahí estaba, eso era un
desafío, si es que alguna vez había oído alguno.
Joseph sonrió con
indolencia.
—La valdrá, milady.
Ella no le devolvió la
sonrisa; simplemente le miró con aquellos fascinantes ojos y el único signo de
emotividad fue un ligero temblor en los labios.
—Parece usted muy
seguro, excelencia.
¿Lo estaba? Tal vez,
pero atenuado por lo poco que sabía de ella. Quizá por eso había propuesto una
semana entera. Ella era un enigma en un mundo que a menudo le resultaba
demasiado predecible.
—Estoy seguro de que
ambos lo estamos; en caso contrario no hubiéramos hecho la apuesta, ¿no le
parece?
—Parece entonces que
está decidido —dijo ella poniéndose en pie. —No duden en ponerse en contacto
conmigo con los detalles del acuerdo. Podemos comunicarnos en la misma forma
que anteriormente. Envíenlo a la misma dirección y ellos me lo harán llegar.
Nicholas y él se
levantaron a su vez.
—Mi cochero está
esperando en la entrada. El me acompañará fuera.
Joseph sintió el deseo
de protegerla; le preocupaban los toscos parroquianos de la sala contigua.
—La acompañaré hasta
el carruaje.
—No, gracias,
excelencia. Prefiero que no me vean con usted, ni siquiera aquí.
Aquella declaración
tranquila y serena le dejó sin palabras. Durante casi toda su vida adulta se
había visto asediado por mujeres más que ansiosas por ser vistas de su brazo.
Aquello era nuevo. La punzada de dolor le sorprendió un poco. ¿Por qué debía
importarle una cosa u otra?
Ella recogió su
sombrero, se lo puso, se colocó el velo sobre la cara y se fue con un remolino
verde esmeralda y un toque de perfume floral.
Ella rió con una
espontaneidad deliciosa, que iluminó una cara extraordinariamente encantadora
de por sí y añadió viveza a aquellos ojos fascinantes.
-Continuacion capitulo 4-Maldición, ella era
una perspectiva muy tentadora. Si iban a seguir adelante con esto, lady Wynn
era una candidata cautivadora. Todo el mundo coincidía en que era una auténtica
belleza: su cabellera, abundante y brillante, enmarcaba un rostro delicado de
pómulos altos y naricita recta, con una boca rosada y unos excepcionales y
enormes ojos de pestañas largas. El hecho de que tuviera una figura estilizada
y elegante, un cuerpo curvilíneo pero esbelto, era algo que muchos hombres
habían observado y comentado. La plenitud de sus senos bajo el corpiño de aquel
refinado vestido atrajo la mirada de Joseph.
Al parecer, Nicholas
tampoco estaba ciego.
—Parece que ya ha
tomado usted su decisión, lady Wynn —murmuró.
—Eso depende. —Ajustó
un pliegue de su falda de seda de un verde esmeralda intenso; el tono de su
vestido complementaba la viveza de su colorido. —¿Cómo vamos a hacer esto
exactamente? Tendremos que ser muy discretos.
Era de veras sincera,
pensó Joe, cuya reticencia inicial había desaparecido.
Y él estaba
condenadamente interesado.
Ya hacía un rato de
ello. Lady Wynn era una mujer joven y fascinante. Dado que en público había
adoptado siempre una actitud distante y fría, opuesta a lo que él buscaba en
una amante, nunca había pensado en ella en ningún contexto, y menos en el que
estaba debatiéndose en aquel momento. Habló sin pensar:
—Concédanos a cada uno
una semana de su tiempo.
Nicholas se dio la
vuelta para mirarle y en sus ojos había un brillo de sorpresa manifiesta por el
período propuesto.
« ¿Una semana?»
Joseph no tenía claro
de dónde había salido aquella propuesta impulsiva, pero tenía la sensación de
que una noche con la preciosa mujer que tenía sentada delante no bastaría. El
misterio de por qué ella iba a hacer algo tan insólito le perturbaba y le
atraía a la vez. Se encogió de hombros y sonrió.
—Estoy seguro de que
estarán de acuerdo en que el mundo de las relaciones íntimas es variado. Ir
conociendo a tu pareja es un beneficio añadido. Para llegar a una conclusión
justa parece lógico pasar una semana en compañía del otro, dentro y fuera de la
cama.
Cualquier cosa que
esperara lady Wynn, obviamente no era esa. Durante un segundo pareció
desconcertada, pero luego asintió despacio. Un tirabuzón suelto de cabello
cobrizo rozó la columna marfileña de su cuello y él observó cómo se deslizaba
por su piel sedosa con una fascinación casi involuntaria.
—Supongo que si he
llegado hasta aquí —dijo ella, —puedo acceder a esto. Ya se me ocurrirá alguna
excusa para ausentarme durante ese período.
«Excelente.»
A la sala llegó el eco
del alboroto procedente de una pequeña pelea entre algunos de los
extremadamente dudosos parroquianos de la taberna, junto a una serie de
palabras gruesas inapropiadas para los oídos de una dama, pero ella no
pestañeó.
Sí, su prestancia era
notable.
—Poseo una pequeña propiedad
rural en Essex. —Joe intentó recordar la última vez que había estado allí y no
lo consiguió; cuando se retiraba al campo, iba a la residencia familiar de
Kent, mucho más extensa. Aquella pequeña finca había formado parte de su
herencia y permanecía vacía, excepto por el mínimo personal de servicio que la
cuidaba. —Está en medio del campo, alejada de toda población, pero es bastante
bonita y apacible si mal no recuerdo, y lo bastante cerca de Londres como para
que no tengamos que viajar durante días. Sería perfecta para un retiro
tranquilo y discreto.
Una semana con una
mujer que ni siquiera conocía no era solo impulsivo, era del todo irracional.
Lo normal era que a él le bastara con una noche aquí y otra allá; su
indiferencia era legendaria porque sus relaciones transitorias no suponían más
que un divertimento ocasional. No tenía amante fija, por la simple razón de que
no la necesitaba. Había un buen número de mujeres dispuestas a complacerle al
momento y él daba por sentado que en cuanto deseaba compañía femenina, la
obtenía.
No obstante, una voz
insidiosa susurraba en su cerebro. La falta de experiencia previa de lady Wynn
en el arte del disfrute sexual la hacía más cautivadora que la mayoría. A él no
le interesaba desflorar a una virgen, pero ella no lo era, y su deslumbrante
belleza y delicada feminidad pasaron por encima del sentido de prudencia de
Joseph, ante el hecho de que ella fuera todavía joven y muy apetecible para el
mercado matrimonial.
Ella había dejado muy
claro que no deseaba volver a casarse y él la creyó; su tono de convicción era
inconfundible.
Una semana para
iniciarla en los placeres de la carne le pareció una distracción bastante
placentera de sus múltiples compromisos. El Parlamento estaba cerrado en aquel
momento y podía decir a su asistente cómo localizarle...
Sí, pensó, estudiar la
sensual plenitud de aquel labio inferior, aquel oleaje de piel de marfil sobre
el corpiño del escotado traje de noche que ella lucía, el sutil color de sus
mejillas mientras se ruborizaba ante su abierta mirada de admiración.
Probablemente sería fácil soportar una semana en su compañía.
Ella se había
ruborizado. Qué extraordinario. Una mirada había conseguido lo que no habían
logrado unas palabras gruesas. Dejó a un lado su copa de vino y preguntó
arqueando una ceja:
—¿Estamos de acuerdo?
—Supongo que yo podré
encontrar un lugar parecido —asintió Nick. Se acomodó en su silla y lanzó una
mirada a sus apuestos acompañantes en un gesto de aprobación total. —Siempre
que lady Wynn comprenda las consecuencias que tendría para su reputación si nos
descubrieran. Ninguno de nosotros dirá una palabra, pero aspirar a la
discreción no siempre significa lograrla.
_______ Wynn desvió los
ojos durante un segundo y apretó los labios. Después volvió a mirarlos e irguió
sus gráciles hombros.
—Es evidente que no
deseo un escándalo, pero si sucede yo seré la única responsable y espero que el
riesgo... bien, valga la pena.
Ahí estaba, eso era un
desafío, si es que alguna vez había oído alguno.
Joseph sonrió con
indolencia.
—La valdrá, milady.
Ella no le devolvió la
sonrisa; simplemente le miró con aquellos fascinantes ojos y el único signo de
emotividad fue un ligero temblor en los labios.
—Parece usted muy
seguro, excelencia.
¿Lo estaba? Tal vez,
pero atenuado por lo poco que sabía de ella. Quizá por eso había propuesto una
semana entera. Ella era un enigma en un mundo que a menudo le resultaba
demasiado predecible.
—Estoy seguro de que
ambos lo estamos; en caso contrario no hubiéramos hecho la apuesta, ¿no le
parece?
—Parece entonces que
está decidido —dijo ella poniéndose en pie. —No duden en ponerse en contacto
conmigo con los detalles del acuerdo. Podemos comunicarnos en la misma forma
que anteriormente. Envíenlo a la misma dirección y ellos me lo harán llegar.
Nicholas y él se
levantaron a su vez.
—Mi cochero está
esperando en la entrada. El me acompañará fuera.
Joseph sintió el deseo
de protegerla; le preocupaban los toscos parroquianos de la sala contigua.
—La acompañaré hasta
el carruaje.
—No, gracias,
excelencia. Prefiero que no me vean con usted, ni siquiera aquí.
Aquella declaración
tranquila y serena le dejó sin palabras. Durante casi toda su vida adulta se
había visto asediado por mujeres más que ansiosas por ser vistas de su brazo.
Aquello era nuevo. La punzada de dolor le sorprendió un poco. ¿Por qué debía
importarle una cosa u otra?
Ella recogió su
sombrero, se lo puso, se colocó el velo sobre la cara y se fue con un remolino
verde esmeralda y un toque de perfume floral.
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Augustinesg escribió:Dios! lo ame!!!!
Soy nueva lectora :D
Prometeme que vas a terminar a esta nove :3 please!! :3
Por lo general no suelo leer novelas de este tipo tan... sumergidas en un tema promiscuo. Hha, pero esta me llamo tanta la atencion, ademas de la epoca en la que esta ambientada, que la verdad es que seria un placer leerla.
Por cierto, que tengas suerte en tu examen del jueves querida :)
Nos vemos :)
Bienvenida :D Gracias por leer la novela me alegra que te guste a mi me paso lo mismo por eso decidi compartirla; porque aparte tiene dos historias de amor muy lindas igual no es muy promiscua ya vas a ver (o leer ) por que... la verdad que espero terminarla si dios quuiere como dice mi abuelo :D porque me ah pasado que no terminen las noves y me quedo con la intriga asiq por supuesto que quiero terminarla :)
zai
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Aww!! que divina!!
Bueno, espero que asi sea :D
Gracias igual por intentarlo :D
Ah!!, si te gustan estas novelas con orientacion al siglo XI, pasate por las adaptaciones de Cande Luque, que te van a encantar!, se llama Un dizfras para la dama. Es... increible, la amo con todas las letras haha. Tiene otras mas que me encantan :3
:3
Bueno, espero que asi sea :D
Gracias igual por intentarlo :D
Ah!!, si te gustan estas novelas con orientacion al siglo XI, pasate por las adaptaciones de Cande Luque, que te van a encantar!, se llama Un dizfras para la dama. Es... increible, la amo con todas las letras haha. Tiene otras mas que me encantan :3
:3
Augustinesg
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
Era siglo XIX @_@ HAHA Xd
Augustinesg
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
quiero cap!!!!!
ya va a empezar lo interesante jejejje
ya va a empezar lo interesante jejejje
Julieta♥
Re: [Resuelto]Una apuesta indecente -Adaptacion- Joe y tu[TERMINADA]
yuju!!!!
pase d epag
merecemos cap!!!!!!!
pase d epag
merecemos cap!!!!!!!
Julieta♥
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