Disconnected.

Capítulo 004

Era fin de semana, y los amaba. ¿Por qué? Porque cada viernes pasaba gran parte del día frente a todos mis hermosos aparatos electrónicos, hablando por Facebook, Twitter y WhatsApp con mi amiga Jenna (una chica italiana que conocí cuando viaje allí), subía mis fotos a Instagram esperando conocer al amor de mi vida como el youtuber Matthew Lush como que conoció a su novio por esa red social; y no dormía hasta el otro día.

—Ann, es hora de salir de la cama —mi madre entró a la habitación con el cesto de ropa bajo el brazo—, vamos nene. Que iremos al centro.

Y un segundo después prendió la luz de mi habitación y subió las cortinas para que entrara el sol. No. No. Y no. Eso no se hacía y más cuando estaba en mi habitación y era un largo fin de semana. —Por favor mamá, yo juntaré la ropa pero sal de mi habitación —rogué escondiéndome bajo las sabanas de seda color azul marino.

—No hasta que te vea salir de la cama, y lleves la cara y dientes limpios, y un conjunto adecuado para salir —señaló con su dedo amenazante, además de su ceño fruncido y sus mangas perfectamente arregladas para comenzar a ordenar.
—Mamá —chillé, pero se negó a escucharme—. Bien, solo espera que me vista, pero sal de la habitación.

Ella asintió y se marchó con una radiante sonrisa, y luego cerró la puerta. Me arroje a la cama, suspire una y otra vez y nuevamente tuve que levantarme para buscar mi ropa entre los tres closet que tenía, además de los que eran para zapatos, camisas, y demás accesorios que compraba para estar a la moda.


— ¡Mike salgo con Antonie, volvemos dentro de unas horas! ¡Necesitamos víveres para la salida de esta noche! —gritó mi madre desde el hall antes de que yo tome su llave, y nos encaminemos hacia el auto que mi padre le había regalado a mi madre.
—Me considero bastante maduro para manejar, mamá. Tengo dieciocho y todo tipo de licencias para manejar, hasta la que saque en Italia —le conté obviamente a mi madre tratando de que ella dijera “Claro bebé, puedes manejar” pero no, ella siempre decía que no.
—No, Antonie. Sabes lo peligroso que es, quizá dentro de unos años —y esa fue la última frase de la conversación antes que me coloque mis audífonos y juegue a los divertidos juegos del Pou, o hable con Jenna aunque ella a esas horas estaba practicando canto junto a su hermano.


—Creo que nos vendría bien unos sándwiches de jamón y queso, digo para salir de la rutina —me hablaba mi madre mientras yo iba detrás de ella con el pequeño carro juntando los alimentos que ella iba seleccionando.
—Sabes que, para tener este bello cuerpo tengo que hacer mucho ejercicio y comer saludable, sueña que voy a comer algo que además provenga de un pobre animal —solté cruzándome de brazos a tal cruel idea de comer algo que haya sido antes un tierno animal. Mi madre rió por mi comentario y luego agarro los sándwiches de verdura.
—Solo era una broma corazón, puedes ir a ver qué nuevas prendas han traído, y no te pierdas en maquillaje —bromeó nuevamente mi madre para luego entregarme un beso en la mejilla y seguir con su recorrido diario.

Tomamos rumbos diferentes, mientras que ella buscaba productos de limpieza, yo buscaba maquillajes, chicos lindos con cual ligar y conocer amigas nuevas. —Así que la zorra más sexy anda por aquí —reí al escuchar a Amanda, detrás de mí y abrazando mi cintura.
—Hola perra, ¿Qué tal con los ligues? —pregunté y reí cuando sentí el leve puñetazo de Amy con su pequeña mano—. Auch —reí.
—Nada nuevo, pero tengo algo para ti. Ly está en la sección de ropa deportiva, está probándose trajes de baño, y corre antes de que llegue Nessa y vaya por tu chico —no logré que Amy diga una cosa más, besé sus labios y corrí por todos los pasillos en busca del amor de mi vida, llamado Lysandro Coleman, de dieciocho años y un físico tan hermoso para soñar con ello cada santa noche de mi vida.

Tomé mi celular del bolsillo observando la hora, doce con treinta y tres minutos, era de suponer que él siempre estaba en el centro comercial; también acompañando a su madre a hacer las compras y de paso, comprar nuevos trajes de baño para su, para mí, hermoso trabajo. Era guardavidas y valía la pena pagar veinte euros con tal de entrar a la piscina y ver su cuerpo a la perfección, sin duda si estuviésemos juntos seriamos la pareja perfecta, pero allí había un ‘stop’ y ese ‘stop’ era su supuesta heterosexualidad.

—Jenna, que crees —dije con el móvil pegado a la oreja esperando que mi amiga me escuchara.
—Recién salgo de canto Ann, pero de ser por la hora, Lysandro y tú están en el mismo centro comercial —rió mi amiga como si estuviese a mi lado, pero olvidando la parte más importante.
— ¡Si! —chillé—. Y se está probando trajes de baño, ¡Dios! Tan solo pagaría millones por estar a su lado y pasar toda mi lengua por su…
—Okay, okay Ann —me interrumpió Jenna—. Ve por el gatito, y luego me cuentas.
—Mantente conectada a WhatsApp, cambiaré mi foto de perfil en pocos segundos.
—No hagas nada de lo que me avergüence, por favor Antonie.
—Solo le tomare una foto, no se dará cuenta, bye —me despedí y luego corte.

Sentía mi corazón acelerarse, y esas típicas mariposas en la panza de chico enamorado. Era pura mentira que solo las chicas las tenían, yo también las tenía cuando miraba a Ly, y no solo eran mariposas sino otras cosas.

—Solo una, solo una —me repetía mientras me acercaba al cambiador de la sección deportiva.

Desbloquee mi celular, volví a bloquearlo y nuevamente a desbloquearlo. Un solo toque y la cámara ya estaba dispuesta a grabar cada movimiento que haría mi futuro novio, lo será, pero en un futuro lejano.

Solté una risita mientras me escondía tras todas las prendas femeninas que estaban allí, solo pocos pasos y tendría una hermosa foto del trasero de Ly…

—Psss Antonie —oí el llamado a lo bajo de una voz femenina—. Ann, ¿puedes decirme que haces allí? —preguntó la mujer de cierta edad, aunque eran joven, quizá más que mi madre.
—Mmm, y-yo s-solo… buscaba algo para mi madre, ella me pidió que busque unas nuevas —miré hacia mi alrededor buscando que prenda estaba pegada a mi rostro y yo no lo había notado—. Sostenes, ¿sostenes? Si, sostenes —dije exaltado y confundido, Connie me miro con intriga y ya veía de donde había salido esa hermosa mueca de su hijo.
—Okay, mándales mis saludos cuando puedas, y dile que si puede me llame en la noche —Connie besó mi frente, con un beso maternal debido a que ella me conocía tanto a mí, como a toda mi familia desde que era pequeño, y por obvia razón también conocía a Lysandro.

La puerta del probador hizo “clic” y Lysandro salió de él. Día de mala suerte para mí. Él me vio e intentó hacer una mueca sonriente pero solo fue la típica cara de asco con la que me miraba la mayoría de los días cuando abría mi ventana y él estaba en el patio de su casa haciendo ejercicio, y yo como bobo mirando su lindo cuerpo.

—Ly, ven a saludar a Antonie —dijo Connie sonriente, tomando del brazo a su hijo y acercándolo junto a mí.
—Hola Ly —lo saludé con una gran sonrisa, debería borrarla, ¡debería borrarla!
—Lysandro, y hola —dijo con algo de su estúpido pero hermoso malhumor, y justo mi madre llegó para escucharlo—. Ya escogí uno, Nessa quiere comprarlo, dijo que será un regalo de novios.

Necesitaba un trébol que me de buena suerte, porque últimamente solo ella lo tenía. Ella es tan estúpida como todas sus zorras amigas, ¡ahs! Juraba que algún día limpiaría todas las pasarelas con todo su feo pelo rubio. ¿Por qué esa perra tenia mas suerte que yo?

—Connie, ¿Cómo estás? —y venia la charla de madres que alardeaban a sus hijos, y siempre llegaba la madre de Nessa y ganaba porque no paraba de alardear en mi cara el romance que tenía su hija con Lysandro y eso me irritaba tanto a mi como a mi madre. ¿Qué tipo de mujer adulta hacia eso?
—Bien, Ann me dijo que lo mandaste a comprar sostenes —soltó una risa la madre de Ly con un leve sonrojo, mi madre me miro con intriga mientras yo atinaba a voltear la cabeza hacia un lado y con mis ojos a punto de salir de su lugar para darle a entender que era solo una mentira piadosa.
Mi madre se rió junto a Connie, —Solo quería librarme de él, quería que tomara un poco de aire, pasa días frente a la computadora y el celular.
—Ya sabes que el mío también, deberían hacer concursos haber quien pasa más horas despierto y jugando —Lysandro se movió incomodo bajo mi mirada de “Toda una noche, nosotros solos, yo sí sé quien ganara”.
—Bueno Mora, nos estaremos viendo esta noche —ambas familias nos despedimos con un abrazo, y si, no quise despegarme de los brazos de Lysandro o de su rico perfume pero el chico prácticamente me había obligado a soltarlo.


Caminé junto a mi madre hasta la caja registradora, mientras yo solo hablaba sobre mi mala mañana con Jenna por WhatsApp.

—Así que, ¿Lysandro aun te sigue gustando? —sacó un tema de conversación mi madre, yo asentí y deje salir un pequeño si—. Es lindo, pero algo irritante —dijo con completa tranquilidad, así eran las conversaciones con mi madre. Ella me preguntaba sobre lo que sucedía conmigo y yo le contaba mi vida como si fuese una amiga más y ella se comportaba como una, otra razón para amarla.
—Claro que no, solo es porque obviamente no lo conoces —lo defendí, mi madre soltó una risa y negó con la cabeza varias veces.
—No Antonie, es irritante, pero no diré nada al cabo nunca me haces caso —y uso ese típico tono de voz que a cualquier ser humano hacía sentir culpable.
—Sí que te hago caso mamá, todo el tiempo.
— ¿En serio? ¿Y por qué trajiste tu celular?  —suspiró con un leve enojo observándome con el móvil en la mano—. Le diré a tu padre, eh.
—Pero mamá, mira ¿Acaso no te da ternura? —pregunté ya que mi celular llevaba la funda de un conejo con un pompón rosado en la parte trasera. Regalo de Jenna cuando cumplí dieciocho, ese regalo era exclusivo y solo para chicos.

No, no lo era.

— ¿Debería? —preguntó mientras ladeaba la cabeza y ponía su cara de intriga.
—Claro, Annly es hermosa —sonreí mostrando mi hilera de dientes blancos, ella soltó una risita.
— ¿Annly? —dijo esta vez cruzando sus brazos y yo asentí.
—Si mamá, es la combinación de mi nombre y Lysandro…
—Oh, de vuelta con esos tips —me interrumpió.
—Se dice ships —corregí rápidamente. Ella rió, y luego beso mi frente.

HolU:

Capítulo 004