glances {newt | the maze runner}

Capítulo ocho.

Bárbara estaba sentada con Thomas y Chuck. Ninguno decía nada, el día había sido bastante confuso y agotador. Thomas había preguntado bastante, pero no obtuvo respuestas y después de un rato se calmó.

Bárbara se levantó y se dispuso ir a caminar por un rato para calmar los nervios. Las puertas ya estaban cerradas aunque no pensaba huir, quería ayudar a los Habitantes si es que era posible.

A lo lejos escuchó a Alby y Newt hablando, no le gustaba espiar pero por esa vez podría hacerlo, quizá podrían decir algo importante.

—¿Y qué haremos con la chica medio muerta? —preguntó Alby.
—No lo sé, güey, creo que debemos dejarla como está a ver si despierta en algún momento.
—¿Y qué hay de Thomas? Parece conocer a tu nueva mejor amiga Bárbara.
—No es mi nueva mejor amiga —respondió Newt—. Thomas parece buen chico, algo torpe pero buen chico.
—No me cambies de tema, shank, ¿qué haremos con Bárbara o seguirás protegiéndola?
—Sabes que no la protejo —respondió Newt—, la estoy usando para salir de aquí.

«Debí predecirlo —se dijo Bárbara—, ¿cómo pude ser tan estúpida como para confiar en él?». Se paró y se fue de nuevo con Chuck y Thomas aunque no quisiera ver a nadie. Estaba furiosa con Newt, pero más consigo misma por ser tan estúpida y confiar en él. ¿Qué demonios pasaba con ella? Siempre había sido intuitiva, sabía cuando la engañaban y esa vez había caído. Se sintió estúpida, que un chico la engañara de esa manera no era parte de sus planes. Se iba a vengar de Newt, de eso estaba segura.

Cuando llegó junto a Thomas, Chuck se había ido, sólo estaban ellos dos. Se sentó junto a su viejo mejor amigo, tal vez él no la recordaba pero ella lo recordaba muy bien.

Thomas la miró y frunció el ceño.

—¿Por qué tan triste?
—Fui estúpida, Tom. —Respondió y abrazó a su amigo por el cuello.

Bárbara supuso que Thomas no esperaba que lo abrazara, pero en ese momento lo necesitaba y mucho.

Thomas se sentía confundido a cerca de Bárbara, no la recordaba pero había algo en ella que lo hacia sentir seguro; quizá Bárbara podía ser brusca y sarcástica, pero le agradaba bastante.

—Hey, no llores.
—No estoy llorando —respondió Bárbara sin dejar de abrazarlo.

Cuando dejó de abrazar a Thomas miró hacia el frente, el Área estaba oscura, seguramente era la mitad de la noche. Pero no estaba cansada, quería correr y no detenerse hasta estar lejos de ahí.

Volteó hacia donde estaba Thomas, él tenía la mirada perdida hacia el frente. Se le notaba confundido, tanto como ella lo había estado el primer día que había sido ayer. Ayer. Ella había llegado el día anterior y sentía como si llevara ahí varios años.

—Bárb, ¿crees que seamos delincuentes? Quiero decir, ¿por qué otra razón nos encerrarían aquí?
—¿Es enserio, Tom?
—Piénsalo, no tenemos recuerdos, estamos en un lugar sin salida rodeados de un Laberinto con monstruos. ¿No te suena a prisión?
—No me imagino a Chuck matando ni a una mosca, ¿crees que sería capaz de matar a otra persona? Y tú y yo no estamos mejores, tenemos alrededor de quince o dieciséis años; sonamos menores para ser asesinos seriales.
—Pues esto no parecen unas lindas vacaciones.
—Oh, vamos, ¿qué dices? ¿No disfrutas pasar tiempo con los Penitentes? Son como delfines —dijo Bárbara bromeando y haciendo a Thomas sonreír—. Creo que iré a dormir, ha sido un día muy largo y sólo quiero descansar.

Sabía que Thomas ya no tenía nada qué preguntar, le había explicado todo lo que sabía para ahorrarle trabajo a Alby y evitar que su amigo continuara abriendo la boca.

…
Cuando despertó al día siguiente se limitó a tomar una manzana y alejarse de la muchedumbre; no quería hablar con nadie. Lo único bueno de el día anterior era la llegada de la muerta y Thomas, ahora nadie le prestaba mucha atención.

Caminó por el Área observando las enormes puertas. Había un chico en la puerta Oeste, parecía tener alrededor de dieciocho años, sus rasgos eran asiáticos y parecía ser más músculo que chico.

—¿Qué tanto miras, Novata? —le preguntó en tono grosero y salvaje.
—En ti no hay mucho que mirar —respondió Bárbara acercándose al Corredor.
—Soy Minho —dijo sonriendo—, me agradas, novata.
—Mi nombre es Bárbara así que no me llames novata, Minho.
—Bien, Barbarita.

Soltó un bufido y se sentó junto a Minho. Era agradable, sin embargo parecía ser uno de los chicos más groseros del Área ó, incluso, el más grosero. Igual no pareció molestarle que Bárbara se sentara en el césped junto a él.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó Bárbara después de darle una mordida a su manzana.
—Debes sentirte honrada, fui uno de los primeros chicos aquí. Desde ahora me llamarás rey Minho.
—¿Todos aquí se creen los líderes? Primero está Alby, quien me odia y quiere arrojarme por el Acantilado; después el capitán Gally que parece querer violarme; Newt quien finge que le agrado y no es cierto; Chuck que no deja de parlotear sobre lo que sabe y tú que se cree el rey.
—Pero Alby es un miertero, Gally merece ser asesinado, Newt me agrada aunque es garlopo, Chuck es una mariposita feliz y yo, a diferencia de ellos, soy increíble.

Bárbara sonrió y Minho la imita. Él parece estar preparándose para salir al Laberinto, no deja de revisar su mochila y moverse para ejercitar antes de salir a ése lugar.

—Cuénteme, rey Minho, ¿qué se siente ser Corredor?
—Es la cosa más miertera del Área; pero prefiero estar ahí dentro que limpiar el plopus de los demás como Chuck.

No sabía que Chuck era Slopper, él jamás le había dicho a qué se dedicaba en el Área pero no esperaba que trabajara en eso. Debió suponerlo, jamás vio a Chuck trabajando en el campo ni recogiendo muertos, era obvio que pertenecía a los Sloppers.

—Yo no quiero trabajar en nada, todo es horrible —dijo Bárbara terminando su manzana.
—Tendrás que hacerlo tarde o temprano, todos aquí tenemos que trabajar, es como una ley.
—Yo, por ser mujer, debería reinarlos a todos.

Minho soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Tengo que irme, nos vemos —dijo Minho y caminó hasta la puerta para lanzarse a correr por el Laberinto.

Bárbara lo observó hasta que se perdió de vista. Minho era rápido, tardó segundos en desaparecer. El trabajo de los Corredores parecía terrible, correr por horas y tener que aprenderte todo el Laberinto de memoria y después trazarlo en un mapa. Demasiado trabajo para tan pocos chicos.

Se levantó y comenzó a caminar por el Área, comenzaba a conocer bien el lugar aunque aún había cosas que quería saber pero nadie podía respondérselo porque no lo sabían ó no querían hablar.

Comenzó a internarse en el bosque, la luz no tardó en esfumarse por completo dejándola sola en la penumbra de aquél lugar.

No le incomodaba la oscuridad, la hacía sentir sola y necesitaba estarlo en esos momentos; lo único que deseaba hacer era pensar en una manera de salir de ahí y alejarse de todos los chicos.

Escuchó que algunas ramas crujían tras de ella y miró hacia atrás. No había nadie, el lugar estaba tan desierto como lo había estado siempre. Estar ahí no le provocaba miedo, absolutamente nada; era como si estuviera aislada de todos, fuera del Área.

Volvió a escuchar ramas crujir pero ahora junto a ella, estaba segura de que no era alucinación y que había alguien ahí mismo. Esperaba que fuera un animal o algo así, sin embargo todos los animales estaban en el Matadero, los Habitantes no dejarían que se escaparan.

—Por fin estás sola —dice Gally apareciendo entre los árboles—. Primero comenzaste con Chucky, después Newt, el Novato, Minho, ¿habrá alguien con quien no quieras acostarte? —parecía molesto, como si tuviera envidia de Bárbara.
—Eres un miertero —se sintió extraña al decir esa palabra, pero Minho la había dicho como si fuera un insulto—, que a ti no te mire siquiera no significa que los demás no me agraden.
—¿Minho ya te enseñó su vocabulario? Es un garlopo estúpido, deberías dejarme ayudarte —dijo el chico acercándose a ella peligrosamente.
—Aléjate —dijo Bárbara y retrocedió contra un árbol.
—Esperé mucho para que estuvieras sola, no me voy a detener ahora.

Tomó a Bárbara de la cadera e intentó besarla pero ella le dio una patada en el estómago. Gally, en cuanto se recuperó, la tomó por ambos brazos la empujó contra el árbol lastimándola y continuando sus intentos de besarla. Bárbara soltó un chillido mientras se retorcía de un lado a otro intentando evitar a Gally.

—Quítate de encima —dijo empujándolo pero él era mucho más grande y fuerte que ella.

Cuando por fin consiguió besarla Bárbara le mordió el labio con fuerza y lo empujó hacia atrás. Comenzó a correr pero Gally no tardó en alcanzarla, tirarla contra el suelo y subir sobre ella. Bárbara gritó y él le tapó la boca con sus labios antes de que alguien escuchara.

Alguien quitó a Gally de encima y lo empujó contra un árbol. Newt. Parecía furioso, no era de esas veces que se le ve molesto, no, estaba histérico y goleó a Gally tan fuerte en la nariz que consiguió rompérsela.

—¡¿Qué demonios te sucede, cabrón?! ¿Quieres que te recuerde nuestras reglas a golpes?
—Estás demente por ella, ¿no es cierto? —dijo Gally escupiendo sangre y Newt lo golpeó en el estómago.
—Si no quieres pasar una linda noche con los Penitentes, lárgate.

Gally asintió y se fue por donde había venido.

Bárbara estaba sentada en el suelo sobándose el brazo derecho que sangraba cerca del codo; parecía que se había clavado una rama.

Newt se sentó junto a ella y la miró, tenía el cabello castaño cubierto de hojas secas y ramas pequeñas, tenía la vista clavada al suelo, sus labios estaban manchados de sangre al igual que su brazo y tenía una ligera herida en la ceja que comenzaba a sangrar.

—¿Estás bien?
—Sí, sólo… —la voz se le quebró, deseaba llorar y tirar a Gally con los Penitentes para verlo morir. Lo odiaba, realmente lo odiaba.

No quería que Newt se le acercara, no después de lo que había dicho. Era ella orgullosa, no permitiría que él fuera con Alby a decir que sólo la usaba y cuando estaba con ella la abrazara. Sin embargo deseaba tener a alguien a quien abrazar y llorar por horas; quería a su madre.

Newt la rodeó con ambos brazos por la espalda y se sorprendió de lo delgada que era, podía sentir sus huesos perfectamente; pero no importaba, sólo quería que ella estuviera bien. Llevaba un día en el Área y había vivido tantos traumas…

Bárbara soltó un gemido, las lágrimas bajaban por sus mejillas y mojaban la remera de Newt. Quería quedarse así todo el día, llorando y después ir a dormir lejos de todos.

—Tengo miedo, Newt —susurró Bárbara impidiendo que él le mirara el rostro cubierto de lágrimas. No quería soltarlo, por más que estuviera molesta con él se sentía segura.
—Te prometo por mi vida miertera que nadie te pondrá una mano encima mientras yo esté aquí.
—Sólo quiero ir a casa.

Newt la abrazó más fuerte y Bárbara trató de impedir las lágrimas. Pero le parecía imposible, sólo quería liberarse y llorar.

—Tengo que llevarte con los docs —dijo Newt.

Bárbara asintió y se alejó de él aun con la cabeza gacha. Newt le tendió la mano para ayudarla a pararse y no quiso soltarla, por difícil que pareciera quería protegerla todo el tiempo.

La rodeó por los hombros y juntos salieron del bosque hacia la Finca. No se encontraron con nadie en el camino, parecía que todos se hubieran esfumado.

Cuando llegaron a donde estaban aquéllos hombres a los que llamaban docs Bárbara se sorprendió. No lo parecían, para nada. Uno era enano y gordo mientras que el otro alto y delgado, ambos parecían idiotas.

Le limpiaron la herida del brazo con agua y después la vendaron con sumo cuidado. La herida de la frente también se la limpiaron, pero no la vendaron, sólo le pusieron una sustancia extraña y la dieron por terminada.

Salió de la sala donde la habían atendido y se encontró con Newt afuera, tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados. En cuanto escuchó a Bárbara volteó para mirarla, tenía los ojos castaños cristalinos, pero no parecía querer llorar.

Bárbara se sentía mareada y lo único que quería hacer era dormir, estaba cansada de ver a ésos chicos, lo único que quería era descansar y sentirse segura por un momento.

—De ahora en adelante dormirás aquí —dijo Newt y le mostró una habitación.

No era mucho, tenía tonos oscuros, había una cama en una esquina y una pequeña ventana. Parecía ser algo más seguro que dormir allá afuera donde estaban todos los chicos.

—Gracias —respondió sin mirarlo y entró en la habitación.

Capítulo nueve.

Cuando Bárbara despertó al día siguiente le dolía todo el cuerpo y tenía hambre, mucha hambre. Chuck estaba frente a ella sonriente, parecía no saber lo que había sucedido con ella el día anterior.

—Newt y Thomas te esperan abajo para el trabajo en el Matadero —dijo el niño y salió de la habitación.

Bárbara se levantó con pereza y en unos minutos se encontraba sentada con Thomas, Newt y Chuck desayunando lo que había preparado Sartén. No sabía qué era, pero estaba bueno.

Los tres chicos hablaban entre sí pero ella mantenía la vista en el plato y se dedicaba a comer solamente. No quería hablar de lo que había pasado, pero era difícil disimular cuando traía una herida en la ceja y el brazo vendado.

—¿Qué te pasó, Bárbara? —preguntó Chuck y pensó en una manera de zafarse de ésa conversación.
—Resbalé en el bosque y me clave unas cuantas ramas.

En parte su respuesta había sido verdad, se había clavado varias ramas pero ella no había resbalado, Gally había intentado violarla tirándola al suelo.

Chuck se quedó conforme con la respuesta pero Thomas no, parecía confundido a cerca de la respuesta de Bárbara. Pero él tampoco se veía bien, parecía trastornado o algo así porque estaba mucho más callado de lo normal.

Cuando terminaron de desayunar, Bárbara, Thomas y Newt fueron al Matadero, el último no paraba de hablar pero ni Bárbara ni Thomas le prestaban atención. Mantenían la vista al frente y estaban sumidos en sus pensamientos.

—Hey, ¿están escuchándome? —dijo Newt mirándolos a ambos.

Negaron con la cabeza, no tenían ni la más remota idea de qué había dicho Newt durante todo ese tiempo.

—Los dos deben creer que soy un shank loco por enviarlos a trabajar después de lo que pasaron ayer —ambos se miraron, aún no habían tenido la oportunidad de compartir lo que les había pasado—, pero está en las reglas, shanks.
—El trabajo es probablemente la mejor cosa que puedo hacer, todo porque mi mente esté despejada —respondió Thomas encogiéndose de hombros.

Newt asintió y sonrió.

—No sólo pareces inteligente, Tommy. Es una de las razones por la que este lugar está como está, antes era terrible.

Thomas asintió.

—¿Y qué es de la chica?
—Sigue en coma. Le están dando de comer sopa, comprobando sus entrañas y eso. Parece estar bien, sólo muerta para el mundo por ahora.
—Fue extraño —dijo Thomas mirando hacia el frente, parecía querer saber más acerca de la chica.
—Sí, extraño es una buena palabra para definirlo, supongo.

Bárbara se sentía mareada, sólo quería sentarse a descansar y dormir durante todo el día, sin duda no le permitirían ni recostarse un rato. Se esforzaba mucho por mantenerse de pie, no podía ni mantener una conversación y se tambaleaba al caminar.

—Bárb, ¿estás bien? —preguntó Thomas frenando de golpe y mirando a su amiga. Tenía mal aspecto, estaba muy pálida.
—Sí —susurró e hizo una pausa—, sólo un poco cansada.

Thomas asintió y siguieron caminando hacia un granero de color rojo desteñido.

—Entonces, ¿qué haremos primero? ¿Ordeñar vacas o masacrar cerdos?

Newt se rió.

—Siempre hacemos que los Novatos comiencen por degollar cerdos.

Bárbara hizo una mueca de asco. No quería matar animales, le parecía muy desagradable.

—Lástima que no pueda recordar mi vida anterior. Quizá amaba matar animales —dijo Thomas.

Bárbara quiso sonreír pero no lo consiguió, sólo hizo una mueca extraña y Newt no parecía haber entendido la broma porque sólo asintió.

—Lo sabrás cuando el sol se ponga esta noche. Vamos a conocer a Winston… él es el Guardián.

Winston era un chico cubierto de acné, enano pero musculoso, y a Bárbara le pareció que al Guardián le gustaba mucho su trabajo. Tal vez lo enviaron al Área por ser un asesino serial, pensó.

Durante la primera hora Winston les demostró a Thomas y a Bárbara donde estaba el gallinero del pavo y el de las gallinas, dónde iba cada cosa en el granero. Había un perro, un labrador negro llamado Lab, quien se encariñó rápidamente con Bárbara siguiéndola durante todo el recorrido.

Bárbara se preguntaba de dónde venía Lab y no dudó en preguntárselo a Winston quien dijo que el perro siempre había estado ahí. Era un perro bastante tranquilo.

La segunda hora la pasaron trabajando en la granja de animales; alimentándolos, limpiando, construyendo una valla; no era muy buen trabajo.

La tercera hora sin duda fue la más difícil para ambos chicos. Tuvieron que ver cómo Winston sacrificaba un cerdo y comenzaba la preparación de sus muchas partes para comerlas.

Bárbara se prometió dos cosas a sí misma mientras iba a almorzar con Thomas. En primer lugar su trabajo en el Área no se relacionaría con los animales; en segundo jamás comería nada salido de un cerdo.

Winston les había comentado que él siempre trabajaría en el Matadero aunque sólo estuviera él en el Área. Bárbara lo consideraba un loco por la sangre, ¿quién disfrutaría matar animales? Además no sólo los mataba, los destrozaba y despellejaba.

Bárbara miró a su izquierda, un chico entraba por la Puerta Oeste. Minho. Dio alrededor de tres pasos y se detuvo jadeando con las manos en las rodillas. Tenía la cara roja, la piel cubierta de sudor y la ropa empapada.

Vio a Thomas acercándose a Minho, pero antes de que pudiera llegar el Corredor se desplomó sobre el suelo.

Bárbara se acercó corriendo a su amigo que estaba tirado en el suelo, Thomas se había quedado quieto allá atrás y después comenzó a gritar para pedir ayuda.

—¡Alby! —rugió—, ¡Newt! ¡Ayuda!

Bárbara estaba junto a Minho quien jadeaba y descansaba con los brazos extendidos. Thomas se hincó junto a ella y observó al Corredor.

—Estoy… bien —dijo entre respiraciones y miró hacia arriba—. Hola, Bárbara —saludó a la chica sonriendo y después se giró hacia Thomas—, ¿y tú quién eres?
—Soy nuevo —Minho debía conocer los acontecimientos pero no los había presenciado al pasar todo el día fuera en el Laberinto—. Me llamo Thomas.

Minho se incorporó sentándose.

—Oh, sí, Thomas —dijo respirando—. El novato, tú y la chica.
—¿Qué estás haciendo aquí de regreso, Minho? ¿Qué pasó? —dijo Alby obviamente furioso.
—Tranquilízate, Alby —le respondió Minho—. Haz algo útil y tráeme agua, dejé mi mochila fuera.

Pero Alby se limitó a patear la pierna de Minho, muy fuerte como para ser broma.

—¿Qué ha pasado?
—¡A penas puedo hablar, larcho miertero! —bramó Minho—. ¡Tráeme algo de agua!

Alby miró hacia Thomas y Bárbara, el moreno sonreía un poco y después frunció el ceño.

—Minho es el único garlopo que puede hablarme así sin que le rompa la cara y lo arroje por el Acantilado.

Bárbara y Thomas tenían la boca abierta, nadie le hablaba así a Alby, nadie pero Minho sí. El moreno ya había corrido a buscar el agua de Minho así que sólo estaban ellos tres.

Thomas se giró hacia Minho.

—¿Él te deja que le des órdenes?

Minho se encogió de hombros y se limpió el sudor de la frente.

—¿Te asusta ese larcho? Tienes mucho que aprender. Jodidos novatos.

Thomas frunció el ceño.

—¿Él no es el líder?
—¿Líder? —Minho soltó un gruñido para no carcajearse—. Sí, llámale líder, quizá podríamos llamarlo presidente… No, tengo algo mejor: Almirante Alby —se frotó los ojos y comenzó a reír.

Thomas no parecía considerarlo divertido pero Bárbara sí, había soltado una carcajada y miraba a Minho con admiración.

—¿Quién es el líder?
—Novato, simplemente cállate antes de que te confundas más —Minho suspiró, entonces murmuró para sí mismo—. ¿Por qué ustedes los shanks siempre vienen preguntando cosas estúpidas? Es molesto.
—¿Qué esperas que hagamos? —Thomas parecía molesto con Minho.
—Haz lo que se te diga, mantén tu bocota cerrada. Eso es lo que espero, todos lo esperamos.

Bárbara miró a ambos chicos, no sabía quién estaba más furioso, Thomas apretaba los puños y había retrocedido un poco pero al instante volvió a acercarse. Minho parecía tranquilo, pero exasperado.

—Estoy seguro de que eso hiciste cuando eras un Novato.

Bárbara miró a Minho, ella sabía que él había sido uno de los primeros ahí, seguramente lo que había dicho Thomas no le iba a causar mucha gracia.

—Fui uno de los primeros Habitantes del Área, shank. Así que cállate tu boca miertera hasta que sepas lo que estás diciendo.

Ahora Thomas estaba asustado, pero seguía molesto con la actitud de Minho. Bruscamente el Corredor lo tomó del brazo.

—Tranquilo, shank. Estoy jugando contigo, es demasiado divertido, ya verás cuando llegue el próximo novato… —dejó la frase en el aire— no habrá otro, ¿cierto?

Thomas se relajó y se sentó junto a Minho al igual que Bárbara. Pensó en la chica y en cómo le contaron que ella era la última.

—Parece que no —respondió Bárbara.
—Novato, ¿tú has visto a la chica? Todos creen que sabes quién es o algo así.
—La he visto, pero no me parece familiar —respondió Thomas a la defensiva.
—¿Está buena?
—Eres un miertero, Minho —respondió Bárbara molesta.
—¿Sabes, corazón? Era más lindo cuando te mantenías callada. Además eres la única a la que le permito decirme así sin matarla.

Bárbara quiso golpearlo, el Corredor era la persona más bipolar que conocía. A veces era un ángel y otras veces parecía que se iba a transformar en un Penitente.

—Sí está buena —dijo Thomas y Bárbara le golpeó el hombro.

Minho se recostó con las manos en la nuca y los ojos cerrados.

—¿Así que te gustan en coma, shank? —rió con disimulo.

Thomas no se movió, no parecía haberle causado gracia pero tampoco le había disgustado la broma.

—¿Has encontrado algo hoy? —preguntó Bárbara cambiando de tema.
—Esa es la cosa más jodida que le puedes preguntar a un Corredor —cerró los ojos de nuevo—. Pero no hoy.
—¿A qué te refieres? —preguntó Thomas interesado.
—Espera a que el Almirante regrese, no me gusta decir las cosas dos veces. Además, puede que él no quiera que escuchen.

Thomas suspiró y Bárbara frunció el ceño, Alby jamás le había agradado del todo.

—Al menos dime por qué estás tan cansado —dijo Thomas—, ¿no corres por ahí todos los días?
—Sí, Novato, corro por ahí todos los días. Simplemente digamos que me excité un poco y corrí de más para venir aquí.
—¿Por qué? —volvió a preguntar Thomas.
—Güey, ya te lo dije, paciencia. Espera al General Alby.
—Me callaré, pero asegúrate que Alby nos deje escuchar las noticias.

Minho lo pensó un segundo.

—Bien, Novato, tú mandas.

Alby llegó un momento después con una taza de plástico llena de agua y se la dio a Minho, quien se la tomó toda sin vacilar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Alby.

Minho alzó las cejas y miró a ambos chicos.

—Ellos están bien —dijo Alby—, no me importa que estos shanks escuchen.

Minho se esforzaba por ponerse de pie, haciendo gestos de dolor con cada movimiento y Bárbara terminó por darle la mano para ayudarlo a ponerse en pie.

—He encontrado a uno muerto —dijo sonriendo con orgullo.
—¿Un qué muerto?
—Un penitente.

Bárbara se sintió fascinada por la mención del Penitente. Eran aterradores de sólo pensar en ellos y encontrar a uno muerto debía ser emocionante.

Alby lucía como si alguien le hubiera dicho que las hadas existen y vendrían por él.

—No es buen momento para chistes.
—Tampoco lo creería si fuera tú —respondió Minho—, pero créeme, lo encontré. Uno grande y gordo.
—Encontraste un Penitente muerto —repitió Alby.
—Sí, Alby —dijo Minho con fastidio—. Cerca del Acantilado.
—Bueno… ¿por qué no lo trajiste de regreso contigo?

Minho se rió de nuevo aunque parecía más un gruñido.

—¿Has estado bebiendo salsa de Sartén? Esas cosas deben pesar media tonelada, shank. Además, no tocaría uno de esos ni por un boleto de salida de este lugar.
—¿Cómo se veía? —continuó Alby—, ¿Había púas de metal dentro o fuera de su cuerpo? ¿Su piel estaba húmeda? ¿Se movió?

Bárbara quería verlo, sonaba extraño pero deseaba verlo.

—Detente, hombre —dijo Minho—. Tienes que verlo tú mismo, es extraño.
—¿Extraño?
—Güey, estoy cansado, hambriento e insolado. Pero si quieres capturarlo ahora, podemos ir allí y regresar antes de que las paredes cierren.

Alby miró su reloj.

—Esperemos hasta mañana.
—Es lo más inteligente que has dicho en la semana —Minho se enderezó, palmeó el brazo de Alby y comenzó a caminar hacia la Finca cojeando un poco. Habló por encima de su hombro mientras caminaba—. Debería regresar ahí, pero al demonio. Voy a comer del asqueroso guiso de Sartén.
—Si ustedes dos saben algo y no me lo dicen…

Bárbara estaba cansada de Alby, suponía cosas que no eran verdad, ¿por qué Thomas y ella sabrían algo? Thomas estaba en blanco y Bárbara recordaba ciertas cosas, pero nada muy útil o importante.

—¿Por qué me odias tanto? —preguntó Thomas antes de que Bárbara pudiera responderle a Alby.

La mirada de Alby era indescriptible, confundida, rabiosa, no había manera de definirla.

—¿Odiarte? Shank, no has aprendido nada; esto no tiene que ver con odio o con gustar o con amor o sentimientos. Sólo nos importa sobrevivir, quita tu lado marica y empieza a usar el cerebro si es que tienes.

Thomas lo miró mal.

—Pero, ¿por qué sigues acusándome de…?
—¡Porque no puede ser coincidencia, garlopo! Aparece una chica que parece saberlo todo, después llegan tú y una muerta al día siguiente, Ben intenta matarte, Penitentes muertos… Algo está pasando y voy a averiguar qué es.
—No sé nada, Alby —dijo Thomas encogiéndose de hombros—. Ni siquiera sé dónde estaba hace tres días, mucho menos por qué Minho encontró un Penitente muerto. ¡Así que para de una vez por todas!

Bárbara comenzó a caminar para atrás tratando de escapar de esa confusión pero Alby se giró a verla y se detuvo en seco.

—Escuchen, Novatos, esto no tiene nada que ver con acusar a nadie. Si recuerdan algo, si algo les parece familiar, empiecen a hablar ahora. Prométanlo.
—Sí, pero…
—¡Sólo prométanlo! —dijo Alby interrumpiendo a Thomas.
—Lo prometo —dijeron ambos chicos al unísono.

Alby no hizo ninguna expresión, sólo se volteó y se alejó, sin decir ni una palabra más.