glances {newt | the maze runner}

Capítulo diez.

Bárbara se fue a sentar recargada a uno de los muros del Laberinto, estaba cerca de la puerta pero no pensaba salir después de haber visto así a Minho.

No había regresado al bosque desde lo que sucedió con Gally, prefería mantenerse en lugares públicos donde cualquiera pudiera observarla, se sentía fuera de peligro aunque la sensación de ser observada no era placentera.

Cerró los ojos y trató de disfrutar la brisa que nunca llegó y la extraña luz del sol, pero alguien se paró frente a Bárbara impidiendo que la luz llegará hasta ella. Newt.

—Hola, princesa —saludó y se sentó junto a ella.

Bárbara seguía furiosa con él, no le parecía justo que fuera su amigo y la protegiera, pero cuando estaba Alby fuera de lo más distante.

—¿Estás usándome para salir de aquí? —preguntó mirándolo a los ojos.

Newt frunció el ceño. Pero Bárbara quería que le respondiera, prefería saber la verdad a vivir feliz con una estúpida mentira.

—Por supuesto que no, ¿quién te dijo eso?
—Los escuché a ti y a Alby hablando, dijiste que sólo me usabas.

Newt negó con la cabeza, sabía lo que había dicho pero no había dicho la verdad, Bárbara le agradaba, de verdad le agradaba y no haría nada para lastimarla, de hecho quería protegerla de todo y todos.

—Él está furioso contigo, no entiendo por qué pero lo está y la mejor manera de que me dejara pasar tiempo contigo sin fastidiar era si le decía eso.

Bárbara suspiró.

—Sin ofender, Newt, pero eres medio imbécil.

Newt sonrió y Bárbara lo imitó. Le gustaba pasar el tiempo con él, parecía entenderla perfectamente aunque no lo hiciera.

—Todos aquí son medios imbéciles —dijo Newt encogiéndose de hombros—. Por cierto, hoy habrá un destierro.
—Dime que es de Gally.
—No, es de Ben, intentó matar a Thomas y Alby lo lastimó pero no murió.
—Oh, genial, además de imbécil es un asesino.

Newt sonrió y asintió. Aunque le costara admitirlo le gustaba pasar tiempo con Bárbara; era agradable la sensación que tenía cuando estaba con ella, como si todo lo demás se esfumara y sólo estuvieran ellos dos en toda el Área, de hecho sentía que estaba en casa cuando estaba con ella.

—¿Y qué sucede cuando destierran a alguien? —preguntó Bárbara mirando el Área.
—Lo enviamos al Laberinto por la noche, no es algo muy agradable de presenciar.
—Pero el orden es lo que importa, ¿no? Bueno según su extraña política.
—Si no hubiera orden, princesa, habríamos muerto hace mucho tiempo. No es difícil enloquecer cuando estás aquí y con nuestro orden miertero evitamos que los enloquecidos hagan daño.

Bárbara lo reflexionó por un momento, el orden era bueno, eso sí. Pero no soportaría desterrar a Thomas si estuviera loco, ó Chuck, Minho, Newt; no podría desterrarlos aunque estuvieran dementes.

—Yo no te desterraría —dijo Bárbara—, no me importaría que fueras un shank loco, te amarraría y podríamos seguir con el orden.

Newt rió.

—¿Así de tanto me quieres?
—Es mentira, te amarraría y te arrojaría con los Penitentes.
—Me alegro de estar cuerdo y de que no seas la líder, todos estaríamos desterrados si lo fueras.

Bárbara sonrió y negó con la cabeza. Sentía la mirada de Newt clavada en ella, pero no quería mirar; que alguien la mirara tan fijamente la hacía sentir incómoda, como si pudieran penetrarla con la mirada.

—Deberías dejar de mirarme, Alby se pondrá celoso.
—Es uno de los pocos placeres que puedo tener, ¿sabes? Jamás he visto nada que pueda considerar hermoso, pero disfruto el mirarte.
—¿Entonces me miras porque soy horrenda? —preguntó Bárbara fingiendo estar ofendida.
—Eres guapa, muy guapa.

Bárbara sintió que le ardían las mejillas y quiso esconder la cabeza. No recordaba lo que se sentía ruborizarse, era una sensación extraña pero linda. Trató de fingir que no había sentido nada por el comentario de Newt, pero se sentía extraña.

—Me gusta el rojo en tus mejillas, se ve lindo.
—Jódete.

El resto del día transcurrió en estar con Newt o Minho quien se burlaba bastante de ella; igual le agradaba mucho el chico.

Todos los Habitantes se encontraban reunidos en la puerta Este, media hora antes de que cerrara. Los Corredores habían regresado y entraron a la Sala de Mapas, pero Alby les había dicho que se dieran prisa, que los quería ahí en veinte minutos.

Bárbara se encontraba entre Thomas y Chuck. No conocía a Ben, pero se preguntaba qué pasaría cuando lo arrojaran allá fuera, seguramente los Penitentes acabarían con él. Hasta cierto punto sentía lástima por él, aunque hubiera intentado matar a Thomas, era un niño apenas.

Los otros Habitantes murmuraban entre ellos en voz muy baja, había cierto temor en el aire. Pero Bárbara se mantuvo callada con los brazos cruzados, esperando el Destierro. Los Corredores no tardaron en salir, todos ellos lucían agotados. Minho había sido el primero en salir, Bárbara suponía que era el Encargado de los Corredores.

—¡Tráiganlo! —bramó Alby.

Aparecieron tres enormes chicos en la Finca arrastrando, literalmente, a Ben por la tierra. Sus ropas estaban destrozadas y tenía un vendaje sangriento y grueso que le cubría la mitad del rostro. Parecía medio muerto, excepto por sus ojos abiertos y llenos de terror.

—Newt —dijo Alby calmadamente—. Trae el Palo.

Newt asintió y caminó y fue caminando hacia el Granero donde tenían herramientas que se usaban en los Jardines.

Bárbara volvió a mirar a Ben y a sus guardias. El pálido chico todavía no hacia nada para resistirse, dejaba que lo arrastraran por la polvorosa piedra del Área. Cuando alcanzaron a la multitud pusieron a Ben de pie frente a Alby. Ben tenía la cabeza gacha, sin hacer contacto visual con nadie.

—Esto te lo buscaste tú, Ben —dijo Alby. Sacudió la cabeza y miró hacia el Granero donde estaba Newt.

Newt salía del Granero sosteniendo varios palos de aluminio, conectándolos por los extremos para hacer un palo de veinte pies de largo. Cuando terminó, él agarró de forma extraña uno de los extremos y la arrastró hasta el grupo. Bárbara sintió un escalofrío en la espalda, sentía lástima por Ben, nadie merecía eso.

Finalmente, Newt se acercó a Alby y le entregó el extremo del palo que sostenía. Bárbara pudo verlo con mayor claridad, un lazo de cuero amarrado al metal. El chasquido de un botón reveló que el lazo podía abrirse y cerrarse.

Era un collar.

Alby desabotonaba el collar y después lo envolvió alrededor del cuello de Ben. El chico finalmente miró hacia arriba mientras el lazo de cuero se cerraba con un chasquido. Había lágrimas en sus ojos. Ninguno de los Habitantes decía nada por miedo o lástima.

—Por favor, Alby —rogó Ben, tenía la voz temblorosa—. Juro que sólo estaba mal por la Transformación. No lo habría matado, sólo perdí la cabeza. Por favor, Alby.

Bárbara sabía que Alby era un chico con poca piedad y humanidad, jamás perdonaría a Ben; lo arrojaría al Laberinto sin sentir ni un poco de lástima.

El moreno no le contestó a Ben, sólo se aseguró de que el collar estuviera bien puesto. Caminó dejando a Ben atrás y levantó el palo de la tierra.

Bárbara aún recordaba a Ben retorciéndose y con los ojos inyectados en sangre, lo recordaba muy bien. Pero eso era diferente, estaba temblando y llorando con un collar en su cuello.

Alby habló con una voz fuerte, mirando a todos a la vez.

—Ben, parte del equipo de los Constructores ha sido sentenciado a Destierro por el intento de asesinato a Thomas, el novato. Los Encargados han hablado y tú no regresarás —hizo una larga pausa—. Encargados, tomen sus posiciones en el Palo del Destierro.

Varios chicos salían de la multitud y caminaban hacia el largo palo; lo sujetaban con ambas manos, agarrándolo como si su vida dependiera de ello. Newt era uno de ellos al igual que Minho y Winston. En total eran diez Encargados que se mantenían callados y concentrados en lo que hacían.

Los únicos sonidos que se escuchaban en el Área eran los sollozos de Ben quien lloraba desconsoladamente. Miraba de derecha a izquierda porque el collar le impedía mirar hacia atrás.

Bárbara sentía a Thomas rígido a su lado así que le tomó la mano y le dio un apretón. Ella quería tanto como él que terminaran ya, la imagen de Ben sufriendo no era agradable.

—Por favor —dijo Ben aumentando el tono por su desesperación—. ¡Por favor! ¡Ayúdenme! ¡No pueden hacerme esto, soy uno de ustedes! ¡Por favor!
—¡Cállate! —ladró Alby furioso.

Ben lo ignoró y continuó gritando y pidiendo ayuda que no se le daría.

—¡Alguien deténgalos! ¡Por favor!

Bárbara trató de no mirarlo, pero era imposible no hacerlo, era una imagen muy perturbadora aunque igual todos miraban fijamente.

—Si dejamos que shanks como tú escapen de esto —comentó Alby—, no habríamos sobrevivido por tanto tiempo. Encargados, prepárense.
—¡No, no, no! —dijo Ben en un susurro—, ¡Haré lo que sea! ¡Por favor!

Sus chillidos fueron interrumpidos por los sonidos de las Puertas cerrándose. Salieron unas cuantas chispas de la roca mientras las puertas se cerraban y la tierra se sacudió por debajo de ellos.

—Encargados, ¡ahora! —gritó Alby.

Ben intentó retroceder pero los Encargados empujaban el palo hacia el Laberinto. Ben sollozó y cayó sobre sus rodillas sólo para que el Encargado del frente, un chico de cabello negro y muy fuerte, lo levantara.

—¡No, no, no, no! —bramaba Ben mientras luchaba contra el collar. Pero la fuerza de todos los Encargados era demasiada—. ¡No! —volvió a gritar una y otra vez.

Trató de clavar sus pies en el umbral, pero sólo duró un segundo, el palo lo envió al Laberinto de una sacudida. En poco tiempo estaba muy lejos del Área, sacudiendo el cuerpo mientras intentaba escapar del collar. Las paredes estaban a sólo segundos de sellarse.

Con un gran esfuerzo, Ben consiguió girar su cuello en el lazo de cuero y miró a los Habitantes. No parecía un humano, había locura en sus ojos, saliva saliendo de su boca, parecía un monstruo.

—¡Sujétenlo! —gritó Alby.

Entonces Ben gritó, era un sonido desgarrador; brutal y lunático. En los últimos segundos, el Encargado del frente aflojó el largo del palo y lo jaló de vuelta al Área dejando a Ben allá afuera. Los gritos de Ben fueron interrumpidos en cuanto las paredes se cerraron.

Bárbara sentía las lágrimas bajando por sus mejillas y antes de que alguien se percatara bajó la mirada.