Nuevo Ingreso [Draco Malfoy & Tu]

Ficha de la serie

Harry Potter, Hermione Granger, Ron Weasley y Draco Malfoy, regresan a Hogwarts, con 17 y 18 años, a cursar sus últimos tres trimestres; luego de que la batalla contra Lord Voldemort terminara, con accidentes graves, pérdidas de mobiliario y algunos edificios, pero sin muertes innecesarias. Ahora su única preocupación serán los éxtasis, terminar el colegio y ser trabajadores profesionales. Pero las cosas no serán tan fáciles después de todo.

_____ es una chica de familia adinerada y con buena posición social, 17 años, estatura media y piel blanca. Su vida siempre ha sido común, pero no aburrida. Debido a un periodo de rebeldía, perdió todo un año de estudios. Ahora nuevamente comenzará su segundo año de bachillerato. Siempre ha sido una chica de hechos, ciencias y lógicas explicaciones; no cree en las coincidencias. Es la chica más necia, terca y testaruda, puede ser seria o muy risueña, inteligente y brutalmente honesta, pero cuando la situación lo amerita puede ser la persona más alegre, tierna y “estúpidamente enamorada”; es por eso que prefiere mantenerse fría con, y alejada de los chicos.

Hacía ya una semana que sus padres, Denisse y John D´Verol, le dijeron una dura verdad, no era su hija biológica, pero a pesar de eso, han sido la familia más unida.

Sus tacones de seis centímetros resonaban en las frías losas de la enorme casa/mansión al ir por sexta vez a su cuarto, ya iba diez minutos tarde a la ceremonia de casamiento de su tío favorito, detestaba llegar tarde, odiaba tener tantas miradas encima cuando entraba a algún lugar, sí, definitivamente era lo que más odiaba, y tal vez ese vestido strapless negro y rosa pálido, no ayudaría a pasar desapercibida.

...Y esa noche fue la primera vez que tomó tequila… un vaso pequeño fue lo suficientemente grande para que una chica, inexperta en bebidas, se quedara dormida en el asiento trasero de la camioneta familiar.

-_____… Llegaron visitas, baja a saludar.- indicaba su madre Denisse, apenas al asomarse al cuarto luego de anunciarse con sus acostumbrados y elegantes toques en la puerta de madera que daba acceso al cuarto de su “única y pequeña hija”, adoptiva.

-Sí, má. Ahora voy.- comentó con una sonrisa, mirando y esperando que le devolviera el gesto. Pero nunca llegó; en su lugar, una mirada triste y sombría se asomó por los ojos ocultos tras una capa de fleco castaño, llamando toda la atención de la chica. Ignoró por completo que tenía que acomodar el calzado, por colores, y se levantó de tope de su lugar, tuvo al instante una jaqueca horrible acompañado de un pequeño mareo, la resaca seguía presente.

Bajó con mucho cuidado las escaleras y se dirigió a la sala de estar de su casa, con elegancia, pues esperaba encontrarse con la familia recatada y estirada de parte de su padre, que siempre esperaba verla para comentar cosas hirientes acerca de ella, criticando su atuendo o su apariencia, o cualquier cosa defectuosa visible a sus penetrantes ojos. Giró una vez más, y solo vio a una persona, un hombre, demasiado serio y expectante, parecía, a los ojos de la chica, un inspector de servicio social intrafamiliar. Parecía que llegaba de un funeral, vestía de pantalón y camisa negros, zapatos lustrosamente negros, el cabello desalineado que llegaba hasta la barbilla igualmente negro.

-Buenas tardes.- saludó cordialmente al extraño en su casa, intentaba parecer una chica seria, adoptando una actitud parecida a la del hombre, pero tanta seriedad le era gracioso, por lo que no pudo reprimir una ligera sonrisa nerviosa. –Perdón.- se disculpó luego de ver una expresión de reprimienda.

-Hija, él es el profesor Severus Snape. De tu nuevo colegio.- John, avisó en presentación al mismo tiempo que su hija saludaba de mano al profesor frente a ella. “¿Mi nuevo colegio?”, repitió el subconsciente de la chica, haciendo que al soltar la mano del profesor, girara muy rápidamente hacia su padre.

-¿Colegio?- cuestionó con incredulidad, los ojos muy abiertos, pues creía que defenderse de una chica agresiva y dejarle un ojo morado, un labio partido y un mechón de cabello rubio menos, no era razón suficiente para querer enviarla a un colegio.

-No hay marcha atrás. El profesor se tomó la molestia de traer tu carta de aceptación hasta acá.- dijo su madre, imitando un tono de advertencia, _____ de inmediato se contuvo de soltar algunas groserías. “¿Cómo pueden mandarme a otro colegio sin mi consentimiento?”, pensaba con enojo.

-Lo lamento.- se disculpó en voz baja, tragándose las ganas que tenía de soltar palabrotas. -¿Cuándo inician mis clases?- interrogó sin ocultar su poco interés, pensando que sería el año entrante, cuando ya cumpliera su mayoría de edad y entonces decidir no ir a ningún lugar.

-Iniciaron el 1° de Septiembre.- respondió, por primera vez, con una voz gruesa, tosca y cortante. Giró hacia su nuevo profesor, y aunque él seguía en la misma posición, serio y de brazos cruzados y mirándola hacia abajo, suspiró profundo y, con un asentimiento de cabeza, aceptó el cambio. ¿Qué más podía hacer? ¿Huir de casa? Eso no estaba en su repertorio de opciones, debía aceptar el cambio.

-Pero, ¿qué va a pasar con mi prepa, con mis amigos? Además, las clases en el colegio ya iniciaron, seré “la nueva bicho raro”.- Comentó en una triste réplica, fingiendo que le dolía marcharse del instituto al que asistía, ya que la única razón por la que se presentaba a clases era para no decepcionar a su familia, aunque eso significara pasarse el día encerrada en la biblioteca y desayunar, sola, dentro del salón de clases.

-Es por eso que te irás mañana temprano. Ya arreglamos el papeleo en la prepa.- Avisaba otra vez, la señora de la casa, con el mismo tono de voz. “¿Qué voy a hacer ahora? ¿Por qué quieren alejarme de ellos?”, pensaba la chica con tristeza. Una lágrima resbaló por su sonrojada mejilla. “¿Será que ahora que me dijeron la verdad, quieren deshacerse de mí?”, seguía preguntándose, mientras observaba cómo a sus padres se les ensombrecía la mirada, igualmente de tristeza.

–No llores, pequeña. Ese colegio es especial. Te sentirás muy bien desde que pongas un pie en Londres.- trataba de convencerla su padre, con una fingida sonrisa de alegría.

-¿Londres?- replicó sorprendida en voz alta. Los señores de la casa estaban bastante afligidos y el profesor no podía estar más aburrido en medio de ese drama familiar.

-No hay nada que puedas hacer ya. Arregla tu equipaje rápido.- ordenaba Denisse, como cuando le restringía algo, solo que su voz dura, se quebraba entre cada palabra. _____, respiró profundo y salió rápido de la sala, subió a su cuarto y se arrojó en su cama, hundió su cara en su almohada morada en forma de corazón y gritó con fuerzas.

*Narra Escritora*

_____ estaba acostada en su cama, fingiendo que la noticia que le habían dado hacía un par de horas, no era nada para ella.

Sus padres entraron despacio a la habitación de la chica que, de inmediato, se sentó en su lugar dándoles la espalda, secando disimuladamente sus ojos. Daba gracias de haber dejado la luz apagada.

-Hija…- comenzó su madre, llamándola para que volteara. –Seguramente la noticia no fue lo que esperabas…-

-¿Tú crees?- respondió de mala gana.   Sus padres suspiraron tristemente.

-Nosotros sabemos que estarás mejor en ese colegio. Como también sabemos que no eres feliz en el instituto que escogimos para ti.- dijo su padre, ella de inmediato giró a verlo y luego inclinó inclinó su cabeza. “Me han descubierto”.

-Creemos que, tal vez, estarás mejor en Londres.- dijo Denisse, extendiéndole una taza de té caliente a su hija. Ella les sonrió cálidamente. Se sintió una cobarde por actuar de esa forma aniñada frente al profesor, seguramente creerá que no puede salir del país sin sus padres. Seguramente la cree una chica débil.

Ella no dijo nada, tomó su taza completa de un solo sorbo y se despidió de sus padres con un “Hasta mañana”, sintiendo, extrañamente, que no sería así. De inmediato cayó en un profundo sueño.

*Narra _____ D´Verol*

Busqué a oscuras el cobertor en la cama, creía que seguía dormida, pero la oscuridad no era por mis párpados caídos, era por la escasa luz que había en el cuarto. Me incorporé entrecerrando los ojos para tratar de visualizar a mí alrededor. De lo que estaba segura, es que no era mi cama, no era mi habitación, lo único que me pertenecía de ese lugar eran mis maletas y mis tenis esperándome al pie de la cama.

Me puse de pie y caminé hacia la rendija de luz que entraba por debajo de la puerta, salí del cuarto y comencé a caminar por un pasillo solitario y oscuro, hasta llegar a un pequeño despacho donde estaba una persona detrás de éste, leyendo unos papeles.

-¿Profesor Severus Snape?- cuestione incrédula. “¿Por qué está él aquí? ¿Por qué estoy yo con él?” El profesor me miró sorprendido, tal vez.

-Me preguntaba si algún día despertaría.- fruncí el entrecejo por su comentario. Eso no era de ayuda. Estaba demasiado confundida.

-¿Dónde están mis padres?- cuestioné ignorando su comentario. “Por favor, no diga que…”

-En su casa.- respondió interrumpiendo mis pensamientos.

-¿Qué? ¡No!- dije espantada, recibiendo otra mirada reprobatoria por su parte, levantando la vista de sus papeles más importantes que al parecer mi inconformidad. – ¡Mami… papi!- gritaba en busca de mis padres, girando a varios lados de la habitación redonda decorada con enormes cuadros de personas que habían posado durmiendo.

-Guarde silencio.- me reclamaba poniéndose de pie el profesor, de repente callé y giré de nuevo a él.

-¿Dónde estoy?- interrogué en voz más baja, ya que unas voces provenientes de algún lugar, tal vez de los dormitorios contiguos, me indicaban que me callara y dejara dormir. 

-En Hogwarts.- indico rápidamente, regresando a su lugar de nuevo. –No podré seleccionar tu casa ahora porque el director se encuentra fuera.- me anunciaba re-acomodando sus documentos en sus manos. Yo tenía los ojos como platos, “¿cómo fue posible que llegara tan pronto a Londres? ¡Y sin que me diera cuenta! Seguramente me subieron a un jet cuando dormía”.

-¿Harvard?- exclamé impresionada, recordando lo que me dijo el profesor. "Soy demasiado joven para esto." -¿Casa?-

-Hogwarts.- puntualizó. “¿Qué rayos es eso?” Jamás había escuchado de este colegio. –Se llama casa a la que será tu hogar y familia durante tu estadía en el colegio.- explicó moviendo libros de un lado a otro.

-¡Ah!- suspiré confundida. "Tal vez aún esté dormida". –Iré… a dar una vuelta.- dije en voz baja, confusa por el repentino cambio y temerosa de que se enojara. Él asintió un poco y regresó a su escritorio.

Sabía exactamente a donde quería ir, a mi casa. Por eso tenía que buscar la manera de escapar del colegio, aunque el lugar no pareciera uno, era como una prisión medieval; no había lámparas, en su lugar solo antorchas que se encendían cuando pasaba. Al principio me asustó, pero luego deduje que deberían tener un sensor de movimiento, como en las casas de verano de los ricos mimados; el lugar era tenebroso, como en las películas de miedo, no tenían color las paredes, solo eran grandes y rocosas. Suspiré profundo, si iba a salir de ahí, lo mejor era no saber cómo regresar, o por lo menos saber por dónde iba y no dar vueltas. Observé mi reloj digital en mi muñeca, las ocho treinta del sábado, era enserio cuando mis padres dijeron “te vas mañana”. Sentí mi celular en el bolsillo de mi pants Jordan, y escondí mi largo cabello debajo de la capucha de mi sudadera gris. Pude ver el final del pasillo, ya casi llegaba a fuera, podía ver la poca luz del atardecer. “¿Qué haré yo sola, tantos días en Londres?” En mi rostro se asomó una sonrisa malévola al tener mi pase de salida justo a unos metros, por lo que apresuré el paso. “¡Diablos!” Solo había llegado al jardín del colegio. Suspiré nuevamente, con fastidio. Tenía que buscar a algún idiota que me indicara la salida. Giré para ir en busca de alguien, y lo encontré al momento de dar el paso, pero no de la forma que imaginaba.

-¡Fíjate por dónde vas, estúpido!- me gritó como su fuera una cosa insignificante. 

“Espera… ¿Me ha llamado estúpido?” Yo estaba equilibrándome de nuevo en mi lugar, intentando mantenerme de pie, justo cuando iba a responder, el chico rubio habló otra vez, con expresión de fastidio. –Otro hijo de muggles.- dijo indignado, para sacudir su carísimo traje negro y salir de ahí, rodeándome.

-Loco idiota…- susurré mirando su elegante andar “¿Mugre? ¿Qué rayos se cree llamándome mugrosa?”

Les dejo aquí un poco más. Cualquier duda, comentario o sugerencia, es bien recibida.

“Tal vez tenga que esperar hasta mañana para poder visualizar mejor a mí alrededor y memorizar las rutas de salida. Pero ahora tengo hambre. ¿Tanto habré dormido?” 

Decidí regresar a la habitación donde desperté y pedirle al profesor que me indique el camino a la cafetería, ya que parecía un colegio desierto. –Profesor Severus…- dije en voz baja, llegando al lugar de donde había salido, tardé cerca de veinte minutos en encontrar el camino de regreso, los pasillos son todos iguales y confusos.

-Aquí… estoy.- indicó detrás de mí, causándome un enorme susto.

-¿Todos aquí visten de negro?- cuestioné con una ceja arqueada, recordando al chico que me había insultado. –Tengo hambre. ¿Puede indicarme dónde encuentro la cafetería o es que ya cerró?- pregunté observando que no iba a contestar mi hipócrita pregunta. Él asintió y caminó a la salida.

-Ya es la hora de la cena, iba a ir a buscarla.- comentó caminando frente a mí. No tuve más remedio que seguirlo.

Caminamos un rato en silencio, no había ni un ruido externo. Era extraño. Los pasillos estaban mareándome mucho, y mi estómago explotaría por el vacío repentino, si no probaba un bocado.

-Tardaré mucho en aprender el camino y no perderme en el intento.- comenté tratando de hacer conversación, pero el profesor no me dirigió ni una sola mirada, iba tan serio siguiendo su camino. “Tal vez tampoco sabe llegar y tiene que estar muy concentrado recordando el camino. Y tal vez ni siquiera me escuchó.”

Doblamos por el octavo pasillo y, frente a mí, aparecieron unas enormes puertas de madera, abiertas de par en par, dejando ver un montón de estudiantes de variedad de edades. Ahora tenía un enorme nudo en el estómago, todos vestían de negro o ropas oscuras, y francamente yo desentonaba. Me ajusté de nuevo mi capucha para que no se cayera al caminar hacia dentro.

-Oh, no podré hacerlo.- susurré con pánico, escondiendo mi mirada.

-¿Disculpe?- interrogó con curiosidad.

-Es demasiada gente y… tengo pánico escénico.- comencé con mi voz quebrada. -¿Puedo comer a su lado?- cuestioné mirándolo fijamente, con la mirada trataba de convencerlo. Él solo rodeó los ojos y continuó su camino a paso firme, lo que tomé como un “sí” y caminé un poco más a prisa para ir a la par con él.

*Narra Escritora*

El trío de oro estaba muy emocionado por regresar a Hogwarts y terminar su último año, ya que con todo eso de buscar los Horrocruxes para derrotar Lord Voldemort habían dejado de lado sus deberes como alumnos. Pero ahora estaba todo bien. Lo que les afectaba era tener que ver otro año al “Idiota de Malfoy” como comúnmente lo llamaban. Dumbledore les ofreció regresar a todos los alumnos que no estaban satisfechos con su último año de estudios para poder concluirlos.  

Por otro lado, Malfoy hijo, ya tenía considerado no regresar al colegio, ¿Qué dirían de él? ¿Que traicionó al señor tenebroso, él y su familia? ¿O que ayudó a la orden del fénix a capturarlo? Lo peor era que tal vez estaría solo, ya que sus amigos Theodore Nott y Blaise Zabini aún no le habían mandado respuesta de si volverían al colegio.

Era frustrante, sus padres prácticamente lo obligaban a terminar los estudios y que luego se dedicara a ser un hombre de negocios y buena familia, con sus propios métodos, claro. Pero no quería hacerlo, nadie sabía sobre su contribución para derrotar a lord Voldemort, en cambio todos pensaban que era un cobarde traidor. Suspiró con cansancio y se acostó en su cama, en su última noche en Malfoy Manor.

Eran las nueve de la mañana, todos los alumnos estaban en la plataforma nueve y tres cuartos esperando su señal de salida para ir a Hogwarts, el colegio de magia y hechicería de mejor prestigio en Londres.

Hermione iba tomada de la mano de Ron, Harry llevaba su mano junto a la de su pelirroja novia, felices de poder estar juntos en las clases, verían a sus amigos nuevamente, a sus profesores, este año sería perfecto.

Draco Malfoy, en cambio, iba a regañadientes otra vez, jalando su equipaje hacia el tren. En su rostro se asomó una pequeña mueca en forma de sonrisa, al ver a sus mejores amigos, llegando también. Se saludaron como de costumbre, una diminuta sonrisa y un asentimiento de cabeza. Los tres subieron juntos al expreso y buscaron un compartimiento vacío.

-Será un fastidio.- puntualizó el rubio, tomando asiento en su lugar. Los chicos solo sonrieron y se sentaron frente a él.

-Lo mejor de todo esto, es que podemos estar con Astoria sin que Daphne esté lloriqueando por “lastimar a su hermanita”.- se burlaba el moreno Blaise, haciendo comillas al hablar de su excompañera de casa. Los tres chicos se permitieron reír abiertamente. Siempre habían hablado de cómo sería tener a la pequeña, virginal y buena hermana Greengrass, en su cama.

La semana pasó desapercibida por todos, casi no había clases de ninguna materia, los profesores parecían estar haciendo algo más importante que impartir materias a los alumnos. Malfoy y Blaise habían sido nombrados Prefectos de Slytherin, quienes custodiaban los pasillos solo para molestar a los más pequeños, quitar puntos a sus casas pertenecientes, siempre y cuando no fueran de su misma casa, y hacerlos llorar. Hermione y Ron, eran los prefectos de Gryffindor, quienes actuaban como los defensores de los agredidos por Malfoy y el resto de Slytherin, pero no podían hacer mucho. El rubio siempre se salía con la suya.

*Narra  Draco Malfoy*

Luego de llegar de la excursión adelantada a Hogsmeade, comencé a caminar por los alrededores del pasillo a molestar a alguien, estaba tan satisfecho de lo que pasaría en unos días que tenía que quitarle los dulces a algunos chiquillos antes de la cena.

Doblé un pasillo cerca de los jardines, pues no había muchos alumnos fuera del gran comedor, cuando sorpresivamente alguien choco contra mí. O más bien algo: un estúpido hijo de muggles. Le reclamé que se fijara por donde caminaba. Se veía tan patético tratando de mantenerse en equilibrio para no caer al suelo. “Bueno, al menos unos gritos al chico y algunas cuantas ofensas me haría sentir bien.” Pero él no dijo nada, solo mantenía su quijada perfectamente apretada por el coraje, lo cual me hizo sonreír. Sabía que no podía ir en mi contra, y tal vez sepa muy bien qué le conviene. Seguí mi camino y llegué al gran comedor, donde me esperaban ya mis dos amigos.

-¿Chicos, supieron la noticia?- decía en chisme, Astoria, llegando a nosotros y sentándose a mi lado, sonreí satisfactoriamente y pasé mi brazo por sus hombros, dedicándole la famosa sonrisa: “Tu y yo, esta noche.” Ella nerviosa, sonrió y miró a mis amigos. –Hoy llegó un nuevo alumno.- comentó con alegría.

-Eso no es justo. Ya pasó una semana de clases. ¿Por qué hacen preferencias?- reclamaba Theo a mi otro lado.

Nadie dijo nada más, en ese momento, mi padrino Snape y profesor de DCAO, iba entrando con su conocido paso firme, haciendo que todo Slytherin se inflara de orgullo ante su presencia. Pero no iba solo. "Ese chico otra vez". Solté un bufido haciendo que mis amigos me observaran.

-El nuevo chico es hijo de muggles.- dije con desesperación, desde la guerra mágica, nadie podía decir sangre sucia en la escuela, o serán castigados. Así que también tengo que pensar en mejores maneras de molestar a rata de biblioteca Granger. Estaba molesto de tan solo verle con mi padrino. “¿Por qué está con él?”

-¿Es mi imaginación o el chico nuevo se sentará con el profesor Snape?- recitaba incrédulo, Blaise. Observando al mismo lugar que todos en el comedor.

*Narra Escritora*

En otro extremo del gran comedor…

-¿Vieron? Snape tiene nuevo consentido.- recitó Ron, tragando un poco de pollo. Los leones suspiraron profundo, ahora tenían que lidiar con las amenazas del nuevo también porque, seguramente, para estar con el profesor, tenía que tener el genio de Malfoy.

*Narra _____ D´Verol*

-Todos me observan.- comenté en voz baja, sentándome en el último lugar en la mesa, al profesor a mi lado, que acababa de servir su plato. El me observó y, por primera vez le ví curvear un poco sus labios hacia arriba. –No me gusta el pollo.- indique al ver la carne en la mesa.

-No me diga que es vegetariana.- dijo con sarcasmo.

-No, pero el pollo no me gusta.- expliqué mirándolo a la cara. -¿A dónde debo ir a pedir mi plato?- cuestioné curiosa, tratando de ignorar algunas miradas curiosas hacia mí.

-Solo sírvete.- dijo señalando los platillos. Los demás profesores, demasiado extraños: grandes, gordos, flacos y pequeños, me veían con curiosidad, o más bien como si fuera un bicho raro. Estaba demasiado incómoda en ese enorme lugar.

-Quisiera de lo que está comiendo ese chico.- señalé con la mirada a la mesa próxima.

-Ve y pide un poco.- me indico en orden. Volteé a verle de inmediato. “No voy a hacer eso.”

-¿Usted podría…?- cuestioné en voz baja, dulce, tenía que convencerlo.

-No voy a ir yo.- puntualizó en voz más alta, ganándose ahora él, las miradas: muchos alumnos, y los profesores a nuestros lados. Él suspiró escudriñándome con sus negros ojos y, pensaría que en disculpa por gritarme, se levantó de su lugar y camino a la enorme mesa larga frente a nosotros. Parecía algo extraño para los demás, todos lo veían, curiosos y espantados, como si de pronto fuera a detenerse y gritar a todo el mundo. Parecía una escena pausada de una película, nadie masticaba sus comidas y algunos tenían sus tenedores a medio camino. El profesor Severus llegó a la mesa y comenzó a servir un poco de papas y arroz con un algo de carne. Dio media vuelta y regresó a su lugar a mi lado. Le sonreí en agradecimiento en cuanto colocó el plato frente a mí, solo que ahora parecía una montaña de comida. –Se lo termina todo.- indicó en voz dura. “Eso me pasa por pedir favores.” Le sonreí aun así y él, parecía tratar de evitar regresarme el gesto. Pero entonces éramos las únicas dos personas comiendo. Todo mundo había dejado de hacerlo.

-Una fotografía les durará más.-  comenté con sarcasmo, haciendo que los adultos rieran un poco, y los demás volvieran a su cena.

La cena termino luego de una hora, algunos chicos comenzaban a levantarse de su lugar y salían, seguramente a sus habitaciones. Eso me recordaba algo.

-¿Profe, dónde dormiré yo?- cuestioné terminando de tomar mi jugo de naranja.

-¿Durmió toda la tarde y la noche y lo único en que piensa es seguir durmiendo?- respondió con otra pregunta.

-Es solo curiosidad. Dijo que no tendré habitación hasta que llegue el director.- recordé en voz neutra.

-Ya lo solucionaré.- dijo finalmente. "Tal vez decir: en mi cuarto, no es un buen comentario."

-¿Ya se va?- interrogué al verlo levantándose. Él me dedicó otra mirada obvia, me maldije mentalmente por mi estupidez. –Voy con usted. No quiero perderme.- puntualicé, tratando de no verme tan tonta por mi pregunta. Asintió y me indicó que lo siguiera. Caminamos frente a las enormes cuatro mesas, haciendo que me encogiera más y más por las miradas que tenía encima. Giró hacia una y se detuvo frente a unos chicos. Dudé un momento en seguir caminando, pues me encontraba frente al idiota que me llamó mugrosa. Me giré dando la espalda a él y sus amigos que nos veían con curiosidad.

-Draco…- habló con su ya conocida voz, el profesor. “Qué nombre tan raro”, pensé frunciendo el entrecejo, pero no pudo seguir hablando porque la melodiosa voz de pink sonó en mi celular, justo cuando iba a voltear y ver quien era ese tal “Draco”.

El profesor se hizo un poco hacia atrás, mirándome reprobatoriamente por el escándalo que tenía con mi música, hice una ademán con las manos indicándole que me alejaría a contestar, aunque no tenía ni idea de cómo era que tenía señal en Londres si mi celular era extranjero.

Comencé a caminar, observando el número telefónico y la imagen de mi madre en la pantalla. “Esta mujer va a escucharme.”

-¿Cómo pudiste?- reclamé por la bocina.

-Hija, disculpa, pero tenías que irte ya.- se excusó. –Quiero decirte que te mandamos dinero y el profesor Severus te hizo una cuenta con la moneda de allá, ¿ok? Así que dispones de él. Hablamos por teléfono para nacionalizar tu número allá también. Y ya no ocupas permiso para las salidas de la escuela. Y no olvides que tu padre y yo te amamos mucho.- rezó rápidamente como si tuviera prisa por colgar.

-¿Sabes que si una persona te lleva a un lugar sin tu permiso, se llama secuestro?- dije en voz más alta. –Tengo el valor suficiente para ir con la policía y denunciar al profesor Severus.- me detuve al escuchar un carraspeo de garganta tras de mí. –Espera.- indiqué y giré al profesor.

-Tu habitación, estará lista. Dormirás en mi casa hasta que regrese el director.- me dijo con su voz agraciada. Asentí un poco nerviosa por saber que me escuchó, él y algunos alumnos presentes que me observaban como si estuviera loca por hablar por teléfono. –El uso de eso…- señaló mi celular cerca de mi oreja. –Está prohibido-

-Gracias.- dije y me coloqué el teléfono en la oreja otra vez. –Má, hablamos luego. Tengo que ir a mendigar una habitación.- avisé fingiendo una voz lastimosa. "Adoro el arte dramático". -Así podré ver la salida y escapar cuando pueda.- comenté con sarcasmo y colgué guardando el celular en la bolsa de mi sudadera.

-Es imposible que escapes.- me advirtió a mi lado el profesor.

-Ya lo sé. Saldré caminando por la puerta principal a la vista de todos.- expliqué caminando a la salida del comedor. Siendo observada otra vez, por todos.

*Narra Draco Malfoy*

-¿Ahora qué?- cuestioné con fastidio al ver llegar a mi padrino hacia donde yo, pues seguramente el chico nuevo dijo que lo llamé hijo de muggles y entonces tendré un castigo.

-Draco…- comenzó a hablarme, pero fue interrumpido por una música extraña. El chico se movió nervioso y sacó un aparato negro, seguramente muggle, y caminó a la salida. Parecía muy femenino. “Rayos, tendré que mantenerme alejado de él”. Mi padrino se volvió hacia mí otra vez para hablar. –Draco, antes de que salgas a patrullar los pasillos, pide a alguien que acomode un cuarto.- me dijo en orden. “¿Qué ese muggle va a estar en mi sala común?” El profesor sonrió un poco, seguro había leído mi mente. –Solo hazlo.- ordenó con voz dura y se alejó de nosotros.

-¿Por qué quiere que duerma en la sala de Slytherin?- cuestionó Theo, curioso pero no molesto. A él no le afectaba el estatus de sangre, nunca lo hizo. No dije nada, bufe y observé como se alejaban por la entrada, y cuando giró hacia dentro, miré atentamente las facciones de su rostro, delicado y delgado, “¡No puede ser! Maldita sea, es un chico. Jamás había pensado en un chico. Pero no es nada de otro mundo, solo lo recuerdo para saber cómo insultarle.”

Llegué a la sala común y le pedí a Theo que él se hiciera cargo del cuarto, o que obligara a alguien a hacerlo y me salí con Blaise a los pasillos, “no quiero tener que verle la cara otra vez”.

*Narra Harry Potter*

-¡Pero es hijo de muggles!- decían entre tantas palabras del debate en la sala común. Yo solo observaba curioso, me era graciosa la escena de ver a todos los compañeros leones hablar sobre el chico nuevo que cenó junto al profesor Snape y que, para variar, es hijo de muggles.

-¿Vieron cómo lo manipuló para que le sirviera su cena?- interrogaba Neville, quien también repetía su último año con nosotros.

-Tal vez sea su hijo perdido.- decían en burla, haciendo reír a más de uno, Ron.

-¿Cómo crees eso?- le regañaba cariñosamente Hermione, su novia. – ¿Si fuera su hijo lo dejaría vivir con muggles?- razonó con obviedad.

-Entonces se involucró con una mujer muggle y luego le dio vergüenza de que fuera a tener un hijo con ella, la abandonó y ahora que quien-tu-sabes, está muerto ya no puede reclamarle nada y fue por él.- explicaba mi amigo pelirrojo, haciendo que todos dejaran de hablar y quedaran callados un segundo, para estallar juntos a carcajadas al siguiente.

Yo no decía nada, no podía dejar de pensar en el nuevo chico. “Pobre, seguramente estar con el profesor le hará un segundo Malfoy. Detestaría que esa sonrisa en la cena fuera cambiada por una mueca. ¡Oh, no puede ser! ¡Estoy pensando en un chico!” Frustrado, me levanté de mi lugar y caminé directo a mi hermosa y pelirroja novia, para plantarle un beso en los labios, lo cual borró la imagen del chico con capucha peleando por teléfono.

*Narra _____ D´Verol*

-Y… ¿Dónde queda su casa?- cuestioné caminando con mis maletas de ruedas en manos y mi mochila en mis hombros.

-En las mazmorras.- respondió con su mismo tono de voz.

-¿En dónde?- pregunté confusa. Él siguió caminando sin responderme, dejando atrás demasiados pasillos, hasta que bajamos por unas escaleras, y seguimos bajando y bajando. – O ¿Su casa está aquí en la escuela?- dije sonriendo. -¿O vamos al estacionamiento?- cuestioné siendo graciosa. Ese fue el momento que escuche, por un segundo, su risa: era tétrica y como si hubieran pasado años para que pudiera reír.

-Ya lo verá.- comentó, aun, con sonrisa.

-¿Es que no hay elevadores?- pregunté tratando de descansar en las escaleras de mármol blanco.

-Qué extraño.- recitó como si se acabara de acordar de algo.

-¿El qué?-

-Las escaleras…- susurró como si eso respondiera todo. Yo las observé buscando algún defecto o por si comenzaban a crujir de antigüedad. Luego seguimos caminando como si no hubiera pasado nada.

Llegamos a otro pasillo, demasiado oscuro, y ya estaba muy cansada por llevar mi equipaje.

-¿Puede esperar? Estoy cansada.- comenté en voz baja, acomodando mis maletas como un asiento. Él regresó a mí y me hizo levantarme para llevarlas, se veía tan gracioso llevando mis maletas. Era como un vampiro regresando de vacaciones. – ¿Siempre llevan capa o es que hay una especie de fiesta de disfraces?- interrogué caminando tras de él, observando su ondeante movimiento mareador, y recordando la de algunos en el comedor.

-Preferimos llamarlas "Túnicas". Y son parte del uniforme- dijo con cansancio. Llegando al final de pasillo, donde dijo algo que no escuché y abrió una enorme puerta que podía jurar era una pared, en frente de esta, había un cuadro con un señor pintado en ella, que tenía enredada en sus brazos una enorme serpiente.

-Oh, vaya. Tienen palabras claves. ¿Quién hace eso? - susurré con burla. Él giró a mí, dándome paso primero. –Qué oscuro, ¿no tienen más luz? O ¿es que no tienen electricidad?- cuestioné con enfado. Ya hasta sentía que me estaba acostumbrando a la poca luz, y era molesto.

-¿Cree poder callarse un momento?- preguntó con fastidio, indicándome que siguiera caminando.

Me detuve a observar la enorme chimenea que había en la sala, aunque era oscura, solo quería acostarme en el sillón y dormir frente al fuego. Un chico pelinegro de piel bronceada, alto y delgado, salió de otro pasillo que daba acceso a las habitaciones, seguramente, y caminó hasta nosotros, con una cálida sonrisa en su rostro, lo cual me hizo sentir bien y devolver el gesto.

-Profesor Snape.- saludó con un asentimiento de cabeza. –Ya preparé el cuarto.- indicó, a lo cual el profesor asintió curveando sus comisuras de sus labios hacia arriba. Pero no era una sonrisa.

-¿Cuarto?- cuestioné. –Me dijo que iría a su casa.- dije con voz confusa. Ahora sí sonrió, dejando escapar un sonido burlón. El otro chico parecía también confundido, observándome perfectamente.

-Así es. Yo estoy a cargo de la casa de Slytherin.- explicó, pero yo seguía confundida. –Que es ésta. Ahora no replique nada más y vaya a su cuarto.- me ordenó entregando mis cosas al chico, que las veía como si fuera un insulto. “¿Qué tienen de malo mis maletas rositas? ¿A caso han pasado de moda?”.

El profesor salió de “Su casa” y me quedé sola con el chico, que aún no salía de su asombro.

-Soy Theodore Nott.- se presentó formalmente, estirando tímido su mano a mí. Yo fruncí el entrecejo. “¿Qué tenía yo que les parecía extraño a los demás?” Tomé su mano, dudando si debería hacerlo o no, era él quien parecía tener miedo de que le pegara el VIH de tan solo saludarme o algo así.

-Hola.- hablé observándolo fijamente, su cálida sonrisa de pronto había desaparecido. -¿Puedes decirme dónde es?- cuestioné ahora evitando su mirada, ya era el segundo chico que me hacía sentir mal.

-Ah, sí. Es por aquí.- decía hablando de pronto, saliendo de un trance. –No escuché tu nombre.- dijo caminando a mi lado e indicándome el camino.

-No lo dije.- comenté de mala manera, siguiéndolo.

-Tienes una voz muy…- comenzó, un poco temeroso, haciendo que girara a verle muy rápido. “Que se atreva a insultarme también y verá cómo le va. Tal vez sea mi pase de salida: Expulsión por agredir a un compañero.” Él tragó saliva muy fuerte que además de ver, pude escuchar. –A… aguda a como imaginaba.- dijo en voz más baja.

-Mira, Theodore, ya basta ¿ok? Eres el segundo chico que cree que soy uno de misma su especie.- reclamé abriendo la puerta y arrebatándole las maletas, él en ese momento pareció aliviado.