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La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
esta novela es una adaptacion... espero que les guste
El matrimonio no figuraba en sus planes... pero tener una amante sí.
Cuando Nick Jonas compró aquella empresa, tenía pensado quedarse también con la bella recepcionista. Pero el despiadado magnate no tardó en descubrir que su dinero nunca podría comprar a ______. Aquélla era la primera mujer en mucho tiempo que no quería llevarlo al altar.
No, sería una historia puramente sexual. Pero las negativas de ______ no hacían más que aumentar el deseo de Nick. Conseguiría que ella también lo deseara… no iba a descansar hasta que la tuviera en la cama, implorándole…
El matrimonio no figuraba en sus planes... pero tener una amante sí.
Cuando Nick Jonas compró aquella empresa, tenía pensado quedarse también con la bella recepcionista. Pero el despiadado magnate no tardó en descubrir que su dinero nunca podría comprar a ______. Aquélla era la primera mujer en mucho tiempo que no quería llevarlo al altar.
No, sería una historia puramente sexual. Pero las negativas de ______ no hacían más que aumentar el deseo de Nick. Conseguiría que ella también lo deseara… no iba a descansar hasta que la tuviera en la cama, implorándole…
Última edición por ranitaloka el Lun 24 Mayo 2010, 1:39 pm, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Capítulo 1
______ NO dejó de nadar hasta que hizo veinte largos. Satisfecha con la sesión de ejercicio, se acercó al borde de la piscina y se agarró a los brillantes pa¬samanos de la escalerilla. Mientras salía del agua fijó la mirada en su muslo izquierdo y en las marcas blancas que lo surcaban.
En esa ocasión, no apartó la mirada, como acos¬tumbraba a hacer. En su lugar se obligó a estudiar con detenimiento las cicatrices a la luz del sol de la mañana.
Se habían suavizado bastante durante los dos úl¬timos años pero nunca desaparecerían del todo, aceptó mientras salía del embaldosado que rodeaba la piscina y agarraba su toalla.
Suspiró. No quería preocuparse por las cicatrices. Resultaba patético inquietarse por unas miserables cicatrices cuando el accidente de coche que las ha¬bía provocado le había costado la vida a su madre.
No había nada comparable con esa tragedia, ni si¬quiera que Joe la hubiera abandonado a los pocos meses del accidente, a pesar de que ella todavía se¬guía destrozada.
______ agarró con fuerza la toalla y frotó enérgicamente las cicatrices mientras recordaba la expresión de la cara de Joe cuando vio por primera vez la
pierna señalada. Había sido una expresión de completa repugnancia.
Cuando había vuelto del hospital a casa, Joe había estado poniendo excusas durante semanas para no hacer el amor con ella hasta que, al final, le había anunciado que quería el divorcio, alegando que ella había cambiado.
Y ______ estaba de acuerdo en que había cam¬biado. Durante los largos días de dolor del hospital había descubierto una persona distinta en su interior. Le gustaba pensar que era una persona mejor, al¬guien con más carácter, perspicacia y compasión.
Joe le decía que se había vuelto demasiado seria y que ya no era divertida. ______ intentaba expliJoee que acababa de perder a su madre, que era normal que es¬tuviera triste, pero sus argumentos no le convencían. Su abandono no había tenido ninguna relación con su cambio de personalidad, pensó con amargura. Sólo tenía que ver con sus cicatrices. Y con la cojera. Con el tiempo se había recuperado de la cojera, pero las marcas nunca desaparecerían. Ni las cicatri¬ces de las piernas ni las de su corazón. Al final habían llegado a un acuerdo y habían quedado en buenos términos. Al fin y al cabo, ¿qué mujer quería seguir casada con un hombre que no podía soportar que su esposa no fuera físicamente perfecta?
______ lo era antes del accidente. Al menos eso era lo que le habían dicho toda la vida. ______ era la viva imagen de su madre. Rubia natural de ojos verdes, piel y dientes perfectos, una her¬mosa figura y un rostro precioso. Había crecido dando por sentados su herencia genética y su estilo de vida privilegiado.
Como hija única de uno de los agentes de bolsa más cotizados de Sydney, nunca le había faltado de nada. Mimada toda la vida, su consentida educación la había convertido en una princesa de la alta socie¬dad que había llegado a creerse que el mundo era su propio reino. Trabajar para vivir nunca había for¬mado parte de la agenda de ______ Bloom. Tenía una asignación mensual además de su tarjeta de crédito. ¿Para qué trabajar de nueve a cinco en cualquier empleo aburrido?
Cuando alguien le preguntaba que a qué se dedi¬caba, ella solía responder que era aspirante a escri¬tora, una ambición menor que había tenido el último curso en el colegio después de que la profesora de Lengua hubiera alabado una de sus redacciones. Se ha¬bía apuntado a un curso de escritura de ficción, se había comprado un ordenador y había empezado una novela rosa que era poco más que un diario de su propia vida. Con la perspectiva dada por el tiempo. ______ había llegado a considerarla bastante tonta y superficial.
Cómo podía ser de otra manera cuando su vida había sido bastante tonta y superficial, todos los días llenos de compras, comidas benéficas y largas horas pasadas en salones de belleza arreglándose para sa¬lir por la noche. Para cuando había cumplido vein¬tiún años había estado en más fiestas, estrenos y ce¬nas de etiqueta de los que podía contar.
Enamorarse de Joe y casarse con él había sido la guinda de su aparentemente interminable pastel Joe era atractivo, encantador y rico. Muy rico. La familia de ______ no se relacionaba con otro tipo de gente.
Joe tenía treinta años cuando se habían casado, el heredero de una impresionante fortuna hecha con diamantes. Ella tenía veintitrés.
Llevaban sólo seis meses casados cuando había sucedido el accidente. Demasiado poco tiempo para que Joe hubiera dejado de quererla. ______ había lle¬gado a la conclusión de que no era para él nada más que algo decorativo que mostrar de su brazo, una propiedad que había valorado mientras era de una per¬fección resplandeciente. En cuanto había tenido un defecto, había dejado de quererla.
—La Señora B. dice que su desayuno estará listo en diez minutos. —gritó una voz masculina.
______ vio a su padre inclinado sobre el balcón de la habitación principal.
Llevaba puesta su bata azul marino de seda y lu¬cía un bronceado fruto de un verano dedicado a na¬dar y pasear en yate. Su padre aparentaba muchos menos años de los sesenta y dos que tenía. Por su¬puesto se mantenía en forma en el gimnasio de casa. Un cabello abundante y cuidadosamente teñido de castaño también ayudaba.
—Es la única razón por la que vuelvo a casa cada fin de semana, ¿sabes? —dijo ______—. Por la cocina de la señora B.
Era mentira, claro. Volvía a casa cada fin de semana para estar con su padre y disfrutar de su cariño paternal. Pero no quería vivir en casa de su padre siete días a la semana. Kevin Bloom tenia una personalidad demasiado dominante y ______ sabia que acabaría cediendo en todo como le había pasado a su madre Aunque sus padres habían sido un matrimonio feliz, estaba bien claro quién dominaba en su relación.
—Tonterías —replicó su padre—. Estás flaca como el palo de una escoba.
—Nunca se está demasiado delgada. —ironizó ______.
—Ni se es demasiado rico. —su padre terminó la frase por ella—. Lo que me recuerda, hija, que tengo que hablar de algo importante contigo durante el de¬sayuno, así que mueve las piernas.
—¿La buena o la mala?
Intentar que su padre no se preocupara por sus ci¬catrices se había vuelto un hábito. No quería que su¬piera cuánto le preocupaban todavía, ni que ésa era la razón por la no había vuelto a ir a la playa o a na¬dar en otro sitio que no fuera la piscina de casa donde sólo podían verla su padre o la señora B.
—Muy gracioso. —respondió su padre con un guiño, y desapareció dentro de la casa.
______ se echó la toalla sobre los hombros y subió a su dormitorio, una de las seis habitaciones que ha¬bía en el segundo piso de la mansión donde se había criado, en Vaucluse, una zona residencial muy ex¬clusiva a las afueras al este de Sydney.
Poco después de la muerte de su madre, su padre había pensado en vender la casa y comprar otra en otro sitio, pero ______ había conseguido hacerle abandonar la idea. Era agradable tener alrededor las cosas de su madre y sentir su presencia en las habitaciones.
Mientras se duchaba, se le ocurrió pensar que quizá su padre había cambiado de opinión sobre la casa. A lo mejor quería venderla todavía y era de eso de lo que quería que hablaran durante el desayuno.
«No le dejaré», pensó mientras salía de la ducha. «¡Lucharé por la casa hasta la muerte!».
Un par de minutos después, bajaba corriendo las escaleras, vestida con un vaquero azul y un top rosa. El pelo, todavía mojado, lo llevaba recogido en una coleta.
A Kevin le dio un vuelco el corazón cuando vio entrar a su hija corriendo en el comedor. ¡Cómo se parecía a su madre! Era como ver a Danielle cuando tenía veinte años.
—Si has pensando en vender esta casa, papá. —soltó ______, mirando a su padre mientras se sentaba a la mesa—, tendrás que volver a pensártelo.
Kevin suspiró. Se parecía a su madre en el fí¬sico, pero no en el carácter. Danielle había sido una mujer dulce siempre sometida a él.
______ parecía dulce y delicada. Cuando era más joven incluso había sido dulce, pero durante el úl¬timo año y medio se había vuelto mucho más aser¬tiva e independiente. No exactamente dura, pero sí franca y con carácter
______ NO dejó de nadar hasta que hizo veinte largos. Satisfecha con la sesión de ejercicio, se acercó al borde de la piscina y se agarró a los brillantes pa¬samanos de la escalerilla. Mientras salía del agua fijó la mirada en su muslo izquierdo y en las marcas blancas que lo surcaban.
En esa ocasión, no apartó la mirada, como acos¬tumbraba a hacer. En su lugar se obligó a estudiar con detenimiento las cicatrices a la luz del sol de la mañana.
Se habían suavizado bastante durante los dos úl¬timos años pero nunca desaparecerían del todo, aceptó mientras salía del embaldosado que rodeaba la piscina y agarraba su toalla.
Suspiró. No quería preocuparse por las cicatrices. Resultaba patético inquietarse por unas miserables cicatrices cuando el accidente de coche que las ha¬bía provocado le había costado la vida a su madre.
No había nada comparable con esa tragedia, ni si¬quiera que Joe la hubiera abandonado a los pocos meses del accidente, a pesar de que ella todavía se¬guía destrozada.
______ agarró con fuerza la toalla y frotó enérgicamente las cicatrices mientras recordaba la expresión de la cara de Joe cuando vio por primera vez la
pierna señalada. Había sido una expresión de completa repugnancia.
Cuando había vuelto del hospital a casa, Joe había estado poniendo excusas durante semanas para no hacer el amor con ella hasta que, al final, le había anunciado que quería el divorcio, alegando que ella había cambiado.
Y ______ estaba de acuerdo en que había cam¬biado. Durante los largos días de dolor del hospital había descubierto una persona distinta en su interior. Le gustaba pensar que era una persona mejor, al¬guien con más carácter, perspicacia y compasión.
Joe le decía que se había vuelto demasiado seria y que ya no era divertida. ______ intentaba expliJoee que acababa de perder a su madre, que era normal que es¬tuviera triste, pero sus argumentos no le convencían. Su abandono no había tenido ninguna relación con su cambio de personalidad, pensó con amargura. Sólo tenía que ver con sus cicatrices. Y con la cojera. Con el tiempo se había recuperado de la cojera, pero las marcas nunca desaparecerían. Ni las cicatri¬ces de las piernas ni las de su corazón. Al final habían llegado a un acuerdo y habían quedado en buenos términos. Al fin y al cabo, ¿qué mujer quería seguir casada con un hombre que no podía soportar que su esposa no fuera físicamente perfecta?
______ lo era antes del accidente. Al menos eso era lo que le habían dicho toda la vida. ______ era la viva imagen de su madre. Rubia natural de ojos verdes, piel y dientes perfectos, una her¬mosa figura y un rostro precioso. Había crecido dando por sentados su herencia genética y su estilo de vida privilegiado.
Como hija única de uno de los agentes de bolsa más cotizados de Sydney, nunca le había faltado de nada. Mimada toda la vida, su consentida educación la había convertido en una princesa de la alta socie¬dad que había llegado a creerse que el mundo era su propio reino. Trabajar para vivir nunca había for¬mado parte de la agenda de ______ Bloom. Tenía una asignación mensual además de su tarjeta de crédito. ¿Para qué trabajar de nueve a cinco en cualquier empleo aburrido?
Cuando alguien le preguntaba que a qué se dedi¬caba, ella solía responder que era aspirante a escri¬tora, una ambición menor que había tenido el último curso en el colegio después de que la profesora de Lengua hubiera alabado una de sus redacciones. Se ha¬bía apuntado a un curso de escritura de ficción, se había comprado un ordenador y había empezado una novela rosa que era poco más que un diario de su propia vida. Con la perspectiva dada por el tiempo. ______ había llegado a considerarla bastante tonta y superficial.
Cómo podía ser de otra manera cuando su vida había sido bastante tonta y superficial, todos los días llenos de compras, comidas benéficas y largas horas pasadas en salones de belleza arreglándose para sa¬lir por la noche. Para cuando había cumplido vein¬tiún años había estado en más fiestas, estrenos y ce¬nas de etiqueta de los que podía contar.
Enamorarse de Joe y casarse con él había sido la guinda de su aparentemente interminable pastel Joe era atractivo, encantador y rico. Muy rico. La familia de ______ no se relacionaba con otro tipo de gente.
Joe tenía treinta años cuando se habían casado, el heredero de una impresionante fortuna hecha con diamantes. Ella tenía veintitrés.
Llevaban sólo seis meses casados cuando había sucedido el accidente. Demasiado poco tiempo para que Joe hubiera dejado de quererla. ______ había lle¬gado a la conclusión de que no era para él nada más que algo decorativo que mostrar de su brazo, una propiedad que había valorado mientras era de una per¬fección resplandeciente. En cuanto había tenido un defecto, había dejado de quererla.
—La Señora B. dice que su desayuno estará listo en diez minutos. —gritó una voz masculina.
______ vio a su padre inclinado sobre el balcón de la habitación principal.
Llevaba puesta su bata azul marino de seda y lu¬cía un bronceado fruto de un verano dedicado a na¬dar y pasear en yate. Su padre aparentaba muchos menos años de los sesenta y dos que tenía. Por su¬puesto se mantenía en forma en el gimnasio de casa. Un cabello abundante y cuidadosamente teñido de castaño también ayudaba.
—Es la única razón por la que vuelvo a casa cada fin de semana, ¿sabes? —dijo ______—. Por la cocina de la señora B.
Era mentira, claro. Volvía a casa cada fin de semana para estar con su padre y disfrutar de su cariño paternal. Pero no quería vivir en casa de su padre siete días a la semana. Kevin Bloom tenia una personalidad demasiado dominante y ______ sabia que acabaría cediendo en todo como le había pasado a su madre Aunque sus padres habían sido un matrimonio feliz, estaba bien claro quién dominaba en su relación.
—Tonterías —replicó su padre—. Estás flaca como el palo de una escoba.
—Nunca se está demasiado delgada. —ironizó ______.
—Ni se es demasiado rico. —su padre terminó la frase por ella—. Lo que me recuerda, hija, que tengo que hablar de algo importante contigo durante el de¬sayuno, así que mueve las piernas.
—¿La buena o la mala?
Intentar que su padre no se preocupara por sus ci¬catrices se había vuelto un hábito. No quería que su¬piera cuánto le preocupaban todavía, ni que ésa era la razón por la no había vuelto a ir a la playa o a na¬dar en otro sitio que no fuera la piscina de casa donde sólo podían verla su padre o la señora B.
—Muy gracioso. —respondió su padre con un guiño, y desapareció dentro de la casa.
______ se echó la toalla sobre los hombros y subió a su dormitorio, una de las seis habitaciones que ha¬bía en el segundo piso de la mansión donde se había criado, en Vaucluse, una zona residencial muy ex¬clusiva a las afueras al este de Sydney.
Poco después de la muerte de su madre, su padre había pensado en vender la casa y comprar otra en otro sitio, pero ______ había conseguido hacerle abandonar la idea. Era agradable tener alrededor las cosas de su madre y sentir su presencia en las habitaciones.
Mientras se duchaba, se le ocurrió pensar que quizá su padre había cambiado de opinión sobre la casa. A lo mejor quería venderla todavía y era de eso de lo que quería que hablaran durante el desayuno.
«No le dejaré», pensó mientras salía de la ducha. «¡Lucharé por la casa hasta la muerte!».
Un par de minutos después, bajaba corriendo las escaleras, vestida con un vaquero azul y un top rosa. El pelo, todavía mojado, lo llevaba recogido en una coleta.
A Kevin le dio un vuelco el corazón cuando vio entrar a su hija corriendo en el comedor. ¡Cómo se parecía a su madre! Era como ver a Danielle cuando tenía veinte años.
—Si has pensando en vender esta casa, papá. —soltó ______, mirando a su padre mientras se sentaba a la mesa—, tendrás que volver a pensártelo.
Kevin suspiró. Se parecía a su madre en el fí¬sico, pero no en el carácter. Danielle había sido una mujer dulce siempre sometida a él.
______ parecía dulce y delicada. Cuando era más joven incluso había sido dulce, pero durante el úl¬timo año y medio se había vuelto mucho más aser¬tiva e independiente. No exactamente dura, pero sí franca y con carácter
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Pero ¿quien podía culparla? Joe era en gran parte responsable por haberla abandonado capricho¬samente cuando más lo necesitaba. Ese hombre era una comadreja, un cobarde. Kevin le escupiría si lo tuviera a su alcance.
Su hija había tenido dos alternativas durante esa temporada horrible: hacerse pedazos o desarrollar una piel más gruesa.
Durante algún tiempo había estado muy afectada, pero Kevin estaba muy orgulloso de que ______, al final, se hubiera rehecho y tirado para delante.
—No, ______… —respondió, sonriendo—. No voy a ven¬der la casa. Sé cuánto la quieres.
El alivio de ______ fue sólo momentáneo. Enton¬ces, ¿de qué quería hablar su padre con ella?
—Entonces, ¿qué pasa? —le preguntó mientras to¬maba una tostada de la bandeja de plata—. No irás a organizar un lío por lo de mi trabajo, ¿verdad? Pen¬saba que estabas orgulloso de que tuviera un em¬pleo.
Quizá «sorprendido» fuera la palabra que mejor describía la reacción de su padre cuando ______ le ha¬bía comunicado, hacía un año ya, que estaba bus¬cando trabajo. Su aturdido padre le había pregun¬tado qué pensaba que podría hacer ella.
—Incluso las camareras tienen que tener experien¬cia en estos días. —le había dicho.
______ había entendido su escepticismo después de escribir su curriculum. Porque no había mucho que pudiera poner en él, excepto un certificado de su muy mediocre paso por la escuela superior, además de un cursito breve de escritura creativa. No tenia ninguna cualificación para un empleo más allá de sus habilidades sociales, su presencia y unos limita dos conocimientos de informática. Por lo que el único empleo que había sido capaz de encontrar después de interminables entrevistas fue el de recepcionista. Y ni siquiera en un ostentoso negocio en la ciudad. Trabajaba en una empresa de productos cos¬méticos que tenía su fábrica y su oficina en Ermington, un barrio industrial situado al oeste de Sydney.
—Estoy orgulloso de que consiguieras ese trabajo —insistió su padre—. Muy orgulloso.
La señora B. interrumpió su conversación al en¬trar con un plato lleno de huevos revueltos, picadi¬llo, tomates fritos y beicon.
—Tiene un aspecto delicioso, señora B. —alabó ______ al ama de llaves de su padre mientras dejaba el plato delante de ella.
______ agradecía en su interior no poder disfrutar del desayuno de la señora B. más de un día a la se¬mana, si no, tendría un trasero como un autobús.
—Sólo quiero que se lo coma todo. —dijo la señora B. con un guiño—. Se está usted quedando muy del¬gada, señorita.
—No podrás cazar otro marido con ese aspecto. —apostilló su padre.
______ podría haber dicho que rechazaba varias propuestas de cita todas las semanas. Pero se limitó a sonreír con dulzura y se entrego a la comida con apetito hasta que la señora B. salio de la habitación.
Entonces dejo los cubiertos en el plato y miro directamente a su padre.
—No tengo intención de volverme a casar, papa.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Tú sabes por qué no.
—No todos los hombres son tan débiles como Joe —refunfuño—. Tu eres una joven preciosa. ______ De¬berías tener un marido. Y niños.
—No quiero discutir sobre esto, papá. Sólo quiero que sepas mis sentimientos al respecto, así que no quiero escuchar este tipo de comentarios nunca más.
—Cambiarás de opinión. Algún día conocerás al hombre adecuado y te enamorarás de él. La natura¬leza seguirá su curso. Recuerda mis palabras.
______ reprimió un suspiro. Había estado recor¬dando las palabras de su padre toda su vida. Lo que¬ría profundamente, pero en los dos últimos años se había dado cuenta de que era increíblemente autori¬tario y que se creía el mejor en todo.
—¿Querías hablar de algo conmigo? —preguntó mientras tragaba—. Supongo que no tendrá nada que ver con si vuelvo o no a casarme. Me pareció que que¬rías hablarme de dinero. Lo que me recuerda que tampoco quiero que empieces a decirme otra vez lo que puedo o no puedo hacer con las rentas de mi fi¬deicomiso. Con ese dinero puedo hacer lo que me plazca. Mamá no puso condiciones en su testa¬mento. Si quiero regalarlo todo, puedo hacerlo. To¬davía no quiero. De momento tengo que emplear algo siempre para llegar a fin de mes.
—No me extraña—dijo su padre—. Por lo que recuerdo, sólo ganas una miseria.
—Las mujeres de la fábrica ganan bastante menos —puntualizó ______—. Y algunas de ellas incluso mantienen una familia con ese salario. Mi objetivo es mantenerme sólo con mi sueldo. Será bueno para mi carácter ver cómo vive la otra mitad del planeta. Con mis ingresos, tendré que dejar de beber champán y aficionarme a la cerveza. Y ahora, dime, ¿de qué querías hablarme? —preguntó mientras comía un pedazo de beicon.
—Cómete el desayuno primero. Veo que estás dis¬frutando con él. Hablaremos con el café.
La curiosidad de ______ era intensa para cuando dejó su plato vacío y levantó la taza de café.
—Bueno... —dijo después de un par de sorbos-, ade¬lante con ello.
—¿Qué sabes de la absorción de Beville Hol¬dings?
—¿Qué? ¿Me estás diciendo que es un negocio ce¬rrado? —preguntó ______, alarmada. Hasta ese mo¬mento lo único que había oído en el trabajo era que había rumores de una posible absorción. Muchos de los compañeros de ______ estaban bastante preocupa¬dos.
______ había escuchado de más de una fuente que cuando había absorciones de empresas éstas estaban invariablemente sujetas a «reestructuraciones». había estado charlando el viernes con uno de los nuevos representantes, un hombre muy agradable, con esposa e hijos pequeños. Le había dicho a ______ que la nueva dirección siempre recortaba el personal, y la política habitualmente era que el primero en irse era el ultimo que había llegado, sin reparar en la capacidad. Aparentemente, Peter había perdido su anterior trabajo de este modo y estaba preocupado de que pudiera volver a ocurrirle lo mismo
—Si, es un trato cerrado. -confirmó su padre—. Hay un articulo al respecto en la sección de economía del periódico del domingo; además de una foto de tu nuevo jefe, Nick Jonas.
—Nick Jonas. —repitió ______ sin mucho entu¬siasmo—. No he oído nunca hablar de él -______ podía haberse incorporado muy tarde al mundo del tra¬bajo, pero en casa de su familia se habían celebrado miles de cenas en las que continuamente se hablaba sobre los responsables de toda clase de chanchullos del mundo de los negocios cuyas caras solían apare¬cer en los periódicos.
—Casi nadie ha oído hablar de él. —informó su pa¬dre—; mantiene un perfil muy bajo en los medios.
—Enséñamelo —dijo ella.
Su padre le pasó el periódico.
—¡Dios mío! —exclamó ______. Esperaba ver la foto de un hombre de mediana edad y bastante gordo.
Los magnates de las absorciones casi nunca eran jóvenes o delgados. Ni así de guapos.
Algo dentro de ______ se tensó cuando sus ojos se encontraron con los de Nick Jonas. Eran unos ojos de color marrón oscuro, profundos y protegidos por una cejas tan rectas y firmes como su boca tenía el pelo negro y ondulado, peinado hacia atrás, sin raya. La nariz recta y la mandíbula cuadrada con un pequeño hoyuelo en la barbilla
—¿Es una foto antigua? —preguntó bruscamente.
—No. si lees la noticia verás que sólo tiene treinta y seis años. Es muy atractivo, ¿verdad.
—Supongo… -dijo ______—. Si te gusta el estilo. —como le pasaba a ella, que no podía quitarle los ojos de encima.
Por supuesto que no era como Joe, grande y rubio, un auténtico gigante nórdico de una belleza en bruto. El rostro de Nick Jonas tenía una belleza de modelo. Seguramente debido a la perfecta simetría y la finura de sus rasgos.
Desde luego nadie podría saJoee un defecto como modelo masculino. Había un halo alrededor de él como de hombre poderoso y sin defecto alguno y exudaba una madurez y una inteligencia que ______ encontró atractivas e irritantes al mismo tiempo.
Irritante porque no quería encontrar atractivo al nuevo jefe de Beville Holdings. No quería encontrar atractivo a ningún hombre durante mucho tiempo.
—¿Cómo demonios ha conseguido ser tan rico y tener tanto éxito siendo tan joven? —preguntó seca¬mente—. Está claro que no pertenece a una familia rica, le habría conocido antes si lo fuera.
—No. Es un inmigrante polaco, su padre le trajo aquí después de que la madre muriera en el parto. Se crió en los barrios del oeste y nunca fue a la univer¬sidad. Se inició en el mundo de las ventas nada mas dejar el colegio.
—Debe de ser muy buen vendedor para haber ganado tanto en tan poco tiempo -dijo ______.
Eso parece, pero también se caso por dinero cuando tenia casi treinta años. Su esposa fue la viuda de su primer jefe, el dueño de la cadena de tiendas WhizzBiz Electronics. Nick Jonas se vendió así mismo a quien seria su esposa en menos de un año después de la muerte de su anterior marido. Ella murió de cáncer dos años después dejando todo a su adorado y joven marido. Para entonces él había dado la vuelta a las menguantes ventas de Whizz-Biz. Después de la muerte de su mujer, vendió toda la cadena por un precio enorme y así nació la marca Jonas. Compra empresas casi en quiebra, las le¬vanta y después las vende. Pero sólo si cree que la empresa es viable. —seguía su padre mientras ______ miraba fijamente la foto de Nick Jonas—. En ese artículo revela que en una ocasión, después de tener acceso a los documentos y empleados de una com¬pañía que acababa de comprar, se dio cuenta de que reflotarla era imposible, así que desmanteló la em¬presa y vendió los activos.
—Sin reparar en los pobres trabajadores.
—Por lo que tengo entendido les dio a cada uno de ellos mucho más de lo que les correspondía.
—Lo que bien podía permitirse. —contestó brusca¬mente mientras apartaba los ojos de Nick Jonas para leer el resto del artículo.
Tenía que tener una fortuna a juzgar por su actual residencia, un ático en un rascacielos en el centro del distrito financiero de Sydney.
—Puede ser, pero no tenía por qué hacerlo. ______. Tiene fama de ser un hombre bueno. Mira. Beville Holdings no ha dado beneficios desde hace dos años. De eso es de lo que te quería hablar. ¿Beville Holdings es recuperable o no?
—¿Por qué quieres saberlo?
—Sucede que tengo un hermoso paquetito de ac¬ciones de Beville Holdings. Lo compré hace dos años cuando estaban muy bajas. ¿Va a subir su valor?
—Según este articulo ya han subido mucho.
Ya, pero no subirán mucho más si al final Jonas no puede hacer su milagro habitual. Así que dime, hija, ¿puede tu empresa ser reflotada o piensas que tu jefe la hará trozos y la venderá?
—¿Como voy a saberlo? —replicó ______ mientras le tendía el periódico a su padre para dejar de mirar de una vez a aquel hombre infernal.
—Vamos, ______, no seas tímida. Tú eres una de esas chicas a las que cualquiera le contaría su vida. La gente confía en ti. Yo mismo he podido verlo muchas veces. Llevas en la empresa más de ocho meses. Me apuesto lo que quieras a que sabes exac¬tamente todo lo que está pasando allí. Que no fueras brillante en los estudios en la escuela no significa que no heredaras mi cerebro. Eres rápida como un látigo cuando quieres.
—Pues no fui muy lista cuando me casé con Joe.
—Eso es diferente. El amor puede hacer un idiota hasta de la persona más inteligente. Ahora dame una opinión honrada. ¿Crecerá mi inversión?
______ repasó mentalmente toda la información que había recogido en el trabajo los últimos meses Su padre estaba en lo cierto. La gente confiaba en ella, y en ese momento más que nunca. Desde el accidente había desarrollado una capacidad de escucha auténtica, hasta ese momento escuchar había sido sólo una más de las convenciones sociales aprendidas de su madre.
______ sabia perfectamente qué iba mal en Bevílle Holdings. Los problemas eran detectables si el nuevo jefe y quienes le informaban sabían dónde mirar.
—Beville Holdings tiene productos excelentes… —respondió, midiendo cuidadosamente sus pala¬bra—-, pero gestores mediocres. Creo que tus accio¬nes aumentarán de precio.
Kevin sonrió. Era una chica lista su hija. La be¬lleza y la inteligencia no se habían hecho para mal¬gastar su vida como recepcionista, ni para vivir sola. Entendía que la marcha de su marido le hubiera he¬rido tanto, pero la vida tenía que seguir.
______ tenía sólo veintiséis años, tiempo de sobra para empezar de nuevo, pero él no podía forzarla. Tenía que ser sutil. A lo mejor podía sorprenderla con una cena la noche del próximo sábado, invitar a algunos viejos amigos, gente a la que sabía que su hija apreciaba. Pero también podía deslizar a al¬guien nuevo, alguien guapo, un hombre joven coti¬zado que pudiera impresionarla. ¿Pero quién?
A Kevin no se le ocurría nadie. Volvió a mirar el periódico que tenía delante y se descubrió a sí mismo mirando fijamente la foto de Nick Jonas. y de repente la voz de su conciencia le susurró: «In¬vítale a él, a Nick Jonas».
La primera reacción de Kevin fue un «diablos. no». No a un canalla tan ambicioso como para ha¬berse casado por dinero. Pero la voz insistía. Si no se hubiera conocido tan bien habría pensado que era la voz de Danielle susurrándole al oído. Danielle a quien nunca le había gustado Joe ni una pizca y que siem¬pre había dicho que ______ necesitaba casarse con un hombre de otra clase, alguien fuerte, un hombre que se hubiera hecho a sí mismo. Danielle había acertado con lo de Joe.
Nick Jonas era un hombre fuerte, se dijo Kevin. Un hombre hecho a sí mismo. Un hombre que probablemente estaría buscando una nueva esposa, una más joven que pudiera darle hijos.
Kevin todavía albergaba dudas, pero la vocecita era tan persistente.
«De acuerdo», se susurró también dentro de su cabeza.
«No se lo digas a ______», añadió la voz. Kevin hizo un guiño rápido a su hija por en¬cima de la mesa.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Nada, nada.
Pero la suerte estaba echada. Invitaría a Jonas a la cena y no le diría nada a ______. Tenía el problema de conseguir que ella asistiera y no era tarea fácil, aun así, estaba convencido de que lo conseguiría.
Su hija había tenido dos alternativas durante esa temporada horrible: hacerse pedazos o desarrollar una piel más gruesa.
Durante algún tiempo había estado muy afectada, pero Kevin estaba muy orgulloso de que ______, al final, se hubiera rehecho y tirado para delante.
—No, ______… —respondió, sonriendo—. No voy a ven¬der la casa. Sé cuánto la quieres.
El alivio de ______ fue sólo momentáneo. Enton¬ces, ¿de qué quería hablar su padre con ella?
—Entonces, ¿qué pasa? —le preguntó mientras to¬maba una tostada de la bandeja de plata—. No irás a organizar un lío por lo de mi trabajo, ¿verdad? Pen¬saba que estabas orgulloso de que tuviera un em¬pleo.
Quizá «sorprendido» fuera la palabra que mejor describía la reacción de su padre cuando ______ le ha¬bía comunicado, hacía un año ya, que estaba bus¬cando trabajo. Su aturdido padre le había pregun¬tado qué pensaba que podría hacer ella.
—Incluso las camareras tienen que tener experien¬cia en estos días. —le había dicho.
______ había entendido su escepticismo después de escribir su curriculum. Porque no había mucho que pudiera poner en él, excepto un certificado de su muy mediocre paso por la escuela superior, además de un cursito breve de escritura creativa. No tenia ninguna cualificación para un empleo más allá de sus habilidades sociales, su presencia y unos limita dos conocimientos de informática. Por lo que el único empleo que había sido capaz de encontrar después de interminables entrevistas fue el de recepcionista. Y ni siquiera en un ostentoso negocio en la ciudad. Trabajaba en una empresa de productos cos¬méticos que tenía su fábrica y su oficina en Ermington, un barrio industrial situado al oeste de Sydney.
—Estoy orgulloso de que consiguieras ese trabajo —insistió su padre—. Muy orgulloso.
La señora B. interrumpió su conversación al en¬trar con un plato lleno de huevos revueltos, picadi¬llo, tomates fritos y beicon.
—Tiene un aspecto delicioso, señora B. —alabó ______ al ama de llaves de su padre mientras dejaba el plato delante de ella.
______ agradecía en su interior no poder disfrutar del desayuno de la señora B. más de un día a la se¬mana, si no, tendría un trasero como un autobús.
—Sólo quiero que se lo coma todo. —dijo la señora B. con un guiño—. Se está usted quedando muy del¬gada, señorita.
—No podrás cazar otro marido con ese aspecto. —apostilló su padre.
______ podría haber dicho que rechazaba varias propuestas de cita todas las semanas. Pero se limitó a sonreír con dulzura y se entrego a la comida con apetito hasta que la señora B. salio de la habitación.
Entonces dejo los cubiertos en el plato y miro directamente a su padre.
—No tengo intención de volverme a casar, papa.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Tú sabes por qué no.
—No todos los hombres son tan débiles como Joe —refunfuño—. Tu eres una joven preciosa. ______ De¬berías tener un marido. Y niños.
—No quiero discutir sobre esto, papá. Sólo quiero que sepas mis sentimientos al respecto, así que no quiero escuchar este tipo de comentarios nunca más.
—Cambiarás de opinión. Algún día conocerás al hombre adecuado y te enamorarás de él. La natura¬leza seguirá su curso. Recuerda mis palabras.
______ reprimió un suspiro. Había estado recor¬dando las palabras de su padre toda su vida. Lo que¬ría profundamente, pero en los dos últimos años se había dado cuenta de que era increíblemente autori¬tario y que se creía el mejor en todo.
—¿Querías hablar de algo conmigo? —preguntó mientras tragaba—. Supongo que no tendrá nada que ver con si vuelvo o no a casarme. Me pareció que que¬rías hablarme de dinero. Lo que me recuerda que tampoco quiero que empieces a decirme otra vez lo que puedo o no puedo hacer con las rentas de mi fi¬deicomiso. Con ese dinero puedo hacer lo que me plazca. Mamá no puso condiciones en su testa¬mento. Si quiero regalarlo todo, puedo hacerlo. To¬davía no quiero. De momento tengo que emplear algo siempre para llegar a fin de mes.
—No me extraña—dijo su padre—. Por lo que recuerdo, sólo ganas una miseria.
—Las mujeres de la fábrica ganan bastante menos —puntualizó ______—. Y algunas de ellas incluso mantienen una familia con ese salario. Mi objetivo es mantenerme sólo con mi sueldo. Será bueno para mi carácter ver cómo vive la otra mitad del planeta. Con mis ingresos, tendré que dejar de beber champán y aficionarme a la cerveza. Y ahora, dime, ¿de qué querías hablarme? —preguntó mientras comía un pedazo de beicon.
—Cómete el desayuno primero. Veo que estás dis¬frutando con él. Hablaremos con el café.
La curiosidad de ______ era intensa para cuando dejó su plato vacío y levantó la taza de café.
—Bueno... —dijo después de un par de sorbos-, ade¬lante con ello.
—¿Qué sabes de la absorción de Beville Hol¬dings?
—¿Qué? ¿Me estás diciendo que es un negocio ce¬rrado? —preguntó ______, alarmada. Hasta ese mo¬mento lo único que había oído en el trabajo era que había rumores de una posible absorción. Muchos de los compañeros de ______ estaban bastante preocupa¬dos.
______ había escuchado de más de una fuente que cuando había absorciones de empresas éstas estaban invariablemente sujetas a «reestructuraciones». había estado charlando el viernes con uno de los nuevos representantes, un hombre muy agradable, con esposa e hijos pequeños. Le había dicho a ______ que la nueva dirección siempre recortaba el personal, y la política habitualmente era que el primero en irse era el ultimo que había llegado, sin reparar en la capacidad. Aparentemente, Peter había perdido su anterior trabajo de este modo y estaba preocupado de que pudiera volver a ocurrirle lo mismo
—Si, es un trato cerrado. -confirmó su padre—. Hay un articulo al respecto en la sección de economía del periódico del domingo; además de una foto de tu nuevo jefe, Nick Jonas.
—Nick Jonas. —repitió ______ sin mucho entu¬siasmo—. No he oído nunca hablar de él -______ podía haberse incorporado muy tarde al mundo del tra¬bajo, pero en casa de su familia se habían celebrado miles de cenas en las que continuamente se hablaba sobre los responsables de toda clase de chanchullos del mundo de los negocios cuyas caras solían apare¬cer en los periódicos.
—Casi nadie ha oído hablar de él. —informó su pa¬dre—; mantiene un perfil muy bajo en los medios.
—Enséñamelo —dijo ella.
Su padre le pasó el periódico.
—¡Dios mío! —exclamó ______. Esperaba ver la foto de un hombre de mediana edad y bastante gordo.
Los magnates de las absorciones casi nunca eran jóvenes o delgados. Ni así de guapos.
Algo dentro de ______ se tensó cuando sus ojos se encontraron con los de Nick Jonas. Eran unos ojos de color marrón oscuro, profundos y protegidos por una cejas tan rectas y firmes como su boca tenía el pelo negro y ondulado, peinado hacia atrás, sin raya. La nariz recta y la mandíbula cuadrada con un pequeño hoyuelo en la barbilla
—¿Es una foto antigua? —preguntó bruscamente.
—No. si lees la noticia verás que sólo tiene treinta y seis años. Es muy atractivo, ¿verdad.
—Supongo… -dijo ______—. Si te gusta el estilo. —como le pasaba a ella, que no podía quitarle los ojos de encima.
Por supuesto que no era como Joe, grande y rubio, un auténtico gigante nórdico de una belleza en bruto. El rostro de Nick Jonas tenía una belleza de modelo. Seguramente debido a la perfecta simetría y la finura de sus rasgos.
Desde luego nadie podría saJoee un defecto como modelo masculino. Había un halo alrededor de él como de hombre poderoso y sin defecto alguno y exudaba una madurez y una inteligencia que ______ encontró atractivas e irritantes al mismo tiempo.
Irritante porque no quería encontrar atractivo al nuevo jefe de Beville Holdings. No quería encontrar atractivo a ningún hombre durante mucho tiempo.
—¿Cómo demonios ha conseguido ser tan rico y tener tanto éxito siendo tan joven? —preguntó seca¬mente—. Está claro que no pertenece a una familia rica, le habría conocido antes si lo fuera.
—No. Es un inmigrante polaco, su padre le trajo aquí después de que la madre muriera en el parto. Se crió en los barrios del oeste y nunca fue a la univer¬sidad. Se inició en el mundo de las ventas nada mas dejar el colegio.
—Debe de ser muy buen vendedor para haber ganado tanto en tan poco tiempo -dijo ______.
Eso parece, pero también se caso por dinero cuando tenia casi treinta años. Su esposa fue la viuda de su primer jefe, el dueño de la cadena de tiendas WhizzBiz Electronics. Nick Jonas se vendió así mismo a quien seria su esposa en menos de un año después de la muerte de su anterior marido. Ella murió de cáncer dos años después dejando todo a su adorado y joven marido. Para entonces él había dado la vuelta a las menguantes ventas de Whizz-Biz. Después de la muerte de su mujer, vendió toda la cadena por un precio enorme y así nació la marca Jonas. Compra empresas casi en quiebra, las le¬vanta y después las vende. Pero sólo si cree que la empresa es viable. —seguía su padre mientras ______ miraba fijamente la foto de Nick Jonas—. En ese artículo revela que en una ocasión, después de tener acceso a los documentos y empleados de una com¬pañía que acababa de comprar, se dio cuenta de que reflotarla era imposible, así que desmanteló la em¬presa y vendió los activos.
—Sin reparar en los pobres trabajadores.
—Por lo que tengo entendido les dio a cada uno de ellos mucho más de lo que les correspondía.
—Lo que bien podía permitirse. —contestó brusca¬mente mientras apartaba los ojos de Nick Jonas para leer el resto del artículo.
Tenía que tener una fortuna a juzgar por su actual residencia, un ático en un rascacielos en el centro del distrito financiero de Sydney.
—Puede ser, pero no tenía por qué hacerlo. ______. Tiene fama de ser un hombre bueno. Mira. Beville Holdings no ha dado beneficios desde hace dos años. De eso es de lo que te quería hablar. ¿Beville Holdings es recuperable o no?
—¿Por qué quieres saberlo?
—Sucede que tengo un hermoso paquetito de ac¬ciones de Beville Holdings. Lo compré hace dos años cuando estaban muy bajas. ¿Va a subir su valor?
—Según este articulo ya han subido mucho.
Ya, pero no subirán mucho más si al final Jonas no puede hacer su milagro habitual. Así que dime, hija, ¿puede tu empresa ser reflotada o piensas que tu jefe la hará trozos y la venderá?
—¿Como voy a saberlo? —replicó ______ mientras le tendía el periódico a su padre para dejar de mirar de una vez a aquel hombre infernal.
—Vamos, ______, no seas tímida. Tú eres una de esas chicas a las que cualquiera le contaría su vida. La gente confía en ti. Yo mismo he podido verlo muchas veces. Llevas en la empresa más de ocho meses. Me apuesto lo que quieras a que sabes exac¬tamente todo lo que está pasando allí. Que no fueras brillante en los estudios en la escuela no significa que no heredaras mi cerebro. Eres rápida como un látigo cuando quieres.
—Pues no fui muy lista cuando me casé con Joe.
—Eso es diferente. El amor puede hacer un idiota hasta de la persona más inteligente. Ahora dame una opinión honrada. ¿Crecerá mi inversión?
______ repasó mentalmente toda la información que había recogido en el trabajo los últimos meses Su padre estaba en lo cierto. La gente confiaba en ella, y en ese momento más que nunca. Desde el accidente había desarrollado una capacidad de escucha auténtica, hasta ese momento escuchar había sido sólo una más de las convenciones sociales aprendidas de su madre.
______ sabia perfectamente qué iba mal en Bevílle Holdings. Los problemas eran detectables si el nuevo jefe y quienes le informaban sabían dónde mirar.
—Beville Holdings tiene productos excelentes… —respondió, midiendo cuidadosamente sus pala¬bra—-, pero gestores mediocres. Creo que tus accio¬nes aumentarán de precio.
Kevin sonrió. Era una chica lista su hija. La be¬lleza y la inteligencia no se habían hecho para mal¬gastar su vida como recepcionista, ni para vivir sola. Entendía que la marcha de su marido le hubiera he¬rido tanto, pero la vida tenía que seguir.
______ tenía sólo veintiséis años, tiempo de sobra para empezar de nuevo, pero él no podía forzarla. Tenía que ser sutil. A lo mejor podía sorprenderla con una cena la noche del próximo sábado, invitar a algunos viejos amigos, gente a la que sabía que su hija apreciaba. Pero también podía deslizar a al¬guien nuevo, alguien guapo, un hombre joven coti¬zado que pudiera impresionarla. ¿Pero quién?
A Kevin no se le ocurría nadie. Volvió a mirar el periódico que tenía delante y se descubrió a sí mismo mirando fijamente la foto de Nick Jonas. y de repente la voz de su conciencia le susurró: «In¬vítale a él, a Nick Jonas».
La primera reacción de Kevin fue un «diablos. no». No a un canalla tan ambicioso como para ha¬berse casado por dinero. Pero la voz insistía. Si no se hubiera conocido tan bien habría pensado que era la voz de Danielle susurrándole al oído. Danielle a quien nunca le había gustado Joe ni una pizca y que siem¬pre había dicho que ______ necesitaba casarse con un hombre de otra clase, alguien fuerte, un hombre que se hubiera hecho a sí mismo. Danielle había acertado con lo de Joe.
Nick Jonas era un hombre fuerte, se dijo Kevin. Un hombre hecho a sí mismo. Un hombre que probablemente estaría buscando una nueva esposa, una más joven que pudiera darle hijos.
Kevin todavía albergaba dudas, pero la vocecita era tan persistente.
«De acuerdo», se susurró también dentro de su cabeza.
«No se lo digas a ______», añadió la voz. Kevin hizo un guiño rápido a su hija por en¬cima de la mesa.
—¿Qué pasa? —preguntó ella.
—Nada, nada.
Pero la suerte estaba echada. Invitaría a Jonas a la cena y no le diría nada a ______. Tenía el problema de conseguir que ella asistiera y no era tarea fácil, aun así, estaba convencido de que lo conseguiría.
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
nick.loveyou escribió:SIGUELA!!
ME ENCANTA!!!!
jaja muchas gracias por ser mi primera lectora este capitulo va por ti...
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Capítulo 2
______ ENTRÓ en la carretera de acceso a Beville Holdings y se paró en el control de segu¬ridad. Sonrió a Ted, el guarda que vigilaba la puerta en el turno de mañana. Normalmente Ted le devolvía la sonrisa y se limitaba a apretar el botón que levantaba la barrera para que pudiera pasar.
Ese día, sin embargo, Ted abrió la ventanilla de la cabina y le hizo gestos a ______ para que bajara la de su coche.
—Está aquí —le dijo con tono de conspiración—. El nuevo jefe.
—¿Qué?
A ______ se le hizo un nudo en el estómago. Espe¬raba ver a Nick Jonas en el trabajo, pero no tan pronto.
—¿No leyó lo de la absorción en el periódico de ayer? —le preguntó Ted.
—Eh... No —replicó ______, simulando no estar en¬terada.
En el trabajo no hacía exactamente el papel de rubia tontita, pero intentaba no dar pistas sobre quién era realmente. Le gustaba porque así pasaba por ser una chica de Gladesville de clase trabaja¬dora. Nadie de su trabajo había estado nunca en su apartamento con vistas al mar ni había relacionado su apellido, Johannsen, con la dinastía de los diamantes.
—Se llama Jonas y llegó hace más de una hora para inspeccionar la fábrica. Estará pronto en su sección, así que no llegue tarde.
—¿Cómo es? —preguntó ______, no pudiendo repri¬mir su curiosidad.
—No muy malo. Creo que mi trabajo está a salvo. Llegó al control después de las siete y dijo quién era, le pedí su identificación y parece que le gustó.
—Bien por ti. ¿Qué conducía? Seguro que un cochazo.
—Un deportivo azul oscuro. ______ esbozó un gesto de desagrado. Típico. Su padre le había dicho el día anterior que Nick Jonas no era el clásico playboy, a pesar de vivir en un ático, pero a hombres como ése siempre se les aca¬baba notando lo que realmente eran y, supuesta¬mente, los coches de los ricos reflejaban su autén¬tica personalidad y poder.
En una ocasión, ______ había recorrido Sydney a toda velocidad en un descapotable rojo, un regalo de su padre cuando había cumplido veintiún años. Des¬pués, cuando había empezado a trabajar, lo había cambiado por un utilitario blanco para evitar que en el trabajo pensaran que era una ricachona. Quería caer bien por ella misma, no por su dinero.
—Gracias por el aviso, Ted —dijo ______. Siguió hacia el aparcamiento de los empleados, que estaba sorprendentemente lleno. Todos los co¬ches de los jefes estaban allí, algo inusual un lunes a esa hora. Debían de haberse enterado también de la absorción y habían decidido causar buena impresión
El único sitio libre en la zona del aparcamiento mas cercana al edificio principal era la plaza conti¬gua a un deportivo azul oscuro. ______ dudó, pero fi¬nalmente, decidida a no dejarse dominar por los ner¬vios, deslizó su coche al lado del deportivo.
No valía la pena ponerse así. Al fin y al cabo, sólo era un hombre rico que le había resultado atrac¬tivo. Había estado casada con uno igual.
De acuerdo, había encontrado muy atractivo a Nick Jonas en la fotografía, ¿y qué?
Una vez hubiera visto al hombre real, seguro que su personalidad altanera haría desaparecer los ale¬teos en el estómago.
Tenía que admitir que el deportivo azul oscuro sugería que Nick Jonas a lo mejor no era un play-boy como su ex. Joe habría elegido un coche osten¬toso, dorado o plateado.
______ dio la vuelta por detrás de su coche y abrió la puerta del acompañante para llevarse el bolso, así aprovechaba para echar un vistazo dentro del depor¬tivo azul. No había nada en los asientos de cuero ni en el suelo, nada que le diera una idea de cómo po¬día ser Nick Jonas. Nada, excepto que el coche estaba extraordinariamente limpio y ordenado, no había una pizca de suciedad por ningún sitio, ni una mancha. El coche brillaba por dentro y por fuera.
Las personas así solían ser muy críticas y controladoras.
—Será mejor que salgas de aquí, muchachita. —murmuró.
Echó la llave a la puerta de su coche y salio apresurada hacia las oficinas principales, un edificio de ladrillos construido al principio de los sesenta y totalmente reformado el año anterior.
Viendo el lugar, parecía que en la empresa todo fuera de perlas, nadie podría creer que Beville Holdings no hubiera dado beneficios los últimos años.
______ empujó la puerta principal y, a través de la desierta recepción, se dirigió a los aseos. Su reloj de muñeca marcaba las ocho y veintitrés, tenía solo cinco minutos para recomponer su aspecto antes de sentarse detrás del mostrador semicircular de la recepción y mostrarse como una mujer fría, calmada y con dominio de sí misma.
Nick se despidió del capataz de la fábrica, le agradeció la ayuda prestada y rechazó amablemente su oferta de acompañarle a las oficinas principales. Quería pensar y decidió que lo haría mejor si cami¬naba solo.
Mientras paseaba por el sendero bien señalizado, se preguntaba por qué había comprado una empresa que se dedicaba a fabricar gel de baño, champú, crema solar y lociones. ¿Que demonios sabía él de esos productos? Nada de nada.
De todos modos, supuso que, como decía la máxima que seguían los buenos vendedores, «una venta es una venta». Pero, a juzgar por los rendimientos de los dos últimos años, a Beville Holdings parecía no haberle funcionado muy bien la máxima.
O eso, o los costes de producción eran demasiado altos, o la gestión no era muy eficiente.
Nick deseó haber hecho más investigación de mercado antes de haberse lanzado el viernes ante¬rior y haber comprado el paquete de acciones que controlaba la compañía.
Nunca antes en su vida había comprado una em¬presa por un sueño.
Había sucedido la noche del sábado anterior, la noche que había roto con Selena. Estaba nervioso porque ella estaba alterada y lo último que había querido era hacerle daño.
Se habían conocido seis meses antes en una cena que había sido mortalmente aburrida hasta que ha¬bían coincidido en la mesa. Después habían descu¬bierto que los anfitriones habían estado haciendo de casamenteros con ellos. Selena se había divorciado hacía poco, tenía su misma edad, era delgada, mo¬rena y muy atractiva, además de inteligente y segura de sí misma. Nick había acabado en la cama con ella esa misma noche; era la primera mujer con la que estaba desde que Miley había muerto cuatro años atrás. Su libido había vencido finalmente al do¬lor y había vuelto a la vida.
Con la perspectiva dada por el tiempo, Nick es¬taba sorprendido de haber permanecido célibe du¬rante tantos años. El sexo siempre había sido muy importante para él.
Había descubierto los placeres de la carne a los dieciséis años con una chica de diecinueve que sabia un par de cosas más que él. Ella vivía dos puertas más allá de su casa y había dedicado una larga tarde de sábado de un caluroso verano a enseñarle lo que había que hacer para darse placer mutuamente. Cuando la familia de ella se mudó, Nick estuvo hundido una buena temporada. A los dieciséis años, era imposible separar el amor de la lujuria.
Al final, se había repuesto de su mal de amores y desde entonces, siempre había tenido pareja, aunque no se había vuelto a enamorar hasta que había cono¬cido a Miley. Otra mujer mayor que él, pero en aquella ocasión con quince años más: cuarenta y dos de ella frente a sus veintisiete. Y, sin embargo, ha¬bían sido muy felices juntos.
Por supuesto, todo el mundo pensaba que se ha¬bía casado con la mujer de su antiguo jefe por pura ambición. Seguramente, ni siquiera Selena le había creído cuando le había dicho que siempre había amado a su esposa.
Nick suponía que era razonable que después de dormir con Selena todos los fines de semana durante seis meses, ella esperara que le pidiera el matrimo¬nio. En su defensa podía decir que desde el princi¬pio de su relación había dejado claro que no pensaba volverse a casar.
Durante la noche del sábado anterior. Selena había empezado a presionarle para que se casara con ella, pero el o podía. Porque, aunque Selena era muy atractiva, no estaba enamorado, y una vez que uno había estado profundamente enamorado, no podía conformarse con menos. Después de que Selena se hubiera marchado con gesto airado diciendo que no quería volverle a ver, no había podido conciliar el sueño, así que se había tomado una pastilla para dormir de las que el mé¬dico le había recetado después de la muerte de Miley, que ya estaban caducadas.
Había dormido y soñado mucho, sobre todo con Miley diciéndole, como solía hacer durante aquella horrible semana final, que no debía afligirse, que, algún día, encontraría a alguien mejor para él de lo que ella había sido, una mujer que le daría hijos y una vida maravillosa.
Sueños estúpidos que nunca se cumplirían.
Y entonces, aparentemente unos segundos antes de despertarse, había aparecido ese otro sueño ex¬traño y preocupantemente real. Iba conduciendo por el campo y, de repente, en medio de un prado, había visto una valla publicitaria enorme con una chica ru¬bia de espaldas y desnuda de cintura para arriba. El efecto era increíblemente excitante, tenía un tipo delgado, pero lleno de curvas, una piel lisa como la porcelana y un pelo dorado brillante que le caía hasta la mitad de la espalda. Con los brazos levanta¬dos por encima de la cabeza, sostenía un bote de champú contra un cielo azul brillante. Del bote sa¬lían rayos dorados como si fuese el sol. En la parte inferior del cartel podía leerse: EMPIEZA TODOS LOS DÍAS CON SUNSHINE.
En el sueño, Nick se había salido por la derecha de la carretera hasta chocar contra la rubia. El acci¬dente le había hecho despertar del susto. Le había tranquilizado ser consciente de que sólo había sido un sueño, pero la imagen del cartel publicitario se había quedado tentadoramente grabada en su cabeza todo ese día, le obsesionaba.
Sabía que no había visto un anuncio así en su vida. Le sonaba vagamente una marca llamada Sunshine. Pero la relacionaba con un producto de limpieza, no con un champú.
Esa misma tarde, había llamado a Harry Wilde. Harry llevaba una agencia de publicidad a la que re¬curría ocasionalmente, y le había preguntado si co¬nocía un champú llamado Sunshine o algún anuncio parecido. Harry no sabía nada.
Nick había ido entonces a un supermercado y había descubierto que había gran cantidad de pro¬ductos con la etiqueta Sunshine, todos fabricados por una empresa llamada Bevílle Holdings. Poste¬riores investigaciones a través de su agente de Bolsa le habían revelado que Beville Holdings era un fa¬bricante pequeño, pero bien situado en el mercado, que pertenecía a una gran compañía inglesa. Las ac¬ciones de Beville estaban bastante bajas debido a que ni había dado beneficios, ni había producido di¬videndos decentes desde hacía dos años.
«Y una semana después aquí estoy», se dijo Nick. «Propietario de semejante ruina de empresa».
Cuando quiso darse cuenta, estaba de pie en la puerta principal del edificio de las oficinas, mo¬viendo la cabeza con ironía frente al cartel de Bevi¬lle Holdings. No creía en absoluto en el destino o el karma. De hecho, era un hombre práctico.
Pero no podía negar que había sido poco práctico la última semana. Aquel sueño loco le había apar¬tado de sus tradicionales negocios sobre seguro. Tan pronto como había descubierto que existía una em¬presa real que fabricaba los productos Sunshine, se había visto impelido a comprarla sin hacer antes un estudio de mercado serio.
Bob pensaba que había perdido la cabeza.
De todos modos, si hubiera escuchado siempre a Bob, nunca habría comprado nada. Bob era un gran asistente personal, pero desde luego no el hombre más decidido del mundo. No le había gustado el riesgo nunca, tuviera la forma que tuviera.
Los hombres de negocios, en ocasiones, tenían que asumir riesgos. Aunque la mayor parte de las veces fueran riesgos afrontados con información previa. Nick tenia que asumir que aquella vez es¬taba solo.
«De todas formas, puede ser un proyecto intere¬sante», se dijo a si mismo mientras daba una vuelta por Beville Holdings. Un autentico reto. Últimamente sentía que estaba cayendo en la rutina.
El éxito dependería de lo que descubriera allí, de¬cidió mientras empujaba la puerta de cristal. Si había problemas serios en los departamentos de ventas y marketing, la situación iba a ser delicada.
Las indemnizaciones millonarias eran siempre la única solución para deshacerse de los malos ejecuti¬vos. Y eso era muy caro.
Vaya decoración, pensó Nick según puso el pie en la alfombra color jade que cubría el suelo de la amplia zona de recepción. Alzó las cejas mientras echaba un vistazo a los sillones de cuero color crema y las acuarelas de lujosos marcos que alegra¬ban las paredes, también de color crema. Acabo de¬teniendo la mirada en el moderno mostrador de re¬cepción totalmente desierto.
Estaba mirando en su reloj la hora, las ocho y veintiocho minutos, cuando aprecio un movimiento por el rabillo del ojo. Nick se volvió a tiempo de ver salir a una joven del aseo de señoras.
El corazón le dio un vuelco en el pecho. Era rubia y bonita. Llevaba un vestido verde pálido que se ceñía sobre unos pechos perfectos y cuya tela susurraba alrededor de unas hermosas piernas. La joven pareció asustarse al encontrarse con él y se detuvo en mitad del camino. Casi inmediatamente, sacudió su adorable cabeza y se dirigió hacia él meciendo las caderas.
—Buenos días, señor Jonas —dijo secamente, y le tendió la mano—. Siento no haber estado aquí para recibirle cuando ha llegado, pero empiezo a trabajar a las ocho y media.
Así que sabía quién era. Seguramente habría visto su foto en el periódico el día anterior, pensó Nick mientras tomaba la mano entre las suyas y se percataba de que de cerca era aún más bella.
—Está todo perfectamente, señorita...
—Johannsen —le informó—, ______ Johannsen. Yo... soy la recepcionista.
Nick sabia que muchas empresas contrataban gente con buena presencia para atender la recepción, Pero aquella chica estaba totalmente desaprovechada en aquel puesto. Podría haber sido modelo.
Era esbelta y con unos ojos y una boca perfectos.
Tenia un pelo brillante y sedoso que caía en ondas por encima de sus delgados hombros. Un pelo que despertaba las ganas de toJoeo, besarlo, envolverse en el...
Nick se dio una reprimenda mental, y deseó que su rostro no hubiera delatado sus pensamientos. No era un hombre inclinado a darse el gusto de tales fantasías sexuales.
Para su propio enfado, la carne le venció y se descubrió buscando algún anillo en la mano iz¬quierda de la chica.
La subida de adrenalina que experimentó al ver sus dedos totalmente desnudos le sobresaltó, y no solía perder la cabeza por una chica guapa.
Desde luego, aquella chica no sólo era guapa. Era perfecta.
De repente, la deseó. La deseó más de lo que nunca había deseado a Selena. Con ella sólo había buscado sexo normal, cualquier mujer atractiva po¬dría haberle servido.
«Pero tú realmente deseas a esta chica», le dijo una voz interior que Nick no reconocía. Era oscura, autoritaria, totalmente despiadada. «La deseas y la vas a tener, aunque se acabe el mundo».
______ ENTRÓ en la carretera de acceso a Beville Holdings y se paró en el control de segu¬ridad. Sonrió a Ted, el guarda que vigilaba la puerta en el turno de mañana. Normalmente Ted le devolvía la sonrisa y se limitaba a apretar el botón que levantaba la barrera para que pudiera pasar.
Ese día, sin embargo, Ted abrió la ventanilla de la cabina y le hizo gestos a ______ para que bajara la de su coche.
—Está aquí —le dijo con tono de conspiración—. El nuevo jefe.
—¿Qué?
A ______ se le hizo un nudo en el estómago. Espe¬raba ver a Nick Jonas en el trabajo, pero no tan pronto.
—¿No leyó lo de la absorción en el periódico de ayer? —le preguntó Ted.
—Eh... No —replicó ______, simulando no estar en¬terada.
En el trabajo no hacía exactamente el papel de rubia tontita, pero intentaba no dar pistas sobre quién era realmente. Le gustaba porque así pasaba por ser una chica de Gladesville de clase trabaja¬dora. Nadie de su trabajo había estado nunca en su apartamento con vistas al mar ni había relacionado su apellido, Johannsen, con la dinastía de los diamantes.
—Se llama Jonas y llegó hace más de una hora para inspeccionar la fábrica. Estará pronto en su sección, así que no llegue tarde.
—¿Cómo es? —preguntó ______, no pudiendo repri¬mir su curiosidad.
—No muy malo. Creo que mi trabajo está a salvo. Llegó al control después de las siete y dijo quién era, le pedí su identificación y parece que le gustó.
—Bien por ti. ¿Qué conducía? Seguro que un cochazo.
—Un deportivo azul oscuro. ______ esbozó un gesto de desagrado. Típico. Su padre le había dicho el día anterior que Nick Jonas no era el clásico playboy, a pesar de vivir en un ático, pero a hombres como ése siempre se les aca¬baba notando lo que realmente eran y, supuesta¬mente, los coches de los ricos reflejaban su autén¬tica personalidad y poder.
En una ocasión, ______ había recorrido Sydney a toda velocidad en un descapotable rojo, un regalo de su padre cuando había cumplido veintiún años. Des¬pués, cuando había empezado a trabajar, lo había cambiado por un utilitario blanco para evitar que en el trabajo pensaran que era una ricachona. Quería caer bien por ella misma, no por su dinero.
—Gracias por el aviso, Ted —dijo ______. Siguió hacia el aparcamiento de los empleados, que estaba sorprendentemente lleno. Todos los co¬ches de los jefes estaban allí, algo inusual un lunes a esa hora. Debían de haberse enterado también de la absorción y habían decidido causar buena impresión
El único sitio libre en la zona del aparcamiento mas cercana al edificio principal era la plaza conti¬gua a un deportivo azul oscuro. ______ dudó, pero fi¬nalmente, decidida a no dejarse dominar por los ner¬vios, deslizó su coche al lado del deportivo.
No valía la pena ponerse así. Al fin y al cabo, sólo era un hombre rico que le había resultado atrac¬tivo. Había estado casada con uno igual.
De acuerdo, había encontrado muy atractivo a Nick Jonas en la fotografía, ¿y qué?
Una vez hubiera visto al hombre real, seguro que su personalidad altanera haría desaparecer los ale¬teos en el estómago.
Tenía que admitir que el deportivo azul oscuro sugería que Nick Jonas a lo mejor no era un play-boy como su ex. Joe habría elegido un coche osten¬toso, dorado o plateado.
______ dio la vuelta por detrás de su coche y abrió la puerta del acompañante para llevarse el bolso, así aprovechaba para echar un vistazo dentro del depor¬tivo azul. No había nada en los asientos de cuero ni en el suelo, nada que le diera una idea de cómo po¬día ser Nick Jonas. Nada, excepto que el coche estaba extraordinariamente limpio y ordenado, no había una pizca de suciedad por ningún sitio, ni una mancha. El coche brillaba por dentro y por fuera.
Las personas así solían ser muy críticas y controladoras.
—Será mejor que salgas de aquí, muchachita. —murmuró.
Echó la llave a la puerta de su coche y salio apresurada hacia las oficinas principales, un edificio de ladrillos construido al principio de los sesenta y totalmente reformado el año anterior.
Viendo el lugar, parecía que en la empresa todo fuera de perlas, nadie podría creer que Beville Holdings no hubiera dado beneficios los últimos años.
______ empujó la puerta principal y, a través de la desierta recepción, se dirigió a los aseos. Su reloj de muñeca marcaba las ocho y veintitrés, tenía solo cinco minutos para recomponer su aspecto antes de sentarse detrás del mostrador semicircular de la recepción y mostrarse como una mujer fría, calmada y con dominio de sí misma.
Nick se despidió del capataz de la fábrica, le agradeció la ayuda prestada y rechazó amablemente su oferta de acompañarle a las oficinas principales. Quería pensar y decidió que lo haría mejor si cami¬naba solo.
Mientras paseaba por el sendero bien señalizado, se preguntaba por qué había comprado una empresa que se dedicaba a fabricar gel de baño, champú, crema solar y lociones. ¿Que demonios sabía él de esos productos? Nada de nada.
De todos modos, supuso que, como decía la máxima que seguían los buenos vendedores, «una venta es una venta». Pero, a juzgar por los rendimientos de los dos últimos años, a Beville Holdings parecía no haberle funcionado muy bien la máxima.
O eso, o los costes de producción eran demasiado altos, o la gestión no era muy eficiente.
Nick deseó haber hecho más investigación de mercado antes de haberse lanzado el viernes ante¬rior y haber comprado el paquete de acciones que controlaba la compañía.
Nunca antes en su vida había comprado una em¬presa por un sueño.
Había sucedido la noche del sábado anterior, la noche que había roto con Selena. Estaba nervioso porque ella estaba alterada y lo último que había querido era hacerle daño.
Se habían conocido seis meses antes en una cena que había sido mortalmente aburrida hasta que ha¬bían coincidido en la mesa. Después habían descu¬bierto que los anfitriones habían estado haciendo de casamenteros con ellos. Selena se había divorciado hacía poco, tenía su misma edad, era delgada, mo¬rena y muy atractiva, además de inteligente y segura de sí misma. Nick había acabado en la cama con ella esa misma noche; era la primera mujer con la que estaba desde que Miley había muerto cuatro años atrás. Su libido había vencido finalmente al do¬lor y había vuelto a la vida.
Con la perspectiva dada por el tiempo, Nick es¬taba sorprendido de haber permanecido célibe du¬rante tantos años. El sexo siempre había sido muy importante para él.
Había descubierto los placeres de la carne a los dieciséis años con una chica de diecinueve que sabia un par de cosas más que él. Ella vivía dos puertas más allá de su casa y había dedicado una larga tarde de sábado de un caluroso verano a enseñarle lo que había que hacer para darse placer mutuamente. Cuando la familia de ella se mudó, Nick estuvo hundido una buena temporada. A los dieciséis años, era imposible separar el amor de la lujuria.
Al final, se había repuesto de su mal de amores y desde entonces, siempre había tenido pareja, aunque no se había vuelto a enamorar hasta que había cono¬cido a Miley. Otra mujer mayor que él, pero en aquella ocasión con quince años más: cuarenta y dos de ella frente a sus veintisiete. Y, sin embargo, ha¬bían sido muy felices juntos.
Por supuesto, todo el mundo pensaba que se ha¬bía casado con la mujer de su antiguo jefe por pura ambición. Seguramente, ni siquiera Selena le había creído cuando le había dicho que siempre había amado a su esposa.
Nick suponía que era razonable que después de dormir con Selena todos los fines de semana durante seis meses, ella esperara que le pidiera el matrimo¬nio. En su defensa podía decir que desde el princi¬pio de su relación había dejado claro que no pensaba volverse a casar.
Durante la noche del sábado anterior. Selena había empezado a presionarle para que se casara con ella, pero el o podía. Porque, aunque Selena era muy atractiva, no estaba enamorado, y una vez que uno había estado profundamente enamorado, no podía conformarse con menos. Después de que Selena se hubiera marchado con gesto airado diciendo que no quería volverle a ver, no había podido conciliar el sueño, así que se había tomado una pastilla para dormir de las que el mé¬dico le había recetado después de la muerte de Miley, que ya estaban caducadas.
Había dormido y soñado mucho, sobre todo con Miley diciéndole, como solía hacer durante aquella horrible semana final, que no debía afligirse, que, algún día, encontraría a alguien mejor para él de lo que ella había sido, una mujer que le daría hijos y una vida maravillosa.
Sueños estúpidos que nunca se cumplirían.
Y entonces, aparentemente unos segundos antes de despertarse, había aparecido ese otro sueño ex¬traño y preocupantemente real. Iba conduciendo por el campo y, de repente, en medio de un prado, había visto una valla publicitaria enorme con una chica ru¬bia de espaldas y desnuda de cintura para arriba. El efecto era increíblemente excitante, tenía un tipo delgado, pero lleno de curvas, una piel lisa como la porcelana y un pelo dorado brillante que le caía hasta la mitad de la espalda. Con los brazos levanta¬dos por encima de la cabeza, sostenía un bote de champú contra un cielo azul brillante. Del bote sa¬lían rayos dorados como si fuese el sol. En la parte inferior del cartel podía leerse: EMPIEZA TODOS LOS DÍAS CON SUNSHINE.
En el sueño, Nick se había salido por la derecha de la carretera hasta chocar contra la rubia. El acci¬dente le había hecho despertar del susto. Le había tranquilizado ser consciente de que sólo había sido un sueño, pero la imagen del cartel publicitario se había quedado tentadoramente grabada en su cabeza todo ese día, le obsesionaba.
Sabía que no había visto un anuncio así en su vida. Le sonaba vagamente una marca llamada Sunshine. Pero la relacionaba con un producto de limpieza, no con un champú.
Esa misma tarde, había llamado a Harry Wilde. Harry llevaba una agencia de publicidad a la que re¬curría ocasionalmente, y le había preguntado si co¬nocía un champú llamado Sunshine o algún anuncio parecido. Harry no sabía nada.
Nick había ido entonces a un supermercado y había descubierto que había gran cantidad de pro¬ductos con la etiqueta Sunshine, todos fabricados por una empresa llamada Bevílle Holdings. Poste¬riores investigaciones a través de su agente de Bolsa le habían revelado que Beville Holdings era un fa¬bricante pequeño, pero bien situado en el mercado, que pertenecía a una gran compañía inglesa. Las ac¬ciones de Beville estaban bastante bajas debido a que ni había dado beneficios, ni había producido di¬videndos decentes desde hacía dos años.
«Y una semana después aquí estoy», se dijo Nick. «Propietario de semejante ruina de empresa».
Cuando quiso darse cuenta, estaba de pie en la puerta principal del edificio de las oficinas, mo¬viendo la cabeza con ironía frente al cartel de Bevi¬lle Holdings. No creía en absoluto en el destino o el karma. De hecho, era un hombre práctico.
Pero no podía negar que había sido poco práctico la última semana. Aquel sueño loco le había apar¬tado de sus tradicionales negocios sobre seguro. Tan pronto como había descubierto que existía una em¬presa real que fabricaba los productos Sunshine, se había visto impelido a comprarla sin hacer antes un estudio de mercado serio.
Bob pensaba que había perdido la cabeza.
De todos modos, si hubiera escuchado siempre a Bob, nunca habría comprado nada. Bob era un gran asistente personal, pero desde luego no el hombre más decidido del mundo. No le había gustado el riesgo nunca, tuviera la forma que tuviera.
Los hombres de negocios, en ocasiones, tenían que asumir riesgos. Aunque la mayor parte de las veces fueran riesgos afrontados con información previa. Nick tenia que asumir que aquella vez es¬taba solo.
«De todas formas, puede ser un proyecto intere¬sante», se dijo a si mismo mientras daba una vuelta por Beville Holdings. Un autentico reto. Últimamente sentía que estaba cayendo en la rutina.
El éxito dependería de lo que descubriera allí, de¬cidió mientras empujaba la puerta de cristal. Si había problemas serios en los departamentos de ventas y marketing, la situación iba a ser delicada.
Las indemnizaciones millonarias eran siempre la única solución para deshacerse de los malos ejecuti¬vos. Y eso era muy caro.
Vaya decoración, pensó Nick según puso el pie en la alfombra color jade que cubría el suelo de la amplia zona de recepción. Alzó las cejas mientras echaba un vistazo a los sillones de cuero color crema y las acuarelas de lujosos marcos que alegra¬ban las paredes, también de color crema. Acabo de¬teniendo la mirada en el moderno mostrador de re¬cepción totalmente desierto.
Estaba mirando en su reloj la hora, las ocho y veintiocho minutos, cuando aprecio un movimiento por el rabillo del ojo. Nick se volvió a tiempo de ver salir a una joven del aseo de señoras.
El corazón le dio un vuelco en el pecho. Era rubia y bonita. Llevaba un vestido verde pálido que se ceñía sobre unos pechos perfectos y cuya tela susurraba alrededor de unas hermosas piernas. La joven pareció asustarse al encontrarse con él y se detuvo en mitad del camino. Casi inmediatamente, sacudió su adorable cabeza y se dirigió hacia él meciendo las caderas.
—Buenos días, señor Jonas —dijo secamente, y le tendió la mano—. Siento no haber estado aquí para recibirle cuando ha llegado, pero empiezo a trabajar a las ocho y media.
Así que sabía quién era. Seguramente habría visto su foto en el periódico el día anterior, pensó Nick mientras tomaba la mano entre las suyas y se percataba de que de cerca era aún más bella.
—Está todo perfectamente, señorita...
—Johannsen —le informó—, ______ Johannsen. Yo... soy la recepcionista.
Nick sabia que muchas empresas contrataban gente con buena presencia para atender la recepción, Pero aquella chica estaba totalmente desaprovechada en aquel puesto. Podría haber sido modelo.
Era esbelta y con unos ojos y una boca perfectos.
Tenia un pelo brillante y sedoso que caía en ondas por encima de sus delgados hombros. Un pelo que despertaba las ganas de toJoeo, besarlo, envolverse en el...
Nick se dio una reprimenda mental, y deseó que su rostro no hubiera delatado sus pensamientos. No era un hombre inclinado a darse el gusto de tales fantasías sexuales.
Para su propio enfado, la carne le venció y se descubrió buscando algún anillo en la mano iz¬quierda de la chica.
La subida de adrenalina que experimentó al ver sus dedos totalmente desnudos le sobresaltó, y no solía perder la cabeza por una chica guapa.
Desde luego, aquella chica no sólo era guapa. Era perfecta.
De repente, la deseó. La deseó más de lo que nunca había deseado a Selena. Con ella sólo había buscado sexo normal, cualquier mujer atractiva po¬dría haberle servido.
«Pero tú realmente deseas a esta chica», le dijo una voz interior que Nick no reconocía. Era oscura, autoritaria, totalmente despiadada. «La deseas y la vas a tener, aunque se acabe el mundo».
Invitado
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
me encantaaaa!
segunda lectora :)
SEGUILA, ESTA GENIAL!
segunda lectora :)
SEGUILA, ESTA GENIAL!
macasolci
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
tercera lectora :cheers:
esta genial la nove siguela pronto :lol:
esta genial la nove siguela pronto :lol:
MissKeynes96
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Yo leí esta novela y es G E N I A L
bien ahí subiéndola, seguro la leo de nuevo con vos JAJAJ.
seguila (:
___________________________________________________.
" El más puro tesoro " ( Joe y tu ) [Terminada]
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/el-mas-puro-tesoro-joe-y-tu-t1262.htm1
" Si vos sos el paraíso " ( Nick y tu )
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/si-vos-sos-el-paraiso-nick-y-tu-t2052.htm
bien ahí subiéndola, seguro la leo de nuevo con vos JAJAJ.
seguila (:
___________________________________________________.
" El más puro tesoro " ( Joe y tu ) [Terminada]
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/el-mas-puro-tesoro-joe-y-tu-t1262.htm1
" Si vos sos el paraíso " ( Nick y tu )
https://onlywn.activoforo.com/solo-para-mayores-f8/si-vos-sos-el-paraiso-nick-y-tu-t2052.htm
Invitado
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
nueva lectoraa!!
me encanto tienes
qeee seguirlaaa
babaayy!
me encanto tienes
qeee seguirlaaa
babaayy!
Invitado
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Gracias a todas las lectoras
ahora la sigo
ahora la sigo
Invitado
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Capítulo 3
A ______ le pareció que Nick Jonas había estrechado su mano una eternidad. Tenía 1a sensación de que el tiempo iba más despacio desde que había salido del aseo.
Su foto en el periódico no le hacía justicia Al natural rezumaban un poderoso magnetismo que la ha¬bía atraído a través de toda la sala.
Se había quedado sin respiración por un momento, incapaz de moverse. Menos mal que el orgu¬llo había acudido en su ayuda, la sacó de su estado de aturdimiento y la llevó, con la compostura reco¬brada, hasta donde se hallaba él. Incluso se las arreglo para observar y admirar su buen gusto en el vestir.
Llevaba un traje recto negro deslumbrante y caro, confeccionado para resaltar el cuerpo alto y delgado. Lo combinaba con una camisa azul oscuro que destacaba el tono de su piel. La corbata gris plata, clásica y pequeña. El reloj, también plateado y con elegante correa de cuero negro.
Cuando llego hasta donde estaba, ______ se había imaginado erróneamente que podría estrecharle la mano y salir ilesa.
Pero en el momento en que las manos de Nick Jonas envolvieron la suya estaba tan nerviosa que tartamudeó cuando le había preguntado como se llamaba.
Hasta entonces no había tartamudeado jamás, ni se había sentido abrumada por el tipo de sentimien¬tos que experimentaba en ese momento.
Por un momento hubiera querido poder olvidar dónde se encontraba y quién era él. Cuando bajó la vista y le soltó la mano, le hubiera gustado decirle que sí, que ella era libre, libre para hacer lo que él quisiera, donde quisiera y cuando quisiera.
La lasciva sumisión que le aplastaba había sido una inspiración. Una conmoción total. ______ no ha¬bía experimentado nunca algo así, ni siquiera con Joe de quien había estado enamorada.
Pero esto no tenía nada que ver con el amor, ha¬bía descubierto asustada ______ inmediatamente des¬pués de que liberara su mano.
______ siempre había sabido que la encontraban atractiva. Seguro que Nick Jonas no estaría tan interesado en ella si le enseñara la pierna izquierda, pensó.
Pensar en sus cicatrices tuvo sobre ______ el efecto de siempre, hacerle aterrizar de golpe en el mundo real, recordarle que Nick Jonas se había casado una vez por dinero con una mujer mucho mayor que él, un crimen que era equiparable al de haberse ca¬sado con una chica sólo porque fuera físicamente perfecta. El último hombre en el mundo con el que ______ hubiera querido liarse era otro diablo de san¬gre fría, sin conciencia y con una calculadora por corazón.
¡Incluso aunque hubiera sido el hombre mas atractivo nunca visto!
—Debo irme a mi mostrador, señor Jonas... —dijo ella con un tono convenientemente frío—. Han pa¬sado las ocho y media. —y le dio la espalda, aleján¬dose con los hombros bien levantados hacia su puesto de trabajo, sin mirarle hasta que se sentó tras el mostrador.
Pero podía sentir sus ojos sobre ella, quemándola a través de la ropa.
Jim Matheson, que atravesó el recibidor hasta la zona de recepción, fue como una aparición divina.
—¡Señor Jonas! ¡Está usted aquí! Acaban de lla¬mar desde la fábrica para decir que salió de allí hace un rato. ______, ¿por qué no nos has hecho saber que el señor Jonas estaba aquí? —le dijo con brusquedad.
—Acabo de entrar. —respondió tranquilamente el nuevo jefe antes de que ella tuviera que justifi¬carse—. Y, por favor, llámame Nick. No soporto las ceremonias. Y tú, ¿te llamas?
—Jim, Jim Matheson. Jefe nacional de ventas de Beville Holdings.
«Y el mayor trepa del lugar», pensó ______. Mathe¬son se le había insinuado el primer día de trabajo, pero ella le había puesto en su sitio bien pronto. No lo había olvidado y nunca había sido agradable con ella.
—Jim —dijo con calidez el nuevo jefe, y se dirigió a estrecharle la mano-. Encantado de conocerte. Y a ti también, ______. —añadió, lanzándole una mirada y una sonrisita que llevaba muchos mensajes ocultos que ______ entendió demasiado bien.
Uno: me interesas.
Dos: no me has engañado ni un momento con esa rigidez.
Y tres: volveré a por ti mas tarde.
Un escalofrío recorrió las espalda de ______ mientras veía desaparecer a los dos hombres por el pasi¬llo que llevaba a los departamentos de ventas y marketing.
Ese mismo día, para la hora de la comida, las cosas no habían ido como ______ esperaba. No había vuelto a ver a Nick Jonas en toda la mañana ya que éste ha¬bía permanecido en el despacho de Jim reunido con los jefes de las diferentes secciones. Se lo había con¬tado la chica de la oficina central que le hacía el relevo a las once de la mañana para que pudiera tomar un té.
Mandy no había conocido personalmente al gran hombre, pero se había enterado de que era un bo¬cado de primer nivel.
Cualquier hombre atractivo era un bocado para Mandy, que tenía dieciocho años, era algo rechoncha, de tez rubicunda, risa contagiosa y modales alegres.
______ había pasado el rato del té en la cantina es¬cuchando los chismes de las chicas de la fábrica que estaban allí. Y había vuelto a la recepción resentida con Nick Jonas, sobre todo porque sabía, por sus miradas, que se derretía por ella.
Sobre las doce y media habían salido de la can¬tina varias bandejas de comida y café con destino al despacho de Jim. Las llevaban dos ayudantes de la cocina que parecían desmayadas cuando pasaron corriendo por la recepción de vuelta a sus puestos.
—Es tan cálido. —oyó ______ a una de ellas—, y me ha sonreído.
—A mí también, querida. —dijo un poco más seca la de mas edad—. Es un encanto, vale, pero no te hagas ilusiones, los hombres así no se fijan en las ca¬mareras. —añadió según salían por la puerta.
«Ni en las recepcionistas», consideró ______ con un punto de decepción.
Que tonta había sido pensando que podía fijarse en ella. No había vuelto a verla, estaba únicamente siendo encantador. ¿No le había dicho su padre que había empezado siendo un vendedor excepcional?
Desde que trabajaba en Beville. ______ había cono¬cido a un montón de vendedores, y la mayor parte de ellos tenían el don de la labia, muchos eran tam¬bién bastante guapos y flirteaban escandalosamente. No había un solo representante en Beville Holdings que no le hubiera invitado a salir. Excepto Peter, por eso le gustaba tanto. Era un tipo realmente decente, honesto y buen trabajador; además cuidaba a su es¬posa enferma. Si en algún momento Nick Jonas llegaba a pensar que Peter sobraba, ella tendría algo que decir al respecto, pensó.
No, decidió, tendría mucho que decir. Después de todo. ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Perder su trabajo? Tampoco era un desastre si se consideraba que no dependía del salario para vivir. No como el pobre Peter. Pero no se iría callada. Acusaría al príncipe azul de despido improcedente si se atrevía a echarla; también le acusaría si echaba a Peter. Le haría desear no haber comprado Beville Holdings jamás.
¡Eso es lo que haría!
—¿Vienes a comer conmigo, ______?
______ volvió la cabeza y se encontró a Trish mi¬rándola angustiada. Trish era la secretaria de Jim, una pelirroja atractiva de veintimuchos que merecía algo mejor, en opinión de ______, que acostarse con su jefe casado.
De todas las mujeres que trabajaban en Beville Holdings, Trish era quien mejor caía a ______. Solían comer juntas en el césped y se sentaba con ella cuando salían todos en tropel al pub más cercano a tomar algo los viernes por la noche.
Trish anhelaba tener marido e hijos, pero no ha¬bía escuchado el consejo de ______ de que dejara a Jim y se buscara a alguien que estuviera libre. La úl¬tima vez que habían tenido una conversación de mu¬jer a mujer a la hora de la comida, Trish le había confiado que Jim le había prometido dejar a su es¬posa cuando sus hijos fueran algo mayores.
A ______ le pareció que Nick Jonas había estrechado su mano una eternidad. Tenía 1a sensación de que el tiempo iba más despacio desde que había salido del aseo.
Su foto en el periódico no le hacía justicia Al natural rezumaban un poderoso magnetismo que la ha¬bía atraído a través de toda la sala.
Se había quedado sin respiración por un momento, incapaz de moverse. Menos mal que el orgu¬llo había acudido en su ayuda, la sacó de su estado de aturdimiento y la llevó, con la compostura reco¬brada, hasta donde se hallaba él. Incluso se las arreglo para observar y admirar su buen gusto en el vestir.
Llevaba un traje recto negro deslumbrante y caro, confeccionado para resaltar el cuerpo alto y delgado. Lo combinaba con una camisa azul oscuro que destacaba el tono de su piel. La corbata gris plata, clásica y pequeña. El reloj, también plateado y con elegante correa de cuero negro.
Cuando llego hasta donde estaba, ______ se había imaginado erróneamente que podría estrecharle la mano y salir ilesa.
Pero en el momento en que las manos de Nick Jonas envolvieron la suya estaba tan nerviosa que tartamudeó cuando le había preguntado como se llamaba.
Hasta entonces no había tartamudeado jamás, ni se había sentido abrumada por el tipo de sentimien¬tos que experimentaba en ese momento.
Por un momento hubiera querido poder olvidar dónde se encontraba y quién era él. Cuando bajó la vista y le soltó la mano, le hubiera gustado decirle que sí, que ella era libre, libre para hacer lo que él quisiera, donde quisiera y cuando quisiera.
La lasciva sumisión que le aplastaba había sido una inspiración. Una conmoción total. ______ no ha¬bía experimentado nunca algo así, ni siquiera con Joe de quien había estado enamorada.
Pero esto no tenía nada que ver con el amor, ha¬bía descubierto asustada ______ inmediatamente des¬pués de que liberara su mano.
______ siempre había sabido que la encontraban atractiva. Seguro que Nick Jonas no estaría tan interesado en ella si le enseñara la pierna izquierda, pensó.
Pensar en sus cicatrices tuvo sobre ______ el efecto de siempre, hacerle aterrizar de golpe en el mundo real, recordarle que Nick Jonas se había casado una vez por dinero con una mujer mucho mayor que él, un crimen que era equiparable al de haberse ca¬sado con una chica sólo porque fuera físicamente perfecta. El último hombre en el mundo con el que ______ hubiera querido liarse era otro diablo de san¬gre fría, sin conciencia y con una calculadora por corazón.
¡Incluso aunque hubiera sido el hombre mas atractivo nunca visto!
—Debo irme a mi mostrador, señor Jonas... —dijo ella con un tono convenientemente frío—. Han pa¬sado las ocho y media. —y le dio la espalda, aleján¬dose con los hombros bien levantados hacia su puesto de trabajo, sin mirarle hasta que se sentó tras el mostrador.
Pero podía sentir sus ojos sobre ella, quemándola a través de la ropa.
Jim Matheson, que atravesó el recibidor hasta la zona de recepción, fue como una aparición divina.
—¡Señor Jonas! ¡Está usted aquí! Acaban de lla¬mar desde la fábrica para decir que salió de allí hace un rato. ______, ¿por qué no nos has hecho saber que el señor Jonas estaba aquí? —le dijo con brusquedad.
—Acabo de entrar. —respondió tranquilamente el nuevo jefe antes de que ella tuviera que justifi¬carse—. Y, por favor, llámame Nick. No soporto las ceremonias. Y tú, ¿te llamas?
—Jim, Jim Matheson. Jefe nacional de ventas de Beville Holdings.
«Y el mayor trepa del lugar», pensó ______. Mathe¬son se le había insinuado el primer día de trabajo, pero ella le había puesto en su sitio bien pronto. No lo había olvidado y nunca había sido agradable con ella.
—Jim —dijo con calidez el nuevo jefe, y se dirigió a estrecharle la mano-. Encantado de conocerte. Y a ti también, ______. —añadió, lanzándole una mirada y una sonrisita que llevaba muchos mensajes ocultos que ______ entendió demasiado bien.
Uno: me interesas.
Dos: no me has engañado ni un momento con esa rigidez.
Y tres: volveré a por ti mas tarde.
Un escalofrío recorrió las espalda de ______ mientras veía desaparecer a los dos hombres por el pasi¬llo que llevaba a los departamentos de ventas y marketing.
Ese mismo día, para la hora de la comida, las cosas no habían ido como ______ esperaba. No había vuelto a ver a Nick Jonas en toda la mañana ya que éste ha¬bía permanecido en el despacho de Jim reunido con los jefes de las diferentes secciones. Se lo había con¬tado la chica de la oficina central que le hacía el relevo a las once de la mañana para que pudiera tomar un té.
Mandy no había conocido personalmente al gran hombre, pero se había enterado de que era un bo¬cado de primer nivel.
Cualquier hombre atractivo era un bocado para Mandy, que tenía dieciocho años, era algo rechoncha, de tez rubicunda, risa contagiosa y modales alegres.
______ había pasado el rato del té en la cantina es¬cuchando los chismes de las chicas de la fábrica que estaban allí. Y había vuelto a la recepción resentida con Nick Jonas, sobre todo porque sabía, por sus miradas, que se derretía por ella.
Sobre las doce y media habían salido de la can¬tina varias bandejas de comida y café con destino al despacho de Jim. Las llevaban dos ayudantes de la cocina que parecían desmayadas cuando pasaron corriendo por la recepción de vuelta a sus puestos.
—Es tan cálido. —oyó ______ a una de ellas—, y me ha sonreído.
—A mí también, querida. —dijo un poco más seca la de mas edad—. Es un encanto, vale, pero no te hagas ilusiones, los hombres así no se fijan en las ca¬mareras. —añadió según salían por la puerta.
«Ni en las recepcionistas», consideró ______ con un punto de decepción.
Que tonta había sido pensando que podía fijarse en ella. No había vuelto a verla, estaba únicamente siendo encantador. ¿No le había dicho su padre que había empezado siendo un vendedor excepcional?
Desde que trabajaba en Beville. ______ había cono¬cido a un montón de vendedores, y la mayor parte de ellos tenían el don de la labia, muchos eran tam¬bién bastante guapos y flirteaban escandalosamente. No había un solo representante en Beville Holdings que no le hubiera invitado a salir. Excepto Peter, por eso le gustaba tanto. Era un tipo realmente decente, honesto y buen trabajador; además cuidaba a su es¬posa enferma. Si en algún momento Nick Jonas llegaba a pensar que Peter sobraba, ella tendría algo que decir al respecto, pensó.
No, decidió, tendría mucho que decir. Después de todo. ¿qué era lo peor que podía pasarle? ¿Perder su trabajo? Tampoco era un desastre si se consideraba que no dependía del salario para vivir. No como el pobre Peter. Pero no se iría callada. Acusaría al príncipe azul de despido improcedente si se atrevía a echarla; también le acusaría si echaba a Peter. Le haría desear no haber comprado Beville Holdings jamás.
¡Eso es lo que haría!
—¿Vienes a comer conmigo, ______?
______ volvió la cabeza y se encontró a Trish mi¬rándola angustiada. Trish era la secretaria de Jim, una pelirroja atractiva de veintimuchos que merecía algo mejor, en opinión de ______, que acostarse con su jefe casado.
De todas las mujeres que trabajaban en Beville Holdings, Trish era quien mejor caía a ______. Solían comer juntas en el césped y se sentaba con ella cuando salían todos en tropel al pub más cercano a tomar algo los viernes por la noche.
Trish anhelaba tener marido e hijos, pero no ha¬bía escuchado el consejo de ______ de que dejara a Jim y se buscara a alguien que estuviera libre. La úl¬tima vez que habían tenido una conversación de mu¬jer a mujer a la hora de la comida, Trish le había confiado que Jim le había prometido dejar a su es¬posa cuando sus hijos fueran algo mayores.
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