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La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
¡Las clásicas buenas palabras!
______ no quería oír más de lo mismo en ese día, pero Trish era la secretaria de Jim y Nick Jonas se había pasado toda la mañana con él. Aunque ______ despreciaba su propia curiosidad e interés, aprove¬chó la oportunidad para saber algo más sobre el hombre.
—Voy contigo. —respondió—. Conecto el contesta¬dor, voy al servicio y nos vamos.
—Te acompaño al servicio. —dijo Trish.
Cinco minutos después estaban sentadas en una de las mesas de madera bajo un grupo de sauces que había detrás de su edificio, un lugar agradable para comer en verano.
Trish había traído la comida de casa, sandwiches y zumo. ______ todavía no había llegado a ese nivel de ahorro y tenía encargado en la cantina un sand¬wich vegetal sin mantequilla, un pastel bajo en grasa y café solo.
—¿Te ha tenido muy ocupada el nuevo jefe? —pre¬guntó en cuanto se sentaron.
—Te cuento —dijo Trish mientras desenvolvía el sándwich de jamón con tomate—. Bajo esa encanta¬dora sonrisa hay verdadera fuerza, además está al tanto de todo. Ha estado planteando a Jim algunas preguntas difíciles. Yo creo que Jim está algo preocupado.
—Y cómo quieres que esté. —ironizó ______.
—¿Qué quieres decir?
—Sabes lo que quiero decir, Trish. Se ha gastado mucho dinero por aquí. La carísima fiesta de navi¬dades del año pasado, por ejemplo. Por no mencio¬nar la reunión de ventas en uno de los centros turís¬ticos más lujosos de Australia; después la reforma total de las oficinas. Y para colmo, aprovechando que se ha renovado la flota completa de coches de la empresa, y eso que sólo tenían un año, todos los jefes se han comprado modelos más caros.
—Visto así, la verdad es que las cosas parecen estar mal.
______ pudo haber añadido que la nueva jefa de campo de ventas no había conseguido su trabajo por experiencia en un cargo de esa posición. Las únicas posiciones en las que Shelley tenía experiencia eran las del Kama Sutra.
Trish no era la única muñequita que Jim tenía a su alrededor. Lo sabían todos los representantes, to¬dos menos Trish, y ______ nunca había tenido valor para decírselo.
—Un hombre como Nick Jonas, antes o después, lo relacionará todo —dijo ______, chascando los dedos.
—Podrían despedir a Jim —comentó Trish, preocu¬pada.
______ por fin había tenido un pensamiento gratifi¬cante: «Los canallas recibirán su merecido».
El problema era que raramente pasaba algo así. Y Jim... era un inteligente y consumado mentiroso. Se¬guramente salvaría su puesto, o terminaría con una cuantiosa gratificación por los servicios prestados y otro trabajo de jefe de ventas en cualquier sitio. Jim acababa de cumplir cuarenta y era un hombre bien parecido que sabía impresionar cuando quería.
La tonta de su esposa lo adoraba.
«No, los canallas no siempre reciben su mere¬cido», pensó ______ con cinismo. Sólo había que mi¬rar al nuevo jefe. Tenía que ser un auténtico canalla: casarse por dinero con una mujer mayor. ¿Y qué ha¬bía sucedido? Ella había muerto oportunamente de¬jándole montones de dinero, además de la libertad para hacer lo que le diera la gana el resto de su vida. ¡Qué oportuno!
—Todo esto me preocupa mucho. —dijo Trish, que todavía ni había tocado la comida.
Una oleada de simpatía alejó los sarcásticos pen¬samientos de ______.
—Tú no tienes que preocuparte. —dijo ______ mientras la agarraba del brazo—. Tú no has hecho nada in¬correcto. .
—¿De verdad que no? —los ojos de Trish se hume¬decieron—. He estado acostándome con un hombre casado, ______. Tratando de apartarlo de su familia. Eso no está bien. Sé que ella lo quiere y también sus hijos. Mi madre se avergonzaría de mí si se enterara...
______ le ofreció a Trish una servilleta de papel para que arreglara el desaguisado que las lágrimas habían hecho en su maquillaje.
—Rompe con él, Trish —le aconsejó—. Date la oportunidad de encontrar a otro.
—Es muy fácil para ti decir eso, ______ —dijo Trish con un punto de envidia mientras enjugaba sus lá¬grimas—. Tú puedes conseguir a cualquier hombre en cuanto quieras. Mírate. Eres realmente preciosa, y eso que casi no usas maquillaje.
—La belleza superficial no lo es todo, Trish. Ni si¬quiera una garantía de éxito con los hombres. Mi primer marido se deshizo de mí.
Trish parpadeó, sorprendida.
—¿Qué? No sabía que habías estado casada.
______ había evitado siempre mencionar a Joe. Cuando había rellenado el formulario del trabajo, había puesto soltera como su estado civil, y cuando charlaba con las chicas en el trabajo siempre guiaba la conversación hacia la vida de ellas, no la suya.
Cuando a veces le preguntaban por su vida amorosa ella siempre decía que nada de novios. Si, había contado que había perdido a su madre en un accidente de coche no hacía mocho, pero nunca había mencionado su matrimonio, ni sus odiadas cicatrices.
--¿Cuánto tiempo estuviste casada? —pregunto Trish.
—Seis meses.
—¿Te dejó después de seis meses? ______ esbozó una sonrisa seca ante los ojos de sorpresa de Trish.
—¿Por qué te crees que soy tan cínica a veces?
—No creo que seas cínica. Eres encantadora.
—Rasca un poco la superficie y encontrarás una divorciada amargada.
—¿Seguro? Por lo menos eso explica por qué no tienes novio. Estaba empezando a pensar que tam¬bién tenías un lío con un hombre casado. Pero está claro que ése no es tu estilo.
—Ciertamente, no… —dijo ______—. Y, por favor Trish, no menciones lo de mi matrimonio a nadie.
—¿Por qué no? La gente pregunta sobre tí, ya sabes.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque eres demasiado buena para este trabajo, ______. No es sólo tu aspecto, es cómo hablas y cómo andas. Tú fuiste a uno de esos colegios... ¿verdad? De esos en los que se aprenden modales. Apuesto a que en algún momento has aspirado a ser modelo, o actriz.
—Esto... yo... sí. Hice un curso de modelo una vez. —admitió. Su abuela se lo había regalado cuando cumplió dieciséis años.
Su querida abuela. También se había ido, como su madre.
—Come… —ordenó ______, que no quería pensar más en cosas tristes—. Y deshazte de ese Jim.
—Lo intentaré. —dijo Trish, pero no pareció muy segura.
______ volvió al trabajo algo desanimada. Hablar de relaciones era realmente deprimente, especial¬mente cuando no tenían ninguna oportunidad de funcionar.
Nick Jonas seguía desaparecido. Por la tarde se había trasladado a la sección de recursos huma¬nos, según Mandy, que se paró a hablar en la recep¬ción de camino a entregar el correo del día. A las cuatro ______ estaba nerviosa esperando que él pasara al salir. Pero no pasó, incluso aunque ella se quedó unos minutos después de las cuatro y media, su hora de salida.
«No puedo conseguir al hombre que me gusta, ¿verdad?». Se dijo a sí misma irritada cuando final¬mente salió al aparcamiento casi vacío. Sólo queda¬ban un par de coches de los jefes, además del depor¬tivo azul oscuro.
«No es cierto que realmente desee a Nick Jonas», se dijo. «Hay que estar loca para que te guste un hombre así, salvo desde una perspectiva exclusi¬vamente física». Estaría bien para una aventura. Si hubiera sido de la clase de chicas que tienen aventuras, pero nunca lo había sido. Hasta entonces el sexo no había sido una necesidad imperiosa para ______.
Había tenido un problema horrible con sus primeros novios, buscando siempre toda clase de excusas para no acostarse con ellos. Algunos habían aguantado sus negativas, a lo mejor porque tenían los ojos puestos más en su dinero que en su cuerpo Y entonces había aparecido Joe.
______ se había enamorado locamente desde la primera vez que lo vio y había sido más que feliz me¬tiéndose en la cama con él.
Joe se había mostrado muy sorprendido por su virginidad. Y ahora, con la perspectiva dada por el tiempo, ______ se preguntaba si su falta de experien¬cia sexual no podía haber contribuido a que Joe la dejara. Tenía que reconocer que en la cama no había sido la persona más lanzada del mundo.
Abrió la puerta del coche y esperó un momento fuera para que saliera el calor. ______ pensó que Trish seguramente seguía con Jim porque sexualmente funcionaban muy bien, pero ¿qué clase de placer se¬xual o maldita maravillosa satisfacción era ésa que le había hecho perder la cabeza, que había hecho que se dejase utilizar incluso sabiendo que la rela¬ción no iba a ningún sitio?
—¿Me estabas esperando?
El calor que salía del coche no fue nada comparado con el que subió a la cara de ______ mientras se volvía hacia Nick Jonas. Tenía tan buen aspecto como al principio de la mañana, puede que incluso mejor.
—Claro que no —negó, aunque lo devoraba con los ojos—. Espero a que se enfríe un poco el coche.
Nick la miró fijamente a los ojos, intentando averiguar si era verdad lo que le decía.
—¡Lástima! Así que pierdo el tiempo si te invito a cenar esta noche, ¿no? —dijo sin dejar de mirarla fi¬jamente.
Ella también lo miró, deseando ser capaz de decir que no. —¿Sólo a cenar, señor Jonas? —respondió en tono altanero.
—Por supuesto, señorita Johannsen… —respondió de modo cortés, pero los oscuros ojos decían todo lo contrario—. Si eso es todo lo que quiere —añadió.
¡Confirmado! Eso acabó de inclinar la balanza a favor de la razón.
—Lo que quiero, señor Jonas… —dijo, cortante—, es que me deje en paz. Por favor, no vuelva a pedirme salir o le denunciaré por acoso sexual. ¿He sido suficientemente clara? -y se sentó tras el volante, cerró de un portazo y arrancó el motor.
Durante el camino de vuelta a casa, ______ se vio asediada por emociones encontradas. Arrepentimiento, porque ahora nunca sabría cómo hubiera sido que Nick Jonas le hiciera el amor; también alivio, porque nunca tendría que afrontar el dilema de desnudarse delante de él y mostrarle sus cicatrices. Pero el sentimiento dominante era de irritación, por la absoluta arrogancia de ese hombre.
Para cuando ______ había llegado a casa, lo que estaba, sobre todo, era preocupada. ¿Encontraría alguna excusa para echarla? De repente volver al trabaja al día siguiente estaba lleno de incertidumbre. «Se arrepentirá si trata de despedirme», se dijo mientras iba al frigorífico y sacaba de la puerta una botella de Verdelho. «No tiene ni idea de con quien esta tratando», pensó mientras buscaba el sacacorchos. «¡Ni idea!»
______ no quería oír más de lo mismo en ese día, pero Trish era la secretaria de Jim y Nick Jonas se había pasado toda la mañana con él. Aunque ______ despreciaba su propia curiosidad e interés, aprove¬chó la oportunidad para saber algo más sobre el hombre.
—Voy contigo. —respondió—. Conecto el contesta¬dor, voy al servicio y nos vamos.
—Te acompaño al servicio. —dijo Trish.
Cinco minutos después estaban sentadas en una de las mesas de madera bajo un grupo de sauces que había detrás de su edificio, un lugar agradable para comer en verano.
Trish había traído la comida de casa, sandwiches y zumo. ______ todavía no había llegado a ese nivel de ahorro y tenía encargado en la cantina un sand¬wich vegetal sin mantequilla, un pastel bajo en grasa y café solo.
—¿Te ha tenido muy ocupada el nuevo jefe? —pre¬guntó en cuanto se sentaron.
—Te cuento —dijo Trish mientras desenvolvía el sándwich de jamón con tomate—. Bajo esa encanta¬dora sonrisa hay verdadera fuerza, además está al tanto de todo. Ha estado planteando a Jim algunas preguntas difíciles. Yo creo que Jim está algo preocupado.
—Y cómo quieres que esté. —ironizó ______.
—¿Qué quieres decir?
—Sabes lo que quiero decir, Trish. Se ha gastado mucho dinero por aquí. La carísima fiesta de navi¬dades del año pasado, por ejemplo. Por no mencio¬nar la reunión de ventas en uno de los centros turís¬ticos más lujosos de Australia; después la reforma total de las oficinas. Y para colmo, aprovechando que se ha renovado la flota completa de coches de la empresa, y eso que sólo tenían un año, todos los jefes se han comprado modelos más caros.
—Visto así, la verdad es que las cosas parecen estar mal.
______ pudo haber añadido que la nueva jefa de campo de ventas no había conseguido su trabajo por experiencia en un cargo de esa posición. Las únicas posiciones en las que Shelley tenía experiencia eran las del Kama Sutra.
Trish no era la única muñequita que Jim tenía a su alrededor. Lo sabían todos los representantes, to¬dos menos Trish, y ______ nunca había tenido valor para decírselo.
—Un hombre como Nick Jonas, antes o después, lo relacionará todo —dijo ______, chascando los dedos.
—Podrían despedir a Jim —comentó Trish, preocu¬pada.
______ por fin había tenido un pensamiento gratifi¬cante: «Los canallas recibirán su merecido».
El problema era que raramente pasaba algo así. Y Jim... era un inteligente y consumado mentiroso. Se¬guramente salvaría su puesto, o terminaría con una cuantiosa gratificación por los servicios prestados y otro trabajo de jefe de ventas en cualquier sitio. Jim acababa de cumplir cuarenta y era un hombre bien parecido que sabía impresionar cuando quería.
La tonta de su esposa lo adoraba.
«No, los canallas no siempre reciben su mere¬cido», pensó ______ con cinismo. Sólo había que mi¬rar al nuevo jefe. Tenía que ser un auténtico canalla: casarse por dinero con una mujer mayor. ¿Y qué ha¬bía sucedido? Ella había muerto oportunamente de¬jándole montones de dinero, además de la libertad para hacer lo que le diera la gana el resto de su vida. ¡Qué oportuno!
—Todo esto me preocupa mucho. —dijo Trish, que todavía ni había tocado la comida.
Una oleada de simpatía alejó los sarcásticos pen¬samientos de ______.
—Tú no tienes que preocuparte. —dijo ______ mientras la agarraba del brazo—. Tú no has hecho nada in¬correcto. .
—¿De verdad que no? —los ojos de Trish se hume¬decieron—. He estado acostándome con un hombre casado, ______. Tratando de apartarlo de su familia. Eso no está bien. Sé que ella lo quiere y también sus hijos. Mi madre se avergonzaría de mí si se enterara...
______ le ofreció a Trish una servilleta de papel para que arreglara el desaguisado que las lágrimas habían hecho en su maquillaje.
—Rompe con él, Trish —le aconsejó—. Date la oportunidad de encontrar a otro.
—Es muy fácil para ti decir eso, ______ —dijo Trish con un punto de envidia mientras enjugaba sus lá¬grimas—. Tú puedes conseguir a cualquier hombre en cuanto quieras. Mírate. Eres realmente preciosa, y eso que casi no usas maquillaje.
—La belleza superficial no lo es todo, Trish. Ni si¬quiera una garantía de éxito con los hombres. Mi primer marido se deshizo de mí.
Trish parpadeó, sorprendida.
—¿Qué? No sabía que habías estado casada.
______ había evitado siempre mencionar a Joe. Cuando había rellenado el formulario del trabajo, había puesto soltera como su estado civil, y cuando charlaba con las chicas en el trabajo siempre guiaba la conversación hacia la vida de ellas, no la suya.
Cuando a veces le preguntaban por su vida amorosa ella siempre decía que nada de novios. Si, había contado que había perdido a su madre en un accidente de coche no hacía mocho, pero nunca había mencionado su matrimonio, ni sus odiadas cicatrices.
--¿Cuánto tiempo estuviste casada? —pregunto Trish.
—Seis meses.
—¿Te dejó después de seis meses? ______ esbozó una sonrisa seca ante los ojos de sorpresa de Trish.
—¿Por qué te crees que soy tan cínica a veces?
—No creo que seas cínica. Eres encantadora.
—Rasca un poco la superficie y encontrarás una divorciada amargada.
—¿Seguro? Por lo menos eso explica por qué no tienes novio. Estaba empezando a pensar que tam¬bién tenías un lío con un hombre casado. Pero está claro que ése no es tu estilo.
—Ciertamente, no… —dijo ______—. Y, por favor Trish, no menciones lo de mi matrimonio a nadie.
—¿Por qué no? La gente pregunta sobre tí, ya sabes.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque eres demasiado buena para este trabajo, ______. No es sólo tu aspecto, es cómo hablas y cómo andas. Tú fuiste a uno de esos colegios... ¿verdad? De esos en los que se aprenden modales. Apuesto a que en algún momento has aspirado a ser modelo, o actriz.
—Esto... yo... sí. Hice un curso de modelo una vez. —admitió. Su abuela se lo había regalado cuando cumplió dieciséis años.
Su querida abuela. También se había ido, como su madre.
—Come… —ordenó ______, que no quería pensar más en cosas tristes—. Y deshazte de ese Jim.
—Lo intentaré. —dijo Trish, pero no pareció muy segura.
______ volvió al trabajo algo desanimada. Hablar de relaciones era realmente deprimente, especial¬mente cuando no tenían ninguna oportunidad de funcionar.
Nick Jonas seguía desaparecido. Por la tarde se había trasladado a la sección de recursos huma¬nos, según Mandy, que se paró a hablar en la recep¬ción de camino a entregar el correo del día. A las cuatro ______ estaba nerviosa esperando que él pasara al salir. Pero no pasó, incluso aunque ella se quedó unos minutos después de las cuatro y media, su hora de salida.
«No puedo conseguir al hombre que me gusta, ¿verdad?». Se dijo a sí misma irritada cuando final¬mente salió al aparcamiento casi vacío. Sólo queda¬ban un par de coches de los jefes, además del depor¬tivo azul oscuro.
«No es cierto que realmente desee a Nick Jonas», se dijo. «Hay que estar loca para que te guste un hombre así, salvo desde una perspectiva exclusi¬vamente física». Estaría bien para una aventura. Si hubiera sido de la clase de chicas que tienen aventuras, pero nunca lo había sido. Hasta entonces el sexo no había sido una necesidad imperiosa para ______.
Había tenido un problema horrible con sus primeros novios, buscando siempre toda clase de excusas para no acostarse con ellos. Algunos habían aguantado sus negativas, a lo mejor porque tenían los ojos puestos más en su dinero que en su cuerpo Y entonces había aparecido Joe.
______ se había enamorado locamente desde la primera vez que lo vio y había sido más que feliz me¬tiéndose en la cama con él.
Joe se había mostrado muy sorprendido por su virginidad. Y ahora, con la perspectiva dada por el tiempo, ______ se preguntaba si su falta de experien¬cia sexual no podía haber contribuido a que Joe la dejara. Tenía que reconocer que en la cama no había sido la persona más lanzada del mundo.
Abrió la puerta del coche y esperó un momento fuera para que saliera el calor. ______ pensó que Trish seguramente seguía con Jim porque sexualmente funcionaban muy bien, pero ¿qué clase de placer se¬xual o maldita maravillosa satisfacción era ésa que le había hecho perder la cabeza, que había hecho que se dejase utilizar incluso sabiendo que la rela¬ción no iba a ningún sitio?
—¿Me estabas esperando?
El calor que salía del coche no fue nada comparado con el que subió a la cara de ______ mientras se volvía hacia Nick Jonas. Tenía tan buen aspecto como al principio de la mañana, puede que incluso mejor.
—Claro que no —negó, aunque lo devoraba con los ojos—. Espero a que se enfríe un poco el coche.
Nick la miró fijamente a los ojos, intentando averiguar si era verdad lo que le decía.
—¡Lástima! Así que pierdo el tiempo si te invito a cenar esta noche, ¿no? —dijo sin dejar de mirarla fi¬jamente.
Ella también lo miró, deseando ser capaz de decir que no. —¿Sólo a cenar, señor Jonas? —respondió en tono altanero.
—Por supuesto, señorita Johannsen… —respondió de modo cortés, pero los oscuros ojos decían todo lo contrario—. Si eso es todo lo que quiere —añadió.
¡Confirmado! Eso acabó de inclinar la balanza a favor de la razón.
—Lo que quiero, señor Jonas… —dijo, cortante—, es que me deje en paz. Por favor, no vuelva a pedirme salir o le denunciaré por acoso sexual. ¿He sido suficientemente clara? -y se sentó tras el volante, cerró de un portazo y arrancó el motor.
Durante el camino de vuelta a casa, ______ se vio asediada por emociones encontradas. Arrepentimiento, porque ahora nunca sabría cómo hubiera sido que Nick Jonas le hiciera el amor; también alivio, porque nunca tendría que afrontar el dilema de desnudarse delante de él y mostrarle sus cicatrices. Pero el sentimiento dominante era de irritación, por la absoluta arrogancia de ese hombre.
Para cuando ______ había llegado a casa, lo que estaba, sobre todo, era preocupada. ¿Encontraría alguna excusa para echarla? De repente volver al trabaja al día siguiente estaba lleno de incertidumbre. «Se arrepentirá si trata de despedirme», se dijo mientras iba al frigorífico y sacaba de la puerta una botella de Verdelho. «No tiene ni idea de con quien esta tratando», pensó mientras buscaba el sacacorchos. «¡Ni idea!»
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Sofi - escribió:Seguila, por favor!
Es genial :D
me encanta! mm eso de: me estabas esperando? nanana
macasolci
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
O: es geneeal la nOvee ...NUEVA LECTORA!!!!
sigeela pronthO!!!!
sigeela pronthO!!!!
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
SIGUE SIGUE SIGE SIGUE PORRAVORR!!
COMO LA DEJAS AHII AY DIOS VOI A
MORIR SI NO SIFUES VAMOOOSS!
PON CAAAAAAAAAAAAAAAAAAP :face:
BY:MAAAY!
COMO LA DEJAS AHII AY DIOS VOI A
MORIR SI NO SIFUES VAMOOOSS!
PON CAAAAAAAAAAAAAAAAAAP :face:
BY:MAAAY!
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
muchas gracias a todas las lectoras
este cap va por vosotras
EL SEÑOR Jonas quiere verte en el salón de actos. ______ se puso rígida en la silla. El momento que había estado temiendo todo el día, finalmente, había llegado.
Nick le había dirigido un educado saludo cuando había llegado esa mañana con su asistente personal, un tipo de unos treinta años con el pelo oscuro. Se¬gún le había contado Trish, los dos hombres habían pasado la mañana revisando los informes de ventas de los dos últimos años y habían pensado dedicar la tarde a hablar con el jefe de la división de marketing.
A las cuatro, ______ creía que se había librado del enfrentamiento provocado por lo que había dicho en el aparcamiento la tarde anterior. Pero parecía que estaba equivocada.
—¿Por qué demonios quiere verme? —preguntó a Mandy mientras se levantaba de mala gana.
—No me preguntes a mí. Soy sólo la mensajera. Igual es que quiere pedirte salir —añadió con un guiño malicioso.
—Muy gracioso. La tentación de pasarse por el tocador de señoras a revisar su aspecto fue muy fuerte, pero ______ renuncio a satisfacer su vanidad. Respiró hondo, cuadró los hombros y salió por el pasillo que llevaba de la zona de recepción a la enorme habitación que la empresa utilizaba para reuniones y actos masivos
La puerta estaba amenazadoramente cerrada, lo que hizo aumentar sus nervios. El sonido de los nu¬dillos en la puerta sonó firme, a pesar del temblor de las manos.
—Pase… —ordenó una potente voz de hombre a tra¬vés de la puerta.
Otra respiración profunda mientras giraba el pomo, y después empujó la puerta.
Estaba sentado en la mesa de la sala de juntas que se encontraba delante de una pared de altas ventanas sin cortinas por las que entraban inclinados los ra¬yos del sol, dejando su bonito rostro en sombra mientras hacían brillar el pelo negro.
Nick había estado intentado blindarse frente a su belleza. ¡Qué ejercicio tan inútil!
Se le había cortado la respiración según había entrado con un paso tan encantador como el resto de ella. Debía de haber tomado alguna vez clases de ballet, pensó. O haber sido modelo. Su actitud era soberbia, igual que todo lo demás.
Iba de rosa pálido, un vestido muy femenino que envolvía un cuerpo delgado y con curvas al mismo tiempo, un vestido que cubría todo sin ocultar nada.
Cuando llego mas cerca, pudo oler su perfume, un tentador aroma que recordaba vagamente a la vainilla.
Se había alegrado de estar sentado detrás de una mesa y que así no se pudiera notar el temblor de sus piernas.
—¿Quería verme, señor Jonas? —dijo. Los ojos verdes aún reflejaban su disgusto.
Nick se arrepintió de haber hecho que la llama¬ran. Estaba perdiendo el tiempo. Torturándose para nada. Claramente había malinterpretado lo ocurrido la mañana anterior. Había creído ver una chispa de atracción mutua en los ojos de ella, había entendido que ella estaba simplemente jugando a ponerle las cosas difíciles cuando se había marchado y le había ignorado.
Nick había sido el objetivo de muchas ambicio¬sas empleadas en los últimos años, y sus tácticas habían acabado por serle familiares. Algunas eran bastante descaradas, otras, más sutiles, fingiendo desinterés aunque su lenguaje corporal dijera todo lo contrario.
Durante la vuelta a casa se había agarrado deses¬peradamente a la esperanza de que la señorita Johannsen fuera de la segunda clase, pero mientras ru¬miaba la cena la noche anterior, finalmente había tenido que admitir que lo más lógico era que ella tu¬viera novio formal y estuviera harta de que los hom¬bres le hicieran proposiciones.
Por la mañana, un Nick de ojos enrojecidos había decidido no volver a hacer el tonto con ella. A partir de ahora la ignoraría como ella lo había ignorado. Hubiera podido tener éxito en su estrategia si no hubiera sido porque Bob le había comentado que se co¬tilleaba que el edificio principal de Beville Holdings tenia la recepcionista sin novio más guapa de toda la empresa.
Entonces había sido cuando Nick había man¬dado llamarla.
Un error. Todo lo que había conseguido era recordar lo devastadoramente atractiva que encontraba a la chica.
Confiado como estaba en su propia capacidad para atraer al otro sexo, había tenido la secreta esperanza de que ______ Johannsen fantaseara con él. Pero las mujeres que secretamente fantasean con un hombre no lo miraban de la forma en que ella lo había hecho al entrar en la sala de juntas.
—Siéntese, por favor… -la invitó en tono cortés, y le señalo la silla al otro lado de la mesa.
—Son las cuatro y diez… —dijo sin moverse un centímetro—… y me voy a casa a la cuatro y media.
«¡Madre mía!, me tiene realmente enfilado», pensó. Admitió que podía haber sido algo directo el día anterior. No había sido una de sus invitaciones más sutiles. Pero alguien debería decirle que amenazar a su nuevo jefe con una denuncia por acoso sexual no era precisamente bueno para su carrera profesional.
—Será muy breve —dijo, cortante.
—Muy bien… —respondió, y con una ligera sacudida de su hermosa cabeza, tiro de la silla y se sentó con la espalda recta y las rodillas primorosamente juntas.
—Queria disculparme por lo ocurrido en el aparcamiento ayer.
¡Una disculpa! Era lo ultimo que ______ había esperado.
—Fue arrogante y presuntuoso por mi parte invitarle a salir. —añadió, empleando exactamente la pa¬labras que el hubiera querido escuchar si hubiera estado en su lugar—. Lo siento, ______. Me imagino lo molesta que tiene que estar después de tantas propo¬siciones que no quiere. A una chica tan guapa como usted los hombres siempre le estarán proponiendo citas y debe de ser todavía más molesto si quien lo hace es el nuevo jefe. Créame que no volverá a ocu¬rrir jamás.
______ siguió sentada, boquiabierta. Su temor du¬rante todo el día había sido que la despidiera. No ha¬bía esperado una disculpa. ¡Los hombres como aquél raramente se disculpaban por nada!
—Eso es todo, ______. —terminó abruptamente—. Gracias por venir.
Cuando ______ se levantó de la silla, tenía las ma¬nos apretadas y el corazón a cien por hora. De re¬pente, quiso decirle algo, algo para que le suavizara la dura expresión de la cara. ¿Pero qué?
«Lo siento también. Me pasé. En realidad me hu¬biera encantado ir a cenar la otra noche. Pero tenía miedo de que me hubieras hecho desear irme a la cama contigo y, entonces, cuando me quitara la ropa y vieras las cicatrices...».
—Le llamaré para una auténtica entrevista a lo largo de la semana. —añadió—. Sólo para tratar temas del trabajo. —matizó rápidamente—. Espero entrevis¬tarme con todos los empleados de Beville Holdings, y confío en que no sea un problema.
—En absoluto, señor Jonas. —gracias a Dios la voz sonó normal.
—Nick, por favor. —insistió—. Siempre hago negocios sobre la base del nombre de pila.
—Nick —repitió ella.
El nombre le sentaba bien. Un nombre fuerte para un hombre fuerte. ______ había empezado a olvidar por qué no le había gustado ese hombre.
Ah, ya. Se había casado con una mujer mayor por su dinero, ¿verdad? Y estaba libre otra vez, un play-boy soltero con ático, coche deportivo y unos ojos que seguían diciéndole que quería añadirla a su lista de absorciones con éxito.
¿Cómo sería ser su novia? Se preguntaba ______. Comer con él y dormir a su lado. Simplemente estar con él.
—Que pases una buena tarde, ______. Te veo ma¬ñana por la mañana.
Nick siguió sentado, dándole vueltas al contradictorio lenguaje corporal de ______, cuando apareció Bob con dos carpetas de plástico.
—Bueno… —dijo Bob mientras se sentaba en la silla que acababa de dejar libre ______—. ¿Cómo te ha ido con la deliciosa señorita Johannsen?
—Así, así. —replicó Nick—. En realidad, mejor de lo que esperaba. Al final he vuelto a ver esa chispa en sus ojos, lo mismo que vislumbre el día que la conocí. Aunque esta vez solo ha aparecido unos segundos, ha sido algo mas intenso que una chispa.
—¿Le has invitado a salir?
—Todavía no.
—Tenias que verte los ojos —dijo Bob—. Los mismos que se te ponen cuando ves una empresa que te interesa de verdad. Creo que no te los había visto nunca antes tratándose de una chica.
—Siempre hay una primera vez para todo —dijo Nick, pensando que nunca había conocido una chica como ésa.
A Miley le habría gustado ______, pensó de re¬pente. Miley siempre había odiado a las mujeres que besaban por donde él pisaba.
A Nick le había costado más de tres meses y mucha persuasión conseguir que saliera con él. La dife¬rencia de edad había preocupado a Miley de verdad, además de lo que pensaran los demás. Sobre todo cuando le propuso para jefe ejecutivo de WhizzBiz Electronics.
Nick se preguntaba qué sería lo que le preocu¬paba a ______ sobre él. Algo había seguro, podía sen¬tirlo. El trabajo de vendedor le había hecho muy sensible al lenguaje corporal. Necesitaba saber más de ella.
—¿Conseguiste lo que quería? —preguntó a Bob.
Bob dejó la carpeta naranja en su lado de la mesa y deslizó la azul hasta las manos de Nick.
Nick tuvo ligeros remordimientos de conciencia cuando abrió la carpeta y empezó a hojear la vida laboral de ______ Johannsen.
«Soy el jefe», se dijo. «Es mi deber conocer la trayectoria y cualifícación de mis empleados». «Sí, sobre todo de uno del que te encaprichas», apuntó su otro yo burlón.
—Esto... yo... he traído también la de Trish. —confesó Bob—. ¿Sabes? La secretaria de Jim Matheson.
Nick se agarró la cabeza con las dos manos y miro fijamente a su asistente personal. —¿Por que demonios has hecho eso?
—Creo que es bonita. Me gusta.
—¿Sabes que está liada con Matheson, verdad?
—Sí… —dijo Bob—, lo sé. Pero Matheson está casado y yo no Además, tú y yo sabemos que no va a dejar a su mujer por la secretaria. Los hombres como Matheson son criminales en serie del adulterio. Te apuesto lo que quieras a que Trish no es la única con quien está ahora mismo.
El comentario de Bob llenó la cabeza de Nick de ideas terribles, más aún cuando hojeó el informe de ______: cuando había sido contratada el año anterior, no tenía ninguna cualificación para ocupar el puesto que actualmente tenía. Ninguna cualificación para ningún trabajo. ¿Qué significaba eso?
Pensar en ella poseída por Jim Matheson en su enorme mesa de trabajo, o en los sofás de piel de su despacho, le ponía enfermo.
La lógica acudió en su auxilio. ¿Podría una chica que le había dado a él con la puerta en las narices con tanta energía, acostarse con un trepa como Mat¬heson por un trabajo de recepcionista de segunda? Absolutamente, no. Si hubiera sido así, habría acep¬tado su invitación a cenar a la primera.
—Mira, Bob, volvamos al trabajo —dijo de repente, y metió las hojas en la carpeta para mirarlas cuando tuviera tiempo para no pensar en otra cosa distinta de ella—. Dame tu primera impresión sobre Beville Holdings como empresa.
Bob se recostó en la silla y cruzó la pierna iz¬quierda por encima de la rodilla derecha.
—Bueno, el problema claramente esta en la direc¬ción, tanto en ventas como en marketing. —dijo—. Pero la sección de ventas es con mucho lo peor. Jim Matheson es un tipo hábil pero bastante tramposo. Desde luego que tendría que irse. Y no tengo moti¬vos añadidos para decir esto. —agregó rápidamente.
—Bien. Porque sólo despediré a Jim Matheson por esa razón, pero no hasta que descubra cuánto daño ha hecho. Por cierto, ¿conseguiste contratar ayer a alguien para que nos haga un estudio de mercado rá¬pido sobre los productos de Beville?
—Claro. Tendremos el informe a final de semana.
—Estupendo. Mañana volverás a venir aquí con¬migo. Y así todos los días esta semana.
—Gracias. Y tampoco tengo motivos extras para agradecértelo. Simplemente aborrezco quedarme solo en la oficina haciendo llamadas de teléfono. Ayer fue bastante aburrido.
Nick le dedicó una mirada simpática. Su oficina estaba situada dentro de su ático, con todo tipo de comodidades además de una piscina climatizada donde ambos nadaban a diario. Cuando había ven¬dido WhizzBiz Electronics y se había convertido en un pirata corporativo, Nick había decidido que al¬quilar espacio de oficina era tirar el tiempo y el di¬nero. Así que vendió la enorme casa que había compartido con Miley y compró al contado el último piso de un nuevo rascacielos en el centro de Sydney.
—Pobre Bob. —dijo sin pizca de simpatía en su voz—. ¿Alguna llamada importante ayer, por cierto?
—Déjame pensar. Los clásicos representantes y las invitaciones sin sustancia que odias. Bueno, hubo una bastante interesante. De Kevin Bloom, para invitarte a cenar a su casa el próximo sábado. Le dije que ya le respondería.
—Kevin Bloom… —repitió Nick pensativo—. El nombre me resulta familiar. Refréscame la memo¬ria, ¿a qué se dedica?
Ése era el mejor activo del asistente personal de Nick: lo sabía todo sobre todos en el mundo del di¬nero. Se leía todas las revistas de negocios de prin¬cipio a fin todos los meses, además de las secciones de economía de los periódicos todos los días.
—Es corredor de bolsa. Dinero antiguo, pero se las ha arreglado para aumentar algo su fortuna. Apa¬rece siempre en la parte alta de la lista de los dos¬cientos más ricos de Australia. Un buen contacto si te estás planteando empezar a absorber compañías pequeñas de las que no sabes nada. Probablemente en una noche sea capaz de decirte más sobre Beville Holdings de lo que nosotros seamos capaces de des¬cubrir en una semana.
—Un poco tarde para eso, ¿no te parece? —recalcó Nick, jugando con la idea de aceptar la invitación.
No era muy partidario de las cenas, pero había pasados los sábados por la noche de los últimos seis meses con Selena y sospechaba que no iba a querer pasar la de este solo. Hubiera podido verse tentado de llamar a Selena por pura necesidad sexual, y no era precisamente un cabello oscuro lo que quería ver en su almohada por la mañana; prefería uno rubio.
—¿Donde vive el señor Bloom? —pregunto, pensando todavía en un largo cabello rubio extendido sobre su almohada.
—En Vaucluse.
—¿Hay otra zona para las viejas fortunas? De acuerdo, llámale y acepta la invitación.
—Ahora mismo… —dijo mientras sacaba el telé¬fono—, tengo aquí su número y su dirección.
Mientras Bob llamaba al señor Bloom y aceptaba la invitación, Nick recogió los papeles, incluida la carpeta con el informe de ______, y los guardó en su portafolios.
Pensaba tener esa charla en breve, pero no dema¬siado pronto. El viernes, pensó. «Hasta entonces vas a estar hecho polvo», le susurró una voz interior.
—Hecho. —dijo Bob. Te espera el sábado a las siete y media. De etiqueta.
—Etiqueta. ¡Señor! ¿Quién viene, la reina de In¬glaterra?
—Lo mejor de la alta sociedad de Sydney, su¬pongo.
—Entonces, ¿por qué me invitan a mí? Nunca he sido parte de esa gente.
—¿Quieres que llame y lo cancele?
—No, no. Iré, por lo menos la comida será buena. Y el vino.
—Por cierto, preguntaron si tenías pareja, y dije que no. Entiendo que Selena es historia, ¿no?
—Absolutamente.
—Bien.
—¿No te gustaba Selena? —aunque Nick jamás comentaba aspectos de su vida personal con Bob, era imposible ocultársela totalmente.
—Sólo le interesaba tu dinero. —afirmó Bob, alarmando a Nick.
—Pero si ella tenía mucho dinero… —el primer marido de Selena era bastante pudiente, y el acuerdo de divorcio, muy favorable para ella.
—Algunas mujeres nunca son bastante ricas. Nick se acordó del enfado de Selena cuando no había querido casarse con ella. Había gritado que estaba locamente enamorada de él, pero podía ser que nunca hubiera sido un asunto de amor. Nick respetaba los juicios y las intuiciones de Bob sobre los caracteres de las personas.
—Puede que estés en lo cierto. —dijo—. Venga, vamos, ha sido un largo día.
El mostrador de recepción estaba desierto. Tampoco estaba el coche de ______ en el aparcamiento. Se había ido.
Nick se preguntó dónde viviría, pero luego se dio cuenta de que ese dato lo llevaba en su portafo¬lios. Tenía mucha información sobre ella, no sólo su dirección.
De repente, no podía esperar a llegar a casa para conocer cada detalle de su vida.
este cap va por vosotras
EL SEÑOR Jonas quiere verte en el salón de actos. ______ se puso rígida en la silla. El momento que había estado temiendo todo el día, finalmente, había llegado.
Nick le había dirigido un educado saludo cuando había llegado esa mañana con su asistente personal, un tipo de unos treinta años con el pelo oscuro. Se¬gún le había contado Trish, los dos hombres habían pasado la mañana revisando los informes de ventas de los dos últimos años y habían pensado dedicar la tarde a hablar con el jefe de la división de marketing.
A las cuatro, ______ creía que se había librado del enfrentamiento provocado por lo que había dicho en el aparcamiento la tarde anterior. Pero parecía que estaba equivocada.
—¿Por qué demonios quiere verme? —preguntó a Mandy mientras se levantaba de mala gana.
—No me preguntes a mí. Soy sólo la mensajera. Igual es que quiere pedirte salir —añadió con un guiño malicioso.
—Muy gracioso. La tentación de pasarse por el tocador de señoras a revisar su aspecto fue muy fuerte, pero ______ renuncio a satisfacer su vanidad. Respiró hondo, cuadró los hombros y salió por el pasillo que llevaba de la zona de recepción a la enorme habitación que la empresa utilizaba para reuniones y actos masivos
La puerta estaba amenazadoramente cerrada, lo que hizo aumentar sus nervios. El sonido de los nu¬dillos en la puerta sonó firme, a pesar del temblor de las manos.
—Pase… —ordenó una potente voz de hombre a tra¬vés de la puerta.
Otra respiración profunda mientras giraba el pomo, y después empujó la puerta.
Estaba sentado en la mesa de la sala de juntas que se encontraba delante de una pared de altas ventanas sin cortinas por las que entraban inclinados los ra¬yos del sol, dejando su bonito rostro en sombra mientras hacían brillar el pelo negro.
Nick había estado intentado blindarse frente a su belleza. ¡Qué ejercicio tan inútil!
Se le había cortado la respiración según había entrado con un paso tan encantador como el resto de ella. Debía de haber tomado alguna vez clases de ballet, pensó. O haber sido modelo. Su actitud era soberbia, igual que todo lo demás.
Iba de rosa pálido, un vestido muy femenino que envolvía un cuerpo delgado y con curvas al mismo tiempo, un vestido que cubría todo sin ocultar nada.
Cuando llego mas cerca, pudo oler su perfume, un tentador aroma que recordaba vagamente a la vainilla.
Se había alegrado de estar sentado detrás de una mesa y que así no se pudiera notar el temblor de sus piernas.
—¿Quería verme, señor Jonas? —dijo. Los ojos verdes aún reflejaban su disgusto.
Nick se arrepintió de haber hecho que la llama¬ran. Estaba perdiendo el tiempo. Torturándose para nada. Claramente había malinterpretado lo ocurrido la mañana anterior. Había creído ver una chispa de atracción mutua en los ojos de ella, había entendido que ella estaba simplemente jugando a ponerle las cosas difíciles cuando se había marchado y le había ignorado.
Nick había sido el objetivo de muchas ambicio¬sas empleadas en los últimos años, y sus tácticas habían acabado por serle familiares. Algunas eran bastante descaradas, otras, más sutiles, fingiendo desinterés aunque su lenguaje corporal dijera todo lo contrario.
Durante la vuelta a casa se había agarrado deses¬peradamente a la esperanza de que la señorita Johannsen fuera de la segunda clase, pero mientras ru¬miaba la cena la noche anterior, finalmente había tenido que admitir que lo más lógico era que ella tu¬viera novio formal y estuviera harta de que los hom¬bres le hicieran proposiciones.
Por la mañana, un Nick de ojos enrojecidos había decidido no volver a hacer el tonto con ella. A partir de ahora la ignoraría como ella lo había ignorado. Hubiera podido tener éxito en su estrategia si no hubiera sido porque Bob le había comentado que se co¬tilleaba que el edificio principal de Beville Holdings tenia la recepcionista sin novio más guapa de toda la empresa.
Entonces había sido cuando Nick había man¬dado llamarla.
Un error. Todo lo que había conseguido era recordar lo devastadoramente atractiva que encontraba a la chica.
Confiado como estaba en su propia capacidad para atraer al otro sexo, había tenido la secreta esperanza de que ______ Johannsen fantaseara con él. Pero las mujeres que secretamente fantasean con un hombre no lo miraban de la forma en que ella lo había hecho al entrar en la sala de juntas.
—Siéntese, por favor… -la invitó en tono cortés, y le señalo la silla al otro lado de la mesa.
—Son las cuatro y diez… —dijo sin moverse un centímetro—… y me voy a casa a la cuatro y media.
«¡Madre mía!, me tiene realmente enfilado», pensó. Admitió que podía haber sido algo directo el día anterior. No había sido una de sus invitaciones más sutiles. Pero alguien debería decirle que amenazar a su nuevo jefe con una denuncia por acoso sexual no era precisamente bueno para su carrera profesional.
—Será muy breve —dijo, cortante.
—Muy bien… —respondió, y con una ligera sacudida de su hermosa cabeza, tiro de la silla y se sentó con la espalda recta y las rodillas primorosamente juntas.
—Queria disculparme por lo ocurrido en el aparcamiento ayer.
¡Una disculpa! Era lo ultimo que ______ había esperado.
—Fue arrogante y presuntuoso por mi parte invitarle a salir. —añadió, empleando exactamente la pa¬labras que el hubiera querido escuchar si hubiera estado en su lugar—. Lo siento, ______. Me imagino lo molesta que tiene que estar después de tantas propo¬siciones que no quiere. A una chica tan guapa como usted los hombres siempre le estarán proponiendo citas y debe de ser todavía más molesto si quien lo hace es el nuevo jefe. Créame que no volverá a ocu¬rrir jamás.
______ siguió sentada, boquiabierta. Su temor du¬rante todo el día había sido que la despidiera. No ha¬bía esperado una disculpa. ¡Los hombres como aquél raramente se disculpaban por nada!
—Eso es todo, ______. —terminó abruptamente—. Gracias por venir.
Cuando ______ se levantó de la silla, tenía las ma¬nos apretadas y el corazón a cien por hora. De re¬pente, quiso decirle algo, algo para que le suavizara la dura expresión de la cara. ¿Pero qué?
«Lo siento también. Me pasé. En realidad me hu¬biera encantado ir a cenar la otra noche. Pero tenía miedo de que me hubieras hecho desear irme a la cama contigo y, entonces, cuando me quitara la ropa y vieras las cicatrices...».
—Le llamaré para una auténtica entrevista a lo largo de la semana. —añadió—. Sólo para tratar temas del trabajo. —matizó rápidamente—. Espero entrevis¬tarme con todos los empleados de Beville Holdings, y confío en que no sea un problema.
—En absoluto, señor Jonas. —gracias a Dios la voz sonó normal.
—Nick, por favor. —insistió—. Siempre hago negocios sobre la base del nombre de pila.
—Nick —repitió ella.
El nombre le sentaba bien. Un nombre fuerte para un hombre fuerte. ______ había empezado a olvidar por qué no le había gustado ese hombre.
Ah, ya. Se había casado con una mujer mayor por su dinero, ¿verdad? Y estaba libre otra vez, un play-boy soltero con ático, coche deportivo y unos ojos que seguían diciéndole que quería añadirla a su lista de absorciones con éxito.
¿Cómo sería ser su novia? Se preguntaba ______. Comer con él y dormir a su lado. Simplemente estar con él.
—Que pases una buena tarde, ______. Te veo ma¬ñana por la mañana.
Nick siguió sentado, dándole vueltas al contradictorio lenguaje corporal de ______, cuando apareció Bob con dos carpetas de plástico.
—Bueno… —dijo Bob mientras se sentaba en la silla que acababa de dejar libre ______—. ¿Cómo te ha ido con la deliciosa señorita Johannsen?
—Así, así. —replicó Nick—. En realidad, mejor de lo que esperaba. Al final he vuelto a ver esa chispa en sus ojos, lo mismo que vislumbre el día que la conocí. Aunque esta vez solo ha aparecido unos segundos, ha sido algo mas intenso que una chispa.
—¿Le has invitado a salir?
—Todavía no.
—Tenias que verte los ojos —dijo Bob—. Los mismos que se te ponen cuando ves una empresa que te interesa de verdad. Creo que no te los había visto nunca antes tratándose de una chica.
—Siempre hay una primera vez para todo —dijo Nick, pensando que nunca había conocido una chica como ésa.
A Miley le habría gustado ______, pensó de re¬pente. Miley siempre había odiado a las mujeres que besaban por donde él pisaba.
A Nick le había costado más de tres meses y mucha persuasión conseguir que saliera con él. La dife¬rencia de edad había preocupado a Miley de verdad, además de lo que pensaran los demás. Sobre todo cuando le propuso para jefe ejecutivo de WhizzBiz Electronics.
Nick se preguntaba qué sería lo que le preocu¬paba a ______ sobre él. Algo había seguro, podía sen¬tirlo. El trabajo de vendedor le había hecho muy sensible al lenguaje corporal. Necesitaba saber más de ella.
—¿Conseguiste lo que quería? —preguntó a Bob.
Bob dejó la carpeta naranja en su lado de la mesa y deslizó la azul hasta las manos de Nick.
Nick tuvo ligeros remordimientos de conciencia cuando abrió la carpeta y empezó a hojear la vida laboral de ______ Johannsen.
«Soy el jefe», se dijo. «Es mi deber conocer la trayectoria y cualifícación de mis empleados». «Sí, sobre todo de uno del que te encaprichas», apuntó su otro yo burlón.
—Esto... yo... he traído también la de Trish. —confesó Bob—. ¿Sabes? La secretaria de Jim Matheson.
Nick se agarró la cabeza con las dos manos y miro fijamente a su asistente personal. —¿Por que demonios has hecho eso?
—Creo que es bonita. Me gusta.
—¿Sabes que está liada con Matheson, verdad?
—Sí… —dijo Bob—, lo sé. Pero Matheson está casado y yo no Además, tú y yo sabemos que no va a dejar a su mujer por la secretaria. Los hombres como Matheson son criminales en serie del adulterio. Te apuesto lo que quieras a que Trish no es la única con quien está ahora mismo.
El comentario de Bob llenó la cabeza de Nick de ideas terribles, más aún cuando hojeó el informe de ______: cuando había sido contratada el año anterior, no tenía ninguna cualificación para ocupar el puesto que actualmente tenía. Ninguna cualificación para ningún trabajo. ¿Qué significaba eso?
Pensar en ella poseída por Jim Matheson en su enorme mesa de trabajo, o en los sofás de piel de su despacho, le ponía enfermo.
La lógica acudió en su auxilio. ¿Podría una chica que le había dado a él con la puerta en las narices con tanta energía, acostarse con un trepa como Mat¬heson por un trabajo de recepcionista de segunda? Absolutamente, no. Si hubiera sido así, habría acep¬tado su invitación a cenar a la primera.
—Mira, Bob, volvamos al trabajo —dijo de repente, y metió las hojas en la carpeta para mirarlas cuando tuviera tiempo para no pensar en otra cosa distinta de ella—. Dame tu primera impresión sobre Beville Holdings como empresa.
Bob se recostó en la silla y cruzó la pierna iz¬quierda por encima de la rodilla derecha.
—Bueno, el problema claramente esta en la direc¬ción, tanto en ventas como en marketing. —dijo—. Pero la sección de ventas es con mucho lo peor. Jim Matheson es un tipo hábil pero bastante tramposo. Desde luego que tendría que irse. Y no tengo moti¬vos añadidos para decir esto. —agregó rápidamente.
—Bien. Porque sólo despediré a Jim Matheson por esa razón, pero no hasta que descubra cuánto daño ha hecho. Por cierto, ¿conseguiste contratar ayer a alguien para que nos haga un estudio de mercado rá¬pido sobre los productos de Beville?
—Claro. Tendremos el informe a final de semana.
—Estupendo. Mañana volverás a venir aquí con¬migo. Y así todos los días esta semana.
—Gracias. Y tampoco tengo motivos extras para agradecértelo. Simplemente aborrezco quedarme solo en la oficina haciendo llamadas de teléfono. Ayer fue bastante aburrido.
Nick le dedicó una mirada simpática. Su oficina estaba situada dentro de su ático, con todo tipo de comodidades además de una piscina climatizada donde ambos nadaban a diario. Cuando había ven¬dido WhizzBiz Electronics y se había convertido en un pirata corporativo, Nick había decidido que al¬quilar espacio de oficina era tirar el tiempo y el di¬nero. Así que vendió la enorme casa que había compartido con Miley y compró al contado el último piso de un nuevo rascacielos en el centro de Sydney.
—Pobre Bob. —dijo sin pizca de simpatía en su voz—. ¿Alguna llamada importante ayer, por cierto?
—Déjame pensar. Los clásicos representantes y las invitaciones sin sustancia que odias. Bueno, hubo una bastante interesante. De Kevin Bloom, para invitarte a cenar a su casa el próximo sábado. Le dije que ya le respondería.
—Kevin Bloom… —repitió Nick pensativo—. El nombre me resulta familiar. Refréscame la memo¬ria, ¿a qué se dedica?
Ése era el mejor activo del asistente personal de Nick: lo sabía todo sobre todos en el mundo del di¬nero. Se leía todas las revistas de negocios de prin¬cipio a fin todos los meses, además de las secciones de economía de los periódicos todos los días.
—Es corredor de bolsa. Dinero antiguo, pero se las ha arreglado para aumentar algo su fortuna. Apa¬rece siempre en la parte alta de la lista de los dos¬cientos más ricos de Australia. Un buen contacto si te estás planteando empezar a absorber compañías pequeñas de las que no sabes nada. Probablemente en una noche sea capaz de decirte más sobre Beville Holdings de lo que nosotros seamos capaces de des¬cubrir en una semana.
—Un poco tarde para eso, ¿no te parece? —recalcó Nick, jugando con la idea de aceptar la invitación.
No era muy partidario de las cenas, pero había pasados los sábados por la noche de los últimos seis meses con Selena y sospechaba que no iba a querer pasar la de este solo. Hubiera podido verse tentado de llamar a Selena por pura necesidad sexual, y no era precisamente un cabello oscuro lo que quería ver en su almohada por la mañana; prefería uno rubio.
—¿Donde vive el señor Bloom? —pregunto, pensando todavía en un largo cabello rubio extendido sobre su almohada.
—En Vaucluse.
—¿Hay otra zona para las viejas fortunas? De acuerdo, llámale y acepta la invitación.
—Ahora mismo… —dijo mientras sacaba el telé¬fono—, tengo aquí su número y su dirección.
Mientras Bob llamaba al señor Bloom y aceptaba la invitación, Nick recogió los papeles, incluida la carpeta con el informe de ______, y los guardó en su portafolios.
Pensaba tener esa charla en breve, pero no dema¬siado pronto. El viernes, pensó. «Hasta entonces vas a estar hecho polvo», le susurró una voz interior.
—Hecho. —dijo Bob. Te espera el sábado a las siete y media. De etiqueta.
—Etiqueta. ¡Señor! ¿Quién viene, la reina de In¬glaterra?
—Lo mejor de la alta sociedad de Sydney, su¬pongo.
—Entonces, ¿por qué me invitan a mí? Nunca he sido parte de esa gente.
—¿Quieres que llame y lo cancele?
—No, no. Iré, por lo menos la comida será buena. Y el vino.
—Por cierto, preguntaron si tenías pareja, y dije que no. Entiendo que Selena es historia, ¿no?
—Absolutamente.
—Bien.
—¿No te gustaba Selena? —aunque Nick jamás comentaba aspectos de su vida personal con Bob, era imposible ocultársela totalmente.
—Sólo le interesaba tu dinero. —afirmó Bob, alarmando a Nick.
—Pero si ella tenía mucho dinero… —el primer marido de Selena era bastante pudiente, y el acuerdo de divorcio, muy favorable para ella.
—Algunas mujeres nunca son bastante ricas. Nick se acordó del enfado de Selena cuando no había querido casarse con ella. Había gritado que estaba locamente enamorada de él, pero podía ser que nunca hubiera sido un asunto de amor. Nick respetaba los juicios y las intuiciones de Bob sobre los caracteres de las personas.
—Puede que estés en lo cierto. —dijo—. Venga, vamos, ha sido un largo día.
El mostrador de recepción estaba desierto. Tampoco estaba el coche de ______ en el aparcamiento. Se había ido.
Nick se preguntó dónde viviría, pero luego se dio cuenta de que ese dato lo llevaba en su portafo¬lios. Tenía mucha información sobre ella, no sólo su dirección.
De repente, no podía esperar a llegar a casa para conocer cada detalle de su vida.
Invitado
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Amo esta novela. Escribis genial.
Seguila :D
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
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Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
Capítulo 5
CUANDO ______ entró en su apartamento, es¬taba sonando el teléfono. Arrojó el bolso en el estante de mármol del hall y corrió hacia el salón a responder.
—¿Sí?
—Hola. Pareces sin respiración.
Era su padre.
—Acabo de entrar por la puerta. ¿Puedes esperar un segundo mientras me pongo un vaso de vino?
—Claro.
Fue a la cocina y se sirvió un vaso de la botella de Verdelho que había abierto la noche anterior. Tomó el vaso y se sentó al lado del teléfono en su sofá favorito.
—Ya estoy de vuelta —dijo después de un par de sorbos.
—¿Un día duro?
—No —mintió—. Tengo calor y estoy un poco harta del tráfico de hora punta.
—Te llamo hoy para avisarte al principio de la se¬mana de que estoy organizando una cena el sábado por la noche. Nada grande, como mucho una docena de personas.
—Muy bien, me quedaré en mi habitación leyendo.
—No, no. Quiero que estés. Por eso te llamo.
—¡Oh! Papá. Sabes que no me gustan nada esas fiestas.
—Ya lo sé, y es una pena. Eres muy buena ha¬ciendo que la gente se sienta a gusto. Lo mismo que tu madre.
—Mamá era maravillosa organizando cenas y fies¬tas, ¿verdad? —dijo ______, recordando a su madre con un punto de tristeza.
—Sí. —estuvo de acuerdo su padre—. Y tú lo apren¬diste de ella. La cuestión es, hija, que hay un caba¬llero en particular al que he invitado y me gustaría que te sentaras a su lado en la mesa. Por favor, ven, hazme ese favor.
—¿Quién es? Espero que ningún viejo millonario lascivo. Papá, no tengo ninguna intención de pa¬sarme toda la noche luchando contra sus manos por debajo de la mesa.
Su padre se rió. —¿Te haría yo algo así?
—Puedes ser bastante despiadado si hay dinero de por medio. Así que dime quién es exactamente el misterioso invitado.
—Alguien que es muchas cosas pero no mi cliente.
—Si no quieres decirme su nombre, es porque es un viejo verde.
—De verdad que no. —negó su padre.
La mayor parte de los clientes de su padre tenían mas de sesenta años, eran millonarios y pensaban de ellos mismos que eran un autentico regalo del cielo para las chicas jóvenes, a pesar de sus barrigas y sus cabezas calvas.
—Prométeme que no es repugnante.
—No es repugnante, te lo prometo.
—Supongo, además, que querrás que vaya hecha una muñeca.
—Tú no puedes parecer otra cosa, ______. Pero sí, arréglate, es de etiqueta.
______ suspiró. Ella, tiempo atrás, había adorado las cenas de etiqueta, los vestidos y las joyas de dia¬mantes, sin embargo, en ese momento le parecían pretenciosas, dignas se gente privilegiada que ni sa¬bía cómo vivía la otra mitad de la sociedad.
Pero quería mucho a su padre y habría sido cruel rechazar la invitación. Así que iría el sábado por la noche, se dijo, se sentaría vestida de muñeca al lado del viejo rico y sería agradable con él.
—Vale —aceptó.
—Querida, es maravilloso. Ya verás cómo lo pasas bien. He encargado la comida a la empresa de catering que siempre contrataba tu madre, más de una docena de comensales es demasiado para la señora B. Abriré alguno de mis mejores vinos.
—¡Cielos! Ese cliente potencial debe de ser real¬mente rico.
—La cena es a las siete y media, pero supongo que estarás aquí mucho antes.
______ dedicaba muchos sábados a visitar a los ni¬ños de la planta de oncología del Hospital Westmead. Durante su larga convalecencia en el mismo hospital, se había dedicado a recorrer los pasillos y había descubierto que había muchísima gente bas¬tante peor que ella. Y habían sido los niños quienes mas le habían impresionado.
Normalmente salía del hospital sobre las cuatro y conducía hasta Vaucluse. Llegaba a casa de su padre sobre las cinco.
—Trataré de estar allí a las cuatro. —le dijo—. Hace mucho que no me arreglo tanto, así que me llevará tiempo. ¿Quieres que te ayude con las flores o la de¬coración de la mesa?
—No. No quiero que hagas nada, sólo que estés guapa.
______ se encogió. Eso era exactamente lo que le decía Joe siempre que daban una fiesta. Hasta en¬tonces le había gustado, pero ahora lo interpretaba como algo absolutamente superficial, como si no tu¬viera más que ofrecer que su atractivo físico.
Joe nunca había valorado su inteligencia, o su alegría de vivir. Sólo amaba su belleza.
CUANDO ______ entró en su apartamento, es¬taba sonando el teléfono. Arrojó el bolso en el estante de mármol del hall y corrió hacia el salón a responder.
—¿Sí?
—Hola. Pareces sin respiración.
Era su padre.
—Acabo de entrar por la puerta. ¿Puedes esperar un segundo mientras me pongo un vaso de vino?
—Claro.
Fue a la cocina y se sirvió un vaso de la botella de Verdelho que había abierto la noche anterior. Tomó el vaso y se sentó al lado del teléfono en su sofá favorito.
—Ya estoy de vuelta —dijo después de un par de sorbos.
—¿Un día duro?
—No —mintió—. Tengo calor y estoy un poco harta del tráfico de hora punta.
—Te llamo hoy para avisarte al principio de la se¬mana de que estoy organizando una cena el sábado por la noche. Nada grande, como mucho una docena de personas.
—Muy bien, me quedaré en mi habitación leyendo.
—No, no. Quiero que estés. Por eso te llamo.
—¡Oh! Papá. Sabes que no me gustan nada esas fiestas.
—Ya lo sé, y es una pena. Eres muy buena ha¬ciendo que la gente se sienta a gusto. Lo mismo que tu madre.
—Mamá era maravillosa organizando cenas y fies¬tas, ¿verdad? —dijo ______, recordando a su madre con un punto de tristeza.
—Sí. —estuvo de acuerdo su padre—. Y tú lo apren¬diste de ella. La cuestión es, hija, que hay un caba¬llero en particular al que he invitado y me gustaría que te sentaras a su lado en la mesa. Por favor, ven, hazme ese favor.
—¿Quién es? Espero que ningún viejo millonario lascivo. Papá, no tengo ninguna intención de pa¬sarme toda la noche luchando contra sus manos por debajo de la mesa.
Su padre se rió. —¿Te haría yo algo así?
—Puedes ser bastante despiadado si hay dinero de por medio. Así que dime quién es exactamente el misterioso invitado.
—Alguien que es muchas cosas pero no mi cliente.
—Si no quieres decirme su nombre, es porque es un viejo verde.
—De verdad que no. —negó su padre.
La mayor parte de los clientes de su padre tenían mas de sesenta años, eran millonarios y pensaban de ellos mismos que eran un autentico regalo del cielo para las chicas jóvenes, a pesar de sus barrigas y sus cabezas calvas.
—Prométeme que no es repugnante.
—No es repugnante, te lo prometo.
—Supongo, además, que querrás que vaya hecha una muñeca.
—Tú no puedes parecer otra cosa, ______. Pero sí, arréglate, es de etiqueta.
______ suspiró. Ella, tiempo atrás, había adorado las cenas de etiqueta, los vestidos y las joyas de dia¬mantes, sin embargo, en ese momento le parecían pretenciosas, dignas se gente privilegiada que ni sa¬bía cómo vivía la otra mitad de la sociedad.
Pero quería mucho a su padre y habría sido cruel rechazar la invitación. Así que iría el sábado por la noche, se dijo, se sentaría vestida de muñeca al lado del viejo rico y sería agradable con él.
—Vale —aceptó.
—Querida, es maravilloso. Ya verás cómo lo pasas bien. He encargado la comida a la empresa de catering que siempre contrataba tu madre, más de una docena de comensales es demasiado para la señora B. Abriré alguno de mis mejores vinos.
—¡Cielos! Ese cliente potencial debe de ser real¬mente rico.
—La cena es a las siete y media, pero supongo que estarás aquí mucho antes.
______ dedicaba muchos sábados a visitar a los ni¬ños de la planta de oncología del Hospital Westmead. Durante su larga convalecencia en el mismo hospital, se había dedicado a recorrer los pasillos y había descubierto que había muchísima gente bas¬tante peor que ella. Y habían sido los niños quienes mas le habían impresionado.
Normalmente salía del hospital sobre las cuatro y conducía hasta Vaucluse. Llegaba a casa de su padre sobre las cinco.
—Trataré de estar allí a las cuatro. —le dijo—. Hace mucho que no me arreglo tanto, así que me llevará tiempo. ¿Quieres que te ayude con las flores o la de¬coración de la mesa?
—No. No quiero que hagas nada, sólo que estés guapa.
______ se encogió. Eso era exactamente lo que le decía Joe siempre que daban una fiesta. Hasta en¬tonces le había gustado, pero ahora lo interpretaba como algo absolutamente superficial, como si no tu¬viera más que ofrecer que su atractivo físico.
Joe nunca había valorado su inteligencia, o su alegría de vivir. Sólo amaba su belleza.
Invitado
Invitado
Re: La amante prohibida del jefe (Nick y Tu)
—Tengo que hacerme algo para cenar, papá —cortó de forma abrupta—. Tanto hablar de comida me ha dado hambre.
—Adelante, hija. Nos vemos el sábado por la tarde. Te quiero. Y colgó el teléfono.
______ balanceó el auricular unos segundos antes de colocarlo en su sitio. Sí, la quería, ella lo sabía. Después de todo, era su padre. Ningún otro hombre la había querido de verdad, admitió con lástima.
El verdadero amor era mucho más que atracción sexual. Era tierno cariño, compromiso fuerte y total¬mente incondicional. Y verdadero amor no era lo que iba a encontrar en un par de ojos oscuros que ardían cuando la miraban. Sabia exactamente que quería de ella Nick Jonas y no era precisamente compromiso y cariño. No quería ser su verdadero amor, sólo su amante.
Tenía que resistirse a un hombre así. Y no iba a ser un objetivo fácil después de ver lo que le había pasado la tarde anterior. ¿Cuánto tiempo pasaría an¬tes de que hiciera su próximo movimiento? Porque lo haría, estaba segura.
Era el momento de marcharse, de despedirse y cambiar de trabajo. Ahora tenía experiencia y segu¬ramente le costaría menos encontrar algo. Eso es lo que tenía que hacer. «Escribiré la carta en el trabajo, y así, cuando Nick Jonas me convoque a la entre¬vista, aprovecharé para entregársela en mano», deci¬dió.
—Adelante, hija. Nos vemos el sábado por la tarde. Te quiero. Y colgó el teléfono.
______ balanceó el auricular unos segundos antes de colocarlo en su sitio. Sí, la quería, ella lo sabía. Después de todo, era su padre. Ningún otro hombre la había querido de verdad, admitió con lástima.
El verdadero amor era mucho más que atracción sexual. Era tierno cariño, compromiso fuerte y total¬mente incondicional. Y verdadero amor no era lo que iba a encontrar en un par de ojos oscuros que ardían cuando la miraban. Sabia exactamente que quería de ella Nick Jonas y no era precisamente compromiso y cariño. No quería ser su verdadero amor, sólo su amante.
Tenía que resistirse a un hombre así. Y no iba a ser un objetivo fácil después de ver lo que le había pasado la tarde anterior. ¿Cuánto tiempo pasaría an¬tes de que hiciera su próximo movimiento? Porque lo haría, estaba segura.
Era el momento de marcharse, de despedirse y cambiar de trabajo. Ahora tenía experiencia y segu¬ramente le costaría menos encontrar algo. Eso es lo que tenía que hacer. «Escribiré la carta en el trabajo, y así, cuando Nick Jonas me convoque a la entre¬vista, aprovecharé para entregársela en mano», deci¬dió.
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