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La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
CAPITULO 1/4
Construido en 2070, Grange Hall era un edificio de estilo georgiano moderno. Sus líneas arquitectónicas imitaban las de Sutton Park, una antigua casa solariega construida en 1730 y que se había desmoronado mucho tiempo atrás. No obstante aún quedaban fotografías, y las Autoridades actuales tenían en tanta estima su estilo, que habían decretado construir todos los edificios oficiales a su imagen y semejanza, aunque no debían pintarse de color crema, sino de gris, porque éste resistía mejor la corrosión de los elementos. Además, los techos habían de ser bajos, pues entrañaban una necesidad menor de calefacción durante el invierno, y con las estrictas tarifas energéticas que se habían visto obligados a imponer, los techos altos eran un lujo que muy pocos podían permitirse en esos tiempos.
En un principio, Grange Hall había albergado el Departamento de Rentas y Prestaciones, pero enseguida el edificio se quedó pequeño, de modo que durante algunos años permaneció vacío hasta que se aprobó la Ley del Excedente y surgió la idea de crear internados. Al principio se trataba de construir edificios nuevos y consagrarlos a la educación de los Excedentes, provistos de la última tecnología y de los instrumentos de enseñanza precisos para formar una mano de obra obediente, trabajadora y sumisa. Pero, mientras tanto, Grange Hall fue convirtiéndose en el lugar donde se congregara un número cada vez mayor de Excedentes de todo el país. Año tras año el Departamento de Longevidad y Excedentes presentaba proyectos y comunicaciones con regularidad ─normalmente cuando un nuevo funcionario asumía las atribuciones relacionadas con los Excedentes─; proyectos que proponían la construcción de nuevos edificios, la fusión de los tres internados de Excedentes británicos en uno, la adopción del modelo europeo de deportación. Sin embargo, nada de ello llegaba a concretarse, porque los cambios entrañaban riesgos y producían inestabilidad, porque la nueva tecnología significaba consumir energía preciosa, y porque, a fin de cuentas, a nadie le importaba. Por consiguiente, el letargo acabo por imponerse y en la actualidad Grange Hall era el internado de Excedentes más antiguo, y todavía conservaba la alfombra y la mano de pintura de la época gubernamental, así como en su atmosfera pervivía el hedor del papeleo y las frustraciones.
Margaret Pincent odiaba con toda su alma los techos bajos de Grange Hall. Su padre la había educado en la creencia de que la talla de una persona influía directamente en la altura del techo que la cubría. Quienes podían tocar las suficientes teclas para conseguir cupones de energía extra disfrutaban de los techos más altos; todos los demás no tenían más remedio que conformarse con techos bajos, de modo que se inclinaban, rebajaban y arrastraban servilmente con tal de mantenerse calientes. El padre de la señora Pincent jamás se había inclinado ante ningún hombre, le recordaba a menudo a su hija, ¿en qué cabeza cabía que ella tuviera ahora que inclinarse a causa de los techos de su propia casa?
Su padre nunca había puesto los pies en Grange Hall, por supuesto, y jamás mostro el menor interés en hacerlo. No era de extrañar; de hecho, la señora Pincent y él llevaban sin hablarse más de catorce años. Desde… Bueno, desde hacía mucho tiempo. La señora Pincent sintió la rabia que tan bien conocía atenazándole el estómago y cómo las náuseas se abrían paso por su garganta a medida que los recuerdos que se esforzaba tanto en reprimir hallaban el camino de regreso a su mente. Recuerdos de injusticia. Recuerdos de vergüenza.
Pero ¿Qué sentido tenia revivirlos ahora? A lo hecho, pecho, se dijo con amargura. Esas fueron las palabras exactas que pronunció su padre cuando se descubrió la verdad. Y al abandonarla su marido, su padre dejo bien claro que le sería imposible ofrecerle ayuda económica, ni de ningún tipo, en realidad. Y que si no se veían más, debía entenderlo.
Abandonada a su suerte, Margaret Pincent tuvo que arreglárselas sola, y así lo hizo. Vio el anuncio de la oferta de empleo en Grange Hall y, pasando por alto la ironía de la situación, lo solicito. Al parecer, como había poca gente interesada en trabajar con Excedentes, a pesar de su absoluta falta de preparación y de entusiasmo por el puesto, se lo concedió de inmediato.
Y ahí estaba desde entonces, procurando doblegar la fuerza que cualquier Excedente a su cargo tuviera la tentación de mostrar, a sabiendas de que su deber consistía en tratar a los niños con tanta dureza como fuera posible para que no se volvieran completamente inútiles. No dirigía una colonia de veraneo, y no se le pedía que fuera una madre para esos niños.
Estos no se merecían estar en el mundo, y ya que existían, se les pondría a trabajar. Deberían pagar por el hecho de haber nacido, deberían llevar el peso de su culpabilidad allá donde fueran. Eso fue lo que Margaret Pincent se prometió, y hasta ahora lo había cumplido rigurosamente.
Hasta ahora, claro. Hasta que había llegado Niall. Solo había transcurrido una semana y ya advertía los indicios de la mala conducta que más la aterrorizaban desde que asumiera el puesto de Directora de Grange Hall. La mirada desafiante. La desobediencia. La falta de respeto. La señora Pincent aborrecía muchas cosas, pero sobre todo le faltaran al respeto.
Eso es lo que ocurría cuando encontraban los Excedentes demasiado tarde, se dijo irritada.
Para los Cazadores debía de ser un éxito apresar a un Excedente a esas alturas cuando sus padres supondrían que habían conseguido escapar de la justicia. Sin duda en aquellos momentos había una campaña publicitaria cuidadosamente orquestada para celebrar el feliz acontecimiento. Pero y ella ¿Qué? ¿Qué podían hacer en Grange Hall para formar a alguien que había pasado tanto tiempo en el exterior? Y no le preguntaron nada, claro que no. Hubo una llamada telefónica antes de que el chico llegara, para avisarla de que estaba en camino, eso fue todo. Para avisarla. No para saber si le parecía bien, o para pedirle consejo, oh, no. Le dijeron que debía preparar una cama. Que probablemente el nuevo requeriría un tratamiento especial, añadieron. Que había estado en el exterior demasiado tiempo.
«Lo encontraron muy lejos y no sabemos de dónde vienen. Queremos que no lo pierdan de vista ni un momento.»
« ¿Por qué quieren que no lo perdamos de vista ni un momento? ─le habría gustado preguntar a Margaret Pincent─. ¿Por qué dieron con él tan tarde? ¿Dónde creen ustedes que estuvo todo ese tiempo?»
Pero no hizo preguntas, lógicamente. En caso contrario, habría obtenido la callada respuesta. Después de tantos años, aun no se fiaban de ella. No del todo. Y por tanto, ella tampoco se fiaba de nadie. Ni un poquito.
De todas formas, por el momento debía dar prioridad a ese nuevo Excedente, a fin de demostrar que podía con él. El problema era que el chico no reaccionaba como los demás. Siempre había alguno que otro que se creía especial; algún chico que pensaba que podía engatusarla, jugar un poco con el sistema. Excedentes que estaban convencidos de que eran mejores que los demás.
Pero existían métodos y técnicas de probada eficacia para meterlos en cintura. Palizas. Humillaciones. Se podía lograr que se sintieran tan desdichados que empezaran a odiar a sus padres por haberles puesto en esa posición, por haberlos traído a un mundo cruel. Uno debía de conseguir que odiaran a sus padres: ésa era la clave.
Ese tal Patrick había sido el último Excedente que creó verdaderos problemas, pero sus ataques de furia eran fanfarronadas; en cuanto lo pusieron a trabajar de verdad, se vino abajo enseguida. Tenía gracia que ___________, su Excedente más sumisa, se muriera por ir al lugar adonde habían enviado a Patrick a trabajar hasta que reventara. No había nada como trabajar en la construcción en medio del ardiente desierto para que un Excedente rebelde viera las cosas de otra manera. Y no es que las Autoridades estuvieran al tanto del asunto, claro. En rigor, la venta de Excedentes como esclavos no gozaba del visto bueno oficial, igual que la implicación en el mercado negro de fármacos de la Longevidad tampoco formaba parte de las competencias del cargo de la señora Pincent. Pero si no querían que ella aumentara sus ingresos de vez en cuando, que le pagaran un sueldo mayor. Y en cualquier caso, nadie hecho de menos a Patrick. Su expediente se extravió, y nadie hizo preguntas.
A veces el sistema fallaba, claro. Últimamente se había dado el caso de aquella Excedente llamada Sheila que resulto ser hija de dos Excluidos de la Longevidad. Los muy estúpidos de sus padres habían dejado a la niña en casa de sus abuelos y se habían marchado de fin de semana. Los vecinos la oyeron llorar y, suponiendo que era una Excedente, llamaron a los Cazadores a fin de obtener la recompensa. Los padres apelaron, por supuesto, pero la señora Pincent se mantuvo en no dar su brazo a torcer. Los abuelos carecían de permiso: en sentido estricto, los Cazadores se habían atenido a la legalidad al confiscarles a Sheila. En sentido estricto, durante su estancia con los abuelos, Sheila no era sino una Excedente más.
El caso era que una no podía empezar a devolver niños cada vez que se cometía un mínimo error; seria el cuento de nunca acabar. Y si Sheila hubiera regresado con sus padres, los demás Excedentes se habrían perturbado. Por infundirles esperanza. La esperanza era lo último que había que infundir a los Excedentes. Ah, no, había hecho lo que debía. Los padres de Sheila fueron a verla como veces, no a Grange Hall, claro, sino a la oficina de Londres; por razones de seguridad, estaba prohibido acercarse a los internados de Excedentes un kilometro a la redonda. En las cinco ocasiones, la madre se había arrodillado deshecha en lágrimas mientras agarraba a la señora Pincent por los tobillos y le suplicaba que dejara volver a la niña. Había sido una situación muy embarazosa, la verdad. Incomodísima.
Pero la señora Pincent no había dado su brazo a torcer. ¿Para qué? Sheila todavía era pequeña. Aun podía convertirse en una empleada Valiosa, que duda cabía. Aún más que en una Empleada Valiosa, si le dejaban hacer a la señora Pincent. Sheila, como todas las Excedentes y, en menor medida, los Excedentes varones, poseía un valor del que sus padres no tenían idea. Células madre jóvenes. La juventud en todos y cada uno de los átomos de su organismo, por los que clamaban los laboratorios del mundo entero. No podía explicárseles eso a los padres, como era natural, sobre todo si se habían Excluido de la Longevidad. Pero otros lo agradecerían. La Renovación era una bestia insaciable; debía alimentársela constantemente. Por otra parte, Niall era diferente. Cuando llegó, ese pequeño y arrogante cretino hasta parecía satisfecho consigo mismo. La miro directamente a los ojos, y en su expresión pudo leer cierta burla. Como si estuviera diciéndole: «Lo sé todo. Lo sé todo sobre ti.» Pero claro no eran más que imaginaciones suyas. No podían ser otra cosa, porque, ¿en qué cabeza cabía que un Excedente supiera algo? Era un chico listo, nada más. Había descubierto un punto débil y se aprovechaba.
Sin embargo, fuera o no intencionada, esa mirada despertó su odio hacia él. Y, aun peor, la señora Pincent tuvo miedo de dejarle marchar mientras el chico siguiera mirando así. Mandarlo al desierto era demasiado peligroso; ¿y si después de todo sabía algo, por muy improbable que fuera esa posibilidad? No parecía que en esa ocasión pudiera extraviar el expediente, pues ¿acaso no le habían ordenado no perderlo de vista ni un momento? La situación era completamente intolerable, debería meterlo en cintura en persona. Y si había creído que Margaret Pincent era débil, se iba a llevar una buena decepción. Si la semana de palizas y debilidad que siguió a su llegada no había surtido efecto, no importaba; la señora Pincent conocía otros métodos más interesantes. Privación de sueño. Incomunicación permanente. Encerrarlo en la celda de castigo hasta que anhelara la compañía con tanta desesperación que se desgarrara la garganta llamándola.
Reflexiono un instante y después esbozo una sonrisa fugaz. Quizá al principio convendría abordarlo con un trato amable. Era una forma de acabar con un Excedente: hacer lo posible para que pensara que lo querías y a renglón seguido abusar de su confianza a tal punto que nunca volvía a confiar en otra persona. Sí, se dijo asintiendo con la cabeza satisfecha, lo aplastaría. Y cuando hubiera acabado con Niall entonces se lo quitaría de encima. Y si a las Autoridades no les gustaba, tendrían que aguantarse. No se perdería mucho; incluso sometido. Era improbable que Niall sirviera para nada.
______________ se sentó con la mirada clavada en el plato que tenía delante. No quería ver a Niall. Ni saber de su existencia. Sin embargo tras echar un vistazo al comedero central y comprobar que, por extraño que pareciera, Niall no estaba allí, se sintió casi decepcionada, pues eso significaba que no se habría percatado de cuanta importancia tenía en el. Al darse cuenta de que incluso cuando brillaba por su ausencia Niall tenía la virtud de sacarla de sus casillas, resoplo irritada; termino su plato de papilla de avena y se levantó para marcharse. Pero justo en el momento en que estaba a punto de retirar el plato del desayuno y la taza de plástico, Niall apareció en el pasillo junto a la señora Pincent, la flaca figura del chico elevado sobre la silueta de la Directora. Ésta cambio una mirada con ____________ y asintió con la cabeza para indicarle que se aproximara.
─Quiero que te ocupes de Niall ─declaró sin más preámbulos en cuanto ___________ estuvo cerca─. Ha llegado a Grange Hall muy tarde, y sin duda le resultara difícil adaptarse. Quiero que le enseñes cómo funcionan las cosas aquí, que le eches una mano. Y asegúrate de que tenga una manta de más en la cama. Bueno, Niall, me imagino que tendrás hambre. ___________, ¿puedes encargarte de que le den un plato de papilla de avena antes de que empiecen las clases de la mañana? –A ___________ se le cayó el alma a los pies, pero, aparte de asentir con la cabeza en silencio, no exteriorizo ningún sentimiento. Nadie, salvo los Monitores, tenía una manta de más, y la forma de hablar de la señora Pincent, casi desenfadada, «enséñale cómo funcionan las cosas aquí, échale una mano», le resultaba desconocida y extraña. Pero _____________ tenía suficiente sentido común para callarse. Al menos mientras la señora Pincent estuviera cerca. En cuanto se fuera, sería otra historia.
Cuando por fin la Directora desapareció por el pasillo, ____________ se volvió hacia Niall.
─No sé qué habrás hecho, pero parece que la señora Pincent ahora te aprecia. ¿Sigues pensando que es una mala arpía? ─inquirió con altivez. Niall se encogió de hombros y se estremeció, por lo que __________ suavizo un poco el tono al añadir─ Te traeré algo para desayunar y te enseñare cómo funcionan las cosas aquí. Pero se acabaron los cuentos chinos. Se acabaron las visitas a escondidas de madrugada. Soy Monitora, y si voy a echarte una mano antes tendrás que aprender a Conocer tu Lugar.
Con expresión sensata, Niall asintió con la cabeza.
─Gracias ─musitó entre dientes─. Gracias, _____________ Covey.
____________ resoplo malhumorada. Le esperaba un día muy largo...
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
CAPITULO 2/4
Niall resultó aprender a gran velocidad. Memorizó en un dos por tres la distribución de Grange Hall y cuando _____________ lo puso a prueba durante su rutinario recorrido por el edificio, le impresionó que hubiera conseguido asimilar tanta información en un solo día. No podía saber si en las clases de formación que no eran mixtas atendía debidamente, pero en las que coincidieron Niall se comportó bien y se mostró cortés con el Profesor. Si no fuera por su insistencia en llamarla ____________ Covey, sería como cualquier otro Excedente. Incluso había permanecido en silencio en la clase de Ciencia y Naturaleza, pese a que más tarde, cuando se quedó a solas con _____________, estalló.
—No son más que idioteces, ¡puras idioteces! —murmuró mientras observaba alrededor para asegurarse de que nadie los escuchaba— ___________, tienes que creerme. Esto no es lo que la Madre Naturaleza había previsto... –_____________ negó con la cabeza.
-Sólo piensas así porque tus padres querían su trozo de pastel y se lo comieron. No deberías indignarte con el señor Sargent, sino con tus padres. Quienes quebrantaron la Declaración fueron ellos. Son los únicos responsables de que estés aquí –No se mostró de acuerdo, por supuesto.
Como siempre. En los pasillos, en el comedero central, siempre que podían hablar sin que nadie los oyera, Niall se pone a hablar sin respeto contra Grange Hall, contra los Profesores, contra esto, lo otro y lo de más allá; al menos así le parecía a ____________. Por lo general, pedía a Niall que se callara y que mostrara más respeto por la Madre Naturaleza y las Autoridades, pero a veces la curiosidad podía con su sentido de la responsabilidad y se sorprendía preguntándole al oído por la vida que llevaba antes de entrar en Grange Hall, aunque acto seguido fingía un desinterés que estaba lejos de sentir. Lo cierto era que Niall representaba una ventana por la que ___________ podía ver el mundo del exterior, y la tentación de seguir mirando no podía ser más irresistible. Niall le contó que antes residía en Londres, en una casa de Bloomsbury, donde hacía muchos años vivieron célebres escritores. Eso despertó el interés de ___________, que seguía escondiéndose en el lavabo femenino 2 siempre que podía para escribir el diario, disfrutando de esos momentos en que trataba de encontrarle sentido a su mundo y desahogar sus frustraciones. La casa donde Niall había crecido tenía un apartamento en el sótano en que pasó la mayor parte de su niñez. Le enseñaron a leer, escribir, manejar la computadora y a hacer preguntas. Leía libros y periódicos y se le animaba a formarse opiniones. La mera idea de que estuviese permitido leer historias que no tuvieran nada que ver con el propósito de convertir al lector en un ser más útil resultaba fascinante a ____________, que sólo había podido acceder a los libros de texto autorizados sobre los fármacos de la Longevidad y los Quehaceres del Hogar, junto con boletines interminables que llevaban títulos como la Vergüenza del Excedente o La carga del Excedente en la Naturaleza: un Tratado, obras que ensalzaban los logros de la Longevidad y explicaban en largos párrafos y con todo lujo de detalles el Problema Excedente y la Política Progresista Humanitaria, que permitía al Excedente trabajar con objeto de pagar por el pecado de existir. ______________ había leído esos libros una y otra vez, saboreando las hermosas palabras y sus razonamientos bien trabados y concluyentes, que lograron convencerla aún más de cuanto la señora Pincent le había dicho y repetido: que su vida era una molestia para todos, que lo único que podía hacer era trabajar duro con la esperanza de que a la larga se convirtiera en una persona tan valiosa que su pecado por existir sería perdonado. Por otra parte, Niall lo ignoraba todo sobre estos libros, pero compensaba esa carencia con su conocimiento del exterior, de cosas que ____________ jamás había soñado con ver o tocar. Le contó que una vez al año salían de la casa a hurtadillas y viajaban al campo, donde había un prado tan grande que se podía correr de un extremo al otro sin que nadie te viera ni te oyera gritar. En esas breves estancias Niall gritaba con todas sus fuerzas, a sabiendas de que durante el resto del año su vida se desarrollaría entre murmullos y movimientos a escondidas. Niall apenas se refería a sus padres —en realidad no hablaba de ellos en absoluto—, pero le contó que todos los adultos que conocía formaban parte de un Movimiento Subterráneo creado para luchar contra las Autoridades y desafiar la Declaración. Cuando los padres de ___________ habían salido de prisión se habían unido al Movimiento Subterráneo y Niall se había ido a vivir con ellos. En aquel momento, ambos estaban enfrascados en la tarea de averiguar más sobre la utilidad de los Excedentes. _____________ no acababa de creerle, y tanto el odio de Niall por el sistema como las historias sobre sus supuestos padres no le despertaban el más mínimo interés. Pero escuchar los relatos sobre su vida en el exterior le procuraba un placer inmenso y a la vez culpable, y la idea de correr por un prado y gritar y reír con todas sus fuerzas la entusiasmaba. Cómo le gustaría hacerlo, pensaba. Una noche, justo un mes después de su llegada a Grange Hall, Niall estaba susurrándole a _____________ uno de sus relatos sobre el exterior. Acababan de ordenar el comedor central después de la cena y se hallaban sentados a una de las mesas secando los cubiertos. Mientras agarraban los viejos tenedores y cuchillos de acero inoxidable y los secaban viejos trapos, Niall le contó que una vez que estaban en el campo se sentaron alrededor de una fogata al aire libre, tostaron malvaviscos y se entretuvieron con algo llamado juego de cartas. Y luego le habló de Virginia Woolf, una escritora que vivió en Bloomsbury hacía muchos, muchos años, y publicó su primer libro en 1915. Niall le contó que Woolf escribía a todas horas, pero ni siquiera la escritura consiguió hacerla feliz, y al final se suicidó. ____________ escuchó en silencio y se esforzó por despegar un poco de grasa incrustada de un cuchillo (el sistema de sumergir los cubiertos en agua tibia servía poco más que para soltar los trozos de comida más grandes, y la señora Pincent no consideraba que fuera necesario o razonable cambiar el agua de remojo). Si Virginia Woolf era Legal, ¿por qué quería morir?, se preguntó. Seguramente podía hacer todo el ruido que le diera la gana, y no arrastraba ninguna culpa en su conciencia. ____________ frunció el entrecejo y se percató de que Niall la observaba. A esas alturas todavía le resultaba desconcertante el modo como miraba a las personas a los ojos, con la más absoluta desvergüenza.
–¿Qué pasa? —preguntó—. No deberías mirar a la gente así. ¿Sabes? Es de mala educación –Niall esbozó una sonrisa burlona como si la mala educación le importara un bledo, y de pronto se puso serio.
-¿Es verdad que odias a tus padres? —inquirió.
-Por supuesto —contestó ____________ sin pensárselo dos veces—. Todo es culpa suya.
-¿El qué? –_____________ suspiró. A veces Niall podía ser un poco tonto.
-El hecho de que yo esté aquí, de que sea responsable, de que deba pagar a la Madre Naturaleza por los pecados que cometieron ellos. Digas lo que digas, algún motivo tendrían si aprobaron la Declaración y mis padres abusaron de la benevolencia de la Madre Naturaleza. Me sacan de quicio.
-¿En serio crees que tus padres están equivocados y que las Autoridades tienen razón? –_______________ asintió con la cabeza.
-Pues sí, lo creo —afirmó con rotundidad—. Es la verdad. No quiero que me cuentes nada de ellos, si es cierto que los conoces. Merecen volver a la cárcel y pasarse el resto de su vida entre rejas. Y ahora basta de hablar del tema –Niall la miró y la agarró con fuerza por las muñecas.
-Tus padres te quieren —dijo en voz muy baja—. Y no eres Excedente de nada, eres ____________ Covey y no deberías estar encerrada en este lugar. La persona a quien deberías odiar es a tu señora Pincent. Ha sido ella quien te ha lavado el cerebro, golpeado y matado de hambre, igual que intentó hacer conmigo, y que volverá a hacer en cuanto se dé cuenta de que no ha ganado la partida. Debemos irnos de aquí. Debemos volver a Londres –____________ lo miró con los labios apretados de indignación.
-¿¡Que me ha lavado el cerebro!? —Exclamó con desprecio—. ¡Vaya expresión! –Niall sonrió con sarcasmo.
-Supongo que no es una expresión que enseñen en Grange Hall, pero existe, __________. Significa adoctrinar. Que te obligan a creer cosas que no son verdad, como que no mereces vivir en el exterior o que tienes suerte de vivir en esta cárcel –______________ se apartó bruscamente, con los ojos arrasados en lágrimas. Por lo general le encantaba aprender palabras y expresiones nuevas, las atesoraba como si fueran objetos preciosos que podría usar cuando eligiera —en su diario, en la conversación—, saborear la novedad y la belleza de cada una de ellas. Pero la expresión «lavado de cerebro» no era nada bonita. Limpiar el cerebro. Desnudarlo completamente.
—Si hay un cerebro que necesite un buen lavado, ése es el tuyo —replicó enfurecida—. No sabes nada. No dices más que mentiras, Niall.
—No. —Ahora la voz de Niall sonaba con urgencia mientras le apretaba la mano—. No soy yo quien miente, ___________. Tú y yo podemos largarnos de aquí. Juntos. Fuera existe todo un mundo, ____________, un mundo entero por explorar. Y un hogar esperándonos en Londres. –Niall miraba atentamente a ____________, que se sintió que por un momento cedería, como si deseara creerlo aunque sólo fuera por un instante, pero de golpe apartó la mano. No podía escucharlo. No debía. Todos y cada uno de los párrafos de la Vergüenza del Excedente rebatían los argumentos de Niall y explicaban en un lenguaje extenso y detallado exactamente por qué estaba equivocado.
—No tengo ganas de ir a Londres. Además, no dices más que disparates —replicó ___________ con vehemencia—. Mis padres no me quieren. De lo contrario, jamás me habrían tenido. Y es la señora Pincent quien me pidió que me ocupara de ti, de modo que no entiendo por qué la odias tanto. Sólo te golpea por tu propio bien, para que te enteres de una vez de que... —Notó que le temblaba la voz de la emoción y procuró recobrar la serenidad, frotándose los ojos con irritación—. Ojalá hubiera pedido a otro que se hiciera cargo de ti —dijo finalmente en voz baja y débil—. Ojalá me dejaras en paz de una vez por todas. –Niall la miró con ojos centelleantes.
—No puedo creer que hables en serio, __________ Covey, pero ya que quieres que te deje en paz, lo haré —anunció con solemnidad—. Aunque te equivocas respecto a tus padres, y también respecto a Grange Hall y a la señora Pincent. Voy a largarme de aquí como sea y tú vendrás conmigo. Éste no es un lugar seguro.
—Claro que es un lugar seguro —repuso _____________, mirándolo con desprecio—. Mucho más que intentar huir al exterior, donde lanzarán a los Cazadores en tu persecución para mandarte a hacer trabajos forzados en cuanto te encuentren. Lo que te pasa es que te crees mejor que los otros Excedentes y que las reglas no te incumben. Pero no es así, y estoy harta de que me hables de mis padres y todo ese rollo. No quiero oír nada más. Y tampoco esperes que siga preocupándome por ti. –Niall se encogió de hombros pero sus ojos celestes contradecían su actitud despreocupada, mientras miraba fijamente a ____________, que se removió incómoda.
—Muy bien, como quieras —replicó sin alterarse lo más mínimo—. Quédate aquí, y conviértete en una buena sirvienta. Deja que la señora Pincent y el resto te digan lo que tienes que hacer y pensar, o mejor, lo que no tienes que pensar. Ya ves lo que me importa. Sólo quiero decir que me dejé capturar para encontrarte, para llevarte con tus padres, pero no te preocupes, no tiene importancia. Estoy seguro de que serás feliz, __________ Covey.
— ¡No me llames así! —Protestó Anna tapándose los oídos—. Yo no te pedí que vinieras...
—No, no me lo pediste, es verdad —contestó Niall lentamente. Apartó la mirada y cruzó los brazos poniéndose a la defensiva—. Mira, localizarte en Grange Hall no fue nada fácil. Y ya sabía que la vida aquí no sería coser y cantar. Pero nunca pensé que tú resultarías ser una persona tan desagradable. Creía que te alegrarías de verme.
—Y me alegro —respondió ___________ atropelladamente—. Pero te equivocas en todo. Estás mejor aquí que fuera, te lo aseguro. ¿No puedes ser mi amigo y quedarte? –Niall negó con la cabeza y ___________ puso los ojos en blanco, malhumorada. —Oye, lo cierto es que sólo por hablar contigo de eso puedo meterme en un lío —dijo apartándose con brusquedad—. Últimamente la señora Pincent parece apreciarte bastante. Podrías estar muy bien aquí, en lugar de pasarte la vida escondido.
—Puedo asegurarte que la señora Pincent no me tiene ningún aprecio —respondió Niall con sarcasmo—. No aprecia a ninguno de nosotros. Una persona que es capaz de pegar a alguien como ella me pegó es incapaz de sentir afecto. –______________ miró hacia el suelo. En el fondo ya lo sabía.
—Aquí no te pegan si no quebrantas las normas —replicó a media voz.
—¿De verdad te tragas todas estas tonterías? —Niall suspiró—. Te crees cuanto te dice esa mujer. Bueno, pues yo no. ____________, tenemos el mismo derecho a estar en este planeta que todas la señoras Pincent de este mundo. En realidad, tenemos más derecho a estar aquí que ellas, pues han sobrepasado el tiempo que les tocaba vivir holgadamente y encima nos echan la culpa a nosotros. –A Niall le brillaban los ojos y _____________ sintió que los suyos se le salían de las órbitas de espanto. Niall acababa de blasfemar. Si alguien lo había oído, lo azotarían. Y a ella también, sólo por escucharlo. —Oye —prosiguió con un suspiro—, voy a largarme de aquí, y si no vienes conmigo, allá tú. Pero no puedo esperarte eternamente. Debes decidirte, ____________ Covey. Debes decidir si quieres tener una vida de esclava o no. –____________ fulminó a Niall, y al levantarse descubrió que le temblaban las piernas. ¿Cómo se atrevía a decirle que era una esclava? Tras apoyar una mano en la mesa para recobrar el equilibrio respiró hondo y se obligó a mirarlo directamente a los ojos.
—Ya lo he decidido —susurró—- Eres tú quien cree en tonterías, Niall. Soy Monitora. Una Monitora, ¿entiendes? Dentro de seis meses seré una Empleada Valiosa. Puedes arruinar tu vida, pero no permitiré que arruines la mía. Intenta escapar si lo deseas, pero no quiero tener nada que ver. Y tampoco quiero tener nada que ver contigo.
Dicho esto, dio media vuelta y se fue, dejando a Niall solo en la inmensa sala del comedero central. Sin pensar cruzó la puerta, atravesó el patio cubierto que había entre el comedor y el edificio principal, y a continuación aceleró el paso en dirección a la escalera. Sólo cuando estaba en el segundo piso se dio cuenta de adonde quería llegar, y se precipitó hacia el lavabo femenino 2. Una vez allí, tras asegurarse de que no había nadie y cerrar la puerta, pudo al fin dar rienda suelta a las lágrimas mientras se dejaba caer al suelo entre sollozos.
—No soy _________ Covey —se dijo sin parar de llorar—. No soy _________ Covey. Soy la Excedente _________. Eso es. Lo sé. Por favor, haz que las cosas vuelvan a la normalidad. Haz que todo sea como antes...
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
CAPITULO 3/4
3 de marzo de 2140
Niall dice que soy una esclava y que no sabría defenderme sola. Me saca de quicio. Yo no soy ninguna esclava. Soy una buena Excedente. No es que eligiera serlo, pero así son las cosas y no entiendo por qué Niall se empeña en culpabilizarme al respecto. Asegura ser mi amigo y a acto seguido me acalambra los nervios y siento que no puedo respirar porque él me habla sobre el exterior y yo me dejo llevar y me imagino cómo sería estar allí, cuando nada de eso importa porque soy una Excedente y nunca lo veré con mis propios ojos. Si fuera mi amigo de verdad, me pregunto, ¿diría esas cosas tan horribles y estúpidas? Al contrario que todos nosotros, Niall no tiene miedo. Por eso es tan peligroso. Y cuando estoy en su compañía me siento en peligro porque nunca sé lo que va a decir a continuación y, se ponga como se ponga, nunca sería capaz de decirlo delante de la señora Pincent. Pero a veces dice cosas agradables o me mira, y estar con él ya no me parece peligroso, sino emocionante, aunque es probable que se trate de la misma sensación. Y eso aún me preocupa más porque en el fondo significa que no tengo madera de Empleada Valiosa y que no soy sino una simple Excedente, y por mucho que trabaje y haga cuanto pueda siempre acabaré fallando al desear y al hacer cosas que no debería. Ahora mismo no debería estar escribiendo. No debería llevar un diario. Quizá no sea mejor que Niall. Quizá sea yo la peligrosa después de todo.
En Grange Hall las chicas estaban separadas de los chicos de muchas maneras. En primer lugar, en la ubicación de sus dormitorios, que se hallaban en diferentes pisos; en segundo lugar, en los respectivos horarios de sus clases de formación —al menos la mitad de las lecciones diarias no eran mixtas y se centraban exclusivamente en las habilidades y los conocimientos que cabía esperar que un Excedente ofrecería a su futuro patrón—, y en tercer lugar, por el modo como se planteaban su reclusión, los métodos que empleaban para que sus vidas les parecieran más soportables y sus horizontes, menos desoladores. Salvo alguna excepción, las chicas se pasaban el día compitiendo por ver quién sería más valiosa en un futuro, quién conseguiría probar su auténtico valor a la Madre Naturaleza. Mientras que, a un nivel superficial, entre las chicas parecía reinar cierta camaradería; mientras que, a veces, en momentos de intimidad, se hacían mutuas confidencias y se transmitían a media voz pensamientos prohibidos sobre el exterior, sobre cómo se sentirían si hubieran nacido Legales, con la vida extendida ante ellas como una hermosa y mullida alfombra llena de placeres y expectativas, en realidad lo que las unía apenas podía llamarse amistad. La piedad, la compasión y la empatía eran emociones que las Excedentes no podían permitirse el lujo de sentir; la piedad y la compasión dirigidas hacia otra persona sólo pondrían de relieve sus propias carencias, su propia suerte. Y así, las chicas vivían juntas, pero nunca bajaban la guardia del todo, casi siempre reprimían sus instintos y preguntas y se vigilaban entre sí a fin de advertir la más mínima infracción, incluso en los momentos de descanso y recreo. En las raras ocasiones en que los quehaceres del día se habían ultimado de forma satisfactoria y las chicas del dormitorio de ___________ disponían de tiempo libre aproximadamente una hora antes de acostarse, siempre jugaban a lo mismo. El juego se llamaba Legal-Excedente, y en él se designaba «Legal» a una de las chicas y a otra su Excedente. La chica «Legal» podía pedir a su Excedente cualquier cosa, desde limpiar el suelo con la lengua hasta comer excrementos. Cuanto más creativa e ingeniosa demostraba ser la Legal en hallar modos de humillar y abusar de su Excedente, más aplaudían y reían las otras niñas hasta que se anunciaba que iban a apagar las luces y la Excedente del juego podía escapar de su torturadora. Los chicos, por el contrario, no permitían que su mente se perdiera en un futuro demasiado lejano, no dejaban que sus pensamientos se detuvieran en la breve vida de servidumbre que les esperaba. En lugar de eso, afrontaban su frustración e inquietud con más actividad física. Las reglas de su juego eran similares a las de las Excedentes —un chico contra otro, con el resto de los Excedentes de público—, pero, en la versión masculina, la víctima y el verdugo no se elegían siguiendo un orden riguroso, sino que los maltratados y sus maltratadores eran siempre los mismos, mientras los demás chicos miraban y participaban de forma indirecta, disfrutando de cada puntapié e imaginando la maravillosa sensación de dominar a otra persona por completo. El juego duraba hasta que los Excedentes del público perdían el control y entraban en acción, propinando patadas y puñetazos a la víctima o a cualquiera que consideraran más débil que ellos. Eso les permitía, al menos por un rato, sentirse invencibles, creer que ya no eran Excedentes; cuando veían correr la sangre alrededor, cuanto había fuera del dormitorio perdía sentido: el pasado, el presente, el futuro. La señora Pincent y los Profesores estaban enterados de la existencia de ambos juegos y eran raras las ocasiones en que intervenían para detenerlos. De hecho, ___________ había presenciado cómo la señora Pincent sonreía y decía que en esos juegos los Excedentes hacían el trabajo que le correspondía a ella; las chicas aprendían a someterse por completo a sus patrones Legales, mientras que los chicos discriminaban los débiles de los fuertes, y al descargar su agresividad entre ellos, la contenían, de modo que los Legales nunca tendrían que experimentarla en sus propias carnes. A menudo los varones Excedentes trabajaban en grupos de dos o tres, en los que un par de chicos fuertes solían maltratar a otro más débil y esta dinámica se perpetuaba cuando los niños se volvían hombres, aunque ya no les apremiara la necesidad de luchar y dominar. Años atrás se habían llevado a cabo pruebas hormonales encaminadas a disminuir el apetito y la necesidad de agresión de los varones Excedentes, pero resultó que reducían su resistencia física y fuerza bruta, por lo que pronto se abandonaron. _________ ya no participaba en los juegos de su dormitorio. Después de todo, ahora era una Monitora, y también demasiado mayor para esas cosas. Aunque en realidad la razón por la que apartaba la vista cuando se obligaba a una niña a experimentar nuevos y originales horrores —fruto de la calenturienta imaginación de otra niña que en ese juego actuaba de «Legal»— no tenía nada que ver con su condición de Monitora. El verdadero motivo de que ___________ no soportara mirar a la torturadora o a su víctima era que últimamente ya no disfrutaba con el espectáculo del dolor ajeno; ya no se sentía cómoda presenciando cómo una persona intimidaba a otra, y menos maltratando ella misma a otra Excedente; ya no la atraía la brutalidad y la insensibilidad que la acompañaba. Los chillidos de placer emitidos mientras se sometía a la Excedente elegida a nuevos y espantosos tormentos habían tenido la virtud de producirle euforia y alivio, pues, fueran como fuesen los horrores que le esperaban en la vida, nunca serían tan malos como ése, nunca le harían tanto daño como el que infligía la «Legal» a su esclava esa noche. Pero en los últimos tiempos __________ había empezado a darse cuenta de que el horror de la vida que le esperaba no residía en los golpes ni en las humillaciones. El horror residía en lo que eran todos ellos, en lo que era ella: Excedentes. Seres no deseados. Una carga. Personas que estarían mejor muertas. Y por mucho dolor, por mucha insensibilidad que presenciara, eso no cambiaría ni sería menos importante. Esa noche, cuando _________ regresó del lavabo femenino 2, encontró el juego en su apogeo: Sheila era la Excedente y Tania su señora. Se le revolvieron las tripas ante el espectáculo. Tania era dos años menor que _________ y uno mayor que Sheila. Estaba en Grange Hall casi desde que nació y era una chica alta, fornida, con el cabello castaño oscuro y ojos aún más oscuros. Se erguía en toda su estatura sobre Sheila, que era tan pequeña y delgada que parecía que una ráfaga de viento fuera a derribarla de un momento a otro. Sheila tenía el pelo de un tono rojizo, igual que las pecas que cubrían su rostro pálido, casi azulado. Ello, unido a un cuerpo frágil y a sus llorosos ojos azules, la convertían en un blanco fácil de intimidaciones e insultos; su actitud inflexible y su negativa a doblegarse a las exigencias de su torturadora sólo conseguían aumentar el deleite que sus atacantes encontraban en humillarla. Hasta hacía pocos meses, cuando __________ había empezado a protegerla a pesar suyo, ante todo forzada por el hecho de que Sheila la seguía a todas partes, y sus peleas habían pasado a ser las de __________, Sheila había sido la diana a la que apuntaban todos los maltratadores de Grange Hall. Al pasar por delante, _________ apartó la mirada y rechazó la tentación de observar lo que estaba ocurriendo mientras intentaba convencerse de que el juego no le concernía. Pero en cuanto estuvo junto a su cama, oyó cada vez más altos los gritos y las burlas procedentes del otro lado del dormitorio, y a regañadientes se volvió para mirar...
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
CAPITULO 3/5
Entonces frunció el entrecejo. Para su sorpresa, Sheila no estaba tendida boca abajo en el suelo con el pie de Tania sobre la nuca o en otra postura humillante, sino que simplemente se hallaba de pie junto a la cama de Tania negando con la cabeza, mientras las lágrimas le corrían por las mejillas. Tania sonrió con acritud.
—Sólo le he pedido que diga una cosa, eso es todo. Y no quiere dar su brazo a torcer. De modo que el juego no acabará hasta que lo diga, ¿de acuerdo?.
—Que diga una cosa... —repitió _________ extrañada—. ¿Nada más? —Miró a Sheila—. Anda, Sheila. Dilo. Sea lo que sea. –Sheila negó con la cabeza. Estaba pálida de cólera, o de miedo, _________ no estaba segura.
—¿Qué tiene que decir? —preguntó a Tania.
—Le he ordenado que me diga que odia a sus padres. Que sus padres son escoria y unos criminales y que merecen morir —declaró Tania en tono triunfal.
—No pienso decirlo —anunció Sheila con tono suave—. No me importa lo que me hagas, jamás lo diré.
—Tienes que decirlo —insistió Tania malhumorada—. Soy tu señora. Debes obedecerme, si no te daremos una buena tunda entre todas. Y si sigues negándote, le contaré a la señora Pincent que no Conoces tu Lugar.
Mientras _________ miraba cómo Sheila permanecía valerosamente de pie ante Tania, con la pequeña espalda recta como un tronco y las pestañas brillantes de lágrimas amargas, se encontró pensando en Niall, y recordó sus palabras: «Tus padres te quieren, ________ Covey. Te quieren.» Respiró hondo.
—Sheila, debes decirlo —repitió con voz monótona—. Además es la verdad. –Sheila entornó los ojos y negó de nuevo con la cabeza, obstinada.
—No es verdad. —Seguía sin alzar la voz—. Y no voy a decirlo. –Tania estaba poniéndose de mil colores.
—Tendrá que respetar mi autoridad —declaró con vehemencia—. Ahora soy su señora. Debe hacer cuanto le mande.
—Tú no eres mi señora —dijo inesperadamente Sheila—. Yo no tengo señora. No soy ninguna Excedente. Mis padres me quieren y soy Legal, y te odio. Las odio a todas. –Tania se quedó mirándola con la boca abierta; entonces echó la mano hacia atrás y de nuevo le plantó una bofetada. A continuación la derribó de un empujón y empezó a darle patadas.
—¡Así no se le habla a una señora! —gritó—. Ya va siendo hora de que aprendas a respetar. Eres una Excedente, Sheila, ¿te enteras? Eres escoria. No mereces respirar el mismo aire que yo. No mereces estar en la misma habitación que yo. Eres escoria, Sheila, una inútil. —Tania miró alrededor, sus ojos echaban chispas—. Todas son unas inútiles —añadió con voz airada—. No son más que escoria. Todas.
Charlotte, una Aspirante baja y robusta que dormía dos camas más allá de la de ________, se puso en tensión al oír las últimas palabras.
—Si hay alguna escoria por aquí, ésa eres tú —dijo mientras cruzaba los brazos y le lanzaba una mirada amenazadora a Tania—. Ni siquiera sabes cocinar. Eres escoria y una inútil y no habrá nadie que te contrate y acabarán degradándote porque no sabrán qué hacer contigo.
—Sé cocinar —replicó Tania irguiéndose y desviando la vista de Sheila para dirigirla a Charlotte—, y sé coser mucho mejor que tú. Y a ti no te contratarán porque eres demasiado fea para que alguien quiera tenerte en su preciosa casa. A nadie le apetecerá estar viéndote todo el santo día; aunque aprendas Decoro y te vuelvas invisible. Siempre serás una antipática.
___________miró al suelo y observó cómo Sheila se apartaba de Tania muy despacio; pese al rictus de dolor, su expresión todavía era desafiante. En cambio Charlotte, en lugar de apartarse, se abalanzó sobre Tania, la agarró del pelo y la tiró al suelo.
—Inútil... pequeña... Excedente —le espetó mientras la abofeteaba. Tania se retorció y consiguió propinarle una patada a Charlotte, que se desplomó gimiendo de dolor. Pero, antes de que Tania pudiera levantarse, Sheila apareció de pronto, se lanzó sobre su atormentadora y le golpeó con sus pequeños puños.
—¡Basta! —Ordenó ________ gritando—. Se acabó el juego. Ya es hora de acostarse.
—No me da la gana —protestó Charlotte mirando a _________ a los ojos—. Ahora no me apetece acostarme. –__________ entrecerró los párpados. —Excedente Charlotte, no olvides cuál es tu Lugar —refunfuñó—. He dicho que es hora de acostarse, y debes obedecer. –Tania apartó a Sheila de un empujón y se puso de pie.
—¿Y si no lo hacemos qué pasa? —preguntó en actitud desafiante—. Di, ¿qué pasa? ¿Eh?.
—Pues que serás castigada —replicó ________ furiosa—. Soy Monitora.
—Soy Monitora —se mofó Tania, y un par de Excedentes rieron—. Pues las Monitoras también tienen que Conocer su Lugar. —Alzó la barbilla para parecer más alta y miró a sus compañeras en busca de apoyo moral—. Tal vez ya sea hora de que juegues con nosotras, _________. Tal vez ya sea hora de que te muestres menos engreída y recuerdes quién eres. Qué eres. Una Excedente, nada más, como todas nosotras. –_________ la miró fijamente.
—Sé muy bien que soy una Excedente —replicó impaciente—. Conozco mi Lugar. Me parece que eres tú quien lo ha olvidado.
—¿De verdad? Bueno, quizá tengas razón. Quizá mi lugar no esté en este dormitorio —contestó Tania, con ojos brillantes—. Quizá mi lugar esté en otro dormitorio. O en el pasillo. O en el exterior. Quizá mi lugar está en un sitio completamente diferente. ¿Y qué? –Miró a ____________ un instante, sacudió la cabeza y se lanzó hacía la puerta; en cuanto la hubo abierto, hizo señas a las demás Excedentes para que la siguieran. Charlotte fue tras ella con cautela.
—Tú no te mueves de aquí —ordenó _________, conteniendo a Sheila—. Ni se te ocurra.
Despacio pero con resolución, salió de la habitación para ver lo que ocurría. Tania y Charlotte corrían pasillo abajo, y conforme iban pasando por delante de los dormitorios golpeaban las puertas y gritaban: «Conozcan su Lugar, Excedentes, Conozcan su Lugar.» Se abrió alguna que otra puerta y unas cuantas Excedentes de aspecto nervioso asomaron la cabeza; rápidamente Tania y Charlotte las arrastraron al pasillo. ________ dio un portazo en su dormitorio para llamar la atención de las otras.
—Vuelvan inmediatamente adentro —gritó—, y métanse en la cama. Ahora mismo. -Tania la miró y rió.
—¿O qué nos pasará, Excedente _________? ¿Nos regañarás? ¿Correrás a contárselo a la señora Pincent?
—Te daré una paliza yo misma —la amenazó _________ indignada—. Eres una Excedente, Tania, y debes comportarte como tal, cumplir las reglas y hacer lo que se te ordena. No tienes ningún derecho a existir, Excedente Tania, y si eres incapaz de comportarte como es debido, entonces...
—Entonces, ¿qué? —preguntó Tania. Tenía ojos de loca y parecía eufórica.
—Entonces irás a la celda de castigo. –En el pasillo se hizo el silencio y Tania palideció en el momento en que la figura de la Directora se hizo visible en un extremo.
—Y recibirás una paliza —continuó la señora Pincent con el rostro impenetrable caminando en dirección a _________—. He oído cómo te ofrecías a golpear a Tania. No sabes cómo te agradecería que lo hicieras. –_________ miró a la señora Pincent con inseguridad. Jamás le habían pedido que golpeara a otro Excedente. A los Excedentes no se les permitía levantar la mano a nadie, al menos fuera del juego. —Ahora mismo —dijo la señora Pincent con voz enérgica—. Así todo el mundo podrá ver qué le ocurre a un Excedente que cree estar por encima de las reglas, que piensa que puede hacer lo que le venga en gana e insultar a la Madre Naturaleza y a la generosidad de la humanidad, que lo ha mantenido con vida. –__________ se acercó indecisa a Tania, que la miró con temor.
—¡Anda! —ordenó la Directora, que en ese momento caminaba hacia ella—. Para que no se olvide de sus pecados. Ayúdala a aprender de sus errores y a entender lo que significa ser un Excedente. Que se entere de lo que supone no ser deseada, ser una carga; todos y cada uno de los pasos que ha dado en estos pasillos son pasos robados. Que se dé cuenta de que no tiene ningún valor, que si se muere a nadie le importará, que en realidad el mundo estará mejor cuando ella no lo profane con su presencia. Ayúdala a entender todo eso, __________.
La señora Pincent hablaba con tono bajo y amenazante, y __________ se dio cuenta de que estaba temblando. Tania debía comprender, se dijo. Tania debía aprender, por su bien, por el bien de todas. Despacio, levantó la mano y le propinó una bofetada. Tania la miró un instante, a continuación se fijó en la señora Pincent y luego volvió la vista a _________. Entonces le dirigió una sonrisa de burla y desprecio. __________ le sostuvo la mirada un par de segundos, y alzó la mano para golpear a Tania de nuevo. En su interior hervía de rabia y frustración, y le habría gustado desahogarse, pero por alguna razón no podía. Por mucho que quisiera que Tania Conociera su Lugar, era incapaz de pegarle. Y ese descubrimiento la asustó, sobre todo al reparar en la sonrisa que afloraba en Tania.
—Anda, hazlo, pégame —susurró Tania—. Vamos, ánimo. ¿O no eres tan dura como te crees, Excedente _______? –__________ la miró, y una vez más levantó la mano, pero se dio cuenta de que seguía paralizada.
—Muchas gracias, __________ —dijo finalmente la señora Pincent—. La Excedente Tania pasará el resto de la noche en la celda de castigo, igual que la Excedente Charlotte, después de visitarme en mi despacho. El resto se quedara sin desayuno mañana y todas las noches de esta semana deberán ocuparse de tareas adicionales. –Una expresión de pánico remplazó de golpe la mirada de insolencia de Tania, y ________ observó en silencio cómo ella y Charlotte desaparecían por el pasillo, que enseguida quedó desierto.
—Vayan a lavarse los dientes, y luego apaguen las luces —ordenó como una autómata, y regresó al dormitorio mientras se preguntaba por qué se sentía tan incómoda e inquieta y por qué razón no había sido capaz de golpear a Tania—. Los Excedentes deben tener los dientes en buenas condiciones —prosiguió repitiendo las palabras que había oído decir a la señora Pincent en numerosas ocasiones—. A un Excedente no se le paga un tratamiento odontológico.
Acto seguido, muy despacio, se acercó a Sheila para ver cómo estaba; la niña se hallaba sentada encima de la cama, abrazándose las rodillas contra el pecho.
—Ve a lavarte los dientes. Excedente Sheila —repitió _________ con voz monótona, y a continuación se volvió para observar a las espectadoras—. Se acabaron los juegos hasta nueva orden. ¿Entendido? Aquí somos todas Excedentes, y tal vez nos convenga recordarlo durante unas cuantas semanas. –Las Excedentes se encogieron de hombros, cabecearon y desfilaron hacia el baño para lavarse los dientes. _________ las siguió, y enseguida vio que Sheila se situaba a su lado junto al lavamanos.
—Mira, ___________, yo no soy ninguna Excedente. —Sheila hablaba tan bajito que apenas se la oía, mientras se estremecía por las punzadas de dolor en las mejillas—. Y un día de éstos se darán cuenta y me liberarán. Y cuando esté fuera, contrataré a la Excedente Tania como ama de llaves, y la maltrataré y castigaré a diario. Y también te contrataré a ti como ama de llaves, ______, pero nunca te castigaré. A menos que te lo merezcas, claro.
Y mirando enfrente, Sheila agarró su cepillo y empezó a lavarse los dientes….
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Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
D: lo siento chicas, mañana subo el cap que falta...
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LOS LEI TODOS! KJDFJSHFDJGVSKJ LO AMEEE DSFSHGDFJGDSKJFGSK ME ENCANTA ESTA NOVELA! bsdasgdj, GOD!, no puedo creer todo eso!, amo como es Niall y no me gusta lo testaruda que es la rayita. Esa maldita vieja de la directora estoy que la lamzo y la mato ksdjfskgfjs okno xddd, sube el próximo capítulo cuando puedas, no hay apuro pero AHHHHH no puedo dejar de leerla! ES MUY BUENA!!!
Lily Ann Marie.
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
AMO TU NOVELA!
Y SI LA CANCELAS TE DENUNCIO OK!!
Y SI LA CANCELAS TE DENUNCIO OK!!
Invitado
Invitado
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Yo me uno a la denuncia si la cancelas! kjsdhfkjs
Lily Ann Marie.
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOO CAP! JCHDFJSHGFKDG SUBE! ME MUERO!
Lily Ann Marie.
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU! yo querer cap, just saying xd
Lily Ann Marie.
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Laura Horan Lloyd escribió:AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH LOS LEI TODOS! KJDFJSHFDJGVSKJ LO AMEEE DSFSHGDFJGDSKJFGSK ME ENCANTA ESTA NOVELA! bsdasgdj, GOD!, no puedo creer todo eso!, amo como es Niall y no me gusta lo testaruda que es la rayita. Esa maldita vieja de la directora estoy que la lamzo y la mato ksdjfskgfjs okno xddd, sube el próximo capítulo cuando puedas, no hay apuro pero AHHHHH no puedo dejar de leerla! ES MUY BUENA!!!
por Laura Horan Lloyd el Jue Abr 19, 2012 6:06 pm
QUIEROOOOOOOOOOOOOOOOOO CAP! JCHDFJSHGFKDG SUBE! ME MUERO!
por Laura Horan Lloyd Hoy a las 12:52 am
BUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU! yo querer cap, just saying xd
Jajaja!! HELLOOOOOOOOOOOOOO!!!
D: se que me eh ausentado miles de años y lo siento pero ya estoy aqui... la escuela no me deja en paz -.-
ya subo cap e.é... Me alegra que te guste y descuida no la cancelare ;)...
PD: Me encanta tu firma e.é
Bart Simpson
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