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La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
hola nueva lectora
wow me encanta la nove
encerio la amo es re-genial!!
siguela pronto por favor!!
wow me encanta la nove
encerio la amo es re-genial!!
siguela pronto por favor!!
wendy horan
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
por {CJ} Hoy a las 5:35 pm
No sabes lo contenta que me pone la idea de que subas otro cap!!!
Muchos saludos!!
Que linda :DD
Me pondré a editar ;)
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
wendy horan Hoy a las 7:15 pm
hola nueva lectora
wow me encanta la nove
encerio la amo es re-genial!!
siguela pronto por favor!!
Hola Wendy!
Eres bienvenida, me alegra que te guste la novela
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
DD:
Siento no haber subido cap ayer, lo que pasa es que cayó un tormentón y se fue la estúpida luz xDD
Siento no haber subido cap ayer, lo que pasa es que cayó un tormentón y se fue la estúpida luz xDD
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Coraline Jones escribió:DD:
Siento no haber subido cap ayer, lo que pasa es que cayó un tormentón y se fue la estúpida luz xDD
No pasa nada babe, pero espero que puedas subir hoy...:roll:
{CJ}
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
6 de marzo 2140
Voy a marcharme de Grange Hall.
Niall y yo vamos a fugarnos a través de un túnel de la celda de castigo.
Él tiene un plan.
Escapar de Grange Hall es imposible. Los Cazadores nos perseguirán, así como la señora Pincent. Pero debemos irnos. La señora Pincent habló de Niall, y quiere acabar con él. También dijo que yo era una estúpida. Una adoctrinada.
Odio a la señora Pincent. Pensaba que me gustaba. Creía que siempre sabía lo que más convenía. Pensaba que hacía cosas horribles por nuestro bien. Pero no es verdad. Es cruel y malvada, y no me considera útil en absoluto aunque me dijo que lo era, aunque siempre he hecho lo que ella ordenaba.
Aun así la idea de dejar Grange Hall me da miedo. No sé nada del exterior. En el exterior no seré Monitora. Y tampoco llegaré a convertirme en una Empleada Valiosa. No sé qué seré en el exterior. Supongo que sólo una ilegal.
Me gustaría escapar con Niall a un gran prado, aquél del que me habló, donde solía ir a correr y gritar. O ir al desierto; nadie nos buscaría allí y siempre estaríamos calentitos.
Pero Niall dice que tenemos que ir a Londres. Que tenemos que ir a casa de mis padres. Viven en Bloomsbury, en un edificio de tres plantas. La casa de la señora Sharpe tenía sólo dos pisos. Niall dice que tendré ropa nueva. Y el Movimiento Subterráneo nos protegerá y esconderá de modo que los Cazadores no puedan encontrarnos.
Según Niall, en Bloomasbury no tendré que limpiar ni fregar ni ser obediente; mis padres me enseñarán literatura y música y podré unirme al Movimiento Subterráneo.
No me gusta nada eso del Subterráneo. En él se encuentra la celda de castigo. Es oscura, húmeda y da miedo, y te dejan allí durante horas y horas sola, así que empiezas a imaginarte cosas, como alaridos y llantos y también pasos, a altas horas de la noche, cuando todo el mundo duerme y no hay nadie andando por ahí. ¿Y si no son producto de tu imaginación?, te preguntas, ¿y si son reales?
La salida al exterior está en la celda de castigo. Niall la conoce porque en el pasado Grange Hall era un edificio del gobierno y mis padres consiguieron los planos gracias a un vecino solidario con la Causa. Niall dijo que su venida a Grange Hall formaba parte del plan de mi fuga. Al principio no lo creí. ¿Por qué se tomaría nadie tantas molestias por mí? Ni siquiera puedo acordarme de mis padres. Pero Niall asegura que ellos si me recuerdan.
El túnel se perforó en previsión de atentados terroristas. Conduce a las afueras del pueblo, más allá de las cámaras que hay instaladas en el exterior de Grange Hall.
Sólo quiero ir a la celda de castigo. ¿Y si luego no puedo salir? ¿Y si me abandonan allí para siempre?
Pero no me pasará nada de eso. Confío en Niall. Es mi amigo.
Nos escaparemos mañana por la noche. Esta noche quiero decir. Supongo que ahora ya es por la mañana, aunque en realidad todavía esté oscuro. Debería estar acostada, pero no puedo dormir. Tengo que hacer algo malo para que me encierren en la celda de castigo, y una vez allí, durante la noche, nos fugaremos por el túnel. Niall dijo que el túnel se encuentra detrás de una rejilla que hay en la pared. Ya la ha soltado, así que todo está listo. Dijo que la señora Pincent se daría de golpes cuando advirtiera que había puesto a Niall justo en el lugar que él quería estar. Lo dijo como si se lo pasara bien en la celda de castigo, pero no creo que sea cierto. Puede que haya un túnel ahí dentro, pero el lugar sigue siendo helado oscuro y solitario.
Niall es increíble. Sabe todo.
Le conté que así es como me sentía en Grange Hall, helada y sola. Niall me dijo que a veces también se sentía igual. Aunque estuviera en el exterior. Antes de que lo atraparan vivía con mis padres. Pero sólo durante una época; desde los diez años. Primero vivía con otros, a los que llamaba padres.
Niall era Adoptado, lo que significa que nunca ha vivido con sus padres verdaderos. No sabe quiénes son. Con frecuencia los padres abandonan a los Excedentes recién nacidos a su suerte, dijo Niall. De ese modo evitan ir a la cárcel.
Dijo que sus padres no lo querían, que él era una equivocación, y que lo habían dejado a la puerta de una casa donde un miembro de del Movimiento Subterráneo lo encontró. No llevaba nada encima, salvo un anillo de oro colgado de una cadena, que le habían puesto al cuello, y en el que había dos letras grabadas, “AF”, que cree que tal vez fueran las iniciales de su madre y su padre, y una flor en la parte superior. Cuando los cazadores lo descubrieron se lo quitaron, pese a que lo llevaba escondido en la boca, y le dijeron que los Administradores centrales se mostrarían muy interesados en el anillo. Se lo entregaron a un hombre de uniforme que estaba en el lugar adonde lo llevaron antes de traerlo a Grange Hall. Y el hombre no dejó de hacerle preguntas, y le dijo que necesitaba más información para rellenar su expediente. Niall no le dijo nada y no paró de exigirle que le devolviera la sortija, pero el hombre no le había hecho caso. Según Niall, cuando hayamos escapado recuperará el anillo sea como sea. Aseguró que en cuanto lo recuperara, nunca se lo quitaría.
La gente que lo acogió y cuidó cuando era un recién nacido, me contó Niall, habría podido pagar con la cárcel, o incluso con la horca, su osadía, pero aun así lo protegieron, pues decían que los niños son importantes y cualquier vida tiene valor.
Mientras estuvo con ellos se sintió un ser especial y querido. Entonces cuando cumplió diez años, arrestaron a aquellos a quienes llamaba padres, pero los del Movimiento Subterráneo lo sacaron a escondidas de la casa antes de que los Cazadores pudieran encontrarlo.
__________ empezó a fantasear con el exterior, aunque las únicas imágenes que le venían eran de la casa de la señora Sharpe. Superpuso en ellas lo que Niall le había descrito. Pero al mismo tiempo que se dejaba llevar por sus ensoñaciones de una nueva vida, era consciente de las pocas probabilidades que tenía de que se hicieran realidad. Aun en el caso de que consiguieran escapar, no serían más que fugitivos. Excedentes que Desconocían su Lugar. Y ya nunca obtendría el perdón de la Madre Naturaleza. ____________ tiró de la manta para taparse y se estremeció: tal vez fuera por el frío, o el miedo, o quizá por los nervios, no habría podido asegurarlo. Lo único que sabía, pensó mientras daba vueltas en la cama para conciliar el sueño, era que a partir de ese día su vida sería diferente. Para bien o para mal ese día todo iba a cambiar.
***
Sheila abrió los ojos y observó en silencio a ____________ mientras ésta se quedaba dormida. Había estado esperándola en el pasillo, más de una hora. Y luego había visto cómo la silueta de _____________ subía por la escalera, pero no se dirigía al dormitorio. Así que Sheila la había seguido, tan silenciosamente que _____________ no había oído nada. Y se había quedado observándola intrigada mientras _______________ abría con suavidad la puerta del lavabo femenino 2 y entraba en él. Y en ese momento, unas horas más tarde, había vuelto. Sheila se había dado cuenta de ____________ tenía secretos, y quería conocerlos. Tras recorrer el dormitorio con la mirada y comprobar con satisfacción que todas sus ocupantes dormían, Sheila retiró la manta y, con mucho cuidado de no hacer ruido, se levantó, se deslizó fuera de su dormitorio y cruzó el pasillo. Instantes después llegó al lavabo femenino 2, entró y cerró la puerta tras de sí. Una vez dentro se mordió el labio y frunció el ceño, mientras observaba la enorme y vacía habitación, sin saber qué buscaba exactamente, aunque estaba segura que se encontraba en el lugar correcto. No era la primera vez que ______________ desaparecía en ese baño. Allí tenía que haber algo a la fuerza; alguna pista. Se desplazó entre los lavabos limpios, se puso a gatas para inspeccionar el suelo, y finalmente se sentó en el borde de la bañera y suspiró a tiempo que se frotaba los brazos para entrar en calor. Y de repente algo le llamó la atención: entre la bañera y la pared había un pequeño hueco. Una persona que no concediera valor a los secretos nunca lo habría visto, pero Sheila lo identificó al instante como un escondite. Rápidamente saltó a la bañera, no sin antes limpiarse los pies para no dejar rastros de suciedad en su blanca superficie, y palpó con su mano pálida y delgada la parte inferior de la pared contigua. Instantes después sacaba el diario de Anna, el objeto más aterciopelado y rosa que Sheila hubiera visto en su vida. Con ojos desorbitados, abrió el cuaderno y empezó a leer. Mientras recorría las primeras páginas, resoplaba de indignación. Pero ahora no podía leerlo todo. De un momento a otro sonaría el timbre de la mañana. Sheila puso el diario en el escondite y, tras cerciorarse de que no había nadie a la vista, se precipitó por el pasillo hacia su dormitorio y se metió en la cama unos segundos antes de que el estridente timbrazo anunciara el inicio de un nuevo día.
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Oh oh... Esa pequeña Sheila no me cae nada bien... no debería hacer eso!!!
Tengo tantísimas ganas de que se vayan ya de Grange Hall... tengo tantas preguntas y sé que las respuestas las conoceré en los próximos capítulos!!
Espero que puedas seguirla pronto!!!!
Muchos saludos!!
{CJ}
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
por {CJ} el Sáb Jun 15, 2013 6:27 pm
Oh oh... Esa pequeña Sheila no me cae nada bien... no debería hacer eso!!!
Tengo tantísimas ganas de que se vayan ya de Grange Hall... tengo tantas preguntas y sé que las respuestas las conoceré en los próximos capítulos!!
Espero que puedas seguirla pronto!!!!
Muchos saludos!!
DD: Yo también odio a Sheila xDD
Es un tanto ingenua u.u
Pero bueno, lo que sigue está bueno
Ya va el siguiente cap
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Por segunda vez en la última semana, ___________ se encontró sin apetito a la hora del desayuno. Pero al advertir que Sheila la miraba desde el otro extremo de la mesa del comedor central, se obligó a tragar una cucharada tras otra de sopa de avena, que pese su insipidez tenían la virtud de saciar. No debía levantar sospechas de nadie, se repetía. Y mucho menos de Sheila. Después de las clases de formación, que esa mañana se habían desarrollado sin interrupciones, ___________ había ido al lavabo femenino 2 para recuperar el diario, que en ese preciso instante le quemaba en el bolsillo izquierdo del vestido, y en Cocina Práctica se las ingenió para conseguir más ingredientes y hornear una empanada extra, que envolvió y ocultó en el bolsillo derecho de Niall, mientras se preguntaba cómo podía haberse vuelto tan experta en quebrantar las reglas. Una vez la señora Pincent le había dicho que los Excedentes eran malos por naturaleza, y __________ se había tomado sus palabras como un desafío: le demostraría que ella era la excepción a esa regla. Pero si se miraba ahora, recapacitó avergonzada, debía reconocer que la señora Pincent quizá tuviera razón. ¿El mero hecho de que una Excedente pensara en huir no era una demostración de maldad?
Cuando era Mediana, y antes de convertirse en Monitora, _____________ y las otras niñas del dormitorio solían pasar un rato después de que sonara el timbre nocturno contándose historias y leyendas sobre Excedentes que habían intentado escapar. Los relatos procedían de fragmentos de conversación de los Legales oídos aquí y allí y de siniestras advertencias pronunciadas por los Domésticos, sazonadas con la imaginación calenturienta de las propias niñas, de modo que cada historia era más espeluznante que la anterior. Una se refería a Simon, el Excedente que se creía Legal y que consiguió escalar los muros de Grange Hall sólo para morir envuelto en las llamas que le lanzó un sol enfurecido. Y estaba la historia de Phillappa, la Empleada Valiosa, que trabajaba como ama de llaves y poco a poco se olvidó de que era una Excedente. Empezó a hurtar la comida de su señora, a sentarse en su silla y a negarse a obedecer órdenes, y un día salió de la casa sin permiso y se internó a solas en el prohibido exterior. Lo primero que hizo fue arrancar una flor del jardín de su señora, una rosa roja que solía contemplar cautivada desde el interior de la casa. La acercó al rostro, aspiró su dulce aroma y sintió la suavidad de los pétalos contra la piel. Mientras se acariciaba las mejillas con ella, de súbito la traspasó un dolor intensísimo y profirió un chillido; pero ya era demasiado tarde. La rosa había extendido sus espinas y estaba atacándola; le sacó los ojos y le destrozó la piel antes de dejarla, indefensa e inválida, en el sendero del jardín en que la encontraron los Cazadores, que la llevaron de vuelta a la Residencia de Excedentes de donde procedía. Allí pasó el resto de sus días, ciega, encerrada en la celda de castigo, mientras pedía perdón a la Madre Naturaleza y servía como advertencia a los Excedentes de lo que podría pasarles si Olvidaban su Lugar. También contaban la historia de Mary y Joseph, que escaparon juntos y tuvieron su propio hijo Excedente. El niño nació bicéfalo y estaba siempre hambriento, exigía más y más comida, hasta que al final, incapaz de controlar sus malignos impulsos de Excedente, cada cabeza se devoró a uno de los progenitores, y a continuación explotó, víctima de su propia glotonería y de los pecados paternos.
Hacía mucho tiempo que ___________ no oía esas historias, pero se las sabía de memoria. Y una parte de ella se preguntaba si su caso atemorizaría pronto a las Excedentes cuando intercambiaran leyendas a altas horas de la noche; el relato de ___________, que No Conocía su Lugar, que intentó escapar. Se preguntaba cómo acabaría la historia, mientras se encaminaba temblando a Ciencia y Naturaleza, la clase en que, según había decidido, se comportaría de forma insolente, pues sabía que el señor Sargent era muy aficionado a enviar a los Excedentes a la celda de castigo, al estar persuadido de que las frías y tenebrosas mazmorras subterráneas de Grange Hall les enseñaban cuánto debería saber de su lugar en este mundo ¿Le acarrearía su desafío la desgracia eterna?, se preguntó. ¿O la ceguera? ¿O la muerte misma, la única cosa que poseían los Excedentes que no poseían sus dueños Legales? Para los Excedentes la desgracia era finita; para los Excedentes todo tenía un final.
En cuanto el señor Sargent entró en el aula, __________ sintió una punzada en el estómago al pensar en lo que estaba a punto de ocurrir, y apenas fue capaz de escuchar lo que el Profesor decía sobre las dosis con que se administraban los fármacos de Longevidad. Los Excedentes debían saber de dosis, explicó, porque tal vez tuvieran que administrarlas en algunas casas. La Longevidad requería un delicado equilibrio de células y era importante que los Excedentes fueran capaces de reconocer los síntomas tanto de una dosificación insuficiente como de una excesiva. La dosificación insuficiente resultaba fácil de detectar: la gente se sentía cansada y entumecida, y ya no quería ir a trabajar ni cortar el césped ni nada de nada. Los hombres empezaban a perder el pelo y las mujeres a ganar peso. Aunque, como siempre señalaba el señor Sargent, había gente que ya era calva o gorda antes, pues cuando adquirieron la Longevidad ya eran viejos. La Longevidad te mantenía tal cual estabas, pero no podía rejuvenecerte. Al menos así había sido hasta el momento presente. Una dosificación excesiva era más difícil de identificar, seguía explicando el señor Sargent, pues los síntomas resultaban mucho menos evidentes, aunque si observabas con atención, acababas descubriéndolos, los fármacos de la longevidad contenían una hormona llamada tiroxina y cuando una persona tomaba demasiada, a veces se le ponían los ojos saltones y no dormía bien. También podía perder peso, o irritarse por cualquier motivo. A continuación el señor Sargent sacó las cápsulas y les mostró las diferentes medidas, y les explico cómo reducir o aumentar la dosificación en 25 microgramos la unidad. A mitad de la clase ___________ levantó la mano y el señor Sargent, que probablemente esperaba oír una de las preguntas inteligentes y moralizantes a que la niña lo tenía acostumbrado, le sonrió.
− ¿Sí, ___________? − ___________ esbozó una sonrisa nerviosa y se removió incomoda en la silla.
− ¿Qué ocurriría si un Excedente tomara los fármacos de la longevidad, señor Sargent? – preguntó con un hilo de voz como si pidiera disculpas. El profesor la miró indeciso y frunció el entrecejo. ¬
− Los Excedentes no toman fármacos, ___________. Lo sabes muy bien. No toman ninguna clase de medicamento. En primer lugar, los Excedentes abusan de la generosidad de la Madre Naturaleza por el simple hecho de estar aquí, así que es completamente lógico que disfruten de una corta vida, a la que pone término la enfermedad o la vejez. Sabes perfectamente que sería un escándalo prolongar la vida de un Excedente más de lo necesario.
Al señor Sargent le palpitaba insistentemente una vena encima del ojo y ___________ tuvo que armarse de valor para levantar la mano otra vez. Ahora el profesor la miró con expresión irritada y asintió con la cabeza.
− Pero ¿por qué los Legales tienen derecho a tomar los medicamentos? – preguntó Anna −. ¿Solo porque llegaron aquí antes que nosotros? ¿No es un poco injusto?
− ¿Injusto? – rugió el señor Sargent clavando los ojos, que parecían querer salírsele de las órbitas, en ella − ¿Injusto, dices? No, lo que es injusto es que exista gente como tú, que tus egoístas y criminales padres no pensaran en absoluto en el planeta ni en sus compatriotas y tuvieran… eres una gentuza que se alimenta de nuestra comida, bebe nuestra agua y usa nuestra energía…
Ahora todas las miradas estaban fijas en ___________, la cual, para su sorpresa, se dio cuenta de que no sólo había superado el miedo, sino que casi estaba pasándoselo bien. Las palabras y los argumentos que había empleado Niall en sus continuas discusiones llegaban ahora en su memoria sin dificultad, y la cara enrojecida del señor Sargent no la asustaban en absoluto. De pronto cayó en la cuenta de que ésa era la razón por la cual muchos Aspirantes suspendían el examen de agilidad mental: el miedo. Se trataba de su primera experiencia de desafío a la doctrina, y la verdad era que no podía resultar más agradable.
− Pero a la Madre Naturaleza le gustan las cosas nuevas ¿no? – preguntó con descaro, deseando que la señora Pincent pudiera ver a la adoctrinada ______________ en ese preciso instante −. Lo que quiero decir es que las hojas viejas se caen de los árboles, ¿verdad? ¿Por qué los humanos viejos se quedan y los nuevos están prohibidos? ¿Realmente es eso lo que quiere la Madre Naturaleza?
El señor Sargent se puso en pie despacio y se acercó al pupitre de ____________, la miró con fijeza y le propinó un tremendo coscorrón. A continuación la agarró de una oreja.
− ¡Desgraciada! – vociferó escupiendo mientras hablaba −. Pagarás caras estas palabras. Pagarás caro el haberme hablado de ese modo. Querida mía, primero recibirás una paliza y luego te encerrarán en la celda de castigo. Un poco de tiempo para reflexionar sobre lo que acabas de decir, eso es lo que necesitas.
Cuando ___________ oyó las palabras que ansiaba escuchar, sintió un profundo alivio. Soportaría la paliza encantada; ahora que sabía que iban a enviarla a la celda de castigo, aguantaría lo que le echaran.
El señor Sargent levantó a la niña de golpe y empezó a arrastrarla de la oreja a través de la clase, y mientras avanzaba iba empujándola contra los pupitres deliberadamente. Cuando pasaron por delante de Sheila, ____________ notó sus ojos clavados en ella, e incapaz de encarar su mirada, bajo la vista. Algo le rozó la pierna, una leve caricia de simpatía, quizá, y sintió que los remordimientos le atenazaban el estómago. Sheila no sabía nada, se dijo cuándo el profesor ya la empujaba fuera de la clase. Sheila no podía haberse enterado. El único que estaba enterado era Niall.
− Gracias, señor Sargent. A partir de ahora me ocupo yo.
El señor Sargent se detuvo en seco, y dejó caer a ___________ al suelo. La niña miró hacia arriba aturdida y se encontró con la Directora de pie en el umbral del aula. ____________ bajó la vista velozmente, pero fue por la rabia, no por la vergüenza.
− Marga...Señora Pincent –balbuceó el señor Sargent presa de la indignación −, esta niña no ha parado de blasfemar en toda la clase. Merece un escarmiento: una buena paliza y la celda de castigo.
− Ya veo. En mi opinión la celda de castigo no es la solución – repuso la señora Pincent bruscamente −. En la planta de los Pequeños hay mucho que lavar. Quizá a ___________ le gustaría pasar un par de días allí, para… pensar cuanto tiene que pensar.
A ____________ se le cayó el alma a los pies.
− No me importa ir a la celda de castigo – afirmó apresuradamente en un tono que delataba su desesperación – De verdad, no me importa nada.
− Soy yo quien decide el castigo, _____________ – replicó la señora Picent imperturbable −. El contacto con los excrementos y la orina te dará una visión muy distinta de tu valor a ojos de la Madre Naturaleza, ya lo verás. Permanecerás bajo vigilancia durante cuarenta y ocho horas y sólo recibirás alimento una vez al día. Cuando vuelvas, ya no gozarás de tus privilegios de Monitora. Ahora, sígueme.
El tono de la señora Pincent era airado y áspero, y ____________ sabía que no valía la pena insistir.
Al borde del desfallecimiento, avanzó con la rodillas temblorosas mientras pensaba que lo que creyó su momento de triunfo pronto se había convertido en un patético y exorbitante error. Qué lejos veía ahora su desafío, la euforia que había sentido por rebelarse al fin contra la doctrina de Grange Hall, y qué rápido había vuelto a caer en el pozo de sumisión y humildad cotidiana. Apática, _____________ salió del aula y siguió a la señora Pincent al piso de los Pequeños, donde se dio a los Domésticos instrucciones muy estrictas para que la tuvieran vigilada noche y día. Era como si la señora Pincent conociera sus planes, como si de algún modo supiera que esa sanción era mucho peor que la celda de castigo. ____________ gimió de desesperación al darse cuenta de que esa noche no tendría ninguna oportunidad de acercarse a la celda de castigo. Ni siquiera podría enviarle un mensaje a ____________.
Ya nunca podría ser ____________ Covey.
Margaret Pincent se sentó ante su escritorio enfurecida. Sabía que Niall traería problemas. ¿Acaso no se lo había advertido a las Autoridades en cuanto le anunciaron la llegada del muchacho? Ni siquiera se trataba de uno de los habituales sospechosos de corromper a los demás, no, el problema era que había pervertido a ______________, en quien confiaba a menudo para mantener el orden y descubrir a los sinvergüenzas. ¿Qué había pasado?, se preguntaba. ¿Qué había hecho Niall a esa chica? Suspiró y negó con la cabeza. Eran un par de adolescentes, recapacitó. Quizá ____________ se había encaprichado de él o él de ella, quién sabe. Era una negligencia por su parte no haber pensado en eso, haber olvidado lo que significaba ser joven.
Muy bien, ya se encargaría de quitarle a _____________ esas ideas románticas con jarabe de palo. Y luego tendría que enviarla a otro sitio, cuanto antes mejor. Se había dado cuenta de que la niña ya no serviría para nada en Grange Hall. Sabia por experiencia que cuando un Excedente empezara a hacer preguntas, ya no paraba. Lástima que no pudiera encerrarla en la celda de castigo unos días, la verdad. Pero antes tenía otros asuntos pendientes de qué ocuparse. A primera hora de la mañana siguiente le tocaría a Niall, se recordó suspirando aliviada. Al cabo de un par de horas ella estaría camino de Londres y, antes del amanecer, regresaría con su viejo amigo el doctor Cox, y en cuanto hubiera a Niall, el chico dejaría de existir como problema. De hecho dejaría de existir por completo, se dijo esbozando una leve sonrisa. Escribiría un informe de la muerte a las Autoridades donde sugeriría que a partir de cierta edad los Excedentes no podían integrarse en la sociedad; quizá el límite fueran los nueve años. La tensión del cambio había podido con Niall, explicaría a las Autoridades con tono afligido. No fue capaz de adaptarse; alteraba a los demás Excedentes y al final sucumbió a un ataque de corazón provocado por el estrés. Qué lástima, añadiría. Si al menos le hubieran dado algún consejo de cómo tratarlo… ¿Y luego, qué? Pues esperaba que las aguas regresaran a su cauce. Todos volverían a temerla. Y a quererla, claro. La señora Pincent necesitaba el amor casi tanto como el miedo; para ella eran dos caras de la misma moneda. Y ambas le conferían el control absoluto. Y cuando uno dirigía una institución que albergaba a más de quinientas aberraciones de la naturaleza, el control era tan necesario como el aire que se respiraba.
_____________ se quedó mirando con desánimo el lavadero, lleno a rebosar de pañales de felpa sucios de los excrementos de los Pequeños, que debía restregar con sus manos desnudas uno por uno. Era el tercer montón al que se enfrentaba en muchas horas de trabajo, pero la tarea no resultaba menos dura a fuerza de hacerla. Se le antojaba raro estar en la planta de los Pequeños: la señora Pincent les prohibía visitarla, y los Excedentes obedecían encantados. Porque ¿a quién le apetecería acercarse a un montón de Pequeños llorones? El piso superior de Grange Hall, donde se albergaba a los niños parecía más estrecho y atestado que los demás. Contaba con muchos dormitorios diminutos, en lugar de diez grandes de las otras plantas, y con una gran sala adonde llevaban durante el día a los Pequeños de más edad para aprender a andar y hablar, a obedecer órdenes y mantener la mirada baja. En esos momentos _____________ se encontraba en esa amplia habitación, en cuyo extremo se encontraba un gran lavadero rodeado de escombros y porquería. A su alrededor reinaba un ruido ensordecedor; algunos niños chillaban, otros sollozaban con un hilo de voz y los demás se esforzaban desesperadamente por repetir las palabras que los Domésticos les gritaban. Pero los niños a quienes ____________ no podía mirar siquiera eran los más callados. La visión de un chiquillo de dos años que trataba de buscar consuelo meciéndose silenciosamente sobre una alfombra, o la de una niña de tres que se daba suaves cabezazos contra la pared, le resultaba insoportable. Se acordó de sí misma a esa edad. Se había sentado en ese sitio, procurando encontrar sentido a su nuevo entorno, buscando un medio de recobrar algún control sobre su vida. Y ahora volvía al mismo lugar del que partiera. Si a los tres años el futuro no era muy halagador, ahora parecía mucho peor. Lo cierto es que no le importaba que le hubieran encomendado la tarea de limpieza más humilde de todas, y el hedor que emanaba del lavadero apenas le afectaba. Quien realmente le preocupaba era Niall, que estaría esperándola en la celda de castigo, preguntándose dónde se encontraba ella y por qué no había ido a reunirse con él.
Mientras enjuagaba metódicamente los pañales sucios y empezaba a frotarlos, ___________ empezó a preguntarse qué le depararía el resto de su vida. En caso de que la señora Pincent le perdonara su pequeño atrevimiento, nada de ser útil ya no le interesaba lo más mínimo. Quería más. Quería libertad, quería… Quería a Niall, se percató de pronto. Quería experimentar una vez más esa sensación maravillosa de ser aceptada por entero, por lo que era. Deseaba sentir el escalofrío que la recorría de pies a cabeza sólo pensar en el nombre del muchacho.
− ¿Estás lavando los pañales, o qué? Sabes muy bien que no puedes quedarte ahí mirando a las musarañas sólo porque la señora Pincent se haya marchado a Londres.
____________ levantó la vista rápidamente y la clavó en Maisie. La joven Doméstica que estaba supervisando su trabajo y que cuando había visto aparecer a ____________ una horas antes se había alegrado mucho; los Domésticos del tercer piso rara vez tenían oportunidad de descansar, pues normalmente a los Excedentes se les prohibía la entrada en la planta de los Pequeños. ¿Lo había oído bien ____________? ¿La señora Pincent se había marchado a Londres? A toda prisa, se puso a enjabonar los pañales de nuevo, pero tenía la mente en otra parte. Si la señora Pincent se había ido, quizá surgiera una oportunidad para que la enviaran a la celda de castigo. Y tenía que ir allí como fuera ¿no? De pronto frunció el entrecejo y dejó caer el pañal que estaba lavando. Con el rabillo del ojo, observo a Maisie rascándose la piel seca y callosa de las manos y se le ocurrió una idea. Pausadamente, pero con meticulosidad, se aclaró las manos bajo el grifo y se apartó del lavadero. Maisie enarcó la cejas.
− No, jovencita, no puedes irte todavía. Debes quedarte ahí hasta que hayas acabado de lavar todos los pañales− le recordó con una sonrisa de satisfacción −. Son órdenes de la señora Pincent. Si no, cuando vuelva se va a armar una buena.
__________ pegó un brinco. Ahora no le cabía duda de que se había ido. Decidida, sonrió con dulzura a Maisie.
− Entonces puedes contarle a la señora Pincent que me he portado fatal –repuso en tono arrogante, el mismo que empleaba para amonestar a los Medianos−. Me niego a seguir – prosiguió −. Además, no es mi trabajo. Tenía entendido que precisamente contrataban a los Domésticos para lavar los pañales.
Fue un golpe bajo, como _____________ había esperado, funcionó. Ser Doméstico en Grange Hall era, en opinión de la Directora (____________ había oído cómo se lo explicaba a la señora Larson), uno de los peores trabajos posibles que podía conseguir un legal. Que un Excedente se dirigiera a ella con tan malos modos era lo último que Maisie estaba dispuesta a tolerar, y antes de que _____________ hubiera acabado de hablar, se le echó encima y la abofeteó con rabia.
− ¡Eres una Excedente! − le gritó−. ¡No puedes hablarme así!. Yo soy legal, legal, ¿me oyes? Podrías ser mi esclava, sólo con que lo quisiera…
− ¿De verdad? No sabía que los Domésticos cobraban lo suficiente como para tener servicio – continuó _________ haciendo una mueca de dolor, pues la mejilla le ardía de un modo espantoso. Maisie se irguió en toda su estatura y le asestó un tremendo puñetazo a ___________, que cayó inconsciente en el suelo.
A continuación miró a su alrededor con inquietud. La señora Pincent no tenía en gran estima a los Domésticos, a quienes se les prohibía de forma terminante pegar a los Excedentes. Pero no le había quedado más remedio, se dijo con firmeza. Los Excedentes debían aprender a respetar. Cuando oyó el ruido de ____________ al golpearse contra el suelo, la señora Larson, que supervisaba a los Domésticos de vez en cuando y a quien se había encomendado el arma de doble filo de vigilar todo el edificio en ausencia de la señora Pincent, se acercó para averiguar qué había ocurrido y lanzó un grito, que ahogó tapándose la boca con la mano justo a tiempo.
− Maisie, ¿qué demonios has hecho? – preguntó con tono de preocupación.
− ¡Ha sido tan descarada! – exclamó Maisie con firmeza –. Ella se lo ha buscado.
− Pero ¿qué le diremos a la señora Pincent? – insistió la señora Larson acercándose presurosa para calcular el daño.
− Debería estar en la celda de castigo – continuó Maisie en tono desafiante −. Ya se lo he dicho; esta Excedente se lo ha buscado.
La señora Larson movió la cabeza incrédula; acto seguido echó una ojeada alrededor, para asegurarse de que no había nadie en las inmediaciones.
− Maisie, ayúdame a levantarla. Creo que tienes razón en lo de la celda de castigo. Lo mejor será encerrarla ahí para que la gente no hable más de la cuenta. Y cualquier noche de éstas yo misma le enseñaré cómo debe comportarse.
Cuando era Mediana, y antes de convertirse en Monitora, _____________ y las otras niñas del dormitorio solían pasar un rato después de que sonara el timbre nocturno contándose historias y leyendas sobre Excedentes que habían intentado escapar. Los relatos procedían de fragmentos de conversación de los Legales oídos aquí y allí y de siniestras advertencias pronunciadas por los Domésticos, sazonadas con la imaginación calenturienta de las propias niñas, de modo que cada historia era más espeluznante que la anterior. Una se refería a Simon, el Excedente que se creía Legal y que consiguió escalar los muros de Grange Hall sólo para morir envuelto en las llamas que le lanzó un sol enfurecido. Y estaba la historia de Phillappa, la Empleada Valiosa, que trabajaba como ama de llaves y poco a poco se olvidó de que era una Excedente. Empezó a hurtar la comida de su señora, a sentarse en su silla y a negarse a obedecer órdenes, y un día salió de la casa sin permiso y se internó a solas en el prohibido exterior. Lo primero que hizo fue arrancar una flor del jardín de su señora, una rosa roja que solía contemplar cautivada desde el interior de la casa. La acercó al rostro, aspiró su dulce aroma y sintió la suavidad de los pétalos contra la piel. Mientras se acariciaba las mejillas con ella, de súbito la traspasó un dolor intensísimo y profirió un chillido; pero ya era demasiado tarde. La rosa había extendido sus espinas y estaba atacándola; le sacó los ojos y le destrozó la piel antes de dejarla, indefensa e inválida, en el sendero del jardín en que la encontraron los Cazadores, que la llevaron de vuelta a la Residencia de Excedentes de donde procedía. Allí pasó el resto de sus días, ciega, encerrada en la celda de castigo, mientras pedía perdón a la Madre Naturaleza y servía como advertencia a los Excedentes de lo que podría pasarles si Olvidaban su Lugar. También contaban la historia de Mary y Joseph, que escaparon juntos y tuvieron su propio hijo Excedente. El niño nació bicéfalo y estaba siempre hambriento, exigía más y más comida, hasta que al final, incapaz de controlar sus malignos impulsos de Excedente, cada cabeza se devoró a uno de los progenitores, y a continuación explotó, víctima de su propia glotonería y de los pecados paternos.
Hacía mucho tiempo que ___________ no oía esas historias, pero se las sabía de memoria. Y una parte de ella se preguntaba si su caso atemorizaría pronto a las Excedentes cuando intercambiaran leyendas a altas horas de la noche; el relato de ___________, que No Conocía su Lugar, que intentó escapar. Se preguntaba cómo acabaría la historia, mientras se encaminaba temblando a Ciencia y Naturaleza, la clase en que, según había decidido, se comportaría de forma insolente, pues sabía que el señor Sargent era muy aficionado a enviar a los Excedentes a la celda de castigo, al estar persuadido de que las frías y tenebrosas mazmorras subterráneas de Grange Hall les enseñaban cuánto debería saber de su lugar en este mundo ¿Le acarrearía su desafío la desgracia eterna?, se preguntó. ¿O la ceguera? ¿O la muerte misma, la única cosa que poseían los Excedentes que no poseían sus dueños Legales? Para los Excedentes la desgracia era finita; para los Excedentes todo tenía un final.
En cuanto el señor Sargent entró en el aula, __________ sintió una punzada en el estómago al pensar en lo que estaba a punto de ocurrir, y apenas fue capaz de escuchar lo que el Profesor decía sobre las dosis con que se administraban los fármacos de Longevidad. Los Excedentes debían saber de dosis, explicó, porque tal vez tuvieran que administrarlas en algunas casas. La Longevidad requería un delicado equilibrio de células y era importante que los Excedentes fueran capaces de reconocer los síntomas tanto de una dosificación insuficiente como de una excesiva. La dosificación insuficiente resultaba fácil de detectar: la gente se sentía cansada y entumecida, y ya no quería ir a trabajar ni cortar el césped ni nada de nada. Los hombres empezaban a perder el pelo y las mujeres a ganar peso. Aunque, como siempre señalaba el señor Sargent, había gente que ya era calva o gorda antes, pues cuando adquirieron la Longevidad ya eran viejos. La Longevidad te mantenía tal cual estabas, pero no podía rejuvenecerte. Al menos así había sido hasta el momento presente. Una dosificación excesiva era más difícil de identificar, seguía explicando el señor Sargent, pues los síntomas resultaban mucho menos evidentes, aunque si observabas con atención, acababas descubriéndolos, los fármacos de la longevidad contenían una hormona llamada tiroxina y cuando una persona tomaba demasiada, a veces se le ponían los ojos saltones y no dormía bien. También podía perder peso, o irritarse por cualquier motivo. A continuación el señor Sargent sacó las cápsulas y les mostró las diferentes medidas, y les explico cómo reducir o aumentar la dosificación en 25 microgramos la unidad. A mitad de la clase ___________ levantó la mano y el señor Sargent, que probablemente esperaba oír una de las preguntas inteligentes y moralizantes a que la niña lo tenía acostumbrado, le sonrió.
− ¿Sí, ___________? − ___________ esbozó una sonrisa nerviosa y se removió incomoda en la silla.
− ¿Qué ocurriría si un Excedente tomara los fármacos de la longevidad, señor Sargent? – preguntó con un hilo de voz como si pidiera disculpas. El profesor la miró indeciso y frunció el entrecejo. ¬
− Los Excedentes no toman fármacos, ___________. Lo sabes muy bien. No toman ninguna clase de medicamento. En primer lugar, los Excedentes abusan de la generosidad de la Madre Naturaleza por el simple hecho de estar aquí, así que es completamente lógico que disfruten de una corta vida, a la que pone término la enfermedad o la vejez. Sabes perfectamente que sería un escándalo prolongar la vida de un Excedente más de lo necesario.
Al señor Sargent le palpitaba insistentemente una vena encima del ojo y ___________ tuvo que armarse de valor para levantar la mano otra vez. Ahora el profesor la miró con expresión irritada y asintió con la cabeza.
− Pero ¿por qué los Legales tienen derecho a tomar los medicamentos? – preguntó Anna −. ¿Solo porque llegaron aquí antes que nosotros? ¿No es un poco injusto?
− ¿Injusto? – rugió el señor Sargent clavando los ojos, que parecían querer salírsele de las órbitas, en ella − ¿Injusto, dices? No, lo que es injusto es que exista gente como tú, que tus egoístas y criminales padres no pensaran en absoluto en el planeta ni en sus compatriotas y tuvieran… eres una gentuza que se alimenta de nuestra comida, bebe nuestra agua y usa nuestra energía…
Ahora todas las miradas estaban fijas en ___________, la cual, para su sorpresa, se dio cuenta de que no sólo había superado el miedo, sino que casi estaba pasándoselo bien. Las palabras y los argumentos que había empleado Niall en sus continuas discusiones llegaban ahora en su memoria sin dificultad, y la cara enrojecida del señor Sargent no la asustaban en absoluto. De pronto cayó en la cuenta de que ésa era la razón por la cual muchos Aspirantes suspendían el examen de agilidad mental: el miedo. Se trataba de su primera experiencia de desafío a la doctrina, y la verdad era que no podía resultar más agradable.
− Pero a la Madre Naturaleza le gustan las cosas nuevas ¿no? – preguntó con descaro, deseando que la señora Pincent pudiera ver a la adoctrinada ______________ en ese preciso instante −. Lo que quiero decir es que las hojas viejas se caen de los árboles, ¿verdad? ¿Por qué los humanos viejos se quedan y los nuevos están prohibidos? ¿Realmente es eso lo que quiere la Madre Naturaleza?
El señor Sargent se puso en pie despacio y se acercó al pupitre de ____________, la miró con fijeza y le propinó un tremendo coscorrón. A continuación la agarró de una oreja.
− ¡Desgraciada! – vociferó escupiendo mientras hablaba −. Pagarás caras estas palabras. Pagarás caro el haberme hablado de ese modo. Querida mía, primero recibirás una paliza y luego te encerrarán en la celda de castigo. Un poco de tiempo para reflexionar sobre lo que acabas de decir, eso es lo que necesitas.
Cuando ___________ oyó las palabras que ansiaba escuchar, sintió un profundo alivio. Soportaría la paliza encantada; ahora que sabía que iban a enviarla a la celda de castigo, aguantaría lo que le echaran.
El señor Sargent levantó a la niña de golpe y empezó a arrastrarla de la oreja a través de la clase, y mientras avanzaba iba empujándola contra los pupitres deliberadamente. Cuando pasaron por delante de Sheila, ____________ notó sus ojos clavados en ella, e incapaz de encarar su mirada, bajo la vista. Algo le rozó la pierna, una leve caricia de simpatía, quizá, y sintió que los remordimientos le atenazaban el estómago. Sheila no sabía nada, se dijo cuándo el profesor ya la empujaba fuera de la clase. Sheila no podía haberse enterado. El único que estaba enterado era Niall.
− Gracias, señor Sargent. A partir de ahora me ocupo yo.
El señor Sargent se detuvo en seco, y dejó caer a ___________ al suelo. La niña miró hacia arriba aturdida y se encontró con la Directora de pie en el umbral del aula. ____________ bajó la vista velozmente, pero fue por la rabia, no por la vergüenza.
− Marga...Señora Pincent –balbuceó el señor Sargent presa de la indignación −, esta niña no ha parado de blasfemar en toda la clase. Merece un escarmiento: una buena paliza y la celda de castigo.
− Ya veo. En mi opinión la celda de castigo no es la solución – repuso la señora Pincent bruscamente −. En la planta de los Pequeños hay mucho que lavar. Quizá a ___________ le gustaría pasar un par de días allí, para… pensar cuanto tiene que pensar.
A ____________ se le cayó el alma a los pies.
− No me importa ir a la celda de castigo – afirmó apresuradamente en un tono que delataba su desesperación – De verdad, no me importa nada.
− Soy yo quien decide el castigo, _____________ – replicó la señora Picent imperturbable −. El contacto con los excrementos y la orina te dará una visión muy distinta de tu valor a ojos de la Madre Naturaleza, ya lo verás. Permanecerás bajo vigilancia durante cuarenta y ocho horas y sólo recibirás alimento una vez al día. Cuando vuelvas, ya no gozarás de tus privilegios de Monitora. Ahora, sígueme.
El tono de la señora Pincent era airado y áspero, y ____________ sabía que no valía la pena insistir.
Al borde del desfallecimiento, avanzó con la rodillas temblorosas mientras pensaba que lo que creyó su momento de triunfo pronto se había convertido en un patético y exorbitante error. Qué lejos veía ahora su desafío, la euforia que había sentido por rebelarse al fin contra la doctrina de Grange Hall, y qué rápido había vuelto a caer en el pozo de sumisión y humildad cotidiana. Apática, _____________ salió del aula y siguió a la señora Pincent al piso de los Pequeños, donde se dio a los Domésticos instrucciones muy estrictas para que la tuvieran vigilada noche y día. Era como si la señora Pincent conociera sus planes, como si de algún modo supiera que esa sanción era mucho peor que la celda de castigo. ____________ gimió de desesperación al darse cuenta de que esa noche no tendría ninguna oportunidad de acercarse a la celda de castigo. Ni siquiera podría enviarle un mensaje a ____________.
Ya nunca podría ser ____________ Covey.
Margaret Pincent se sentó ante su escritorio enfurecida. Sabía que Niall traería problemas. ¿Acaso no se lo había advertido a las Autoridades en cuanto le anunciaron la llegada del muchacho? Ni siquiera se trataba de uno de los habituales sospechosos de corromper a los demás, no, el problema era que había pervertido a ______________, en quien confiaba a menudo para mantener el orden y descubrir a los sinvergüenzas. ¿Qué había pasado?, se preguntaba. ¿Qué había hecho Niall a esa chica? Suspiró y negó con la cabeza. Eran un par de adolescentes, recapacitó. Quizá ____________ se había encaprichado de él o él de ella, quién sabe. Era una negligencia por su parte no haber pensado en eso, haber olvidado lo que significaba ser joven.
Muy bien, ya se encargaría de quitarle a _____________ esas ideas románticas con jarabe de palo. Y luego tendría que enviarla a otro sitio, cuanto antes mejor. Se había dado cuenta de que la niña ya no serviría para nada en Grange Hall. Sabia por experiencia que cuando un Excedente empezara a hacer preguntas, ya no paraba. Lástima que no pudiera encerrarla en la celda de castigo unos días, la verdad. Pero antes tenía otros asuntos pendientes de qué ocuparse. A primera hora de la mañana siguiente le tocaría a Niall, se recordó suspirando aliviada. Al cabo de un par de horas ella estaría camino de Londres y, antes del amanecer, regresaría con su viejo amigo el doctor Cox, y en cuanto hubiera a Niall, el chico dejaría de existir como problema. De hecho dejaría de existir por completo, se dijo esbozando una leve sonrisa. Escribiría un informe de la muerte a las Autoridades donde sugeriría que a partir de cierta edad los Excedentes no podían integrarse en la sociedad; quizá el límite fueran los nueve años. La tensión del cambio había podido con Niall, explicaría a las Autoridades con tono afligido. No fue capaz de adaptarse; alteraba a los demás Excedentes y al final sucumbió a un ataque de corazón provocado por el estrés. Qué lástima, añadiría. Si al menos le hubieran dado algún consejo de cómo tratarlo… ¿Y luego, qué? Pues esperaba que las aguas regresaran a su cauce. Todos volverían a temerla. Y a quererla, claro. La señora Pincent necesitaba el amor casi tanto como el miedo; para ella eran dos caras de la misma moneda. Y ambas le conferían el control absoluto. Y cuando uno dirigía una institución que albergaba a más de quinientas aberraciones de la naturaleza, el control era tan necesario como el aire que se respiraba.
***
_____________ se quedó mirando con desánimo el lavadero, lleno a rebosar de pañales de felpa sucios de los excrementos de los Pequeños, que debía restregar con sus manos desnudas uno por uno. Era el tercer montón al que se enfrentaba en muchas horas de trabajo, pero la tarea no resultaba menos dura a fuerza de hacerla. Se le antojaba raro estar en la planta de los Pequeños: la señora Pincent les prohibía visitarla, y los Excedentes obedecían encantados. Porque ¿a quién le apetecería acercarse a un montón de Pequeños llorones? El piso superior de Grange Hall, donde se albergaba a los niños parecía más estrecho y atestado que los demás. Contaba con muchos dormitorios diminutos, en lugar de diez grandes de las otras plantas, y con una gran sala adonde llevaban durante el día a los Pequeños de más edad para aprender a andar y hablar, a obedecer órdenes y mantener la mirada baja. En esos momentos _____________ se encontraba en esa amplia habitación, en cuyo extremo se encontraba un gran lavadero rodeado de escombros y porquería. A su alrededor reinaba un ruido ensordecedor; algunos niños chillaban, otros sollozaban con un hilo de voz y los demás se esforzaban desesperadamente por repetir las palabras que los Domésticos les gritaban. Pero los niños a quienes ____________ no podía mirar siquiera eran los más callados. La visión de un chiquillo de dos años que trataba de buscar consuelo meciéndose silenciosamente sobre una alfombra, o la de una niña de tres que se daba suaves cabezazos contra la pared, le resultaba insoportable. Se acordó de sí misma a esa edad. Se había sentado en ese sitio, procurando encontrar sentido a su nuevo entorno, buscando un medio de recobrar algún control sobre su vida. Y ahora volvía al mismo lugar del que partiera. Si a los tres años el futuro no era muy halagador, ahora parecía mucho peor. Lo cierto es que no le importaba que le hubieran encomendado la tarea de limpieza más humilde de todas, y el hedor que emanaba del lavadero apenas le afectaba. Quien realmente le preocupaba era Niall, que estaría esperándola en la celda de castigo, preguntándose dónde se encontraba ella y por qué no había ido a reunirse con él.
Mientras enjuagaba metódicamente los pañales sucios y empezaba a frotarlos, ___________ empezó a preguntarse qué le depararía el resto de su vida. En caso de que la señora Pincent le perdonara su pequeño atrevimiento, nada de ser útil ya no le interesaba lo más mínimo. Quería más. Quería libertad, quería… Quería a Niall, se percató de pronto. Quería experimentar una vez más esa sensación maravillosa de ser aceptada por entero, por lo que era. Deseaba sentir el escalofrío que la recorría de pies a cabeza sólo pensar en el nombre del muchacho.
− ¿Estás lavando los pañales, o qué? Sabes muy bien que no puedes quedarte ahí mirando a las musarañas sólo porque la señora Pincent se haya marchado a Londres.
____________ levantó la vista rápidamente y la clavó en Maisie. La joven Doméstica que estaba supervisando su trabajo y que cuando había visto aparecer a ____________ una horas antes se había alegrado mucho; los Domésticos del tercer piso rara vez tenían oportunidad de descansar, pues normalmente a los Excedentes se les prohibía la entrada en la planta de los Pequeños. ¿Lo había oído bien ____________? ¿La señora Pincent se había marchado a Londres? A toda prisa, se puso a enjabonar los pañales de nuevo, pero tenía la mente en otra parte. Si la señora Pincent se había ido, quizá surgiera una oportunidad para que la enviaran a la celda de castigo. Y tenía que ir allí como fuera ¿no? De pronto frunció el entrecejo y dejó caer el pañal que estaba lavando. Con el rabillo del ojo, observo a Maisie rascándose la piel seca y callosa de las manos y se le ocurrió una idea. Pausadamente, pero con meticulosidad, se aclaró las manos bajo el grifo y se apartó del lavadero. Maisie enarcó la cejas.
− No, jovencita, no puedes irte todavía. Debes quedarte ahí hasta que hayas acabado de lavar todos los pañales− le recordó con una sonrisa de satisfacción −. Son órdenes de la señora Pincent. Si no, cuando vuelva se va a armar una buena.
__________ pegó un brinco. Ahora no le cabía duda de que se había ido. Decidida, sonrió con dulzura a Maisie.
− Entonces puedes contarle a la señora Pincent que me he portado fatal –repuso en tono arrogante, el mismo que empleaba para amonestar a los Medianos−. Me niego a seguir – prosiguió −. Además, no es mi trabajo. Tenía entendido que precisamente contrataban a los Domésticos para lavar los pañales.
Fue un golpe bajo, como _____________ había esperado, funcionó. Ser Doméstico en Grange Hall era, en opinión de la Directora (____________ había oído cómo se lo explicaba a la señora Larson), uno de los peores trabajos posibles que podía conseguir un legal. Que un Excedente se dirigiera a ella con tan malos modos era lo último que Maisie estaba dispuesta a tolerar, y antes de que _____________ hubiera acabado de hablar, se le echó encima y la abofeteó con rabia.
− ¡Eres una Excedente! − le gritó−. ¡No puedes hablarme así!. Yo soy legal, legal, ¿me oyes? Podrías ser mi esclava, sólo con que lo quisiera…
− ¿De verdad? No sabía que los Domésticos cobraban lo suficiente como para tener servicio – continuó _________ haciendo una mueca de dolor, pues la mejilla le ardía de un modo espantoso. Maisie se irguió en toda su estatura y le asestó un tremendo puñetazo a ___________, que cayó inconsciente en el suelo.
A continuación miró a su alrededor con inquietud. La señora Pincent no tenía en gran estima a los Domésticos, a quienes se les prohibía de forma terminante pegar a los Excedentes. Pero no le había quedado más remedio, se dijo con firmeza. Los Excedentes debían aprender a respetar. Cuando oyó el ruido de ____________ al golpearse contra el suelo, la señora Larson, que supervisaba a los Domésticos de vez en cuando y a quien se había encomendado el arma de doble filo de vigilar todo el edificio en ausencia de la señora Pincent, se acercó para averiguar qué había ocurrido y lanzó un grito, que ahogó tapándose la boca con la mano justo a tiempo.
− Maisie, ¿qué demonios has hecho? – preguntó con tono de preocupación.
− ¡Ha sido tan descarada! – exclamó Maisie con firmeza –. Ella se lo ha buscado.
− Pero ¿qué le diremos a la señora Pincent? – insistió la señora Larson acercándose presurosa para calcular el daño.
− Debería estar en la celda de castigo – continuó Maisie en tono desafiante −. Ya se lo he dicho; esta Excedente se lo ha buscado.
La señora Larson movió la cabeza incrédula; acto seguido echó una ojeada alrededor, para asegurarse de que no había nadie en las inmediaciones.
− Maisie, ayúdame a levantarla. Creo que tienes razón en lo de la celda de castigo. Lo mejor será encerrarla ahí para que la gente no hable más de la cuenta. Y cualquier noche de éstas yo misma le enseñaré cómo debe comportarse.
Bart Simpson
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
Lo consiguió!!!!
Va a la celda de castigo!!!!!
Quiero saber qué es lo que va a pasar ahora... podrán fugarse juntos??
Babe, espero que puedas continuarla pronto!!!!
Muchos saludos!!!
{CJ}
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
me gusto mucho el cap
espero que la sigas muy pronto!!
espero que la sigas muy pronto!!
wendy horan
Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)
por {CJ} Ayer a las 4:56 amLo consiguió!!!!Va a la celda de castigo!!!!!Quiero saber qué es lo que va a pasar ahora... podrán fugarse juntos??Babe, espero que puedas continuarla pronto!!!!Muchos saludos!!!
Pronto sabrás
Ya verás
Bart Simpson
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