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Mensaje por {CJ} Sáb 21 Sep 2013, 8:47 am


Weee!!!!


Tenía muchas ganas de que la siguieras!!!!
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La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 Empty Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)

Mensaje por Bart Simpson Dom 17 Nov 2013, 2:18 am

Hoy subo quizá unos tres capítulos :DD

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Mensaje por {CJ} Dom 17 Nov 2013, 6:51 am

Genial!!!! los estare esperando babe!!! Michos saludos!!
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La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 Empty Re: La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion)

Mensaje por Bart Simpson Dom 17 Nov 2013, 8:16 pm

En un momento $$:
Ya que termine de escribir un cap de otra nove DD:

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Mensaje por Bart Simpson Lun 18 Nov 2013, 1:16 am

Capitulo 17




_________ se abrigó cuanto pudo con las pesadas cortinas y miró de soslayo a Niall, sentado a su lado. El chico había encontrado prácticamente el mejor sitio que podían conseguir, un punto en que nadie los veía pero desde el cual ellos – o al menos él – dominaban el jardín, la puerta y la casa. Tras asegurarse de que ___________ estaba bien abrigada, se quedó quieto, el ceño fruncido por la concentración, y no dijo nada más.

– Hay gente en la casa – anunció finalmente –. Parecen Cazadores.

Niall habló en voz tan queda que ___________ apenas lo oyó, y enseguida sintió que las palabras estallaban como balas en su pecho. ¿Cazadores¿ ¿Cómo habrían averiguado que estaban allí?

– Acuéstate y cúbrete con la cortina – susurró Niall, y __________ obedeció temblando.
Podía notar la tensión en el cuerpo de Niall a su lado, como un animal en una cacería, y se esforzó por dejar de tiritar de frío y pavor. Permaneció bajo la cortina lo que le pareció una eternidad pero que a lo sumo fueron diez minutos, y de pronto notó cómo Niall se deslizaba de la cortina junto a ella.
– Están bajando al jardín – murmuró, y __________ notó el calor de su aliento en la frente. Sin pensar, la chica alargó la mano y al encontrar la de él, se la apretó. Entonces Niall posó la cabeza de la chica sobre su hombro y antes de que ella se diera cuenta estaban perfectamente acoplados, fundidos en un abrazo tan estrecho que se sentía un solo ser. De pronto oyeron que alguien forcejeaba con la puerta. ___________ se quedó helada, convencida de que entrarían y los encontrarían, pero en cambio la puerta siguió cerrada a cal y canto. Niall se abrazó más a ella.
– ¿Siempre tiene la puerta cerrada con llave? – preguntó una voz masculina, y _____________ sintió que se le inmovilizaban los músculos.
– Pues sí. Bueno, en realidad es mi marido quien la cierra. El cobertizo está lleno de antigüedades, ¿sabe? Valiosas, según parece, aunque nunca me han interesado demasiado. De todas formas, cada uno se preocupa por lo suyo, imagino.

___________ sintió cómo Niall la apretaba con más fuerza mientras reconocía la voz de la señora Sharpe.

– Tenemos órdenes de registrar en todas partes – dijo otra voz de hombre –. Estén o no estén bajo llave.
– Muy bien. – Por su tono de voz, la señora Sharpe parecía exasperada –. Creo que la llave está por aquí.

____________ sintió que el corazón le daba un vuelco, la señora Sharpe debía de estar buscando la llave, y enseguida vería que no estaba donde la había dejado. Adivinaría que ellos se la habían llevado. Y entonces los Cazadores los encontrarían.

– ¡Vaya! – oyó que exclamaba la señora Sharpe –. Caray, es extraño pero…
– ¿Ha desaparecido la llave? – Hubo una larga pausa.
– Ah, ya me acuerdo – dijo de repente la señora Sharpe –. Se la ha llevado mi marido para guardarla en un lugar más seguro.
– Quizá podamos echar la puerta abajo – sugirió uno de los hombres.
– Pueden probar, si quieren, pero no creo que mi marido se ponga muy contento cuando se entere – dijo la señora Sharpe apresuradamente –. Y en cualquier caso, no veo cómo podría haber alguien dentro, si la puerta está cerrada. Supongo que conocerán a mi marido… ¿Les suena el nombre de Anthony Sharpe? Trabaja con el ministro de Interior codo con codo.

A continuación se hizo un silencio que duró unos segundos, durante los cuales _____________ ni siquiera se atrevió a respirar.

– Conozco al señor Sharpe, por supuesto –respondió al fin uno de los hombres –. No me había dado cuenta de que usted es… ustedes son… En fin, no queremos molestarla más, ¿verdad, chicos? Muchas gracias, señora Sharpe, por su… ayuda.

Y a continuación, ____________ oyó el sonido más maravilloso que había oído en toda su vida: el de los Cazadores al marcharse.



***


De pie junto al fregadero de la cocina, a Julia se le agolparon los pensamientos. Quizá se hubiera extraviado la llave. Era posible. Pero al mismo tiempo era improbable. En la casa de los Sharpe no se perdían las cosas así como así. Frunció ligeramente el entrecejo y decidió encender el ordenador. El último mes habían ahorrado mucha energía gracias a la nueva placa solar instalada en el tejado, y en ese momento se moría por un poco de compañía, aunque fuera virtual.

En cuanto se iluminó la pantalla apareció un locutor hablando con suma gravedad acerca del secuestro del ministro de Energía perpetrado por terroristas de Oriente Medio en protesta por el reciente acuerdo mundial para la restricción del uso del petróleo, que a sus ojos constituía una conjura solapada para desestabilizar la economía de sus países. Al pie de la pantalla apareció un mensaje personalizado para recordar a Julia que podía recoger cuando quisiera la receta de fármacos de Longevidad y que ese mes le quedaba cuatro cupones de energía; en la parte superior de la pantalla se leía otro mensaje recomendándole que apretara el botón rojo del control remoto para concluir los ejercicios de agilidad mental de ese día. Pasando por alto este y los anteriores mensajes, Julia escuchó las noticias durante unos minutos, sin dejar de suspirar y menear la cabeza. Los países pobres hacían esfuerzos desesperados para convencer a las naciones ricas de que les permitieran usar más energía. Los terroristas parecían no darse cuenta de que todos tenían que arrimar el hombro, pensó Julia. ¿Acaso no habían prohibido el aire acondicionado en China y Estados Unidos, por lo que grandes masas de población se habían visto obligadas a emigrar a lugares más frescos? ¿Es que los países de Sudamérica no habían tenido que detener su crecimiento económico a fin de proteger las selvas tropicales? Recordó un tiempo, cuando era joven, en que la energía era todavía abundante, y la gente creía que bastaba con reciclar. Antes de que el mar se tragara las islas, antes de que la corriente del Golfo convirtiera Europa en el continente frio y gris que era ahora, de veranos breves e inviernos prolongados y fríos. Antes de que los políticos se vieran obligados a tomar cartas en el asunto, porque la vida eterna significaba que ellos, y no las futuras generaciones, sufrirían las consecuencias si no prevenían los cambios climáticos. Pero no todos los países pensaban que recibían el mismo trato de la cumbre mundial convocada con la máxima urgencia. ¿Y cómo podrían ser de otro modo? No era ningún secreto que los países ricos hacían trampa constantemente. Empleaban las fuentes de energía prohibidas a escondidas, con objeto de proveerse de electricidad para servicios mínimos. Y se obligaba a los países pobres a utilizar la energía renovable como si fuera la única fuente disponible, mientras que los gobiernos corruptos mercadeaban secretamente con el petróleo y el carbón.

Gran Bretaña, por su parte, estaba invirtiendo grandes sumas de dinero y recursos en el proyecto de crear una fuente de energía nueva e inofensiva, con vistas a venderla a otros países y obtener beneficios, y para ello se habían recuperado los departamentos de investigación que habían sido abandonados un siglo antes, junto con las universidades a las que estaban vinculados, debido a la falta de alumnado. Pero Julia no podía hacer gran cosa con respecto al problema de la energía; eso era dominio de su marido. En ese momento tenía una preocupación mucho más urgente. En la noticias no habían mencionado la huida de los Excedentes, lo cual no era nada raro, pues sólo informaban de las exitosas capturas de los Excedentes. Como habría dicho Anthony, no tenía sentido preocupar a la gente innecesariamente. Tamborileó con los dedos sobre la encimera de la cocina, pensando qué podía hacer a continuación y preguntándose por qué había impedido que los Cazadores echaran abajo la puerta del cobertizo. ¿Había querido proteger los muebles de Anthony? ¿O albergaba otro motivo? ¿La mención del nombre de ______________ había tenido algo que ver? Mientras sopesaba esta cuestión, sonó el teléfono y Julia lo descolgó de inmediato.

– ¿Julia? Soy Bárbara. ¿Has oído las noticias?
– ¿Las noticias?
– Sobre la evasión de los Excedentes. Seguramente los Cazadores ya habrán pasado por tu casa. A mí me han sacado de la cama, te lo juro. Son de lo más eficientes, ¿no te parece?
– Supongo que tienen que serlo por su trabajo – respondió sentándose con aire pensativo.
– Bueno, me han dicho que andan dos sueltos por ahí. Así que he cerrado con doble vuelta puertas y ventanas. Espero que hagas lo mismo, querida. Cualquier precaución es poca. Quiero decir, ¿quién sabe el daño que pueden causar si se les deja? A partir de ahora quizá la gente empiece a tomarse el Problema Excedentes más en serio. Era de esperar que las residencias de Excedentes acabaran causando problemas. Tener a esa gente allí dentro, con todo el gasto de recursos que supone, ¡vamos, hombre! Son escuelas para jóvenes matones, Julia. Y encima están a dos pasos del pueblo.
– La verdad es que no me parecen peligrosos, Bárbara. – Julia frunció el ceño ligeramente –. Además, los Excedentes están muy bien enseñados.
Por un momento pensó en su ama de llaves, y en _____________, esa chica que al parecer se había escapado. Ninguna de las dos había roto un plato en su vida. Más bien inspiraban lástima por la cara de gratitud que ponían cuando se les dirigía una palabra amable.
– Pues claro que no son peligrosos los Excedentes que dejan salir de allí, no faltaría más – replicó Bárbara sarcásticamente –, pero nosotras sólo conocemos los Excedentes útiles que pueden trabajar, los buenos. El resto no hacen sino robarnos, Julia. Nos roban la comida, la energía, hasta el aire que respiramos. Julia suspiró. Bárbara tenía razón. Quizá había cometido un grave error al dejar que los Cazadores se marcharan sin registrar el cobertizo. – Y son envidiosos – prosiguió Bárbara –. Se atreven a desear todo lo nuestro. Pero no tienen derecho, Julia. Sus padres no tenían derecho. Eso es lo que le repito una y otra vez a Mary, mi Excedente. Una buena chica. Y muy trabajadora. Pero el hecho es que no debería estar viva, Julia. Simplemente, no debería de existir. Y por si fuera poco, va y se escapan dos. Te lo digo, Julia, habrá que buscar una solución al Problema Excedente. Cuanto mejor los tratas, más animas a la gente a ceder sus desechos. ¿Tienes idea de cuánto dinero de nuestros impuestos se destinan al Problema Excedente? A ver, dime.
– Ni idea – replicó Julia.
– Demasiado, te lo aseguro. – Ahora la voz de Bárbara sonaba siniestra; hizo una pausa para respirar y continuó con un tono más diplomático –: En fin, te he llamado porque estoy organizando una partida de búsqueda. Tenemos que protegernos, Julia. Debemos encontrar a esos mal nacidos y darles su merecido. Nos reuniremos en mi casa esta tarde, he pensado que te gustaría participar.
– ¿No crees que es mejor dejar esa tarea a los Cazadores? – preguntó Julia no sin cierto titubeo.
– Julia – dijo Bárbara con aspereza –, no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras dos Excedentes amenazan cuanto la Longevidad nos ha traído. Podrían estar en cualquier sitio, y hemos de echar una mano, aportar nuestro granito de arena. Si los dejamos escapar, ¿a dónde iremos a parar?, dime. No hay sitio para ellos. En mi opinión, habría que liquidarlos.
– ¿Liquidarlos? – Julia no pudo evitar que su voz sonara escandalizada.
– O darles su merecido, si lo prefieres – convino Bárbara –. Aunque, si he de ser sincera, creo que no sería mala idea liquidar a unos cuantos. Resultaría edificante, ¿no te parece?

Julia respiró hondo y se apoyó contra la pared.

– Esta tarde – musitó finalmente –, De acuerdo… Nos vemos entonces.

Colgó el teléfono y suspiró. La gente tenía un miedo atroz a los Excedentes, pensó. Y también a los niños Legales, aunque en los tiempos que corrían no se veían por ninguna parte. Era como si nadie se acordara ya del lado bueno de la gente joven, como si todos estuvieran convencidos de que cualquier persona por debajo de los veinticinco años era peligroso y rebelde. Con alguien menos de setenta, no había ningún problema; así de vieja era la persona más joven en la actualidad, a excepción de los Excedentes y de los raros Legales que habían quedado fuera de la red después de la Declaración. Un mundo lleno de viejos, pensó Julia frunciendo el ceño. Viejos convencidos de que lo sabían todo, y que cualquier cosa nueva y diferente por fuerza había de ser mala, a no ser que tuviese algo que ver con fármacos de la Longevidad, claro.

Irónicamente, los Excedentes quizá constituyeran el único asunto que aún parecía encender algún debate político, si bien implicaba a un grupo de gente tan pequeña como ruidosa. El bando liberal reclamaba una aproximación al problema más humano, para empezar una mayor educación a fin de prevenir el nacimiento de Excedentes, mientras que en el otro bando, Bárbara y sus compinches, suscriptores todos del Daily Record, creían que había que poner entre rejas de por vida a los padres de los Excedentes y sacrificar a sus bastardos. Pero no a sus empleados Excedentes, claro está, a aquellos que cocinaban para ellos, cuidaban sus jardines, trabajaban en la construcción de sus casas, y se ocupaban de aquellas tareas que los Legales no querían ver ni de lejos. No, a ellos no; había que sacrificar a los «otros», fueran quienes fueran. Seguro que las Autoridades llevarían a cabo un sondeo de opinión al respecto, se dijo Julia. Y crearían otro grupo de trabajo. Y pedirían a alguien como su marido que lo supervisara durante veinte o más años, hasta que se sacara conclusiones. Y después… bueno, luego suponía que pondrían en práctica las conclusiones. En caso de que a alguien continuara interesándole el asunto lo bastante. Sin embargo, el hecho era que Julia no había tenido veinte años para formarse una opinión acerca del Problema Excedente. No había tenido veinte años para decidir lo que tenía que hacer. No estaba segura de que los fugados se hallaran en el cobertizo del jardín, por supuesto, pero en la vida había aprendido que dos más dos normalmente eran cuatro. Buscó la copia de la llave que guardaba en la cocina y fue a ponerse una chaqueta y unas botas de goma; a continuación agarró unas herramientas del jardín por si acaso, no fuera a ser que los vecinos u otras personas estuvieran observándola. A menudo se preguntaba qué empujaba a los padres de los Excedentes a desafiar la Declaración, en primer lugar; ¿La arrogancia, quizá? ¿La convicción de que la Declaración no les afectaba de manera personal? ¿Acaso no se daban cuenta de que nunca se saldrían con la suya? Había oído hablar de cierto movimiento que consideraban que la Declaración era un error, que la gente no debería vivir eternamente, que la juventud era mejor que la madurez. Pero nadie se los tomaba en serio. Una vez le había dicho a Anthony que los fármacos de la Longevidad deberían contener anticonceptivos; de ese modo se resolvería el Problema Excedente de una vez por todas; en su opinión no podía haber una solución más sencilla. Pero Anthony contestó que eso no era posible porque los componentes de los fármacos estaban medidos al milímetro y no se podían añadir ni quitar nada a la fórmula: además, los implantes anticonceptivos eran mejores, más seguros y baratos. Julia objetó que se había demostrado que los implantes no eran efectivos al cien por cien. Anthony repuso que ella no entendía nada, que las cosas nunca eran tan fáciles. Pero a Julia le parecían fáciles. A veces pensaba que las Autoridades lo complicaban todo simplemente por tener algo en que ocuparse. Julia, por su parte, se contaba entre las personas afortunadas, sin duda. Había tenido hijos en la época que empezaba la Longevidad. Y nunca se había visto obligada a escoger. Bueno, en realidad sólo tuvo un hijo. Pero Anthony y ella estuvieron de acuerdo en que no querían más. Con uno bastaba y sobraba. Y Julia se alegró muchísimo cuando resultó ser una niña. «Así tendré a alguien con quien ir de compras, con quien cotillear un poco », pensó con regocijo. Pero las cosas no fueron como esperaba, claro. Tracey acabó por trasladarse a Norteamérica al cumplir los treinta y cinco. Tenía una carrera profesional y allí era donde pasaban las cosas, argumentó. Hacía setenta años de eso. Aunque no parecía que hubiera pasado tanto tiempo, pero a veces, en cambio, pensaba que hacía una eternidad. Tracey llamaba de vez en cuando, y ella se lo agradecía. Y cada cierto tiempo, siempre que la asignación de energía lo permitía, Julia volaba a Norteamérica y la visitaba, pero Tracey era una mujer muy ocupada y en los últimos diez años no había encontrado un hueco para ver a su madre. De todas formas, estaban sus amistades, se dijo Julia, con una sonrisa forzada. ¿Acaso no tenía el club de bridge? No, pensándolo bien, era muy feliz. Y aunque a veces se preguntaba para qué iba a vivir uno eternamente si no había nadie a quien amar, ni nadie que te quisiera, enseguida desechaba esos pensamientos. Era una de las personas afortunadas, se obligaba a recordar. Y era muy feliz.
Mientras se acercaba al cobertizo, Julia se preguntó si sería la misma __________. Tenía que serlo, ¿no? Pero ¿qué planeaban hacer esos dos a continuación? ¿Habían pensado en disfrutar de unos pocos días de libertad antes de que los capturaran de nuevo? ¿O albergaban intenciones más ambiciosas y creían de verdad que podían esconderse para siempre? Aunque de ninguna manera podría ser para siempre, recordó. Eran Excedentes. Sus vidas serían tan desesperadamente breves que el esfuerzo apenas habría valido la pena. Sin hacer ruido, se acercó a la pequeña construcción de madera y golpeó suavemente en la ventana.

– __________ – murmuró –. Soy yo, la señora Sharpe. Estoy segura de que estás ahí dentro. Los Cazadores se han ido. ¿Quieres decirme qué haces aquí, __________? ¿Me dejas entrar?
– No contestes – susurró Niall –. Seguro que es una trampa.

Sudaba abundantemente; ____________ no sabía si de miedo o de dolor. La chica asintió con la cabeza en silencio intentando resistir la tentación de salir corriendo y agradecer a la señora Sharpe que alejara a los Cazadores.

– Escúchame, ____________. Necesito que abras la puerta, debemos andar con mucho ojo porque nunca se sabe cuándo están mirando los vecinos, pero nadie puede verme si no es desde mi casa, y puedo asegurarte que allí no hay nadie. Al menos por el momento. Aunque podrían volver, así que lo primero es sacarlos de aquí lo antes posible. ¿Estás de acuerdo, ____________?

La chica miró a ___________. Bajo las cortinas lo único que podía distinguir eran sus ojos, y por lo que podía ver reflejaban terror. Niall la miró fijamente, a continuación asintió con la cabeza, y poco a poco fueron despojándose de las cortinas. Niall se puso en pie y fue a abrir la puerta cojeando; acto seguido retrocedió hasta donde estaba _____________ y desde allí echó una ojeada al cobertizo como si pretendiera descubrir una salida por si las cosas salían mal. La señora Sharpe se abrió paso a través de los muebles y llegó junto a la cama que estaba apoyada contra la pared del fondo. Un par de ojos oscuros y un par de ojos claros muy abiertos la observaban: con cautela, en uno de los casos; en el otro como un cachorro agradecido de que no lo ahogaran.

– Oh, ___________ – exclamó al darse cuenta del estado en que se encontraban los dos chicos: cubiertos de suciedad, llenos de moretones y con el pelo enmarañado –. Oh, bonita mía, ¿en qué lío te has metido?



***



La señora Pincent entornó los ojos al mirar a Frank, el Cazador Jefe a quien habían encargado el caso de la fuga de Grange Hall.

– Los atraparán. – Era una afirmación, no una pregunta –. Siempre los atrapamos – asintió sonriendo y confiado –. Claro que lo normal es que persigamos a Excedentes furtivos cuando alguien nos da un chivatazo. En cambio, casi nunca perseguimos a evadidos de las Residencias de Excedentes. Digamos que no nos encontramos con ese problema muy a menudo – añadió mientras dirigía una mirada significativa a la señora Pincent, que frunció el ceño malhumorada.
– ¡Se escaparon – vociferó enfurecida – porque a las Autoridades no se les ocurrió mencionarme la existencia de un túnel que conectaba con el exterior! Desde que estoy en el Grange Hall no ha habido ninguna fuga aparte de ésta, y le aseguro que no se repetirá.
Frank se encogió de hombros.
– No importa, no importa. Los traeremos de vuelta. No tienen a dónde ir, ¿verdad?
– Siempre podrían recurrir al Movimiento Subterráneo, ¿no? – preguntó la señora Pincent, y mientras hablaba el rostro se le contrajo en una mueca de repugnancia – No me extrañaría que el chico estuviera relacionado con ellos. Mire, era nuevo. En mi opinión demasiado mayor para ingresar en Grange Hall, pero es lo que hay.
Frank se encogió de hombros otra vez,
– ¿El Subterráneo? – preguntó con desdén –. Son un puñado de liberales confundidos, nada más. Unos charlatanes. De vez en cuanto intentan esconder a algún Excedente, pero siempre damos con ellos, no se preocupe.

La señora Pincent asintió con la cabeza bruscamente. No podía contarle nada de los charlatanes liberales que no supiera ya. Cada cierto tiempo le escribían cartas para cuestionar el trato que recibían los Excedentes, le hacían peticiones, rogándole que permitieran que los padres criminales vieran a sus hijos Excedentes al salir de la prisión. La señora Pincent odiaba a los liberales con toda su alma.

– Lo que los liberales no entienden – declaró sospechando que en Frank había encontrado a un interlocutor que compartía sus puntos de vista acerca de los Excedentes– es el precio que debemos pagar para disfrutar de la Longevidad. Viven en un mundo estable, próspero y seguro para toda la eternidad y muy oportunamente se olvidan de qué creó ese mundo que ellos disfrutan.

Frank meneó la cabeza, y se le iluminaron los ojos.

– Son ignorantes – admitió de buena gana –. ¿Pobres Excedentes? No me haga reír. Usted y yo estamos en primera línea, señora Pincent. Somos de los pocos que conocen la verdad. Si no fuera por nosotros, el mundo sería muy distinto, se lo aseguro.
– Desde luego – convino la señora Pincent, y entornó los ojos una vez más –. Se me acaba de ocurrir una idea. Hace un año o dos __________ trabajó una temporada para una mujer del pueblo. Puede que valiera la pena visitarla. Debo de tener su nombre por alguna parte en el archivo.



***




Sheila estaba en la clase de Decoro y miraba fijamente a la señora Larson, fingiendo escuchar con absoluta atención. El asiento de ____________ se encontraba vacío, lo que no extrañó a nadie pues todo el mundo estaba al corriente de que habían enviado a la chica a la celda de castigo. Pero Sheila sabía la verdad. Sheila sabía lo que había pasado en realidad. Lo había sabido cuando había leído el diario de ___________ y se había enterado de sus planes. Y porque estaba despierta a primera hora de la mañana cuando Maisie había gritado de indignación. Sheila también estaba indignada porque ___________ no la había llevado consigo. De toda la gente de Grange Hall, era la única que se merecía marcharse, pensó con ardor, no _____________. A ella le gustaba estar allí. ____________ era una Excedente, mientras que Sheila aborrecía todos y cada uno de los momentos transcurridos entre aquellas cuatro paredes grises, y anhelaba más que cualquier otra cosa ver el exterior de nuevo, su casa, a sus padres. Pero al menos la consolaba darse cuenta de que _____________ no era tan inteligente como se creía. Le gustaba pensar que no se le escapaba nada, que era la Excedente más valiosa que jamás existiera. Pero ¿algún Excedente Valioso se dejaría el diario? ¿Un Excedente Valioso de verdad permitiría que, mientras el señor Sargent la arrastraba a través de la clase de instrucción, Sheila le sacara el diario del bolsillo con delicadeza y lo escondiera en el suyo, donde se reuniría con la prenda íntima de seda rosa que había hurtado en la lavandería? No, se respondió Sheila. ___________ había cometido un grave error al no llevarla consigo. Metió la mano en el bolsillo para sentir la suavidad del terciopelo, sonrió y volvió a fijar la vista en la señora Larson.


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Mensaje por {CJ} Lun 18 Nov 2013, 10:17 am

Me enxanto el primer cap!! gracias a ti por seguirla, estare atenta para leer los demas!!! muchos saludos!!
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Mensaje por Bart Simpson Sáb 15 Feb 2014, 10:14 pm

La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 3212464482 La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 3212464482 La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 3212464482

Ya casi termina la fic La Declaracion (Niall y Tu) (Adaptacion) - Página 10 3232760151
Buscaré los capítulos que faltan.

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Mensaje por {CJ} Mar 18 Feb 2014, 4:48 pm

Nooooo.... ya?? se me ha hecho muy corta!!!

Síguela pronto!!
{CJ}
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