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Una proposicion navideña (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Una proposicion navideña (Joe y tu)
Nombre: Una proposicion navideña
Autor: La autora de esta adaptacion que subire soy yo (Laura Jonas)
Adaptación: Si
Género: Romance, Drama
Advertencias: Umn...es algo corta
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
Una proposicion Navideña
Contratada: un ángel de Navidad.
Con las temidas Navidades cerca, lo último que el empresario viudo Joseph Jonas necesitaba era una compradora personal que quisiera algo personal. ¿Qué parte de “quiero estar solo” no entendía _______ Hawley? Parecía empeñada en hacerle entrar en el espíritu navideño…
________ descubrió que Joe había dejado de soñar con un futuro feliz y no sabía lo afortunado que era de tener una familia. Pero, después de ayudarlo a encontrar la esperanza que había perdido, no pudo evitar desear que Joe le hiciera el mejor regalo de Navidad: una proposición de matrimonio.
Autor: La autora de esta adaptacion que subire soy yo (Laura Jonas)
Adaptación: Si
Género: Romance, Drama
Advertencias: Umn...es algo corta
Otras Páginas: Ps...quizas hayan
Una proposicion Navideña
Contratada: un ángel de Navidad.
Con las temidas Navidades cerca, lo último que el empresario viudo Joseph Jonas necesitaba era una compradora personal que quisiera algo personal. ¿Qué parte de “quiero estar solo” no entendía _______ Hawley? Parecía empeñada en hacerle entrar en el espíritu navideño…
________ descubrió que Joe había dejado de soñar con un futuro feliz y no sabía lo afortunado que era de tener una familia. Pero, después de ayudarlo a encontrar la esperanza que había perdido, no pudo evitar desear que Joe le hiciera el mejor regalo de Navidad: una proposición de matrimonio.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
primeraa lectora !!
Siguelaaa
porfis Ya sube el primer cap!
Se qe amare esta nove :D
Siguelaaa
porfis Ya sube el primer cap!
Se qe amare esta nove :D
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
Capitulo 1
Joseph Jonas estaba acostumbrado a que la gente hiciera las cosas de cierta manera. Su manera.
Por esa razón le molestaba tanto el mensaje que acababa de escuchar en su buzón de voz.
Después de cerrar el móvil, lo tiró sobre el asiento de la limusina mientras miraba por la ventanilla los coches que intentaban llegar al centro de Denver.
¿Qué había querido decir _______ Hawley con eso de que «iba a pasar por su oficina más tarde para hablar sobre los regalos»? ¿De qué tenían que hablar?
Había visto a su antigua compradora personal sólo en un puñado de ocasiones durante los últimos años. El resto de sus comunicaciones con Carole Deming habían sido siempre por teléfono, por fax, e-mail o a través de alguna secretaria. Joe preparaba una lista de nombres y la cantidad que juzgaba necesaria gastar y Carole se encargaba de comprar, envolver y entregar cada regalo a su destinatario. Misión cumplida, todo el mundo contento.
Bueno, pues él ya no estaba contento.
_______ Hawley decía en el mensaje que tenía que hacerle unas preguntas sobre la lista. _______ decía que prefería ver al cliente cara a cara al menos una vez antes de ponerse a trabajar. _________ decía que eso la ayudaba a personalizar las compras. ________ decía…
Joe se pasó una mano por la cara, dejando escapar un suspiro. Aquél era el tercer mensaje que había recibido de esa mujer. Pero él no tenía tiempo para lidiar con eso, como no tenía tiempo para la Navidad. Y no podía evitar preguntarse qué habría poseído a Carole, que estaba recuperándose de una operación de rodilla, para sugerir que esa mujer la reemplazase.
Tal vez debería llamar a Carole para ver si podía recomendarle a otra persona, alguien que no hiciese tantas preguntas. Alguien que, sencillamente, aceptase las órdenes sin molestar.
La limusina se detuvo frente al edificio de oficinas de Servicios Financieros Jonas, una empresa creada por su abuelo, Clive Jonas. Su abuelo había muerto doce años antes y el padre de Joe, Paul, se había retirado la primavera anterior. Desde entonces él estaba a cargo de la empresa y le gustaba dirigirla con mano de hierro.
Su secretaría se levantó en cuanto las puertas del ascensor se abrieron. Su nombre era Rachel Stern y era una mujer de pelo gris, hombros tan anchos como los de un jugador de rugby y una cara que habría hecho que un criminal cruzase la calle para no rozarse con ella. En los doce años que Rachel había sido su secretaria, Joe no recordaba haberla visto sonreír ni una sola vez. Pero era una persona muy eficiente y dedicada a su trabajo. Incluso a veces podría jurar que sabía lo que necesitaba antes de que él se lo hubiera pedido.
Y esa mañana no era diferente. Rachel se colocó tras él mientras entraba en su despacho, habiéndole de la agenda del día mientras se quitaba el abrigo y los guantes.
—Han llamado los de Darien Cooper. Están en un atasco y llegarán quince minutos tarde, pero he colocado carpetas informativas en la sala de juntas y la presentación de Power Point está preparada.
—¿Y mi discurso para la Cámara de Comercio de Denver de esta noche? —preguntó Joe.
—Revisada y sobre su escritorio. La cadena de televisión quiere grabar una mini-entrevista previa, ya que tendrá lugar después de las noticias de la noche, y me he tomado la libertad de resaltar un par de frases que suenan bien.
—Estupendo.
—Ah, y ha llamado su madre.
Joe apretó los dientes. Tenía que recordarse a sí mismo que la única razón por la que su madre llamaba era porque lo quería y estaba preocupada por él. Claro que eso no evitaba que se sintiera culpable.
—¿Ha dicho que la llame?
—No, sólo quiere que no se olvide que debe llevar el esmoquin a la tintorería para la cena de este fin de semana. Ha reservado sitio para usted en la mesa y se niega a aceptar una negativa.
Dawson contuvo un suspiro. La cena benéfica de Denisse Jonas era el evento más importante del año entre la élite de Denver. Él había esperado que se conformase con un cheque, pero aquel año se celebraba el veinticinco aniversario y no tenía la menor duda de que su madre sería capaz de ir a buscarlo a casa si se atrevía a no aparecer.
La causa merecía la pena ya que recaudaban fondos para los menos afortunados, pero no le apetecía ir. Antes no le importaba ponerse un esmoquin y pasar la noche charlando con algunas de las personas más importantes de la ciudad, pero durante los últimos años había inventado excusas para no acudir al evento, que se celebraba siempre el segundo sábado después del día de Acción de Gracias. Era un mal momento del año para él. El peor, de hecho.
Joe había agradecido que su madre, una persona para quien las apariencias eran importantes, le permitiese evitarlo durante los últimos años pero, aparentemente, la amnistía había terminado.
Y ella decía que había heredado la vena obstinada de su padre…
Joe miró su reloj.
—Mi ama de llaves debería haber llegado ya. Llámala, por favor. Ingrid se encargará de llevar el esmoquin a la tintorería. Y cuando tengas un minuto…
—Una taza de café, un barrita de pan con queso y un plato de fruta fresca —terminó Rachel la frase por él.
—Por favor.
Su eficiente secretaria prácticamente podía leer sus pensamientos. Mientras ________ Hawley era incapaz de entender una simple lista de nombres y regalos incluso cuando incluía el sexo, la edad y qué clase de relación mantenía cada persona con él.
—¿Quiere alguna cosa más? —le preguntó Rachel.
—Pues sí, la verdad es que sí —dijo él, sacando el móvil del bolsillo—. Llama a la señorita Hawley de mi parte. Es la compradora personal que me recomendó Carole. Dile que estoy muy ocupado y no puedo verla hoy. Y, aunque la lista de regalos que le envié la semana pasada debería explicarlo todo, mira a ver si puedes ayudarla con sus dudas.
—Muy bien.
—Gracias —Joe levantó una mano para darse un masaje en el cuello. Le dolía desde el accidente de coche en el que su mujer y su hija habían perdido la vida, tres años atrás, y la tensión lo empeoraba. En aquella época del año, cuando los recuerdos y la pena eran inevitables, se volvía prácticamente insoportable.
—¿Le duele la espalda otra vez? —preguntó Rachel, sin la nota de compasión que él tanto detestaba. Lo último que deseaba era ser objeto de piedad.
Y, sin embargo, sabía que se había convertido en eso a ojos de los demás.
El pobre Joe Jonas.
—Un poco.
—Llamaré a Wanda para ver si puede venir a darle un masaje antes de la reunión de esta tarde —dijo Rachel, refiriéndose a la masajista que lo trataba desde el accidente.
Pero, aunque le hacía mucha falta, Joe negó con la cabeza.
—No, me encontré con Nick Freely cuando salía de la oficina anoche y le prometí que esta tarde buscaría un rato para revisar su carpeta de acciones.
—Puedo llamarlo para decirle que venga mañana.
—No, dile a Wanda que vaya a mi casa esta noche. Así estaré relajado para dar el discurso.
Cuando Rachel salió del despacho, Joe pensó que aquel año debería darle una paga extra. Se la merecía.
________ Hawley también se merecía algo, decidió más tarde. Y no era una compensación económica.
Estaba tumbado en la camilla portátil que su masajista había colocado en medio del salón, tapado con una sábana, cuando su ama de llaves llamó a la puerta.
—Perdone, señor Jonas, tiene visita.
¿Visita? Él no esperaba a nadie. Apenas tenía una hora ante de marcharse para dar el discurso en la Cámara de Comercio. Mientras Wanda masajeaba su dolorida espalda con unas manos de las que un leñador canadiense se sentiría orgulloso, Joe le preguntó, entre dientes:
—¿Quién es?
—_______ Hawley.
Él levantó la cabeza.
—¿Está aquí?
—Sí.
Aquella mujer era una pesada y, evidentemente, incapaz de hacer su trabajo. Incluso después de hablar con Raquel seguía molestándolo.
—Dile que estoy indispuesto.
—Lo he hecho, señor Jonas. Pero insiste en verlo —dijo Ingrid.
—¿Insiste? Bueno, si insiste… —a Joe se le ocurrió una forma de librarse de ella—. Dile que entre.
—¿Ahora mismo? —el ama de llaves lo miró, perpleja.
—Sí, ahora mismo.
Si _______ Hawley quería verlo, iba a verlo. Claro que iba a verlo. :lol!:
Ingrid miró su espalda desnuda y la sábana, que tapaba modestamente la parte esencial, dejando las piernas al descubierto. Tenía edad suficiente para ser su madre, de hecho la había contratado a instancias de su madre, y el frunce de sus labios le decía con toda claridad lo inapropiada que le parecía tal sugerencia. Pero como todas, o como la mayoría, de las personas que trabajaban para él, hizo lo que le pedía sin protestar.
—Muy bien —murmuró, saliendo del salón.
—Sigue, Wanda —suspiró Joe, antes de apoyar la cabeza en la camilla una vez más.
La masajista estaba trabajando en su espina dorsal como un karateka cuando oyó que se abría la puerta unos segundos después. La persona que entró contuvo el aliento y, aunque era un poco mezquino por su parte, Joe sonrió.
—Ah, está usted…
—Ocupado —terminó Joe la frase por ella.
Entonces oyó una risita femenina.
—En realidad iba a decir desnudo. :lol!:
—No del todo —murmuró él, frunciendo el ceño. No parecía tan asustada como había esperado.
—Soy ________ Hawley.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
—Sí, lo sé. Aunque mi ama de llaves no la hubiese anunciado, habría reconocido su voz por los mensajes que me ha dejado en el móvil.
—Unos mensajes que no me ha devuelto —________ tuvo la audacia de recordarle.
—Sí se le han devuelto. La llamó mi secretaria.
—Ah, sí, la señora Stern. Pero si hubiera querido hablar con su secretaria la habría llamado a ella directamente. Tengo que hablar con usted, señor Jonas.
Joe notó que los músculos de su espalda empezaban a ponerse tensos de nuevo a pesar del masaje de Wanda.
—Mire, señorita Hawley, imagino que Carole Deming le habrá dicho más o menos lo que suelo comprar. Se trata de comprar regalos, no de ecuaciones cuánticas. Si no puede hacer el trabajo…
—Pues claro que puedo hacer el trabajo, pero yo creo en hacer las cosas bien —lo interrumpió ella, orgullosa. En otro sitio, en otra ocasión, lo habría admirado, pero en aquel momento no tenía tiempo ni paciencia.
—Lo siento, pero…
—No le robaré mucho tiempo, se lo prometo.
Joe tuvo que suspirar. Estaba siendo un grosero y lo sabía, pero aquella mujer lo sacaba de quicio.
—Muy bien, dígame cuál es el problema.
—¿Quiere que hablemos ahora mismo? —le preguntó ella, incrédula.
—Ahora mismo es el único momento que tengo. Mi agenda es muy apretada y lo seguirá siendo durante los próximos días.
—Ah, ya veo.
Joe había pensado que eso la haría salir corriendo pero, de repente, oyó el repiqueteo de unos tacones sobre el suelo de madera.
—Tengo algunas dudas —empezó a decir ________ Hawley, con el tono de alguien a quien no le importaba en absoluto hablar con un hombre medio desnudo. Tal vez, como su ama de llaves y su secretaria, también ella era una mujer mayor.
—¿Qué dudas?
—Bueno, aparte de sus socios y sus conocidos, en la lista incluye a amigos y familiares.
—Mis padres, mi hermana, su marido y sus hijos —dijo él—. Sé muy bien a quién he incluido en la lista, señorita Hawley, la hice yo mismo.
Bueno, la había hecho su secretaria, pero él había dado su aprobación.
—Yo hago las cosas de manera diferente cuando se trata de familiares.
Los tacones repiquetearon de nuevo antes de aparecer en su campo de visión y Joe supo que estaba equivocado sobre la edad de ___________ Hawley al ver unos zapatos de tacón de aguja. Eran de piel de cocodrilo, falsa naturalmente, teñida de rojo.
Pero ésa no era la razón por la que tuvo que sustraer unas cuantas décadas a su edad.
¡Las mujeres de la generación de su madre normalmente no se tatuaban mariposas en el tobillo!
La curiosidad hizo que se incorporase para mirarla…
Y deseó no haberlo hecho. Porque el resto de _________ Hawley, desde las curvas que llenaban el vestido de punto hasta el pelo oscuro que caía sobre sus hombros, era tan sexy como los zapatos, como las piernas y como el tatuaje.
Y, de repente, el hecho de estar desnudo no le daba la ventaja que había esperado. No, al contrario.
La ventaja era ahora de la belleza morena que estaba frente a él, con los brazos cruzados, una ceja levantada y un brillo burlón en los ojos.
Joe miró a Wanda por encima del hombro.
—Wanda, yo creo que por hoy es suficiente.
—No sé, señor Jonas. A mí me parece que sigue muy tenso —protestó la masajista.
Por el rabillo del ojo, le pareció ver que ________ sonreía.
—Estoy bien —insistió él, volviéndose luego para mirar a Eve—. Déme quince minutos y repasaremos esas dudas suyas.
—De acuerdo.
Esta vez estaba seguro de que disimulaba una sonrisa mientras salía del salón.
_________ esperó en el cuarto de estar, al lado de la cocina. El ama de llaves le había llevado amablemente una taza de té y estaba tomándolo a sorbitos mientras miraba las alegres llamas de la chimenea y pensaba en su cuente.
Joe Jonas era una sorpresa y no sólo porque lo hubiera visto tumbado en una camilla de masaje, apenas tapado con una sábana. No era el ejecutivo grueso de mediana edad que tan a menudo contrataba sus servicios… aunque gracias a esos hombres ella llevaba una década pagando sus facturas. Pero no había esperado que Joe fuera tan joven, tan guapo y tan… atlético.
Ella era una mujer soltera de veintinueve años, de modo que sería imposible que se le escapara un detalle como aquél.
Era relativamente nueva en Denver, y en el estado de Colorado, pero lo bueno de su trabajo era que podía hacerlo en cualquier parte. Había querido empezar de nuevo después de una ruptura sentimental particularmente dolorosa la primavera anterior y, después de buscar en Internet, había decidido que un sitio con un paisaje tan bonito como Denver podría ser su nuevo hogar.
De modo que se había mudado allí y había empezado a hacerse con una cartera de clientes. Fue un golpe de suerte conocer a Carole Deming mientras compraba en una boutique unos meses antes porque se habían caído bien de inmediato. Que Carole fuese quince años mayor que ella, y que técnicamente fuese la competencia, no había sido un impedimento para que forjasen una buena amistad.
Además, Carole había sido tan amable como para pasarle clientes mientras se recuperaba de una operación de rodilla.
¿Qué le había dicho sobre Joe Jonas?
«Creo que podría ser un reto para ti».
Entonces había pensado que se refería a la lista de regalos, no a su personalidad.
Pero ahora entendía perfectamente por qué lo había dicho riendo. ¿Un reto? Pasar por encima de ese centurión de secretaria era una tarea imposible, por eso había decidido aparecer en su casa sin avisar.
A ella no le importaban los clientes difíciles. Había trabajado para muchos; gente muy exigente que le daba carta blanca para comprar regalos de empresa o ropa para ellos… y que después siempre tenía alguna queja. Pero aquello era diferente.
Sencillamente, no podía hacer lo que Joe quería que hiciera sin reunir un poco más de información. No estaba bien.
En su opinión, la familia merecía algo más. No le importaba comprar los regalos por él, pero no quería que fuesen tan impersonales.
_______ suspiró, dejando la taza sobre la mesa para acercarse a la chimenea. Su madre había muerto cuando ella tenía ocho años. Suicidio, se había rumoreado. La alternativa, una sobredosis accidental de medicamentos, era igualmente dolorosa porque la familia de su madre culpaba a su padre.
Desde entonces había tenido que ir de la casa de un pariente a otra porque su padre había desaparecido para intentar hacer realidad su sueño de ser músico profesional.
O, para ser más claros, se había escapado de una realidad que no podía aceptar.
Lo último que había sabido de él era que tocaba en un pub en Myrtle Beach. A los sesenta años, Buck Hawley ya no seguía esperando una oportunidad, pero sí seguía huyendo.
Y se había perdido más de dos décadas de la vida de su hija, aunque siempre le enviaba un regalo por su cumpleaños o por Navidad. _________ odiaba esos regalos porque siempre eran cosas impersonales que no había comprado él mismo.
Ni siquiera era suya la firma en la mayoría de las tarjetas.
De pequeña eso le había dolido mucho y tantos años después seguía doliéndole. Había necesitado a su padre cuando era niña y, como mínimo, le habría gustado saber que elegía esos regalos personalmente, pensando en ella. De modo que cuando un cliente le pedía que comprase algo para un ser querido, _________ exigía saber algo más que el nombre y la edad…
—¿Quiere más té?
_________ se volvió al escuchar la voz masculina. Allí estaba Joe Jonas, el pelo oscuro echado hacia atrás y recién afeitado. Llevaba un traje de chaqueta oscuro que parecía italiano, una camisa blanca y una corbata de colores discretos y, sin embargo, su corazón dio el mismo vuelco que había dado cuando lo vio tumbado en la camilla, medio desnudo.
—Unos mensajes que no me ha devuelto —________ tuvo la audacia de recordarle.
—Sí se le han devuelto. La llamó mi secretaria.
—Ah, sí, la señora Stern. Pero si hubiera querido hablar con su secretaria la habría llamado a ella directamente. Tengo que hablar con usted, señor Jonas.
Joe notó que los músculos de su espalda empezaban a ponerse tensos de nuevo a pesar del masaje de Wanda.
—Mire, señorita Hawley, imagino que Carole Deming le habrá dicho más o menos lo que suelo comprar. Se trata de comprar regalos, no de ecuaciones cuánticas. Si no puede hacer el trabajo…
—Pues claro que puedo hacer el trabajo, pero yo creo en hacer las cosas bien —lo interrumpió ella, orgullosa. En otro sitio, en otra ocasión, lo habría admirado, pero en aquel momento no tenía tiempo ni paciencia.
—Lo siento, pero…
—No le robaré mucho tiempo, se lo prometo.
Joe tuvo que suspirar. Estaba siendo un grosero y lo sabía, pero aquella mujer lo sacaba de quicio.
—Muy bien, dígame cuál es el problema.
—¿Quiere que hablemos ahora mismo? —le preguntó ella, incrédula.
—Ahora mismo es el único momento que tengo. Mi agenda es muy apretada y lo seguirá siendo durante los próximos días.
—Ah, ya veo.
Joe había pensado que eso la haría salir corriendo pero, de repente, oyó el repiqueteo de unos tacones sobre el suelo de madera.
—Tengo algunas dudas —empezó a decir ________ Hawley, con el tono de alguien a quien no le importaba en absoluto hablar con un hombre medio desnudo. Tal vez, como su ama de llaves y su secretaria, también ella era una mujer mayor.
—¿Qué dudas?
—Bueno, aparte de sus socios y sus conocidos, en la lista incluye a amigos y familiares.
—Mis padres, mi hermana, su marido y sus hijos —dijo él—. Sé muy bien a quién he incluido en la lista, señorita Hawley, la hice yo mismo.
Bueno, la había hecho su secretaria, pero él había dado su aprobación.
—Yo hago las cosas de manera diferente cuando se trata de familiares.
Los tacones repiquetearon de nuevo antes de aparecer en su campo de visión y Joe supo que estaba equivocado sobre la edad de ___________ Hawley al ver unos zapatos de tacón de aguja. Eran de piel de cocodrilo, falsa naturalmente, teñida de rojo.
Pero ésa no era la razón por la que tuvo que sustraer unas cuantas décadas a su edad.
¡Las mujeres de la generación de su madre normalmente no se tatuaban mariposas en el tobillo!
La curiosidad hizo que se incorporase para mirarla…
Y deseó no haberlo hecho. Porque el resto de _________ Hawley, desde las curvas que llenaban el vestido de punto hasta el pelo oscuro que caía sobre sus hombros, era tan sexy como los zapatos, como las piernas y como el tatuaje.
Y, de repente, el hecho de estar desnudo no le daba la ventaja que había esperado. No, al contrario.
La ventaja era ahora de la belleza morena que estaba frente a él, con los brazos cruzados, una ceja levantada y un brillo burlón en los ojos.
Joe miró a Wanda por encima del hombro.
—Wanda, yo creo que por hoy es suficiente.
—No sé, señor Jonas. A mí me parece que sigue muy tenso —protestó la masajista.
Por el rabillo del ojo, le pareció ver que ________ sonreía.
—Estoy bien —insistió él, volviéndose luego para mirar a Eve—. Déme quince minutos y repasaremos esas dudas suyas.
—De acuerdo.
Esta vez estaba seguro de que disimulaba una sonrisa mientras salía del salón.
_________ esperó en el cuarto de estar, al lado de la cocina. El ama de llaves le había llevado amablemente una taza de té y estaba tomándolo a sorbitos mientras miraba las alegres llamas de la chimenea y pensaba en su cuente.
Joe Jonas era una sorpresa y no sólo porque lo hubiera visto tumbado en una camilla de masaje, apenas tapado con una sábana. No era el ejecutivo grueso de mediana edad que tan a menudo contrataba sus servicios… aunque gracias a esos hombres ella llevaba una década pagando sus facturas. Pero no había esperado que Joe fuera tan joven, tan guapo y tan… atlético.
Ella era una mujer soltera de veintinueve años, de modo que sería imposible que se le escapara un detalle como aquél.
Era relativamente nueva en Denver, y en el estado de Colorado, pero lo bueno de su trabajo era que podía hacerlo en cualquier parte. Había querido empezar de nuevo después de una ruptura sentimental particularmente dolorosa la primavera anterior y, después de buscar en Internet, había decidido que un sitio con un paisaje tan bonito como Denver podría ser su nuevo hogar.
De modo que se había mudado allí y había empezado a hacerse con una cartera de clientes. Fue un golpe de suerte conocer a Carole Deming mientras compraba en una boutique unos meses antes porque se habían caído bien de inmediato. Que Carole fuese quince años mayor que ella, y que técnicamente fuese la competencia, no había sido un impedimento para que forjasen una buena amistad.
Además, Carole había sido tan amable como para pasarle clientes mientras se recuperaba de una operación de rodilla.
¿Qué le había dicho sobre Joe Jonas?
«Creo que podría ser un reto para ti».
Entonces había pensado que se refería a la lista de regalos, no a su personalidad.
Pero ahora entendía perfectamente por qué lo había dicho riendo. ¿Un reto? Pasar por encima de ese centurión de secretaria era una tarea imposible, por eso había decidido aparecer en su casa sin avisar.
A ella no le importaban los clientes difíciles. Había trabajado para muchos; gente muy exigente que le daba carta blanca para comprar regalos de empresa o ropa para ellos… y que después siempre tenía alguna queja. Pero aquello era diferente.
Sencillamente, no podía hacer lo que Joe quería que hiciera sin reunir un poco más de información. No estaba bien.
En su opinión, la familia merecía algo más. No le importaba comprar los regalos por él, pero no quería que fuesen tan impersonales.
_______ suspiró, dejando la taza sobre la mesa para acercarse a la chimenea. Su madre había muerto cuando ella tenía ocho años. Suicidio, se había rumoreado. La alternativa, una sobredosis accidental de medicamentos, era igualmente dolorosa porque la familia de su madre culpaba a su padre.
Desde entonces había tenido que ir de la casa de un pariente a otra porque su padre había desaparecido para intentar hacer realidad su sueño de ser músico profesional.
O, para ser más claros, se había escapado de una realidad que no podía aceptar.
Lo último que había sabido de él era que tocaba en un pub en Myrtle Beach. A los sesenta años, Buck Hawley ya no seguía esperando una oportunidad, pero sí seguía huyendo.
Y se había perdido más de dos décadas de la vida de su hija, aunque siempre le enviaba un regalo por su cumpleaños o por Navidad. _________ odiaba esos regalos porque siempre eran cosas impersonales que no había comprado él mismo.
Ni siquiera era suya la firma en la mayoría de las tarjetas.
De pequeña eso le había dolido mucho y tantos años después seguía doliéndole. Había necesitado a su padre cuando era niña y, como mínimo, le habría gustado saber que elegía esos regalos personalmente, pensando en ella. De modo que cuando un cliente le pedía que comprase algo para un ser querido, _________ exigía saber algo más que el nombre y la edad…
—¿Quiere más té?
_________ se volvió al escuchar la voz masculina. Allí estaba Joe Jonas, el pelo oscuro echado hacia atrás y recién afeitado. Llevaba un traje de chaqueta oscuro que parecía italiano, una camisa blanca y una corbata de colores discretos y, sin embargo, su corazón dio el mismo vuelco que había dado cuando lo vio tumbado en la camilla, medio desnudo.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
—No, gracias —contestó.
—No es que quiera meterle prisa, pero tengo que marcharme dentro de poco. Creo que dijo que no tardaríamos mucho.
—No, claro que no —________ tomó el maletín que había dejado al lado de la silla—. Yo hago las cosas de manera diferente a como las hace Carole…
—De eso ya me he dado cuenta —replicó él, burlón.
—Para empezar, cuando tengo que comprar cosas para parientes cercanos, como los de su lista, necesito saber algo sobre ellos. Algo más que el sexo y la edad —sonrió _______ al ver que Joe estaba a punto de decir algo—. Por ejemplo, ¿cuáles son sus aficiones? ¿Tienen un color favorito? ¿Coleccionan algo? ¿A los niños les gustan los videojuegos, los deportes? ¿Quién es su cantante favorito? Yo no creo en las cestas de fruta ni en los ramos de flores; cualquiera puede comprar eso. No hay que esforzarse nada, de modo que nunca compro esos regalos.
—Entonces, tal vez he contratado a la persona equivocada.
_________ creyó ver el símbolo del dólar ante sus ojos. Aquél era un encargo importante y la comisión serviría para engordar su cuenta corriente, que había quedado muy mermada después de la mudanza. Aun así, cruzó los brazos y parpadeó varias veces para borrar el símbolo del dólar.
—Tal vez sí, pero es una cuestión de principios.
Joe la estudió durante unos segundos antes de preguntar:
—¿Qué necesita?
Ella sacó una carpeta del maletín.
—Dado lo difícil que es hablar con usted, he decidido que en lugar de entrevistarle le daría un cuestionario. Rellénelo a su conveniencia, pero si pudiera devolvérmelo el lunes le estaría muy agradecida.
—¿Alguna cosa más?
El tono sarcástico no le pasó desapercibido, pero decidió pasarlo por alto.
—Pues sí, la verdad es que sí. No me importa volar a ciegas cuando se trata de comprar regalos para socios o conocidos, pero si tiene alguna anécdota personal o algún detalle sobre las otras personas de su lista, le agradecería que lo anotase también. De hecho, puede anotar todo lo que le parezca relevante en la línea que he puesto al lado de cada nombre.
—Tal vez debería ir de compras con usted.
De nuevo, _________ decidió pasar por alto el sarcasmo.
—Es muy amable, pero eso no será necesario —contestó, con una dulce sonrisa—. A menos que quiera hacerlo, claro. No me vendría mal alguien que cargase con las bolsas hasta el aparcamiento.
No sabía de dónde había salido la ironía porque ella siempre era muy amable con sus clientes. Tal vez lo encontraba particularmente arrogante.
—Perdone… ¿señor Jonas? —lo llamó el ama de llaves—. El chófer está en la puerta.
—Muy bien —Joe se volvió hacia ________ Hawley de nuevo—. Me parece que ya hemos terminado.
—Por ahora —dijo ella. Y tuvo la satisfacción de verlo fruncir el ceño.
—No es que quiera meterle prisa, pero tengo que marcharme dentro de poco. Creo que dijo que no tardaríamos mucho.
—No, claro que no —________ tomó el maletín que había dejado al lado de la silla—. Yo hago las cosas de manera diferente a como las hace Carole…
—De eso ya me he dado cuenta —replicó él, burlón.
—Para empezar, cuando tengo que comprar cosas para parientes cercanos, como los de su lista, necesito saber algo sobre ellos. Algo más que el sexo y la edad —sonrió _______ al ver que Joe estaba a punto de decir algo—. Por ejemplo, ¿cuáles son sus aficiones? ¿Tienen un color favorito? ¿Coleccionan algo? ¿A los niños les gustan los videojuegos, los deportes? ¿Quién es su cantante favorito? Yo no creo en las cestas de fruta ni en los ramos de flores; cualquiera puede comprar eso. No hay que esforzarse nada, de modo que nunca compro esos regalos.
—Entonces, tal vez he contratado a la persona equivocada.
_________ creyó ver el símbolo del dólar ante sus ojos. Aquél era un encargo importante y la comisión serviría para engordar su cuenta corriente, que había quedado muy mermada después de la mudanza. Aun así, cruzó los brazos y parpadeó varias veces para borrar el símbolo del dólar.
—Tal vez sí, pero es una cuestión de principios.
Joe la estudió durante unos segundos antes de preguntar:
—¿Qué necesita?
Ella sacó una carpeta del maletín.
—Dado lo difícil que es hablar con usted, he decidido que en lugar de entrevistarle le daría un cuestionario. Rellénelo a su conveniencia, pero si pudiera devolvérmelo el lunes le estaría muy agradecida.
—¿Alguna cosa más?
El tono sarcástico no le pasó desapercibido, pero decidió pasarlo por alto.
—Pues sí, la verdad es que sí. No me importa volar a ciegas cuando se trata de comprar regalos para socios o conocidos, pero si tiene alguna anécdota personal o algún detalle sobre las otras personas de su lista, le agradecería que lo anotase también. De hecho, puede anotar todo lo que le parezca relevante en la línea que he puesto al lado de cada nombre.
—Tal vez debería ir de compras con usted.
De nuevo, _________ decidió pasar por alto el sarcasmo.
—Es muy amable, pero eso no será necesario —contestó, con una dulce sonrisa—. A menos que quiera hacerlo, claro. No me vendría mal alguien que cargase con las bolsas hasta el aparcamiento.
No sabía de dónde había salido la ironía porque ella siempre era muy amable con sus clientes. Tal vez lo encontraba particularmente arrogante.
—Perdone… ¿señor Jonas? —lo llamó el ama de llaves—. El chófer está en la puerta.
—Muy bien —Joe se volvió hacia ________ Hawley de nuevo—. Me parece que ya hemos terminado.
—Por ahora —dijo ella. Y tuvo la satisfacción de verlo fruncir el ceño.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
Listo ahi el capi uno :D
Y Jimee Jonas <3 me encanta volverte a ver en una de mis noves :D
Y Jimee Jonas <3 me encanta volverte a ver en una de mis noves :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
& ami me encanta la nove!♫ Laura Jonas escribió:Listo ahi el capi uno :D
Y Jimee Jonas <3 me encanta volverte a ver en una de mis noves :D
hay maanera de que subas otro cap!! :)
Porfavor si?
otro cap! que te cuesta ;)
Siguelaa
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
otro cap!
siguela
siguelaa
siguelaaa
siguelaaaa un cap mas! :)
siguelaaa
siguelaa
siguela
siguela
siguelaa
siguelaaa
siguelaaaa un cap mas! :)
siguelaaa
siguelaa
siguela
☎ Jimena Horan ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
nueva lectora!!!
esta super super la nove
esnerio se ve
muy divertida
siguela
esta super super la nove
esnerio se ve
muy divertida
siguela
andreita
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
OLIS!!!!!!!!!
Grax a todas mis nuevas lectoras!!!!!!!!!
Jazz_princess_jonas y andreita que bueno que les haya gustado la nove
Ahora mismo subo capi 2 :D
Grax a todas mis nuevas lectoras!!!!!!!!!
Jazz_princess_jonas y andreita que bueno que les haya gustado la nove
Ahora mismo subo capi 2 :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Una proposicion navideña (Joe y tu)
Capitulo 2
Joe se enorgullecía de ser la clase de persona que encontraba soluciones imaginativas a cualquier problema. Al fin y al cabo, era una de las cualidades que lo había ayudado a triunfar en los negocios. De modo que cuando la adversidad llamó a la puerta el viernes por la tarde, no se preocupó lo más mínimo.
—Su madre está en la línea uno y __________ Hawley en la línea dos —le informó Rachel.
—Hablaré con mi madre, dile a _________ Hawley que la llamaré más tarde —contestó él mirando la carpeta del cuestionario, que aún no había tenido tiempo de rellenar.
Imaginaba para qué lo llamaba ________ y también sabía lo que quería su madre: la cena benéfica del sábado.
—Hola, mamá.
—Joe, cariño, ¿cómo estás?
—Bien, bien.
—Siempre dices lo mismo —lo regañó ella—. Pero yo sigo preocupada por ti.
—No tienes por qué, mamá.
Pero Denisse Jonas no estaba de acuerdo.
—Las madres siempre se preocupan por los hijos, es lo más natural.
—Soy un adulto, mamá. Cumpliré treinta y ocho años el mes que viene —le recordó Joe.
—La edad no importa. Ni la tuya ni la mía —Denisse se quedó callada unos segundos—. Sé que es un momento del año difícil para ti.
—Mamá…
—Es un momento del año difícil para todos, hijo. Todos echaremos de menos a Sheila e Isabelle.
Escuchar los nombres de su difunta esposa y su hija hizo que la voz de Joe se rompiera:
—Mamá, por favor.
—Joe…
—Prefiero no hablar de ellas, creo que siempre se lo he dejado claro a todo el mundo.
—Lo que está claro es que te has encerrado en una prisión durante tres largos años. Tú siempre has sido una persona muy rígida, pero con los años te has convertido en un maníaco del control, del trabajo. No tienes tiempo para la familia o los amigos y mucho menos para ti mismo. Te pasas todo el día en la oficina…
—Y la empresa se beneficia de ello —le recordó Joe—. Los beneficios del trimestre pasado han sido los mejores en nuestra historia.
—A tu padre y a mí nos importa un bledo la empresa —replicó Denisse. Y que su madre hubiera usado una expresión medianamente vulgar hizo que Joe parpadease, sorprendido. Ella jamás levantaba la voz y nunca perdía los nervios. Claro que nunca había sido necesario porque siempre había tenido maneras más efectivas de hacer que sus hijos la obedecieran—. Odio decir esto, pero estoy muy decepcionada contigo.
Joe se echó hacia atrás en el sillón y cerró los ojos. Tuviera ocho o treinta y ocho años, ese arma en particular no le fallaba nunca.
—Siento que sea así, mamá —le dijo, con tono contrito.
—¿Has hecho planes para las navidades?
Por costumbre, el día de Nochebuena siempre se reunían para cenar en la finca de sus padres. De hecho, ése era su destino cuando sufrió el accidente. Desde entonces no había podido volver allí.
—Tú sabes que sí.
—¿Te vas a Saint Tropez de nuevo? —le preguntó su madre, sin disimular su desilusión.
Joe había ido allí los últimos dos años, incapaz de quedarse en Denver en el aniversario de la muerte de su mujer y su hija. Aquel año, sin embargo, había decidido cambiar de destino.
—No, en realidad había pensado ir a Cabo San Lucas. He alquilado una casita hasta Año Nuevo.
Como Saint Tropez era un sitio soleado con preciosas playas y, sobre todo, donde nadie lo conocía, la gente no le preguntaría cómo estaba, inclinando a un lado la cabeza en un gesto de lástima, ni lo miraría con una sonrisa que no podía camuflar su compasión.
—¿Solo? —le preguntó su madre.
—Mamá…
—No me molestaría tanto que te negaras a pasar las navidades con nosotros si al menos supiera que ibas a pasarlas con alguien especial.
—Estoy bien —repitió Joe.
—¿Estás saliendo con alguien, hijo?
—He salido con varias chicas —admitió él.
En realidad, había salido con dos chicas. Y las dos citas habían sido un auténtico desastre; desde las conversaciones incómodas del principio a los besos de buenas noches al final. Los dos intentos lo habían dejado sintiéndose culpable y furioso con el destino otra vez, pero no veía la necesidad de compartir esa información con su madre.
Sin embargo, ella debía habérselo figurado porque siguió diciendo:
—En algún momento tendrás que seguir adelante con tu vida, Joe.
—Ya lo hago —insistió él. Y así era, se levantaba de la cama todos los días, ¿no? Iba a trabajar y la empresa familiar obtenía más beneficios que cuando la dirigía su padre.
Pero, como siempre, su madre fue al grano:
—Pero no te has perdonado a ti mismo.
No. No se había perdonado a sí mismo. No podía perdonarse. Joe cerró los ojos, pero al hacerlo lo vio todo de nuevo…
Era él quien conducía esa nevada Nochebuena. Era él quien controlaba su destino hasta que una carretera helada lo había cambiado todo.
Él fue el único que sobrevivió al accidente, con un simple corte en la frente y un brazo roto. Su mujer había muerto instantáneamente y, aunque su hija llegó viva al hospital, horas después el cirujano salió del quirófano para darle la noticia que por nada del mundo querría escuchar un padre:
—Lo siento, señor Jonas. Hemos hecho todo lo posible, pero no hemos podido salvarla.
¿Cómo iba a perdonarse a sí mismo?
La voz de su madre lo devolvió al presente.
—Quiero que seas feliz, hijo.
Joe abrió los ojos, pasándose la mano libre por ellos.
No lo entendía. Nadie lo entendía. Para él, la felicidad había dejado de ser algo importante.
—No te preocupes por mí, mamá —volvió a decirle.
—La hija de los Harrison ha vuelto de California.
Una campanita de alarma empezó a sonar en su cerebro…
—¿La que se casó hace un par de años?
—Sí, pero ahora está divorciada. Me encontré con ella en el club de campo hace un par de semanas y sigue teniendo esa personalidad tan agradable, tan alegre. Irá a la cena y había pensado que podría sentarla en nuestra mesa, así seríamos un número par.
Joe se irguió en el sillón. Aquello era lo último que necesitaba.
—Mamá, preferiría que no lo hicieras.
—Es una chica encantadora, hijo, lo pasareis bien. No tiene que ser nada serio… de hecho, no creo que ella esté preparada para otra relación tan pronto después de su divorcio. Pero al menos tendrás la oportunidad de conocer a alguien. La llamaré en cuanto cuelgue —anunció Denisse, encantada consigo misma.
♫ Laura Jonas ♥
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