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"UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
joe fe al clu tan hermoso :)
no me gusta ella como le huye pobre joseph ajajjaja
bueno natu y cuando hay besote :)???
no me gusta ella como le huye pobre joseph ajajjaja
bueno natu y cuando hay besote :)???
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 9
—Qué delicia —declaró Deborah Stratton mientras se deslizaba en el asiento frente a _______ en el salón de té de Angel Hill, en Woodbridge y dejando sobre la mesa un buen número de paquetes envueltos en papel de estraza—. No tienes idea, ________, del tiempo que llevo deseando la compañía de otra persona. Olivia es la mejor hermana que cualquiera pueda imaginar —se apresuró a añadir—. Nadie podría tener más suerte con sus parientes que yo, pero a veces es agradable extender el círculo de amistades.
________ sonrió. Retiró a un lado el montón de paquetes de Deborah con cuidado, para no mancharlos, y se sirvió una taza de té.
Habían pasado una estupenda mañana en la ciudad, donde se respiraba un ambiente febril, y los rumores sobre la invasión francesa corrían por todas las calles. Resultaba un tanto extraño haber salido a comprar lazos y libros y cosas normales cuando por todas partes se masticaba el nerviosismo engendrado por la guerra. A ________ todo ello le había quitado las ganas de comprar, y sus paquetes no eran tan numerosos como los de Deborah, puesto que la señora Stratton parecía gastarse el dinero con el mismo derroche de alegría con que se enfrentaba al resto de su vida. Su compañía a ________ le parecía excelente, aunque no podrían haber sido menos parecidas.
—Éste es el lugar ideal para venir si una desea ser testigo de los escándalos de Woodbridge —dijo alegremente—. ¡Sólo tienes que ver a ese capitán de los Dragoons desfilar delante de las damas! ¡Es George Grandon Smith, que es supuestamente el hombre más apuesto del vigesimoprimer batallón infantería! Se batió en duelo con otro oficial por una dama recientemente y estuvo a punto de ser destituido por ello. Tan sólo su relación con los Devonshire lo salvó y acalló el asunto.
—¿Lo conoces? —le preguntó ________—. Parece un hombre bastante altivo.
—Oh, tiene una opinión muy elevada de sí mismo —dijo Deborah sonriendo—. Lo conozco un poco, ya que consintió en bailar conmigo en la última Asamblea. Me dijo que era de lo más afortunada, ya que él sólo se dignaba a bailar con damas que poseyeran título.
________ emitió una expresión de disgusto.
—¡Qué pretencioso! Me alegro de que mi padre sea un mero barón —se asomó por el escaparate del salón de té. ¡Qué bullicio! Debo confesar que había olvidado lo que es vivir en la ciudad. Hace tiempo que no nos hemos instalado en ninguna. Estoy más acostumbrada a las profundidades de Wiltshire, a las islas Shetland o a Italia.
—Tu niñez ha debido de ser lo contrario a la mía —dijo Deborah—. ¿Qué hacías tú mientras tus padres excavaban sus antigüedades?
—Aprendí a destilar whisky ilegalmente en Escocia, a cazar faisanes en Wiltshire y a leer etrusco en Italia —dijo _______ con una sonrisa—. Ninguna de esas cosas propias para una joven.
—¡Caza y whisky ilegal! —dijo Deborah con gran admiración—. ¡Qué maravilloso, ________! ¿Pero en qué estaban pensando tus padres?
—Creo que estaban pensando en sus cacharros —dijo _______ compuesta, mientras agarraba con las dos manos la pequeña taza de porcelana azul y blanca.
Lo que de verdad quería decir era que ella creía que su llegada había sido inesperada, una interrupción en los planes de sus padres, y que su existencia subsiguiente había sido para ellos una severa prueba. Pero le parecía de cierta deslealtad, y no conocía lo suficientemente bien a Deborah para confiar sus pensamientos.
El rostro animado de la señora Stratton se había suavizado ligeramente. Impulsivamente, le tendió la mano a ________.
—¡Pobre chica! Estoy segura de que habrías dado cualquier cosa por tener una infancia tan ordinaria como la mía, mientras que yo habría dado lo que fuera por vivir las emociones que has vivido tú.
Se echaron a reír juntas.
—¿Y qué hacía lord Jonas mientras tú aprendías a cazar ilegalmente? —le preguntó Deb.
_________ sonrió un poco.
—Ah, pues Joseph solía seguir a mis padres como un perrillo fiel. Pasaba gran parte de sus vacaciones con nosotros, sabes. Al principio no creo que sus padres estuvieran de acuerdo, pero su determinación los convenció. Conmigo siempre fue muy bueno y amable —añadió, tomando una segunda pastilla de malvavisco—. En aquel momento yo no lo agradecía, pero supongo que no muchos niños habrían sido tan tolerantes con una niña pequeña. La mayoría me habrían encontrado fastidiosa.
—¡Santo cielo! —dijo Deborah de repente mientras se inclinaba hacia delante—. Me parece que ése que está ahí fuera es lord Richard Kestrel. ¡Y lord Jonas! ¿Crees que con todas esas damas tratando de llamarles la atención, habrá disturbios en Woodbridge?
Rachel miró a la calle. Joseph Jonas y Richard Kestrel iban paseando por Angel Hill al sol. A una distancia un tanto discreta, los seguían un grupo de damas con sus finos y coloridos vestidos de verano.
Deb suspiró.
—Ojalá yo pudiera conocer así a lord Jonas, ________. Me ha llevado a dar paseos, ya sabes, pero aunque hemos hablado de todo, me da la extraña sensación de que no es un hombre fácil de conocer —arrugó la nariz—. Sí, es el encanto personificado, pero bajo esa superficie… —se estremeció levemente— Sospecho que es cruel y bastante peligroso… ¡De un modo de lo más fascinante!
________ jugueteó con la taza vacía. No sabía que Joseph hubiese llevado a Deborah a montar a caballo, y le desconcertaba el hecho de que la idea no le hiciese gracia. Verlo de pronto le parecía un tanto extraño, como si lo viera desde otra perspectiva. Hacía unos días que no se habían visto, puesto que, para contrarrestar el peculiar efecto que Joseph le había causado en casa de lady Sally esa tarde, ________ lo había evitado. Había asumido que él había estado trabajando en la excavación con sus padres, y ella había estado ocupada con…
Bueno, ocupada con toda clase de asuntos que le habían impedido estar con él. Había sido su elección evitarlo, y sin embargo no se sentía satisfecha con los resultados, lo cual era en sí mismo irritante y contradictorio.
—Bajo la superficie, mi querida Deb —dijo con toda la naturalidad posible—. Joseph es tan arrogante y demagógico como todos los demás caballeros de su clase.
Sin embargo, se daba cuenta de por qué Joseph estaba provocando tal revuelo. Con su figura alta y esbelta y su gracia natural, llamaba la atención de las féminas a dondequiera que fuese.
—Supongo que es bastante apuesto —añadió en tono casual que incluso a ella le sonaba falso—. Pero no se puede comparar a lord Richard Kestrel. ¡Santo cielo, qué hombre más apuesto!
Deb no parecía impresionada.
—Te reconozco que lord Richard es agradable a la vista, pero si estás hablando de arrogancia, ________, en mi opinión tiene un aire que estropea totalmente su apariencia, y advierte muy bien de su naturaleza.
________ se inclinó sobre la taza de té para ocultar su sonrisa. Deborah parecía bastante indignada, y ________ sospechaba que su opinión no era enteramente imparcial.
—Oh, no —susurró Deb—. ¡Están mirando hacia aquí! Por favor, haz como si no los hubieras visto, ________, porque aunque no me importa ver a lord Jonas, no deseo hablar con lord Richard en absoluto.
—Es un poco difícil ignorarlos estando como estamos en la mesa de la ventana —señaló ________ mientras Deborah se retiraba hacia la pared en un vano intento de ocultarse—. Yo no me preocuparía. No hay miedo de que se unan a nosotras, puesto que a lord Jonas no le gusta el té. Le parece algo de lo más aburrido.
En ese momento sus palabras quedaron contradichas cuando lord Jonas y lord Kestrel entraron en el salón de té y fueron directamente al rincón donde estaban ellas.
—Buenas tardes, _______ —dijo Joseph, sonriéndole—. ¿Podemos sentarnos con vosotras?
Por el rabillo del ojo ________ vio que Deb movía los labios horrorizada diciéndole que no, mientras trataba de no mirar a lord Richard Kestrel que, para divertimiento de ________, no le había quitado los ojos de encima desde que habían entrado en el local.
—Por supuesto que podéis sentaros con nosotras si así lo deseáis —dijo _______, ignorando el ceño de Deborah—; pero me temo que estábamos a punto de marcharnos. Hay mucha gente aquí.
—No os entretendremos más de un minuto —dijo Joseph—. Richard y yo estábamos comentando que no hay nada mejor que una buena taza de té para refrescarse en un día tan caluroso como éste.
—¿En serio? —dijo _______ con incredulidad, mirando de uno a otro—. ¡Qué extraño en ti cuando en realidad detestas una bebida que según tú es tan insípida!
Richard hizo una inclinación hacia _______; en sus ojos negros había una chispa de picardía.
—¿Cómo está, señorita Odell? Estoy encantado de volver a verla.
—¿Cómo está, lord Richard? —dijo ________ sonriendo—. Yo estoy bien.
—Y señorita Stratton —dijo Richard, sonriendo todavía más mientras se fijaba en el enfadado perfil de Deborah—. ¿Cómo está usted, señora?
—Muy bien, gracias —soltó Deb con fastidio; no lo miró, sino que se volvió a mirar a Joseph con mucho aparato y señaló la silla vacía que había a su lado para que se sentara—. ¿Cómo está, lord Jonas? Por favor, tome asiento.
________ vio que Richard y Joseph se miraban con una mezcla de humor y pesar, y entonces Joseph hizo lo que le había pedido, mientras Richard se encogía de hombros levemente y se sentaba al lado de ________.
Richard Kestrel era, como ________ se había fijado en anteriores ocasiones, un hombre excepcionalmente apuesto. Alto, moreno y con una presencia que imponía, tenía esa expresión pícara tan peculiar de los Kestrel. Si en su apariencia había arrogancia, quedaba atemperada por el humor que _______ veía en sus ojos. No pudo evitar sentir simpatía hacia él, aunque, cosa rara, su belleza no le atraía en absoluto.
Pasaron cierto tiempo charlando, y los hombres se tomaron una taza de té y unas pastas típicas de Bath. _______ disfrutó de la compañía de Richard Kestrel, que no cometió el error de tratar de coquetear con ella, y charlaron sobre la ciudad y la amenaza de la invasión francesa y la situación política en general. Aun así, ________ se sorprendió a sí misma observando de reojo a Joseph a intervalos regulares. No podía ignorar su presencia. Lo observaba hablando con Deb y sentía una clara punzada de celos al ver que inclinaba la cabeza hacia la de ella y observar la sonrisa que asomaba a sus labios en respuesta a la conversación de Deb.
Había querido retomar la cómoda amistad de siempre con Joseph tras la confusión que se había generado tras sus últimos encuentros. Esa mañana le parecía una buena oportunidad. Sin embargo le resultaba desconcertante darse cuenta de que no era precisamente amistad lo que sentía por él. A lo largo de los años había dado por sentada la amistad de Joseph, y lo que sentía por él, y resultaba muy turbador ver cómo esos sentimientos hacia él variaban sin razón aparente. Varias veces Joseph la pilló mirándolo y la miró con especulación. ________ se había ruborizado y desviado la mirada. No deseaba que él pensara que le importaba. Pero ésa era la realidad.
Habiendo estado distraído pensando en _______ todo el día, Joseph Jonas abrió la puerta de la sala de billar en Midwinter Royal horas después, cuando la tarde empezaba a caer, y fue saludado por un espectáculo que a la mayoría de los hombres de sangre caliente dejaría sin aliento. Se olvidó del mensaje que se suponía tenía que transmitir, de la excavación en la que tenía que trabajar, y por un momento se olvidó hasta de su nombre. Porque durante unos instantes sólo pudo quedarse allí mirando fijamente lo que tenía delante.
_______ estaba inclinada sobre la mesa de billar, y sus pechos se ceñían al fino algodón del vestido, con los ojos entrecerrados con concentración, fijos en el palo de billar. Una leve corriente de la puerta abierta debió de distraerla, puesto que desvió un segundo la mirada y cuando golpeó la bola, falló. Se puso derecha, y la respiración de Joseph volvió a la normalidad. Él cerró la puerta y entró en la habitación.
—Por tu culpa he fallado el tiro —dijo _______.
Parecía ligeramente aturdida, pero Joseph sintió que no tenía mucho de qué quejarse. Eso, pensaba con cierta tristeza, no era nada comparado con el efecto que ella le causaba a él últimamente. Observó el vaivén de las faldas de su vestido al dar la vuelta a la mesa. Hizo una pausa, colocando el palo de nuevo sobre la mesa para tirar. Joseph, al ver que iba a volver a inclinarse delante de él, salió de su ensimismamiento y trató de recordar para qué había ido en busca de ella.
—Ah, _______…
—¿Sí, Joseph? —_______ volvió a ponerse derecha y abrió los ojos como platos mientras se volvía a mirarlo con gesto inocente.
—Tus padres me han pedido que te dijeran que aún no han terminado en el túmulo grande y que vendrán a cenar dentro de un rato…
________ emitió un suspiro exagerado. Miró el reloj que había en la pared.
—¡Son más de las nueve! Dentro de un rato no van a ver ni lo que tengan delante.
—¿Tú has cenado, ________?
—Sí, por supuesto —________ frunció el ceño—. Es malo para hacer la digestión cenar demasiado tarde.
—¿Y no tenías ningún plan para esta noche?
—No —________ se volvió hacia la mesa y metió una de las bolas con total precisión—. Mamá me había comentado que deseaba asistir a la velada musical en casa de lady Benedict. Tendré que enviar un mensaje para decirles que al final no irá.
—Yo se lo diré cuando regrese a Kestrel Court, si quieres —se ofreció Joseph.
________ le sonrió con gratitud.
—¿Ay, sí? —Apoyó el palo de madera en el suelo—. Así no tendré que buscar a Tom Gough, que seguramente seguirá ahí fuera en el campo con papá.
Joseph asintió.
—¿No quieres ir a casa de los Benedict sola?
—No, gracias —________ se dio la vuelta—. No toco ningún instrumento, como ya sabes, Joseph. Y me temo que escuchar música me aburre. Iré a la biblioteca a estudiar los mapas de Maskelyne.
—¿Has descubierto algo importante hasta ahora? —le preguntó Joseph.
—En realidad no —suspiró _______—. He aprovechado esta mañana la oportunidad de llamar al priorato para tomar prestados algunos de los archivos de la parroquia. Hay unas direcciones y unas medidas que me gustaría comprobar. Voy muy despacio.
—Archivos de la parroquia —dijo Joseph, negando con la cabeza—. Seguro que tus largas veladas se te pasarán volando, ________.
—No veo que eso sea más tedioso que sacar huesos viejos —dijo _______ con sentimiento—. Cada uno tenemos nuestros intereses.
—Muy cierto.
—Y si se pone muy tedioso, me pondré a leer La Hechicera.
Joseph se apoyó contra la mesa de billar. Si conseguía que siguiera hablando de temas inofensivos, mucho mejor. Así él también se distraería de otros pensamientos mucho menos inocentes; pensamientos como el de besarla, algo que se había prometido a sí mismo que no haría con _______… Al menos de momento.
—¿Cómo es la historia?
—Ah, pues es muy animada —dijo _______ mientras sacaba las bolas de los agujeros y las colocaba dentro del triángulo—. Sir Philip está de momento demostrando ese comportamiento contradictorio tan típico de los hombres: ha conocido a una chica encantadora, pero se niega a enamorarse de ella. Es lady Sally la que piensa que se enamorará de ella del modo menos adecuado.
Joseph se echó a reír.
—Lady Sally no parece tener muy buena opinión del sexo opuesto.
—No. —________ ladeó la cabeza pensativamente—. Le gusta la compañía de los hombres, pero no creo que tenga muy buena opinión de la inteligencia masculina.
—¿Y tú, _______? —dijo Joseph sonriendo—. ¿Cómo consideras al macho de la especie humana?
Observó con interés el rubor que su pregunta había provocado en ella.
—Tengo la más elevada opinión sobre la inteligencia de los individuos de nuestra especie —dijo tranquilamente—, pero me temo que es característico en los hombres ser demasiado creídos y arrogantes.
Joseph soltó una risotada.
—A ti nunca te ha impresionado la pomposidad, ¿no, ________?
—No, la detesto, la verdad. —Miró a Joseph, y a éste le pareció como si ella lo hubiera acariciado—. Pero jamás podría acusarte a ti de ello, Joseph.
Joseph se sentía ridículo, como si ella le hubiese dado algún premio muy valioso.
—Gracias, _______.
—Tienes muchos otros defectos, por supuesto —dijo _______, estropeándole adrede el efecto de sus palabras—, pero la arrogancia no es uno de ellos.
Estiró el brazo y le puso la mano en la manga de la chaqueta de su uniforme de voluntario.
—Es muy bonita. ¿Has estado entrenando con los voluntarios del regimiento de fusileros de Suffolk otra vez?
—Sí.
—Entonces podrás echar conmigo una partida —dijo _______, señalando la mesa.
Joseph sacó uno de los tacos de un soporte donde había varios. _______ metió dos bolas seguidas, y Joseph la observaba moviéndose alrededor de la mesa. Ella parecía muy centrada en el juego, sin embargo Joseph no parecía capaz de centrarse en la partida, sino que prefería hacerlo en _______.
Joseph se acercó a la mesa para tirar; _______ se apoyó en el borde de la mesa a su lado. Joseph apretó los dientes. Trató de ignorar su presencia, su perfume; un aroma que tan insidiosamente envolvía sus sentidos. _______ olía a limpio, a inocencia. El suyo era el aroma de la lavanda y el lirio del valle. ¿Y cuándo diantres había empezado a gustarle el aroma de la lavanda?
Erró el tiro.
—Mmm —la mirada curiosa de _______ se posó en su rostro—. Esperemos que la seguridad de la nación no dependa sólo de ti, Joseph —metió dos bolas más con eficacia, pasando junto a él para tratar de colocarse en un ángulo óptimo.
Joseph observó el bamboleo de sus caderas y trató de recordar que su vida dependía de respirar a intervalos regulares. Para distraerla a ella tanto como a sí mismo, le preguntó de pronto:
—¿Te has divertido charlando hoy con Richard Kestrel, _______? Creo recordar que parecías encantada con él.
Un hoyuelo inesperado apareció en una mejilla de _______ al sonreír.
—Creo que lord Richard es absolutamente encantador.
—Mmm —respondió Joseph con sentimiento, experimentando cierto humor irónico de que la respuesta a su pregunta fuera la contraria a la perseguida por él—. ¿Crees que puede ser la clase de marido que estás buscando?
_______ soltó una risotada.
—¡Desde luego que no! Lord Richard es casi la última persona con quien desearía casarme, aunque estuviera él buscando esposa. Es demasiado… —hizo una pausa y frunció el ceño—. Demasiado costoso para mí.
Joseph la miró extrañado.
—¿Costoso?
—Sí —_______ se estiró y se quedó mirando la mesa de billar en silencio, calculando la próxima jugada—. Supongo que recuerdas la parte en la obra de Shakespeare, Mucho ruido y pocas nueces, cuando el príncipe le pide a Beatrice que si consideraría casarse con él, y ella le responde que necesitaría dos como él, uno para las mejores ocasiones, y otro para el uso diario. Eso es lo que yo siento con lord Kestrel. Es demasiado peligroso para que me implique con él en el sentido romántico.
Joseph vaciló.
—¿Y sientes eso por mí, _______?
_______ lo miró un momento. Él aprovechó para mirarla de arriba abajo, desde las bailarinas de cabritilla hasta el atildado recogido griego que adornaba su cabeza. Al mirarla a la cara vio que tenía las mejillas ligeramente ruborizadas. Entonces _______ bajó la vista.
—La pregunta no se plantea —dijo en tono levemente ahogado, mientras se volvía hacia la mesa de billar—. Tal vez sintiera eso si no fuésemos amigos de tantos años. Te conozco demasiado bien como para verte como te ven otras damas.
Ella lanzó el tiro, y Joseph vio que la mano le había temblado ligeramente al hacerlo. Aun así, metió la bola.
Él la siguió alrededor de la mesa mientras ella se preparaba para el tiro siguiente. Se dio cuenta de que estaba sofocada ya, y lo notó porque ella no tenía experiencia suficiente para ocultarlo. La idea provocó en él una mezcla de impiedad y ternura a partes iguales. ¿Cómo sería explotar la atracción que sabía que _______ sentía por él, aunque ella no lo reconociera, ni siquiera a sí misma? La idea fue tan potente que estuvo a punto de echar a perder sus buenas intenciones y besarla allí mismo.
Al mirarla, Joseph se dio cuenta de que _______ debía de haberle leído el pensamiento, aunque fuera en parte; su mirada de color avellana de expresión atemorizada se había fijado un segundo en él antes de mirar hacia otro lado.
—Y tú parecía que estabas disfrutando de la compañía de la señora Stratton —dijo algo jadeante—. Esta mañana te estabas divirtiendo tanto como yo, si no más.
Por un momento, Joseph ni siquiera pudo recordar quién era la señora Stratton.
—Desde luego —respondió cuando finalmente le vino a la memoria—. Estaba tratando de convencerme para tomar parte en el libro de acuarelas de lady Sally.
_______ se echó a reír.
—Sin duda estarías más abierto a sus convencimientos que a los míos.
—Seguramente no me he expresado con ella tan abiertamente como contigo —dijo Joseph—, pero el resultado fue el mismo.
________ se inclinó para dar el tiro final. Joseph se movió hasta que estuvo muy cerca de ella, y sus cuerpos apenas se rozaban. _______ se apartó. Joseph se movió imperceptiblemente detrás de ella. Entonces _______ se detuvo y lo miró, colorada como un tomate.
—¡Basta ya! Lo estás haciendo a propósito.
—¿El qué? —dijo Joseph en tono inocente.
—Intentas que no me concentre —le dijo _______ enfadada.
Joseph sonrió.
—Mi proximidad jamás te ha afectado durante el juego anteriormente —señaló Joseph.
—¡Pues ahora sí! —respondió ella—. Haz el favor de retirarte.
Joseph se apartó obedientemente, sin quitarle los ojos de encima. En los de _______ había un brillo de empeño, pero el trasfondo de aquella mirada contenía incertidumbre. Su presencia física jamás la había turbado en modo alguno en el pasado. Seguramente, ella ni siquiera había sido ni consciente de ello ni de él. Sin embargo, desde que se había unido a los Odell en la excavación de Suffolk, la tensión entre ellos había sido tan fuerte que saltaban chispas. Joseph trataba de que siguiera siendo así. No podrían volver a compartir nada más que una conveniente amistad.
_______ golpeó la bola con demasiada fuerza, pegando con el taco en medio de la mesa. La bola saltó fuera y botó en el suelo de madera. Joseph oyó que _______ maldecía entre dientes, lo cual en sí resultaba de lo menos habitual. Recogió la bola del suelo y se la pasó a ella.
—¿Quieres tirar otra vez? —le preguntó Joseph.
_______ trataba de controlar su genio. Parecía una niña furiosa.
—No, gracias. ¡Y si vuelves a tratar de sabotearme la partida, te meto el taco en las costillas!
Joseph la agarró del brazo y tiró de ella. Percibía la inquietud verdadera bajo la rabieta, y fue como una sacudida para su corazón.
—Paz, _______ —dijo él—. Lo siento.
Ella levantó la vista y Joseph vio el conflicto en su expresión. _______ era consciente de que algo había cambiado entre ellos, pero no entendía lo que les estaba pasando. Rápidamente, con brevedad, incapaz de resistirse, Joseph inclinó la cabeza y la besó. No fue muy distinto a los mimos que de vez en cuando le había hecho a _______ cuando eran más pequeños para consolarla. Las imágenes que se repetían en su cabeza eran de sentimientos de consuelo y de ayudarla a sentirse más segura de sí misma; pero tales sentimientos se desvanecieron en el momento en que sus labios tocaron los de ella y el beso se trasformó en algo totalmente distinto. Los labios de _______ se entreabrieron para él con inocencia y confianza que incitaron una oleada de deseo que se llevó todos los recuerdos. De repente la estaba besando con una pasión y una fiereza que estuvieron a punto de alejar de él todo trazo de sentido común. Los labios de _______ se volvieron suaves y receptivos, mientras le hundía una mano entre los cabellos para poder sujetarle la cabeza y sumergirse mejor en su dulzura.
El taco de billar cayó al suelo con estrépito, y ambos pegaron un respingo.
—Lo siento —dijo Joseph.
Entonces, cuando la agarró del brazo para evitar que se cayera, se quedó desolado al ver que _______ se apartaba de él.
—Lo siento, _______ —repitió Joseph.
No sentía lo que había hecho, pero debía reconocer que podría haber mostrado algo más de delicadeza.
_______ lo miró un instante con expresión perdida. Entonces se llevó una mano a los labios para rozarlos suavemente…
—¿Qué…? ¿Qué ha sido eso?
Joseph sintió que el estómago se le encogía al percibir la nota de confusión en la voz de _______.
—Eso —dijo él— ha sido un beso entre amigos.
_______ asintió despacio.
—Recuerdo que la otra noche dijiste que un beso entre amigos era un error. Ahora que ha ocurrido, ¿crees que es verdad?
Joseph no lo pensaba, pero igualmente no quería asustarla más. Veía lo desconcertada que estaba ella ante el modo en que su amistad había pasado a ser otra cosa mucho más peligrosa. Aunque había habido detalles de tal cambio durante las semanas anteriores, la llegada de aquel beso la había tanto sorprendido como excitado.
—¿Qué te parece a ti? —le preguntó él.
_______ tenía la vista fija en su cara.
—Creo que es la consecuencia inevitable de acercarse demasiado a un calavera —dijo.
Joseph se echó a reír con pesar.
—Para ser sincero, no puedo negar eso —dijo—, aunque creo que hay más que eso. ¿Te importa, _______?
_______ le lanzó una mirada breve. Joseph percibió que se sentía tímida en su presencia, lo cual era algo extraño entre ellos.
—No —le dijo ella despacio, con el ceño fruncido—. Supongo que debería importarme.
Joseph le tomó la mano y sintió su pulso acelerado y su manera de temblar. Eso despertó en él una necesidad salvaje. Y siendo algo tan primitivo, sintió deseos de tirarla sobre la mesa de billar y de hacerle el amor allí mismo. Volvió la cabeza y tiró de ella, obligándose a sí mismo a ser suave.
—Así que no te ha importado —dijo Joseph en tono suave—. ¿Podrías ir incluso un poco más lejos y decir que te ha gustado, _______?
_______ frunció la boca, y Joseph quiso besarla otra vez.
—Ha sido bastante agradable —concedió, retirando la mano de la suya—, pero de todos modos un error. —Sin darse cuenta se llevó los dedos de nuevo a los labios—. Si vamos a seguir siendo amigos, Joseph, no creo que debamos besarnos.
Joseph se metió las manos en los bolsillos y trató de controlarse.
—¿Es eso lo que quieres, _______, que sigamos siendo amigos?
_______ asintió vigorosamente.
—Creo que deberíamos hacer como si nunca hubiese ocurrido.
Joseph arqueó las cejas.
—¿Crees que será tan fácil como lo pintas?
_______ vaciló, parecía un poco confundida.
—¿Y es que no lo es?
—Supongo.
Pero no lo era, y Joseph lo sabía. Algo había cambiado entre ellos y no se podía dar marcha atrás. Sobre todo, Joseph no quería. Pero sabía que no debía insistir más de momento. A pesar de querer volver a la amistad de siempre, _______ había reconocido que le había gustado besarlo. Y sobre todo le había respondido con una dulzura que le removía la sangre.
_______ seguía mirándolo como si esperase que dijera algo más. Pero Joseph se calló todo lo que le habría gustado decirle y esperó cortésmente.
—Bueno —dijo _______ pasado un momento—, supongo que te veré mañana, Joseph. Buenas noches.
Joseph esperó hasta oír sus pasos leves en el pasillo; entonces se sacó una bola de billar del bolsillo, la puso sobre la mesa y le dio con tanta fuerza que entró en el agujero haciendo una especie de remolino. Alivió parte de su frustración, pero no toda. Nada salvo llevarse a _______ a la cama calmaría esa sed; e incluso en los albores de aquella relación, estaba seguro de que en cuanto la tocara jamás querría dejarla marchar. Dada la dificultad que sabía tendría para convencerla de casarse con él, estuvo a punto de gemir en voz alta. Jamás un mujeriego como él se había echado encima una tarea tan ardua. Jamás había estado él más empeñado en tener éxito.
________ sonrió. Retiró a un lado el montón de paquetes de Deborah con cuidado, para no mancharlos, y se sirvió una taza de té.
Habían pasado una estupenda mañana en la ciudad, donde se respiraba un ambiente febril, y los rumores sobre la invasión francesa corrían por todas las calles. Resultaba un tanto extraño haber salido a comprar lazos y libros y cosas normales cuando por todas partes se masticaba el nerviosismo engendrado por la guerra. A ________ todo ello le había quitado las ganas de comprar, y sus paquetes no eran tan numerosos como los de Deborah, puesto que la señora Stratton parecía gastarse el dinero con el mismo derroche de alegría con que se enfrentaba al resto de su vida. Su compañía a ________ le parecía excelente, aunque no podrían haber sido menos parecidas.
—Éste es el lugar ideal para venir si una desea ser testigo de los escándalos de Woodbridge —dijo alegremente—. ¡Sólo tienes que ver a ese capitán de los Dragoons desfilar delante de las damas! ¡Es George Grandon Smith, que es supuestamente el hombre más apuesto del vigesimoprimer batallón infantería! Se batió en duelo con otro oficial por una dama recientemente y estuvo a punto de ser destituido por ello. Tan sólo su relación con los Devonshire lo salvó y acalló el asunto.
—¿Lo conoces? —le preguntó ________—. Parece un hombre bastante altivo.
—Oh, tiene una opinión muy elevada de sí mismo —dijo Deborah sonriendo—. Lo conozco un poco, ya que consintió en bailar conmigo en la última Asamblea. Me dijo que era de lo más afortunada, ya que él sólo se dignaba a bailar con damas que poseyeran título.
________ emitió una expresión de disgusto.
—¡Qué pretencioso! Me alegro de que mi padre sea un mero barón —se asomó por el escaparate del salón de té. ¡Qué bullicio! Debo confesar que había olvidado lo que es vivir en la ciudad. Hace tiempo que no nos hemos instalado en ninguna. Estoy más acostumbrada a las profundidades de Wiltshire, a las islas Shetland o a Italia.
—Tu niñez ha debido de ser lo contrario a la mía —dijo Deborah—. ¿Qué hacías tú mientras tus padres excavaban sus antigüedades?
—Aprendí a destilar whisky ilegalmente en Escocia, a cazar faisanes en Wiltshire y a leer etrusco en Italia —dijo _______ con una sonrisa—. Ninguna de esas cosas propias para una joven.
—¡Caza y whisky ilegal! —dijo Deborah con gran admiración—. ¡Qué maravilloso, ________! ¿Pero en qué estaban pensando tus padres?
—Creo que estaban pensando en sus cacharros —dijo _______ compuesta, mientras agarraba con las dos manos la pequeña taza de porcelana azul y blanca.
Lo que de verdad quería decir era que ella creía que su llegada había sido inesperada, una interrupción en los planes de sus padres, y que su existencia subsiguiente había sido para ellos una severa prueba. Pero le parecía de cierta deslealtad, y no conocía lo suficientemente bien a Deborah para confiar sus pensamientos.
El rostro animado de la señora Stratton se había suavizado ligeramente. Impulsivamente, le tendió la mano a ________.
—¡Pobre chica! Estoy segura de que habrías dado cualquier cosa por tener una infancia tan ordinaria como la mía, mientras que yo habría dado lo que fuera por vivir las emociones que has vivido tú.
Se echaron a reír juntas.
—¿Y qué hacía lord Jonas mientras tú aprendías a cazar ilegalmente? —le preguntó Deb.
_________ sonrió un poco.
—Ah, pues Joseph solía seguir a mis padres como un perrillo fiel. Pasaba gran parte de sus vacaciones con nosotros, sabes. Al principio no creo que sus padres estuvieran de acuerdo, pero su determinación los convenció. Conmigo siempre fue muy bueno y amable —añadió, tomando una segunda pastilla de malvavisco—. En aquel momento yo no lo agradecía, pero supongo que no muchos niños habrían sido tan tolerantes con una niña pequeña. La mayoría me habrían encontrado fastidiosa.
—¡Santo cielo! —dijo Deborah de repente mientras se inclinaba hacia delante—. Me parece que ése que está ahí fuera es lord Richard Kestrel. ¡Y lord Jonas! ¿Crees que con todas esas damas tratando de llamarles la atención, habrá disturbios en Woodbridge?
Rachel miró a la calle. Joseph Jonas y Richard Kestrel iban paseando por Angel Hill al sol. A una distancia un tanto discreta, los seguían un grupo de damas con sus finos y coloridos vestidos de verano.
Deb suspiró.
—Ojalá yo pudiera conocer así a lord Jonas, ________. Me ha llevado a dar paseos, ya sabes, pero aunque hemos hablado de todo, me da la extraña sensación de que no es un hombre fácil de conocer —arrugó la nariz—. Sí, es el encanto personificado, pero bajo esa superficie… —se estremeció levemente— Sospecho que es cruel y bastante peligroso… ¡De un modo de lo más fascinante!
________ jugueteó con la taza vacía. No sabía que Joseph hubiese llevado a Deborah a montar a caballo, y le desconcertaba el hecho de que la idea no le hiciese gracia. Verlo de pronto le parecía un tanto extraño, como si lo viera desde otra perspectiva. Hacía unos días que no se habían visto, puesto que, para contrarrestar el peculiar efecto que Joseph le había causado en casa de lady Sally esa tarde, ________ lo había evitado. Había asumido que él había estado trabajando en la excavación con sus padres, y ella había estado ocupada con…
Bueno, ocupada con toda clase de asuntos que le habían impedido estar con él. Había sido su elección evitarlo, y sin embargo no se sentía satisfecha con los resultados, lo cual era en sí mismo irritante y contradictorio.
—Bajo la superficie, mi querida Deb —dijo con toda la naturalidad posible—. Joseph es tan arrogante y demagógico como todos los demás caballeros de su clase.
Sin embargo, se daba cuenta de por qué Joseph estaba provocando tal revuelo. Con su figura alta y esbelta y su gracia natural, llamaba la atención de las féminas a dondequiera que fuese.
—Supongo que es bastante apuesto —añadió en tono casual que incluso a ella le sonaba falso—. Pero no se puede comparar a lord Richard Kestrel. ¡Santo cielo, qué hombre más apuesto!
Deb no parecía impresionada.
—Te reconozco que lord Richard es agradable a la vista, pero si estás hablando de arrogancia, ________, en mi opinión tiene un aire que estropea totalmente su apariencia, y advierte muy bien de su naturaleza.
________ se inclinó sobre la taza de té para ocultar su sonrisa. Deborah parecía bastante indignada, y ________ sospechaba que su opinión no era enteramente imparcial.
—Oh, no —susurró Deb—. ¡Están mirando hacia aquí! Por favor, haz como si no los hubieras visto, ________, porque aunque no me importa ver a lord Jonas, no deseo hablar con lord Richard en absoluto.
—Es un poco difícil ignorarlos estando como estamos en la mesa de la ventana —señaló ________ mientras Deborah se retiraba hacia la pared en un vano intento de ocultarse—. Yo no me preocuparía. No hay miedo de que se unan a nosotras, puesto que a lord Jonas no le gusta el té. Le parece algo de lo más aburrido.
En ese momento sus palabras quedaron contradichas cuando lord Jonas y lord Kestrel entraron en el salón de té y fueron directamente al rincón donde estaban ellas.
—Buenas tardes, _______ —dijo Joseph, sonriéndole—. ¿Podemos sentarnos con vosotras?
Por el rabillo del ojo ________ vio que Deb movía los labios horrorizada diciéndole que no, mientras trataba de no mirar a lord Richard Kestrel que, para divertimiento de ________, no le había quitado los ojos de encima desde que habían entrado en el local.
—Por supuesto que podéis sentaros con nosotras si así lo deseáis —dijo _______, ignorando el ceño de Deborah—; pero me temo que estábamos a punto de marcharnos. Hay mucha gente aquí.
—No os entretendremos más de un minuto —dijo Joseph—. Richard y yo estábamos comentando que no hay nada mejor que una buena taza de té para refrescarse en un día tan caluroso como éste.
—¿En serio? —dijo _______ con incredulidad, mirando de uno a otro—. ¡Qué extraño en ti cuando en realidad detestas una bebida que según tú es tan insípida!
Richard hizo una inclinación hacia _______; en sus ojos negros había una chispa de picardía.
—¿Cómo está, señorita Odell? Estoy encantado de volver a verla.
—¿Cómo está, lord Richard? —dijo ________ sonriendo—. Yo estoy bien.
—Y señorita Stratton —dijo Richard, sonriendo todavía más mientras se fijaba en el enfadado perfil de Deborah—. ¿Cómo está usted, señora?
—Muy bien, gracias —soltó Deb con fastidio; no lo miró, sino que se volvió a mirar a Joseph con mucho aparato y señaló la silla vacía que había a su lado para que se sentara—. ¿Cómo está, lord Jonas? Por favor, tome asiento.
________ vio que Richard y Joseph se miraban con una mezcla de humor y pesar, y entonces Joseph hizo lo que le había pedido, mientras Richard se encogía de hombros levemente y se sentaba al lado de ________.
Richard Kestrel era, como ________ se había fijado en anteriores ocasiones, un hombre excepcionalmente apuesto. Alto, moreno y con una presencia que imponía, tenía esa expresión pícara tan peculiar de los Kestrel. Si en su apariencia había arrogancia, quedaba atemperada por el humor que _______ veía en sus ojos. No pudo evitar sentir simpatía hacia él, aunque, cosa rara, su belleza no le atraía en absoluto.
Pasaron cierto tiempo charlando, y los hombres se tomaron una taza de té y unas pastas típicas de Bath. _______ disfrutó de la compañía de Richard Kestrel, que no cometió el error de tratar de coquetear con ella, y charlaron sobre la ciudad y la amenaza de la invasión francesa y la situación política en general. Aun así, ________ se sorprendió a sí misma observando de reojo a Joseph a intervalos regulares. No podía ignorar su presencia. Lo observaba hablando con Deb y sentía una clara punzada de celos al ver que inclinaba la cabeza hacia la de ella y observar la sonrisa que asomaba a sus labios en respuesta a la conversación de Deb.
Había querido retomar la cómoda amistad de siempre con Joseph tras la confusión que se había generado tras sus últimos encuentros. Esa mañana le parecía una buena oportunidad. Sin embargo le resultaba desconcertante darse cuenta de que no era precisamente amistad lo que sentía por él. A lo largo de los años había dado por sentada la amistad de Joseph, y lo que sentía por él, y resultaba muy turbador ver cómo esos sentimientos hacia él variaban sin razón aparente. Varias veces Joseph la pilló mirándolo y la miró con especulación. ________ se había ruborizado y desviado la mirada. No deseaba que él pensara que le importaba. Pero ésa era la realidad.
Habiendo estado distraído pensando en _______ todo el día, Joseph Jonas abrió la puerta de la sala de billar en Midwinter Royal horas después, cuando la tarde empezaba a caer, y fue saludado por un espectáculo que a la mayoría de los hombres de sangre caliente dejaría sin aliento. Se olvidó del mensaje que se suponía tenía que transmitir, de la excavación en la que tenía que trabajar, y por un momento se olvidó hasta de su nombre. Porque durante unos instantes sólo pudo quedarse allí mirando fijamente lo que tenía delante.
_______ estaba inclinada sobre la mesa de billar, y sus pechos se ceñían al fino algodón del vestido, con los ojos entrecerrados con concentración, fijos en el palo de billar. Una leve corriente de la puerta abierta debió de distraerla, puesto que desvió un segundo la mirada y cuando golpeó la bola, falló. Se puso derecha, y la respiración de Joseph volvió a la normalidad. Él cerró la puerta y entró en la habitación.
—Por tu culpa he fallado el tiro —dijo _______.
Parecía ligeramente aturdida, pero Joseph sintió que no tenía mucho de qué quejarse. Eso, pensaba con cierta tristeza, no era nada comparado con el efecto que ella le causaba a él últimamente. Observó el vaivén de las faldas de su vestido al dar la vuelta a la mesa. Hizo una pausa, colocando el palo de nuevo sobre la mesa para tirar. Joseph, al ver que iba a volver a inclinarse delante de él, salió de su ensimismamiento y trató de recordar para qué había ido en busca de ella.
—Ah, _______…
—¿Sí, Joseph? —_______ volvió a ponerse derecha y abrió los ojos como platos mientras se volvía a mirarlo con gesto inocente.
—Tus padres me han pedido que te dijeran que aún no han terminado en el túmulo grande y que vendrán a cenar dentro de un rato…
________ emitió un suspiro exagerado. Miró el reloj que había en la pared.
—¡Son más de las nueve! Dentro de un rato no van a ver ni lo que tengan delante.
—¿Tú has cenado, ________?
—Sí, por supuesto —________ frunció el ceño—. Es malo para hacer la digestión cenar demasiado tarde.
—¿Y no tenías ningún plan para esta noche?
—No —________ se volvió hacia la mesa y metió una de las bolas con total precisión—. Mamá me había comentado que deseaba asistir a la velada musical en casa de lady Benedict. Tendré que enviar un mensaje para decirles que al final no irá.
—Yo se lo diré cuando regrese a Kestrel Court, si quieres —se ofreció Joseph.
________ le sonrió con gratitud.
—¿Ay, sí? —Apoyó el palo de madera en el suelo—. Así no tendré que buscar a Tom Gough, que seguramente seguirá ahí fuera en el campo con papá.
Joseph asintió.
—¿No quieres ir a casa de los Benedict sola?
—No, gracias —________ se dio la vuelta—. No toco ningún instrumento, como ya sabes, Joseph. Y me temo que escuchar música me aburre. Iré a la biblioteca a estudiar los mapas de Maskelyne.
—¿Has descubierto algo importante hasta ahora? —le preguntó Joseph.
—En realidad no —suspiró _______—. He aprovechado esta mañana la oportunidad de llamar al priorato para tomar prestados algunos de los archivos de la parroquia. Hay unas direcciones y unas medidas que me gustaría comprobar. Voy muy despacio.
—Archivos de la parroquia —dijo Joseph, negando con la cabeza—. Seguro que tus largas veladas se te pasarán volando, ________.
—No veo que eso sea más tedioso que sacar huesos viejos —dijo _______ con sentimiento—. Cada uno tenemos nuestros intereses.
—Muy cierto.
—Y si se pone muy tedioso, me pondré a leer La Hechicera.
Joseph se apoyó contra la mesa de billar. Si conseguía que siguiera hablando de temas inofensivos, mucho mejor. Así él también se distraería de otros pensamientos mucho menos inocentes; pensamientos como el de besarla, algo que se había prometido a sí mismo que no haría con _______… Al menos de momento.
—¿Cómo es la historia?
—Ah, pues es muy animada —dijo _______ mientras sacaba las bolas de los agujeros y las colocaba dentro del triángulo—. Sir Philip está de momento demostrando ese comportamiento contradictorio tan típico de los hombres: ha conocido a una chica encantadora, pero se niega a enamorarse de ella. Es lady Sally la que piensa que se enamorará de ella del modo menos adecuado.
Joseph se echó a reír.
—Lady Sally no parece tener muy buena opinión del sexo opuesto.
—No. —________ ladeó la cabeza pensativamente—. Le gusta la compañía de los hombres, pero no creo que tenga muy buena opinión de la inteligencia masculina.
—¿Y tú, _______? —dijo Joseph sonriendo—. ¿Cómo consideras al macho de la especie humana?
Observó con interés el rubor que su pregunta había provocado en ella.
—Tengo la más elevada opinión sobre la inteligencia de los individuos de nuestra especie —dijo tranquilamente—, pero me temo que es característico en los hombres ser demasiado creídos y arrogantes.
Joseph soltó una risotada.
—A ti nunca te ha impresionado la pomposidad, ¿no, ________?
—No, la detesto, la verdad. —Miró a Joseph, y a éste le pareció como si ella lo hubiera acariciado—. Pero jamás podría acusarte a ti de ello, Joseph.
Joseph se sentía ridículo, como si ella le hubiese dado algún premio muy valioso.
—Gracias, _______.
—Tienes muchos otros defectos, por supuesto —dijo _______, estropeándole adrede el efecto de sus palabras—, pero la arrogancia no es uno de ellos.
Estiró el brazo y le puso la mano en la manga de la chaqueta de su uniforme de voluntario.
—Es muy bonita. ¿Has estado entrenando con los voluntarios del regimiento de fusileros de Suffolk otra vez?
—Sí.
—Entonces podrás echar conmigo una partida —dijo _______, señalando la mesa.
Joseph sacó uno de los tacos de un soporte donde había varios. _______ metió dos bolas seguidas, y Joseph la observaba moviéndose alrededor de la mesa. Ella parecía muy centrada en el juego, sin embargo Joseph no parecía capaz de centrarse en la partida, sino que prefería hacerlo en _______.
Joseph se acercó a la mesa para tirar; _______ se apoyó en el borde de la mesa a su lado. Joseph apretó los dientes. Trató de ignorar su presencia, su perfume; un aroma que tan insidiosamente envolvía sus sentidos. _______ olía a limpio, a inocencia. El suyo era el aroma de la lavanda y el lirio del valle. ¿Y cuándo diantres había empezado a gustarle el aroma de la lavanda?
Erró el tiro.
—Mmm —la mirada curiosa de _______ se posó en su rostro—. Esperemos que la seguridad de la nación no dependa sólo de ti, Joseph —metió dos bolas más con eficacia, pasando junto a él para tratar de colocarse en un ángulo óptimo.
Joseph observó el bamboleo de sus caderas y trató de recordar que su vida dependía de respirar a intervalos regulares. Para distraerla a ella tanto como a sí mismo, le preguntó de pronto:
—¿Te has divertido charlando hoy con Richard Kestrel, _______? Creo recordar que parecías encantada con él.
Un hoyuelo inesperado apareció en una mejilla de _______ al sonreír.
—Creo que lord Richard es absolutamente encantador.
—Mmm —respondió Joseph con sentimiento, experimentando cierto humor irónico de que la respuesta a su pregunta fuera la contraria a la perseguida por él—. ¿Crees que puede ser la clase de marido que estás buscando?
_______ soltó una risotada.
—¡Desde luego que no! Lord Richard es casi la última persona con quien desearía casarme, aunque estuviera él buscando esposa. Es demasiado… —hizo una pausa y frunció el ceño—. Demasiado costoso para mí.
Joseph la miró extrañado.
—¿Costoso?
—Sí —_______ se estiró y se quedó mirando la mesa de billar en silencio, calculando la próxima jugada—. Supongo que recuerdas la parte en la obra de Shakespeare, Mucho ruido y pocas nueces, cuando el príncipe le pide a Beatrice que si consideraría casarse con él, y ella le responde que necesitaría dos como él, uno para las mejores ocasiones, y otro para el uso diario. Eso es lo que yo siento con lord Kestrel. Es demasiado peligroso para que me implique con él en el sentido romántico.
Joseph vaciló.
—¿Y sientes eso por mí, _______?
_______ lo miró un momento. Él aprovechó para mirarla de arriba abajo, desde las bailarinas de cabritilla hasta el atildado recogido griego que adornaba su cabeza. Al mirarla a la cara vio que tenía las mejillas ligeramente ruborizadas. Entonces _______ bajó la vista.
—La pregunta no se plantea —dijo en tono levemente ahogado, mientras se volvía hacia la mesa de billar—. Tal vez sintiera eso si no fuésemos amigos de tantos años. Te conozco demasiado bien como para verte como te ven otras damas.
Ella lanzó el tiro, y Joseph vio que la mano le había temblado ligeramente al hacerlo. Aun así, metió la bola.
Él la siguió alrededor de la mesa mientras ella se preparaba para el tiro siguiente. Se dio cuenta de que estaba sofocada ya, y lo notó porque ella no tenía experiencia suficiente para ocultarlo. La idea provocó en él una mezcla de impiedad y ternura a partes iguales. ¿Cómo sería explotar la atracción que sabía que _______ sentía por él, aunque ella no lo reconociera, ni siquiera a sí misma? La idea fue tan potente que estuvo a punto de echar a perder sus buenas intenciones y besarla allí mismo.
Al mirarla, Joseph se dio cuenta de que _______ debía de haberle leído el pensamiento, aunque fuera en parte; su mirada de color avellana de expresión atemorizada se había fijado un segundo en él antes de mirar hacia otro lado.
—Y tú parecía que estabas disfrutando de la compañía de la señora Stratton —dijo algo jadeante—. Esta mañana te estabas divirtiendo tanto como yo, si no más.
Por un momento, Joseph ni siquiera pudo recordar quién era la señora Stratton.
—Desde luego —respondió cuando finalmente le vino a la memoria—. Estaba tratando de convencerme para tomar parte en el libro de acuarelas de lady Sally.
_______ se echó a reír.
—Sin duda estarías más abierto a sus convencimientos que a los míos.
—Seguramente no me he expresado con ella tan abiertamente como contigo —dijo Joseph—, pero el resultado fue el mismo.
________ se inclinó para dar el tiro final. Joseph se movió hasta que estuvo muy cerca de ella, y sus cuerpos apenas se rozaban. _______ se apartó. Joseph se movió imperceptiblemente detrás de ella. Entonces _______ se detuvo y lo miró, colorada como un tomate.
—¡Basta ya! Lo estás haciendo a propósito.
—¿El qué? —dijo Joseph en tono inocente.
—Intentas que no me concentre —le dijo _______ enfadada.
Joseph sonrió.
—Mi proximidad jamás te ha afectado durante el juego anteriormente —señaló Joseph.
—¡Pues ahora sí! —respondió ella—. Haz el favor de retirarte.
Joseph se apartó obedientemente, sin quitarle los ojos de encima. En los de _______ había un brillo de empeño, pero el trasfondo de aquella mirada contenía incertidumbre. Su presencia física jamás la había turbado en modo alguno en el pasado. Seguramente, ella ni siquiera había sido ni consciente de ello ni de él. Sin embargo, desde que se había unido a los Odell en la excavación de Suffolk, la tensión entre ellos había sido tan fuerte que saltaban chispas. Joseph trataba de que siguiera siendo así. No podrían volver a compartir nada más que una conveniente amistad.
_______ golpeó la bola con demasiada fuerza, pegando con el taco en medio de la mesa. La bola saltó fuera y botó en el suelo de madera. Joseph oyó que _______ maldecía entre dientes, lo cual en sí resultaba de lo menos habitual. Recogió la bola del suelo y se la pasó a ella.
—¿Quieres tirar otra vez? —le preguntó Joseph.
_______ trataba de controlar su genio. Parecía una niña furiosa.
—No, gracias. ¡Y si vuelves a tratar de sabotearme la partida, te meto el taco en las costillas!
Joseph la agarró del brazo y tiró de ella. Percibía la inquietud verdadera bajo la rabieta, y fue como una sacudida para su corazón.
—Paz, _______ —dijo él—. Lo siento.
Ella levantó la vista y Joseph vio el conflicto en su expresión. _______ era consciente de que algo había cambiado entre ellos, pero no entendía lo que les estaba pasando. Rápidamente, con brevedad, incapaz de resistirse, Joseph inclinó la cabeza y la besó. No fue muy distinto a los mimos que de vez en cuando le había hecho a _______ cuando eran más pequeños para consolarla. Las imágenes que se repetían en su cabeza eran de sentimientos de consuelo y de ayudarla a sentirse más segura de sí misma; pero tales sentimientos se desvanecieron en el momento en que sus labios tocaron los de ella y el beso se trasformó en algo totalmente distinto. Los labios de _______ se entreabrieron para él con inocencia y confianza que incitaron una oleada de deseo que se llevó todos los recuerdos. De repente la estaba besando con una pasión y una fiereza que estuvieron a punto de alejar de él todo trazo de sentido común. Los labios de _______ se volvieron suaves y receptivos, mientras le hundía una mano entre los cabellos para poder sujetarle la cabeza y sumergirse mejor en su dulzura.
El taco de billar cayó al suelo con estrépito, y ambos pegaron un respingo.
—Lo siento —dijo Joseph.
Entonces, cuando la agarró del brazo para evitar que se cayera, se quedó desolado al ver que _______ se apartaba de él.
—Lo siento, _______ —repitió Joseph.
No sentía lo que había hecho, pero debía reconocer que podría haber mostrado algo más de delicadeza.
_______ lo miró un instante con expresión perdida. Entonces se llevó una mano a los labios para rozarlos suavemente…
—¿Qué…? ¿Qué ha sido eso?
Joseph sintió que el estómago se le encogía al percibir la nota de confusión en la voz de _______.
—Eso —dijo él— ha sido un beso entre amigos.
_______ asintió despacio.
—Recuerdo que la otra noche dijiste que un beso entre amigos era un error. Ahora que ha ocurrido, ¿crees que es verdad?
Joseph no lo pensaba, pero igualmente no quería asustarla más. Veía lo desconcertada que estaba ella ante el modo en que su amistad había pasado a ser otra cosa mucho más peligrosa. Aunque había habido detalles de tal cambio durante las semanas anteriores, la llegada de aquel beso la había tanto sorprendido como excitado.
—¿Qué te parece a ti? —le preguntó él.
_______ tenía la vista fija en su cara.
—Creo que es la consecuencia inevitable de acercarse demasiado a un calavera —dijo.
Joseph se echó a reír con pesar.
—Para ser sincero, no puedo negar eso —dijo—, aunque creo que hay más que eso. ¿Te importa, _______?
_______ le lanzó una mirada breve. Joseph percibió que se sentía tímida en su presencia, lo cual era algo extraño entre ellos.
—No —le dijo ella despacio, con el ceño fruncido—. Supongo que debería importarme.
Joseph le tomó la mano y sintió su pulso acelerado y su manera de temblar. Eso despertó en él una necesidad salvaje. Y siendo algo tan primitivo, sintió deseos de tirarla sobre la mesa de billar y de hacerle el amor allí mismo. Volvió la cabeza y tiró de ella, obligándose a sí mismo a ser suave.
—Así que no te ha importado —dijo Joseph en tono suave—. ¿Podrías ir incluso un poco más lejos y decir que te ha gustado, _______?
_______ frunció la boca, y Joseph quiso besarla otra vez.
—Ha sido bastante agradable —concedió, retirando la mano de la suya—, pero de todos modos un error. —Sin darse cuenta se llevó los dedos de nuevo a los labios—. Si vamos a seguir siendo amigos, Joseph, no creo que debamos besarnos.
Joseph se metió las manos en los bolsillos y trató de controlarse.
—¿Es eso lo que quieres, _______, que sigamos siendo amigos?
_______ asintió vigorosamente.
—Creo que deberíamos hacer como si nunca hubiese ocurrido.
Joseph arqueó las cejas.
—¿Crees que será tan fácil como lo pintas?
_______ vaciló, parecía un poco confundida.
—¿Y es que no lo es?
—Supongo.
Pero no lo era, y Joseph lo sabía. Algo había cambiado entre ellos y no se podía dar marcha atrás. Sobre todo, Joseph no quería. Pero sabía que no debía insistir más de momento. A pesar de querer volver a la amistad de siempre, _______ había reconocido que le había gustado besarlo. Y sobre todo le había respondido con una dulzura que le removía la sangre.
_______ seguía mirándolo como si esperase que dijera algo más. Pero Joseph se calló todo lo que le habría gustado decirle y esperó cortésmente.
—Bueno —dijo _______ pasado un momento—, supongo que te veré mañana, Joseph. Buenas noches.
Joseph esperó hasta oír sus pasos leves en el pasillo; entonces se sacó una bola de billar del bolsillo, la puso sobre la mesa y le dio con tanta fuerza que entró en el agujero haciendo una especie de remolino. Alivió parte de su frustración, pero no toda. Nada salvo llevarse a _______ a la cama calmaría esa sed; e incluso en los albores de aquella relación, estaba seguro de que en cuanto la tocara jamás querría dejarla marchar. Dada la dificultad que sabía tendría para convencerla de casarse con él, estuvo a punto de gemir en voz alta. Jamás un mujeriego como él se había echado encima una tarea tan ardua. Jamás había estado él más empeñado en tener éxito.
Nataly(:
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 10
—Lady Sally es una anfitriona consumada, ¿no es así? —le murmuró Deborah Stratton a _______ una semana después en el largo balcón de Saltire—. Nos prometió una fiesta y aquí tenemos una digna de la élite londinense. Las poblaciones de Midwinter no habían visto tantos buenos partidos desde que Enrique VIII venía a cazar aquí.
—Esta noche parece que hay bastante caza —dijo _______ en tono seco—. Las damas parecen empeñadas en encandilar a los caballeros para que accedan a tomar parte en el libro de acuarelas de lady Sally. ¡Y los caballeros no se están resistiendo demasiado, que digamos!
Como Saltire era pequeño y no tenía salón de baile aparte, lady Sally había dejado libre el gran salón y había colocado un estrado en un rincón para la orquesta, bajo los enormes ventanales de cristales tintados. En las lámparas de hierro brillaban las velas, y los tapices de las paredes alegraban la estancia. La atmósfera medieval estaba también acentuada por la presencia de un hombre que se pavoneaba entre los invitados, vestido con jubón y paleto, y con el pecho henchido como el de una paloma.
—Ése es el servicial artista de lady Sally, el señor Daubenay —comentó Deborah, siguiendo la mirada de _______—. Es a quien se le ha dado la misión de pintar las acuarelas. ¿No te parece que lleva un traje muy raro?
El artista había sacado un cuaderno y estaba empezando a hacer el bosquejo de uno de los invitados de lady Sally. Cuando un grupo se movió un poco, ________ vio que se trataba de Helena Lang. Parecía bastante halagada por las atenciones de Daubenay, echando para atrás la cabeza, muerta de risa. A su lado había un hombre alto de cabello pelirrojo oscuro y las clásicas facciones apuestas de los Kestrel.
—Deborah —le dijo _______ agarrando a su amiga de la manga—. Debes decirme quiénes son los invitados de lady Sally, porque no me han presentado a todos. Por ejemplo, el caballero que está con la señorita Lang. Debe de ser uno de los hermanos del duque.
Deborah se echó a reír.
—Ése —dijo— es lord Lucas Kestrel, el tercero de la impura trinidad. Se dice que es incluso más peligroso relacionarse con él que con sus hermanos porque su aspecto engaña.
—Es él el militar, ¿no? —dijo ________ mientras se decía que Lucas era extremadamente atractivo—. He oído que ha vuelto recientemente de la India.
Deborah soltó una risotada.
—Lucas Kestrel es tan militar como Richard Kestrel marino. Oí el cuento que te estaba contando el otro día cuando te dijo que se había herido en la marina. Supongo que se pilló la mano con un cajón.
—Oh, Deb —dijo _______ en tono de reproche; le gustaba Richard Kestrel y pensaba que Deborah era demasiado dura con él—. ¡Eres cruel!
—Lo sé. —Deb agarró a ________ del brazo y le dio la vuelta en la dirección opuesta—. Ahí mismo está el duque charlando con lady Sally. Aún no te lo han presentado, ¿verdad, ________? Sólo está en Midwinter Bere brevemente, porque según he oído tiene que regresar a Londres por negocios. Una pena que no pueda llevarse a lord Richard con él.
Los invitados que lady Sally había reunido esa noche eran de los más destacados. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, ________ buscó a Joseph con la mirada entre la gente.
Cuando lo vio, tan formal con su chaqué negro y su camisa blanca, el corazón le dio un vuelco, tal y como le pasaba desde que se habían besado cuando lo veía. Era inútil, era fastidioso, pero era inevitable. _______ había tratado de curarse de aquella extraña aflicción sin éxito alguno. Y para alguien que se enorgullecía de su sentido común, resultaba particularmente mortificante.
Había visto a Joseph cada día de la semana que había seguido a la tarde en la sala de billar, ya que él parecía empeñado en pasar tiempo con ella. Normalmente _______ habría disfrutado de esos ratos en su compañía, pero desde que se habían besado se sentía tímida con él. Trataba de comportarse como si entre ellos no hubiese pasado nada; pero ella sabía que sí, y ésa era la diferencia.
Mientras lo observaba, Joseph se acercó a donde estaban Lucas Kestrel y Helena Lang, miró por encima del hombro del artista y sonrió. Entonces le hizo algún comentario a Helena que provocó que ésta lo mirara con las cejas arqueadas, y _______ sintió una punzada en el costado, como si alguien le hubiese clavado un pincho.
—¿Qué te pasa, _______? Estás un poco pálida… —le dijo Deborah.
—Estoy bien, gracias —respondió _______—. Me parece que tu hermana y su marido acaban de llegar.
—Ah —Deb sonrió—. ¡Disculpa! Debo pedirle a Ross que baile conmigo.
A solas, _______ suspiró y empezó a avanzar despacio. Sir Arthur y lady Odell estaban rodeados de un grupo de admiradores; pero _______ no tenía intención de quedarse a la sombra de sus padres y escuchar interminables historias sobre sus excavaciones. Ni tampoco quería acercarse a Joseph Jonas para oír cómo coqueteaba con Helena Lang, para terminar sintiéndose como una pieza de repuesto. Evidentemente a Joseph no le costaba tanto como a ella olvidar. Pero Joseph era un libertino…
________ llegó al último escalón para acceder al salón más abajo e inmediatamente se vio acosada por lady Sally, la mejor anfitriona, quien no iba a permitir que una de sus invitadas se aburriese en un rincón.
—Señorita Odell, la llevo buscando un buen rato. Por favor, venga a que le presente a mis invitados.
Tomó a ________ del brazo y la condujo hacia la enorme chimenea donde el duque de Kestrel estaba. Nicholas Kestrel se mostró extremadamente complacido de conocerla, y ________ no tuvo razón para dudar de él. Sus modales estaban enteramente destinados a hacer que se sintiese cómoda y al mismo tiempo la criatura más encantadora de la fiesta. ________ apreció aquel detalle, aunque reconoció exactamente lo que estaba haciendo. Charlaron animadamente durante unos minutos, y a ________ le hizo gracia el hecho de que en un momento dado en que el duque pensaba que ella no le estaba haciendo caso, se le fueran los ojos a lady Sally como si ella tuviera un imán.
—Nicholas, has monopolizado a la señorita Odell el tiempo suficiente —dijo lady Sally en tono de reproche, volviéndose un momento después con otro caballero del brazo—. He traído a tu primo James para que la conozca.
Nicholas Kestrel le hizo una inclinación a _______, con una leve sonrisa en los labios. A _______ le dio la impresión de que algo le divertía.
—Entonces tengo el honor de presentarlos, por supuesto —dijo el duque con suavidad—. Señorita Odell, James…
_______ miró al recién llegado con interés. Aquel hombre era el único de los Kestrel que aún no había conocido, y destacaba como un mirlo en una familia de pavos reales. Era circunspecto donde sus primos eran exuberantes, callado mientras que ellos eran sociables. Parecía soso a su lado, y _______ sintió lástima de él. Se sentía atraído hacia alguien que no encajaba en su ambiente.
La orquesta empezó a tocar una danza típica de la zona y de pronto la sala despertó con emoción. Nicholas Kestrel se acercó y sacó a bailar a lady Sally; Deborah Stratton pasó en brazos de su cuñado, Ross Marney, mientras Joseph Jonas se llevaba a lady Benedict de los brazos de John Norton con una habilidad que hablaba de mucha práctica.
James Kestrel se ajustó los puños y admiró su reflejo en el enorme espejo que había detrás de ellos.
—¿Le apetece bailar, señorita Odell?
—Gracias, señor —dijo _______.
James le ofreció el brazo con elegancia.
—Ésta es una reunión muy elegante, ¿no le parece? —dijo _______ cuando se unieron a los demás bailarines en la pista—. Lady Sally celebra fiestas con mucho estilo.
James miró a su alrededor. En su rostro delgado había una expresión de leve desaprobación, como si alguien oliera mal.
—Me parece que hay demasiados tunantes por aquí —dijo—, pero es lo normal cuando uno invita a un grupo de piratas y aventureros de visita.
_______ se echó a reír.
—¿Piratas, señor?
James apretó los labios.
—Hay algunos aquí que sólo son un poco mejor que los piratas. Sir John Norton, por ejemplo…
_______ miró a su alrededor. John Norton estaba cerca de ellos. Al verla mirando le guiñó un ojo exageradamente. _______ desvió la mirada inmediatamente.
—Entonces sir John ganará la carrera de yates de Deben —dijo por hacer algún comentario—, si es un corsario. ¿Navegáis, señor?
—Santo Dios, no —dijo James Kestrel—. Es malísimo para la tez, señorita Odell. Lo mismo que las expediciones polares. Norton estuvo a punto de perder la nariz en el último viaje de la congelación que sufrió. —James la miró pensativamente—. He oído que usted ha viajado mucho, señorita Odell —le dijo—. Me alegra ver que el sol no ha estropeado su piel. ¿Utiliza sombrilla, señorita Odell?
—Siempre —dijo _______—. Incluso en una tormenta de arena.
James asintió.
—Muy juicioso por su parte. Si uno toma mucho el sol acaba con la cara arrugada como una pasa.
Continuaron bailando y todos cambiaron de pareja. Con sorpresa, _______ se vio entre los brazos de Joseph para el baile siguiente. Le apretó la mano suavemente y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenas noches, _______. Estás muy bonita esta noche. La gasa dorada te va muy bien.
_______ sintió que se le aceleraba el ritmo cardiaco. Había algo en sus ojos que le hacía sentirse vulnerable. Pero todo aquello estaba mal; se suponía que Joseph no debía hacerle sentirse así.
Fijó la vista en lo que había detrás del hombro derecho de Joseph, pero con tan mala fortuna eso le hizo fijarse en Helena Lang. Helena estaba bailando con lord Northcote, pero estirando el cuello para observar a Joseph. _______ se sintió profundamente irritada.
—Buenas noches, Joseph —dijo ella—. ¿Te estás divirtiendo en un… ambiente tan prometedor?
Vio que Joseph abría mucho los ojos al percibir su sarcasmo, y entonces sonrió.
—Me lo estoy pasando de maravilla, gracias, _______. Los invitados de lady Sally son encantadores.
—Desde luego que lo son —dijo _______, enfadada; no estaba segura de por qué tenía la necesidad de provocarlo, pero no pudo evitarlo—. ¡Y tú pareces haber disfrutado de ellos totalmente!
La mano de Joseph le apretó la suya, y _______ levantó la vista instantáneamente. En sus ojos había una mirada de curiosidad.
—¿Qué te pasa, _______? —le preguntó—. ¿Te has comido una ciruela pasa durante la cena?
_______ estaba un poco aturdida. Sentía que se acercaba a un precipicio y le parecía como si fuese a caerse por él. Tenía tanto que ver con la necesidad de enfadar a Joseph tanto como él estaba fastidiándola con sus insensatas atenciones y temerarios besos. No le gustaba verle coquetear con Helena Lang o Lily Benedict. Estaba celosa, enfadada y confusa. Ni tampoco sabía qué quería, si la amistad de Joseph o sus besos.
—Estoy segura de que me entiendes —dijo en tono tenso—. Eres… generoso… en tus atenciones, ¿no? Uno casi podría decir indiscriminadas.
Joseph la miró con desafío.
—¿Podría ser que estuvieras celosa, ______? —le preguntó en tono burlón—. Pensaba que habías dicho que no querías conmigo más que una amistad.
______ se sentía atrapada. Eso era lo que le había dicho; pero parecía que cada vez era menos cierto. Y no sabía qué decir.
Continuaron bailando en silencio un poco más, pero era un silencio tenso como la cuerda de un arco antes de disparar. Pasado un momento ______ miró a Joseph con exasperación.
—Creo que deberíamos conversar un poco más —le dijo— aunque sólo sea para pasar el tiempo. Desafortunadamente, este baile es bastante largo.
Joseph suspiró.
—Muy bien. Como dices que no te gustan los mujeriegos, hablemos de otro tipo de hombres. ¿Te ha divertido la compañía de James Kestrel? Veo que te estaba hablando, mientras admiraba su reflejo en el espejo, por supuesto.
_______ estaba rabiosa. Había mucho sarcasmo en el tono de voz de Joseph, que le fastidiaba tremendamente. A pesar de su decepción inicial en referencia a James Kestrel, no estaba preparada para permitir que Joseph mostrara su desaprobación hacia él.
—Parece un hombre muy sensato —dijo ella.
—Ah. Claro, tú admiras el sentido común —dijo Joseph.
—Admiro más a un sensato que a un temerario.
Oyó que Joseph aspiraba hondo con fuerza. En su voz había un trasfondo de rabia.
—Esta noche no dejas de provocarme, ______. No puedo dejar de preguntarme por qué.
_______ lo miró con contrariedad.
—¡Ya puestos, tú también te has puesto enseguida a criticar al señor Kestrel, Joseph! Yo también me pregunto por qué.
Joseph apretó los labios.
—Muy bien. Es cierto que no me gusta James Kestrel. Es un hombre de valor nulo. No le importa nada aparte del lugar que ocupa en sociedad y que sus camisas estén bien almidonadas.
_______ frunció el ceño.
—Había oído hablar de él como de un hombre de valía, no lo contrario. A mí me ha parecido muy sensato.
—Estás equivocada.
—¡No puedes dejar de entrometerte, verdad! ¡Tú siempre sabes lo que es mejor! Ésta es la tercera vez que me adviertes para que me aleje de algún caballero que me admira. Pues bien, tú no eres mi hermano, y si yo quiero reconocer virtudes más sobrias donde tú no las ves, y valorarlas por encima de otras cualidades más dudosas, entonces es asunto mío —gritó.
Se quedó perpleja al ver que la música había dejado de sonar y que otros bailarines los miraban con curiosidad. Con una sonrisa disimulada, Joseph le aprisionó la mano debajo del brazo y la condujo al borde de la pista. ______ sentía la rabia y la tensión en todo su cuerpo. Estaba casi segura de que él iba a meterla en alguna habitación para continuar allí con la discusión.
Sin embargo, no fue así. El baile había terminado ya, y James Kestrel se acercaba a ellos con Lily Benedict del brazo.
Cuando lady Benedict los vio, se le iluminó la mirada.
—¡Señorita Odell! Qué suerte. ¿Qué le parece si cambiamos de pareja? —le dirigió a Joseph una mirada coqueta—. Sé que no le importará si le pido a lord Jonas que sea mi pareja en la cuadrilla, puesto que como los dos son tan buenos amigos, no tengo reparo en separarlos.
_______ trató de ahogar su rabia. Le hubiese gustado aclarar el enfado con Joseph y al mismo tiempo sentía una aversión enorme en entregárselo a Lily Benedict. Entonces, mientras vacilaba, Joseph le sonrió a Lily.
—¡Por supuesto que puede importunarme y con mucho gusto por mi parte, lady Benedict! La señorita Odell y yo somos amigos desde hace tantos años que ya no sabemos qué decirnos. Se la ofreceré al señor Kestrel para el baile siguiente con placer. Tal vez él pueda entretenerla mejor que yo.
Y con una inclinación de burla a _______, se volvió hacia lady Lily y se la llevó.
A través de una neblina de rabia y furia, _______ vio cómo se alejaban. Tal vez Joseph y ella fueran buenos amigos, pero jamás se había mostrado descortés con ella en público, ni en privado, por supuesto. Se quedó helada en el sitio, tratando de aclarar sus pensamientos mientras Joseph se alejaba de ella sin volverse siquiera a mirarla.
—Me sorprende que desee tener amistad con Joseph, señorita Odell —dijo James Kestrel en tono de censura—. Puede ser un tipo bastante inconstante. Hace lo que le da la gana y no tiene modales.
Una enfurecida negativa le subía por la garganta, pero ahogó tal defensa hacia Joseph. Estaba hecha un lío. No tenía ni idea de por qué quería defender a Joseph contra las críticas cuando estaba tan enfadada con él; pero el oír a James Kestrel condenándolo sólo pareció fastidiarla aún más.
—Lord Jonas y yo nos conocemos desde hace años —dijo en tono tenso—. Es como un hermano para mí y, como habéis visto, demuestra la falta de respeto propia de un hermano de vez en cuando. Pero yo no le hago caso.
_______ sabía que acababa de mentir. Las palabras de Joseph la habían herido en lo más hondo y la llama de la ira seguía ardiendo en su pecho mientras observaba cómo le prestaba a lady Benedict toda su atención.
James Kestrel se retiró una pelusilla de la manga de su chaqueta.
—¿Le gustaría que nos encontráramos mañana por la tarde, señorita Odell? —le preguntó en tono algo aburrido—. Si hace buen día, podríamos dar un paseo en coche por el camino del río.
_______ vaciló. No tenía ganas de pasar mucho tiempo con James Kestrel, puesto que rápidamente había adivinado que su tema de conversación favorito era él mismo, y que nada más podría provocar ningún entusiasmo en él. Por otra parte, no podía soportar que Joseph pensase que había rechazado al señor Kestrel por algo que él hubiera dicho. La razón para aceptar era estúpida y contraria a lo habitual, y _______ lo sabía. Sin embargo, asintió y esbozó una sonrisa superficial.
—Gracias, señor —dijo—. Sería estupendo.
—Tal vez llueva, por supuesto —añadió James—. Si es así, pospondremos nuestros planes. Jamás se me ocurriría hacer nada tan insensato como salir con lluvia.
—No, desde luego —concedió _______, recordando las excavaciones con viento y lluvia en las islas Shetland—. Uno puede ponerse perdido.
—Una de mis mejores chaquetas se me estropeó por culpa de la lluvia —dijo James—. Una de las mejores creaciones de Weston. Jamás se recuperó después de eso.
—Parece que vos tampoco os recuperasteis, señor —observó ______ con dulzura.
Los ojos pálidos de James brillaron.
—No me recuperé, señorita Odell. No sólo se estropeó la chaqueta, sino que yo pillé un horrible resfriado. Juro que me llevó una semana recuperarme del todo.
_______ pensó que no le habría importado que el resfriado se lo hubiese llevado. Se excusó cortésmente y fue hacia el grupo que rodeaba a lady Odell. El señor Daubenay estaba terminando su dibujo con una floritura del lápiz y una exclamación triunfante.
—Pero qué demonios —exclamó lady Odell con buen humor—. ¿De verdad tengo esas dos papadas? ¡Qué poco favorecedor!
—Creo que el señor Daubenay te ha plasmado a la perfección, mamá —dijo _______ con tacto—. Él ve a través de la superficie y plasma el espíritu en sus creaciones.
El artista sonreía, claramente entusiasmado.
—Me halaga usted, señorita Odell.
—En absoluto —dijo la voz de Joseph Jonas; y ______ se volvió sorprendida y vio que se asomaba por encima de su hombro para ver el dibujo—. Tal vez debería dibujarla ahora, Daubenay. Me pregunto qué vería. ¿Juventud, belleza y una dulce disposición?
Su tono era sereno, pero había en sus ojos un brillo burlón. ______ sintió que se ponía colorada de rabia. Si Joseph seguía provocándola esa noche, demostraría su dulce disposición dándole una bofetada en la cara. Se retiró un poco del grupo y le lanzó a Joseph una mirada desafiante.
—Siga mi consejo, señor, y no trate de hacerle un retrato a lord Jonas —le dijo al artista—. Hay particularidades que es mejor dejar en la oscuridad.
—Un tanto para la señorita Odell —murmuró sir Norton, cuyos ojos azules rebosaban humor—. Venga a bailar conmigo, señorita Odell. Me siento lo bastante valiente como para bailar con usted.
_______ le permitió que la agarrara del brazo y la llevara al centro de la pista. La admiración de sir John era como un bálsamo después de la discusión con Joseph. Decidió que tenía que hacer algo para darle una lección. Era arrogante, demasiado seguro de sí mismo y demasiado autoritario. De pronto se le ocurrió una idea. Si a ella se le daba tan bien dibujar, y Joseph estaba tan reacio a posar para el libro de acuarelas de lady Sally, podría hacer un bosquejo de él sin que Joseph se diese cuenta y dárselo al señor Daubenay para que trabajase en él.
La idea la llenó de entusiasmo. Eso pondría a Joseph en su sitio y sería un modo de devolverle la pelota por su comportamiento tan poco caballeroso de esa noche. Vio que Joseph se iba con lady Lily hacia la sala donde estaba la comida y la bebida, y notó que tenía la mano en su cintura. Estaban hablando, y los rizos castaños de lady Benedict le rozaron el hombro cuando ella levantó la vista para mirarlo con gesto confiado. ______ vio que Lily le dedicaba a Joseph una sonrisa vivaz, y ella sintió que la rabia la quemaba por dentro. No era que quisiera a Joseph para sí; eso era una auténtica ridiculez. Era simplemente que estaba enfadada con él. Oh, sí, le gustaría darle su merecido a Joseph…
Se dio cuenta entonces de que sir John estaba diciéndole algo, invitándola a ir a dar un paseo con él la tarde siguiente. Era decididamente un candidato más interesante que James Kestrel, pero ella sonrió dulcemente y rechazó su oferta.
—Lo siento, señor, pero ya estoy ocupada. ¿Tal vez otro día?
Vio el brillo de interés en los ojos de sir John, y pensó que los hombres eran criaturas extrañas que se animaban cuando la dama mostraba menos disponibilidad, como por ejemplo en ese momento. De pronto a sir John se le veía positivamente empeñado.
—Entonces el viernes —dijo de pronto—. La llevaré a Woodbridge, señorita Odell, y no aceptaré un no por respuesta.
_______ le sonrió.
—Gracias, señor. Sería muy agradable. Y ahora debe contarme ese encuentro que tuvo con el oso polar. He oído que es una historia verdaderamente aterradora.
Sir John se echó a reír y empezó a contarle la historia, totalmente ajeno a que ella le había estado tomando el pelo. Joseph siempre sabía cuándo ella se burlaba de él y jamás se tomaba nada de lo que hiciera él mismo demasiado en serio. Claro que ya no se sentía cómoda tomándole el pelo.
La idea le resultó deprimente. Tampoco las posibilidades de matrimonio en los pueblos de Midwinter parecían muy halagüeñas. Estaba James Kestrel, que era vanidoso y no tenía sentido del humor, y estaba John Norton, que estaba muy pagado de sí mismo y seguramente no sería más que otro calavera. ______ suspiró. No se lo estaba pasando bien, a pesar de la bonita fiesta de lady Sally, y sólo el ver a Lily Benedict convenciendo a Joseph para que bailase de nuevo con ella completó su mal humor.
Una hora después, _______ pensó que tal vez debía de cambiar de opinión en cuanto a la fiesta. Allí bailó, comió bebió y charló con varios invitados, y por el rabillo del ojo vio a Joseph bailar con Deborah Stratton, con Helena Lang y con Lily Benedict, y a ella no la miró ni una sola vez.
Fue mucho más tarde, cuando los carruajes empezaban a aparecer en la puerta y los invitados a marcharse, cuando _______ salió al patio a tomar un poco el aire. Hacía calor y los aromas de las flores inundaban la brisa. Todo estaba a oscuras, sin embargo le pareció ver que algo se movía en el césped donde el agua de la fuente cantaba entre los setos. Una suave risilla femenina flotó por el aire de la noche. _______ arqueó las cejas. De modo que no estaba sola en los jardines. _______ se dio la vuelta para volver al salón, pero en ese momento otro movimiento le llamó la atención. También se abrió la puerta de la sala donde estaban jugando a las cartas, iluminando las piedras cubiertas de musgo de la terraza con la luz de las velas. _______ vio unas sombras cuando dos personas salían de la habitación. Pero no eran ninguna pareja de enamorados, sino dos caballeros, absortos en su conversación. _______ fue a darse la vuelta, puesto que no deseaba escuchar su conversación, pero se dio cuenta de que no podía retirarse sin ser vista. Así que se quedó quieta.
—Maldita sea, Richard —oyó que decía Joseph Jonas—. Cuando Nicholas dijo que esto implicaría tener un espíritu de sacrificio, no tenía ni idea de que sería tan agotador. No sé cuánto coqueteo uno tiene que soportar por el bien de la misión…
_______ oyó que Richard se reía, y entonces las voces se fueron apagando al tiempo que se volvían de espaldas y echaban a andar por la terraza.
El polen debió de metérsele en la nariz, y _______ se llevó el pañuelo a la nariz justo a tiempo para ahogar un enorme estornudo. Aun así, no fue suficiente. Oyó que uno de los hombres emitía una exclamación y no esperó más. Se metió por una de las puertas del salón de baile, pero el pañuelo se le había caído al suelo en la terraza.
Nadie pareció oírla ni percibir su apresurada entrada. Se escondió detrás de una columna, respirando hondo para ver si se le tranquilizaba el pulso. Apoyó una mano contra la fría pared de piedra y se llevó la otra a la frente, tratando de aliviar el repentino dolor de cabeza. No podía ignorar lo que había oído, y eso la inquietaba. ¿Podría ser que Joseph tuviese alguna clase de apuesta con los hermanos Kestrel para coquetear con las damas de Midwinter para su propio divertimiento? Se acordó del día en que Richard Kestrel y Joseph habían entrado en el salón de té. Joseph había estado de lo más atento con Deborah Stratton mientras que Richard había sido agradable con ella. Y esa noche Joseph, Richard, Nicholas y Lucas habían coqueteado con muchas damas, malditos…
—Creo que ha debido de caérsete esto, _______.
Un terror frío le atenazó el estómago, seguido de una desagradable sensación en la nuca. Se volvió despacio y vio a Joseph justo detrás de ella, con el pañuelo en la mano. Tenía una _ (inicial de tu nombre) bordada, y Joseph lo tenía agarrado de modo que la letra quedara bien visible. Ambos sabían que no tenía sentido que ella negara que era suyo.
_______ se pasó la lengua por los labios resecos. Era el momento de preguntarle qué tramaba con los Kestrel, el momento de hablar y de ser tan sincera con él como siempre lo había sido. Lo miró a los ojos cafe claro y él la miró también, con gesto implacable. Su pelea anterior parecía oprimirlos con su peso.
—Gracias —dijo ______ sin más.
Tomó el pañuelo y se lo guardó en la limosnera, esperando que no le temblaran mucho las manos. No tenía ni idea de por qué estaba tan nerviosa. Tal vez fuera la culpabilidad, el resentimiento, el despecho, o una mezcla de los tres.
—Debió de caérseme cuando salí a tomar el aire —dijo ella.
Joseph arqueó las cejas con escepticismo.
—No te he visto cuando he estado ahí fuera ahora mismo. ¿Me has visto?
________ vaciló. Jamás le había dicho a Joseph una mentira en su vida. Aspiró hondo.
—No —dijo—. ¿Acaso has salido con alguna dama a contemplar las estrellas?
Joseph no sonrió.
—No —dijo.
—Ah —_______ no sabía qué decir—. Bueno… gracias… —hizo un vago gesto hacia su bolso— y buenas noches… Creo que mamá y papá están preparándose para marcharse.
Joseph hizo una leve inclinación; su atractivo rostro estaba tan hierático que parecía tallado en piedra. _______ tuvo la incómoda sensación de que estaba observándola mientras cruzaba la sala hacia donde estaba lady Odell. Cuando estaba ya cerca de donde estaban sus padres, no pudo evitar volverse a mirarlo, y vio a Richard Kestrel que se había acercado a Joseph y hablaba con él con gesto urgente. Vio que Joseph negaba una vez con la cabeza, con decisión, y entonces la miró y sus miradas se encontraron. Su expresión era remota.
La rabia se apoderó de nuevo de ella. Los Kestrel le habían resultado agradables, aunque no se los tomase en serio. La simple idea de que hubiesen podido hacer alguna odiosa apuesta le revolvía el estómago. No podía vengarse del duque o de Richard Kestrel, pero Joseph estaba a su alcance. Horas antes había pensado que era demasiado arrogante y que había que darle una lección. En ese momento se reafirmó en su idea. Sin duda se vengaría. Y la venganza sería muy dulce.
Joseph decidió caminar de vuelta a Kestrel Court al amanecer, y en esa ocasión nadie lo acechó. Había declinado con cierta brusquedad la oferta de Richard Kestrel de acompañarlo; pero lo cierto era que necesitaba pensar. Sobre todo, quería pensar en ________ Odell.
Era ridículo sospechar que _______ pudiera ser la espía de Midwinter. Se lo había dicho a Richard la noche de la discusión en Kestrel Court, y seguía pensándolo. Su instinto sabía que _______ jamás cometería tal traición. Y sin embargo no podía negar que había estado en la terraza la noche cuando Richard y él habían estado hablando. Pero, inexplicablemente, ella había negado que lo hubiera visto. Joseph había sabido entonces que estaba mintiendo, pero no había sabido por qué. Que él supiera, _______ jamás le había mentido. Le inquietaba que empezase a hacerlo en ese momento.
Era otra noche de luna clara. Joseph se quitó el pañuelo del cuello con impaciencia y lo sujetó en la mano. Se sentía mejor sin el apretado esmoquin. En realidad, como mejor se sentía era así, al aire libre. Bailar con damas como Lily Benedict y Helena Lang había sido para él una prueba muy dura. Lily había sido sorprendentemente discreta, y aunque Helena no había dejado de cotillear sin que él le preguntara siquiera, al final de la velada no se había enterado de nada de interés. En lugar de eso había tenido que soportar su parloteo mientras observaba a _______ coquetear con el monigote de James Kestrel.
Se dijo que la discusión con _______ había sido muy tonta, pero también que ella era capaz de pincharlo si quería. Sus acusaciones de insinceridad le habían molestado, cuando se había esforzado tanto en tratarla con dulzura. Pero Joseph sabía cuál era la razón de la tensión que se había interpuesto entre ellos, aunque _______ no la supiera. Sabía que el beso que se habían dado en la sala de billar, fuera o no un error, no se podía olvidar.
_______ le había dicho que los dos deberían hacer como si no hubiese pasado. Y ella estaba tratando de creérselo, pensaba Joseph, pero no lo estaba logrando. Ni tampoco podía ocultar su enfado cuando él le prestaba atención a otras mujeres. Estaba celosa, y eso era algo que le daba muchos ánimos. Además, tenía que reconocer que él sentía lo mismo. _______ era capaz de provocar tal emoción en él sin problemas. Era una nueva experiencia para él y tenía que aceptarlo, aunque le pesara. La señorita _______ Odell era su Némesis. No podía escapar a su poder.
—Esta noche parece que hay bastante caza —dijo _______ en tono seco—. Las damas parecen empeñadas en encandilar a los caballeros para que accedan a tomar parte en el libro de acuarelas de lady Sally. ¡Y los caballeros no se están resistiendo demasiado, que digamos!
Como Saltire era pequeño y no tenía salón de baile aparte, lady Sally había dejado libre el gran salón y había colocado un estrado en un rincón para la orquesta, bajo los enormes ventanales de cristales tintados. En las lámparas de hierro brillaban las velas, y los tapices de las paredes alegraban la estancia. La atmósfera medieval estaba también acentuada por la presencia de un hombre que se pavoneaba entre los invitados, vestido con jubón y paleto, y con el pecho henchido como el de una paloma.
—Ése es el servicial artista de lady Sally, el señor Daubenay —comentó Deborah, siguiendo la mirada de _______—. Es a quien se le ha dado la misión de pintar las acuarelas. ¿No te parece que lleva un traje muy raro?
El artista había sacado un cuaderno y estaba empezando a hacer el bosquejo de uno de los invitados de lady Sally. Cuando un grupo se movió un poco, ________ vio que se trataba de Helena Lang. Parecía bastante halagada por las atenciones de Daubenay, echando para atrás la cabeza, muerta de risa. A su lado había un hombre alto de cabello pelirrojo oscuro y las clásicas facciones apuestas de los Kestrel.
—Deborah —le dijo _______ agarrando a su amiga de la manga—. Debes decirme quiénes son los invitados de lady Sally, porque no me han presentado a todos. Por ejemplo, el caballero que está con la señorita Lang. Debe de ser uno de los hermanos del duque.
Deborah se echó a reír.
—Ése —dijo— es lord Lucas Kestrel, el tercero de la impura trinidad. Se dice que es incluso más peligroso relacionarse con él que con sus hermanos porque su aspecto engaña.
—Es él el militar, ¿no? —dijo ________ mientras se decía que Lucas era extremadamente atractivo—. He oído que ha vuelto recientemente de la India.
Deborah soltó una risotada.
—Lucas Kestrel es tan militar como Richard Kestrel marino. Oí el cuento que te estaba contando el otro día cuando te dijo que se había herido en la marina. Supongo que se pilló la mano con un cajón.
—Oh, Deb —dijo _______ en tono de reproche; le gustaba Richard Kestrel y pensaba que Deborah era demasiado dura con él—. ¡Eres cruel!
—Lo sé. —Deb agarró a ________ del brazo y le dio la vuelta en la dirección opuesta—. Ahí mismo está el duque charlando con lady Sally. Aún no te lo han presentado, ¿verdad, ________? Sólo está en Midwinter Bere brevemente, porque según he oído tiene que regresar a Londres por negocios. Una pena que no pueda llevarse a lord Richard con él.
Los invitados que lady Sally había reunido esa noche eran de los más destacados. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, ________ buscó a Joseph con la mirada entre la gente.
Cuando lo vio, tan formal con su chaqué negro y su camisa blanca, el corazón le dio un vuelco, tal y como le pasaba desde que se habían besado cuando lo veía. Era inútil, era fastidioso, pero era inevitable. _______ había tratado de curarse de aquella extraña aflicción sin éxito alguno. Y para alguien que se enorgullecía de su sentido común, resultaba particularmente mortificante.
Había visto a Joseph cada día de la semana que había seguido a la tarde en la sala de billar, ya que él parecía empeñado en pasar tiempo con ella. Normalmente _______ habría disfrutado de esos ratos en su compañía, pero desde que se habían besado se sentía tímida con él. Trataba de comportarse como si entre ellos no hubiese pasado nada; pero ella sabía que sí, y ésa era la diferencia.
Mientras lo observaba, Joseph se acercó a donde estaban Lucas Kestrel y Helena Lang, miró por encima del hombro del artista y sonrió. Entonces le hizo algún comentario a Helena que provocó que ésta lo mirara con las cejas arqueadas, y _______ sintió una punzada en el costado, como si alguien le hubiese clavado un pincho.
—¿Qué te pasa, _______? Estás un poco pálida… —le dijo Deborah.
—Estoy bien, gracias —respondió _______—. Me parece que tu hermana y su marido acaban de llegar.
—Ah —Deb sonrió—. ¡Disculpa! Debo pedirle a Ross que baile conmigo.
A solas, _______ suspiró y empezó a avanzar despacio. Sir Arthur y lady Odell estaban rodeados de un grupo de admiradores; pero _______ no tenía intención de quedarse a la sombra de sus padres y escuchar interminables historias sobre sus excavaciones. Ni tampoco quería acercarse a Joseph Jonas para oír cómo coqueteaba con Helena Lang, para terminar sintiéndose como una pieza de repuesto. Evidentemente a Joseph no le costaba tanto como a ella olvidar. Pero Joseph era un libertino…
________ llegó al último escalón para acceder al salón más abajo e inmediatamente se vio acosada por lady Sally, la mejor anfitriona, quien no iba a permitir que una de sus invitadas se aburriese en un rincón.
—Señorita Odell, la llevo buscando un buen rato. Por favor, venga a que le presente a mis invitados.
Tomó a ________ del brazo y la condujo hacia la enorme chimenea donde el duque de Kestrel estaba. Nicholas Kestrel se mostró extremadamente complacido de conocerla, y ________ no tuvo razón para dudar de él. Sus modales estaban enteramente destinados a hacer que se sintiese cómoda y al mismo tiempo la criatura más encantadora de la fiesta. ________ apreció aquel detalle, aunque reconoció exactamente lo que estaba haciendo. Charlaron animadamente durante unos minutos, y a ________ le hizo gracia el hecho de que en un momento dado en que el duque pensaba que ella no le estaba haciendo caso, se le fueran los ojos a lady Sally como si ella tuviera un imán.
—Nicholas, has monopolizado a la señorita Odell el tiempo suficiente —dijo lady Sally en tono de reproche, volviéndose un momento después con otro caballero del brazo—. He traído a tu primo James para que la conozca.
Nicholas Kestrel le hizo una inclinación a _______, con una leve sonrisa en los labios. A _______ le dio la impresión de que algo le divertía.
—Entonces tengo el honor de presentarlos, por supuesto —dijo el duque con suavidad—. Señorita Odell, James…
_______ miró al recién llegado con interés. Aquel hombre era el único de los Kestrel que aún no había conocido, y destacaba como un mirlo en una familia de pavos reales. Era circunspecto donde sus primos eran exuberantes, callado mientras que ellos eran sociables. Parecía soso a su lado, y _______ sintió lástima de él. Se sentía atraído hacia alguien que no encajaba en su ambiente.
La orquesta empezó a tocar una danza típica de la zona y de pronto la sala despertó con emoción. Nicholas Kestrel se acercó y sacó a bailar a lady Sally; Deborah Stratton pasó en brazos de su cuñado, Ross Marney, mientras Joseph Jonas se llevaba a lady Benedict de los brazos de John Norton con una habilidad que hablaba de mucha práctica.
James Kestrel se ajustó los puños y admiró su reflejo en el enorme espejo que había detrás de ellos.
—¿Le apetece bailar, señorita Odell?
—Gracias, señor —dijo _______.
James le ofreció el brazo con elegancia.
—Ésta es una reunión muy elegante, ¿no le parece? —dijo _______ cuando se unieron a los demás bailarines en la pista—. Lady Sally celebra fiestas con mucho estilo.
James miró a su alrededor. En su rostro delgado había una expresión de leve desaprobación, como si alguien oliera mal.
—Me parece que hay demasiados tunantes por aquí —dijo—, pero es lo normal cuando uno invita a un grupo de piratas y aventureros de visita.
_______ se echó a reír.
—¿Piratas, señor?
James apretó los labios.
—Hay algunos aquí que sólo son un poco mejor que los piratas. Sir John Norton, por ejemplo…
_______ miró a su alrededor. John Norton estaba cerca de ellos. Al verla mirando le guiñó un ojo exageradamente. _______ desvió la mirada inmediatamente.
—Entonces sir John ganará la carrera de yates de Deben —dijo por hacer algún comentario—, si es un corsario. ¿Navegáis, señor?
—Santo Dios, no —dijo James Kestrel—. Es malísimo para la tez, señorita Odell. Lo mismo que las expediciones polares. Norton estuvo a punto de perder la nariz en el último viaje de la congelación que sufrió. —James la miró pensativamente—. He oído que usted ha viajado mucho, señorita Odell —le dijo—. Me alegra ver que el sol no ha estropeado su piel. ¿Utiliza sombrilla, señorita Odell?
—Siempre —dijo _______—. Incluso en una tormenta de arena.
James asintió.
—Muy juicioso por su parte. Si uno toma mucho el sol acaba con la cara arrugada como una pasa.
Continuaron bailando y todos cambiaron de pareja. Con sorpresa, _______ se vio entre los brazos de Joseph para el baile siguiente. Le apretó la mano suavemente y le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.
—Buenas noches, _______. Estás muy bonita esta noche. La gasa dorada te va muy bien.
_______ sintió que se le aceleraba el ritmo cardiaco. Había algo en sus ojos que le hacía sentirse vulnerable. Pero todo aquello estaba mal; se suponía que Joseph no debía hacerle sentirse así.
Fijó la vista en lo que había detrás del hombro derecho de Joseph, pero con tan mala fortuna eso le hizo fijarse en Helena Lang. Helena estaba bailando con lord Northcote, pero estirando el cuello para observar a Joseph. _______ se sintió profundamente irritada.
—Buenas noches, Joseph —dijo ella—. ¿Te estás divirtiendo en un… ambiente tan prometedor?
Vio que Joseph abría mucho los ojos al percibir su sarcasmo, y entonces sonrió.
—Me lo estoy pasando de maravilla, gracias, _______. Los invitados de lady Sally son encantadores.
—Desde luego que lo son —dijo _______, enfadada; no estaba segura de por qué tenía la necesidad de provocarlo, pero no pudo evitarlo—. ¡Y tú pareces haber disfrutado de ellos totalmente!
La mano de Joseph le apretó la suya, y _______ levantó la vista instantáneamente. En sus ojos había una mirada de curiosidad.
—¿Qué te pasa, _______? —le preguntó—. ¿Te has comido una ciruela pasa durante la cena?
_______ estaba un poco aturdida. Sentía que se acercaba a un precipicio y le parecía como si fuese a caerse por él. Tenía tanto que ver con la necesidad de enfadar a Joseph tanto como él estaba fastidiándola con sus insensatas atenciones y temerarios besos. No le gustaba verle coquetear con Helena Lang o Lily Benedict. Estaba celosa, enfadada y confusa. Ni tampoco sabía qué quería, si la amistad de Joseph o sus besos.
—Estoy segura de que me entiendes —dijo en tono tenso—. Eres… generoso… en tus atenciones, ¿no? Uno casi podría decir indiscriminadas.
Joseph la miró con desafío.
—¿Podría ser que estuvieras celosa, ______? —le preguntó en tono burlón—. Pensaba que habías dicho que no querías conmigo más que una amistad.
______ se sentía atrapada. Eso era lo que le había dicho; pero parecía que cada vez era menos cierto. Y no sabía qué decir.
Continuaron bailando en silencio un poco más, pero era un silencio tenso como la cuerda de un arco antes de disparar. Pasado un momento ______ miró a Joseph con exasperación.
—Creo que deberíamos conversar un poco más —le dijo— aunque sólo sea para pasar el tiempo. Desafortunadamente, este baile es bastante largo.
Joseph suspiró.
—Muy bien. Como dices que no te gustan los mujeriegos, hablemos de otro tipo de hombres. ¿Te ha divertido la compañía de James Kestrel? Veo que te estaba hablando, mientras admiraba su reflejo en el espejo, por supuesto.
_______ estaba rabiosa. Había mucho sarcasmo en el tono de voz de Joseph, que le fastidiaba tremendamente. A pesar de su decepción inicial en referencia a James Kestrel, no estaba preparada para permitir que Joseph mostrara su desaprobación hacia él.
—Parece un hombre muy sensato —dijo ella.
—Ah. Claro, tú admiras el sentido común —dijo Joseph.
—Admiro más a un sensato que a un temerario.
Oyó que Joseph aspiraba hondo con fuerza. En su voz había un trasfondo de rabia.
—Esta noche no dejas de provocarme, ______. No puedo dejar de preguntarme por qué.
_______ lo miró con contrariedad.
—¡Ya puestos, tú también te has puesto enseguida a criticar al señor Kestrel, Joseph! Yo también me pregunto por qué.
Joseph apretó los labios.
—Muy bien. Es cierto que no me gusta James Kestrel. Es un hombre de valor nulo. No le importa nada aparte del lugar que ocupa en sociedad y que sus camisas estén bien almidonadas.
_______ frunció el ceño.
—Había oído hablar de él como de un hombre de valía, no lo contrario. A mí me ha parecido muy sensato.
—Estás equivocada.
—¡No puedes dejar de entrometerte, verdad! ¡Tú siempre sabes lo que es mejor! Ésta es la tercera vez que me adviertes para que me aleje de algún caballero que me admira. Pues bien, tú no eres mi hermano, y si yo quiero reconocer virtudes más sobrias donde tú no las ves, y valorarlas por encima de otras cualidades más dudosas, entonces es asunto mío —gritó.
Se quedó perpleja al ver que la música había dejado de sonar y que otros bailarines los miraban con curiosidad. Con una sonrisa disimulada, Joseph le aprisionó la mano debajo del brazo y la condujo al borde de la pista. ______ sentía la rabia y la tensión en todo su cuerpo. Estaba casi segura de que él iba a meterla en alguna habitación para continuar allí con la discusión.
Sin embargo, no fue así. El baile había terminado ya, y James Kestrel se acercaba a ellos con Lily Benedict del brazo.
Cuando lady Benedict los vio, se le iluminó la mirada.
—¡Señorita Odell! Qué suerte. ¿Qué le parece si cambiamos de pareja? —le dirigió a Joseph una mirada coqueta—. Sé que no le importará si le pido a lord Jonas que sea mi pareja en la cuadrilla, puesto que como los dos son tan buenos amigos, no tengo reparo en separarlos.
_______ trató de ahogar su rabia. Le hubiese gustado aclarar el enfado con Joseph y al mismo tiempo sentía una aversión enorme en entregárselo a Lily Benedict. Entonces, mientras vacilaba, Joseph le sonrió a Lily.
—¡Por supuesto que puede importunarme y con mucho gusto por mi parte, lady Benedict! La señorita Odell y yo somos amigos desde hace tantos años que ya no sabemos qué decirnos. Se la ofreceré al señor Kestrel para el baile siguiente con placer. Tal vez él pueda entretenerla mejor que yo.
Y con una inclinación de burla a _______, se volvió hacia lady Lily y se la llevó.
A través de una neblina de rabia y furia, _______ vio cómo se alejaban. Tal vez Joseph y ella fueran buenos amigos, pero jamás se había mostrado descortés con ella en público, ni en privado, por supuesto. Se quedó helada en el sitio, tratando de aclarar sus pensamientos mientras Joseph se alejaba de ella sin volverse siquiera a mirarla.
—Me sorprende que desee tener amistad con Joseph, señorita Odell —dijo James Kestrel en tono de censura—. Puede ser un tipo bastante inconstante. Hace lo que le da la gana y no tiene modales.
Una enfurecida negativa le subía por la garganta, pero ahogó tal defensa hacia Joseph. Estaba hecha un lío. No tenía ni idea de por qué quería defender a Joseph contra las críticas cuando estaba tan enfadada con él; pero el oír a James Kestrel condenándolo sólo pareció fastidiarla aún más.
—Lord Jonas y yo nos conocemos desde hace años —dijo en tono tenso—. Es como un hermano para mí y, como habéis visto, demuestra la falta de respeto propia de un hermano de vez en cuando. Pero yo no le hago caso.
_______ sabía que acababa de mentir. Las palabras de Joseph la habían herido en lo más hondo y la llama de la ira seguía ardiendo en su pecho mientras observaba cómo le prestaba a lady Benedict toda su atención.
James Kestrel se retiró una pelusilla de la manga de su chaqueta.
—¿Le gustaría que nos encontráramos mañana por la tarde, señorita Odell? —le preguntó en tono algo aburrido—. Si hace buen día, podríamos dar un paseo en coche por el camino del río.
_______ vaciló. No tenía ganas de pasar mucho tiempo con James Kestrel, puesto que rápidamente había adivinado que su tema de conversación favorito era él mismo, y que nada más podría provocar ningún entusiasmo en él. Por otra parte, no podía soportar que Joseph pensase que había rechazado al señor Kestrel por algo que él hubiera dicho. La razón para aceptar era estúpida y contraria a lo habitual, y _______ lo sabía. Sin embargo, asintió y esbozó una sonrisa superficial.
—Gracias, señor —dijo—. Sería estupendo.
—Tal vez llueva, por supuesto —añadió James—. Si es así, pospondremos nuestros planes. Jamás se me ocurriría hacer nada tan insensato como salir con lluvia.
—No, desde luego —concedió _______, recordando las excavaciones con viento y lluvia en las islas Shetland—. Uno puede ponerse perdido.
—Una de mis mejores chaquetas se me estropeó por culpa de la lluvia —dijo James—. Una de las mejores creaciones de Weston. Jamás se recuperó después de eso.
—Parece que vos tampoco os recuperasteis, señor —observó ______ con dulzura.
Los ojos pálidos de James brillaron.
—No me recuperé, señorita Odell. No sólo se estropeó la chaqueta, sino que yo pillé un horrible resfriado. Juro que me llevó una semana recuperarme del todo.
_______ pensó que no le habría importado que el resfriado se lo hubiese llevado. Se excusó cortésmente y fue hacia el grupo que rodeaba a lady Odell. El señor Daubenay estaba terminando su dibujo con una floritura del lápiz y una exclamación triunfante.
—Pero qué demonios —exclamó lady Odell con buen humor—. ¿De verdad tengo esas dos papadas? ¡Qué poco favorecedor!
—Creo que el señor Daubenay te ha plasmado a la perfección, mamá —dijo _______ con tacto—. Él ve a través de la superficie y plasma el espíritu en sus creaciones.
El artista sonreía, claramente entusiasmado.
—Me halaga usted, señorita Odell.
—En absoluto —dijo la voz de Joseph Jonas; y ______ se volvió sorprendida y vio que se asomaba por encima de su hombro para ver el dibujo—. Tal vez debería dibujarla ahora, Daubenay. Me pregunto qué vería. ¿Juventud, belleza y una dulce disposición?
Su tono era sereno, pero había en sus ojos un brillo burlón. ______ sintió que se ponía colorada de rabia. Si Joseph seguía provocándola esa noche, demostraría su dulce disposición dándole una bofetada en la cara. Se retiró un poco del grupo y le lanzó a Joseph una mirada desafiante.
—Siga mi consejo, señor, y no trate de hacerle un retrato a lord Jonas —le dijo al artista—. Hay particularidades que es mejor dejar en la oscuridad.
—Un tanto para la señorita Odell —murmuró sir Norton, cuyos ojos azules rebosaban humor—. Venga a bailar conmigo, señorita Odell. Me siento lo bastante valiente como para bailar con usted.
_______ le permitió que la agarrara del brazo y la llevara al centro de la pista. La admiración de sir John era como un bálsamo después de la discusión con Joseph. Decidió que tenía que hacer algo para darle una lección. Era arrogante, demasiado seguro de sí mismo y demasiado autoritario. De pronto se le ocurrió una idea. Si a ella se le daba tan bien dibujar, y Joseph estaba tan reacio a posar para el libro de acuarelas de lady Sally, podría hacer un bosquejo de él sin que Joseph se diese cuenta y dárselo al señor Daubenay para que trabajase en él.
La idea la llenó de entusiasmo. Eso pondría a Joseph en su sitio y sería un modo de devolverle la pelota por su comportamiento tan poco caballeroso de esa noche. Vio que Joseph se iba con lady Lily hacia la sala donde estaba la comida y la bebida, y notó que tenía la mano en su cintura. Estaban hablando, y los rizos castaños de lady Benedict le rozaron el hombro cuando ella levantó la vista para mirarlo con gesto confiado. ______ vio que Lily le dedicaba a Joseph una sonrisa vivaz, y ella sintió que la rabia la quemaba por dentro. No era que quisiera a Joseph para sí; eso era una auténtica ridiculez. Era simplemente que estaba enfadada con él. Oh, sí, le gustaría darle su merecido a Joseph…
Se dio cuenta entonces de que sir John estaba diciéndole algo, invitándola a ir a dar un paseo con él la tarde siguiente. Era decididamente un candidato más interesante que James Kestrel, pero ella sonrió dulcemente y rechazó su oferta.
—Lo siento, señor, pero ya estoy ocupada. ¿Tal vez otro día?
Vio el brillo de interés en los ojos de sir John, y pensó que los hombres eran criaturas extrañas que se animaban cuando la dama mostraba menos disponibilidad, como por ejemplo en ese momento. De pronto a sir John se le veía positivamente empeñado.
—Entonces el viernes —dijo de pronto—. La llevaré a Woodbridge, señorita Odell, y no aceptaré un no por respuesta.
_______ le sonrió.
—Gracias, señor. Sería muy agradable. Y ahora debe contarme ese encuentro que tuvo con el oso polar. He oído que es una historia verdaderamente aterradora.
Sir John se echó a reír y empezó a contarle la historia, totalmente ajeno a que ella le había estado tomando el pelo. Joseph siempre sabía cuándo ella se burlaba de él y jamás se tomaba nada de lo que hiciera él mismo demasiado en serio. Claro que ya no se sentía cómoda tomándole el pelo.
La idea le resultó deprimente. Tampoco las posibilidades de matrimonio en los pueblos de Midwinter parecían muy halagüeñas. Estaba James Kestrel, que era vanidoso y no tenía sentido del humor, y estaba John Norton, que estaba muy pagado de sí mismo y seguramente no sería más que otro calavera. ______ suspiró. No se lo estaba pasando bien, a pesar de la bonita fiesta de lady Sally, y sólo el ver a Lily Benedict convenciendo a Joseph para que bailase de nuevo con ella completó su mal humor.
Una hora después, _______ pensó que tal vez debía de cambiar de opinión en cuanto a la fiesta. Allí bailó, comió bebió y charló con varios invitados, y por el rabillo del ojo vio a Joseph bailar con Deborah Stratton, con Helena Lang y con Lily Benedict, y a ella no la miró ni una sola vez.
Fue mucho más tarde, cuando los carruajes empezaban a aparecer en la puerta y los invitados a marcharse, cuando _______ salió al patio a tomar un poco el aire. Hacía calor y los aromas de las flores inundaban la brisa. Todo estaba a oscuras, sin embargo le pareció ver que algo se movía en el césped donde el agua de la fuente cantaba entre los setos. Una suave risilla femenina flotó por el aire de la noche. _______ arqueó las cejas. De modo que no estaba sola en los jardines. _______ se dio la vuelta para volver al salón, pero en ese momento otro movimiento le llamó la atención. También se abrió la puerta de la sala donde estaban jugando a las cartas, iluminando las piedras cubiertas de musgo de la terraza con la luz de las velas. _______ vio unas sombras cuando dos personas salían de la habitación. Pero no eran ninguna pareja de enamorados, sino dos caballeros, absortos en su conversación. _______ fue a darse la vuelta, puesto que no deseaba escuchar su conversación, pero se dio cuenta de que no podía retirarse sin ser vista. Así que se quedó quieta.
—Maldita sea, Richard —oyó que decía Joseph Jonas—. Cuando Nicholas dijo que esto implicaría tener un espíritu de sacrificio, no tenía ni idea de que sería tan agotador. No sé cuánto coqueteo uno tiene que soportar por el bien de la misión…
_______ oyó que Richard se reía, y entonces las voces se fueron apagando al tiempo que se volvían de espaldas y echaban a andar por la terraza.
El polen debió de metérsele en la nariz, y _______ se llevó el pañuelo a la nariz justo a tiempo para ahogar un enorme estornudo. Aun así, no fue suficiente. Oyó que uno de los hombres emitía una exclamación y no esperó más. Se metió por una de las puertas del salón de baile, pero el pañuelo se le había caído al suelo en la terraza.
Nadie pareció oírla ni percibir su apresurada entrada. Se escondió detrás de una columna, respirando hondo para ver si se le tranquilizaba el pulso. Apoyó una mano contra la fría pared de piedra y se llevó la otra a la frente, tratando de aliviar el repentino dolor de cabeza. No podía ignorar lo que había oído, y eso la inquietaba. ¿Podría ser que Joseph tuviese alguna clase de apuesta con los hermanos Kestrel para coquetear con las damas de Midwinter para su propio divertimiento? Se acordó del día en que Richard Kestrel y Joseph habían entrado en el salón de té. Joseph había estado de lo más atento con Deborah Stratton mientras que Richard había sido agradable con ella. Y esa noche Joseph, Richard, Nicholas y Lucas habían coqueteado con muchas damas, malditos…
—Creo que ha debido de caérsete esto, _______.
Un terror frío le atenazó el estómago, seguido de una desagradable sensación en la nuca. Se volvió despacio y vio a Joseph justo detrás de ella, con el pañuelo en la mano. Tenía una _ (inicial de tu nombre) bordada, y Joseph lo tenía agarrado de modo que la letra quedara bien visible. Ambos sabían que no tenía sentido que ella negara que era suyo.
_______ se pasó la lengua por los labios resecos. Era el momento de preguntarle qué tramaba con los Kestrel, el momento de hablar y de ser tan sincera con él como siempre lo había sido. Lo miró a los ojos cafe claro y él la miró también, con gesto implacable. Su pelea anterior parecía oprimirlos con su peso.
—Gracias —dijo ______ sin más.
Tomó el pañuelo y se lo guardó en la limosnera, esperando que no le temblaran mucho las manos. No tenía ni idea de por qué estaba tan nerviosa. Tal vez fuera la culpabilidad, el resentimiento, el despecho, o una mezcla de los tres.
—Debió de caérseme cuando salí a tomar el aire —dijo ella.
Joseph arqueó las cejas con escepticismo.
—No te he visto cuando he estado ahí fuera ahora mismo. ¿Me has visto?
________ vaciló. Jamás le había dicho a Joseph una mentira en su vida. Aspiró hondo.
—No —dijo—. ¿Acaso has salido con alguna dama a contemplar las estrellas?
Joseph no sonrió.
—No —dijo.
—Ah —_______ no sabía qué decir—. Bueno… gracias… —hizo un vago gesto hacia su bolso— y buenas noches… Creo que mamá y papá están preparándose para marcharse.
Joseph hizo una leve inclinación; su atractivo rostro estaba tan hierático que parecía tallado en piedra. _______ tuvo la incómoda sensación de que estaba observándola mientras cruzaba la sala hacia donde estaba lady Odell. Cuando estaba ya cerca de donde estaban sus padres, no pudo evitar volverse a mirarlo, y vio a Richard Kestrel que se había acercado a Joseph y hablaba con él con gesto urgente. Vio que Joseph negaba una vez con la cabeza, con decisión, y entonces la miró y sus miradas se encontraron. Su expresión era remota.
La rabia se apoderó de nuevo de ella. Los Kestrel le habían resultado agradables, aunque no se los tomase en serio. La simple idea de que hubiesen podido hacer alguna odiosa apuesta le revolvía el estómago. No podía vengarse del duque o de Richard Kestrel, pero Joseph estaba a su alcance. Horas antes había pensado que era demasiado arrogante y que había que darle una lección. En ese momento se reafirmó en su idea. Sin duda se vengaría. Y la venganza sería muy dulce.
Joseph decidió caminar de vuelta a Kestrel Court al amanecer, y en esa ocasión nadie lo acechó. Había declinado con cierta brusquedad la oferta de Richard Kestrel de acompañarlo; pero lo cierto era que necesitaba pensar. Sobre todo, quería pensar en ________ Odell.
Era ridículo sospechar que _______ pudiera ser la espía de Midwinter. Se lo había dicho a Richard la noche de la discusión en Kestrel Court, y seguía pensándolo. Su instinto sabía que _______ jamás cometería tal traición. Y sin embargo no podía negar que había estado en la terraza la noche cuando Richard y él habían estado hablando. Pero, inexplicablemente, ella había negado que lo hubiera visto. Joseph había sabido entonces que estaba mintiendo, pero no había sabido por qué. Que él supiera, _______ jamás le había mentido. Le inquietaba que empezase a hacerlo en ese momento.
Era otra noche de luna clara. Joseph se quitó el pañuelo del cuello con impaciencia y lo sujetó en la mano. Se sentía mejor sin el apretado esmoquin. En realidad, como mejor se sentía era así, al aire libre. Bailar con damas como Lily Benedict y Helena Lang había sido para él una prueba muy dura. Lily había sido sorprendentemente discreta, y aunque Helena no había dejado de cotillear sin que él le preguntara siquiera, al final de la velada no se había enterado de nada de interés. En lugar de eso había tenido que soportar su parloteo mientras observaba a _______ coquetear con el monigote de James Kestrel.
Se dijo que la discusión con _______ había sido muy tonta, pero también que ella era capaz de pincharlo si quería. Sus acusaciones de insinceridad le habían molestado, cuando se había esforzado tanto en tratarla con dulzura. Pero Joseph sabía cuál era la razón de la tensión que se había interpuesto entre ellos, aunque _______ no la supiera. Sabía que el beso que se habían dado en la sala de billar, fuera o no un error, no se podía olvidar.
_______ le había dicho que los dos deberían hacer como si no hubiese pasado. Y ella estaba tratando de creérselo, pensaba Joseph, pero no lo estaba logrando. Ni tampoco podía ocultar su enfado cuando él le prestaba atención a otras mujeres. Estaba celosa, y eso era algo que le daba muchos ánimos. Además, tenía que reconocer que él sentía lo mismo. _______ era capaz de provocar tal emoción en él sin problemas. Era una nueva experiencia para él y tenía que aceptarlo, aunque le pesara. La señorita _______ Odell era su Némesis. No podía escapar a su poder.
Nataly(:
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
ayy no pobre joe el esat muy enamorado y ella es muy odiosa
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
pero ella esta celosa aunque no lo
admita jajaja
me encanta essta suepr la nove
admita jajaja
me encanta essta suepr la nove
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
creoq ue ella deberia darle una oprtunidada a joe :)
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
no k n sospeche joe d la señorita Odlle...
eso n molaria nada.........
siguela..
m inkieta saver kien es el espia.....
y m facino el bss .. ...k s dieron..
pero aver cuando bien lo bueno .... :P ....
siguela xfiss .... :z: .....
eso n molaria nada.........
siguela..
m inkieta saver kien es el espia.....
y m facino el bss .. ...k s dieron..
pero aver cuando bien lo bueno .... :P ....
siguela xfiss .... :z: .....
Invitado
Invitado
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 11
Pasaron varios días antes de que ______ volviera a ver a Joseph. La mañana después de la fiesta, él no fue a la excavación y aunque sir Arthur y lady Odell le quitaron importancia atribuyendo su ausencia a lo tarde que se habían acostado todos, ______ no estaba tan segura. En secreto había esperado que Joseph se presentase temprano y se disculpara con ella por su conducta tan poco caballerosa de la noche anterior, después de lo cual volverían a estar cómodos el uno en compañía del otro. Pero eso no ocurrió.
______ pasó el tiempo en la cocina con la señora Goodfellow, que estaba haciendo mermelada, y pasó la mañana leyendo sobre el tesoro de Midwinter. Había tomado prestados unos archivos de reverendo Lang y, aunque estaban en latín, la lectura le resultó muy estimulante. Resultaba interesante aprender sobre los mitos y leyendas que rodeaban la historia del tesoro de Midwinter, y lo profundamente arraigada que estaba la creencia de que cualquiera que tratara de tocarlo lo haría corriendo un gran riesgo. Los mapas y los libros de Jeffrey Maskelyne no tenían mucho sentido para ella, pero parecían confirmar que había algo oculto en el campo donde estaban los túmulos funerarios. Sin embargo, no tenía intención de implicar a Joseph en la búsqueda.
Por la tarde fue a dar un paseo con James Kestrel, que era, por supuesto, demasiado moderado en sus costumbres como para no levantarse el día después de la fiesta. Dieron un agradable paseo de una hora por el río, y al final ______ sabía que era un hombre de muchas opiniones sobre multitud de asuntos, pero que no tenía ni una pizca de sentido del humor. Como candidato a marido en un principio le había parecido una elección prometedora, pero eso había sido antes de verlo en el jardín coqueteando con la señorita Lang cuando había salido a la terraza a tomar el aire la noche de la fiesta.
Le daba la impresión que ello sólo demostraba que su carácter era bastante inestable.
James le insistió para que volviera a dar un paseo con él pronto, pero ______ declinó su oferta, suavizando su negativa al aceptar que fuera su acompañante en las regatas de Deben, que se celebrarían en unas semanas. Se sentía ligeramente culpable por ello, puesto que era consciente de que estaba utilizando a James Kestrel del mismo modo que él parecía estar usando a la señorita Lang.
El jueves cayó una suave llovizna durante todo el día que impidió que los Odell trabajaran en la excavación; sir Arthur se metió en casa a leer los anales de la sociedad de arqueología, y lady Odell se encerró en la biblioteca a escribir unas cartas. Por la tarde se celebró una velada musical en Marney Hall, pero Joseph no apareció, y ______ sintió que lo echaba de menos. Sir John Norton estaba presente, reclamando su atención y muy complacido de llevarla a la ciudad al día siguiente. ______ deseó poder mostrar un poco más de emoción por la salida, pero vio que era imposible.
El sábado amaneció soleado y caluroso, y ______ tomó su cuaderno de dibujo y bajó a los campos. Caminó despacio hacia el grupo de pinos que se elevaban por encima del río y pronto estaba totalmente ensimismada en el dibujo. Pocas veces había dibujado a personas, ya que todos sus esfuerzos habían sido puestos en las vasijas, los jarrones y los ornamentos, para ilustrar la extensa colección de sus padres. Dibujó a su madre durante un rato, tratando de captar el movimiento de las mangas o del foulard que flotaba en la brisa; pero la redondeada figura de lady Odell parecía una bolita de grasa sobre la página, así que ______ se dio por vencida y trató de hacer un boceto de su padre.
A última hora de la tarde Joseph Jonas apareció de pronto paseando por el camino desde la casa, levantando la mano para saludar a los Odell y dirigiéndose a la zanja donde ______ se había sentado con él hacía unas semanas. Se movía con gracia y naturalidad. ______ aguantó la respiración al verlo acercarse. El paso de unos días sólo había logrado endurecerla en cuanto al empeño de mostrarse dura con él, y estaba dolida y enfadada porque su pelea hubiese significado tan poco para él que no hubiese corrido a disculparse. Toda vez había llegado el momento de vengarse, se sentía extrañamente nerviosa.
Joseph se quitó la chaqueta y se puso a trabajar. Ese día no llevaba puesto su horrible sombrero, de modo que la brisa le revolvía el cabello castaño oscuro y aplastaba contra su pecho la camisa de lino. Sus pantalones marrones ceñían sus muslos. ______ pestañeó, diciéndose que ya estaba bien de mirarlo, tomó su lápiz y se puso a trabajar en el dibujo.
Su primer intento fue horrible. No había plasmado bien las proporciones, y Joseph acabó como un gigante con una cabeza diminuta. Era ridículo pensar que aquel dibujo pudiera servir de base para uno que se incluyera en el libro de acuarelas de lady Sally. Cuando su segundo intento falló también, decidió pensar por qué había vuelto a ocurrirle. Tal vez no le hubiera dado al asunto la atención que merecía. Tal vez necesitaba estudiarlo bien y analizar su físico mejor.
Joseph estaba a unos tres metros, pero como estaba medio de espaldas a ella, no era muy probable que la hubiese visto. ______ dejó el cuaderno de dibujo y lo estudió durante cinco minutos, observando el modo en que su cuerpo se movía con suavidad y precisión. Lo examinó con la mirada desapasionada de un artista y no se sintió turbada. Entonces empezó a dibujar.
Después de dibujar su rostro, que sólo veía de perfil, empezó a trazar las líneas de su torso, y esa vez consiguió hacerlo en proporción. Estaba extremadamente complacida con los progresos que hacía.
Entonces Joseph se quitó la camisa. El sol del atardecer bañaba su cuerpo con una luz anaranjada, dándole un brillo dorado. A ______ se le cayó el lápiz de entre los dedos, rodando por la hierba. Al ver que se le había abierto la boca sin darse cuenta, frunció el ceño y la cerró rápidamente.
En ese momento fue como si alguien hubiese encendido una llama en su interior, porque le era totalmente imposible ver a Joseph con el ojo objetivo de un artista. En lugar de eso se sentía empujada a verlo con la claridad con que lo había visto antes, fuerte, viril y tremendamente atractivo.
Miró el boceto, y de pronto la idea de tratar de humillar a Joseph por el trato que él le había dado le pareció una mala pasada, un detalle feo y, sobre todo, desesperadamente triste. ______ se daba cuenta de que había sido una idea estúpida desde un principio, nacida de los celos porque no le gustaba que Joseph le prestara atención a otras mujeres.
Y de pronto, sentada allí, inmóvil con una mezcla de estupor y deseo, una ráfaga de viento levantó las páginas del cuaderno de dibujo. Lo aplastó instintivamente con la mano, y Joseph levantó la vista de donde estaba trabajando y la miró directamente a ella. Agarró la camisa y saltó de la zanja.
______ se puso de pie de un salto, llena de pánico. No sabía dónde mirar ni qué hacer primero. Las páginas del cuaderno bailaban al viento, evitando sus desesperados intentos de atraparlas. Por el rabillo del ojo vio que Joseph se ponía la camisa, para subir la pendiente hacia donde estaba ella. Aparte de haberla pillado mirándolo, acabaría dándose cuenta de que había estado dibujándolo también… ______ levantó del suelo dos hojas que tenía más cerca con dedos temblorosos, sintiendo náuseas al ver que Joseph se agachaba para recoger un par de hojas y mirarlas con cierto interés.
Se acercó a ella al abrigo de los pinos y le pasó las páginas con cortesía.
—Hola, ______ —su tono de voz no parecía en absoluto cansado después de subir la ladera.
______, al contrario, se había quedado sin respiración.
—¡Ah…! Esto… hola, Joseph —le quitó el papel en un segundo y se lo pegó al pecho—. Ah… gracias.
—Es un placer —dijo Joseph—. Hace un poco de viento para ponerse a dibujar, ¿no?
______ se arriesgó a echarle una mirada a las hojas que él se había encontrado. Eran los dibujos de sus padres. Menos mal. Eso quería decir que ella había debido de recoger ya los dibujos de él y por ello no hacía ninguna falta que él los viera.
Joseph estaba mirándola con callado aprecio. ______ era muy consciente de que estaba sofocada y estaba segura de que estaría sudando. Arrugó los dibujos con saña. La idea de dibujarlo había sido un error desde el principio, de tantas maneras distintas. Jamás volvería a tratar de dibujar a Joseph. El libro de acuarelas de lady Sally tendría que salir sin él.
—No me había dado cuenta de que estabas aquí arriba —dijo Joseph, sin apartar la mirada de su casa—. ¿Llevas mucho aquí?
______ se sonrojó aún más.
—Sí… ¡No! Esto… el tiempo suficiente para hacer unos cuantos bocetos… —hizo un gesto exagerado con las manos—. Ya sabes, de mis padres, del paisaje…
—Del paisaje —repitió Joseph, sonriendo levemente—. Entiendo.
______ temió de pronto que hubiera visto uno de los dibujos de él. Tuvo que aguantarse el deseo de desarrugar el papel y volver a mirar.
—Me disculpo —dijo Joseph despacio— si me has visto sin camisa. No querría ofender a una dama. No después de la última vez.
______ tenía la boca seca. Lo miró fijamente, recordando en vívido detalle los músculos y la piel suave y morena bajo el lino de la camisa. Ardía en deseos de acariciarlo.
—Yo… esto… no estoy ofendida… —dijo ella.
Joseph levantó una ceja.
—¿Entonces me has visto?
______ tragó saliva.
—Yo… apenas me he fijado… Estaba ocupada dibujando.
Joseph la miró y vio que se le subían los colores de nuevo.
—Bueno —dijo pasado un momento—. Me alegro de haberte visto, ______, porque quería hablar contigo sobre la fiesta. Siento no haber podido hacerlo antes, pero me llamaron de imprevisto.
______ se dio la vuelta. No quería prolongar su reunión. Sólo quería escapar. Y aunque quería que Joseph le dijera que lo sentía, en esos momentos se daba cuenta de que no quería hablar de la fiesta. Se sentía demasiado avergonzada porque él había estado a punto de pillarla in fraganti.
—No hay necesidad… —empezó a decir ella.
—Sí que la hay —le dijo Joseph poniéndole la mano en el brazo—. Estuve muy grosero contigo, ______, y deseo disculparme.
______ hizo una pausa en el borde del saliente.
—No importa, Joseph. Como tú dijiste, somos tan viejos amigos que entre nosotros no tiene por qué haber ceremonias.
Joseph la miraba a la cara. ______ percibió que cambiaba de expresión, que se volvía más ceñuda.
—Pareces muy indiferente ahora, ______ —dijo Joseph—. En ese momento me dio la impresión de que estabas bastante dolida.
______ se mordió el labio.
—Y así es. Pero ya me siento mejor —los bordes del papel le pinchaban la palma de la mano, recordándole que debía irse—. Discúlpame, por favor, yo… Tengo cosas que hacer. El hombre que va a arreglar el reloj llegará enseguida; papá lo desarmó para demostrar una ridícula ley de física y ahora ha entrado arena en el mecanismo.
Joseph le sonrió, y a ______ le pareció que estaba de cara al sol. Se sentía desconsolada, atrapada por una atracción tan fuerte como cuando había estado dibujando, y trató de disimularla agachándose a retirar el lápiz de la hierba.
—Esta noche hay una partida de cartas en casa de la señora Stratton —dijo ella un poco al azar—. ¿Vas a ir, Joseph?
—Esta noche no —dijo Joseph—. ¿Te va a acompañar James Kestrel?
______ volvió la cabeza con rapidez.
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Por nada en particular —Joseph se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones—. He oído decir que habéis salido a pasear en coche juntos. Me sorprende que Kestrel se arriesgase a tomar parte en una actividad tan peligrosa como salir con un grupo de caballos. Podría hacerse daño.
______ trató de no sonreír. James Kestrel había, de hecho, sido un cochero competente, pero no había duda de que había estado más preocupado por su propia comodidad que por la de su pasajero.
—¿No fue así como empezamos a pelearnos la última vez, Joseph? —le preguntó en tono suave—. Creo que hay ciertos temas que siento que deberíamos evitar si queremos estar bien juntos.
Joseph apoyó una mano contra el tronco del pino más cercano y la miró de arriba abajo.
—¿Te refieres a nuestra elección de parejas de baile, para coquetear o para pasear? —le dijo en tono suave.
—Precisamente —______ alzó la cabeza con altivez—. No comentaré nada de tus coqueteos si tú no juzgas los míos.
Joseph le lanzó una pausada y pícara sonrisa.
—¿Y por qué no íbamos a hablar de ello, ______ —le desafió— cuando tú y yo somos buenos amigos y siempre hemos dicho que podemos hablar de todo? ¿Acaso estamos reconociendo que la naturaleza de nuestra amistad ha cambiado?
______ notó que se ruborizaba de nuevo. No temía ponerse a discutir con él. En absoluto. El miedo que sentía era otra clase de miedo. Los sentimientos que tenía hacia él la inquietaban, la turbaban y la desconcertaban. Lo miró, casi se podría decir que incapaz de articular una respuesta adecuada.
El viento le arrebató las hojas que tenía en las manos por segunda vez.
—Cuidado —dijo Joseph.
Piso una hoja y se agachó a recogerla, a punto casi de chocarse con ______, que rápidamente se había echado sobre la hoja. El corazón le latía como un tambor mientras arrugaba las hojas y las hacía una pelota.
—Perdóname, Joseph —se apresuró a decir—. La verdad es que tengo que tengo que ir a prepararme.
—Siempre estás huyendo de mí —dijo Joseph con suavidad; cuando sonrió, ______ se sintió todavía más acalorada—. Pronto, ______, debemos pasar un rato juntos.
—Yo…
______ no sabía lo que eso le parecía. Estar con Joseph era como invitar al peligro. No podía mirarlo; se sentía inquieta y tensa, y se dijo para sus adentros que era por culpa del papel acusatorio que tenía en la mano, y no por Joseph en sí.
—Eso sería agradable —le dijo rápidamente—. Perdona, por favor… —dijo en tono de súplica.
Joseph asintió despacio. Le tocó la mejilla, y notó que tenía los dedos frescos sobre su piel caliente, y después se dio media vuelta y echó a andar en dirección a la excavación. Cuando había caminado cinco pasos, se dio la vuelta.
—Ah, por cierto, ______ —dijo—. He pensado lo que dijiste sobre el libro de lady Sally y creo que tienes razón. He sido poco… generoso… al negarme a tomar parte. Creo que tal vez pose para un retrato, después de todo.
______ emitió un gemido entrecortado, por no mirar con la culpabilidad que sentía por dentro la hoja de papel que tenía en la mano.
—¿Ah, de verdad, Joseph? —dijo en tono un poco chillón—. Eso sería estupendo.
—Me alegra que te parezca bien —Joseph le sonreía suavemente—. Eso es, por supuesto, a no ser que prefieras dibujarme tú. Como veo que muestras un interés renovado por el dibujo…
______ se agarró convulsivamente el cuaderno de dibujo y el lápiz se partió.
—Me temo que esa habilidad no está a la altura del tema —dijo en tono tenso.
—¿No? —dijo Joseph—. Si tú lo dices.
Echó a andar tranquilamente hacia la excavación, y ______ le oyó silbar entre dientes. Estaba segura de que él se había dado cuenta exactamente de lo que había pasado.
______ pasó el tiempo en la cocina con la señora Goodfellow, que estaba haciendo mermelada, y pasó la mañana leyendo sobre el tesoro de Midwinter. Había tomado prestados unos archivos de reverendo Lang y, aunque estaban en latín, la lectura le resultó muy estimulante. Resultaba interesante aprender sobre los mitos y leyendas que rodeaban la historia del tesoro de Midwinter, y lo profundamente arraigada que estaba la creencia de que cualquiera que tratara de tocarlo lo haría corriendo un gran riesgo. Los mapas y los libros de Jeffrey Maskelyne no tenían mucho sentido para ella, pero parecían confirmar que había algo oculto en el campo donde estaban los túmulos funerarios. Sin embargo, no tenía intención de implicar a Joseph en la búsqueda.
Por la tarde fue a dar un paseo con James Kestrel, que era, por supuesto, demasiado moderado en sus costumbres como para no levantarse el día después de la fiesta. Dieron un agradable paseo de una hora por el río, y al final ______ sabía que era un hombre de muchas opiniones sobre multitud de asuntos, pero que no tenía ni una pizca de sentido del humor. Como candidato a marido en un principio le había parecido una elección prometedora, pero eso había sido antes de verlo en el jardín coqueteando con la señorita Lang cuando había salido a la terraza a tomar el aire la noche de la fiesta.
Le daba la impresión que ello sólo demostraba que su carácter era bastante inestable.
James le insistió para que volviera a dar un paseo con él pronto, pero ______ declinó su oferta, suavizando su negativa al aceptar que fuera su acompañante en las regatas de Deben, que se celebrarían en unas semanas. Se sentía ligeramente culpable por ello, puesto que era consciente de que estaba utilizando a James Kestrel del mismo modo que él parecía estar usando a la señorita Lang.
El jueves cayó una suave llovizna durante todo el día que impidió que los Odell trabajaran en la excavación; sir Arthur se metió en casa a leer los anales de la sociedad de arqueología, y lady Odell se encerró en la biblioteca a escribir unas cartas. Por la tarde se celebró una velada musical en Marney Hall, pero Joseph no apareció, y ______ sintió que lo echaba de menos. Sir John Norton estaba presente, reclamando su atención y muy complacido de llevarla a la ciudad al día siguiente. ______ deseó poder mostrar un poco más de emoción por la salida, pero vio que era imposible.
El sábado amaneció soleado y caluroso, y ______ tomó su cuaderno de dibujo y bajó a los campos. Caminó despacio hacia el grupo de pinos que se elevaban por encima del río y pronto estaba totalmente ensimismada en el dibujo. Pocas veces había dibujado a personas, ya que todos sus esfuerzos habían sido puestos en las vasijas, los jarrones y los ornamentos, para ilustrar la extensa colección de sus padres. Dibujó a su madre durante un rato, tratando de captar el movimiento de las mangas o del foulard que flotaba en la brisa; pero la redondeada figura de lady Odell parecía una bolita de grasa sobre la página, así que ______ se dio por vencida y trató de hacer un boceto de su padre.
A última hora de la tarde Joseph Jonas apareció de pronto paseando por el camino desde la casa, levantando la mano para saludar a los Odell y dirigiéndose a la zanja donde ______ se había sentado con él hacía unas semanas. Se movía con gracia y naturalidad. ______ aguantó la respiración al verlo acercarse. El paso de unos días sólo había logrado endurecerla en cuanto al empeño de mostrarse dura con él, y estaba dolida y enfadada porque su pelea hubiese significado tan poco para él que no hubiese corrido a disculparse. Toda vez había llegado el momento de vengarse, se sentía extrañamente nerviosa.
Joseph se quitó la chaqueta y se puso a trabajar. Ese día no llevaba puesto su horrible sombrero, de modo que la brisa le revolvía el cabello castaño oscuro y aplastaba contra su pecho la camisa de lino. Sus pantalones marrones ceñían sus muslos. ______ pestañeó, diciéndose que ya estaba bien de mirarlo, tomó su lápiz y se puso a trabajar en el dibujo.
Su primer intento fue horrible. No había plasmado bien las proporciones, y Joseph acabó como un gigante con una cabeza diminuta. Era ridículo pensar que aquel dibujo pudiera servir de base para uno que se incluyera en el libro de acuarelas de lady Sally. Cuando su segundo intento falló también, decidió pensar por qué había vuelto a ocurrirle. Tal vez no le hubiera dado al asunto la atención que merecía. Tal vez necesitaba estudiarlo bien y analizar su físico mejor.
Joseph estaba a unos tres metros, pero como estaba medio de espaldas a ella, no era muy probable que la hubiese visto. ______ dejó el cuaderno de dibujo y lo estudió durante cinco minutos, observando el modo en que su cuerpo se movía con suavidad y precisión. Lo examinó con la mirada desapasionada de un artista y no se sintió turbada. Entonces empezó a dibujar.
Después de dibujar su rostro, que sólo veía de perfil, empezó a trazar las líneas de su torso, y esa vez consiguió hacerlo en proporción. Estaba extremadamente complacida con los progresos que hacía.
Entonces Joseph se quitó la camisa. El sol del atardecer bañaba su cuerpo con una luz anaranjada, dándole un brillo dorado. A ______ se le cayó el lápiz de entre los dedos, rodando por la hierba. Al ver que se le había abierto la boca sin darse cuenta, frunció el ceño y la cerró rápidamente.
En ese momento fue como si alguien hubiese encendido una llama en su interior, porque le era totalmente imposible ver a Joseph con el ojo objetivo de un artista. En lugar de eso se sentía empujada a verlo con la claridad con que lo había visto antes, fuerte, viril y tremendamente atractivo.
Miró el boceto, y de pronto la idea de tratar de humillar a Joseph por el trato que él le había dado le pareció una mala pasada, un detalle feo y, sobre todo, desesperadamente triste. ______ se daba cuenta de que había sido una idea estúpida desde un principio, nacida de los celos porque no le gustaba que Joseph le prestara atención a otras mujeres.
Y de pronto, sentada allí, inmóvil con una mezcla de estupor y deseo, una ráfaga de viento levantó las páginas del cuaderno de dibujo. Lo aplastó instintivamente con la mano, y Joseph levantó la vista de donde estaba trabajando y la miró directamente a ella. Agarró la camisa y saltó de la zanja.
______ se puso de pie de un salto, llena de pánico. No sabía dónde mirar ni qué hacer primero. Las páginas del cuaderno bailaban al viento, evitando sus desesperados intentos de atraparlas. Por el rabillo del ojo vio que Joseph se ponía la camisa, para subir la pendiente hacia donde estaba ella. Aparte de haberla pillado mirándolo, acabaría dándose cuenta de que había estado dibujándolo también… ______ levantó del suelo dos hojas que tenía más cerca con dedos temblorosos, sintiendo náuseas al ver que Joseph se agachaba para recoger un par de hojas y mirarlas con cierto interés.
Se acercó a ella al abrigo de los pinos y le pasó las páginas con cortesía.
—Hola, ______ —su tono de voz no parecía en absoluto cansado después de subir la ladera.
______, al contrario, se había quedado sin respiración.
—¡Ah…! Esto… hola, Joseph —le quitó el papel en un segundo y se lo pegó al pecho—. Ah… gracias.
—Es un placer —dijo Joseph—. Hace un poco de viento para ponerse a dibujar, ¿no?
______ se arriesgó a echarle una mirada a las hojas que él se había encontrado. Eran los dibujos de sus padres. Menos mal. Eso quería decir que ella había debido de recoger ya los dibujos de él y por ello no hacía ninguna falta que él los viera.
Joseph estaba mirándola con callado aprecio. ______ era muy consciente de que estaba sofocada y estaba segura de que estaría sudando. Arrugó los dibujos con saña. La idea de dibujarlo había sido un error desde el principio, de tantas maneras distintas. Jamás volvería a tratar de dibujar a Joseph. El libro de acuarelas de lady Sally tendría que salir sin él.
—No me había dado cuenta de que estabas aquí arriba —dijo Joseph, sin apartar la mirada de su casa—. ¿Llevas mucho aquí?
______ se sonrojó aún más.
—Sí… ¡No! Esto… el tiempo suficiente para hacer unos cuantos bocetos… —hizo un gesto exagerado con las manos—. Ya sabes, de mis padres, del paisaje…
—Del paisaje —repitió Joseph, sonriendo levemente—. Entiendo.
______ temió de pronto que hubiera visto uno de los dibujos de él. Tuvo que aguantarse el deseo de desarrugar el papel y volver a mirar.
—Me disculpo —dijo Joseph despacio— si me has visto sin camisa. No querría ofender a una dama. No después de la última vez.
______ tenía la boca seca. Lo miró fijamente, recordando en vívido detalle los músculos y la piel suave y morena bajo el lino de la camisa. Ardía en deseos de acariciarlo.
—Yo… esto… no estoy ofendida… —dijo ella.
Joseph levantó una ceja.
—¿Entonces me has visto?
______ tragó saliva.
—Yo… apenas me he fijado… Estaba ocupada dibujando.
Joseph la miró y vio que se le subían los colores de nuevo.
—Bueno —dijo pasado un momento—. Me alegro de haberte visto, ______, porque quería hablar contigo sobre la fiesta. Siento no haber podido hacerlo antes, pero me llamaron de imprevisto.
______ se dio la vuelta. No quería prolongar su reunión. Sólo quería escapar. Y aunque quería que Joseph le dijera que lo sentía, en esos momentos se daba cuenta de que no quería hablar de la fiesta. Se sentía demasiado avergonzada porque él había estado a punto de pillarla in fraganti.
—No hay necesidad… —empezó a decir ella.
—Sí que la hay —le dijo Joseph poniéndole la mano en el brazo—. Estuve muy grosero contigo, ______, y deseo disculparme.
______ hizo una pausa en el borde del saliente.
—No importa, Joseph. Como tú dijiste, somos tan viejos amigos que entre nosotros no tiene por qué haber ceremonias.
Joseph la miraba a la cara. ______ percibió que cambiaba de expresión, que se volvía más ceñuda.
—Pareces muy indiferente ahora, ______ —dijo Joseph—. En ese momento me dio la impresión de que estabas bastante dolida.
______ se mordió el labio.
—Y así es. Pero ya me siento mejor —los bordes del papel le pinchaban la palma de la mano, recordándole que debía irse—. Discúlpame, por favor, yo… Tengo cosas que hacer. El hombre que va a arreglar el reloj llegará enseguida; papá lo desarmó para demostrar una ridícula ley de física y ahora ha entrado arena en el mecanismo.
Joseph le sonrió, y a ______ le pareció que estaba de cara al sol. Se sentía desconsolada, atrapada por una atracción tan fuerte como cuando había estado dibujando, y trató de disimularla agachándose a retirar el lápiz de la hierba.
—Esta noche hay una partida de cartas en casa de la señora Stratton —dijo ella un poco al azar—. ¿Vas a ir, Joseph?
—Esta noche no —dijo Joseph—. ¿Te va a acompañar James Kestrel?
______ volvió la cabeza con rapidez.
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Por nada en particular —Joseph se metió las manos en los bolsillos de sus pantalones—. He oído decir que habéis salido a pasear en coche juntos. Me sorprende que Kestrel se arriesgase a tomar parte en una actividad tan peligrosa como salir con un grupo de caballos. Podría hacerse daño.
______ trató de no sonreír. James Kestrel había, de hecho, sido un cochero competente, pero no había duda de que había estado más preocupado por su propia comodidad que por la de su pasajero.
—¿No fue así como empezamos a pelearnos la última vez, Joseph? —le preguntó en tono suave—. Creo que hay ciertos temas que siento que deberíamos evitar si queremos estar bien juntos.
Joseph apoyó una mano contra el tronco del pino más cercano y la miró de arriba abajo.
—¿Te refieres a nuestra elección de parejas de baile, para coquetear o para pasear? —le dijo en tono suave.
—Precisamente —______ alzó la cabeza con altivez—. No comentaré nada de tus coqueteos si tú no juzgas los míos.
Joseph le lanzó una pausada y pícara sonrisa.
—¿Y por qué no íbamos a hablar de ello, ______ —le desafió— cuando tú y yo somos buenos amigos y siempre hemos dicho que podemos hablar de todo? ¿Acaso estamos reconociendo que la naturaleza de nuestra amistad ha cambiado?
______ notó que se ruborizaba de nuevo. No temía ponerse a discutir con él. En absoluto. El miedo que sentía era otra clase de miedo. Los sentimientos que tenía hacia él la inquietaban, la turbaban y la desconcertaban. Lo miró, casi se podría decir que incapaz de articular una respuesta adecuada.
El viento le arrebató las hojas que tenía en las manos por segunda vez.
—Cuidado —dijo Joseph.
Piso una hoja y se agachó a recogerla, a punto casi de chocarse con ______, que rápidamente se había echado sobre la hoja. El corazón le latía como un tambor mientras arrugaba las hojas y las hacía una pelota.
—Perdóname, Joseph —se apresuró a decir—. La verdad es que tengo que tengo que ir a prepararme.
—Siempre estás huyendo de mí —dijo Joseph con suavidad; cuando sonrió, ______ se sintió todavía más acalorada—. Pronto, ______, debemos pasar un rato juntos.
—Yo…
______ no sabía lo que eso le parecía. Estar con Joseph era como invitar al peligro. No podía mirarlo; se sentía inquieta y tensa, y se dijo para sus adentros que era por culpa del papel acusatorio que tenía en la mano, y no por Joseph en sí.
—Eso sería agradable —le dijo rápidamente—. Perdona, por favor… —dijo en tono de súplica.
Joseph asintió despacio. Le tocó la mejilla, y notó que tenía los dedos frescos sobre su piel caliente, y después se dio media vuelta y echó a andar en dirección a la excavación. Cuando había caminado cinco pasos, se dio la vuelta.
—Ah, por cierto, ______ —dijo—. He pensado lo que dijiste sobre el libro de lady Sally y creo que tienes razón. He sido poco… generoso… al negarme a tomar parte. Creo que tal vez pose para un retrato, después de todo.
______ emitió un gemido entrecortado, por no mirar con la culpabilidad que sentía por dentro la hoja de papel que tenía en la mano.
—¿Ah, de verdad, Joseph? —dijo en tono un poco chillón—. Eso sería estupendo.
—Me alegra que te parezca bien —Joseph le sonreía suavemente—. Eso es, por supuesto, a no ser que prefieras dibujarme tú. Como veo que muestras un interés renovado por el dibujo…
______ se agarró convulsivamente el cuaderno de dibujo y el lápiz se partió.
—Me temo que esa habilidad no está a la altura del tema —dijo en tono tenso.
—¿No? —dijo Joseph—. Si tú lo dices.
Echó a andar tranquilamente hacia la excavación, y ______ le oyó silbar entre dientes. Estaba segura de que él se había dado cuenta exactamente de lo que había pasado.
Natu(:
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
jajajaja pobrecilla cada
vez se delata
mas
que admita que esta sietiendo algo diferente
por joseph
vez se delata
mas
que admita que esta sietiendo algo diferente
por joseph
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
natu cuando vuelve
a haber beso??
ah queiro besoo
siguela
a haber beso??
ah queiro besoo
siguela
andreita
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