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"UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 21
Sir Arthur y lady Odell regresaron de Saltire horas más tarde, muy preocupados por ella, pero cosa rara, muy poco por la excavación. Sin embargo, aunque habían sido ellos los que habían enviado a Joseph Jonas a Midwinter Royal a buscarla, no preguntaron por él en ningún momento. Por una vez, ______ dio gracias por su despiste. Esa noche se fue temprano a la cama y lloró y lloró con una mezcla de agotamiento y emoción nada más cerrar la puerta de su dormitorio.
A la mañana siguiente, Deborah Stratton fue a visitarla, y en el trascurso de la conversación, ______ se enteró de que Joseph Jonas se había marchado a Londres. No se sabía ni cuándo volvería ni si volvería. Sir Arthur, cuando fue preguntado, se mostró igualmente vago. Le había encargado a Joseph que llevase algunas piezas de alfarería al Museo Británico, y el trabajo podría llevar algún tiempo. Por una parte la noticia le hizo sentirse aliviada, pero por otra le provocó náuseas. Estaba desesperada por volver a ver a Joseph; lo echaba de menos con un anhelo que parecía empeorar a medida que transcurrían los días.
La inundación remitía despacio. Sir Arthur pasaba horas y horas en la biblioteca leyendo y escribiendo artículos para el Antiquarian Review, y lady Odell limpiaba y empaquetaba los hallazgos, listos para la exposición. ______ ayudaba todo lo posible a sus padres. Salió de compras con la señora Stratton y lady Marney en Woodbridge, fue de paseo con lord Richard Kestrel y rechazó una proposición matrimonial de Caspar Lang.
Y a veces, en su ordenada y limpia habitación, pasaba horas tumbada pensando en Joseph Jonas. Cerraba los ojos y recordaba las caricias que le habían provocado un placer que sería difícil de olvidar, por mucho tiempo que viviese o por mucho que lo intentase. Recordaba la profunda amistad que se había convertido en amor antes de acabar reducido a cenizas. Se preguntó si habría sido tonta, pero entonces pensaba con miedo y tristeza en la cantidad de veces que había tenido que hacer la maleta para empezar de nuevo en otro sitio, y volvía la cara hacia la almohada y permanecía muy quieta.
Cosa rara, la única compañía que podía tolerar era la de Richard Kestrel. Él la llevó a pasear en distintas ocasiones, y aunque la gente comentaba, a ______ le daba igual. En realidad, todo le daba lo mismo últimamente. A menudo Richard y ella ni siquiera hablaban, pero eso tampoco importaba.
Un día que habían bajado hasta la playa y estaban sentados en un montículo cubierto de hierba que daba a Playa Kestrel, Richard empezó a decirle:
—Quiero hablarte sobre Joseph Jonas, ______ —le dijo él.
______ volvió la cara hacia el mar. Con la proximidad del otoño, el tiempo había cambiado un poco y el aire que le daba en la cara era más fresco.
—Por favor, no lo hagas.
Richard suspiró.
—Bueno, de acuerdo. Si no puedo hablarte de Joseph, deja que te hable de mí, ______; de la única oportunidad que tuve, y de cómo la desperdicié.
______ volvió la cabeza y lo miró rápidamente.
—Richard, no eres nada sutil.
Richard se encogió de hombros. Su atractivo rostro tenía una expresión atribulada.
—No creo poder llegar a ti con sutilezas, ______, y siempre he creído en la fuerza bruta cuando las sutilezas fallan. —Aspiró hondo—. Nadie te habrá dicho esto nunca, de modo que te lo voy a decir yo. —Se puso derecho—. Eres la más boba de toda la cristiandad por rechazar el amor verdadero cuando se te ofrece. No sólo estás sufriendo tú, sino que has estado a punto de destruir a un hombre bueno, y eso es algo que me cuesta mucho perdonar. Sólo sigo hablando contigo porque te tengo mucho cariño. —Se puso de pie—. Sé que no soy ningún caballero diciéndote esto, pero alguien tenía que decirlo.
______ se quedó mirándolo. Un rincón de su corazón empezaba a descongelarse, y una sensación cálida se extendía por su pecho.
—Tienes razón —dijo despacio—. Ha sido de lo menos educado por tu parte.
Richard esbozó una leve sonrisa.
—¿Y bien? —dijo él.
______ se levantó y se sacudió las faldas, sin mirar a Richard. Se sentía nerviosa, como si estuviese a punto de tomar una decisión. Las palabras de Richard habían reflejado lo que llevaba semanas tratando de decirse a sí misma; palabras que había tenido demasiado miedo de oír. ¿Quién sabía la felicidad que podría encontrar junto a Joseph si quisiese llegar a un acuerdo en relación a esas aspiraciones a las que llevaba años aferrándose obstinadamente? Había estado tan ciega, tan empeñada en creer que vivir en un sitio fijo era lo único que quería, tan temerosa de correr el riesgo. Sin embargo se había sentido más infeliz sin Joseph de lo que jamás podría imaginar que se sentiría junto a él; incluso aunque tuviese que pasar el resto de sus días viajando. Lo amaba demasiado como para perderlo para siempre.
—¿Sabes algo de Joseph? —le preguntó sin mirarlo.
—Mantengo con él una correspondencia regular —dijo Richard en tono seco.
______ le dirigió una mirada de soslayo.
—¿Y sabes si es posible que regrese a Midwinter?
Richard la miró a los ojos.
—Eso… podría arreglarse —dijo.
______ sintió que una sonrisa empezaba a dibujarse en sus labios.
—Entonces, si puede arreglarse, yo… Supongo que me gustaría volver a verlo. —La sonrisa se desvaneció—. Aunque tal vez no quiera verme, por supuesto.
—Eso —dijo Richard— depende de ti.
______ lo agarró del brazo y empezó a andar por el camino de piedras en dirección al coche. El mozo de cuadra estaba caminando con los caballos y parecía algo aburrido.
—¿Qué era lo que ibas a contarme de ti? —le preguntó ______ de pronto.
Richard la miró y negó con la cabeza.
—No importa —dijo él—. Eso lo dejaremos para otra ocasión. Resolvamos primero tus conflictos amorosos antes de intentar empezar con los míos.
La esperanza, la emoción y la expectación renacieron de nuevo en ella. Impulsivamente, ______ le echó los brazos al cuello y lo abrazó con fuerza.
—No me importa lo que digan de ti, Richard —le dijo emocionada—. ¡Creo que eres un hombre muy bueno!
—Dios bendito —dijo Richard—, no le digas nada a nadie, por favor, ______. Vas a estropear mi fama de mujeriego si sigues así.
Entonces la abrazó también ante la sorprendida mirada del mozo de cuadra.
Una semana después, cuando ______ estaba terminando de desayunar, entró la señora Goodfellow para decirle que sus padres la esperaban en la sala. Así que curiosa, aunque ignorante de lo que pasara, ______ dejó su servilleta sobre la mesa y fue a donde estaban sus padres.
Sus padres estaban sentados en el sofá que había debajo de la ventana. Sir Arthur tenía el aspecto algo aturdido del hombre que ha hecho un descubrimiento milagroso. A lady Odell le brillaban los ojos con una mezcla de emoción y aprensión. A ______ le dio un vuelco el corazón.
—Tenemos algo que contarte, ______ —dijo su madre—. Algo muy emocionante.
—¡Lo habéis encontrado! —exclamó ______—. ¡Ay, mamá, habéis encontrado el tesoro de Midwinter!
Lady Odell frunció el ceño. Por un momento pareció como si no tuviese idea de lo que ______ le estaba diciendo.
—¿El tesoro? Ay, no, mi amor, en absoluto.
______ se sentó despacio, visiblemente confundida y no poco inquieta.
—Pero pareces tan emocionada…
—¡Y lo estoy! —exclamó lady Odell sonriendo de nuevo—. Mira, cariño… —le dirigió una mirada a sir Arthur—. Yo… nosotros… nosotros vamos a… vamos a tener un hijo.
—Tu madre están encinta —dijo sir Arthur con nerviosismo, atemperado por la dulce sonrisa que le dirigió a su esposa—. Embarazada, en estado de buena esperanza…
—Gracias, papá —dijo ______—. Lo he entendido. —Se llevó la mano a la cabeza, algo mareada—. Es una sorpresa maravillosa, mamá. Me alegro tanto por vosotros, pero… Supongo que no es lo que deseabas.
Lady Odell había estado mirando a su hija con cierta consternación, pero de pronto respiró aliviada.
—¡Ay, ______, no creas que ha sido un accidente! Llevo todos estos años deseando tener este hijo, desde que tú naciste. Tu padre y yo siempre quisimos tener una gran familia, pero a medida que pasaban los años y no llegaba ningún compañero de juegos para ti, empezamos a pensar que nunca ocurriría. Así que te llevamos con nosotros a todas partes para que no estuvieses tan sola, y para no estarlo nosotros… —Lady Odell aspiró hondo—. Tratamos de compensar el no haberte dado hermanos haciéndote partícipe de todo lo que hacíamos, pero… —suspiró—. A ti nunca te interesaron las antigüedades, ¿verdad? Aun así, espero que te hayas sentido feliz estando con nosotros y viajando por el mundo.
______ abrió la boca pero la cerró de nuevo. No quería estropear la felicidad de su madre diciéndole que nunca le había gustado ir de un lado para otro. Y parecía que no le diría nada, porque se daba cuenta de que había asumido algunas cosas erróneamente. Sus padres la habían llevado con ellos porque siempre habían deseado tener una familia de verdad; y también para que ella no se sintiera sola. Siempre habían querido tener hijos… Entonces, siempre la habían querido a ella…
______ tragó saliva para pasar el nudo que le oprimía la garganta.
—¡Me alegro tanto por ti, mamá! ¡Papá…! —Se volvió hacia sir Arthur, que esbozaba una sonrisa benévola—. ¡Oh, papá, qué noticia más estupenda!
Lady Odell se levantó para darle un abrazo a ______, pero ésta se adelantó para que su madre no se viese obligada a ir a donde estaba ella.
—¡Haz el favor de sentarte y pon los pies en ese taburete, mamá! —le dijo ______—. Tienes que tomarte las cosas muy tranquilamente de ahora en adelante. No más excavaciones de momento, ni nada de levantar pesos…
Lady Odell la abrazó muy llorosa.
—Vamos a dejar las excavaciones y los viajes, ______. Creemos que ya es hora de jubilarnos. Con un niño recién nacido, habrá mucho que hacer. Se nos ocurrió que nos gustaría quedarnos en Midwinter Royal, al menos durante un tiempo, y si a tu padre le entran ganas de excavar, tiene los enterramientos aquí a mano.
—Eso para un hombre joven —gruñó sir Arthur—. Se lo dejo todo a Joseph.
______ lo miró con interés.
—¿Joseph va a volver a Midwinter Royal, papá?
Sir Arthur adoptó una expresión furtiva.
—Va a venir a consultarme algo sobre mi artículo para el Antiquarian Review —dijo—. ¿Es que no te lo he dicho?
______ sintió una mezcla de exasperación y nerviosismo puro.
—No papá. No me lo has dicho. ¡Nunca te acuerdas de decirme nada!
Su vehemencia pareció asombrar un poco a sir Arthur, que acto seguido miró su reloj de pulsera.
—Debería estar aquí de un momento a otro —dijo—. Se me ocurrió que debía decírtelo. Pero primero necesito tomarme un café. Ya sabes, tantas emociones. Si quieres algo estaré en la biblioteca.
Cuando se cerró la puerta, ______ se volvió muy emocionada a mirar a lady Odell.
—¿Joseph viene aquí… ahora? ¿Esta mañana?
—Sí, amor mío —dijo lady Odell, mientras se recostaba y cerraba los ojos cansinamente—. Creo que va a ir primero a Kestrel Court. Me siento algo cansada. Voy a descansar un rato.
—¿Te apetece un café, viejo amigo? —le dijo Richard Kestrel a Joseph mientras lo conducía con solicitud hacia el despacho, en Kestrel Court—. Pareces muy cansado. No quiero enviarte a casa de sir Arthur con esa pinta.
Joseph tomó la taza de café y dio un sorbo sin casi darse cuenta. Se sentía agotado. Había pasado una noche horrible en una posada del camino cerca de Colchester, donde no había dejado de dar vueltas en una cama llena de pulgas. Además, llevaba varias semanas sin dormir bien, tumbado en la cama, escuchando los ruidos de la ciudad y pensando todo el tiempo en ______ Odell. De día se había arrastrado hasta el Museo Británico y hablado de reliquias, de antigüedades y de jeroglíficos, y en general de asuntos secos y polvorientos que de pronto se le antojaban muertos y vacíos. La vida no tenía chispa ni ilusión sin la promesa de la presencia de ______. La alegría había desaparecido; ni siquiera la idea de viajar le proporcionaba ya el mismo entusiasmo que antes.
Y de pronto la iba a ver otra vez. Por una parte no quería, pero por otra estaba empeñado en probar suerte de nuevo. Tendría una oportunidad de persuadir a ______; aunque con una gran diferencia…
—Sir Arthur… —dijo con distracción, respondiendo por fin al comentario de Richard—. Sí… —frunció el ceño—. Debo confesar que tu carta me sorprendió, Richard. Sir Arthur nunca ha necesitado de mi ayuda para escribir ningún artículo de los que publica. Sin duda es él el experto en la materia.
A Joseph le pareció que Richard tenía un aire un tanto inocente, que en sí ya era algo sospechoso; pero cuando su amigo habló parecía totalmente sincero.
—¿Ah, sí? —dijo Richard—. Yo no tengo ni idea, la verdad. Sencillamente accedí a darte el recado.
—Mmm… —Joseph lo miró con extrañeza, como si de pronto empezase a espabilarse—. Y este recado tan extraño para Nicholas —continuó—. Me dijo que tenía cierta información urgente que pasarte y que no podía enviártelo por correo ordinario, y me pidió si podía traerte este paquete ya que venía para aquí.
—Las últimas informaciones de Whitehall sobre los peligros de invasión en la localidad —dijo Richard cruzándose de piernas—. Era demasiado arriesgado enviarlo de otro modo.
Joseph sacó un paquete y lo dejó en la mesa.
—Aquí lo tienes. He dormido con ello debajo de la almohada. Nadie lo ha tocado.
—Gracias —murmuró Richard mientras le hacía un gesto a su amigo para que tomara asiento—. ¿Quieres sentarte un momento? Para qué correr a Midwinter Royal cuando la familia está aún desayunando.
Joseph se sentó y dio un sorbo de café. Estaba nervioso, y se daba cuenta de que Richard lo observaba con expresión divertida.
—Richard —dijo Joseph de pronto—. ¿A qué estarías dispuesto a renunciar por una mujer?
Richard no dijo nada durante un rato.
—¿Por cualquier mujer, o por la mujer adecuada? —le preguntó con suavidad—. Porque las respuestas serían muy distintas. Por la primera, aventuraría muy poco; en cambio por la segunda, lo daría todo.
Joseph se levantó de nuevo, fue hacia la ventana y se quedó mirando sin ver.
—¿Lo dejarías todo? —repitió.
Richard se encogió de hombros.
—A veces tienes que perderlo todo para ganar, Joseph. Y muy a menudo lo que uno teme no es tan malo como uno se lo imaginaba. A veces… —Sonrió con pesar— A veces uno gana mucho.
Joseph cerró los ojos un momento.
—Pensaba que me gustaba arriesgarme —dijo—. Pero este es un asunto totalmente distinto.
—Según dicen —dijo Richard con una sonrisa—, no es tan peligroso como parece. Mi hermana Bella lo llama el arte del compromiso.
—Compromiso —pronunció Joseph como si jamás hubiera dicho esa palabra—. Debo decir que no es un concepto con el que esté muy familiarizado.
—Ni ninguno de nosotros, amigo —dijo Richard en tono seco—. Somos sobre todo seres egoístas que siempre hemos encontrado la manera de complacer nuestros deseos. Hasta que se nos presenta algo tan valioso que nos obliga a reconsiderar lo que de verdad nos importa, ni siquiera nos lo planteamos.
Joseph se quedó un momento en silencio, entonces se volvió y miró a su amigo de tantos años.
—¿Y cómo demonios sabes tanto de pronto, eh? —le preguntó.
—Intuición —dijo Richard con vanidad—. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, o quieres marcharte ya?
Joseph avanzó hacia la puerta con decisión.
—Creo que será mejor que me marche —dijo.
Después de que Jospeh se marchase, Richard se recostó en la butaca y abrió el paquete de su hermano. Había una breve nota que leyó con una sonrisa en los labios. Entonces desenvolvió el contenido del paquete. Había varios ejemplares del Times y de Gentlemen's Magazine, y nada más. Richard abrió el periódico por la página de las carreras de caballos y se acomodó en el asiento.
—Espléndido —dijo.
______ llevaba quince minutos sentada en la ventana, mirando hacia el camino flanqueado de árboles a ver si podía ver a Joseph; pero lo cierto era que no podía seguir esperando. Aunque no tenía ni idea de lo que le iba a decir a Joseph, decidió enfrentarse directamente al problema. Así que se puso su chaquetilla corta, tomó su sombrilla y salió. Con lo distraída que estaba, se olvidó de cambiarse de zapatos.
Corrió por el camino que partía de la casa y cruzó el pórtico de piedra que salía a la carretera. Por allí, un riachuelo, afluente del Winter Race, corría junto a la carretera, entre las ortigas y las zarzamoras. El nivel del río había descendido ya, pero el del afluente era mayor de lo normal, y la fuerza del agua salpicaba las piedras que brillaban al sol. Hacía un día claro y soleado, aunque menos caluroso que antes de la tormenta.
______ avanzó con rapidez durante por lo menos cien metros, pero pasado un rato se vio obligada a aminorar el paso. Se le estaban aflojando las horquillas y las faldas se le estaban llenando de polvo. Si seguía así, llegaría a Kestrel Court hecha una pena.
Se detuvo a la sombra de un árbol y respiró hondo un par de veces, preguntándose por qué había salido tan precipitadamente de casa, sin ni siquiera prepararse para un camino de por lo menos tres kilómetros. Ya tenía sed y todo.
______ bajó con mucho cuidado hasta el borde del arroyo y se agacho para beber y refrescarse un poco. Cuando se levantó, un fuerte destello le dio en los ojos. Algo estaba reflejando el sol directamente a su cara. Se colocó la mano delante de los ojos a modo de pantalla y estuvo a punto de caerse al agua. El cáliz del tesoro de Midwinter, réplica perfecta de todas las ilustraciones que había visto del objeto, descansaba entre las zarzamoras.
______ se quedó mirándolo embobada. La preciosa copa de oro se movió ligeramente al paso del agua, lanzando de nuevo destellos de luz. ______ apretó los labios y retrocedió varios pasos. El cáliz rodó en el agua y flotó unos metros corriente abajo antes de detenerse de nuevo. Era casi como si la estuviese esperando.
Con un suspiro irritable, ______ avanzó y estiró el brazo. El tesoro de Midwinter rodó un poco más y llegó con exactitud hasta su mano. ______ sonrió con pesar y lo sacó del agua. La pieza estaba fría, pero limpia y preciosa. Parecía como si estuviese hecha para ella.
—Bueno —dijo en voz alta—, ya que te he encontrado, será mejor que te lleve conmigo.
En ese momento ______ oyó el ruido de cascos en la carretera. Levantó la vista, sorprendida, y vio que Joseph avanzaba hacia ella montado en su caballo. ______ se quedó mirando a Joseph que estaba cada vez más cerca; estaba igual que siempre, aunque tal vez pareciera mayor, más cansado… ______ sintió un amor tan grande por él que se le cerró la garganta y se echó a temblar. El corazón le latía como un tambor.
Cuando Joseph se dio cuenta de que ______ estaba allí, tiró de las riendas del caballo y lo condujo al paso. Cuando iba llegando a donde estaba ella, no le quitó los ojos de encima.
______ vio que no podía hablar ni tampoco moverse. Esperó.
Joseph llegó a su lado y bajó del caballo. Finalmente ella logró hablar.
—¿Qué tal estás, Joseph? —le dijo, sorprendida al ver que no le temblaba la voz con el desasosiego que sentía por dentro—. Había oído que habías regresado a Midwinter. Iba a verte.
—______ —Joseph no le quitó los ojos de encima, ni siquiera había mirado la copa que tenía en la mano.
—Yo…
______ bajó la vista; como no sabía qué decir, no dijo nada y le ofreció el tesoro de Midwinter.
—Acabo de encontrar esto, aquí en el margen del río. Ha debido de llegar hasta aquí con las inundaciones. Pensé que deberías tenerlo tú.
Joseph miró brevemente al cáliz, pero no lo tomó de su mano.
—El tesoro de Midwinter. Entiendo. ¿Por eso venías a verme?
—No —dijo ______; dejó la copa con cuidado en el suelo—. Iba a buscarte porque quiero hablar contigo.
La expresión de Joseph no varió. En realidad, su aspecto era distante, extraño. ______ sintió como si se encogiese un poco. De pronto se daba cuenta de que había esperado que las explicaciones sobraran. Habría querido lanzarse a sus brazos, amar y ser amada sin reservas. Pero en lugar de eso entre ellos había una distancia y una frialdad que habría que salvar. Y el éxito no estaba garantizado.
—¿Qué querías decirme? —le preguntó Joseph.
Había llegado el momento de la verdad, y ______ se dijo que era más difícil de lo que lo había imaginado. Sentía como si estuviese renunciando a parte de sus sueños, pero por otra parte una breve llama de emoción y esperanza la empujaba con el convencimiento de que ganaría algo infinitamente más valioso.
—He estado pensando en tu proposición —le dijo ______ con torpeza—. Si tu oferta de matrimonio sigue en pie, me gustaría reconsiderarla.
Le pareció ver un débil destello de humor en los ojos de Joseph, pero su expresión seguía siendo seria.
—¿Has venido hasta aquí en zapatillas para decirme eso, ______? —le preguntó—. Pensaba que no eras capaz de renunciar a tus ambiciones de tener una vida estable.
—He cambiado de opinión —dijo ______ con un cierto temblor en la voz; se miró las zapatillas, estropeadas ya—. Lo haré por ti, puedo hacerlo por ti, si tú me sigues queriendo.
El silencio que siguió se prolongó tanto que ______ no supo qué podía ser lo que Joseph querría decirle. Entonces soltó las riendas del caballo y la abrazó con tanta suavidad y dulzura que ______ no pudo contener las lágrimas.
—Te amo —le dijo ella sin apartarse de él, sin poder dejar de aspirar el perfume de su cuerpo—. Te amo con todo mi corazón, Jospeh.
—Lo sé —dijo Joseph—. Vamos, ______, no te pongas sentimental ahora conmigo, o tal vez cambie de opinión.
—Bestia —dijo ______ con cierto humor.
Sintió que Joseph sonreía mientras frotaba su mejilla en el pelo de ______.
—He pensado en ti cada minuto que hemos estado separados —le dijo Joseph con tal emoción que conmovió a ______—. Pensé que no te volvería a tocar jamás, ______, y no pude soportarlo.
______ ladeó la cabeza, lo miró y se acurrucó contra su pecho.
—Me gustó mucho cuando me tocaste —le dijo en tono soñador—. ¿Podríamos casarnos pronto?
Joseph se echó a reír.
—Ése es un buen plan. —De pronto se puso serio—. ¿______?
—¿Mmm? —______ no quería moverse.
—Tengo algo que decirte. —La soltó un poco y se retiró para mirarla.
—¿Qué es? —le preguntó ella.
—Yo también he estado pensando que la vida sin ti no tendría sentido —dijo Joseph—. Hay muchas cosas que puedo hacer sin tener que viajar. Tengo el trabajo de los jeroglíficos para el Museo Británico, y también está el fogou en Jonas, y si quisieras quedarte en Midwinter… —sonrió—. Aún queda mucho por hacer en los enterramientos. Y ahora que has encontrado el cáliz —lo miró— es posible que el resto del tesoro quiera ser encontrado. Así que, como ves, no tenemos por qué alejarnos de casa.
______ se tiró a sus brazos y lo abrazó con fuerza. Sabía sin que él dijera nada el sacrificio que estaba dispuesto a hacer por ella, al igual que él sabía lo que ella estaba dispuesta a hacer por él. Joseph la apretó contra su cuerpo y las sombras del pasado se disiparon, dejándolos tan sólo con el futuro que tenían por delante.
—Supongo que tal vez quieras viajar a veces —le dijo ella, acariciando los contornos de aquel rostro que tanto amaba.
—Tal vez sí —dijo Joseph, volviendo la cara para besarle la palma de la mano mientras sus ojos cafeces la miraban con dulzura—. ¿Crees que podrías acompañarme?
—Tal vez —dijo ______, sonriéndole con gesto soñador—, si tú te quedas en casa conmigo el resto del tiempo.
Joseph se estaba riendo cuando bajó la cabeza para besarla.
—Ninguno de los dos somos dóciles, ¿no te parece, ______? Me temo que somos los dos bastante obstinados. Tal vez discutamos…
—Valdrá la pena —dijo ______, besándolo— si después podemos reconciliarnos así.
Se produjo un largo silencio mientras ______ y Joseph se unían en un beso lleno de pasión, compromiso y amor. Entonces Joseph la tomó de la mano y se agachó para recoger del suelo el cáliz de oro, que alzó para admirar al sol.
—Está un poco abollado —dijo él—, pero no hay duda de que es un tesoro.
______ le sonrió y se acomodó en la curva de su brazo.
—Un tesoro de verdad.
A la mañana siguiente, Deborah Stratton fue a visitarla, y en el trascurso de la conversación, ______ se enteró de que Joseph Jonas se había marchado a Londres. No se sabía ni cuándo volvería ni si volvería. Sir Arthur, cuando fue preguntado, se mostró igualmente vago. Le había encargado a Joseph que llevase algunas piezas de alfarería al Museo Británico, y el trabajo podría llevar algún tiempo. Por una parte la noticia le hizo sentirse aliviada, pero por otra le provocó náuseas. Estaba desesperada por volver a ver a Joseph; lo echaba de menos con un anhelo que parecía empeorar a medida que transcurrían los días.
La inundación remitía despacio. Sir Arthur pasaba horas y horas en la biblioteca leyendo y escribiendo artículos para el Antiquarian Review, y lady Odell limpiaba y empaquetaba los hallazgos, listos para la exposición. ______ ayudaba todo lo posible a sus padres. Salió de compras con la señora Stratton y lady Marney en Woodbridge, fue de paseo con lord Richard Kestrel y rechazó una proposición matrimonial de Caspar Lang.
Y a veces, en su ordenada y limpia habitación, pasaba horas tumbada pensando en Joseph Jonas. Cerraba los ojos y recordaba las caricias que le habían provocado un placer que sería difícil de olvidar, por mucho tiempo que viviese o por mucho que lo intentase. Recordaba la profunda amistad que se había convertido en amor antes de acabar reducido a cenizas. Se preguntó si habría sido tonta, pero entonces pensaba con miedo y tristeza en la cantidad de veces que había tenido que hacer la maleta para empezar de nuevo en otro sitio, y volvía la cara hacia la almohada y permanecía muy quieta.
Cosa rara, la única compañía que podía tolerar era la de Richard Kestrel. Él la llevó a pasear en distintas ocasiones, y aunque la gente comentaba, a ______ le daba igual. En realidad, todo le daba lo mismo últimamente. A menudo Richard y ella ni siquiera hablaban, pero eso tampoco importaba.
Un día que habían bajado hasta la playa y estaban sentados en un montículo cubierto de hierba que daba a Playa Kestrel, Richard empezó a decirle:
—Quiero hablarte sobre Joseph Jonas, ______ —le dijo él.
______ volvió la cara hacia el mar. Con la proximidad del otoño, el tiempo había cambiado un poco y el aire que le daba en la cara era más fresco.
—Por favor, no lo hagas.
Richard suspiró.
—Bueno, de acuerdo. Si no puedo hablarte de Joseph, deja que te hable de mí, ______; de la única oportunidad que tuve, y de cómo la desperdicié.
______ volvió la cabeza y lo miró rápidamente.
—Richard, no eres nada sutil.
Richard se encogió de hombros. Su atractivo rostro tenía una expresión atribulada.
—No creo poder llegar a ti con sutilezas, ______, y siempre he creído en la fuerza bruta cuando las sutilezas fallan. —Aspiró hondo—. Nadie te habrá dicho esto nunca, de modo que te lo voy a decir yo. —Se puso derecho—. Eres la más boba de toda la cristiandad por rechazar el amor verdadero cuando se te ofrece. No sólo estás sufriendo tú, sino que has estado a punto de destruir a un hombre bueno, y eso es algo que me cuesta mucho perdonar. Sólo sigo hablando contigo porque te tengo mucho cariño. —Se puso de pie—. Sé que no soy ningún caballero diciéndote esto, pero alguien tenía que decirlo.
______ se quedó mirándolo. Un rincón de su corazón empezaba a descongelarse, y una sensación cálida se extendía por su pecho.
—Tienes razón —dijo despacio—. Ha sido de lo menos educado por tu parte.
Richard esbozó una leve sonrisa.
—¿Y bien? —dijo él.
______ se levantó y se sacudió las faldas, sin mirar a Richard. Se sentía nerviosa, como si estuviese a punto de tomar una decisión. Las palabras de Richard habían reflejado lo que llevaba semanas tratando de decirse a sí misma; palabras que había tenido demasiado miedo de oír. ¿Quién sabía la felicidad que podría encontrar junto a Joseph si quisiese llegar a un acuerdo en relación a esas aspiraciones a las que llevaba años aferrándose obstinadamente? Había estado tan ciega, tan empeñada en creer que vivir en un sitio fijo era lo único que quería, tan temerosa de correr el riesgo. Sin embargo se había sentido más infeliz sin Joseph de lo que jamás podría imaginar que se sentiría junto a él; incluso aunque tuviese que pasar el resto de sus días viajando. Lo amaba demasiado como para perderlo para siempre.
—¿Sabes algo de Joseph? —le preguntó sin mirarlo.
—Mantengo con él una correspondencia regular —dijo Richard en tono seco.
______ le dirigió una mirada de soslayo.
—¿Y sabes si es posible que regrese a Midwinter?
Richard la miró a los ojos.
—Eso… podría arreglarse —dijo.
______ sintió que una sonrisa empezaba a dibujarse en sus labios.
—Entonces, si puede arreglarse, yo… Supongo que me gustaría volver a verlo. —La sonrisa se desvaneció—. Aunque tal vez no quiera verme, por supuesto.
—Eso —dijo Richard— depende de ti.
______ lo agarró del brazo y empezó a andar por el camino de piedras en dirección al coche. El mozo de cuadra estaba caminando con los caballos y parecía algo aburrido.
—¿Qué era lo que ibas a contarme de ti? —le preguntó ______ de pronto.
Richard la miró y negó con la cabeza.
—No importa —dijo él—. Eso lo dejaremos para otra ocasión. Resolvamos primero tus conflictos amorosos antes de intentar empezar con los míos.
La esperanza, la emoción y la expectación renacieron de nuevo en ella. Impulsivamente, ______ le echó los brazos al cuello y lo abrazó con fuerza.
—No me importa lo que digan de ti, Richard —le dijo emocionada—. ¡Creo que eres un hombre muy bueno!
—Dios bendito —dijo Richard—, no le digas nada a nadie, por favor, ______. Vas a estropear mi fama de mujeriego si sigues así.
Entonces la abrazó también ante la sorprendida mirada del mozo de cuadra.
Una semana después, cuando ______ estaba terminando de desayunar, entró la señora Goodfellow para decirle que sus padres la esperaban en la sala. Así que curiosa, aunque ignorante de lo que pasara, ______ dejó su servilleta sobre la mesa y fue a donde estaban sus padres.
Sus padres estaban sentados en el sofá que había debajo de la ventana. Sir Arthur tenía el aspecto algo aturdido del hombre que ha hecho un descubrimiento milagroso. A lady Odell le brillaban los ojos con una mezcla de emoción y aprensión. A ______ le dio un vuelco el corazón.
—Tenemos algo que contarte, ______ —dijo su madre—. Algo muy emocionante.
—¡Lo habéis encontrado! —exclamó ______—. ¡Ay, mamá, habéis encontrado el tesoro de Midwinter!
Lady Odell frunció el ceño. Por un momento pareció como si no tuviese idea de lo que ______ le estaba diciendo.
—¿El tesoro? Ay, no, mi amor, en absoluto.
______ se sentó despacio, visiblemente confundida y no poco inquieta.
—Pero pareces tan emocionada…
—¡Y lo estoy! —exclamó lady Odell sonriendo de nuevo—. Mira, cariño… —le dirigió una mirada a sir Arthur—. Yo… nosotros… nosotros vamos a… vamos a tener un hijo.
—Tu madre están encinta —dijo sir Arthur con nerviosismo, atemperado por la dulce sonrisa que le dirigió a su esposa—. Embarazada, en estado de buena esperanza…
—Gracias, papá —dijo ______—. Lo he entendido. —Se llevó la mano a la cabeza, algo mareada—. Es una sorpresa maravillosa, mamá. Me alegro tanto por vosotros, pero… Supongo que no es lo que deseabas.
Lady Odell había estado mirando a su hija con cierta consternación, pero de pronto respiró aliviada.
—¡Ay, ______, no creas que ha sido un accidente! Llevo todos estos años deseando tener este hijo, desde que tú naciste. Tu padre y yo siempre quisimos tener una gran familia, pero a medida que pasaban los años y no llegaba ningún compañero de juegos para ti, empezamos a pensar que nunca ocurriría. Así que te llevamos con nosotros a todas partes para que no estuvieses tan sola, y para no estarlo nosotros… —Lady Odell aspiró hondo—. Tratamos de compensar el no haberte dado hermanos haciéndote partícipe de todo lo que hacíamos, pero… —suspiró—. A ti nunca te interesaron las antigüedades, ¿verdad? Aun así, espero que te hayas sentido feliz estando con nosotros y viajando por el mundo.
______ abrió la boca pero la cerró de nuevo. No quería estropear la felicidad de su madre diciéndole que nunca le había gustado ir de un lado para otro. Y parecía que no le diría nada, porque se daba cuenta de que había asumido algunas cosas erróneamente. Sus padres la habían llevado con ellos porque siempre habían deseado tener una familia de verdad; y también para que ella no se sintiera sola. Siempre habían querido tener hijos… Entonces, siempre la habían querido a ella…
______ tragó saliva para pasar el nudo que le oprimía la garganta.
—¡Me alegro tanto por ti, mamá! ¡Papá…! —Se volvió hacia sir Arthur, que esbozaba una sonrisa benévola—. ¡Oh, papá, qué noticia más estupenda!
Lady Odell se levantó para darle un abrazo a ______, pero ésta se adelantó para que su madre no se viese obligada a ir a donde estaba ella.
—¡Haz el favor de sentarte y pon los pies en ese taburete, mamá! —le dijo ______—. Tienes que tomarte las cosas muy tranquilamente de ahora en adelante. No más excavaciones de momento, ni nada de levantar pesos…
Lady Odell la abrazó muy llorosa.
—Vamos a dejar las excavaciones y los viajes, ______. Creemos que ya es hora de jubilarnos. Con un niño recién nacido, habrá mucho que hacer. Se nos ocurrió que nos gustaría quedarnos en Midwinter Royal, al menos durante un tiempo, y si a tu padre le entran ganas de excavar, tiene los enterramientos aquí a mano.
—Eso para un hombre joven —gruñó sir Arthur—. Se lo dejo todo a Joseph.
______ lo miró con interés.
—¿Joseph va a volver a Midwinter Royal, papá?
Sir Arthur adoptó una expresión furtiva.
—Va a venir a consultarme algo sobre mi artículo para el Antiquarian Review —dijo—. ¿Es que no te lo he dicho?
______ sintió una mezcla de exasperación y nerviosismo puro.
—No papá. No me lo has dicho. ¡Nunca te acuerdas de decirme nada!
Su vehemencia pareció asombrar un poco a sir Arthur, que acto seguido miró su reloj de pulsera.
—Debería estar aquí de un momento a otro —dijo—. Se me ocurrió que debía decírtelo. Pero primero necesito tomarme un café. Ya sabes, tantas emociones. Si quieres algo estaré en la biblioteca.
Cuando se cerró la puerta, ______ se volvió muy emocionada a mirar a lady Odell.
—¿Joseph viene aquí… ahora? ¿Esta mañana?
—Sí, amor mío —dijo lady Odell, mientras se recostaba y cerraba los ojos cansinamente—. Creo que va a ir primero a Kestrel Court. Me siento algo cansada. Voy a descansar un rato.
—¿Te apetece un café, viejo amigo? —le dijo Richard Kestrel a Joseph mientras lo conducía con solicitud hacia el despacho, en Kestrel Court—. Pareces muy cansado. No quiero enviarte a casa de sir Arthur con esa pinta.
Joseph tomó la taza de café y dio un sorbo sin casi darse cuenta. Se sentía agotado. Había pasado una noche horrible en una posada del camino cerca de Colchester, donde no había dejado de dar vueltas en una cama llena de pulgas. Además, llevaba varias semanas sin dormir bien, tumbado en la cama, escuchando los ruidos de la ciudad y pensando todo el tiempo en ______ Odell. De día se había arrastrado hasta el Museo Británico y hablado de reliquias, de antigüedades y de jeroglíficos, y en general de asuntos secos y polvorientos que de pronto se le antojaban muertos y vacíos. La vida no tenía chispa ni ilusión sin la promesa de la presencia de ______. La alegría había desaparecido; ni siquiera la idea de viajar le proporcionaba ya el mismo entusiasmo que antes.
Y de pronto la iba a ver otra vez. Por una parte no quería, pero por otra estaba empeñado en probar suerte de nuevo. Tendría una oportunidad de persuadir a ______; aunque con una gran diferencia…
—Sir Arthur… —dijo con distracción, respondiendo por fin al comentario de Richard—. Sí… —frunció el ceño—. Debo confesar que tu carta me sorprendió, Richard. Sir Arthur nunca ha necesitado de mi ayuda para escribir ningún artículo de los que publica. Sin duda es él el experto en la materia.
A Joseph le pareció que Richard tenía un aire un tanto inocente, que en sí ya era algo sospechoso; pero cuando su amigo habló parecía totalmente sincero.
—¿Ah, sí? —dijo Richard—. Yo no tengo ni idea, la verdad. Sencillamente accedí a darte el recado.
—Mmm… —Joseph lo miró con extrañeza, como si de pronto empezase a espabilarse—. Y este recado tan extraño para Nicholas —continuó—. Me dijo que tenía cierta información urgente que pasarte y que no podía enviártelo por correo ordinario, y me pidió si podía traerte este paquete ya que venía para aquí.
—Las últimas informaciones de Whitehall sobre los peligros de invasión en la localidad —dijo Richard cruzándose de piernas—. Era demasiado arriesgado enviarlo de otro modo.
Joseph sacó un paquete y lo dejó en la mesa.
—Aquí lo tienes. He dormido con ello debajo de la almohada. Nadie lo ha tocado.
—Gracias —murmuró Richard mientras le hacía un gesto a su amigo para que tomara asiento—. ¿Quieres sentarte un momento? Para qué correr a Midwinter Royal cuando la familia está aún desayunando.
Joseph se sentó y dio un sorbo de café. Estaba nervioso, y se daba cuenta de que Richard lo observaba con expresión divertida.
—Richard —dijo Joseph de pronto—. ¿A qué estarías dispuesto a renunciar por una mujer?
Richard no dijo nada durante un rato.
—¿Por cualquier mujer, o por la mujer adecuada? —le preguntó con suavidad—. Porque las respuestas serían muy distintas. Por la primera, aventuraría muy poco; en cambio por la segunda, lo daría todo.
Joseph se levantó de nuevo, fue hacia la ventana y se quedó mirando sin ver.
—¿Lo dejarías todo? —repitió.
Richard se encogió de hombros.
—A veces tienes que perderlo todo para ganar, Joseph. Y muy a menudo lo que uno teme no es tan malo como uno se lo imaginaba. A veces… —Sonrió con pesar— A veces uno gana mucho.
Joseph cerró los ojos un momento.
—Pensaba que me gustaba arriesgarme —dijo—. Pero este es un asunto totalmente distinto.
—Según dicen —dijo Richard con una sonrisa—, no es tan peligroso como parece. Mi hermana Bella lo llama el arte del compromiso.
—Compromiso —pronunció Joseph como si jamás hubiera dicho esa palabra—. Debo decir que no es un concepto con el que esté muy familiarizado.
—Ni ninguno de nosotros, amigo —dijo Richard en tono seco—. Somos sobre todo seres egoístas que siempre hemos encontrado la manera de complacer nuestros deseos. Hasta que se nos presenta algo tan valioso que nos obliga a reconsiderar lo que de verdad nos importa, ni siquiera nos lo planteamos.
Joseph se quedó un momento en silencio, entonces se volvió y miró a su amigo de tantos años.
—¿Y cómo demonios sabes tanto de pronto, eh? —le preguntó.
—Intuición —dijo Richard con vanidad—. ¿Hay algo más que pueda hacer por ti, o quieres marcharte ya?
Joseph avanzó hacia la puerta con decisión.
—Creo que será mejor que me marche —dijo.
Después de que Jospeh se marchase, Richard se recostó en la butaca y abrió el paquete de su hermano. Había una breve nota que leyó con una sonrisa en los labios. Entonces desenvolvió el contenido del paquete. Había varios ejemplares del Times y de Gentlemen's Magazine, y nada más. Richard abrió el periódico por la página de las carreras de caballos y se acomodó en el asiento.
—Espléndido —dijo.
______ llevaba quince minutos sentada en la ventana, mirando hacia el camino flanqueado de árboles a ver si podía ver a Joseph; pero lo cierto era que no podía seguir esperando. Aunque no tenía ni idea de lo que le iba a decir a Joseph, decidió enfrentarse directamente al problema. Así que se puso su chaquetilla corta, tomó su sombrilla y salió. Con lo distraída que estaba, se olvidó de cambiarse de zapatos.
Corrió por el camino que partía de la casa y cruzó el pórtico de piedra que salía a la carretera. Por allí, un riachuelo, afluente del Winter Race, corría junto a la carretera, entre las ortigas y las zarzamoras. El nivel del río había descendido ya, pero el del afluente era mayor de lo normal, y la fuerza del agua salpicaba las piedras que brillaban al sol. Hacía un día claro y soleado, aunque menos caluroso que antes de la tormenta.
______ avanzó con rapidez durante por lo menos cien metros, pero pasado un rato se vio obligada a aminorar el paso. Se le estaban aflojando las horquillas y las faldas se le estaban llenando de polvo. Si seguía así, llegaría a Kestrel Court hecha una pena.
Se detuvo a la sombra de un árbol y respiró hondo un par de veces, preguntándose por qué había salido tan precipitadamente de casa, sin ni siquiera prepararse para un camino de por lo menos tres kilómetros. Ya tenía sed y todo.
______ bajó con mucho cuidado hasta el borde del arroyo y se agacho para beber y refrescarse un poco. Cuando se levantó, un fuerte destello le dio en los ojos. Algo estaba reflejando el sol directamente a su cara. Se colocó la mano delante de los ojos a modo de pantalla y estuvo a punto de caerse al agua. El cáliz del tesoro de Midwinter, réplica perfecta de todas las ilustraciones que había visto del objeto, descansaba entre las zarzamoras.
______ se quedó mirándolo embobada. La preciosa copa de oro se movió ligeramente al paso del agua, lanzando de nuevo destellos de luz. ______ apretó los labios y retrocedió varios pasos. El cáliz rodó en el agua y flotó unos metros corriente abajo antes de detenerse de nuevo. Era casi como si la estuviese esperando.
Con un suspiro irritable, ______ avanzó y estiró el brazo. El tesoro de Midwinter rodó un poco más y llegó con exactitud hasta su mano. ______ sonrió con pesar y lo sacó del agua. La pieza estaba fría, pero limpia y preciosa. Parecía como si estuviese hecha para ella.
—Bueno —dijo en voz alta—, ya que te he encontrado, será mejor que te lleve conmigo.
En ese momento ______ oyó el ruido de cascos en la carretera. Levantó la vista, sorprendida, y vio que Joseph avanzaba hacia ella montado en su caballo. ______ se quedó mirando a Joseph que estaba cada vez más cerca; estaba igual que siempre, aunque tal vez pareciera mayor, más cansado… ______ sintió un amor tan grande por él que se le cerró la garganta y se echó a temblar. El corazón le latía como un tambor.
Cuando Joseph se dio cuenta de que ______ estaba allí, tiró de las riendas del caballo y lo condujo al paso. Cuando iba llegando a donde estaba ella, no le quitó los ojos de encima.
______ vio que no podía hablar ni tampoco moverse. Esperó.
Joseph llegó a su lado y bajó del caballo. Finalmente ella logró hablar.
—¿Qué tal estás, Joseph? —le dijo, sorprendida al ver que no le temblaba la voz con el desasosiego que sentía por dentro—. Había oído que habías regresado a Midwinter. Iba a verte.
—______ —Joseph no le quitó los ojos de encima, ni siquiera había mirado la copa que tenía en la mano.
—Yo…
______ bajó la vista; como no sabía qué decir, no dijo nada y le ofreció el tesoro de Midwinter.
—Acabo de encontrar esto, aquí en el margen del río. Ha debido de llegar hasta aquí con las inundaciones. Pensé que deberías tenerlo tú.
Joseph miró brevemente al cáliz, pero no lo tomó de su mano.
—El tesoro de Midwinter. Entiendo. ¿Por eso venías a verme?
—No —dijo ______; dejó la copa con cuidado en el suelo—. Iba a buscarte porque quiero hablar contigo.
La expresión de Joseph no varió. En realidad, su aspecto era distante, extraño. ______ sintió como si se encogiese un poco. De pronto se daba cuenta de que había esperado que las explicaciones sobraran. Habría querido lanzarse a sus brazos, amar y ser amada sin reservas. Pero en lugar de eso entre ellos había una distancia y una frialdad que habría que salvar. Y el éxito no estaba garantizado.
—¿Qué querías decirme? —le preguntó Joseph.
Había llegado el momento de la verdad, y ______ se dijo que era más difícil de lo que lo había imaginado. Sentía como si estuviese renunciando a parte de sus sueños, pero por otra parte una breve llama de emoción y esperanza la empujaba con el convencimiento de que ganaría algo infinitamente más valioso.
—He estado pensando en tu proposición —le dijo ______ con torpeza—. Si tu oferta de matrimonio sigue en pie, me gustaría reconsiderarla.
Le pareció ver un débil destello de humor en los ojos de Joseph, pero su expresión seguía siendo seria.
—¿Has venido hasta aquí en zapatillas para decirme eso, ______? —le preguntó—. Pensaba que no eras capaz de renunciar a tus ambiciones de tener una vida estable.
—He cambiado de opinión —dijo ______ con un cierto temblor en la voz; se miró las zapatillas, estropeadas ya—. Lo haré por ti, puedo hacerlo por ti, si tú me sigues queriendo.
El silencio que siguió se prolongó tanto que ______ no supo qué podía ser lo que Joseph querría decirle. Entonces soltó las riendas del caballo y la abrazó con tanta suavidad y dulzura que ______ no pudo contener las lágrimas.
—Te amo —le dijo ella sin apartarse de él, sin poder dejar de aspirar el perfume de su cuerpo—. Te amo con todo mi corazón, Jospeh.
—Lo sé —dijo Joseph—. Vamos, ______, no te pongas sentimental ahora conmigo, o tal vez cambie de opinión.
—Bestia —dijo ______ con cierto humor.
Sintió que Joseph sonreía mientras frotaba su mejilla en el pelo de ______.
—He pensado en ti cada minuto que hemos estado separados —le dijo Joseph con tal emoción que conmovió a ______—. Pensé que no te volvería a tocar jamás, ______, y no pude soportarlo.
______ ladeó la cabeza, lo miró y se acurrucó contra su pecho.
—Me gustó mucho cuando me tocaste —le dijo en tono soñador—. ¿Podríamos casarnos pronto?
Joseph se echó a reír.
—Ése es un buen plan. —De pronto se puso serio—. ¿______?
—¿Mmm? —______ no quería moverse.
—Tengo algo que decirte. —La soltó un poco y se retiró para mirarla.
—¿Qué es? —le preguntó ella.
—Yo también he estado pensando que la vida sin ti no tendría sentido —dijo Joseph—. Hay muchas cosas que puedo hacer sin tener que viajar. Tengo el trabajo de los jeroglíficos para el Museo Británico, y también está el fogou en Jonas, y si quisieras quedarte en Midwinter… —sonrió—. Aún queda mucho por hacer en los enterramientos. Y ahora que has encontrado el cáliz —lo miró— es posible que el resto del tesoro quiera ser encontrado. Así que, como ves, no tenemos por qué alejarnos de casa.
______ se tiró a sus brazos y lo abrazó con fuerza. Sabía sin que él dijera nada el sacrificio que estaba dispuesto a hacer por ella, al igual que él sabía lo que ella estaba dispuesta a hacer por él. Joseph la apretó contra su cuerpo y las sombras del pasado se disiparon, dejándolos tan sólo con el futuro que tenían por delante.
—Supongo que tal vez quieras viajar a veces —le dijo ella, acariciando los contornos de aquel rostro que tanto amaba.
—Tal vez sí —dijo Joseph, volviendo la cara para besarle la palma de la mano mientras sus ojos cafeces la miraban con dulzura—. ¿Crees que podrías acompañarme?
—Tal vez —dijo ______, sonriéndole con gesto soñador—, si tú te quedas en casa conmigo el resto del tiempo.
Joseph se estaba riendo cuando bajó la cabeza para besarla.
—Ninguno de los dos somos dóciles, ¿no te parece, ______? Me temo que somos los dos bastante obstinados. Tal vez discutamos…
—Valdrá la pena —dijo ______, besándolo— si después podemos reconciliarnos así.
Se produjo un largo silencio mientras ______ y Joseph se unían en un beso lleno de pasión, compromiso y amor. Entonces Joseph la tomó de la mano y se agachó para recoger del suelo el cáliz de oro, que alzó para admirar al sol.
—Está un poco abollado —dijo él—, pero no hay duda de que es un tesoro.
______ le sonrió y se acomodó en la curva de su brazo.
—Un tesoro de verdad.
Fin
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Gracias a las chicas que siguieron esta novela, espero que les haya gustanto tanto como a mi.
Muchas Gracias (:
Nataly♥!!
Muchas Gracias (:
Nataly♥!!
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaiiiiii
ame esta noooveeeeee!!!
y mira que si que son tercooooooooossss
jjajajajajajajajajaja
pero al finaaaaaaaaalll estan juntooooooosss
GRACIIIAAAASS POR SUBIRLAAAA
Y ESPERO A OTRA JEJEJEJE
ame esta noooveeeeee!!!
y mira que si que son tercooooooooossss
jjajajajajajajajajaja
pero al finaaaaaaaaalll estan juntooooooosss
GRACIIIAAAASS POR SUBIRLAAAA
Y ESPERO A OTRA JEJEJEJE
chelis
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
natu fue hermosa
me encato e final
enserio
gracais por subirla
me encato e final
enserio
gracais por subirla
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
me encanto la nove, muy tierna y romantica!!!
pero no entendi!!!! quien era la espia??...quien fue el que le disparo a joe????...si decia o es que hay segunada parte jajajja o soy muy distraida jajajajja
pero no entendi!!!! quien era la espia??...quien fue el que le disparo a joe????...si decia o es que hay segunada parte jajajja o soy muy distraida jajajajja
Julieta♥
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