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"UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Ashhhhhh MuerO MuerO!
Quiiero q haya accion!!!
Siguelaaa porfisss
Me muero x saber q sigue!!
Siguelaaaa
Siguelaa
Att: tu megaa fielisiimaa lectoraa!!
Quiiero q haya accion!!!
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Me muero x saber q sigue!!
Siguelaaaa
Siguelaa
Att: tu megaa fielisiimaa lectoraa!!
Yhosdaly
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 5
(Segunda parte)
(Segunda parte)
—Estoy segura de que serás ideal para alguien —dijo _______.
Joseph se echó a reír.
—Lo dices para ser amable conmigo. Y no tienes necesidad de apaciguar mis sentimientos, te lo aseguro —le sonrió—. Además, estamos hablando de ti, _______, no de mí. Asumo por lo que has dicho que no estás pensando en casarte por amor en absoluto.
La turbada expresión de _______ no pareció aliviarse.
—Me gustaría sentir afecto por mi marido.
Los ojos cafes de Joseph buscaron los suyos.
—Estoy hablando de pasión, _______, de sentimientos más profundos. ¿Estás segura de que no deseas experimentar eso en el matrimonio?
_______ bajó las pestañas y lo miró disimuladamente.
—No, no busco eso. Me temo que no me mueven las pasiones fuertes.
Joseph se quedó perplejo ante la repentina oleada de deseo que lo golpeó, seguida de una turbadora compasión. En la mirada de _______ había una expresión tímida al hablar de tales asuntos de los cuales no tenía experiencia. Joseph sabía que sería una pérdida que _______ se comprometiera en un matrimonio sin amor. Sabía que era una mujer considerada, amable y cariñosa. Y él estaba dispuesto a apostar lo que fuera para afirmar que bajo esa compostura había una pasión lo suficientemente fuerte como para derribar las defensas de cualquier hombre. Pero él no sería el que averiguara si eso era cierto o no.
_______ se estaba mordiendo el labio, y Joseph ahogó el de nuevo repentino deseo de besarla allí mismo. Pero salirse del papel de hermano mayor no les haría ningún bien a los dos. Así que mejor aspiraría hondo y esbozaría una sonrisa suave.
—Te deseo buena suerte, _______. Espero que encuentres lo que estás buscando.
_______ le dedicó una sonrisa tan deslumbrante que a Joseph le dio un vuelco el corazón.
—Gracias, Joseph —le respondió ella mientras se ponía de pie—. Tengo que irme. Aún debo deshacer algunas maletas y abrir algunas cajas más, y hay que preparar la cena.
Joseph le tendió una mano. Quería estar con ella, aunque de algún modo eso fuera para él una tentación terrible.
—Quédate conmigo un rato. Apenas hemos tenido oportunidad de hablar todavía…
Pero ______ ya estaba en camino en dirección a la valla. Joseph la observaba con expresión levemente ceñuda. Parecía como si estuviese huyendo de él. Joseph apretó los puños un instante antes de relajarlos despacio. Tal vez la hubiera asustado, removiéndolo todo con sus comentarios sobre la pasión y su rechazo a limitarse al espacio que le había sido marcado, al papel de amigo. Se daba cuenta de que ella estaba incómoda con la idea de que su amistad se trasformara en algo más, y sin embargo no huía porque él no le gustara. Había visto la mezcla de deseo y curiosidad en su mirada la mañana anterior junto al río, había oído el tono levemente jadeante de su voz la noche anterior, cuando le había quitado importancia a su sugerencia de que tal vez la besara…
Recogió la pala de nuevo y suspiró mientras retiraba la tierra que cubría el pedazo de vasija medio enterrada en el borde de la zanja. El extremo de la paleta golpeó el borde de la vasija, que se hizo pedazos los cuales se precipitaron por la zanja. Joseph maldijo entre dientes. Se agachó para recogerlos y al ponerse de pie miró hacia el camino por donde se había marchado _______. De modo que ya se estaba interponiendo entre él y su trabajo. Estaba pensando en ella cuando debería concentrarse.
Joseph dejó los pedazos de vasija en una cesta y sacudió la cabeza despacio. Sabía que tenía suerte de ser amigo de ______ Odell. Sería un idiota si tratara de arriesgar esa amistad cuando era una de las cosas más valiosas que poseía. Ni tampoco esa amistad podría pasar a ser otra cosa, porque cada uno deseaba cosas distintas. En realidad, él era la personificación de todas las cosas que ______ rechazaba y detestaba: los viajes y la emoción y la inquietud de una vida de bohemios.
Sin embargo, Joseph no pudo dejar de mirarla hasta que ella alcanzó la casa. A pesar de sus intenciones y del recelo de _______, estaba convencido totalmente de que algo tenía que cambiar.
______ se detuvo un instante en el aireado pasillo y se presionó las mejillas ardientes con la manos. No estaba del todo segura de lo que le pasaba, ni de por qué se sentía tan alterada. No era sólo el calor del día lo que le hacía sentirse tan aturdida, puesto que había vivido en climas mucho más calurosos que el del verano de Suffolk. La conversación que había mantenido con Joseph le había hecho sentirse demasiado consciente de sí misma, y después había completado su insensatez marchándose corriendo de su lado. Sin duda él pensaría que se había vuelto loca. Estaba medio segura de que así era; de que había perdido la cabeza. Joseph jamás le había causado tal efecto como el que le causaba desde hacía unos días. Desde el día del río, había algo en su comportamiento hacia ella que la inquietaba, tanto la noche anterior, como hacía un momento…
Cuando él le había preguntado si lo encontraba atractivo, ella había respondido que no se le había ocurrido pensar en ello. Pero no era cierto. Sí que lo había pensado, y cuando lo había mirado no sólo había visto, sino que había sentido lo atractivo que era. La idea había sido tan inesperada que la había dejado muda de asombro. Había sido como cuando él la había tomado entre sus brazos en la fiesta de presentación en sociedad, sólo que mucho más potente. Le emocionaba y al mismo tiempo rechazaba la idea, porque Joseph era su amigo y no quería pensar en él de ese modo.
Había deseado que Joseph la besara la noche anterior, pero cuando él había sonreído y le había dado las buenas noches con seriedad, ______ había sentido alivio.
Se miró al espejo. Tenía los ojos brillantes y las mejillas sonrosadas; estaba bastante bonita. _______ se fijó en el color de sus mejillas y en el brillo de sus ojos. Parecía excitada, como si de un modo extraño sus sentimientos hubiesen despertado a la vida…
El ruido de la puerta abriéndose al final del pasillo la distrajo de sus cavilaciones. Sir Arthur Odell apareció, la cabeza gacha, fija la vista en los papeles que tenía en la mano. Sus botas llenas de barro iban dejando una estela de tierra por el suelo. Estuvo a punto de chocarse con una pequeña mesa de palo de rosa, pero _______ logró retirarla a un lado y le puso a su padre la mano en el brazo. Sir Arthur pegó un respingo.
—¡Ay, no te había visto querida!
—No —dijo _______—. ¿Qué estás haciendo aquí dentro, papá? Pensaba que estabas en la excavación.
—Sólo he venido a leer esto —dijo sir Arthur con ojos brillantes—. El cocinero me había dicho que había llegado el correo. El Royal Society Journal tiene un artículo de Joseph sobre los túmulos de Wiltshire. Sus conclusiones son totalmente equivocadas; pero no puedo negar que escribe maravillosamente. Debo decírselo al chico. Es un anticuario de los mejores, aunque sus deducciones no sean las correctas…
Y continuó por el pasillo hasta salir por la puerta de entrada, hablando entre dientes.
_______ suspiró y fue a la cocina a buscar una escoba para barrer el suelo. La señora Goodfellow, la cocinera, estaba a la mesa picando verduras y gruñendo entre dientes en tono monótono.
—Buenos días, señora Goodfellow. ¿Por qué está picando las verduras? ¿Qué le ha pasado a Kitty esta mañana?
La mujer, que estaba visiblemente enfadada, sonrió de mala gana al ver a _______. Se limpió las manos en un trapo y las colocó en jarras.
—Buenos días, mi niña. Kitty está en la excavación esta mañana —dijo con sorna—. Tu madre ha dicho que necesitaba ayuda para clasificar las vasijas que han sacado, así que de pronto Kitty se levanta y se marcha. Cualquier excusa le vale. Le ha echado el ojo al mayordomo de lord Jonas, estoy segura.
_______ sonrió. Kitty, la ayudante de cocina, no era ninguna tonta a quien se le fuera a pasar por alto ningún joven, y el mayordomo de Joseph, Bradshaw, era sin duda un mozo muy bien plantado.
—Sólo estamos Rose y yo —continuó la señora Goodfellow, señalando con la cabeza a la gruesa doncella—, y ella está ocupada fregando los cántaros que ha traído tu madre —de pronto soltó una risotada, consiguiendo que le temblara la papada—. Tu madre me ha preguntado si me gustaría ayudar hoy, _______. ¿De verdad me ves en una zanja? Preferiría que me tragara la tierra.
—Estoy segura de que haría un trabajo espléndido, señora Goodfellow —dijo _______—, pero la necesitamos en casa. Si mis padres insisten en tomar prestados a todos los criados para sus excavaciones, nos moriremos de hambre.
—Yo desde luego allí no pienso ir —dijo la señora Goodfellow tomando el cuchillo y empezando a picar otra zanahoria con ganas—. He visto esos fantasmas, vaya que si los he visto, señorita _______, así que no pienso acercarme.
_______ frunció el ceño. A menudo en sus viajes había conocido a sirvientes supersticiosos, pero no habría pensado que la señora Goodfellow pudiera ser también así. Su práctico sentido común siempre le había parecido a _______ similar al suyo.
—¿Fantasmas, señora Goodfellow? —le dijo—. No me diga que cree en esas tonterías.
—Los he visto con mis propios ojos —dijo la cocinera rotundamente—, moviéndose de un lado al otro entre los montículos a la luz de la luna.
—¿Fantasmas a la luz de la luna? ¿Ha estado tomando ponche antes de irse a la cama, señora Goodfellow?
Eso se lo preguntó Joseph Jonas, que entraba en ese momento en la cocina con varias piezas de cerámica en las manos. Bradshaw lo seguía con un cubo lleno de fragmentos. _______ pegó un respingo al verlos entrar, entonces hizo una mueca al pensar en cómo estaban poniendo la casa de tierra.
La señora Goodfellow les sonrió.
—No hace falta que os burléis de mí, milord. No he vuelto a tocar una gota desde que falleció mi John. No, y sé también lo que he visto. Hombres con escudos y cascos puestos, como los de sus libros de historia.
Joseph arqueó las cejas.
—¿Hombres con escudos? ¿De verdad? Hemos encontrado algunos fragmentos de cerámica anglosajona; así que, quién sabe, tal vez tenga razón, señora Goodfellow —dejó la vasija con cuidado en la pila y le dedicó al ama de llaves su sonrisa más encantadora—. Me disculpo por traerle más cosas para fregar, Rose…
Rose parecía como si estuviese a punto de derretirse con la sonrisa de Joseph. Hizo una leve inclinación y murmuró algo incoherente.
—No me importa —dijo la señora Goodfellow, cambiando de tema con pericia—. Lo que usted mande, milord.
_______ ahogó una risotada que hubiera resultado bastante impropia de una dama. Sospechaba que más de una mujer le habría dicho eso a Joseph.
—Podría dejaros aquí a Bradshaw más tarde si tienen algún trabajo pesado que él pueda hacer —ofreció Joseph—. Será una manera de darle las gracias.
La señora miró a Bradshaw.
—Gracias, milord, pero no hace falta. No quiero que a mis chicas se les llene la cabeza de más tonterías de las que ya tienen. Llévese al muchacho consigo y así no se meterá en ningún problema.
Rose soltó una risilla y se ruborizó.
_______ se adelantó para echarle un vistazo a una de las piezas que Joseph estaba lavando en la pila con sumo cuidado. Al ver que era una pieza muy especial, _______ se dio cuenta de por qué no se la había dejado a Rose. Era un cuerno para beber decorado con un borde de metal y, aunque estaba algo resquebrajado y le faltaba una parte, seguía siendo muy bello.
—¡Qué precioso! Me preguntó de quién sería eso…
Joseph le dirigió una sonrisa. Se inclinó hacia ella, tan cerca, que por un momento su cabello le rozó la mejilla, distrayéndola. Tenía la camisa arremangada, y _______ se vio presa del insano deseo de acariciarle la piel suave y bronceada de su brazo. Se agarró las dos manos a la espalda.
—Creo que era para los festejos —le dijo Joseph mientras lo adelantaba para que ella lo viera—. La decoración del borde es increíblemente delicada.
—Debían de tenerla reservada para ocasiones muy especiales —dijo _______, tocando con delicadeza la superficie húmeda—. Me imagino a los guerreros de la señora Goodfellow sentados todos alrededor de una fogata en el gran salón, pasándose el cuerno para beber mientras contaban sus batallas…
Alzó la vista del cuerno y vio que Joseph le sonreía. Sintió que le temblaban las piernas y se agarró al borde de la pila, haciendo como si quisiera ver el resto de las piezas.
—Me alegra verte tan entusiasta, _______ —oyó que decía Joseph—. Pensaba que no te gustaban las antigüedades.
—Me gusta la historia —dijo _______, tratando de centrarse en la conversación—. Lo que no soporto son las excavaciones.
—Ah, entonces no querrás venirte con nosotros esta tarde.
—No, gracias. Voy a visitar a la señora Stratton en Midwinter Mallow. —______ se limpió las manos con un paño—. Papá te estaba buscando, Joseph. Ha leído tu artículo del Royal Society Journal.
—Lo sé —dijo Joseph—. Lo he visto al entrar; me ha dicho que las conclusiones son totalmente equivocadas.
—Me dijo que eras un buen anticuario —le dijo ______, viendo lo complacido que parecía Joseph—. Así que será mejor que vuelvas a la excavación y le demuestres que no se equivoca.
Joseph se marchó, sonriente, y _______ se sintió aliviada. Las cosas volvían a la normalidad. Sin duda todas las mujeres se derretían con las sonrisas de Joseph, no sólo ella.
—Es todo un caballero —dijo la señora Goodfellow señalando con el cuchillo en la dirección por la que se había ido Joseph—. Me sorprende que no lo pillara hace años, señorita _______.
—Ah, Joseph y yo somos amigos, señorita Goodfellow —dijo ______ en tono ligero—. Nada más.
Se agachó a recoger algo del suelo y se perdió la mirada de incredulidad de la cocinera. La señora Goodfellow volteó los ojos, haciendo reír a Rose.
—Amigos, ¿eh? —murmuró la señora Goodfellow mientras _______ salía al patio a echar la arena donde debía estar—. Los señores no son nunca capaces de ver lo que tienen delante de sus narices. ________, sin duda, aún no se ha enterado de que lo ama.
Y ________ se detuvo junto al montón de arena del patio y sin darse cuenta se quedó mirando hacia donde Joseph se había ido, bastante rato después de que su esbelta figura hubiera desaparecido.
Joseph se echó a reír.
—Lo dices para ser amable conmigo. Y no tienes necesidad de apaciguar mis sentimientos, te lo aseguro —le sonrió—. Además, estamos hablando de ti, _______, no de mí. Asumo por lo que has dicho que no estás pensando en casarte por amor en absoluto.
La turbada expresión de _______ no pareció aliviarse.
—Me gustaría sentir afecto por mi marido.
Los ojos cafes de Joseph buscaron los suyos.
—Estoy hablando de pasión, _______, de sentimientos más profundos. ¿Estás segura de que no deseas experimentar eso en el matrimonio?
_______ bajó las pestañas y lo miró disimuladamente.
—No, no busco eso. Me temo que no me mueven las pasiones fuertes.
Joseph se quedó perplejo ante la repentina oleada de deseo que lo golpeó, seguida de una turbadora compasión. En la mirada de _______ había una expresión tímida al hablar de tales asuntos de los cuales no tenía experiencia. Joseph sabía que sería una pérdida que _______ se comprometiera en un matrimonio sin amor. Sabía que era una mujer considerada, amable y cariñosa. Y él estaba dispuesto a apostar lo que fuera para afirmar que bajo esa compostura había una pasión lo suficientemente fuerte como para derribar las defensas de cualquier hombre. Pero él no sería el que averiguara si eso era cierto o no.
_______ se estaba mordiendo el labio, y Joseph ahogó el de nuevo repentino deseo de besarla allí mismo. Pero salirse del papel de hermano mayor no les haría ningún bien a los dos. Así que mejor aspiraría hondo y esbozaría una sonrisa suave.
—Te deseo buena suerte, _______. Espero que encuentres lo que estás buscando.
_______ le dedicó una sonrisa tan deslumbrante que a Joseph le dio un vuelco el corazón.
—Gracias, Joseph —le respondió ella mientras se ponía de pie—. Tengo que irme. Aún debo deshacer algunas maletas y abrir algunas cajas más, y hay que preparar la cena.
Joseph le tendió una mano. Quería estar con ella, aunque de algún modo eso fuera para él una tentación terrible.
—Quédate conmigo un rato. Apenas hemos tenido oportunidad de hablar todavía…
Pero ______ ya estaba en camino en dirección a la valla. Joseph la observaba con expresión levemente ceñuda. Parecía como si estuviese huyendo de él. Joseph apretó los puños un instante antes de relajarlos despacio. Tal vez la hubiera asustado, removiéndolo todo con sus comentarios sobre la pasión y su rechazo a limitarse al espacio que le había sido marcado, al papel de amigo. Se daba cuenta de que ella estaba incómoda con la idea de que su amistad se trasformara en algo más, y sin embargo no huía porque él no le gustara. Había visto la mezcla de deseo y curiosidad en su mirada la mañana anterior junto al río, había oído el tono levemente jadeante de su voz la noche anterior, cuando le había quitado importancia a su sugerencia de que tal vez la besara…
Recogió la pala de nuevo y suspiró mientras retiraba la tierra que cubría el pedazo de vasija medio enterrada en el borde de la zanja. El extremo de la paleta golpeó el borde de la vasija, que se hizo pedazos los cuales se precipitaron por la zanja. Joseph maldijo entre dientes. Se agachó para recogerlos y al ponerse de pie miró hacia el camino por donde se había marchado _______. De modo que ya se estaba interponiendo entre él y su trabajo. Estaba pensando en ella cuando debería concentrarse.
Joseph dejó los pedazos de vasija en una cesta y sacudió la cabeza despacio. Sabía que tenía suerte de ser amigo de ______ Odell. Sería un idiota si tratara de arriesgar esa amistad cuando era una de las cosas más valiosas que poseía. Ni tampoco esa amistad podría pasar a ser otra cosa, porque cada uno deseaba cosas distintas. En realidad, él era la personificación de todas las cosas que ______ rechazaba y detestaba: los viajes y la emoción y la inquietud de una vida de bohemios.
Sin embargo, Joseph no pudo dejar de mirarla hasta que ella alcanzó la casa. A pesar de sus intenciones y del recelo de _______, estaba convencido totalmente de que algo tenía que cambiar.
______ se detuvo un instante en el aireado pasillo y se presionó las mejillas ardientes con la manos. No estaba del todo segura de lo que le pasaba, ni de por qué se sentía tan alterada. No era sólo el calor del día lo que le hacía sentirse tan aturdida, puesto que había vivido en climas mucho más calurosos que el del verano de Suffolk. La conversación que había mantenido con Joseph le había hecho sentirse demasiado consciente de sí misma, y después había completado su insensatez marchándose corriendo de su lado. Sin duda él pensaría que se había vuelto loca. Estaba medio segura de que así era; de que había perdido la cabeza. Joseph jamás le había causado tal efecto como el que le causaba desde hacía unos días. Desde el día del río, había algo en su comportamiento hacia ella que la inquietaba, tanto la noche anterior, como hacía un momento…
Cuando él le había preguntado si lo encontraba atractivo, ella había respondido que no se le había ocurrido pensar en ello. Pero no era cierto. Sí que lo había pensado, y cuando lo había mirado no sólo había visto, sino que había sentido lo atractivo que era. La idea había sido tan inesperada que la había dejado muda de asombro. Había sido como cuando él la había tomado entre sus brazos en la fiesta de presentación en sociedad, sólo que mucho más potente. Le emocionaba y al mismo tiempo rechazaba la idea, porque Joseph era su amigo y no quería pensar en él de ese modo.
Había deseado que Joseph la besara la noche anterior, pero cuando él había sonreído y le había dado las buenas noches con seriedad, ______ había sentido alivio.
Se miró al espejo. Tenía los ojos brillantes y las mejillas sonrosadas; estaba bastante bonita. _______ se fijó en el color de sus mejillas y en el brillo de sus ojos. Parecía excitada, como si de un modo extraño sus sentimientos hubiesen despertado a la vida…
El ruido de la puerta abriéndose al final del pasillo la distrajo de sus cavilaciones. Sir Arthur Odell apareció, la cabeza gacha, fija la vista en los papeles que tenía en la mano. Sus botas llenas de barro iban dejando una estela de tierra por el suelo. Estuvo a punto de chocarse con una pequeña mesa de palo de rosa, pero _______ logró retirarla a un lado y le puso a su padre la mano en el brazo. Sir Arthur pegó un respingo.
—¡Ay, no te había visto querida!
—No —dijo _______—. ¿Qué estás haciendo aquí dentro, papá? Pensaba que estabas en la excavación.
—Sólo he venido a leer esto —dijo sir Arthur con ojos brillantes—. El cocinero me había dicho que había llegado el correo. El Royal Society Journal tiene un artículo de Joseph sobre los túmulos de Wiltshire. Sus conclusiones son totalmente equivocadas; pero no puedo negar que escribe maravillosamente. Debo decírselo al chico. Es un anticuario de los mejores, aunque sus deducciones no sean las correctas…
Y continuó por el pasillo hasta salir por la puerta de entrada, hablando entre dientes.
_______ suspiró y fue a la cocina a buscar una escoba para barrer el suelo. La señora Goodfellow, la cocinera, estaba a la mesa picando verduras y gruñendo entre dientes en tono monótono.
—Buenos días, señora Goodfellow. ¿Por qué está picando las verduras? ¿Qué le ha pasado a Kitty esta mañana?
La mujer, que estaba visiblemente enfadada, sonrió de mala gana al ver a _______. Se limpió las manos en un trapo y las colocó en jarras.
—Buenos días, mi niña. Kitty está en la excavación esta mañana —dijo con sorna—. Tu madre ha dicho que necesitaba ayuda para clasificar las vasijas que han sacado, así que de pronto Kitty se levanta y se marcha. Cualquier excusa le vale. Le ha echado el ojo al mayordomo de lord Jonas, estoy segura.
_______ sonrió. Kitty, la ayudante de cocina, no era ninguna tonta a quien se le fuera a pasar por alto ningún joven, y el mayordomo de Joseph, Bradshaw, era sin duda un mozo muy bien plantado.
—Sólo estamos Rose y yo —continuó la señora Goodfellow, señalando con la cabeza a la gruesa doncella—, y ella está ocupada fregando los cántaros que ha traído tu madre —de pronto soltó una risotada, consiguiendo que le temblara la papada—. Tu madre me ha preguntado si me gustaría ayudar hoy, _______. ¿De verdad me ves en una zanja? Preferiría que me tragara la tierra.
—Estoy segura de que haría un trabajo espléndido, señora Goodfellow —dijo _______—, pero la necesitamos en casa. Si mis padres insisten en tomar prestados a todos los criados para sus excavaciones, nos moriremos de hambre.
—Yo desde luego allí no pienso ir —dijo la señora Goodfellow tomando el cuchillo y empezando a picar otra zanahoria con ganas—. He visto esos fantasmas, vaya que si los he visto, señorita _______, así que no pienso acercarme.
_______ frunció el ceño. A menudo en sus viajes había conocido a sirvientes supersticiosos, pero no habría pensado que la señora Goodfellow pudiera ser también así. Su práctico sentido común siempre le había parecido a _______ similar al suyo.
—¿Fantasmas, señora Goodfellow? —le dijo—. No me diga que cree en esas tonterías.
—Los he visto con mis propios ojos —dijo la cocinera rotundamente—, moviéndose de un lado al otro entre los montículos a la luz de la luna.
—¿Fantasmas a la luz de la luna? ¿Ha estado tomando ponche antes de irse a la cama, señora Goodfellow?
Eso se lo preguntó Joseph Jonas, que entraba en ese momento en la cocina con varias piezas de cerámica en las manos. Bradshaw lo seguía con un cubo lleno de fragmentos. _______ pegó un respingo al verlos entrar, entonces hizo una mueca al pensar en cómo estaban poniendo la casa de tierra.
La señora Goodfellow les sonrió.
—No hace falta que os burléis de mí, milord. No he vuelto a tocar una gota desde que falleció mi John. No, y sé también lo que he visto. Hombres con escudos y cascos puestos, como los de sus libros de historia.
Joseph arqueó las cejas.
—¿Hombres con escudos? ¿De verdad? Hemos encontrado algunos fragmentos de cerámica anglosajona; así que, quién sabe, tal vez tenga razón, señora Goodfellow —dejó la vasija con cuidado en la pila y le dedicó al ama de llaves su sonrisa más encantadora—. Me disculpo por traerle más cosas para fregar, Rose…
Rose parecía como si estuviese a punto de derretirse con la sonrisa de Joseph. Hizo una leve inclinación y murmuró algo incoherente.
—No me importa —dijo la señora Goodfellow, cambiando de tema con pericia—. Lo que usted mande, milord.
_______ ahogó una risotada que hubiera resultado bastante impropia de una dama. Sospechaba que más de una mujer le habría dicho eso a Joseph.
—Podría dejaros aquí a Bradshaw más tarde si tienen algún trabajo pesado que él pueda hacer —ofreció Joseph—. Será una manera de darle las gracias.
La señora miró a Bradshaw.
—Gracias, milord, pero no hace falta. No quiero que a mis chicas se les llene la cabeza de más tonterías de las que ya tienen. Llévese al muchacho consigo y así no se meterá en ningún problema.
Rose soltó una risilla y se ruborizó.
_______ se adelantó para echarle un vistazo a una de las piezas que Joseph estaba lavando en la pila con sumo cuidado. Al ver que era una pieza muy especial, _______ se dio cuenta de por qué no se la había dejado a Rose. Era un cuerno para beber decorado con un borde de metal y, aunque estaba algo resquebrajado y le faltaba una parte, seguía siendo muy bello.
—¡Qué precioso! Me preguntó de quién sería eso…
Joseph le dirigió una sonrisa. Se inclinó hacia ella, tan cerca, que por un momento su cabello le rozó la mejilla, distrayéndola. Tenía la camisa arremangada, y _______ se vio presa del insano deseo de acariciarle la piel suave y bronceada de su brazo. Se agarró las dos manos a la espalda.
—Creo que era para los festejos —le dijo Joseph mientras lo adelantaba para que ella lo viera—. La decoración del borde es increíblemente delicada.
—Debían de tenerla reservada para ocasiones muy especiales —dijo _______, tocando con delicadeza la superficie húmeda—. Me imagino a los guerreros de la señora Goodfellow sentados todos alrededor de una fogata en el gran salón, pasándose el cuerno para beber mientras contaban sus batallas…
Alzó la vista del cuerno y vio que Joseph le sonreía. Sintió que le temblaban las piernas y se agarró al borde de la pila, haciendo como si quisiera ver el resto de las piezas.
—Me alegra verte tan entusiasta, _______ —oyó que decía Joseph—. Pensaba que no te gustaban las antigüedades.
—Me gusta la historia —dijo _______, tratando de centrarse en la conversación—. Lo que no soporto son las excavaciones.
—Ah, entonces no querrás venirte con nosotros esta tarde.
—No, gracias. Voy a visitar a la señora Stratton en Midwinter Mallow. —______ se limpió las manos con un paño—. Papá te estaba buscando, Joseph. Ha leído tu artículo del Royal Society Journal.
—Lo sé —dijo Joseph—. Lo he visto al entrar; me ha dicho que las conclusiones son totalmente equivocadas.
—Me dijo que eras un buen anticuario —le dijo ______, viendo lo complacido que parecía Joseph—. Así que será mejor que vuelvas a la excavación y le demuestres que no se equivoca.
Joseph se marchó, sonriente, y _______ se sintió aliviada. Las cosas volvían a la normalidad. Sin duda todas las mujeres se derretían con las sonrisas de Joseph, no sólo ella.
—Es todo un caballero —dijo la señora Goodfellow señalando con el cuchillo en la dirección por la que se había ido Joseph—. Me sorprende que no lo pillara hace años, señorita _______.
—Ah, Joseph y yo somos amigos, señorita Goodfellow —dijo ______ en tono ligero—. Nada más.
Se agachó a recoger algo del suelo y se perdió la mirada de incredulidad de la cocinera. La señora Goodfellow volteó los ojos, haciendo reír a Rose.
—Amigos, ¿eh? —murmuró la señora Goodfellow mientras _______ salía al patio a echar la arena donde debía estar—. Los señores no son nunca capaces de ver lo que tienen delante de sus narices. ________, sin duda, aún no se ha enterado de que lo ama.
Y ________ se detuvo junto al montón de arena del patio y sin darse cuenta se quedó mirando hacia donde Joseph se había ido, bastante rato después de que su esbelta figura hubiera desaparecido.
Bueno chicas, solamente quiero hacer una aclaración. Esta novela, es más bien romantica, creo que si recuerdo bien, solo tiene dos o tres capitulos hot, por lo mismo la puse en este genero. Solo queria aclararlo, para que estuvieran al tanto (:
Pero les gustara, yo se que si :P
Lo digo por que a mi me encanto
Bueno, me voy por que tengo que dormir.
Natuuu!!!
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
A MI M EENCATA
QUE DUERMAS BN PARA QUE NOS SUBAS MAS CAPS JAJAJA
ENSERIO
QUIERO CAP CON BESITO! :)
QUE DUERMAS BN PARA QUE NOS SUBAS MAS CAPS JAJAJA
ENSERIO
QUIERO CAP CON BESITO! :)
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
hay tan lindo :L: ...el cap :(L): ...bueno lo k ami s rfier s k m ncanta la nve :arre: ...
...para mi s prciosa :inlove: ..yo espero el beso ..y muxas cosas k puedan pasar... :¬w¬: ... :yonofui: ... :risa: ...
pro m ncanto el cap ..siguela m facina nserio :cheers: ....siguela xfis. :z: ....
...para mi s prciosa :inlove: ..yo espero el beso ..y muxas cosas k puedan pasar... :¬w¬: ... :yonofui: ... :risa: ...
pro m ncanto el cap ..siguela m facina nserio :cheers: ....siguela xfis. :z: ....
Invitado
Invitado
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 6
Una reunión de naturaleza muy distinta a la del grupo de lectura se celebró esa noche en Kestrel Court. Aunque el ocaso del mes de junio retrasaba la llegada de la noche, las cortinas se corrieron cuidadosamente y se encendieron los candelabros. Joseph Jonas se juntó con el duque de Kestrel y sus dos hermanos pequeños, Richard y Lucas, en el salón, donde Nicholas Kestrel había servido coñac a los hombres antes de adelantarles su proposición.
Fue una suerte que cada uno tuviera algo fuerte que llevarse a la boca, puesto que el susto fue enorme.
Joseph fue el primero en recuperar la compostura.
—¿Perdona, Nicholas, pero qué quieres que hagamos, precisamente? —dijo con incredulidad y una expresión de sospecha en su rostro—. Perdóname, pero me ha parecido oírte decir que, para atrapar al espía de Midwinter, deseas que hagamos el amor con las damas de los pueblos de Midwinter.
Nicholas Kestrel se arrellanó en el asiento y se llevó la copa de coñac a los labios. En sus ojos quedaba una expresión risueña mientras contemplaba las caras consternadas de sus huéspedes.
—Me has oído bien, Joseph —dijo—. Eso es exactamente lo que quiero que hagáis.
Joseph y Richard Kestrel se miraron.
—Me dejas sin habla, Nicholas —dijo Richard—, y eso no es algo que me ocurra a menudo —se sentó en la silla frente a su hermano, completando el círculo alrededor de la chimenea.
Lucas Kestrel prefirió quedarse de pie, y se paseaba con inquietud de un lado al otro del salón mientras los demás descansaban tranquilamente.
Richard Kestrel era un jugador de póquer de renombre y su rostro, sombrío y taciturno, no revelaba emoción alguna. Lucas estaba francamente perplejo con las palabras de su hermano. Y Joseph, que había pensado que un día de trabajo duro en la excavación lo había dejado torpe y seguramente sordo, esperaba a que Nicholas se explicara, pues no daba crédito a sus oídos.
En términos generales el asunto se trataba de que el duque de Kestrel tenía la misión de cazar a un espía francés que estaba en ese momento trabajando en la costa de Suffolk. Los detalles del plan para atrapar al traidor empezaban a hacerse aparentes. Joseph, que se había unido a un buen número de aventuras planeadas por los Kestrel desde sus días en Harrow, sin duda pensaba que esa vez Nicholas podría haberse superado a sí mismo. Hacer el amor con las damas de los pueblos de Midwinter… Sólo había una dama que lo tentara en ese sentido y, como hacer el amor con _______ Odell estaba fuera de la cuestión, estaba destinado a un largo y célibe verano.
—Había pensado que caballeros de vuestra fama tomarían tal sugerencia con naturalidad —murmuró Nicholas en tono sereno y con ojos brillantes mientras observaba a sus hermanos y a su amigo—. ¿Estáis rechazando entonces nuestro mandato?
—Pensaba que trabajábamos de parte del ministerio de asuntos exteriores, no para algún burdel —observó Joseph—. Santo cielo, Nicholas, cuando te ofrecí prestar mis servicios esto no era precisamente lo que tenía en mente.
—Supongo que uno debe cumplir con sus deberes patrióticos —dijo Richard con una sonrisa en los labios—. Acepto tu mandato con placer, Nicholas.
—Controla tu entusiasmo, Richard —dijo Lucas en tono seco, acercándose para apoyarse en el brazo de la butaca de su hermano—. Creo que deberíamos descubrir la verdadera naturaleza de la tarea antes de emocionarnos demasiado.
Joseph tomó un buen trago del coñac y miró con apreciación la copa que tenía en la mano. En los pueblos de Midwinter pasaban cosas censurables, pero el contrabando era algo con lo que detestaría terminar.
—Gracias a Dios que nos has dado algo de beber antes de soltarnos la noticia, Nicholas —le dijo con sentimiento—. ¡Me ha venido de maravilla!
Nicholas se puso de pie y se acercó a la mesa. Un mapa del condado de Suffolk estaba allí doblado, y Nicholas lo desdobló y extendió sobre el paño verde que cubría la mesa. Richard colocó su copa de coñac en una esquina del mapa para sujetarlo, y Lucas sacó un libro de las estanterías y lo colocó en la esquina opuesta. El ambiente se había vuelto de pronto más tenso: todos sabían que había más en aquello que una copa entre amigos y un mandato escandaloso.
—Soy consciente de que sabéis por qué estamos aquí —continuó Nicholas—, pero tal vez nos vendría bien recapitular —miró alrededor, a los rostros llenos de resolución—. Como sabéis, caballeros, ésta es una costa de invasiones. A la flota francesa no le llevaría más de cuarenta y ocho horas cruzar desde Dunquerque; menos aún si el mar está en calma. En el Almirantazgo se acepta la idea general de que el grueso de la invasión aterrizaría en Kent o en Sussex, pero que una fuerza para desviar la atención podría llegar hasta las costas de Suffolk y crearnos serias dificultades.
Los otros asintieron.
—¿Cuántos hombres? —preguntó Joseph.
Fue Richard, con sus antecedentes en la marina, el que respondió.
—Posiblemente, veinte mil.
Joseph emitió un leve silbido.
—De ahí la necesidad de voluntarios bien entrenados para ayudar a las tropas regulares.
Lucas asintió.
—Exactamente. Tal vez no ocurra, por supuesto, aunque hay que estar preparados. Pero nuestro problema lo tenemos más cerca. ¿Cuál es la información de última hora, Nicholas?
—Muy poca —continuó Nicholas—. Sabemos que espías franceses han estado operando en los pueblos de Midwinter, pero no sabemos quiénes son. Han estado pasando información sobre movimientos de tropas, defensas portuarias, incluso, sospechamos, sobre los nombres de habitantes del lugar que tal vez se muestren dispuestos a ayudar a los barcos franceses a navegar por los ríos; pescadores, contrabandistas y gente así —apretó los labios—. La mayor parte de la información está codificada, y no sabemos qué código están utilizando, ni cómo se pasan los mensajes.
Richard frunció el ceño.
—¿No había encontrado Jeffrey Maskelyne algo de información antes de su muerte? Pensaba que llevaba algún tiempo trabajando en ese asunto.
Nicholas lo negó con la cabeza.
—Es cierto, pero no dejó ningún informe… —se calló al ver la cara de Joseph—. ¿Qué pasa, Joseph?
—Maskelyne sí que dejó algo —dijo Joseph despacio—. La señorita Odell me comentó ayer que había encontrado una colección de libros falsos, que Maskelyne había dejado.
—¿Libros falsos? —Richard frunció el ceño.
—Pastas de libros sin nada dentro, sólo cubriendo unos bloques de madera —dijo Joseph, tal y como le había dicho _______—. Me pregunté si podría haber algún mensaje escondido en alguno de ellos.
—¿Crees que podrás echar un vistazo?
Joseph asintió.
—Puedo intentarlo, aunque sería difícil explicarle a la señorita Odell si se diera cuenta de lo que estoy haciendo…
—Estoy seguro de que se te ocurrirá una excusa plausible —dijo Nicholas—. Estamos tratando con unos espías tremendamente listos, caballeros. Son personas que no cometen errores y que no hacen nada para llamar la atención. No nos dan ninguna pista. De ahí la necesidad de tomar un camino distinto que pueda parecer un tanto… artero a veces.
Lucas entrecerró los ojos.
—Entonces, hablando de duplicidad… ¿Tu teoría es que si apresamos los corazones de las damas de Midwinter, tal vez así podamos enterarnos de algo útil?
La expresión sombría de Nicholas se relajó un poco.
—En parte. Los cotilleos locales a menudo son una fuente enorme de información. Sin embargo, hay otra razón. Todas las pruebas sugieren —dijo— que la espía de Midwinter es una mujer.
Esa vez el silencio se alargó un buen rato, Al final Joseph lo rompió dirigiendo una mirada de pesar a sus compañeros.
—Supongo que ninguno de nosotros discutirá esa posibilidad, Nicholas —dijo—. ¿Pero qué pruebas hay?
Nicholas suspiró.
—Había una espía trabajando en Dorset el año pasado. Estuvieron a punto de descubrirla —torció el gesto con pesar—. La razón para no ser descubierta fue porque a los que la buscaban les parecía muy difícil pensar que la espía fuera una mujer. La siguieron hasta Londres en invierno, pero entonces desapareció.
—¿Y ahora sospechas que esa mujer está aquí, en Midwinter?
—Correcto.
Lucas hizo una mueca de fastidio.
—No creo que haya muchas sospechosas que encajen en la descripción. Debería resultar fácil de localizar…
Nicholas sonrió.
—Ése es precisamente el problema, Lucas. No es fácil de localizar. Y éste es un asunto de vida o muerte. Un hombre ha muerto y no hemos avanzado nada. Las actividades de esa persona están arriesgando las vidas de miles de personas. Si su información le permite a Francia organizar una invasión exitosa, entonces serán cientos de miles.
—Traición —dijo Joseph.
Dicho así, afianzaba su propósito. No cabían excepciones, ni gestos caballerosos. Las aventuras de Joseph, tanto secretas como públicas, lo habían llevado por todo el mundo, y no se engañaba en cuanto a las capacidades de las mujeres. Las palabras que Nicholas pronunció después dieron voz a sus pensamientos.
—No hay lugar para el sentimiento, ni para las opiniones convencionales sobre la fragilidad de las mujeres, caballeros. Os aseguro que nuestra espía no tiene nada de frágil.
—¿Trabaja sola? —preguntó Joseph.
Nicholas se encogió de hombros.
—Seguramente no. Pero la organización se centra en ella. Suyo es el cálculo frío que está detrás de todos los planes… Y suya es la ejecución de los mismos.
—¿Alguna sospechosa? —preguntó Richard sucintamente.
—La más obvia —dijo Nicholas— es lady Sally Saltire. Es una viuda rica, tiene libertad para viajar como y cuando quiera, estuvo en Londres este invierno pasado, y sabemos que tiene capacidad para planear tal operación. Uno tiene que cuestionarse lo que está haciendo en esta zona perdida de la mano de Dios.
—Planeando su libro de acuarelas para recaudar fondos para sus obras benéficas, según tengo entendido —dijo Joseph con sentimiento.
Nicholas Kestrel se echó a reír.
—Desde luego. Lo cual nos da la excusa ideal para entrar en el círculo de lady Sally. Si todos nos prestáramos voluntarios para tomar parte en el proyecto…
Joseph gimió.
—¿Tenemos que hacerlo? La experiencia me sugiere que no nos hará falta eso para participar de los eventos celebrados entre los miembros de la sociedad local, Nicholas. Al contrario, te lloverán las invitaciones. ¡Un duque soltero con fama de romántico! ¡Te van a asediar!
—¡Atrévete un poco! —dijo Nicholas con alegría—. Ya me las arreglaré. Yo propongo que participemos todos.
Richard arqueó las cejas.
—No tengo nada en contra del libro de acuarelas, pero uno debe cuestionarse tu lógica cuando sospechas de que lady Sally sea una espía, Nicholas —vaciló—. Tú la conoces mejor que nadie, y no puedo creer que puedas considerarla una traidora.
Nicholas se puso serio.
—La conocía hace mucho tiempo, Richard. No tengo ni idea de sus simpatías políticas en este momento.
Joseph miró a Richard. Todos sabían que en el pasado Nicholas había estado enamorado de Sally Saltire. Los rumores decían que aún lo estaba. Nunca se había casado.
Lucas se inclinó sobre el mapa.
—¿Quiénes son los demás sospechosos, y dónde están?
Nicholas tomó la botella de coñac y se la pasó a sus compañeros.
—Los Marney viven en Midwinter Mallow —dijo, señalando hacia el oeste de la zona—. Ross Marney es un héroe de guerra que sirvió en Egipto. Está casado con Olivia, una dama virtuosa que estoy seguro de que no podría ser una espía francesa… Pero nunca se sabe.
Lucas hizo una mueca.
—Y lady Marney tiene una hermana viuda, si la memoria no me falla. Estaba casada con un soldado que murió en acto de servicio. Sólo eso es suficiente para que no sienta ningún amor por los franceses.
Richard sonreía, como si recordara algo.
—Conocí a la señora Stratton hace tiempo. Desde luego tiene la capacidad y el intelecto para organizar algo así.
—Si ya la conoces —sugirió Lucas—, ¿por qué no renovar vuestra amistad?
Richard se echó a reír.
—Porque no me hará ni caso, querido hermano. Acabamos, bastante mal por cierto, cuando yo le pedí el año pasado que fuera mi amante.
Joseph ahogó una risa.
—¿Te rechazó, Richard?
Richard dio vueltas a la copa de coñac que tenía en la mano.
—Cometí el error de no preparar el terreno apropiadamente —dijo—. Tomé conclusiones precipitadas sobre su virtud… —dejó de hablar y miró las sonrisas cínicas en las caras a su alrededor—. ¡Pero por qué os estoy dando explicaciones! —dijo—. De todos modos, qué poca ayuda podéis prestar. Nicholas no puede apagar la llama de un viejo amor; Joseph sufre de amor no correspondido; y tú, Lucas… ¡Juro que como no tienes corazón, no puedes perderlo!
—Gracias por el magistral resumen de nuestros líos amorosos —dijo Nicholas tranquilamente—. Pero volviendo al asunto que nos ocupa, ¿te gustaría tratar de seducir de nuevo a la señora Stratton?
A Joseph no se le pasó por alto la mirada extraña en los ojos de su amigo cuando Richard contestó a su hermano.
—No, no quiero seducir de nuevo a la señora Stratton. Pero… no me importaría tratar de quedar como amigos si puedo convencerla para que se muestre civilizada conmigo.
—Otro caso de amor no correspondido —murmuró Lucas sin poder contenerse.
—Gracias —dijo Nicholas—. Ahora, necesito que uno de los restantes se dedique a la señorita Lang, la hija del vicario. El reverendo Lang es un caso interesante. Es un hombre decepcionado con la vida, que se ha amargado esperando un ascenso que nunca llegó. Tal vez eso haya afectado a sus lealtades, y podría ser que hubiese contagiado a su hija.
Joseph asintió. Eso tenía lógica. Los clérigos que han perdido apoyo pueden convertirse en verdaderos diablos.
—¿Eso es todo? —preguntó Lucas.
—No —Nicholas señaló el pueblo de Midwinter Bere—. También está Lily, lady Benedict. Su esposo es un inválido que no puede moverse de casa, y ella parece dedicada a sus intereses.
Se produjo una pausa.
—Esas damas son todas miembros del grupo de lectura de lady Saltire —dijo Joseph despacio.
—¿Grupo de lectura? —Richard Kestrel parecía interesado—. Cuenta, cuenta.
Joseph se encogió de hombros.
—No sé mucho más para contarte más que se reúnen cada semana en Saltire.
Nicholas y Lucas se miraron.
—Qué manera más estupenda de pasarse información si uno quisiera hacerlo —dijo Nicholas Kestrel con sentimiento—. ¿Y ese grupo de lectura… tiene más miembros?
—Sólo la señorita Odell —dijo Joseph—. Pero dudo que ella pudiera estar implicada. Los Odell han llegado a Midwinter últimamente.
—Pero no es imposible —señaló Richard—. ¿Dónde ha estado la señorita Odell recientemente, Joseph? ¿No estuvo en Londres?
Joseph frunció el ceño. Sabían adónde iba todo aquello. Richard era tan sutil como un caballo desbocado.
—Creo que sí —le respondió Joseph con frialdad.
—Y ha viajado mucho…
—En Dorset no —respondió Joseph con los dientes apretados.
Experimentó una oleada de rabia. Resultaba totalmente ridículo imaginar que _______ pudiera ser una espía francesa. No discutía que era una persona inteligente y con los recursos suficientes para hacerlo, pero imaginar que era una traidora era absurdo.
—Sólo estoy sugiriendo que no debería quedar fuera de la investigación —murmuró Richard—. Debemos asegurarnos…
—Richard —le dijo Joseph en tono de advertencia—. Si estás pensando coquetear con la señorita Odell basándote en todo esto, será mejor que dejes de pensarlo.
Richard alzó ambas manos con gesto pacificador.
—No me atrevería, viejo amigo. Seguramente me retarías a duelo. Además, tú eres el que conoce a la señorita Odell mejor. Tal vez tú deberías ocuparte del asunto.
Joseph hizo una mueca.
—A pesar de mis sentimientos, la señorita Odell y yo somos con dos hermanos. Si empiezo a insinuarme a ella después de todos estos años, pensará que me he vuelto loco —suspiró—. No hay necesidad. Os doy mi palabra de que ______ no es más espía francesa que yo.
Lucas y Richard se miraron divertidos, mirada que afortunadamente Joseph no vio.
—Nada de excepciones —dijo Richard con rotundidad.
Joseph soltó un suspiro irritable y trató de controlar su genio, pero le costó.
—Si alguien tiene que coquetear con la señorita Odell entonces debería hacerlo yo —dijo Lucas—. No soy tan peligroso como Richard, y será un placer para mí.
Joseph apretó los puños un momento y los abrió despacio. Jamás había sentido la necesidad de hacerle daño a Lucas Kestrel, que era uno de sus mejores amigos. Sin embargo, siempre había una primera vez. Aspiró hondo y miró a su amigo a los ojos de expresión risueña mientras trataba de ahogar su rabia.
—Trato de ver a la señorita Odell como vería a una hermana pequeña, Lucas —dijo—, de modo que no pienso animar a uno de los libertinos más conocidos de todo el país a que coquetee con ella —miró a sus amigos.
Nicholas lo miraba con curiosidad, en los ojos de Richard había una mirada de humor y Lucas sonreía abiertamente. Joseph suspiró con exasperación. Se daba cuenta con pesar de que sus sentimientos por ______ eran tan trasparentes como el cristal. Alzó una mano con gesto de advertencia.
—Ni una palabra más…
Nicholas negó con la cabeza.
—No íbamos a decir nada de nada, Joseph —dijo con inocencia—. ¡Aparte de buena suerte!
Joseph suspiró.
—No me importa vigilar un poco lo que pase en la casa de Midwinter Royal —dijo—. Si me permitís cambiar de tema, ya he observado que allí están pasando cosas extrañas.
Afortunadamente para él, sus amigos parecieron captar la indirecta.
—¿Como qué? —le preguntó Lucas.
—Los contrabandistas han estado utilizando el campo donde están los enterramientos para esconder su botín, para empezar —dijo Joseph—. Ha habido movimientos en el extremo oriental de uno de los campos. Era un buen lugar para esconderse, sobre todo con las leyendas que advertían a la gente que no se acercaran al tesoro. Imagino que no se alegrarán cuando se enteren de que tenemos que excavar allí.
—Contrabandistas —dijo Richard pensativamente—. Una buena línea de comunicación con el enemigo.
—Tal vez —Joseph hizo una mueca.
Parecía que la traición los rodeaba. Y _______ pensando que aquella zona era tranquila.
—Bueno, hagas lo que hagas, no te metas con mi suministro de coñac —dijo Nicholas con sentimiento mientras se servía un poco más—. ¿A alguien le apetece otra copa?
Las copas se llenaron de nuevo.
—Supongo —dijo Lucas— que deberíamos ser particularmente cuidadosos al tratar con las damas. No puedo hablar por los demás, por supuesto, pero no creo que queramos que nuestro coqueteo se tome como un propósito serio. Ninguno de nosotros queremos terminar cayendo en la trampa.
Los demás caballeros se mostraron de acuerdo con eso.
—¡Qué irónico podría ser! —dijo Nicholas, y todos se echaron reír al pensarlo.
Fue dos noches después cuando Joseph Jonas hizo una visita no anunciada a la casa de Midwinter Royal y se coló por la verja hasta el patio de delante del establo. Había una media luna pequeña, plateada y brillante. Era una noche perfecta para llevar a cabo una actividad ilegal, fuera el contrabando, la piratería, el espionaje, o tal vez robar alguna tumba; y todo ello Joseph estaba seguro de que podía ocurrir en los pueblos de Midwinter en cualquier momento. El viento había cesado durante la tarde noche y apenas un susurro removía las copas de los altos pinos en el campo donde estaban los enterramientos. Joseph se preparó para la actividad encubierta que iba a llevar a cabo.
Se apoyó sobre la pared de los establos y esperó un rato en silencio para ver si alguien más se movía por allí. Serían sobre las doce de la noche. Joseph había pasado una velada bastante agradable en la cena a la que había asistido en Midwinter Marney Hall. Debería haber tenido la mente llena de planes para la noche, pero en lugar de eso no había podido dejar de pensar en _______ Odell. Para infortunio suyo, sintió que su amor por ella se volvía tan intenso como el de un adolescente enamorado.
_______ había estado preciosa con un vestido de noche rosa pálido. La prenda era recatada y de cuello alto, pero Joseph no había podido dejar de admirar cómo la tela se había ceñido a las curvas de su figura. Joseph sonrió al pensar en aquella figura redondeada.
Pero enseguida la sonrisa se desvaneció. _______ no le había prestado demasiada atención esa noche. Durante la cena la habían sentado junto a Caspar Lang y en el baile que había seguido había bailado en más de una ocasión con Caspar y con otros admiradores que se habían acercado a ella, incluido John Norton.
Así que no le había pesado demasiado salir de Marney Hall temprano, volver a Kestrel Court y prepararse para la aventura de nuevo, vestido con menos formalidad y sin duda menos tendente a llamar la atención. Necesitaba mirar entre los libros de Maskelyne que ______ había consignado a los establos, y no podía hacerlo durante el día cuando todo el mundo estaba en la excavación y notaría su ausencia. Sólo había una leve oportunidad de que Maskelyne hubiera dejado un informe de sus actividades en la casa, pero era todo lo que tenían de momento. De ahí su presencia en el patio del establo de Midwinter Royal en el mismo momento en el que _______ dormía, justo encima de su cabeza…
Como respuesta a su último pensamiento, se encendió una luz por encima de él y un chorro dorado de luz de una ventana del piso superior se mezcló con la luz plateada de la luna. Joseph se retiró a la oscuridad. Sería desastroso que nadie lo viera en ese momento, particularmente _______, que era lo suficientemente atrevida como para bajar y ver lo que estaba pasando.
Levantó la vista y vio que la cortina de la habitación de _______ se movía; así que permaneció totalmente inmóvil. Estaba seguro de que no había hecho el ruido suficiente como para llamar la atención. ¿Entonces por qué había estorbado a _______ lo bastante como para despertarla a esas horas? ¿Sería que aún no se había acostado, o que no podía dormir por la emoción de la velada?
La cortina se movió y la vio. Estaba de pie junto a la ventana, su figura enmarcada por la luz de la vela, se asomaba por la ventana, como si tratase de ver algo. Su cabello era una nube que dotaba a su rostro de un aire etéreo.
Joseph la miró y se dio cuenta de que no quería apartar los ojos de ella. La pálida luz de la vela estaba detrás de ella, tal vez la había colocado sobre alguna repisa, y traspasaba el fino camisón blanco que llevaba puesto, iluminando con glorioso detalle una vista de la señorita ______ Odell que jamás había visto antes. Joseph ahogó una sonrisa. No era ningún caballero, allí mirándola de ese modo, pero como la oportunidad se había presentado no iba a rechazarla. En la tenue luz vio que tenía la cintura estrecha, las caderas redondeadas y los pechos turgentes. Veía la sombra del canalillo entre sus pechos y la mancha más oscura de los pezones bajo la tela del camisón. Y más abajo, donde la silueta de sus muslos se pegaba a la fina tela, veía…
Joseph se dio cuenta de que no veía nada en realidad, ya que la ventana cortaba a _______ a la altura de la cintura, pero su imaginación llenó los huecos con íntimo detalle. Su cuerpo se endureció de deseo y al mismo tiempo su mente intervino para cortar inmediatamente aquel hilo de pensamientos. Aquélla a la que deseaba en ese momento era _______, cuyo suave cuerpo deseaba aplastar bajo el suyo, a quien quería besar hasta hacerle perder la consciencia, con quien deseaba hacer el amor hasta que ella gritara con una pasión como la suya. Sin embargo, tan sólo el día anterior, cuando habían hablado de amor y de pasión, se había jurado a sí mismo que ella no podría ser más que una hermana honorífica. ¿Qué demonios creía que estaba haciendo?
Joseph presionó las palmas de las manos contra la pared de ladrillo del establo y se obligó a dejar de mirar. Estaba sudando del esfuerzo que estaba haciendo para controlarse y para desterrar las imágenes que plagaban su pensamiento. El aire de la noche le daba en la cara y enfriaba su sudor.
Cuando volvió a mirar la ventana, la luz estaba apagada y en la noche reinaba de nuevo la oscuridad. Joseph suspiró largamente, aliviado. Tenía que ser una aberración momentánea. Jamás volvería a pensar en _______ de esa manera. Porque si lo hiciese, descolocaría muchas de las cosas de las que estaba seguro en su vida, y nada volvería a ser lo mismo.
Así que Joseph desterró el episodio de su pensamiento y se dispuso a dar la vuelta al establo, muy despacio, sin apresurarse, para no hacer ningún ruido.
Una suave brisa que removió la paja que cubría el empedrado del suelo disimuló el leve ruido al levantar la aldabilla de la puerta. Al entrar se dio la vuelta y dejó la puerta un poco entreabierta para que entrara un poco de luz de fuera. Allí en la oscuridad, el olor del heno le hacía cosquillas en la nariz y las polvorientas sombras lo rodeaban. No se movió durante al menos un minuto. Joseph había estado en su vida en algunas situaciones extrañas y peligrosas, y lo que había aprendido era que jamás debía tomar decisiones apresuradas y siempre debía estar en guardia. El instinto le decía que algo no iba bien. Alguien había estado allí antes que él.
Encendió una luz y miró a su alrededor a luz de la llama. El establo estaba vacío salvo un montón de paja seca, puesto que los Odell no tenían carruaje. Joseph avanzó despacio por el suelo de piedra y se asomó al compartimiento del final. Cuando había ido a por Castor esa tarde había tenido la oportunidad de localizar el montón de falsos libros que _______ había sacado de la biblioteca. Estaban apilados ordenadamente en un rincón del compartimento.
O al menos lo habían estado. En ese momento no estaban apilados, sino desperdigados por el suelo con las cubiertas arrancadas y los bloques de madera astillados y rotos. Joseph se agachó despacio y recogió uno del suelo. Como _______ había dicho, estaban muy bien hechos. Cada bloque de madera había sido cortado a exactamente el mismo tamaño y cada uno estaba recubierto de cuero por el lomo. Pero en ese momento sólo valdrían para echarlos a la chimenea.
Joseph suspiró y se puso derecho. Evidentemente otra persona había oído hablar de la colección de libros falsos de Jeffrey Maskelyne. Conociendo a _______, se le ocurría que tal vez ella hubiera compartido la información con el grupo de lectura de lady Sally, a lo mejor para deplorar la ignorancia de un hombre que tenía que llenar sus estanterías con libros de pega…
Sintió una corriente fría en la piel y un repentino escalofrío por la espalda cuando el vello se le puso de punta. No había oído abrirse la puerta del establo, pero de pronto se dio cuenta de que había cometido sin duda un grave error. Por un momento se había olvidado de tener cuidado.
Y al momento siguiente la hoja de una navaja le rozó la garganta con la suavidad de una caricia.
Fue una suerte que cada uno tuviera algo fuerte que llevarse a la boca, puesto que el susto fue enorme.
Joseph fue el primero en recuperar la compostura.
—¿Perdona, Nicholas, pero qué quieres que hagamos, precisamente? —dijo con incredulidad y una expresión de sospecha en su rostro—. Perdóname, pero me ha parecido oírte decir que, para atrapar al espía de Midwinter, deseas que hagamos el amor con las damas de los pueblos de Midwinter.
Nicholas Kestrel se arrellanó en el asiento y se llevó la copa de coñac a los labios. En sus ojos quedaba una expresión risueña mientras contemplaba las caras consternadas de sus huéspedes.
—Me has oído bien, Joseph —dijo—. Eso es exactamente lo que quiero que hagáis.
Joseph y Richard Kestrel se miraron.
—Me dejas sin habla, Nicholas —dijo Richard—, y eso no es algo que me ocurra a menudo —se sentó en la silla frente a su hermano, completando el círculo alrededor de la chimenea.
Lucas Kestrel prefirió quedarse de pie, y se paseaba con inquietud de un lado al otro del salón mientras los demás descansaban tranquilamente.
Richard Kestrel era un jugador de póquer de renombre y su rostro, sombrío y taciturno, no revelaba emoción alguna. Lucas estaba francamente perplejo con las palabras de su hermano. Y Joseph, que había pensado que un día de trabajo duro en la excavación lo había dejado torpe y seguramente sordo, esperaba a que Nicholas se explicara, pues no daba crédito a sus oídos.
En términos generales el asunto se trataba de que el duque de Kestrel tenía la misión de cazar a un espía francés que estaba en ese momento trabajando en la costa de Suffolk. Los detalles del plan para atrapar al traidor empezaban a hacerse aparentes. Joseph, que se había unido a un buen número de aventuras planeadas por los Kestrel desde sus días en Harrow, sin duda pensaba que esa vez Nicholas podría haberse superado a sí mismo. Hacer el amor con las damas de los pueblos de Midwinter… Sólo había una dama que lo tentara en ese sentido y, como hacer el amor con _______ Odell estaba fuera de la cuestión, estaba destinado a un largo y célibe verano.
—Había pensado que caballeros de vuestra fama tomarían tal sugerencia con naturalidad —murmuró Nicholas en tono sereno y con ojos brillantes mientras observaba a sus hermanos y a su amigo—. ¿Estáis rechazando entonces nuestro mandato?
—Pensaba que trabajábamos de parte del ministerio de asuntos exteriores, no para algún burdel —observó Joseph—. Santo cielo, Nicholas, cuando te ofrecí prestar mis servicios esto no era precisamente lo que tenía en mente.
—Supongo que uno debe cumplir con sus deberes patrióticos —dijo Richard con una sonrisa en los labios—. Acepto tu mandato con placer, Nicholas.
—Controla tu entusiasmo, Richard —dijo Lucas en tono seco, acercándose para apoyarse en el brazo de la butaca de su hermano—. Creo que deberíamos descubrir la verdadera naturaleza de la tarea antes de emocionarnos demasiado.
Joseph tomó un buen trago del coñac y miró con apreciación la copa que tenía en la mano. En los pueblos de Midwinter pasaban cosas censurables, pero el contrabando era algo con lo que detestaría terminar.
—Gracias a Dios que nos has dado algo de beber antes de soltarnos la noticia, Nicholas —le dijo con sentimiento—. ¡Me ha venido de maravilla!
Nicholas se puso de pie y se acercó a la mesa. Un mapa del condado de Suffolk estaba allí doblado, y Nicholas lo desdobló y extendió sobre el paño verde que cubría la mesa. Richard colocó su copa de coñac en una esquina del mapa para sujetarlo, y Lucas sacó un libro de las estanterías y lo colocó en la esquina opuesta. El ambiente se había vuelto de pronto más tenso: todos sabían que había más en aquello que una copa entre amigos y un mandato escandaloso.
—Soy consciente de que sabéis por qué estamos aquí —continuó Nicholas—, pero tal vez nos vendría bien recapitular —miró alrededor, a los rostros llenos de resolución—. Como sabéis, caballeros, ésta es una costa de invasiones. A la flota francesa no le llevaría más de cuarenta y ocho horas cruzar desde Dunquerque; menos aún si el mar está en calma. En el Almirantazgo se acepta la idea general de que el grueso de la invasión aterrizaría en Kent o en Sussex, pero que una fuerza para desviar la atención podría llegar hasta las costas de Suffolk y crearnos serias dificultades.
Los otros asintieron.
—¿Cuántos hombres? —preguntó Joseph.
Fue Richard, con sus antecedentes en la marina, el que respondió.
—Posiblemente, veinte mil.
Joseph emitió un leve silbido.
—De ahí la necesidad de voluntarios bien entrenados para ayudar a las tropas regulares.
Lucas asintió.
—Exactamente. Tal vez no ocurra, por supuesto, aunque hay que estar preparados. Pero nuestro problema lo tenemos más cerca. ¿Cuál es la información de última hora, Nicholas?
—Muy poca —continuó Nicholas—. Sabemos que espías franceses han estado operando en los pueblos de Midwinter, pero no sabemos quiénes son. Han estado pasando información sobre movimientos de tropas, defensas portuarias, incluso, sospechamos, sobre los nombres de habitantes del lugar que tal vez se muestren dispuestos a ayudar a los barcos franceses a navegar por los ríos; pescadores, contrabandistas y gente así —apretó los labios—. La mayor parte de la información está codificada, y no sabemos qué código están utilizando, ni cómo se pasan los mensajes.
Richard frunció el ceño.
—¿No había encontrado Jeffrey Maskelyne algo de información antes de su muerte? Pensaba que llevaba algún tiempo trabajando en ese asunto.
Nicholas lo negó con la cabeza.
—Es cierto, pero no dejó ningún informe… —se calló al ver la cara de Joseph—. ¿Qué pasa, Joseph?
—Maskelyne sí que dejó algo —dijo Joseph despacio—. La señorita Odell me comentó ayer que había encontrado una colección de libros falsos, que Maskelyne había dejado.
—¿Libros falsos? —Richard frunció el ceño.
—Pastas de libros sin nada dentro, sólo cubriendo unos bloques de madera —dijo Joseph, tal y como le había dicho _______—. Me pregunté si podría haber algún mensaje escondido en alguno de ellos.
—¿Crees que podrás echar un vistazo?
Joseph asintió.
—Puedo intentarlo, aunque sería difícil explicarle a la señorita Odell si se diera cuenta de lo que estoy haciendo…
—Estoy seguro de que se te ocurrirá una excusa plausible —dijo Nicholas—. Estamos tratando con unos espías tremendamente listos, caballeros. Son personas que no cometen errores y que no hacen nada para llamar la atención. No nos dan ninguna pista. De ahí la necesidad de tomar un camino distinto que pueda parecer un tanto… artero a veces.
Lucas entrecerró los ojos.
—Entonces, hablando de duplicidad… ¿Tu teoría es que si apresamos los corazones de las damas de Midwinter, tal vez así podamos enterarnos de algo útil?
La expresión sombría de Nicholas se relajó un poco.
—En parte. Los cotilleos locales a menudo son una fuente enorme de información. Sin embargo, hay otra razón. Todas las pruebas sugieren —dijo— que la espía de Midwinter es una mujer.
Esa vez el silencio se alargó un buen rato, Al final Joseph lo rompió dirigiendo una mirada de pesar a sus compañeros.
—Supongo que ninguno de nosotros discutirá esa posibilidad, Nicholas —dijo—. ¿Pero qué pruebas hay?
Nicholas suspiró.
—Había una espía trabajando en Dorset el año pasado. Estuvieron a punto de descubrirla —torció el gesto con pesar—. La razón para no ser descubierta fue porque a los que la buscaban les parecía muy difícil pensar que la espía fuera una mujer. La siguieron hasta Londres en invierno, pero entonces desapareció.
—¿Y ahora sospechas que esa mujer está aquí, en Midwinter?
—Correcto.
Lucas hizo una mueca de fastidio.
—No creo que haya muchas sospechosas que encajen en la descripción. Debería resultar fácil de localizar…
Nicholas sonrió.
—Ése es precisamente el problema, Lucas. No es fácil de localizar. Y éste es un asunto de vida o muerte. Un hombre ha muerto y no hemos avanzado nada. Las actividades de esa persona están arriesgando las vidas de miles de personas. Si su información le permite a Francia organizar una invasión exitosa, entonces serán cientos de miles.
—Traición —dijo Joseph.
Dicho así, afianzaba su propósito. No cabían excepciones, ni gestos caballerosos. Las aventuras de Joseph, tanto secretas como públicas, lo habían llevado por todo el mundo, y no se engañaba en cuanto a las capacidades de las mujeres. Las palabras que Nicholas pronunció después dieron voz a sus pensamientos.
—No hay lugar para el sentimiento, ni para las opiniones convencionales sobre la fragilidad de las mujeres, caballeros. Os aseguro que nuestra espía no tiene nada de frágil.
—¿Trabaja sola? —preguntó Joseph.
Nicholas se encogió de hombros.
—Seguramente no. Pero la organización se centra en ella. Suyo es el cálculo frío que está detrás de todos los planes… Y suya es la ejecución de los mismos.
—¿Alguna sospechosa? —preguntó Richard sucintamente.
—La más obvia —dijo Nicholas— es lady Sally Saltire. Es una viuda rica, tiene libertad para viajar como y cuando quiera, estuvo en Londres este invierno pasado, y sabemos que tiene capacidad para planear tal operación. Uno tiene que cuestionarse lo que está haciendo en esta zona perdida de la mano de Dios.
—Planeando su libro de acuarelas para recaudar fondos para sus obras benéficas, según tengo entendido —dijo Joseph con sentimiento.
Nicholas Kestrel se echó a reír.
—Desde luego. Lo cual nos da la excusa ideal para entrar en el círculo de lady Sally. Si todos nos prestáramos voluntarios para tomar parte en el proyecto…
Joseph gimió.
—¿Tenemos que hacerlo? La experiencia me sugiere que no nos hará falta eso para participar de los eventos celebrados entre los miembros de la sociedad local, Nicholas. Al contrario, te lloverán las invitaciones. ¡Un duque soltero con fama de romántico! ¡Te van a asediar!
—¡Atrévete un poco! —dijo Nicholas con alegría—. Ya me las arreglaré. Yo propongo que participemos todos.
Richard arqueó las cejas.
—No tengo nada en contra del libro de acuarelas, pero uno debe cuestionarse tu lógica cuando sospechas de que lady Sally sea una espía, Nicholas —vaciló—. Tú la conoces mejor que nadie, y no puedo creer que puedas considerarla una traidora.
Nicholas se puso serio.
—La conocía hace mucho tiempo, Richard. No tengo ni idea de sus simpatías políticas en este momento.
Joseph miró a Richard. Todos sabían que en el pasado Nicholas había estado enamorado de Sally Saltire. Los rumores decían que aún lo estaba. Nunca se había casado.
Lucas se inclinó sobre el mapa.
—¿Quiénes son los demás sospechosos, y dónde están?
Nicholas tomó la botella de coñac y se la pasó a sus compañeros.
—Los Marney viven en Midwinter Mallow —dijo, señalando hacia el oeste de la zona—. Ross Marney es un héroe de guerra que sirvió en Egipto. Está casado con Olivia, una dama virtuosa que estoy seguro de que no podría ser una espía francesa… Pero nunca se sabe.
Lucas hizo una mueca.
—Y lady Marney tiene una hermana viuda, si la memoria no me falla. Estaba casada con un soldado que murió en acto de servicio. Sólo eso es suficiente para que no sienta ningún amor por los franceses.
Richard sonreía, como si recordara algo.
—Conocí a la señora Stratton hace tiempo. Desde luego tiene la capacidad y el intelecto para organizar algo así.
—Si ya la conoces —sugirió Lucas—, ¿por qué no renovar vuestra amistad?
Richard se echó a reír.
—Porque no me hará ni caso, querido hermano. Acabamos, bastante mal por cierto, cuando yo le pedí el año pasado que fuera mi amante.
Joseph ahogó una risa.
—¿Te rechazó, Richard?
Richard dio vueltas a la copa de coñac que tenía en la mano.
—Cometí el error de no preparar el terreno apropiadamente —dijo—. Tomé conclusiones precipitadas sobre su virtud… —dejó de hablar y miró las sonrisas cínicas en las caras a su alrededor—. ¡Pero por qué os estoy dando explicaciones! —dijo—. De todos modos, qué poca ayuda podéis prestar. Nicholas no puede apagar la llama de un viejo amor; Joseph sufre de amor no correspondido; y tú, Lucas… ¡Juro que como no tienes corazón, no puedes perderlo!
—Gracias por el magistral resumen de nuestros líos amorosos —dijo Nicholas tranquilamente—. Pero volviendo al asunto que nos ocupa, ¿te gustaría tratar de seducir de nuevo a la señora Stratton?
A Joseph no se le pasó por alto la mirada extraña en los ojos de su amigo cuando Richard contestó a su hermano.
—No, no quiero seducir de nuevo a la señora Stratton. Pero… no me importaría tratar de quedar como amigos si puedo convencerla para que se muestre civilizada conmigo.
—Otro caso de amor no correspondido —murmuró Lucas sin poder contenerse.
—Gracias —dijo Nicholas—. Ahora, necesito que uno de los restantes se dedique a la señorita Lang, la hija del vicario. El reverendo Lang es un caso interesante. Es un hombre decepcionado con la vida, que se ha amargado esperando un ascenso que nunca llegó. Tal vez eso haya afectado a sus lealtades, y podría ser que hubiese contagiado a su hija.
Joseph asintió. Eso tenía lógica. Los clérigos que han perdido apoyo pueden convertirse en verdaderos diablos.
—¿Eso es todo? —preguntó Lucas.
—No —Nicholas señaló el pueblo de Midwinter Bere—. También está Lily, lady Benedict. Su esposo es un inválido que no puede moverse de casa, y ella parece dedicada a sus intereses.
Se produjo una pausa.
—Esas damas son todas miembros del grupo de lectura de lady Saltire —dijo Joseph despacio.
—¿Grupo de lectura? —Richard Kestrel parecía interesado—. Cuenta, cuenta.
Joseph se encogió de hombros.
—No sé mucho más para contarte más que se reúnen cada semana en Saltire.
Nicholas y Lucas se miraron.
—Qué manera más estupenda de pasarse información si uno quisiera hacerlo —dijo Nicholas Kestrel con sentimiento—. ¿Y ese grupo de lectura… tiene más miembros?
—Sólo la señorita Odell —dijo Joseph—. Pero dudo que ella pudiera estar implicada. Los Odell han llegado a Midwinter últimamente.
—Pero no es imposible —señaló Richard—. ¿Dónde ha estado la señorita Odell recientemente, Joseph? ¿No estuvo en Londres?
Joseph frunció el ceño. Sabían adónde iba todo aquello. Richard era tan sutil como un caballo desbocado.
—Creo que sí —le respondió Joseph con frialdad.
—Y ha viajado mucho…
—En Dorset no —respondió Joseph con los dientes apretados.
Experimentó una oleada de rabia. Resultaba totalmente ridículo imaginar que _______ pudiera ser una espía francesa. No discutía que era una persona inteligente y con los recursos suficientes para hacerlo, pero imaginar que era una traidora era absurdo.
—Sólo estoy sugiriendo que no debería quedar fuera de la investigación —murmuró Richard—. Debemos asegurarnos…
—Richard —le dijo Joseph en tono de advertencia—. Si estás pensando coquetear con la señorita Odell basándote en todo esto, será mejor que dejes de pensarlo.
Richard alzó ambas manos con gesto pacificador.
—No me atrevería, viejo amigo. Seguramente me retarías a duelo. Además, tú eres el que conoce a la señorita Odell mejor. Tal vez tú deberías ocuparte del asunto.
Joseph hizo una mueca.
—A pesar de mis sentimientos, la señorita Odell y yo somos con dos hermanos. Si empiezo a insinuarme a ella después de todos estos años, pensará que me he vuelto loco —suspiró—. No hay necesidad. Os doy mi palabra de que ______ no es más espía francesa que yo.
Lucas y Richard se miraron divertidos, mirada que afortunadamente Joseph no vio.
—Nada de excepciones —dijo Richard con rotundidad.
Joseph soltó un suspiro irritable y trató de controlar su genio, pero le costó.
—Si alguien tiene que coquetear con la señorita Odell entonces debería hacerlo yo —dijo Lucas—. No soy tan peligroso como Richard, y será un placer para mí.
Joseph apretó los puños un momento y los abrió despacio. Jamás había sentido la necesidad de hacerle daño a Lucas Kestrel, que era uno de sus mejores amigos. Sin embargo, siempre había una primera vez. Aspiró hondo y miró a su amigo a los ojos de expresión risueña mientras trataba de ahogar su rabia.
—Trato de ver a la señorita Odell como vería a una hermana pequeña, Lucas —dijo—, de modo que no pienso animar a uno de los libertinos más conocidos de todo el país a que coquetee con ella —miró a sus amigos.
Nicholas lo miraba con curiosidad, en los ojos de Richard había una mirada de humor y Lucas sonreía abiertamente. Joseph suspiró con exasperación. Se daba cuenta con pesar de que sus sentimientos por ______ eran tan trasparentes como el cristal. Alzó una mano con gesto de advertencia.
—Ni una palabra más…
Nicholas negó con la cabeza.
—No íbamos a decir nada de nada, Joseph —dijo con inocencia—. ¡Aparte de buena suerte!
Joseph suspiró.
—No me importa vigilar un poco lo que pase en la casa de Midwinter Royal —dijo—. Si me permitís cambiar de tema, ya he observado que allí están pasando cosas extrañas.
Afortunadamente para él, sus amigos parecieron captar la indirecta.
—¿Como qué? —le preguntó Lucas.
—Los contrabandistas han estado utilizando el campo donde están los enterramientos para esconder su botín, para empezar —dijo Joseph—. Ha habido movimientos en el extremo oriental de uno de los campos. Era un buen lugar para esconderse, sobre todo con las leyendas que advertían a la gente que no se acercaran al tesoro. Imagino que no se alegrarán cuando se enteren de que tenemos que excavar allí.
—Contrabandistas —dijo Richard pensativamente—. Una buena línea de comunicación con el enemigo.
—Tal vez —Joseph hizo una mueca.
Parecía que la traición los rodeaba. Y _______ pensando que aquella zona era tranquila.
—Bueno, hagas lo que hagas, no te metas con mi suministro de coñac —dijo Nicholas con sentimiento mientras se servía un poco más—. ¿A alguien le apetece otra copa?
Las copas se llenaron de nuevo.
—Supongo —dijo Lucas— que deberíamos ser particularmente cuidadosos al tratar con las damas. No puedo hablar por los demás, por supuesto, pero no creo que queramos que nuestro coqueteo se tome como un propósito serio. Ninguno de nosotros queremos terminar cayendo en la trampa.
Los demás caballeros se mostraron de acuerdo con eso.
—¡Qué irónico podría ser! —dijo Nicholas, y todos se echaron reír al pensarlo.
Fue dos noches después cuando Joseph Jonas hizo una visita no anunciada a la casa de Midwinter Royal y se coló por la verja hasta el patio de delante del establo. Había una media luna pequeña, plateada y brillante. Era una noche perfecta para llevar a cabo una actividad ilegal, fuera el contrabando, la piratería, el espionaje, o tal vez robar alguna tumba; y todo ello Joseph estaba seguro de que podía ocurrir en los pueblos de Midwinter en cualquier momento. El viento había cesado durante la tarde noche y apenas un susurro removía las copas de los altos pinos en el campo donde estaban los enterramientos. Joseph se preparó para la actividad encubierta que iba a llevar a cabo.
Se apoyó sobre la pared de los establos y esperó un rato en silencio para ver si alguien más se movía por allí. Serían sobre las doce de la noche. Joseph había pasado una velada bastante agradable en la cena a la que había asistido en Midwinter Marney Hall. Debería haber tenido la mente llena de planes para la noche, pero en lugar de eso no había podido dejar de pensar en _______ Odell. Para infortunio suyo, sintió que su amor por ella se volvía tan intenso como el de un adolescente enamorado.
_______ había estado preciosa con un vestido de noche rosa pálido. La prenda era recatada y de cuello alto, pero Joseph no había podido dejar de admirar cómo la tela se había ceñido a las curvas de su figura. Joseph sonrió al pensar en aquella figura redondeada.
Pero enseguida la sonrisa se desvaneció. _______ no le había prestado demasiada atención esa noche. Durante la cena la habían sentado junto a Caspar Lang y en el baile que había seguido había bailado en más de una ocasión con Caspar y con otros admiradores que se habían acercado a ella, incluido John Norton.
Así que no le había pesado demasiado salir de Marney Hall temprano, volver a Kestrel Court y prepararse para la aventura de nuevo, vestido con menos formalidad y sin duda menos tendente a llamar la atención. Necesitaba mirar entre los libros de Maskelyne que ______ había consignado a los establos, y no podía hacerlo durante el día cuando todo el mundo estaba en la excavación y notaría su ausencia. Sólo había una leve oportunidad de que Maskelyne hubiera dejado un informe de sus actividades en la casa, pero era todo lo que tenían de momento. De ahí su presencia en el patio del establo de Midwinter Royal en el mismo momento en el que _______ dormía, justo encima de su cabeza…
Como respuesta a su último pensamiento, se encendió una luz por encima de él y un chorro dorado de luz de una ventana del piso superior se mezcló con la luz plateada de la luna. Joseph se retiró a la oscuridad. Sería desastroso que nadie lo viera en ese momento, particularmente _______, que era lo suficientemente atrevida como para bajar y ver lo que estaba pasando.
Levantó la vista y vio que la cortina de la habitación de _______ se movía; así que permaneció totalmente inmóvil. Estaba seguro de que no había hecho el ruido suficiente como para llamar la atención. ¿Entonces por qué había estorbado a _______ lo bastante como para despertarla a esas horas? ¿Sería que aún no se había acostado, o que no podía dormir por la emoción de la velada?
La cortina se movió y la vio. Estaba de pie junto a la ventana, su figura enmarcada por la luz de la vela, se asomaba por la ventana, como si tratase de ver algo. Su cabello era una nube que dotaba a su rostro de un aire etéreo.
Joseph la miró y se dio cuenta de que no quería apartar los ojos de ella. La pálida luz de la vela estaba detrás de ella, tal vez la había colocado sobre alguna repisa, y traspasaba el fino camisón blanco que llevaba puesto, iluminando con glorioso detalle una vista de la señorita ______ Odell que jamás había visto antes. Joseph ahogó una sonrisa. No era ningún caballero, allí mirándola de ese modo, pero como la oportunidad se había presentado no iba a rechazarla. En la tenue luz vio que tenía la cintura estrecha, las caderas redondeadas y los pechos turgentes. Veía la sombra del canalillo entre sus pechos y la mancha más oscura de los pezones bajo la tela del camisón. Y más abajo, donde la silueta de sus muslos se pegaba a la fina tela, veía…
Joseph se dio cuenta de que no veía nada en realidad, ya que la ventana cortaba a _______ a la altura de la cintura, pero su imaginación llenó los huecos con íntimo detalle. Su cuerpo se endureció de deseo y al mismo tiempo su mente intervino para cortar inmediatamente aquel hilo de pensamientos. Aquélla a la que deseaba en ese momento era _______, cuyo suave cuerpo deseaba aplastar bajo el suyo, a quien quería besar hasta hacerle perder la consciencia, con quien deseaba hacer el amor hasta que ella gritara con una pasión como la suya. Sin embargo, tan sólo el día anterior, cuando habían hablado de amor y de pasión, se había jurado a sí mismo que ella no podría ser más que una hermana honorífica. ¿Qué demonios creía que estaba haciendo?
Joseph presionó las palmas de las manos contra la pared de ladrillo del establo y se obligó a dejar de mirar. Estaba sudando del esfuerzo que estaba haciendo para controlarse y para desterrar las imágenes que plagaban su pensamiento. El aire de la noche le daba en la cara y enfriaba su sudor.
Cuando volvió a mirar la ventana, la luz estaba apagada y en la noche reinaba de nuevo la oscuridad. Joseph suspiró largamente, aliviado. Tenía que ser una aberración momentánea. Jamás volvería a pensar en _______ de esa manera. Porque si lo hiciese, descolocaría muchas de las cosas de las que estaba seguro en su vida, y nada volvería a ser lo mismo.
Así que Joseph desterró el episodio de su pensamiento y se dispuso a dar la vuelta al establo, muy despacio, sin apresurarse, para no hacer ningún ruido.
Una suave brisa que removió la paja que cubría el empedrado del suelo disimuló el leve ruido al levantar la aldabilla de la puerta. Al entrar se dio la vuelta y dejó la puerta un poco entreabierta para que entrara un poco de luz de fuera. Allí en la oscuridad, el olor del heno le hacía cosquillas en la nariz y las polvorientas sombras lo rodeaban. No se movió durante al menos un minuto. Joseph había estado en su vida en algunas situaciones extrañas y peligrosas, y lo que había aprendido era que jamás debía tomar decisiones apresuradas y siempre debía estar en guardia. El instinto le decía que algo no iba bien. Alguien había estado allí antes que él.
Encendió una luz y miró a su alrededor a luz de la llama. El establo estaba vacío salvo un montón de paja seca, puesto que los Odell no tenían carruaje. Joseph avanzó despacio por el suelo de piedra y se asomó al compartimiento del final. Cuando había ido a por Castor esa tarde había tenido la oportunidad de localizar el montón de falsos libros que _______ había sacado de la biblioteca. Estaban apilados ordenadamente en un rincón del compartimento.
O al menos lo habían estado. En ese momento no estaban apilados, sino desperdigados por el suelo con las cubiertas arrancadas y los bloques de madera astillados y rotos. Joseph se agachó despacio y recogió uno del suelo. Como _______ había dicho, estaban muy bien hechos. Cada bloque de madera había sido cortado a exactamente el mismo tamaño y cada uno estaba recubierto de cuero por el lomo. Pero en ese momento sólo valdrían para echarlos a la chimenea.
Joseph suspiró y se puso derecho. Evidentemente otra persona había oído hablar de la colección de libros falsos de Jeffrey Maskelyne. Conociendo a _______, se le ocurría que tal vez ella hubiera compartido la información con el grupo de lectura de lady Sally, a lo mejor para deplorar la ignorancia de un hombre que tenía que llenar sus estanterías con libros de pega…
Sintió una corriente fría en la piel y un repentino escalofrío por la espalda cuando el vello se le puso de punta. No había oído abrirse la puerta del establo, pero de pronto se dio cuenta de que había cometido sin duda un grave error. Por un momento se había olvidado de tener cuidado.
Y al momento siguiente la hoja de una navaja le rozó la garganta con la suavidad de una caricia.
Un capi largo (:
Natuuu
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
sii!!!
sintió que su amor por ella se volvía tan intenso como el de un adolescente enamo
me mato esa parte jajajaja
:) pero ella casi ni le presta atencion :S
quiero besoo
me encanta al nove
sintió que su amor por ella se volvía tan intenso como el de un adolescente enamo
me mato esa parte jajajaja
:) pero ella casi ni le presta atencion :S
quiero besoo
me encanta al nove
andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
hay madre.. ..no no no nooo!! ....kien esss!!!.. ...
hay k n l pas nada a joe :sad: ...nadaa!!! :enfadado: ..jumm :zz: ..
hay asik joe sta lokamente enamorado d la señorita Odell :z: ..jijijijiji..!!
pro nserio k n l pase nada!! :crybaby: ..kien s el d la navaja? ..
siguela rapido xfis m muero!..si n l seguis.. :sueño: ....siguela xfiss... :z: ....
hay k n l pas nada a joe :sad: ...nadaa!!! :enfadado: ..jumm :zz: ..
hay asik joe sta lokamente enamorado d la señorita Odell :z: ..jijijijiji..!!
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siguela rapido xfis m muero!..si n l seguis.. :sueño: ....siguela xfiss... :z: ....
Invitado
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :crybaby:
XFISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS :enfadado:
( :jeje: )
XFISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS :enfadado:
( :jeje: )
Invitado
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 7
_______ no había podido dormir y no había dejado de dar vueltas, tratando de encontrar una postura cómoda en la cama con dosel donde dormía. Las cortinas estaban ligeramente entreabiertas y la luz de la luna que se colaba por el hueco le molestaba; _______ sabía que tarde o temprano se levantaría a correrlas mejor. Cuando finalmente lo había hecho, no se había podido resistir a mirar por la ventana.
La luna estaba alta en el cielo y los túmulos funerarios quedaban iluminados en plata y negro. Las sombras se movían y se fundían con otras más oscuras de un modo bello y misterioso. Nada se movía en el paisaje nocturno, aunque _______ percibía el suave y rápido murmullo del río a su derecha, y el susurrante ulular del búho anaranjado en la arboleda. Con un suspiro, adelantó una mano hacia las cortinas, deteniéndose cuando un movimiento leve le llamó la atención. Alguien avanzaba sigilosamente alrededor del establo.
_______ estuvo a punto de correr las cortinas e ignorar a quienquiera que quisiera merodear por aquel campo lleno de enterramientos. Pero entonces pensó en todo el trabajo que sus padres habían invertido allí. No habían hallado aún el tesoro de Midwinter, ni nada de gran valor, pero habían catalogado y conservado muchos artefactos que serían de gran interés para los estudiosos del periodo anglosajón del Museo Británico. Sería una pena que su trabajo quedara saboteado por un intruso.
_______ no tenía miedo a enfrentarse a los merodeadores. Ella sola se había enfrentado en Egipto a un grupo muy enfadado que había tratado de destrozar la excavación de sus padres, y había derribado a un ladrón de tumbas en Derbyshire pegándole en la cabeza con un jarrón del siglo séptimo. Con un movimiento rápido y nervioso, corrió de nuevo la cortina y fue a su armario, de donde sacó una capa y un par de botas fuertes. Aunque era verano y hacía semanas que no llovía, no pensaba arriesgarse a ponerse algo en los pies que pudiera resultar incómodo para lo que iba a hacer. Y así tomó la vela y salió de su dormitorio.
En el rellano pensó en despertar a su padre, pero enseguida dejó la idea de lado. Sir Arthur insistiría en sacar su trabuco y haría tanto ruido que ahuyentaría a quien fuera. Mejor sería comprobar primero ella sola cuál era la situación y volver en busca de ayuda si era necesario. Sin embargo, _______ se detuvo a retirar una daga medieval que colgaba de la pared. La había tomado prestada en otras ocasiones, y su tamaño parecía infundir un respeto inmediato en los posibles villanos. También le hacía a ella sentirse más segura.
El ruido del cerrojo de la puerta de entrada se le antojó fuerte en el silencio, al igual que el de la grava crujiendo bajo las suelas de las botas. En cualquier momento esperaba oír el enfadado grito de su padre, exigiendo saber qué estaba pasando, pero sólo reinó el silencio. Nada se movía bajo la plateada luz de la luna.
Cuando llegó a la valla que rodeaba el patio de los establos, la puerta se abrió sin chirriar, y _______ bendijo el hecho de que ese mismo día le había pedido a uno de los criados que engrasara las bisagras. Permaneció un momento allí, mirando alrededor del patio empedrado, y pensó que sus ojos debían de haberla engañado, puesto que allí no había nadie.
Entonces vio el movimiento. De nuevo no fue más que un vaivén rapidísimo en un extremo de su campo de visión, pero la instó a volver rápidamente la cabeza. Había alguien en los establos, y quienquiera que fuese había encendido una luz.
_______ no tenía ganas de enfrentarse a nadie a no ser que estuviera robando algo, y las posibilidades de eso parecían remotas, puesto que en el establo no había ninguna de las antigüedades que habían encontrado sus padres, ni ninguna otra cosa más. Sin embargo sentía curiosidad por identificar al misterioso intruso, de modo que avanzó sigilosamente hasta los establos y se asomó por la ventana.
Dentro estaba todo a oscuras salvo un rincón donde parpadeaba la tenue luz de un candil apoyado en el suelo de adoquines. Un hombre estaba agachado junto a la lámpara, revisando metódicamente los libros que _______ había apilado allí hacía unos días. Sólo que ya no estaban amontonados ordenadamente, sino esparcidos por el suelo, con las cubiertas arrancadas y los pedazos de madera partidos. _______ se puso furiosa; el caos era tremendo.
La luz de la lámpara rozó el cabello oscuro de Joseph, pero ______ apenas lo necesitaba para identificarlo. Habría reconocido a Joseph Jonas en cualquier sitio, puesto que lo había visto tantas veces en tantos momentos distintos que todo él era tremendamente familiar. Con una exclamación de ira retrocedió unos pasos hasta la puerta del establo y la empujó.
Su intención había sido declarar su presencia desde un principio, pero cuando Joseph no volvió la cabeza de donde estaba mirando los falsos libros, a _______ se le ocurrió una idea. Avanzó despacio con sus fuertes botas; el frío metal de la daga le rozaba la mano. Cuando estuvo justo detrás de Joseph, le puso la daga en el cuello y se inclinó hacia delante hasta que los labios le rozaron la oreja. Aparte del primer tenso movimiento inicial al sentir la hoja de la daga en su cuello, Joseph no se movió.
—Un tirador sorprendido bajando la guardia —le susurró al oído—. Eso no vale, lord Jonas.
Joseph se llevó la mano al cuello y se retiró la daga de la garganta.
—Con eso podrías matar a alguien —le dijo en tono conversacional.
—Ésa —dijo _______— era la idea.
Le dio la vuelta a la daga y la escondió en algún lugar bajo la amplia capa negra. Joseph pareció respirar más tranquilamente. Él sabía que le habían enseñado a utilizarla; él mismo se lo había enseñado.
—Sabía que eras tú —dijo él.
—Y yo que lo sabías —contestó ______ sin rencor—. De no haberlo sabido, me habrías desarmado.
Joseph se echó a reír. Parecía tan tranquila y compuesta como si estuviesen sentados en el salón de la casa de sus padres. Él no tenía intención de decirle que lo tenía en clara desventaja. No la había visto u oído acercarse, pero había sentido su presencia. Y cuando ella se había acercado sigilosamente, le había llegado el perfume de su piel, que durante unos instantes le había cautivado los sentidos.
—Así que ahora, para venir a verme, traes una daga —dijo él.
—Me pareció buena idea —respondió _______.
—¿Te has traído también la pistola?
—No, por supuesto que no. —_______ ladeó la cabeza—. Eso es para las verdaderas emergencias. —Lo miró con ojo crítico—. ¿Y dime, qué estás haciendo aquí, Joseph?
Joseph se puso de pie, pues le parecía que así se sentía menos vulnerable; ______ tenía un modo muy sutil de derribar sus defensas.
—Bueno —dijo ella en tono regañón—, desde luego lo has dejado todo muy desordenado.
Joseph sonrió un poco. Podría haber sabido que ésa sería una de las cosas en las que se fijaría primero.
—Lo siento —le dijo él—. Lo recogeré después.
—Parece —dijo _______ frunciendo el ceño— que o bien sufrías insomnio agudo y buscabas algo que leer, o que estabas buscando algo.
Joseph vaciló. Llegado el momento, se daba cuenta de que era totalmente incapaz de mentirle a _______. Aquello era inconveniente, ya que su misión era secreta, pero no le había mentido en diecisiete años y no tenía intención de empezar en ese momento. La miró y ella hizo lo mismo, con las cejas ligeramente arqueadas mientras esperaba su explicación. Joseph aspiró hondo.
Entonces ella se le adelantó.
—¡Ah, ya sé lo que estás haciendo!
A Joseph le dio un vuelco el corazón.
—¿Ah, sí? —aventuró Joseph en tono débil.
—¡Sí! —un brillo triunfante asomó a la mirada de _______—. Tratas de adelantarme con lo de la búsqueda del tesoro. Te acordaste de lo que dije de que había encontrado algunos de los viejos libros de Maskelyne y pensaste que podían contener una pista. ¡Está claro!
—Eso es —dijo Joseph, sintiendo una mezcla de alivio y de culpabilidad de que _______ lo hubiera salvado de la necesidad de explicarse.
—¡Bueno! —exclamó _______, que plantó las manos en jarras y lo miró con fastidio—. ¡Menudo truco más bajo! Pensar que has venido hasta aquí a medianoche para tomarme ventaja. ¡Eso es llevar nuestra rivalidad demasiado lejos!
—Lo sé —dijo Joseph—. Es vergonzoso. —Recogió el candil del suelo y agarró a _______ del brazo, conduciéndola hacia la puerta—. Juro que mañana vendré a ordenarlos.
—Más te vale —dijo _______, que en realidad no estaba tan enfadada—. Los guardé aquí para tener el salón más ordenado.
—Supongo que no habrás visto a nadie merodeando por los establos esta noche.
—No, sólo a ti —dijo _______ enfadada—. ¿A cuántas personas esperabas?
—A ninguna —dijo Joseph sin mentir.
Quería preguntarle si le había hablado a alguien más sobre los libros de Maskelyne, pero sabía que sería peligroso hacerlo. _______ no era ninguna tonta, y en cuanto sumara las pruebas llegaría a una conclusión distinta a la que acababa de llegar. De momento Joseph no quería que dedujera nada sola.
—Pensaba que nadie me había visto venir hasta aquí —dijo.
________ se retiró unas briznas de paja que se le habían pegado a la capa.
—Siento decepcionarte, pero no eres tan disimulado como piensas.
—Evidentemente no —dijo Joseph mientras dejaba la linterna en el suelo—. Ni tú muy sensata, ________. ¿Cómo no se te ha ocurrido despertar a tu padre antes de bajar en persecución de algún criminal?
_______ estaba quitándose el polvo del borde de la capa, pero en ese momento dejó de hacerlo y levantó la vista con fastidio.
—No, en absoluto. Tenía mi daga para protegerme. Además, tú sabes lo peligroso que puede ser papá con su trabuco. La última vez que lo llamé para vigilar un recinto, estuvo a punto de dispararle a un guardabosques.
Joseph miró a _______. El borde de su camisón asomaba por debajo de la gruesa capa de lana. Bajo el encaje blanco, las gruesas botas resultaban todavía más incongruentes. Sin darse cuenta Joseph se sorprendió a sí mismo imaginando lo que habría debajo del camisón, y rápidamente alzó la vista para mirarle la cara. Mal hecho. _______ llevaba el pelo suelto y le caía sobre los hombros y por la espalda en espesos mechones castaños. Era tan raro en _______ que no llevara el cabello recogido, que tan sólo eso en sí lo seducía, haciéndole imaginar cosas, dándole ideas. Ideas que él sabía que debería ignorar; ideas que sin duda deseaba explorar…
Se aclaró la voz.
—Entonces —dijo— has bajado sola y medio desnuda para enfrentarte a quienquiera que pudiera haber estado acechando en la oscuridad…
_______ pestañeó a la luz de la lámpara. Sentía que parte de sus sentimientos se los había comunicado a ella, ya que _______ lo miraba con leve incertidumbre. Tenía los ojos oscuros, muy abiertos, y distraídamente, como si no se diera cuenta de ello, la punta de la lengua le rozó el labio inferior. Joseph sintió el latigazo de respuesta en su cuerpo.
—Yo… —la voz de ________ parecía tan ronca como la de él—, supongo que sí.
—¿Y cómo lo vas a hacer?
Ella lo miró.
—Pensaba que ya lo había hecho.
Joseph avanzó un paso. Se permitió mirarla sin disimulo los labios.
—Oh, no, ________… Apenas has empezado a contener la situación. Desde luego, en algunas cosas has conseguido que sea peor.
_______ se apoyó contra la puerta del establo. Joseph la siguió, acechándola hasta que estuvo tan cerca que la capa le rozaba el brazo. Ya sentía la tensión en ella: el pulso que le latía aceleradamente en la base del cuello, bajo la fina piel. Deseaba besar ese lugar. Ella se mantenía muy compuesta, pero en sus ojos no había temor, y lo miraba fijamente sin miedo. Él se acercó tanto que sintió el roce de sus pechos contra el suyo, e inmediatamente su cuerpo se excitó.
________ levantó el mentón para mirarlo a los ojos. Entre sus labios había ya pocos centímetros de separación.
—¿Entonces? —dijo Joseph arqueando las cejas expresivamente.
—Entonces… —________ le puso la mano en el pecho— retírate, Joseph.
—¿O bien?
—O bien me veré obligada a demostrar que no he olvidado la maniobra que me enseñaste para enfrentarme a los libertinos. Es algo como dar un codazo fuerte en el estómago.
Joseph se echó a reír y apoyó la mano contra la pared del establo, atrapándola con su cuerpo.
—No me harías eso a mí, ________. Te gusto demasiado.
—Pues no se me ocurre nadie que lo merezca más —dijo ________ tranquilamente—. Te has comportado como un calavera completo hacia mí desde que llegaste a Midwinter.
Joseph aspiró hondo. Aquello alzaba la apuesta, y él se alegraba de poder seguirla a donde ella quisiera llevarlo.
—Comportándome como un calavera —repitió—. ¿Tú crees? —hizo una breve pausa—. Puedo hacerlo mucho mejor, te lo aseguro.
—No lo dudo —en los ojos de color marrón dorado de _______ había motas verdosas, y brillos de rabia, humor y desafío—. Pero conmigo no vas a practicar.
Joseph alzó una mano y le retiró un mechón de pelo de la mejilla con delicadeza. Tenía la piel suave y cálida, y Joseph percibió el estremecimiento que ella ahogó al sentir el roce de sus dedos.
—¿No? —dijo—. Pero, a lo mejor no estoy practicando.
Inclinó la cabeza para que sus labios ocuparan el lugar de los dedos que le acariciaban el cuello. Un suspiro se escapó de su boca al sentir la suave abrasión de su pelusilla contra la suavidad de su piel.
—No te has afeitado —le dijo ella, con voz ligeramente temblorosa.
—¿Te gusta?
Joseph frotó su barbilla experimentalmente contra el contorno de su mandíbula y sintió de nuevo el escalofrío que la recorría. _______ tenía los ojos casi cerrados, las pestañas una mera sombra que rozaba sus mejillas. Joseph la miró y sintió el pausado placer sensual aumentando en sus venas. Era explosivo. Ella tenía un aspecto abandonado y bello que amenazaba con terminar con su férreo control. No podía creer que ella estuviera permitiéndole que le hiciera eso.
—Es… —empezó con voz soñadora— muy agradable… Como un estropajo…
Joseph se echó a reír.
—Confieso que no había pensado en ello en esos términos, pero si te gusta…
_______ sonrió y Joseph no se pudo resistir. Le tomó los labios con la suavidad de un beso ligero como una pluma que fue tan potente como breve. El deseo lo recorrió con fuerza. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no tomarla entre sus brazos allí mismo y asaltar su boca con el mismo deseo con el que deseaba tomar su cuerpo.
Ella aleteó las pestañas.
—No juegas limpio.
—¿Acaso esperabas que lo hiciese?
Ella sonrió un poco más.
—No lo había pensado antes, pero ahora que lo pienso, no, supongo que no.
Ella abrió mucho los ojos y lo empujó con tal fuerza que Joseph no tuvo duda alguna de que quería que se retirara.
—Joseph, dejemos ya el juego —añadió _______.
Joseph se quedó sorprendido y admirado. La miró a los ojos con incredulidad.
—¿Estabas fingiendo?
—Pues claro. ¿Tú no?
Joseph la agarró de los hombros con fuerza y la miró a los ojos. Ella lo miró también, pero en el fondo de su mirada vio el dulce y embriagador placer sensual que Joseph no era capaz de ocultar. Le producía cierta satisfacción saber que ella había tenido que hacer un esfuerzo para aguantarse; porque en realidad no era tan indiferente a sus caricias como quería dar a entender.
—No te creo —dijo él.
Una chispa de emoción brilló bajo su expresión de desafío.
—Pues más te vale creerme, Joseph. Es más, me he acordado de una o dos medidas de precaución que tú me enseñaste.
—¿Y cuáles son?
_______ colocó una mano a la espalda y empujó la puerta del establo. Se abrió silenciosamente, y ________ salió al patio.
—Me enseñaste a dejarme siempre un lugar por donde poder escapar —le dijo con dulzura—. Buenas noches, Joseph.
Joseph esperó hasta oír el ruido de la puerta de la casa cerrándose, y un poco más hasta ver el parpadeo de la vela de _______ tras las cortinas de su dormitorio. Estaba a salvo de vuelta en su cama tras evitar todos los peligros que la noche tenía que ofrecer. Joseph sonrió levemente. El más peligroso de todos había sido él mismo. Sin embargo, _______ se las había apañado de maravilla, jugando con él con una frialdad que no podía sino admirar.
La innegable respuesta de _______ endulzaba su rechazo. Porque por mucho que lo negara, él sabía que había habido un momento en el que los sentimientos de ________ habían sido tan fuertes como los suyos. Ello despertaba en él todos sus instintos depredadores y lo empujaba a perseguir más a la presa. Jamás habría imaginado que cortejar a alguien que lo conocía tan bien pudiese resultar tan estimulante. Y él, a quien le encantaban los desafíos, reconoció para sus adentros con pesar que tal situación le resultaba de lo más atractiva.
Salió del patio del establo por la verja y echó a andar por el camino bordeado de árboles hasta la carretera. Mientras la brisa fresca le acariciaba la cara y el cuello, Joseph se puso a pensar sin querer en el dilema que lo ocupaba. Deseaba a _______ Odell y la deseaba ya desde hacía tiempo. Esa noche no había hecho más que demostrarlo. Pero aquél no era un simple coqueteo para pasar el verano y luego olvidarse. Él no podía seducir sin más a la hija de un amigo de la infancia, de su respetado mentor. Si daba el paso de cortejar a _______, entonces sería irrevocable. Tendría que convencerla para que se casase con él, para que dejase a un lado todo lo que deseaba: una vida tranquila, un hogar estable, convencerla de que eso no sería nada comparado con lo que él podía ofrecerle.
Joseph no estaba seguro de que tuviera siquiera derecho a intentarlo. No estaba nada seguro de que fuera a tener éxito. Si fallaba, no sólo perdería a _______, sino también su amistad, que jamás recuperaría después.
Joseph estaba acostumbrado a tomar en segundos decisiones que llevarían días, incluso semanas a otros hombres. Él era un aventurero, acostumbrado al riesgo. Aquél le parecía el riesgo más grande que había tenido que tomar en su vida.
Sabía que su decisión ya estaba tomada, pero también que debía tener cuidado. Tenía que cortejar a la señorita _______ Odell, su mejor y más querida amiga. Y tenía que hacerlo de un modo que ni la sorprendiera ni la asustara; de un modo tan sutil que ella no se diera cuenta hasta que no fuera demasiado tarde y sintiera tanto por él como él por ella.
Un ruido detrás de él interrumpió sus pensamientos, y Joseph se detuvo y volvió la cabeza. La carretera se extendía a sus espaldas como un lazo de plata a la luz de la luna. Estaba vacía. Sin embargo, le pareció oír unos pasos. Echó a andar de nuevo; los pasos parecían repetir los suyos. Se detuvo de nuevo. El silencio era enorme. Joseph fue a sacar su pistola con mucho sigilo.
Echó a andar de nuevo, suavemente, con cuidado. Los pasos lo siguieron, y casi podía sentir unos ojos en su espalda. Sin embargo sabía que si se volvía no habría nadie allí.
El ataque llegó con un silencioso apresuramiento de sombras. Se oyeron unos pasos precipitados y al instante una bala le pasó casi rozando la oreja, tan cerca que Joseph sintió el silbido al pasar. Se tiró al bancal y sacó su pistola de un solo movimiento, y disparó movido por el mismo instinto de supervivencia que le había llevado a tirarse al suelo para salvar la vida. Oyó un grito ahogado. Entonces dio un salto para salir de la cuneta, justo a tiempo de ver una figura en sombras saltando la valla de una granja y dirigiéndose hacia un grupo de árboles a unos cincuenta metros de distancia. A la tenue luz de la luna parecía insustancial, una criatura espectral que sin embargo era capaz de asesinar.
Las ganas de perseguirlo eran muy fuertes, pero la tranquilidad y el pensamiento estratégico pudieron más que sus instintos naturales. Estaba solo, no conocía el terreno y su asaltante le llevaba ventaja. Dudaba mucho que el atacante fuese a volver a dispararle.
Joseph suspiró largamente.
—No soy tan fácil de matar como Jeffrey Maskelyne —murmuró con pesar mientras se guardaba la pistola en el cinturón.
Sin duda su asesino se había quedado sorprendido al ver que estaba armado. Supuso que habrían planeado derribarlo de un tiro, para pegarle un segundo tiro de cerca. Y él les había dado la oportunidad perfecta por permitir que lo siguieran. Se habían acercado mucho, y sólo su instinto para detectar el peligro lo había salvado. Sintió el sudor frío perlándole la frente en ese momento.
Un carruaje dio la vuelta a la curva del camino a espaldas suyas, iluminado con farolas, y se detuvo a su lado en el camino. La puerta se abrió de par en par.
—¿Quieres que te lleve? —le dijo Richard Kestrel.
Joseph jamás se había alegrado tanto de ver a alguien en toda su vida. Se montó en el carruaje y cerró la puerta tras de sí con firmeza. En cuanto estuvo sentado sobre el asiento de terciopelo rojo con Richard Kestrel vio que estaba mirándolo con expresión divertida y curiosa.
—¿Todo va bien, amigo? —le preguntó Richard—. No habrás tenido ningún problema en Midwinter Royal, ¿no?
—Alguien había estado allí antes que yo; todos los libros estaban en pedazos. Si Maskelyne lo había utilizado para ocultar algo, entonces el secreto está perdido.
Se produjo un breve silencio.
—Entonces alguien más sabía lo de los libros —dijo Richard despacio.
—Eso parece —respondió Joseph, mientras se limpiaba la frente con la mano—. ¿Has visto a alguien por la carretera? —le preguntó a Richard.
Su comentario despertó el interés de Richard, que negó con la cabeza despacio.
—Ni un alma —dijo—. Vuelvo de Midwinter Marney. Ross Marney y yo fuimos a cenar a lo que hace las veces de club en un lugar desolado… —dejó de hablar y miró a Joseph—. Pero no creo que te interese mi vida social, viejo amigo. ¿Qué te ha pasado a ti?
Joseph sonrió.
—Alguien acababa de intentar dispararme —dijo.
—¿Estás herido? —le preguntó su amigo.
—Por supuesto que no —respondió Joseph.
—¿Heriste a tu asaltante?
—Pues claro —respondió Joseph con una sonrisa—. Aunque no tanto como habría deseado. La bala le rozó a él, o a ella, en el brazo, creo.
—¿A ella? —preguntó Richard.
Joseph se encogió de hombros.
—Podría haber sido. Sólo le eché un vistazo, y resultaba imposible de adivinar. Pero no podría haber sido la señorita Odell —añadió tras reflexionar un momento.
—¿Por qué no?
Joseph se echó a reír.
—Porque de haber sido ella no habría fallado —dijo—. Yo mismo la enseñé a tirar.
Richard se arrellanó en el asiento.
—Le pediré a Nicholas que pregunte por ahí —dijo—. Tiene los contactos adecuados. Alguien podría saber algo. Siempre lo saben cuando se ofrece la cantidad suficiente. —Richard lo miró. Además, es muy conveniente que hayas herido a tu presa, Joseph —su tono de voz se endureció—. El grupo de lectura se reúne mañana por la tarde. Lady Sally me lo dijo ella misma durante la cena de esta noche. Creo que tal vez hagamos una visita improvisada a Saltire.
—Sería muy cortés —dijo Joseph, frunciendo la boca.
—Y veremos —dijo Richard— cuál de las señoras está indispuesta —añadió Richard— o tiene algún tipo de herida. Será de lo más interesante.
La luna estaba alta en el cielo y los túmulos funerarios quedaban iluminados en plata y negro. Las sombras se movían y se fundían con otras más oscuras de un modo bello y misterioso. Nada se movía en el paisaje nocturno, aunque _______ percibía el suave y rápido murmullo del río a su derecha, y el susurrante ulular del búho anaranjado en la arboleda. Con un suspiro, adelantó una mano hacia las cortinas, deteniéndose cuando un movimiento leve le llamó la atención. Alguien avanzaba sigilosamente alrededor del establo.
_______ estuvo a punto de correr las cortinas e ignorar a quienquiera que quisiera merodear por aquel campo lleno de enterramientos. Pero entonces pensó en todo el trabajo que sus padres habían invertido allí. No habían hallado aún el tesoro de Midwinter, ni nada de gran valor, pero habían catalogado y conservado muchos artefactos que serían de gran interés para los estudiosos del periodo anglosajón del Museo Británico. Sería una pena que su trabajo quedara saboteado por un intruso.
_______ no tenía miedo a enfrentarse a los merodeadores. Ella sola se había enfrentado en Egipto a un grupo muy enfadado que había tratado de destrozar la excavación de sus padres, y había derribado a un ladrón de tumbas en Derbyshire pegándole en la cabeza con un jarrón del siglo séptimo. Con un movimiento rápido y nervioso, corrió de nuevo la cortina y fue a su armario, de donde sacó una capa y un par de botas fuertes. Aunque era verano y hacía semanas que no llovía, no pensaba arriesgarse a ponerse algo en los pies que pudiera resultar incómodo para lo que iba a hacer. Y así tomó la vela y salió de su dormitorio.
En el rellano pensó en despertar a su padre, pero enseguida dejó la idea de lado. Sir Arthur insistiría en sacar su trabuco y haría tanto ruido que ahuyentaría a quien fuera. Mejor sería comprobar primero ella sola cuál era la situación y volver en busca de ayuda si era necesario. Sin embargo, _______ se detuvo a retirar una daga medieval que colgaba de la pared. La había tomado prestada en otras ocasiones, y su tamaño parecía infundir un respeto inmediato en los posibles villanos. También le hacía a ella sentirse más segura.
El ruido del cerrojo de la puerta de entrada se le antojó fuerte en el silencio, al igual que el de la grava crujiendo bajo las suelas de las botas. En cualquier momento esperaba oír el enfadado grito de su padre, exigiendo saber qué estaba pasando, pero sólo reinó el silencio. Nada se movía bajo la plateada luz de la luna.
Cuando llegó a la valla que rodeaba el patio de los establos, la puerta se abrió sin chirriar, y _______ bendijo el hecho de que ese mismo día le había pedido a uno de los criados que engrasara las bisagras. Permaneció un momento allí, mirando alrededor del patio empedrado, y pensó que sus ojos debían de haberla engañado, puesto que allí no había nadie.
Entonces vio el movimiento. De nuevo no fue más que un vaivén rapidísimo en un extremo de su campo de visión, pero la instó a volver rápidamente la cabeza. Había alguien en los establos, y quienquiera que fuese había encendido una luz.
_______ no tenía ganas de enfrentarse a nadie a no ser que estuviera robando algo, y las posibilidades de eso parecían remotas, puesto que en el establo no había ninguna de las antigüedades que habían encontrado sus padres, ni ninguna otra cosa más. Sin embargo sentía curiosidad por identificar al misterioso intruso, de modo que avanzó sigilosamente hasta los establos y se asomó por la ventana.
Dentro estaba todo a oscuras salvo un rincón donde parpadeaba la tenue luz de un candil apoyado en el suelo de adoquines. Un hombre estaba agachado junto a la lámpara, revisando metódicamente los libros que _______ había apilado allí hacía unos días. Sólo que ya no estaban amontonados ordenadamente, sino esparcidos por el suelo, con las cubiertas arrancadas y los pedazos de madera partidos. _______ se puso furiosa; el caos era tremendo.
La luz de la lámpara rozó el cabello oscuro de Joseph, pero ______ apenas lo necesitaba para identificarlo. Habría reconocido a Joseph Jonas en cualquier sitio, puesto que lo había visto tantas veces en tantos momentos distintos que todo él era tremendamente familiar. Con una exclamación de ira retrocedió unos pasos hasta la puerta del establo y la empujó.
Su intención había sido declarar su presencia desde un principio, pero cuando Joseph no volvió la cabeza de donde estaba mirando los falsos libros, a _______ se le ocurrió una idea. Avanzó despacio con sus fuertes botas; el frío metal de la daga le rozaba la mano. Cuando estuvo justo detrás de Joseph, le puso la daga en el cuello y se inclinó hacia delante hasta que los labios le rozaron la oreja. Aparte del primer tenso movimiento inicial al sentir la hoja de la daga en su cuello, Joseph no se movió.
—Un tirador sorprendido bajando la guardia —le susurró al oído—. Eso no vale, lord Jonas.
Joseph se llevó la mano al cuello y se retiró la daga de la garganta.
—Con eso podrías matar a alguien —le dijo en tono conversacional.
—Ésa —dijo _______— era la idea.
Le dio la vuelta a la daga y la escondió en algún lugar bajo la amplia capa negra. Joseph pareció respirar más tranquilamente. Él sabía que le habían enseñado a utilizarla; él mismo se lo había enseñado.
—Sabía que eras tú —dijo él.
—Y yo que lo sabías —contestó ______ sin rencor—. De no haberlo sabido, me habrías desarmado.
Joseph se echó a reír. Parecía tan tranquila y compuesta como si estuviesen sentados en el salón de la casa de sus padres. Él no tenía intención de decirle que lo tenía en clara desventaja. No la había visto u oído acercarse, pero había sentido su presencia. Y cuando ella se había acercado sigilosamente, le había llegado el perfume de su piel, que durante unos instantes le había cautivado los sentidos.
—Así que ahora, para venir a verme, traes una daga —dijo él.
—Me pareció buena idea —respondió _______.
—¿Te has traído también la pistola?
—No, por supuesto que no. —_______ ladeó la cabeza—. Eso es para las verdaderas emergencias. —Lo miró con ojo crítico—. ¿Y dime, qué estás haciendo aquí, Joseph?
Joseph se puso de pie, pues le parecía que así se sentía menos vulnerable; ______ tenía un modo muy sutil de derribar sus defensas.
—Bueno —dijo ella en tono regañón—, desde luego lo has dejado todo muy desordenado.
Joseph sonrió un poco. Podría haber sabido que ésa sería una de las cosas en las que se fijaría primero.
—Lo siento —le dijo él—. Lo recogeré después.
—Parece —dijo _______ frunciendo el ceño— que o bien sufrías insomnio agudo y buscabas algo que leer, o que estabas buscando algo.
Joseph vaciló. Llegado el momento, se daba cuenta de que era totalmente incapaz de mentirle a _______. Aquello era inconveniente, ya que su misión era secreta, pero no le había mentido en diecisiete años y no tenía intención de empezar en ese momento. La miró y ella hizo lo mismo, con las cejas ligeramente arqueadas mientras esperaba su explicación. Joseph aspiró hondo.
Entonces ella se le adelantó.
—¡Ah, ya sé lo que estás haciendo!
A Joseph le dio un vuelco el corazón.
—¿Ah, sí? —aventuró Joseph en tono débil.
—¡Sí! —un brillo triunfante asomó a la mirada de _______—. Tratas de adelantarme con lo de la búsqueda del tesoro. Te acordaste de lo que dije de que había encontrado algunos de los viejos libros de Maskelyne y pensaste que podían contener una pista. ¡Está claro!
—Eso es —dijo Joseph, sintiendo una mezcla de alivio y de culpabilidad de que _______ lo hubiera salvado de la necesidad de explicarse.
—¡Bueno! —exclamó _______, que plantó las manos en jarras y lo miró con fastidio—. ¡Menudo truco más bajo! Pensar que has venido hasta aquí a medianoche para tomarme ventaja. ¡Eso es llevar nuestra rivalidad demasiado lejos!
—Lo sé —dijo Joseph—. Es vergonzoso. —Recogió el candil del suelo y agarró a _______ del brazo, conduciéndola hacia la puerta—. Juro que mañana vendré a ordenarlos.
—Más te vale —dijo _______, que en realidad no estaba tan enfadada—. Los guardé aquí para tener el salón más ordenado.
—Supongo que no habrás visto a nadie merodeando por los establos esta noche.
—No, sólo a ti —dijo _______ enfadada—. ¿A cuántas personas esperabas?
—A ninguna —dijo Joseph sin mentir.
Quería preguntarle si le había hablado a alguien más sobre los libros de Maskelyne, pero sabía que sería peligroso hacerlo. _______ no era ninguna tonta, y en cuanto sumara las pruebas llegaría a una conclusión distinta a la que acababa de llegar. De momento Joseph no quería que dedujera nada sola.
—Pensaba que nadie me había visto venir hasta aquí —dijo.
________ se retiró unas briznas de paja que se le habían pegado a la capa.
—Siento decepcionarte, pero no eres tan disimulado como piensas.
—Evidentemente no —dijo Joseph mientras dejaba la linterna en el suelo—. Ni tú muy sensata, ________. ¿Cómo no se te ha ocurrido despertar a tu padre antes de bajar en persecución de algún criminal?
_______ estaba quitándose el polvo del borde de la capa, pero en ese momento dejó de hacerlo y levantó la vista con fastidio.
—No, en absoluto. Tenía mi daga para protegerme. Además, tú sabes lo peligroso que puede ser papá con su trabuco. La última vez que lo llamé para vigilar un recinto, estuvo a punto de dispararle a un guardabosques.
Joseph miró a _______. El borde de su camisón asomaba por debajo de la gruesa capa de lana. Bajo el encaje blanco, las gruesas botas resultaban todavía más incongruentes. Sin darse cuenta Joseph se sorprendió a sí mismo imaginando lo que habría debajo del camisón, y rápidamente alzó la vista para mirarle la cara. Mal hecho. _______ llevaba el pelo suelto y le caía sobre los hombros y por la espalda en espesos mechones castaños. Era tan raro en _______ que no llevara el cabello recogido, que tan sólo eso en sí lo seducía, haciéndole imaginar cosas, dándole ideas. Ideas que él sabía que debería ignorar; ideas que sin duda deseaba explorar…
Se aclaró la voz.
—Entonces —dijo— has bajado sola y medio desnuda para enfrentarte a quienquiera que pudiera haber estado acechando en la oscuridad…
_______ pestañeó a la luz de la lámpara. Sentía que parte de sus sentimientos se los había comunicado a ella, ya que _______ lo miraba con leve incertidumbre. Tenía los ojos oscuros, muy abiertos, y distraídamente, como si no se diera cuenta de ello, la punta de la lengua le rozó el labio inferior. Joseph sintió el latigazo de respuesta en su cuerpo.
—Yo… —la voz de ________ parecía tan ronca como la de él—, supongo que sí.
—¿Y cómo lo vas a hacer?
Ella lo miró.
—Pensaba que ya lo había hecho.
Joseph avanzó un paso. Se permitió mirarla sin disimulo los labios.
—Oh, no, ________… Apenas has empezado a contener la situación. Desde luego, en algunas cosas has conseguido que sea peor.
_______ se apoyó contra la puerta del establo. Joseph la siguió, acechándola hasta que estuvo tan cerca que la capa le rozaba el brazo. Ya sentía la tensión en ella: el pulso que le latía aceleradamente en la base del cuello, bajo la fina piel. Deseaba besar ese lugar. Ella se mantenía muy compuesta, pero en sus ojos no había temor, y lo miraba fijamente sin miedo. Él se acercó tanto que sintió el roce de sus pechos contra el suyo, e inmediatamente su cuerpo se excitó.
________ levantó el mentón para mirarlo a los ojos. Entre sus labios había ya pocos centímetros de separación.
—¿Entonces? —dijo Joseph arqueando las cejas expresivamente.
—Entonces… —________ le puso la mano en el pecho— retírate, Joseph.
—¿O bien?
—O bien me veré obligada a demostrar que no he olvidado la maniobra que me enseñaste para enfrentarme a los libertinos. Es algo como dar un codazo fuerte en el estómago.
Joseph se echó a reír y apoyó la mano contra la pared del establo, atrapándola con su cuerpo.
—No me harías eso a mí, ________. Te gusto demasiado.
—Pues no se me ocurre nadie que lo merezca más —dijo ________ tranquilamente—. Te has comportado como un calavera completo hacia mí desde que llegaste a Midwinter.
Joseph aspiró hondo. Aquello alzaba la apuesta, y él se alegraba de poder seguirla a donde ella quisiera llevarlo.
—Comportándome como un calavera —repitió—. ¿Tú crees? —hizo una breve pausa—. Puedo hacerlo mucho mejor, te lo aseguro.
—No lo dudo —en los ojos de color marrón dorado de _______ había motas verdosas, y brillos de rabia, humor y desafío—. Pero conmigo no vas a practicar.
Joseph alzó una mano y le retiró un mechón de pelo de la mejilla con delicadeza. Tenía la piel suave y cálida, y Joseph percibió el estremecimiento que ella ahogó al sentir el roce de sus dedos.
—¿No? —dijo—. Pero, a lo mejor no estoy practicando.
Inclinó la cabeza para que sus labios ocuparan el lugar de los dedos que le acariciaban el cuello. Un suspiro se escapó de su boca al sentir la suave abrasión de su pelusilla contra la suavidad de su piel.
—No te has afeitado —le dijo ella, con voz ligeramente temblorosa.
—¿Te gusta?
Joseph frotó su barbilla experimentalmente contra el contorno de su mandíbula y sintió de nuevo el escalofrío que la recorría. _______ tenía los ojos casi cerrados, las pestañas una mera sombra que rozaba sus mejillas. Joseph la miró y sintió el pausado placer sensual aumentando en sus venas. Era explosivo. Ella tenía un aspecto abandonado y bello que amenazaba con terminar con su férreo control. No podía creer que ella estuviera permitiéndole que le hiciera eso.
—Es… —empezó con voz soñadora— muy agradable… Como un estropajo…
Joseph se echó a reír.
—Confieso que no había pensado en ello en esos términos, pero si te gusta…
_______ sonrió y Joseph no se pudo resistir. Le tomó los labios con la suavidad de un beso ligero como una pluma que fue tan potente como breve. El deseo lo recorrió con fuerza. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no tomarla entre sus brazos allí mismo y asaltar su boca con el mismo deseo con el que deseaba tomar su cuerpo.
Ella aleteó las pestañas.
—No juegas limpio.
—¿Acaso esperabas que lo hiciese?
Ella sonrió un poco más.
—No lo había pensado antes, pero ahora que lo pienso, no, supongo que no.
Ella abrió mucho los ojos y lo empujó con tal fuerza que Joseph no tuvo duda alguna de que quería que se retirara.
—Joseph, dejemos ya el juego —añadió _______.
Joseph se quedó sorprendido y admirado. La miró a los ojos con incredulidad.
—¿Estabas fingiendo?
—Pues claro. ¿Tú no?
Joseph la agarró de los hombros con fuerza y la miró a los ojos. Ella lo miró también, pero en el fondo de su mirada vio el dulce y embriagador placer sensual que Joseph no era capaz de ocultar. Le producía cierta satisfacción saber que ella había tenido que hacer un esfuerzo para aguantarse; porque en realidad no era tan indiferente a sus caricias como quería dar a entender.
—No te creo —dijo él.
Una chispa de emoción brilló bajo su expresión de desafío.
—Pues más te vale creerme, Joseph. Es más, me he acordado de una o dos medidas de precaución que tú me enseñaste.
—¿Y cuáles son?
_______ colocó una mano a la espalda y empujó la puerta del establo. Se abrió silenciosamente, y ________ salió al patio.
—Me enseñaste a dejarme siempre un lugar por donde poder escapar —le dijo con dulzura—. Buenas noches, Joseph.
Joseph esperó hasta oír el ruido de la puerta de la casa cerrándose, y un poco más hasta ver el parpadeo de la vela de _______ tras las cortinas de su dormitorio. Estaba a salvo de vuelta en su cama tras evitar todos los peligros que la noche tenía que ofrecer. Joseph sonrió levemente. El más peligroso de todos había sido él mismo. Sin embargo, _______ se las había apañado de maravilla, jugando con él con una frialdad que no podía sino admirar.
La innegable respuesta de _______ endulzaba su rechazo. Porque por mucho que lo negara, él sabía que había habido un momento en el que los sentimientos de ________ habían sido tan fuertes como los suyos. Ello despertaba en él todos sus instintos depredadores y lo empujaba a perseguir más a la presa. Jamás habría imaginado que cortejar a alguien que lo conocía tan bien pudiese resultar tan estimulante. Y él, a quien le encantaban los desafíos, reconoció para sus adentros con pesar que tal situación le resultaba de lo más atractiva.
Salió del patio del establo por la verja y echó a andar por el camino bordeado de árboles hasta la carretera. Mientras la brisa fresca le acariciaba la cara y el cuello, Joseph se puso a pensar sin querer en el dilema que lo ocupaba. Deseaba a _______ Odell y la deseaba ya desde hacía tiempo. Esa noche no había hecho más que demostrarlo. Pero aquél no era un simple coqueteo para pasar el verano y luego olvidarse. Él no podía seducir sin más a la hija de un amigo de la infancia, de su respetado mentor. Si daba el paso de cortejar a _______, entonces sería irrevocable. Tendría que convencerla para que se casase con él, para que dejase a un lado todo lo que deseaba: una vida tranquila, un hogar estable, convencerla de que eso no sería nada comparado con lo que él podía ofrecerle.
Joseph no estaba seguro de que tuviera siquiera derecho a intentarlo. No estaba nada seguro de que fuera a tener éxito. Si fallaba, no sólo perdería a _______, sino también su amistad, que jamás recuperaría después.
Joseph estaba acostumbrado a tomar en segundos decisiones que llevarían días, incluso semanas a otros hombres. Él era un aventurero, acostumbrado al riesgo. Aquél le parecía el riesgo más grande que había tenido que tomar en su vida.
Sabía que su decisión ya estaba tomada, pero también que debía tener cuidado. Tenía que cortejar a la señorita _______ Odell, su mejor y más querida amiga. Y tenía que hacerlo de un modo que ni la sorprendiera ni la asustara; de un modo tan sutil que ella no se diera cuenta hasta que no fuera demasiado tarde y sintiera tanto por él como él por ella.
Un ruido detrás de él interrumpió sus pensamientos, y Joseph se detuvo y volvió la cabeza. La carretera se extendía a sus espaldas como un lazo de plata a la luz de la luna. Estaba vacía. Sin embargo, le pareció oír unos pasos. Echó a andar de nuevo; los pasos parecían repetir los suyos. Se detuvo de nuevo. El silencio era enorme. Joseph fue a sacar su pistola con mucho sigilo.
Echó a andar de nuevo, suavemente, con cuidado. Los pasos lo siguieron, y casi podía sentir unos ojos en su espalda. Sin embargo sabía que si se volvía no habría nadie allí.
El ataque llegó con un silencioso apresuramiento de sombras. Se oyeron unos pasos precipitados y al instante una bala le pasó casi rozando la oreja, tan cerca que Joseph sintió el silbido al pasar. Se tiró al bancal y sacó su pistola de un solo movimiento, y disparó movido por el mismo instinto de supervivencia que le había llevado a tirarse al suelo para salvar la vida. Oyó un grito ahogado. Entonces dio un salto para salir de la cuneta, justo a tiempo de ver una figura en sombras saltando la valla de una granja y dirigiéndose hacia un grupo de árboles a unos cincuenta metros de distancia. A la tenue luz de la luna parecía insustancial, una criatura espectral que sin embargo era capaz de asesinar.
Las ganas de perseguirlo eran muy fuertes, pero la tranquilidad y el pensamiento estratégico pudieron más que sus instintos naturales. Estaba solo, no conocía el terreno y su asaltante le llevaba ventaja. Dudaba mucho que el atacante fuese a volver a dispararle.
Joseph suspiró largamente.
—No soy tan fácil de matar como Jeffrey Maskelyne —murmuró con pesar mientras se guardaba la pistola en el cinturón.
Sin duda su asesino se había quedado sorprendido al ver que estaba armado. Supuso que habrían planeado derribarlo de un tiro, para pegarle un segundo tiro de cerca. Y él les había dado la oportunidad perfecta por permitir que lo siguieran. Se habían acercado mucho, y sólo su instinto para detectar el peligro lo había salvado. Sintió el sudor frío perlándole la frente en ese momento.
Un carruaje dio la vuelta a la curva del camino a espaldas suyas, iluminado con farolas, y se detuvo a su lado en el camino. La puerta se abrió de par en par.
—¿Quieres que te lleve? —le dijo Richard Kestrel.
Joseph jamás se había alegrado tanto de ver a alguien en toda su vida. Se montó en el carruaje y cerró la puerta tras de sí con firmeza. En cuanto estuvo sentado sobre el asiento de terciopelo rojo con Richard Kestrel vio que estaba mirándolo con expresión divertida y curiosa.
—¿Todo va bien, amigo? —le preguntó Richard—. No habrás tenido ningún problema en Midwinter Royal, ¿no?
—Alguien había estado allí antes que yo; todos los libros estaban en pedazos. Si Maskelyne lo había utilizado para ocultar algo, entonces el secreto está perdido.
Se produjo un breve silencio.
—Entonces alguien más sabía lo de los libros —dijo Richard despacio.
—Eso parece —respondió Joseph, mientras se limpiaba la frente con la mano—. ¿Has visto a alguien por la carretera? —le preguntó a Richard.
Su comentario despertó el interés de Richard, que negó con la cabeza despacio.
—Ni un alma —dijo—. Vuelvo de Midwinter Marney. Ross Marney y yo fuimos a cenar a lo que hace las veces de club en un lugar desolado… —dejó de hablar y miró a Joseph—. Pero no creo que te interese mi vida social, viejo amigo. ¿Qué te ha pasado a ti?
Joseph sonrió.
—Alguien acababa de intentar dispararme —dijo.
—¿Estás herido? —le preguntó su amigo.
—Por supuesto que no —respondió Joseph.
—¿Heriste a tu asaltante?
—Pues claro —respondió Joseph con una sonrisa—. Aunque no tanto como habría deseado. La bala le rozó a él, o a ella, en el brazo, creo.
—¿A ella? —preguntó Richard.
Joseph se encogió de hombros.
—Podría haber sido. Sólo le eché un vistazo, y resultaba imposible de adivinar. Pero no podría haber sido la señorita Odell —añadió tras reflexionar un momento.
—¿Por qué no?
Joseph se echó a reír.
—Porque de haber sido ella no habría fallado —dijo—. Yo mismo la enseñé a tirar.
Richard se arrellanó en el asiento.
—Le pediré a Nicholas que pregunte por ahí —dijo—. Tiene los contactos adecuados. Alguien podría saber algo. Siempre lo saben cuando se ofrece la cantidad suficiente. —Richard lo miró. Además, es muy conveniente que hayas herido a tu presa, Joseph —su tono de voz se endureció—. El grupo de lectura se reúne mañana por la tarde. Lady Sally me lo dijo ella misma durante la cena de esta noche. Creo que tal vez hagamos una visita improvisada a Saltire.
—Sería muy cortés —dijo Joseph, frunciendo la boca.
—Y veremos —dijo Richard— cuál de las señoras está indispuesta —añadió Richard— o tiene algún tipo de herida. Será de lo más interesante.
Natuuu♥!!
Natuu!
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Nooo.. ...!! hay mdre...surt k joe es supr listo..y sav como disparar un arma..!! :zz: ..k sino n s cuanta lo k a podido suceder..!
sube cap m as dejado intrigadisima con saver kien es la herida k dejo joe?!!
siguela ...m ncanto la part e la k joe y la señorita Odell :¬w¬: en esa part k as puesto yo ya m imaginaba d tod... :P ... siguela xfis.. :z: ...
sube cap m as dejado intrigadisima con saver kien es la herida k dejo joe?!!
siguela ...m ncanto la part e la k joe y la señorita Odell :¬w¬: en esa part k as puesto yo ya m imaginaba d tod... :P ... siguela xfis.. :z: ...
Invitado
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Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
jajajaja natu no se vale eso
fue un besito
yo quiero un besote jajaja
me encanta la nove
sigeueka
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andreita
Re: "UN IRRESISTIBLE LORD" (JOE&TU) (TERMINADA)
Capítulo 8
El ambiente del grupo de lectura parecía algo tenso esa tarde. El sueño de _______ se había visto interrumpido por sueños turbadores tras la reunión con Joseph en los establos, y tenía un dolor de cabeza que ni siquiera la tintura de valeriana de la señora Goodfellow había sido capaz de hacer desaparecer. Las otras damas parecían todas un tanto inquietas, y resultaba difícil concentrarse en la lectura de La Hechicera en tales circunstancias. Helena Lang estaba ausente con indisposición, lady Benedict tenía el brazo escayolado por haberse caído por las escaleras el día anterior y lady Sally Saltire la mano vendada y apenas podía pasar las páginas del libro; según parecía, se había herido la mano esa mañana con las espinas de los rosales. En general, las señoras estaban algo apagadas y ciertamente nerviosas.
Cuando Bentley, el mayordomo, anunció la llegada de visitantes, recibieron la noticia con cierto alivio. Lady Sally dejó a un lado su libro y arqueó las cejas con curiosidad.
—¿Es alguien para quien deseemos estar en casa, Bentley?
—Son lord Richard Kestrel y lord Jonas, señora —dijo Bentley en tono desapasionado—. Lord Richard ha dicho que estaba seguro de que estaríais en casa, señora.
Lady Sally sonrió levemente.
—Muy bien —añadió al tiempo que se levantaba del sofá en un vaporoso movimiento de sedas y encajes—. Si lord Richard está tan seguro de que recibimos invitados, ¿por qué decepcionarlo? Sirva el té en la terraza, por favor, Bentley. Estoy segura de que tanto lord Kestrel como lord Jonas desearán una taza de té.
A _______ se le había caído el libro de las manos cuando se mencionó el nombre de Joseph, y se había agachado rápidamente para recogerlo. Al notar que todas las damas se volvían a mirarla, _______ sintió que se ponía colorada. Lady Benedict la observaba con curiosidad, y en sus labios había una sonrisa maliciosa. _______, toda torpe, dejó el libro en una mesa auxiliar del salón y trató de respirar con calma.
En cuanto Joseph entró en la sala nada más ser anunciados, la miró directamente a ella. A _______ le latía tan deprisa el corazón que parecía como si fuera a salírsele por la boca. En ese momento supo que Joseph habría querido ir directamente adonde estaba ella sentada. Vaciló visiblemente, pero pasados unos segundos fue hacia lady Benedict. _______ vio que se fijaba en el brazo en cabestrillo con expresión preocupada, y vio que lady Benedict levantaba la cara y le sonreía como si él fuera el sol y ella una flor. _______ se sintió disgustada y decepcionada, y odiando a Joseph en secreto. Se reprendió para sus adentros, recordándose que tal vez fuese amiga de Joseph, pero a ella no debía importarle con quién él eligiera coquetear. Aun así, le molestaba que la noche anterior la hubiese elegido a ella, mientras que en ese momento se alegraba de tontear con otra dama. Eso demostraba que no era una persona sincera y que sólo había estado entreteniéndose a sus expensas en los establos. Una parte de ella, la parte que había querido que aquello entre Joseph y ella no fuera un juego, se sentía encogida ante la sola idea de que Joseph hubiese querido aprovecharse de ella la noche anterior.
Richard Kestrel estaba charlando con lady Sally, y Olivia y Deborah habían salido a la terraza a tomar el té, de modo que _______ aprovechó la oportunidad para salir también. El dolor de cabeza iba en aumento y esperaba que el aire algo más fresco de la terraza lo mejorara un poco.
Los jardines de Saltire eran pequeños pero estaban bellamente adornados y cuidados, puesto que lady Sally, en compañía de su amiga Olivia Marney, era una jardinera aficionada. _______ paseó hacia el pequeño estanque ornamental, pero rápidamente volvió sobre sus pasos cuando se dio cuenta de que el señor Caspar Lang estaba sentado junto al cenador, posando para la acuarela que luego aparecería en el libro de retratos. El señor Lang ya tenía una opinión bastante buena de sí mismo, y _______ no quería añadir nada a ello.
Fue al volver, cuando cruzaba un arco cuajado de rosas, cuando Joseph salió directamente al camino delante de ella. _______ estaba segura de que se había tranquilizado y tenía idea de volver a sentarse tranquilamente a la mesa para tomar el té de un modo sereno y racional; pero nada más verlo, todos esos pensamientos quedaron olvidados. Tal vez fuese la repentina aparición de Joseph, o tal vez el hecho de que más o menos no había dejado de pensar en él en las últimas catorce horas. Fuera cual fuese la razón, emitió un gemido entrecortado y se puso colorada como un tomate como la más impresionable de las debutantes. Joseph se fijó con interés en su rubor, lo cual sólo consiguió empeorar las cosas.
—¿Pero qué te pasa, _______? —comentó en tono suave—. Parece como si te sintieses culpable de algo. ¿Qué estabas haciendo…? ¿Huyendo?
________, que seguía enfadada, desahogó su irritación arrancando una de las rosas de lady Sally.
—¡Pues claro que no estaba huyendo! ¿Por qué iba a hacerlo?
—No tengo ni idea —dijo Joseph mientras se metía las manos en los bolsillos—. Sólo pensaba que habías estado actuando con extrañeza, marchándote con tanta prisa antes de poder hablar contigo.
—No me había dado cuenta de que te hubieras fijado —dijo _______ antes de poder morderse la lengua—. Estabas demasiado ocupado.
_______ vio que la expresión de humor de los ojos de Joseph se volvía más intensa, y se sintió irritada consigo misma.
—Entiendo —dijo él.
—Dudo que lo hagas —respondió _______—. Si quieres coquetear con lady Benedict, no es asunto mío.
—Pues claro que no —dijo él en tono tranquilizador.
—¡Me da igual! —respondió _______ con gesto infantil.
—Ya sé que te da igual —concedió Joseph.
_______ lo miró, frunciendo el ceño. No estaba del todo segura de por qué aquella insatisfactoria conversación sólo estaba consiguiendo que se sintiera peor, pero así era. Le recordaba mucho a sus discusiones de cuando eran niños, pero con un elemento añadido de ironía adulta que no lograba explicarse.
—¿Por qué me das la razón? —le preguntó ella.
—Porque pensaba que te tranquilizarías —respondió Joseph.
_______ reprimió las ganas de patalear.
—¡Pues no lo hagas!
—Hoy estás muy enfadada —observó Joseph.
—Felicidades por tu perspicacia. Por supuesto que estoy enfadada —dijo _______—. Me duele la cabeza, y tú me quieres provocar, como hiciste anoche.
Se produjo un repentino silencio preñado de significado. El tono del encuentro cambió en un instante.
—Supongo —dijo Joseph, acercándose un poco más a ella—, que no dormiste demasiado bien anoche, _______.
________ levantó la vista y vio la pregunta en sus ojos. El corazón le dio un vuelco. La noche anterior habían estado jugando, pero no tenía intención de volver a hacerlo. Había sido demasiado turbador para ella. Lo que había empezado como un plan para darle una lección casi había terminado con su propia caída. Había estado a punto de sucumbir a su habilidosa seducción.
—¿Por qué ibas a pensar eso? —le dijo con frialdad mientras se apartaba de él adrede.
Joseph la siguió.
—Porque yo no dormí —respondió él.
—¿Y bien? —________ arqueó las cejas—. No veo qué tiene que ver.
Joseph la miró significativamente.
—Entonces deja que te lo explique. No dormí bien porque estaba pensando en ti. Y tú, sospecho, no dormiste bien porque estabas pensando en mí.
________ se dio la vuelta. El corazón le latía aceleradamente.
—Estás equivocado, Joseph. Y tu arrogancia resulta odiosa. Que yo no pudiera dormir anoche no tuvo nada que ver contigo. ¡No me quedé despierta porque tus sueños turbaran mi descanso!
—¿De verdad? —dijo Joseph en tono pausado—. ¿Entonces por qué lo mencionas?
—¿Mencionar el qué?
Joseph sonrió, ________ rabió.
—Esos sueños turbadores, ________.
________ apretó los labios.
—¡Contrólate, Joseph! No todas caemos rendidas a tus pies. En cuanto a tu insomnio, no puedo ser responsable también de eso.
—Te hago directamente responsable —dijo Joseph, sin dejar de sonreír.
Se produjo otro silencio cargado de significados.
—Deberías darte un baño en el agua fresca del río —dijo _______—. Eso curaría tus dificultades… y tus pretensiones.
—Gracias por la sugerencia —dijo Joseph con calma—. No puedo sino recordar lo que pasó la última vez que me di un baño en el río.
________ lo recordaba también, al detalle, por cierto.
—Entonces, si el agua fría no funciona, tal vez pueda darte un golpe en la cabeza —dijo con dulzura—. Será un placer para mí. Ya verás cómo vas a dormir como un bebé.
Joseph se echó a reír.
—Eres una oponente muy dura, ________.
—¡Contra tus engaños, sí! —_______ se dio la vuelta y cruzó el arco—. Es una tarea difícil, pero alguien debe hacerla.
Oyó sus pasos detrás de ella por el camino de grava.
—No creo que anoche en los establos sintieras simplemente indiferencia hacia mí —dijo Joseph—. Digas tú lo que digas.
________ se dio la vuelta para responderle.
—Anoche estabas jugando, de modo que se me ocurrió que yo haría lo mismo —dijo con frialdad—. Pero ya estoy cansada de ello. Vete y juega con lady Benedict. A ella le gustan estas cosas mucho más que a mí.
Tras un breve silencio, Joseph se echó a reír de nuevo.
—Muy bien, concedido… de momento —dijo—. ¿Amigos?
—Sólo eso —dijo _______, que le tendió la mano para estrechársela.
Pero cometió un error, porque en cuanto la mano de Joseph tocó la suya, _______ sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo. Vio que Joseph entrecerraba los ojos, como si estuviese leyéndole el pensamiento. Entonces empezó a pasarle el pulgar por la palma de la mano, multiplicando sus estremecimientos.
—Te has hecho un arañazo —le dijo, retirándole el encaje de la puñeta para revelar la piel blanca de su brazo—. ¿Cómo te lo has hecho?
—No es nada —_______ retiró la mano y se tiró de la manga con timidez; su gesto le hacía sentirse desnuda—. Me corté con el borde afilado de una vasija de barro cuando estaba ayudando a mamá a lavar las cosas, esta mañana.
Joseph miraba el arañazo con aire pensativo.
—Deberías ser más cuidadosa.
—No soy descuidada —________ frunció el ceño—. Aunque te doy las gracias por tu preocupación —miró hacia la terraza—. Deberíamos volver antes de que alguien comente algo sobre nuestra ausencia. No quiero darle a lady Benedict la oportunidad de hacer otro de sus desagradables comentarios. ¿Vas a tomar el té con nosotras, Joseph?
—No, gracias —dijo él—. No puedo soportar esa bebida tan insípida.
—Entonces te dejo para que te des un chapuzón en el río —dijo _______—. Por favor, ten cuidado de que nadie te vea. No todo el mundo tiene una constitución tan fuerte como la mía. El shock podría ser demasiado para ellos.
—¿Volverás a casa por ese camino? —le preguntó Joseph con una sonrisa en los labios.
—Desde luego que no —respondió _______—. Tomaré el otro. No querría repetir la experiencia.
Joseph le puso la mano en el brazo.
—¿No? —la desafió.
—Me parece —dijo _______— que estás tan enamorado de ti mismo que no necesitas la admiración de nadie, Joseph.
Joseph no dijo nada, sino que la miró de una manera que la contradecía con la mayor efectividad; y ________, que había jurado que había dejado a un lado el tema, le salió con una cosa para la que requería una respuesta.
—Anoche —le dijo apresuradamente—, te pregunté si estabas fingiendo conmigo, y tú no me contestaste. Estabas fingiendo, ¿verdad, Joseph?
Joseph sonrió.
—Deberías preguntarte a ti misma por qué eso te importa tanto, _______ —dijo.
Entonces hizo una inclinación y se alejó.
________ observó su partida con los ojos entrecerrados. Estaba enfadada consigo misma por haber bajado la guardia y haberle hecho una pregunta que mejor no hubiera preguntado. Y aun así, la noche anterior no le había contestado, y momentos antes había vuelto a hacer lo mismo. Tal vez sólo estuviera tomándole el pelo, pero… Volvió despacio a la terraza, y en su mente seguía dándole vueltas a lo mismo.
Sabía que la misma pregunta que le había hecho a Joseph, debería preguntársela a sí misma.
—¿Quién lo hubiese imaginado? —decía Richard Kestrel—. Cualquiera diría que están todas implicadas en ello.
—Es la peor suerte que he podido tener —concedió Joseph—. Apenas podía dar crédito a mis ojos.
Estaban en la sala de estar de Kestrel Court y habilidosamente atacando la última botella de coñac que Nicholas les había dejado antes de volver a Londres. También estaban jugando una partida de ajedrez.
—Lady Marney dijo que a ella no le pasaba nada —dijo Richard con una sonrisa—. Y la señorita Lang estaba enferma de verdad, según dijo su hermano. Envié a Bradshaw a que averiguara algo más de la doncella de casa de los Lang. La muchacha decía que la señorita Lang había tomado tanto vino en la cena de lady Marney que había tenido que meterse en la cama y no se había podido mover desde entonces.
—Podría estar fingiendo —dijo Joseph, que movió un peón y se echó para atrás a observar la estrategia de su amigo.
—Cierto… —suspiró Richard—, aunque no me imagino a la señorita Lang como una traidora. Además, tenemos candidatas más probables. Está lady Benedict y su aparente caída por las escaleras…
—Y lady Sally y la herida que se ha hecho en el jardín…
—Y la señora Stratton, que tenía un corte muy feo en la mano, que según ella se lo ha hecho con la rama de una zarza al pasar a caballo esta mañana —terminó de decir Richard—. ¿Y qué hay de la señorita Odell, Joseph? —Richard sonrió.
—Se ha cortado limpiando una vasija que su madre ha desenterrado esta mañana —le confirmó Joseph con pesar—. No creo que ella sea la persona que estamos buscando. Acúsame de parcialidad, y yo te haré lo mismo con la señora Stratton.
Richard se echó a reír.
—De la señora Stratton no puedo decir nada especial, salvo que no creo que sea la culpable.
—¿El instinto? —le preguntó Joseph en tono seco.
Richard se encogió de hombros.
—Mis instintos hacia la señora Stratton es mejor no discutirlos —le dijo con una sonrisa sardónica antes de inclinarse hacia delante y mover la torre para llevarse el peón.
—Lady Sally Saltire es desde luego lo bastante fría como para hacerlo con éxito —comentó Joseph.
—Y lady Benedict lo mismo —terminó de decir Richard pensativamente—. Anoche se marchó temprano de la cena, pero podría haberte esperado en la carretera para tenderte una emboscada —frunció el ceño—. Esta noche te veo más preocupado de lo normal, viejo amigo. Estás regalándome la partida.
—Reconozco que estoy algo distraído.
—¿La señorita Odell?
Joseph gimió.
—¿Cómo le hace uno el amor a la mejor amiga de uno, Richard?
Richard parecía divertido.
—Pensaba que era yo tu mejor amigo, Joseph. ¡No sé si preocuparme u ofenderme!
Joseph movió el caballo delante de la reina de Richard, y este la retiró directamente del tablero.
—Podrías probar el método directo —sugirió—. Dile exactamente lo que sientes por ella… ¡O demuéstraselo!
Joseph hizo una mueca.
—Eso es un poco demasiado directo, por mucho que concuerde con mis sentimientos. _______ cree que estoy jugando si trato de besarla. Ella tiene que aceptar todavía la idea de que podríamos ser más que amigos. No deseo ahuyentarla declarándole mis sentimientos, y arriesgarme a perderla antes de poder cortejarla propiamente.
—Entonces necesitas ser lento y sutil —dijo Richard, sonriendo—. ¿Podrás hacerlo?
Joseph se echó a reír.
—No suele ser mi modus operandi —reconoció—. Pero si uno desea mucho una cosa…
—Desde luego —dijo Richard—. Jaque mate.
Joseph suspiró.
—Al menos mis partidas de ajedrez mejorarían si progreso algo con ella.
—Lo dudo —dijo Richard—. Cuanta más frustración física tiene uno, menor es el poder de concentración —le pasó la botella de coñac—. Ah, y mayor la cantidad de coñac que uno consume. Confía en mí. Yo lo sé.
Joseph se sirvió otra copa.
—¿Entonces dónde nos deja esto? —preguntó Joseph.
—No hemos avanzado mucho. —Richard alzó su copa con ironía—. ¡Por el grupo de lectura de las damas de Midwinter! ¡De un modo u otro, nos dan sopas con onda!
Cuando Bentley, el mayordomo, anunció la llegada de visitantes, recibieron la noticia con cierto alivio. Lady Sally dejó a un lado su libro y arqueó las cejas con curiosidad.
—¿Es alguien para quien deseemos estar en casa, Bentley?
—Son lord Richard Kestrel y lord Jonas, señora —dijo Bentley en tono desapasionado—. Lord Richard ha dicho que estaba seguro de que estaríais en casa, señora.
Lady Sally sonrió levemente.
—Muy bien —añadió al tiempo que se levantaba del sofá en un vaporoso movimiento de sedas y encajes—. Si lord Richard está tan seguro de que recibimos invitados, ¿por qué decepcionarlo? Sirva el té en la terraza, por favor, Bentley. Estoy segura de que tanto lord Kestrel como lord Jonas desearán una taza de té.
A _______ se le había caído el libro de las manos cuando se mencionó el nombre de Joseph, y se había agachado rápidamente para recogerlo. Al notar que todas las damas se volvían a mirarla, _______ sintió que se ponía colorada. Lady Benedict la observaba con curiosidad, y en sus labios había una sonrisa maliciosa. _______, toda torpe, dejó el libro en una mesa auxiliar del salón y trató de respirar con calma.
En cuanto Joseph entró en la sala nada más ser anunciados, la miró directamente a ella. A _______ le latía tan deprisa el corazón que parecía como si fuera a salírsele por la boca. En ese momento supo que Joseph habría querido ir directamente adonde estaba ella sentada. Vaciló visiblemente, pero pasados unos segundos fue hacia lady Benedict. _______ vio que se fijaba en el brazo en cabestrillo con expresión preocupada, y vio que lady Benedict levantaba la cara y le sonreía como si él fuera el sol y ella una flor. _______ se sintió disgustada y decepcionada, y odiando a Joseph en secreto. Se reprendió para sus adentros, recordándose que tal vez fuese amiga de Joseph, pero a ella no debía importarle con quién él eligiera coquetear. Aun así, le molestaba que la noche anterior la hubiese elegido a ella, mientras que en ese momento se alegraba de tontear con otra dama. Eso demostraba que no era una persona sincera y que sólo había estado entreteniéndose a sus expensas en los establos. Una parte de ella, la parte que había querido que aquello entre Joseph y ella no fuera un juego, se sentía encogida ante la sola idea de que Joseph hubiese querido aprovecharse de ella la noche anterior.
Richard Kestrel estaba charlando con lady Sally, y Olivia y Deborah habían salido a la terraza a tomar el té, de modo que _______ aprovechó la oportunidad para salir también. El dolor de cabeza iba en aumento y esperaba que el aire algo más fresco de la terraza lo mejorara un poco.
Los jardines de Saltire eran pequeños pero estaban bellamente adornados y cuidados, puesto que lady Sally, en compañía de su amiga Olivia Marney, era una jardinera aficionada. _______ paseó hacia el pequeño estanque ornamental, pero rápidamente volvió sobre sus pasos cuando se dio cuenta de que el señor Caspar Lang estaba sentado junto al cenador, posando para la acuarela que luego aparecería en el libro de retratos. El señor Lang ya tenía una opinión bastante buena de sí mismo, y _______ no quería añadir nada a ello.
Fue al volver, cuando cruzaba un arco cuajado de rosas, cuando Joseph salió directamente al camino delante de ella. _______ estaba segura de que se había tranquilizado y tenía idea de volver a sentarse tranquilamente a la mesa para tomar el té de un modo sereno y racional; pero nada más verlo, todos esos pensamientos quedaron olvidados. Tal vez fuese la repentina aparición de Joseph, o tal vez el hecho de que más o menos no había dejado de pensar en él en las últimas catorce horas. Fuera cual fuese la razón, emitió un gemido entrecortado y se puso colorada como un tomate como la más impresionable de las debutantes. Joseph se fijó con interés en su rubor, lo cual sólo consiguió empeorar las cosas.
—¿Pero qué te pasa, _______? —comentó en tono suave—. Parece como si te sintieses culpable de algo. ¿Qué estabas haciendo…? ¿Huyendo?
________, que seguía enfadada, desahogó su irritación arrancando una de las rosas de lady Sally.
—¡Pues claro que no estaba huyendo! ¿Por qué iba a hacerlo?
—No tengo ni idea —dijo Joseph mientras se metía las manos en los bolsillos—. Sólo pensaba que habías estado actuando con extrañeza, marchándote con tanta prisa antes de poder hablar contigo.
—No me había dado cuenta de que te hubieras fijado —dijo _______ antes de poder morderse la lengua—. Estabas demasiado ocupado.
_______ vio que la expresión de humor de los ojos de Joseph se volvía más intensa, y se sintió irritada consigo misma.
—Entiendo —dijo él.
—Dudo que lo hagas —respondió _______—. Si quieres coquetear con lady Benedict, no es asunto mío.
—Pues claro que no —dijo él en tono tranquilizador.
—¡Me da igual! —respondió _______ con gesto infantil.
—Ya sé que te da igual —concedió Joseph.
_______ lo miró, frunciendo el ceño. No estaba del todo segura de por qué aquella insatisfactoria conversación sólo estaba consiguiendo que se sintiera peor, pero así era. Le recordaba mucho a sus discusiones de cuando eran niños, pero con un elemento añadido de ironía adulta que no lograba explicarse.
—¿Por qué me das la razón? —le preguntó ella.
—Porque pensaba que te tranquilizarías —respondió Joseph.
_______ reprimió las ganas de patalear.
—¡Pues no lo hagas!
—Hoy estás muy enfadada —observó Joseph.
—Felicidades por tu perspicacia. Por supuesto que estoy enfadada —dijo _______—. Me duele la cabeza, y tú me quieres provocar, como hiciste anoche.
Se produjo un repentino silencio preñado de significado. El tono del encuentro cambió en un instante.
—Supongo —dijo Joseph, acercándose un poco más a ella—, que no dormiste demasiado bien anoche, _______.
________ levantó la vista y vio la pregunta en sus ojos. El corazón le dio un vuelco. La noche anterior habían estado jugando, pero no tenía intención de volver a hacerlo. Había sido demasiado turbador para ella. Lo que había empezado como un plan para darle una lección casi había terminado con su propia caída. Había estado a punto de sucumbir a su habilidosa seducción.
—¿Por qué ibas a pensar eso? —le dijo con frialdad mientras se apartaba de él adrede.
Joseph la siguió.
—Porque yo no dormí —respondió él.
—¿Y bien? —________ arqueó las cejas—. No veo qué tiene que ver.
Joseph la miró significativamente.
—Entonces deja que te lo explique. No dormí bien porque estaba pensando en ti. Y tú, sospecho, no dormiste bien porque estabas pensando en mí.
________ se dio la vuelta. El corazón le latía aceleradamente.
—Estás equivocado, Joseph. Y tu arrogancia resulta odiosa. Que yo no pudiera dormir anoche no tuvo nada que ver contigo. ¡No me quedé despierta porque tus sueños turbaran mi descanso!
—¿De verdad? —dijo Joseph en tono pausado—. ¿Entonces por qué lo mencionas?
—¿Mencionar el qué?
Joseph sonrió, ________ rabió.
—Esos sueños turbadores, ________.
________ apretó los labios.
—¡Contrólate, Joseph! No todas caemos rendidas a tus pies. En cuanto a tu insomnio, no puedo ser responsable también de eso.
—Te hago directamente responsable —dijo Joseph, sin dejar de sonreír.
Se produjo otro silencio cargado de significados.
—Deberías darte un baño en el agua fresca del río —dijo _______—. Eso curaría tus dificultades… y tus pretensiones.
—Gracias por la sugerencia —dijo Joseph con calma—. No puedo sino recordar lo que pasó la última vez que me di un baño en el río.
________ lo recordaba también, al detalle, por cierto.
—Entonces, si el agua fría no funciona, tal vez pueda darte un golpe en la cabeza —dijo con dulzura—. Será un placer para mí. Ya verás cómo vas a dormir como un bebé.
Joseph se echó a reír.
—Eres una oponente muy dura, ________.
—¡Contra tus engaños, sí! —_______ se dio la vuelta y cruzó el arco—. Es una tarea difícil, pero alguien debe hacerla.
Oyó sus pasos detrás de ella por el camino de grava.
—No creo que anoche en los establos sintieras simplemente indiferencia hacia mí —dijo Joseph—. Digas tú lo que digas.
________ se dio la vuelta para responderle.
—Anoche estabas jugando, de modo que se me ocurrió que yo haría lo mismo —dijo con frialdad—. Pero ya estoy cansada de ello. Vete y juega con lady Benedict. A ella le gustan estas cosas mucho más que a mí.
Tras un breve silencio, Joseph se echó a reír de nuevo.
—Muy bien, concedido… de momento —dijo—. ¿Amigos?
—Sólo eso —dijo _______, que le tendió la mano para estrechársela.
Pero cometió un error, porque en cuanto la mano de Joseph tocó la suya, _______ sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo. Vio que Joseph entrecerraba los ojos, como si estuviese leyéndole el pensamiento. Entonces empezó a pasarle el pulgar por la palma de la mano, multiplicando sus estremecimientos.
—Te has hecho un arañazo —le dijo, retirándole el encaje de la puñeta para revelar la piel blanca de su brazo—. ¿Cómo te lo has hecho?
—No es nada —_______ retiró la mano y se tiró de la manga con timidez; su gesto le hacía sentirse desnuda—. Me corté con el borde afilado de una vasija de barro cuando estaba ayudando a mamá a lavar las cosas, esta mañana.
Joseph miraba el arañazo con aire pensativo.
—Deberías ser más cuidadosa.
—No soy descuidada —________ frunció el ceño—. Aunque te doy las gracias por tu preocupación —miró hacia la terraza—. Deberíamos volver antes de que alguien comente algo sobre nuestra ausencia. No quiero darle a lady Benedict la oportunidad de hacer otro de sus desagradables comentarios. ¿Vas a tomar el té con nosotras, Joseph?
—No, gracias —dijo él—. No puedo soportar esa bebida tan insípida.
—Entonces te dejo para que te des un chapuzón en el río —dijo _______—. Por favor, ten cuidado de que nadie te vea. No todo el mundo tiene una constitución tan fuerte como la mía. El shock podría ser demasiado para ellos.
—¿Volverás a casa por ese camino? —le preguntó Joseph con una sonrisa en los labios.
—Desde luego que no —respondió _______—. Tomaré el otro. No querría repetir la experiencia.
Joseph le puso la mano en el brazo.
—¿No? —la desafió.
—Me parece —dijo _______— que estás tan enamorado de ti mismo que no necesitas la admiración de nadie, Joseph.
Joseph no dijo nada, sino que la miró de una manera que la contradecía con la mayor efectividad; y ________, que había jurado que había dejado a un lado el tema, le salió con una cosa para la que requería una respuesta.
—Anoche —le dijo apresuradamente—, te pregunté si estabas fingiendo conmigo, y tú no me contestaste. Estabas fingiendo, ¿verdad, Joseph?
Joseph sonrió.
—Deberías preguntarte a ti misma por qué eso te importa tanto, _______ —dijo.
Entonces hizo una inclinación y se alejó.
________ observó su partida con los ojos entrecerrados. Estaba enfadada consigo misma por haber bajado la guardia y haberle hecho una pregunta que mejor no hubiera preguntado. Y aun así, la noche anterior no le había contestado, y momentos antes había vuelto a hacer lo mismo. Tal vez sólo estuviera tomándole el pelo, pero… Volvió despacio a la terraza, y en su mente seguía dándole vueltas a lo mismo.
Sabía que la misma pregunta que le había hecho a Joseph, debería preguntársela a sí misma.
—¿Quién lo hubiese imaginado? —decía Richard Kestrel—. Cualquiera diría que están todas implicadas en ello.
—Es la peor suerte que he podido tener —concedió Joseph—. Apenas podía dar crédito a mis ojos.
Estaban en la sala de estar de Kestrel Court y habilidosamente atacando la última botella de coñac que Nicholas les había dejado antes de volver a Londres. También estaban jugando una partida de ajedrez.
—Lady Marney dijo que a ella no le pasaba nada —dijo Richard con una sonrisa—. Y la señorita Lang estaba enferma de verdad, según dijo su hermano. Envié a Bradshaw a que averiguara algo más de la doncella de casa de los Lang. La muchacha decía que la señorita Lang había tomado tanto vino en la cena de lady Marney que había tenido que meterse en la cama y no se había podido mover desde entonces.
—Podría estar fingiendo —dijo Joseph, que movió un peón y se echó para atrás a observar la estrategia de su amigo.
—Cierto… —suspiró Richard—, aunque no me imagino a la señorita Lang como una traidora. Además, tenemos candidatas más probables. Está lady Benedict y su aparente caída por las escaleras…
—Y lady Sally y la herida que se ha hecho en el jardín…
—Y la señora Stratton, que tenía un corte muy feo en la mano, que según ella se lo ha hecho con la rama de una zarza al pasar a caballo esta mañana —terminó de decir Richard—. ¿Y qué hay de la señorita Odell, Joseph? —Richard sonrió.
—Se ha cortado limpiando una vasija que su madre ha desenterrado esta mañana —le confirmó Joseph con pesar—. No creo que ella sea la persona que estamos buscando. Acúsame de parcialidad, y yo te haré lo mismo con la señora Stratton.
Richard se echó a reír.
—De la señora Stratton no puedo decir nada especial, salvo que no creo que sea la culpable.
—¿El instinto? —le preguntó Joseph en tono seco.
Richard se encogió de hombros.
—Mis instintos hacia la señora Stratton es mejor no discutirlos —le dijo con una sonrisa sardónica antes de inclinarse hacia delante y mover la torre para llevarse el peón.
—Lady Sally Saltire es desde luego lo bastante fría como para hacerlo con éxito —comentó Joseph.
—Y lady Benedict lo mismo —terminó de decir Richard pensativamente—. Anoche se marchó temprano de la cena, pero podría haberte esperado en la carretera para tenderte una emboscada —frunció el ceño—. Esta noche te veo más preocupado de lo normal, viejo amigo. Estás regalándome la partida.
—Reconozco que estoy algo distraído.
—¿La señorita Odell?
Joseph gimió.
—¿Cómo le hace uno el amor a la mejor amiga de uno, Richard?
Richard parecía divertido.
—Pensaba que era yo tu mejor amigo, Joseph. ¡No sé si preocuparme u ofenderme!
Joseph movió el caballo delante de la reina de Richard, y este la retiró directamente del tablero.
—Podrías probar el método directo —sugirió—. Dile exactamente lo que sientes por ella… ¡O demuéstraselo!
Joseph hizo una mueca.
—Eso es un poco demasiado directo, por mucho que concuerde con mis sentimientos. _______ cree que estoy jugando si trato de besarla. Ella tiene que aceptar todavía la idea de que podríamos ser más que amigos. No deseo ahuyentarla declarándole mis sentimientos, y arriesgarme a perderla antes de poder cortejarla propiamente.
—Entonces necesitas ser lento y sutil —dijo Richard, sonriendo—. ¿Podrás hacerlo?
Joseph se echó a reír.
—No suele ser mi modus operandi —reconoció—. Pero si uno desea mucho una cosa…
—Desde luego —dijo Richard—. Jaque mate.
Joseph suspiró.
—Al menos mis partidas de ajedrez mejorarían si progreso algo con ella.
—Lo dudo —dijo Richard—. Cuanta más frustración física tiene uno, menor es el poder de concentración —le pasó la botella de coñac—. Ah, y mayor la cantidad de coñac que uno consume. Confía en mí. Yo lo sé.
Joseph se sirvió otra copa.
—¿Entonces dónde nos deja esto? —preguntó Joseph.
—No hemos avanzado mucho. —Richard alzó su copa con ironía—. ¡Por el grupo de lectura de las damas de Midwinter! ¡De un modo u otro, nos dan sopas con onda!
Natuuuu!!!(:
Natuu!
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