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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

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Mensaje por Invitado Lun 30 Ene 2012, 4:09 pm

awwww k tierno final de cap sube pronto please esat agenial amo tu nove
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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu) - Página 7 Empty Re: "Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

Mensaje por MaferCastilloJonas Lun 30 Ene 2012, 4:47 pm

Si subeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee! please! fiel lectora lo juroooooooooooo!
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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu) - Página 7 Empty Re: "Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

Mensaje por MaferCastilloJonas Lun 30 Ene 2012, 4:47 pm

Massssssssssssssssss Caaaaaaaaap!
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Mensaje por # TeamBullshit Jue 09 Feb 2012, 9:56 pm

CAPITULO 20

Me pasé por el comedor de la oficina para rellenar mi taza de café antes de la reunión que tenía aquella tarde, pero el sexo volvió a cambiar mis planes.
Bueno, la verdad es que no fue el sexo, sino Marcy, que me miró con expresión picara y me dijo en voz baja:

—¡Ya lo tengo!

Me indicó que me acercara. Estaba sentada a la mesa del fondo, y supuse que, o acababa de meterse un montón de cocaína, o había vuelto a comer donuts. Al ver las delatoras manchas en la servilleta, busqué con la mirada el envoltorio, pero Marcy era una experta y lo único que podía incriminarla eran unas cuantas migas.

—¿Qué es lo que tienes, aparte de un atracón de azúcar que no has compartido?

—No —lanzó una rápida y elocuente mirada hacía el suelo, y añadió—: Ya sabes.
Tenía una bolsa a los pies. Era marrón y no tenía ninguna marca, era de ésas en las que suelen enviarse las revistas porno.

De repente, me di cuenta de que era el Blackjack. Teniendo en cuenta todo lo que he hecho a lo largo de mi vida, debería ser incapaz de ruborizarme, pero por desgracia, me pongo roja como un tomate a las primeras de cambio. Sentí que el rubor se extendía por mi pecho, mi cuello, y mi rostro.
Marcy se echó a reír, y me dijo:

—Es fantástico, hasta te he comprado pilas nuevas.

—Gracias, pero seguro que podría haber esperado hasta llegar a casa.

—Quería que pudieras utilizarlo cuanto antes. Qué mona, estás roja como un tomate.

—Genial —dejé sobre la mesa las carpetas que llevaba y agarré el paquete, que era más pesado de lo que esperaba. Al igual que la bolsa en la que lo había traído, no tenía ninguna marca identificativa. De repente, se me pasó una idea por la cabeza—, No lo has... probado, ¿verdad?

—¡Claro que no, _____________! ¡Qué asco!

Me eché a reír al ver su cara de repugnancia, y le dije:
—Tenía que preguntártelo, por si acaso.

—¿No vas a abrirlo?

—Aquí no.

—Ya, venga...

Marcy debería ser catalogada como una fuerza de la naturaleza, es imposible resistirse a ella cuando está empeñada en algo. Con sólo lanzarme una de sus miradas, consiguió que mis dedos empezaran a abrir el paquete.

—¿Es que sabes usar el truquito Jedi para controlar mentes?

—Mmm... Obi Wan está para comérselo.

—Dios, eres una pervertida —le dije, mientras abría la tapa de la caja.

—Es que Ewan McGregor está muy bueno... ¡venga, sácalo!

Recorrí la sala con la mirada, pero seguía estando vacía. Tampoco se oía a nadie en el pasillo. Bajé la mirada hasta la caja, y acabé de abrirla. El Blackjack estaba envuelto en plástico de burbujas. No parecía demasiado sexy; de hecho, si no hubiera sabido de antemano lo que era, habría pensado que se trataba de una vela grande o algo parecido, en vez de un juguete sexual.

—¡Sácalo!, ¡vamos a verlo! — dijo Marcy, entusiasmada.

—Creía que ya lo habías visto —le dije, mientras apartaba el plástico.

—¡Oh! Es tan elegante, __________... Igual que tú.

—¡Marcy; Los vibradores no son elegantes!

—Éste sí.

La verdad es que su diseño y su profundo color negro le daban cierto encanto estético. El mango de plástico encajaba a la perfección en la palma de mi mano, y el vibrador en sí era sólido y tenía un peso considerable. Por un instante, mi cerebro imaginó que sería igual de funcional como arma que como instrumento para dar placer.

—¡Enciéndelo!

—¡Ni hablar, Marcy! —apreté el Blackjack contra mi pecho para mantenerlo alejado de sus manos. Ella se echó a reír, y me dijo:

—¡Vamos, ________, tienes que asegurarte de que funciona! Espera, tengo las pilas en mi bolso.

Rasgó el paquete de pilas con una de sus largas uñas, y fue dándomelas una a una. Entraron en el Blackjack como balas en una pistola, y al cabo de un momento el aparato empezó a vibrar contra mí mano.
Las dos nos echamos a reír. Contemplamos el aparato de cerca como dos conspiradoras, mientras Marcy hacía comentarlos picantes y yo sacudía la cabeza.

—Perdón...

Apreté el Blackjack contra mi pecho mientras lo apagaba a toda prisa. La voz pertenecía a Lance Smith, uno de los Smith; Smith, Smith, y Brown. Era el más joven, el tercero, además de un tipo agradable con tres hijos y una mujer un poco entrada en carnes que a veces le llevaba la comida, y a la que le gustaban las trufas de Sweet Heaven; además, era mi jefe, así que no quería que me viera con mi nuevo vibrador.

—Hola, Lance. ¿Va a empezar ya la reunión? —le dijo Marcy.

—Sí. ____________, tienes los datos de las fundaciones benéficas, ¿verdad?

—Sí —lo dije con naturalidad, sin volverme a mirarlo.

—Perfecto. Ah, la reunión es en el salón principal, papá va a asistir también. Nos vemos en cinco minutos. Su padre era Walter, el primer Smith. Se había jubilado dos años atrás, pero le gustaba seguir en activo ocupándose de las obras benéficas de la empresa. Él también era un tipo agradable, y tampoco quería que viera mí juguete sexual.

—Será mejor que vayamos, no hay que hacer esperar a Walt —me dijo Marcy, en tono de broma.

Como no podíamos llegar tarde a la reunión y mi despacho estaba bastante lejos de la sala principal, tenía que encontrar un sitio donde guardar el Blackjack. Miré a mi alrededor, pero meterlo en el armario era demasiado arriesgado; con mi suerte, alguien lo encontraría al ir a por más café.

—Mételo en la caja y llévalo a la reunión, nadie sabrá lo que es —me dijo Marcy.
Volví a meterlo en el plástico de burbujas, pero no conseguí que encajara bien en la caja. Al oír voces procedentes del pasillo, me di cuenta de que mis compañeros iban ya hacia la sala de reuniones. No tenía tiempo de lidiar con el problema del vibrador.

—Quita el plástico —Marcy tiró el plástico de burbujas a la basura, y yo metí el vibrador en la caja—. Ya está.

Después de cerrar la caja, agarré mis carpetas y le dije:

—lista.

Marcy y yo no solíamos tener demasiada interacción en cuestiones laborales, porque ella trabajaba con cuentas personales y yo me ocupaba de corporaciones. Uno de los proyectos en los que trabajábamos juntas era la participación anual de la empresa en la fiesta de Harrisburg Los Niños Son Nuestro Futuro. Era un evento en el que las empresas de la zona colaboraban con exposiciones, comida gratis, demostraciones, y muestras de regalo, y la recaudación se destinaba a asociaciones de ayuda a los niños del condado de Dauphin. Aquel año no sólo pedían que las empresas pagaran por poner sus casetas, sino que también pedían que los empleados colaboraran con donaciones individuales.

Después de dejar mis cosas sobre la mesa, charlé con mis compañeros mientras esperábamos a que llegara todo el mundo. Mis ojos se encontraron con los de Lance por un instante, pero él se apresuró a apartar la mirada; al cabo de unos minutos, todos los miembros del comité estábamos allí, así que empezamos la reunión.
Habíamos reservado una caseta en una de las zonas más concurridas del evento, que iba a celebrarse en el centro comercial de Strawberry Square. Se trataba de un lugar lleno de tiendas que tenía una distribución un poco enrevesada, y el año anterior nos había tocado en un rincón. Habíamos vuelto a casa con casi toda la mercancía que habíamos llevado.

Primero se leyeron los informes del hombre que iba a montar y a desmontar la caseta, y de la mujer que iba a encargarse de supervisar la repartición de información, libretas, bolis e Imanes con el logo de la empresa. Para los niños teníamos globos, palomitas, y también bolsitas llenas de golosinas y de pequeños juguetes de plástico. Marcy iba a encargarse de la máquina de las palomitas, y yo de las contribuciones tanto de los empleados como de la empresa en sí.

—Tu turno, ______________ —me dijo Walter Smith, que presidía la mesa.

Aparté a un lado la caja con el Blackjack, y abrí un dossier. A pesar de que conocía a todos los presentes... bueno, a algunos mejor que a otros... estaba un poco nerviosa al tener que hablar delante de todos ellos. Supongo que era por cómo me miraban, como si mis palabras tuvieran importancia.

—Durante los últimos cuatro años hemos establecido una buena relación con la Fundación por la Sensibilización Ante los Abusos Sexuales. Como no está financiada por el gobierno, necesita nuestra ayuda. El año pasado usaron el dinero que donamos para comprar muñecas anatómicamente correctas, para que los niños puedan simular las situaciones que han vivido en caso de que no puedan articularlas verbalmente.

Me detuve y carraspeé un poco para aclararme la garganta. Deseé haber llevado una botella de agua, en vez de una taza de café que a aquellas alturas ya se habría enfriado.

—También utilizaron el dinero para que sus voluntarios aprendieran a utilizar las muñecas. Barry Lewis, el director de la fundación, me ha dicho que quieren destinar lo que saquen este año a organizar una serie de campamentos de verano en los que se impartan clases de seguridad personal.

—Buena idea —dijo Walter.

—Propongo que la fundación siga siendo nuestra beneficiaria en este evento, ¿alguna objeción? —recorrí la mesa con la mirada. Como cada año, esperaba que alguien se opusiera, pero todos mostraron su aprobación, como siempre. Aquella reacción hizo que recordara que debía tener más fe en mis compañeros de trabajo, que hay gente solidaria.

Se propuso que se podría vender comida para recaudar las donaciones de los empleados. Cocinar se me daba fatal, y vi que Marcy también hacía una mueca; al final, decidimos vender caramelos.

Walter me miró con una sonrisa cálida cuando cerré mi dossier, y me dijo:
—Gracias, _________. Te agradecemos el trabajo y el empeño que has puesto en este asunto.

Su elogio hizo que me sintiera halagada, y le devolví la sonrisa. Le tocó el turno a Lance. El zumbido empezó cuando se levantó y se puso a hablar de la logística del evento, de quién iba a quedarse en la oficina aquel día y quién estaría en Strawberry Square. AJ principio, nadie más se dio cuenta, aunque yo me había puesto rígida en cuanto había empezado el zumbido.
Mantuve la mirada apartada de la caja en la que estaba mí Blackjack, y tampoco fui capaz de mirar a Marcy, que estaba sentada enfrente de mí. Me relajé cuando el zumbido se detuvo al cabo de unos segundos, y Lance siguió hablando mientras repasaba las listas que había en la pizarra.

El zumbido empezó de nuevo, y aquella vez sonó con más fuerza. Marcy empezó a toser para disimular una risita, y yo me tensé de pies a cabeza. Me mordí la lengua con tanta fuerza para intentar contener una exclamación de horror, que creí que me había hecho sangre. Lance nos miró a la una y a la otra con cierta perplejidad, pero siguió hablando.

Marcy estaba intentando llamarme la atención, pero yo estaba muy ocupada intentando mover un poco la caja para ver si el vibrador se paraba por sí solo. Lo único que conseguí fue empeorar aún más la situación.
Marcy empezó a reír en voz baja, y la gente nos miró con curiosidad. Me mordí el labio, y puse la mano sobre la caja. La vibración se acrecentó, parecía un enjambre de abejas.

El sonido estaba acaparando la atención de todos Los presentes. Sí me hubiera pasado algo así meses antes, habría sentido pánico, pero en aquella ocasión me cubrí la mano para contener mi risita desesperada mientras intentaba sacudir la caja para que el vibrador se parara.
Lance se calló y se volvió hacia mí de nuevo. Todo el mundo estaba mirándome. Agarré la caja y la sacudí, con lo que el volumen del Blackjack subió aún más.

—Es un regalo que me ha hecho una amiga —dije, sin demasiada convicción, mientras el zumbido continuaba—. Es uno de esos gatos de juguete...

Marcy se echó a reír a carcajadas, y dio una palmada en la mesa. Como no era una reacción inesperada en ella, nadie pareció hacerle demasiado caso; por el contrario, creo que ninguno de los presentes me había visto reaccionar de forma tan extrema.
La risa es contagiosa. Las carcajadas de Marcy se mezclaron con las risitas de Brian Smith y de Walter Smith, y con la risa generalizada de todos, incluyéndome a mí. Sacudí la caja de nuevo, y al ver que el ruido seguía ganando intensidad, la golpeé contra la mesa.
El zumbido se detuvo por fin mientras seguíamos riendo. Lo que me hacía más gracia era que ninguno de los demás sabía cuál había sido el detonante de tanta hilaridad. Tardamos unos cinco minutos en ponernos a trabajar de nuevo. Cuando Lance dio por terminada la reunión y todos empezamos a levantarnos, me aseguré de agarrar la caja con mucho cuidado.

—___________, ¿podemos hablar un momento? —me dijo Lance, mientras los demás iban saliendo.

Vacilé por un segundo. Por acuerdo tácito, él y yo manteníamos las distancias todo lo que podíamos. No hacía falta que él supervisara mi trabajo, pero estaba disponible en las ocasiones esporádicas en que tenía que ir a preguntarle algo; además, se encargaba de elaborar mi evaluación anual, en la que siempre me daba las notas más altas y un aumento de salario por encima de la media. El hecho de que quisiera hablar conmigo después de una reunión tenía que tener algo que ver con el trabajo, eso creí.

—Claro —le dije, con una sonrisa cauta.

Esperó a que todos los demás salieran de la sala antes de hablar.
—Nunca te había visto reír así.

—Ah. Lo siento, Ha sido inapropiado, discúlpame.

—No, no hace falta que te disculpes. Sólo quería decirte que he notado que estás un poco... diferente desde hace unos meses.

—Si hay algún problema con mi trabajo...

—No, _______________. Tu trabajo es excelente. Los clientes te adoran, estamos muy satisfechos contigo.

—Entiendo —a pesar de que asentí, lo cierto es que no estaba segura de adonde quería llegar, y estaba empezando a ponerme un poco nerviosa.

Cuando me miró sonriente, me pareció la viva estampa de su padre.
—Lo que quiero decir es que últimamente pareces más feliz, nada más. Nos gusta que los empleados estén felices.

Agarré mis carpetas para ocuparme con algo, y le dije:
—Siempre me ha gustado trabajar aquí, Lance. Creía que lo sabías. Triple Smith es una gran compañía, y se preocupa por sus empleados.

—Gracias, nos esforzamos por crear un buen ambiente. Pero no sólo me refería a eso, _______________-

No hacía falta que dijera nada más. Intercambiamos una mirada, y aunque fue él quien apartó los ojos primero, entendí lo que quería decir.
—Gracias, Lance. Sí, soy muy feliz —le dije, con voz suave.

—Bien, muy bien. Me alegro.

Fue un detalle que se hubiera dado cuenta. No dijimos nada más al respecto, pero tampoco hacía falta. Lo seguí con la mirada mientras salía de la sala. Sí, la gente es solidaria.

Después de sacar mi cubo de basura, me di cuenta de que, por segunda vez en una semana, los de la señora Pease seguían en el pequeño callejón que separaba nuestras casas. Era muy raro que se le olvidara sacarlos, y como cada noche había visto luz en alguna de sus ventanas, estaba claro que no había estado fuera. Miré en uno de los cubos, y al ver que sólo había unas cuantas hojas de papel en el fondo, fui a llamar a su puerta. Era algo que sólo había hecho una o dos veces antes, cuando el cartero me había entregado por equivocación alguna de sus cartas.
Contestó al cabo de unos segundos. Se tapó mejor el cuello con la bata, como si tuviera frío, a pesar de que la noche era bastante cálida. Solía llevar el pelo rizado, pero en ese momento parecía lacio.

—Hola, señorita ________ —parecía pálida y cansada, pero me miró con una sonrisa
—. ¿En qué puedo ayudarla?

—He visto que no ha sacado la basura, así que he decidido pasarme a verla para ver cómo está.

—Qué amable —era obvio que lo dijo con sinceridad—. Últimamente no me encuentro demasiado bien y no me he visto con fuerzas de sacar la basura. Pensé que mi hijo vendría y se encargaría de hacerlo por mí, pero... —se encogió de hombros.

—Yo puedo ayudarla, si quiere.

Volvió a sonreír, y me dijo:
—No hace falta, querida. Seguro que Mark viene un día de éstos, él se encargará de sacarla.

—Como quiera, pero para mí no sería ningún problema. Puedo hacerlo en cuestión de minutos. Tenga en cuenta que el camión de la basura va a pasar hoy, después tendrá que esperar una semana entera.

Me miró vacilante, y al final asintió como si estuviera admitiendo algo ante sí misma. Se apartó a un lado, y me dijo:

—De acuerdo, sí de verdad no le importa... espero que Mark venga, pero no estoy segura de sí lo hará.

Nunca había entrado en la casa de la señora Pease, pero todas las de aquella calle tenían una distribución casi idéntica a la mía. Tenía un armario del que yo carecía y la escalera tenía un rellano, pero el resto era bastante parecido. Recorrí con la mirada la pequeña y ordenada sala de estar. La tele estaba encendida, los brazos del sillón estaban decorados con un par de tapetes, y el pañito de punto que había sobre el respaldo del sofá me recordó a uno que mi abuela tenía en su casa; de hecho, allí había muchas cosas que me recordaban a la casa de mi abuela... su calidez, y su ambiente acogedor.

—Pase, pase. La basura de la cocina está por allí... como vivo sola, no hay gran cosa.

Me condujo por el pasillo hacia la cocina, que estaba en la parte posterior de la casa; al contrario que la mía, que estaba equipada con electrodomésticos modernos y tenía tanto el suelo como los armarios nuevos, la de la señora Pease parecía sacada de los años cincuenta,
Me indicó el cubo de basura que había en un rincón, entre la puerta trasera y la nevera, y me dijo:
—Cuando los niños aún vivían aquí, teníamos que sacar la basura cada pocos días, pero de eso ya hace bastante tiempo.

—¿Cuántos hijos tiene? —le dije, mientras me acercaba al cubo. No estaba lleno, pero había que vaciarlo. Después de sacar la bolsa, la até mientras ella venía con una nueva.

—Ahora sólo dos. En 1986 perdimos a nuestra hija Jenny en un accidente de tráfico, pero veo a sus hijos de vez en cuando. Van a la universidad, su padre volvió a casarse.
Coloqué la bolsa nueva en el cubo, y le pregunté si podía lavarme las manos. Cuando me dijo que sí, me acerqué al fregadero y me las lavé con jabón que olía a manzanas verdes.

—Y tiene un hijo, Mark.

—Sí, mi Mark. Y Kevin.

—¿Viven cerca? —después de secarme las manos con un paño de cocina, me volví a mirarla. Parecía tan triste, que yo también me entristecí.

—Kevin se ha marchado fuera. Mark vive en la ciudad, pero... no lo veo mucho. Está muy ocupado.

Sí, demasiado ocupado para visitar a su madre y encargarse de sacarle la basura, me dije para mis adentros. Me sentí culpable de inmediato, porque al menos la visitaba de vez en cuando; en comparación, yo era una hija horrible.

—Gracias por ayudarme, querida.

—Sí necesita algo, recuerde que estoy justo al lado. Estaré encantada de venir a echarle una mano.

Negó con la cabeza. Su suave melena de pelo blanco parecía una nube de algodón alrededor de su cara redondeada.

—No quiero molestarla, señorita ___________.

—No es ninguna molestia, de verdad.

No hay nada como los remordimientos de conciencia para hacer que una le haga espontáneos y ligeramente desesperados ofrecimientos a vecinas de avanzada edad.
Ella se acercó a un armario, sacó un plato de galletas, y me preguntó:

—¿Quiere una?

—Sí, gracias —azúcar. La galleta estaba buena, aún no se había endurecido—. La verdad es que apenas sé cocinar. Se echó a reír, y me dijo:

—¡Todas las jóvenes deberían aprender a hacerlo, querida!

—A mi madre nunca le han interesado demasiado las tareas domésticas —comenté, mientras seguía comiéndome la galleta.

A pesar de que no se encontraba bien, la señora Pease seguía siendo tan perceptiva como siempre,

—No la ve demasiado a menudo, ¿verdad?

Me limité a negar con la cabeza. Creí que iba a soltarme un sermón, pero suspiró y añadió:
—Cómase otra, querida. Y tenga en cuenta que nunca es demasiado tarde para aprender a cocinar.

Agarré otra galleta, y ella guardó el plato antes de limpiar con un paño unas cuantas migajas que habían caído sobre la mesa. La segunda galleta estaba tan deliciosa como la primera. Cuando me la comí, agarré la bolsa de la basura y le dije:
—Voy a sacarla, ¿tiene algo más para tirar?

—No. Dentro de una semana habrá que volver a sacarla, le agradecería que se pasara por aquí si le va bien. Prepararé galletas, podrá ver cómo lo hago... si le apetece.

—Será un placer.

Intercambiamos una sonrisa, y saqué su basura. Después de colocarla junto a la mía, me volví hacia ella y le dije adiós con la mano. Me sobresalté al ver que un coche patrulla se detenía a mi lado y me pregunté sí había quebrantado alguna ley, pero el policía que se bajó del vehículo se limitó a saludarme con un gesto de cabeza antes de abrir la puerta trasera.

Me quedé atónita al ver que Gavin salía del coche. Al menos no estaba esposado, aunque a juzgar por su expresión, aquello no parecía ser ningún consuelo para él. Nuestros ojos se encontraron, pero se apresuró a apartar la mirada mientras el policía lo agarraba del codo y lo llevaba hacía su casa.

Aquello no era asunto mío, pero me quedé petrificada junto a los cubos de basura mientras la puerta de los Ossley se abría y la madre de Gavin lo metía de un tirón. Oí algunos gritos procedentes del interior, pero el agente mantuvo un tono de voz bajo y firme mientras hablaba con la señora Ossley sin entrar en la casa. Estuvieron hablando durante un minuto más o menos, pero fui incapaz de oír lo que decían; finalmente, el agente regresó hacia el coche patrulla.

—Buenas noches —me dijo.

—Buenas noches.

No podía preguntarle qué era lo que le había pasado a Gavin. Miré de nuevo hacia la casa, y después tapé los cubos de basura. Pensaba Ir hacia mi casa, pero mis pies me condujeron hacia la de los vecinos.
La señora Ossley abrió la puerta, y su expresión ceñuda se convirtió en una mueca de furia al verme.
—¿Qué cojones quiere?

No dejé que su hostilidad me amilanara, y le dije:
—He venido a ver si Gavin está bien.

Me miró de pies a cabeza con una expresión cada vez más tensa y dura, como si acabara de morder una manzana y hubiera encontrado medio gusano. A pesar de que llevaba tacones altos, yo seguía siendo unos cinco centímetros más alta que ella, y aquello pareció irritarle aún más. Se cruzó de brazos, y me fulminó con la mirada al decir:

—Está bien, lárguese a su casa.

—No sé qué es lo que he hecho para ofenderla, señora Ossley, pero le aseguro que lo único que me interesa es el bienestar de Gavin.

Me miró con tanta furia, que no pude evitar retroceder un paso. Se echó a reír, y sacó un cigarrillo del paquete que tenía en la mano. Después de encenderlo, dio una calada y me echó el humo a la cara.

—Sí, claro. Apuesto a que es lo único que le interesa.

Se me formó un nudo en el estómago al ver el odio y la inquina que me tenía, pero el recuerdo de los cortes que se había hecho Gavin impidió que me fuera.

—¿Puedo entrar?

—¡Ni hablar! ¡Métase en sus propios asuntos!

Miré por encima de su hombro, y vi a un hombre en el pasillo... era Dennis. Noté un ligero movimiento en la escalera, y la señora Ossley se giró para ver qué era lo que me había llamado la atención.

—¡Vuelve a tu habitación ahora mismo, Gavin! —se volvió de nuevo hacia mí, y me dijo—: Nosotros nos ocuparemos de él, señorita __________. Vaya a jugar con el hijo de otra persona.

Intentó cerrarme la puerta en las narices, pero alargué la mano para Impedírselo. Sus palabras no me habían hecho ninguna gracia.

—¿Qué ha querido decir con eso? —le pregunté.

—Gavin me lo contó todo.

—¿Ah, sí?

Cuando volvió a mirarme de pies a cabeza, me pregunté qué era lo que veía. Llevaba ropa de trabajo... una falda negra, una sencilla blusa blanca, y zapatos de suela baja; desde Juego, no iba a ganar ningún concurso de moda en comparación con su extremado top con lentejuelas, su falda corta y sus sandalias de tacón. Pero a pesar de que mi ropa era cómoda y sencilla, no merecía su mirada desdeñosa.

—Sí, claro que sí. Me contó cuánto la ha ayudado a... pintar su comedor.

—Sí, me ha ayudado mucho.

Ella soltó una carcajada llena de ironía; estábamos tan cerca, que podía ver las marcas de acné que tenía en las mejillas, A pesar de que había intentado disimularlas con maquillaje, seguían siendo visibles. No tenía ni idea de cuántos años tenía. Era lo bastante mayor como para tener un hijo de quince años, pero quizá tenía una edad parecida a la mía.

—Sí, mi hijo ha pasado mucho tiempo con usted — me tiró otra bocanada de humo. Tenía las uñas y los labios pintados de rojo—. No hay manera de que limpie su jodida habitación, pero tiene tiempo de sobra para ir a pintarle las paredes.

—Lo siento, le dije a Gavin que tenía que cumplir con sus obligaciones antes de venir a ayudarme.

Tuve ganas de volver a retroceder ante la hostilidad que seguía emanando de ella, pero me aferré a la baranda de su porche para contenerme. Yo lijaba y pintaba la mía cada primavera, pero aquélla estaba desconchada y raspaba. Me apresuré a apartar la mano.

—Me alegra mucho saber que está tan preocupada por mi hijo como para encargarle que se ocupe de todo el trabajo sucio por usted, pero el hecho de que le pida que sea un buen chico y que se ocupe de sus tareas no parece servir de gran cosa, ¿verdad?
Seguía sin acabar de en tender por qué estaba tan furiosa conmigo. Quizá era porque la había visto lanzándole libros a su propio hijo... Yo en su lugar también me habría sentido avergonzada.

—Siempre he valorado la ayuda de Gavin. Estaba dispuesta a pagarle y le he ofrecido dinero varias veces a cambio de su trabajo, pero él siempre se ha negado a aceptarlo; sin embargo, puedo entender que la ayuda que me ha prestado haya podido causar problemas en su casa...

—Así que puede entenderlo, ¿no? Estoy segura de que estaba dispuesta a pagarle... sí, de eso no hay duda, ¡mi hijo me lo contó todo!

—¿Ah, sí? —la miré con perplejidad. No entendía adonde quería ir a parar, pero supe sin lugar a dudas que aquello no iba a acabar bien—. Señora Ossley, le aseguro que mi única preocupación es el bienestar de Gavin. Hay ciertas cosas que creo que debería saber...

—¡No me diga lo que debería o no debería saber sobre mi propio hijo!

Volví a ver por encima de su hombro un ligero movimiento... a mitad de la escalera había una figura vestida con una sudadera negra con capucha. Cuando la señora Ossley dio un paso hacia mí, retrocedí un poco de inmediato; al bajar varios de los escalones del porche, quedé por debajo de ella, y eso pareció envalentonarla.

—Señora Ossley, su hijo ha estado... —me detuve al ver la cara pálida de Gavin, que seguía medio oculto entre las sombras de la escalera, Aquello no era asunto mío, pero... ¿era responsabilidad mía?—, Gavin ha estado haciéndose cortes —alcé la barbilla, para demostrarle a aquella mujer que no estaba dispuesta a dejar que su malicia me impidiera intentar ayudar a su hijo—. Creo que debe saberlo.

Ella soltó un bufido burlón, y me dijo:
—Sí, Gavin también me habló de eso... me contó que usted le había pedido que se quitara la camiseta. ¿Cómo se le ocurre pedirle a un chico de quince años que se quite la camiseta?, ¿qué pretendía?

La acusación Implícita era tan obvia, que bajé el resto de escalones.

—Todas esas tardes que mi hijo pasó en su casa, ayudándola a pintar... ¿cómo le ha pagado, señorita __________? ¿Le gusta pervertir a quinceañeros?

—No —tuve que tragar con fuerza para conseguir que aquella simple palabra se abriera paso por mi garganta constreñida—. No, claro que no. Está tergiversando las cosas...

—¿Ah, sí? Está un poco crecidita para jugar a los médicos, ¿no? ¿Cómo cree que va a reaccionar un chico de su edad en una situación así?

—Señora Ossley, está muy equivocada...

Al parecer, no le habían enseñado que interrumpir a una persona era de mala educación, porque me espetó:
—¿Está diciendo que mi hijo es un mentiroso?

—¿Gavin le dijo que mi comportamiento había sido... inapropiado?

Inapropiado, Si yo hubiera hecho lo que la señora Ossley estaba insinuando, definir así mi comportamiento habría sido quedarse muy corto. Miré hacia la escalera para intentar verle la cara, pero él había retrocedido varios escalones y estaba fuera de mi campo de visión.

La señora Ossley soltó una carcajada llena de crueldad.

—Me contó que usted quería que lo ayudara con un proyecto especial, que le ofreció una bebida...

Me dio igual que fuera de mala educación, la interrumpí en cuanto oí aquellas palabras.

—¿Le dijo que yo le había ofrecido alcohol?

—¿Le gusta corromper a menores?, ¿le excita emborracharlos y exhibirse delante de ellos? Un quinceañero estaría dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de ver una teta, ¿verdad? ¡Apuesto a que estaba encantada con la situación!

Me quedé tan atónita, que fui incapaz de responder. Mi silencio no la detuvo, siguió hablando mientras iba alzando la voz.

—Seguro que pensó que podía manejarlo a su antojo, ¿verdad? Que podía hacer que se quitara la camiseta, que podía emborracharlo... ¡mí hijo era un buen chico hasta que usted empezó a pervertirlo! —sus últimas palabras parecieron resonar en la calle.

—Los trapos sucios se lavan de puertas para adentro —murmuré sin pensar.

Quería pedirle que no siguiera hablando, que se callara, que dejara de avergonzarme. Me imaginé cortinas entreabiertas, y vecinos asomándose y escuchando todas aquellas mentiras.

—¿Qué?, ¿qué es lo que ha dicho? ¡Dé gracias a que no la denuncio! Total, nadie movería ni un dedo... Gavin es un adolescente, es normal que esté dispuesto a tirarse a una mujer que...

—No he hecho nada inapropiado con su hijo, señora Ossley —mis palabras congelaron el aire que había entre nosotras. Aquella mujer estaba tan convencida de lo que decía, que no prestó ni la más mínima atención a mi defensa—. Es cierto que le pedí que se quitara la camiseta, pero lo hice porque me preocupaban los cortes que se había hecho en el estómago. Y sí, también es cierto que hemos pasado bastante tiempo juntos, pero jamás... yo jamás...

Fui incapaz de seguir, y ella aprovechó la oportunidad para señalarme con el dedo. A pesar de que su expresión de furia le afeaba el rostro, me di cuenta de que Gavin y ella se parecían mucho.

—¡Podría denunciarla por darle alcohol a un menor... y por todo lo demás! —se cruzó de brazos, y añadió—: ¡El hecho de que Gavin no se resistiera no la autoriza a aprovecharse de él!

—Nadie se merece algo así.

Parecía estar esperando a que yo añadiera algo más, pero fui incapaz de seguir hablando. Lo que aquella mujer acababa de decirme me repugnaba. Fui hacia mi casa, y ella se giró para seguirme con la mirada mientras encendía otro cigarro.

—¡Manténgase alejada de mi hijo! ¡Si no lo hace, llamaré a la policía!

Me detuve con la mano en la barandilla de mí porche, Las cortinas que había Imaginado entreabriéndose permanecieron cerradas a lo Largo de toda la calle... bueno, todas menos una. La de una de las ventanas de la segunda planta de la casa de los Ossley. Alcancé a ver una cara muy pálida enmarcada por una capucha negra, pero desapareció en cuanto se dio cuenta de que Lo había visto.

—No se preocupe, señora Ossley, no volveré a acercarme a él.
# TeamBullshit
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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu) - Página 7 Empty Re: "Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

Mensaje por fernanda Vie 10 Feb 2012, 3:03 pm

OH POR FAVOR SÍGUELA!
fernanda
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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu) - Página 7 Empty Re: "Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

Mensaje por fernanda Lun 30 Sep 2013, 4:32 pm

DIOS !ACASO ESTA NOVE SE CANCELO? EN SERIO ME GUSTABA
fernanda
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"Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu) - Página 7 Empty Re: "Dentro y fuera de la cama" (joe jonas y tu)

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