The Game ☢

Estamos en pleno invierno y el frio se cuela por las paredes de Craft hasta calarme los huesos, tal vez me debí haber puesto aquel abrigo de dril negro producto de una navidad hace ocho años, sin embargo el desgaste es notorio y las polillas tampoco le han dado un descanso, gracias a eso ahora mi mandíbula se desencaja apenas unas pulgadas de un lado a otro por la forma en la que estoy tiritando, pero eso no parece notarlo el hombre frente a mí, así como tampoco notó —o ignoró— mi rostro y el modo como se ve, estoy segura de que el maquillaje no fue suficiente para cubrir las ojeras ni disimular los ojos rojos del insomnio de la noche anterior, así como tampoco encontré una forma para que el color de mi piel no se viera tan pálido que me hiciera parecer un fantasma.
— Así que sería algo como servicios generales, ¿verdad? —pregunta después de darle un trago a su bebida.
—Bueno, si lo dices así, suena feo, pero sí, estoy limpiando mierda para ver si consigo un ascenso pronto. —Y aunque no se lo digo, la situación me molesta, no estudié tanto para terminar siendo la empleada de un fracasado, porque en realidad eso es Evan Carther, un simple ser aburrido y amargado vestido con trajes de imitación baratos, que se vanagloria en su pequeño puesto en “Investigación y Desarrollo”, mandando a personas como yo que buscamos una oportunidad de llegar alto, lo peor es que su frustración se puede sentir aún estando a yardas y me preocupa que pueda ser contagiosa.
—Aunque sabes que puedes trabajar en GFI —Global Financial Investors—, las puertas siempre van a estar abiertas para ti ahí. —Le escucho decir. Niall es el hijo de uno de los grandes magnates del país. Lo conocí en mi época universitaria en Columbia, claramente el recibió todo de sus padres, y recuerdo que lo odie por eso, y claro, otras cosas que ahora no valen la pena recordar. Mientras él salía de fiesta y disfrutaba de los placeres de la vida yo me encontraba trabajando turnos dobles para pagar la universidad, al menos la mitad ya que me había ganado media beca, pero en todo caso tuve que trabajar duro, e igual, mantener un apartamento en Boerum Hill no es nada sencillo, incluso aunque sea una basura rentada como esa. Tiempo después tuvimos que hacer un trabajo juntos y pudimos conocernos más, obviamente las cosas son muy diferentes ahora.
—Niall, en serio quiero conseguir esto por mí misma, nada de palancas ni empujoncitos. —Veo como pone en blanco los ojos—. Mira Horan, creo que me conoces lo suficiente como para saber que rodando los ojos no consigues nada —le digo enojada y cruzo los brazos. En serio me molesta que las cosas sean regaladas y he trabajado mucho en esta vida para tener lo poco que tengo como para permitir que me regalen mi trabajo soñado—. De cualquier forma ayer entregué un informe que creo será mi pase de salida del cargo de asistente. —Y es verdad, estuve hasta tarde revisando muchos estados financieros, movimientos bancarios, nominas, etc.; de una empresa petrolera en Oklahoma que estuvo tomando malas decisiones los últimos meses y que ahora solo tiene como salida la liquidación, aún cuando sus más de cinco mil empleados se queden sin trabajo, pero es algo que en realidad no me preocupa, aunque creo que es mejor no pensar en ese tema. —Más bien dime, ¿a qué se debió esa llamada tan intempestiva? Te hallaba desnudo tumbado en una toalla en la Habana —el rubio baja la mirada y se ve las uñas que están algo mordidas.
—Bueno, jamás olvidaría tu cumpleaños Clo —me dice con la vista aún fija en sus manos— por eso he decidido dejar mis asuntos y venir a verte. Ten. —Se saca un sobre negro del bolsillo y me lo pasa por encima de la mesa.
Dentro encuentro una tarjeta color nácar con bordes dorados.

CRS

CONSUMER RECREATION SERVICES



Código: 567892
PBX: 2879990

— ¿Centro de recreo y servicios? No me gustan demasiado los clubs.
—Simplemente llama a ese número. Te hacen la vida divertida ¿Sabes lo que es eso? —Ahora soy yo la que pone los ojos en blanco—. Es un servicio de entretenimiento.
— ¿Un servicio de compañía? —pregunto intentando ser graciosa pero a él no se le hace así, siempre lo mismo.
— ¿En serio crees que te daría algo así? —Me mira severo con los ojos azules congelados por la indignación y la mandíbula floja—. Es una profunda experiencia vital. Dime que llamaras. Lo observo atenta a su reacción, las presiones nunca me han gustado y él siempre las usa contra mí.
—Ya te dije que sí.
—No lo has hecho.
—Dime de qué se trata —le pregunto ya algo irritada.
—Es una sorpresa —esta vez puedo ver un atisbo de sonrisa en sus labios.
—Sabes que las detesto Niall. —Pero claro que lo sabe, esta vez no lo disimula y sus labios se curvan rápidamente en una gran sonrisa mientras mira detrás de mí. No es necesario que yo me gire, puedo escuchar las voces uniéndose para entonar el Happy Birthday, ha contratado a los meseros para que me lo canten aún cuando el resto de clientes nos observan, sin embargo a mi no me causa nada de alegría.

Vuelvo del restaurante después de despedirme de Niall y camino bajo los azulejos, lámparas de araña y ornamentos de acero que adornan el Chrysler Building, una compañera me saluda y me felicita por mi cumpleaños, le sonrió pero no me entretengo para no resbalar con los pisos de cerámica que acaban de limpiar, dirigiéndome hacia un elevador, el cual, como en todo edificio antiguo y elegante tiene música clásica, así que puedo escuchar la reproducción continua de la famosa Sonata Patética de Beethoven revotando contra los muros de la cabina. Marco una de las planta más altas y espero inquieta a que entre el último.
—Feliz cumpleaños —me dice un chico alegremente en cuanto entra al elevador, venía corriendo—, te compré esto. —Lo veo estirar su mano con un envase transparente a través del cual puedo apreciar una apetitosa porción de pastel, el mismo que se me antojo hace unos minutos de la cafetería del edificio pero que no pedí por la cantidad de calorías que contiene. —No tiene nada, lo acabe de comprar —dice ya que no le he recibido.
— ¿Te conozco? —le pregunto ignorando su mano suspendida en el aire.
—Vaya, que grosero. —Baja la mano con la torta y estira la otra para presentarse— Zayn —dice en cuanto se la estrecho, su mano es más fuerte y grande que la mía, así que termina cubriéndomela casi por completo—, soy el nuevo mensajero, trabajo aquí hace una semana.
—Chloe —le respondo—. No te había visto, creí que Mark Turner era el mensajero —digo dubitativa, aunque lo cierto es que hace tiempo no lo veo.
—Si bueno, siempre estas corriendo e incluso hemos estado a punto de chocar. Pero listo, ¿me lo vas a recibir? Es de esos que se sirven calientes y creí que tenías frio.
— ¿Acaso me estuviste vigilando? —Esto es muy extraño.
—No, pero tus dientes castañean. —Ahora me siento estúpida, ni siquiera lo había notado.
— ¿Entonces como sabes de mi cumpleaños? —digo en un intento vano de recuperarme, él sonríe.
—Acabe de escuchar a la mujer felicitándote. —La sonrisa en su rostro no se aplaca, eso me irrita.
—Mmm entonces supongo que esa es tu manera de ligar ¿no? —Esta vez soy yo quien sonríe ante la simple idea de él intentando algo conmigo, y no me arrepiento al ver sus ojos apagándose, un rayo de pena pasa por ellos.
—Bueno, —eleva sus hombros en un gesto despreocupado—, solo intentaba establecer amistad, pero si no lo quieres… —Comienza a alejar la mano con el postre de mí, lo miro de nuevo, intentando no parecer desesperada, paso saliva con disimulo y me arrepiento cuando ya es muy tarde.
—Okay. Pásamelo, muchas gracias. —Tomo entre mis manos el recipiente triangular y lo guardo con cuidado en mi bolso. Aunque creo que ahora parezco una niña de tres recibiendo dulces a extraños, pero bien, no importa, tengo frio y estoy en el trabajo.
—Bueno, aquí me bajo, adiós —me dice a medio edificio.
—Bien, te veo pronto —me despido y antes de que las puertas nos separen le escucho decir: «Eso espero». Que chico más extraño en realidad.
Finalmente el ascensor para en la planta sesenta y uno, la primera de las oficinas de Global Advisors S&P, de aquí para arriba todo les pertenece y aquí es en donde laboro como asistente hace dos meses. En cuanto piso el suelo de mármol me siento cómoda, una mujer ahora está limpiando las grandes letras negras que enmarcan la pared con el nombre de la empresa y me saluda con un gesto de su cabeza en cuanto me ve, le devuelvo el gesto y camino hacia la oficina de Carther a través de cubículos, muros color cascara y grandes ventanales con marcos de acero; después de seis oficinas me detengo frente a la puerta de roble americano y la abro. La brisa gélida en la oficina de mi jefe me golpea en la cara —le gusta tenerla así todo el tiempo sin importar el clima, supongo que con eso no siente su propio olor que es una mezcla entre sudor y cigarrillo—, por inercia subo un poco más la bufanda que llevo, no quiero agarrar un resfriado. Camino hacia la ventana y la cierro con cuidado sin acercarme mucho a la orilla.
Me doy la vuelta y observo el panorama, los muros están algo sucios, por el humo de los cigarros que se fuma a hurtadillas cuando esta estresado, y contrastan con el suelo que está recién encerado y brilla como si estuviera nuevo; el abrigo marrón y viejo en el perchero me indica que ya ha llegado, genial, ahora tendré que buscarlo por toda el piso; miro el escritorio en lapacho y camino hasta el, está lleno de cenizas, y en donde deberían estar estas, encuentro dos colillas, que bien, mi jefecito no ha perdido tiempo hoy, comienzo a organizar los papeles que ya ha desorganizado y me doy cuenta que muy en el fondo está el informe que me pidió y en el que tengo puestas mis esperanzas, las sienes me comienzan a palpitar fuertemente por el enojo, ¿cómo es posible que no lo haya revisado aún? Tomo con fuerza la carpeta blanca dispuesta a buscarlo para entregársela, cuando lo veo entrar.
Carther es un hombre mucho más alto que yo, con el cabello cano y los ojos tipo jordano, además de los dientes que ya se ven podridos por años y años de estar fumando. Recuerdo que la primera vez que lo vi me pareció un hombre tierno y sereno, que había llegado a un buen puesto en una buena compañía y ahora solo se dedicaba a trabajar y a ayudar a otros; esa impresión cambio en cuanto me pidió que le quitara un chicle que se le había pegado a un zapato, de ahí para delante solo mostro su forma de ser y lo mal que se sentía por haberse estancado en donde está ahora.
— ¿Qué haces? ¡Sabes que me gusta sentir la oficina fresca! —dice con el ceño fruncido mientras levanta la voz. Camina rápidamente por mi lado empujándome un poco al pasar y la abre con tanta fuerza que creo que la va a romper, después de todo el vidrio solo queda temblando. Y si, estas son el tipo de cosas que tengo que aguantar.
—Carther se que estas algo ocupado pero creo que esto podría servir para algo. —Pongo la carpeta ante sus ojos para que la agarre, cosa que hace de forma hostil.
—Fox, no tengo tiempo para estas cosas —dice lanzando la carpeta sobre su escritorio y desorganizando lo poco que yo había arreglado—. Ahora solo quiero beber café y trabajar en el caso Marshall. —Y con eso me indica que salga de la oficina y le traiga su express.

Me veo tentada a escupir en el pequeño vaso que contiene la bebida humeante pero creo que eso sería caer un nivel más bajo, así que me aguanto las ganas y aumento el paso antes de que me mande a llamar a gritos, Dios, ¿por qué me tocan estas cosas? No soy una santa pero tampoco he matado a nadie… o no que yo recuerde.
— ¡Maldición! — ¡Oh no! He ido tan distraída que le he regado a alguien el infernal express.
—Lo siento, disculpe —le digo mientras me quito la bufanda para limpiarlo, mis manos se detienen en cuanto se dan cuenta de lo que están tocando, es un torso musculoso y firme que apenas se contrae con el calor.
— ¿Y qué? —miro hacia arriba y me encuentro con unos ojos castaños que me observan con enojo bajo las pobladas cejas. El hombre que me lleva apenas unos años tiene el cabello del mismo color que los ojos y lo lleva peinado hacia un lado, su frente es algo ancha y tiene la piel de un rosa claro, además sus labios están fruncidos, es algo más alto que yo y tiene una pequeña marca en el cuello, viste un traje que según he visto podría ser Armani  y del que seguramente costara un ojo de la cara la tintorería.
—Yo, yo… —Me he quedado paralizada solo viéndole el pecho enmarcado por la camisa mojada, y la sensación de mis manos que aún siguen en él es estupenda, ¿Qué hago? Puedo sentir mi sangre corriendo y condensándose en mis mejillas; antes de que pueda decir o hacer algo para remediar mi error, se separa bruscamente, desabotonándose los primeros botones en el camino que lo aparta de mí y seguido por una castaña vestida tan bien como él y que se ha enojado tanto o más antes de llamarle «cariño».
—Muy buen trabajo Fox, si yo no la echo pronto entonces lo hará el señor Payne, supongo que ya tiene los días contados en esta oficina. Ahora vaya y me trae otro express, pero esta vez no lo riegue o sino perderá todo el día en idas y vueltas. —Deje de escuchar a Carther en cuanto dijo: «Payne». Magnífico, acabo de quemar al presidente de G.A. y me he quedado paralizada mientras lo manoseo.