The Game ☢

Corro tan rápido como me lo permiten los zapatos, tropezando con casi todo y manteniendo el equilibrio solo por suerte, hemos conseguido avanzar una manzana y Zayn ha comenzado a caminar más tranquilamente, sin embargo cuando creemos que todo andará mejor, la patrulla comienza a marchar lentamente tras nosotros.
—Eso, lento, no llamemos la atención, como si fuera un paseo —le digo. Pero no, él nunca puede hacer nada de lo que le digo. En cuanto ve un callejón a su derecha me dice que corra y de nuevo me veo en una maratón detrás de su trasero que está siendo alumbrado por una linterna—. ¡Por ahí no cabemos! —grito en cuanto veo que el final del callejón consiste en una esquina con un espacio muy reducido entre un muro y unas vallas metálicas. No obstante logramos pasar sin ningún rasguño, pero él sigue corriendo y a medida que avanza el tiempo, lo veo alejarse más y más—. ¡¿Piensas huir sin mí?! —Eso lo para en seco.
— ¡Ya eres mayorcita, no soy responsable de ti!
—No soy yo quien comenzó a correr. —Ahora escucho ladridos acercándose a nosotros.
—Ni yo quien se metió en esto. —Los ladridos se oyen cada vez más fuertes y él comienza a correr de nuevo, no sé por qué hago todo lo que él hace pero retomo la carrera. Llegamos a un pequeño andamio que conecta a unas escaleras de emergencia, Zayn coloca los pies en la improvisada escalera de madera pero no sube rápido y yo ya puedo ver al pastor alemán que se avecina. ¿Por qué me ha dejado atrás? Empujo su trasero con las fuerzas que me quedan haciendo que se vaya de bruces, de todas maneras se recupera velozmente y estira sus manos para ayudarme, pero ya es muy tarde, los dientes del maldito animal se han clavado en mi tobillo y no me permiten subir. Zayn tira de mí con más fuerzas pero siento como se me desgarra la piel entre los colmillos del can. Estoy desesperada y sé que él lo está también, intento tenerme de lo que sea, pero la madera esta mojada y las partes que no lo están tienen astillas que me lastiman las manos, creo que este será el fin y la policía vendrá a buscarnos por habernos metido así en las oficinas de CRS, y pasaré el resto de mis días en la cárcel a punta de pan y agua, y todos mis sueños habrán llegado hasta acá; y no sé cómo pero en un parpadeo le he pateado el hocico al perro y he subido hasta encontrarme segura.
— ¿Estás bien? —pregunta de pie a mi lado. Vaya, ¡esto me enoja tanto! Por su culpa ahora estoy medio coja.
— ¡Mierda! ¿Cómo te las has arreglado para llamar a los perros? —Pregunta retorica obviamente. Me pongo en pie sin su ayuda y comienzo a caminar.
—Que dulce —dice sarcástico. El perro sigue ladrando y caminando a nuestro lado, algunos pies más adelante se encuentra en una valla con unos buldócer que lo acompañan en su “parloteo”.
Llegamos al fin a las escaleras que conectan directamente con un edificio residencial.
—A que lo adivino, yo primero —dice él y sube recargándose en una tubería, yo le sigo mientras me sostiene pero en el trayecto resbalo y pierdo un zapato.
—Allá van mil dólares —me lamento.
— ¿Tus zapatos valen mil dólares? —pregunta asombrado.
—Ese sí. —Una de las “pequeñas” deudas que adquirí con la tarjeta de crédito. Continuamos subiendo y ahora estoy consciente de que él cree que estoy loca.

—Esto me da miedo. —Hemos entrado a un apartamento que apesta a fósil y que además estaría totalmente oscuro de no ser por los rayos de luna que se cuelan por las ventanas, la situación es realmente macabra y me hace temblar, creo que podríamos encontrar un cadáver en este recorrido. Zayn me toma por la mano tiernamente y me conduce por donde él va para que no me pierda. Salimos a un pequeño balcón, estamos como a tres o cuatro pisos del suelo, abajo hay otro callejón un poco más ancho en el que hablan tres hombres vestidos de blanco, frente a ellos hay dos contenedores de basura. Miro la escalera de emergencia, no parece muy segura. La toco para medir el terreno pero justo como lo pensaba esta cae al suelo ante el contacto, asustando a los tipos que vimos.
—Bien hecho. —Suelta con un suspiro.
— ¿Por qué yo? — ¡Estoy tan frustrada! Zayn me ignora y se sostiene de unas vigas para después subir sobre el barandal de acero y sostenerse de un tubo sobre su cabeza.
— ¡¿Qué haces?! ¡Eso es peligroso! —chillo preocupada.
—Creo que si nos tiramos desde aquí, la basura amortiguara la caída.
—No lo creo. Anda, ven, encontraremos otra forma.
— ¿Muy preocupada por el mensajero, Fox? —pregunta riendo, pero su risa queda eliminada en cuanto el tubo se mueve hacia el frente con él colgado, solo un chirrido infernal apacigua los sonidos provenientes de su garganta. Grita y yo intento agarrarlo de los pies pero es muy tarde, ya se haya suspendido en el aire—. ¡Mierda! —Se le suelta una mano—. ¡Mierdaaaa…! —Y cae. Siento el corazón en la boca, Dios, que no le pase nada. Miro hacia abajo esperando ver su cuerpo reventado como un huevo, pero el altísimo ha escuchado mi plegaria y Zayn está a salvo en uno de los contenedores.
Muy bien Chloe, ahora es tu turno, me digo. Paso mis piernas por el barandal y me sostengo, aún no estoy muy segura de lo que voy a hacer, uno de los hombres junto con Zayn me están mirando desde abajo.
— ¿Qué coño están mirando? —Ruedo los ojos por la ironía de la situación y sin siquiera contar me lanzo. Gracias a Dios el vestido es un poco tubo y no se levanta al chocar con el viento. El sentido de vacio es horrible y emocionante a la vez, y una vez más ruego al cielo que no me pase nada. Caigo de cola sobre una de las bolsas de basura, mi pie mordido se ha dado contra una caja y me ha hecho chirriar. Intento tomar impulso para levantarme, coloco mis manos en el frio metal de la caja en la que estoy y subo, los hombres que ahora veo son chinos, nos miran a Zayn y a mí y se ríen, claro, no todos los días ves personas lloviendo del cielo y aterrizando en basura.
—Mesa para dos. —Le oigo decir al moreno.


Hemos tenido una cena genial sin tocar el tema de lo que sucedió unas horas atrás. Nos hemos tomado otras copas y le he contado que me estoy quedando en casa de un amigo y ya que no hay tiempo de llegar hasta allá y estamos cerca de mi casa, me dice que me acompañara para que no me pase nada.
— ¿En donde es?
—Es ese edificio alto e iluminado que está justo ahí —digo señalándole la construcción con aparente humedad en sus muros.
—Vaya, diez pisos —responde algo sorprendido, aún así no es que yo esté tan alto, ni siquiera en la mitad.
—No es la gran cosa.
—Buena Chloe ¿en dónde estamos? Vives a muy poco de la gran manzana, ¿Cómo te permites mantener algo así? —Su emoción causa en mi curiosidad, nunca he creído que el lugar en el que vivo sea de lo mejor y no sé cómo se lo puede parecer a él, seguramente cambiara de opinión en cuanto esté en mis cuatro paredes. Lo miro y sonrió, preparándome para decir algo, unas sirenas a nuestras espaldas me distraen.
— ¿Va todo bien señorita? —Los dos nos giramos para ver al oficial en la patrulla que me ha hecho la pregunta. En realidad esto se ve algo extraño, vamos los dos muy cerca y él va descalzo ya que me ha prestado sus zapatos y sí, me encanto ese gesto.
—Sí, oficiales, y a ustedes ¿qué tal? —pregunto pero ellos no responden, solo siguen su camino.
— ¿Ves? Debiste dejar que te cargara, ¿qué tal que pisara caca por acá? ¿A? Dime. —Me rio ante su comentario y aunque tengo demasiadas ganas de besarlo desde hace como mil horas, no soy capaz, me dije y le dije que no lo volveríamos a hacer y por más que me cueste, estoy dispuesta a cumplirlo.

Finalmente llegamos al edificio y subimos algo cansados las escaleras hasta el cuarto piso.
—Entonces… aquí es —le digo abriendo con algo de nerviosismo la puerta. Zayn se queda viendo el pequeño apartamento en cuanto entramos, le muestro las dos habitaciones y le indico en donde está el baño.
— ¿Te importaría si me doy una ducha? —pregunta. Antes de que le responda ya se ha quitado la camisa dejando descubierto un torso tatuado y musculoso, y ahora va por el pantalón, creo distinguir unos bóxers grises. ¡Dios! Podría hacer tantas cosas con él. Pero no Chloe. Contrólate.
—No, tranquilo. Creo que tengo por ahí algo que puedas utilizar. —Encuentro una sudadera que Niall me dejo hace unas semanas y se la presto, después soy yo la que se da una ducha, en realidad aunque ninguno de los dos dijera nada, apestábamos por los desechos en los que caímos.
—Te llamaré un taxi —digo mientras le paso una taza de café humeante. No quiero que le pase nada.
—Eso estaría bien… Oye, ¿el edificio tiene terraza?
—Umm creo que sí, no estoy muy segura. No es un tema que influya mucho en mí.
— ¿Te parece si vamos mientras espero el taxi? —Todo menos eso.
—Está haciendo frio Zayn,  te lo muestro otro día.
—Ay, vamos Chloe, quiero ver la vista que tienes —dice con un puchero.
No puedo resistirlo y le digo que sí, así que nos aventuramos a la parte más alta del edificio con nuestras bebidas. Entonces me doy cuenta de que es la única persona a la que le funcionan los pucheros conmigo, esto es una mierda, una mágica mierda que me asusta.
—No puedo creer que no tengan elevador, diez pisos lo ameritan.
—Si bueno… no estamos en Manhattan —le digo y abro la puerta que conecta al exterior.
En realidad no es como me lo esperaba, alguien ha estado arreglando un pequeño jardín solo con flores blancas y rojas, y la noche es de hecho cálida para la hora, además el cielo está lleno de estrellas que centellean efusivamente como si se encontraran en una danza a la felicidad, verdaderamente romántico. Zayn se acerca un poco más al muro de cuatro pies y se asoma silbando.
—Vaya, la caída nos mataría en solo segundos. Ven a ver —me llama.
—No, gracias, prefiero ver las flores, están lindas ¿no? —Intento cambiar el tema.
—Creo que la vista desde acá es más linda Chloe, ven.
—No Zayn, acá estoy bien. —Él pone los ojos en blanco, esperando una explicación. Suelto un suspiro de irritación y le cuento—. Me dan miedo las alturas, ¿okay?
— ¿Entonces por qué subiste? —dice divertido.
— ¿Es enserio? Muy bien, bajemos. —Me doy la vuelta para volver a las escaleras pero él me alcanza rápidamente levantándome por el estomago y llevándome hasta la orilla—. ¡Mierda! Zayn déjame— digo agarrándole por la polera y empujándolo, pero él es mucho más fuerte y termina subiéndome en el pequeño muro de ladrillo hasta que mis piernas rodean su cuerpo para no caer. Puedo sentir la brisa y el vacio a mis espaldas, el vértigo no se hace esperar y un pequeño temblor comienza a recorrer mi cuerpo.
—La verdad ya lo sabía: la pastilla en el avión, el constante movimiento de tu pie durante el vuelo, la forma en la que temblaban las manos, justo como ahora… Aunque no pareciste temerle a las alturas cuando charlamos esta mañana y mucho menos cuando te lanzaste al basurero —dice mirándome a los ojos y sujetándome por la cintura.
—Bueno, es que… tú lo hiciste. No sé, simplemente me diste la confianza para bajar de ahí, quería… cerciorarme que estuvieras bien. —Esa confesión me sorprende tanto como a él y ahora me siento avergonzada, así que miro al cielo intentando dejar atrás la intensidad con la que sus ojos me miran.
—Nunca me hablaste de tu padre. —Esas palabras hacen que vuelva a la realidad y acaban con el romanticismo de la escena suicida en la que estoy.
— ¿Cómo? —No puedo evitar fruncir el ceño.
—Nunca me hablaste de tu padre —repite insistente. Yo lo miro pensativa.
—No es un buen recuerdo. —Buena respuesta para evadir.
—Nunca pedí buenos recuerdos. —Muy bien, quizás no muy buena—. ¿Qué te llevó a odiarlo tanto? ¿No hubo alguna vez una época buena? ¿O al menos buenos momentos?
Reflexiono sobre eso, con Patrick siempre fueron pocas palabras, muchas tareas y varios castigos extraños. Una buena época… acababa de llegar a esa casa con mi “madre” y solo tenía entre mis manos una pequeña maleta con algo de ropa que no quería que nadie más llevará por mí, Patrick salió de la cocina y sus ojos se iluminaron al verme,  jamás olvidaré la forma en la que sonó ese “hija” que dijo después, sus labios se movieron lentamente y su voz manifestó tanto amor que lloré en ese mismo momento, no había escuchado esas palabras jamás en mi vida pero aún así eran tan sinceras y reales en él que termine derrumbándome en sus brazos; si, ese fue un momento bueno. Siento una lagrima resbalar por mi mejilla, y otra le acompaña cuando recuerdo la primera vez que me acompaño al colegio para iniciar la secundaria, o la vez que me enseño a montar en bicicleta, o las veces en las que me llevaba a comer helado cuando perdía algún examen…, de pronto todo mi rostro esta empapado en lagrimas que Zayn limpia con el dorso de su mano; aspiro con algo de vergüenza y me canalizo, la imagen de Patrick moribundo cruza por mi mente, de nuevo esa mirada de decepción en sus ojos, la última mirada que me dedico antes de morir, me digo que es injusto conmigo misma llorar por alguien que nunca me demostró su amor en la forma en la que yo esperaba e ignoro las palpitaciones de mi corazón que me dicen que estoy mal.
— Zayn… siento mucho lo que paso en la cena con Harry, quizás podría hablar con él para que te devuelva tu empleo —digo al moreno intentando dejar la escenita a un lado.
—No —responde comprensivo apartando su mano de mi cara—. Era un trabajo de mierda, además no quiero que le pidas nada ¿vale? —Asiento con la cabeza. Y ya, eso era todo, quito mis manos de su pecho, que es en donde las he mantenido, y las subo hasta posicionarlas en su nuca, lo atraigo a mí y lo beso, de nuevo siento esa sensación tan maravillosa que sentí la primera vez que lo hicimos. Sus labios son suaves y desprenden un calor que se mezcla con mi respiración, sofocándome. Esta vez soy yo la que mueve la lengua sobre su labio para pedir permiso de algo más, y él lo permite, nuestras lenguas comienzan a danzar intensamente y puedo sentir como sus manos bajan para tocar lo que pueden de mi trasero. Y ya no me importa nada, no me importa que él sea un simple mensajero tonto y posesivo, ni me importa que me haya dicho a mi misma que nada de esto sucedería, ni mucho menos me importa el hecho de que con un movimiento en falso yo podría caer al vacío y terminar como… no lo sé, ¿cómo el ángel? No, nada de eso me importa. Además ahora es seguro que Styles ha pasado a un segundo plano.
Nos separamos un momento para respirar, pero me siento tan mal cuando lo hacemos que vuelvo a presionar su boca contra la mía para obtener más de él.

—Wow. No me esperaba eso —dice tomando aire en cuanto nos soltamos.
—Sí, bueno, yo tampoco. —Suspiro.
—Chloe… ese amigo tuyo es muy importante para ti ¿verdad? El de la tarjeta.
— ¿Niall? Sí, bueno, es mi mejor amigo.
— ¿Y tú no lo vez como nada más? O, ¿él a ti? — ¿Estamos hablando de la misma persona? Para ser honesta nunca he visto a Niall de esa manera y estoy segura de que él no me ha visto así tampoco.
—Zayn, Niall es como un hermano para mi ¿okay? De hecho es la única persona que me queda en el mundo aparte de la señora Johns, mi arrendataria, amm y claro, Jenna.
—Ahora también me tienes a mí. —Sonríe y aunque eso debería ser sincero, es una sonrisa triste que lo hace bajar la mirada, pero esto pasa tan rápido que cuando me doy cuenta me está dando un beso casto en los labios.
Después de otros diez minutos de besos vemos un taxi estacionando abajo. Ya es hora de que se vaya aunque yo no quiera. Bajamos tomados de la mano y en cuanto estamos en el cuarto piso lo empujo suave y tímidamente contra la pared y lo beso.
—Quiero que te quedes ¿sí? Baja y le dices al conductor que ya no lo necesitamos. —Lo beso de nuevo para convencerlo.
—Chloe, no quiero incomodarte, es mejor que me vaya a casa —dice eso serio y no lo entiendo. Aún así no estoy dispuesta a rendirme. Vuelvo a enredar una de mis piernas en su cuerpo para sentirlo más cerca de mí y noto una erección latente que empuja contra mi sexo, eso hace que suelte un pequeño gemido.
—No podrías incomodar, vamos ¿sí? —Saco la voz más sensual que tengo y le muerdo el lóbulo de una oreja. Él hace caso a sus impulsos y nos da la vuelta para colocarme a mi contra la pared y levantarme, enredo las dos piernas en él y siento sus manos recorrer la parte arriba de mi cuerpo.
—Está bien —dice con voz ronca  y me da un beso para sellar el trato. El hombre se está volviendo loco con el claxon así que Zayn me suelta y me promete que subirá en menos de cinco minutos.
Abro la puerta mientras lo veo perderse en las escaleras y voy directo al baño para arreglarme un poco. Me pongo algo de perfume e incluso abro una botella de champan que tenía en la nevera desde hacía un tiempo. Decido beber una copa para calmar las ansias de lo que ocurrirá y que hace un tiempo no experimento. Me sirvo otra y él nada que sube, y una tercera…
No he querido ver por la ventana porque no soy capaz de aceptar lo que está pasando. Finalmente me sirvo la quinta copa y siento el liquido, que ya está al clima, bajar lentamente por mi garganta mientras me acerco a la ventana para confirmar mis sospechas, él se ha ido.

— ¿Chloe? ¿En donde estas? Tenías que llegar hace una hora, Styles está muy molesto. —La voz de Jenna al otro lado termina de sacarme del estado de inconsciencia en el que me hallaba haciendo que termine sentada en la cama con un pequeño mareo, siento los ojos pesados y los labios hinchados. ¡Dios! Soy una estúpida.
— ¡Oh!, ¿Qué le has dicho? —No la dejo hablar y continúo—. Mira, estaré allá en media hora, por favor discúlpame con él ¿quieres?
—Ya es muy tarde nena, él canceló todo y me pidió que te dijera que tienes el día libre, parece que arregló una reunión solo con Roberts. —Mierda.
—Aish. Vale Jenna, oye, ¿me harías un favor? Se me quedo el bolso en el piso ‘31’, ¿podrías llamar a ver si lo reportaron en objetos perdidos?
—Okay nena. Y otra cosa, te llamaron acá para decir que tienen tu American Express en recepción, en el Affinia y quiero saber que hacías allá, ¿ves? Eres un desastre manejando dinero Chloe, no sé de qué te sirvieron esos años estudiando economía. —Esa es la amiga regañona que tanto quiero.
—Vale amiga, y… creo que yo tampoco lo sé. Ahora me iré a dar una ducha, hablamos luego, cuídate y gracias. —Cuelgo y reflexiono un poco. Las imágenes de la noche anterior están muy borrosas y siento una punzada en el pecho al intentar recordarlas ¿El Affinia? Ni en mis sueños he estado allá. Me levanto con frustración y siento los músculos de mi pie desgarrarse con cada estiramiento, maldito perro, me observo y me doy cuenta de que ahora hay una fina costra color marrón claro sobre la herida, el dolor solo ha sido momentáneo y la herida superficial, así que voy directo a la ducha, necesito despejar un poco más mi mente y estoy segura de que una lluvia caliente me ayudará.

—Hotel Affinia. Buenos días. —Me he decidido a llamar, quiero estar segura para no perder la ida.
—Soy Chloe Fox. ¿Tienen ustedes mi tarjeta American Express?
—Sí, señorita Fox, todo en orden. El vino y las flores están en la habitación.
— ¿De veras?
—Y acaba de llamar una señorita diciendo que aunque va algo tarde ya va en camino.
— ¿Ha dicho su nombre esa señorita?
—Lo siento señorita, no lo sé.
—Por supuesto que no. Gracias.
¿Una señorita? No quiero ni imaginarme la clase de señorita que podría ser. Pero bien Chloe, esto debe ser parte del juego, no te exasperes demasiado. Me pongo el abrigo de la noche anterior ya que el clima afuera está a unos cuantos grados por encima de cero y tomo el paraguas antes de salir, el cielo esta gris y tengo ni ganas remotas de mojarme el día de hoy.


El Affinia es un hotel algo lujoso cuya entrada esta tan iluminada como lo está la de un teatro. Me quedo afuera observando un momento las letras blancas rodeadas de bombillitos, el edificio tiene algunos años y luce aún casi nuevo, claro está, si se omiten algunas paredes amarillas propias del deterioro.
Ahora estoy un noventa y nueve por ciento segura de que mi tarjeta llego aquí a causa de CRS, he recordado parte de la noche —omitiendo la más dolorosa—, y el último lugar en donde estuvo esa tarjeta fue en el ascensor, así que si, ellos la debieron llevar, además Jenna me dijo que nadie había reportado nada, que nadie estuvo ahí anoche, todo muy extraño.
Una mujer me abre la puerta y entro por el vestíbulo de suelos grises y muros blancos, directo a la recepción, pero en el camino un hombre choca conmigo, sin embargo no alcanzo a decir nada ya que se ve tan rápido como llega.
Me acomodo el abrigo y coloco los brazos en la tarima de recepción.
—Oh. Señorita Fox, bienvenida —dice amigablemente el recepcionista de ascendencia japonesa. Luego lo veo sacar unos papeles de un cajón.
— ¿Nos conocemos? —pregunto confundida, estoy segura de no haberle visto en toda mi vida.
—Eso creo señorita —dice viéndome como si estuviera viendo a una demente. Finjo una sonrisa y reviso los documentos que ha puesto frente a mí, entre ellos la tarjeta gris.
—Firme aquí si no le importa, en la línea. —Tomo el bolígrafo que me ofrece y firmo para tener mi tarjeta de regreso. Una campana nos hace girar hacia la derecha. Después de unos segundos el toma los papeles—. Gracias —dice y pone su mirada en la pantalla del computador. Yo me quedo ahí esperando a que me pase la llave de la habitación hasta que me mira, aún sin comprender.
— ¿Mi llave? —Hace un gesto de confusión total, de nuevo—. ¿No me la dará?
— ¿Segura que no se la di anoche? —pregunta achinando aún más los ojos.
—Ujuh. No, no lo creo. —Me reviso para hacerle entender que no la tengo, buscando en todos los bolsillos, de pronto siento algo parecido a la tarjeta de crédito, lo saco y me doy cuenta de que es la llave—. Vaya, que hábil. —Me sorprendo al comprender que quien la puso ahí fue el hombre que me chocó en cuanto llegue. El recepcionista me mira con autosuficiencia y compasión mientras que el botones me lleva hasta la habitación por la que se supone estoy pagando y que además escogí anoche.

Abro la habitación pidiéndole al hombre que me trajo que por favor se vaya. No hay ninguna luz encendida, así que todo lo que veo está iluminado por la luz de afuera que le da un tono azul a los objetos y que indica que ya esta atardeciendo, algo rápido a mi parecer. La habitación es ciertamente grande, de hecho parece ser más un apartamento y me pregunto cuánto me estará costando todo esto; las paredes están cubiertas por un tapiz violeta y los suelos están en cerámica color melocotón, hay candelabros muy finos en el techo de cada habitación, un piano, diversos cuadros, en fin, podría vivir más que cómoda acá. Hago una inspección más específica pero aún así rápida y me fijo en las dos copas que hay sobre el piano en el centro del cuarto, me parece que hay una para hombre y otra para mujer —en cuestión de la bebida—, ¿Quién estuvo aquí?
Giro hacia mi izquierda y camino por un pasillo inexplorado, comienzo a percibir sonidos extraños a medida que me acerco y temo que los dueños de las copas estén presentes aún «Aahhhh», «yeah» gime una pareja, o un trío, o bueno… camino sigilosamente intentando hacer que los tacones no choquen tan fuerte contra el suelo y los asuste, pero en cuanto estoy a la altura de la puerta me encuentro con un cuarto igual a los otros en cuestión básica, solo que este está totalmente desorganizado y hay cosas de cualquier tipo tiradas por todos lados: cigarrillos, colillas, cenizas, condones —usados, ugh—…, descubro que los ruidos que escuchaba son producto de “Emanuel, analconda” una película cuya portada esta sobre una camisa en el suelo, el volumen esta tan alto que me sorprende no haberlo escuchado en cuanto entre, intento apagarlo justo cuando Emanuel está terminando su trabajo en el culo de una de las actrices, pero no hallo el control; de cualquier forma eso ha pasado a un segundo plano cuando he visto lo que hay sobre el Chasielongue color crema en la esquina de la habitación: el portafolios abollado que nunca pude abrir —pero que ahora está abierto de polo a polo— y que deje guardado en casa, está rodeado por imágenes de tipo pornográfico, pero las que llaman mi atención son las de una mujer —a la que el rostro se le ve muy oscuro y de vez en cuando el perfil— en distintas poses y con distintos niveles de ropa que posa de diversas formas con un hombre en las mismas condiciones.
Esto no puede ser, casi podría jurar que esa mujer soy yo de no ser porque nunca haría algo como esto, la mujer tiene la misma piel pálida rodeada de vez en cuando por una cabellera castaña oscura y el mismo sostén carmesí que yo traía anoche, además de una pequeña marca en el hombro, —la tiene en el mismo lugar que yo—; y por si fuera poco —y podría meter mis manos al fuego por ello—, el hombre en las fotos trae ropa interior gris, y aunque en todas solo aparece de la cintura para abajo y en ninguna se quita la prenda que trae, puedo distinguir un tatuaje en forma de corazón sobresaliendo justo por encima del resorte —Dios, solo debo concentrarme en el tatuaje por más difícil que sea—. Quiero sentarme pero me da asco tocar cualquier otra cosa en este lugar, intento buscar algo en toda la habitación que este remotamente menos contaminado pero las sorpresas siguen apareciendo, justo en una mesita de unas veinte pulgadas de altura, al lado de una factura que tiene mi firma —obviamente no sé como llego ahí. Debe ser una falsificación—, hay un polvo blanco esparcido en un espejo y que al parecer fue suministrado con pequeñas cuchillas de afeitar, también está rodeado por otras fotos provocativas parecidas a las que están en el sofá.
— ¡Servicio de limpieza! —La voz y los golpes son tan fuertes que me asustan, salgo corriendo hacia la entrada justo cuando la mujer con uniforme azul intenta entrar y me voy contra la puerta de madera impidiendo que entre, puedo ver a través del ojo mágico como es empujada contra la pared debido a la fuerza con la que cerré.
— ¿Puede volver dentro de un rato? —Es más una orden que una pregunta, ella mira mal hacía la puerta y después toma su carrito para seguir con el recorrido.
Corro de nuevo al cuarto vesánico, el hombre en el televisor ya ha recuperado fuerzas y va por otro round, el torrente de sus gemidos combinados con los de la mujer me acompaña mientras tomo el espejo y un consolador de cristal color lima que lo acompaña, y los llevo al baño, quiero deshacerme de todo esto.  
Abro la llave y coloco ahí el cristal con el polvo, estoy tan nerviosa que las manos me tiemblan de manera inconcebible, tanto que no tardo mucho en romper el espejo y cortarme con los trozos, mi sangre se mezcla con el agua del lavamanos, tomo papel higiénico y me lo pongo en el dedo del que mana la sangre, pero no es suficiente, así que lanzo el usado al retrete y tomo otro, cuando considero que ya he terminado tiro de la cadena, el excusado rechaza lo que le he tirado y lo devuelve haciendo que el agua suba poco a poco y se desborde. El pánico se está anidando aún más en mi interior y todo lo que puedo hacer es dejar las cosas como están en el servicio, tomar todas las fotos que encuentro a mi paso, guardarlas en el maletín y salir de esa habitación como alma que lleva el diablo.
—Señorita Fox, aquí está la mujer que estaba esperando. —El recepcionista me detiene para presentarme a una mujer vestida con tan poca ropa que causa lastima. No, yo no pude haber contratado a una prostituta. La miro con desprecio por un momento y después salgo sin decir palabra alguna a tomar un taxi.

El hombre pequeño y gordo que maneja el auto amarillo en el que me transporto no deja de observarme cada que puede por el espejo retrovisor, y no sé qué es lo que le asusta más, la expresión de espanto que se refleja en mi rostro y que está acompañada por las manos manchadas de polvo blanco mezclado con sangre que aprietan fuertemente una cosa en cuero negro; o el hecho de que no he dejado de  “pedirle” que vaya más rápido y doble por cuanta esquina aparezca mientras miro hacia atrás. Alguien nos está siguiendo en un auto negro que ya está viejo, le pago al hombre en cuanto me deja en la tercera con treinta y dos y me meto por un callejón por el que difícilmente podría pasar un auto, me escondo tras botes de basura y espero a que pase el vehículo que vi.
La velocidad que lleva se ve considerablemente reducida en cuanto dobla, y se detiene justo a unos pies de mi, así que salgo de mi escondite y corro hacia la ventanilla del auto que está abierta, poniendo las manos en la puerta para que no huya, el hombre que es como de mi edad y que tiene el cabello crespo levanta las manos sobre su cabeza, claramente asustado por la sorpresa.
— ¡¿Por qué me está siguiendo?! —pregunto.
— ¿Qué? Yo no la estoy siguiendo. Simplemente estoy conduciendo. —Miro dentro del auto y él baja las manos y le veo dar vuelta a unos papeles que lleva en el asiento del copiloto, alcanzo a distinguir una foto mía, la tomó hace unos días cuando fui a la oficina con un traje rosa—. Además lo que yo haga o deje de hacer a usted…
— ¿Es Daryl Roberts? ¿Él es el juego? ¿Tiene algo que ver? ¿Todo por no firmar los putos papeles?
—Lárguese, ¡que se largue!  —Veo algo negro en su mano y lo agarro rápidamente, es un revolver.
—Muy bonito, esto es muy bonito —digo mientras muevo el arma entre mis manos de un lado a otro—. Supongo que el juego ahora tiene armas de verdad. —Tiro del gatillo y el sonido deja un timbre en mis oídos. Mierda, mierda, mierda, mierda. ¡Si es de verdad!
El hombre sale rápidamente del auto por la puerta contraria y levanta de nuevo las manos sobre su cabeza. Yo aún no puedo salir de la estupefacción de lo que esto significa.
—Espere, espere. Soy un detective privado. Me contrataron para que la vigilara. — ¿Qué?
— ¡¿Quién?! ¡¿Quién lo contrató?! —Él comienza a correr—. ¡¿Quién lo contrató?! —Ya es muy tarde, el tipo se ha ido y yo no estoy en condiciones de perseguirlo. Todo está muy claro ahora y se quién está detrás de todo este asunto tan horroroso.