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SIERVO DE TU AMOR
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 37
-… si vuelves a tocarme te mato.
- Ha eso has venido ¿no? ¿O me echabas de menos? Apuesto a que recuerdas lo bien que lo…
-¡Nooo!
Jaimie caminó con paso firme hacia el lugar donde provenían los gritos pero a medida que se acercaba tuvo que acelerar la marcha al escuchar el ruido de un candelabro al caer.
-¡suéltame!
-¡Ha dicho que la sueltes! – fue repitiendo Jaimie entre dientes una y otra vez.
No bastaba con la cólera que Warenne le había provocado. Su ira ya era ciega cuando agarró a Líam por el cuello y lo elevó para golpearle contra la piedra gris.
Estuvo a punto de tropezar cuando vio con enojo que el sujeto aun sostenía a la muchacha y la arrastraba contra él poniéndola como escudo.
En cuanto Annabella se vio liberada rodó por el piso apartándose de ellos.
Jaimie volvió a golpearlo contra la pared. El sonido era desagradable, como una nuez al partirse. Líam aullaba aterrado.
Fue Annabella quien se acercó al guerrero intentando que soltara al hombre. Deseaba que Líam muriera… pero aquello era horrible.
Jaimie, con su corpulencia, cubría el cuerpo sin dejar de zarandearlo contra el muro. Era una masa de carne y músculos brillando bajo la luz de las velas.
-Parar por favor – rogó ella entre lágrimas.
Dentro del fuero asesino, Jaimie logró escucharla. Dejó caer a Líam sobre el suelo con un ruido sordo.
Annabella estaba junto Jaimie y lo vio dudar. Sus ojos fríos como el hielo se hallaban fijos entre Líam y el muro. Pero él no estaba allí. Su mente debía estar vagando por otros caminos porque no tenía un punto exacto. Su rostro era una máscara cruel de expresión aterradora.
Se apartó en el momento que soltó un fiero gruñido y con velocidad sorprendente se sacó un hacha con hojas de plata que silbaron en el viento.
Annabella se cubrió la cara con las manos cobijándose tras de un mesita de madera maciza, temiendo que el guerrero hubiera perdido la cabeza.
La sangre cubrió el suelo tiñéndolo de oscuro con un desagradable ruido espeso al gotear.
El tiempo se congeló hasta que sintió que la cogían de la muñeca y tiraban de ella. Luchó con todas su fuerzas.
Se vio alzada en volandas y la enorme mano de Jaimie cubrió su boca.
-Voy a por Thomas. ¿Quieres venir? – preguntó con voz sibilante y peligrosa.
Aun no la había soltado y ella le miró con ojos entrecerrados, pensando con velocidad si estaba dispuesta a marcharse con aquel loco.
-No tenemos mucho tiempo. Su ejército se dirige a Noun Untouchable. –ahora Annabella abrió los ojos y asintió con rapidez.
Jaimie la dejó en el suelo retirando la mano de su boca.
-Partimos en una hora.
-¿Qué ha dicho Surrey? ¿Os ha confirmado…? – la mirada amedrentadora hizo que se callara de golpe.
-Ese hombre está muerto – señaló al despojo de Líam que yacía en el suelo de forma grotesca - y el conde será juzgado – Jaimie se pasó la mano por la cara y varias gotas de sangre se extendieron dejando unos surcos rojos en su frente. En algún momento se había desprendido el broche de plaid y este caía colgado sobre sus caderas. No llevaba camisa y su piel dorada también estaba salpicada por diminutos puntos de sangre. Su rostro seguía siendo insondable, o más bien como un libro abierto donde la palabra venganza estaba escrita con letras de decepción. - ¿tenéis alguna cuenta más pendiente por aquí? – le dijo observándola de arriba abajo. La manga del vestido se hallaba desgarrada.
Annabella se retiró las lágrimas y negó con la cabeza. No sabía porque pero siempre acababa llorando delante de él y eso la hacía sentirse como una estúpida.
-¿está mi hermana en peligro? – se atrevió a preguntar.
Jaimie asintió tragando con dificultad. Fue la primera vez que ella lo vio preocupado, pero la ráfaga de sus ojos celestes volvió adquirir un tono helado.
-JOE jamás negaría la entrada a mi tío. Aunque jugamos con el factor sorpresa. Mi tío se ha ido hacia allí pensando que el Laird murió – se encogió de hombros –hasta donde nosotros sabemos él está muy bien. Ojala eso trastocara los pensamientos de… - le costaba pronunciar su nombre sin dolor –Thomas. – Agitó la cabeza. Todavía le costaba trabajo pensar que todo lo que la MacBean le había dicho era cierto. ¡No podía creerlo! ¿Cómo era posible que lo hubiera tenido tan engañado? Él, que había pensado que Luxe le dejaba entrenar con los mejores para aprender de ellos. ¡Ja! Thomas le había utilizado. Se había servido de ser quien era para ir a Noun Untouchable siempre que había querido. Se conocía el terreno, los edificios, la fortaleza… todo. Tenía acceso a cada uno de los detalles que se formaban las guardias. Los planes de defensa que tenían JONAS. Si algo le ocurría al clan solo era culpa suya.
-Pero si ha pensado que está muerto. ¿Por qué va hacia allí?
-Porque esas tierras, como las tuyas y otros clanes se interponen en el camino directo que quiere con Inglaterra.
-¿Cómo si él solo nos estuviera invadiendo? – preguntó tratando de entender. Nunca la había interesado los temas de las guerras, ni la política. Hasta que juró vengarse.
Jaimie asintió.
-Así es. Por eso se alegró cuando me instale en Noun untouchable. Porque le deje la puerta abierta. Ahora si ha pensado que JOE ha muerto, ira por las buenas a tratar de convencerme para que me una a él. En caso contrario, atacara sin más.
-¿te unirás a él? – tuvo miedo de preguntárselo pero debía estar segura.
-No – negó. Abrió la boca un par de veces antes de decir – pero tratare de convencerlo. No puedo dejar que lleguen a las armas – no estaba muy convencido de poder hacerlo. – deben estar a solo dos días de JONAS.
-¿Cuánto tardaremos nosotros?
-Un poco más.
-¿un poco más? ¿Cuánto más? – le gritó. No quería ni pensar que su hermana estuviera a punto de revivir la pesadilla.
-¡No lo sé mujer! – bramó él a su vez. Annabella dio un pequeño respingo y Jaimie la puso las manos sobre los hombros – No me temas. Por muy enfadado que este jamás te haría daño. Yo no soy como él – miró hacia el lugar donde Líam había dejado de respirar hacía tiempo. Tomó aliento – tampoco soy como mi tío. – vio algo brillar en el suelo y se agachó a recogerlo.
Annabella observó su daga entre las grandes manos del guerrero. Parecía realmente pequeña.
-Con esto no puedes matar a un hombre – sin previo aviso le colocó su hacha en las manos – la próxima vez hazlo con esto. – Jaimie echó a caminar dejándola pensativa. A los pocos segundos la escuchó correr tras él. Jadeaba por el peso del arma.
La miró con una suave sonrisa.
-Si prefieres la llevo yo.
Annabella asintió y por primera vez le devolvió la sonrisa. No era de pura dicha, pero era un acercamiento.
El ejército descendió la loma a media mañana. Fue un recibimiento silencioso entre los JONAS.
Solo una decena de hombres, incluido Sir Thomas, entraron en la fortaleza.
Thomas lucía una sonrisa de amabilidad, pero la amabilidad se había atascado en el nudo de su garganta al enterarse que JOE JONAS no había muerto. ¡Otra vez habían fallado! Y era una lástima. Thomas apreciaba a JOE desde el primer día que lo había visto entrenando con su sobrino. Lo respetaba, lo admiraba, eso no significaba que se retractara en los planes. Solo JONAS se interponía con su objetivo.
Se fundió en un abrazo con el Laird y este le palmeó el brazo con una sonrisa de camaderia.
-ha sido una sorpresa tu visita. Pero ¿Dónde vas con tantos hombres?
-Si no recuerdo fuiste vosotros quien me dijisteis que debía armarme – bromeó - ¡me alegro de que no hayas muerto! Era la versión oficial.
- digamos que una artimaña. – JOE hizo una señal para que sirvieran bebida a su amigo. -¿venias a mi funeral?
-me alegro que no – volvió a decir en una cínica mentira. Claro que lo deseaba. No quería luchar contra él. Con JONAS vivo sería más difícil convencer a Jaimie. Esa era la lastima. Al final su sobrino se enteraría de todo. Con el tiempo se lo agradecería, cuando le convirtiera en el señor de las Higlands.
-Ya que estas aquí te presentaré a mi esposa. ¿No te sorprende?
-¡y tanto! – rio. No quería alegrase por JONAS porque la felicidad le iba a durar poco, pero en el fondo se alegraba por el muchacho. Al menos había disfrutado de una vida en matrimonio, corta, pero viva.
Thomas no podía remediar que su corazón fuera un coagulo de traición e infidelidad.
-“TN” estará aquí en unos minutos. Siéntate y descansa.
-¿y mi sobrino? No ha venido saludarme.
- está en una gesta – hizo una mueca. Por el rabillo del ojo vio a su esposa que apenas de entrar en la sala se detenía como una estatua. Pudo leer en sus ojos verdes el terror que la embargó.
-¿Y bien? ¿ “TN”, has dicho? – Thomas se frotó el mentón simulando pensar. Otra vez volvió a maldecir a Warenne. ¡La mocosa seguía con vida también!
JOE vio a “TN” caminando de espaldas hasta esconderse tras las amplias cortinas del arco del salón de reuniones. Una sala adyacente a la del salón donde se encontraban.
-Si – respondió JOE pensando a velocidad de vértigo – “TN” MacBean.
-¡ah, esa jovencita! Yo era amigo de Edwin y su encantadora esposa. Unas bellas personas, que lastima lo que ocurrió. Estoy deseando poder conversar con ella. ¿Dónde ha estado todo este tiempo?
- Con los condes de Mar – respondió algo más serio. No entendía el comportamiento de “TN”, pero la intuición le dijo que se fiara de ella. -Si me disculpas voy hablar con George. Quiero que traten a tus hombres como se merecen.
-No sabes lo que te lo agradezco JOE. El viaje ha sido muy pesado, y más con la angustia de creerte muerto. Ya me habría imaginado a Jaimie intentando poner orden entre tus hermanos.
JOE rechinó los dientes pero nadie pudo oírlo.
-Regreso en unos minutos. Esta es tu casa amigo.
- Lo sé muchacho. Noun untouchable siempre con su hospitalidad bien dispuesta.
-Si – asintió JOE antes de dirigirse al salón de reuniones – pero solo aliados.
“TN” se había acercado hacia uno de los muros que cubría una fuerte librería. Una gigante chimenea iluminaba tenuemente el lugar junto con varias mechas. Lo necesario para caminar sin golpearse con nada.
JOE caminó hacia ella con los ojos fijos en su verde mirada.
-¿Qué ocurre? ¿De qué le conoces?
- Sir Thomas de luxe dio la orden a Warenne. Él es… el culpable – le susurró.
“TN” no estaba muy segura de que JOE la creyera. Sin embargo el JONAS no desconfió. La fuerte sospecha de que el ejército les atacaría se había disipado al reconocer al tío de Jaimie, pero ahora de nuevo, esa teoría volvía a cobrar más fuerza que nunca. ¡Y tenían a todos los hombres cobijados en Noun untouchable!
-En cuanto puedas te escabulles hacia la recamara y no salgas de allí. No quiero que te vea.
-¿Qué vas hacer tú? – le preguntó tomándole del brazo.
-Estoy pensando. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
-Siempre te lo he dicho.
-En ningún momento has nombrado a Thomas.
-Annabella me lo dijo en Brodick.
JOE asintió entrecerrando los ojos. ¡Claro! Thomas de Luxe. ¿Quién si no tendría mejor acceso a sus tierras? Él era el hombre al que los guardianes de Escocia perseguían, y solo ahora descubrían que era una de las personas más allegadas y preocupadas de todo el país. ¡Los había engañado a todos!
CAPITULO 38
JOE atravesó el patio de arena e ingresó en la pequeña capilla. Se santiguó y sin demorarse ni un minuto cruzó la fresca estancia abriendo una pequeña puerta disimulada bajo el pulpito.
El reverendo le vio pasar y se apresuró a cerrar la puerta tras de él.
JOE prendió la antorcha y descendió las enroscadas escaleras que terminaban en una amplia galería. El suelo era piedra hueca y sonaba al tacto. Los escalones parecían descender al mismo infierno. Una boca de una negrura espesa.
Se preguntaba cuanto sabría Jaimie de todo aquello, pero lo desechaba de la mente con rapidez. Posiblemente su hombre se sorprendiera tanto como él cuando descubriera los maquiavélicos planes de su tío.
Para JOE no era fácil enfrentarse con Thomas. Siempre le había visto como a un pobre debilucho que evitaba la guerra como los gatos el agua. Aún era increíble pensar que un hombre tan ameno y abierto pudiera ser capaz de pertrechar semejante plan. Él le había ofrecido siempre todo, su casa, sus alimentos. Jamás habían discutido…
-Ian muchacho – llamó JOE al joven que se hallaba inclinado sobre un lienzo – gracias por tu apoyo.
-Lo que siento es que actuara tan tarde pero no pude escarparme. – se giró para abrazarle con fuerza – me enteré de sus planes algo tarde.
-¿Qué ocurrió con ese hombre?
-Murdock, está dentro. Seguramente en la taberna. Esta noche Thomas y sus hombres no harán nada. Tu resucitación les ha pillado tan de sorpresa que debían cambiar de táctica. – Ian miró a JOE con lamentación – Tenía dos opciones: o me quedaba para poder conocer su plan de ataque, o daba un ligero rodeo e iba avisar a mi clan para que sirvieran de apoyo.
-Dime que fuiste hablar con Fegurson y soy capaz de besarte.
-En unas horas estarán por aquí. Entraran y se mezclaran con los hombres de Sir Thomas. Ese hombre solo contrata mercenarios y la mayoría ni se conocen entre ellos. – Ian levantó una mano hacia arriba – No me beses, echemos un vistazo a estos trazos que he hecho de la fortaleza, más o menos…
-Tengo los planos originales – asintió JOE - ¿recuerdas que mi hermano es el mejor arquitecto del mundo? George no tardara en venir. Cuéntame, ese tal Murdock ¿fue el que me hirió y cortó los cabellos de mi esposa?
Ian parpadeó varias veces por la sorpresa.
-¿tu esposa? ¿Ya os habéis casado?
-En Brodick – asintió JOE complacido.
-¡Felicidades! ¡No tenía ni idea! Sabía que lo harías, pero desde que nos separamos en Lareston lo último que llevé era el fingimiento de tu muerte.
-Sabía que te alegrarías. Continua, hablábamos de ese tal Murdock…
-Sí. Un tipo pésimo, aburrido y cargante. Cuando bebe, que no lo hace muchas veces, le encanta largar sobre sus hazañas. Confirmó lo que ya sabíamos, que te hirió, pero entre sus fechorías habló de la masacre de varios clanes, entre ellos el de tu esposa. Se jactó de todas las mujeres que violó incluida a la hija… - Ian se mordió la lengua y negó con la cabeza – bueno, a muchas mujeres.
JOE no paso por alto aquel gesto.
-¿Te refieres a la hija de Edwin MacBean?– Ian no podía saber que había otra MacBean, hija también del fallecido Edwin.
JOE tampoco se lo dijo. Por eso todo el odio de su cuñada contra los asesinos de su familia, no solo habían matado a sus parientes, si no que la habían ultrajado. Un escalofrío le corrió la columna vertebral al pensar en la suerte que tuvo “TN” por tener a Douglas.
-Sí. No creo que te guste saberlo.
-No me va a gustar – contestó JOE. Sentía la sangre encendiéndole las venas. – pero cuéntame todo lo que ese cabrón te dijo.
-Por favor, debéis estar tranquila mi señora. Os prometo que si me entero de algo más os lo hare saber antes que nadie.
- ¡Pero no se te vaya a olvidar Sonsilia! Estoy que me muero de la angustia. Dime otra vez que ha pasado. ¿Están todos bien en la aldea?
-Sí, ya todos están advertidos y no hay que preocuparse por ello. Su esposo ha ordenado que se celebre un brindis en honor a su casamiento. Los hombres de Sir Thomas serán drogados…
Unas fuertes voces en el corredor hicieron que las mujeres corrieran hacia la puerta, pero ninguna de ellas abrió. Tanto Sonsilia como “TN” apoyaron las orejas en la madera tratando de escuchar a que se debía todo aquello.
Las voces eran masculinas, confusas.
-¿Qué habrá pasado? – murmuró “TN” con los nervios a flor de piel.
Sonsilia, atenta al exterior no la contestó. Las voces se alejaron de nuevo y entonces unos golpes suaves las hicieron apartarse corriendo.
-Soy yo, Cary – murmuró la sierva.
Sonsilia la abrió y tras dejarla pasar volvió a cerrar echando la llave.
-¿Qué ha ocurrido? – la preguntó “TN” tomándola de la mano para llevarla hasta los amplios divanes.
-Era Sir Thomas que buscaba al Laird, pero le convencí de que no estaba aquí. Quería saber si vos os encontrabais en el dormitorio.
-¿y que le dijiste?
- que salisteis a pasear – dijo con una sonrisa de triunfo – al acantilado.
-¿Por qué allí? – “TN” abrió los ojos extrañada.
-Porque no creo que Sir Thomas vaya a buscaros, y el señor sabe que vos no iríais allí. ¡Ojala se cayera y se matara…!
-¡Oh, calla Cary! – La recriminó Sonsilia – no digas eso ni en broma.
-Creo que has estado muy acertada, Cary. – contestó “TN”. El sonido de cascos de caballo llegó hasta el segundo piso y las tres mujeres corrieron hasta el arco de la ventana. Un graso error ya que en ese momento Sir Thomas levantó la cabeza y las descubrió.
Thomas apenas había alcanzado el puente cuando regresó sobre sus pasos con la vista clavada en la ventana.
“TN” se apartó con velocidad y miró a Sonsilia asustada.
-Se ha dado cuenta. Debemos avisar a mi esposo.
Sonsilia seguía mirando por la ventana y asintió frenética.
-Ha desmontado y creo que viene hacia aquí. Señora debéis salir de las habitaciones.
-Pero JOE me dijo…
-Lo se mi señora – la interrumpió – pero si ese hombre viene hasta aquí…
-Lo recibiré – afirmó “TN” con firmeza. Estaba asustada, pero prefería enfrentarle en el salón donde los hombres de su esposo pudieran estar presentes e intervenir en un momento dado. – Busca a Godoy para que me acompañe. Y localizar a mi esposo.
“TN” corrió a la alcoba del baño y se miró en el espejo de metal. Se cambió el sencillo vestido por uno más elegante de un tono verde profundo que armonizaba con sus ojos. Se cepilló la corta melena y se apresuró a salir de las habitaciones. Casi corrió por el pasillo haciendo que Cary la persiguiera y en el momento de descender las escaleras, Thomas se acercaba a los primeros peldaños.
-¡Sir Thomas! – “TN” fingió una hermosa sonrisa y bajó con los brazos extendidos.
Atónito, el hombre la correspondió en el abrazo.
-¡no sabéis que gusto me da veros! Acabo de llegar de pasear, tengo una jaqueca terrible y el aire me calma enormemente. Quise venir a saludaros antes pero tampoco quería molestaros, mi esposo me advirtió que habíais tenido un viaje agotador.
-¡Cuánto tiempo! – Sonrió él tomándola de la mano amistosamente – estuve muy preocupado por vos y me temí lo peor. ¡Vaya, fue una sorpresa cuando JOE me dijo que se había casado con vos! Os habéis convertido en toda una beldad.
-Vos siempre tan amable, Sir Thomas. Pasemos al salón y tomemos algo. ¿Habéis probado el vino que producen los JONAS?
-Muchas veces querida, pero os acompañare y brindaré con vos. ¡Hay tantas cosas que debéis contarme! – la miró con un brillo admirativo en sus ojos arratonados.
“TN” agradeció la eficacia de Sonsilia por encontrar, no a uno, si no a tres de sus cuñados.
Pronto se introdujeron en una conversación bastante trivial, el tiempo, los cultivos.
-¿de modo que sois el tío de Jaimie? – preguntó “TN” apurando su primera copa de vino. Se había sentado en la silla más cercana a la cabecera como si esperara el regreso de JOE en algún momento. - ¡Qué pena que nunca vino con vos a visitar a mis padres!
Sir Thomas asintió y la dedicó una sonrisa.
-le hable a vuestro padre para concertar un matrimonio entre él y su hermana ¿Annabella? – “TN” agitó la cabeza afirmativamente – Pero según Edwin, la joven estaba prometida. ¡Que lastima todo lo que ocurrió!
-Es cierto. Además celebrarían sus esponsales en breve. ¡Vaya, casualidades de la vida!
-¿Por qué lo decís?
-¿no lo sabe? – “TN” soltó una tonta risita – Podría jurar que en este momento Annabella y Jaimie están juntos.
El rostro de Sir Thomas se tornó gris ceniza.
-¿Cómo decís? ¡Jaimie y…!
-Mi hermana, si – asintió con rotundidad – gracias al cielo ella se salvó. Y mi primo Douglas también. – se encogió de hombros fingiendo no darse cuenta que los ojos del hombre se oscurecían – Mi esposo va ayudar a Douglas a levantar nuestras tierras de nuevo, claro que ahora poseemos un fuerte aliado, los JONAS.
-¿y ya sabe tu primo la noticia? – intercaló Godoy con una sonrisa abierta. Se estaba divirtiendo de lo lindo viendo como su cuñada acicateaba al pobre hombre, claro que más tarde cuando JOE supiera que “TN” había bajado a recibir a Thomas, nadie se pondría tan contento.
-Aún no, pero se lo diré en cuanto regrese.
-¿Qué le dirás y a quién? – dijo la voz fuerte de JOE ingresando en el salón.
“TN” se puso en pie obligando a que los hombres la imitasen.
-¿ya has regresado mi señor? – le preguntó con voz dulce. – Os echábamos mucho de menos.
-Estábamos hablando del primo de tu esposa – explicó Godoy extendiendo la copa para que una criada le sirviera más.
JOE se acercó hasta el grupo y rodeó la cintura de “TN” de forma posesiva.
-Es verdad. Pero no tardaremos mucho en darle la noticia. Douglas acaba de llegar. Ha subido a darse un baño. No quiere perderse la fiesta de esta noche.
-Las celebraciones – rio Thomas aceptando más bebida – creo que yo también subiré a descansar – vació su copa de un solo trago, como si con ello se tragara todo el furor y la ira que sentía. – Me ha encantado volver a veros “TN” – se inclinó hacia ella para besarla en la mejilla.
JOE apartó la mirada por no estampar la cara del amable tío de Jaimie contra el tablero de la mesa. Cuando le habían informado que “TN” había ido a recibir al hombre no pudo descifrar si estaba más enfadado que asustado o viceversa. La había prometido que no la pondría en peligro y ella… lo desobedecía. Apretó los dedos en la cintura de ella y lo miró un poco sorprendida.
“TN” pronto se dio cuenta que el Laird estaba furioso con ella. Lo vio en el frio acerado de sus ojos grises, en el serio rostro que se dirigía a ella implacable.
Los hermanos JONAS desaparecieron junto a Thomas y tan solo unos sirvientes deambulaban por el gigantesco salón trajinando.
-JOE, tuve que bajar…
-Te dije que no lo hicieras.
-Hubiera sido peor si me hubiera encontrado en la recamara, el me vio por la ventana y…
JOE se encogió de hombros sin importarle lo que le estaba hablando.
-Te dije que no bajaras – repitió.
“TN” alzó su mano para acariciar la fuerte mejilla de su esposo. Raspaba un poco con la barba incipiente.
-Tenía que hacerlo JOE. – se puso de puntillas para besar los labios inmóviles y fríos. – No te enojes conmigo por favor. Tenemos otros asuntos importantes en que pensar.
-¿tenemos? – La miró frunciendo el ceño – ¿te refieres a que te vas a encargar del menú de esta noche? ¿Has llamado a los músicos para que nos deleiten?
“TN” se enderezó y en sus ojos también brilló una chispa de enojo.
-¿es eso importante? – le recriminó jugando con su trenza castaña. Deseó tirar con fuerza y hacerle daño pero se contuvo.
-Eso es lo importante para ti en este momento mujer. Lo demás, déjamelo a mí.
JOE se quiso girar, “TN” lo detuvo.
-¿no me vas a dar un beso, mi señor? Siempre lo haces cuando llegas.
JONAS se volvió a ella. Sus ojos ya no estaban furiosos. La abrazó con fuerza en un tris de aplastarla las costillas, ella se quejó, entonces JOE aflojó la presión y la besó.
Quería castigarla con un beso duro sin emoción. Algo que la hiciera recordar que aún seguía enfadado por desobedecerlo, sin embargo apenas rozó su carne, sus labios la devoraron con ansia. La besó hasta dejarla sin aliento, la tomó en brazos y con ella acuestas se dirigió hasta el dormitorio.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 39
La mujer se agitó intranquila entre sueños. Una extraña y desconocida presión sobre su cintura hizo que finalmente abriera los ojos asustada. ¿Había sido capturada de nuevo?
La fina niebla a ras del suelo brillaba como la plata con las primeras luces de la aurora. El ambiente húmedo y fresco se calaba en los huesos sin piedad sin embargo Annabella no sentía frio. La fuerte presencia masculina pegada a su costado irradiaba un calor agradable.
Los primeros rayos de sol bailaron sobre las hojas del árbol acariciándola el rostro. No se atrevía a moverse por miedo a despertar a quien la tenía aprisionada, giró la cara para descubrir a Jaimie.
Trató de recordar en que momento habían detenido las monturas para echarse a dormir pero no pudo. Lo último que venía a su memoria era el ligero trote que llevaban cuando la noche se había cerrado.
Se apartó ligeramente. Aquel fuerte brazo la atrapaba al igual que una de las musculosas piernas del hombre que se había introducido entre las suyas de manera muy íntima, demasiado intima.
Annabella observó a Jaimie que dormía con el cuerpo totalmente relajado. Su rostro estaba sereno y peligrosamente cerca del de ella, tanto que podía sentir el aliento masculino sobre su cara.
Debía de sentir miedo, sin embargo la sensación la resultó de lo más confortante.
Sintió lastima por él. Desde que había obligado a confesar a Warenne apenas había dicho más de dos frases seguidas y había obligado a todo el grupo a cabalgar sin descanso hasta las tierras de JONAS.
Annabella no sabía cuánto viaje quedaba. Aquella era la primera vez que se habían detenido a descansar. Con seguridad, tanto los hombres como los caballos necesitaban un parón, de otro modo cuando llegaran a Noun untouchable estarían tan agotados que no servirían de ninguna ayuda.
Cogió con suavidad la mano de Jaimie e intentó elevarla para poder escapar de aquel abrazo que la perturbaba de una manera que ella jamás habría imaginado. Es más, ni en sus más recónditos pensamientos hubiera pensado yacer con un varón que no fuera su… prometido.
Acordarse del pasado no la ayudó en absoluto. Se sintió infiel, pero sobre todo sucia. Indigna de cualquier hombre bueno y noble. Decididamente Jaimie no merecía estar con alguien como ella.
Era muy complicado salir de allí sin despertarle, su cuerpo pesaba horrores y máxime cuando ella tenía estirado su brazo hacia atrás.
-¿has descansado bien?
Annabella le soltó la mano sin haber conseguido nada y buscó su mirada. Jaimie seguía con los ojos cerrados.
-Sí, gracias. ¿Cuándo nos detuvimos?
Los ojos azules se abrieron clavándose en ella con intensidad.
¡Que guapo estaba! Aquellos ojos tenían una expresión tan tierna como infantil. Annabella se encontró mirándolo como una boba.
-Poco después de que cayeras del caballo.
-¿me caí? – se sorprendió. Hablaban en susurros. El resto de los hombres de Roger descansaban cerca envueltos en mantas. La mayoría se habían despojado de sus cotas aunque las armas se hallaban al alcance de sus manos.
El corazón de Annabella comenzó a dispararse. ¿Jaimie siempre había sido tan guapo?
-Pude recogerte antes que te deslizaras hasta el suelo – se encogió de hombros provocando que ella también se moviera – No te quisiste despertar después y cabalgar contigo dormida era un incordio. Te vencías para todos los lados por mucho que te sujetara, parecías una muñeca.
-¿trataste de llevarme dormida?
Jaimie sonrió de un modo muy excitante como si recordara algo que hubiera sucedido durante la noche.
-Pude aprovecharme de ti – la pinchó leyendo su mente, había abierto la palma de su mano sobre la cintura.
Annabella ahogó una exclamación ante aquel contacto que incendiaba cada fibra de su ser. Él movía los dedos en una lenta caricia.
-Pero no lo hiciste ¿verdad? – preguntó por fin en un hilo de voz. Su voz se había tornado ronca y áspera.
-Jamás me apoderaría de una dama mientras durmiera – Jaimie se apretó más contra ella y Annabella se tensó – ahora no duermes. ¿No?
Ella se giró con velocidad y sin previo aviso se colocó sobre Jaimie. Tarde se dio cuenta el hombre que la pequeña daga de la joven se apoyaba en su cuello con firmeza.
-De acuerdo dulce damisela – prosiguió él – me ha quedado claro.
Annabella no estaba realmente furiosa pero no quiso dar su brazo a torcer.
-¡Pues aparta las manos de mí! – se quejó con voz chillona y excitada cuando la rodeó la cintura y elevó la pelvis contra ella. Annabella, ruborizada sintió la dureza que querían entrar en ella con ropas incluidas. -¡Jaimie! – exclamó con el corazón enloquecido.
No le asustó el comportamiento de él, lo que si la aterraba era el suyo propio. No todos los hombres hacían daño, lo sabía por experiencia, su padre, su primo (al que deseaba ver ansiosamente), su prometido…
Jaimie había demostrado que era un hombre amable. Muy bestia algunas veces y bastante atrevido. Cuando habían entrado en Surrey él se había ajustado a la escolta real con el mentón bien elevado con soberbia.
-¿no me has oído? – le susurró nerviosa. Jaimie alteraba sus sentidos. – ¡suéltame!
Él sonrió y abrió los brazos liberándola con una sonrisa.
-¡no puedes culparme mujer! Hay una parte de mi cuerpo que suele despertar antes que yo.
Annabella, con el rostro rojo de vergüenza se incorporó apartando la manta que cubría a ambos. Jaimie vestía una camisola oscura que en algún momento se había alzado sobre su vientre y su miembro erguido pareció saludarla con orgullo.
Lo observó boquiabierta con las mejillas ardiendo de turbación.
El hombre tenía la piernas ligeramente abiertas y el cuello medio levantado para mirarla con atención posando para ella en una actitud muy tentadora.
Annabella levantó sus ojos a él y se recompuso con rapidez.
-Ten mucho cuidado – le amenazó – es muy posible que mi arma no pueda matar a un hombre pero bien puede cortar esa anatomía de tu cuerpo.
Jaimie se bajó la prenda con prisa y se sentó para mirarla con los ojos muy abiertos.
-Lo tendré en cuenta la próxima vez.
Annabella asintió. Guardó la daga cuando los hombres comenzaron a despertar con el sonido de sus voces.
Pronto todos estuvieron listos para continuar la marcha. Comieron algo de pescado seco con varios tomates que alguien había robado de una huerta y emprendieron el camino.
Durante un buen rato Annabella cabalgó unos pasos por delante de Jaimie dejándole claro que no quería hablar con él, pero a medida que el paisaje se repetía monótono y las conversaciones entre los soldados comenzaron a decaer, dejó que su pequeña montura quedara a la altura de la de él.
Pocas veces le miraba a la cara, Jaimie montaba sobre un gran semental castaño y a ella la costaba tener que levantar la cabeza continuamente.
Aquella mañana era diferente, no tenía conciencia de porqué, pero sus ojos volaban una y otra vez al duro perfil del hombre pensando que una vez que todo acabara y si tenían suerte y seguían con vida, a lo mejor no le volvía a ver. O puede que se quedara una temporada larga con su hermana.
Estaba decidida a no tener nada con Jaimie, pero reconoció que la gustaba y que mientras lo sintiera cerca se encontraría mejor. Puede que llevara mal verle con otras mujeres, con toda posibilidad Jaimie tenía una larga lista donde elegir, pero no la importaba.
-¿Has estado en Noun untouchable alguna vez? – preguntó él sacándola de su ensoñación.
-No.
-Hay una colina cercana que tiene multitud de cuevas, ese sería un sitio seguro para que esperaras…
-Voy a entrar contigo, no he viajado hasta aquí para quedarme de observadora, además “TN” es mi hermana. – le escuchó bufar pero no la importó.
- Esa cuevas tienen una entrada hacia la fortaleza. Son unos largos pasadizos que llevan directamente al corazón de la capilla. Nunca los han utilizado – apretó los dientes furioso – pero si lo hacen deberían tener el camino iluminado. Vamos a entrar por ahí, puede que haya gente que necesite ayuda.
Annabella sabía que estaba tratando de convencerla y sus palabras tenían mucha lógica. Si los aldeanos, los siervos, o la misma “TN” debían huir ella debería estar esperándola. Tragó con dificultad.
-Me lo voy pensando.
- Tranquila MacBean. Llegaremos a tiempo y evitaremos el derramamiento de sangre.
-dios te oiga – murmuró.
Sir Thomas no era ningún estúpido. Poco antes de entrar en Noun untouchable había ordenado que destruyeran el puente que cruzaba el rio.
Jaimie y algunos hombres recorrieron varias veces la orilla intentando encontrar un buen camino por donde atravesarlo pero parecía imposible. El fondo del canal era lodoso y los cascos de los caballos se introducían casi hasta las rodillas. Tuvieron que desistir en varios intentos.
“TN” dejó que Sonsilia la colocara una tiara de zafiros sobre su cabeza. El vestido azul con ribetes plateados se ajustaba a su pecho con demasiada estrechez.
-Mi señora… - la doncella luchó contra los diminutos botones de la espalda – no quiero ofenderos, pero… estáis engordando.
“TN” bajó la vista hacia sus senos. El escote era recatado acabado en V, sin embargo la protuberancia dejaba un hueco entre los valles de carne.
Cary la observó mientras la entregaba unas delicadas zapatillas de satén.
-Ojala fuera un hombretón, mi señor se pondría muy contento aunque una niña estaría muy bien. Desde que se fue Margarita la falta de una mano femenina se hace notar.
“TN” se mordió el labio con preocupación y se giró varias veces ante el espejo para mirarse desde todos los ángulos. El pecho se había hinchado considerablemente.
Se pasó la mano por el vientre plano esperando encontrar algo más que la confirmara lo que Cary estaba diciendo. Desde luego no necesitaba mucha confirmación, con un hombre se estaba acostando, y entre un hombre y una mujer tener un bebe era de lo más normal.
-A mí también me gustaría que fuera un varoncito – respondió ella con temor – por favor no quiero que esta conversación salga de aquí hasta que no se hayan solucionado las cosas. No quiero dar otro motivo de preocupación a mi esposo y mucho menos que Sir Thomas lo sepa. Podría aprovecharse de ello para hacernos daño. – Miró a Sonsilia y a Cary con insistencia - ¿de acuerdo?
-Entendido mi señora. – Sonsilia hizo como si se cosiera la boca, Y Cary fingió taparse los oídos.
Sonaron golpes en la puerta y una de las siervas corrió abrir. JOE entró nervioso. Vestía el plaid más nuevo que tenía, sin embargo esta vez no llevaba debajo más que su propia piel desnuda. Una capa larga oscura caía sobre uno de sus costados rozando el suelo a su paso. Rodeando el duro musculo del brazo descubierto tenía un brazalete de oro con un rubí bastante grande.
Su porte altivo estaba envuelto en un aire de fortaleza, su llegada al dormitorio fue como un presagio de cuál sería su comportamiento aquella noche.
“TN” le observó con admiración, cada vez lo encontraba más hermoso. Más deseable, tanto que no comprendió porque con solo un vistazo sus instintos sensuales despertaron. No era lo normal, al menos eso es lo que “TN” creía o le habían dicho. Siempre había tenido la creencia de que el hombre debía llevar la iniciativa pero la gustaba tanto ser ella la que lo excitara y le arrastrara hasta la locura que de no haber estado ninguna de las siervas se habría lanzado sobre él para hacerle el amor.
Debía de estar loca por pensar en algo así en un momento como aquel. Dentro de poco estallaría el caos, o quizá no, sin embargo allí estaba su mente calenturienta y sus ávidos ojos recorriendo a su esposo de arriba abajo como si se tratara de un dios.
JOE se había detenido ante ella con ojos brillantes de orgullo.
-Estas muy hermosa – su mirada se inmovilizó en los senos y descendió a las caderas para subir haciendo el mismo recorrido. – la mujer más bella que haya conocido.
“TN” le sonrió azorada.
-tú también estas muy guapo mi señor.
Sonsilia y Cary se retiraron a la sala del baño con discreción.
JOE abrió un paquete de formas irregulares y la mostró un capote igual que el suyo. Una prenda de piel roja como la sangre. Las telas y los tonos eran idénticos, sin embargo el que le mostraba tenía un cuello alto que cubría la nuca y caía hacia atrás en una larga cola.
-Perteneció a mi madre como esposa del Laird. Para nuestra gente y para mí sería un honor que la usases.
“TN” acarició la prenda con la punta de los dedos, era muy agradable y suave al tacto. Asintió y se dio la vuelta para que él se la colocara, luego corrió al espejo para admirarse.
Se veía elegante, señorial.
-perfecta – dijo JOE.
“TN” se dio cuenta que desde que había llegado no había sonreído ni una sola vez. Se acercó a su lado y le tomó la mano.
-Todo va a salir bien amor, me lo has dicho mil veces.
-A una señal mía saldrás…
-te lo prometo JOE. Guiaré a los que pueda por las cuevas – sus labios temblaron ligeramente – pero no hará falta. En cuanto sus hombres se duerman no habrá peligro.
Esta vez “TN” no fallaría a nadie.
Los señores de Noun untouchable descendieron las escaleras al mismo paso.
Una multitud de ojos se posaron sobre ellos desde el vestíbulo.
El gigante guerrero guardián de Escocia y su delicada dama de formas finas y hermosa elegancia, desafiaron al mundo con expresiones serias y orgullosas.
Un mar de rostros les dio la bienvenida entre gritos de alboroto. JOE llevó a su esposa directamente a la mesa y el resto de invitados se apresuró a tomar asiento.
Los sirvientes corrieron de un lado a otro rellenando las jarras de vino, colocando bandejas con asados y verduras, pudines y pasteles.
Las gaitas sonaron y varios artistas les hicieron reír y sorprenderse con sus habilidades.
Los hombres reían y charlaban entre bastos brindis, el vino caía salpicado por todos lados.
La sala estaba muy bien iluminada, los candelabros pendían de los altos pies, las lámparas del techo también brillaban con todas las mechas encendidas y sobre los muros danzaban las llamas de los apliques.
Sir Thomas se encontraba a la izquierda del Laird y “TN” a la derecha, de ese modo no podían entablar conversación ninguna.
“TN” estuvo bastante tiempo con JOE pero finalizando los alimentos se retiró a otra mesa situada más cerca de las cocinas. Una mesa destinada solo a mujeres, parientes JONAS que habían escogido sus mejores galas para la ocasión. Algunas Vivian en la propia fortaleza bajo la protección de su esposo, las había solteras que esperaban que JOE les concertara un buen matrimonio, viudas que se habían dado por vencidas en el amor y se pasaban la vida entre costuras, mujeres de otros guerreros… En definitiva, todas conocedoras del plan de JONAS y todas con los nervios a flor de piel. De ellas dependía mucho que nadie se diera cuenta de las intenciones del anfitrión y sus hombres.
CAPITULO 40
“TN” estaba cansada de esperar y el tiempo parecía haberse detenido apropósito. Su esposo seguía en el sillón presidencial charlando con Thomas.
Godoy tonteaba con una de las mozas que servían el vino aunque su mirada volaba una y otra vez hacia JOE. ¿Cuándo demonios pensaba dar la señal? En el patio varios de los enemigos habían caído bajo los efectos de la droga y alguna ayuda de los arqueros que se habían situado sobre los muros frontales de la fortaleza.
En la aldea aún quedaban muchos que intentaban aprovechar la confusión de la fiesta para beneficiarse de alguna de las mujeres. Al menos eso desearían hacer.
“TN” supuso que tarde o temprano se darían cuenta que las féminas y los niños habían escapado, ya que hacia un buen rato que habían abandonado el poblado por las cuevas.
Se darían cuenta en cuanto la guarnición de a pie de los JONAS comenzaran abarrotar las calles. Con un poco de suerte la caballería ni siquiera debía salir del cuartel.
Cruzó los dedos para que así fuera pero le era imposible creer que todo resultara así de fácil. No podían ser tan tontos como para caer de esa manera.
Se sintió ligeramente mareada, los gritos y el fuego de la enorme chimenea que cubría todo un muro y ardía con furia la agobió de tal manera que decidió salir un poco al vestíbulo. No había dado ni dos pasos cuando Emet emergió de las sombras y se apostó frente a ella.
“TN” exclamó con sorpresa y asustada, no lo había visto llegar.
-¡Emet! – sonrió todavía con labios temblorosos. Se sobrepuso con rapidez y abrazó al hombre con cariño. Amaba a ese viejo rastreador de cabello cubierto de largas y finas trenzas. -¿Cómo has estado? En la aldea me dijeron que te habías vuelto a marchar.
-Una cosa de poca importancia – sonrió - ¿no me digas que me has echado de menos?
“TN” asintió divertida.
-la verdad es que sí. Antes compartíamos el carácter de mi señor – rio cuando Emet soltó una carcajada.
-Imagino que ahora ya no te dejara salir escasa de ropa.
“TN” asintió recordando aquel día. Parecía haber pasado una eternidad desde que estuvieran en Lareston.
-¿y qué haces escondido Emet? A mi esposo le encantara verte.
-Él ya sabe que estoy aquí miladi – “TN” arqueó las cejas confundida y Emet agitó la cabeza – llevó vigilándote todo el tiempo, órdenes del Laird. Por eso me preguntaba ¿A dónde ibais?
“TN” parpadeó con rapidez y buscó a JOE con la vista. No se había movido de su sillón pero esta vez la miraba con gesto algo sombrío.
Ella se abanicó con la mano y JOE asintió observando a Emet con fijeza.
-Yo te acompañare – la ofreció un brazo y ella apoyó el suyo encima.
Antes de salir “TN” volvió a mirar hacia JOE pero este estaba escuchando algo que Thomas le decía.
Emet y “TN” atravesaron el vestíbulo en dirección a la escalera central. Los peldaños estaban cubiertos por largas alfombras de tonos apagados y silenciaban sus pisadas.
Aun así, el silencio era tal que “TN” se giró en el tercer escalón para observar la sala con atención.
Habían mandado que encendieran todos los candelabros de todos los rincones para evitar las sombras, pero allí había bastantes bocas oscuras y muchas velas apagadas.
No miró a ninguna sombra en concreto por no asustarse. La sensación de que algo ocurría pasó en seguida al observar a más de los hombres de su esposo apostados contra las paredes.
Con el corazón latiendo a mil por hora “TN” se volvió a sujetar al brazo de Emet.
-No deberíamos tardar en regresar miladi.
Ella asintió y se detuvieron en lo alto de la escalera, donde empezaba el corredor había dos bancos de madera, uno frente al otro. La joven se sentó en uno y dejó caer la cabeza hacia atrás contra el muro.
Allí corría el aire fresco que ascendía desde la puerta hacia los pisos superiores.
-Creo que se me va a salir el corazón de un momento a otro – le confesó en un murmullo - ¡estoy deseando que se acabe el día!
-Ya no queda mucho. Hemos pasado muchas cosas malas para que todo vaya acabar tan de repente ¿no?
-Me he fijado que los hombres de Sir Thomas no han bebido nada. ¿Pero a que está esperando JOE? No se da cuenta que muero de la angustia.
-Claro que lo sabe miladi. Todos estamos en ese mismo estado, pero no somos asesinos. No podemos ejecutar a los hombres sin darles una oportunidad.
-¿Qué oportunidad? ¿Sabes la cantidad de gente que han debido matar?
-No somos dios para juzgarlos. Además como bien has dicho, ellos no han catado la droga. Puede que sospechen.
“TN” había enderezado la cabeza hacia unos segundos y ahora le miraba con una torcida mueca en sus labios.
-¿quieres decir que después de todo Thomas quedará impune?
Un trueno rugió en el exterior y los muros parecieron temblar.
-No lo creo miladi. ¿Te encuentras mejor?
-Sí. – se levantó y descendieron de nuevo. Al atravesar el vestíbulo varios hombres salieron de los arcos provenientes del salón con las espadas desenvainadas. Le hicieron señas a Emet.
“TN” exclamó dando un paso hacia atrás y enseguida sintió que la tomaban del codo y la arrastraban hacia una de las puertas del patio de armas. Un hombre corpulento los siguió de cerca.
Temerosa no dejó de mirar hacia el salón una y otra vez, el sonido de los claymors así como los gritos y los golpes fueron evidentes. En el salón se había desatado una batalla. El entrechocar de los aceros se confundían con los latidos de su corazón.
El aire frio golpeó de llenó su rostro cuando puso los pies en el exterior pero ya no quiso pasar de allí. No quiso abandonar la fortaleza. No podía soportar que nada malo le pasara a JOE y… a su familia.
-¡No puedo ir! – se giró para regresar. Emet la arrastraba tirando de ella fuerte y “TN” lloró y gritó cuando el barullo se hizo generalizado. – no puedo marcharme Emet – le suplicó.
El hombre la ignoró y siguió tirando de ella. La estaba haciendo daño y lo sabía, sin embargo ella no parecía ser consciente de eso.
-Corre a la capilla miladi – la empujó.
El portón de la fortaleza se cerró repentinamente y los arqueros prendieron las puntas de sus flechas disparando objetivos que ellos no podían ver. Llamas anaranjadas y azuladas volaron en todas direcciones.
Emet la tomó de la mano y entonces la joven no tuvo más remedio que obedecerle en una carrera ciega. Solo observaba los pies de Emet y ella le seguía. Escuchaba con pavor como las saetas cortaban el viento. Los aullidos de los heridos que se revolcaban en el suelo y las pisadas del hombre que la escoltaba tras de sí.
-¡ellos siguen siendo más! – dijo “TN” casi en gritos. No levantaba la cabeza, solo se limitaba a correr sabiendo que estaban a cuerpo descubierto. De momento los arqueros eran de ellos, pero bastantes soldados habían logrado penetrar entre los muros.
Emet la hizo pasar a la capilla y la soltó empujándola hacia el pulpito. El reverendo esperaba.
-¿tú que vas hacer Emet?
-Debo regresar – la saludó con la cabeza a la manera de un militar y volvió a salir hacia el exterior.
“TN” corrió hacia la puerta escondida. El párroco la entregó una antorcha y justo cuando se disponía a bajar, la aparición de unos fuertes brazos seguido por un cuerpo grande la sobresaltó.
Jaimie también se detuvo sorprendido. La joven había estado llorando y sus ojos aún tenían restos de lágrimas.
-¡Jaimie! – Le imploró aferrándose a su hombro con la mano libre – están en el salón. Protege a mi esposo por favor.
-No os preocupéis mi señora – pasó junto a ella y de camino hacia la puerta sacó el hacha que prendía del cinto cruzado por detrás de la espalda.
-Voy a esperar aquí – le gritó cuando salía. Con esas palabras esperaba que el párroco se hubiera dado por enterado que tenía su permiso para esperar allí. Se equivocó cuando Jaimie reculó, la miró con intensidad y negó con la cabeza.
-Salir de aquí mi señora.
-¡y Sonsilia y Cary! – se lamentó. El hombre de rostro amable que vestía un hábito castaño la empujó por la escalera.
-Obedezca mujer.
“TN” terminó de bajar la escalera de caracol con una angustia en su pecho. Desde la profundidad no llegaba ni un sonido, y los ruidos del exterior se fueron apagando a medida que seguía descendiendo. Al llegar a la galería fue recibida por Sonsilia que corrió a rodearla la cintura.
-¿Cómo estáis mi señora? ¡Dejarme una silla! – exigió con voz autoritaria.
-estoy bien Sonsilia. ¿Qué hacen todos aquí? Deben seguir el camino hacia las cuevas – “TN” ni siquiera contó los sirvientes, doncellas y algunos hombres que debían ser soldados. -¿pero qué hacen aquí?
-Esperamos por si podemos ayudar en algo – dijo alguien.
-Ya os he dicho que os vayáis, aquí… - se callaron cuando por el pasillo principal llegaron los sonidos de las botas golpeando el suelo. El que estaba hablando era uno de los hombres armados que corrió a ponerse ante ella para protegerla. – Dejar pasar – volvió a decir el mismo – son los hombres del conde de Norfolk, vienen con el teniente Jaimie.
Los hombres se perdieron en la escalera y “TN” armándose de valor tomó la antorcha que Sonsilia la había quitado y los miró a todos.
-Saldremos hacia las cuevas como nos han dicho. – encabezó la marcha a pesar que algunos seguía quejándose.
Los JONAS suspiraron aliviados y cerraron la gruesa puerta de hierro fundido.
Dos de ellos se adelantaron hasta la mujer del Laird y la acompañaron en silencio.
El trecho era largo y oscuro. En el piso, el agua, seguramente proveniente de las lluvias de la época pasada, se acumulaba llegando hasta los tobillos. De vez en cuando una rata chillaba o corría endemoniada. Los ojos de los roedores se veían rojos al reflejarse el fuego en ellos.
Comenzaron a ver grandes estalactitas cuando salieron del corredor fabricado en piedra y penetraron en las cuevas. El sonido de las gotas al caer sobre los charcos provocaban un eco como de campanillas.
“TN” respiró con fuerza al descubrir varias paredes iluminadas con más antorchas.
Los soldados se antepusieron a “TN” y continuaron andando. Se detuvieron al doblar un corredor.
“TN” se asomó con curiosidad para ver que habían visto los hombres.
Annabella se hallaba en el centro de la habitación con un sujeto que vestía una cota de malla y pantalones sajones.
-¡hermana! – “TN” corrió hacia ella entregando de nuevo su lámpara a Sonsilia. Se abrazaron con fuerza.
-¿Qué ha ocurrido? Jaimie dijo que quizá no tuvierais que huir.
-JOE también dijo lo mismo – jadeó angustiada y echó hacia atrás los hombros tratando de suavizar la tensión que se había acumulado bajo su cuello – salí unos segundos a tomar un poco de aire y cuando regresé el salón entero estaba patas arriba – observó el temor en los ojos de su hermana mayor y la rodeó la cintura con cariño mientras caminaban hacia una de las salidas. Los caballos de los militares de Norfolk se hallaban en el interior de la boca de la cueva. En el exterior había estallado una fuerte tormenta. – todo pasara en seguida Annabella. No puede pasar nada. Los Fegurson llegaron hace horas y JOE tenía un plan más o menos perfecto.
-¡gracias al cielo “TN”! – Se detuvieron para abrazarse de nuevo – estaba tan asustada por que volviera a ocurrir lo mismo que llegaba a desesperar. -¿Cómo se inició?
“TN” agitó la cabeza.
-No lo sé. Todo estaba normal y Sir Thomas no parecía que tenía intenciones de nada. – agradeció a Cary que la echara una fina manta sobre los hombros, la capa era preciosa pero ante ese frio no abrigaba nada. – supongo que debemos esperar.
Por mucho que aparentara ante Annabella no estar asustada, sus ojos la delataban. No podía dejar de pensar en su esposo, la comía la angustia por saber que estaba sucediendo, sobre todo por saber cómo se encontraba él.
-Esta cueva tiene varias salidas – dijo un JONAS – lo mejor es que sigamos la misma que los demás. El capitán nos espera allí.
“TN” asintió y sin soltar a su hermana siguieron al hombre. Descendieron una altísima escalera que carecían de balaustrada. Los escalones de piedra estaban sucios y el polvo se desprendía al caminar.
Todos bajaban con las espaldas apoyadas contra la pared en busca de protección en caso de caída.
Las paredes de las cuevas se estrecharon, eran enorme rocas cubierta de seca salitre del mar.
Llegó hasta ellos el ruido de la tormenta y los fuertes golpes de las olas al chocar contra las rocas.
-¿Dónde estamos? – preguntó “TN” cuando llegaron al fondo.
El suelo estaba cubierto de tierra húmeda. E incluso el ambiente se había tornado denso y pegajoso.
- debajo del acantilado – la dijo Sonsilia.
Todavía sin salir de la cueva comenzaron a ver hogueras encendidas y las inconfundibles voces de los aldeanos que se cubrían con mantas. Olía a mar, a frio, a lonas húmedas…
George se cuadro ante los soldados y tomó a “TN” de la mano apretándola con cariño.
-¿Ha sido muy difícil llegar hasta aquí?
-Todo está despejado capitán – le informó el soldado – han llegado más refuerzos.
“TN” observó a su alrededor emocionada. Todos parecían estar bien e incluso hablaban animados esperando el momento en que llegaran a informarles que Thomas había caído.
Varios niños se hallaban sentados en el suelo sobre gruesas pieles alrededor de las piernas de Toti que les contaba historias. Otros corrían hasta la cala y volvían a entrar empapados disfrutando con la tormenta.
La pareció increíble la tranquilidad de todas estas personas y no pudo por menos que agradecer a su esposo que estuviera tan preparado como realmente decía estarlo. Solo quedó orar por él y por el resto de los hombres.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 41
La luna llena se veía traslucida, rodeada de una fuerte aureola. Las nubes más cercanas con formas indefinidas brillaron plateadas al ser atravesadas por los amenazadores relámpagos.
La aldea se cubrió por una humareda oscura provocada por la fuerte y continuada lluvia.
Las llamas se apagaron y por mucho que quisieron prender solo lograban levantar el vuelo en una profusión de chispas sin destino que barría el viento.
Los daños eran cuantiosos, ni siquiera la taberna al otro lado del pueblo se había salvado. Una de las paredes había caído y el interior estaba irreconocible.
Los hombres de Thomas se habían ensañado con todo lo que encontraron a su paso. Furiosos, ciegos de rabia al descubrir que sin darse cuenta y ante sus ojos, los habitantes habían abandonado sus hogares. Cuando comenzó la batalla en el interior de la fortaleza, los JONAS se habían apresurado a cerrar el portón y no les quedó más remedio que, o bien intentar acabar con los arqueros, que parecían una ristra de hormiguitas apostadas en los muros, o destrozar todo para asegurarse que nadie tuviera un sitio donde regresar.
Los muebles despedazados se hundían en el barro, las ropas de cama echas jirones cubrían los suelos, ollas de hierro golpeadas, tapices abrasados… todo.
La aldea desapareció en cuestión de segundos pero ninguno salió con vida de allí. La caballería aliada esperaba acechante.
En la fortaleza, algunos grupillos seguían combatiendo con violencia pero era un número bastante reducido.
Los sujetos que pretendían escapar de la casa eran abatidos por los Fegurson que se habían repartido por los muros.
En el amplio vestíbulo las llamas comenzaron a incendiar los altos estandartes. Las telas se zarandeaban con la fuerte corriente y retazos envueltos en fuego caían sobre el piso formando charcos ardientes que los guerreros trataban de esquivar.
Tanto el salón como la galería se hallaban ocupada por hombres que luchaban fieramente. El choque estruendoso de las armas retumbaba en los muros acompañados por los desgarradores truenos de exterior.
JOE, en el centro del salón agitaba sus afiladas espadas con destreza. Llevaba una en cada mano. La de la derecha atacaba, la otra la usaba de escudo parando algún golpe para acabar en la estocada final y aunque no se detenía porque aún quedaban atacantes, sus ávidos ojos buscaban constantemente a Thomas que por momentos desaparecía de su campo de visión. Sus ansias se veían renovadas en cuanto volvía a encontrarlo.
Comenzó aprovechando la salida de “TN”. Tras ella, las discretas carreras de los sirvientes marchando del salón debieron alertar a Thomas y sus hombres.
Todo había sucedido tan rápido que JOE no había podido cruzar ni una sola palabra con el hombre.
Golpeó con el codo el rostro de un sujeto y clavó su frio acero en el pecho de otro que intentaba alcanzarlo con un martillo de hierro macizo.
Con prisa se deslizó hacia el arco del vestíbulo donde Thomas se enfrentaba a Camerón.
Perdió el aliento cuando el joven JONAS se derrumbó a sus pies pero Thomas no le dio tregua, le incitó con su arma.
La batalla pareció detenerse de repente y tan solo quedaron en el centro del vestíbulo el Laird y el cruel asesino, Thomas de Luxe, ambos concentrados mirándose fijamente a los ojos.
-Déjamelo a mí. – escuchó decir JOE junto a él. No se volvió, no quería ver el rostro de Jaimie, si le miraba a la cara él también sería incapaz de acabar con su tío.
-No quiero luchar contigo muchacho – le dijo Thomas a su sobrino – ahora es tarde y debo terminar lo que vine hacer.
-Lo harás después de acabar conmigo tío, o eso o te rendirás a JONAS. – Con furia lo empujó interponiéndose entre JOE y él – John Warenne ha confesado todo. Lo has estado chantajeando para tus propios propósitos. Sabías que iríamos a por él pero confiabas en que no le diera tiempo abrir la boca para delatarte ¿verdad?
-¿qué quieres que te diga muchacho? ¿Qué me arrepiento? – Thomas soltó el arma que golpeó contra el suelo – ¡No estoy arrepentido! – Gritó – y tú, muchacho mal criado y desleal deberías ponerte de mi parte. Podría convertirte…
-¿en un asesino? No, gracias. – le respondió Jaimie con los dientes apretados de la rabia.
-¡Serias el señor de todo! La mitad de las Higlands me pertenecen – ladeó la cabeza y sus ojos quedaron momentáneamente en blanco al igual que lo hiciera un loco que pierde la noción de la realidad - cuando termine de nuevo con los MacBean… claro.
-¡hijo de puta! – Douglas se lanzó hacia él en un fiero alarido.
JOE interceptó al muchacho atrapándole por los brazos.
-¡estás loco tío! ¡Mira a tu alrededor! ¡Mira! – Jaimie tomó la cara de Thomas entre sus manos con fuerza. Deseaba gritar, pegarle o llorar. Quería dejar de amar a esa persona que lo había sido todo para él, debía arrancárselo del corazón sin pensar en cuantas veces había jugado con él siendo niño. Hubiera dado la vida por retroceder en el tiempo y haberse dado cuenta antes.
-Lo siento muchacho – susurró Thomas cuando su puñal penetró en el corazón de Jaimie.
Los discos azules se abrieron con sorpresa y con dolor, incrédulos. Su mano se aferró al cuello del delgado chaquetón de piel, aquella sería la última vez que viera a su tío.
Las primeras luces de la mañana entraron por la boca de la cueva. Todo se hallaba en silencio, interrumpido eventualmente por ligeros murmullos de algunos que aún tenían ganas de charlar.
“TN” y Annabella envueltas en mantas caminaron por la cala con los ojos en el cielo. Aún se perfilaban varias columnas de humo. George se unió a ellas.
-¿no deberíamos saber algo ya? – volvió a preguntar “TN” por enésima vez. Los nervios se agarraban a la boca de su estómago y tenía un nudo constante que no la dejaba respirar.
Varias veces durante la noche, tanto Annabella como ella habían tratado de regresar a la fortaleza, pero los hombres se acogieron a decir que desde aquella posición era imposible abrir la puerta de hierro que accedía a la casa. La tormenta tampoco había ayudado mucho pues la humedad se calaba en los huesos con crueldad.
-¿Cuántas veces vas a preguntar lo mismo? – la regañó Annabella. -¿os encontráis bien señor? – le preguntó a George.
“TN” miró al hombre apenada por haberse olvidado de su corazón. No se veía con buen color de rostro y unas profundas bolsas se habían formado bajo sus lacrimosos ojos.
-Me encuentro bien – respondió en una mueca que pretendió ser una sonrisa. Extendió el dedo índice hacia los farallones donde el mar parecía hacer un extraño quiebro – aquel es nuestro tesoro.
“TN” y Annabella entrecerraron los ojos para ver algo más que no fueran las fuertes olas golpeando en los picachos. A medida que se acercaron admiraron con la boca abierta el pequeño puerto donde dos goletas de gran tonelaje se balanceaban junto a varias barcas de pescadores.
-¡un puerto! – Exclamó “TN” - ¿tenéis un puerto?
George asintió y se tuvo que apoyar en “TN” cuando las fuerzas comenzaron a fallarle. La joven lo rodeó por la cintura y Annabella corrió ayudarla.
-Deberías descansar George – le dijo “TN” con preocupación llegando de nuevo a la cueva.
-¡ha acabado! – Gritó alguien - ¡están aquí!
La alegría les inundó y todos se abrazaron de pura dicha.
-Se ha acabado – repitió “TN” en el oído de George que se acaba de sentar sobre una roca y sonreía feliz. Miró a su hermana con ojos brillantes y se apretaron las manos nerviosas.
Cuando todos guardaron silencio “TN” se volvió con curiosidad. JOE atravesaba la cueva en dirección a ella.
La joven no espero y sabía que no era lo correcto lanzarse a los brazos de JOE delante de todos, pero no se pudo contener. ¡Estaba vivo! ¡Estaba vivo!
Se fundieron en un apasionado beso que levantó suspiros entre las féminas más jóvenes. “TN” se apartó ligeramente sin soltarse de su cuello y de nuevo lo besó en las mejillas y en los labios. Dio rienda suelta al llanto contenido y dejó que JOE la alzara en brazos y la llevara de nuevo a casa. A su hogar.
-JONAS – Annabella apenas rozó el brazo del hombre para detenerle y este se giró hacia ella con “TN” en brazos - ¿y Jaimie?
Los ojos de JOE brillaron afligidos y tragó el nudo que le impedía hablar. Agitó la cabeza.
-El teniente Jaimie ha caído.
-¡Que significa eso! ¿Está muerto? – Preguntó angustiada - ¡no puede ser! ¡Nooo! ¡Me niego! – gritó Annabella corriendo por los túneles.
-Esperar – gritó JOE. Como la joven le ignoró varios hombres salieron tras la MacBean.
-¿ha muerto? – susurró “TN” con lágrimas en los ojos.
-Han caído muchos. Jaimie, Camerón… Nuestros, suyos – soltó un suspiro.
“TN” enterró la cara en el cuello de su esposo.
Durante los días siguientes se dedicaron a limpiar la aldea reconstruyendo de nuevo el pueblo. Todas las cosechas de los graneros se habían perdido pero pronto recibieron ayudas por todos lados.
JOE apenas dormía unas horas para proseguir con la faena y “TN” por su parte actuaba como anfitriona con toda la gente que había cobijado bajo su techo. Sonsilia y Cary se desvivían por ella e incluso se atrevían a regañarla en alguna ocasión cuando trataba de hacer algún esfuerzo indebido.
Con mucha pena y en un profundo silencio lanzaron los cuerpos de los fallecidos sobre balsas que prendieron con fuego, observando como sus almas ascendían al reino de los cielos mezclados con la densa nube de humo grisáceo.
En todo momento el Laird y su esposa habían observado los funerales tomados de la mano. Todos estaban cansados, exhaustos, agotados, pero la vida continuaba y el otoño se acercaba a pasos agigantados.
La gente se marchó pero JOE siguió mirando las llamas que se perdían de vista tragadas por las azuladas aguas del mar del norte.
“TN” se apretó contra su costado y le pasó la mano por la cintura apoyando la cabeza en su pecho. Él la besó repentinamente en la cabeza.
-Imagino que tú te acordaras de todos – susurró “TN” contra el ancho pecho. Su voz llegaba apagada pero él la escuchaba – Yo apenas los estaba conociendo – suspiró sorbiendo por la nariz – pero Camerón… - su voz tembló sollozante.
JOE la cobijo entre su brazos incapaz de decirla nada. ¿Cómo aliviar el dolor de su joven esposa cuando él tenía el corazón completamente destrozado?
- ¿Y Annabella? ¿Cómo se encuentra? – JOE quiso cambiar de tema.
“TN” levantó la cara y él besó sus lágrimas con dulzura.
-No he conseguido sacarla ni una palabra. Come un poco porque la obligo, ni siquiera ha reparado en Douglas con las ganas que tenia de verle. Mucho me temo que pueda enfermar de continuar así.
-Ella es fuerte. Saldrá adelante. ¿Te ha contado lo que sucedió en MacBean después del asedio?
“TN” asintió con el dolor reflejado en su rostro y se abrazó más a él. Caminaron pensativos hasta el caballo de JOE y una vez allí la depositó sobre él.
-Será difícil olvidar pero debemos seguir – le contestó mirándole con ternura. JOE se montó tras ella y con paso lento llegaron hasta la fortaleza.
-Estas echa una dormilona – “TN” se hallaba recostada sobre la enorme cama y abrió los ojos al escuchar a JOE. Era cierto que llevaba una semana que lo único que deseaba era meterse entre las finas sabanas y evadirse del mundo. Debía sentirse más descansada y no era así. Sonsilia la había advertido que era normal y “TN” ya desesperaba encontrando el momento oportuno de dar la noticia a JOE. Una buena noticia entre todos los dramas que acababan de acontecer.
Deseaba disfrutar de su embarazo, acariciarse el vientre y abarcarlo con sus manos, pero pensaba que sería demasiado egoísta si hacia aquello. Todavía era muy pronto para faltar el respeto a los demás.
-¿Qué haces aquí? – le preguntó con voz somnolienta -¿no ibas con George a la mina?
-Fui y regrese – la dijo con un gracioso mohín – y aprovechando que dormías Sonsilia me llenó la tina. He pensado que me vendría bien que me frotaras la espalda.
“TN” deslizó las piernas hacia el suelo y se estiró graciosamente.
-¿y no prefieres que comparta el baño contigo mi señor?
JOE no pudo apartar los ojos de los pechos de “TN”. Ella se sonrojó y se cubrió con los brazos a pesar de vestir un delicado camisón que cubría los diminutos pies.
-Claro que lo prefiero. ¿Por qué te cubres mujer? – Él se acercó como una pantera al acecho -¿te has dado cuenta que últimamente comes mucho? Antes eras como un pajarito, un poquito de aquí – cuando estiró la mano ella se la apartó con un suave manotazo – otro poquito de…
-Ya vale mi señor – rio ella volviendo a retirarle la mano.
JOE se echó sobre el colchón y “TN” saltó del impacto.
-No, es verdad mujer. Tus caderas están más llenas – reptó para alcanzar la cintura femenina con su boca y “TN” dio un respingo apartándose de él.
JOE no la permitió levantarse y luchó contra ella hasta tenerla bajo su cuerpo.
-No me aplastes JOE – le dijo en un jadeó. Realmente él disfrutaba dejando caer su peso sobre ella. Antes “TN” también lo había disfrutado, ahora no podía evitar sentir cierto miedo.
-¿Por qué? – la mordisqueó los labios y sus manos buscaron los senos redondos y llenos.
-Me haces daño JOE – le dijo seria.
Él levantó su cuerpo apoyándose en los codos y la miró con el ceño fruncido.
-¿lo dices enserio? Antes no te quejabas.
“TN” se sintió culpable. Sabía algo que él desconocía y no estaban en la misma igualdad de condiciones. Tomó aliento con fuerza.
-Antes no estaba esperando un hijo… ahora si – le respondió mordiéndose el labio inferior con timidez. Sus mejillas habían adquirido el color del melocotón maduro.
JOE JONAS se apresuró a ponerse de rodillas sobre el colchón ayudándola a incorporarse y la miró con una total devoción pintada en sus ojos de plata.
-¿me vas a dar un hijo? – sonrió emocionado hasta la medula. Ella asintió. La besó con fuerza y con un grito de alegría abandonó la recamara dejándola sola y con la boca abierta.
Poco tiempo después escuchó como lo celebraban en el salón.
CAPITULO 42
-Eres el ángel más hermoso que existe en esta parte del edén.
Annabella dejó el atizador con firmeza, no quería que su pulso la delatara.
La habitación se hallaba débilmente iluminada y tan solo el chasquido de las maderas al arder rompía el silencio.
-Sé que me has oído, Ángel – la llamó el hombre que se hallaba postrado en la ancha cama endoselada.
Ella fingió ignorarlo y caminó hacia la cómoda donde descansaba una bandeja de plata con un cuenco de comida y una copa.
-Pensaba que en el cielo me tratarían bien pero me confundí.
Annabella se volvió hacia él con la copa en la mano.
-Será porque no moriste – le contestó con frialdad.
-¿y porque estas enfadada? ¿Deseabas que muriera?
-¡deseaba que despertaras antes! Me has estado haciendo perder el tiempo como si me sobrara.
-No tenías por qué haberte quedado tú – respondió recorriéndola con un brillo divertido en sus ojos azules.
Annabella caminó hacia él con prisa. Furiosa.
-¡Vinimos juntos y me sentí obligada! Ahora estamos en paz.
Jaimie parpadeó varias veces.
-¿en paz? – repitió arqueando las cejas.
-En el hogar de Surrey me salvaste de ese hombre – le recordó.
Jaimie suspiró.
-Si se hubieran tenido que quedar conmigo todas las personas a las que he ayudado posiblemente no entraran en la fortaleza.
-¡Ja! No cabrían en el corredor, pero en casa… ¿no los oyes? He tenido que cerrar la puerta – era mentira, en el pasillo no había nadie pero era cierto que el primer día que todos pensaban que moriría, el corredor se había convertido en un aterrador túnel plagado de gente. Incluso el JONAS había pasado mucho tiempo tras la puerta. Cuando el curandero les dijo que la hoja no había profundizado deteniéndose en una costilla, las personas se fueron marchando.
Según las palabras del sanador solo sería cuestión de horas o un par de días que se despertara. Aquellos días se habían convertido en dos semanas y Annabella había desesperado pensando que no pudiera despertar nunca. Y ahora que lo hacía, bromeaba.
Cosas como esas son las que recordaba y había echado tanto de menos en él, pero no podía evitar sentirse enfadada.
-¿Por qué no despertaste antes? – le entregó la copa para que bebiera un poco de agua.
Jaimie la miró con una sonrisa imperceptible que ella no pasó por alto.
-Pues ahora ya estas despierto y perfecto - ¿era cierto que su voz sonó tan remilgada o solo lo creyó? Carraspeó suavizando la garganta – Yo me despido aquí de ti – ignoró el hecho de que Jaimie bizqueara – me marcho con mi primo y regreso a mi casa.
-Pero ¿Por qué? Me refiero… creo que deberías esperar.
-¿esperar? ¿El qué?
Jaimie trataba de pensar, se le veía a la legua que no tenía un plan concreto, Annabella se cubrió la boca con la mano evitando que viera su sonrisa.
- Debo agradecerte lo que has hecho. – respondió finalmente.
-¿Qué se supone que he hecho?
-Quedarte aquí… conmigo.
-No te confundas. Yo acabo de llegar – le dijo sacudiéndose las faldas de algo imaginario.
-¿Por qué eres tan mentirosa? – cuando se sentó sobre el colchón Annabella vio la mueca de dolor que atravesó su hermosa boca.
-¡No estás muerto guerrero pero ha faltado poco! No deberías moverte así, ¿no será que quieres que se te abra la herida?
-Si ya me ha dado cuenta – dijo dejándose caer de nuevo hacia atrás. Annabella corrió hasta él y le colocó un par de almohadones bajo la cabeza.
Era consciente que los ojos de Jaimie la seguían por toda la habitación. La ponía nerviosa.
Durante esos días lo había visto quieto, dormido.
Había ayudado a lavarle, le había mojado los labios con agua y lo había echo tragar sopas a las que ella llamaba agua sucia. Mientras había estado inconsciente lo había observado, lo había estudiado hasta el infinito. Sus rasgos, la firmeza de la piel de su frente, su rostro cubierto con una barba oscura. Conocía su cuerpo, sus músculos, hasta una extraña tobillera pintada sobre la piel de uno de sus pies, y sin embargo lo veía despierto y su corazón amenazaba con escapar de su garganta.
-Te voy a confesar algo Annabella – ella se acercó porque Jaimie había bajado la voz de repente – desperté hace un rato. Escuché como lady JONAS te hablaba.
Annabella no supo que pensar ni cómo reaccionar. No recordaba en ese momento la conversación sostenida con “TN” pero posiblemente ella la intentaba convencer para que saliera de ese cuarto. Al menos aquella semana había abandonado más veces la recamara de Jaimie que en la anterior. Deseaba ser ella la primera persona que viese el hombre cuando abriera los ojos.
Por lo menos tampoco estaba tan angustiada como cuando le dijeron que el teniente había caído. Fue una sorpresa comprobar que Jaimie vivía y Annabella se había dedicado en cuerpo y alma a cuidarle.
Jaimie podía haberse librado de todo esto. Ella estaba feliz por la decisión que él había tomado. Orgullosa por el coraje que la demostró al enfrentarse a su propio tío por honor.
-¿y porque no lo dijiste antes? ¿Esta última hora has fingido dormir? ¿Por qué?
-Porque tenía ante mí un exquisito Ángel que me miraba amorosamente.
-¿amorosamente? – Annabella soltó una carcajada y acabó sentándose en la silla que había junto a la cama. – No sé porque dices eso.
-mejor eso a decirte que me das miedo cuando gritas. – otra carcajada. – me gustas cuando ríes. Deberías hacerlo más a menudo. – Annabella se prometió que lo haría ¿o ya lo había echo en otra ocasión? Jaimie suspiró y buscó sus ojos con preocupación. - ¿Qué paso con Luxe?
La joven tragó con dificultad.
-Murió.
-¿fue JOE?
-¿importa eso? – le preguntó nerviosa. JONAS había dicho que si Jaimie no preguntaba quien había sido el ejecutor que nadie le dijera nada.
-No lo sé – respondió con voz apenada. Annabella le vio como un adolescente a punto de llorar e incluso trató de leer en sus ojos azules. Se sentó en el borde de la cama y le apoyó las manos en los hombros. No lloraba pero el dolor que reflejaba era tan profundo que ella si sollozo. Fue lo único que le hizo falta a Jaime para que rodeara el cuerpo de Annabella y desahogara su llanto en ella.
¡Quien habría pensado que el único hombro en el que quería llorar estaba dispuesto para él!
Los minutos corrieron en silencio excepto pos los gimoteos de la muchacha. Sabía lo horrible que debía ser para Jaimie.
-Me hirió él ¿verdad?
Annabella levantó la cabeza perdiéndose en aquella mirada lacrimosa. Solo el brillo de la humedad bajo uno de sus ojos le delataba.
Ella asintió.
- Estaba completamente loco si pensaba que algo de eso le iba a salir bien – Annabella se echó hacia atrás cuando Jaimie quiso acariciarla el rostro con su mano. No la tocó. - ¿Quién acabó con él?
Ella se mordió el labio inferior dubitativa.
- Fue mi primo Douglas. Cuando Thomas te hirió nadie reaccionó.
-No lo esperaban. Annabella. Desde que Warenne me confesó la verdad se me cruzaron mil ideas por la mente. Busqué excusas de porque haría eso pero la única conclusión es que se volvió loco.
-Y por culpa de su locura causó la muerte de otros.
-Y no lo justifico y nunca lo haré, pero entiéndeme… no puedo dejar de olvidar que fue un padre para mí. No quiero que me juzgues…
-nadie va hacerlo Jaimie. Ni yo, ni ninguna persona de esta casa. Nadie te culpa a ti de lo ocurrido – ella le acarició la mejilla.
Ambos estaban muy cerca, uno frente al otro. Annabella podía sentir el calor de aquel cuerpo masculino bajo su pecho, las cosquillas de la barba en la palma de su mano, la calidez de sus ojos azules que habían descendido hasta posarse en sus labios.
-¿me dejarías que te besara? – la preguntó en un ronco murmullo.
Annabella no contestó. Le miró entre absorta y sorprendida. La sangre corría con velocidad en sus venas mientras su pulso se elevaba a la locura. ¿De verdad quería besarla? ¿Y si le dejaba?
Ella negó con la cabeza. Un movimiento que Jaimie no advirtió o fingió no hacerlo.
-Yo no haré nada, te lo prometo.-La instó a que bajara sus labios hasta los suyos.
Annabella le rozó con lentitud, al principio fue una caricia suave con su propia boca. Él no se movió, tan solo la miraba con ojos apasionados. Incluso sus manos en la cintura de Annabella no presionaban.
Ruborizada, deslizó su lengua por la abertura de Jaimie y suspiró cuando su lengua fue acariciada por la de él.
Le besó y cuando él la acompañó con los labios se sintió enloquecer. Lo besó tanto que sus mejillas escocieron con la barba.
Con piernas temblorosas se apartó de él finalizando el contacto.
-Ahora si – trató de sonreírle pero no hizo más que una mueca. Le tendió una mano que él recogió todavía con la vista perdida en ella – esta es la despedida.
Jaimie asintió sin ninguna expresión en el rostro.
-Si alguna vez quieres… no sé, que te enseñe a usar el cuchillito que tienes o cualquier otra cosa – Annabella apartó su mirada. Si seguía allí delante rompería a llorar como una tonta – me encontraras aquí.
-Vale – contestó ella con voz rota – te digo lo mismo – con lentitud apartaron las manos – si alguna vez te apetece ir por tierras MacBean – sorbió por la nariz y con disimulo se apartó una lagrima con el pulgar. No hacía falta disimular. El momento era duro aunque Annabella nunca imaginó tan triste. –Ya sabes dónde encontrarme. Te deseo mucha felicidad Jaimie – las cuerdas vocales temblaron desgarradas - …y gracias.
Ni siquiera espero a que se despidiera. Abandonó la recamara llorando como una boba y maldiciendo el no haberse quedado cerca de él.
-¿Qué ha ocurrido? – preguntó “TN” levantándose del diván donde se hallaba descansando.
-¡nada! – Se sacó un pequeño pañuelo que escondía bajo el estrecho puño y se limpió las lágrimas – Jaimie ya ha despertado.
El rostro de “TN” no mostró mucho interés.
-¿y que te ha dicho?
Annabella se encogió de hombros y agitó la cabeza.
-Nada. Nos hemos despedido.
-¿y no le has dicho que lo amas?
Agitó la cabeza con dolor y tomó las manos de “TN” con fuerza.
-No quiero que se lo digas hermana. – Sollozó – Sé que jamás me aceptaría después de lo que me ocurrió.
-¿Cómo puedes saberlo? Nunca habéis hablado nada de esto.
-es que no hace falta – soltó un suspiró cansado y trató de reír – Jaimie lo pasa bien con las mujeres pero no tiene intenciones de nada serio.
“TN” la colocó las manos en la mejilla. El embarazo la sentaba fenomenal, al menos ella la veía preciosa con la piel más lustrosa y sonrosada.
-Tienes razón hermana. Quizá Jaimie se dé cuenta que le guste estar contigo y vaya a buscarte.
-¿crees que haría eso?
-con toda seguridad – asintió “TN” riéndose.
Y se rió porque a partir de ese día, “TN” se convirtió en la nueva cuidadora de Jaimie.
Logró aburrirle hablándole sobre su hermana, contándole anécdotas, cualidades y arrebatos. Finalmente JOE la había tenido que apartar de su lado cuando quedo bien claro que Jaimie estaba completamente sano y no necesitaba a nadie.
Estaban una noche cenando su esposo y ella en las cámaras privadas del segundo piso cuando Jaimie se presentó ante ellos.
-¿Qué vas a… que? – le preguntó JOE con ojos entrecerrados.
“TN” ocultó la sonrisa tras la servilleta.
-sé que aquí tenemos mucho trabajo. Pero creo que estos meses hemos levantado la aldea en casi su totalidad y Douglas puede que necesite ayuda…
“TN” carraspeó.
-Mi primo tiene bastantes hombres, Jaimie. Creo que hasta los Fegurson están con él. ¿Verdad JOE?
- creo que sí.
-¿ves? – Dijo “TN” – no hace falta que vayas ayudarlos. – la joven se ganó una dura mirada por parte de Jaimie.
-siempre les vendrá bien un brazo más – insistió.
JOE se encogió de hombros.
- si deseas ir no puedo detenerte. – miró a “TN” disimulando una sonrisa.
-Solo voy para ver que tal van las cosas.
-Pero Emet regresó hace dos días y todo iba bien – intercaló “TN” llenando agua en su vaso.
-Si quiere ir – repitió JOE – que vaya.
-No entiendo para que – ella se encogió de hombros y observó a Jaimie por encima del borde del vaso al beber.
- Si – aceptó Jaimie – voy a pedir la mano de Annabella a Douglas. ¿Contenta?
“TN” dejó el vaso sobre la mesa sin importar que parte se derramara en el mantel y saltó del sitio palmeando como una niña.
-¡entonces ve corriendo! - lo empujó echándole de la cámara bajo la extrañada mirada de su esposo – corre.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 43
El otoño había entrado a pasos agigantados. Las hojas de los arboles comenzaban a caer en una profusión de tonos amarillos y dorados que cubrieron los caminos de la aldea. El viento silbaba con suavidad entre las ramas.
Varias de las calle principales se habían empedrado engalanándolas con bellos jardines y acompañadas por algunos bancos. Según JOE habían aprovechado para hacer mejoras y la verdad es que resultaban tentadoras.
El olor que desprendía la hierba verde y húmeda de los parques, la sensación de placer de hallarse en un sitio bonito, todo estaba contribuyendo a que Noun Untouchable se convirtiera en una gran ciudad.
La temperatura se había vuelto demasiado fría como para salir a la calle sin ropa de abrigo aunque la mayoría de los guerreros no parecían advertirlo. “TN” si lo hacía. Tenía las manos heladas y posiblemente la punta de la nariz colorada como un fresón. Apretó la capa contra sí y cerró los ojos cuando llegó hasta el puente, allí el aire golpeaba con fuerza y las prendas se enrollaban en sus piernas complicando su marcha.
Los últimos rayos de sol bañaban las tierras de JONAS resistiéndose en su marcha.
“TN” descansó sobre el puente apoyando descuidadamente una mano sobre su pequeño pero abultado vientre. Recién había comenzado a descubrir los movimientos de su pequeño y disfrutaba con cada uno de ellos buscándolos con persistencia.
Sonsilia la había acompañado hacer unas diligencias con los aldeanos. Sus visitas se habían alargado hasta tarde pues a uno de los chiquillos le había picado una bicha y se encontraba bastante débil. Emet había salido en busca de las hierbas que pedía el curandero y cuando por fin el niño se halló más relajado con un feo emplaste, ella se había marchado. Estaba un poco preocupada por la reacción de JOE. No le gustaba que estuviera de noche en el pueblo y aunque siempre estaba protegido, últimamente había muchos viajeros que se detenían, o comerciantes que llevaban esa ruta.
Noun untouchable pese a estar rodeada de empalizadas no dejaba de ser un pueblo donde muchos nobles se detenían a descansar en la posada, sobre todo ahora que la habían ampliado. También acechaban mucho los cazadores de recompensa y aunque con menos frecuencia, algún bandido que otro era apresado.
-¿puedes Sonsilia? – preguntó a la sirvienta que se había recogido las faldas con ambas manos. – Ya falta poco – la gritó. El ruido del aire al chocar contra el muro de la caseta del guardia era aterrador.
Sonsilia agitó la cabeza indicándola que se fuera adelantando y “TN” no dudó en echar a correr hacia la casa. Apenas cruzó el puente el enorme semental de JOE se cruzó en su camino.
“TN” lo miró y la capucha de su capa cayó hacia atrás. Su cabello, ahora más largo después de cuatro meses, golpeó su rostro con furia.
JOE desmontó y azotó al caballo enviándolo hacia las cuadras. El animal se conocía perfectamente el camino de regreso.
-¿Por qué tardabas tanto? – la preguntó rodeando su cintura con cuidado – Ya salía a buscarte.
-No te enfades mi señor. El pequeño Tommy se encontraba mal – le relató lo ocurrido mientras caminaban hasta las gigantes puertas dobles de la entrada. Una vez que atravesaron los muros el viento pareció calmarse de nuevo.
-Deberías avisar mujer.
-¿estabas preocupado?
-Un poco, si – asintió fingiendo que era mínima su preocupación cuando en realidad estaba aterrado cada vez que “TN” cruzaba los muros sin él.
-De haber sido más tarde te hubiera avisado, lo prometo – dejó que Sonsilia que acababa de llegar recogiera su capa despidiéndola con una sonrisa. - ¿hay noticias? – le preguntó aferrándose a la mano que JOE la tendía.
-Una carta de Carrick y otra de MacBean. Están arriba esperando a ser leídas.
Ambos subieron y mientras JOE disfrutaba de la tina que Cary había preparado, “TN” se sentó en un reposapiés de antelina azul muy cerca de la bañera con las cartas sobre su regazo.
Bella la relataba sobre su embarazo y lo bien que marchaban las cosas en su entorno, también se quejaba mucho de que Roberto la abandonaba con frecuencia.
-Es normal – contestó JOE con la cabeza apoyada en el borde – Roberto tiene que estar al tanto de todas las cosas del estado. No olvides…
-Que será el rey de Escocia – terminó de decir “TN”. JOE puso los ojos en blanco con una sonrisa traviesa.
– Siempre dices lo mismo – continuó ella inclinándose hacia él y besándolo en la frente. Volvió a sentarse recogiendo la otra carta – La de Douglas – la agitó. ¿Qué pondría? ¿Había llegado Jaimie? ¿Qué había dicho Annabella? ¿Se casarían?
Desplegó el papel con una sonrisa. La extrañó que apenas se leyera un par de párrafos.
-¿Qué ocurre? – la vio fruncir el ceño.
-Douglas se ha vuelto definitivamente… loco.
JOE se incorporó un poco en la bañera y una tanda de agua se desbordó sobre la alfombra.
-¿Qué dice, mujer?
- No dice nada de Jaimie ni de Annabella.
-¿Y?
“TN” seguía leyendo y sus ojos se agrandaron sorprendidos. “la última vez que estuve allí se me olvidó decirte que el hijo que espera Brigitte no es de JONAS”
-¿Qué ocurre, mujer?
- ¡Que no dice nada de nada! – se quejó enfadada – bueno aparte de que tú no eres el padre del hijo de Briggitte.
JOE arqueó las cejas imperceptiblemente y se pasó un paño sobre los brazos.
-Ya lo sabía.
“TN” levantó la cabeza observándole.
-¿lo sabias? ¿Desde cuándo? ¿Por qué… porque no me has dicho nada?
-No pensé que tuviera mucha importancia. Brigitte se lo confesó a George el día que Douglas la llevó al monasterio.
-¿no piensas que a mí me podría haber apetecido saberlo?
-¿Por qué?
-Me moría de la rabia al pensar que mi bebe… – se miró la barriga con dulzura – no iba a ser tu primer hijo.
-“TN”, siempre hubiera sido nuestro primer hijo, el heredero.
-¡no lo digo por ser el heredero! ¡Eso ni siquiera me importa!
-Lo sé mujer. Sé perfectamente lo que quieres decir.
-¿tú eres celoso JOE?
Él la miró extrañado, pensativo. Como no hablaba “TN” comenzó a taladrarle con sus fríos ojos verdes.
-¿y bien JOE? ¿Eres celoso?
-No lo sé – se encogió de hombros y volvió a meterse de lleno en la bañera – supongo que sí. Por lo menos el día que se casó tu amiga y te paseaste con Warenne me puse celoso.
“TN” sonrió agitando la cabeza.
-¡Eso es mentira! Aquel día me vigilabas por si quería asesinarlo.
-eso también – amplió su sonrisa y soltó una carcajada cuando la joven metió la mano en el agua y le salpicó el rostro. Con fuerza agitó la cabeza y las gotas que se deprendieron de su cabello mojaron a “TN”.
- Voy a ver si no tardan en subir la cena – le dijo ella limpiándose a su vez. – JOE por cierto, que Douglas dice que va a buscar a Brigitte.
-¿Qué le pasa a tu familia? – La preguntó divertido - ¿os habéis vuelto todos locos? Jaimie pierde la cabeza por tu hermana, y no sé porque, no la encuentro nada de especial…
-tú no tienes que encontrarle nada especial – atajó ella con gesto huraño. JOE se echó a reír. De modo que la celosa era ella. No entendía porque. “TN” era la única persona con la que el compartiría su vida, no había mujer más hermosa que su esposa. –…Y ahora Douglas va a ver a Briggitte. ¿Sabes? No creo mucho en esa relación en caso de que ella acepte… ¿se convertiría en…? – se atragantó.
-En la señora de MacBean – terminó de decir JOE – a eso me refería con locos. Sería mejor que Douglas lo pensara con cuidado.
-Tienes razón – “TN” se rascó la cabeza absorta y se encogió de hombros. Douglas ya era mayor para saber lo que quería a si es que ella no pensaba meterse. No sabía cómo reaccionaría Annabella, pero seguramente su hermana se hallara tan ocupada con Jaimie que ni prestaría atención. – Voy a ver la cena. ¡Tengo muchísima hambre!
Tommy al día siguiente estaba mejor y más recuperado. Aún no podía levantarse pero sus amigos le hacían compañía constantemente.
-Os lo agradeceré siempre mi señora – la decía la madre de Tommy una vez más. – estas mantas nos vienen muy bien para este invierno. Sois muy buenas con nosotros – cuando la cogió de la mano “TN” se sintió ruborizar y la apartó con un suave gesto.
-Hacerme saber cómo va la recuperación de Tommy - les dijo antes de acercarse a Sonsilia.
-lo haremos, mil gracias miladi.
“TN” llegó hasta la sirvienta y soltó un cansado suspiro. Ya no aguantaba estar tanto tiempo de pies y los tobillos tendían a hincharse por la noche.
-Nos vamos ya Sonsilia – la dijo colocándose la capucha sobre el rostro.
-Buenas tardes Lady JONAS – “TN” se giró al no reconocer aquella voz inmediatamente. Sus ojos se dilataron cuando descubrió al sujeto y dio un paso atrás chocando con Sonsilia.
-Mi señora…
-¡Márchate Sonsilia, corre! – la empujó.
El hombre se lanzó hacia “TN” y la rodeó la cintura con un brazo aplastándola con fuerza.
-Te dije que nos volveríamos a ver ¿verdad?
La muchacha luchó inútilmente contra él y se vio arrastrada hasta el final de la calle donde esperaba un caballo.
“TN” gritó aterrada pero guardó silencio cuando la hoja plateada pasó ante sus ojos amenazantes.
-¡Soltarla! – exigió el reverendo que se hallaba con la madre de Tommy y que corrían hacia ellos.
-Quiero dinero – exigió el hombre rodeando el cuello de “TN” con un brazo – vos, padre. ¿Es esa su mula?
-No voy a permitir que salga de aquí con mi señora – la madre de Tommy, una mujer alta, fuerte y rolliza donde las haya, se había armado con una hoz y se acercaba con paso firme. Más vecinos comenzaron a salir de sus casas y por primera vez Murdock se dio cuenta que no había trazado el plan como debía. ¿Cómo se le ocurría querer raptarla en medio de la calle? ¿A la luz del día?
¡Maldición! Había estado esperando cualquier oportunidad. En la noche hubiera sido más seguro pero la damisela a esas horas ya estaba en su casa y difícilmente podría haber llegado él hasta la misma fortaleza.
Al verla en aquel momento había reaccionado sin pensar y eso le estaba procurando que cada vez más gente se congregara en torno a ellos.
-¿es esa su mula? – volvió a preguntar mirando su bayo que estaba a tan solo dos pasos. No podía llevarse a la mujer y menos cuando varios hombres habían aparecido a caballo por el gigantesco portón de la fortaleza.
-Llévesela – le dijo el padre – pero no creo yo que llegue muy lejos.
-Decirle al JONAS que necesito dinero – estrujó con la mano en la que llevaba el puñal, varios mechones del cabello de la joven como si tratara de recordarla que fue él quien la cortara su larga trenza.
-¡No puede llevarse a mi señora! – se quejó Sonsilia tratando de cogerle del brazo. – ¡no pienso dejarlo!
-Será en otra ocasión – susurró el hombre en el oído de “TN”. Ella creyó que la cortaría la garganta tal y como se lo había visto hacer a su compañero en aquella cabaña, en cambio sintió como la empujaba al camino cayendo sobre las rodillas y las palmas de las manos.
-¿se encuentra bien miladi? – las mujeres la ayudaron a levantarse y cuando “TN” se quiso dar cuenta el hombre ya había montado sobre la bestia y galopaba hacia el norte seguido por dos de los jinetes que guardaban la ciudad.
-¿Quién era ese hombre?
-¿le conocíais?
-Pasar a la casa a tomar asiento.
-No gracias, estoy bien –“TN”, asustada, se giró en redondo observando los rostros preocupados de la gente – estoy bien – repitió – tengo que regresar a casa, por favor…
“TN” perdió el sentido y cayó desmayada sobre el suelo.
Los cascos del caballo de JOE golpearon el piso con estrepito al atravesar el puente. Un centinela le había avisado de lo ocurrido y cabalgaba como loco hacia su esposa.
Al llegar hasta el círculo de personas el miedo se apoderó de él. Se abrió paso hasta “TN” que estaba siendo alzada en ese momento por otro guerrero.
-¡un hombre quiso llevársela! – lloró Sonsilia.
-Estaba loco si pensaba que lo dejaríamos – dijo alguien más. La verdad es que JOE no prestó mucha atención porque su mirada se hallaba clavada en el pálido rostro de “TN”.
-Se ha desmayado – le contó el reverendo y JOE suspiro con alivio.
Tomó a “TN” de los brazos de aquel guerrero y pasó a la cabaña de Tommy para colocarla sobre una cama.
El sanador que aún estaba allí corrió a reconocerla.
-¡Lo han detenido Laird! – dijo Sonsilia que llegaba tras él. – lo llevan a los calabozos.
JOE asintió golpeando con suavidad el rostro de “TN” para que despertara.
CAPITULO 44
-¡Vamos! ¡Empujar con fuerza! – gritó Annabella.
Ella misma trataba de hacer girar la vieja rueda del molino presionando con el hombro.
Los tres hombres que la ayudaban lo intentaron de nuevo. Estaban todos muy cansados y los bueyes los tenían acarreando las maderas que pondrían en los suelos de la casa.
Iban a necesitar Dios y ayuda para conseguir mover aquella mole, y puesto que Dios no aparecía por allí no tendrían más remedio que ir a buscar a alguien.
-Una última vez – insistió haciendo palanca, pensando que así podría levantarla.
Esta vez todos pusieron lo máximo de cada uno, estaban a punto de conseguirlo.
-¡un poco más! – chilló para que la escucharan.
Annabella agradeció mentalmente a la persona que repentinamente se les había unido en su empresa. No podía verlo, se hallaba al otro lado de la rueda y tan solo la enorme mano, cerca de la suya, fue lo que la advirtió de su compañía.
El armatoste se movió un poco deslizándose en el barro. Los hombres se animaron y sin parar ni un segundo continuaron pujando. La rueda lentamente fue atravesando el pequeño lago cubierto de lodo.
Annabella maldijo al cuarto paso. La última vez que levantó el pie su zapatilla de esparto se quedó enterrada y ahora había perdido la segunda. No por eso dejó de empujar como los demás, clavando los pies en el suelo con fuerza. El barro ya había alcanzado el bajo de sus faldas y le costaba moverse.
La rueda se puso en movimiento con tanta velocidad que Annabella y otro de los peones cayeron de plancha salpicando lodo.
No le importó tener la cara llena de barro, lo sentía pegajoso en las mejillas pero no se atrevía a quitarlo de allí porque sus brazos estaban peor. Tampoco se preocupó mucho, sus ojos seguían alegres la marcha de la rueda que ahora se movía con agilidad.
Se incorporó a dura penas, su ropa pesaba varios kilos más pegándose a su cuerpo con indecencia. El fango resbalaba de ella cayendo sobre sus pies. El olor de agua estancada se adhirió a sus cabellos que lucían enredados tras su espalda.
Celebraron entre gritos y risas de felicidad que la pieza encajara en su sitio a la perfección.
-¡lo conseguimos! – rió la muchacha dejando que alguien la llevara a la orilla sacándola de esa mezcla de charco y lago que aun debían limpiar. Ya ese día no acabarían pero al siguiente deberían hacer que el rio retomara su antiguo cauce.
Ya en la orilla abrazó al peón con una carcajada, los demás se acercaron a festejarlo.
-¿me abrazarías a mí?
Annabella sintió como su corazón se desbordaba. Hubiera sido capaz de reconocer esa voz en cualquier lado. Había esperado escucharla todos los días desde que llegó a MacBean.
“TN” ya la había dicho que estaba totalmente recuperado y ella creyó… que tal vez… pero las semanas se convirtieron en meses y el sueño de aquel beso se fue perdiendo en la lejanía sin posibilidad de retornar, la esperanza de volver a verle cada vez se había alejado más y llegó a pensar que todo había sido un sueño.
Lo intentó borrar de sus pensamientos, sin embargo, todas las noches al meterse en la cama después de decirse varias veces lo cansada que estaba y que dormiría como un lirón, descubría que solo era capaz de pensar en Jaimie, en sus ojos, en su sonrisa. ¡Jaimie estaba allí! ¡Tras ella! ¡Había llegado!
Cerró los ojos con fuerza tratando de calmar sus nervios y se giró con una sonrisa demasiado perfecta para ser natural.
-¿Qué se te ha perdido por aquí Jaimie? – él se encogió de hombros.
Annabella le extendió la mano que estrechó con afecto.
-Sabía que te habías empeñado en colocar la rueda del molino y JOE me envió.
Ella sonrió con una pequeña mueca. ¡Cuánto lo había echado de menos!
- ¿Señora MacBean? ¿Nos necesitáis o podemos marcharnos? – preguntó uno de los hombres.
-¡oh! ¡Lo habéis hecho muy bien! – les sonrió. Estaba completamente nerviosa, Jaimie siempre lograba ese efecto y era imposible no sentir tras ella el calor de ese magnífico cuerpo. – Mañana a primera hora limpiaremos esto.
-De acuerdo – asintió el peón sacudiéndose barro de los pies para luego mirar a Jaimie – de no haber sido por vuestra ayuda nunca lo hubiéramos sacado de allí nosotros solos.
-Para eso estamos – respondió Jaimie con un divertido guiñó – para ayudarnos.
-¿de verdad te ha enviado mi cuñado? – le preguntó recelosa cuando se quedaron solos. De ser así… ¿ “TN”?
Jaimie negó con una sonrisa.
-Hace tiempo que nadie me discute. Me aburro un poco ¿sabes? Creo que me acostumbré a tus desplantes y mal genio.
-¡No lo puedo creer! – la muchacha se cruzó de brazos mirándole - ¿y qué quieres decirme con eso?
Un brillo de burla cruzó por la azulada mirada del hombre.
-¿señora? – Preguntó Jaimie recordando como el hombre se había dirigido a ella - ¿os habéis casado?
-¡no! No. – Sonrió nerviosa -¿Cómo crees? ¿Con quién?
El hombre la miró intensamente y arrugó el entrecejo.
-Desde luego, con ese aspecto…
Annabella tardó un poco en comprender. Sus mejillas ardieron bajo el barro que poco a poco se había ido secando. Se miró horrorizada y con velocidad se giró para ir a la casa.
-Tampoco estas tan mal – dijo Jaimie soltando una estruendosa carcajada.
Ella en cambio no sabía si reír o echarse a llorar. Con sorpresa descubrió el caballo de Jaimie que jugueteaba con un arbusto.
-¡eh! – cuando Jaimie quiso reaccionar, echó a correr. ¡No podía ser que le volvieran a robar el caballo! Nunca nadie se había atrevido hacerlo excepto la esposa de Carrick cuando Lady JONAS desapareció y ahora, la belleza embarrada que galopaba hacia la residencia. Tras ella el cabello volaba salvaje en una profusión de enredos.
¿Qué les pasaba últimamente a las mujeres? Se suponía que era el hombre quien llevaba las riendas, no ellas.
Jaimie sonrió en silencio y después de patear una piedra que había cerca emprendió el camino en busca de su caballo y la amazona.
Nada más llegar había ido a buscar a Douglas pero le habían informado que llevaba varios días fuera de modo que aún no había tenido oportunidad de pedirla en matrimonio.
Quería no estar nervioso, que ella no lo notara, y no sabía porque. Puede que fuera el miedo a que Annabella lo rechazara, a su posible reacción cuando ella le dijera que no pensaba casarse. De ser así no podía culparla. Pero ¿sería capaz de aceptar su decisión?
Se moría por suplicarla que le amara, por demostrarla cuanto la quería y había echado de menos. Por confesarla que la soñaba de día y de noche.
Había luchado contra sus propios sentimientos intentando convencer a su corazón que aquello no era amor. Había acudido a las rameras de la aldea en un intento de olvidarla, no fue así. Solo descubrió que no deseaba a cualquier mujer si no a la beldad de mirada furiosa y cabello cobrizo a la que hizo caer en unas cocinas.
¿Era maligno el destino o sabio? Jaimie no lo sabía, no podía saberlo, ni siquiera tenía conciencia de si aquello saldría bien pero debía intentarlo.
Su tío había acabado con la familia de la mujer que amaba. ¿Sería posible que ella no se fijara en eso durante el resto de sus días? ¿Sería capaz de soportarlo si alguna vez le acusaba? ¿De fingir que todo estaba bien cuando Annabella le mirara con desdén después de rechazarlo? Y aun pensando todo esto, estaba decidió a proponerla matrimonio.
No la obligaría ir a Luxe, ni siquiera él tenía porque hacerlo. Una preciosa mansión en Noun untouchable estaría muy bien e infundiría… no, mentira, una casa allí solo seria para convencerla de porque tenía que casarse con él, que estuviera cerca su hermana tenía mucho que ver, claro. Pero si Annabella quería en MacBean tampoco le importaba, en cualquier lugar del mundo estaría bien.
Llegó al edificio que seguía inacabado y pasó por la inexistente puerta de la entrada.
El arco, así como las piedras que aún se sostenían, se habían limpiado de tal manera que ahora que se había levantado el ala derecha de la residencia era difícil distinguir las piedras viejas de las nuevas.
En el salón había siervos trajinando de un lado a otro, todo el mundo parecía ocupado.
- has tardado mucho Jaimie, pensé que te habías perdido.
Se giró para observarla bajar por la escalera. La joven estaba preciosa, se había puesto una túnica color berenjena con bordados castaños en forma de espigas, las mangas se ampliaban mostrando las delgadas muñecas al agarrarse al pasamanos. Llevaba el cabello rozando sus caderas y un pequeño velo volaba tras ella.
-No me gusta que me roben el caballo, ahora me debes algo.
-Y no pararas hasta que no estemos en paz ¿verdad? - él asintió con una sonrisa – bueno también me debes lo de la rueda del molino.
-¡yo no pedí que ayudaras!
-¡tampoco pediste a Sultán y te lo llevaste!
Se acercó a ella cuando terminó de bajar las escaleras y la cogió una mano.
-Nunca te había visto tan hermosa – la confesó aturdido. Ella se ruborizó y trató de apartarse – o quizá si – prosiguió Jaimie sin soltarla. Tenía la pequeña mano entre la suya y la sentía cálida y tierna. – aquella noche en Brodick.
Annabella arqueó las cejas con una mueca extrañada.
-¿Cuándo?
Jaimie tiró de su mano para acercarla a él. Annabella mantenía la mirada baja por lo que él solo podía ver su coronilla.
-Aquella noche que te bañaste desnuda en la playa – sonrió cuando la vio abrir sus enormes ojos verdes con sorpresa – sí, fue aquella noche – terminó de decir convencido.
-¿Y JOE lo sabe? Creo recordar que mi hermana también…
-En cuanto la reconocí me marche, ¡lo juro! – se puso la mano libre en el corazón. – de todas formas no se lo digas por si acaso – bromeó.
Ella sonrió y le clavó la vista con firmeza.
-¿Qué haces aquí, Jaimie?
¿Y si le rechazaba? Tragó con dificultad y la soltó como si de repente su mano se hubiera puesto a sudar, se frotó los dedos unos contra otros y abrió la boca varias veces. ¡Por dios que nervioso!
-He venido a verte – la dijo por fin. Ella seguía mirándolo con insistencia. –Quería saber cómo estabas… como te iban las cosas por aquí – barrió con la vista el interior del salón sin ver nada - ¿Cómo has estado?
-bien, hemos tenido mucho trabajo, bueno ya lo habrás visto.
-Si claro. - ¿Cómo decirla que no era capaz de imaginar la vida sin ella?
-¿te quedaras hasta que regrese Douglas? No creo que tarde más de un par de días.
-Si a ti no te importa - ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no era capaz de decirla nada? El camino ya estaba recorrido y se moría por abrazarla, por sentirla contra su pecho.
-No claro, estás en tu casa – ella sonrió. Estaba distinta. Su vida había vuelto a cambiar desde que Thomas muriera y eso era bueno, se la veía radiante, hermosa.
La joven mandó llamar a una sirvienta ordenándola que le preparara alguna habitación.
-Por lo menos tenemos varias recamaras listas – le dijo ella tomándolo del brazo. – déjame que te muestre un poco, ¿o estas muy cansado?
-Es una casa muy bonita – mintió, no se había fijado ni en la casa, ni en las paredes ni en nada que no fuera el hermoso rostro de ojos verdes y aquella deliciosa boca que lo excitaba hasta la locura. -¿siempre fue así tu hogar?
-Douglas no quiere cambiar nada aunque hará algunas reformas, pero quiere que este igual que siempre – le señaló la chimenea – por la noche todos nos reuníamos aquí y… - su voz tembló ligeramente y se giró hacia él – yo… tenía un prometido.
-Lo sé Annabella. – Sentía la boca completamente seca - ¿aún le sigues amando?
Ella jadeó y perdió la vista en las llamas del hogar encogiéndose de hombros.
-No lo sé – dijo en un susurro – yo pensaba que sí, quiero creer que sí, iba a convertirse en mi esposo – agitó la cabeza con pena y cuando le miró sus ojos estaban húmedos – Ahora no lo sé.
-¿Por qué? – el corazón de Jaime aleteó con velocidad en su interior.
Annabella no contestó, se cubrió los labios temblorosos con una mano y bajo la mirada de nuevo.
-¿Por qué? – La tomó la barbilla con delicadeza obligándolo a mirarle -¡dímelo! Fue desde que me besaste ¿verdad? – ella asintió y Jaimie creyó enloquecer de dicha. Se envalentonó, esperaba no confundirse –He venido a pedir a tu primo el permiso para pretenderte como mi esposa – ella le miró entre asustada y emocionada, los mismos sentimientos que reflejaba él - ¿querrías convertirte en mi señora?
Jaimie esperó impaciente, leyendo la incertidumbre que atravesó los ojos verdes y que se esfumó como un relámpago cuando ella le colocó un mechón de su cabello tras la oreja con una tímida sonrisa.
-¿estás seguro, Jaimie? ¿Lo has pensado bien?
- No tengo nada que pensar. Annabella ¿podrías olvidar que soy el sobrino de…? – ella le tapó la boca con sus manos, sus manos fueron sustituidas por sus labios.
-Solo sé que quiero pasar contigo el resto de mi vida, ver tu rostro cada día y saber que estas bien. Solo sé eso.
Jamie la besó sin importar que hubiera más gente en el salón. Aquel día en que se despidieron solo había sido un beso y desde aquel mismo momento había estado esperando volver a sentir su aliento, su dulzura.
Douglas carraspeó y súbitamente todo quedó en completo silencio. Con paciencia observó la pareja que se besaban en su salón ajenos a todo cuanto les rodeaba.
Se extrañó de encontrar de esta guisa a su prima y se sorprendió a más no poder cuando descubrió que quien la apretaba entre sus brazos no era otro, si no Jaimie de Luxe.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 45 (último capítulo)
-¿Qué os ocurre? – Briggitte miró a Douglas extrañada - ¿Quiénes son aquellos? Parece que nunca habéis visto a nadie besándose.
El hombre se había quedado inmóvil como una estatua y ella lo zarandeó del brazo.
-Venir – Douglas la tomó de la mano con fuerza y recorrió un trecho hasta las cocinas – Aquí aprenderéis un oficio. Podéis empezar ayudando a la cocinera.
Briggitte abrió los ojos con sorpresa. ¿Es que ese hombre siempre estaba enfadado o era solo con ella?
-¡MacBean! – Lo detuvo antes de que escapara - ¿para eso me habéis traído? ¿Para qué os lleve la cocina?
El hombre se giró observando la sala con detenimiento para acabar fija sobre ella.
-¿no os gusta la cocina? – La preguntó con sorna – Si lo preferís tenemos un telar. Seguro que encontráis por aquí algo…
-¿Por qué me habéis venido a buscar?
No podía entenderlo. Había visto la forma en que la miraba, el deseo en sus ojos. Le gustaba, lo sabía, sin embargo él no hacía nada por acercársela, fingía no ver cuando lo trataba de seducir. ¿Por qué se resistía de esa manera?
-Vos me pedisteis que os llevara conmigo. Esto es lo que os ofrezco, un techo, un hogar – dio unos pasos hacia ella – en MacBean no os conocen. Nadie espera nada de vos. Pensé que estaríais agradecidas de que os sacara de allí, si no es así…
-Sí, si lo es. – Brigitte miró la sala. Había varias personas por allí que no parecieron reparar en ellos – os lo agradezco MacBean. Me quedaré en las cocinas, de ese modo no tendré que veros continuamente. – le contestó mordaz.
-Mejor. Podrás empezar enseguida. Súbeme una bandeja con algo de comer.
-¿Quién yo? ¿Pero habéis dicho…?
-Que trabajareis en las cocinas – el enarcó una ceja – alguien debe subir la comida a mi dormitorio y deseo que seas tú.
-¡Entonces tendréis que soportarme! – le dijo desafiante.
-¡Que mala suerte! – respondió Douglas volviéndose a la puerta con una sonrisa traviesa.
- Es difícil entender como la vida humana pende de un débil hilo, un delgado halo de aliento entre la vida y la muerte. Un suspiro de lo que ayer era y hoy no existe. La vida es efímera, a veces cruel, amarga. – El reverendo miraba al frente con los ojos clavados en el océano – Otras veces su camino es corto e intenso. Pero Dios nos espera a todos… - hizo una larga pausa y barrió con la mirada a los asistentes hasta dejarla fija en Roberto de Bruce. - ¡Resignación! El alma de Isabella de Mar, descanse en paz. Tierra a la tierra…
Isabella de Mar (1277 -1296) fue la primera esposa de Roberto Bruce, Hija de Domhnall I, Conde de Mar, y Helen.
Su padre fue uno de los siete guardianes de Escocia.
Isabella se casó con Roberto a los 18 años y dice la leyenda que estaban muy enamorados. Tuvo un saludable embarazo pero murió después de dar a luz a su hija, Marjorie Bruce.
Roberto de Bruce era hijo de Roberto VII Bruce (tataranieto del rey David I) y de Marjorie, Condesa de Carrick, hija de Niall, Conde de Carrick.
Roberto fue coronado como Roberto I en Scone.
(La vida continua)
JOE no estuvo tranquilo hasta el momento que le anunciaron que podía pasar. Recordaría ese día durante el resto de su vida.
Su preciosa “TN” se hallaba recostada sobre la cama, hermosa, etérea, delicada. Los cabellos cobrizos brillaban sobre la blancura del limpio camisón que la acababan de poner y contrastaban con su piel marfileña. Ella lo miró y el brillo especial de sus cuencas verdes lo volvieron a fascinar, y cuando ella bajo la vista pudo ver el pequeño bulto blanco que descansaba junto a ella.
Se le hizo completamente difícil respirar con normalidad embargado por la emoción, estando a punto de echarse a llorar como un niño.
“TN” le había invitado acercase con una mano extendida y él obedeció sin poder apartar la mirada de ella. Estaba viva, había sobrevivido al parto.
Por fin pudo alejar los miedos que le cegaron los meses pasados pensando en lo peor.
Al acercarse había visto la diminuta manita asida con fuerza de un dedo de “TN”.
¿Ese era su hijo? Edwin Humbert JONAS.
¡Era tan pequeño! tan diminuto, que le temió.
Al levantar la vista se había encontrado con la de ella que lo miraba alegre. Era la primera vez que la volvía a ver sonreír desde que se murió su amiga. Hubiera dado cualquier cosa por que “TN” no se hubiese enterado de la notica, por no haberse enterado él mismo, pero las noticias en Escocia viajaban con excesiva rapidez.
-Es un JONAS – le susurró descubriendo al niño para que lo observara mejor.
JOE no había podido evitar la sorpresa al ver el cuerpo rosado en posición fetal y la densa pelambrera cobriza que cubría la pequeña cabeza.
No se cansó de observar a su esposa y a su hijo en toda la tarde, ni aun cuando todos sus hombres esperaban para festejar esperando en el salón. Aun cuando sabía que Annabella estaba deseosa de ver a su hermana.
Ese día se olvidó del nuevo matrimonio, Douglas y Briggitte, que como siempre habían acabado discutiendo y se pasaron toda la noche reconciliándose en algún lugar de Noun untouchable.
Dejó de lado en sus pensamientos a Murdock, que fue juzgado y ejecutado por múltiples asesinatos y violaciones, por herirle y cortar el cabello de su dama.
Se desentendió de ser Laird para convertirse en padre y esposo, disfrutando de cada palabra, de cada contacto, del suave rumor que crepitaba en la chimenea… de los gorjeos del pequeño, de la risa dulce de su amada.
No quiso saber de nadie excepto de la hermosa mujer que charlaba dicharachera haciéndolo reír. ¡El humor de esa mujer nunca dejaba de sorprenderlo!
Ese día, la magia de una nueva vida, el nacimiento de un ser, lograba que todo lo pasado quedara allí, en el pasado.
Recordaría siempre el momento que cogió a su hijo entre las manos y sintió su cuerpecito caliente y tierno. Como su pecho se hinchó de orgullo y su corazón latió con tranquilidad en mucho tiempo.
-Es muy hermoso – la había dicho – el niño más hermoso del universo.
Ella lo miró con una bella sonrisa pintada en su rostro resplandeciente.
-Pero has de prometerme mi señor, que si algún día le ves subido en una gradas y echando agua sobre la cabeza de un pobre despistado, no le gritarás, ni le asustarás.
Él había soltado una carcajada asintiendo. Depositó a Edwin junto a su madre y después se había inclinado para atrapar el rostro de su esposa entre las manos.
-Ya estaba loco por ti, por tus ojos, por tu boquita – la besó fugazmente y ella le enredó los dedos en el cabello – Por ser como eres, valiente, fuerte… Señora, lograste convertirme en tu siervo y como tal, te ofrezco mi alma hasta el último aliento de mi vida.
-hasta el último latido de mi corazón – había respondido ella.
Y sellaron su gran amor con un Beso de amor verdadero.
Fin.
PEZA
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