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SIERVO DE TU AMOR
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 19
“TN” no dejaba de mirar atrás esperando ver de un momento a otro a JOE. Le había reconocido entre las sombras y una nueva llama de esperanza iluminó sus ojos verdes.
Se sujetaba con fuerza a las crines del animal para no caer. Había intentado cogerse a las riendas pero el sujeto que guiaba su montura la había golpeado las manos al tratar de hacerlo.
El hombre llevaba a los caballos a la carrera mientras su mente trazaba los últimos detalles del plan. La vista comenzó a jugarle malas pasadas cuando los primeros rayos de sol empezaron a filtrarse por entre las ramas de los arboles haciendo brillar las hojas oscilantes. Tenía la sensación de ver sombras que se movían continuamente corriendo de árbol en árbol. Se detuvo en un claro. No era un lugar muy amplio.
-Puede que nos veamos en otra ocasión – susurró el bandido con frialdad.
“TN” levantó la mirada hacía él atónita. ¿Significaba eso que la dejaba marchar?
Los cascos de los caballos se acercaban con velocidad y con una precisión tan aterradora que el malhechor no perdió ni un solo minuto en contemplaciones. Con fuerza cruzó el rostro de la joven con el dorso de la mano haciéndola perder el equilibrio de su montura.
La muchacha se desplomó rodando hasta el suelo donde su cabeza chocó contra algunos maderos. Trató de abrir los ojos pero un fuerte y lacerante dolor la impidió pensar con normalidad. Podía ver las patas del caballo muy cerca de ella, moviendo la tierra de manera muy peligrosa.
El hombre la miró una sola vez antes de instar a su caballo a subir una pendiente rocosa. Ya tenía el lugar donde se colocaría elegido, y con un ligero temblor de manos sacó la reluciente ballesta de la saca que colgaba de la montura.
El arma era una joya especial por la que había pagado muchas monedas. La ballesta tenía un tamaño más reducido de lo normal y sus puntas estaban trabajadas delicadamente.
Apuntó sin dejar de observar a la MacBean que seguía tendida en el suelo. Solo deseó no confundirse. Tenía una percepción más o menos clara de quien era el JONAS y su deber era no fallar.
JOE fue el primero en llegar. Desmontó de su animal sin siquiera frenarle antes y recorrió la zona con sus ojos dorados indagando en cada sombra y en cada árbol. Con prisa llegó hasta la joven arrodillándose junto a ella.
“TN” tenía los ojos cerrados. Su rostro se hallaba cubierto de moratones y un ligero corte cerca del labio sangraba débilmente. El cabello caoba se había cubierto de hojas secas y briznas de hierba.
“TN” acarició con suavidad la cabeza de la muchacha enterrando sus dedos en la corta y desigualada cabellera.
-“TN” por favor, háblame – suplicó él acercando sus labios a los de ella. La rozó la boca, las mejillas, la frente.
Ella entreabrió los ojos y le regaló una sonrisa de alivio. A penas fue una línea pintada en su magullado rostro.
-Sabía que vendrías a buscarme – murmuró con voz temblorosa.
El hombre la pasó un brazo tras la delgada espalda y la acercó contra su duro pecho en un abrazo cargado de emociones.
-Nunca hubiera dejado de hacerlo – dijo él con ojos empañados.
La flecha cortó el aire silbando con potencia. La punta reluciente penetró en la carne traspasando las gruesas ropas. Un ligero shhhhhhhip que hizo que JOE levantara las cejas con asombro e incredulidad. Trató de sonreír a “TN” para tranquilizarla pero su boca no dibujo más que un triste esbozo. Se desplomó sobre ella.
Camerón cruzó con velocidad el claro en pos del atacante.
Ian Fegurson y Niall, su pariente, corrieron a prestar ayuda al JONAS y a la joven que luchaba por salir de aquel cuerpo que la aplastaba.
“TN” boqueó al ver la flecha clavada en el costado de JONAS. La herida sangraba con abundancia tiñendo las ropas al tiempo que las empapaba. Ella tembló aterrorizada e intentó despertar al gigante gritándole en el oído.
JONAS no se movió. Su cuerpo seguía estando allí pero la mente, la realidad, su conciencia, todo había desaparecido para dejar paso a la nada, al vacío.
Apartaron a “TN” de allí a pesar de que ella gritó y luchó por seguir sujetando la inerte mano de JOE.
-¿Cómo os encontráis lady MacBean? – preguntó Ian con la voz de alguien que está acostumbrado a ver esas escenas dantescas.
Ella rompió a llorar con la vista clavada en “TN”. Habían recortado la flecha con una hoja estrecha después de haberle desprovisto de la camisa. Entre Niall y el rastreador rasgaron la prenda con la que envolvieron al hombre tensando bien sobre la herida. Trabajaban con velocidad.
-Se pondrá bien ¿verdad? – preguntó “TN” a través de las lágrimas. Solo deseaba acercarse a Kiar y abrazarle.
-Es un hombre fuerte – se atrevió a contestar Ian. -¿vos como estáis?
Ella movió la cabeza abriendo y cerrando la boca. No se encontraba bien. Se arrodilló junto a un árbol cercano y vomitó la bilis amarga, lo único que tenía en el cuerpo.
Ian no hizo ningún intento de acércasela y apartó su vista de ella hasta que “TN” se incorporó limpiándose la boca con el dorso de la mano.
-¿pero se pondrá bien? – insistió.
El Fegurson se encogió de hombros. Él no podía saberlo con exactitud. Lo normal es que esas puntas estuvieran cargadas con algún veneno.
-A un par de horas de aquí esta Lareston. Es una aldea bastante grande – dijo el hombre que apretaba la improvisada venda. El JONAS gimió.
-¿será bueno moverle de aquí? – “TN” un poco más tranquila se acercó hacia el herido. Su rostro había perdido todo el color tornándose ceniciento.
-No lo es – afirmó el rastreador – pero su vida corre peligro. Se puede desangrar aquí o por el camino, o quizá puede que lleguemos y en Lareston tenga más posibilidades de salvarse.
La muchacha se dejó caer junto a JOE y le paso los dedos sobre la áspera mejilla. El hombre llevaba al menos dos días sin rasurarse y comenzaba a recordarle con la sucia barba con que lo había conocido. Le estudió fijamente, queriendo grabar en su mente el rostro de la persona que poco a poco se había ido convirtiendo en un pilar muy importante para ella. Ahora ya no estaba segura de si esa ternura que la embargaba era de preocupación y compasión o del dolor de pensar que podría perderlo para siempre. Y no quería perderlo. No podía hacerlo.
-por favor, ayudadnos – rogó ella levantando la cabeza de JOE para colocarla sobre sus piernas con cuidado.
Cameron regresó a los minutos con una expresión desolada en su joven rostro. Por sus rasgos todos comprendieron que el atacante había logrado escapar.
- Me acercaré a Lareston – dijo el rastreador montando en su caballo – iré buscando un sitio donde el JONAS pueda recuperarse. ¿Sabréis llegar hasta allí?
-Si – asintió Ian – Emet, no le digas a nadie sobre nuestras identidades.
El camino de dos horas se convirtió en tres. JOE no recuperó la conciencia aun así se quejaba continuamente. Iba amarrado a su caballo de tal modo que se moviera lo menos posible y que la herida aguantara sin sangrar.
“TN” cabalgaba a su lado, retirándose las lágrimas que bajaban rodando por sus mejillas de cuando en cuando. Le miraba una y otra vez estudiando sus gestos, esperando que él abriera sus ojos burlones y la dedicara una de sus sonrisas traviesas, pero “TN” no recuperaba la cordura y ella se desesperaba por minutos.
Lareston más que una aldea era una ciudad. Había crecido notablemente y los edificios se alzaban orgullosos sobre una enorme pradera. La mayoría eran construcciones bajas, de una sola planta a excepción de la calle principal donde se levantaba la iglesia y un par de edificios.
La gente iba y venía recorriendo las calles, esquivando los bueyes que empujaban de grandes carretas cargadas de los víveres que ese invierno les sustentaría a muchos. El ambiente era bullicioso y hasta casi festivo. Mercaderes gritando al ofrecer sus mercancías, niños corriendo con espadas fabricadas en madera y haciendo trotar sus imaginarias monturas.
El grupo avanzó lentamente. Muchos ojos se iban posando en ellos. Los animales caminaban despacio.
“TN” se cubrió las piernas desnudas ante las miradas atentas que se clavaban en ella.
“es una mujer” – escuchó que susurraba alguien.
“TN” bajo la mirada tratando de pasar desapercibida. Cuanta menos gente supiera que estaban allí y quienes eran mejor para todos, sobre todo para JOE que necesitaba recuperarse.
Emet les salió al encuentro para dirigirlos hacia una zona más alejada. La posada apenas tenía dormitorios libres sin embargo el hombre había conseguido un lugar donde JOE pudiera recuperarse sin llamar la atención. Se trataba de una pequeña casa cuadrada construida con adobe y tejados de madera cubiertos con pajas.
El interior no era ninguna maravilla y había sobre el suelo varios jergones extendidos además del estrecho catre. Una mesa rectangular con varias sillas viejas. Una chimenea de piedra donde una olla negra colgaba de unas cadenas dispuestas a tal efecto.
- Es lo único que he podido conseguir. Le he prometido al dueño una generosa propina. – se disculpó Emet.
“TN” no estaba muy interesada en el lugar, solo se hallaba preocupada porque JOE se encontrara bien en aquel raquítico colchón de lana.
-Hay un pozo fuera, cerca del establo – la dijo Emet comenzando a cortar los ropajes que habían colocado al JONAS – necesito esto con agua.
Ian recogió el recipiente y salió de allí. “TN” se estrujó las manos nerviosa. No soportaba ver a JOE tan quieto.
- Señora debería buscar entre las cosas de él. Quizá guarde algo de oro.
“TN” al menos se sintió útil mientras registraba las pocas pertenencias del JONAS. La mayoría de las cosas que guardaban eran armas, un cuchillo, el arco, dos espadas de acero, un escudo, una manta y una pequeña saca que contenía un diminuto monedero y los útiles de la costura que “TN” usara cuando le cosió el plaid.
-Apenas lleva unas monedas – informó ella entrecerrando los ojos. Con eso apenas les llegaría para nada.
-Camerón encárgate de vender el caballo que traía a la señora y de paso intenta averiguar a quien perteneció o si alguien lo reconoce.
“TN” observó a Emet con interés. El hombre posiblemente era el más mayor de todos. Su cabello, la totalidad cubierto por hebras plateadas, lo llevaba recogido en varias trenzas de diferentes tamaños. Sus manos arrugadas y ajadas trabajaron sobre el cuerpo de JOE en máxima concentración.
-Señora, sujételo con fuerza de los hombros.
“TN” se colocó en la cabecera del catre y apoyó sus manos donde el hombre la había indicado. Tragó con dificultad cuando vio la afilada hoja de una daga introduciéndose junto a la punta clavada en la carne de JOE.
El herido gritó queriendo incorporarse. “TN” luchó contra él apoyando todo el peso de su cuerpo. Niall la ayudó tratando de inmovilizarlo.
Los gritos de JOE hicieron temblar la pequeña construcción. Emet había comenzado a sudar pero no había apartado la hoja y seguía hurgando hasta lograr retirar la flecha en su totalidad.
-Todo va a ir bien – susurró “TN” en el oído de JOE con voz temblorosa. Tenía el corazón completamente desgarrado de ver sufrir al hombre. Todo estaba ocurriendo por su culpa. De no haber ido a salvarla él estaría perfectamente.
-lave la herida con esto, señora – Emet la dio un paño humedecido y ella obedeció al instante. Al menos “TN” parecía descansar y no volvió a quejarse por un buen rato.
“TN” se recostó en el suelo envuelta en su manta, tal y como había visto que hacían los hombres. Tan solo Camerón y Emet quedaron cuidando del enfermo mientras el resto descansaba. Una de las veces que despertó descubrió que la luz de la luna penetraba por una de las ventanas abiertas. El olor febril inundaba en lugar cargando el ambiente de un espesor extraño. El hedor de la enfermedad y el calor de las brasas que chispeaban en la chimenea era insoportable.
“TN” se pasó las manos por la cara ahogando la exclamación de dolor al tocarse los golpes. Había estado tan preocupada por JOE que no había comenzado a sentir sus propias heridas hasta ese momento. Se palpó el rostro con suavidad. Por un ojo veía mal, nublado y turbio. Estaba hinchado y de un tono violeta oscuro. Sabía que debía estar horrible. La cara desfigurada, vestida como un hombre, el cabello a la altura del cuello. Si al menos pudiera gesticular sin sentir ni un solo dolor… agitó la cabeza. Entre las sombras vio a Emet acercándose a JOE con un paño entre sus manos.
-¿Cómo está? – susurró ella incorporándose pesadamente.
-Ahora mismo se encuentra a merced de la fiebre. Rezaremos para que la infección no se extienda más allá de la herida.
“TN” se acercó a JOE. Tan solo una pequeña lámpara sobre la mesa iluminaba débilmente el lugar.
Los dos Fegurson y Camerón dormían sobre los jergones.
El rostro del JONAS se hallaba inexpresivo. Tenía los ojos cerrados y sus mejillas habían adquirido un tono sonrosado. Se hallaba desnudo, cubierto tan solo por el vendaje que rodeaba su pecho, un hombro y todo un costado. Una manta áspera le cubría hasta la cintura. A pesar de estar postrado en cama, enfermo y rebosante de debilidad, su cuerpo seguía siendo amenazante, su rostro hermoso.
“TN” le tocó la frente, ardía.
-Vuelva a recostarse señora – la animó Emet.
-prefiero quedarme aquí – dijo acercando una silla hasta el catre de JOE. Deslizó su mano entre la del hombre y aferrándose a los grandes dedos se quedó allí, sin despegar los ojos de él. Vigilando su respiración con temor a que si apartaba la vista de allí, él muriera.
CAPITULO 20
Las horas se deslizaron con pasmosa lentitud hasta que por fin la claridad del día hizo su aparición con pereza.
El estado de JOE no había cambiado un ápice en toda la noche. La fiebre jugaba con él, subiendo tan repentinamente como descendiendo en picado hasta quedarse completamente frio, tiritando bajo la manta.
Niall y Camerón habían salido temprano a merodear por la ciudad.
Ian y Emet se hallaban sentados frente a la mesa, en silencio.
“TN” estaba en una silla cerca del gigante, había apoyado la cabeza y los brazos sobre las piernas estiradas de JOE y aunque tenía los ojos cerrados, hacia unos minutos que se había despertado. No se atrevía a moverse a sabiendas que la espalda dolería por la posición.
Al cabo de un rato Emet e Ian comenzaron a susurrar y “TN” no tuvo más remedio que incorporarse, estirando cada musculo de su cuerpo, masajeándose el cuello y llevando los hombros hacia atrás todo lo que podía.
-Deberíais haberos recostado – dijo Emet observándola con pena. – al final acabareis peor que JOE.
El hombre estaba preocupado. “TN” había pasado más de la mitad de la noche observando al JONAS. Había visto como ella le susurraba en el oído y se emocionaba ante sus palabras. Y lo peor de todo es que no había descansado lo suficiente. Era una joven esbelta pero no muy alta. Su cuerpo era demasiado pequeño para llevar tanto tiempo en pie.
Imaginó que sería muy bonita de no tener la cara tan desfigurada, nunca se había fijado en ella antes de enterarse que sería su señora, y su cabello, no era más que una masa revuelta de tonos cobrizos con las puntas desigualadas. Sobre la nariz, ligeramente respingona, tenía varios arañazos que pronto se convertirían en pequeñas costras. Sin embargo aquellos ojos verdes, eran los más expresivos que había visto en mucho tiempo, realmente solo había visto esas expresiones en su pequeña. Y hacía tanto tiempo que Lucrecia había desaparecido…
Vestida así, con la manta un poco más arriba de los tobillos, realmente parecía un muchachito de no más de catorce años. Era capaz de apostar a que la joven salía a la calle y engañaba a más de uno.
“TN” miró al herido postrado en la cama y negó con la cabeza.
-Peor que él no lo creo – se inclinó sobre el hombre comprobando la temperatura de la frente contra su mano. Después de constatar que aún seguía con fiebre, se unió a ellos.
-¿Podríais reconocer al hombre que os hirió? – preguntó Ian con los codos apoyados sobre la base de la mesa y la barbilla en sus manos. Tenía el cabello rubio recortado sobre la nuca curvándose hacia fuera.
“TN” asintió recordando súbitamente la oscura mirada del que había asesinado ante ella.
-¿eran ladrones? – preguntó la muchacha sintiendo curiosidad. Hasta aquel momento ni siquiera se había preguntado qué era lo que querían esos tipos cuando se la llevaron a la fuerza. Había dado por sentado que eran simple bandidos que pedirían al menos un rescate a cambio.
-No lo creo. JONAS tiene la misión de hablar con nuestro Rey y… - Emet se encogió de hombros arañando la mesa con la uña, haciendo un ruido bastante desagradable – Alguien está empeñado en que Juan no reciba la visita de mi señor. Esto no ha sido más que una argucia para no cumplir con su cometido.
-¿Y si JOE no logra ver a Juan?
Emet alzó las cejas y frunció los labios con disgusto.
- El conde de Carrick le envió a él expresamente. Alguien está empeñado en que mi señor no cumpla con las órdenes. –repitió.
-Pero si la persona que quiere impedirlo cree que el JONAS ha muerto, cesara en su empeño ¿verdad? – preguntó “TN” pensando con rapidez.
Emet la miró con sorpresa. Extrañado de que no se le hubiera ocurrido a él.
-Supongo que sí. De todos modos el señor está más muerto que vivo.
-¡no! – exclamó “TN” poniéndose en pie. Comenzó a humedecer los paños que Emet había colocado en un balde de metal y sentándose cerca de la cabecera de JOE se empeñó en bajarle la fiebre. ¡No quería que dijeran eso ni en broma!
Ian hizo girar su silla para mirarla de frente.
-¿escuchasteis hablar a vuestros captores? ¿Dijeron algún nombre?
“TN” intentó recordar. Cuando los había oído hablar era porque se dirigían a ella, pero entre ellos no hablaron de nada, ni de nadie en particular. Negó con la cabeza.
- ¿Por qué os golpearon? –insistió.
La joven se encogió de hombros.
- Supongo que por todo. – el labio inferior comenzó a temblar ligeramente.
-¿Os violaron? – se atrevió a preguntar él antes de que ella rompiera a llorar. Sin embargo “TN” no lloró. Cierto que sus lágrimas bañaban sus ojos y brillaban con fuerza, pero ella sostenía la mirada de Ian con firmeza.
-No lo hicieron. – contestó “TN” tragando con dificultad el nudo de su garganta.
Como la muchacha apartó la vista para centrarla en el JONAS, Ian dejó de interrogarla.
Poco más tarde regresaron los otros dos hombres portando fruta fresca, leche y un cuenco grande de arroz.
Al menos entre todos se apañaron para comer y compartieron la mesa igual que lo hicieran en familia.
“TN” nunca había estado tan rodeada de hombres. Si Edwin levantará la cabeza le daría un sincope. Y si el conde de Mar hubiera estado presente la hubiera depositado directamente en un convento.
El dolor de su cabeza en general, había disminuido notablemente al tomar una extraña infusión, que Emet la había obligado a beber.
-Os veis horrible, Lady MacBean – comentó Ian limpiándose la boca con la parte superior del brazo.
“TN” le regaló una mueca al tiempo que le observaba con el ojo más pequeño. Su cuenca verde brillaba chiquitita sobre un fondo acuoso y ensangrentado. Se pasó la mano por su cabello corto, sucio y revuelto.
-Gracias. Normalmente me suelen decir cosas bonitas pero para que nos vamos a engañar ¿verdad? – su sonrisa tembló.
-Sigues estando preciosa – dijo la voz ronca del herido en un fuerte susurro. –Y quien diga lo contrario, miente.
Todos giraron la cabeza hacia él. JOE no había abierto los ojos pero parecía estar escuchando.
Las mejillas de “TN” adquirieron repentinamente un tono rosado y algo en su interior vibró al escuchar la voz del gigante. Se incorporó emocionada acercándose hasta él. Le acarició la cara con la mano. Todavía estaba muy caliente.
-¿quieres comer algo, JOE? – le preguntó acercándose al oído, sintiendo el fuego que su piel desprendía.
El rostro sereno del hombre le hacía parecer más joven. Su piel estaba blanca en comparación con el color tostado que normalmente tenía.
Él levantó la mano buscando la de ella y entrelazó sus dedos apretándola con fuerza. Volvió a quedarse dormido.
La joven lo miró unos minutos más e ignorando a los demás, posó sus labios sobre los de JOE. No obtuvo respuesta.
“TN” regresó de nuevo a su sitio.
-Estaréis deseando regresar a casa – comentó Ian mirándola fijamente.
“TN” se encogió de hombros con indiferencia. Ese gesto provocó que la mejilla latiese de dolor. Hizo una mueca.
-Si tuviera un hogar os respondería afirmativamente, pero hace muchos años lo perdí todo. Mi casa, mi familia… - la joven se rozó la mejilla con delicadeza y sonrió al joven de cabellos dorados - ¿y vos? ¿Dónde está vuestro hogar?
Ian clavó los ojos en el techo durante unos segundos como si estuviera visualizando su casa.
- vivo en una pintoresca aldea entre las colinas de Phadraig y Craig Dunain. En Inverness.
-Para ser más exactos en el castillo – rió el otro Fegurson que escuchaba en silencio.
Ian le dedicó una amplia sonrisa cargada de orgullo.
-¿Eres el señor de Fegurson? – preguntó ella abriendo mucho los ojos.
-¡No! – los parientes se echaron a reír. Ian fue quien contestó – tengo la mala suerte de ser el pequeño de tres hermanos. ¿Lady MacBean, habéis estado alguna vez en Inverness?
Ella negó.
-Pero mi padre si me habló del magnífico lago.
-Ness – Ian se rascó la cabeza – queda algo alejado de la aldea. Es un lugar que seguro os encantaría, sobre todo ahora que los días comienzan a volverse más cálidos. Debéis convencer a JOE de que os lleve.
-Y dejarla cerca de ti – volvió a decir la voz de JONAS – olvídalo muchacho.
Los Fegurson rompieron a reír de forma escandalosa.
-¿te mueres o no te mueres? – le preguntó Ian entre bromas.
JOE abrió los ojos con lentitud. Su mirada turbia recorrió el lugar sin prestar mucha atención. Sentía unos extraños escalofríos que acababan en la punta del cabello. La boca estaba pastosa y el costado le ardía con cada respiración.
-Si estas esperando eso, te vas a cansar muchacho. – murmuró tan suave que apenas fueron capaces de entenderle – darme agua por favor.
“TN” ya se había levantado para ayudarle.
JOE quiso incorporarse pero su cuerpo no respondía como él deseaba. Dejó que “TN” le ayudara para beber un sorbo de agua. Luego volvió a recostarse cerrando los ojos. El solo hecho de mantenerlos abiertos le producían dolor. Sin embargo deseaba verla.
-¿Cómo te encuentras? – le preguntó ella pasando los dedos por su frente.
JOE trató de enfocarla con los ojos entrecerrados. Veía todo muy borroso. Tuvo que parpadear varias veces para comprobar que realmente su vista no estaba tan mal. Retuvo el aliento observando a la joven con un rostro indescifrable, entre sorpresa y rabia.
-No esta tan mal como parece – dijo ella al ver que JOE no articulaba ni una palabra. Sus ojos dorados hablaban por él.
Y es que no podía decir nada. ¿Quién sería tan salvaje de golpear así a una persona? ¡Ni a un animal se le infringía ese castigo!
Levantó una mano hacia ella, pero a mitad de camino la dejó caer sin fuerzas sobre el colchón.
“TN” se inclinó hacia él enterrando su rostro desfigurado contra su cuello, como si estuviera avergonzada de su propio aspecto.
JOE sabía que ella estaba llorando. Quizá no lo hubiera hecho antes por vergüenza, por estar sus hombres presentes, pero notó sus lágrimas calientes cayendo sobre él, los ahogados sollozos que trataba de ocultar.
- ¿podéis salir, por favor? – pidió el JONAS buscando a Emet con la vista.
Todos abandonaron la vivienda.
JOE se movió un poco en el colchón. Era demasiado estrecho, aún así consiguió recostar a “TN” junto a él.
Ella siguió llorando por un largo tiempo, como si lo necesitara. Se había aferrado a su cuello y aunque en aquella posición la herida le tiraba un poco, no dijo nada.
¡Mataría a la persona que la había producido tal daño!
“TN” no tardó en dormirse, JOE tampoco.
El JONAS pasó el resto del día entre la realidad y la oscuridad, debatiéndose entre las sombras. Igual parecía estar lucido como perdía el conocimiento.
A última hora de la tarde, cuando el sol volvía a esconderse de nuevo, “TN” se atrevió a salir de la cabaña en compañía de Ian para tomar algo de aire.
Se agradecía la fresca brisa que se deslizaba desde las montañas, todo lo contrario del ambiente cargado que inundaba el interior.
Emet había vuelto a limpiar el vendaje de su señor colocándole un horroroso ungüento que olía a mil demonios y otra vez descansaba.
Ian resultó ser un joven muy entretenido que supo ganarse la amistad de “TN”, en cierto modo le recordaba a Douglas, jovial y alegre. De seguro que si su primo se hubiera enterado de su desaparición, a esas horas estaría buscándola.
-No creáis que rechazo vuestro brazo – le dijo “TN” observando alguna de las chozas. Varias tenían pequeños espacios que formaban patios donde dejaban barriles y cajas vacías – Creo que la gente nos miraría.
La muchacha quiso echarse el cabello sobre el rostro para que los pocos que la observaban no fuesen tan descarados. Solo consiguió revolverse la corta melena. De todos modos apenas quedaba gente por allí.
-¡es cierto! Debemos conseguiros ropas menos masculinas – contestó Ian deteniéndose entre dos viviendas. Con una sonrisa perversa observó la ropa tendida que colgaba de una soga atada a dos árboles.
-¡No! – exclamó “TN” tratando de sujetarle por un brazo antes de que alguien los viera.
-Avisadme si vienen – susurró el hombre con mirada divertida.
-Ian Fegurson – susurró ella medio gritando – No seré cómplice de…
Ian la ignoró y ella se calló para no llamar la atención.
“TN” miró a ambos lados de la calle con preocupación y con vergüenza. ¡Ella no era ninguna ladrona!
Miró justo en el momento que un jinete desmontaba. El corazón comenzó a golpear violentamente en su pecho al reconocerle. ¡Estaba allí! ¡Su raptor estaba allí!
Se lanzó en pos de Ian ocultándose de la vista del malhechor. Seguramente estaba allí para averiguar qué habría pasado con el JONAS. Después de todo, Lareston era la aldea más cercana.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 21
John Warenne, Conde de Surrey, atravesó el grueso portón seguido de Líam.
Varios siervos habían acudido a recibirle en la galería, pero para el caso que el Conde les hizo, se podían haber ahorrado la molestia.
John era ingles de pies a cabeza. Siempre había adorado el poder y la fortuna sin importar el modo de alcanzarlo, e incluso su educación era totalmente diferente de la de los barbaros escoceses, sus amigos y vecinos.
Que ahora todos se negaran a respaldar a Eduardo le dejaba en una posición bastante peligrosa. Desde luego, cuanto más tarde se enterara Balliol mejor para todos. Aun así, él estaba dispuesto a enviar a sus hombres para enfrentar a los franceses. No quería recibir represalias de Eduardo cuando podría ganar tanto en este asunto.
En cierto modo lo lamentaba por su hermana, Isabelle de Warenne, esposa de Juan de Balliol. Bueno tampoco lo sentía mucho, la verdad. Escocia acabaría siendo de los ingleses por más impedimentos que pusieran y Balliol ya había reinado a pesar de que ni siquiera le perteneciera el trono.
Con el JONAS muerto, y su misión sin cumplir, las cosas serían mucho más fáciles para hacerse con el poder total. Ni Carrick, ni nadie. Tan solo él.
Warenne se detuvo en el salón común con los ojos entrecerrados al descubrir a Roger.
-¿Qué haces aquí? – le preguntó despidiendo a Líam con la mano. Sus pasos resonaron con fuerza entre los gruesos muros de piedra. Era bien sabido que ambos hombres se caían como una patada en el estómago.
Roger Bigod, IV conde de Norfolk, era medio hermano suyo. Nunca se habían llevado bien y pocas veces se habían tratado directamente, sin embargo Roger y Alice, esposa de Warenne, eran amigos desde la infancia, y eso le convertía en un asiduo del castillo de Surrey.
Roger le sonrió con frialdad al tiempo que se acercaba a él.
- Yo también me alegro de verte de nuevo, hermano. Si llegas a tardar un día más, posiblemente no nos hubiéramos encontrado. Esta noche regreso a Norfolk.
Warenne le miró cruzándose de brazos. A veces Roger se pensaba que no era más que un estúpido, siempre pensando en sus intereses, y puede que en el fondo llevara razón. Si no ¿Por qué aun no le había reclamado a Roger que fuera amante de su esposa?
Claro que Surrey lo sabía. Era consciente de ello desde el primer día. Sabía que Alice y Roger se veían sin importar siquiera que los siervos comentaran. De hecho, se hubieran casado si no él no hubiera interferido. Pero para él había sido muy importante unirse a Alice, ella era una mujer admirada y con familiares bastantes poderosos.
¿Qué Warenne era un cornudo? Lo sabía todo el condado, por no hablar de la mayoría de los ingleses que lo compadecían.
Se pensaban que él era tonto, pero no era así. ¿Qué más daba, si los demás le veían como una víctima? Muy pronto se ganaría un nuevo título y después viajaría a España en busca de esposa. Por supuesto, debería deshacerse de la actual.
-¿y a que se debe tu visita, Roger? – Warenne caminó hasta la silla señorial y después de sentarse se cruzó de piernas observándole - ¿o solo estas de paso?
-¿Hace falta tener una excusa para visitar a mi hermano?
-¡Roger! He tenido un viaje muy largo. Los esponsales de Carrick fueron agotadores – agitó la cabeza con desfachatez – una panda de aldeanos insufribles sin ninguna educación. ¿Sabes lo que es soportarlos continuamente?
-Puedes alojarte en Inglaterra. Te lo he dicho muchas veces. Eduardo te dará un condado y lo sabes. ¡No puedo explicarme que le ves a este lugar tan inhóspito!
¡Que mi esposa está más lejos de ti, imbécil!
Warenne sonrió pero no contestó.
La poca luz que entraba por unos pequeños arcos cerca del techo, no eran suficientes para iluminar el salón. Las mechas ardían día y noche, provocando negras sombras contra las paredes, y buenos escondites para oídos curiosos.
Warenne no podía ver a Alice, pero sabía que estaba oculta cerca de allí.
-¿Qué tal el viaje de regreso, hermano? Los rumores han llegado hasta aquí antes que tú. – Roger también cogió una silla. Vestía una túnica bordada de seda y un pantalón corto. Un chaleco de piel de nutria, protegiéndole las espaldas y el pecho. En las piernas llevaba varias bandas para colocar las armas, pero en aquel momento carecía de ellas. – Dicen que se llevaron a una mujer.
-Es cierto. Lady MacBean fue secuestrada.
-¿MacBean? – Repitió Roger – No la conozco.
- Yo tampoco la conocía hasta ahora. Es la hija pequeña de Edwin…
-¿no era el jefe de las tierras que deseabas?
-Sí, ese es. –Warenne se puso en pie – ahora es prometida de ese estúpido de JONAS – se encogió de hombros con una cruel sonrisa – En cuanto fallezca el hombre la invitaré a pasar una temporada en mi casa. Te avisaré para que la conozcas.
-¿en cuánto fallezca? – Roger alzó las cejas interrogante, pero Warenne no le contestó.
-Voy a subir a descansar y a divertirme un rato con mi adorable esposa. Como comprenderás hace mucho que no la veo.
No vio como Roger apretaba los puños con fuerza contra sus caderas, aunque si podía adivinar que sus palabras no eran del agrado de su medio hermano. Con una sonrisa de burla salió del salón en busca de Alice.
Iba a ser muy divertido hacerla gritar estando Roger en casa. Poseer a Alice solo por hacerle de rabiar se había convertido en algo bastante habitual. Tanto Roger como su esposa se arrepentirían de haberlos encontrado sin su presencia.
Nada le daba más placer que hacer daño a su hermano, a su medio hermano, al que todos los ingleses le tenía en alta estima.
-Por supuesto que le reconocí, Emet – asintió Ian dejando varias prendas sobre la mesa – es un hombre de Warenne.
-¿de Surrey? – “TN” se giró hacia el Fegurson con el ceño fruncido.
-¡no gritéis tanto MacBean! – Avisó Emet cerrando los postigos de las dos únicas ventanas de la vivienda – No debemos dejar que nos descubran ahora. JOE está bastante indefenso en este momento.
La muchacha se cubrió los labios con una mano. Emet tenía razón. Se acercó hasta él.
-Pues hagamos correr el rumor de que ha muerto –les susurró con ojos preocupados. – No podemos dejar que se acerqué a nosotros. – caminó hacia el JONAS que respiraba con normalidad y sintió ganas de golpearlo hasta hacerle daño. ¡Surrey! Ella ya le había avisado de que el hombre no era trigo limpio, pero como el señor Guardián de Escocia necesitaba pruebas… ¡Pues toma pruebas! Ahora estaba tendido en la cama porque Warenne así lo había ordenado.
-¿Dónde crees que vas, muchacho? – preguntó Emet a Ian que ya caminaba de nuevo hacia la puerta.
-Voy hablar con él – miró a Emet encogiéndose de hombros – quizá a matarle – terminó de decir con tono amenazante.
-¡no seas estúpido! ¡No podemos actuar así! Además ella lleva razón. Sera mejor que le hagamos llegar la noticia de que JOE ha muerto. Desde luego Surrey se pondrá bastante contento.
-Pero no lo entiendo bien – se atrevió a interrumpir “TN” girándose hacia ellos - ¿Por qué Surrey quiere ver muerto a JONAS? ¿Para qué no se case conmigo?
Tanto Emet como Ian la miraron con extrañeza.
-Que yo sepa todo esto no tiene nada que ver con vos – respondió Emet – El conde no quiere que JOE y Balliol se reúnan, eso es todo. Vos os encontrabais en medio.
“TN” abrió los ojos como platos y negó con la cabeza.
-Warenne acabó con mi familia. Mi primo Douglas sufrió un accidente bastante feo en Carrick y yo fui secuestrada… no creo que tenga nada que ver con…
-No tienes pruebas de ello – dijo la voz ronca desde el catre.
“TN” se volvió a JOE con ojos furiosos y las manos en las caderas.
-¿aun insistes en esas pruebas? ¿Te parecen pocas? – extendió el dedo hacía él, señalándolo - ¡Mírate!
-No iban por ti, “TN”. Viene por mí. Son asuntos de estado.
-¡Ja! – bufó ella sin creerlo. Estaba totalmente convencida que Surrey la seguía a ella, que eran sus tierras las que quería y JOE, simplemente…estaba ahí.
El hombre trató de incorporarse y se mareó un poco en el intento. Emet corrió ayudarle. La fiebre aun persistía aunque por lo menos el sopor no era tan fuerte como en otros momentos.
-“TN” debes creerme. Tan solo te han utilizado para llegar hasta mi – la tendió la mano para que se acercara – Lo siento mucho de verdad. Ven aquí – la llamó.
La muchacha se fue acercando poco a poco hasta que él tiró de su mano. Para estar convaleciente, el hombre tenía bastante fuerza todavía. Los músculos de sus brazos se marcaron duros.
“TN” se vio prácticamente aplastada contra su pecho. Él ya no estaba tan caliente como hacía unos minutos.
Un extraño cosquilleo nació de su estómago poniéndola nerviosa. Pasaba siempre que sentía el cuerpo del hombre tan cerca del suyo.
-Envía a Camerón y a tú pariente a mis tierras – ordenó JOE al Fegurson con voz cansada y ronca, hablando sobre el oído de la muchacha – que informen de mi fallecimiento – Se volvió hacia Emet – debemos hacer que la noticia llegue hasta Surrey.
El hombre asintió.
-¿y yo? – Preguntó Ian abriendo los brazos - ¿Qué hago después?
-Muchacho, conviértete en la sombra de ese hombre, pero no lo mates – acarició la mejilla de “TN” distraídamente. La miró con fijeza durante unas décimas de segundo, para luego volver la vista sobre Ian – ese es mio.
-Preocúpate de recuperarte – murmuró “TN” clavando su mirada en los turbios ojos plateados – aún estas muy débil.
-¿tan mal esta la herida? – preguntó él, buscando a Emet. Este se encogió de hombros al tiempo que negaba con la cabeza.
-Las has tenido peores.
-Eso es lo que yo creía – se apoyó en el hombro de “TN” y echó las piernas hacia un lado para posarlas en el suelo.
Las sabanas se deslizaron hasta el piso y el JONAS quedó completamente al descubierto y desnudo… a excepción del vendaje que le rodeaba el pecho y un hombro, se encontraba como su madre le trajo al mundo.
“TN” apartó la vista ruborizada, por lo que no vio la sonrisa de JOE. No era la primera vez que le veía sin ropa, aunque debía admitir que solo había sido de espaldas.
“TN” alzó la vista al techo pasándose la lengua por los labios. De haber estado sola con el hombre no habría sido tan bochornoso como estaba siendo en ese momento.
-Necesitas un baño, “TN” – la dijo JOE – alcánzame las ropas, por favor.
La muchacha levantó la nariz ofendida. ¿Cómo se atrevía a decirla eso? ¡Claro que necesitaba un baño! Ella y todos.
Llevaba varios días sin poder lavarse en condiciones. Nunca se había sentido tan sucia en toda su vida, pero JOE no era el más indicado para hacérselo notar.
La muchacha se apartó de él y le lanzó la ropa a la cara.
-¡levántate si quieres! – Le gritó – pero si no te has dado cuenta es de noche. Estas herido, con un tipo fuera que te está buscando para rematarte. Además… tú también hueles mal.
JOE arqueó las cejas ante el arrebato de “TN” y la sonrió con dulzura.
-Solo tengo que aliviarme mujer. Volveré a recostarme enseguida. ¿Serias tan amable de acercarme mis armas? A ser posible, no me las tires a la cara.
Eso es lo que más estaba deseando hacer. No lanzárselas, pero si propinarle un buen porrazo en la cabeza para que perdiera el sentido. A veces el hombre se volvía tan soberbio o tan graciosillo, que era mejor mantenerlo callado.
Ian se marchó de allí obedeciendo las órdenes. Emet se acercó hasta la puerta para estar vigilante y que no pudieran ver la sonrisa de su cara.
“TN” estaba muy preocupada por su señor y eso decía mucho de ella. Valiente, terca… Una buena JONAS.
A brazos llenos, la joven llevó todas las armas hasta el catre y las dejó caer al lado de JOE. Él aprovechó su cercanía para tomarla del brazo y colocarla entre sus piernas abiertas. “TN” no se atrevió a mirar hacia abajo y le encaró, aún enfadada.
El hombre pasó las manos por el rostro de “TN” con suavidad, palpando la mejilla aún hinchada y observándo el ojo pequeñito con el ceño fruncido. Luego los dedos recorrieron los cabellos hasta acabar masajeando la nunca femenina.
“TN” se sintió en el cielo y se inclinó hacia adelante permitiéndole que continuara ejerciendo aquella presión en su cuello. Sin darse cuenta comenzó a ronronear igual que hiciera un gatito ante un tazón de leche.
-¿te dolió mucho? – escuchó que la preguntaba. Aunque hablaba en bajito, pudo percibir cierto matiz de ira en su voz.
-Ya no lo recuerdo – mintió ella apenas moviendo los labios. No quería hablar, tan solo deseaba que aquellas manos siguieran relajándola tal y como estaban haciendo.
-te prometo que mañana nos daremos un baño a como dé lugar. Ahora te voy a pedir otro favor – ella levantó la cabeza y JOE la besó ligeramente en los labios – quítate esas ropas y quémalas.
“TN” soltó un suspiro y asintió.
-Esa es otra. Ian me acaba de convertir en ladrona. – caminó hasta la mesa donde estaba la ropa que habían robado de las cuerdas y comenzó a mirar el vestido. Era una túnica muy amplia de pecho y con la cintura muy estrecha. Sus mangas eran largas acabando en los puños en grandes ondas, y la falda tenía una cola que arrastraba por el suelo. La dueña de aquella prenda la echaría en falta enseguida. Se notaba que el tejido era suave y de buena calidad.
JOE la observó por un buen rato como estudiaba la prenda y con mucho esfuerzo comenzó a vestirse él. Emet se acercó ayudarle, siempre pendiente de prestarle sus servicios.
-Pagaremos esa prenda y te quitaremos el cargo de la cabeza – Bromeó JOE con un jadeo.
Ella asintió y elevó la prenda. No pensaba en el coste del vestido si no en que lo reconocerían en cuanto saliese a la calle con él puesto.
-Ahora tenemos un motivo para buscar a Surrey ¿verdad? – insistió JOE levantando la cabeza hacia ella. No la gustaba verla tan triste. Enfadada, bromeando, riendo, cualquier cosa menos esa expresión tan llena de pena en su rostro.
“TN” le miró con rapidez, como si hubiera dicho la palabra mágica y asintió con una sonrisa.
-¿Lo has oído? Esos hombres…
-Si – asintió – el que no abra los ojos, no significa que esté sordo. -JOE se miró los pies descalzos y aunque Emet le entregaba las suelas, él las apartó. - ¿estamos en Lareston?
Su hombre asintió girándose hacia la puerta.
-Voy a salir mientras la señora se cambia. ¿Os acompañó?
-Sí, espera – JOE caminó hacia él despacio. Cada movimiento que daba era una ráfaga de dolor que cruzaba su costado. Se agarró a Emet. Se volvió hacia la muchacha guiñándola un ojo – vuelvo enseguida.
- Gracias - contestó “TN” viéndoles salir por la puerta.
Se apresuró a quitarse la ropa arrojándola sobre las brasas de la chimenea.
Se lavó un poco con la escasa agua que quedaba en un balde.
El vestido pertenecía a una mujer más alta, la larga cola se enrollaba en sus pies si no la pateaba hacia atrás al caminar, y las mangas cubrían hasta las puntas de sus dedos. Realmente la prenda era incomoda. Era tan ancha en el busto que en cuanto se inclinaba o se movía un poco, sus pechos quedaban prácticamente a la vista.
Se terminó de alisar la falda en el momento que JOE regresaba. En su rostro se mostraba la debilidad.
-Mucho mejor – dijo JONAS estudiándola, tratando de sonreír. Sus labios no hicieron más que una desdibujada y triste mueca. Caminó de nuevo hacia el catre y “TN” corrió ayudarle antes que se desplomara en el suelo.
-¿Cómo te encuentras?
-Todavía no tengo fuerza suficiente para nada – admitió tumbándose - ¿te hechas conmigo?
“TN” se ruborizó y negó con la cabeza.
-Ven – trató de cogerla con la mano, pero ella se alejó con rapidez. JOE dejó caer la cabeza sobre la almohada, miró al techo y sonrió – Lo estás deseando, tonta.
-¿Qué? – ella lo miró frunciendo el ceño.
-Si no puedo hacerte nada, ya te he dicho que no tengo fuerzas.
-Entonces, mírame – le dijo “TN” sin dejar de observarle, no podía evitar sonreír como una boba – puedo leer en tus ojos cuando mientes.
JOE soltó una ronca carcajada y la miró alegre.
- Me parece que no voy a ir – le dijo guiñándole el ojo bueno, tal y como él había hecho antes.
CAPITULO 22
El rio no se hallaba muy lejos de la ciudad. Para llegar debieron ascender una alta pendiente rocosa, pero una vez que llegaron a la cima, fueron recibidos por una pequeña y frondosa arboleda.
Había un estrecho canal de aguas burbujeantes y cantarinas que se deslizaban entre resbaladizas piedras. El musgo verde y brillante crecía por doquier, adornando las rocas más altas con la húmeda espesura.
Un poco más delante, el rio se ensanchaba dando forma a un pequeño estanque de forma ovalada. Una pequeña cascada daba vida a aquellas aguas frías que se deslizaban con parsimonia.
“TN” se volvió hacia JOE cuando este se sentó sobre una de las piedras. Él se frotaba el costado como si quisiera aliviarse del dolor.
-¿Estas bien? – insistió.
-Solo voy a descansar un poco – afirmó. Se sacó el arco del hombro y lo dejó en el suelo muy cerca de su mano.
La muchacha se levantó las faldas después de descalzarse e introdujo los pies en las aguas cristalinas. Dejó escapar un suspiro de satisfacción.
-¡qué maravilla! – exclamó jugando con los dedos de los pies en la tierra suave que impregnaba el fondo.
-Mujer, vas a mojarte la ropa. Sería mejor que te la quitaras.
“TN”, colorada como un tomate, no se volvió a mirarlo. Él tenía razón, además que tampoco pensaba bañarse vestida.
Estuvo dudando varios minutos seguidos. Había clavado los ojos en el agua tratando de pensar si sería correcto o no lo que pensaba hacer. Nunca nadie la había vista desnuda, y aunque JOE había dicho que él vigilaría mirando hacia otro sitio, “TN” no le creía. No le podía creer.
-¿Qué piensas? ¿Está muy fría? – Preguntó.
Ella asintió mintiendo descaradamente. Estaba normal para la época que corría. En Escocia, esperar agua templada era como buscarla en el polo norte.
-¡No me digas que tienes miedo! – insistió JOE.
-¡No! Déjame en paz, hombre. – “TN” llevó las manos a su cintura para desatar los finos cordones que se anudaban allí. El vestido quedó totalmente holgado sobre su cuerpo.
Inclinándose ligeramente sacó las mangas y salió hasta la orilla.
JOE la estudió desde su posición. Podía ver la esbelta espalda de piel cremosa. Muchas veces la había imaginado desnuda, pero en aquella ocasión no estaba preparado para observar un cuerpo tan hermoso, comparable con cualquier ninfa del bosque.
Largas y torneadas piernas bajo unas caderas perfectas, una estrecha cintura sobre el hermoso trasero.
Sus ojos viajaron hasta los hombros delgados con el súbito deseo de rozar su piel de alabastro, como si necesitara seriamente tomarla entre sus brazos y hacerla suya. Lo necesitaba, lo deseaba desde el primer momento en que la vio.
Extrañado se dio cuenta que no había vuelto a estar con una mujer desde que la conociera a ella, en realidad bastante antes de conocerla. El día que llegó a Carrick podía haber aprovechado quedándose en el campamento para calmar sus anhelos con Briggitte, en cambio el destino quiso que viajara directamente hasta el hogar de Bruce. El destino y las prisas.
Había llegado de conversar con los franceses y sus noticias no tenían que demorarse mucho. Entonces fue cuando descubrió que su plaid estaba descosido. Y apareció ella. Una muchacha tierna, dulce, a quien él confundió con una sierva.
Una joven inocente, que su única meta era vengar a su familia.
La muchacha no tardó en zambullirse en el agua sin siquiera volverse a él.
JOE recostó la cabeza contra el grueso tronco de una encina y entrecerró los ojos vigilantes. La vio nadar en silencio. El agua hacia suaves ondas a su lado. La pequeña cabeza de “TN” flotaba empapando los rojos cabellos que brillaban bajo los rayos de sol como brasas encendidas.
Que la deseaba era algo que no podía ocultar. Con el corazón golpeando con fuerza en su pecho, se pasó una mano por su miembro ansioso y apretó con fuerza tratando de calmarse. Estaba nervioso y hasta su respiración se había tornado complicada.
Quiso cerrar los ojos para apartarla de su mente, pero la escuchaba chapotear. Hasta él llegaban los placenteros suspiros. ¡Qué demonios! ¿Pues no era su prometida?
¡Maldita sea! – se golpeó la cabeza contra el árbol. Sentía la boca seca. Se estaba deshidratando poco a poco. Y una capa de sudor perlado cubría su frente. Posiblemente de no haber estado “TN”, él mismo hubiera buscado consolarse, claro que de no haber estado ella, quizá tampoco estuviera tan excitado. No había pensado que un simple baño lo podía deportar tal estado de agitación.
“TN” braceó sobre el agua con delicia durante unos minutos. Por el rabillo del ojo no dejaba de vigilar a JOE. Sus mejillas ardieron cuando se dio cuenta donde había llevado la mano el hombre. No haría lo que ella pensaba ¿verdad?
Una vez hacía mucho tiempo había visto a Douglas haciendo eso mismo. En aquella época, ella como una chivata había ido corriendo a contárselo a su padre y Edwin, más avergonzado que furioso había tenido que reprender al muchacho.
Estuvo a punto de dar conversación al JONAS, e incluso decirlo lo mal educado que era si pretendía…
Le sintió en seguida tras ella y se giró con una exclamación de sorpresa.
El hombre tan solo se había dejado el vendaje puesto y su plaid se hallaba en la orilla cubriendo con disimulo su arco.
El agua rozaba sus tetillas humedeciendo el vello de su cuerpo. El cabello castaño caía tras su espalda, flotando tras de él a excepción de las dos pequeñas trenzas que rozaban sus orejas.
“TN” creyó que era más ancho de lo que le recordaba, al menos ella se sintió pequeña e insignificante a su lado.
La regañina que segundos antes había pensado en regalarle se murió en su boca al mirar los ojos color plata y la expresión ardiente con que la observaba.
“TN” quiso alejarse dando unos pasos hacia atrás, pero a medida que ella se hundía más en la profundidad, JOE la seguía como un depredador tanteando a su presa.
-Hace frio – susurró ella cruzando los brazos sobre sus pechos. El agua la llegaba casi hasta la barbilla aun así sentía los nervios a flor de piel.
-Ven. Yo te calentaré.
“TN” dio un respingo ante aquel tono tan sensual que no había escuchado en su vida. Sintió un escalofrío como si en verdad fuera cierto que se hubiera quedado helada. No era así. Otra vez tenía ese cosquilleo recorriendo su cuerpo, viajando por sus venas. Una bola de fuego en la boca de su estómago.
Pudo haberse apartado, incluso haberse negado o discutido o un montón de cosas, en cambio lo que hizo dejó a JONAS con la boca entreabierta.
Recorrió los hombros de JOE con las manos, con suavidad, estudiando las gotas de agua que resbalaban sobre la piel.
“TN” se acercó más a él y lamió una de esas gotitas.
El hombre ni siquiera se atrevió a moverse. Las manos de la muchacha le hipnotizaban, lo abrasaban. Dejó de respirar cuando la pequeña y suave lengua saboreó su pezón.
“TN” alzó los ojos hacía los grises, queriendo descifrar su expresión, animada al descubrir que el JONAS la miraba de forma muy provocativa. Enseguida le enlazó la cintura. La tomó el rostro con una mano y muy despacio acercó los labios a los suyos.
Ella se sintió completamente indefensa frente a la fuerza arrolladora del hombre, tanto que su cuerpo se volvió de gelatina entre sus brazos. La ternura con la que él le miraba al menos la decía que la agradaba.
“TN” pensaba en la candidez de la muchacha, en cuanto deseaba hundirse en ella y calmar sus ansias. Había crecido en él un gran cariño por ella, unas ganas de protegerla constantemente, el anhelo de verla feliz.
La besó con pasión tratando de no hacerla daño. El hermoso rostro ya no estaba hinchado y los tonos violetas comenzaban a tornase amarillentos. Recorrió el largo cuello con los labios. La levantó un poco hasta apoderarse de los frágiles y pequeños senos, saboreándolos con hambre, enloqueciéndola al mordisquear los rosados botones que clamaban por sus atenciones. La piel era tan suave y aterciopelada como la de una fruta madura.
“TN” se aferró a los fuertes hombros y rodeó las caderas de JOE con sus piernas cuando este la tomó del trasero con una mano. Gimió al sentir el musculo del hombre rozando su pubis y se apretó contra él, impaciente por conocer que sentiría al hacer el amor con ese hombre tan precioso.
Los movimientos de JOE se volvieron impacientes y sin dar importancia al creciente dolor de su herida, se introdujo en ella con prisa. Se detuvo un instante al sentir la barrera virginal y tragó con dificultad. ¡Por su vida que no podía detenerse en ese momento!
Se movió dentro de ella con ternura hasta sentir que los músculos de la joven volvían a relajarse de nuevo, acompañándolo en la dulce danza que había emprendido.
JOE la sostuvo las nalgas con ambas manos al tiempo que con una facilidad increíble la subía y bajaba contra él. Los gemidos de la muchacha contra su cuello y mejilla lo fascinaban como nunca nadie lo hiciera. El roce de aquellos senos turgentes contra su pecho lo llevaron al borde de un precipicio sin retorno. Luchó porque ella alcanzara el orgasmo junto a él. La regaló palabras subidas de tono que lograron que ella le respondiera con la intensidad que JOE necesitaba.
“TN” tembló entre sus brazos con la última sacudida y la abrazó con fuerza, hundiendo sus labios el cuello, sintiendo el frenético latido femenino contra su cuerpo. Volvieron a besarse.
“TN” estaba recostada sobre el plaid de JOE. Se hallaba boca abajo con la cabeza apoyada en los brazos. La melena cobriza se había secado formando pequeñas ondas que apenas cubría su nuca. Estaba completamente desnuda. La piel relucía bajo los cálidos rayos de sol y JOE disfrutaba rozándola con las puntas de los dedos, observando como de vez en cuando ella se estremecía y los poros de su piel crecían bajo sus caricias. Todavía arrobado y confundido por lo que hacía unos minutos acababa de experimentar con la niña. Podía afirmar que “TN” lo volvía loco. Junto a ella las horas pasaban volando y por primera vez se dio cuenta que no era solo una atracción física lo que sentía por ella, no solo era ese cariño de amistad e incluso fraternal que había ido creciendo en él desde que la conociera en Carrick. No, había algo más, una ternura que no podía explicarse, un deseo de tenerla siempre junto a él, de escucharla hablar.
“TN” giró la cabeza hacia él y le miró con ensoñación.
-¿Cuándo iremos a tus tierras JOE?
-Aún tardaremos un poco – la respondió recorriendo con sus ojos el cuerpo relajado – Primero deberé hacer una parada para hablar con Juan.
-¿todavía piensas ir? – Ella se giró hacia él, apoyando su codo sobre la manta y la cabeza sobre la palma de la mano.
Esa postura le mostraba los pechos, el estómago ligeramente hundido, el vello de su pubis que se rizaba en un tono más oscuro que el cabello. Otra vez sintió crecer la excitación de su cuerpo.
La había tomado dos veces seguidas en el agua, y habían rodado sobre la manta apenas unos minutos antes, y aun así, todavía la deseaba. ¿Es que nunca tendría suficiente de aquella hada de los bosques?
“TN” se debió de dar cuenta porque se incorporó repentinamente y se lanzó sobre él haciéndolo caer de espaldas.
JOE lanzó una exclamación de dolor y ella le miró preocupada, pasando la mano por la herida del hombre. Había comenzado a sangrar.
-Lo siento, he sido una bruta – se disculpó.
El hombre la sonrió, pero sus ojos reflejaban incomodidad.
-No te levantes, ven aquí, se me pasará en seguida. – estiró las manos hacia ella que ya se estaba levantando.
Nerys agitó la cabeza con firmeza y buscó su vestido.
-Creo que ya has hecho demasiado ejercicio – contestó ella culpabilizándose – además nos puede ocurrir lo mismo que a Bella.
Él la miró arrugando el ceño:
-¿Qué la ocurre?
-Está esperando un bebe. – suspiró. – No me gustaría que todos fueran pensando mal de mí. En especial Helen, se ha portado tan bien conmigo desde siempre.
-Nadie pensara mal de ti, “TN”. No tardaremos tanto en casarnos como para que se den cuenta.
-¿lo prometes? – preguntó ella mirándole desde arriba. Ya se había colocado el vestido y comenzaba anudarse las cintas de las caderas.
JOE se incorporó de rodillas sobre la manta y la rodeó las piernas con los brazos. Sus ojos grises la miraron anhelantes.
-Te lo prometo.
Era cierto. No pensaba demorarse con Juan más de lo necesario.
-¿podré conocer a Balliol? – “TN” acarició el largo cabello del joven enterrando sus dedos en él.
-¿Pensé que Juan te caía mal?
Ella asintió con una sonrisa y se encogió de hombros.
-Pero no debes preocuparte “TN”. No ha hecho nada para que desee su muerte.
Él bromeo soltando un suspiro de alivio que provocó una carcajada en “TN”. La hizo caer de nuevo sobre la manta y la aplastó con su cuerpo apoderándose de sus tiernos labios.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
Tienes que seguirlaaa mujer!!! Amo todo de JOE...
Y amo la nove....
:wut:
Y amo la nove....
:wut:
@ntonella
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 23
“TN” se acurrucó más sobre el estrecho colchón. La manta áspera rozaba desagradablemente su barbilla. Trataba de dormir a pesar de escuchar los leves susurros que llegaban desde la mesa.
Emet y JOE seguían conversando sobre los últimos sucesos. Hablaban tan bajo que “TN” no lograba alcanzar ninguna palabra coherente. Tampoco es que la importara mucho, desde que se había recostado, mil imágenes cruzaban por su mente sin tregua, acosándola con ferocidad en un torbellino de emociones.
Había dado vueltas a las palabras de JOE sobre que se casarían pronto. Quizá el problema no fuera ese. Lo que a “TN” verdaderamente la preocupaba era haber faltado a su palabra con Briggitte. La había prometido que solucionaría las cosas con el JONAS y haría que no la apartara del clan. ¿Pero porque Diablos la habían entrado los celos de repente? ¿Y porque tenía que recordarlo en aquel momento?
Debía sentirse alegre. Su futuro esposo era un espécimen magnifico, gallardo, atractivo. Edwin hubiera estado totalmente a favor de aquella unión.
“TN” no había amado nunca a nadie, excepto a su familia. Nunca se había sentido atraída por ningún hombre en especial, ni siquiera con los jóvenes guerreros que entrenaban bajo las órdenes del conde de Mar. Es cierto que tanto Bella como ella habían disfrutado enormemente observándolos. Ninguna mujer habría dejado de advertir aquellos torsos desnudos brillando bajo la luz del sol. Todos de cuerpos magníficos y pieles doradas. Parecían haber salido de un mismo molde, combatiendo en la arena del patio de armas, a sabiendas que un par de virginales ojos les estudiaban con descaro.
A “TN”, ninguno le había llamado suficientemente la atención. A excepción de sonrisas y guiños, nunca nadie se atrevió a dirigirse a ella en persona.
En el condado, los guerreros tenían un código de honor para con el padre de Bella, y es que ningún varón ajeno a la casa podría acercarse a las damas que la habitaban.
Nunca nadie había traspasado esa norma.
Se agitó intranquila en el catre. No podía evitar imaginar a “TN” abrazando a la otra, besándola como lo había hecho con ella aquel día y aunque no debería sentirse enfadada, lo estaba.
No era agradable descubrir que era una celosa, y menos cuando el supuesto idilio había sido antes de conocerse. Esa sensación nueva en ella, era del todo odiosa. Una especie de intranquilidad constante. ¿Podría el JONAS amarla de verdad?
No era cuestión de culpar a nadie porque JOE ya fuera a tener un hijo. Se dio cuenta que realmente no sabía mucho sobre su prometido. ¿Tendría más? Era guapo, fuerte, con un título demasiado honorifico. Un poco rudo algunas veces…ningún otro hombre jamás la hubiese dicho que necesitaba un baño aunque estuviera envuelta en capas de lodo. Pero JOE, era encantador. La ternura con la que la trataba no podía se fingida. Era un buen hombre, justo, honrado, enamorado de su país y de sus gentes, según le había contado Ian y Emet.
Todavía luchaba cuando el adjetivo de cobarde se colaba en sus pensamientos. ¿Realmente el JONAS necesitaba esas dichosas pruebas o en el fondo le daba miedo enfrentarse a Warenne?
Siguió dando más vueltas buscando una buena posición en la cama. Estaba demasiado blanda por algunos sitios.
Exceptuando la mecha que ardía sobre la base de la mesa, el interior de la cabaña se encontraba envuelto en sombras. Los postigos habían sido cerrados, sin embargo el viento ululaba en el exterior introduciendo ráfagas de aire frio por la chimenea apagada.
“TN” tardó un buen rato en dormirse y cuando lo hicieron las pesadillas comenzaron a bombardearla con fuerza. Volvió a sentir los golpes recibidos por sus captores, el miedo de pensar que la muerte la esperaba al final del camino. Las imágenes de hombres blandiendo los Claymore bajo la luz de la luna… el rostro de Annabella desapareciendo en las despensas del castillo de MacBean. Su padre gritándola furioso por haber desobedecido sus órdenes… y ese hombre. Lo veía llegar hasta ella, moviendo los dedos de las manos como si se trataran de garras que pretendían agarrarla, su mirada oscura llena de maldad, disfrutando lo que haría con ella, hasta que llegó el otro y le rajó el cuello. La sangre invadió su cerebro acelerando el pulso y dejó escapar un profundo alarido al tiempo que se incorporaba cubierta por un sudor frio.
-Todo está bien, “TN” – escuchó que alguien la decía en la oscuridad. Sintió la presencia del hombre antes que la abrazara.
En la calidez de aquellos fuertes brazos volvió a relajarse de nuevo.
JOE la recostó sin dejar de frotar sus brazos y sus hombros.
-No ha sido más que un mal sueño – la dijo rozando levemente su frente con los labios.
Los ojos de la muchacha no eran más que dos puntos brillantes en la oscuridad.
-Era tan real – gimió en un hilo de voz.
-¿deseas hablar de ello? – la voz de JOE era un susurro seductor junto a su cabeza.
No podía verle con claridad, sin embargo su grande silueta se recortaba frente a ella.
-No – contestó con firmeza.
-¿quieres que me recueste contigo?
-Sí. Por favor.
Se vio cogida en brazos y se aferró a los hombros de JOE. La colocó en el suelo como si se tratara de un pluma y seguidamente él se echó a su lado. La cubrió con su manta y dejó que “TN” apoyara la cabeza en su hombro.
-¿estas mejor?
-Si gracias. – Llevaba varios días durmiendo en el suelo y casi podía decir que lo prefería a aquel viejo y estrecho catre. Por no decir que la sensación de cosquilleo ante la proximidad del hombre la encantaba.
Ambos se quedaron en silencio durante largo tiempo. JOE había cruzado el brazo sobre el vientre liso de la joven posesivamente.
“TN” esperó a que él dijera algo más o insistiera sobre sus pesadillas. El largo cabello del “TN” acariciaba sus mejillas.
Cuando le escuchó respirar pausadamente se dio cuenta que JOE se había dormido.
Un poco desilusionada cerró los ojos. La hubiera gustado charlar un poco con él. Tal vez preguntarle sobre su vida, su infancia, sus padres.
Olvidada de su pesadilla no tardó en dormirse de nuevo. El JONAS la abrazaba y no podría pasarla nada.
El sol llegó con rapidez y con él, un nuevo día de prisión incondicional. Emet insistía en que debían quedarse un par de jornadas más. No debían arriesgarse a que alguien descubriera que JOE no había muerto y todo su plan se viniera abajo.
También acusó el cansancio de “TN”, quien acostumbrada a estar continuamente rodeada de sirvientes ahora se veía desprovista hasta de sus propias ropas. Y el mismo JONAS necesitaba ahorrar energía para lo que viniera después.
Ser consciente de ello no significaba que estuvieran de acuerdo. El interior de la cabaña era reducido, lúgubre y oscuro. En cuanto a JOE le embargaba el tedio, comenzaba a pasearse por el lugar maldiciendo y golpeando las paredes.
“TN” había recortado la larga cola de su vestido y trataba de coser un bajo en condiciones. Entre lo poco que la gustaba la costura, y lo nerviosa que la ponía JOE con sus repentinos ataques de mal genio, estaba desesperándose. La luz de la llama tampoco ayudaba nada a concentrarse.
Con un bufido exagerado, “TN” apartó la costura y fulminó a JOE una vez más con la mirada.
El hombre se detuvo de repente y la miró arqueando una ceja, provocándola.
-¿Qué?
-¡me pones nerviosa! - le dijo poniéndose en pie. – encima de que aquí hay poca luz, tú no haces más que moverte todo el rato. Y si por lo menos fueras pequeño, vale, pero eres un gigante de casi dos metros, que se pasa todo el rato haciéndome sombra.
-¿y qué quieres que haga, mujer? No estoy acostumbrado a estar encerrado sin hacer nada todo el santo día. – y mucho menos con Emet. Porque si estuviera a solas con ella seguro que se habrían podido entretener fácilmente.
“TN” se puso las manos en las caderas. Vestía una oscura camisa de piel que llegaba un poco más abajo de sus rodillas. La prenda pertenecía a JOE, pero se había apoderado de ella para dormir, y ahora la llevaba mientras se terminara de coser la falda, si es que lo hacía en algún momento.
-A mí tampoco me gusta estar aquí. Nunca he sido nada ociosa. Pero ¿sabes algo JOE? Eres insoportable. Pareces un niño con ese comportamiento. Emet y yo, llevamos un rato armándonos de paciencia contra ti. Yo nunca había oído tantos improperios juntos y parece que se te olvida, que sigo siendo una dama. – “TN” no paso por alto la sorpresa reflejada en los discos grises y no se amilanó por ello – desde que te has despertado no has hecho otra cosa que poner pegas a todo. ¡Hasta le has dicho a Emet que era horrorosa la comida que ha traído!
El hombre se hallaba recostado junto a la chimenea, con los ojos entrecerrados y una expresión en su cara de estar acostumbrado a todo.
-¡Es que era verdad! – Contestó JOE – ese puré de avena sabia a…
-Si, a “meao” de vaca. – le interrumpió “TN” con gesto severo – eso lo has dicho unas cien veces.
JOE soltó una repentina carcajada que Emet acompañó desde su rincón.
“TN”, colorada de los pies a la cabeza por repetir frases que él había dicho antes, golpeó al JONAS con el puño en el hombro y cuando sus carcajadas hicieron temblar los cimientos de la cabaña, la joven abandonó el lugar con el mentón bien elevado.
Cuando la puerta se hubo cerrado, JOE perdió la diversión y observó a Emet estupefacto.
-¿ha salido sin vestirse?
-creo que…
La puerta se abrió de nuevo. “TN” caminó hacia la mesa sin mirar a nadie y agarró su vestido. Con el porte de una reina abandonó la casa.
Las carcajadas siguieron retumbando en los oídos de “TN” durante varios minutos. ¡Había hecho el ridículo más grande de su vida! Había perdido los nervios y no pensó en que estaba semidesnuda cuando salió.
Varios aldeanos la habían mirado sorprendidos y algunos habían ocultado sus sonrisas con las manos.
Muy digna ella, había pasado ante sus narices con las prendas en las manos y en cuanto dobló la esquina, había corrido hacia la pared del establo que ofrecía una buena protección, para vestirse con prisas.
Warenne tragó con dificultad antes de entrar en la sala. La inesperada visita de Sir Thomas de Luxe le causaba pavor.
Pasó al lado de dos hombres de la guardia que el mismo Thomas se encargaba de llevar a todos los sitios. Sin mirarlos siquiera, y con los ojos clavados en el grueso hombre, se atrevió a sonreírle. Una sonrisa fría, educada y temblorosa.
- Bienvenido a mi hogar – le dijo con demasiado fuerza. Su voz retumbó entre los muros del salón. -¿puedo preguntaros que hacéis vos aquí?
Sir Thomas le miró con indiferencia y dejó su copa de metal sobre la larga mesa.
-Recibí vuestra misiva, John. ¿Qué es eso de que los franceses atacaran Inglaterra?
-Roberto de Bruce y los guardianes fueron informados delante de mí. Les quise hacer ver que estaba deseoso de que hablaran con Balliol – se encogió de hombros - le enviaron al JONAS a cumplir con esa misión, pero nunca llegara a su destino. De un momento a otro me confirmaran su muerte.
Sir Thomas asintió con la cabeza entre sorprendido y satisfecho.
-¿y cómo acabasteis con él?
Warenne tomó aliento. Aquello no sería fácil de decir, no cuando Sir Thomas supiera que había fallado en una empresa suya de hace años.
-¿y bien? – insistió impaciente.
-Mis hombres secuestraron a su prometida…
-¿el JONAS se ha prometido? No he oído nada.
-Aún no se ha hecho público y ya no se hará.
-¿Y quién es ella?
-Pues veréis – Warenne se alejó unos pasos del hombre y suspiró nervioso – Se trata de “TN” MacBean.
-¿MacBean? – Thomas se puso rápidamente de pie y caminó hacia Surrey con una mirada glacial – Me dijisteis que habíais acabado con todos esos asquerosos MacBean hace tiempo. ¿Me mentisteis John?
-¡no! – el hombre negó. Sentía el fétido hedor del aliento de Thomas sobre su rostro. – Supe de la existencia de la joven. Mar se hizo cargo de ella y os puedo asegurar que no es ningún peligro. Douglas MacBean no tardará en fallecer, pero no podía levantar sospechas…
-¿Quién? ¡Has dicho Douglas! ¿Quiere eso decir que hay otro MacBean?
La furia de sir Thomas fue palpable cuando tomó a Warenne por el cuello y lo aplastó contra uno de los muros.
-Sobrevivieron dos – contestó medio ahogado. Las cuerdas vocales estaban aprisionadas – la hija pequeña de Edwin y un pariente. Pero ahora que el JONAS ha fallecido será fácil apresar a la muchacha y mantenerla callada.
Con Rabia, Thomas lanzó a Warenne contra el piso.
-Te pague una fortuna para acabar con todos. ¡Termina tu maldito trabajo o yo mismo hare que te ejecuten! Y espero que sea cierto que Balliol aún no sepa nada – escupió furibundo.
Surrey se puso en pie. Tenía el rostro colorado y la humillación reflejada en sus ojos hubiera sido capaz de amedrentar a cualquiera, a todos excepto al grandioso Sir Thomas de Luxe.
CAPITULO 24
“TN” hubiera preferido ir en su propia montura, pero al tener que venderla en Lareston no la dejaba otro remedio que cabalgar con JOE.
Habían iniciado la marcha a paso lento, casi suave. Se habían adentrado en el bosque con la incipiente luz de la mañana, sin embargo el sol no hizo acto de aparición y a medida que pasaban las horas el cielo se tornaba gris y triste.
“TN” viajaba con la espalda apoyada en el pecho de JOE. Podía sentir los latidos del corazón del hombre que la rodeaba la cintura con un brazo de acero, quizá por temor a que cayera.
JOE había mejorado su carácter notablemente y aquella mañana había vuelto a ser el hombre de siempre. Eso antes de entrar en el bosque. Una vez allí, ya podía “TN” sacar el tema que fuera que tanto JOE como Emet, prácticamente la ignoraban.
-¿vas a echar a Briggitte del clan? – preguntó “TN” de súbito. Llevaba un buen rato dando vueltas al asunto y creyó que aquel era un momento como otro cualquiera para sacar el tema. Es más, fingió haber hecho la pregunta con inocencia, como si no la importara demasiado lo que él decidiera.
JOE tardó en contestar y cuando lo hizo, su tono fue el mismo que tenía momentos antes.
-No sé. ¿Tú que quieres hacer?
“TN” hasta lo sintió encogerse de hombros con despreocupación. Quiso girar para verle el rostro, él parecía distraído escrutando entre los árboles. Le observó de reojo:
-Yo no tengo nada que ver – le respondió ella. JOE volvió a encogerse de hombros como si el tema en sí, no le pareciera interesante. – Pero no creo que haya hecho algo tan malo como para que tenga que abandonar a su familia ¿verdad?
“TN” esperó la respuesta volviendo la vista al frente.
-¿de qué estamos hablando? Perdona, creo que estoy despistado. – admitió el hombre enarcando las cejas, cosa que ella no pudo ver.
Y era totalmente cierto. JOE solo tenía ojos y oídos para intentar captar cualquier movimiento o sonido que fuera producido por algo ajeno al bosque. El trayecto que realizaban era bastante peligroso. Los ladrones abundaban en la zona codeándose con los saqueadores de tumbas. Proscritos ingleses que se aprovechaban de las buenas maneras escocesas. Muchos de ellos con el tiempo se unían a otros clanes o incluso comenzaban su vida allí, en las tierras más verdes, húmedas y hermosas del mundo.
“TN” se pasó la lengua por los labios. ¿Y si JOE no quería hablar de eso con ella? Se puso nerviosa.
-Hablaba de Brigitte. Me contó que la echaste.
JOE ahora se tensó. ¿Estaban hablando de…? Detuvo el caballo y esperó a que “TN” se volviera hacia él para mirarlo.
-¿Ella te contó? –Preguntó incrédulo -¿pero cómo se atreve a…?
-mejor dejamos el tema. – le interrumpió, arrepintiéndose en el acto de haber sacado el tema.
“TN” no supo expresar si lo que vio reflejado en los hermosos ojos grises fue furia o simplemente sorpresa.
-Yo no he echado a nadie de ningún lado. ¡Debería de estar loco para sacar a Brigitte del clan y mucho menos del campamento! – su voz sonó con fuerza. -¿Por qué te dijo eso?
“TN” tragó con dificultad. Sabía que se estaba metiendo en camisa de once varas. Brigitte ¿acaso la habría mentido? Se maldijo en silencio. ¿Por qué no se negó a la petición de la mujer? ¿Por qué nunca negaba nada? Agitó la cabeza bajo la atenta mirada de JOE.
-No lo sé – mintió apartando la vista de él. Decidió no nombrarle lo de su futuro hijo hasta que no estuviera la otra mujer delante. Sabía que en muchos de estos casos, quien daba las noticias era siempre la persona que salía perdiendo.
-¿estas celosa de Brigitte? – preguntó JOE todavía sorprendido.
-No – negó ella volviendo a su posición actual. No quería continuar hablando del tema, pero el hombre ahora estaba intrigado. JOE inclinó su cuerpo hacia delante y hacia un lado, de tal modo que pudo agachar la cabeza hasta casi rozar la frente de “TN” con su mejilla.
-¿de qué hablasteis?
Ella lo miró con ojos dilatados. Sentía la calidez de su aliento sobre su cara en forma de coquillas.
-De nada en particular – respondió tratando de evadir la conversación.
-No sabes mentir, “TN” – JOE regreso a su sitio y presionó con el brazo que rodeaba su cintura, mostrándole su afecto – pero nunca debes sentir celos de mí. No me interesa ninguna mujer excepto tú. No olvides que nos vamos a casar.
-¿Por qué piensas que tengo celos? – le preguntó a su vez. No quería enojarse pero de repente las respuestas de JOE sobre Brigitte no la habían gustado. ¿Qué no pensaba echarla nunca? Había dicho eso o algo así, claro que enseguida él trataba de arreglarlo diciendo que no debía tener motivos para sentir celos por nadie. ¿No? Pues ella no estaba muy segura de querer permitir que Briggitte anduviera con su hijo dentro de los límites de JONAS. – ¡Solo trataba de saber qué piensas hacer con tu hijo! – explotó sin atreverse a mirar atrás. ¡Ya estaba! ¡Ya lo había dicho!
JOE agradeció que la montura aun siguiera parada. Emet se había alejado unos pasos por delante oteando el camino.
-¡¿Qué hijo?! ¿Vas a tener un hijo? ¿Cómo puedes saberlo tan pronto? –JOE estaba completamente perdido. No lograba entender que tenía que ver la moza del campamento con aquello.
A “TN” le resultaba muy complicado tener una conversación así sentada. Si al menos el animal siguiera su camino ella podría haber disimulado observando cualquier cosa, pero de este modo JOE estaba pendiente de sus palabras. ¿Cómo se le ocurría pensar que era ella la que estaba embarazada?
-¿puedo bajar, por favor? – pidió modosamente.
El JONAS descendió primero y luego extendió los brazos para ayudarla. “TN” frunció el ceño ante el cuidado con él que la bajó de la montura. ¡Ni que fuera de cristal y se fuera a romper!
-¡yo no voy a tener un hijo! – exclamó ella sacándole de su error.
-que todavía sepas. – Respondió – entonces quien espera un hijo. ¿Brigitte? – Se encogió de hombros - ¿y que tiene que ver conmigo o con querer echarla del clan?
-Es un hijo tuyo, JOE.
La sorpresa que se reflejó en el rostro del hombre la llenó de pena. Apartó la mirada para que él no pudiera leer en los suyos. En realidad sintió lastima de la situación, porque supo que estaba enamorada del gigante, porque no sabía si sería capaz de verle jugar con un vástago que ella no le había dado.
¿Por qué el destino quiso que se conocieran tan tarde? Con unos meses antes hubiera sido suficiente, claro que en aquellos meses a “TN” no se le había pasado por la mente la idea del casamiento, ni de que podría conocer aquel rebelde truhan que se había ido haciendo un hueco en su corazón.
JOE colocó su dedo bajo la barbilla de “TN” y la obligó a mirarlo a los ojos.
-“TN”… - susurró, sin saber que decir.
La besó. Se apoderó de su boca y “TN” lejos de negarse se aferró a él como si su vida dependiera de ello. No quería negarse, sería su marido y juntos deberían afrontar aquello. Pero ¿Cómo?
Cuando se separaron “TN” aún seguía observándole.
-Mi padre también tuvo un hijo antes de conocer a mi madre – empezó diciendo ella.
JOE negó con la cabeza y su boca la regaló una bonita sonrisa.
-Yo no he sido informado de nada. Pero si Brigitte está preñada no tengo por ser yo el padre. Mis hombres la adoran. Más de uno querrá hacerse cargo del crio de ser cierto. – la revolvió el flequillo. Los cabellos de “TN” tendían a quedarse de punta y eso la daba un aire infantil, no tanto de candidez como de travesura. – Lo que me molesta de este asunto es que te hayan ido con el cuento antes de venir a su Laird. Esa mujer deberá oírme.
“TN” hubiera deseado que JOE negara la existencia de ese niño, que la hubiera jurado y perjurado que él no era el padre, sin embargo tan solo se limitaba a solucionar el problema de esa manera. ¿Acaso los sentimientos de Brigitte no contaban para él? Por su rostro supo que no y en cierto modo se sintió algo aliviada.
- ¿me prometes que te ocuparas bien de ella? Puede que sea verdad y que no seas el padre, pero…
-No te preocupes por ella, “TN”. Brigitte sabe sacarse las castañas del fuego ella sola. ¿Qué hizo tu padre? Respecto al hijo ese.
-Murió días más tarde de nacer – no le dijo que lo reconoció antes y que figuraba como el mayor de los MacBean. Si él no se ofrecía hacerlo ella no le obligaría.
-Mi padre también tenía varios bastardos – comentó él como si aquello fuera lo más normal. – En realidad ni siquiera se realmente cuantos hermanos somos – se encogió de hombros – viven todos entre la aldea y mi casa.
-¿y tu madre? – se atrevió a preguntarle.
Los ojos de JOE se oscurecieron perdiéndose en algún punto lejano. Su rostro se volvió duro, tan duro que los músculos de su cara se habían convertido en granito.
- nunca se llevaron bien. Mi padre era incapaz de amar a nadie. Nunca les vi darse un beso, ni tan siquiera un abrazo o una mirada de cariño. Eran dos desconocidos compartiendo hogar. – Volvió su rostro firme hacia ella – yo no quiero un matrimonio así, “TN”. Yo quiero llegar a amarte y que tú me correspondas.
El corazón de “TN” dejó de latir. Él quería llegar a quererla pero aún no lo hacía. ¿Y si también era incapaz de amarla?
Pensar que quizá tendría más afecto por Brigitte que por ella la llenaba el pecho de un dolor extraño.
“¿podrás hacerlo?” quiso preguntarle. No lo hizo. Tenía más miedo a reconocer la verdad cuando el tema era referente a ella que a los demás.
JOE tomó las tiernas mejillas entre sus manos y clavó sus ojos grises en ella. La mantuvo así durante minutos que parecieron horas. No la dijo nada, tan solo la miraba perdiéndose en sus ojos verdes, pensando en lo bien que se encontraba junto a ella.
Le hubiera encantado decirle, que en aquel momento no se hubiera cambiado por ningún hombre en el mundo, que no deseaba ir a ver a nadie, ni cumplir su misión. Que tan solo ansiaba tenerla abrazada durante el resto de su vida, beber de ella hasta el fin del mundo. Era poco tiempo lo que la conocía pero era incapaz de imaginarse la vida sin ella. En su cabeza, su hermoso rostro de facciones delicadas y brillantes ojos verdes le acosaba constantemente, ya estuviera despierto o dormido.
-Será mejor que salgamos del bosque lo antes posible – dijo finalmente soltando un suspiro. -¿“TN”? – Sonrió nervioso - ¿Qué sientes por mí?
Para JOE era muy importante la respuesta de ella. No sabía por qué exactamente, pero necesitaba escucharla decir que ella también lo amaría, si no lo hacía ya.
“TN” apartó su vista, azorada, y se encogió de hombros restando importancia a la pregunta.
-Eres un hombre muy guapo – se puso colorada de repente – bueno, te tengo un cariño especial.
-¿Cómo de especial?
-¿Por qué me preguntas eso, JOE? ¿Qué sientes tú por mí?
-Yo he preguntado primero. – Sonrió – además soy el señor de…
-blablablá – siguió “TN” con una sonrisa al tiempo que se giraba para acariciar el hocico del animal – si crees que por ser el señor tienes preferencia estas confundido.
JOE soltó una carcajada y su mano volvió acariciar el cabello despuntado de la joven.
-No tengo preferencia por ser el señor – rio – la tengo porque soy mayor, más grande y más fuerte. ¡Sube! – la izó con facilidad y la colocó de nuevo sobre la bestia. Él se acomodó tras ella y la mordisqueó el cuello divertido antes de lanzar al animal a galope. En cuanto alcanzaron a Emet, JOE le instó acelerar la marcha. Quería llegar algún sitio bien protegido y decirla a su “TN” cuanto la amaba.
¿Por qué la zorra de Brigitte se había inventado esa historia? Era bien sabido que la muchacha siempre tomaba precauciones antes y después de la unión con cualquiera de sus hombres. Si estaba embarazada era porque ella lo había buscado.
Las palabras de “TN” sembraron una duda bastante potente en su mente. ¿Podría ser él el padre?
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 25
La noche envolvió el bosque en una espesa y negra oscuridad. Se había levantado un suave viento que silbaba siniestro entre los árboles. Era tan difícil ver más allá de dos metros de distancia, como de que alguien viera al trio que había acampado a la orilla de un estrecho riachuelo.
Emet había apagado el fuego hacia tan solo unos minutos, y con la espalda apoyada en un grueso tronco, cerró los ojos dispuesto a no dormirse, mordisqueando una brizna de hierba entre sus dientes, se limitó a escuchar con atención.
A una distancia bastante prudente habían dispuesto varias antorchas formando un minúsculo círculo, suficiente para poder observar si alguien penetraba en el campo de luz. Aquello era como una especia de trampa para moscas, en cuanto alguna se acercara a la luminosidad, ¡Zas!
“TN” sin embargo hacia un buen rato que había caído dormida. Se encontraba recostada junto a JOE, con la manta cubriendo su cuerpo.
JONAS no podía verla, pero la sentía contra él. Escuchaba la suave respiración. De vez en cuando ella temblaba, probablemente de frio. La hierba húmeda se adhería a las prendas penetrando en el cuerpo.
JOE también se mantuvo en alerta. Ya habían inspeccionado antes la zona y aunque no encontraran a nadie, huellas y marcas recientes les avisaron de que un grupillo no viajaba lejos de ellos. Tenían toda la pinta de que fueran viajeros, pero “TN” no quería arriesgar. Deseaba acabar con su cometido, llegar a casa… Tenía muchas cosas que hacer. Posiblemente lo más importante hubiera sido celebrar su boda. Pero en cuanto llegara a su hogar, sus hombres le incitarían para tomar justas represalias contra Warenne, y esta vez tendría que hacer algo. Estaba seguro que “TN” sería la primera en insistir que lo hiciera.
Bruce ya le había advertido sobre la posibilidad de que intentara frenarle en su objetivo, pero secuestrar a “TN”, golpearla y maltratarla, era algo que no podría pasar por alto. Algo que no permitiría que volviera a suceder. Ella estaba a su cargo, bajo sus cuidados y por Dios, que no dejaría que nada malo la sucediera.
El momento de ajustar cuentas se acercaba, y si no tuviera la fuerte convicción que tras Surrey se hallaba alguien muy poderoso dando las ordenes, hace tiempo que lo hubiera despachado. Si con ello se ganaba la enemistad de Eduardo, apechugaría con las consecuencias.
Era cierto lo que había comentado aquel día sobre su familia. Él era el mayor de los hermanos reconocidos y por lo tanto fue nombrado Laird del clan cuando su padre cayó durante la última batalla, luchando por la independencia. Una guerra que aunque no fue tan productiva como ellos habían querido, al menos habían dejado a Juan Balliol como rey.
Él, como guardián, junto otros cinco hombres más, se debían al monarca. Incluso Roberto de Bruce en su cruzada por el trono, debía admitir que tenía un pacto con Balliol, y solo cuando Eduardo le devolviera el poder que por naturaleza le habían robado, seria libre de adquirir sus derechos, pero hasta que aquello sucediera, el Rey debía ser informado de lo que el resto del país se proponía. Claro que no todo el mundo estaba de acuerdo con aquello, ya que Escocia estaría dividida. Siempre había quienes apoyaban a uno y a otro.
Pensó en “TN” por ejemplo. Ella era partidaria de Bruce por el simple hecho de haber sido acogida por el conde de Mar, añadiendo que su mejor amiga, Isabella de Mar, condesa de Carrick, se había casado con él. ¿Qué pensaría la joven cuando conociera a Balliol en persona?
Los Bruce de Annandale intentaron un golpe de estado en 1286, que fue rápidamente reprimido y, finalmente, los nobles de Escocia se dirigieron a sus vecinos ingleses en busca de consejo.
El rey Eduardo era en aquel momento, un personaje justo y respetado, temido en muchas ocasiones. Aquel hecho pasaría a conocerse como la “gran causa”. Eduardo aceptó la petición, con la única condición de que los aspirantes habrían de reconocerle como Señor de Escocia. Los principales candidatos eran Juan Balliol, de ascendencia inglesa y Señor de Galloway y Robert Bruce, Señor de Annandale. Tras largas deliberaciones, Eduardo I de Inglaterra falló a favor de Balliol.
John Balliol accedió a reconocer a Eduardo como su superior y ese fue el error más grande en el que el hombre había sucumbido, pues gracias a ello, permitió a los ingleses involucrarse directamente en sus asuntos políticos. Sin embargo John no era un mal hombre a pesar de su carácter débil.
JOE pensó en su hogar y en su propia familia. ¿Cuántos hermanos eran? Por su puesto que llevaba la cuenta, como señor de for tress of Noun untouchable, (fortaleza del intocable) era consciente de todos y cada uno de los habitantes que se alojaban en sus tierras. Por otro parte era de todos sabido, que George Henry Cann, hijo no reconocido del poderoso George “TN”, se había convertido en la mano derecha de su medio hermano JOE, del que sentía un profundo respeto además del amor fraternal que se profesaban.
George era el único motivo por el que no echaría a Brigitte de sus tierras. La joven, una malcriada, consentida, había nacido con la gran suerte de tener a un hermano bastardo del Laird. De modo que aunque JOE y Brigitte no fueran parientes, ambos compartían a una de las personas más importantes de sus vidas.
Por qué Brigitte deseó llevar una vida de lujuria y entretenimiento, tan solo George lo sabía. JOE se había negado en rotundo a que sus hombres disfrutaran de la hermana de George, pero al final no había tenido más que aceptar los deseos de ella, con el pertinente permiso de su hermano. El mismo JOE había retozado con Brigitte en alguna ocasión. Era una mujer bellísima de ojos exóticos y curvas provocativas. Dos minutos delante de ella y era imposible apartar la vista de su generosos pechos.
Que el difunto George no amara a sus hijos, no significaba que JOE los debiera dar la espalda, y hacia años les había otorgado los mismo derechos que a los demás herederos.
Margarita era la única hermana y ella se había trasladado a Inverness junto a su esposo el señor de Fegurson, unas tierras que por otro lado no quedaban muy lejos de Noun untouchable. El resto cumplía con sus deberes, colaboraban con los campesinos para provisionarse durante el invierno, y entrenaban con paciencia esperando el día que debieran levantarse en armas.
JOE estaba seguro que “TN” seria recibida con agrado, y dado su forma de ser, todos acabarían adorándola. ¿Pero qué pensaría ella cuando descubriera a una familia tan numerosa y unida? No podía evitar desear ver su cara cuando se los presentara, así como no podía impedir que el rostro angelical de su madre se le apareciese en sueños. La recordaba como una mujer cariñosa y sumisa, nunca se había atrevido a llevar la contraria a su esposo y siempre acataba las órdenes a pies juntillas. George JONAS no la había maltratado físicamente, pero la indiferencia que había sentido hacia ella, la terminó por llevar a lanzarse por el alto acantilado del mar del norte, justo donde se emplazaba el hogar de los JONAS.
JOE alzó la cabeza súbitamente. Una rápida sombra había atravesado el círculo de luz apartándolo de sus pensamientos.
Tan solo con una mano se aferró al arco y apuntó. Emet también se había puesto en pie y subía con la gracia de un felino, por el tronco que segundos antes le cobijaba.
“TN” se despertó como si el sexto sentido la avisara de algún peligro inminente. De pronto notó como una fuerte mano cubría todo su rostro, sin presionar demasiado.
-No digas nada – musitó JOE sobre su oído.
Él no se alejó mucho. Sus ojos estudiaron las sombras y los recovecos que las llamas formaban a lo lejos.
La flecha silbó rompiendo el silencio de la noche, cruzando con velocidad el viento para clavarse justo en el blanco. Un débil gemido y un golpe en el suelo fue lo único que escucharon.
-¿Qué ocurre? – preguntó “TN” estirando su mano hasta tocar el fuerte brazo de JOE. El temor se reflejaba en el susurro tembloroso ya que era imposible ver algo que estuviera apartado de la luz.
-La comida de mañana – respondió él después de unos segundos. Dejó el arco sobre el suelo y observó la recortada sombra de Emet que emergía del claro de luz. Poco después el rastreador se perdió en la noche.
-¿Cómo has podido verlo? – susurró ella. Inconscientemente se arrimó a su cuerpo descubriendo que tanta oscuridad era tan aterradora como desquiciante. Si no llega a ver aquellas antorchas a lo lejos, posiblemente hubiera acabado loca y muerta de miedo.
JOE emitió una suave risa y la rodeó con fuerza apretándola contra él.
-Es que yo puedo ver – la confesó. Hablaban bajo.
-¿puedes ver? ¿El qué? Yo también puedo ver si miró a la luz, pero a ti no puedo verte.
-Yo a ti sí. – respondió él estrechándola un poco más.
JOE estaba deseando poder vislumbrar su rostro en aquel momento. ¿Se habría creído ella que podía verla? La imaginó ruborizándose hasta que las orejas se volvieran del mismo color de su cabello. Sin embargo la sorprendió su respuesta:
-¿Qué estoy haciendo ahora? ¿Eh? ¿Me ves?
JOE trató de no echarse a reír y aguantó la respiración divertido.
-ahora, me estas sacando la lengua – aventuró.
-¡puedes ver de verdad! – exclamó ella.
Si “TN” hubiera visto como los ojos grises se habían abierto como platos por la sorpresa se hubiera echado a reír.
En cambio JOE luchaba por no partirse de la risa. ¿Sería verdad que esa mujer le estaba sacando la lengua?
Buscó el delicado rostro y lo atrapó entre sus manos. La besó sobre la nariz, sobre el ojo, fue ella quien rompió a reír.
-¿Qué? – preguntó él sin dejar de acariciarla con los labios.
-Que eres un mentiroso, JOE – gimió cuando los dientes del hombre apresaron su labio inferior con delicadeza, incitándola. Le rodeó el cuello con sus brazos –no puedes verme – terminó de decir. La boca del JONAS se apoderó de la suya en su totalidad y sus lenguas se enredaron frenéticas, saboreando, tanteando, probando.
Desde el día del lago no habían podido tener ni un solo momento de intimidad y cuando se encontraban a solas, siempre había alguien que los interrumpía. Emet, Ian. De hecho, el agrio carácter que había tenido JOE se había debido en su gran mayoría a eso.
Era un suplicio verla a todas horas y no poder poseerla, ni hacerla ruborizar. ¡Ella era tan malditamente recatada frente a los demás! Y… le encantaba. Era una demostración de afecto, una confianza para con él, como una confirmación de que era tan solo suya.
Sus cuerpos se apretaron con ansia, fundiéndose en un solo ser.
Las faldas de “TN” subieron hasta por encima de su cintura. La oscuridad que los embargaba envalentonó a la muchacha. Con osadía, se colocó sobre el hombre a horcajadas en sus caderas. Ahogó una exclamación al notar que la carne ardiente bajo ella, ya estaba preparada.
JOE, pensando que ella se detendría la sostuvo de la nuca y la atrajo hacia él para besarla de nuevo. La otra mano, viajó por una de las largas piernas de la joven y subió acariciando el muslo con sus dedos, hasta rozar los suaves rizos que se posaban con delicadeza sobre su vientre. La sintió húmeda e indagó con la yema de un dedo. Ella se tensó unas décimas de segundo y se inclinó hacia él, deseando que volviera a besarla.
JOE obedeció sin dejar de acariciar su interior, presionando delicadamente, provocando que la joven se convulsionara sobre él cuando alcanzó un orgasmo.
“TN”, con el corazón desbocado y los ojos cerrados dejó que JOE la levantara ligeramente para poder penetrarla con su miembro. Lo sintió resbalar dentro de ella. Con timidez comenzó a moverse. Todavía tenía la agradable sensación de lo que acaba de sentir, y esas emociones se incrementaron al descubrir que si bajaba con un poco de fuerza, lograba llenarse de él.
Las manos de JOE en sus caderas, no solo la ayudaban a elevarse, si no que la excitaban cuando clavaba los dedos en ella.
“TN” se aferró de sus cabellos, con deleite saboreó los labios de JOE con sensualidad, mordiendo, marcando.
Las prisas, las ansias, las ganas de disfrutar el uno del otro terminaron con las reservas de ambos que jadearon en silencio cuando creyeron tocar el cielo con las manos. Dos corazones latieron unidos en la noche.
“TN” se despertó hambrienta. El olor de carne asada la hizo salir de las mantas. Entrecerró los ojos ante la claridad de día y se cubrió más en la prenda.
Observó en derredor. Emet se hallaba cerca de una hoguera, sobre una piedra. La saludó con la cabeza al tiempo que la mostraba un trozo de carne entre sus manos.
Como hipnotizada, se levantó hacia él enrollándose la ropa sobre su cuerpo. Estaba amaneciendo y el sol aun no había salido, sin embargo en ese lado del bosque la arboleda era menos densa y la luz penetraba perfectamente.
Buscó a JOE con la mirada y lo vio llegar desde el pequeño riachuelo. Se había mojado los largos cabellos y caían húmedos sobre su espalda. Se había rasurado nuevamente y sus ojos grises relucieron como la plata cuando se encontraron con ella.
JOE sonrió al advertir el sonrojo de la muchacha.
-Tener “TN” – la joven cogió la carne que Emet la entregaba, sin importar que la grasa cubriera sus manos. Se dio cuenta que tenía bastante hambre y que excepto por algún guiso, no había hincado el diente a un buen trozo de… ¿jabato?- ¿tú no quieres JOE? – le preguntó ella cuando le vio acercarse a los caballos para comenzar a prepararse.
-Ya lo hice antes, mujer. – Elevó los ojos al cielo – quiero llegar antes de que anochezca. No creo que hoy paremos a comer.
-¿falta mucho?
JOE ladeó la cabeza y acabó por asentir.
-Sí, pero esta noche dormiremos en una cama. – JOE se colocó las espadas cruzadas sobre la espalda.
-Si – intercaló “TN” sin mirar a nadie – cada uno en la suya.
JOE se hizo el despistado y la observó con el deseó reflejado en su mirada. Emet miró hacia otro lado, ocultando una divertida mueca.
-Por supuesto – aseguró el JONAS guiñándola un ojo.
“TN” dudó con su respuesta.
“TN” volvió a enrojecer y dio la espalda a Emet para que no pudiera verla. Estaba segura que ese hombre estaba disfrutando de lo lindo. ¡Menuda carabina se habían buscado!
CAPITULO 26
Cuando JOE había dicho que aún quedaba bastante recorrido, lo último que “TN” había esperado es que realmente fuera tanto.
La ilusión de pensar que podía dormir en una cama, la hizo imaginar que pronto llegarían a ver a Juan de Escocia. Sin embargo, cuando aquella noche se detuvieron en la pequeña aldea cercana al embarcadero, la joven se desilusionó.
Para acceder a Brodick debían llegar hasta la isla de Arran, y hasta que la luz de sol no clarease, el barquero se negaba a cruzar el trayecto en la noche.
La aldea apenas eran unas pocas casas dedicadas en su mayoría a la agricultura y a la pesca.
Tuvieron suerte y el reverendo Miller les permitió ocupar un pedazo de la ermita. Un sitio frio con olor a cera y decorado con varias figuras religiosas que brillaban de limpias. Posiblemente, el venerable hombre no tuviera mucho que hacer excepto mantener aquel lugar aseado.
La salitre del mar llegaba hasta la aldea en forma de pegajosa humedad. Algas rojas y oscuras se acumulaban en los bordes del acantilado como si una reciente tormenta las hubiera empujado contra la costa, tiñendo las orillas con un extraño color ensangrentado.
Cuando “TN” despertó al día siguiente, se encontró sola entre las paredes religiosas, donde unas pequeñas arcadas hacían compañía a varias hermosas vidrieras.
Todo parecía estar en silencio cuando la muchacha asomó la cabeza por la puerta en busca de alguien. En un pequeño patio colindante a una extensa arboleda, tuvo la oportunidad de observar la destreza de JOE con su arco, la velocidad en que colocaba las saetas, la fuerza con la tensaba la cuerda. Era impresionante la manera en que los músculos de sus brazos, se volvían duros y tensos. Como el pecho parecía ampliarse al llevar el torso desnudo después de haberse desprendido del broche.
El plaid tan solo colgaba de las caderas del hombre, sujeto por el ancho cinturón de cuero. El hermoso rostro de JOE cuando fijaba su mirada de plata sobre el objetivo, su semblante concentrado parecía etéreo, como salido de algún cuento de fábula.
El JONAS tuvo a bien compartir la liebre que Emet se dispuso a cocinar sobre una pequeña hoguera. El reverendo los acompañó con un odre de vino, que si bien estaba bastante amargo, nadie le hizo ascos.
- el matrimonio es un bien muy preciado – volvió a insistir el padre observando al JONAS con disimulo. – No deberían viajar sin tomar los votos. Si quisierais… yo podría…
-No tenemos tiempo de verdad – acortó JOE por tercera vez. No quería ofender al reverendo ni que le considerase un rudo maleducado, pero era cierto. Aún tenían que llegar hasta Brodick. Deseaba hacer una corta parada en la ciudad cobijada por el castillo y que “TN” se pudiera conseguir un vestido en condiciones, para ser presentada debidamente a Juan de Escocia.
La miró con una sonrisa. El rostro de la joven ya no presentaba cardenales e inclusos las costras de la nariz habían desaparecido, eso sí, no sin antes dejar unas pequeñas marcas más blanquecinas en su delicada piel de alabastro.
El cabello cobrizo rodeaba las hermosas facciones de forma rebelde, y los ojos verdes brillaban más profundos y cautivadores que nunca.
Cuando la joven sonreía, tendía a echar la delicada mandíbula hacia adelante mostrando la hilera de pequeñas y perfectas piezas. Al hacer esto, lo único en lo que JOE podía pensar, era en besarla hasta hincharla los labios con su ansia y sed de ella.
Después de despedirse del padre, tuvieron que hacer cola para subirse a la barcaza que les llevaría hasta la isla.
Arran estaba ubicada frente a la costa suroeste de Escocia. Las cercanías de Brodick, aparte de estar continuamente vigiladas, eran las que más personas y visitantes acumulaban.
La expectación de entablar una charla con el mismísimo Balliol, como visitar Machrie Moor, un círculo protegido por un muro de piedra, hacía que la ciudad se convirtiera en un constante hervidero de gente.
Machrie Moor escondía una de las piedras más antiguas, supuestamente perteneciente a los antiguos druidas, que utilizaban para alguna clase de acto ceremonial. Muchos ciudadanos se llegaban hasta allí para entonar canticos y rezos pidiendo por las cosechas o incluso por el cese de los actos bélicos.
En cuanto pusieron los pies en el suelo, tomaron los caballos y en peregrinación, los viajeros anduvieron hasta la ciudad.
Las vías principales se hallaban empedradas y los puestos ambulantes llenaban las calles. Guerreros vestidos con calzas y túnicas que caían sobre los muslos, recorrían vigilantes la zona, observando a los intrusos.
En la antigüedad, esa zona había sido ocupada por los irlandeses y luego por los vikingos, a estos últimos lograron echarlos durante una batalla.
La isla era hermosa. Una delicia observar las verdes praderas de flores silvestres, donde las vacas pastaban plácidamente, los rododendros que florecían en aquella época, las numerosas cascadas y los senderos por el bosque.
La propiedad se encontraba dominada por la majestuosa montaña de Goatfell. Valles colgantes de los musgos, las hepáticas y los helechos, adornaban algunas de las fachadas de gruesos muros grises. Las vistas impresionantes de la Bahía de Brodick a la costa de Ayrshire lograban dejar sin aliento a cualquier espectador.
“TN”, fue una de las personas que más maravillada observaba todo. JONAS ya había estado allí en contadas ocasiones por lo que no parecía sorprenderle nada de cuanto veía.
JOE, quien en todo momento agarró la mano de la muchacha dirigiéndola por estrechas callejuelas, la llevó directamente hacia una posada.
La habitación, totalmente fabricada en madera, se hallaba limpia y el olor a fresco llenaba el lugar mezclándose con la fresca brisa que se deslizaba de las montañas circundantes.
Una muchacha de carácter afable se ofreció acompañar a “TN”, mientras JOE hacia una diligencias. Al menos eso había dicho el hombre antes de prohibir a la joven que saliera sola por la ciudad, prometiéndola un largo paseo al atardecer. Emet desapareció con las monturas una vez que llegaron a la isla.
“TN” se lavó en una pequeña tina de madera situada junto a una amplia cocina. Y por fin pudo peinar sus cabellos en condiciones. La moza, Giselle, trató de recortar varias puntas cobrizas que insistían en quedar levantadas hacia arriba. Al menos, “TN” pudo ofrecer una imagen limpia y diferente, pareciéndose más a la joven intacta que había salido de Carrick junto a la gran escolta, que a la pobre andrajosa que había cubierto el camino hasta allí.
Su apariencia de dama era inconfundible a pesar de vestir una sencilla falda de campesina y una blusa blanca remangada hasta los codos.
Las horas se hacían interminables a la espera de que JOE llegara y dado que por su seguridad se había propuesto obedecer al hombre, solo se atrevió a recorrer el exterior de la posada, arrobada por la magnificencia del lugar.
-¿eres tú? – la preguntó una voz femenina acercándose hasta ella.
“TN” se giró envuelta en aquel sonido tan familiar que tanto había escuchado desde que tuviera uso de razón.
-¡Annabella! – gritó arrojándose en los brazos de su hermana mayor.
El tiempo se detuvo cuando ambas muchachas se abrazaron rompiendo en fuertes sollozos.
Varios viandantes se había detenido a observarlas, ambas se parecían mucho, los mismo ojos, el mismo color de cabello.
Annabella seguía teniendo una larga y preciosa melena cobriza que adornaba con una blanca cofia. Sus ropas eran tan humildes como las de “TN”. Sus rasgos más maduros y algo más marcados.
Las jóvenes se tocaban nerviosas, se acariciaban el rostro y las manos, dando constancia que lo que las estaba pasando era completamente real.
-¡Oh dios! – Annabella estrechó a su hermana menor con fuerza y la dejo llorar plácidamente entre sus delgados brazos – pensé que tú también habrías muerto. Nadie sabía nada.
-¿y padre? ¿Y los demás? ¿Están todos bien?
El rostro de Annabella se trasformó en un dolor profundo cuando negó con la cabeza.
-Todos cayeron. Algunos de nosotros fuimos retenidos durante un tiempo en las mazmorras de Surrey. Yo logré escapar – abrió las manos mostrando la isla. – Pronto nos devolverán nuestras tierras. ¿Qué pasó contigo “TN”? ¡Estoy tan feliz de volver a encontrarte!
“TN” no pudo dejar de advertir la ira y la rabia que su hermana escondía. Quizá la misma que ella tuviera hasta que conoció al JONAS. Dolida comprendió, que aquel enojo que ella sentía, poco a poco se había ido esfumando en compañía de JOE.
Bajo la sombra de una gruesa encina, “TN” la relató sus vivencias de los últimos años.
-¿y tú prometido, Annabella? ¿También murió?
-Cayó junto a padre – asintió con pena. La joven tomó las manos de “TN” con fuerza - ¿dices que vas a ver a Juan? No pronuncies nuestro apellido, ni nombres al clan si quieres continuar con vida – la advirtió.
“TN” frunció el ceño confundido.
-¿Por qué? Debiste haberle pedido protección. En este momento él es el único que podría ayudar…
-Pero es que no quiero que me ayuden – afirmó Annabella con firmeza – No hasta que no acabe con los culpables.
-Con Warenne – “TN” agitó la cabeza. -¿Cómo piensas hacerlo?
-Lo llevo planeando mucho tiempo. Solo tengo que conseguir hacer llegar una carta a Isabelle, la esposa de Juan. Debó conseguir convertirme en la sombra de esa mujer, ella me llevara hasta Surrey y hasta… - se detuvo abruptamente con los ojos clavados en los de su hermana. – Acabaré con la vida de… Sir Thomas de Luxe.
-¿el amigo de padre? ¿Por qué? – preguntó estupefacta. Recordaba al hombre de haber ido al hogar de MacBean y parecía un tipo agradable.
-Ahora no puedo hablarte de ello – Annabella se levantó y acarició con sus ojos verdes el rostro de su hermana pequeña. – No puedes decir a nadie que aún sigo con vida.
-¿y a Douglas tampoco?
- Ni siquiera a tú guardián – la contestó con una sonrisa preocupada.
-Pero JOE debería saber…
-¡no! – Annabella soltó un largo suspiro – te aconsejo que no le digas nada de lo que te he contado. Estoy llegando a mi meta y él sería un impedimento. “TN”, voy a escribir una carta. ¿Podrías entregársela a Lady Isabelle?
-¡no, por favor, Annabella! No quiero buscarme ningún lio con el JONAS. Le amo y pensará que lo estoy traicionando.
-¿y tu familia “TN”? ¿No deseas que sea vengada? No te estoy pidiendo que me acompañes, pero necesito tu ayuda para llegar a cumplir mi cometido. Nuestro cometido.
“TN” se mordió el labio inferior asustada. ¿Y si JOE se daba cuenta? ¿Podría considerarse eso como una alta traición a la corona?
Annabella era su hermana, sangre de su sangre. No podía hacerla a un lado como si nada hubiera ocurrido.
Se pasó las manos por la frente. Estaba sudando del terror que la embargaba. ¿Sería capaz de utilizar la compañía de JOE para entregar esa dichosa carta a Isabelle de Warenne?
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 27
JOE no había pensado demorarse mucho, visitar unas amistades, conseguir prestadas algunas monedas, enterarse de los últimos rumores sobre política…
Había estado deseando regresar a la posada desde el mismo momento en que había salido, alejándose de “TN”.
Llevaban tanto tiempo compartiendo los días, que unas cuantas horas lejos de su compañía se volvían un suplicio. La intranquilidad de saber de ella, la duda de que hubiera desobedecido aventurándose sola a salir por la ciudad. El temor de que la mano de Warenne llegara hasta allí cuando él no estuviera presente. Un miedo constante que recién comenzaba a descubrir y que deseaba apartar de su lado con todas sus fuerzas.
Cargado con un par de paquetes en las manos, subió los escalones de dos en dos, medio corriendo. Se detuvo ante el dormitorio de “TN” y golpeó la puerta con los nudillos.
Esperó con una sonrisa que la joven le abriera, pero sus llamadas no obtuvieron respuesta.
-La señora que venía con vos, se halla en el patio trasero tomando el aire.
JOE miró a la moza con una sonrisa y un asentimiento de cabeza, la entregó los paquetes que llevaba con la orden de que lo colocara en el cuarto de “TN”. Descendió hacia el lugar donde la mujer le había indicado y se detuvo abruptamente cuando vio a “TN”, sentada sobre un banco bajo una frondosa sombra, charlando con una muchacha de apenas su misma edad, o un poco más.
JOE las miró fijamente, era innegable que ambas muchachas eran parientes. Hasta creyó ver algunos gestos idénticos. Pero según “TN”, el único familiar con vida que tenía era Douglas. ¿No?
Frunció el ceño y se limitó a observarlas sin acercarse. Podía ver los rasgos de “TN” a la perfección, el modo en que se mordía el labio inferior como si dudara de algo que la otra la estuviese diciendo. Su rostro falto de color, el modo en que se pasaba la lengua sobre el labio en actitud nerviosa y algo que nunca la había visto hacer, se mordía las uñas.
Desde luego, lo que la joven de largos cabellos la estuviera diciendo, no parecía ser muy del agrado de “TN”, y él descubriría que era y que tramaban las dos. No sabía muy bien porque, o quizá había llegado a conocer a quien se convertiría en su esposa demasiado bien, pero algo le decía que allí estaba pasando algo.
Conociendo la naturaleza de la fierecilla de MacBean, debía andar con pies de plomo.
“TN” se levantó y seguidamente la otra joven la imitó. Se abrazaron y ambas se alejaron cada una por un sitio diferente.
-Dame tiempo a que lo acabe. Te lo acerco a tú dormitorio en un rato. – se despidió la muchacha desconocida con voz un poco más alta de lo normal, lo suficiente como para que JOE escuchara con claridad.
-Ten cuidado Annabella.
JOE se apretó contra una pared en el momento en que “TN” pasaba a su lado cabizbaja. ¿Por qué estaba tan desolada? ¿Qué la había podido decir la otra para que estuviera tan triste?
Chasqueó la lengua siguiendo los pasos de “TN” con lentitud. Puede que hubiera hablado sobre el asedio y las muertes de los MacBean y por eso se mostraba tan pensativa, como si tuviera que soportar un peso adicional sobre su espalda.
Pues decididamente no le gustaba verla así. No cuando los ojos verdes se oscurecían perdiéndose en el pasado cubriéndose de miedo.
El pasado era tan solo eso, hechos que no podían arreglarse de alguna manera y lo mejor, era mirar hacia adelante con nuevos aires, nuevas ideas, con una buena base para el futuro.
Dio tiempo a que la joven llegara a su dormitorio y cuando él llamó de nuevo a la puerta, una “TN” nerviosa le recibió con una tímida sonrisa.
-Vine antes pero habías salido fuera – JOE se acercó a ella y la besó con ansia en la boca. Había estado deseando hacerlo durante toda la mañana.
“TN” le correspondió de igual manera, le necesitaba. Tenía tantas dudas y tantos temores que se sentía como un ratón a punto de ser cazado.
-¿ocurre algo? – preguntó él apenas separándose de sus labios. Le encantaba tenerla entre sus brazos, sentir el calor de su delicada piel, pero tenerla así solo lograba excitarlo, marearlo como el buen Whisky. El deseo de arrastrarla hacia la cama, arrancarla sus ropas… miró el colchón con fijeza. Nunca había hecho el amor con “TN” en una cama.
Una sensación de desprecio anidó en su pecho. ¿Cómo había sido capaz de tratar así a la joven? Ella era una dama, había sido criada para convertirse en señora de… Y sin embargo, desde que la conociera aquella noche en Carrick, él se había comportado como un cretino llevándola de un sitio a otro. ¿Con que derecho?
-Te echaba de menos – la escuchó decir con voz suave y sedosa. “TN” había alzado su mano para enredar los dedos en sus cabellos.
El corazón de JOE rebosó de emoción con aquellas palabras. Volvió apoderarse de su boca, esta vez de un modo más lento y suave, recorriendo con su lengua cada recoveco oculto. Saboreando la aterciopelada lengua con un calor creciente que fue naciendo desde su estómago hasta el mismo musculo que se levantaba erguido entre sus piernas. Apretó sus caderas contra la muchacha, ella debía saber en qué estado le dejaba cada vez que le mostraba su afecto, o que sus cuerpos se rozaban. ¿Sería siempre así? ¿Era “TN” consciente de cuanto le hacía arder la sangre?
Con las manos en la cintura de la muchacha la apartó de si y la vio ruborizar bajo su atenta mirada.
-Te he traído algo – JOE la señaló los paquetes que la moza, Giselle, había dejado sobre una alta cajonera.
Sin desprenderse de aquel intimo abrazo, “TN” observó lo que él la mostraba. Picada por la curiosidad y con una sonrisa traviesa se alejó de él para cotillear las prendas cubiertas.
JOE sintió como el frio lo envolvía de repente. La necesidad de “TN” era tal, que tragando con dificultad se excusó y salió a su propio dormitorio. No iba aprovecharse más de ella. No. “TN” se merecía ser tratada con respeto, ser halagada. Aunque le fuera la vida en ello, se dedicaría a cortejarla, a enamorarla. La convertiría en su esposa cuando estuviese seguro que ella lo amaba de la misma manera que él.
“TN” miró la puerta que acababa de cerrarse y se quedó con los ojos clavados en la gruesa madera. Incapaz de concentrarse en algo que no fuera las palabras de su hermana, observó el largo vestido de manera superficial. El tejido estaba confeccionado con una seda muy suave en tonos ocres con hilos dorados.
Tenía la cabeza tan embotada que ni siquiera se preguntó como el JONAS habría conseguido aquello. Bien sabía que JOE era un hombre rico, el Laird de untouchable, señor de JONAS, pero hasta donde ella sabía, el hombre no tenía nada de oro o plata encima, y las últimas monedas las había cogido ella cuando se alojaron en Lareston.
Recorrió la prenda con su mano y entonces cayó en la cuenta que JOE había salido del dormitorio.
Se acercó hacia la ventana y miró fijamente como el sol se escondía tras las verdes montañas de Arran. Estaba feliz, Annabella, su hermana, estaba viva. ¡Viva! ¿Por qué entonces se encontraba con un run run muy extraño en su estómago? ¿Por qué se erizaba todo el vello de su cuerpo con una mala intuición?
Suspiró lacónicamente. No quería perder a su hermana ni el amor de esta. Recordaba cuando ambas jugaban juntas hacerse peinados diferentes, cuando compartían secretos bajo las sabanas, cuando se zambullían en el lago bajo la atenta mirada de su madre, cuando hacía de rabiar a Edwin o cuando discutían entre ellas y “TN” volvía locos a todos los MacBean con su exagerados llantos.
¿Cuándo había dejado de ser una niña?
Sus ojos se llenaron de lágrimas. No podía ignorar a su hermana, no cuando habían compartido tanto, en cambio con JOE. Suspiró temblorosa y las lágrimas rodaron por sus mejillas, no podía renunciar a ninguno de los dos, simplemente prefería morir que encontrarse en un futuro en aquella situación.
Se retiró las lágrimas de su rostro con fuerza. Si le comentaba algo al JONAS, definitivamente él interrumpiría los planes de Annabella. Pero si no lo hacía… ¿sería capaz su hermana de ponerla en peligro por querer vengarse de Sir Thomas?
Sir Thomas, aún no podía creer que el amigo de su padre, el vecino con el que Edwin siempre contara para todo fuera el responsable de lo sucedido ¿Por qué?
Debía pensar que Thomas había sobornado a Warenne para deshacerse de los MacBean. ¿Por qué? ¿Era Surrey tan solo un enviado?
Y mientras todas esas conjeturas daban vuelta en su cabeza, sintió los suaves golpes de la puerta.
Se tensó. Seria Annabella con la dichosa carta. ¿Y si no la abría? No quería hacerlo, no quería traicionar a JOE, no deseaba que Juan de Escocia la acusara de algo malo. Ella, solo quería vengarse de su familia, pero JOE tenía razón, había maneras y maneras.
“TN” apenas sacó la cabeza por la puerta, Annabella la entregó la misiva doblada.
-no dejes que la vea nadie – la susurró antes de irse.
JOE había vuelto a salir de la habitación al escuchar los pasos en el corredor, justo a tiempo de ver como la pariente de “TN” la entregaba algo.
La incertidumbre se apoderó de él y espero hasta que aquella muchacha cruzó por delante de la puerta, entonces la arrastró hasta su propio dormitorio cerrando tras de sí. Se había prometido ayudar a “TN”, buscar las pruebas suficientes, que realmente ahora ya no le hacía tanta falta, Warenne había tratado de matarlo a través de ella. Pero aquello era un misterio que él debía desentrañar. Era responsable de la vida de la mujer que amaba y si alguien pretendía hacerla daño, debía pasar antes por encima de su cadáver.
El sol se había escondido perezosamente dando paso a una hermosa y brillante luna de luz plateada que bañaba la ciudad con mágicos colores.
El bullicio en la calle era constante, y “TN”, lejos de disfrutar de aquel paseo aferrada al brazo de JOE, sus pensamientos se hallaban encerrados en aquella carta que quemaba en uno de los bolsillos de la hermosa túnica que JOE la había regalado.
Quiso prestar atención a las explicaciones que el joven hacia sobre la ciudad, o cuando la señalaba las nuevas y grandes mejoras que Balliol había realizado.
Ella asentía tratando de que no notara su indiferencia o su falta de interés. Sin embargo los nervios que se agarraban a su estómago a medida que se acercaban a los muros de Brodick la habían hecho perder el color de su rostro. JOE, a su lado, se mostraba jovial y atento. A veces se detenía para saludar a alguien, palmear el hombro de alguno de los guerreros de Juan, o moviendo formalmente la cabeza hacia las damas que lo miraban con el deseo pintado en los ojos.
No se había dado cuenta “TN”, de lo importante que era JOE JONAS como guardián de Escocia para aquella gente, un vasallo de Balliol que había jurado lealtad tanto al rey como a la corona. ¿Y si le estaba poniendo en peligro con su actitud? Jamás permitiría que el cargara con sus culpas en caso de ser descubierta.
La intranquilidad se hizo latente cuando atravesaron el portón de la entrada.
El castillo era impresionante, al menos poseía cuatro plantas y los siervos se afanaban de un lado a otro concentrados en sus tareas.
La soltura con la que JOE se desenvolvía entre aquellas personas, desconcertó a “TN”. Estuvo a punto de caer con los primeros escalones de la gigantesca sala, pero el fuerte brazo de JOE que ahora la rodeaba la cintura posesivamente, la estabilizó.
-¿nerviosa? – le preguntó él con una sonrisa ladeada.
“TN” asintió con dificultad para hablar. Aterrada era la palabra exacta. Aterrada, confundida, la sensación de no saber qué hacer o cómo actuar, de no haber tenido tiempo de pensar correctamente que es lo que se proponía Annabella y que ganaría entregando aquella nota a Isabelle, la reina.
Su corazón bombeando alocadamente, la impedía escuchar las numerosas conversaciones que una gran cantidad de nobles llevaban a cabo en las instalaciones. Buscó la mano de JOE y se aferró a él con tanta fuerza que le clavó las uñas.
El hombre no pareció notarlo y la guió hasta una silla señorial que en aquel momento estaba ocupada por un hombre de espesa barba plateada.
Juan Balliol dedicó una sonrisa al JONAS y se puso en pie cuando la pareja llegó a su altura.
-JOE JONAS – dijo el hombre tendiendo una mano amigablemente. – Me alegro de volveros a ver. ¿Cómo fueron los esponsales de Carrick? – se interesó.
Juan por supuesto había sido invitado al gran evento. No porque Bruce y él se cayeran bien, tan solo por el juramento dado de las Higlands. Pero Juan, un hombre racional y compresivo, sabía que Roberto, a pesar del respeto que ambos debían tener, no le hubiera agradado verle cerca de su hogar. Se había excusado con importantes asuntos que atender.
-Todo fue bien excelencia – le saludó JOE atrayendo a “TN” junto a él – me traen asuntos importantes que debo discutir con vos.
-Sí, lo imagino JONAS. Vos sois de los que no soléis visitar por placer a vuestro Rey – paseó los ojos sobre la joven con una sonrisa amable - ¿debo pensar que habéis tomado una esposa tan bella sin haberme enterado?
-“TN” MacBean – asintió JOE – mi prometida de momento – se giró hacia ella con un extraño brillo en sus ojos plateados – Juan de Balliol, señor de las Higlands.
“TN” se inclinó hacia delante en forma de reverencia. Estaba sorprendida al conocerlo. No se había imaginado a un hombre tan… campechano.
-Es un honor para mí estar en su presencia – dijo ella bajando humildemente la mirada.
-El placer es nuestro Lady MacBean – Juan la observó fijamente y paso su mirada a JOE – Lady MacBean – repitió - ¿acaso sois del clan que fue asediado hace unos años? –Volvió a mirarla – conocí a vuestro padre, un hombre ejemplar. Todo Brodick lamentó lo sucedido. Gracias a Dios los culpables pagaron por sus delitos.
“no todos” – quiso contestarle ella, pero contuvo su lengua a tiempo.
- A mi esposa la agradara conoceros. En unos minutos se reunirá con nosotros. JONAS, pasemos a mi estudio. Os prometo que esta preciosa beldad MacBean estará tan protegida como por vos mismo – llamó a una joven sierva y la habló al oído, luego se volvió a “TN” de nuevo – la doncella os mostrara sus habitaciones y os acompañara hasta el comedor. ¿Os parece bien JONAS? – le preguntó a su hombre.
JOE asintió. Dio un último apretón a la mano de “TN” trasmitiéndola seguridad y confianza y la dejo marchar junto a la sierva.
CAPITULO 28
“TN” siguió en silencio a la doncella. Conocer al rey la sorprendió gratamente, en ningún momento lo había imaginado tan cercano, e incluso familiar. Con eso no quería decir que lo apreciaba o lo admiraba, pero Juan la había caído bien.
Subieron hasta la segunda planta, recorrieron un largo y ancho pasillo sumido en las sombras que provocaba las mechas prendidas en las frías paredes, y penetraron en una de las estancias.
Observó la habitación soltando un suspiro de satisfacción. Llevaba tantos días viajando y moviéndose de un lado a otro, que ahora se daba cuenta de todo el descanso que necesitaba.
Lastimosamente no podía ser en ese momento.
-Regreso ahora mismo. ¿Un poco de agua? – la ofreció la sirvienta con una sonrisa amable.
-Sí, gracias.
“TN” vio salir a la joven y caminó con paso decidido hacia la chimenea. Las llamas recién comenzaban a prender, como si alguien lo acabara de preparar todo.
De las gruesas paredes colgaban candelabros inundando la habitación con una cálida luz que oscilaba suavemente.
La cama en el centro de la sala, era un gigante de cuatro postes con pesados tapices dorados y colchas de brillante seda.
Las lenguas de fuego danzaban con todo su fulgor en la chimenea de piedra, soltando chispas que caían en forma de ceniza, haciendo gemir a la madera.
“TN” tenía los ojos clavados allí, en el tibio fuego que fue relajando paulatinamente los nervios que seguían aferrándose a ella con fuerza. Tenía los ojos puestos allí y sin embargo su mente se hallaba en una guerra de voluntades. Por un lado JOE, por otro Annabella. ¿Por quién se decantaba?
Jadeó nerviosa y miró subrepticiamente la puerta. La sierva no tardaría en regresar. ¿Qué hacía? ¿Qué hacía?
Con rapidez buscó la carta entre sus ropas.
La puerta se abrió y ella se giró ocultando la misiva tras la falda. Se la escapó una exclamación de alivio al reconocer a su hermana caminando hacia ella. Había estado a punto de deshacerse de su nota quemándola en el fuego.
-¡Annabella! ¿Qué haces aquí? – su corazón continuaba latiendo acelerado.
-No te preocupes “TN”, no pasa nada. Dame la carta. – dijo la otra con prisas.
-¿Qué piensas hacer? – se la tendió con manos temblorosas.
Annabella parecía muy segura de sí misma cuando arrojó la nota al fuego. Por unos segundos el papel brilló en ascuas antes de ser tragado por las envolventes llamas.
-No entiendo nada, Annabella – imploró “TN” al borde la histeria, incluso soltó una risilla cuando el papel se redujo a cenizas.
- Hable con tu hombre – los ojos duros de Annabella se clavaron con fijeza en los suyos. –Parece buena persona. ¿Lo es?
-Lo es – asintió “TN”. Puede que no estuviera segura de muchas cosas, pero sobre JOE no tenía duda ninguna. – Daria mi vida por él, y estoy segura que él haría lo mismo por mí – aunque solo fuera por honor, pensó con un poco de amargura. -¿dices que hablaste con él? ¿Cuándo? – preguntó “TN” perdiendo el color de repente. ¿Sabría JOE de sus intenciones?
-En la posada. Yo al principio pensé que era alguien que quería aprovecharse, ya sabes. – Se encogió de hombros – no es que vengan a la posada muchos de ellos, pero siempre tienen que haber el típico…
-Vamos Annabella. ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? ¡Hija, te lías hablar y luego no sé qué de que estamos conversando!
Annabella observó a su hermana pequeña con adoración y la abrazó efusivamente.
-Te pareces tanto a madre – se apartó para estudiar a “TN” y como si de repente hubiera recordado de que estaban hablando, continuó: - Creí que el ¿JONAS? Era uno de esos aprovechados, pero en cuanto me metió en su dormitorio…
-¿Qué? – los ojos de “TN” brillaron furiosos hasta que Annabella se echó a reír.
-Me dejó muy claro que no quería nada conmigo. – “TN” respiró más serena y se sentó sobre un largo arcón de madera cubierto por cojines.
-¿Le dijiste quien eras?
-Él parecía intuirlo, además, me dio un poco de miedo. ¿No te da miedo que sea tan grande?
-Padre también lo era – “TN” se encogió de hombros – sigue. ¿Qué pasó después?
Annabella se situó frente a ella observándola con una sonrisa. No podía sentirse más feliz desde que descubriera que su hermana vivía.
-JONAS ha hecho un pacto conmigo.
-¡no me digas! – Contestó “TN” haciéndose la entusiasmada -¡te ha dicho que cuando tenga pruebas, actúa! ¿Verdad? – en el fondo no la gustó que JOE y su hermana mayor hubieran estado hablando a sus espaldas.
Annabella la miró frunciendo el ceño y soltando un suspiró se sentó al lado de “TN”. No entendió el leve tono cínico que envolvió sus palabras.
- No. A ver, por donde empiezo. – hizo una pausa sospesando sus palabras, escogiendo la manera más fácil de que “TN” pudiera entender - Su alteza Isabelle va a viajar en breve a las tierras de Surrey y les acompañara el conde de Norfolk. ¿Sabías que Roger y la esposa de Warenne son amantes?
-¿Roger? - “TN” negó con la cabeza -¿Quién es? ¿El conde de Norfolk?
-Sí. Pues voy hacerme pasar por su sierva mientras este en Surrey y voy a sacar la información que pueda. Le voy a buscar esas pruebas a tu hombre.
-¡Ahí! ¡Bien! Bravo por ti hermana, te vas a meter en la boca del lobo y encima JOE te va ayudar a cometer esa locura. – “TN” se puso en pie y paseó con disgusto sobre una espesa alfombra que lucía frente a la chimenea – Él no es tan irresponsable como para permitirte algo así. – negó con la cabeza. – además ¿Cómo vas hacer para ser la sirvienta? ¿No te ha dicho JOE que ya no necesita esas pruebas? Han intentado matarle…
Annabella la interrumpió:
-JONAS hablará con Roger. ¿No ves que ese hombre odia a Surrey? Es una buena forma de desquitarse ¿no crees?
-¿y si Thomas de Luxe pasa por la casa? Te reconocerá enseguida.
-Me esconderé.
-¡es una locura! – “TN” miró a Annabella y pudo leer la determinación en la curva de su mentón. – voy hablar con JOE. No voy a dejar que…
-Tu hombre no tenía elección, “TN”. Le puse entre la espada y la pared – de repente Annabella se sintió incomoda. – le dije que te convencería para que rehusaras casarte con él. Que te vendrías conmigo sin dudarlo.
-¿y él te creyó? – “TN” se sorprendió
-Puede que no quisiera arriesgarse. –Annabella hizo una pausa - De todos modos tampoco me voy de rositas. He aceptado que tu hombre me mande refuerzos, un tal Jaimie se hará pasar por mi esposo y a su vez se encargará de los caballos del conde de Norfolk.
-¡Jaimie! – “TN” frunció los labios con una divertida mueca.
-¿Qué pasa? ¿Es viejo?
- ¡es tan grande como JOE! – soltó una carcajada cuando Annabella bizqueó con horror. Su prometido apenas había sido unas pulgadas más alto que ella, además a Annabella siempre la había gustado llevar las riendas de la situación en todo, y con un gigante no pareciera que eso fuera a ser posible... –Pero no hacen falta esas pruebas.
-JONAS no puede tomarse la justicia con libertad. Warenne tendrá un juicio justo. Y el tal Jaimie y yo le vamos a llevar ante el magistrado.
- ¿sabe JOE que Warenne no es más que una marioneta? ¿Matarás a Sir Thomas?
Annabella asintió con firmeza:
-ese hombre pagara la muerte de padre, de mi prometido, de nuestros hombres, familias, primos… - agitó la cabeza – lo juré en su día… Tú hombre no sabe nada de Thomas – agitó la melena – Ni siquiera se lo he comentado.
-Yo también lo juré, Annabella. Desde que ocurrió aquello, no podía dejar de pensar en otra cosa que no fuera la venganza – “TN” se pasó la lengua por los labios - ¿y qué haces aquí? ¿Cómo has llegado?
-¿no lo sabes? – La muchacha sonrió divertida – soy vuestra sierva. Trabajo para el JONAS hasta que me marche con Roger y su excelencia Isabelle.
- ¿para JOE? ¿Él mismo que sabe que iba a entregar una carta a su alteza, ni más ni menos? – preguntó ella. ¿Con que cara le iba a mirar ahora?
Los chispeantes ojos de Annabella brillaron.
-traté de que no se enfadara mucho contigo.
-¿y lo conseguiste? ¿O es mejor que salga a correr en cuanto lo vea?
-No tendrías donde ir mujer – respondió JOE con tono amenazante y duro semblante.
“TN” se giró sorprendida por su interrupción. Ninguna de las dos lo había oído llegar. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?
-JOE – comenzó “TN” mirando de reojo a su hermana por si esta quería tenderla una mano o echarla un capote. Annabella había bajado sumisamente la mirada para no enfrentar al hombre– Estaba dudando en si contártelo o…
-No importa “TN”. – El hombre caminó hacia ellas con paso lento – es mejor que no digas nada.
-¡pero yo quiero decírtelo!
-¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? – JOE levantó la voz sorprendiéndola - Has tenido mucho tiempo mientras llegábamos hasta aquí. ¿Por qué ahora? – Repitió con enfado - ¿Por qué te he descubierto?
-no – negó ella tragando saliva. – Si – admitió en un hilo de voz. Los ojos de JOE la producían daño al ver la desconfianza que ella misma había creado. Y su mirada acusadora era más de lo que podía soportar. – Por favor JOE. Comprendo que estés enfadado conmigo…
-sí, lo comprendes – repitió él. – Annabella por favor ¿podrías marcharte?
-Sí, sí, claro – respondió la muchacha queriendo abandonar la habitación. –“TN” ¿me marcho?
Durante unos minutos el silencio se hizo tan tenso y palpable que parecía tocarse.
JOE se giró hacia Annabella y “TN” se interpuso entre ambos.
-Vete hermana. Ya hablaremos más tarde. – se volvió hacia JOE cuando Annabella salió de la recamara.
JOE miraba con atención al hombre, esperaba que él dijera algo más, sin embargo JOE se detuvo ante el fuego y se quedó absortó observando las llamas.
-Perdóname JOE – rogó “TN” con voz temblorosa. Se había comportado como una estúpida. – No sabía qué hacer ni cómo actuar. Ella es mi hermana y la amo. Me sentí en la obligación de ayudarla – caminó hacia JOE buscando sus ojos distantes. Sabía que él la estaba escuchando aunque no quisiera mirarla – tenía miedo de hacerte daño. Debes creerme.
JOE intentaba resolver el gran conflicto que luchaba en su interior. No quería ver a la joven así, ni hacerla sentir culpable. Pero él no era ningún tonto al que podían engañar con facilidad. Mucho menos, el peligro que “TN” en su afán por ayudar o proteger a su hermana, podía haber causado. No solo para ella si no para él mismo por ser el responsable de llevarla ante el Rey.
-¿Por qué debo hacerlo? ¿Por qué debo creerte? – preguntó clavando por fin sus acerados ojos grises en ella. Su rostro era frio, impasible, peligroso. Nunca lo había visto así. Su enorme cuerpo se hallaba tensó, su apostura regia, severa. Hermoso. Viril.
El tiempo pareció detenerse en aquel momento.
-Porque te amo – respondió “TN” con rapidez. ¿Él la creería, o pensaría que no era más que una treta para salir airosa de la situación?
JOE no se movió. Tan solo apretó los puños contra sus caderas. Aquel fue el único gesto que escapó a su control.
-¿puedo creerte, “TN”? ¿Puedo confiar en ti? – su voz la hizo daño. Sus ojos la atravesaron sin clemencia, culpabilizándola de algo que no había llegado hacer. El brillo plateado se hundía en su pecho como una fría espada del mejor acero.
Ella trató de no llorar. La desconfianza era latente y se maldijo. Las preguntas de JOE no eran injustificadas.
Las traicioneras lagrimas se acumularon es sus cuencas, y los ojos esmeraldas brillaron acuosos bajo el fruncido ceño de JOE.
-Te amo JOE JONAS. – Repitió a un paso del llanto - Te juro que nunca más… volveré a esconderte nada – ahogó un sollozo mordiéndose los nudillos de una mano.
JOE estiró su brazo, aferró los cortos cabellos caoba y con fuerza la atrajo hacia él. No la dejo volver a decir nada, tan solo la besó saboreando su aliento, bebiéndose la saladas lagrimas que bañaban las mejillas de la niña.
La besó con ansia, extasiado en su belleza. Había dicho que le amaba. ¿Era cierto?
El beso la llegó al alma. Un simple ósculo y lograba despertar las emociones más escondidas sacándolas de la profundidad.
-repítelo “TN” – la susurró. Estaban boca contra boca. Ella atinó a abrir los ojos y mirarle como si hubiera perdido el hilo de la conversación. ¡Qué fácil era olvidarse de todo estando entre los brazos del ser amado! – Vuélvelo a decir mi amor – sus labios pasaron sobre el lóbulo de la niña – dime que me amas tanto como yo a ti.
La voz sensual y provocativa de JOE se escuchó sedosa y aterciopelada junto a su oído.
“TN” dejó de respirar y le rodeó el cuello con ambos brazos. Quiso leer en la clara mirada del hombre, indagar en su mente, rebuscar en su corazón. ¡La amaba! JOE JONAS señor de Noun untouchable la amaba. Quiso reír de puro deleite.
-te amo – repitió JOE afirmándolo nuevamente al tiempo que volvía apoderarse de su boca.
Era tan dulce el aliento de JOE tan suave el cosquilleo de sus labios, tan cálido el calor de sus manos cuando comenzaron a desabotonar el vestido, que “TN” se dejó llevar.
Ninguno de los dos fue consciente que Annabella regresaba con nuevos bríos, dispuesta a amenazar al JONAS si hacía daño a “TN”. La joven se quedó parada de súbito y se escabulló como alma que lleva el diablo cuando vio a la pareja devorándose las bocas con ansia. Al menos ya no discutían por su culpa.
Entre una aplastante niebla de pasión, “TN” fue depositada en el centro de la enorme cama. Sentía los labios de JOE sobre sus parpados cerrados, sobre la nariz, el mentón. Gimió cuando JOE se hundió en su cuello. Lamiendo la piel donde el pulso latía a galope tendido.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 29
“TN” no quiso que JOE abandonara sus labios, medio se incorporó tras de él sin permitir que dejara de besarla. Sus brazos rodeaban el cuello masculino y sus manos jugaron con los cabellos castaños. Él, presuroso por soltarse el broche del plaid, tiró con tanta fuerza que su puño por poco golpeó a la niña en el mentón. En aquel momento supo que debía tranquilizarse. Ella era pequeña en comparación con él y no quería hacerla daño. “TN”, era lo mejor que le había pasado por la vida. Nunca había pensado que cuando se enamorara pudiera ser así. No solo la hermosura de la muchacha le había atrapado desde el primer instante. El brillo de los ojos verdes y grandes con la tierna expresión de la inocencia, los labios de fresa ahora ligeramente hinchados por sus besos, el largo cuello, la delgada línea del mentón que lo volvían loco de deseo. Su cuerpo, sus piernas, todas ella le pertenecía.
“TN” no era cualquier otra. No se parecía a nadie que él hubiera conocido. Encantadora, modosa, valiente y terca como una mula. Una dama bien criada y preparada para llevar su señorío. Nunca habría podido elegir a nadie mejor que ella, imposible, porque “TN” era única y autentica.
Sus manos necesitaban acariciarla, masajearla, hacerla sentir que la amaba en cada caricia, en cada contacto, con cada roce.
“TN” se sentó sobre los talones en el colchón cuando el hombre se deshizo de su boca con un leve susurro, en una débil escusa. Le miró con una sonrisa tentadora mientras JOE terminaba de quitarse la camisa. Un calor abrasivo subió a sus mejillas al admirar el perfecto cuerpo. El ancho pecho brillando dorado bajo los candelabros, los fuertes músculos de sus brazos, la estrecha cintura y el vientre liso. Piernas atléticas, fuertes y largas donde el reflejo de las llamas del hogar acariciaba su piel. Y aquella parte de su anatomía que parecía saludarla con orgullo.
JOE se detuvo ante ella dejándose observar. Le encantaba cuando “TN” hacia eso, porque podía leer en sus ojos las distintas emociones. Admiración, sorpresa. O aquel rubor que teñía sus mejillas como en aquel momento.
Volvió a dejarse caer sobre las delicadas formas con cuidado, la atrapó la boca en un largo y húmedo beso. Las sensaciones estaban a flor de piel y la pasión caldeaba la habitación. Levantó la cabeza y miró la cama con una sonrisa traviesa.
-¿Qué ocurre? – ronroneó ella rozándole el rostro con sus dedos.
-Es la primera vez que retozamos en una cama, mujer.
Los ojos verdes de “TN” brillaron traviesos.
-Que yo sepa aun no, mi señor. Al menos de momento – le atrajo de nuevo hacia ella. Casi no podía hablar, los labios de JOE la extasiaban, la interrumpía tanto las palabras como el pensamiento. Las manos masculinas la hacían vibrar. Estaban en sus piernas como de repente se hallaban en la cintura o agasajando los pequeños senos de piel marfileña.
-Eres muy hermosa – la susurró mordisqueando el lóbulo de la oreja.
“TN” tembló y su piel se hinchó bajo las caricias abrasivas, las ansias crecieron como si el fuego lento en que se cocinaran acabara de entrar en ebullición.
Perdiendo la vergüenza, cubierta por el cuerpo del gigante, le rogó, le suplicó que la poseyera. Necesitaba sentirle dentro, quería que la llenara con su calor, que la llevara a navegar entre las asombrosas sensaciones que su cuerpo, sus manos, su boca, la hacían sentir.
JOE obedeció. La joven estaba preparada para recibirle y levantó sus caderas ofreciéndole más cavidad, notándolo resbalar dentro de ella.
Ambos danzaron con la música que les marco el corazón, primero despacio y después desesperados, eufóricos por alcanzar el clímax de la pasión. Gimieron temblorosos cuando descendieron al mundo de los vivos. Aún sin poder despegarse el uno del otro, se quedaron abrazados sintiendo el galopar de sus corazones con las respiraciones jadeantes.
Unos minutos más tarde, JOE soltó un fuerte suspiro y rodó sobre la cama hasta quedar de pie en el suelo. Observó a la muchacha que se estiró lánguidamente y la sonrió.
-¿Por qué te vas tan pronto? – le preguntó estirando los brazos hacia él como si pretendiera alcanzarlo.
JOE la miró perdido en su blanca desnudez, arrobado por la belleza de esbeltos miembros que descansaba sobre el colchón sin ningún pudor, exceptuando el tono rosa de sus mejillas. Abrumado por la ternura y el cariño que le provocaba.
-Esta noche, te prometo que tendremos más tiempo para esto – se inclinó y sorpresivamente hundió su lengua en el ombligo de la joven. Ella gimió alterada y agarró la cabeza de JOE entre sus manos.
-¿Por qué no ahora, otra vez? – jadeó entre suspiros.
-Porque nos esperan para la cena.
-¿la cena? – “TN” se incorporó con la ayuda de la mano tendida de JOE – se me había olvidado por completo.
JOE sonrió satisfecho y volvió a besarla en los labios largamente antes de centrarse en buscar sus ropas.
- No hay mucha prisa tampoco – dijo él – con la noticia que Juan ha recibido no creo que le queden muchas ganas de llevarse algo a la boca.
“TN” se enfundó el vestido y le mostró la espalda a su compañero para que la ayudara con los diminutos botones.
-Es normal, pobre hombre. No es de gusto saber que sus vasallos se niegan a enviar los ejecitos a Eduardo.
JOE levantó sus ojos plateados hacia ella con asombro.
-¿Cómo has dicho?
“TN” enrojeció de repente. Quizá había metido la pata y sus conjeturas no tenían nada que ver con la misión de JOE.
-Pensé que era eso lo que venias a decirle a Juan.
-¿pero tú como lo sabes? – su rostro seguía anonadado.
-El día que se casó Bella y Carrick. Me lo comentó Warenne. Estaba furioso.
-No me extraña – musitó JOE – creo que ese hombre tiene la boca muy grande.
-Hablando de boca grande. ¿Qué es eso de que Annabella se va alojar en su casa? No conoces a mi hermana, es un poco impulsiva.
-Como tú – JOE suspiró y terminó de colocarse el broche – sois dos locas taradas que no pensáis en las consecuencias – se volvió hacia la joven ahora con el rostro más serio – es muy peligroso lo que te proponías “TN”. Comprendo que quisiste ayudar a tu hermana pero de ahora en adelante, por favor te lo pido, si tienes dudas, problemas o cualquier cosa, dímelo. – La cogió de un brazo y la acercó a él hasta que ella levantó la vista hacia sus ojos grises - ¿lo harás “TN”?
Ella volvió a rodearlo con los brazos y se aplastó con fuerza contra el pecho.
-Te lo prometo JOE – le susurró con las mejillas encarnadas. Se sentía como si aquella advertencia fuera para regañarla, aunque bien sabía que no era así. - ¿pero qué va a pasar con Annabella? Además, ¿has pensado que Warenne conoce a Jaimie?
-Si – JOE la apartó y se sentó sobre el colchón para colocarse las suelas. – como mozo de cuadra no tiene por qué toparse con Surrey. Pero si lo hace, cogerá a tu hermana y saldrá de allí.
-¿confías en él? – le preguntó interesada. Después de todo Jaimie iba a pasar largo tiempo con Annabella. – mi hermana tiene un carácter más bien… fuerte.
-Ya lo sé – admitió JOE terminándose de poner el cinturón – trató de clavarme un puñal cuando pretendía hablar con ella.
-¿pretendías? Annabella me dijo que la arrastraste hasta la habitación.
JOE se rascó detrás de la oreja pensativo.
-Ah, sí, eso también. – Se levantó y caminó hasta ella que había comenzado a pasarse un cepillo sobre sus cabellos – Jaimie es un buen hombre. Puede que un poco bruto. Sabrá apañárselas con tu hermana. ¿Estas lista?
- creo que si – contestó ella enredando un dedo en su corta melena - ¿Cómo me ves?
JOE la estudió de arriba abajo y se encogió de hombros.
-Como siempre, venga vamos – la tomó la mano.
-¡Mira que eres bruto! – le contestó ella contrariada.
JOE arqueó las cejas interrogante:
-¿Por qué lo dices?
-Podrías decirme si estoy bonita, o guapa – él la estrechó de nuevo entre sus brazos y la besó silenciándola. Luego la apartó el rostro y la miró fijamente.
-Pero tú ya sabes que estas preciosa. ¿No?
Ella enrojeció y le dio el último beso antes de terminar de estirarse las largas faldas.
-Me gusta que me lo digas – admitió. – Por cierto. ¿Cómo ha reaccionado Juan?
-No tiene más remedio que estar de acuerdo.
-¿está a favor? – Preguntó extrañada – Pero Eduardo tomará represalias contra él en primera instancia.
-Tarde o temprano se habría roto el pacto. Juan no es tonto y sabe que cada día que pasa, este sajón está más encima de nosotros. Por algún lado debía romperse el saco.
-Pero eso puede provocar una guerra ¿no? – Le miró asustada - ¿tu deberás ir?
-No pienso hablar de eso ahora, mujer. Si esta lista ya… - se giró para esperarla en la puerta. De nuevo había sacado su carácter rudo.
Soltando un suspiro “TN” le siguió.
La cena se celebró en los grandes comedores de Brodick.
En la enorme sala cuadrada cubierta de escudos y estandartes, tres largas mesas colocadas en forma de U se hallaban repletas de ricos y jugosos manjares. La mayoría de los presentes vestían calzas y cotas, las típicas vestiduras sajonas. Incluso JOE llevaba una larga capa sobre el plaid, símbolo de señor y guardián.
Juan revoloteó por allí durante unos minutos, pero desapareció pronto sin ánimo de entablar diversión ninguna.
Isabelle resultó ser una mujer encantadora que en nada se parecía a su desalmado hermano. Era grácil y bella, por demás de amable. Si a “TN” la había sorprendido Juan, Isabelle la dejó estupefacta. Hablaron largamente de viejas costumbres, de nuevas tendencias. Isabelle parecía saber y entender de todo, por eso cuando la nombró a Annabella con un ligero guiñó de ojos, “TN” estuvo a un tris de desmayarse.
-¡por supuesto que sé quién es vuestra hermana y lo que busca! Y no debéis preocuparos por ella porque estará conmigo o con Roger de Norfolk – bajo la voz cuando algunos siervos se acercaron a servirlas vino – Lo que no puedo explicarme, es porque vos y JONAS no os habéis casado todavía. No está bien que viajéis juntos de un lado para otro.
-Siempre hemos estado acompañados – respondió “TN” con las mejillas encendidas. Su afirmación no era del todo mentira pues Emet aún seguía por allí en la ciudad, acompañándolos, aunque fuera de lejos. Isabelle había sonreído pero no había vuelto a insistir.
-¿Y cuándo regresáis a vuestro hogar?
-No lo sé – contestó “TN” – supongo que pronto.
-Espero que volváis a visitarnos en otra ocasión. La próxima vez que venga Lord JONAS – Isabelle se retiró con una disculpa, deseando reunirse con Juan.
“TN” también se acercó a JOE. Este conversaba con varios hombres y aunque la vio, continuo escuchando la interesante charla de un hombre obeso que cada vez que reía, agitaba su cuerpo y derramaba el vino de su copa.
Un poco aburrida recorrió con la vista las dependencias hasta descubrir a Annabella junto a los siervos. Se disculpó con el JONAS y los demás invitados que en ese momento estaban por ahí y abandonó el lugar seguida de su hermana.
Tenían muchas cosas de que hablar y conversar antes que volvieran a separarse nuevamente.
Durante los siguientes días, “TN” y JOE siguieron siendo los invitados de Juan de Escocia, aunque no vieron al hombre muy de seguido, siempre estaba ocupado con asuntos de estado u otras preocupaciones.
A ojos vista, “TN” compartía dormitorio con su supuesta sierva, sin embargo en las noches, JOE echaba a la muchacha fuera de la recamara enviándola a la suya, de ese modo la cama de “TN” fue testigo de las múltiples posiciones que un hombre y una mujer puede llegar adquirir al hacer el amor.
El cuarto día se presentó el reverendo Miller por orden de Isabelle, y “TN”, se casó con JOE en el altar del castillo.
Situada entre Juan y JONSA se sintió realmente pequeña. Escuchó al padre embargada de una emoción especial. Podía sentir tras ella a Annabella, a su excelencia y a varias damas de la corte, así como a otras personas que se alojaban en el castillo y que curiosas, se habían auto invitado.
Fue una ceremonia más bien intima pero que tuvo su celebración en el gran salón real de palacio.
-¿feliz Lady JONAS? – preguntó JOE entrelazando los dedos con los de ella, al girar en el salón, siguiendo el paso de los demás asistentes.
La música sonaba con fuerza y las gaitas se dejaban oír por todo Brodick, retumbando en los gruesos muros de piedra.
“TN” hizo la reverencia que el baile exigía y dio una vuelta alrededor de él. Volvió a inclinarse de nuevo y esperó a que esta vez fuera él quien la imitara.
-Estoy muy feliz mi señor, aunque tienes razón y debemos celebrarlo con tu familia también. Estoy deseando conocerlos. De verdad que todo esto ha sido idea de Isabelle y de mi hermana. No veian bien… ya sabes.
-Lo sé. – a JOE no pareció molestarle cuando el mismo Juan le sugirió que terminaran de hacer el viaje bendecidos ante los ojos de Dios. “TN” era suya.
Un hombre alto y de figura desgarbada se acercó a ellos para felicitarlos. Se abrazó efusivamente a JOE.
-¡Dios! Vengo pensando que has muerto y te encuentro aquí celebrando tus esponsales. De lo único que se habla es de tu muerte – insistió el hombre.
-Eso intentaron – explicó JOE – Godoy, déjame que te presente a la belleza que ha cautivado mi corazón. “TN” JONAS, mi esposa.
El hombre la sonrió con amabilidad y la besó los nudillos con delicadeza.
-Es un placer mi señora. Mi nombre es Godoy JONAS, lo que nos convierte en cuñados.
“TN” se sorprendió y trató de sonreírle con serenidad. Godoy era más joven que JOE pero no se parecían en nada. Uno de cabellos oscuros y negros frente a los castaños del otro. Uno de ojos grises frente al otro de ojos azul zafiro.
Godoy era muy guapo, altivo y de porte orgulloso.
-El placer es mio – saludó “TN” repentinamente nerviosa.
-¿y qué haces tú aquí? – JOE pasó un brazo sobre el hombro de su hermano y el otro sobre los de “TN” al tiempo que los dirigía a ambos hacia un lugar más apartado.
-¡Venia a vengar tu muerte! Quería el permiso de Juan antes de cortarle la garganta a Warenne.
-Parece que todos sentimos un amor especial por ese hombre – rio “TN” estudiando a Godoy. Decididamente la caía muy bien, sobre todo cuando veía el cariño que ambos hermanos se profesaban.
CAPITULO 30
El guerrero que paseaba nervioso de un lado a otro del patio, rezumaba fuerza y peligro por los cuatro costados. Con cada paso que daba, una nube de polvo se levantaba del suelo difuminándose antes de volver a caer.
No podía entender la actitud de su amigo y si le había mandado llamar, obligándole acercarse a Brodick, seria porque debía de ser algo bastante importante.
Según Cameron y Niall Fegurson, le informaron que JOE había planeado su propia muerte para tener libre acceso a la fortificación de Balliol y cumplir su cometido. Pero si hizo lo que correspondía, ¿porque JONAS continuaba en Brodick?
Jaimie volvió a levantar los ojos a las ventanas de la planta superior. Habían ido a buscar a JOE y no debía tardar mucho.
Los últimos rayos de sol fueron decayendo en el patio de arena, y la noche comenzó a cernirse poco a poco sobre la isla de Arran.
-¡Brodick! – murmuró de mal genio. El lugar le inspiraba un mal presagio. JOE sabía la antipatía que sentía por Juan. No deseaba verle ni en pintura, sin embargo las órdenes de JOE habían sido expresas. Presentarse en Brodick. Volvió a gruñir de nuevo.
Varios soldados le observaban con interés apostados contra el grueso muro gris, pero fingió no verlos. Tan solo se limitó a pasear con firmeza sobre la arena y mirar aquella parte de la casa donde imaginaba que JOE o alguno de los grandes se alojaba.
Su humor era pésimo y se había terminado de agriar cuando le informaron que esa noche podría pasarla en palacio. ¡No lo haría! Desde luego, esa noche, se iría a la ciudad, bebería celebrando que JOE había cumplido su misión, y tal vez, encontrara alguna mozuela dispuesta a pasar una noche de risas y sexo.
Jaimie era un hombre muy apuesto y junto con su carácter afable, las féminas lo adoraban y acudían a él como las moscas a la miel. Era grande y fuerte de piel bronceada. Su cabello color oro viejo lo llevaba atado en una cinta tras la espalda, su mirada de ojos azules tenía dos tonalidades diferentes, dependiendo de la luz del día podían parecer turquesas, casi blancos como las perlas o en cambio cuando oscurecía, los ojos se tornaban de un profundo azul de brillo acerado y profundo.
Poco a poco, los alrededores de palacio fueron iluminándose en una profusión de lámparas y antorchas que llegaba hasta la mismísima ciudad. La luna brillaba sobre el mar como un espejo en la oscuridad y una débil música flotó en el ambiente mezclado con risas y voces lejanas.
-¡Jaimie!
Se volvió al escuchar su nombre y sonrió a Godoy en cuanto se acercó hasta él. Se estrecharon las manos con tanta fuerza que el ruido de carne contra carne, sobresaltó a varios de los guardias.
-¡Por fin estas aquí! – le saludó uno de los numerosos hermanos del señor JONAS. Este en especial, Godoy, era el tercero en el rango hereditario. En más de una ocasión habían luchado juntos codo con codo, también se habían emborrachado varias veces y desde luego sus escándalos en Noun untouchable habían sido bastante sonados. -¡gracias a Dios! Mi hermano esta que se sube por las paredes esperando que llegaras.
-No me extraña. Lo que no sé es como ha aguantado tanto tiempo bajo las alas de… este rey nuestro – no podía decirlo de otra manera. Sabía que sus palabras sonaban despectivas a oídos de Godoy, pero aquella era su manera de expresarse, de pensar. No quería estar allí. No quería ver a Balliol y de no ser por JOE JONAS él jamás le habría jurado vasallaje.
No opinaba lo mismo sobre las dulces sajonas, bueno… ni de las normandas, ni de ninguna que tuviera que ver con las de las mismas Higlands. Todas le servían a su conveniencia, que al fin y al cabo se limitaban a un par de noches seguidas pasándolo en grande. Las escocesas eran diferentes, brutas por naturaleza, cabezonas como ellos mismos y tan deseosas de tomar el mando, que daba miedo.
Siempre había sido partidario de Roberto Bruce, al único que habría reconocido como rey.
-Vayamos dentro, amigo – le instó Godoy con una sonrisa.
Jaimie hizo una mueca de asco cuando observó las puertas dobles por donde Godoy había salido. No era la entrada principal, pero su grandeza la asemejaba.
Se dejó arrastrar y cruzaron unas amplias cocinas repletas de sirvientes y cocineros, afanados por servir a los huéspedes.
En una plataforma de acero habían colocado varias fuentes rebosantes de alimentos. Venado, cerdo, patatas, pasteles, budines. El vapor que ascendía de numerosas ollas se concentraba cerca de los techos en una espesa niebla y los ricos olores de los asados llenaban la estancia, el aroma de la canela y la vainilla, del ajo, las especias y la cebolla.
Las tripas de Jaimie rugieron alarmadas y sin pensarlo, atrapó un muslo de pavo que portaba un criado. Fue comiendo por el camino mientras Godoy le contaba que JOE se había casado y que sus heridas se habían recuperado con normalidad y prontitud.
-Si ya ha hecho todo lo que venía hacer ¿para qué me llama? – preguntó extrañado queriendo sonsacarle algo. Se detuvieron antes de alcanzar la sala contigua de la cocina.
-Será mejor que sea él quien te ponga al corriente Jaimie – le respondió Godoy. Soltó una carcajada cuando el otro lanzó el hueso contra un esquinazo.
Fue mala suerte que la doncella que marchaba apresurada con un balde de agua, tropezara con el alargado pedazo de esqueleto y cayera con las posaderas en el suelo, derramando líquido por los cuatro costados.
La joven masculló con ímpetu maldiciendo entre dientes.
Jaimie dio un pequeño brinco al darse cuenta de lo ocurrido y corrió hacia la doncella levantándola del suelo con un solo movimiento. Se sintió culpable por haber tirado allí esos restos y tuvo la necesidad de decírselo a la muchacha.
-Lo lamento ¿estáis bien? – se disculpó preocupado, iba a continuar con sus injustificadas excusas cuando el brillo de unos ojos verdes lo taladraron sin contemplaciones.
Jaimie hubiera jurado que conocía a la moza de algún lado, pero no podía recordarlo. La estudió con interés mientras ella levantaba el balde, ahora vacío, y lo fulminaba con la mirada.
La muchacha había dejado de farfullar después de haberlo mirado.
Jaimie percibió la repentina ráfaga de terror que cruzó por la verde mirada de ella, pero igual que llegó, se esfumó.
Creyó que la hermosa sierva le diría algo, pero solo se limitó a proferir amenazas entre dientes, igual que hiciera un lobo antes de atacar a su presa.
-Lo siento – volvió a excusarse Jaimie. Godoy lo cogió de un brazo y le sacó de la cocina. - ¿Cuándo regresa tu hermano a Noun untouchable? – preguntó regresando al tema que le interesaba.
-Mañana mismo. Solo estaba esperando por ti.
-¿y su esposa? La MacBean ¿Cómo está? Dicen que la maltrataron antes de herir a JOE. – miró hacia atrás. La sierva ya no estaba y él se olvidó del incidente.
-Sí, eso dicen – contestó Godoy – mi cuñada es una mujer preciosa y fuerte, y muy divertida. ¿Podrás creer que JOE apenas la ha contado sobre el clan?
-Tu hermano no es hombre que hable mucho… ¿Cuándo te marchas?
-dentro de poco – se acercó a Jaimie con una sonrisa traviesa – tampoco me gusta mucho este sitio.
Llegaron hasta el corredor de la segunda planta. Jaimie olvidó por completo el percance de la cocina y deseó fervientemente que su corta estancia en la fortificación pasara desapercibida.
JOE estaba esperándolos con impaciencia en su recamara.
“TN” se hallaba sentada en una fuerte y elegante silla de madera maciza con base de cuero oscuro. De refilón creyó ver a Annabella corriendo presurosa hacia algún lugar de la casa.
Estaba en una sala contigua al gran salón, unas gigantes vitrinas repletas de libros adornaban el sitio.
-Si me disculpáis – “TN” se puso en pie e inclinó la cabeza hacia Roger, conde de Norfolk, después hacia Isabelle – Voy a buscar a mi esposo.
Isabelle y varias damas de la corte trataban de que se sintiera a gusto entre ellas e incluso la habían ayudado a confeccionar un par de vestidos con las últimas tendencias y con los tejidos más suaves y finos que hubiera visto nunca, o que hubiera llegado a pensar que existía.
Los nuevos tintes que las damas habían creado, eran fascinantes, y todos esos datos los llevaba apuntados en su mente con el único deseo de poder contárselo a Bella. Esperaba que su amiga se encontrara bien en las tierras de JONAS, ahora también las suyas, aunque también era probable que Roberto de Bruce ya hubiera pasado por allí para recoger a su esposa.
Roger, un hombre amable de sonrisa agradable, se incorporó a su vez despidiéndola.
“TN” se tomó del ruedo del vestido y caminó por donde Annabella acababa de desaparecer. Por el rostro de su hermana la adivinó furiosa y la conocía demasiado bien, como para no percibir que habría ocurrido algo.
La encontró cerca de la alacena donde una sirvienta la tendía una falda.
-¡Annabella! Te he visto cruzar el salón ¿ha pasado algo? – Miró las ropas mojadas que se estaba quitando – debes fingir que eres una sierva – miró a la que verdaderamente lo era y la sonrió con dulzura antes de volver la vista hacia su hermana – pero no tienes por qué hacer su trabajo.
-Lo sé – gruñó – ¡menos mal que dentro de poco marcharemos a las tierras de Surrey! – Annabella despidió a la criada con un movimiento de mano - ¡por dios! ¡Mira como me he puesto!
-¿Qué ha ocurrido?
-Un imbécil que ha pasado por la cocina. Ha debido ver gracioso tirar los desperdicios en medio del suelo. Iba cargada con agua y se esparramó por todos los sitios.
-¿y no te has comido al pobre hombre? – bromeó abrochando la falda de su hermana al tiempo que ocultaba una sonrisa.
-¡Ja! Al pobre hombre – repitió enojada recordando brevemente los ojos azules del sujeto – me he quedado con las ganas. Es uno de esos guerreros tan fuerte como tu esposo. ¡Un absoluto mal educado!
-¿no se disculpó? – frunció el ceño.
Annabella se encogió de hombros con indiferencia y estiró su falda limpia.
-No lo sé. Ni le preste atención – respondió altiva -¿quieres que haga que te preparen un baño, “TN”?
-¿Por qué no dejas de protegerme y de cuidarme en todo momento Annabella? Voy a estar bien, y JOE sabes que no me quita la vista de encima durante la mayor parte del tiempo. Estoy empezando agobiarme de estar aquí. Espero que Jaimie no se demoré mucho más en llegar y podamos marcharnos.
-Ahora que lo dices. Encuentro algo nervioso a tu hombre. ¿Ha ocurrido algo entre vosotros?
“TN” la observó en silencio unos segundos, luego la tomó del brazo y la llevó a una esquina del cuarto.
El lugar se hallaba iluminado por dos candelabros que daban más risa que luz. Desde luego en Brodick la iluminación no destacaba por ser de las mejores. Los corredores casi siempre estaban a oscuras y el mismo Balliol cargaba una mecha cuando se iba de un lado del castillo al otro.
-JOE está confundido – la confesó en un susurró – Siempre ha sido amigo de Carrick y siente que su fidelidad hacia él puede estar decayendo. No es que haya dejado de apreciarle ni mucho menos, pero me refiero en asunto político. No sé si me entiendes.
-Claro que si, “TN”, le comprendo perfectamente. El puesto que cubre tu esposo es muy importante y es realmente difícil tomar partido por la amistad de Bruce o por la lealtad que siente hacia nuestro rey.
Annabella no había podido explicarlo mejor. Los últimos días, JOE se había sentido un tanto apagado, nervioso por la llegada de Jaimie y deseoso de escapar de allí y regresar con su gente.
La llegada de Godoy solo había servido para perder la paciencia que le restaba.
En Noun untouchable había corrido la noticia de que el señor JONAS había muerto elevando una polvareda demasiado alarmante. Los hermanos de JOE incluso se habían preparado para levantarse en armas y asediar las tierras de Surrey. Suerte que los enviados llegaron a tiempo de informarlos sobre la farsa. Pero la propiedad ya estaba alterada de tal manera que se reclamaba la presencia del Laird con urgencia.
-He intentado convencer a JOE de que no te deje marchar - le dijo a Annabella – puedes venir conmigo mientras mi esposo se encarga de ellos. Podrías comenzar una nueva vida a mi lado y…
-“TN”, no.
-Hermana yo también quisiera ir y no tener que dejarte sola. Ahora que te he encontrado no quiero volver a perderte – no pudo evitar que su voz temblara emocionada – Annabella no tienes por qué hacerlo. – la suplicó con insistencia.
-Si tengo que hacerlo – afirmó rotundamente. – “TN”, “TN” – la acarició las mejillas con ternura – Yo… iba a casarme – tragó con dificultad y luchó contra las lágrimas haciendo acopio de fuerza – Yo tenía un futuro, un sueño que compartía con Evans. Íbamos a tener varios hijos a los que veríamos crecer. Una boda por todo lo alto. Una casa elegante, la más envidiada del condado– agitó la cabeza perdida en los recuerdos. Aún podía ver a sus pies las cabezas ensangrentadas de su padre y su prometido. Se habían reído a mandíbula batiente mientras su joven cuerpo era ultrajado y violado por los indeseables hombres de Thomas de Luxe. Su vida llena de ilusiones y sueños infantiles murió esa misma noche, junto a su familia. – Déjame que lo haga “TN”, y no me reproches por favor.
“TN” se abrazó a ella con fuerza. De haber visto todas las imágenes y palabras que Annabella trataba de ocultarla, el afán de venganza la hubiera cegado.
-Cuando llegue el día – musitó “TN” contra la oreja de su hermana – Yo y JOE estaremos allí.
Annabella se apartó para mirarla entre lágrimas. Sonrió divertida.
-Tu esposo no te llevará con él.
-Lo hará – prometió “TN” convencida – lo hará.
PEZA
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