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SIERVO DE TU AMOR
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: SIERVO DE TU AMOR
Pobre de Anabella.... wiiiii la Rayis y Joe porfin se casaron....
Continuaaaaa....
Continuaaaaa....
@ntonella
Re: SIERVO DE TU AMOR
No lo puedo creer se casaron!!!!!.... Jejeejee y creo que la hermana de la rayis!!!!.... Encontrara su felicidad!!!.... Aaaaaa sufrió mucho y si merece venganza!!!!
chelis
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 31
JOE observó a su hombre tratando de adivinar exactamente lo que pasaba por su mente.
Se encontraban en una sala pequeña y mal iluminada con olor a humedad. Varios retratos colgaban de las paredes con poses solemnes. Sobre la mesa lucían dos pesados candelabros de plata.
-¿y bien?
Jaimie soltó un suspiro exagerado y se dejó caer hacía atrás en la silla.
-Vale.
-¿lo has entendido todo?
- Vamos a ver, tengo que ir en una comitiva a las tierras de Surrey. Me haré pasar por el palafrenero de Roger – se encogió de hombros – Ese hombre no me cae tan mal. – Agregó pensativo - ¿Y cuando esté allí? Surrey me conoce más que de sobra…
-Lo sé.
-Se dará cuenta que vamos tras él.
-Así es.
-Ah. ¡Pues vale! – Jaimie sonrió - ¿puedo acabar con él?
Distraídamente JOE se acarició una de las trenzas que caían sobre un lado de su cabeza y clavó los ojos grises en su amigo.
-La cuestión de todo esto, Jaimie, es que necesito saber quién está detrás de Surrey. Cuando acabaron con los MacBean – ya le había contado todo lo relacionado con el clan de su esposa - descubrimos que Surrey estaba involucrado pero no es el cabecilla, por eso no pudimos tomar las represalias necesarias. Si, acabamos con algunos de los hombres que mataron a toda esa gente, pero ninguno supo con exactitud quien era quien los había ordenado el asalto. Las incursiones han ido aumentando y todas en zonas próximas a Inglaterra.
-¿Cómo si estuvieran despejando el camino? – inquirió.
JOE asintió apretando los labios con fuerza.
-Tengo el presentimiento que con la muerte de Warenne no conseguiremos nada. Por eso necesito a uno de mis mejores…
-No empecemos JOE que me conozco el cuento. ¿Qué hago? Le saco el nombre a como dé lugar ¿no?
-A si es – “TN” se puso en pie – No me preguntes como, pero debes lograr averiguar quién es y llevarlo hasta las tierras de Surrey. Una vez allí… preparas la emboscada.
Jaimie se volvió a enderezar en la silla y sus ojos azules bailotearon disfrutando de la imaginación.
-¿Estás hablando de asedio?
-A una señal tuya, Jaimie, entraremos. – Le juró con aspereza - No hablo de asedio, hablo de incursión, hablo de que destrozaremos las tierras de Warenne y si después de todo esto, sigue vivo, tendrá que salir de Escocia con el rabo entre las piernas – Mientras hablaba, el tono de su voz implicaba una amenaza real.
-¡Vale! Me gusta la idea. – le contestó Jaimie con una enorme sonrisa saboreando la victoria con anticipación.
-Tendrás… una especie… de ayuda – llegaba la parte difícil – Una mujer deseosa de tomarse la revancha con Surrey te acompañara. Ella será una de las doncellas personales de su alteza Isabelle y… tú esposa.
-¿mi esposa? – Soltó una carcajada divertida - ¡porque tú te hayas casado no significa que los demás queramos! No gracias.
-Solo fingirá ser tu esposa.
-Creo que es una tontería lo de esa mujer – Jaimie se encogió de hombros – pero si tú lo deseas así, yo no tengo problema ninguno. ¿Cuándo partimos?
-Mañana mismo.
-¡Ah no! – Jaimie se puso en pie decepcionado – un par de días más por lo menos.
-¿Por qué?
-Necesito… ir a la ciudad, enamorar a alguna furcia, ya sabes, esas cosas que nos gustan a los hombres solteros. – Volvió a reír divertido ante la mueca de JOE – además, aun no te he contado lo que me quema en la lengua. ¿Godoy no te dijo nada?
JOE se pasó la mano por la cabeza, con pereza caminó hacia una alta cómoda con puertas y sacó un botellón de Whisky.
-¿Qué es? – le preguntó sobre el hombro sirviendo el licor en ambos vasos.
Jaimie estaba a punto de decírselo pero se quedó con la palabra en la boca. Desde luego no era nada divertido lo que tenía que comentar e imaginando la reacción de JOE, prefirió callar. Quizá las cosas se habían exagerado y cuando JONAS regresara a casa, los rumores, o lo que diablos fuera eso, ya habría cesado. George haría algo.
-Déjalo – Jaimie agitó la cabeza y aceptó la bebida que le entregaba. –Olvídalo.
-No voy a dejar que siga quemando en tu lengua – respondió JOE chocando su vaso con el de él.
Si Jaimie sabía algo que Godoy no había querido ni comentarle, significaba que no era ninguna minucia para tomárselo a broma.
-De acuerdo. Tú lo has querido. – Jaimie tomó aliento con fuerza – Cuando llegó la noticia de tu muerte, todos te lloramos. ¡Se armó un revuelo que ni te imaginas! Pero por otro lado, te salió un heredero nuevo.
JOE le miró con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.
-¿a qué te refieres?
-Brigitte fue contando a todo el mundo que estaba embarazada de ti y que lleva en su vientre al nuevo señor de Noun Untouchable.
-¿Cómo? – los ojos grises de JOE se dilataron y Jaimie se encogió de hombros.
-Como podrás imaginar, George ha puesto el grito en el cielo. No decidirá nada hasta que no regreses. Así están las cosas por allí. ¡Menos mal que estas con vida!
-¡Maldita sea! – JOE golpeó la mesa con el vaso, y parte del líquido se vertió sobre la madera -¡La muy zorra! “TN” tenía razón.
Jaimie arqueó las cejas.
-¿tu esposa lo sabía?
-Más o menos. Por lo visto la misma Brigitte se lo dijo en Carrick.
-¿Y no la has castigado aun?
-No he vuelto a verla – siseó JOE pensando en todas las maneras que le gustaría acabar con la arpía de Briggitte. - ¿y George que ha dicho?
-Nada. Esta descolocado. Espera tu regreso.
-¿ves como no tienes tiempo Jaimie? Vas a tener que estar en abstinencia…
Jaimie se bebió el vaso de un solo golpe y miró a JOE.
-Mañana a primera hora estaré aquí.
-¿Dónde vas?
-Ya te he dicho. Necesito una mujer antes de enfrentarme a la muerte. ¿Quieres venir?
JOE sonrió satisfecho y negó con la cabeza. En sus ojos plateados aún quedaban resquicios de la ira que acababa de sentir.
-Lo que tu buscas fuera, yo lo tengo aquí – escuchó los suaves golpes de la puerta y Jaimie que estaba a medio camino fue el que abrió.
-¡Jaimie! Me dijo Godoy que acababais de llegar – lo saludó “TN” entrando por la puerta con su acostumbrado porte altivo. – estábamos deseando que llegarais ¿verdad? – miró a su esposo con ojos risueños y este asintió con una sonrisa nerviosa. Aún pensaba en Brigitte y el tema del niño.
-Señora – Jaimie abrió los ojos como platos al observarla - ¿y su cabello? – pasó los ojos por el JONAS y regresaron a ella con amabilidad – Esta… hermosa.
La joven se pasó la mano por la cabeza revolviendo la melena.
-Nunca he llevado el pelo corto y quería saber cómo me quedaba. – bromeaba. Tarde o temprano todo el clan sabría con detalle lo ocurrido sobre el secuestro y el rescate de su Laird.
JOE la rodeó por la espalda y la apretó contra su pecho cariñosamente.
-Se ponga lo que se ponga, siempre estará preciosa.
“TN” le dedicó una sonrisa tan cálida y especial por encima del hombro, que Jaimie se tuvo que disculpar abruptamente. Necesita llegar a la ciudad, beber hasta perder el sentido y encontrar a una mujer dispuesta a pasar el rato más agradable de su vida. O al revés, primero la mujer y después el alcohol. Ya lo pensaría por el camino.
“TN” se giró hacia su esposo y le rodeó la cintura con los brazos.
-Creí que estarías contento de que Jaimie ya hubiera llegado. ¿Qué te ha dicho?
-Nada. Hará el trabajo.
-¿y de mi hermana? Cuidara de ella ¿verdad?
“TN” le miró con la barbilla apoyada en su pecho y sus ojos verdes tratando de leer en él.
JOE apartó a Brigitte de su mente y se apoderó de los labios femeninos que lo esperaban como agua de mayo.
-Cuidara de tu hermana – susurró contra sus labios - ¿Dónde has estado toda la tarde mujer? Creo que te he echado de menos.
“TN” subió las manos hasta su cabeza y le acarició una mejilla con una mano, y con la otra jugó con los cabellos de la nuca.
-He aprendido que cuando estas encerrado en algún sitio, tu humor se vuelve desagradable – se encogió de hombros – prefiero evitarte.
JOE la miró bizqueando.
-¿y lo dices así?
Ella soltó una carcajada burbujeante, cristalina, sincera. Asintió divertida con los ojos verdes llenos de risa.
-Anda, bésame y no te enfades – le dijo entre arrumacos y burlas.
“TN” se puso de puntillas para alcanzar mejor aquella boca cálida que la llevaba igual al cielo, que al infierno.
-Su excelencia quiere que sepáis que saldréis mañana temprano hacia las tierras de su pariente.
Annabella dedicó una gran sonrisa a la dama que la informaba. ¡Por fin saldrían de allí! Eso solo quería decir que el hombre de JOE había llegado. ¡Bien!
Estaba contenta porque el momento que tanto esperaba se iba acercando, pero la compañía de uno de esos guerreros lograba retraerla un poco.
Nunca la habían gustado los hombres grandes. Todos daban el aspecto de ser rudos y se aprovechaban de sus descomunales cuerpos para imponerse sobre los demás. Edwin, su padre, fue el ejemplo más cercano que tuvo. A una voz de él, todos los MacBean, incluido los niños, se ponían más tiesos que un palo. Con su sola presencia lograba amedrentar al más valiente y hacer que los demás a su lado parecieran insignificantes, pequeños.
Annabella debía de estar acostumbrada a ver aquellos cuerpos, pero nunca la habían atraído. Mucho menos después que ocurriera la masacre en su hogar. Los hombre de Sir Thomas eran guerreros fuertes, tanto como los JONAS.
Edwin no sintió mucha simpatía por Evans, el que fue su prometido. Con el tiempo lograron llevarse bien y apreciarse, pero es que Edwin, como padre que ama a sus hijos, no confiaba mucho en que Evans con su cuerpo desgarbado y unos centímetros más altos que Annabella, pudiera llegar a defenderla.
Ahora todo eso ya no importaba porque ni Evans, ni Edwin, ni sus parientes, existían.
¡Bien! Saldrían al día siguiente.
Reprimió un poco la alegría para compartirla con la pena de tener que separarse de su hermana una vez que bajaran de la barcaza. Pero “TN” la había prometido que en el día señalado, estaría allí, junto a ella.
Por un lado lo estaba deseando, por otro casi ansiaba que el JONAS encerrara a “TN” en una torre hasta que todo hubiera pasado. ¿Pero quién era ella, a parte de su hermana mayor, para intentar obligarla a que se olvidara de todo?
Esa noche preparó las pocas pertenencias que se llevaría. Estaba tan nerviosa que se veía incapaz de conciliar el sueño. Teniendo un viaje tan largo por delante decidió darse un baño, quizá así también la entraran las ganas de dormir.
En vez de mandar llenar una tina o preparársela ella misma, decidió coger una suave manta y pasear hasta la pequeña cala de Brodick. A esa hora era imposible que hubiera nadie por allí y de paso se despejaba un poco, se permitiría pensar… y se despediría de la isla de Arran, donde había pasado los últimos tres años trabajando en una de las posadas de la ciudad.
La luna brillaba con intensidad reflejándose en las oscuras y tranquilas aguas saladas. Una pequeña brisa acarició sus cabellos cuando se deshizo la trenza.
Escuchó el suave siseó de las olas al romper en la orilla, sus crestas brillaban bajo la gran esfera, semejándolas a brillantes engarzados.
Los dedos desnudos de sus pies, jugaron con la fina arena de plata.
La figura femenina de largos cabellos oscuros era ajena a su presencia. Jaimie la observó como en un sueño.
Desde allí no podía ver más que la silueta de una mujer joven. El viento jugaba con sus cabellos que caían más abajo de sus caderas.
Ahogó una exclamación y dejó de respirar cuando el vestido femenino cayó sobre las partículas de plata y sus generosos pechos se delinearon ante su atenta mirada.
Incapaz de moverse, como un simple fisgón, vigiló los movimientos de la muchacha. La vio internarse en las frías aguas, saltar con gracia las pequeñas olas que rompían en la orilla, sumergir su vientre liso en las profundidades oscuras.
Un ramalazo de deseo atravesó su cuerpo como una flecha. Apartó el odre de vino tirándolo sobre unas rocas. Se incorporó del suelo y como si fuera el canto de una sirena, se acercó despacio hacia la orilla. Se detuvo abruptamente al divisar dos personas más que se acercaban hasta allí.
Jaimie maldijo haber dejado su hacha en la posada. Dio varios pasos hacia atrás ocultándose en las sombras.
De las dos figuras que habían aparecido, la forma de una mujer y un hombre vestido con plaid, caminaban despacio sobre unos pequeños montículos.
El hombre tomó asiento sobre una pequeña duna, a una distancia prudente de donde la joven sirena se estaba bañando. La mujer que lo acompañaba se inclinó sobre la cabeza del varón, Jaimie no podía ver muy bien si estaban hablando o en cambio se besaban. La mujer giró, caminó hacia la orilla y también dejó caer su vestido sobre la playa. Se unió a la primera muchacha y ambas jugaron a salpicarse entre carcajadas. Jaimie decidió que debía ir a buscar a la furcia cuanto antes.
No solo porque las siluetas de aquellos cuerpos femeninos fueran perfectas, si no que La señora de Noun untouchable, era la que se acababa de reunir con la sirena.
Sin hacer ruido y tratando de pasar desapercibido, Jaimie medio se arrastró hasta escapar de la vista de su Laird.
CAPITULO 32
La barcaza se vio obligada a dar varios viajes desde la isla de Arran hasta la costa sudoeste. El conde de Norfolk llevaba cerca de cincuenta hombres, e Isabelle alrededor de setenta y cinco. Un notable ejército que no pasaría desapercibido.
El cielo se había levantado azul, brillante, despejado. El sol comenzaba a lucir acariciando los campos con sus largos brazos de oro, bañando las frías aguas del mar que se mecían en calma.
-¿Dónde está mi supuesta esposa? – preguntó Jaimie entrecerrando los ojos al hablar. Sentía como si la cabeza se le hubiese partido en dos, y es que había abusado excesivamente del alcohol la noche pasada. Fugazmente pensó en la hermosa Molly. Una de las chicas de la posada con la que había estado retozando hasta hacia media hora aproximadamente. Seguro que ella le había obligado a beber más de la cuenta… o tal vez no. No podía recordar nada de lo sucedido en la noche. Nada, excepto la escena de la orilla de la playa, de la silueta definida de la sirena.
Se frotó la frente tratando de aliviar el sopor y la pesadez. Era demasiado rápido para viajar aun, ya le había advertido a JOE JONAS que necesitaría un par de días al menos, pero se le había denegado la petición.
JOE buscó a Annabella con la vista. Acababan de desembarcar y todos estaban medio listos para emprender la marcha. La encontró junto a “TN”. Ambas al borde de la costa, observando en silencio el castillo de Brodick.
-Tengo que advertirte que te cuides de ella – musitó JOE.
-Pensé que querías que la protegiera. – le dijo confundido. Le dolía tanto la cabeza que hasta su propia voz le molestaba.
-Eso también – contestó señalándola con la barbilla. – Es la hermana de mi esposa.
Jaimie supo quién era antes de verla. Hermana de “TN”. Sintió una repentina excitación al recordarla entre las oscuras y frías aguas. Molly no se debía haber esforzado lo suficiente, no era normal que después de pasar una noche de sexo, tan solo con pensar en la sirena, aquella anatomía de su cuerpo se levantara lista para entrar en batalla de nuevo.
Observó a las jóvenes. Ambas tenían una altura similar. Quizá “TN” fuera más delgada, y no tenía los pechos tan generosos como la hermana, pero el parecido era importante. Cabello cobrizo, miembros esbeltos y delgados.
Annabella se giró y entonces Jaimie se quedó perplejo.
-¿es ella? – preguntó. Por una fracción de segundo sus ojos azules brillaron con admiración. Pero entonces ella lo devolvió una mirada cargada de desdén.
JOE se enderezó y casi con brusquedad observó a su hombre:
-¿Qué diablos la has hecho?
Recordó el incidente de la cocina y maldijo entre dientes. ¡Mierda! El dolor de cabeza era terrible y las ideas flotaban en su mente confusa.
“TN” se agarró al brazo de su hermana y saludó a su esposo con la mano. Habían llegado juntos en la barcaza, pero igual que JOE se hallaba pendiente de dar las últimas instrucciones a Jaimie, ella aprovechaba los últimos minutos para estar con su hermana.
JOE la regalo una amplia sonrisa y se giró a su hombre con las cejas enarcadas.
Desde donde estaban las jóvenes, podían verlos hablar, pero no tenían ni idea que la conversación se centraba sobre todo en Annabella.
-¿es ese el hombre que fingirá ser mi esposo? – Preguntó Annabella volviéndose a “TN” para que aquella mirada límpida, azul, no siguiera estudiándola con tanto descaro.
-Si – afirmó “TN” – Es Jaimie. Es un hombre muy amable…
- ¡Es muy grande! – la interrumpió con pavor.
-Te dije que era como mi esposo. No te preocupes, él va a cuidar de ti.
-¿él? – Annabella bizqueó – jamás pondría mi vida en manos de ningún guerrero.
-Pero cuando dijiste que ibas a las tierras de Surrey sabias que JOE te enviaba con uno de sus hombres.
-¿y no puedo ir con otro? – Annabella miró en derredor – con aquel – señaló.
-¿Con Emet? – Se extrañó “TN” – él es un rastreador. Además el pobre está deseando retornar a casa tanto como nosotros. Llevamos varias semanas de un lado a otro, y aunque en Brodick nos han tratado muy bien, estamos deseando regresar. Yo por lo menos estoy como loca de conocer Noun Untouchable. Godoy me ha contado todos estos días sobre sus gentes.- soltó una risa nerviosa – espero ser bien acogida por todos.
-¡Claro que lo serás! –Annabella miró furtivamente a Jaimie y lo encontró observándola con cara de bobo.
“TN” siguió la mirada de su hermana y sonrió divertida.
-Jaimie es muy buena persona y creo que le gustas. – La tomó de la mano – ven que te presento…
-¡No! – Annabella plantó los pies en el suelo para que “TN” no pudiera arrastrarla - ¡Ya le conozco!
-¿sí? – “TN” arqueó las cejas.
-Debemos marcharnos mujer – era la voz de JOE que se acababa de acercar junto a Jaimie.
“TN” asintió y abrazó a Annabella con fuerza susurrándola en el oído palabras de aliento.
-Annabella – la dijo JOE después de besar sus mejillas – Jaimie es uno de mis mejores hombres. Él te protegerá. Mi deseo es que le obedezcas…
-¿Qué? – Sus ojos verdes se dilataron – No pienso obedecer…
-¡Te vienes con nosotros! – Afirmó JOE girándose hacia su enorme semental como si hubiese esperado aquella reacción – ¡es una orden!
Y tenía todo el derecho de darla. Ahora Annabella pertenecía a su familia, y como tal, respondería por ella hasta que se casara.
“TN” miró a su esposo sorprendida. ¡Era una orden y se quedaba tan a gusto! Ni siquiera Annabella había podido decir porque no pensaba acatar las órdenes de Jaimie.
-Yo no soy una JONAS y si yo digo… - JOE depositó en ella sus acerados ojos grises y cerró la boca de sopetón.
-Mucho me temo que la dama y yo nos conocimos ayer – explicó Jaimie clavando sus ojos azules en Annabella a modo de disculpa – Una distracción mía propició un accidente – Jaimie se volvió hacia la esposa del Laird – Me comporté como un verdadero bruto – regresó su mirada a la joven – pero yo no soy así, debéis creerme.
Annabella se limitó afirmar con la cabeza aceptando aquella disculpa. Ni siquiera la interesaba la perorata del hombre, pero si con eso conseguía que su cuñado diera su brazo a torcer respecto a ir a Surrey, fingiría lo que debiera.
Jaimie la tendió una mano fuerte y grande en espera de que ella lo correspondiera. El contacto fue muy breve. Annabella no se sentía bien cuando una hombre intentaba tocarla si quiera. Sentía pavor de ellos, asco y repugnancia. Y pensaba dejárselo muy claro al guerrero aquel, con cara de Dios romano. Eso sí se atrevía a decirle algo, era más alto y más grande de lo que recordaba el día anterior.
Desde la cima de la colina se divisaba el hermoso valle salpicado de casas grises y blancas. Un par de molinos junto al estrecho rio de aguas cristalinas, un aserradero, varios almacenes, un par de herrerías, granjas, un extenso y moderno establo, varias cantinas, y presidiendo majestuoso desde lo alto del acantilado a pocos metros del mar del norte, se alzaba la fortaleza de Noun untouchable.
Un castillo de grandes dimensiones con al menos cinco plantas, la última la acababa de instaurar JOE, quien era un fanático de la arquitectura. Noun Untouchable había sufrido varias remodelaciones desde que el tatarabuelo JONAS había comenzado a erigirlo. Habían sustituido el puente levadizo por otro de piedra para tener mejor acceso a la aldea.
“TN” no había podido dejar de observar el paisaje con admiración. El imponente castillo de piedra gris con multitud de torreones en diferentes niveles, poseía un patio rectangular rodeado por un muro acortinado hecho de piedra caliza rojiza. Una casa torre ubicado en una esquina con sótanos abovedados, cámaras en el sector de arriba y una escalera de caracol. Y otra torre en la otra esquina, con dos habitaciones y un mirador desde la ventana.
JOE orgulloso, dirigió a su esposa mostrándola ciertas partes de la aldea, explicándola la forma de cultivos.
Los aldeanos se detenían en sus tareas, observando y saludando al Laird JONAS y a su bella compañera de cortos cabellos de fuego.
La llevó al castillo demorándose lo justo. Estaba deseando ver a George Henry Cann, su medio hermano y segundo al mando de for tress of Noun Untouchable, pero primero quería dejar instalada a “TN”.
Después debía arreglar el tema Brigitte antes que su esposa escuchara los rumores que se habían cernido en los alrededores. Cierto que “TN” conocía la existencia del supuesto hijo, y en el caso que fuera cierto, lo cual JOE dudaba mucho, tenía que solucionarlo. Tan solo deseaba que Briggitte no se acercara al castillo porque la rabia que sentía en ese momento contra ella podría llevarle a cometer cualquier locura.
Varios siervos que trajinaban por el enorme vestíbulo se quedaron boquiabiertos cuando el Laird les presentó a “TN” como la señora de JONAS. Eran gente campechana de corazón puro que no tardaron en alabarla y hacerla sentir como en su propio hogar.
Como “TN” había temido, Bella había regresado con su esposo, no así los condes de Mar que habían decidido a esperar que la muchacha regresara. Fue una sorpresa para ellos descubrir que habían contraído nupcias ante el mismísimo Balliol.
Las habitaciones dispuestas para “TN” estaban cargadas de un lujo exquisito. Una recamara llena de color donde presidia la arquitectura romana. Suelos brillantes como espejos, cubiertos por hermosas y mullidas alfombras. Incluso los tapices que cubrían las estrechas ventanas poseían unos extraños bandos que aportaban elegancia y calidez a la estancia. Borlas doradas adornaban dos suntuosos divanes de un blanco exquisito. Una gigante cama con cuatro postes donde colgaban doseles de gasa transparente, presidia el centro de la habitación. En una de las paredes había una chimenea construida en piedra blanca y sobre esta colgaba un óleo ovalado, con un ostentoso marco de oro.
A regañadientes, JOE tuvo que apartarse de su esposa para hacer acto de presencia antes sus hombres, que al enterarse de que había regresado el Laird, se habían concentrado en el patio de arena, donde unas verdes y brillantes enredaderas cubrían parte de los muros de protección.
“TN” podía escuchar desde la habitación de la tercera planta, el alboroto de los hombres que daban la bienvenida a su señor entre suspiros de alivio y gritos de alegría. Se acercó hasta la ventana e incrédula observó el numeroso grupo de guerreros que vestían tan solo con largas camisolas debido a las temperaturas que el verano les estaba regalando. Rubios, morenos, pelirrojos, altos, bajos, gruesos, fuertes, jóvenes, adultos y ancianos estrechaban las manos de su esposo, el cual les dedicaba palabras y los llamaba por su nombre. Muchas mujeres de la aldea se acercaban por el puente de piedra con caras entusiasmadas.
Dos siervas penetraron en la habitación con cierto nerviosismo. Se presentaron ante “TN” entre exageradas reverencias que hicieron reír a la joven.
Cary y Sonsilia corrieron a mostrarla la recamara contigua donde se había instalado una enorme bañera de metal con pies retorcidos.
-A mi señor le gustan las cosas bonitas – la explicó Cary. Ambas doncellas vestían un kilt de burda lana más pequeño que los que solían llevar los hombres. Sus caras resplandecientes estaban llenas de sinceridad, deseosas de agradar a la esposa de JONAS.
-eso es innegable – había respondido “TN” encantada con el mobiliario y con las tierras que rodeaban su nuevo hogar. Cosas bonitas y algo excéntricas…no iba a negarlo. Había visto unas mesas enanas cubiertas de mechas con la base fabricada en mármol. Un poquito ridículas, pero… atractivas.
-También lo digo por vos – siguió diciendo la muchacha – es muy hermosa miladi – se atrevió acariciar los cabellos de “TN” con delicadeza - ¿es una nueva moda? – preguntó con curiosidad.
Algo avergonzada, Nerys asintió. “el cabello crecerá”
- Venir, acercaros – Sonsilia la tomó con suavidad de un brazo y la guió hacia un extraño artefacto que no había visto nunca. Una estructura de madera en forma rectangular y dos patas de apoyo. Era como si alguien se le hubiese ocurrido poner a una puerta pies.
Extrañada lo rodeó buscándole utilidad, la sorpresa se pintó en su hermoso rostro cuando una “TN” idéntica a ella se reflejó en un gran espejo metálico. ¡Ese mueble era ostentoso, indecente! “TN” jamás se había visto como en aquel momento. La fina lámina de plata la devolvía una nítida imagen de sí misma. ¡Debía costar una fortuna! Pero era asombroso, casi mágico. Extendió los dedos de la mano observando fascinada el reflejo. ¡Si su madre hubiera visto aquello!
En MacBean nunca habían poseído un espejo tan grande. Los que fabricaban, trabajados en plata o cobre fundido con estaño, tenían un tamaño donde se observaba el rostro y nada más, pero aquel… se levantó el borde de la falda para mirarse los pies y soltó una carcajada.
Sonsilia y Cary rieron con ella.
-Es muy hermosa – repitió Cary. -¿lo ve?
“TN” se inclinó sobre el mueble estudiando atentamente su rostro, lo giraba a un lado y a otro y seguidamente se apartaba para mirar su silueta. Lo hizo por delante y por detrás. ¡Que lastima de espejo! Esos metales no duraban mucho y acababan oscureciéndose por el contacto del aire.
Las doncellas eran encantadoras, unas muchachas joviales y alegres que con su cháchara lograron tocar el corazón de la mujer de Laird. La recordaron muchísimo a las conversaciones que antaño tuviera ella y Annabella con sus primas.
Esa misma tarde, varias mujeres del castillo imitaron su peinado, todas querían parecerse a lady JONAS. O eso, o que se solarizaron con ella. La joven no podía estar muy segura. Ella desde luego hubiera preferido su cabello largo que aquella corta melena que comenzaba a formar gruesas ondas por encima de sus hombros.
Había dormido casi toda la mañana. El viaje había sido agotador, deteniéndose más que lo necesario. Más de una noche habían vuelto a dormir a la intemperie, pero llegó a gustarla. Allí, calentitos bajo la manta, con los cuerpos pegados, con los alientos candentes. Que fácil era acostumbrarse a dormir en brazos de JOE. Desde que lo hacían no había vuelto a tener pesadillas, aunque a veces temiera encontrarse con el sujeto que cortó su cabello. El mismo que hirió a su esposo. Recordaba el brillo peligroso y amenazante de sus ojos. El rictus amargo de su mentón, los labios excesivamente gruesos, que no feos. No estaba segura de poder olvidarle nunca.
Había deseado llegar a su nuevo hogar tanto como JOE, tratando de imaginar cómo sería su futuro como esposa del Laird y guardián de Escocia, el momento había llegado.
Bajó al comedor y compartió alimentos con los condes y Godoy ya que JOE se había marchado con algunos de sus hombres y nadie sabía dónde, por lo menos nadie se lo sabía decir a ella. La molestó un poco que no hubiera visto a su esposo desde que llegara, pero acabó restándolo importancia.
Había descubierto, que tanto en el amplio vestíbulo donde colgaban unos gigantes estandartes de las balaustradas superiores, como en toda la planta principal, su decoración era lo que se esperaba de un castillo. Bancos de madera cubiertos de cojines contra los muros. Mesas rectangulares y sencillas. Suelos fríos de piedra gris y desnudos de alfombras.
Godoy la explicó que si bien JOE era partidario de las cosas bonitas, caras y excéntricas, siempre pensaba en la comodidad. En un salón donde posiblemente pudieran reunirse cuatrocientos guerreros, colocar muebles finos y alfombras mullidas, solo serviría para tener que estar reponiéndolas contiguamente.
Llegó la noche cubriendo el firmamento con una aterciopelada oscuridad y “TN” continuó son tener noticias de JOE. Comenzó a enojarse. No sabía que asuntos tan importantes le apartaban de su lado, pero era el primer día en Noun untouchable y ella sola debía atender a los invitados en una casa que aun desconocía.
Llevaba uno de los finos vestidos que había confeccionado junto a las damas de Balliol. Una pieza larga en color verde profundo hasta los tobillos, con apenas unos centímetros de vuelo. Las mangas acaban anchas acariciando las delgas muñecas con el suave tejido.
Se había colocado una tiara de flores que Cary y Sonsilia habían elaborado con lilas y hojas aterciopeladas que concordaban a la perfección con el vestido y sus ojos.
Salió de la habitación antes que fueran a buscarla. Había recorrido un poco de la fortaleza junto a Helen después de comer. Y no pareciera que pudiera perderse, por lo menos hasta que llegó donde pensaba que estaría la escalera. Anduvo pasos hacia atrás y estudió el corredor para poder diferenciarlo del que se abría a la izquierda.
No tenía miedo, al revés, había tantas puertas y tantas estancias que disfrutó con su paseo.
Escuchó las voces que llegaron desde una cámara y se dirigió allí para pedir que alguien la indicaran el camino, sin embargo se detuvo abruptamente al escuchar el nombre de JOE y Briggitte relacionado.
No reconoció las voces y asomó la cabeza con descaro. Una mujer la miró boquiabierta con ojos desorbitados. Se santiguó.
-Disculparnos miladi – rogó la que la acompañaba, agitando la cabeza compungida.
-No tengo porque – respondió “TN”. - ¿podrías repetir lo que acabáis de decir?
-No sé si debemos miladi. Mi señor dio orden expresa que no se hablara de ello.
Ambas mujeres estaban apuradas, pero “TN”, después del enfado de no verle en todo el día y ahora escuchar que había prohibido hablar de algo que ella ya sabía… porque ya lo sabía ¿no? Acaso ¿No las había escuchado comentar sobre el bastardo que tendría el Laird?
¡Es que aunque fuera cierto! ¿Cómo había osado Briggitte hacer la noticia pública sin estar ni ella ni JOE presente?
- Os pido por favor que me digáis ahora mismo que ocurre con Briggitte y mi esposo. – su voz, aunque suave, sonó firme y severa. –Y dónde puedo encontrarla.
Dando énfasis a sus palabras se colocó las manos sobre las caderas mostrando su enfado. No tenía nada contra ellas, al contrario. Lo último que quería era dar la imagen de cornuda, o victima humillada. No iba a dejar que esa fulana del tres al cuarto fuera arruinar su matrimonio.
JOE estaba agotado. No había tenido ni un solo momento de descanso. Los problemas se habían acumulado durante su ausencia.
Problemas de vecinos donde debía hacer de juez. Peticiones para edificar, otras peticiones de diferente índole. Peleas entre primos por tierras, robo de ganado y sobre todo las dificultades que se añadían en la mina.
Sabía que todo aquello no estaría solucionado antes del invierno, pero él, como dueño y señor debía afrontar las penurias del mismo modo que las alegrías.
Apenas tuvo tiempo de pensar en su esposa, ni en los condes a los que solo había visto unos minutos. Cuando el rostro amado cruzaba por su mente se metía prisa a sí mismo recorriendo la aldea con largas zancadas o a caballo, saludando a los más ancianos, preguntando por su salud e interesándose por su forma de vida. Estaba dejando el tema de su hijo para el final. No deseaba tener que herir a George, pero dado el comportamiento de su hermana Briggitte no tendría más remedio que alejarla de allí.
“TN” era la única Lady. Su señorío nunca había tenido problemas de esta clase. Ni siquiera George JONAS padre hubiera permitido algo así.
JOE lo tenía decidido. Tanto si el niño era suyo como si no, lo enviaría a estudiar fuera, le labraría un futuro, pero jamás, jamás, le daría su nombre al hijo de una ramera.
Con esta intención dejó el caballo frente a la cabaña construida en el interior de una elevación rocosa. Una cueva húmeda y amplia bien iluminada.
Con pasos firmes entró después de golpear la puerta.
“TN” aún no había descendido del corcel cuando vio por fin a JOE. Lo saludó con la mano pero él no debió verla. Sin embargo “TN” si lo había visto… ¡qué casualidad que ambos iban al mismo lugar!
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 33
La noche cubría el firmamento y tan solo la hermosa esfera plateada, acompañada por sus cinco estrellas brillantes refulgiendo con intensidad, eran testigo de la serenidad que se vivía en la aldea.
El aire murmuraba entre las ramas de las arboles. Una lechuza ululaba desde una vieja encina. Los grillos cantaban a ras del suelo.
Las olas rugían ferozmente contra las piedras del acantilado y su eco viajaba en la noche envolviendo el ambiente con la humedad salada y pegajosa.
A pesar de la espesa negrura, varios puntos de luz titilaban en las calles de la población. Algunas hogueras en los patios traseros de las viviendas, o las lámparas tras las ventanas de los hogares, centelleaban alumbrando el camino exacto a seguir.
“TN” se había quedado sorprendida por el comportamiento de JOE. ¿Sería posible que no la hubiese visto?
Descendió del oscuro corcel y distraídamente le acarició el lomo. Pensaba en lo que estaría sucediendo en ese momento en el interior de la casa, y un escalofrío de miedo recorrió su espina dorsal.
Observó la vivienda sin decidirse acercarse. ¿Qué le diría JOE si la viera por allí, de noche y sola?
Estaba en sus tierras, debía sentirse tranquila porque hasta allí no iba a llegar nadie.
La aldea estaba bien protegida. Los arqueros vigías se pasaban la noche pendientes de cualquier movimiento extraño, ya fuera por tierra como por mar.
Noun untouchable era muy importante por la buena ubicación con el mar del norte, donde los bucaneros no hacían más que intentar entrar en el país por allí.
Al oeste de la aldea habían construido un fuerte de solida piedra, con grandes empalizadas custodiadas por la mayoría de la guarnición. Era una academia militar donde mostraban las distintas formas de utilizar las armas. Los guerreros estaban repartidos en ambos lados, entre el castillo y la academia, de ese modo ni la aldea ni las demás construcciones estaban descuidadas a los ojos de JONAS.
Estaba sorprendida por lo que había encontrado en aquellas hermosas tierras. Pero sobre todo, admirada.
Hasta el momento en que llegó a la aldea, siempre había imaginado que su esposo poseía fortuna. En primer lugar que de no haber sido así, el conde de Mar jamás hubiera dado su aprobación al matrimonio. Pero nunca se la hubiera ocurrido imaginar, que poseyera tantas riquezas. ¡Mucho más que las expectativas que el conde hubiera exigido!
Y le admiraba. JOE podía ser rudo en algunas ocasiones, pero “TN” notaba como él trataba de contenerse, al menos ante ella.
Era un hombre que con la mirada lo decía todo. Un claro espejo que reflejaba sus emociones. Si estaba alegre o tranquilo lo hacía sentir. Si por el contrario estaba enojado… su mirada penetrante era angustiosa. Sus ojos se volvían puro hielo.
JOE JONAS era un hombre justo. Su gente le adoraba, le sentían uno más entre ellos. Uno más de la gran familia. Y “TN” había aprendido a quererlo no por obligación, sino porque le amaba. Apenas un mes atrás le preguntó a Bella que si era tan doloroso el amor. “¿que sentiríais si JONAS se marchara y no volvierais a verlo? Ahora lo sabía. Morir.
“TN” se acercó vacilante hacia la entrada. Todo el enojo que había sentido fluir durante la tarde, desapareció convirtiéndose en ceniza, evaporándose para dar pasó a una cruel sensación de angustia. Buscó su montura entre las sombras encontrando dos pequeños puntos brillantes donde deberían estar los ojos. Entendió que su esposo no la hubiera visto pues el animal se hallaba bajo un lustroso charco de sombra.
Antes de arrimarse a la fría pared, observó el tejado de la casa por un instante. En la oscuridad, la sombra abullonada que se recortaba se asemejaba a la copa de un árbol pequeño. Todos los tejados de las casa eran así, de aquella forma la aldea podría pasar desapercibida en la noche como si se tratara de un bosquecillo.
-Comprendes lo que quiero decir ¿verdad? – la voz de JOE llegaba apagada a través de la puerta que él había dejado entreabierta al entrar.
El corazón de “TN” no paraba de latir con fuerza.
-No entiendo porque – escuchó a Briggitte con altanería.
-¿a qué estás jugando Briggitte? – JOE bajo la voz. Su enfado era más que evidente y Briggitte… una loca por intentar sobrepasar los límites.
-Por favor mi señor ¡no podéis hacer esto! ¡No podéis echarme! – suplicó la mujer cambiando de táctica.
-Mañana por la mañana tendrás tus cosas preparadas. Partirás hacia el monasterio de Inverness. – sentenció JOE.
-¡no mi señor! – rogó Briggitte. – George se pondrá mal. Él no ha querido deciros nada pero está enfermo y me necesita a su lado.
-¡mientes! – gritó encolerizado. “TN” que se hallaba muy cerca de la puerta dio un respingo asustada ante el potente tono de voz de JOE.
-Estoy diciendo la verdad, mi señor. George está mal del corazón pero no desea que os enteréis. No quiere preocuparos con sus problemas. Si me echáis de aquí, George morirá.
Lo siguiente que “TN” escuchó fue el estrangulado grito de Briggitte y el sonido de algún mueble al caer. Sin pensarlo terminó de abrir la puerta en el momento que JOE, con las piernas ligeramente abiertas y una mirada asesina en sus ojos grises, se acercaba con la gracia de un felino que apunto está de cazar a su presa, hacia Briggitte. Sobre el suelo se hallaba una mesa volcada.
Era como si Briggitte hubiese querido jugar al ratón y al gato tras el mueble y JOE lo hubiera apartado de un manotazo.
-Mientes – volvió a decir entre dientes.
-¿JOE? – lo llamó “TN” suavemente. El hombre se volvió sorprendido.
-¡Mi señora! – Briggitte corrió hasta ella como si de ese modo estuviera a salvo de las intenciones de JOE – os suplico…
-Mi esposo ha dicho que iras al monasterio y así será Briggitte. – “TN” tragó con dificultad cuando clavó los ojos en los de JOE – aquí no hay cabida para las dos.
JOE no dejó de leer aquel mensaje en su mirada. Su “TN”…como la amaba. Sintió deseos de abrazarla, de enterrar su cabeza en la suave curva del cuello femenino y cerrar los ojos por un par de semanas seguidas, después de haberla dejado a ella satisfecha, claro.
-¿y qué pasará con mi hijo? – insistió la mujer entre falsos sollozos. Los ojos secos.
-Cuando llegue el momento se te informara. – Continuó “TN” mirándola a ella – Lo que has hecho está muy mal. Mi padre posiblemente te hubiera castigado con azotarte ante la aldea. Es muy grave la falta que has cometido, Briggitte. Y no puedes excusarte anteponiendo la enfermedad de alguien…
-Os ruego… digo la verdad. ¡George no está bien!
-¡ya hemos hablado suficiente! – Atajó JOE fulminándola con la mirada por última vez – mañana a primera hora partirás.
Ahora sí, Briggitte rompió a llorar de forma escandalosa, pero “TN” y su esposo salieron sin mirar atrás.
Para una muchacha como Briggitte, encerrarse en el monasterio donde “los hermanos del sagrado caminar” llevaban un riguroso voto de silencio, sería el castigo más grande que pudiera cumplir.
-¿Cómo has sabido que estaba aquí? – preguntó JOE pasando un brazo por los estrechos hombros de su esposa. -¿y porque has salido sola a estas horas?
-¿Por qué? ¿Es peligroso?
-En la noche no puedes salir. Debes estar en nuestra casa.
-¿Y tú donde estarás cariño? – le preguntó traviesa. Su rostro sin embargo se veía de lo más serio.
JOE soltó un suspiro al cielo.
-Siempre que pueda, contigo. ¿Quién te ha dicho que estaba aquí? – repitió.
-No lo sabía – contestó – Yo misma venía a solucionar lo que estaba ocurriendo con Briggitte. Llegaron hasta mí ciertos comentarios, que usted señor mio, ha prohibido mencionar en la casa.
JOE se llevó una mano a la boca para ocultar la mueca divertida que había pintado su boca. Sus ojos también brillaron traviesos, pero no quería que pensara que se estaba riendo de ella.
A pesar de la oscuridad, “TN” le observó bizqueando sin entender dónde estaba la gracia.
Cuando JOE estaba enfadado, los músculos de su cara se tensaban en una fría mascara sin expresión ninguna.
Cuando se sorprendía, el brillo de sus ojos grises crecía con intensidad, al igual que cuando lo consumía la pasión y entonces su mirada se volvía profunda, seductora. Sin embargo, cuando bromeaba, fingía que el tema no iba con él, y… se volvía tan gracioso… como en ese momento.
En seguida se puso serio. Después de lo que había sucedido con Briggitte y de enterarse de lo de George…
-No deseaba que en tu primer día tuvieras que escuchar lo que esta mujer ha ido vertiendo por mis tierras – se encogió de hombros, cogió las riendas de su caballo y caminaron hasta el corcel de “TN” cuando ella le señaló donde estaba.
-¿en qué piensas JOE? Te has quedado un poco… extraño.
-No. Estoy cansado. Llevo todo el día de un sitio para otro. – no pudo ocultar su mayor motivo de preocupación - Nadie me ha dicho que George este mal.
“TN” acarició la mano de su marido y le vio la triste mirada aunque él se apartara un poco para alzarla sobre la montura.
-¿y no has hablado con él?
-Si estuvimos juntos hace un buen rato. Tenemos problemas en la mina y hemos tratado de buscar soluciones – la miró levantando la cabeza hacia ella – Supongo que había algunos temas que no hemos querido tocar todavía. – Se subió sobre la bestia y ambos iniciaron el regreso a casa. – Mañana tendré que hablar con él.
-¿comprenderá que envíes a su hermana con los monjes?
-George es un hombre justo. Briggitte necesita un castigo, y como tu bien has dicho, mi señora, en otros lados la hubiesen apedreado o mucho peor. Imagino que encima sale ganando.
-No sé qué decirte – respondió ella tratando de imaginarse encerrada en un monasterio junto con hombres con famas de locos. Porque otra cosa no tendrían los Hermanos del sagrado caminar, excepto la locura por una búsqueda extraterrenal.
Los monjes eran estudiosos del universo y creían en las piedras mágicas, en las runas escritas con sangre, en los portales entre mundos paralelos. De hecho, el monje más anciano de todos, era un viejo druida de edad indefinida que paseaba con su larga barba blanca, sus hábitos de colores cremas y hablaba todos los idiomas conocidos. Se decía que era la persona más inteligente del país, y hasta él acudían viajeros desde todos los lugares del mundo en busca de consejo y magia.
“TN” había escuchado la existencia de esta orden desde que tuviera uso de razón. Recordaba que siempre que hacia alguna de sus travesuras Edwin la amenazaba con enviarla al monasterio. Llegó a sentir terror por ellos sin siquiera conocerlos.
Desde luego no la gustaría estar en el lugar de Brigitte.
-¿Por qué crees que George te haya ocultado lo de su enfermedad?
- No lo sé. No estoy seguro que sea cierto. Creo que la boca de esa mujer está llena de veneno.
“TN” asintió con la cabeza y clavó los ojos en el portón de la entrada.
-¿te ha confirmado… si… es hijo tuyo?
-Después de todo lo que ha ido soltando, ahora no se puede retractar – se encogió de hombros con indiferencia – imagino que nunca lo sabré a ciencia cierta. ¿Has comido algo? Estoy tan hambriento que soy capaz de comerte entera.
“TN” rio cuando se encontró con los ojos de JOE que otra vez brillaban divertidos. No pudo evitar que sus mejillas se tiñeran sonrosadas.
Pero JOE no estaba ni divertido, ni contento, ni alegre, sin embargo bastante de lado había dejado a su esposa durante todo el día, como para encima estar enfadado o con mala cara ante ella. “TN”, por dios, una bendita. ¿Qué mujer permite que su marido la abandone nada más llegar a casa?
JOE la cogió de la mano y sin detenerse la guió hasta el dormitorio. Cerró la puerta con un pie y la abrazó tan fuerte que “TN” pensó que la aplastaría. Se dejó abrazar con paciencia, porque el fuerte cerco presionaba sus costillas de una manera incomoda. Pero sabía que JOE la necesitaba. Necesitaba aquel abrazo. Un contacto que trasmitiera todas sus emociones, el amor más bonito que puede haber entre dos personas. El calor del afecto.
Un abrazo no solo de posesión, también de entrega. Dos personas en un mismo centro, en un solo cuerpo.
El corazón de JOE latía con fuerza.
-Debes perdonar no haber estado contigo en todo el día – la encerró el pequeño rostro entre las manos y la besó en la punta de la nariz – Tus protectores – levantó la vista a sus ojos - ¿se retiraron?
“TN” sonrió y agitó la cabeza.
-Acabamos de pasar ante ellos hace menos de cinco minutos. Estaban en la sala pequeña. Pero no creo que se hayan molestado. Creo que te han visto con cara de prisas.
-¿es cierto? – preguntó él arqueando una ceja. “TN” asintió y él se pasó las manos por el cabello – Estoy más cansado de lo que pensaba.
-Voy a decir a Sonsilia que te llene la tina esa tan graciosa que tienes ahí.
JOE rio.
-¿la has probado?
-No. Me quedé durante horas observándome en el espejo con todos mis vestidos. ¡Es una maravilla!
-¿te gusta de verdad? –los ojos grises se encendieron.
-¡me encanta! – salió de la habitación. JOE la escuchó hablar con alguien y regreso con una sonrisa en los labios. -¿de dónde sacas tantas cosas extrañas? He descubierto objetos que no sé ni para lo que sirven.
-Pues todos tienen su utilidad. Ante todo soy práctico.
-Y raro – “TN” pasó a la cámara contigua y prendió varias mechas más en los candelabros que pendían de los altos pies.
JOE no comprendía porque no podía dejar de observarla. Trataba de quitarse el broche y sus dedos se habían enredado con solo escucharla hablar. La vio cruzar la habitación de un lado a otro. Encendiendo luces, atizando la chimenea…
-¿te puedes estar quieta ya, mujer? Parece que te has puesto nerviosa.
-¿Yo? – ella se sonrojó y dubitativamente se le acercó. – es solo que te he echado tanto de menos hoy que…
JOE rodeó la estrecha cintura y con facilidad capturó sus labios acercándola a su pecho. Sabia tan dulce y era tan suave, que deliraba con ella en brazos. La lengua femenina entraba en su boca con descaro, provocándole, mordiéndole el labio inferior, jugando.
JOE enredó sus dedos en los cabellos de ella. Presionaba el cuero cabelludo y “TN” perdía las fuerzas por momentos. Ya estaba a punto de cogerla en vilo cuando escuchó los sonidos provenientes del corredor. Besó la frente de su esposa y la apartó con desgana.
-Vienen con el agua.
-¿Qué? – ella lo miró pestañeando, como si la costara salir del trance.
Las doncellas se detuvieron ante la puerta abierta y JOE levantó el brazo en señal de que podían pasar.
-¡Uf, que calor! – dijo “TN” abanicándose con las manos. Sus mejillas daban fe del calor que tenía.
- ¿apago el fuego miladi?
-No, no, gracias Cary – respondió “TN” avergonzada de que la doncella la hubiera escuchado. Esperó a que la sirvientas pasaran a la sala del baño y se volvió hacia JOE - ¿os apetece que le bañe, mi señor? Lo prefiero a tener que coser…
Los ojos de JOE brillaron peligrosos con una firme promesa.
Annabella hincó el diente a la manzana y observó la luna abstraída con su forma, con las sombras.
Habían llegado hacia unas horas a la única posada de aquel pueblo. La ultima posada del viaje antes de alcanzar las tierras de Surrey, y como en aquella ocasión las camas escaseaban.
Annabella era afortunada al compartir habitación con las damas de Isabelle, pero esta vez los cuartos eran tan pequeños, que Annabella dudaba que las dos damas se apañaran juntas.
Esa noche iba a pasarla en el pequeño campamento que la escolta montaba. De saber que era ella la única mujer, jamás se habría acercado a ellos, pero gracias al cielo, Isabelle viajaba con muchos sirvientes y sirvientas.
Sin embargo, quien la preocupaba realmente era Jaimie, el guerrero JONAS. Era cierto que el hombre se la acercaba lo necesario, sobre todo después de haberlo despachado con cajas destempladas las dos primeras veces que se la acercó en un plan más sensiblero. ¿Acaso se pensaba que ella era tonta y que estaba falta de hombres? Lo último sí, pero eso no le importaba ni al tal Jaimie, ni a nadie. Los hombres ¡Puagh! Unos puercos, unos cerdos siempre pensando en lo mismo, siempre humillando a las mujeres que estoicamente debian soportar sus modales groseros.
Siempre que pensaba así, su cuerpo se relajaba y se quedaba a gusto consigo misma, sin embargo ahora no era así.
Ahora cada vez que pensaba algo de un bruto, acababa la frase diciendo, pero a Jaimie no le he visto hacer eso… o decir eso… y últimamente, Jaimie, Jaimie. El nombre se repetía con insistencia en su mente. ¡No entendía porque! ¡No la gustaba! Los hombres con aquella corpulencia, con esos músculos duros en los brazos… tenía que reconocer que el cuerpo de Jaimie estaba bien, muy bien. Pero a ella no le gustaba porque era demasiado grande.
-Es hermosa ¿verdad?
-¿Qué? – Annabella se incorporó velozmente y se alejó de la voz masculina. Con alivio descubrió que era él quien la había hablado.
-Lamento haberos asustado – el guerrero apoyaba el hombro en el mismo árbol donde Annabella había tenido la cabeza antes de sobresaltarla – me refería a la luna, es hermosa.
-si vos lo decís – ella se encogió de hombros y continuó mordiendo su manzana -¿queréis algo?
-Lo de siempre. – Lo de siempre era el momento en que ambos se juntaban y fingían una conversación entre esposos. Como la mayoría de las veces Annabella no le contestaba, no hablaban de nada, tan solo se quedaban cerca uno del otro.
No tan cerca como Jaimie hubiera querido pero tampoco le preocupaba. Le gustaba la moza a pesar del veneno que su boca y sus ojos verdes despedían. La encantaba ver como contoneaba las caderas cuando caminaba por algún lado.
La había estudiado tanto tiempo durante todo el viaje, que había podido averiguar varias cosas de ellas. Era preciosa, y eso no hacía falta que nadie lo dijera. Que tenía muy mala leche, sobre todo con el género masculino, y por aquí es por donde ibas sus pesquisas de momento. Esa mujer había sido maltratada, golpeada, tal vez violada por algún hombre.
La forma en que su cuerpo se tensaba cuando algún desconocido se acercaba a ella, la manera de guardar distancias, o el odio con que miraba.
Pero Jaimie era un hombre paciente que sabía escuchar. Tan solo Annabella debería aprender a tener confianza en él y estaba seguro que lo lograría.
Annabella esperó que Jaimie se apartara y volvió a sentarse consciente de los varios ojos que los observaba. Los centinelas estaban atentos de todo, incluso de lo que no debían.
-¿sabéis el tiempo que estará su excelencia en Surrey? – preguntó el hombre tratando de buscar la conversación. Cada día lo intentaba con diferentes cosas, hasta el momento nada había dado resultado.
-Una semana como mucho.- respondió.
-¿no lo sabéis con exactitud?
-Pues no. Depende de lo que diga Isabelle. Quizá la apetezca venirse mañana mismo – se encogió de hombros y lanzó el corazón de la manzana hacia el lugar donde descansaban los caballos. Se lamió los dedos y le buscó con la mirada -¿creéis que yo tengo que saber todo?
-Pues eso me dijeron – respondió con el ceño fruncido. Su reacción no había tenido nada que ver con la respuesta de Annabella, si no con el asomo de aquella lengua de terciopelo chupando los dedos con inocencia. Inocencia o no, Jaimie está loco por derribar aquellas murallas.
-¿es importante saberlo? – le preguntó con su acostumbrado desdén.
-De vital importancia – respondió Jaimie asintiendo levemente – será el momento del ataque.
Tal y como Jaimie había esperado, Annabella se giró a él más interesada que nunca. Podía ver en los ojos verdes como había captado su atención.
-¿de ataque? – Susurró acercándose a él de manera inscociente - ¿le vamos atacar? - se echó a reír chasqueando los dedos y se alejó de él zarandeando el trasero.
Jaimie la miró estupefacto y caminó tras ella.
-¿Por qué no me creéis? ¿Acaso pensáis que bromeo?
-¿Y no es así? – preguntó ella sobre el hombro.
-Son órdenes de arriba – señaló Jaimie hacia arriba y Annabella se detuvo levantando la cara al cielo.
No se dio cuenta que los ojos azules de Jaimie la recorrieron con avidez estudiando su expresión.
-Me refiero a MacArthur – terminó de decir sin intentar siquiera acercarse a ella. La luz de la luna se reflejaba en el hermoso rostro bañándola con una aureola plateada.
-¿estáis hablando en serio? – su voz se había vuelto seria. -¿Por qué a mí no me dijeron nada?
-A lo mejor no confían en ti – Jaimie se encogió de hombros con indiferencia – yo no estoy muy seguro de fiarme de ti. No sé si a la hora de la verdad, me apoyarías o lucharías contra mí.
-Lucharía contra ti – respondió - ¿me lo contaras?
-No lo sé. Depende.
-¿de qué? –Annabella se estaba poniendo en guardia otra vez.
-De lo que me des tu a cambio – La muchacha le dio la espalda y caminó hacia el lugar donde dormían las siervas – me puedes dar una carta, o un regalo – Jaimie fue elevando la voz para que le escuchara – si en realidad me vale cualquier cosa – pero esa noche no sería porque Annabella ya no le escuchaba.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 34
JOE se despertó sobresaltado y observó el dormitorio con atención rebuscando entre las sombras con intensidad.
Estaba amaneciendo y tan solo una ranura de luz penetraba por la espesa cortina, lo suficiente como para iluminar el lugar.
Después de pasar unos minutos sin moverse y verificar que no había nadie en la recamara excepto él y “TN”, volvió a relajarse.
Abrazó el cuerpo de su esposa que dormía dándole la espalda con las nalgas apretadas contra él provocativamente.
La cama era grande, suficiente amplia para los dos, aun así “TN” siempre dormía completamente pegada a él, daba igual que lo estuviera rozando con un pie, con una mano, o con el trasero y la espalda como en ese momento.
JOE todavía se asombraba de haber encontrado a alguien como ella. Jamás habría imaginado que el matrimonio sería así. Nunca había visto a sus padres regalarse ninguna muestra de cariño y de repente llega “TN”, con su paciencia, con su serenidad, su educación y un montón de cariño para dar y tomar aunque ella no lo supiera, y le ponía su mundo del revés.
Recordó el afán que tenía por vengarse de Warenne y que seguro que seguiría teniendo de no ser por la promesa que JOE la hizo. Y no había mentido, él se haría cargo de que el hombre fuera juzgado. ¿Qué era un asesino? Surrey había mandado matar. Sus hombres, sus vasallos, sus sirvientes, todos se hallaban dentro de ese complot, sin embargo ¿a quién obedecía el hombre? ¿Por qué se colocaba en el centro de mira si tan solo cumplía órdenes?
Había tratado de averiguar sobre el asedio de MacBean pero no había pruebas, no las conseguían. Muchos sabían pero ninguno hablaba.
¿Por qué fue atacado el clan hasta eliminarlo del mapa?
No había sido muy difícil averiguar eso. Edwin MacBean no era un hombre excesivamente rico, pero tampoco había estado dispuesto a marcharse de las tierras porque sabían el importante valor que tenían. Ahora toda la zona de los páramos se hallaba desprotegida dando paso libre tanto a los irlandeses como a los normandos. Pero JOE todavía era incapaz de averiguar ese nombre. Si Surrey no había dado esa orden ¿Quién entonces? ¿De quien obedecía ordenes?
-¿Qué piensas? – “TN” se giró y con ojos somnolientos le dedicó una sonrisa.
-Nada – respondió él buscando su profunda mirada verde – estaba pensando… que quizá te apetezca… ¿Qué te parece si nos acercamos un día a tus tierras?
Los ojos de “TN” se abrieron repentinamente y el sueño desapareció en el acto. Como ella no contestó JOE enarcó las cejas interrogante.
-¿Qué ocurre? Si no quieres ir no te voy a obligar. Pensé que quizá quisieras, pero si no es así, no pasa…
-Quiero ir JOE – dijo con firmeza – pero… - se sentó sobre la cama y apoyó la espalda en el cabecero de madera - No sé… creo que tengo miedo.
El hombre buscó su mano y con delicadeza la besó la palma con ternura.
-“TN” yo estaré contigo.
-Lo se JOE ¿pero que me puedo encontrar allí?
JOE se incorporó hasta quedar junto a ella y la miro con pena.
-La última vez que estuve… Bueno… la verdad es que está muy cambiado.
-¿queda algún edificio en pie? – se atrevió a preguntar.
JOE negó contrito.
-No, solo ruinas. La mayoría de las casas fueron incendiadas – “TN” asintió. Recordaba las llamas tragándose todo lo que tenía en su camino aquella noche.
-JOE ¿te interesan las tierras? – El hombre se encogió de hombros y con un dedo delineó el delicado mentón de su esposa clavando los ojos en sus labios de fresa – He pensado que… bueno… no sé qué pensara Annabella, pero me gustaría que mi primo Douglas heredara las tierras.
“TN” le miró expectante, esperando su respuesta casi con ansia. JOE era rico y no necesitaba las tierras de MacBean.
-Me parece justo – la dijo sin apartar los ojos de su boca. El tema fue decayendo a medida que sus manos comenzaron acariciar el suave rostro – Si quieres yo lo ayudaré a levantarlo de nuevo – la susurró acercándose a sus labios como si fueran un imán.
“TN” le espero con la boca entreabierta y los ojos semi cerrados. La conversación quedó en el olvido durante la siguiente hora. Las manos de JOE recorrían la carne trémula, las piernas, los brazos, la nuca. Adoró los pechos jóvenes y turgentes, provocando en “TN” un sinfín de emociones que atravesaron su cuerpo como corrientes eléctricas.
“TN” se agitó en el colchón. Las sabanas habían caído y su cuerpo desnudo esperó a JOE con ansia. Le miró embelesada cuando el hombre volvió acercar su hermoso rostro de Dios nórdico sobre su cara. Sentía su aliento cálido que hacia cosquillas sobre sus ojos, sus mejillas.
La muchacha le tomó de las largas trenzas castañas y lo atrajo hacia ella para perderse en el aroma de su lengua, en el contacto de su boca que la hacía vibrar y olvidarse de todo excepto de él.
Adoraba el enorme cuerpo de JOE, sus músculos duros y fuertes, el color tostado de sus pantorrillas, el pecho amplio y fuerte. Las manos grandes. ¿Cómo podía ser tan tierno y tan fuerte a la vez?
Notó como su esposo descendía la mano hacia su feminidad y con suavidad la terminó de abrir las piernas para poder amoldarse a su cuerpo. Ella se arqueó contra él con desesperación, aferrada a su cuello con fuerza mientras él se deslizaba con lentitud dentro de ella, despertando su interior con el calor de su propio cuerpo, encendiendo las brasas que amenazaban con destruirla si no llegaba pronto a la culminación. Al éxtasis.
JOE embistió al principio con suavidad, pero la reacción de “TN”, la forma en que se mordía los labios lo excitaba, el tono sonrosado que cubría sus mejillas cuando se desinhibía y cuando se volvía descarada y le acariciaba las caderas y el trasero para apretar ella a su antojo, para marcar el ritmo que su cuerpo le pedía. Buscando el placer que sabía que JOE la regalaría.
Se hundió más profundamente en ella, perdiéndose en el estrecho túnel que desprendía un calor placentero y entonces la escuchó exclamar al tiempo que clavaba las uñas en su espalda.
El corazón de ambos latió con velocidad cuando la pareja alcanzó el clímax de la pasión y ascendieron al paraíso celestial con las respiraciones agitadas. El volcán estalló ardiente cubriendo los cuerpos de una lava candente que los hizo ver las estrellas, perderse en el infinito.
Minutos más tarde “TN” rodó hasta ponerse sobre el pecho de JOE y mirar fijamente los amados ojos grises que habían conseguido robarla el corazón y hacerse dueño de su cuerpo.
-Mi señora ¿Qué vais hacer esta mañana? – la pasó un brazo por la cintura.
-Pensaba salir un poco a cabalgar y recorrer el pueblo – “TN” sonrió con ensoñación – Desde la torre del ala Este he podido ver una preciosa cala…
-No vayas allí “TN” – JOE la retiró con cuidado y se sentó sobre la cama buscando la ropa con la vista – No quiero que te acerques al acantilado.
-¿pero porque? Es un sitio…
-No me gustaría volver a repetirlo – termino de decir JOE de modo que ella no pudiera responder nada más, hasta su voz se había vuelto fría. Se levantó y se puso una camisola oscura. Se volvió a ella que seguía tendida en la cama – “TN” solo hay dos cosas. No quiero que salgas de noche sola. Y prohibido acercarse al acantilado.
-¿prohibido? – ella se sentó y arrastró las sabanas cubriéndose el cuerpo - ¿Por qué? Si no me das una razón lógica…
-Porque no quiero – repitió. No quería hablar de su madre y del día que se lanzó desde allí. No deseaba contarla que cuando descendió hasta la cala se encontró a la mujer aplastada contra las rocas, irreconocible. Nunca había vuelto a bajar hasta allí.
-Eso no es ningún motivo – dijo ella levantándose de la cama envuelta entre los cobertores.
-Vale, “TN”. No es ningún motivo, pero me obedecerás ¿verdad? ¿Qué quieres una playita? Yo te llevaré a una muy hermosa, pero olvídate del acantilado. Allí el aire es muy fuerte y un golpe de viento sería capaz para arrastrarte al abismo. – la tomó de la cara con una mano y con delicadeza la pasó el pulgar por los labios hinchados por sus besos –Promételo “TN” – la besó, una vez, dos veces, tres…
-De acuerdo te lo prometo – dijo con desgana. Se iba a quedar con el capricho de ver esa preciosa cala que se vislumbraba desde la ventana de la torre. Bueno, ahora era pronto, pero quizá con el tiempo, JOE cambiara de opinión.
-¿tú que vas hacer, esposo mio? – dejó caer las sabanas y se puso una liviana túnica. Descorrió la gruesa cortina y la luz bañó el dormitorio al completo - ¿hablaras con George?
-Sí. – Fácilmente se colocó el plaid y se sentó para colocarse las suelas – quiero despedir a Briggitte. Cameron la llevara hasta el monasterio.
-¿quieres que hable con ella?
-¿con Briggitte? ¿Para qué? Siempre la he tolerado por ser hermana de quien es, pero no pienso soportarla ni una más.
-Sé que estas enfadado JOE – “TN” se pasó un cepillo de blandas púas sobre la cobriza cabellera – es para estarlo pero no puedo evitar sentir pena por ella. Creo que lo que ha hecho tiene alguna explicación.
-¡claro que la tiene! – Asintió con seguridad – Ella siempre ha pensado que lo justo de todo es que George fuera el Laird de JONAS. George es el hijo mayor de mi padre – “TN” asintió como si eso ya lo supiera – Es un hijo no reconocido, y aunque yo hiciera todo lo posible, él se niega asumir ese poder, de modo que se ha convertido en mi ayudante, en mi mano derecha.
-pero Briggitte no acepta que George rehúse a ese poder – adivinó “TN” a lo que JOE asintió moviendo ligeramente la cabeza. – Es posible que ni siquiera esté embarazada.
-Es posible. No lo sé.
-Pero si lo estuviera e intentara hacer pasar al niño por tu hijo sin que tú dejes descendencia, ese crio…
-Se convertiría en Laird – afirmó.
“TN” se frotó los brazos como si de repente alguien hubiera abierto alguna puerta y la estancia se hubiese quedado helada.
El destierro al monasterio de Inverness era duro. “TN” se ponía en el lugar de Briggitte y temblaba con solo pensar la vida que llevaría allí. Podría acabar totalmente loca.
-¿y si logras que Briggitte se case?
JOE levantó los ojos hacia a ella cuando terminó de ajustar el ancho cinturón de cuero y la observó extrañado.
-¿casar a Briggitte? ¿Mi amor recuerdas a lo que se dedica?
La muchacha asintió mordiéndose el labio inferior pensativa.
-Ella es muy bella. Quizá alguno de tus hombres… o Ian Fegurson…
-Fegurson no. Olvídate mujer. Ese muchacho es aún muy joven y posiblemente su hermano, que es mi cuñado, tenga otros planes para él.
-¿y mi primo Douglas?
JOE la miró con el ceño fruncido:
-¿Por qué te interesa tanto Briggitte? Ella sola se ha buscado todo.
-Sí, pero puede que lo haya hecho porque piense que de esa manera ayudaba a George. No me mires así JOE. Me da mucha rabia pensar que tú y ella… ya sabes. E incluso me duele pensar que el hijo que espera puede que sea tuyo. Y también opino como tú, lo mejor es apartarla de aquí. ¿Pero al monasterio? – tragó con dificultad contándole cuando su padre la amenazaba con enviarla allí.
JOE la escuchó con atención.
-Haremos una cosa “TN”. Douglas no tardará en llegar. Lo acompañan un par de mis hombres. Haremos que tu primo lleve a Briggitte hasta el monasterio. Si surge algo… - abrió las palmas de las manos hacia arriba – pero si no funciona, se quedará encerrada.
“TN” asintió. Cruzó por su mente la discusión que Douglas tuvo con Briggitte en Carrick y lo lamentó por la mujer. Con seguridad acabaría viviendo con los monjes.
Annabella se hallaba cerca de la hoguera. Todavía seguía pensando en las palabras de Jaimie. ¿Y si era verdad que pensaba atacar a Surrey?
Tenía la necesidad de saber qué pasos seguiría el JONAS y cuáles eran sus verdaderos planes, pero para eso debía acercarse a él y mostrarse amable aunque fuera por una vez. Pero ¿y si el confundía su amistad con otra cosa? ¿Sería capaz de detener a ese hombre tan grande?
Se acarició distraídamente la pequeña daga que ocultaba en su botín de piel. Desde que habían sufrido el asedio en MacBean toda su potencia y mentalidad estaba unida en acabar con aquellas personas que arruinaron sus vidas. Aún podía ver esos tres hombres que reían obscenidades y la forzaban ajenos a sus lágrimas y al dolor de su corazón. Todos y cada uno de ellos sufrirían su venganza. Líam, Stephen y el cruel Murdock que había paseado el filo de un arma sobre su cuerpo desnudo.
Líam estaba localizado. Era uno de los hombres fieles de Warenne, pero los otros dos… por las descripciones que “TN” la había dado sobre las personas que la secuestraran en el campamento de JONAS, pensaba que podían ser ellos y de ser así, uno ya estaba muerto asesinado por su compañero. Hasta que ella no lo viera o tuviera confirmación no descansaría tranquila. El último en caer seria Thomas.
Miró a Jaimie que se había envuelto en su manta con la brillante hacha muy cerca de él.
El hombre la inspiraba confianza, su mirada, su expresión. Todo en él le hacía ver que era buena persona. Jaimie era capaz de pasar de la risa al enfado en cuestión de segundos, además estaba un poco loco. No temía enfrentarse a nadie, le daba lo mismo que fueran enemigos, como que fueran los propios soldados de la guardia de Isabelle.
Jaimie, andaba entre ellos como si sintiera indiferencia, como si deseara que alguien le provocara con la más pequeña minucia para poder exhibir el manejo de su arma.
Con un lánguido suspiro Annabella se acercó hasta el hombre y se sentó junto a su cabeza. Él tan solo levantó sus ojos azules hacia ella con las cejas arqueadas.
-Hagamos un trato – susurró ella con la vista clavada en él.
-Te escucho – la dijo sin moverse ni un ápice.
-Me cuentas tus planes… y te doy el nombre del hombre que está detrás de todo esto.
Jaimie soltó una risita cargada de cinismo.
-Si fuera cierto que sabes ese nombre no tiene sentido que hagamos todo esto. JOE JONAS busca ese nombre – la miró entrecerrando los ojos - ¿de veras conoces la identidad de esa persona?
Ella asintió y Jaimie se incorporó mirándola con asombro.
-¿lo sabes? Eso lo cambia todo.
-No lo entiendo – dijo ella - ¿Qué es lo que cambia?
-Pues que quizá no tengamos por qué atacar las tierras de Warenne. Él será juzgado legalmente, pero si tan solo supiéramos donde ir para encontrar a la persona que dio la orden…
-Sir Thomas de Luxe.
Jaimie la miró con la boca abierta y la sorpresa reflejada en su rostro varonil.
-¿Qué estás diciendo mujer? – se enfadó y Annabella no entendió el motivo. –Thomas odia la violencia. Siempre se ha mantenido al margen de Balliol o de cualquiera de los nobles. Eso es una sucia mentira.
-¿Cómo? – ella entrecerró los ojos también furiosa. ¿Cómo era capaz de defender al asesino que acabó con la vida de sus parientes? - ¿me estas llamando embustera?
-Thomas de Luxe es mi tío. – siseó Jaimie fulminándola con la mirada. Annabella abrió la boca para hablar pero el hombre se la cubrió con la mano. – No difames a nadie – la susurró contra el oído. Seguidamente la soltó como si el contacto con ella le hubiera quemado. Recogió su manta y su arma y salió del campamento.
PEZA
Re: SIERVO DE TU AMOR
CAPITULO 35
La semana paso con una calma relativa. Por un lado Briggitte puso el grito en el cielo cuando descubrió que el MacBean la llevaría hasta Inverness, sin embargo partió hacia allí.
La despedida con su hermano George fue muy emotiva. “TN” fue la primera vez que vio a su esposo tan emocionado. Emocionado y preocupado, George le había confirmado que era cierto. Su corazón se apagaba con cada latido, con cada pena…con cada alegría.
Briggitte amaba a su hermano, “TN” no podía negarlo, pero no por ello se dejó engañar como los demás. Sus lágrimas de cocodrilo no eran más que pura fachada en un intento porque JOE cambiara de opinión. Quizá con la macabra idea de que George recayera en ese preciso momento debido a las fuertes emociones.
“TN” sabía lo que eso supondría. Una culpa constante para JOE. Pero George era fuerte y luchaba por mantenerse en pie. Ni su rostro ni su cuerpo hablaban de enfermedad.
Por otro lado los condes de Mar regresaron a su hogar con la firme promesa de volver. La tristeza de que sus protectores se marchaban tan lejos, se vio compensada con la llegada de Douglas que repentinamente partió al día siguiente con Briggitte.
“TN” se propuso recorrer todas las casas de la aldea para presentarse y ofrecer ayuda. En MacBean, su madre lo hacía siempre, todos la habían adorado. “TN” quería parecerse a ella. Estar pendiente de su esposo y sus hijos mientras estuvieran en casa, ayudar a su gente y compartir sus risas, sus peleas, sus chismes. Apoyar a JOE y que sintiera que ella estaría allí siempre, decidiera lo que decidiese. (En el campo político, claro) en lo demás quizá debieran luchar un poco. Ambos eran muy cabezones y a veces sus ideas discrepaban, pero hablando con coherencia y razón, “TN” acababa convenciéndole de casi cualquier cosa.
Los nombres y las caras de todo el clan se acumulaban en su cabeza, sobre todo cuando añadían: “soy primo de tu esposo” “soy el sobrino de fulanito de tal, y menganito de cual”
No eran todos parientes directos, había esposas y esposos que venían de otros clanes, nómadas que después de recorrer varios lugares, habían acabo instalándose en Noun untouchable. Pero los parientes directos, eso era otra cosa. Había contado al menos siete hermanos de JOE legalmente reconocidos.
El menor era un encanto. Un varón de quince años que entrenaba con los guerreros y tenía el sueño de convertirse en arquitecto. Era muy charlatán y divertido. Se parecía muchísimo a JOE, pero diez años más joven.
Margarita era la única hija y estaba a unida al clan Fegurson. Decían que hacía visitas esporádicas sin avisar. Era la única que no vivía allí.
Godoy era el hermano que iba detrás de JOE y después otros cuatro que apenas se dejaban ver el pelo, excepto en los almuerzos y las cenas.
Los almuerzos y las cenas eran muy divertidos en el gran salón. Los JONAS contaban anécdotas que vivían y escuchaban y todos acababan disfrutando entre risas de las veladas. Alguno se escabullía de vez en cuando por haber quedado en ver a tal damisela o a otra. “TN” estaba encantada. Siempre se enteraba si a Godoy le gustaba esta moza o aquella, y la encantaba pincharle, cosa que JOE la apoyaba.
No habían vuelto hablar de la cala de los acantilados pero a JOE no se olvidaba la conversación y de vez en cuando la recordaba que la llevaría a la playa. Nunca encontraba tiempo pero “TN” sabia ser paciente.
Casi todas las tardes al ponerse el sol pasaba a visitar a George. Su vivienda era una de las más céntricas de la aldea.
Siempre lo encontraba detrás de un gran escritorio con documentos pulcramente ordenados. Unas veces “TN” lo ayudaba y otras se sentaba a su lado y le daba conversación. Le pedía que le hablara de los JONAS cuando eran pequeños, del pueblo.
George estaba encantado de recibirla. La dulce muchacha no había tardado en penetrar en su corazón desde el momento en que se la presentaron. La sinceridad en los ojos verdes, la sonrisa honesta y franca que siempre pintaba su boca…
-…y seguramente que esta noche vayan todos a cenar. Podíais ir George. Será muy divertido…
-De verdad que no mi señora…
-“TN” – le interrumpió. Lo hacía cada dos por tres hasta que George desistiera y la tuteara. Después de todo eran familia.
-La señora Tiata me invitó y yo la dije que sí. – Prosiguió como si no la hubiera escuchado - Solemos comer juntos. Aunque… - se calló abruptamente y todo quedo en completo silencio.
-¿Qué os pasa? ¿Por qué os habéis callado? – preguntó “TN” observándole.
George agitó la cabeza.
-¡Estoy harto de que me traten como si fuera un enfermo!
-¿Quién hace eso? ¿La señora Tiata? – “TN” frunció el ceño – Pues a mí no me lo pareció cuando ayer os dijo “apartar de ahí patán so bruto” – George la miró con una sonrisa en los labios.
-¿estabais atenta?
-¡pues claro! – rio moviendo los ojos traviesamente. – Es normal. Ella está sola, vos… también.
-Sois… mala – dijo bromeando. Se quedó pensativo y asintió: - pero sí. Toti me trata como si fuese un chiquillo…
-¡No digáis tonterías! – rio “TN” – os estáis volviendo viejo.
-Chiquilla, ¿Qué puedo ser, diez años mayor que vos? – George soltó una carcajada. “TN” no hacía más que tomarle el pelo y él disfrutaba siguiendo sus juegos.
Pero aquellos diez años eran como veinte o más. Sus movimientos eran lentos y cansados. Su respiración demasiado sibilante en cuanto hacia algún esfuerzo. Sin embargo allí, en aquel momento se le veía tan fuerte y vigoroso que nadie hubiera dicho que estaba enfermo.
-¿y ya habéis terminado de recorrer las lindes? – preguntó George cambiando de tema. “TN” supo que por muy bien que se llevaran, todavía no había esa confianza para que él la contara sobre sus amoríos con la señora Tiata.
-Casi toda – ella se encogió de hombros - …como JOE no deja que me acerque al acantilado, eso me lo perderé. ¿Sabéis porque no le gusta a mi esposo ese lugar?
George asintió y se cruzó de piernas. Se cubrió con la manta cuando esta se echó a un lado con el movimiento.
-Su madre se lanzó desde el acantilado.
“TN” abrió los ojos con horror y George pasó a relatarle que se había suicidado por no considerarse amada. La contó sobre el antiguo Laird que prefería las batallas y el jolgorio que a su propia familia.
Estaba “TN” digiriendo todo aquello cuando JOE entró como un rayo en la casa y apoyando las manos en el respaldo de una alta silla clavó los ojos en George:
-Se acerca un ejército de al menos doscientos hombres – dijo a saco. – He enviado hombres a que me traigan los datos exactos.
“TN” se levantó mirándole:
-¿no pueden ser la comitiva de su excelencia? Quizá hayan decidido venir… - Dejo de hablar cuando “TN” negó con la cabeza.
-No puedo estar seguro. Es lo que pensé.
-¿no han enviado ningún emisario? – preguntó George extrañado.
JOE volvió a negar.
-¿Cuándo llegaran?
-tres días, cuatro a lo sumo.
“TN” se acercó a JOE y le tomó la mano con fuerza. Él la devolvió una mirada de plata cargada de preocupación.
-¿Y no tienes ni idea de quienes pueden ser? ¿Amigos? ¿Fegurson? – insistió “TN”.
-Quien sabe. Pero amigos que viajen con un ejército tan grande – hizo una mueca negativa con los labios. – Por si acaso voy a enviar hombres al extremo norte, y varios que vayan en busca de la comitiva de la reina.
George asintió. No era una buena señal que un ejército tan grande no enviara un emisario para ir abriendo camino.
Jaimie paseó furioso bajo el estrecho claro de luz. No podía quitarse las palabras de Annabella de la cabeza y sentía que iba a estallar en cualquier momento. ¡Por dios! ¡Thomas un asesino! ¡Ja! ¿Pero a quien se le habría ocurrido esa idea tan extravagante? Thomas, ni más ni menos.
Golpeó con fuerza un canto rodado y este chocó contra el tronco de un grueso árbol produciendo un sonido seco, como el partir una rama. Varios pájaros abandonaron su nido con prisas.
Thomas era una persona buena, tranquila. Desde siempre había evitado problemas y conflictos. Era el hermano de su madre y cuando ella falleció, se hizo cargo de él.
Habían compartido risas y preocupaciones. Le había obligado a leer y escribir. Lo había acogido de la misma manera que lo hubiera hecho con un hijo. Era totalmente inconcebible la idea de que él fuera el que mandó aquellas muertes. ¡No!
Ni siquiera el aspecto de Thomas era amenazante, ni su amabilidad, ni su talante. Jaimie ni siquiera lo recordó enfadado alguna vez, y de ser así, lo habría escondido tras una fachada de paciencia y educación.
No tenía ni idea de donde había sacado esa arpía esas ideas pero lo averiguaría. No pensaba dejar las cosas así fácilmente.
Su tío tenía derecho a defenderse de las graves acusaciones que se vertían contra él.
¡Si es que no tenía lógica! El ejército que Thomas poseía era porque JOE y él habían insistido mucho debido al gran número de bandoleros que últimamente asaltaban las propiedades. Casi todos los hombres de su caballería, eran mercenarios contratados en las tabernas o en los puertos, por lo que Thomas ni siquiera entrenaba su propio ejército. ¡Odiaba la guerra!
Cuando Jaimie contaba con diecisiete años, Thomas le ofreció la posibilidad de entrenar con los mejores, Balliol, Carrick e incluso Eduardo. Sin embargo, uno de los clanes más antiguos que no solían entrar en dispuesta a pesar de ser los mejores guerreros, fueron los JONAS.
El mismo George JONAS le había enviado a entrenar con sus hijos acogiéndolo como su pupilo. Había estado codo con codo con JOE, Godoy… se consideraba uno más de la familia.
George JONAS murió, y JOE se hizo cargo de todo el clan con la ayuda de su medio hermano bastardo. Jaimie pudo haberse marchado, sin embargo su afán de lucha y superación lo convirtió en un JONAS más y Thomas lo había sabido entender perfectamente.
Ahora seguían viéndose de vez en cuando, Jaimie aprovechaba siempre que podía para pasarse por sus tierras y saludarle. Era sangre de su sangre.
Se frotó el rostro presionando la frente con dos dedos. Por otro lado… ¿Por qué la MacBean iba a mentir? ¡Si le hubiera dicho cualquier otro, ni siquiera lo hubiera cuestionado! Pero ¿Thomas?
Con paso firme atravesó el campamento andando directamente hacia la joven.
Annabella lo vio venir y se encogió más bajo la gruesa capa que cubría su cuerpo. El hombre tenía el rostro como una fría mascara de movimientos imperceptibles.
-Escuchad – la tomó del brazo y la hizo levantarse del tocón sobre el que se hallaba sentada. La llevó entre las sombras alejándose de las miradas de los demás hombres – Thomas esta solo a medio día desde aquí – ella se encogió y su labio inferior comenzó a temblar. A Jaimie le hubiera encantado gritarla a la cara para que se diera cuenta de lo equivocada que estaba, sin embargo los ojos verdes le miraban aterrados. Como si él fuera un asesino criminal, un monstruo. Le dolió porque nunca la había dado muestras de comportarse de forma grosera - ¿os apañareis sola en las tierras de Surrey hasta que regrese?
Annabella hizo acopio de valor y elevó el mentón con altivez.
- ¡No me hacéis falta JONAS! Y de haber sabido que Thomas era vuestro tío… nunca…
-¿lo conocéis? ¿Habéis hablado con él alguna vez? – sin darse cuenta Jaimie la apretó el brazo más de lo debido y ella, con una mirada furiosa se deshizo de sus manos.
-La pregunta es: ¿hace cuánto que vos no lo veis? – Annabella cogió aliento y se alejó otro poco de él – Thomas ha frecuentado la casa de mis padres en bastantes ocasiones los últimos años. ¿Por qué vos no habéis ido nunca?
Jaimie la observó con ojos dilatados intentando averiguar si eran ciertas las palabras de la muchacha. Thomas con MacBean. No era amigos pero tampoco enemigos.
-¿Qué pruebas tenéis de ello? ¿Vos le visteis personalmente?
Annabella asintió.
- él dio la orden para que nos llevaran a las mazmorras de Surrey.
-¿os llevaran?
-Sí, había varios siervos – se encogió de hombros – nos separaron y no supe que paso con ellos.
Jaimie se cubrió la mano con la boca en actitud pensativa. ¡Por mucho que Annabella dijera era incapaz de creer!
-Hablare con él.
-¿y os contara toda la historia? – la muchacha intentó sonreír con cinismo, pero los fríos ojos azules de Jaimie se lo impidieron. Dio un paso más atrás. Si antes había tenido miedo al hombre por su corpulencia, ahora sentía pánico al saber qué clase de sangre corría por sus venas. Él arqueó las cejas – decirle que Warenne ha confesado – Annabella se apretó más contra su capa y asintió – os esperaré aquí.
Jaimie miró la oscuridad del cielo con indecisión. Si forzaba al caballo podría estar de regreso en Surrey justo cuando llegara la comitiva.
-Espero que os portéis bien – la dijo con un frio glacial en su voz - ¿sabéis usar el cuchillito que guardáis en la bota?
-¿queréis probar? – los ojos verdes brillaron con decisión ocultando el miedo que sentía.
-No. Guardar fuerzas para cuando regrese.
-… si es que regresáis – Annabella le dio la espalda con altanería y se acercó a una de las hogueras que recién alguien había atizado.
Jaimie la siguió con la mirada, todavía pensando que Annabella no tenía ningún motivo para mentir.
Azuzó a la bestia todo lo que pudo. No quería perder ni un solo momento pensando que Annabella bien podría haberle hecho una jugarreta al alejarlo de ella y las tierras de Surrey.
Todo el camino iba exponiendo los pros y los contras que acusaban a Thomas. No hallaba razón. Tampoco la encontró en las tierras de Thomas ya que tanto él como su ejército habían salido hacia for tress Noun untouchable. ¿Por qué? y ¿para qué?
Jaimie preguntó a varios de los siervos. Muchos conocían la amistad que Luxe había tenido con los MacBean. ¿Por qué él no conocía de esa amistad?
De regreso hacia Annabella, supo que quizá las palabras de la joven encerraban mucha verdad. Pero si Thomas había marchado con todos sus hombres hacia Noun untouchable ¿sería que lo andaba buscando a él? ¿O a “TN” MacBean?
De todos modos aún seguía sin poder creerlo hasta que no hablara con su tío, y pensaba hacerlo, desde luego que lo haría.
CAPITULO 36
-¡Te maldigo Douglas MacBean! – Briggitte profirió gritos a diestro y siniestro. Su voz estridente flotó en el tupido bosque de Inverness.
-No seríais la primera en maldecirme señora – el hombre ató su montura al grueso palo horizontal que habían clavado contra una de las paredes del patio del monasterio.
Las enredaderas y el denso follaje ocultaban la piedra rojiza de la edificación. Tras el edificio se escuchaba las aguas del molino.
Un monje cubierto de pies a cabeza salió a recibirlos con un pequeño libro de tapas de cuero en sus manos, señal que había estado leyendo recientemente.
Un par de hombres que viajaban junto a Douglas se quedaron en el patio con la mujer, mientras él penetró en la fresca galería con el religioso.
Le entregó el mensaje que le diera el JONAS de su puño y letra.
El monje frunció los labios con disgusto y a través de una de las vidrieras de tono amarillo estudió a la muchacha con el ceño fruncido.
A Douglas le hubiera gustado saber en qué pensaba. Sin embargo no se atrevió a preguntarlo.
Por fin el hombre asintió y mandó llamar a alguien. Una mujer de cuerpo rollizo y rostro sonrosado le recibió con una sonrisa.
-Soy la hermana Rose – la mujer evitó tocar al Douglas cuando le extendió una mano.
El joven sacó bajo el cinturón la pesada bolsa que tintineó en el balanceo. La depositó en la blanca palma de la mujer.
Ella sopesó la cantidad de monedas y seguidamente la introdujo entre sus hábitos.
-La muchacha estará bien aquí. – le aseguró.
-Vera, hermana. Mis hombres y yo necesitamos pasar la noche antes de regresar, sería posible…
-¡No! – Ella agitó la cabeza como si hubiera escuchado un sacrilegio – Hay una abadía abandonada a unas millas de aquí – le señaló la dirección – También un poco más hacia el oeste se hospedan el clan Fegurson. – con descaro comenzó a empujar a Douglas hasta que lo sacó del monasterio.
Briggitte esperaba con un hatillo de ropa sobre el suelo.
-¡Te odio! – le gritó al MacBean.
Douglas se detuvo ante ella con una mirada severa.
-Espero que vuestra estancia sea de placer – aspiró adrede la fresca brisa de las amapolas rojas que nacían entre verdes enredaderas de espino e hizo una graciosa mueca – solo espero que no os aburráis en demasía.
-Eres un hombre cruel MacBean – le dijo ella levantando el mentón con altanería – seguro que estaré mejor que vos.
-Eso espero – asintió él. Briggitte le detuvo aferrándose a la manga de su camisola.
-Por favor no me dejéis aquí. – le imploró con voz ronca y angustiosa – No me dejéis aquí, Os lo imploro MacBean. Llevarme con vos.
Douglas la miró contrariado. Briggitte seguía intentando mostrar su altivez a pesar de que luchara con las lágrimas. Era muy bella, bellísima y de gran fortaleza. Era una de esas personas que no se dejan vencer porque nadie puede ser mejor que ellos. Luego en el fondo, todo eso no era más que una tapadera para ocultar sus verdaderos sentimientos. Para admitir que eran como los demás y sentían.
La larga cabellera oscura caía sobre sus caderas en una profusión de gruesos bucles enredados. Y sus ojos exóticos, brillantes, le devolvían la mirada con un orgullo aplastante. Su figura, arrebatadora, como la de una princesa guerrera.
-Lo lamento señora.
-Me mantendré apartada de su pariente, pero… por favor. – Douglas la ignoró girándose hacia su montura – Podría acompañaros – insistió - ¿Qué deseáis a cambio MacBean?
Él se volvió con rostro serio. Su mirada la recorrió con lentitud de arriba abajo deteniéndose en las caderas y su delgada cintura hasta llegar a los cautivantes ojos de ella.
-No tenéis nada que ofrecerme – escupió.
-¿no os gusto? – se acercó a él hasta pegarse a su pecho. Douglas no se movió, su corazón en cambió tomó fuerza.
-¿Por qué hacéis esto señora? – la preguntó con tono tan agradable, ronco y sedoso a la vez, que Briggitte se apartó ligeramente para observarle con curiosidad. El rostro de Douglas era indescifrable, sus ojos color del caramelo eran cálidos y atractivos.
Ella apartó su mano del hombro de MacBean donde segundos antes la había puesto para intentar provocarle. Ahora se retractó de haberlo tocado.
-¿a qué os referís? ¿A intentar seduciros? – Douglas asintió - ¿y qué otra cosa puedo hacer? – Briggitte dio varios pasos atrás – Es lo único que poseo.
-¿Y la dignidad? ¿Dónde os la dejasteis?
Briggitte tragó el nudo que oprimió repentinamente su garganta. Jadeó.
-Mi dignidad murió el mismo día que nací, MacBean – con furia se limpió las primeras lagrimas que rodaron, sin embargo fingió una risa cargada de cinismo – ¡No es fácil ser la hija de una de las rameras del Laird y no seguir sus pasos!
-Pudisteis elegir. Imagino que después de lo que “TN” me contó podríais haber recurrido a vuestro hermano sin tener que… ensuciaros de ese modo.
Ella asintió. Sus ojos se oscurecieron.
-Podría – enarcó las bien delineadas cejas – pero esto – se señaló – es lo que todos esperaban de mí.
Briggitte enderezó los hombros, recogió su hatillo y caminó con porte regio hacia la puerta.
-¡Eh, MacBean! – le miró sobre el hombro. Douglas no se había movido del sitio con los ojos fijos en ella – Dile a tu prima que no se preocupe. El bastardo no es de su esposo. – sin esperar ninguna muestra de agradecimiento, Briggitte pasó juntó a la hermana para luego escuchar cómo se cerraba la puerta con un golpe seco.
Douglas subió sobre su montura y abandonó el monasterio y a la mujer que tantos problemas había causado al JONAS y a su prima.
Se detuvo en mitad del camino mirando hacia atrás. Esperando encontrarla una vez más.
Jaimie llegó hasta la cabecera de la comitiva. No había dormido en toda la noche y sus ojos a duras penas se mantenían abiertos.
Habló durante un rato con Roger de Norfolk. Ni siquiera deseaba creer que Thomas estuviera realmente involucrado en las matanzas, pero había una persona que no tendría más remedio que confesarlo. Warenne hablaría si deseaba un juicio justo, de lo contrario el mismo acabaría con él.
Jaimie sentía los ojos de Annabella pegados a su espalda. Ella viajaba junto a las damas de su excelencia en la primera carreta. Evitó mirarla hasta el momento justo que bajaban el puente levadizo de las tierras de Surrey. Entonces si volvió la cabeza hacia atrás y la encontró aferrada con las dos manos a su vestido como si eso pudiera salvaguardarla de algún peligro. Su rostro había perdido momentáneamente el color y los labios no eran más que una línea difusa en su boca.
Esa joven había sufrido mucho desde que asediaran sus tierras, pero no le extrañaba nada que su lengua viperina fuera la causante de todo. Se maldijo por tener aquellos pensamientos. Deseaba culparla como ella lo había hecho con su tío.
La sonrisa con que John de Warenne recibió a sus invitados, desapareció de su rostro al darse cuenta la clase de escolta que había elegido su hermana. Hombres experimentados enviados por Balliol para proceder a su detención.
Warenne no podía creer que estuviera siendo traicionado por su propia familia, sin embargo creyó ver una oportunidad cuando descubrió a Jaimie JONAS de Luxe.
Su gozo se fue a un pozo cuando le encerraron en sus propias mazmorras.
Estaba decidido a confesarlo. No iba a cargar con nada que no fuera suyo. Temía a Sir Thomas, cierto. Pero después de esto adivinó que el hombre sería ejecutado.
Él no iba a morir. Aun le quedaban muchos años por delante. ¿De qué le acusarían, de haber ordenado la muerte de JONAS? Él no lo había echo con sus manos. Testificaría y ni siquiera Balliol podría hacer nada. Y con los MacBean, los MaCgregor y los MaCgreysort. No tenía nada que ver. Por lo menos en las muertes, él solo recibía órdenes.
Se acercó a la estrecha puerta de madera recubierta con varias cintas de hierro macizo y oxidado. Había creído escuchar ruidos.
Dio un salto hacia atrás cuando Jaimie plantó la cara contra las sucias rejas superiores.
Tragó con dificultad y sus piernas temblaron nerviosas. Ese hombre con seguridad había ido a vengar al JONAS y lo iba a matar.
La puerta se abrió y Warenne reculó hacia atrás hasta que la pared le detuvo. O le mataba por el Guardián de Escocia o lo hacía para que no pudiera culpar a su tío. Warenne ni siquiera sabía que sus hombres habían fallado, y que JOE y “TN” continuaban con vida.
Su única solución era confesar, abandonar Escocia para apoyar a Eduardo y ubicarse finalmente en Inglaterra
Los ojos verdes barrieron una vez más los mares de pradera floreada que se extendían desde los muros hacia los páramos.
JOE la había asegurado que era imposible que nadie cruzara los límites sin su permiso y debía creer en él. Pero era tan complicado pensar que alguien pudiera estar preparándose para atacarles que la angustia latía constante en la boca del estómago.
“TN” no quería ni pensarlo. Tantas gentes inocentes… niños, jóvenes, hombres y mujeres.
Se acercó hasta la cama para sostenerse en un poste.
¡Que no tuviera miedo! la habían dicho los JONAS ¿Y cómo se hacía eso?
Respiró con velocidad y creyó marearse. Sus manos temblaron y un sudor frio envolvió su nuca descendiendo por la espina dorsal. Terror. Miedo, tanto o más que aquel que había sentido hacia años.
Sus recuerdos revivieron los gritos, el humo, el crujido de la madera siendo devorada por el monstruo de fuego que los cubría. Sintió piedras cayendo a su alrededor, el choque de los claymors… y más gritos. Unos pidiendo ayuda y otros pidiendo guerra, unos liberando el miedo y otros espirando su último aliento.
JOE la encontró echa un ovillo sobre el suelo. Cubriéndose los oídos con las manos y con los ojos fuertemente cerrados. Jadeando.
-“TN”, “TN” – la cogió entre sus brazos susurrando contra su frente – Estoy contigo – musitó. La colocó con delicadeza sobre la cama y se echó sobre ella tratando de calmarla – No pasa nada. Todo va bien. Ya sabemos quiénes son – la acarició el cabello con paciencia.
Ella le miró desorientada por unos segundos sin entender que había ocurrido.
-¿Qué ha pasado mujer? ¿Te has mareado? – JOE seguía susurrando para no alterar la paz del dormitorio. La preocupación se reflejaba en el fuerte rostro.
“TN” asintió y se aferró a su cuello con fuerza, aplastándolo contra ella. Su corazón todavía latía acelerado. Aún sentía el frio sudor de su cuerpo y tragó varias veces para no vomitar.
-¿sabes quién es? – preguntó ella un poco más aliviada intentando respirar con normalidad.
-Sí. Ha enviado el emisario, es un amigo de la casa. Viene a conocerte. Lo raro es que nunca había venido tan preparado. – la besó en la frente – no debes preocuparte mujer. Te he dicho que aunque vinieran por las malas no tendrían nada que hacer.
-Sé lo que me has dicho – se incorporó quedando sentada en el colchón – mi padre también decía lo mismo, claro que se suponía que no debían atacarnos porque no teníamos enemigos.
JOE se levantó y caminó despacio hacia el arco de la ventana pensando cómo decir las cosas sin ofender a “TN” ni a su familia.
-Tu padre no estaba tan entrenado ni preparado como yo.
“TN” no pudo responder a eso porque seguramente JOE tuviera razón. MacBean no era tan grande como Noun untouchable, ni había poseído nunca tantos hombres. Si hasta en las casas de la aldea, JONAS las triplicaba, eso sin contar los numerosos edificios y almacenes.
Recordó incluso el día que le dijo a JOE que los MacBean poseían pocos caballos. En Noun untouchable cada caballero tenía el suyo, y ella misma poseía su propio corcel, cosa que en MacBean jamás se la hubiera pasado por la imaginación.
-Pero yo no puedo evitar sentir miedo – le dijo con voz temblorosa. JOE se giró para mirarla desde la ventana. El sol bañó sus largos cabellos castaños – Cuando pienso en lo que sucedió. – hizo una pausa y su mente regresó de nuevo a esa noche - Me asustaron las voces fuertes, mi padre gritaba en el salón y la mayoría nos levantamos de la cama para ver que ocurría – tragó con dificultad y lágrimas de dolor abnegaron sus ojos – mis primas, Annabella y yo, nos quedamos en un rincón esperando a que mi madre saliera del cuarto. – “esperar aquí” nos dijo. Lo siguiente que recuerdo fue a mi padre gritándonos “correr a la despensa” “todas juntas correr a la despensa” me miró – “TN” sollozó y JOE se acercó hasta los pies de la cama – me dijo ““TN”, no desobedezcas ahora” – agitó la cabeza ya sin tener ningún control sobre sus lágrimas que rodaban pos sus mejillas. –No quise desobedecerlo pero lo hice. Perdí a… iba tras de Annabella… - JOE se sentó a su lado y la arropó entre la calidez de sus brazos.
-Ya no importa “TN” – la obligó a mirarle poniendo un dedo bajo la barbilla.
-Si Douglas no me hubiera sacado de allí… no sé qué habría…
-Ni lo sabes ni lo sabrás nunca. Yo aprendí hace mucho tiempo a ver las cosas buenas y positivas que nos hacen bien. – se encogió de hombros – quizá por eso siento debilidad por comprar todos estos artefactos, como tú los llamas, y tanto nos divierten. Porque tenemos que dejar paso al futuro. No podemos seguir reteniendo los años por mucho que queramos. Debemos olvidar.
“TN” lo miró con una media sonrisa. ¡Y lo decía él que la había prohibido ir al acantilado! No dijo nada. No quería herirle y hacerle recordar cosas malas cuando ella estaba deseando olvidar las suyas.
-Intentaré no volver a tener miedo – mientras él hablaba, ella había dejado de llorar y se estaba retirando las lágrimas con el puño de su vestido.
-Sé que eso es difícil “TN”. Pero debes confiar en mi cuando te digo que a mi lado estas segura.
-Si mi señor.- carraspeó - ¿y bien? ¿Quiénes son los visitantes?
-Es un antiguo amigo de la familia. El tío de Jaimie. Te va a encantar, es un hombre muy agradable – la tendió la mano y “TN” se levantó de la cama dejando atrás el susto y el miedo.
-La diré a Sonsilia que prepare sus habitaciones.
JOE asintió.
-Te ves muy pálida mujer. Deberías descansar un poco. – de improviso el hombre la capturó la boca en un beso húmedo antes de marcharse del dormitorio.
PEZA
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