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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
—I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
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Re: —I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
Hola me llamo Kate y he sido incapaz de resistirme a tu idea, es tan sñlfksñldkjjd. Ahora mismo te dejo la ficha.
- i want you back:
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indigo.
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Re: —I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
♡Nombre del Representante: Nina Dobrev.Ginebra Ross.
♡Rol: Amigos con beneficios.
♡Chico:Harry Styles.
♡Capitulo u O.S de tu autoria:
- running away {one shot:
- Era un bonito día para hacer un picnic en el parque, para dar un paseo o simplemente asomarse a la ventana a disfrutar de los rayos de sol. Era uno de esos días que escaseaban en la ciudad, normalmente encapotada y gris. Normal que Inglaterra tenga uno de los índices más altos de suicidio, con este tiempo… ¿quién no se suicidaría por disfrutar de un poco de luz, aunque solo fuera esa que supuestamente ves antes de morir?, pensaba con frecuencia Bryony.
Sí, definitivamente era un buen día para hacer casi cualquier cosa al aire libre. Menos para asistir a un funeral. Una gran cantidad de gente vestida de negro se encontraba congregada en la parte oeste del cementerio, alrededor de una bonita tumba de caoba rodeada de coronas de flores de diversos colores. A su lado, un caballete de madera portaba la fotografía de una mujer mayor que bajo sus innumerables y adorables arrugas escondía unos bonitos ojos verdes acompañados por una sonrisa del tamaño de América, como mínimo. Mientras el reverendo Roy entonaba las plegarias, algunos de los presentes lloraban, unos miraban a la nada y los más mayores decían repetidamente; él siguiente soy yo, seguro que no llego a las próximas Navidades. Salvo Bryony, ella sostenía la rosa blanca bien aferrada entre sus manos, provocando que las espinas penetraran en su piel. Parecía que el dolor físico y el emocional estaban enzarzados en una ridícula competición por ver cuál le causaba más daño. No lloraba, ya no le quedaban lágrimas que soltar. Se sentía seca y vacía, como un desierto. La melodía alegre y alentadora de Here comes the sun proporcionaba a la situación un toque irónico.
Florence Relish dejaba el mundo en un día magnífico. Seguro que si Bryony pudiera oír la voz de su abuela diría algo como; ¡Aquí os quedáis pringados, pudriros en este mundo decrépito mientras yo me lo paso bomba de uno de esos banquetes celestiales! La chica fue incapaz de retener la risa y sus labios se elevaron hacia arriba, pero segundos después las lágrimas volvieron a asomarse por debajo de sus gafas negras. ¿Qué haría a partir de ese momento sin su adoraba abuela?, nunca había conocido a otra familia. Siempre caminó agarrada de su mano y con su presencia el mundo parecía un poco menos malo, menos enfermo. Pero las cosas buenas tienen su final antes o después, solía decir Florence y el cáncer terminó con una de las pocas cosas buenas que tenía Bryony.
Sus hombros empezaron a convulsionarse arriba y abajo. Inmediatamente un fuerte brazo rodeó su cuerpo con firmeza, ayudando a que continuará quieta en medio de ese tumulto de emociones que la acosaban.
—Si estas adorables ancianitas siguen lamentándose de esa forma, seré yo quien se meta en ese agujero. —Susurró el chico en su oído con tono burlón.
Bryony tampoco pudo contener la risa en esa ocasión. Se deshizo de las gafas de sol dejando al descubierto los dos moratones bajo sus ojos marrones, empequeñecidos por el sol y el cansancio. Miró a su amigo, que le sonreía desde todo lo alto que era con una dentadura perfecta. Zayn Malik había sido su mejor amigo desde que entró a trabajar a la redacción de la revista Hot News hacía tres años. Era de esas personas puras, de las que solía hablar su abuela. De ese tipo que iba por la vida regalando sonrisas, buen humor y bondad sin esperar recibir una recompensa. No se había separado de él desde aquel día. Zayn era la otra cosa buena que tenía en el mundo, cuando estaban juntos todo lo demás carecía de importancia. Era un bonito descanso de la realidad. Y muy en el fondo sabía que sus sentimientos hacia él superaban los límites de la amistad. No se trataba de amor, hacía tiempo que dejó atrás su faceta de adolescente que se enamoraba hasta de una flor. Pero podía calificar sus sentimientos como una atracción irrefrenable por sus labios, su sonrisa, sus ojos e incluso de la arruga que se formaba en su barbilla cuando se enfadaba. Sin embargo, su miedo a perderle y que él no sintiera lo mismo frenaba todos esos impulsos. Necesitaba a Zayn en su vida, de la forma que fuera. Sobre todo en ese momento, ya no quedaba nadie en la tierra que le importase de verdad. Ni siquiera las personas que fingían ser sus amigas.
—Gracias por estar aquí, eres un buen amigo. —Descansó su mejilla en el brazo de Zayn.
—Apreciaba a tu abuela, y tú me necesitas, merece la pena perder un día de trabajo por esto —depositó un beso en la coronilla de la muchacha con ternura.
El silencio volvió a tornarse sobre todos los presentes, era el momento de dedicar unas palabras a la
fallecida, pero Bryony deshizo la idea. Se sentía sin fuerzas para hablar de ella en pasado, de contar como la enfermedad la fue consumiendo hasta la muerte. Las personas aquí presentes sabían cómo era, no necesitan un recordatorio absurdo. Durante el descenso del ataúd Bryony tuvo que reprimir sus ganas de tirarse tras él, sacar a su abuela y regañarla porque su broma dejó de tener gracia hacía unas horas. Pero su raciocinio la ayudó a controlarse. Una hora más tarde tenía entumecidos los huesos de la mano derecha de tantos apretones, olía a una mezcla de los perfumes empalagosos de las amigas de su abuela y sentía la necesidad de dormir durante una semana. Aunque sabía que una vez en la cama no podría pegar ojo.
Metió la llave dentro de la cerradura del pequeño piso que compartía con su abuela cerca de Piccadilly Circus. Al abrir la puerta una ráfaga de recuerdos la invadió. El pequeño salón comedor se encontraba bien iluminado e igual de acogedor que siempre. Las flores de su abuela no se habían marchitado (como iban a hacerlo, si solo había sido una noche) y en el aire todavía podía apreciarse un leve olor a las magdalenas de arándanos de Florence. Para la chica el mundo se vino abajo de nuevo y ella caía junto con él.
—Puedes venir a mi casa unos días, hasta que sepas que vas a hacer. —Zayn la rescató de nuevo y con delicadeza condujo su cuerpo hasta el sofá de color morado.
Se desplomó en él embriagada por el dolor de sus piernas por haber pasado tantas horas en pie. Dejó caer la cabeza en el respaldo y cerró los ojos momentáneamente. Su amigo esperó paciente a que se recompusiera.
-—He vivido aquí con ella toda mi vida… —dijo Bryony poco después, reprimiendo las lágrimas incipientes —, no sé, es como si ya no tuviera sentido estar aquí.
Apoyó los codos sobre sus rodillas y enterró la cara entre las manos. Su abuela nunca fue una persona con un poder monetario elevado, de hecho siempre habían vivido con lo justo y necesario. El piso era lo único que le pertenecía por completo, y sin embargo sin ella no quería nada de lo que había en ese lugar. Ni siquiera los recuerdos, si pudiera los dejaría encerrados ahí dentro bajo siete candados.
—¿Piensas venderlo? —Preguntó el chico, como si hubiera leído los pensamientos de su amiga.
—Quizá, creo que es una decisión que debo tomar con la cabeza un poco despejada y tras al menos diez horas de sueño seguido. Pero creo que la respuesta es casi evidente, no tengo donde ir y mi sueldo de periodista no me da para cogerme un piso decente que no cargue con tres compañeros de piso. Esto es mío, al fin y al cabo… —abrió los brazos queriendo abarcar toda la amplitud de su casa.
—La proposición de antes era seria, puedes venir a mi casa, por un tiempo indefinido —sus ojos mostraban una intensidad sobrecogedora.
Lo rechazó con una sonrisa y una leve negación de cabeza. Apreciaba su preocupación, y la hubiera aceptado si se tratara de un amigo “cualquiera”. Bryony conocía de primera mano la inestable vida amorosa de Zayn, no solía pasar solo la mayoría de las noches. Y con sus sentimientos a flor de piel, no se creía capaz de soportar con frialdad una de esas escenas.
—Como he dicho, es algo que debo pensar con detenimiento. Lo tendré en cuenta. —Sonrió de la manera más amplia que pudo.
Zayn notó crecer la impotencia en su estómago. Verla de esa manera le mataba de una forma que no quería conocer. Bryony, de por sí tan alegre y alocada parecía consumirse por segundos. Podía notar ese dolor como si se tratase del suyo propio. La quería, de una forma antes desconocida para él. Por eso nunca se había atrevido a ir más allá, porque temía que su corazón se destrozará si esa muchacha no sentía lo mismo.
—¿Necesitas que me quede, quieres comer algo…?
Bryony río ante el nerviosismo de su amigo, estaba desacostumbrado a no poder hacer nada para solucionar los problemas de los demás. Él era así… y le encantaba.
—Estoy bien, me enfundaré una sudadera que me llegue hasta las rodillas, unas mayas y me echaré en la cama hasta que consiga descansar un poco. Vete a casa, ya es tarde y mañana tienes que ir a trabajar. Todo estará bien por aquí.
Zayn perdió unos segundos mirando el rostro aceitunado de la muchacha y sus profundos ojos marrones surcados de ojeras y dolor. Suspiró con pesar, cuando Bryony quería estar sola, era mejor respetar su decisión. Agarró una de sus pequeñas manos entre las suyas por unos momentos.
—Llámame si necesitas cualquier cosa, vendré corriendo.
—Gracias, estaré bien de verdad. Y quita esa cara de muerto, que no te sienta nada bien. —Disfrutó del contacto de sus pieles un poco más.
Finalmente Zayn se levantó, depositó un beso de despedida en su mejilla y a regañadientes, abandonó el piso.
A la mañana siguiente todo volvió a la normalidad, el cielo estaba cubierto por la neblina de cada día y los rayos de sol no habían dejado ningún rastro de haber existido. Londres volvía a ser la ciudad enferma y gris en la que creció. Bryony tenía la sensación de haber dormido por algunos años ya que a cada rincón que miraba todo le resultaba desconocido. Esa sensación radicaba en una sola cosa, la muerte de su abuela. Al abrir los ojos deseó que todo lo del día anterior fuera una tomadura de pelo, que su abuela entrara en su dormitorio tarareando la melodía de la canción de cuna que solía cantarle de pequeña, levantara la persiana y le arrancara las sábanas de entre las manos. Sin embargo, la habitación continuó en penumbra con ella hecha un ovillo bajo las sábanas mientras esperaba algo que no llegaría.
¿Qué hago ahora?
Se repetía incansablemente en su mente buscando la respuesta en algún lugar de su cerebro. Y cada vez que creía obtener la respuesta una nueva preguntaba caía en su mente, ¿por qué venimos a un mundo como esté?, ¿qué finalidad tiene existir si luego puede venir una enfermedad y matarnos?, la muerte de su abuela le estaba haciendo plantearse tantas cosas… se sentía tan perdida y no encontraba ninguna vía de escape que la hiciera volver a poner los pies en la tierra. Tenía la ligera sensación de llevar días encerrada en esa habitación. Cuando pensó que ya no llegaría a levantarse nunca más las palabras que le dijo su abuela cuando Peter, su último novio, la dejó acuden a su mente. En la vida nada será como pretendas que sea, las personas pasarán por tu vida como tú pasas los canales de la televisión. Por eso no puedes permitir perder ni un solo día de tu vida lamentándote por nadie, porque esas personas no se quedarán en la cama lamentándose por ti.
Con una fuerza que no parecía suya se levantó de la cama y se metió en la ducha. Fue como bañarse en un manantial de agua caliente que la rejuveneció al menos tres años. El dolor de sus huesos desapareció y se lamentó porque el de su interior no lo hizo. Con tranquilidad secó su pelo con el secador. Aunque le hubiera gustado que el motivo de sus vacaciones en la redacción fuera otro, agradeció tener unos cuantos días para ella sin tener que ir con prisas en todo lo que hacía. Una vez vestida salió de su habitación, decidida a enfrentarse a los recuerdos intensos que la llevaban acosando horas. Hasta que no llegó al salón no se dio cuenta de lo vacío que resultaba todo sin la presencia de Florence. A través del único ventanal de la sala comprobó que llovía y parecía hacerlo de una forma más intensa que de costumbre, como si lo hiciera con rabia. Los cielos también lloran tu pérdida, se dijo así misma. Como no tenía hambre se acurrucó en el sofá con los brazos apretados contra el estómago tratando de hacer desaparecer esa sensación de nervios, vacío y dolor que había en ella. Sin resultados.
Tenía que vender esa casa, o al menos alquilarla hasta que no fuera tan duro estar metida dentro de esas cuatro paredes. Si tenía suerte podría salir de allí en menos de una semana, varias chicas de la redacción estaban pensando en independizarse y el piso estaba bien localizado. No sería difícil, pero qué pensaría su abuela, ¿pensaría que estaba huyendo como un cachorrito asustado?
Su teléfono comenzó a vibrar poco después y la foto de un sonriente Zayn apareció en la pantalla. Durante la noche había tenido la necesidad de llamarle en innumerables ocasiones solo que se contuvo. Seguro que Zayn había aprovechado su día libre para quedar con alguna chica, aunque le dolía sabía que no tenía derecho a sentirse así porque solo eran amigos y Zayn se ofreció a quedarse con ella muchas veces antes de marcharse anoche.
—Buenos días. —Saludó una agradable voz desde el otro lado de la línea. —¿Has descansado algo?
Bryony sonrió y notó que el peso de su estómago desaparecía parcialmente.
—Pude hacerlo después de pasar horas y horas dando vueltas en la cama.
Un suspiró de descontento llegó desde el otro lado de la línea telefónica.
—Debiste haberme llamado, te lo dije. –La regañó Zayn como si fuera una niña pequeña, lo que le sacó de quicio, eso es lo único que odiaba de él. Que a veces la hablara como si estuviera tratando con una niña pequeña.
—¿No deberías estar trabajando? —Decidió cambiar de tema.
—Hoy también me he tomado el día libre, me sentía culpable por dejarte sola… —el pequeño enfado de antes se volatizó al escuchar sus palabras.
—Gracias, pero no era necesario —dijo ella.
—Claro que es necesario, me necesitas aunque no quieras reconocerlo. No te conviene estar sola, puedo ir a tu casa si quieres.
Bryony miró a su alrededor y sus ojos volvieron a anegarse por las lágrimas. Estaba totalmente decidido, alquilaría al piso y se marcharía de allí. No podía sobrellevar la situación levantándose cada día en esa casa.
—¿Me ayudarías a guardar todo en cajas?, quiero marcharme cuanto antes.
Tras esas palabras no podría dar marcha atrás y no estaba segura de querer hacerlo. Puede que un cambio de aires le viniera bien. Vivir en una parte más relajada de la ciudad… sí, es una buena decisión se mire por donde se mire, se convenció.
—Veo que has decidido venderla, ¿sabes a dónde irás? —Pregunto él en lo que Bryony entendió en un tono de emoción.
—Si me dejas, me gustaría quedarme en tu casa hasta que encuentre algo y a alguien que quiera el piso.
—Si bien no le hacía gracia ver a Zayn con otras chicas, menos gracia le hacía gastarse sus escasos ahorros en un hotel.
—Por supuesto que sí, y sabes de sobra que no hace falta que busques un piso. —Su insistencia por irse a vivir con él indefinidamente le molestaba un poco, ¿acaso quería que viera con sus propios ojos la influencia que tenía en las mujeres?
—Lo iremos viendo, ¿a qué hora vienes?
—Procuraré tardar lo menos posible, nos vemos en un rato.
Colgó el teléfono y se quedó observando la pantalla. Necesitaba urgentemente una distracción hasta que su amigo viniera, porque si no corría el riesgo de tirarse por la ventana. No se atrevía a sacar las cajas y guardar las cosas de su abuela ella sola. Entonces algo acudió a su mente. Se vestiría con el viejo jersey de lana blanco de Florence. Cuando era una niña, su abuela, para llegar a fin de mes trabajaba por las noches en un bar algunos días por semana y dejaba a Bryony con una niñera. La niña solía tener pesadillas en esa época por la reciente muerte de sus padres. La señora, para evitar esos episodios de terror le dijo a su nieta que se metiera dentro del jersey, impregnado en su olor a lavanda, cerrara los ojos e imaginara que la estaba abrazando. Tal vez, ese suave contacto la calmara en esos momentos.
Sin detenerse a pensarlo se levantó y caminó hacia la habitación de su abuela. Una vez dentro trató de no fijarse mucho en todo lo que allí había, esa habitación era la que más recuerdos portaba. Cogió el taburete de madera y del estante más alto del armario saco la prenda bien doblada. Una vez en el suelo se sentó en la cama y lo desdobló con cuidado. Para la sorpresa de Bryony dentro había un sobre blanco con su nombre escrito con la inconfundible letra de Florence. Su corazón comenzó a palpitar dentro de su cuerpo desenfrenadamente. Se echó hacia atrás para poder cruzar las piernas sobre la cama y con manos temblorosas abrió el sobre. Desdobló la hoja con cuidado y con una mezcla de sensaciones se decidió a leer. En la cabecera del folio estaban escritos con letra grande una serie de dígitos. Y después, comenzaba a hablar su abuela:
“Para mi querida y hermosa nieta:
Te escribo para darte mi último regalo y mi último consejo, dos cosas que espero que te cambien la vida radicalmente. Pero antes de nada, un pequeño paréntesis, como esos que solían hacer en las escenas de alta tensión de las películas que veíamos los domingos, ¿lo recuerdas?... deseo que sigas con nuestro ritual aunque yo no esté.
Antes de guardar la carta en el jersey pasé un día entero pensando en el escondite perfecto para ella, temía que la encontraras antes de que muriera. Supe que este era el lugar idóneo porque sabía acudirías a la prenda buscando uno de mis abrazos. Siempre fuiste una niña asustada, con el espíritu más valiente que he conocido. He tratado de criarte ajena a todas las maldades del mundo, creo que lo hice bien, porque te has convertido en una mujer decidida, sincera y atrevida, cualidades que si se emplean bien te harán llegar a lugares que el resto del mundo no se atreve a imaginar. Solo te falta usar ese valor y perderle miedo a vivir.
Te estarás preguntando que son los dígitos que hay escritos arriba. Bueno, esos números son tu pasaporte a una vida mejor. Cuando tus padres murieron te dejaron una herencia y yo he ido aportando durante estos años todo lo que he podido. Sí hija, has pasado de una dura lucha para llegar a fin de mes a ser millonaria, ¿de verdad pensabas que te dejaríamos así sin más? No tendrás problemas en el banco, el señor Collins conocía mis deseos, te entregará la tarjeta de crédito en cuanto acudas a buscarla. Solo has de decir tu nombre y enseñarle la pulsera de oro de cuando eras una niña.
Y después de ello, quiero que cumplas mi última voluntad.
Has pasado la mayoría de tu vida estudiando, trabajando y soportando las puñaladas traperas de la gente. Este mundo te está contaminando poco a poco las malas energías. Por eso quiero que cojas el dinero y huyas de esta ciudad enferma. Recorre el mundo, conoce gente, culturas y aprende el verdadero sentido de vivir. Necesito que a partir de ahora, vivas tu vida sin rendirle cuentas a nadie. Porque tú, mi adorada niña, no viniste al mundo a sufrir, sino a ser feliz. Y sé que tu felicidad solo empezará cuando huyas de este lugar.
No merece la pena que te compadezcas de mí, he dejado de ser una esclava del trabajo y de la maldad de las personas. Estaré bien, en donde quiera que me encuentre.
Y antes de irte, te obligo a que hagas una cosa. Dile a ese encantador muchacho todo lo que sientes por él, merece la pena gastar un par de segundos en confesarle tu amor a Zayn. Tienes que perderle el miedo a la vida, Bryony. Di lo que te plazca, siente lo que te plazca y nunca ocultes tus sentimientos. ¿Qué es lo peor que te puede pasar si te rechaza?, nada. Porque si lo hace significará que hay otra persona en el mundo destinada para ti. De verdad, espero que uses ese espíritu valiente que tienes escondido y te lances a la piscina.
Siempre estaré a tu lado, mi niña querida. Y si alguna vez me echas de menos, eleva la vista y yo seré el trozo de cielo que veas en ese momento. Te quiero.”
Tras la última palabra, las lágrimas cayeron sobre el papel haciendo que la tinta se corriera. Por supuesto que su abuela no se iría así sin más. Bryony se encontraba en un dulce estado de shock. Florence le estaba dando la oportunidad de vivir la vida como quisiera. Ya no debería vivir para sobrevivir, sino para disfrutar. ¡Por Dios, era asquerosamente rica!
Se puso el jersey sobre la camiseta de tirantes blanca, así su abuela la acompañaría. Rápidamente fue a su habitación y de debajo de la cama sacó su maleta. La puso encima de la cama, la abrió y empezó a echar montones de ropa. Haría caso a su abuela, perdería el miedo a vivir y a partir de ese momento sería como ella quisiera.
Y la mejor forma de empezar era confesando a Zayn que llevaba loco por él tanto tiempo como se conocían. Le pediría que se marchara con ella, que huyeran juntos. Era una idea descabellada, tal vez él se riera de ella, pero la vida se basaba en locuras. Y deseaba con todas sus fuerzas que Zayn formara parte de su nueva locura.
Los minutos comenzaron a pasar con una tortuosa lentitud. En su interior sentía que se avecinaba tormenta y lo que más le aquejaba era la calma que precedía a ese hecho. Para evitar tirarse por la ventana comenzó a prepararlo todo. Dejó la maleta al lado del sofá y se fue en busca del pasaporte en blanco. Se emocionó como una niña pequeña al pensar en todos los sitios que visitaría. Tal vez encontrara inspiración para escribir. Había tantos tal vez que le gustaría convertir en realidad y en todos ellos se imaginaba a Zayn al lado. Se sentó a esperar y poco después sonó el telefonillo. Corrió a abrir y dejó la puerta entornada.
Sus piernas se habían convertido en mantequilla y las manos le sudaban de una forma descomunal. Este es tu momento, date una oportunidad, saca ese espíritu valiente que tu abuela dice que posees. Escuchó el sonido de unos pasos y al verle entrar con su radiante sonrisa su corazón dio una voltereta lateral. Vestía con ropa oscura que acentuaba aún más sus preciosos ojos. Le dedicó una sonrisa que acto seguido se esfumó al ver la enorme maleta.
—¿Y eso? —Preguntó sentándose en la mesilla de madera, frente a Bryony.
La chica decidió empezar por lo más sencillo de contar. Poco a poco, todo sería más fácil, trataba de convencerse a sí misma.
—Me marcho. —Dijo simplemente, con uno enorme nudo en la garganta, era como si sus cuerdas vocales estuvieran agarradas con una goma del pelo, impidiendo hablar claro.
—¿Cómo qué te vas, a dónde te vas? —preguntó con tono de alarma el chico.
—Pues había pensado en empezar por Roma, sabes que siempre me ha gustado…
—¡Te vas de la ciudad, pero no te mudabas conmigo!
En pánico comenzó a dominar el cuerpo de Zayn. Ella no podía irse y dejarle allí, simplemente no podía.
—Tengo una herencia de millones de libras, soy asquerosamente rica.
Bryony apretaba sus manos y miraba a Zayn con los ojos empequeñecidos. Tenía que decírselo de una vez, ¡díselo de una vez!, se gritaba a sí misma.
—Ser rica no te obliga a irte de la ciudad. —Su miedo a perderla se había transforma en enfado, hacía sí mismo, por no atreverse a decir todo lo que sentía.
—No me voy por ser rica. Lo hago por mi abuela y por mí… —tomó aire tres veces, ese era el momento, el espíritu valiente era liberado por fin. —Pero antes tengo que hacer una cosa, bueno, más bien decir una cosa. —Zayn la miraba atentamente, y por alguna razón, perdió cualquier miedo que hasta entonces había tenido. —Me gustas… no de la forma que te gusta un amigo, sino como algo más. Me gustas siempre, cuando estás enfadado, cuando sonríes. Me gustas desde todas las perspectivas que sea posible mirarte y…
Antes de que tuviera la oportunidad de exponer por completo sus sentimientos. Los labios de Zayn la hicieron callar. Primero fue un contacto suave, de reconocimiento. Se miraron a los ojos por unos instantes y está vez fue Bryony quien se lanzó a sus labios. Eran como las imperfectas piezas de un puzle, sus lenguas encajaban la una con la otra como si ninguna de ellas estuviera hecha para nadie más. Ninguno de los dos cabía en su cuerpo de felicidad al comprobar que el otro sentía lo mismo. Si tenían algo que reprocharse, eran esos tres años de miedo a exponer sus sentimientos. Florence tenía razón; la vida va demasiado deprisa como para pararse un solo segundo a esperar.
Minutos después se separaron a regañadientes, aunque solo lo suficiente para poder hablar. Sus frentes seguían unidas y Zayn frotó con delicadeza su nariz sobre la de la chica. Ninguno abrió los ojos, queriendo disfrutar de ese momento.
—Huye conmigo, —Susurró Bryony con la respiración agitada —ven a vivir a mi lado, lejos de todo el mundo.
Zayn pensé que se la había parado el corazón momentáneamente. ¿Irse con ella, dejar toda su vida de lado así de un día para otro? Abrió los ojos y se vio reflejado en los suyos marrones. Sí… merecía la pena dejar todo por ella.
—Sí. —Aceptó volviendo a unir sus labios, como si se tratara de un sello. —Me voy contigo a donde sea, de la forma que sea. Solo me importa estar a tu lado.
Y así se marcharon lejos de las ataduras a las que les tenía atados la sociedad. Juntos, como llevaban tanto tiempo deseando. Dejando a todo el mundo con la boca abierta, tachados como locos. Una decisión precipitada. Pero la vida era una montaña rusa, y ellos se encontraban en la primera fila del vagón a puntos de ser lanzados hacia un nuevo capítulo de su vida, un capítulo mejor. Y todo gracias a una mujer, la valiente y especial Florence Relish.
- back to december {n.c:
- Siempre fui de ese tipo de ser humano que no encajaba los problemas. Quedaba atrapada en una especie de letargo insonoro e indoloro. Donde nada me afectaba; queriendo, pero sin poder sentir. Después llegaba ese algo, ¿sabéis cuál? Ese algo que puede ser cualquier cosa: una canción, una fotografía o incluso una inocente gota de lluvia. Que desataba todas esas sensaciones que debí experimentar poco a poco, una detrás de la otra. Y que en cambio llegaban acumuladas, intensas y devastadoras.
No me gustaba comportarme de esa manera, mi fachada era la de una persona fría y lejana, mi interior un mundo lleno de emociones y sentimientos, que ante cualquier actitud experimentaba una reacción. Siempre quise ser de ese tipo de persona capaz de llorar con la cara descubierta, sin esconderme. Capaz de expresar mis sentimientos, sin temor.
O al menos eso quise, hasta que se marchó.
Un estudio afirma que el cuerpo de un ser humano normal solo está capacitado para experimentar 32 unidades de dolor. Yo podía jurar, que cuando su boca pronunció esas dos palabras, rompí con ese estúpido estudio. Nunca pensé que una persona fuera capaz de llegar a un nivel tan alto de devastación. Donde no sabes quién eres, si estás, si lo superarás. Te haces tantas preguntas sin respuesta a ti misma; ¿tan poco le importaba?, ¿ha sido mi culpa?, ¿cómo le retengo a mi lado si lo que quiere es marcharse?
Un instante después de saber que se marcharía –sin ningún tipo de remordimiento brillando en sus ojos –quise volver a mi antigua estancia en la que no había nada. Quise recuperar a la Haley impertérrita que una vez fui. Sin saber que no volvería, ni una semana, ni tres años después. Se había marchado junto con él y esos sueños de los que no formaba parte.
Hay situaciones en la vida –amores, siendo más precisa – que nos marcan de una forma tan profunda que provocan un cambio irrevocable en nosotros mismos. Te sientes diferente ante todo, comienzas a tomar la vida de una manera distinta. Las personas de tu alrededor resultan desconocidas, hasta ellas parecen cambiar su actitud contigo porque conocen tu desgracia. Llegan a mirarte con pena, lo que en consecuencia provoca que tú cambies también. Y eso fue lo que sucedió conmigo. Mi genuina confianza en las personas mutó a una precaución frente a todo ser capaz de respirar e inducir dolor. Si ya me lo dijo mi padre una vez; no te ates a nada que pertenezca a la vida, porque encontrará la forma de herirte.
—Haley, está listo el pedido de la mesa tres.
La voz de Paolo llegó a mis oídos en el momento preciso para no volver a sumirme en un torbellino de rencor y tristeza. Me incorporé de la mesa en la que parcialmente me había tumbado y me dispuse a volver a mi trabajo.
—¿Cuál era su pedido? —Pregunté a la vez que remangaba las mangas de la camisa color granate que formaba parte del uniforme.
—Una margarita tamaño familiar con extra de queso. —Gritó la voz de Fiona, la mujer de mi jefe, por encima del ruido que la masa de la pizza producía al caer.
—Aquí tienes. —Tyler, el chico encargado de repartir las pizzas a domicilio, pasó como una bala por mi lado haciendo malabarismos para darme mi encargo. Se lo agradecí con una sonrisa y con el codo de mi brazo derecho empujé la puerta para salir al comedor.
Llevaba trabajando en Fifí’s Pizza cerca de dos años. Estaba regentada por una familia italiana que había cultivado una gran fama gracias a sus pizzas caseras. Incluso los experimentos de Paolo, pizzas de masa de hojaldre recubiertas con siropes de distintos sabores. El local siempre estaba a rebosar, ya fuera por cenas de empresa, parejas, o familias.
Especialmente aquel domingo a las dos de la tarde. Repleto de matrimonios con ruidosos y traviesos niños que se dedicaban a sembrar el apocalipsis en el lugar. Por la que las dos siguientes horas las pasé entrando y saliendo de la cocina cubierta de pedidos. Estaba a punto de tomarme un descanso cuando algo hizo que me cayera de culo en uno de los taburetes de la barra.
—¡Mamá, sale One Direction en la televisión! —Miré a la dueña de esas palabras con los ojos refulgiendo de rabia.
La mayor parte del tiempo eludía con gran habilidad la televisión, la radio –afortunadamente Paolo solo escuchaba música italiana – y las redes sociales, que nunca llamaron especialmente mi atención. Sin embargo, había momentos como ese, en los que en lugar de apartar la mirada y continuar con mi vida como si nada. Quedaba paralizada, sin escuchar y sin sentir nada que no fuera un vacío en mi pecho y los martillazos de mi corazón bajo las costillas. Momentos, en los que mi mirada viajaba sola hasta la pantalla. Encontrándose con la suya, que en realidad no me miraba.
Ahí era cuando me daba cuenta de todo el tiempo que había transcurrido, de lo cambiado que estaba. Al verle era como experimentar sensaciones de otra vida. Sí, eso era, sentía que todo lo que tuvimos formaba parte de una vida anterior. Aunque solo hubieran pasado tres años, en los que él se hacía más famoso día tras día y yo estaba más atrapada en esa ciudad.
Se veía tan asquerosamente feliz, guapo y radiante. Parecía una persona irreal, y lo era, al menos para la mayoría de las personas. Inalcanzable… No podía evitar preguntarme si quedaba algo del chico sensible y sencillo que me enamoró hacía tres años atrás. ¿Realmente la fama cambiaba tanto a las personas?
—Son guapos, ¿verdad?
La voz grave y estruendosa pertenecía Miranda, mi compañera y también hija de mis jefes. Era una rubia de metro ochenta y uno, de caderas anchas y pechos prominentes. Por no hablar de los hoyuelos que asomaban por las comisuras de sus labios al sonreír, o esa mirada felina. Mirada con la que parecía comerse la televisión.
—¿Quieres una palangana?, lo digo por las babas —espeté de mala gana, deshaciéndome de la gorra.
Aparta la vista, no te importa, no te importar lo más mínimo… me repetía esas palabras igual que un mantra.
—A veces pienso que eres de otro planeta, no entiendo como eso –señaló a los chicos con énfasis. —No te mueve un solo pelo de la cabeza.
Nadie que no perteneciera a mi pasado sabía que Zayn Malik, probablemente uno de los hombres más deseado del planeta en esos momentos, había mantenido una relación conmigo. Quería que desapareciese por completo, comenzaba a ser feliz poco a poco, ya no tenía pesadillas y era capaz de ver películas de amor sin tirarme al suelo a llorar. Era innecesario malgastar tiempo explicando a cada persona lo que había hecho.
—Tal vez sí sea un marciano — bromeé tratando de hacer desaparecer el mal sabor de boca –Me voy a comer algo antes de que mi hora de descanso termine.
A las seis de la tarde mi arduo día de trabajo llegó a su fin, podría irme a casa a descansar por primera vez en todo el fin de semana. Tal vez viera una película con Abby o por el contrario me encerraría en la buhardilla a escribir un rato. Me despedí de todos y me sumergí entre la neblina.
La calle solo estaba iluminada por las sombrías luces amarillentas de las farolas. Cogí mi juego de llaves entre los dedos con la punta de las llaves hacia afuera, por si algún individuo indeseado me asaltaba por la calle y clavársela en el ojo si era necesario.
Mi sueldo de camarera a media jornada no era suficiente para costearme un piso en un buen barrio. Aunque estaba acostumbrada a ello. Para una chica perteneciente a una familia obrera de Bradford, poder independizarse en el centro de Londres era considerado todo un lujo.
Afortunadamente, al ático abuhardillado que compartía con Abby se encontraba solo a un par de
manzanas de distancia. Por lo que en menos de diez minutos ya estaba introduciendo la llave en la cerradura. En cuanto crucé el umbral de la puerta me embriagó un dulce y reconfortante olor a magdalenas. Lo que solo podía ser una cosa, mi compañera y amiga; estaba experimentando de nuevo en la cocina.
—Ya estoy en casa. —Grité lo suficientemente alto para que me escuchara.
—Hola.
Un saludo me llegó por encima del ruido de los utensilios de cocina. Me deshice del abrigo y la bufanda y caminé hacia la cocina. Donde se encontraba sepultada por kilos de azúcar glas, harina y mil cosas más que no sabía para qué servían. La cocina no era uno de mis fuertes.
—¿Cómo te ha ido en trabajo? —preguntó batiendo con fuerza la masa. Llevaba puesto su delantal y tenía la cara manchada de harina. Abby, por si no había quedado claro todavía, se dedicaba a la pastelería creativa. ¡Y qué pastelera! Sus creaciones eran dignas de la pastelería más famosa del mundo. Con su masa esponjosa, sus mezclas de sabores y esa decoración tan cuca.
Me dejé caer en una de las sillas de madera y el cansancio ascendió por mis piernas. Apoyé la cara entre mis manos suspirando pesadamente.
—Pareces cansada, ¿has tenido que trabajar mucho?
—Ha sido agotador… —titubeé un segundo antes de contarle lo que me había sucedido – Sobre todo porque lo he visto. — El ya conocido nudo de mi garganta me apretaba las cuerdas vocales.
—Tienes que acostumbrarte a hacerlo, al fin de cuentas, salen en la mayoría de los programas —dijo en tono conciliador y precavido. Conocía mis arranques de ira, era igual de sensible que una flor en lo respectivo al tema.
Abby fue la primera persona que conocí cuando llegué a Londres y también la única que conocía mi pasado. El motivo por el que me había marchado era evidente. No quería seguir en Bradford cuando el volviese, no quería saber nada más de él.
—Lo sé, es solo que… —mi voz sonaba tan trémula y triste…
—Lo entiendo, de verdad —me aseguró Abby inclinándose por encima de la mesa con su mirada marrón clavada intensamente en mí— Él continuó con su vida, no miró atrás y si hubieras significado algo para él, hubiera vuelto a buscarte. ¿Tú le ves por aquí?, porque yo no. Haley no quiero sonar dura, pero evitando las redes sociales o cualquier aparato electrónico en el que puedas verle, no es una forma de superarlo. Date una oportunidad o al menos piensa en dártela.
Por mi doloroso que fuese, y como acostumbraba a pasar. Abby llevaba razón.
indigo.
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Re: —I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
resultados when? me pongo eufórica, ahno.
Invitado
Invitado
Re: —I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
Hola! chicas ya volví! andaba desaparecida por cosas que me pasaron. Ahora me pongo a contestar sus comentarios y a ver todas sus fichas
besos<3
besos<3
Nothing.
Re: —I want you back.||N.C.||RESULTADOS<3||
Holly. escribió:[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]♡Nombre del Representante: Lea Michele 'Sally Greenwood'
♡Rol: Falta de Tiempo
♡Chico: Liam Payne
♡Capitulo u O.S de tu autoria: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
- Caap:
“Heather, no! – Gritó Marie, mi madre, mientras sentía cómo mis manos apretaban el gatillo”
Me desperté luego de una horrible pesadilla. Cada mañana comenzaba con aquella sensación de miedo y angustia que había sentido ese día, el recuerdo siempre volvía y mis ganas de llorar aumentaban. Jamás había querido matarlo, pero había sido un accidente. ¿Quién iba a pensar que una persona podría caminar justo hacia la bala? ¿Por qué debía pasar justo por ahí?
Me levanté de la cama y caminé hacia el tocador. Mi cara, como siempre, pálida y ojerosa. Jamás había tenido color en las mejillas y había nacido prácticamente con bolsas bajo mis ojos. Caminé hacia el baño y me di una larga ducha fría. En mi mente, se repetían los gritos mientras mis sollozos se habían audibles.
“- Asesina, lo has matado – Gritaba mi llorosa madre”
Salí de la ducha, más nerviosa que antes. Era mi primer día en la nueva ciudad, y no sabía cómo me recibiría la gente. ¿Se enterarían alguna vez de que tienen como vecina a una asesina? No, pero yo no era considerada una joven peligrosa ¿o sí?
De repente, escuché una voz que me hizo sonreír. La voz que me había salvado en varias ocasiones y que iluminaba mis mañanas más oscuras.
- Heather, ¿dónde estás? – Escuché como Harry cerraba la puerta y dejaba unas bolsas en el recibidor.
- En el cuarto. – Dije, mientras comenzaba a vestirme. Escuché como la puerta se abría y unos brazos fornidos me abrazaban. Era él, lo sabía. – No te había escuchado salir, pensé que te vería al despertar.
- Lo siento, ángel. Salí a comprar donuts para el desayuno, quería que me acompañaras pero te veías tan linda durmiendo que no quise molestarte. – Depositó un suave beso en mi cuello y me di vuelta, abrazándolo más fuerte. Sus brazos se tensaron al sentir mi desesperado apretón. - ¿Has vuelto a tener otra pesadilla, Heather?
- Sí, pero es siempre la misma. – Comenté, me solté de sus brazos y me dirigí hacia la cocina. Jamás le había contado mis pesadillas, pero él ya sabía cuáles eran mis recuerdos. Harry había estado presente, él había visto todo.
- No me esquives, sabes que debemos hablar de eso. – Sentí sus pasos caminando detrás de mí, me estaba siguiendo y lo sabía pero yo no necesitaba hablar del tema. Yo necesitaba que me haga olvidar todo y me diga que las cosas irían bien. –Sé que no quieres hablar, pero algún día debemos dejarlo ir.
- No puedo dejarlo ir, Harry. Soy prófuga de la justicia y eso no lo olvidará la policía. Si me encuentran, iré presa y tú lo sabes. Así que no me pidas que me olvide de mi problema porque no pasará. Y lo sabes. – Sabía que no debía gritarle ni ponerme nerviosa, pero me molestaba mucho que siempre me dijera que debía olvidarlo. ¿Cómo puedo olvidar algo de lo que me arrepiento? ¿Cómo puedo olvidar su sonrisa, antes de morir? ¿Cómo puedo olvidar los gritos desgarradores de mi madre? ¿Cómo puedo olvidarme de haber asesinado a mi hermano? – Para ti, todo es fácil. Steve no era tu hermano, era el mío y jamás podré olvidarme de él.
- No era mi hermano, pero lo quería como tal. – Estaba provocando su ira, y lo sabía. Agarró mis muñecas y me empujó contra la pared. Esto iba a terminar mal, podía presentirlo. - ¿Crees que no me arrepiento de haberte dado ese arma? La culpa es tanto tuya como mía, y no puedes cambiarlo. Algún día debes dejarlo ir, aunque sea doloroso.
- Tú me diste el arma, pero yo apreté el gatillo. Es mi culpa, mi problema. – Comenté mientras luchaba por soltarme, me estaba empezando a cansar de estas discusiones matinales. – Ahora suéltame, ya me estoy cansando.
- No te soltaré hasta que entiendas, y lo harás por las buenas o por las malas. Tú elijes, ángel – Dijo mientras me colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.
- Tú debes entender que es difícil y siempre lo será. Tú no sabes lo que es escuchar a tus padres gritándote “basura”, ya no me reconocen como su hija. Ahora sólo soy una fulana que mató a su hijo, sólo eso.
- Ángel, no llores. - Me estrechó entre sus brazos, donde me sentía protegida. Harry era la única persona que me hacía sentir segura con sólo abrazarme. Comencé a sollozar mientras escuchaba su voz diciéndome que todo estaría bien.
- Gracias – Comenté mientras me secaba las lágrimas y me separaba de la seguridad de sus brazos. Antes de irme, agarró mi brazo y me di vuelta para encontrarme con sus dulces labios sobre los míos. - ¿Prometes que todo estará bien?
- Te lo prometo, ángel. – Volvimos a juntar nuestros labios, haciendo que el momento sea agradable y re confortable.
___________________________________________
Ángel, cada vez que me llamaba así mi corazón se aceleraba. Era un apodo que me había puesto en la secundaria, cuando nos conocimos. Ese día había sido mágico, había sentido la chispa desde el primer momento en que lo había visto. Era mi mejor amigo y nada cambiara eso, ni mis sentimientos.
_____________________________________
Debía conseguir trabajo, pero prefería esperar a que la tormenta cesara. Me miré al espejo por última vez, y salí. Harry me esperaba sentado en el sillón blanco del living, mientras miraba su reloj. Caminé hacia su lado y me senté.
- Hoy, conocerás a unos amigos. – Me miró a los ojos y agarró mi mano, dándome seguridad.
- No estoy muy segura de esto, Harry. – Le dije mientras comenzábamos a pararnos. Él quería que tuviera nuevos amigos, pero yo no estaba segura de compartir el mismo deseo.
- Tranquila, les caerás bien. – Depositó un pequeño y dulce beso en la comisura derecha de mis labios, él confiaba en mí y yo confiaba en él.
- I want you back:
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Bueno, me llamo Mar y shipeo la pareja de Lea y Liam. No sé, me parecen re tiernos juntos y por eso los escogí, hasta me imaginé la escena y todo.
No sé si existe el apellido "Greenwood", pero sonaba perfecto y lo puse
Aceptada.-
Oh dios! mató a su hermano. ¿Como fue eso posible? no lo creo!
Pero que fue lo que paso!!. Me gustó mucho, enserio. Cada vez que alguien audiciona se me hace más y más complicado :(
No hay faltas de ortografía y eso me gusta
So, ya estás participando. Mucha Suerte!!<3
Pero que fue lo que paso!!. Me gustó mucho, enserio. Cada vez que alguien audiciona se me hace más y más complicado :(
No hay faltas de ortografía y eso me gusta
So, ya estás participando. Mucha Suerte!!<3
Chao!
Nothing.
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