to love is to destroy. {will herondale}

—Gideon. —Repitió ella a su hermano al que no había visto desde hacia tiempo, no sabía dónde había estado, ni qué había sido de él, ¿qué hacia con Woolsey?
—¿Qué haces con mi hermana, Herondale? ¿No te bastó con Tatiana?
—Venimos a ver a Scott, Lightwood, y no creo que sea de tu incumbencia si me acuesto con tu hermana o no.
—¡¿Te acuestas con mi hermana?! —exclamó Gideon enojado. Jenna siempre había creído que Gideon era el más atractivo de los Lightwood, tenía el cabello rubio y los ojos verdes, era un chico atractivo a simple vista.
—No, por supuesto que no —respondió Jenna mirando a Will con desprecio.
—Más te vale, Herondale, porque si lo haces juro que te corto el cuello.

Will sonrió divertido y Jenna quiso darle una bofetada. ¿Cómo podía sonreír en situaciones así? En ese momento la situación era seria como para que pudiera reírse, sabía que la risa era sarcástica pero le frustraba que lo hiciera. Jamás se reía de algo normal, siempre se reía en situaciones completamente incómodas.

Gideon se hizo a un lado y los dejó pasar. La casa tenía un hedor a putrefacción y parecía que nadie había aseado jamás aquel lugar. Todo estaba desordenado y esparcido por el suelo, pero a Gideon no parecía importarle mucho. Aunque a Will sí, tenía una especie de manía con el orden y con que todo estuviese siempre en su lugar.

Jenna miró a Will, fruncía el ceño y movía las manos con cierto nerviosismo.

—Estableced el orden; el hábito se encargará de mantenerlo. —Habló Will inventando su propia cita.
—Cuando sea tu casa, tú la limpias y la tienes como quieras —respondió Gideon sin mirarlo.

Caminaron un poco más y Gideon abrió la puerta de lo que parecía ser la sala de estar, ahí estaba Woolsey Scott, con su cabello rubio alborotado y los ojos cerrados, aunque no estaba dormido; parecía que reflexionaba.

—Woolsey, vinieron a verte.
—¿Quién? —preguntó el licántropo abriendo los ojos—. Ah, Herondale, un placer volver a verte —dijo sarcásticamente—, y tú, jovencita, no tengo ni idea de quién eres pero debo decir que eres muy hermosa.
—Cuidado con lo que dice, Scott. —Advirtió Will.
—¿Acaso te importa, Herondale? ¿Es tu novia o algo parecido? Porque, si me permites decir, no parece muy feliz contigo. Debo decir que creí que eras bueno para esa clase de cosas, pero al parecer no lo eres tanto.
—Como sea, no venimos a eso. Queremos saber que sabe a cerca de Josiah Wayland.

Woolsey frunció el ceño, ¿qué querrían saber dos muchachos a cerca de el Cónsul? Además, él no sabía muy bien sobre Josiah ni nada que tuviera que ver con él, sabía que tramaba algo pero no estaba seguro de qué. Sospechaba que era algo que tenía que ver con los subterráneos, quería que ellos hicieran algo, pero de eso no tenía idea.

—No hay nada que saber, es un mentiroso.
—¿Podría decirnos qué sabe? —suplicó Jenna tratando de parecer débil y convincente.
—Wayland es un estúpido cobarde, no puede hacer nada por sí solo. Sé que tiene que ver algo con los subterráneos, quiere que hagamos algo por él pero no estoy seguro de qué. Ha hablado con Camille Belcourt y algunos brujos, subterráneos poderosos, aunque aún no he tenido el lujo de que él venga a verme.

Will escuchó como la puerta sonaba y se tensó. Asomó la cabeza por la pequeña ventana de la sala que daba a la calle y vio a el Cónsul Wayland.

—Es el Cónsul —dijo en voz baja.
—Oh, les sugiero que se vayan por la puerta de atrás antes de que sepa que estuvieron aquí, eso les causaría problemas.

Will salió apresuradamente de la sala tomando a Jenna del antebrazo para poder salir de ahí aunque no tenía intenciones de hacerlo, pretendía esconderse para poder escuchar qué tramaba. Terminaron por esconderse detrás de la escalera en un pequeño rincón. Ambos estaban apretujados y con los cuerpos demasiado juntos, aunque Jenna no se sentía tan incómoda como Will que tenía que encorvarse demasiado para tener cupo ahí.

—Woolsey Scott, qué gusto volver a vernos —habló el Cónsul.
—Lástima que no pueda decir lo mismo, Wayland, ¿qué quiere?
—Oh, señor Scott, debería tener más modales, ¿no lo cree?
—¿Con usted? —preguntó burlón—, usted no merece ni un saludo, agradezca que lo dejé entrar a mi casa.
—En ese caso puedo suponer que no me ayudará.
—¿En qué quiere que lo ayude?
—Haré una fiesta a donde irán los subterráneos más importantes, y usted está invitado. Espero pueda asistir, lo único que necesito es su presencia.

El silencio reinó por un buen rato, pero al final Woolsey lo quebró.

—Ahí me verá.
—Gracias, Woolsey, sabía que podía contar con usted.

Se oyó el sonido de la puerta de la sala abrirse y el Cónsul salió de la casa.

Will decidió que ya era hora de marcharse así que tomó a Jenna por el antebrazo y la sacó de ahí. Seguramente Woolsey sabía que ellos no se habían ido y habían escuchado absolutamente todo, pero lo mejor era irse en ese instante, antes de que el licántropo se enterara de que no se habían ido cuando él lo pidió. Además Scott no era un hombre muy razonable, no escuchaba, sólo quería golpear al otro, sin duda no podrían llegar a un acuerdo justo.

Salieron a la calle y se pusieron a caminar buscando el carruaje para regresar a Instituto. La mayoría de los hombres miraban a Jenna con deseo, pero trataba de no fijarse en eso, aunque ya no veía al anciano al que Will había amenazado.

—Herondale, quiero a la chica —dijo un hombre.
—Oh, Bard, siento decirte que no está ni a la venta ni a la renta.
—¿Sabes, Herondale? La gente pagaría mucho por ella y yo quiero ser quien la venda. —Dijo Bard, quien era un hombre de mediana edad con una cicatriz atravesándole el rostro. Tenía un largo cuchillo en la mano derecha y parecía decidido a quedarse con Jenna. Aunque Will la tomaba fuertemente por el antebrazo.
—Vamos, Bard, si nos dejas ir prometo no hacerte daño.

Bard soltó una carcajada, no parecía tenerle ni un poco de miedo a Will Herondale y eso no era bueno.

—¿Tú? ¿Hacerme daño? Tal vez seas bueno, Herondale, pero no lo eres tanto como para enfrentarte a todos nosotros.

«¿Todos nosotros?» se preguntó Jenna y miró a su alrededor, había varios hombres parecidos a Bard y armados, sin duda, aunque Will y ella fueran cazadores de sombras y supieran pelear bien, no podrían contra tantos hombres.

—Si deseas pelear, Bard, podemos pelear.
—Me parece justo, Herondale. Si yo gano me quedaré con la chica y no podrás hacer nada.
—Y si yo gano, ella viene conmigo.

Will soltó a Jenna del antebrazo y ésta se sintió insegura rodeada de tantos hombres, además era muy difícil pelear con el vestido y correr lo era aún más.

Bard tomaba el cuchillo con decisión y Will sólo estaba armado con un cuchillo serafín. Pero Jenna no quería gritar, no quería demostrar que le importaba. Aunque por supuesto que le importaba, si Will perdía ella se quedaría con una bola de hombres pervertidos y asquerosos, su vida estaba en juego.

Bard fue el primero en asestar un golpe, pero Will lo esquivó con facilidad y le dio una buena patada en el estómago haciendo que Bard se desequilibrara. Pero no fue suficiente para dejarlo fuera de combate porque le dio un buen golpe a Will en el costado derecho haciendo que éste hiciera una mueca de dolor, pero no tardó en golpear a Bard en la garganta.

A Jenna la rodeaban los ancianos y hombres, parecía que ellos jamás habían visto a una chica o algo parecido, la miraban como si fuera un trozo de carne y ellos fueran animales hambrientos. Trataba de no mirarlos, ni prestarles atención, pero era imposible no hacerlo cuando te miraban
de esa forma y estaban por todas partes.

A Will tampoco parecía irle muy bien, Bard era lento pero era mucho más corpulento que Will y eso era una gran ventaja para él ya que sus golpes eran muy potentes. Aunque Will tenía un punto a su favor, Bard era tan corpulento que eso lo volvía lento al moverse, sólo tenía que esquivar los golpes por un rato más y el hombre no tardaría en cansarse.

—Quiero que seas mía —le dijo un hombre a Jenna.
—Y yo quiero que te jodas.

El hombre sonrió mostrando dientes sucios y desiguales, pero Jenna fingió que no le importaba, no quería verse débil delante de ellos. Quería parecer fuerte, aunque en algunos momentos le parecía complicado fingir que no le afectaba que los hombres la miraran como un bocadillo.
Will golpeó a Bard tan fuerte en el rostro que lo derrumbó hasta el suelo. El hombre no daba señales de estar bien, parecía un muerto; pero aún respiraba. Will había ganado.

—Te lo advertí, Bard.

Will se alejó medio cojeando y volvió a tomar a Jenna del antebrazo. Jenna lo ayudó a caminar más de la mitad del camino porque Will cojeaba de la pierna derecha ya que Bard le había dado un buen golpe en la rodilla.