to love is to destroy. {will herondale}

Jenna se levantó con cierta pereza y estirando los brazos para poder despertar un poco. Tenía el cabello más enmarañado de lo habitual y se le notaba cansada a simple vista. La cama del Instituto era mucho más dura que la suya y había tardado un buen rato en acomodarse para conseguir dormir en paz. Además estaba la inquietud de tener a Will Herondale durmiendo o haciendo lo que sea que haga por las noches.

Entró al pequeño baño y se dio una ducha rápida, se cepillo el cabello y después lo agitó para que le quedara alborotado como siempre. Se revisó en el espejo y se puso el uniforme de combate, el cual consistía en unos pantalones oscuros, botines del mismo color, un largo saco con un cinturón para los cuchillos serafín y una remera negra. Seguramente pasaría la mayor parte del día entrenando ya que no tenía nada mejor que hacer y no conocía mucho a los habitantes del Instituto, entrenar era su mejor opción.

Salió de su habitación y ahora sí conocía muy bien el camino hacia el comedor, no necesitaba la ayuda de nadie, mucho menos la de Will Herondale que aprovechaba cualquier situación disponible para hacerle la vida imposible. Cuando llegó al comedor todos ya estaban ahí desayunando tranquilamente, bueno, en realidad no del todo, Jessamine y Will peleaban pero Charlotte le había dicho que era costumbre que lo hicieran durante todos los desayunos, algunas veces, incluso, se les unía Henry.

Sophie le sirvió el desayuno y lo comió con gusto. No tenía ni la menor idea de qué era pero estaba muy bueno, así que no importaba mucho qué fuera mientras no sean mariscos. Jenna odiaba los mariscos.

—Charlotte, —habló Will— si un pato y una paloma pelearán, ¿cuál de los dos ganaría?
—El pato —respondió Jem con tranquilidad.
—¡Te lo dije, Will! —Chilló Jessamine llena de alegría.
—Lo que diga Jem no cuenta, ¿Charlotte?
—El pato.
—¿Henry?
—Pato.
—¿Jen?
—Pato.
—¿Qué tienen todos ustedes con los patos? ¡Son horribles!

Will parecía molesto, confiaba plenamente en que él ganaría, comúnmente lo hacía o al menos según él conseguía la victoria, pero esta vez todos estaban en desacuerdo con él. Por lógica un pato sería más fuerte que una paloma, son más grandes y salvajes, las palomas en cambio son bastante idiotas.

—A mí me gusta el pato, pero cocido y con sal —admitió Henry mirando a su plato en el cual no había un pato, ni siquiera un ave, era una especie de sopa.
—Henry, no es por ofenderte pero a nadie le importa cómo te gusten los patos —dijo Will mirando aburrido su comida.

«¿Qué no hacían nada más que discutir» se preguntó Jenna mirándolos a todos, los únicos que nunca decían nada para pelearse con otros eran Jem y Charlotte, sólo intervenían si la situación se salía de control y hasta el momento no estaba del todo mal. Pero ya se pondría peor o al menos eso parecía porque Will estaba furioso, seguramente no dejaría las cosas como estaban.

Jenna terminó rápido de desayunar para dejar de oír a Will y Jessamine discutiendo. La pelinegra jamás había discutido tanto con alguien salvo con Will, pero no era difícil discutir con él debido a que cualquier cosa que dijera la decía con doble sentido para hacerte molestar.
Antes de que pudiera salir del comedor Jessamine había preguntado algo que la incluía así que decidió quedarse, no iba a permitirles hablar de ella a sus espaldas.

—¿Por qué ella está aquí? —Preguntó la rubia mirando a Jenna de arriba abajo.
—Porque mi padre creyó que sería mejor que siguiera con mi entrenamiento aquí.
—¿Benedict Lightwood dijo eso? —Will parecía impresionado, sus expectativas y pensamientos de el señor Lightwood eran malos y él creía que aquél hombre era un mediocre idiota.
—Lo creas o no sí lo dijo.
—Bipolar de mierda.
—¡Will! —chilló Charlotte de pronto. No había prestado mucha atención a nada de lo que había sucedido en el desayuno pero la palabrota de
Will la había hecho alterarse.
—¿Qué? ¿Acaso es malo decir la verdad?
—William Herondale, es su padre, no puedes hablar así de él —le reprochó Charlotte.
—No, está bien señora Branwell. —Interrumpió Jenna mirando a Charlotte con cierta comprensión, no era de extrañar que Charlotte sintiera desesperación por Will, honestamente todos sentían cierta desesperación por él salvo por Jem, el parecía siempre apoyarlo aunque dijera la estupidez más grande del mundo. Jem siempre estaría ahí para él.
—No, Jenna, no lo está.
—La verdad no me importa, con permiso.

Jenna se paró y salió del comedor. La gente del Instituto era agradable pero sin duda Will y sus constantes comentarios imprudentes lo arruinaban todo para ellos. Seguramente una de las razones por las cuales el Cónsul quería un infiltrado en el Instituto era por Will. Él solía desobedecer a la clave una y otra vez sin obtener consecuencias porque Charlotte abogaba por él diciendo que “sólo era un muchacho”, que sea un muchacho no le da derecho a infligir la ley y salirse con la suya.

Entró a la sala de armas y tomó una espada corta, movía el arma con una facilidad increíble, verlo de esa manera hacia que pareciera sencillo tomar un arma y blandirla así. Sus movimientos parecían ligeros y siempre acertados, era como una especie de baile con cuchillos. Fascinante.

—Has mejorado —confesó Will entrando con paso tranquilo.
—Lástima que no pueda decir lo mismo de ti.
—Fingiré que no dijiste eso. —Sonrió burlón y tomó un cuchillo largo que estaba junto a Jenna. Ella lo seguía con su mirada cargada de odio—. Te propongo algo, princesa, apuesto a que puedo ganarte en un combate. Y si yo gano te beso.
—Muy bien, príncipe, pero si yo gano, ¿qué?
—No me besas.
—No parece justo, pero bien.

Jenna tomó dos largas y afiladas espadas. Le gustaban las espadas, mucho más que los cuchillos serafín, se sentía mucho más poderosa con dos enormes espadas las cuales manejaba a la perfección gracias a que había sido entrenada por cazadores de sombras bastante experimentados en el uso de las armas.

Will a diferencia de ella tomó un cuchillo pequeño, pero sabiendo que Jenna tenía muy buena fama de corta cuellos, decidió que un simple cuchillo no lo haría ganar nunca. Tomó una espada corta y se dirigió a mirar a la chica que estaba parada frente a él; tenía la mirada perdida observando a su alrededor.

—¿Preparada para besarme?
—Creo que tendré que acabar con ese sueño tuyo.

Will sonrió burlón y esquivó la espada que casi corta su cabeza. Aunque le costara mucho admitirlo, tenía que confesar que Jenna peleaba asombroso aunque se tratara de una chica. Por lo que él sabía ella vivía en su casa con dos hombres, incluso los sirvientes eran hombres. Su madre había muerto hacia mucho tiempo dejándola sola y desamparada, después de eso su hermana se había casado dejándola sola de nuevo. Después Gideon se fue pero Will debía suponer que aquella perdida no había sido tanto para ella, después de todo era su hermano mayor y comúnmente los menores odiaban a los mayores. Aunque sospechaba que Jenna estaba tan rota como él.

Intentó derrumbarla pero la chica con una especie de pirueta evitó que Will siquiera llegara a tocarla. No le gustaba perder frente a los chicos, quería demostrar que las mujeres podían ser tan buenas como ellos o incluso mejores. Su padre siempre había sido “machista” en el sentido de la Clave y la guerra, él creía que las mujeres deberían quedarse en casa esperando para cualquier cosa que necesitaran los hombres. Pero ellas eran fuertes y también poseían habilidades. Jenna creía que su padre estaba cegado por el orgullo y poder que tenía, delante de todos parecía ser fuerte y cruel cuando ella bien sabía que sólo era un hombre al cual le habían dado demasiado. Tanto le habían concedido que el poder lo estaba matando.

Después de durar un rato intentando tirarse al suelo y demostrando quién era el mejor, estaban cansados. Una capa de sudor frío les cubría la frente y se sentían bastante agotados. Querían dejar de pelear pero el orgullo era mucho más valioso y fuerte que el cansancio, ninguno de los dos se derrumbaría, probarían quién es el mejor aunque duraran así todo el día.

Jenna giró sobre sí en el suelo para evitar que Will le pusiera la espada en el cuello. Lo tiró junto a ella con un buen golpe en la pierna, pero no emitió sonido alguno más que su cuerpo cayendo junto al de ella. Parecía agradecido de haber sido derrumbado por fin.

—Gané, Herondale.
—Te equivocas, Lightwood. Gané yo.
—Quisieras.
—No quiero cosas que ya tengo. Me debes un beso.
—Creo que dejaré esa deuda pendiente.

Jenna se paró y se fue de la habitación para ir a la suya. Pero se sorprendió al ver que Sophie estaba haciendo el aseo, no quería incomodarla pero no conocía otra parte del Instituto que no fuera su habitación.

—Casi termino, señorita. —Dijo Sophie sacudiendo las sábanas y acomodándolas con cuidado.
—No se preocupe, señorita Collins, no quiero apresurarla.

A Sophie le sorprendía la bondad de la chica Lightwood, tal vez todos los cazadores de sombras del Instituto se habían equivocado con ellos. Jenna era amable, en lo poco tiempo que llevaba de conocerla había demostrado una educación increíble con ella, ni siquiera había mencionado su cicatriz y parecía no percatarse de ello.

—¿Sabe, señorita Collins? Para nosotros, los cazadores de sombras las cicatrices son símbolo de honor. No tiene por qué avergonzarse.
—Eso lo dice porque usted es hermosa.
—Y usted también lo es, sólo que no quiere darse cuenta de ello.

Sophie no quería demostrar debilidad frente a Jenna Lightwood pero sintió como se sonrojaba, ¿y si lo que ella decía era verdad? ¿Y si ella realmente era hermosa pero no quería darse cuenta? No, no lo era, aquella cicatriz, la que Jenna describía como “símbolo de honor”, le quitaba toda la belleza que alguna vez pudo poseer. Además ella no era cazadora de sombras, el talento que pudo poseer pudo haber sido la belleza pero no la tenía por culpa de un hombre.

—Yo no soy cazadora de sombras, señorita Lightwood, esta marca que llevo en el rostro no es símbolo de honor, como usted dice.
—¿Y quisiera serlo? Cazadora de sombras, me refiero.
—Charlotte nunca permitiría…
—Le estoy preguntando qué quiere, señorita Collins, no qué quiere la señorita Branwell.
—Usted es diferente a los demás Lightwood, no es como habían descrito a su familia. —Confesó Sophie cambiando radicalmente de tema. No quería que Jenna supiera que ella moría por ser una cazadora de sombras.
—Gracias, supongo.
—Es un cumplido.
Jenna sonrió ligeramente y entró al baño para ducharse.