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to love is to destroy. {will herondale}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: to love is to destroy. {will herondale}
me encanta tu firma
✦ ausente.✦
pixie.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
si mich
✦ ausente.✦
pixie.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
Gracias La hice anoche, estaba aburrida y me puse a ver imagenes retro y taran(?
moondust.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
lo retro es tan genial necesito una camiseta o vestido de cómic :O
no en serio me encanta ;)
no en serio me encanta ;)
✦ ausente.✦
pixie.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
Awww... Ya tengo otra hermana aquí en el foro(? Yo amo todo lo retro
moondust.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
Que genial!! :hug:Herondale. escribió:Awww... Ya tengo otra hermana aquí en el foro(? Yo amo todo lo retro
✦ ausente.✦
pixie.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
me alegro de que te haya gustado<33. re malota ahq.Bradley. escribió:¡Solo decir que me encanto!
No puedo poner un gran coment porque estoy a escondidas:cc
tobias.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
edito y subo<33.Herondale. escribió:Ann... Publica cuando puedas e.e
tobias.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
Capítulo dos.
Cuando terminó de ducharse Sophie la ayudó a ponerse un vestido azul con rayas blancas. El azul era opaco así que se confundía un poco con el blanco. Amaba aquel vestido, al igual que la mayoría de sus vestidos era viejo, no le gustaba mucho ir de compras y Benedict Lightwood no le daba suficiente dinero como para comprar vestidos; así que se conformaba con su ropa vieja.
—Gracias, señorita Collins.
—Llámeme Sophie.
—Con la condición de que usted me llame Jenna.
Sophie sonrió ligeramente haciendo resaltar mucho la cicatriz, pero Jenna fingió no haberse dado cuenta. Seguramente la doncella ya tenía bastantes problemas con Will Herondale viviendo bajo el mismo techo que ella y tener que soportarlo a diario. Jenna no estaba segura de cómo las personas que vivían en el Instituto conseguían convivir con Will.
Salió de su habitación y caminó por los pasillos del Instituto, se sentía como si estuviera perdida en un lugar muy lejos de casa y quizá así era, salvo porque el Instituto no estaba muy lejos de la mansión Lightwood. Igual añoraba su hogar por más que el Instituto fuera cómodo y se sintiera bien, extrañaba despertar en su hogar, en la habitación donde se había criado.
Se harto de aquellos pensamientos sentimentales, «soy Jenna Lightwood —se dijo—, no una patética mariposa». Pasó por la biblioteca y se dio cuenta de que ahí estaban Charlotte y Henry en una conversación profunda. Seguramente todos estaban ocupados en lo suyo, mientras que ella no tenía nada “suyo” de lo que ocuparse. Salvo lo que dijo el Cónsul, pero hasta ahora no sabía nada que probara que Charlotte era mala, Wayland debería de tener paciencia.
Lo que ella no entendía era el por qué el Cónsul Wayland tenía una manía con Charlotte, no hablaba de nada que no fuera ella y cómo dirigía el Instituto. Según el punto de vista de Jenna —el cual no contaba ni un poco para el Cónsul porque aún es menor de edad—, Charlotte es una mujer bastante inteligente y valiente que tiene el coraje de poder dirigir el Instituto. Dirige el gran Instituto Londres, sin duda se debe ser muy inteligente para hacerlo. Además todos en aquel lugar, incluso Will, la respetan y la quieren como a una madre. Sin duda eso no lo lograría el Cónsul Wayland ni aunque les pagara.
—Jenna. —La voz de Jessamine retumbaba por los pasillos. La rubia quien por cierto era preciosa con su cabello ondulado y largo, sus ojos claros, su figura esbelta y sus movimientos finos. Se acercaba caminando, casi corriendo por el pasillo hacía donde estaba la chica Lightwood. Era un poco más baja que Jessamine, pero ella tenía zapatos altos que combinaban con su vestido verde primavera—. ¿Quieres ir de compras? Con esa ropa que usas pensé que quizá podrías ir conmigo.
Jenna pensó en ponerse a la defensiva ya que técnicamente, Jessamine la había insultado, bueno, no a ella, a su ropa. Pero de igual manera era algo que había escogido ella. Después pensó en lo sola que debía estar la rubia, la mayoría en el Instituto eran hombres y las mujeres que vivían ahí eran dos sirvientas y Charlotte quien seguramente no tenía ni tiempo ni ganas de ir de compras.
—Bien. Iré contigo.
Jessamine sonrió ampliamente y llamó a gritos a Thomas quien era el cochero y parte de los sirvientes que servían a los cazadores de sombras que vivían en el Instituto. Era el hombre que había visto cuando llegó al Instituto Londres. Alto, viejo, amable, seguramente estaría acostumbrado a Jessamine y su locura por las compras.
Jenna se preguntó cómo sería servir a los cazadores de sombras, saber que ellos son más fuertes que tú y viven para protegerte y que tú a cambio de eso tienes que cuidarlos y ayudarlos con las tareas domesticas. Sin duda debe ser horrible porque los nefilim hacen la parte interesante y divertida; mientas que los humanos hacen la parte aburrida.
Salieron fuera del Instituto donde subieron al carruaje que era color negro y de gran tamaño para tratarse de un tatuaje. Jessamine estaba sentaba frente a Jenna y sonreía ligeramente, por fin tenía una chica en el Instituto, podría hablar con ella de absolutamente todo. Igual no le gustaba mucho compartir sobre su vida, pero le gustaría saber más sobre Jenna Lightwood, la manera en la que hablaba y se movía, siempre tan rápida y misteriosa, esa chica la mataba de curiosidad.
—¿De dónde eres? —preguntó Jessamine de golpe.
—Londres.
Cualquier persona común hubiera dicho “Londres, ¿y tú?”, pero no, a Jenna no le importaba ni lo más mínimo dónde había nacido Jessamine. Le agradaba, pero si forzaba esa poca confianza que se tenían seguramente la pelinegra se alejaría de ella, odiaba las personas que creían tener exceso de confianza. Había cosas que una persona debería guardarse para uno mismo, no compartirlas.
—Cuéntame de ti.
—¿Qué quieres saber? —Preguntó intentando no soltar un bufido, no quería que Jessamine supiera mucho de ella o cosas personales.
—¿Por qué te gusta ser cazadora de sombras? Yo nunca he sentido nada cuando intentaron entrenarme, odio a todos los nefilim, preferiría ser una mundana con una vida común y corriente.
—Me gusta ser cazadora de sombras porque es algo en lo que puedo demostrar valor y proteger personas haciéndolo, me hace sentir bien.
—¿Qué te hace sentir bien? ¿Matar? ¿Salir herida? No le veo nada bueno.
—Nunca has estado en batalla, no puedes saberlo.
—Oh, claro que lo sé. Will no deja de hablar de eso, jamás, ni en un momento de su miserable vida.
—No lo has sentido, Jessamine, es por eso que no te gusta ser nefilim.
—No soy nefilim —respondió ella cruzándose de brazos y mostrándose molesta aunque no lo estaba, sí era una nefilim de sangre pero no de corazón. Jamás se sentiría parte del mundo de los cazadores de sombras, ella siempre preferiría ser mundana.
—Lo llevas en la sangre.
Jessamine bufó, ella no quería ser cazadora de sombras, simplemente sentía que las mujeres no encajaban en eso, que se veía muy mal ver a una mujer sangrando o herida. Las mujeres —según el punto de vista de Jessamine—, debían ser difíciles, inalcanzables, frágiles, eso era lo que le gustaba a un hombre de una mujer. Y aunque fueras fea, si tienes esas tres cualidades seguramente cualquier hombre se fijará en ti.
Aunque ambas chicas eran completamente diferentes disfrutaban de su compañía, ninguna de las dos convivía mucho con personas de su mismo sexo, mucho menos de la misma edad. Las únicas mujeres que solían ver eran parte de la Clave por lo tanto eran bastante mayores como para poder hablar con ellas de cosas de chicas.
Cuando llegaron a su destino, Jessamine fue la primera en bajar con ayuda de Thomas quien le dio su mano para ayudar a la rubia a bajar. Jenna en cambio con un salto rápido y preciso cayó al suelo junto a Jessamine quien la miró mal.
—Si algún día quieres tener pareja, tienes que parecer a alguien a la que deben proteger.
—Me puedo proteger por mí misma. No necesito a nadie.
—Lo sé, pero deberías de fingir que necesitas ayuda aunque no la necesites, como yo.
Jenna la miró extrañada, por más que intentaba comprender a Jessamine simplemente le parecía extraña y loca. ¿Por qué fingir que no puedes bajar del carruaje sólo para que te ayuden? La pelinegra solía creer que a los hombres les gustaba que las chicas fueran independientes y fuertes, al menos así era con los cazadores de sombras, pero seguramente Jessamine hablaba de los mundanos porque un cazador de sombras jamás se casaría con alguna chica que no sepa bajar de un carruaje. Es algo sencillo. Si él se ofrece a ayudarla es otra cosa, pero mientras no lo haga, ella debe bajar por sí sola y sin dificultad.
Caminaron con tranquilidad por las calles de Londres que estaban llenas de gente, pero nadie se fijaba con ellas. Aunque no trajeran runa de invisibilidad, ningún mundano parecía notarlas, era como si fueran invisibles para ellos.
Jessamine se detuvo frente a una tienda de vestidos. Vestidos por todas partes de diferentes formas y colores. La rubia entró casi corriendo a la tienda y soltando pequeños grititos cada vez que veía un vestido. Jenna la observaba desde atrás, ¿cómo podía gustarle tanto la ropa? No podía responder aquello, jamás había visto a alguien tan emotiva por las compras.
Cinco minutos después tenía alrededor de ocho vestidos en las manos y a una insistente Jessamine suplicándole que se los probara, que se vería guapísima y cosas así. La pelinegra creyó que Jessamine había exagerado, no necesitaba tantos vestidos, tenía muchos y algunos eran nuevos.
No podía ir todos los días con ella a comprar diez vestidos de diferentes colores.
Cada vez que se probaba un vestido, Jessamine le hacía una seña de aprobación e incluso aplaudía. Parecía de lo más feliz, ella no había comprado nada de nada. Cuando dijo “vamos de compras”, Jenna imaginó que las dos comprarían vestidos, no que ella sólo se limitaría a observarla y aplaudirle.
Compró todos los vestidos que Jessamine le había dado, había uno azul que en particular le había gustado, era precioso. Tenía un color muy fuerte, era largo y no muy esponjoso, en donde iba la cadera había un moño de un tono de azul mucho más claro, las mangas eran largas lo cual le daba un aspecto bastante elegante.
Salieron del lugar a caminar un rato por las calles de Londres, la rubia no dejaba de hablar sobre qué quería hacer de su vida y cómo lo quería hacer. Al parecer soñaba con casarse con un mundano, cuando fuera mayor de edad dejaría el Instituto para irse a vivir sola a una casa y poder casarse. Aunque no lo pareciera ni un poco, Jenna le prestaba atención a Jessamine en absolutamente todo lo que decía.
—Jenna, ése chico te está mirando. —La pelinegra se giró. Conocía muy bien a ese hombre, cabello oscuro, rasgos asiáticos, ojos de felino, alto, delgado. Aquél hombre que la miraba era nada más y nada menos que Magnus Bane.
—Magnus —dijo en forma de saludo.
—Jenna Lightwood, cuánto tiempo.
—¿Cinco años? —Magnus la miró extrañado—. Seis.
—Me sorprende tu increíble memoria, ¿qué haces por aquí?
—Jessamine quiso llevarme a comprar ropa.
—Jenna, ahora vengo, no tardo —interrumpió Jessamine y se fue caminando con paso elegante entre los ciudadanos dejando a Magnus y a Jenna solos.
—Supe que te habías ido al Instituto Londres por orden del Cónsul, ¿tienes idea de lo que quiere? Eso ha inquietado bastante a los subterráneos, además no están contentos con Josiah Wayland.
—Quiere que espíe a todos los que habitan ahí, cree que pueden perjudicar a la Clave, aún no veo cómo.
—Conozco a Charlotte, es una mujer muy inteligente y sin duda eso no le gusta a Josiah Wayland. También conozco a James Carstairs y a Will Herondale, a ambos los considero completamente inofensivos salvo para sí mismos.
—Eso lo dices porque no conoces a Will.
—Lo conozco y bien. No es lo que aparenta. Bien, te seguí porque tenía que decirte esto, cuídate de Josiah Wayland, últimamente ha estado muy sospechoso, casi nunca está con los miembros de la Clave y desaparece constantemente. No sé qué trama, pero no puede ser bueno. Yo, en tu lugar, alertaría a Charlotte.
—Lo haré, Magnus. Gracias.
—Cuídate, Jenna.
—Lo mismo digo.
Magnus se alejó caminando tranquilamente. Jenna pensó en lo que le había dicho el brujo, “los subterráneos no están contentos con Josiah Wayland”. Jenna suponía que la Clave tampoco lo estaba, que el Cónsul estuviera así de distraído como decían que Josiah lo estaba no era bueno, para nada bueno. El hombre debía tramar algo como dijo Magnus, seguramente planeaba algo y eso incluía a Charlotte, Jem, Will y Henry. Dudaba mucho que Jessamine estuviera incluida, la chica no se interesaba por los cazadores de sombras así que Josiah no se interesaría en ella.
Sabía que tenía que decírselo a Charlotte pero eso significaría traicionar a su padre y no podía hacerlo, era su familia y no iba a traicionar la confianza que le había brindado. Pero tenía que decírselo a alguien, a quien fuera. Jessamine estaba completamente descartada, seguramente no le importaría; Will también estaba descartado, Charlotte también, Henry no le prestaría atención, Sophie tendría que decírselo a Charlotte, no confiaba en Thomas. Debía hablar con Jem.
—Gracias, señorita Collins.
—Llámeme Sophie.
—Con la condición de que usted me llame Jenna.
Sophie sonrió ligeramente haciendo resaltar mucho la cicatriz, pero Jenna fingió no haberse dado cuenta. Seguramente la doncella ya tenía bastantes problemas con Will Herondale viviendo bajo el mismo techo que ella y tener que soportarlo a diario. Jenna no estaba segura de cómo las personas que vivían en el Instituto conseguían convivir con Will.
Salió de su habitación y caminó por los pasillos del Instituto, se sentía como si estuviera perdida en un lugar muy lejos de casa y quizá así era, salvo porque el Instituto no estaba muy lejos de la mansión Lightwood. Igual añoraba su hogar por más que el Instituto fuera cómodo y se sintiera bien, extrañaba despertar en su hogar, en la habitación donde se había criado.
Se harto de aquellos pensamientos sentimentales, «soy Jenna Lightwood —se dijo—, no una patética mariposa». Pasó por la biblioteca y se dio cuenta de que ahí estaban Charlotte y Henry en una conversación profunda. Seguramente todos estaban ocupados en lo suyo, mientras que ella no tenía nada “suyo” de lo que ocuparse. Salvo lo que dijo el Cónsul, pero hasta ahora no sabía nada que probara que Charlotte era mala, Wayland debería de tener paciencia.
Lo que ella no entendía era el por qué el Cónsul Wayland tenía una manía con Charlotte, no hablaba de nada que no fuera ella y cómo dirigía el Instituto. Según el punto de vista de Jenna —el cual no contaba ni un poco para el Cónsul porque aún es menor de edad—, Charlotte es una mujer bastante inteligente y valiente que tiene el coraje de poder dirigir el Instituto. Dirige el gran Instituto Londres, sin duda se debe ser muy inteligente para hacerlo. Además todos en aquel lugar, incluso Will, la respetan y la quieren como a una madre. Sin duda eso no lo lograría el Cónsul Wayland ni aunque les pagara.
—Jenna. —La voz de Jessamine retumbaba por los pasillos. La rubia quien por cierto era preciosa con su cabello ondulado y largo, sus ojos claros, su figura esbelta y sus movimientos finos. Se acercaba caminando, casi corriendo por el pasillo hacía donde estaba la chica Lightwood. Era un poco más baja que Jessamine, pero ella tenía zapatos altos que combinaban con su vestido verde primavera—. ¿Quieres ir de compras? Con esa ropa que usas pensé que quizá podrías ir conmigo.
Jenna pensó en ponerse a la defensiva ya que técnicamente, Jessamine la había insultado, bueno, no a ella, a su ropa. Pero de igual manera era algo que había escogido ella. Después pensó en lo sola que debía estar la rubia, la mayoría en el Instituto eran hombres y las mujeres que vivían ahí eran dos sirvientas y Charlotte quien seguramente no tenía ni tiempo ni ganas de ir de compras.
—Bien. Iré contigo.
Jessamine sonrió ampliamente y llamó a gritos a Thomas quien era el cochero y parte de los sirvientes que servían a los cazadores de sombras que vivían en el Instituto. Era el hombre que había visto cuando llegó al Instituto Londres. Alto, viejo, amable, seguramente estaría acostumbrado a Jessamine y su locura por las compras.
Jenna se preguntó cómo sería servir a los cazadores de sombras, saber que ellos son más fuertes que tú y viven para protegerte y que tú a cambio de eso tienes que cuidarlos y ayudarlos con las tareas domesticas. Sin duda debe ser horrible porque los nefilim hacen la parte interesante y divertida; mientas que los humanos hacen la parte aburrida.
Salieron fuera del Instituto donde subieron al carruaje que era color negro y de gran tamaño para tratarse de un tatuaje. Jessamine estaba sentaba frente a Jenna y sonreía ligeramente, por fin tenía una chica en el Instituto, podría hablar con ella de absolutamente todo. Igual no le gustaba mucho compartir sobre su vida, pero le gustaría saber más sobre Jenna Lightwood, la manera en la que hablaba y se movía, siempre tan rápida y misteriosa, esa chica la mataba de curiosidad.
—¿De dónde eres? —preguntó Jessamine de golpe.
—Londres.
Cualquier persona común hubiera dicho “Londres, ¿y tú?”, pero no, a Jenna no le importaba ni lo más mínimo dónde había nacido Jessamine. Le agradaba, pero si forzaba esa poca confianza que se tenían seguramente la pelinegra se alejaría de ella, odiaba las personas que creían tener exceso de confianza. Había cosas que una persona debería guardarse para uno mismo, no compartirlas.
—Cuéntame de ti.
—¿Qué quieres saber? —Preguntó intentando no soltar un bufido, no quería que Jessamine supiera mucho de ella o cosas personales.
—¿Por qué te gusta ser cazadora de sombras? Yo nunca he sentido nada cuando intentaron entrenarme, odio a todos los nefilim, preferiría ser una mundana con una vida común y corriente.
—Me gusta ser cazadora de sombras porque es algo en lo que puedo demostrar valor y proteger personas haciéndolo, me hace sentir bien.
—¿Qué te hace sentir bien? ¿Matar? ¿Salir herida? No le veo nada bueno.
—Nunca has estado en batalla, no puedes saberlo.
—Oh, claro que lo sé. Will no deja de hablar de eso, jamás, ni en un momento de su miserable vida.
—No lo has sentido, Jessamine, es por eso que no te gusta ser nefilim.
—No soy nefilim —respondió ella cruzándose de brazos y mostrándose molesta aunque no lo estaba, sí era una nefilim de sangre pero no de corazón. Jamás se sentiría parte del mundo de los cazadores de sombras, ella siempre preferiría ser mundana.
—Lo llevas en la sangre.
Jessamine bufó, ella no quería ser cazadora de sombras, simplemente sentía que las mujeres no encajaban en eso, que se veía muy mal ver a una mujer sangrando o herida. Las mujeres —según el punto de vista de Jessamine—, debían ser difíciles, inalcanzables, frágiles, eso era lo que le gustaba a un hombre de una mujer. Y aunque fueras fea, si tienes esas tres cualidades seguramente cualquier hombre se fijará en ti.
Aunque ambas chicas eran completamente diferentes disfrutaban de su compañía, ninguna de las dos convivía mucho con personas de su mismo sexo, mucho menos de la misma edad. Las únicas mujeres que solían ver eran parte de la Clave por lo tanto eran bastante mayores como para poder hablar con ellas de cosas de chicas.
Cuando llegaron a su destino, Jessamine fue la primera en bajar con ayuda de Thomas quien le dio su mano para ayudar a la rubia a bajar. Jenna en cambio con un salto rápido y preciso cayó al suelo junto a Jessamine quien la miró mal.
—Si algún día quieres tener pareja, tienes que parecer a alguien a la que deben proteger.
—Me puedo proteger por mí misma. No necesito a nadie.
—Lo sé, pero deberías de fingir que necesitas ayuda aunque no la necesites, como yo.
Jenna la miró extrañada, por más que intentaba comprender a Jessamine simplemente le parecía extraña y loca. ¿Por qué fingir que no puedes bajar del carruaje sólo para que te ayuden? La pelinegra solía creer que a los hombres les gustaba que las chicas fueran independientes y fuertes, al menos así era con los cazadores de sombras, pero seguramente Jessamine hablaba de los mundanos porque un cazador de sombras jamás se casaría con alguna chica que no sepa bajar de un carruaje. Es algo sencillo. Si él se ofrece a ayudarla es otra cosa, pero mientras no lo haga, ella debe bajar por sí sola y sin dificultad.
Caminaron con tranquilidad por las calles de Londres que estaban llenas de gente, pero nadie se fijaba con ellas. Aunque no trajeran runa de invisibilidad, ningún mundano parecía notarlas, era como si fueran invisibles para ellos.
Jessamine se detuvo frente a una tienda de vestidos. Vestidos por todas partes de diferentes formas y colores. La rubia entró casi corriendo a la tienda y soltando pequeños grititos cada vez que veía un vestido. Jenna la observaba desde atrás, ¿cómo podía gustarle tanto la ropa? No podía responder aquello, jamás había visto a alguien tan emotiva por las compras.
Cinco minutos después tenía alrededor de ocho vestidos en las manos y a una insistente Jessamine suplicándole que se los probara, que se vería guapísima y cosas así. La pelinegra creyó que Jessamine había exagerado, no necesitaba tantos vestidos, tenía muchos y algunos eran nuevos.
No podía ir todos los días con ella a comprar diez vestidos de diferentes colores.
Cada vez que se probaba un vestido, Jessamine le hacía una seña de aprobación e incluso aplaudía. Parecía de lo más feliz, ella no había comprado nada de nada. Cuando dijo “vamos de compras”, Jenna imaginó que las dos comprarían vestidos, no que ella sólo se limitaría a observarla y aplaudirle.
Compró todos los vestidos que Jessamine le había dado, había uno azul que en particular le había gustado, era precioso. Tenía un color muy fuerte, era largo y no muy esponjoso, en donde iba la cadera había un moño de un tono de azul mucho más claro, las mangas eran largas lo cual le daba un aspecto bastante elegante.
Salieron del lugar a caminar un rato por las calles de Londres, la rubia no dejaba de hablar sobre qué quería hacer de su vida y cómo lo quería hacer. Al parecer soñaba con casarse con un mundano, cuando fuera mayor de edad dejaría el Instituto para irse a vivir sola a una casa y poder casarse. Aunque no lo pareciera ni un poco, Jenna le prestaba atención a Jessamine en absolutamente todo lo que decía.
—Jenna, ése chico te está mirando. —La pelinegra se giró. Conocía muy bien a ese hombre, cabello oscuro, rasgos asiáticos, ojos de felino, alto, delgado. Aquél hombre que la miraba era nada más y nada menos que Magnus Bane.
—Magnus —dijo en forma de saludo.
—Jenna Lightwood, cuánto tiempo.
—¿Cinco años? —Magnus la miró extrañado—. Seis.
—Me sorprende tu increíble memoria, ¿qué haces por aquí?
—Jessamine quiso llevarme a comprar ropa.
—Jenna, ahora vengo, no tardo —interrumpió Jessamine y se fue caminando con paso elegante entre los ciudadanos dejando a Magnus y a Jenna solos.
—Supe que te habías ido al Instituto Londres por orden del Cónsul, ¿tienes idea de lo que quiere? Eso ha inquietado bastante a los subterráneos, además no están contentos con Josiah Wayland.
—Quiere que espíe a todos los que habitan ahí, cree que pueden perjudicar a la Clave, aún no veo cómo.
—Conozco a Charlotte, es una mujer muy inteligente y sin duda eso no le gusta a Josiah Wayland. También conozco a James Carstairs y a Will Herondale, a ambos los considero completamente inofensivos salvo para sí mismos.
—Eso lo dices porque no conoces a Will.
—Lo conozco y bien. No es lo que aparenta. Bien, te seguí porque tenía que decirte esto, cuídate de Josiah Wayland, últimamente ha estado muy sospechoso, casi nunca está con los miembros de la Clave y desaparece constantemente. No sé qué trama, pero no puede ser bueno. Yo, en tu lugar, alertaría a Charlotte.
—Lo haré, Magnus. Gracias.
—Cuídate, Jenna.
—Lo mismo digo.
Magnus se alejó caminando tranquilamente. Jenna pensó en lo que le había dicho el brujo, “los subterráneos no están contentos con Josiah Wayland”. Jenna suponía que la Clave tampoco lo estaba, que el Cónsul estuviera así de distraído como decían que Josiah lo estaba no era bueno, para nada bueno. El hombre debía tramar algo como dijo Magnus, seguramente planeaba algo y eso incluía a Charlotte, Jem, Will y Henry. Dudaba mucho que Jessamine estuviera incluida, la chica no se interesaba por los cazadores de sombras así que Josiah no se interesaría en ella.
Sabía que tenía que decírselo a Charlotte pero eso significaría traicionar a su padre y no podía hacerlo, era su familia y no iba a traicionar la confianza que le había brindado. Pero tenía que decírselo a alguien, a quien fuera. Jessamine estaba completamente descartada, seguramente no le importaría; Will también estaba descartado, Charlotte también, Henry no le prestaría atención, Sophie tendría que decírselo a Charlotte, no confiaba en Thomas. Debía hablar con Jem.
Última edición por Odair. el Lun 17 Mar 2014, 5:26 pm, editado 2 veces
tobias.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
Ann... No e leido cap ._. Seguro esta hermoso... Al rato que lo lea comento largoooo
moondust.
Re: to love is to destroy. {will herondale}
sigo esperandoHerondale. escribió:Ann... No e leido cap ._. Seguro esta hermoso... Al rato que lo lea comento largoooo
tobias.
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