to love is to destroy. {will herondale}

Cuando ambos despiertan deciden que es hora de regresar al Instituto. Ninguno pone objeciones porque no tienen a nada por lo que quedarse ahí, ni siquiera se cambian de ropa principalmente porque no planeaban quedarse ahí.

Will logra conseguirle unas zapatillas a Jenna después de insistírselo por un buen rato a Leslie quien dice que no le gusta aquella chica, que posee algo oscuro. En fin, presentimientos raros de Leslie, además ella ni siquiera la conoce, no sabe ni quién es, de hecho no sabe ni su nombre.

—Gracias —dice Jenna colocándose las zapatillas blancas y muy limpias. Le quedaban algo grandes, pero no le importó, era mucho mejor que fueran grandes a ir descalza.

Ambos usaron un glamour para que los mundanos no pudieran verlos, ambos estaban cansados de oírlos susurrar y que los señalaran como si fueran cualquier cosa.

Salieron de “La paloma feliz” después de despedirse de Leslie quien miraba a Jenna con odio como si fuera una especie de monstruo o algo así. Jenna supuso que era porque ella había estado con Will y Leslie no, aunque con gusto le hubiera cedido la habitación a Leslie con el propósito de molestar a Will, le gustaba hacerlo repelar y que él le respondiera fastidiado.

Caminaban en completo silencio sin detenerse a descansar o a mirar, eran cazadores de sombras, se supone que eso de “descansar” estaba completamente fuera de su rutina diaria. Siempre debían estar preparados para cualquier cosa que sucediera fuera de lo normal. Incluso cuando dormían, dormían poco. Y Jenna dormía muy poco, le gustaba dormir, la relajaba, pero tardaba mucho en dormir y se despertaba muy temprano por la mañana. Eso le molestaba.

—No recuerdo haber caminado tanto —confesó Jenna encogiéndose de hombros.
—Pero yo sí lo recuerdo.

Tardaron alrededor de una hora o dos caminando para llegar al Instituto. Todos estaban en la biblioteca y en cuanto abrieron la puerta Charlotte comenzó a gritarles a cerca de su descaro y desconsideración de no dejar ni un solo aviso ni nada parecido. Que no tenían derecho a irse así, que aún eran jóvenes, en fin, les gritó muchas cosas y preguntó qué demonios estaban haciendo y el por qué habían estado fuera del Instituto por dos días.

—Hubo un contratiempo, pero no pasó nada, Charlotte —respondió Will y se marchó de la sala. Jenna no quería quedarse sola con ellos así que lo siguió, pero ella iría a su habitación a quitarse aquel horrible camisón.

Entró al baño y se duchó por un buen rato dejando que el agua tibia le quitara la mugre y el estrés que le había producido todo lo que había sucedido en tan poco tiempo, tenía demasiada información en la cabeza la cual tenía que asimilar y el simple hecho de pensar en ella le provocaba jaqueca.

Cuando terminó de ducharse se puso uno de los vestidos que había comprado con Jessamine. Este era rosado y largo, con algunas florecitas blancas adornándolo. Se ató el cabello en un chongo despeinado y se dejó varios mechones sueltos, siempre hacía lo mismo, era una especie de costumbre. Además no le gustaba que las chicas tuvieran el cabello perfectamente ordenado, eran demasiado perfectas y la perfección es aburrida.

Salió de su habitación y notó que ya era tarde, seguro todos estaban cenando. Will, Jem y Jessamine estaban sentados alrededor de la mesa comiendo en completo silencio. ¿Dónde estaban Henry y Charlotte? Si ellos no estaban ahí nadie iba a impedir que se asesinaran entre ellos, y aunque peleaban mucho, Charlotte conseguía controlarlos.

Se sentó junto a Jessamine y frente a Will, ninguno se fijó mucho en su presencia y se alegró de que así fuera. Will la miraba con desprecio, Jem con lástima y Jessamine como si fuera una especie de monstruo por ser mujer y ser nefilim.

—¿Dónde está Charlotte? —preguntó Jessamine mientras se limpiaba las manos con una servilleta impecable.
—No dijo a dónde iba, sólo que regresaría pronto, y llevó a Henry con ella, no hay manera de saber dónde está —respondió Jem.
—Me alegro de que no estén, el desayuno se vuelve aburrido con ambos. —Admitió Will.
—¿Y quién pidió tu opinión? —preguntó Jessamine sin prestar atención a lo que decía, pero sirvió para enojar a Will.
—La misma persona que te trajo al mundo.

La rubia apretó los labios y Jenna notó que estaba pensando algo con lo cual molestar a Will, estaba muy claro que él le había ganado esa vez pero no dejaría las cosas así. Las veces que Jenna los había visto pelear no terminaban hasta que Charlotte les decía algo, pero ellos hubieran podido estar todo el día diciéndose insultos y palabras hirientes. Aunque fingían que no los lastimaba, que les daba igual lo que se dijeran el uno al otro, pero Jenna suponía que a veces sí conseguían herirse.

Terminó de desayunar y salió de ahí tratando de no verse desesperada, estaba harta de todo, quería regresar a casa con su familia. Pero cuando pensaba en ellos pensaba en el Cónsul y lo que él haría para hacer pagar a su familia por la desobediencia de ella. No regresaría, tenía que quedarse ahí por más patética que fuera la idea. Charlotte era tan buena e inteligente que lo único que se le ocurría para que el Cónsul quisiera sacarla del Instituto era por envidia, no había otra razón lógica.

Entró a la biblioteca y buscó algún libro que le pareciera interesante, Hamlet. Se tiró en una butaca y comenzó a leerlo por centésima vez, era uno de sus libros favoritos y podría leerlo cientos de veces y aún se sorprendería de los sucesos.
Al poco rato casi terminaba el libro, amaba leerlo, terminarlo y volver a comenzar, parecía una locura pero le gustaba hacerlo.

—¿Así que a la gran Jenna Lightwood le gusta Shakespeare? —preguntó Will Herondale entrando a la biblioteca vestido con el uniforme de cazador de sombras. La tez se le veía aun más pálida con aquel uniforme oscuro.
—¿A quién no le gusta Shakespeare, Herondale?
—A mí. Técnicamente sí me gusta, lo que no me gusta es Romeo y Julieta.
—¿Demasiado drama para el perfecto Will? —preguntó sarcásticamente.
—La verdad es que sí, me gusta que en las novelas haya amor pero que sólo se centren en eso me parece aburrido.
—No sólo se centra en eso.
—Para mí simplemente trata de dos chicos con un amor imposible. —Comentó cruzando la biblioteca y sentándose en la mesa que estaba frente a Jenna quedando mucho más alto que ella.
—¿Y no te gustaría tener un amor imposible? Dicen que lo imposible es más excitante.
—Mi querida, Jen, yo puedo hacer cualquier cosa excitante.

Jenna bufó, siempre tenía que sacar alguna estupidez así, algo para aumentarse su enorme ego. Y ella también hacia lo mismo, pero que Will Herondale lo hiciera con ella le molestaba, a veces lo odiaba demasiado.

—¿Así que podrías estar con una mula y sería excitante para ti?
—Todo es excitante, sólo hay que verlo así.

Sonrió ligeramente y apartó la mirada de Will quien también sonreía.

—Tengo algo que contarte —habló Jenna, pero se arrepintió, ya no había vuelta atrás debía decirle a Will lo que había sucedido, él podía ayudarla aunque fuera un gran imbécil.
—¿Estás secretamente enamorada de mí? —Jenna lo fulminó con la mirada—. ¿Qué quieres contarme?
—El día que fui con Jessamine a comprar vestidos me encontré con Magnus Bane, me contó sobre el Cónsul, cree que Wayland planea algo y
eso no tiene contentos a los subterráneos, el hombre desaparece y la Clave está alterada.

Will se quedó callado, jamás le había agradado Josiah, creía que era demasiado imbécil para ser el Cónsul, igual jamás pensó que pudiera incomodar a los subterráneos, eso significaba que planeaba algo, algo muy grande y posiblemente peligroso. Pero, ¿cómo saberlo? No podían ir solamente y preguntárselo porque no les diría nada, tal vez hablar con algún subterráneo… Sí, debían hablar con un subterráneo.

—Tenemos que ver a Magnus, debe saber algo más.

Jenna estuvo de acuerdo y salieron del Instituto, no tenían ni la más mínima idea de dónde encontrar a Magnus Bane, pero sí sabían dónde estaba Camille Belcourt, tenía una casa no muy lejos del Instituto.

Durante el trayecto fueron en completo silencio mirando por la ventana del carruaje. Will estaba sentado frente a ella, pero hacían como si no se percataran de la presencia del otro, quizá era mejor así ya que no se insultarían durante todo el camino.

Tardaron poco en llegar, no más de veinte minutos. La casa de Camille era muy elegante como debía ser, tenía una ventana que daba a la calle, escalones que llevaban a la puerta rodeados de un barandal negro para evitar que alguien se cayera. El edificio era blanco como la nieve y la puerta de madera. Jenna fue la primera en subir los escalones y tocar la puerta, rezaba para que Camille estuviera en casa.

La puerta se abrió y ahí estaba un siervo humano de Camille. Eran humanos que adoptaban los vampiros a cambio de un poco de su sangre, no solían vivir mucho. Él chico los miró de arriba a abajo, pero no preguntó quiénes eran, Jenna supuso que tenían que decírselo o no los dejaría pasar.

—Jenna Lightwood y Will Herondale, queremos ver a Camille.
—En estos momentos Camille no se encuentra, deberían volver más tarde.
—¿Sabe usted dónde está?
—Salió del país, no sé por qué. Pero en su lugar dejó a Magnus Bane, el brujo.
—Queremos verlo. —Habló Will pasando por delante de Jenna.
—El señor Bane no quiere visitas.
—Déjalos pasar, asquerosa criatura. —Dijo Magnus moviendo al siervo de Camille y dejando entrar a Will y a Jenna.

Caminaron por un largo pasillo y entraron a lo que parecía ser la sala de estar. Magnus se sentó elegantemente en una butaca color rojo oscuro frente a la chimenea e invitó a Will y Jenna a sentarse frente a él. Se sentaron en una butaca doble igual quedaban algo apretados y sus hombros se rozaban, ambos decidieron ignorar aquella incomodidad.

—¿Qué necesitan? Si es algo sobre cómo ocultar su enamoramiento no puedo ayudarlos.

Jenna negó con la cabeza al igual que Will y fulminaron a Magnus con la mirada. Éste sólo sonrió y se recargó en el respaldo de su asiento.

—Necesitamos saber más sobre el Cónsul, sobre lo que los subterráneos creen —dijo Will mirando a Magnus con esperanza, esperando que se lo dijera absolutamente todo.
—Te dije todo lo que sabía, Jenna, tienen que hablar con algún otro subterráneo, Woolsey Scott; por lo que sé le tiene bastante rencor al Cónsul, pueden comenzar por ahí.
—¿Y dónde encontramos a Scott? —preguntó Jenna.
—Se ha estado hospedando con algunos licántropos cerca del mercado negro.
—Sé dónde es.

Le agradecieron a Magnus y salieron de nuevo a la calle, debían ir a buscar a Woolsey Scott, seguramente como creador del Praetor Lupus, debía saber algo. Aunque a Jenna no le agradaba mucho el hombre lobo, creía que estaba loco de remate y sí que lo estaba. Además era grosero con todos los que iban a preguntarle algo, Jenna no podía imaginárselo como creador de una organización tan buena y siendo tan imbécil y grosero.

—Podemos ir mañana —sugirió Will—, estoy cansado y sólo quiero dormir.
—Me parece bien.

Subieron al carruaje y se quedaron en completo silencio. Jenna miraba por la ventana y comenzaban a cerrársele los ojos cada segundo que pasaba. Sentía los parpados pesados y el cuerpo agotado. Sólo pensaba con llegar y poder dormir por fin.

—Puedes dormir si quieres, no le comentaré a nadie que te dormiste y babeaste la ventana. —Comentó Will mirándola burlón como siempre hacía.
—¡No he babeado nada!
—Quién sabe, pronto te quedarás dormida y parecerá que ha llovido.
—Eres un imbécil.

No tardaron en llegar al Instituto. El cielo estaba nublado y pronto comenzaría a llover como todas las tardes de invierno, era completamente común la lluvia en Londres, a Jenna le gustaba la lluvia, amaba sentir el agua sobre la piel.

Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo cuando salió del carruaje para entrar al Instituto.