Las doce rosas rojas | novela colectiva.

Capítulo 06

“No sabes lo apretado que está este vestido.” -Mensaje enviado 18:56.
“Pues sácatelo.” -Mensaje de Loggs, 18:58.
“No puedo, idiota. Debo ir con vestido.” -Mensaje enviado, 18:59.
“Oye, tranquila Luce. Siempre puedes pedirme ayuda y compraremos otro vestido.” –Mensaje de Loggs, 19:01.
“Lo siento, Log. Es que estoy demasiado nerviosa. Y ya es demasiado tarde para otro vestido. ” –Mensaje enviado, 19:01.
“Está bien, Luce. Es normal sentir nervios.” –Mensaje de Loggs, 19:02.
Suspiro al leer el último mensaje. Es normal sentir nervios. No creo que sentir tantos nervios sea normal. Me muerdo el labio y dejo el móvil en la mesa de luz. Me levantó de la cama y me pongo el vestido que mi padre compro en liquidación: simple, de color azul marino y un escote en v, el cual me llega hasta los tobillos. Me miro en el espejo de mi pequeña habitación, el cual esta al lado de mi cama, donde las sabanas de “Hello Kitty” resaltan. Sonrío ante mi reflejo; no me veo nada mal.  Mi tía entra corriendo dentro de mi habitación, lista para arreglarme el cabello.
Verán, mi tía Lottie vive con nosotros desde que mi padre y mi madre se separaron. Mi tía Lottie se mudó con nosotros, ya que bueno, la casa estaba libre de la “bruja”, como ella la llama. Nunca conocí a mi madre, y no tengo ninguna intención de hacerlo. Esa mujer me abandonó a mí y a mi padre, o es así como yo lo veo. Lottie camino hacía mi y miro nuestros reflejos: su cabello rubio esta hecho un desastre, y lleva puestos unos vaqueros desgastados ajustados, y una camiseta ajustada negra, que resalta un poco su abdomen no-tan-plano. No tiene mucho maquillaje, lo que deja ver sus rasgos de “treintañera” como ella lo llama.
–Oh, querida–suspira mi tía Lottie–te ves tan hermosa.
–Gracias, tía Lottie. Pero nada de locuras con respecto a mi cabello–gruño. Mi tía Lottie podía ser bastante excéntrica a veces.
En mi fiesta de cumpleaños de diez, realmente ella lo había arruinado. Mi padre había planeado una gran fiesta, con globos, un gran pastel, etc. Me sentía muy mal, porque yo le había dicho “nada de fiestas grandes”, pero, como de esperarse, hizo una gran fiesta la cual se arruino gracias a Lottie. Las niñas se burlaron de mí y mi tía. Realmente quería meterme bajo las mesas y desaparecer. Luego, los niños comenzaron a llamarme “la sobrina de la loca” o, “la pariente de la bruja de los colores”, y, ahora que lo pienso, si es muy gracioso.
Lottie bufa.
–Oh vamos, ¿en serio crees que tocare tu cabello? –Rie– niña, tendrás que usar una peluca.
Abro mis ojos como platos cuando mi tía saca de su bolsa una peluca de un rubio pálido. ¡Jamás usaré una estúpida peluca! Además, ¿Quién demonios iba a creer que eso era cabello? Miré a mi tía atónita.
–No usaré eso, ¡ni siquiera parece real! –exclamó, todavía mirando a mi tía como si estuviera loca. Pensándolo bien, mirando a mi tía loca.
Ella bufa y yo rodó los ojos.
– ¿Quieres que tu “Loggie” –hace comillas con las manos– te descubra?
La persona por la que estoy  haciendo esto, es, efectivamente, mi mejor amigo. No sé bien cuando comencé a desarrollar sentimientos por él. Por ese chico sarcástico, molesto e insoportablemente guapo, pero lo había hecho, y había caído bajo. Tal vez demasiado.
Rodó los ojos.
–No le digas Loggie.
–Le diré como quiera–me saca la lengua. La fulmino con la mirada – ¿y bien? ¿Usarás la peluca?
Bufo y arranqué la peluca de sus “garras”, como a mí me gusta llamar a sus manos.
–Bien–sonrió victoriosa. Levanto mi dedo en señal de que no se había terminado–pero, no has ganado todavía. Debes hacerme un favor.
– ¿Qué? –pregunta con un aire aburrido.
–Deberás hacer que mi padre firme mi acuerdo.
– ¿Qué? –Me mira atónita– ¡Lucy! ¡Sabes que no lo aceptará!
Niego con la cabeza mientras que chasqueo mi lengua contra mi paladar.
–Un trato es un trato, tía.
Bufó.
– ¡Bien! ¡Tú ganas! –exclama, levantando los brazos al aire en señal de vencimiento. Me muerdo el labio inferior mientras sonrió –Intentaré convencer a tu padre para que cuando cumplas dieciocho te puedas mudar. Ahora, ¿puedo ponerte la maldita peluca?
Las manos me están sudando, y comienzo a temblar de los nervios. Suspiro e intento calmarme. No te reconocerá, no te reconocerá, no te reconocerá…
 Me coloco mí mascara: una completamente blanca, la cual solamente cubre mis ojos. Tiene unos bordes dorados, y al terminar tiene unas plumas de color celeste, verdes y azul marino, como mi vestido. Me verifico una última vez en mi espejo, y veo que un mechón rojo se asoma por el costado. Lo coloco nuevamente en su lugar y sonrió intentando darme ánimos de seguir con esta farsa. Fallo rotundamente.
Bajo las escaleras, donde mi padre y mi tía me esperan. Al momento en que pongo un pie en el ultimo escalón, mi tía se abalanza sobre mí y me susurra un: “hermosa, cariño.” Sonrió y la separo de mi, mientras que miro a mi padre, el cual se ha quedado congelado.
–¡John! –exclama mi tía, haciendo que este vuelva a la realidad. Ella lo fulmina con la mirada – ¡ven aquí y dile a tu hija lo hermosa que se ve!
–Oh, sí –dice atropelladamente, mientras yo lanzó una carcajada. Se acerca a mí y me abraza.
–Te quiero, papá–le digo al oído.
Se escucha un leve chillido de parte de mi tía.
–Te quiero, Luce.
Me separo de él, y dirijo mi mirada hacia mi tía, la cual tiene lágrimas en sus ojos, e intenta alejarlas con su mano. Me rió y corro a abrazarla, pero se escucha una bocina. Tragó saliva.
Le doy un último beso a mi padre y salgó de mi casa, hacía la acera. Me acomodó un poco el vestido antes de salir por la puerta. Giro la manija de esta, y veo afuera de mi jardín delantero una gran limosina negra, la cual brilla formando destellos en medio de la noche. Al lado de la puerta, se encuentra un chico alto, de piel morena y músculos. Camino apresuradamente hasta llegar a él. Me abre la puerta de la limosina y miró al cielo unos segundos: las estrellas brillan de tal manera que me dan ganas de seguir observándolas toda la noche. El hombre aclara la garganta y me sonrojó. Susurró un “lo siento” y entró en la limosina.
Se escucha de fondo “Skinny Love”, y tal vez es eso lo que me marea un poco. O el hecho de que él me busca con la mirada.  O tal vez los tacos de pescado que almorcé. Sacudo mi cabeza y me dirijo a su mesa, donde está sentado solo. Probablemente esperando a una chica que llego tarde por haberse encerrado en el baño de damas y no querer salir…
– ¿disculpa? –digo intentando camuflar mi vos. Lo logro.
Levanta la mirada del suelo y me sonríe. Intento no pensar en el hermoso destello en sus ojos.
– ¿sí?
Esta vez no lo logro.
–Soy tu rosa– digo apresuradamente. Me corrijo rápidamente–digo, puedo no ser tu rosa si no quieres. A menos que si lo quieras, en ese caso, yo…–el rié–estoy diciendo estupideces. Lo siento.
–Tranquila, son los nervios–dice, riendo, a lo que me uno–soy Logan.
–Como si no lo supiera–rio–soy… ¿tu rosa?
Sonríe.
–Mi rosa–dice y mis mejillas arden.
Decido cambiar el tema radicalmente:
–¿Me buscabas?
–¿Qué? –me pregunta confundido.
–Lo siento–me disculpo– cuando llegué. Estabas buscando a alguien con la mirada. ¿A quién?
Niega con la cabeza: –Nadie importante.
Me sonrojó por ser tan entrometida y él me abraza. Me toma por sorpresa; pero luego me relajo y respondo de la misma manera.
 – ¿Sabes bailar? –susurra contra mi pelo. Erm… peluca.
Lo miró. Sus ojos azules brillan y sus labios están curvados en una sonrisa seductora. Las mariposas en mi estomago no cesan, y no lo harán en ningún momento. Unas tremendas ganas de vomitar me invaden, pero sin embargo me contengo. Luego mi mirada cae en su mano. Sonrió para mí misma y la tomo. Me alegra saber que sus manos están igual de sudadas, y el hecho de que él estuviera nervioso por verme hace que mi sonrisa se vuelva aun más grande.
Me guía hacía la pista de baile, y me desconecto del mundo. Y lo único que puedo escuchar o ver son sus ojos, y el latido de mi corazón, el cual late a mil por hora. Él baila junto a mí, y me sorprende que no escuche mi apresurado corazón. De repente, toma mi mano y la entrelaza sus dedos con los míos.
Y deseo que la noche nunca termine.
Me doy vuelta rápidamente y no pedo evitar vomitar sobre él. Mágica noche, ¿verdad?
Cuando termino, levanto la cabeza de mi desastre y le miro. Tiene una mueca, la cual parece ser una mezcla de asco, sorpresa y diversión. Me tapó la boca nuevamente e intento contener las lágrimas. ¡Lo he arruinado! ¡Y de la peor manera posible! ¡Estúpida! Doy unos pasos hacía atrás lentamente mientras lo miro fijo: no hay expresión alguna. Salgo corriendo de allí, mientras intento no sollozar. 
Me acerco a un lugar, donde hay un banco. Sentados, hay dos chicos besándose apasionadamente. Agachó la cabeza y sorbo mi nariz. Él chico se da cuenta y se aleja de la chica. "Otra más" murmura un poco enfadado, y luego toma la mano de la chica y se alejan juntos, como si no hubiera pasado nada. ¿otra más? 
–¡Rosa!–escuchó a Logan gritar. Lágrimas frescas se acercan al rabillo de mi ojo e intento contenerlas, pero falló también. Los pasos de Logan cesan, y por el rabillo del ojo (borroso, por las lágrimas) veo que esta detrás de mí–Oye, esta bien.
Me doy vuelta y lo miro.
–No, no lo esta, ¡Vomite en tus zapatos!–exclamo, atónita.
–¿A quién le importan unos estúpidos zapatos? además, fue divertido–dice riendo, lo fulmino con la mirada–oye, debes admitirlo, fue divertido.
Sonrió, derrotada por la risa.
–Esta bien, lo fue–digo riendo un poco–pero lo lamento muchísimo.
Se acerca a mí, y corre un mecho de mi cabello –agh, peluca–. Me congelo, y mi sonrisa desaparece transformándose en una mueca de nerviosismo. Él rie.
–No lo lamentes, rosa –pausa por un momento, y luego niega levemente la cabeza. Frunzo el entrecejo–no, mi rosa.

Capítulo 07

 
Miré por la ventana. Louis salía rápidamente hacia el auto de uno de sus amigos, al fin pude soltar el aire que había contenido todo el tiempo. Esto está mal, Ana, muy, muy mal. Pensé internamente.
 
Lentamente, me dirigí al armario, sacando de éste el hermoso vestido rojo que la madre de Louis me había ayudado a escoger. Mi madre murió, y la señora Johanna me ha apoyado más que nadie en el mundo.
 
Los holanes del vestido se habían atascado con mis pendientes, así que, al bajarlo, lo rasgué un poco. Mierda.
 
–¿Se puede?- la voz melodiosa de Johanna se escuchó por detrás de mi puerta.
 
–Claro.- mi voz sonó débil. Entró y puso una cara de horror
 
–A ver, linda, arreglemos esto.- dio unos pasos hacia mí y me ayudó con el vestido. – ¿qué te he dicho de los pendientes? Tienes que quitártelos a veces cuando te vistes.- una sonrisa apareció en el rostro de ambas. Segundos después, ya todo estaba arreglado; había tirado de aquél trozo de tela y ya no había nada más.
 
–Ay, gracias, Jo. Te quiero.- la abracé fuerte. Jamás me había imaginado a mí abrazando a una mujer mucho más fuerte de lo que ya había abrazado a mi madre, pero, Johanna era como mi madre, aunque aún no tuviera el valor para decírselo.
 
Ambas salimos al mismo tiempo.

–Si el chico no te hace caso, te juro que yo misma le patearé el trasero.- sonreí. ¿Aún si es tu propio hijo? Pensé. Mi pecho se contrajo y la sangre se me heló cuando la limosina aparcó frente a nuestro hogar.


Las luces del salón eran leves. Se podía observar muchas parejas en el centro de la pista bailando; ninguna rosa bailaba por ahora. Quizá aún no encontraban a sus chicos.
Entonces lo vi. Conversaba con una chica que va en nuestro curso de ciencias; rubia, de ojos verdes y tez aperlada, nada del otro mundo, pero al parecer, demasiada competencia. ¿Desde cuándo tu hermanastro se enamora de ti?
Caminé hacia ellos, a paso lento. La chica me miró con el entrecejo fruncido y los ojos entrecerrados, cruzó sus brazos, y Louis se dio cuenta de aquello, haciéndolo voltear.
Al verme, su cara se tensó, y pareció sonreír.
–Hola, ¿interrumpo algo?.- saludé.
–Hola, sí, interrumpes mucho. Louis y yo estábamos a punto de bailar.- dijo molesta la chica. Louis suspiró.
–No interrumpes nada; hablamos luego, Beth.- me miró con una sonrisa amplia. Aquí es cuando dices que eres su rosa.
–Pues, como podrás ver, soy tu rosa.- extendió su mano hacia mí y me llevó al centro de la pista. No reconocía la canción, pero sí a la gente que bailaba. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete rosas bailando.
Un suspiro salió de sus labios. Lo miré extrañada.
–¿Pasa algo, Louis?- susurré en su oído mientras rodeaba mi cintura con sus manos; yo rodee su cuellos.
–Es solo que… esto es nuevo para mí, verás, mi hermanastra y yo somos “nuevos” aquí, es nuestro primer curso en esta escuela y…- asentí. Yo lo sé; soy tu hermanastra, pero no puedo decírtelo.
–¿Sabes?, sólo disfruta el momento, y ya.- le dije al oído y me abrazó, como si no quisiera que me fuera de sus brazos.


Bailamos durante mucho tiempo al igual que platicamos, pero si quería que no supiera quién era su “rosa roja” tenía que irme rápido, ahora. Me alejé unos centímetros de su cuerpo.
–¿Qué pasa?- preguntó con diversión.
–Tengo que irme.- besé su mejilla y corrí sin darle la oportunidad de decirme algo más. Mi noche de encanto había terminada, cuando él llegara, volvería a actuar como siempre; contraria a él, volvería a ser una de las pocas personas a las que Louis le tiene afecto, volvería a ser su hermanastra, y no su “rosa roja”.
Al llegar a casa, Johanna había dejado una pequeña cena en la mesa del comedor, corrí a mi habitación, me vestí con el pijama; me desmaquillé y bajé las escaleras para tomar la comida de aquella adorable mujer, y justo unos minutos más tarde, mi “hermano” ya había llegado.
–¿Has llegado tan rápido?- pregunté –¿Qué tal estuvo?- caminó a las escaleras cabizbajo.
–Humm… perdió sentido cuando mi rosa se marchó.- comenzó a subir las escaleras, y sentí miles de mariposas en mi estómago.

Mi rosa.

holo.: