Imposible|n.c

Imposible

Encontrar a una persona que le gustes es fácil. Que te quiera, probablemente. Que te ame, difícil. Pero encontrar a una persona que siga amándote por siempre, es casi imposible. Pero en esas imposibilidades se juegan la felicidad y surge lo mejor de la vida.

Hay cosas que no se pueden cambiar, simplemente están destinadas a alguien, a un lugar, a algún día, hora o año pero están predestinado de alguna u otra forma.

Ellos piensan que su amor es imposible, que no puede pasar nada, ni más el mínimo acercamiento, tienen miedo a perderlo todo. Pero se habían olvidado que ellos no pueden hacer nada contra sus sentimientos. Miles de personas intentan buscar a alguien a quien amar y ser amada por esa persona sin embargo muy pocas las encuentran, ellos eran los elegidos, habían encontrado a alguien a quien amar y ser amado.

Pero para ser feliz primero hay que sufrir, dicen muchos, sin embargo muy pocos encuentran la verdadera felicidad. ¿Podrán ellos aceptar su destino y al fin poder aceptar la felicidad?

Lo imposible, puede ser que ya no sea tan Imposible

Turnos.

Ash.
Alex.
Ludmi.
Karol.
Adry.
Winnie.

Capítulo 1

♡

De un portazo cerré la puerta del auto, me senté en el asiento del copiloto con los brazos cruzados, no me importaba si estaba actuando como una niñita. Estaba enojada, por no decir que estaba furiosa, desilusionada, traicionada y destrozada. Subió al auto sin pronunciar palabra y comenzó a conducir, no se hacia dónde, ni siquiera me importaba por mi mente solo retumbaban las palabras que Nathan había dicho: “Eres muy importante para mí, y lo sabes pero creo que no podemos seguir así” trataba de buscarle sentido a aquellas palabras eres muy importante para mí; si claro, si era tan importante para él ¿Por qué me hacía esto? No podemos seguir así; ¿así cómo? Hasta ayer todo era color de rosa, estábamos viendo una película mientras nos decíamos que nos amábamos y que íbamos a estar juntos por siempre ¿Dónde quedaron esas palabras? ¿Ese por siempre juntos?

Harry estaciono enfrente de mi casa, baje sin decir nada, no podía hablar. Sí hablaba iba a terminar llorando o gritando y Harry no se merece ninguna de las dos cosas. Subí directamente a mi habitación, no quería que nadie me viera llorando, desperdiciando lágrimas por una persona que no se lo merecía o al menos eso quiero creer.

Antes de poder cerrar la puerta, Harry apareció y ya no pude hacer nada para evitar llorar. Me encontraba en los brazos de Harry llorando, sintiéndome débil, sintiéndome una completa estúpida. Ahora entendía un poco más por qué Harry no se quería enamorar. Nos sentamos en la cama sin soltarme, acariciaba mi cabello y besaba mi frente paternalmente. Suena su teléfono, una llamada.

—¿No contestas?— pregunto incorporándome, niega con la cabeza. —Puede ser algo importante, Harry.

—Nada es más importante que tú en este momento— dice Harry pasando su pulgar por mi mejilla secando mis lágrimas, sonrió un poco. Se pone de pie y lo miro confundida. —No te dejare sola en este estado, ¿sabes algo? Él no te merecía, no merece tus lágrimas y muchísimo menos tus sonrisas. Te mereces a alguien mucho mejor, no a un jugador profesional de básquetbol llamado Ethan— hace una cara rara y no puedo evitar reír.

—¿Alguien como quién? — Pregunto elevando una ceja.

—Alguien como yo— sonríe con suficiencia para luego largar una carcajada. —No, creo que ni yo te merezco, pero ya llegara la persona que te merezca de verdad.—Sonrió esta era una de La pocas veces donde escuchaba a Harry decir todas esas cosas.

—Y yo creo que si le dijeras todas estas cosas a una chica, la enamorarías.

—Quédate aquí, ya vuelvo.

Contesta luego de unos segundos, evitando mi comentario sale de mi cuarto. Algo había hecho mal.

Pasaron varios minutos y Harry aun no había vuelto. Para matar el tiempo y el dolor comienzo a buscar todos los regalos, fotos y cosas que me hacían recordar a Nathan. Lo iba a ver en el colegio pero no lo quería ver también en mi habitación. Tome una bolsa que había por ahí y tire todas las cosas que eran de parte de él y las que me hacían recordarlo.

Tiempo pasado pisado, no iba a volver a mirar hacia atrás y si esto era el comienzo del olvido, bueno, tenía que asumirlo y seguir hacia delante.

Me recuesto en mi cama, pensando fugazmente en Nathan ¿Estará de la misma manera que estoy yo en este momento? No lo creo. Me rió de mi misma para mis adentros, que patética; era obvio que él no iba a estar jamás como yo, porque él no me amo de la manera en que lo hice yo. Pensar que yo pensaba que el “amor” que él me daba no se comparaba con nada ¡Estúpida!

Tapo mi cara con mis manos tratando de olvidar lo que estaba pensando, escucho un “toc, toc” era la voz de Harry, miro hacia la puerta, y ahí está con una media sonrisa mirándome dulcemente, era la misma mirada que cuando yo estaba enferma y el venía a visitarme.



—Al parecer es cierto que el helado y el chocolate levantan el ánimo— comenta Harry riendo, mientras roba una cucharada de helado de mi pote.

—Puede ser, pero creo que el que levanta mi ánimo es esta cosa— señalo el pote de su helado y de paso tomar un poco con mi cuchara. —Y esta otra cosa. — Lo señalo a él y luego lo miro fijamente por unos segundos. —Gracias.

—¿Por qué? — Pregunta, ruedo los ojos, el sabia él porque pero quería que yo lo diga; quería escucharlo, no imaginarlo.

—Por quedarte aquí conmigo, no sé, por darme tu compañía irremplazable y comprarme este riquísimo helado de chocolate. — Respondo con un poco de gracia y reímos.

—Eso hacen los amigos, y que soy una compañía irremplazable tienes toda la razón, jamás encontraras a una persona como yo, ni ese riquísimo helado— responde, reímos hasta que nuestros pulmones pedían oxígeno. Estuvimos hablando un rato más, hasta que llegó la hora de quedarme sola en mi habitación y en mi propia mente.

Con Harry aquí todo era más fácil, el me mantenía ocupada, pero ahora lo único que podía hacer era pensar en Nathan y todas sus palabras infinitas llenas de amor y promesas, que solo eran mentiras.

—Kenz, cariño. Una chica, creo que era Sophia, te busca— Dice mi madre sin golpear ni abrir la puerta, pero ¿qué hacía Sophia en mi casa? ¿A esta hora? Si jamás fue mi amiga, más bien era, mejor dicho es amiga de Nathan.

—mmm ya bajo, mamá. — Respondo aun medio confundida.

Bajo mientras me pregunto ¿Por qué Sophia estaba aquí? ¿Le habrá pasado algo a Nathan? No, no me tiene porque importar, además, no daría tantas vueltas, se lo hubiera dicho a mi madre. ¿Sophia? No era creíble, pero vi su pelo rubio y ya no lo podía negar, era ella.

—Hola.

—Hola, Mack ¿Cómo estás? Me entere, lo que paso. La verdad es que…— No la deje terminar, no quería hablar de él, ni que me dé palabras de aliento y apoyo una persona que ni siquiera sabía mi apodo, tampoco quería que me viera débil. En realidad no quería que nadie de su entorno, ni él me viera de esta forma.

—Bien no creo que lo este, pero lo acepto, Nathan nunca me amo de la manera en que yo lo hice. Supongo que esa era la parte que me tocaba a mí en su vida.

—Puedes contar conmigo, que sea amiga de Nathan no quiere decir nada— comenta y asiento ¿Por qué le importaba tanto como estaba yo? Si jamás le importo. La acompaño a la puerta, no quería estar cerca de ella y mucho menos hablar con ella.

Todo esto era muy raro.

Jamás le había caído bien a Sophia.

Holis:

¡llegue! omg, me encanto el capitulo, como redactas y todo. lo ame. alex, mueve el jopo y síguela, ahr.

Capítulo 2

La cínica tiene sentimientos, y el vecino burlón, al parecer también. ♡

— ¡Hey enana!
—Joder, ¿Quién se cree? ¿Hace cuánto que está en el vecindario?
— Los mismos que toda su familia cariño— respondió mamá.
Bufé molesta, mi vecino Ethan Coleman es un confianzudo que se cree la gran cosa, nadie me cree si intento hablar mal de él, tal vez por la imagen perfecta que tienen.
— Su familia me agrada, él no, siempre se cree muy alto solo porque me saca una cabeza, se cree muy…— Intenté quejarme mientras veíamos como los Coleman jugaban en el patio delantero de su casa, que convenientemente estaba al lado de la nuestra.
— ¿Por qué no intentas ser más sociable con él?— preguntó Eizen, mi hermano.
— Porque no sociabilizo con idiotas— respondí entrando a la casa.
— Sociabilizabas con tu exnovio, y no de la mejor manera…— golpeé su brazo izquierdo.
—Hey ¿y eso por qué fue?— se sobaba el brazo, llorón, ni que golpeara tan fuerte.
— Por hablar de más, además Eizen, ¿por qué no le cuentas a mamá sobre tu nueva novia?
  La cara de mi hermano se tornó blanca y luego sus mejillas enrojecieron. Sí algo aprendí de vivir con él y mis hermanas más pequeñas es buscar debilidades; y pudo apostar que este es el mejor talón de Aquiles del mundo.
— ¿Eizen, de novio? ¿Quién es la afortunada?— chilló mamá desde la cocina mientras corría hacia el living.
— Yo diría desdichada, pero si tú lo quiere así… como sea, lamento decirte mamá, Eizen no tiene absolutamente ninguna novia—. Y lo que dije era completamente cierto, no tenía novia.
— ¿Amiga con derecho? Sabes que no me agrada ese tipo de relaciones pero…
Sonó el timbre. No es por nada pero yo enserio quería ver hasta dónde llegaría la conversación. Margareth bajó corriendo, es una niña de apenas ocho años, pero créanme, tienen un oído muy especializado y unas veloces piernas, supongo que es por el azúcar.
— ¡Eeethan! — el grito de mi hermana, no podía arruinar más mi tarde, ¿Acaso no se conformaba con sus hermanos que tenía que venir por los míos?
— Maggie, ¿Cómo estás bonita?— le saludó, es algo raro que relate esto desde mi punto de vista, pero, enserio, con este sofá tienes una vista panorámica excelente. Que la torre Eiffel se llevé a Maggie, incluso a Rouse, pero por el amor a dios y a todas las cosas, que alguien me permita oír la declaración de mi hermano y su sexualidad.
— Joven Coleman, que alegría, ¿cómo está?— Marta le saludó, es la niñera de las gemelas, es como una madre que está noche y día pero la cual no puede regañarte como mamá lo hace. Lo cual es bueno, nadie tiene una idea de lo que es mi mamá enojada, y nadie quiere conocerla.
— Marta, buenos días, hola señora Ronald y hola Eizen— esto es una jodida broma, es capaz de saludar a todo el maldito mundo, pero cuando llegue mi turno me ignorará completamente.
— Ethan, hermano, ven conmigo, tengo que contarte algo, Annie también—. Tomó del brazo a mi vecino y con la mirada me ordenó que lo siguiera, como si quisiera hacerlo, pero pensándolo bien, si me quedó me atosigará a mí mamá con preguntas sobre la posible novia de mi hermano mayor. Rodé los ojos y caminé hacia el patio, dejando a mamá con la palabra en la boca, como otras tantas veces.
  Salí al jardín trasero y antes de que se me ocurriera preguntar el por qué estábamos ahí, mi hermano ya había abierto su boca.
— Ludmila, te dije que no se hablaría del tema de Ashton hasta que esté preparado para hacerlo, ¿cómo pudiste hacer eso?— Su voz, si no fuera gay sería mucho más deseable, es ronca y áspera pero de la forma en que quieres seguir oyendo como sale de su boca, lo admito, siempre envidié el perfecto tono que tiene, voz perfecta para un chico perfecto.
— Mariquita, bájale a tu drama, no dije nada, solo hablé de tu “novia”— hice comillas con los dedos—. Que por cierto dentro de los pantalones no tiene una vagina, ¿no es raro? ¿Y si no es chica?— reí cínica.
— Vete a la mierda— farfulló.
— Con gusto.
— ¡Adiós mamá!
  Todos mis hermanos y yo saludamos a mamá, se va de viaje, otra vez, lo bueno es que ya no son tantos días.
— Lu, ¡vamos!
— ¿A dónde?— pregunté sin quitar la vista de mi teléfono.
— De paseo, con los Yamaha, iremos al parque los cuatro—. Yo enserio intenté protestar cuando él me quitó de mis manos el móvil.
— Genio, hay un problema, si somos cuatro tendremos que ir en la otra, y yo no tengo licencia—. Soné demasiado obvia.
— Créeme, si soy un genio, ya que mamá no está y tienes sumamente prohibido quedarte acá gracias a que yo estoy a cargo, hay otra persona que conducirá la Yamaha en la que tu irás—. Me mostró orgulloso sus dientes blancos.
— Excelente, ¿Quién viene? ¿Tu novia?— Eizen frunció el ceño.
— Detente, no es gracioso, y ya que estas de tan buen humor, me tomé la tarea de decirle a nuestro acompañante que traiga ropa, algo que tú también deberías llevar por sí te mojas y su licencia por supuesto.
— ¿Quién es?
— Ethan Coleman—. Supe que sería él desde que escuché la primera sílaba de su nombre. No tiene otro jodido amigo que yo conozca que se llame Ehtan; y de todos modos, ¿por qué con él?
— ¡Já! Si claro, sigue intentando y buena suerte—. Casi  consigo irme, pero tuvo que agarrarme del brazo y tironearme. Retrocedí el escalón que había logrado ascender y lo miré, carajo, era el hombre/hermano perfecto, claro, físicamente hablando.
— Lo harás aunque tenga que sacarte a la fuerza de la casa.
¿Acaso me amenazó? Estaba por retrucar pero el timbre sonó.
— ¡Pasa!—. Eizen gritó sin soltarme, maldita fuerza masculina.
— Hola enana, hola Zen.
Zen, menudo apodo el de mi marica hermano.
— Hola Ehtan, ¿ya estás listo?
— Sí, por supuesto, pero, ¿tu hermana quiere ir conmigo?— Preguntó inocente, mirándome.
— No te preocupes por ella, aunque no quiera irá igual. Tengo que despertar a Rouse y a Maggie, enseguida vuelvo—. Y por fin soltó mi brazo, y subió los escalones de la escalera de dos en dos.
— ¿Estás bien?
— No actúes cómo si fuera que te importo—. Contesté cínica mientras me sobaba el brazo y me rehusaba a hacer contacto visual con él.
— ¿Y cómo sabes que no lo haces?— preguntó con tono molesto—. ¿Acaso eres telepática o algo así?
— No, pero conozco a la gente como tú lo suficiente.
— ¿Me conoces? ¿Crees que puedes ponerle una etiqueta a mi vida como si se tratase de una cosa?
— ¿Sabes qué? No sirve tratar de hablar contigo, al fin y al cabo siempre discutimos—. Reí sarcástica mientras elevaba mis manos en el aire.
— Tú comenzaste, piensas que conoces a todo el puto mundo, ¡pero no es así!— Elevó la voz.
— ¿Yo? ¡Por lo menos no tengo el ego por las nubes!
— ¿El ego por las nubes? ¿Acaso intentas defenderte con eso? ¡Yo no el cínico e imbécil!
— ¿Me llamaste imbécil a mí, estúpido? ¿Por qué te crees tan importante?— Mascullé enojada.
— ¡Ethan! — ambos interrumpimos nuestra discusión, las gemelas bajaban corriendo las escaleras para abrazar a el chico.
— Esto no acaba acá—. Susurró sin voz él mientras alzaba a ambas niñas y ellas festejaban.