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Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
SIGUELAAAA
chicas que comentan
NO MUCHAS CARAS, HACEN SPAM
chicas que comentan
NO MUCHAS CARAS, HACEN SPAM
Creadora
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Hola tienes nueva lectoraa
me encantaa la novee n.n
Siguelaa prontoo!!
me encantaa la novee n.n
Siguelaa prontoo!!
Invitado
Invitado
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Uyyyyyyyyyy me re olvide de subirles sorry D:
Bienvenidas a las nuevas lectoras y a las fieles que estan siempre comentando
Aquí les dejo su cap
Bienvenidas a las nuevas lectoras y a las fieles que estan siempre comentando
Aquí les dejo su cap
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Capítulo IX
Antes de dirigirse hacia el dormitorio, se quitó el abrigo y lo lanzó sobre el sofá. Luego, se sirvió un poco de whisky y se lo tomó de un trago. Una vez más, se preguntó si se habría equivocado al ponerse unos vaqueros en vez de un traje. Sacudió la cabeza. ¿A quién le importaba lo que llevara puesto? A los pocos minutos, iban a estar desnudos.
Mientras se dirigía al dormitorio, se la imaginó de mil maneras, pero se equivocó. Estaba sentada dulcemente a los pies de la cama. Sin embargo, ya estaba desnuda. Sobre el colchón, había dos rollos de cuerda de seda y una venda para los ojos.
—¿Te acuerdas de la fantasía de la que te hablé la primera noche?
—Con todo detalle —dijo él.
—Esta noche, vamos a hacer que se convierta en realidad.
Joe sintió cómo su erección dejaba en ridículo a todas las que había experimentado antes. El pulso se le aceleró. Se notaba algo desconcertado, pero aquello no evitó que diera unos cuantos pasos más hacia ella. ___________ sonrió. Entonces, giró la vista hacia el cuarto de baño. Al mirar, Joe descubrió una cuchilla de afeitar y espuma.
Al sentir que ella le colocaba las manos sobre los hombros, se sobresaltó. No había notado que ella se ponía de pie. Se sentía completamente en un estado de ensueño del que esperaba fervientemente no despertar. Se fijó en cómo ella le iba desabrochando los botones de la camisa. Después de soltar cada uno de ellos, le besó dulcemente la piel. No se detuvo hasta que llegó al cinturón. Entonces, le quitó la camisa y la dejó cuidadosamente encima de una silla. Después se arrodilló ante él y le tocó el zapato.
—Para que puedas quitarte el zapato, tienes primero que levantar el pie.
Tras quitarle los zapatos y calcetines, ___________ se volvió a poner de pie. Joe se moría por preguntarle por los pantalones, pero no lo hizo. Antes de que pudiera articular palabra, ella lo tomó de la mano y lo llevó hasta el cuarto de baño. Allí, él tomó la iniciativa. Colocó una toalla encima de la encimera. Entonces, la besó suavemente y la agarró por la cintura para poder sentada al Iado del lavabo. Era tan hermosa... Podía ver la delicada curva de su espalda en el espejo, el esbelto cuello... Quería tocarla por todas partes, besarla, lamerla... pero aquella era la fantasía de ___________, no la suya.
—Espera un momento —le dijo.
Salió corriendo por una almohada. Rápidamente regresó y se la colocó detrás, para que no sintiera frío cuando se relajara. Entonces, le acarició suavemente el cuello, los senos... Cuando llegó a la parte superior de los muslos, le separó las piernas. Joe no había afeitado nunca a nadie. Además, aquella parte presentaba algunos problemas logísticos, pero no por ello se echó atrás. Abrió el grifo, y cuando la temperatura fue la correcta, colocó debajo una toalla. A continuación, se la colocó sobre el escaso vello rubio. ___________ contuvo la respiración.
—¿Demasiado caliente?
—No. Está bien. Es solo... muy intenso.
—De acuerdo.'
A continuación, Joe se echó un poco de crema para afeitar en los dedos y retiró la toalla. Tocarla fue una experiencia nueva para él. El modo en que estaba sentada, completamente abierta, vulnerable... Su propio reflejo en el espejo... Todo era surrealista y erótico, tanto como nada que hubiera experimentado antes. Utilizó la cuchilla con .mucho cuidado, agradecido de no estar temblando. Entonces, abrió el grifo y fue enjuagando la cuchilla con frecuencia. A medida que iba bajando, ella se acercaba cada vez más al borde de la encimera y empezó a colocarIe los pies en los hombros. Por lo profundo de su respiración, se notaba — que estaba disfrutando con aquello. Cuando finalmente terminó, Joe recorrió con los dedos la carne que había afeitado. Nunca había acariciado nada más suave ni más invitador. Con una segunda toalla, retiró rápidamente todos los restos de gel. Ella se dispuso a bajarse, pero Joe se lo impidió.
—Todavía no. Quiero asegurarme de que lo he hecho bien.
Entonces, se arrodilló ante ella. La llevó todo lo que pudo hasta el final de la en cimera y la exploró con labios, lengua y dedos. Cuando estuvo satisfecho de que los labios exteriores estaban tan suaves como el trasero de un bebé, profundizó un poco más. El sabor de su feminidad lo hizo temblar y su suavidad aumentó aún más su erección. Cuando ella gimió de placer y se aferró a él, estuvo a punto de dejarse llevar. Se centró en lo que estaba haciendo y consiguió que los gritos de placer de ___________ fueran cada vez más fuertes a medida que los movimientos de su propia lengua iban haciéndose más firmes y rápidos. Ella alcanzó el placer entre un violento espasmo. Sin querer, tiró el frasco de espuma de afeitar al suelo... Fue fantástico. Cuando ella se hubo relajado completamente, la tomó en brazos y la llevó a la cama. Allí, la colocó con mucho cuidado sobre el colchón y la fue atando a las cuatro esquinas de la cama. Las cuentas de seda no le harían daño alguno. Solo faltaba la venda. Antes de colocársela, la besó.
—Ahora voy a colocarte la venda. Es decir, si quieres que lo haga...
___________ asintió y cerró dulcemente los ojos. Joe le colocó la máscara con mucho cuidado para no causarle molestia alguna. Entonces, volvió a ponerse de pie y admiró la exquisita visión que tenía ante sus ojos. Los pezones, erectos y duros como guijarros, sus largas extremidades, más hermosas aún por las cuerdas que la ataban. Su sexo, desnudo y todavía rosado por el rasurado y sus atenciones...
Se desabrochó los vaqueros. Se los bajó junto con los calzoncillos. Solo le quedaba una cosa por hacer. Fue al cuarto de baño, se tomó un vaso de agua y llenó otro para ella. Entonces apagó la luz con el codo y se encaminó a tierra prometida. De repente, el pie tropezó con algo frío y duro. El vaso le salió volando de la mano. Joe cayó al suelo y sintió un fuerte dolor en la cabeza. Después de eso, todo quedó a oscuras...
—¿Joe?
___________ sintió que le subía fuertemente la adrenatina cuando oyó el golpe. Casi se dislocó los hombros tratando de incorporarse, pero no lo consiguió. Cegada, inmovilizada, las imágenes que se le ocurrieron la aterrorizaron. Se imaginó a Joe sangrando, a Joe muriéndose... Una vez más, tiró de sus ataduras. ¿Por qué habría sido tan concienzudo?
Con el brazo, trató de levantarse la venda. Finalmente, consiguió, tras unos largos minutos de lucha, levantarla un poco, pero lo único que pudo ver de Joe fueron sus pies desnudos.
—¡Joe! ¡Joe!
Nada. No se movía. ___________ quería gritar... Sí. Si gritaba, tal vez alguien la escuchara y vendría a salvarlo... Y la encontrarían a ella atada a la cama, desnuda y rasurada.
¡Dios Santo! Se dejó caer de nuevo sobre las almohadas, tratando de no caer presa del pánico.
Lo último que necesitaba en aquellos momentos era un ataque de ansiedad. Tenía que haber una solución a su problema. ¿Y si Joe estaba gravemente herido? ¿O si...?
¿Qué le importaba, si ese era el caso, que la encontraran de aquella manera? la vida de Joe estaba en peligro... No era momento de preocuparse por el pudor o el anonimato.
«Dios, por favor...». El pánico se apoderó de ella. No podía estar muerto. Era imposible... ¡Dios! Sentía que había sido una estúpida. Se había enamorado de él mientras estaba ocupada tratando de hacer realidad sus estúpidas fantasías.
—¡Joe!
¿Había sido aquello un gemido? Sí, efectivamente. Estaba empezando a volver en sí. Solo había sido un fuerte golpe en la cabeza. Estaría bien. Irían al hospital y al final acabarían por bromear sobre el chichón que seguramente tenía en la cabeza. Todo volvería a la normalidad...
Excepto que lo sabía. Lo que había empezado como un juego se había convertido en algo mucho más serio. Los miércoles se habían convertido en el centro de su vida. No hacía más que pensar en él. Soñaba con él y despertaba por las mañanas, pensando en él y con una sonrisa en los labios. Su cuerpo reaccionaba solo con pensar en él...
Efectivamente, sentía algo por Joe. Lo quería como no había querido nunca a otro ser humano. Ansiaba sus caricias, le encantaban sus expresiones y el modo en que sabía leerla como si se tratara de un libro abierto. Adoraba su esencia, su pasión, el sabor de su cuerpo... Cuando estaba con él, se sentía segura. Sin embargo, se dio cuenta de la ironía de aquel pensamiento. Se sentía segura con Joe porque él no sabía quién era. En cuanto supiera su apellido, en cuanto se supiera la verdad, nada volvería a ser lo mismo. No solo por él, sino también por ella. Todas las conversaciones se examinarían escrupulosamente, tratando de encontrar motivos para cada palabra. Todo lo que él hiciera la haría sospechar.
Solo había unas cuantas personas en las que confiara implícitamente. Su familia, sus amigos y poco más. La verdad era que nadie podía darle lo que Joe le entregaba. Quería amar y ser amada, pero para amar había que confiar...
Al notar que Joe se estaba incorporando, gritó de alivio.
—¡Joe! Joe, ¿te encuentras bien?
—Sí, creo que sí. Demonios...
—¿Qué te pasa? No puedo verte. ¿Estás sangrando? llama a Urgencias. No, espera. Creo que tengo el número de mi médico en el bolso. Oh, no. Está fuera de la ciudad. Llama a Urgencias. Tal vez haya un médico aquí en el hotel...
En aquel momento, vio lo alto de la cabeza de Joe. Al ver que sonreía, sintió un profundo alivio, aunque frunció el ceño al ver que él tenía un enorme chichón en la frente.
—Tenía tanto miedo...
—Lo siento.
—No ha sido culpa tuya. Te has resbalado...
—Ha sido por este bote de espuma de afeitar.
—La próxima vez, creo que deberíamos probar otro método.
—Tengo que admitir que lo volvería a hacer sin dudarlo si, al despertarme, te volviera a ver de ese modo —añadió él, mientras se sentaba en el borde de la cama—. Estás increíble.
—Joe, probablemente tengas una pequeña conmoción. Tenemos que ir a ver a un médico.
—Estoy bien...
—Eso no es cierto. Vamos —replicó, cuando notó que él le empezaba a acariciar la pierna—.
Suéltame.
—¿Soltarte? Pero si tenemos que dar vida a una fantasía...
—Un momento. No forma parte de mi fantasía que tú te desplomes encima de mí porque tengas un derrame cerebral. Eso tiende a apagar rápidamente mi libido...
—Supongo que tienes razón.
—Desátame, ¿de acuerdo? Déjame que me vista y entonces nos iremos a un hospital.
Joe empezó a desatarla. ___________ lo observó, agradecida de que siguiera estando sin camisa, aunque sentía que todo tuviera que acabar de aquel modo. Sin embargo, estaba encantada de que estuviera vivo, pero muy asustada de lo que sentía. No hacía más que decirse que aquella vez sería diferente, que debía decírselo, pero decidió no hacerlo. Cuando él hubo terminado de desatarla, se sentó en la cama y se sintió terriblemente consciente de su desnudez. Hubiera querido taparse con la colcha, pero, en vez de eso, se márchó corriendo hasta el cuarto de baño y cerró la puerta.
Mientras se dirigía al dormitorio, se la imaginó de mil maneras, pero se equivocó. Estaba sentada dulcemente a los pies de la cama. Sin embargo, ya estaba desnuda. Sobre el colchón, había dos rollos de cuerda de seda y una venda para los ojos.
—¿Te acuerdas de la fantasía de la que te hablé la primera noche?
—Con todo detalle —dijo él.
—Esta noche, vamos a hacer que se convierta en realidad.
Joe sintió cómo su erección dejaba en ridículo a todas las que había experimentado antes. El pulso se le aceleró. Se notaba algo desconcertado, pero aquello no evitó que diera unos cuantos pasos más hacia ella. ___________ sonrió. Entonces, giró la vista hacia el cuarto de baño. Al mirar, Joe descubrió una cuchilla de afeitar y espuma.
Al sentir que ella le colocaba las manos sobre los hombros, se sobresaltó. No había notado que ella se ponía de pie. Se sentía completamente en un estado de ensueño del que esperaba fervientemente no despertar. Se fijó en cómo ella le iba desabrochando los botones de la camisa. Después de soltar cada uno de ellos, le besó dulcemente la piel. No se detuvo hasta que llegó al cinturón. Entonces, le quitó la camisa y la dejó cuidadosamente encima de una silla. Después se arrodilló ante él y le tocó el zapato.
—Para que puedas quitarte el zapato, tienes primero que levantar el pie.
Tras quitarle los zapatos y calcetines, ___________ se volvió a poner de pie. Joe se moría por preguntarle por los pantalones, pero no lo hizo. Antes de que pudiera articular palabra, ella lo tomó de la mano y lo llevó hasta el cuarto de baño. Allí, él tomó la iniciativa. Colocó una toalla encima de la encimera. Entonces, la besó suavemente y la agarró por la cintura para poder sentada al Iado del lavabo. Era tan hermosa... Podía ver la delicada curva de su espalda en el espejo, el esbelto cuello... Quería tocarla por todas partes, besarla, lamerla... pero aquella era la fantasía de ___________, no la suya.
—Espera un momento —le dijo.
Salió corriendo por una almohada. Rápidamente regresó y se la colocó detrás, para que no sintiera frío cuando se relajara. Entonces, le acarició suavemente el cuello, los senos... Cuando llegó a la parte superior de los muslos, le separó las piernas. Joe no había afeitado nunca a nadie. Además, aquella parte presentaba algunos problemas logísticos, pero no por ello se echó atrás. Abrió el grifo, y cuando la temperatura fue la correcta, colocó debajo una toalla. A continuación, se la colocó sobre el escaso vello rubio. ___________ contuvo la respiración.
—¿Demasiado caliente?
—No. Está bien. Es solo... muy intenso.
—De acuerdo.'
A continuación, Joe se echó un poco de crema para afeitar en los dedos y retiró la toalla. Tocarla fue una experiencia nueva para él. El modo en que estaba sentada, completamente abierta, vulnerable... Su propio reflejo en el espejo... Todo era surrealista y erótico, tanto como nada que hubiera experimentado antes. Utilizó la cuchilla con .mucho cuidado, agradecido de no estar temblando. Entonces, abrió el grifo y fue enjuagando la cuchilla con frecuencia. A medida que iba bajando, ella se acercaba cada vez más al borde de la encimera y empezó a colocarIe los pies en los hombros. Por lo profundo de su respiración, se notaba — que estaba disfrutando con aquello. Cuando finalmente terminó, Joe recorrió con los dedos la carne que había afeitado. Nunca había acariciado nada más suave ni más invitador. Con una segunda toalla, retiró rápidamente todos los restos de gel. Ella se dispuso a bajarse, pero Joe se lo impidió.
—Todavía no. Quiero asegurarme de que lo he hecho bien.
Entonces, se arrodilló ante ella. La llevó todo lo que pudo hasta el final de la en cimera y la exploró con labios, lengua y dedos. Cuando estuvo satisfecho de que los labios exteriores estaban tan suaves como el trasero de un bebé, profundizó un poco más. El sabor de su feminidad lo hizo temblar y su suavidad aumentó aún más su erección. Cuando ella gimió de placer y se aferró a él, estuvo a punto de dejarse llevar. Se centró en lo que estaba haciendo y consiguió que los gritos de placer de ___________ fueran cada vez más fuertes a medida que los movimientos de su propia lengua iban haciéndose más firmes y rápidos. Ella alcanzó el placer entre un violento espasmo. Sin querer, tiró el frasco de espuma de afeitar al suelo... Fue fantástico. Cuando ella se hubo relajado completamente, la tomó en brazos y la llevó a la cama. Allí, la colocó con mucho cuidado sobre el colchón y la fue atando a las cuatro esquinas de la cama. Las cuentas de seda no le harían daño alguno. Solo faltaba la venda. Antes de colocársela, la besó.
—Ahora voy a colocarte la venda. Es decir, si quieres que lo haga...
___________ asintió y cerró dulcemente los ojos. Joe le colocó la máscara con mucho cuidado para no causarle molestia alguna. Entonces, volvió a ponerse de pie y admiró la exquisita visión que tenía ante sus ojos. Los pezones, erectos y duros como guijarros, sus largas extremidades, más hermosas aún por las cuerdas que la ataban. Su sexo, desnudo y todavía rosado por el rasurado y sus atenciones...
Se desabrochó los vaqueros. Se los bajó junto con los calzoncillos. Solo le quedaba una cosa por hacer. Fue al cuarto de baño, se tomó un vaso de agua y llenó otro para ella. Entonces apagó la luz con el codo y se encaminó a tierra prometida. De repente, el pie tropezó con algo frío y duro. El vaso le salió volando de la mano. Joe cayó al suelo y sintió un fuerte dolor en la cabeza. Después de eso, todo quedó a oscuras...
—¿Joe?
___________ sintió que le subía fuertemente la adrenatina cuando oyó el golpe. Casi se dislocó los hombros tratando de incorporarse, pero no lo consiguió. Cegada, inmovilizada, las imágenes que se le ocurrieron la aterrorizaron. Se imaginó a Joe sangrando, a Joe muriéndose... Una vez más, tiró de sus ataduras. ¿Por qué habría sido tan concienzudo?
Con el brazo, trató de levantarse la venda. Finalmente, consiguió, tras unos largos minutos de lucha, levantarla un poco, pero lo único que pudo ver de Joe fueron sus pies desnudos.
—¡Joe! ¡Joe!
Nada. No se movía. ___________ quería gritar... Sí. Si gritaba, tal vez alguien la escuchara y vendría a salvarlo... Y la encontrarían a ella atada a la cama, desnuda y rasurada.
¡Dios Santo! Se dejó caer de nuevo sobre las almohadas, tratando de no caer presa del pánico.
Lo último que necesitaba en aquellos momentos era un ataque de ansiedad. Tenía que haber una solución a su problema. ¿Y si Joe estaba gravemente herido? ¿O si...?
¿Qué le importaba, si ese era el caso, que la encontraran de aquella manera? la vida de Joe estaba en peligro... No era momento de preocuparse por el pudor o el anonimato.
«Dios, por favor...». El pánico se apoderó de ella. No podía estar muerto. Era imposible... ¡Dios! Sentía que había sido una estúpida. Se había enamorado de él mientras estaba ocupada tratando de hacer realidad sus estúpidas fantasías.
—¡Joe!
¿Había sido aquello un gemido? Sí, efectivamente. Estaba empezando a volver en sí. Solo había sido un fuerte golpe en la cabeza. Estaría bien. Irían al hospital y al final acabarían por bromear sobre el chichón que seguramente tenía en la cabeza. Todo volvería a la normalidad...
Excepto que lo sabía. Lo que había empezado como un juego se había convertido en algo mucho más serio. Los miércoles se habían convertido en el centro de su vida. No hacía más que pensar en él. Soñaba con él y despertaba por las mañanas, pensando en él y con una sonrisa en los labios. Su cuerpo reaccionaba solo con pensar en él...
Efectivamente, sentía algo por Joe. Lo quería como no había querido nunca a otro ser humano. Ansiaba sus caricias, le encantaban sus expresiones y el modo en que sabía leerla como si se tratara de un libro abierto. Adoraba su esencia, su pasión, el sabor de su cuerpo... Cuando estaba con él, se sentía segura. Sin embargo, se dio cuenta de la ironía de aquel pensamiento. Se sentía segura con Joe porque él no sabía quién era. En cuanto supiera su apellido, en cuanto se supiera la verdad, nada volvería a ser lo mismo. No solo por él, sino también por ella. Todas las conversaciones se examinarían escrupulosamente, tratando de encontrar motivos para cada palabra. Todo lo que él hiciera la haría sospechar.
Solo había unas cuantas personas en las que confiara implícitamente. Su familia, sus amigos y poco más. La verdad era que nadie podía darle lo que Joe le entregaba. Quería amar y ser amada, pero para amar había que confiar...
Al notar que Joe se estaba incorporando, gritó de alivio.
—¡Joe! Joe, ¿te encuentras bien?
—Sí, creo que sí. Demonios...
—¿Qué te pasa? No puedo verte. ¿Estás sangrando? llama a Urgencias. No, espera. Creo que tengo el número de mi médico en el bolso. Oh, no. Está fuera de la ciudad. Llama a Urgencias. Tal vez haya un médico aquí en el hotel...
En aquel momento, vio lo alto de la cabeza de Joe. Al ver que sonreía, sintió un profundo alivio, aunque frunció el ceño al ver que él tenía un enorme chichón en la frente.
—Tenía tanto miedo...
—Lo siento.
—No ha sido culpa tuya. Te has resbalado...
—Ha sido por este bote de espuma de afeitar.
—La próxima vez, creo que deberíamos probar otro método.
—Tengo que admitir que lo volvería a hacer sin dudarlo si, al despertarme, te volviera a ver de ese modo —añadió él, mientras se sentaba en el borde de la cama—. Estás increíble.
—Joe, probablemente tengas una pequeña conmoción. Tenemos que ir a ver a un médico.
—Estoy bien...
—Eso no es cierto. Vamos —replicó, cuando notó que él le empezaba a acariciar la pierna—.
Suéltame.
—¿Soltarte? Pero si tenemos que dar vida a una fantasía...
—Un momento. No forma parte de mi fantasía que tú te desplomes encima de mí porque tengas un derrame cerebral. Eso tiende a apagar rápidamente mi libido...
—Supongo que tienes razón.
—Desátame, ¿de acuerdo? Déjame que me vista y entonces nos iremos a un hospital.
Joe empezó a desatarla. ___________ lo observó, agradecida de que siguiera estando sin camisa, aunque sentía que todo tuviera que acabar de aquel modo. Sin embargo, estaba encantada de que estuviera vivo, pero muy asustada de lo que sentía. No hacía más que decirse que aquella vez sería diferente, que debía decírselo, pero decidió no hacerlo. Cuando él hubo terminado de desatarla, se sentó en la cama y se sintió terriblemente consciente de su desnudez. Hubiera querido taparse con la colcha, pero, en vez de eso, se márchó corriendo hasta el cuarto de baño y cerró la puerta.
Bueno espero les guste,
Las amo
y gracias por la paciencia...
Niinny Jonas
Las amo
y gracias por la paciencia...
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
La rayis esta muy preocupada con que descubra quien es :S
Pobresita :(
Que bobo Joe XD
Arruino todo, aunque no fue su culpa claro, fue la del bote de espuma de afeitar XD
Siguela!
Pobresita :(
Que bobo Joe XD
Arruino todo, aunque no fue su culpa claro, fue la del bote de espuma de afeitar XD
Siguela!
Lulajonatica
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Muy bueno el cap! gracias por subirlo!
siguelaaa
siguelaaa
Creadora
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
aa geniall el
cap
jajaj
joe como va a dañr el momento
jajajaja se cayo jajja
cap
jajaj
joe como va a dañr el momento
jajajaja se cayo jajja
next to you
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Nueva lectora!
me encanta esta novela!
SEguila, me fascina :)
me encanta esta novela!
SEguila, me fascina :)
Invitado
Invitado
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
AyeJB escribió:Nueva lectora!
me encanta esta novela!
SEguila, me fascina :)
Gracias Aye :D
Capítulo X dedicado a ti y a mis fieles lectoras...
Las amo :D
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Capítulo X
Joe se sentó en la cama. La mano le temblaba mucho más de lo que quería admitir. Sabía que había estado inconsciente, pero no sabía por cuánto tiempo. ¡Qué mala suerte! ¿Por qué había tenido que caerse cuando tenía la mujer más hermosa del mundo, esperándolo atada a la cama? Bajó la cabeza y sintió que la sangre le palpitaba en la frente. Sabía que aquel chichón le dolería durante varios días, aunque estaba seguro de que no era nada grave. Lo peor de todo aquello ,era que, seguramente, ___________ no querría volver a probar aquello...
Suspiró y fue a recoger su ropa. Muy lentamente, más por desilusión que por debilidad, se fue colocando los calcetines y los zapatos. Entonces, se puso la camisa.
En aquel momento, la puerta del cuarto de baño se abrió. Joe se volvió demasiado rápidamente y se mareó, lo que lo hizo tratar de agarrarse a la pared. ___________ se acercó rápidamente a sujetarlo y lo ayudó a sentarse en la cama. Su expresión preocupada provocó una extraña sensación en él... ¿O acaso había sido el golpe? No estaba seguro.
—¿Quieres un poco de agua?
—No.
—¿Puedes andar?
—Sí.
—Tal vez debería llamar a una ambulancia.
—No. Estoy bien. Algo mareado solamente. Tienes razón. Creo que tengo una pequeña conmoción, pero no creo que sea serio. Me acuerdo de la caída. Eso dice mucho.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Si hubiera daños más allá de lo superficial, probablemente tendría amnesia.
—¿De verdad?
—Usualmente se olvida una hora más o menos antes del accidente. Algunas veces un día completo.
—Joe, ¿eres médico?
—Más o menos.
—No me dirás que eres ginecólogo, ¿verdad?
—No.
—Entonces, ¿qué eres?
—¿Estás segura de que quieres saberlo?
—Ahora que sé que eres médico, no creo que importe que yo sepa cuál es tu especialidad.
—Soy psiquiatra —respondió Joe. De repente, ella empezó a ponerse muy pálida, tanto que parecía que era ella la que había recibido el golpe—.¿___________?
—¿Sí?
—¿Qué te pasa? Soy psiquiatra, no un asesino en serie.
—¿Eres psiquiatra y accediste a todo esto?
—Primero, soy un hombre.
—Pero...
—Nada ha cambiado, ___________ —susurró él, tomándole el rostro entre las mano—. Soy el mismo hombre que era hace cinco minutos.
—Probablemente creas que estoy loca.
—No. Sé que estás loca.
—Muchas gracias —replicó ella.
—Pero eres una loca maravillosa —le aclaró él, antes de darle un beso—. Una loca increíble.
—¿Es esa la idea que tienes de un cumplido?
—Sí.
—Genial.
—Gracias.
—Joe, no estoy bromeando.
—Ni yo tampoco. Te aseguro que yo no estoy más cuerdo que tú. Estoy tan loco como todo el mundo. Todos somos algo excéntricos y contradictorios. Eso es lo que nos hace interesantes.
—Interesantes —repitió ella, tras estudiarlo durante un largo momento.
—Sí. Por supuesto, hay personas que cruzan la línea. Lo excéntrico se convierte en errático, pero principalmente, la mayoría de la gente es humana.
—Un psiquiatra... No me lo puedo creer.
—y muy bueno que soy.
—Sí, claro. Eso ya lo veo.
—¿Pero?
—Es solo que... No sé. No importa –añadió ella, mientras se ponía de pie.
—Claro que importa. Cuéntamelo.
—No puedo.
—Lo comprendo —dijo Joe, a pesar de que la desilusión se había apoderado de él—. Este accidente ha puesto nuestra intimidad a un nivel completamente diferente. Yo te he contado algo sobre mí... Veo que es muy importante para ti mantener tu intimidad, pero quiero que sepas que nada de lo que pudieras decirme me haría cambiar de opinión sobre ti.
___________ apartó brevemente la mirada. Cuando volvió a mirarlo, tenía los ojos llenos de ira.
—Gracias, doctor. ¿Va a dejarme factura por la sesión o esta va a ser gratis?
Aquella reacción dejó atónito a Joe. No estaba analizándola, solo estableciendo una opinión. Entonces, comprendió que ella necesitaba distancia, tiempo para pensar.
—Perdona —susurró, mientras trataba de acariciarle la mejilla. Entonces, bruscamente, ella se dio la vuelta y se marchó del dormitorio—. Estúpido —añadió él, refiriéndose a sí mismo.
Cuando salió al salón, la vio poniéndose el abrigo, sin mirarlo.
—___________, espera.
—Voy a bajar al vestíbulo para conseguirte un taxi. Creo que hay un centro de urgencias a solo unas manzanas de aquí.
—___________...
—Siento mucho lo que ha ocurrido. No quería hacerte daño...
—Estoy bien. Siempre estoy bien —dijo, mientras agarraba el bolso. Entonces, se dirigió hacia la puerta.
—¿Te veré el miércoles que viene?
___________ agarró el pomo de la puerta, pero no lo hizo girar. Los segundos pasaron muy lentamente.
Joe decidió que, si pudiera hacer que el tiempo volviera atrás, retiraría todo lo que había dicho. Necesitaba aquel espacio, a aquella mujer...
—Por favor —susurró.
—No lo sé —concluyó ella. Con eso, abrió la puerta y lo dejó con sus hematomas y su dolor.
Joe apretó el paso al cruzar la Séptima Avenida. Tenía la extraña sensación de que alguien lo estaba siguiendo. Era una sensación ridícula, pero no podía evitarla a pesar de que no había ocurrido nada. Tal vez se sentía algo paranoico porque uno de sus clientes, Jack Gordon, estaba en primera plana del periódico. Aquello habría sido una excelente noticia para el actor, a no ser que en el artículo solo se comentaban sus preferencias sexuales.
A pesar de que no conseguía ver nada, Joe no se lograba sacudir la sensación de que alguien lo seguía. Se detuvo frente a otro escaparate y aquella vez lo vio. Se trataba de un tipo vestido con un abrigo negro. Al ver un reflejo metálico entre los pliegues del abrigo, se asustó un poco más. Se le ocurrió que aquello podría ser una pistola, pero enseguida vio que era una cámara. Debía de tratarse de un fotógrafo.
Sabía que sus clientes no eran los únicos en el candelero. Él mismo había salido en los periódicos en muchas ocasiones. Demasiado frecuentemente para su gusto.
El hombre era alto y fuerte. Había sacado una revista y fingía estar hojeándola, pero no hacía más que mirar a Joe. De eso ya no le cabía la menor duda. ¿Qué debía hacer? ¿Tratar de perderlo? ¿Meterse en un taxi?
En aquel momento, una mujer, alta y rubia, pasó delante del reportero. No, no era ___________o Sin embargo, aquella confusión le hizo pensar que, tal vez, aquel hombre no tuviera nada que ver con Jack Gordon, sino con ___________. Nunca habían sido discretos a la hora de encontrarse en el hotel. Si estaba en lo cierto sobre ella, no era del todo descabellado pensar que alguien podría estar siguiéndola.
La furia se apoderó de Joe al tener aquellos pensamientos. Sin dudarlo ni un momento, se acercó rápidamente al hombre.
—¿Quién es usted?
—¡Oiga! Yo estoy ocupándome de mis cosas —gritó el hombre.
Joe lo agarró de la muñeca y lo obligó a mostrar la cámara.
—¿Tras quién está usted? Dígamelo, canalla, o le pegaré tan fuerte que tendrá que ponerse la cara nueva.
—No puede hacer eso. Hay leyes.
—Lo sé. y tengo el mejor abogado que el dinero puede comprar. Estoy completamente dispuesto. ¿Y usted?
—Usted es el abogado de Jack Gordon –dijo el hombre, por fin—. Lo sé. Lo he estado observando.
—¿Y qué diablos pensó que sacaría de mí? Soy médico, idiota. Todo lo que mis padentes me digan es confidencial.
—No estoy buscando que me dé una cita de sus palabras... Se dice que ese tipo es un afeminado. Sr lo puedo sorprender en el acto...
Joe levantó el puño. Le hubiera gustado darle una buena paliza a aquel hombre, pero conocía muy bien las consecuencias.
—Yo no soy una figura pública. Pregúntele a sus abogados. Si vuelvo a vedo, lo voy a meter entre rejas tan rápidamente que ni se va a enterar. Y : conseguiré que lo condenen por lo máximo que pueda imponer la ley. Quién sabe. Tal vez pueda ganarse bien la vida haciendo fotos en la prisión.
—De acuerdo, de acuerdo. Solo estaba haciendo mi trabajo.
—Su trabajo es completamente despreciable —le espetó Joe, agarrando al hombre por la solapa del abrigo y zarandeándolo un poco—. Lo mismo que usted. Manténgase alejado de mí.
El fotógrafo retrocedió unos pasos.
—¿Cree que puede ocultarse de nosotros? Ni lo sueñe. —
Con eso, echo a correr hacia el otro lado de la calle. Joe respiró profundamente. Estaba cansado. En lo único en lo que podía pensar era en ___________ y en si ella aparecería el miércoles. Últimamente, le parecía que el lugar más seguro que podría encontrar nunca estaba entre sus brazos.
Suspiró y fue a recoger su ropa. Muy lentamente, más por desilusión que por debilidad, se fue colocando los calcetines y los zapatos. Entonces, se puso la camisa.
En aquel momento, la puerta del cuarto de baño se abrió. Joe se volvió demasiado rápidamente y se mareó, lo que lo hizo tratar de agarrarse a la pared. ___________ se acercó rápidamente a sujetarlo y lo ayudó a sentarse en la cama. Su expresión preocupada provocó una extraña sensación en él... ¿O acaso había sido el golpe? No estaba seguro.
—¿Quieres un poco de agua?
—No.
—¿Puedes andar?
—Sí.
—Tal vez debería llamar a una ambulancia.
—No. Estoy bien. Algo mareado solamente. Tienes razón. Creo que tengo una pequeña conmoción, pero no creo que sea serio. Me acuerdo de la caída. Eso dice mucho.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Si hubiera daños más allá de lo superficial, probablemente tendría amnesia.
—¿De verdad?
—Usualmente se olvida una hora más o menos antes del accidente. Algunas veces un día completo.
—Joe, ¿eres médico?
—Más o menos.
—No me dirás que eres ginecólogo, ¿verdad?
—No.
—Entonces, ¿qué eres?
—¿Estás segura de que quieres saberlo?
—Ahora que sé que eres médico, no creo que importe que yo sepa cuál es tu especialidad.
—Soy psiquiatra —respondió Joe. De repente, ella empezó a ponerse muy pálida, tanto que parecía que era ella la que había recibido el golpe—.¿___________?
—¿Sí?
—¿Qué te pasa? Soy psiquiatra, no un asesino en serie.
—¿Eres psiquiatra y accediste a todo esto?
—Primero, soy un hombre.
—Pero...
—Nada ha cambiado, ___________ —susurró él, tomándole el rostro entre las mano—. Soy el mismo hombre que era hace cinco minutos.
—Probablemente creas que estoy loca.
—No. Sé que estás loca.
—Muchas gracias —replicó ella.
—Pero eres una loca maravillosa —le aclaró él, antes de darle un beso—. Una loca increíble.
—¿Es esa la idea que tienes de un cumplido?
—Sí.
—Genial.
—Gracias.
—Joe, no estoy bromeando.
—Ni yo tampoco. Te aseguro que yo no estoy más cuerdo que tú. Estoy tan loco como todo el mundo. Todos somos algo excéntricos y contradictorios. Eso es lo que nos hace interesantes.
—Interesantes —repitió ella, tras estudiarlo durante un largo momento.
—Sí. Por supuesto, hay personas que cruzan la línea. Lo excéntrico se convierte en errático, pero principalmente, la mayoría de la gente es humana.
—Un psiquiatra... No me lo puedo creer.
—y muy bueno que soy.
—Sí, claro. Eso ya lo veo.
—¿Pero?
—Es solo que... No sé. No importa –añadió ella, mientras se ponía de pie.
—Claro que importa. Cuéntamelo.
—No puedo.
—Lo comprendo —dijo Joe, a pesar de que la desilusión se había apoderado de él—. Este accidente ha puesto nuestra intimidad a un nivel completamente diferente. Yo te he contado algo sobre mí... Veo que es muy importante para ti mantener tu intimidad, pero quiero que sepas que nada de lo que pudieras decirme me haría cambiar de opinión sobre ti.
___________ apartó brevemente la mirada. Cuando volvió a mirarlo, tenía los ojos llenos de ira.
—Gracias, doctor. ¿Va a dejarme factura por la sesión o esta va a ser gratis?
Aquella reacción dejó atónito a Joe. No estaba analizándola, solo estableciendo una opinión. Entonces, comprendió que ella necesitaba distancia, tiempo para pensar.
—Perdona —susurró, mientras trataba de acariciarle la mejilla. Entonces, bruscamente, ella se dio la vuelta y se marchó del dormitorio—. Estúpido —añadió él, refiriéndose a sí mismo.
Cuando salió al salón, la vio poniéndose el abrigo, sin mirarlo.
—___________, espera.
—Voy a bajar al vestíbulo para conseguirte un taxi. Creo que hay un centro de urgencias a solo unas manzanas de aquí.
—___________...
—Siento mucho lo que ha ocurrido. No quería hacerte daño...
—Estoy bien. Siempre estoy bien —dijo, mientras agarraba el bolso. Entonces, se dirigió hacia la puerta.
—¿Te veré el miércoles que viene?
___________ agarró el pomo de la puerta, pero no lo hizo girar. Los segundos pasaron muy lentamente.
Joe decidió que, si pudiera hacer que el tiempo volviera atrás, retiraría todo lo que había dicho. Necesitaba aquel espacio, a aquella mujer...
—Por favor —susurró.
—No lo sé —concluyó ella. Con eso, abrió la puerta y lo dejó con sus hematomas y su dolor.
Joe apretó el paso al cruzar la Séptima Avenida. Tenía la extraña sensación de que alguien lo estaba siguiendo. Era una sensación ridícula, pero no podía evitarla a pesar de que no había ocurrido nada. Tal vez se sentía algo paranoico porque uno de sus clientes, Jack Gordon, estaba en primera plana del periódico. Aquello habría sido una excelente noticia para el actor, a no ser que en el artículo solo se comentaban sus preferencias sexuales.
A pesar de que no conseguía ver nada, Joe no se lograba sacudir la sensación de que alguien lo seguía. Se detuvo frente a otro escaparate y aquella vez lo vio. Se trataba de un tipo vestido con un abrigo negro. Al ver un reflejo metálico entre los pliegues del abrigo, se asustó un poco más. Se le ocurrió que aquello podría ser una pistola, pero enseguida vio que era una cámara. Debía de tratarse de un fotógrafo.
Sabía que sus clientes no eran los únicos en el candelero. Él mismo había salido en los periódicos en muchas ocasiones. Demasiado frecuentemente para su gusto.
El hombre era alto y fuerte. Había sacado una revista y fingía estar hojeándola, pero no hacía más que mirar a Joe. De eso ya no le cabía la menor duda. ¿Qué debía hacer? ¿Tratar de perderlo? ¿Meterse en un taxi?
En aquel momento, una mujer, alta y rubia, pasó delante del reportero. No, no era ___________o Sin embargo, aquella confusión le hizo pensar que, tal vez, aquel hombre no tuviera nada que ver con Jack Gordon, sino con ___________. Nunca habían sido discretos a la hora de encontrarse en el hotel. Si estaba en lo cierto sobre ella, no era del todo descabellado pensar que alguien podría estar siguiéndola.
La furia se apoderó de Joe al tener aquellos pensamientos. Sin dudarlo ni un momento, se acercó rápidamente al hombre.
—¿Quién es usted?
—¡Oiga! Yo estoy ocupándome de mis cosas —gritó el hombre.
Joe lo agarró de la muñeca y lo obligó a mostrar la cámara.
—¿Tras quién está usted? Dígamelo, canalla, o le pegaré tan fuerte que tendrá que ponerse la cara nueva.
—No puede hacer eso. Hay leyes.
—Lo sé. y tengo el mejor abogado que el dinero puede comprar. Estoy completamente dispuesto. ¿Y usted?
—Usted es el abogado de Jack Gordon –dijo el hombre, por fin—. Lo sé. Lo he estado observando.
—¿Y qué diablos pensó que sacaría de mí? Soy médico, idiota. Todo lo que mis padentes me digan es confidencial.
—No estoy buscando que me dé una cita de sus palabras... Se dice que ese tipo es un afeminado. Sr lo puedo sorprender en el acto...
Joe levantó el puño. Le hubiera gustado darle una buena paliza a aquel hombre, pero conocía muy bien las consecuencias.
—Yo no soy una figura pública. Pregúntele a sus abogados. Si vuelvo a vedo, lo voy a meter entre rejas tan rápidamente que ni se va a enterar. Y : conseguiré que lo condenen por lo máximo que pueda imponer la ley. Quién sabe. Tal vez pueda ganarse bien la vida haciendo fotos en la prisión.
—De acuerdo, de acuerdo. Solo estaba haciendo mi trabajo.
—Su trabajo es completamente despreciable —le espetó Joe, agarrando al hombre por la solapa del abrigo y zarandeándolo un poco—. Lo mismo que usted. Manténgase alejado de mí.
El fotógrafo retrocedió unos pasos.
—¿Cree que puede ocultarse de nosotros? Ni lo sueñe. —
Con eso, echo a correr hacia el otro lado de la calle. Joe respiró profundamente. Estaba cansado. En lo único en lo que podía pensar era en ___________ y en si ella aparecería el miércoles. Últimamente, le parecía que el lugar más seguro que podría encontrar nunca estaba entre sus brazos.
Espero les guste, un besito enorme
Las adoro
Niinny Jonas
Las adoro
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
No inventees se eshoo a perdeer todooo D:
Invitado
Invitado
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Oh por dios tiene que ir :(
SIGUELA
SIGUELA
Creadora
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Awuaaa NECESITO Q LA SIGASS!!
MUERO X SABES AQ PASA!!
SIGUELAA PIEDAD!!
MUERO X SABES AQ PASA!!
SIGUELAA PIEDAD!!
Yhosdaly
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