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Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Gracias a las nuevas lectoras....
Nuevo Cap para ustedes :D
Nuevo Cap para ustedes :D
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Capítulo III
Tantas posibles elecciones... Joe estaba a su disposición y podría hacer lo que le pidiera el corazón. ¿Quería desabrocharle la camisa? Le gustaría verle el pecho... Por otro lado, tal vez debería olvidarse de la camisa e ir directamente a los pantalones...
Mientras ponderaba aquella deliciosa decisión, le acarició los brazos, el pecho... Sintió cómo el cuerpo de Joe se tensaba, pero no se movía de su posición. Por la tácita lucha que estaba presentando, se veía que no le resultaba familiar verse en el papel de dominado. Le gustaba más estar al mando. Aquella noche no sería así. Para dejárselo bien claro, ___________ se movió hacia delante y atrás, presionándose contra su erección. El gemido que dejó escapar fue casi tan satisfactorio como la expresión de su rostro. Toda aquella lujuria contenida hizo que ___________ temblara. Aquello era tan divertido...
—¿Quieres que te diga lo que deseo? —preguntó, sabiendo que, en aquellos momentos, él habría accedido a cualquier cosa.
Joe asintió. Abrió la boca y la volvió a cerrar, haciendo lo mismo con los ojos. Un músculo le palpitó en la mandíbula, mientras se aferraba a las ataduras que limitaban sus movimientos como si fueran su salvavidas. ___________ se preguntó cuánto tiempo tardaría en perder el autocontrol. Durante un momento, sintió pena por él. Tal vez debería desabrocharle los pantalones... No. La razón de aquella noche sería acordar las directrices. Ver si su plan podría funcionar.
—Quiero jugar —susurró ella, mientras le acariciaba suavemente la garganta. Joe abrió los ojos—. Quiero ser cualquier persona, cualquier mujer con la que yo haya soñado ser alguna vez. Quiero explorar cada uno de mis deseos, uno a uno, y ver dónde estos me llevan. Dónde nos llevan...
—Oh, Dios...
—¿Debo interpretar eso como que estás interesado?
—Sí —musitó él, como si su cuerpo estuviera haciendo demasiadas otras cosas como para preocuparse de hablar.
___________ le acarició el pecho ligeramente, sintiendo cómo temblaba debajo de ella. Cuando le agarró el cinturón, jugueteó un poco con la hebilla, sabiendo que aquello lo estaba volviendo loco.
—y quiero que saques... —murmuró ella. Joe contuvo secamente la respiración— tus fantasías, sin dudarlo. Sin pudor. Esta noche, querido Joe, es un preludio. Una cumbre, una reunión... Vamos a establecer lo que los dos deseamos. Hay muchas cosas que yo quiero probar, pero también hay ciertos tabúes.
—¿Por ejemplo?
___________ dudó un momento. Se había mostrado muy segura hasta entonces, pero estaba a punto de cruzar la línea. De contarle cosas que nunca le había dicho a nadie. Ni siquiera a Larry.
—No me excita en absoluto el travestismo...
—¿En mí o en ti?
—En ninguno de los dos. Me gusta que haya diferencias entre nosotros.
—De acuerdo. Sigue.
—No me gusta el dolor. Bueno, al menos no demasiado.
—¿Qué significa eso?
___________ se inclinó y le atrapó el pezón derecho entre los dientes. Habría sido mejor si él hubiera estado desnudo, pero, aun así, podía hacerle comprender lo que quería explicar. Apretó el pezón suavemente, acariciándolo con la lengua a través de la camisa. Entonces, incrementó un poco la presión de los dientes. Joe arqueó la espalda mientras ella no dejaba de morderlo. Cuando lanzó un gruñido intentó zafarse de ella ligeramente, ___________ lo soltó.
—Entiendo —susurró.
—Bien. Ahora te toca a ti.
—¿Ya está? ¿Esas son las únicas cosas que no te gustan?
—No, pero ahora te toca a ti.
—De acuerdo. No me gusta que sea sucio, ni que haya fluidos corporales inesperados.
—Estupendo.
—Tampoco me gusta incrementar la compañía.
—Vaya. Eso es poco frecuente...
—¿Cómo dices?
—La mayoría de los hombres daría cualquier cosa por estar con dos mujeres al mismo tiempo.
—A mí no. Me gusta centrarme. No quiero distracciones.
—Entonces, ¿quieres que llame a Tom Cruise y le diga que no venga?
—¡Eh! No es justo. No sabía que lo ibas a invitar a él —bromeó Joe, haciendo que ella se echara a reír—. Bueno, creo que ahora te vuelve a tocar a ti.
—Bien —dijo ella, mientras volvía a juguetear con el cinturón. Aquella vez, empezó a acariciarle suavemente la entrepierna—. La seguridad ante todo. No hay que arriesgar la vida de nadie.
—Me parece perfecto.
—Y siempre habrá una salida. No quiero que ninguno de los dos sufra daños psicológicos. Se supone que esta relación debe ser liberadora, no todo lo contrario.
Joe levantó las caderas. Su desesperación iba creciendo cada vez más.
—Joe... Esta noche no vamos a tener relaciones sexuales —afirmó. Él gruñó desesperadamente—. Los dos necesitamos pensar esto bien. Es un nuevo territorio para ambos y vamos a ser muy vulnerables.
—___________... Aprecio mucho tus palabras y estoy de acuerdo. Sin embargo, quiero que sepas que estoy a punto de morir y que todos tus esfuerzos serán en vano.
—Hmm... supongo que en eso tienes razón.
—Sin exagerar...
___________ volvió a echarse a reír. Entonces, se puso de rodillas y, sin dejar de mirarlo, se soltó el pasador que le sujetaba el cabello. Este le cayó en una cascada por los hombros y por la espalda. Joe entreabrió los labios y las mejillas se le llenaron de color. Ella sabía que iba a reaccionar de aquel modo. El siguiente paso sería aún más divertido.
Lentamente, sacudió la cabeza, agitando el pelo. Solo entonces, se dejó caer sobre él una vez más. Entonces, controlando los movimientos, empezó a frotarse contra él. La fricción y la tensión estaban concentradas sobre unos veinte centímetros de carne palpitante. El propio aliento de ___________ se volvió más tembloroso a medida que se frotaba con más fuerza contra él. Entonces, cambió suavemente la posición para recibir al tiempo que daba.
—¡Dios mío! —exclamó él, levantando las caderas para unirse más a ella—. No puedo... por favor...
—¿Por favor qué?
—Necesito tocarte...
—Ya me estás tocando —replicó ella, apretando los muslos para recordarle su punto de unión.
—No, no es suficiente. Déjame tocarte. Necesito sentir tu piel, tu cabello...
—Eso significaría tener que soltarte...
Joe gruñó penosamente. ___________ incrementó el ritmo de los movimientos. Aunque quería sentir los brazos, las manos de Joe, no iba a ceder. Como Scherezade, iba a contenerse. Tendría que tener un as en la manga. Quería que aquello funcionara. Deseaba tener un lugar de asueto, conservar su anonimato y quería que todo ello fuera con Joe.
La respiración de él cambió, por lo que ___________ comprendió que estaba muy cerca. Se apretó con fuerza contra él. No era el único... Ella iba a alcanzar el clímax antes que él. No, no... Todavía no, todavía no...
El cuerpo de ___________ se agitó violentamente al alcanzar el orgasmo. Los temblores le sacudieron todo el cuerpo. Arqueó la espalda mientras seguía montándolo. Joe gimió y levantó con fuerza las caderas. Entonces, todos los músculos de su cuerpo se tensaron y perdió el control. Echó la cabeza hacia atrás y apretó los dientes. ___________ quería quedarse, ver cómo recuperaba la tranquilidad, ver el placer en sus ojos, pero aquello no correspondía a aquella noche.
Se levantó de la cama, agarró el bolso y se metió en el cuarto de baño. Una capa de lápiz de labios y una sorpresa para él. Entonces, salió corriendo por la puerta. Aunque sabía que no debería haberlo hecho, miró hacia atrás. Joe estaba completamente rendido. Tenía la respiración agitada en un profundo esfuerzo por relajarse. Cuando él movió la cabeza para mirarla, ___________ salió de la suite y cerró la puerta. Con paso tembloroso, se dirigió hacia el ascensor, felicitándose por un trabajo bien hecho. Lo había conseguido. No había ataduras, ni nombres, ni fronteras... ¿Qué podía ser más seductor? La puerta del ascensor se abrió. Ella entró y se colocó junto a un hombre muy atractivo. Él trató de no mirarla, pero no pudo evitarlo. ¿Sería el cabello de ___________? A los hombres les encantaba su cabello. ¿O acaso sería el gesto de satisfacción que no había podido borrarse del rostro? No importaba, Lo había conseguido. Había ido tras lo que deseaba. No era un sustituto para el amor, el matrimonio y todo lo demás. Saldría con otros hombres si encontraba a alguien interesante. La relación con Joe solo era por placer.
Cuando llegó al vestíbulo, dedicó a su acompañante una deslumbrante sonrisa y entonces se marchó del hotel. Estaba deseando llegar a su casa para meterse en la cama. ¡Qué sueños iba a tener!
—¿___________?
Al ver que ella no respondía, Joe suspiró. Había desaparecido. ¿Por qué lo habría dejado? Efectivamente, la relación sexual que habían tenido había sido algo sui generis, pero... Joe ni siquiera la había tocado una sola vez. Aquello le recordó que estaba atado y rápidamente se soltó. Vio que ___________ se había dejado la pañoleta con la que lo había atado. Si supiera su nombre, se la devolvería. Maldita fuera... ¿Por qué habría salido todo tan mal?
Se levantó, se estiró y se dirigió al cuarto de baño. Al entrar, olió su perfume, una esencia tan misteriosa como la mujer que la llevaba. De repente, algo le llamó la atención. Al dirigirse al lavabo, vio que había algo escrito sobre el espejo. Con lápiz de labios rojo intenso.
EL PROXIMO MIÉRCOLES.
Joe sonrió. No lo había abandonado. Simplemente se había marchado de una manera única. En realidad, toda la noche había sido única. ___________ era diferente, una mujer que quería descubrir... ¿Cómo diablos iba a poder soportar una semana entera sin verla?
Se puso a lavarse y entonces comprendió que iban al cincuenta por ciento en aquella relación. Él también tendría ideas propias. La ataría a la cama. Luego, se colocaría de rodillas ante ella, abriéndola antes de acariciarla con la boca...
Agarró una toalla y se secó la cara. Tenía siete días por delante. Sus pacientes merecían toda su atención. Charley y Jane iban a cenar con él al día siguiente por la noche. Su hermana Karen iba a ir almorzar con él el lunes. Era necesario que se centrara en su vida normal. Por la noche, cuando estuviera en la cama, podría pensar en ella... Fantasear todo lo que le apeteciera... Sin embargo, nunca lo haría durante las horas de su trabajo. Se miró en el espejo para asegurarse de que hablaba en serio. Entonces, se secó y se marchó de la suite. Para cuando llegó al ascensor, estaba completamente inmerso en un escenario puramente sexual. ___________ y él, en el asiento trasero de una limusina...
El ascensor llegó. Se metió en el interior y sonrió a un caballero maduro que había en el interior. Entonces, se preguntó si no estaría siendo hora de que fuera a ver a su propio psiquiatra.
Para cuando ___________ llegó al teatro, Peter y Andy estaban paseando impacientemente a lo largo de la entrada. La obra era muy interesante y la noche prometía ser deliciosa, pero, a pesar de todo, ___________ hubiera preferido estar en otro lugar. En su casa, para ser exactos. En los dos días que habían pasado desde su velada con Joe, no había podido pensar coherentemente.
—Ya iba siendo hora —dijo Peter, con el ceño fruncido.
—Lo siento mucho. Soy horrible. No sé por qué me queréis tanto.
—Yo tampoco lo sé —comentó Andy.
___________ le apartó una mota imaginaria de la solapa del abrigo y luego lo besó suavemente en los labios.
—Pero me amáis. Eso es lo importante.
—Solo porque el primer acto no ha empezado todavía. Si hubieras llegado cinco minutos más tarde...
—Entonces, ¿por qué estamos aquí parados? Vamos dentro.
Andy se echó a reír. Agarró la mano de Peter y los tres entraron en el teatro, que era una sala alternativa de Manhattan.
Cuando hubieron encontrado los asientos, ___________ abrió el programa y empezó a hojear las páginas. No podía leer. De hecho, no había leído mucho en los últimos dos días. Ni noches. Estaba obsesionada.
—___________...
—¿Sí, Peter?
—¿Qué es lo que te pasa?
—¿Cómo dices?
—Te comportas de un modo muy raro. ¿Hay algo que quieras decirme?
—¿Rara yo? No lo creo. Estoy bien. Algo preocupada, pero bien.
—¿Preocupada por qué?
—Por nada importante.
—Un hombre —afirmó Peter—. Todo esto es por un hombre, ¿verdad?
—No —dijo ella, al tiempo que la pareja que había sentada delante de ellos se volvían para lanzarles una mirada asesina—. No...
Se preguntó por qué estaba mintiendo. Sabía que Peter, al igual que todos sus amigos, lo entenderían. Eso si se lo dijera...
—No te creo, cielo —replicó Peter, agarrándola de la mano— .Así que fingiré que me has respondido que sí. Espero que sea lo suficientemente bueno para ti. Y que no le importes un comino, ya me entiendes...
___________ asintió. Sintió deseos de decírselo todo, de pedirle su opinión. Entonces, las luces se apagaron. Su decisión se vio pospuesta un par de horas.
Para cuando la obra acabó y los tres se dirigían hacia la parte posterior del escenario, para una charla con los actores, ___________ había cambiado de opinión. Por el momento, Joe sería solo suyo. No quería opiniones ni advertencias de otros. Mientras esperaban su turno para felicitar al autor, observó a Peter y a Andy. Llevaban juntos más de un año. Peter, que era también un maravilloso actor, se había enamorado de él en la boda de un amigo, en la que se había vuelto a ver después de muchos años. Los dos se conocieron en la universidad, pero allí las cosas no les salieron bien. En aquellos momentos, parecían estar viviendo en la gloria. Andy no era muy estiloso ni el hombre más atractivo que Peter había conocido, pero era amable, divertido... El modo en que trataba a Peter hacía que ___________ ansiara...
Sí. Efectivamente. A pesar de su erótica actitud hacia un desconocido llamado Joe, quería tener una pareja. Tal vez, un día, encontrara a su media naranja... Mientras tanto, no había razón alguna para que no pudiera divertirse. Cerró los ojos y se imaginó a Joe. Es especial, recordó su jugoso labio inferior. Solo era viernes. Faltaban muchos días hasta el miércoles. Afortunadamente, tenía que trabajar el lunes. Eso la ayudaría. El martes, por el contrario, se centraría completamente en la selección de guardarropa, en el depilado, en un masaje facial y en la selección de objetos de fantasía.
El rubor le cubrió las mejillas. Afortunadamente, en aquel momento, Nicky Silver, el autor, se volvió hacia ella, por lo que ___________ pudo fingir que aquella excitación se debía a la obra.
Cuando terminó de hablar con el autor, se dio cuenta de que Peter la estaba mirando.
,—Se trata de alguien muy diferente, ¿verdad? —le dijo.
—Sí —admitió ella, sin poder mentir.
—¿Estás teniendo cuidado?
—Depende de lo que quieras decir con eso.
—Por el momento, me conformaré con «físicamente».
—En ese caso, sí.
—Estoy a tu lado. Sabes que todos lo estamos. En cualquier momento —le recordó, tomándole de la mano.
—Lo sé. Y te quiero mucho por ello.
—Ya le demostrarás tu cariño más tarde –los interrumpió Andy con una sonrisa—. Ahora necesito ir a cenar.
Joe se reclinó en la silla, preguntándose qué postre iba a tomar. Jane se decidió por un pastel de chocolate, mientras que Charley se decantó por un café solo.
—Vamos a hacer la técnica de Lamaze los miércoles por la noche —dijo Jane, refiriéndose a Joe, mientras acariciaba el hombro de su marido—. ¿Joe? —añadió, al notar que su amigo estaba algo ausente.
—¿Sí?
—¿Qué es lo que te pasa? Creo que no has oído ni una palabra de lo que te he dicho.
—Has dicho que vas a ir a hacer la técnica de Lamaze los miércoles por la noche.
Jane frunció el ceño. A pesar de su embarazo, Jane seguía pareciendo una niña y mostraba un aspecto que era la personificación misma de la inocencia. Joe sabía perfectamente que no era así. Jane era una mujer muy inteligente y madura.
Lo mejor que le había podido ocurrir a Charley.
—También dije antes que deberíamos cambiar nuestra cena a las noches de los jueves.
Joe sonrió. Si hubiera sido el tipo de hombre que creía en las señales, se habría quedado muy impresionado. Llevaban casi un año cenando juntos las noches de los jueves, por lo que había temido cambiar de planes.
—Estupendo, pero en el tercer jueves de cada mes, tengo terapia de grupo hasta las siete, así que llegaré un poco tarde.
Jane asintió, pero su concentración no parecía estar pendiente de los dias de sus cenas.
—¿Qué es lo que te pasa? —insistió.
—¿A qué te refieres?
—Está pasando algo y tú lo sabes –replicó Jane—. Vamos, cuéntanoslo.
Joe miró a Charley, pero este se encogió de hombros.
—A mí no me mires, amigo.
—Gracias por tu apoyo, Charley.
—Me gustaría ayudarte, pero cuando a Jane se le mete algo en la cabeza...
—Sí, ya lo sé. Jane, no me ocurre nada —mintió, mientras hacía una seña al camarero. Quería que, de momento, tal vez incluso para siempre, ___________ siguiera siendo un misterio para ellos.
—No te creo. Estoy segura de que te pasa algo y de que se trata de una cosa muy importante. Me apostaría lo que fuera a que tiene algo que ver con una mujer.
Joe no parpadeó, ni siquiera una vez. Sin embargo, cuando el camarero apareció, pidió una tarta de manzana, un café y aprovechó la oportunidad para irse al cuarto de baño.
Nunca pensaba decírselo a Charley, pero, a veces, Jane lo asustaba, no de un modo desagradable. Solo era... Demasiado Jane.
Mientras ponderaba aquella deliciosa decisión, le acarició los brazos, el pecho... Sintió cómo el cuerpo de Joe se tensaba, pero no se movía de su posición. Por la tácita lucha que estaba presentando, se veía que no le resultaba familiar verse en el papel de dominado. Le gustaba más estar al mando. Aquella noche no sería así. Para dejárselo bien claro, ___________ se movió hacia delante y atrás, presionándose contra su erección. El gemido que dejó escapar fue casi tan satisfactorio como la expresión de su rostro. Toda aquella lujuria contenida hizo que ___________ temblara. Aquello era tan divertido...
—¿Quieres que te diga lo que deseo? —preguntó, sabiendo que, en aquellos momentos, él habría accedido a cualquier cosa.
Joe asintió. Abrió la boca y la volvió a cerrar, haciendo lo mismo con los ojos. Un músculo le palpitó en la mandíbula, mientras se aferraba a las ataduras que limitaban sus movimientos como si fueran su salvavidas. ___________ se preguntó cuánto tiempo tardaría en perder el autocontrol. Durante un momento, sintió pena por él. Tal vez debería desabrocharle los pantalones... No. La razón de aquella noche sería acordar las directrices. Ver si su plan podría funcionar.
—Quiero jugar —susurró ella, mientras le acariciaba suavemente la garganta. Joe abrió los ojos—. Quiero ser cualquier persona, cualquier mujer con la que yo haya soñado ser alguna vez. Quiero explorar cada uno de mis deseos, uno a uno, y ver dónde estos me llevan. Dónde nos llevan...
—Oh, Dios...
—¿Debo interpretar eso como que estás interesado?
—Sí —musitó él, como si su cuerpo estuviera haciendo demasiadas otras cosas como para preocuparse de hablar.
___________ le acarició el pecho ligeramente, sintiendo cómo temblaba debajo de ella. Cuando le agarró el cinturón, jugueteó un poco con la hebilla, sabiendo que aquello lo estaba volviendo loco.
—y quiero que saques... —murmuró ella. Joe contuvo secamente la respiración— tus fantasías, sin dudarlo. Sin pudor. Esta noche, querido Joe, es un preludio. Una cumbre, una reunión... Vamos a establecer lo que los dos deseamos. Hay muchas cosas que yo quiero probar, pero también hay ciertos tabúes.
—¿Por ejemplo?
___________ dudó un momento. Se había mostrado muy segura hasta entonces, pero estaba a punto de cruzar la línea. De contarle cosas que nunca le había dicho a nadie. Ni siquiera a Larry.
—No me excita en absoluto el travestismo...
—¿En mí o en ti?
—En ninguno de los dos. Me gusta que haya diferencias entre nosotros.
—De acuerdo. Sigue.
—No me gusta el dolor. Bueno, al menos no demasiado.
—¿Qué significa eso?
___________ se inclinó y le atrapó el pezón derecho entre los dientes. Habría sido mejor si él hubiera estado desnudo, pero, aun así, podía hacerle comprender lo que quería explicar. Apretó el pezón suavemente, acariciándolo con la lengua a través de la camisa. Entonces, incrementó un poco la presión de los dientes. Joe arqueó la espalda mientras ella no dejaba de morderlo. Cuando lanzó un gruñido intentó zafarse de ella ligeramente, ___________ lo soltó.
—Entiendo —susurró.
—Bien. Ahora te toca a ti.
—¿Ya está? ¿Esas son las únicas cosas que no te gustan?
—No, pero ahora te toca a ti.
—De acuerdo. No me gusta que sea sucio, ni que haya fluidos corporales inesperados.
—Estupendo.
—Tampoco me gusta incrementar la compañía.
—Vaya. Eso es poco frecuente...
—¿Cómo dices?
—La mayoría de los hombres daría cualquier cosa por estar con dos mujeres al mismo tiempo.
—A mí no. Me gusta centrarme. No quiero distracciones.
—Entonces, ¿quieres que llame a Tom Cruise y le diga que no venga?
—¡Eh! No es justo. No sabía que lo ibas a invitar a él —bromeó Joe, haciendo que ella se echara a reír—. Bueno, creo que ahora te vuelve a tocar a ti.
—Bien —dijo ella, mientras volvía a juguetear con el cinturón. Aquella vez, empezó a acariciarle suavemente la entrepierna—. La seguridad ante todo. No hay que arriesgar la vida de nadie.
—Me parece perfecto.
—Y siempre habrá una salida. No quiero que ninguno de los dos sufra daños psicológicos. Se supone que esta relación debe ser liberadora, no todo lo contrario.
Joe levantó las caderas. Su desesperación iba creciendo cada vez más.
—Joe... Esta noche no vamos a tener relaciones sexuales —afirmó. Él gruñó desesperadamente—. Los dos necesitamos pensar esto bien. Es un nuevo territorio para ambos y vamos a ser muy vulnerables.
—___________... Aprecio mucho tus palabras y estoy de acuerdo. Sin embargo, quiero que sepas que estoy a punto de morir y que todos tus esfuerzos serán en vano.
—Hmm... supongo que en eso tienes razón.
—Sin exagerar...
___________ volvió a echarse a reír. Entonces, se puso de rodillas y, sin dejar de mirarlo, se soltó el pasador que le sujetaba el cabello. Este le cayó en una cascada por los hombros y por la espalda. Joe entreabrió los labios y las mejillas se le llenaron de color. Ella sabía que iba a reaccionar de aquel modo. El siguiente paso sería aún más divertido.
Lentamente, sacudió la cabeza, agitando el pelo. Solo entonces, se dejó caer sobre él una vez más. Entonces, controlando los movimientos, empezó a frotarse contra él. La fricción y la tensión estaban concentradas sobre unos veinte centímetros de carne palpitante. El propio aliento de ___________ se volvió más tembloroso a medida que se frotaba con más fuerza contra él. Entonces, cambió suavemente la posición para recibir al tiempo que daba.
—¡Dios mío! —exclamó él, levantando las caderas para unirse más a ella—. No puedo... por favor...
—¿Por favor qué?
—Necesito tocarte...
—Ya me estás tocando —replicó ella, apretando los muslos para recordarle su punto de unión.
—No, no es suficiente. Déjame tocarte. Necesito sentir tu piel, tu cabello...
—Eso significaría tener que soltarte...
Joe gruñó penosamente. ___________ incrementó el ritmo de los movimientos. Aunque quería sentir los brazos, las manos de Joe, no iba a ceder. Como Scherezade, iba a contenerse. Tendría que tener un as en la manga. Quería que aquello funcionara. Deseaba tener un lugar de asueto, conservar su anonimato y quería que todo ello fuera con Joe.
La respiración de él cambió, por lo que ___________ comprendió que estaba muy cerca. Se apretó con fuerza contra él. No era el único... Ella iba a alcanzar el clímax antes que él. No, no... Todavía no, todavía no...
El cuerpo de ___________ se agitó violentamente al alcanzar el orgasmo. Los temblores le sacudieron todo el cuerpo. Arqueó la espalda mientras seguía montándolo. Joe gimió y levantó con fuerza las caderas. Entonces, todos los músculos de su cuerpo se tensaron y perdió el control. Echó la cabeza hacia atrás y apretó los dientes. ___________ quería quedarse, ver cómo recuperaba la tranquilidad, ver el placer en sus ojos, pero aquello no correspondía a aquella noche.
Se levantó de la cama, agarró el bolso y se metió en el cuarto de baño. Una capa de lápiz de labios y una sorpresa para él. Entonces, salió corriendo por la puerta. Aunque sabía que no debería haberlo hecho, miró hacia atrás. Joe estaba completamente rendido. Tenía la respiración agitada en un profundo esfuerzo por relajarse. Cuando él movió la cabeza para mirarla, ___________ salió de la suite y cerró la puerta. Con paso tembloroso, se dirigió hacia el ascensor, felicitándose por un trabajo bien hecho. Lo había conseguido. No había ataduras, ni nombres, ni fronteras... ¿Qué podía ser más seductor? La puerta del ascensor se abrió. Ella entró y se colocó junto a un hombre muy atractivo. Él trató de no mirarla, pero no pudo evitarlo. ¿Sería el cabello de ___________? A los hombres les encantaba su cabello. ¿O acaso sería el gesto de satisfacción que no había podido borrarse del rostro? No importaba, Lo había conseguido. Había ido tras lo que deseaba. No era un sustituto para el amor, el matrimonio y todo lo demás. Saldría con otros hombres si encontraba a alguien interesante. La relación con Joe solo era por placer.
Cuando llegó al vestíbulo, dedicó a su acompañante una deslumbrante sonrisa y entonces se marchó del hotel. Estaba deseando llegar a su casa para meterse en la cama. ¡Qué sueños iba a tener!
—¿___________?
Al ver que ella no respondía, Joe suspiró. Había desaparecido. ¿Por qué lo habría dejado? Efectivamente, la relación sexual que habían tenido había sido algo sui generis, pero... Joe ni siquiera la había tocado una sola vez. Aquello le recordó que estaba atado y rápidamente se soltó. Vio que ___________ se había dejado la pañoleta con la que lo había atado. Si supiera su nombre, se la devolvería. Maldita fuera... ¿Por qué habría salido todo tan mal?
Se levantó, se estiró y se dirigió al cuarto de baño. Al entrar, olió su perfume, una esencia tan misteriosa como la mujer que la llevaba. De repente, algo le llamó la atención. Al dirigirse al lavabo, vio que había algo escrito sobre el espejo. Con lápiz de labios rojo intenso.
EL PROXIMO MIÉRCOLES.
Joe sonrió. No lo había abandonado. Simplemente se había marchado de una manera única. En realidad, toda la noche había sido única. ___________ era diferente, una mujer que quería descubrir... ¿Cómo diablos iba a poder soportar una semana entera sin verla?
Se puso a lavarse y entonces comprendió que iban al cincuenta por ciento en aquella relación. Él también tendría ideas propias. La ataría a la cama. Luego, se colocaría de rodillas ante ella, abriéndola antes de acariciarla con la boca...
Agarró una toalla y se secó la cara. Tenía siete días por delante. Sus pacientes merecían toda su atención. Charley y Jane iban a cenar con él al día siguiente por la noche. Su hermana Karen iba a ir almorzar con él el lunes. Era necesario que se centrara en su vida normal. Por la noche, cuando estuviera en la cama, podría pensar en ella... Fantasear todo lo que le apeteciera... Sin embargo, nunca lo haría durante las horas de su trabajo. Se miró en el espejo para asegurarse de que hablaba en serio. Entonces, se secó y se marchó de la suite. Para cuando llegó al ascensor, estaba completamente inmerso en un escenario puramente sexual. ___________ y él, en el asiento trasero de una limusina...
El ascensor llegó. Se metió en el interior y sonrió a un caballero maduro que había en el interior. Entonces, se preguntó si no estaría siendo hora de que fuera a ver a su propio psiquiatra.
Para cuando ___________ llegó al teatro, Peter y Andy estaban paseando impacientemente a lo largo de la entrada. La obra era muy interesante y la noche prometía ser deliciosa, pero, a pesar de todo, ___________ hubiera preferido estar en otro lugar. En su casa, para ser exactos. En los dos días que habían pasado desde su velada con Joe, no había podido pensar coherentemente.
—Ya iba siendo hora —dijo Peter, con el ceño fruncido.
—Lo siento mucho. Soy horrible. No sé por qué me queréis tanto.
—Yo tampoco lo sé —comentó Andy.
___________ le apartó una mota imaginaria de la solapa del abrigo y luego lo besó suavemente en los labios.
—Pero me amáis. Eso es lo importante.
—Solo porque el primer acto no ha empezado todavía. Si hubieras llegado cinco minutos más tarde...
—Entonces, ¿por qué estamos aquí parados? Vamos dentro.
Andy se echó a reír. Agarró la mano de Peter y los tres entraron en el teatro, que era una sala alternativa de Manhattan.
Cuando hubieron encontrado los asientos, ___________ abrió el programa y empezó a hojear las páginas. No podía leer. De hecho, no había leído mucho en los últimos dos días. Ni noches. Estaba obsesionada.
—___________...
—¿Sí, Peter?
—¿Qué es lo que te pasa?
—¿Cómo dices?
—Te comportas de un modo muy raro. ¿Hay algo que quieras decirme?
—¿Rara yo? No lo creo. Estoy bien. Algo preocupada, pero bien.
—¿Preocupada por qué?
—Por nada importante.
—Un hombre —afirmó Peter—. Todo esto es por un hombre, ¿verdad?
—No —dijo ella, al tiempo que la pareja que había sentada delante de ellos se volvían para lanzarles una mirada asesina—. No...
Se preguntó por qué estaba mintiendo. Sabía que Peter, al igual que todos sus amigos, lo entenderían. Eso si se lo dijera...
—No te creo, cielo —replicó Peter, agarrándola de la mano— .Así que fingiré que me has respondido que sí. Espero que sea lo suficientemente bueno para ti. Y que no le importes un comino, ya me entiendes...
___________ asintió. Sintió deseos de decírselo todo, de pedirle su opinión. Entonces, las luces se apagaron. Su decisión se vio pospuesta un par de horas.
Para cuando la obra acabó y los tres se dirigían hacia la parte posterior del escenario, para una charla con los actores, ___________ había cambiado de opinión. Por el momento, Joe sería solo suyo. No quería opiniones ni advertencias de otros. Mientras esperaban su turno para felicitar al autor, observó a Peter y a Andy. Llevaban juntos más de un año. Peter, que era también un maravilloso actor, se había enamorado de él en la boda de un amigo, en la que se había vuelto a ver después de muchos años. Los dos se conocieron en la universidad, pero allí las cosas no les salieron bien. En aquellos momentos, parecían estar viviendo en la gloria. Andy no era muy estiloso ni el hombre más atractivo que Peter había conocido, pero era amable, divertido... El modo en que trataba a Peter hacía que ___________ ansiara...
Sí. Efectivamente. A pesar de su erótica actitud hacia un desconocido llamado Joe, quería tener una pareja. Tal vez, un día, encontrara a su media naranja... Mientras tanto, no había razón alguna para que no pudiera divertirse. Cerró los ojos y se imaginó a Joe. Es especial, recordó su jugoso labio inferior. Solo era viernes. Faltaban muchos días hasta el miércoles. Afortunadamente, tenía que trabajar el lunes. Eso la ayudaría. El martes, por el contrario, se centraría completamente en la selección de guardarropa, en el depilado, en un masaje facial y en la selección de objetos de fantasía.
El rubor le cubrió las mejillas. Afortunadamente, en aquel momento, Nicky Silver, el autor, se volvió hacia ella, por lo que ___________ pudo fingir que aquella excitación se debía a la obra.
Cuando terminó de hablar con el autor, se dio cuenta de que Peter la estaba mirando.
,—Se trata de alguien muy diferente, ¿verdad? —le dijo.
—Sí —admitió ella, sin poder mentir.
—¿Estás teniendo cuidado?
—Depende de lo que quieras decir con eso.
—Por el momento, me conformaré con «físicamente».
—En ese caso, sí.
—Estoy a tu lado. Sabes que todos lo estamos. En cualquier momento —le recordó, tomándole de la mano.
—Lo sé. Y te quiero mucho por ello.
—Ya le demostrarás tu cariño más tarde –los interrumpió Andy con una sonrisa—. Ahora necesito ir a cenar.
Joe se reclinó en la silla, preguntándose qué postre iba a tomar. Jane se decidió por un pastel de chocolate, mientras que Charley se decantó por un café solo.
—Vamos a hacer la técnica de Lamaze los miércoles por la noche —dijo Jane, refiriéndose a Joe, mientras acariciaba el hombro de su marido—. ¿Joe? —añadió, al notar que su amigo estaba algo ausente.
—¿Sí?
—¿Qué es lo que te pasa? Creo que no has oído ni una palabra de lo que te he dicho.
—Has dicho que vas a ir a hacer la técnica de Lamaze los miércoles por la noche.
Jane frunció el ceño. A pesar de su embarazo, Jane seguía pareciendo una niña y mostraba un aspecto que era la personificación misma de la inocencia. Joe sabía perfectamente que no era así. Jane era una mujer muy inteligente y madura.
Lo mejor que le había podido ocurrir a Charley.
—También dije antes que deberíamos cambiar nuestra cena a las noches de los jueves.
Joe sonrió. Si hubiera sido el tipo de hombre que creía en las señales, se habría quedado muy impresionado. Llevaban casi un año cenando juntos las noches de los jueves, por lo que había temido cambiar de planes.
—Estupendo, pero en el tercer jueves de cada mes, tengo terapia de grupo hasta las siete, así que llegaré un poco tarde.
Jane asintió, pero su concentración no parecía estar pendiente de los dias de sus cenas.
—¿Qué es lo que te pasa? —insistió.
—¿A qué te refieres?
—Está pasando algo y tú lo sabes –replicó Jane—. Vamos, cuéntanoslo.
Joe miró a Charley, pero este se encogió de hombros.
—A mí no me mires, amigo.
—Gracias por tu apoyo, Charley.
—Me gustaría ayudarte, pero cuando a Jane se le mete algo en la cabeza...
—Sí, ya lo sé. Jane, no me ocurre nada —mintió, mientras hacía una seña al camarero. Quería que, de momento, tal vez incluso para siempre, ___________ siguiera siendo un misterio para ellos.
—No te creo. Estoy segura de que te pasa algo y de que se trata de una cosa muy importante. Me apostaría lo que fuera a que tiene algo que ver con una mujer.
Joe no parpadeó, ni siquiera una vez. Sin embargo, cuando el camarero apareció, pidió una tarta de manzana, un café y aprovechó la oportunidad para irse al cuarto de baño.
Nunca pensaba decírselo a Charley, pero, a veces, Jane lo asustaba, no de un modo desagradable. Solo era... Demasiado Jane.
Espero les guste...
Con Cariño
Niinny Jonas
Con Cariño
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Hola soy nueva lectora me gusta
mucho tu nove
siguela porfavor
mucho tu nove
siguela porfavor
Nani Jonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Lo ame,lo ame,lo ame
Tenes que subir mas por favor!
Tenes que subir mas por favor!
Lulajonatica
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Uy! M e encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! :)
MaferCastilloJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
SANTO JONAS...!!! joe es tan tan...yomi yomi..!!!
jaja tienes que seguirla pronto que morire de un
infarto jaja bueeh espero cap vale..? ttqqmm
jaja tienes que seguirla pronto que morire de un
infarto jaja bueeh espero cap vale..? ttqqmm
Bianca
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
aaaaaaaaaaa m encataaaaaaaaaaa
tienes que seguirlaa jajaja
porfas
tienes que seguirlaa jajaja
porfas
next to you
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
yayaya ahora les dejo su capítulo... haha perdón
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Capítulo IV
___________ frunció el ceño al ver su imagen reflejada en el espejo. No se había puesto aquel vestido desde hacía mucho tiempo y acababa de recordar por qué. La hacía parecer muy ancha de caderas.
Se desnudó, pero no colocó el vestido encima de la cama, con la docena que ya había descartado. Aquel fue al montón de ropa para regalar. Ya no la divertía aquella situación. Llevaba horas probándose ropa, y nada. En cuarenta minutos, tenía el masaje facial y luego la manicura y la pedicura. Aún no se había depilado y tenía que lavarse el cabello, maquillarse y... ¡Maldita fuera! ¿Por qué había siempre tantos preparativos que hacer?
Suspiró y regresó al vestidor. Miró ciegamente las filas de vestidos, faldas y blusas. De repente, se dio cuenta de que aquella noche no iba a ser un ensayo de vestuario. Iba a ser la representación real.
Aquella noche iba a ser la primera de solo Dios sabía cuántas noches eróticas pasadas en la deliciosa compañía de Joe... Aunque también podría ser un fiasco de proporciones gigantescas.
Esperaba que fuera lo primero.
Para que todo fuera perfectamente, tenía que é prepararse. Tenía que escoger que ponerse. Le parecía que todavía era algo pronto como para que se presentara ante él completamente desnuda bajo un abrigo. Eso sería algo que ocurriría en futuros miércoles...
Podría ir vestida con cualquier cosa, incluso con unos vaqueros. Sin embargo, quería más. Quería marcar estilo. Aquello era lo justo. Si esa relación funcionaba, Joe tendría muchas oportunidades para realizar sus fantasías y tomar las riendas, pero aquella noche era de ___________
Aquello le recordó su indecisión, no solo por su indumentaria, sino por la fantasía en sí misma. Por fin tenía el tiempo, el hombre, las reglas... ¿qué pensaba hacer con todas ellas? No era que no tuviera fantasías que cumplir...Al contrario, tenía demasiadas.
¿Ataduras? Tal vez, pero todavía no. Eso requería un nuevo nivel de confianza, aunque tenía que admitir que le había encantado atarlo la semana anterior. Decidió que la próxima vez que lo hiciera no dejaría los nudos tan sueltos. La próxima vez, se aseguraría de que no pudiera moverse. Además, la próxima vez estaría completamente desnudo. Se colocó un traje de Versace negro que le sentaba como un guante, pero que era muy difícil de quitarse. Mientras se quitaba el vestido, se imaginó con las manos atadas, dejando que su cuerpo estuviera a disposición de Joe, incapaz de detenerlo si él decía lamerle cada centímetro de su piel...
Aquella idea la hizo temblar. Nunca se había imaginado de aquella manera. Sabía que el control era un tema muy importante, pero aquello tenía que ver más bien con dejarse llevar. Con liberarse, con explorar los límites...
Aquella noche no. Aquella noche sería para construir la confianza, para la comunicación... Cerró los ojos y siguió imaginándose. Podría hacer cualquier cosa, ser cualquier persona. Entonces, ¿cuál era el problema? Tal vez se estaba esforzándose demasiado. Sí. Aquel era el problema. Tenía que dejar margen a la espontaneidad. Cuando estuvieran juntos, cuando hubieran pasado del primer beso, la inspiración se apoderaría de ella. Por supuesto. Lo único que necesitaba era decidir hasta dónde quería ir. Besos, por supuesto. Y quería verlo por completo y que él la viera a ella... Justo entonces, vio un vestido negro que tenía desde hacía tres años. No tenía tirantes, sino que se ceñía al cuerpo con solo un corpiño. En la percha no parecía mucho e incluso puesto no era espectacular, pero de eso se trataba precisamente. Quería que Joe la viera a ella, sin ornamentos. Cuando se hubiera puesto algunas joyas y los zapatos adecuados, con unas medias negras... se puso el vestido y fue a mirarse al espejo. Tras contemplarse durante un rato, asintió. En un mundo perfecto, sus pechos habrían sido más grandes, su cintura más estrecha, pero aquello era lo que tenía. Era mejor que se pusiera en marcha. El tiempo no se detenía.
Las ocho menos diez. ___________ todavía no tenía ni idea de lo que iba a hacer con Joe. Eso, si él se presentaba. Sí, seguramente acudiría, con grandes expectativas de una noche salvaje y erótica. Miró por encima del hombro y se concentró en su copa. Jay, el camarero, preparaba unos Martinis perfectos. También tenía el don del silencio, a pesar de que ella era la única clienta del bar. De repente, algo la hizo volverse hacia la puerta. Joe estaba allí, casi tan elegante con un abrigo de camello como atractivo. El vientre de ___________ se contrajo en una reacción completamente sexual y contuvo el aliento. Hacía mucho tiempo desde la última vez que se había sentido de aquella manera. Desde el punto de vista estético, tenía sentido. Joe era un hombre muy atractivo. Al verla, sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y sintió que, a cada paso que él daba, el corazón se le aceleraba un poco más.
De repente, ___________ pensó que debería detener aquello. Inmediatamente. Olvidarse de aquella idea de seducción y de fantasía y ponerse a conocer al hombre. Al hombre verdadero y dejar que él la conociera a ella. Rápidamente, descartó la idea. ¿Cuándo iba a aprender? Había una diferencia entre las fantasías y los cuentos de hadas. Creer que Joe y ella tenían una oportunidad de ser felices era, efectivamente, un cuento de hadas. Era mejor ceñirse al sexo y al anonimato.
—Estás bellísima —susurró él, acariciándole suavemente el cuello. Entonces, se inclinó sobre ella y le rozó la oreja con los labios.
___________ se echó a temblar, tanto por la convicción de su voz como por el cosquilleo que le había provocado su aliento. Joe la interrogó con la mirada, pero ella se limitó a indicarle un taburete al lado del suyo.
Él tomó asiento y la observó. La estudiaba como si fuera la persona más fascinante de la Tierra y él solo tuviera unos momentos para memorizar cada detalle.
—¿Cómo es que no estás casado? –preguntó ella, sorprendida de sus palabras.
—No lo sé.
—No puedo creer que no hayas tenido oportunidades. Con tu físico, me apuesto a que tienes a las mujeres llamando a tu puerta.
—Yo no diría eso —respondió él, riendo.
—¿Y qué dirías tú?
—Yo diría que no quiero hablar de otras mujeres.
—Buena respuesta.
—Lo intento.
___________ se sintió de nuevo muy tensa cuando él se inclinó sobre ella y la besó suavemente en los labios. Tenía el aliento cálido y los labios fríos, estableciendo un contraste maravilloso. La presión que él establecía era muy ligera, como si simplemente buscara frotar sus labios contra los de ella. Fue un gesto muy íntimo. Finalmente, cuando se detuvo, ella aprovechó la ocasión para lamerle el labio inferior como si fuera un caramelo. Le gustó el modo en que Joe contuvo el aliento. No podía esperar para hacer que él volviera a repetir aquel gesto.
—¿Te apetece otra copa?
—No. Tenemos champán en la habitación.
—Bien. Sobre eso. No sé cómo lo has organizado, pero quiero pagar yo la cuenta.
—A ver qué te parece esto. La primera vez, pagué yo. De ahora en adelante, nos iremos alternando. Yo pagaré un miércoles y tú otro. Este miercoles pago yo.
—De acuerdo —dijo él—. Entonces, me toca a mí la semana que viene.
—Trato hecho —comentó ___________, extendiendo la mano.
—No he pensando en otra cosa que no fueras tú en toda esta semana —confesó Joe, tras tomarle la mano y besársela suavemente.
—Sé a lo que te refieres...
—¿De verdad?
—Sí. Yo no he estado tan nerviosa desde la última vez que estuvimos aquí.
—No tenemos que hacer esto —afirmó él, muy serio—. Puedes cambiar de opinión en cualquier momento.
—¿Quieres parar?
—No, claro que no.
—Entonces, ¿qué te parece una copa?
—Muy bien.
Llamaron a Jay y Joe le pidió un whisky.
Cuando el camarero se hubo marchado, ___________ ya había tomado una decisión. Cuando todo lo demás le fallaba, le gustaba probar con la verdad.
—Joe, ¿tenías algo en mente para esta noche?
—Claro que sí.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿De qué se trata?
—De todo. Preferiblemente de todo a la vez.
___________ se echó a reír, sorprendida de que no solo comprendiera lo que él había dicho, sino que también sintiera lo mismo. No era que quisiera probar solo nuevas posturas, sino más bien que quería ir más allá de sus fronteras con él. Quería verse a través de sus ojos, observar sus expresiones... Casi no conocía a Joe, pero se sentía atraída hacia él de un modo que desafiaba la lógica.
—¿Y tú?
—¿Cómo?
—¿Tenías algo en mente para esta noche?
En aquel momento, Jay llegó con la copa para Joe. Después de pagar, él se centró de nuevo en ___________
—Lo siento. Creía que me ibas a contar lo que tenías en mente para esta noche.
—Hace unas pocas semanas, leí un artículo sobre las fantasías —respondió ella—. ¿Sabías que una de las más comunes, si no la que más, entre hombres y mujeres es tener relaciones sexuales con una persona a la que no conocen?
—¿De verdad?
—Sí. Creo que eso se confirma en nuestro caso.
—¿Crees que seguimos siendo desconocidos?
—Sí, claro que sí.
—¿Incluso después de lo que ocurrió la semana pasada?
—Sí. Y si queremos que esto funcione, vamos a seguir siéndolo.
—¿Qué crees que ocurriría si termináramos por conocemos?
—No sería esto.
—¿Esto? ¿Qué es esto?
—Un hombre y una mujer, profundamente atraídos el uno por el otro. Unas personas que no quieren inhibiciones, ni presiones del exterior que estropeen lo que promete ser algo muy, pero que muy excitante.
—Me parece bien —dijo Joe, aunque el modo en que se le quebró la voz estropeó en cierto modo su aire de sofisticada indiferencia.
___________ sonrió y él, inmediatamente, le devolvió la sonrisa.
—¿Nos vamos?
—Sí.
Era la hora de la representación. ___________ todavía no sabía cómo iba a avanzar la noche. Sexo con un desconocido, sí, pero ¿qué clase de sexo? ¿Duro, rápido y desesperado o una lenta exploración?
Joe se pasó la mano por el cabello. Aquel gesto, tan común e insignificante, hizo que a ___________ se le pusiera la piel de gallina. El modo en que le recogió el abrigo hizo que se sonrojara.
Cuando la agarró por el brazo, tembló de anticipación.
Le vendría la inspiración. De eso estaba segura Joe le quitó el abrigo de los hombros y se dirigió hasta la mesa de la suite. Necesitaba un gesto mundano para tranquilizarse. En el momento en que la había visto en el bar, había deseado poseerla. Sin embargo, necesitaba ver hacía dónde se dirigía todo aquello. No pensaba estropear nada con su impaciencia, a pesar de que ___________ tuviera una piel tan delicada, unos ojos tan azules como el mar y unos labios que pudieran hacer que un hombre cambiara de religión. Se llevó el abrigo a la cara. El interior olía a ella... Cerró los ojos y aspiró, memorizando aquel aroma. Aunque pasaran cien años, lo reconocería. Trató de definir aquella esencia con palabras, pero no pudo hacerlo. No había nada lo suficientemente exacto. Una parte de su ser comprendía que era la esencia de una promesa. Era la esencia de una mujer que lo hacía sentirse muy agradecido por ser hombre. Dejó el abrigo sobre una silla y luego lo cubrió con el suyo. Para cuando se volvio a mirar a ___________, ella estaba ya al lado del champán.
Necesitaba servirle una copa a ella y otra también para él, pero no quería hacerlo. Lo único que anhelaba era tomarla entre sus brazos y besarla hasta que ella le suplicara. Quería tirarla encima de la cama, saborear cada centímetro de su cuerpo. Quería volverse loco entre sus brazos...
___________ le extendió su copa. Entonces, él levantó la botella y vio que era la misma clase de Dom Perignon que la última vez. Después, le llenó la copa y vio cómo ella bebía antes de volver a dejar la botella sobre el hielo. Tras permitirle que tomara algunos sorbos del espumoso líquido, le quitó la copa y tomó lo que llevaba deseando toda la noche... Toda la semana. Cubrió los labios de ___________ con los suyos, fundiéndose con ella en un largo beso. Sabía a champán... No quería que ___________ supiera que él no deseaba ninguno de aquellos preludios, que lo último que deseaba en el mundo era tomarse tiempo con ella. Por eso, se controló al máximo y se concentró en la húmeda y aterciopelada boca de su amante, tocándola y lamiéndola hasta que pasó de estar excitado a dolorosamente duro en cuestión de segundos.
La agarró por la cintura y la estrechó contra su cuerpo, gruñendo de placer al sentir cómo los senos de ella se apretaban contra su pecho. Quería desnudarla... Desnudarla, abrirla y poseerla. Quería hacérselo todo, saborearla por completo, hacerla gritar de placer...
Lo único que desveló la locura que bullía dentro de él fue cuando le acercó un poco más las caderas y dejó que ___________ sintiera su erección. Ella contuvo el aliento. Estupendo. Veía que comprendía perfectamente. Que sabía que todo aquello era para ella. Tanta contención... Si las cosas fueran como Joe deseaba, ___________ ya estaría gritando de placer.
—De acuerdo.
___________ le entregó una copa de champán, de la que él tomó un largo sorbo.
—Bien... Bueno... Hmm
Joe trató de pensar, de hablar, de ir hacia la ventana, pero su necesidad era tan profunda...
—Tú dirás.
—No resulta nada fácil.
—¿Hablar de tus deseos?
—Sí. No sé por qué. Las fantasías son algo corriente. No hay nada de lo que avergonzarse.
—Entonces, habla.
—Lo intentaré.
—No pienso dejar de insistir hasta que lo hagas.
—Ya lo veo. En realidad, son bastante corrientes. Acostarme con la chica del instituto a la que nunca llegué a tocar. Con alguna persona famosa...
—A mí me pasa lo mismo. A mí gustaría hacerlo con Jesse Duchovny.
—¿De verdad?
—No te preocupes —bromeó ella—. Si tú también te quieres acostar con él, no me voy a escandalizar.
—Yo sí.
—Ya veo que eres heterosexual hasta la médula, ¿eh?
—De eso puedes estar segura. ¿Y tú?
—También, aunque he tenido algún pensamiento raro un par de veces...
—Hmm...
—Es la segunda vez que haces eso.
—¿El qué?
—Eso de «hmm». Me pareció sospechoso el modo en que habla un médico cuando está a punto de decir: «señorita, creo que necesita usted un equipo completo de psiquiatras».
Joe empezó a toser. Ella trató de golpearlo en la espalda, pero él se lo impidió. Un momento después, ya se había calmado.
—Lo siento.
—¿Te encuentras bien?
—Sí.
—En ese caso, volvamos al tema de las fantasías de Joe, en la división de las famosas.
—Ah, bueno, veamos. Sandra Bullock, Julia Roberts... Nada del otro mundo.
—Veo que tienes buen gusto, pero, venga, confiesa. ¿No hay alguien que no sea tan... agradable? ¿Tal vez alguien un poco más peligrosa?
—¿Como tú?
—¿Yo?
—Sí. Me da la sensación de que eres tan lista como crees que eres.
—¿Y eso es peligroso?
—Por supuesto. Una mujer lista que se comprende a sí misma y a sus deseos es tal vez la criatura más peligrosa de La Tierra.
—Venga, ya. Hay muchas cosas más peligrosas.
—Los políticos, por ejemplo. En serio, no creo que yo sea tan peligrosa. Aquí no. Contigo no.
—¿No?
—Por supuesto. En realidad, esta situación no podría ser más segura.
—¿Porque en realidad no nos conocemos?
—Claro. Y porque no queremos nada más de lo que hemos acordado.
—¿Sexo?
—Si quieres llamarlo así.
—¿Y cómo lo llamarías tú?
—Erotismo. Sensualidad. Aventura. Tentación... ¿Quieres que siga?
Joe la miró durante un largo momento. Parecía incómodo. Una vez más, el rubor le cubrió las mejillas.
—Solo quiero que sepas que si... Bueno, si no colmo tus expectativas esta noche, es solo porque me estás volviendo loco, ¿entendido? Cuando me acostumbre al modo que tú... eres... las cosas mejorarán.
—¿Te refieres a que el hecho en cuestión ocurra o a la duración de dicho hecho?
—A la duración.
—Entonces, nos concentraremos más en los preliminares. Creo que eso te ayudará.
—No. Nena, lo único que tienes que hacer es colocarte delante de mí. Eso son los preliminares que yo necesito.
___________ se acercó a él. Entonces, lo miró a los ojos y le tocó suavemente la mejilla con la mano.
—Creo que he elegido muy bien.
—¿Habías hecho esto antes?
—No, no, al contrario. Tú me inspiraste.
—¿De verdad?
—No te sorprendas. Eres un hombre muy guapo –afirmó ___________. Joe la miró completamente atónito—. Estoy segura de que eso ya lo sabes...
—Mmm...
Lo besó donde lo había estado acariciando. Aspiró su esencia. Si no se equivocaba, era Hugo Boss.
—Olvida que he hablado.
—¿Cómo dices?
—Lo digo en serio. Olvídate. Los hombres que saben que son guapos resultan completamente insufribles.
—¿Y las mujeres que lo saben no?
—Las mujeres también.
—Tú no eres insufrible. Y eres bellísima.
—Gracias. Me esforcé hace mucho tiempo por poner mi aspecto en perspectiva. Cuando comprendí que no importaba. La belleza no garantiza la felicidad. Ni el amor.
—Eso es cierto. Y puede ir reduciendo la posibilidad de que estos se encuentren.
—Así es.
—Te aseguro que no fue tu belleza lo que me trajo aquí —afirmó Joe. Ella frunció el ceño—. Bueno, admito que lo fue en parte, pero más que nada fue una reacción química.
—Entonces, ¿qué te hizo venir?
—Todo tu ser. Tu mente, tu valor, el sonido de tu risa. La promesa que escuché en tu voz. Además, me apostaría algo a que hueles mejor que nada o que nadie de este planeta.
—Ah, Joe. Si esto es solo una actuación, no me lo digas, ¿de acuerdo?
—Te aseguro que no es una actuación, al menos no una consciente. No te hará daño.
___________ lo creyó, pero solo hasta cierto punto. No le haría daño si ella mantenía las distancias, si jugaba el juego, si no se permitía ser demasiado vulnerable, algo que no iba a ser fácil. Joe era un seductor y, si no tenía cuidado, podría hacer que todo aquello pasara de ser una fantasía a un cuento de hadas. Y eso lo estropearía todo...
—¿Por qué te has puesto tan triste? ¿Es que quieres que te haga daño?
—No, claro que no. De hecho...
—¿Qué?
—Nada. Finjamos que estamos en Suiza, en un territorio neutral. Así nadie se hará daño.
—Es algo un poco raro, pero creo que puedo poner acento suizo.
___________ se echó a reír. Su breve ataque de melancolía se vio contrarrestado por el humor y la vulnerabilidad de Joe. Casi nunca había visto aquella combinación en un hombre, especialmente en uno tan atractivo. Tenía que haber una razón por la que no se hubiera casado. Los hombres como él no solían llegar a los treinta sin pareja.
—Venga, deja de evitar las preguntas. Fantasías, por favor. Y con todo lujo de detalles.
—Eh, yo he respondido a la pregunta. Varias veces.
—No, no te creo. No es que estés mintiendo, pero no me estás contando toda la verdad.
—¿Tú crees?
—Todo el mundo tiene fantasías bien picantes, del tipo que le hacen esperar a uno que los ángeles de la guarda sean un mito, porque si supieran lo que una está pensando, harían que le cayera un rayo.
—Ah... de ese tipo...
—¿Y bien?
—¿Qué te parece si me cuentas tú primero las tuyas? Entonces, te las contaré yo.
—De acuerdo —contestó ella, volviéndose hacia la ventana.
Era perfecto. Podía ver, leer sus expresiones y sus reacciones cuando él creía que no lo estaba mirando. Vació su copa para llenarse de valor.
—Siempre he tenido fantasías —comenzó, tratando de mantener una voz firme y natural sobre estar indefensa.
—Sigue.
—Ser una cautiva. El hombre... bueno, es alguien que me sigue, me encuentra y se obsesiona conmigo. Me droga y me lleva a un lugar secreto. Mientras yo estoy todavía atontada por lo que me ha dado... me prepara.
—¿Qué quieres decir con eso? —susurró él, mirándola atónito.
—Me rasura. Me afeita todo vestigio de vello por debajo de la cintura. Eso me hace sentir terriblemente vulnerable.
—Continúa —musitó él, dando un paso al frente.
—Tengo las manos y los pies atados. Algunas veces en la cama. Otras doblada encima de una mesa o sobre una silla —explicó ella, mientras estudiaba el rostro y la expresión de Joe a través del cristal.
—No pares —suplicó él, con la voz llena de deseo.
—Me lo hace todo. Cosas que he escuchado muchas veces, pero que nunca he experimentado.
—¿Como que?
—Me posee de todas las maneras posibles en la que un hombre puede poseer a una mujer:
—Por favor —gruño el— dime que quieres que esa fantasla se haga realidad...
En aquel momento, ___________ se volvió para mirarlo, para beber el efecto completo de su fantasía. Vio que él estaba vibrando de deseo. Algo le decía que, si le daba más detalles, él alcanzaría el orgasmo allí mismo, sin que ella lo tocara. Joe quería que ella respondiera a su pregunta. Ella lo hizo esperar, pero no demasiado tiempo. Cuando le pareció que estaba a punto de explotar, asintió. Entonces, casi sin que se diera cuenta, se encontró entre los brazos de él. Joe la apretó contra su cuerpo, haciendo que volviera a sentir su erección. La promesa de la noche que los esperaba...
___________ enredó la lengua con la de él Y lucharon por alcanzar la supremacía. Aunque Joe resultó victorioso, ella ganó también, porque sus besos le nublaron los sentidos y la excitación le bombeó la adrenalina. La besó como si la conociera desde siempre, como si pudiera leer su deseo como un libro. Le colocó un muslo entre las piernas, sobre el que ella se arqueó sin ningún pudor. Los labios de Joe le trazaron una suave línea por la garganta, lamiéndola y mordisqueándola al mismo tiempo, como si quisiera marcarla como suya.
—Por favor...
—¿Por favor qué? —susurró ella, enredándole los dedos entre el pelo—. ¿Qué es lo que quieres, Joe? Dime qué es lo que quieres.
—Quiero verte desnuda —contestó él, con voz febril.
___________ lo agarró con fuerza del cabello y volvió a besarlo apasionadamente antes de verse dispuesta a cumplir su petición.
—Pregúntame qué es lo que yo quiero —susurró ella.
—Dímelo
—Que me desnudes...
Joe cerró los ojos durante un momento. Cuando los volvió a abrir levantó la mano para tocar el pasador que le sujetaba el cabello. Sin embargo, algo debió de hacerlo cambiar de opinión, porque bajó las manos y se las colocó sobre los hombros, acariciándole suavemente el escote con los pulgares.
—Esto es una locura.
—¿El qué?
—Lo mucho que quiero que dure este momento y lo rápido que quiero que vaya todo.
—No puede ser de las dos maneras.
—¿Por qué no?
—Como esta es la primera vez —respondió ella, riendo—, ¿por qué no te lo tomas con calma? Trabaja para conseguirlo.
—Excelente consejo.
Joe la besó suavemente. Entonces, ___________ sintió que le bajaba la cremallera del vestido y que el corpiño se le aflojaba. Todo su cuerpo se echó a temblar. Su piel parecía poseer una sensibilidad extrema.
—___________... ___________, ¿estás segura de esto?
Ella asintió, agradecida de que se hubiera detenido a preguntar cuando se encontraba en tal estado de excitación. Para demostrar que así era, se bajó el vestido, dejando al descubierto el sujetador de encaje que se habla puesto.
—Eres exquisita...
___________ cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Al sentir el aliento de Joe sobre sus pechos, suspiró. Cuando los dedos de él empezaron a acariciarle lentamente los pezones, tuvo que apoyarse con una mano contra la ventana. Brevemente, pensó en echar las cortinas, pero le daba la sensación de que, muy pronto, irían al dormitorio.
Joe le besó uno de los pezones, dejando que sintiera sus labios, los movimientos de la lengua a través de la delicada tela. A pesar de que estaba desesperado, no se precipitó. Aun con la barrera del sujetador, las sensaciones eran deliciosas.
—Joe... —susurró ella, abriendo los ojos—. Vamos al dormitorio...
Aquello lo hizo reaccionar. Se irguió y volvió a besarla en los labios. Entonces, la tomó de la mano. Cuando pasaron al lado del cubo del champán, Joe agarró la botella.
Un momento más tarde, ella, él, el champán y una enorme cama.
Joe dejó la botella encima de la mesilla de noche y luego encendió la pequeña lámpara que había encima. No podía apartar los ojos de la mujer que tenía delante. Sin vestido, con los pezones levantando el suave encaje del sujetador, le parecía que nunca había visto nada más erótico en toda su vida. Si no hacía algo muy pronto, iba a explotar. Por el momento, podría entretenerse en desnudarla.
___________ suspiró una vez más al notar los labios de Joe sobre uno de sus pezones. Sin dejar de saborearla, le bajó el vestido completamente y dejó que este cayera a sus pies.
Las braguitas eran a juego, con liguero... Medias negras y zapatos de tacón... ___________ era su fantasía. Solo una cosa haría que la imagen fuera completamente perfecta. Le soltó el pelo del pasador y dejó que su cabello, como seda dorada, se le derramara por los hombros. Entonces, dio un paso atrás para poder verla por completo. Aquello lo condenó del todo.
—¿Joe?
—¿Sí?
—He cambiado de opinión.
Joe sintió que el corazón se le detenía. «No, no, por favor, no».
—Quiero que te desnudes —añadió ella.
—Eres muy mala —susurró Joe, a pesar de que sintió una oleada de profunda gratitud que le inundaba el cuerpo.
—Lo sé. ¿No te alegras?
Él asintió mientras trataba de desabrocharse los botones de la camisa. Cuando no pudo con el último, se lo arrancó y dejó que la camisa cayera al suelo. A continuación, les tocó el turno a los pantalones. No quería apartar los ojos de ella, pero tuvo que hacerlo para quitarse zapatos y calcetines. Finalmente, se quedó solo con los calzoncillos. Se irguió frente a ella, a pesar de que los boxers que llevaba puestos no lograban ocultar su erección.
—Me encanta que vengamos tan coordinados en los colores.
—Creo que el color carne nos sentará aún mejor.
___________ se apartó el cabello y se dispuso a quitarse el sujetador. Joe la observó muy atentamente mientras se despojaba del sujetador y lo dejaba caer. Apretó los dientes para tratar de mantener el control. Tenía unos hermosos pechos, redondos, pero no demasiado grandes, con unas rosadas aureolas y pezones erectos. Tanta perfección parecía casi increíble. Un movimiento lo distrajo. Vio que ella se agarraba la cinturilla de las braguitas y se las quitaba muy lentamente. A los pocos segundos, estuvo ante él, como una diosa rubia, verdaderamente rubia. El vello que le cubría la entrepierna era tan dorado como su cabello.
—¿Joe? Ahora te toca a ti.
Él asintió, sin saber dónde mirar. ¿Sus senos? ¿Su rostro? ¿Sus caderas? Decidió concentrarse en la cara y se despojó de los calzoncillos. Se tocó brevemente el pene, al notar que ella se lo estaba mirando. Entonces, ___________ realizó un ligero sonido que provocó que Joe ya no pudiera esperar más. La agarró por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. La besó y dejó que el suave aroma de su perfume lo embriagara. Le acarició la espalda, asombrado por su sedosa piel. Por último, le colocó las manos en las caderas y se movió hacia ella para estar en pleno contacto con su cuerpo. Interrumpió el beso para mirarle los labios. Estaban henchidos de deseo, tan rosados como los pezones... No pudo evitar imaginarse cómo estarían rodeándole el pene. Aquel pensamiento lo hizo gemir de placer. ___________ sonrió, presintiendo lo que él estaba pensando. Entonces, colocó la mano entre ellos y lo tocó. Joe gritó de placer. La sensación fue tan intensa que casi resultó dolorosa.
—¿Es esto para mí? —preguntó, agarrándolo con firmeza.
Joe no encontró palabras para contestar. En vez de eso, la besó. Le pertenecía y ella podría hacer lo que quisiera con él.
Mientras ___________ le metía la lengua en la boca, empezó a acariciarle el pene suavemente.
Cuando llegó a la punta, hundió el dedo en la humedad que se le había empezado a acumular allí. Entonces, lo soltó. Cuando Joe protestó con un gemido, ella se apartó de él y se metió aquel mismo dedo en la boca. Aquello casi le bastó para alcanzar el orgasmo. Para controlarse, se puso a quitar la colcha de la cama.
Se desnudó, pero no colocó el vestido encima de la cama, con la docena que ya había descartado. Aquel fue al montón de ropa para regalar. Ya no la divertía aquella situación. Llevaba horas probándose ropa, y nada. En cuarenta minutos, tenía el masaje facial y luego la manicura y la pedicura. Aún no se había depilado y tenía que lavarse el cabello, maquillarse y... ¡Maldita fuera! ¿Por qué había siempre tantos preparativos que hacer?
Suspiró y regresó al vestidor. Miró ciegamente las filas de vestidos, faldas y blusas. De repente, se dio cuenta de que aquella noche no iba a ser un ensayo de vestuario. Iba a ser la representación real.
Aquella noche iba a ser la primera de solo Dios sabía cuántas noches eróticas pasadas en la deliciosa compañía de Joe... Aunque también podría ser un fiasco de proporciones gigantescas.
Esperaba que fuera lo primero.
Para que todo fuera perfectamente, tenía que é prepararse. Tenía que escoger que ponerse. Le parecía que todavía era algo pronto como para que se presentara ante él completamente desnuda bajo un abrigo. Eso sería algo que ocurriría en futuros miércoles...
Podría ir vestida con cualquier cosa, incluso con unos vaqueros. Sin embargo, quería más. Quería marcar estilo. Aquello era lo justo. Si esa relación funcionaba, Joe tendría muchas oportunidades para realizar sus fantasías y tomar las riendas, pero aquella noche era de ___________
Aquello le recordó su indecisión, no solo por su indumentaria, sino por la fantasía en sí misma. Por fin tenía el tiempo, el hombre, las reglas... ¿qué pensaba hacer con todas ellas? No era que no tuviera fantasías que cumplir...Al contrario, tenía demasiadas.
¿Ataduras? Tal vez, pero todavía no. Eso requería un nuevo nivel de confianza, aunque tenía que admitir que le había encantado atarlo la semana anterior. Decidió que la próxima vez que lo hiciera no dejaría los nudos tan sueltos. La próxima vez, se aseguraría de que no pudiera moverse. Además, la próxima vez estaría completamente desnudo. Se colocó un traje de Versace negro que le sentaba como un guante, pero que era muy difícil de quitarse. Mientras se quitaba el vestido, se imaginó con las manos atadas, dejando que su cuerpo estuviera a disposición de Joe, incapaz de detenerlo si él decía lamerle cada centímetro de su piel...
Aquella idea la hizo temblar. Nunca se había imaginado de aquella manera. Sabía que el control era un tema muy importante, pero aquello tenía que ver más bien con dejarse llevar. Con liberarse, con explorar los límites...
Aquella noche no. Aquella noche sería para construir la confianza, para la comunicación... Cerró los ojos y siguió imaginándose. Podría hacer cualquier cosa, ser cualquier persona. Entonces, ¿cuál era el problema? Tal vez se estaba esforzándose demasiado. Sí. Aquel era el problema. Tenía que dejar margen a la espontaneidad. Cuando estuvieran juntos, cuando hubieran pasado del primer beso, la inspiración se apoderaría de ella. Por supuesto. Lo único que necesitaba era decidir hasta dónde quería ir. Besos, por supuesto. Y quería verlo por completo y que él la viera a ella... Justo entonces, vio un vestido negro que tenía desde hacía tres años. No tenía tirantes, sino que se ceñía al cuerpo con solo un corpiño. En la percha no parecía mucho e incluso puesto no era espectacular, pero de eso se trataba precisamente. Quería que Joe la viera a ella, sin ornamentos. Cuando se hubiera puesto algunas joyas y los zapatos adecuados, con unas medias negras... se puso el vestido y fue a mirarse al espejo. Tras contemplarse durante un rato, asintió. En un mundo perfecto, sus pechos habrían sido más grandes, su cintura más estrecha, pero aquello era lo que tenía. Era mejor que se pusiera en marcha. El tiempo no se detenía.
Las ocho menos diez. ___________ todavía no tenía ni idea de lo que iba a hacer con Joe. Eso, si él se presentaba. Sí, seguramente acudiría, con grandes expectativas de una noche salvaje y erótica. Miró por encima del hombro y se concentró en su copa. Jay, el camarero, preparaba unos Martinis perfectos. También tenía el don del silencio, a pesar de que ella era la única clienta del bar. De repente, algo la hizo volverse hacia la puerta. Joe estaba allí, casi tan elegante con un abrigo de camello como atractivo. El vientre de ___________ se contrajo en una reacción completamente sexual y contuvo el aliento. Hacía mucho tiempo desde la última vez que se había sentido de aquella manera. Desde el punto de vista estético, tenía sentido. Joe era un hombre muy atractivo. Al verla, sonrió. Ella le devolvió la sonrisa y sintió que, a cada paso que él daba, el corazón se le aceleraba un poco más.
De repente, ___________ pensó que debería detener aquello. Inmediatamente. Olvidarse de aquella idea de seducción y de fantasía y ponerse a conocer al hombre. Al hombre verdadero y dejar que él la conociera a ella. Rápidamente, descartó la idea. ¿Cuándo iba a aprender? Había una diferencia entre las fantasías y los cuentos de hadas. Creer que Joe y ella tenían una oportunidad de ser felices era, efectivamente, un cuento de hadas. Era mejor ceñirse al sexo y al anonimato.
—Estás bellísima —susurró él, acariciándole suavemente el cuello. Entonces, se inclinó sobre ella y le rozó la oreja con los labios.
___________ se echó a temblar, tanto por la convicción de su voz como por el cosquilleo que le había provocado su aliento. Joe la interrogó con la mirada, pero ella se limitó a indicarle un taburete al lado del suyo.
Él tomó asiento y la observó. La estudiaba como si fuera la persona más fascinante de la Tierra y él solo tuviera unos momentos para memorizar cada detalle.
—¿Cómo es que no estás casado? –preguntó ella, sorprendida de sus palabras.
—No lo sé.
—No puedo creer que no hayas tenido oportunidades. Con tu físico, me apuesto a que tienes a las mujeres llamando a tu puerta.
—Yo no diría eso —respondió él, riendo.
—¿Y qué dirías tú?
—Yo diría que no quiero hablar de otras mujeres.
—Buena respuesta.
—Lo intento.
___________ se sintió de nuevo muy tensa cuando él se inclinó sobre ella y la besó suavemente en los labios. Tenía el aliento cálido y los labios fríos, estableciendo un contraste maravilloso. La presión que él establecía era muy ligera, como si simplemente buscara frotar sus labios contra los de ella. Fue un gesto muy íntimo. Finalmente, cuando se detuvo, ella aprovechó la ocasión para lamerle el labio inferior como si fuera un caramelo. Le gustó el modo en que Joe contuvo el aliento. No podía esperar para hacer que él volviera a repetir aquel gesto.
—¿Te apetece otra copa?
—No. Tenemos champán en la habitación.
—Bien. Sobre eso. No sé cómo lo has organizado, pero quiero pagar yo la cuenta.
—A ver qué te parece esto. La primera vez, pagué yo. De ahora en adelante, nos iremos alternando. Yo pagaré un miércoles y tú otro. Este miercoles pago yo.
—De acuerdo —dijo él—. Entonces, me toca a mí la semana que viene.
—Trato hecho —comentó ___________, extendiendo la mano.
—No he pensando en otra cosa que no fueras tú en toda esta semana —confesó Joe, tras tomarle la mano y besársela suavemente.
—Sé a lo que te refieres...
—¿De verdad?
—Sí. Yo no he estado tan nerviosa desde la última vez que estuvimos aquí.
—No tenemos que hacer esto —afirmó él, muy serio—. Puedes cambiar de opinión en cualquier momento.
—¿Quieres parar?
—No, claro que no.
—Entonces, ¿qué te parece una copa?
—Muy bien.
Llamaron a Jay y Joe le pidió un whisky.
Cuando el camarero se hubo marchado, ___________ ya había tomado una decisión. Cuando todo lo demás le fallaba, le gustaba probar con la verdad.
—Joe, ¿tenías algo en mente para esta noche?
—Claro que sí.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿De qué se trata?
—De todo. Preferiblemente de todo a la vez.
___________ se echó a reír, sorprendida de que no solo comprendiera lo que él había dicho, sino que también sintiera lo mismo. No era que quisiera probar solo nuevas posturas, sino más bien que quería ir más allá de sus fronteras con él. Quería verse a través de sus ojos, observar sus expresiones... Casi no conocía a Joe, pero se sentía atraída hacia él de un modo que desafiaba la lógica.
—¿Y tú?
—¿Cómo?
—¿Tenías algo en mente para esta noche?
En aquel momento, Jay llegó con la copa para Joe. Después de pagar, él se centró de nuevo en ___________
—Lo siento. Creía que me ibas a contar lo que tenías en mente para esta noche.
—Hace unas pocas semanas, leí un artículo sobre las fantasías —respondió ella—. ¿Sabías que una de las más comunes, si no la que más, entre hombres y mujeres es tener relaciones sexuales con una persona a la que no conocen?
—¿De verdad?
—Sí. Creo que eso se confirma en nuestro caso.
—¿Crees que seguimos siendo desconocidos?
—Sí, claro que sí.
—¿Incluso después de lo que ocurrió la semana pasada?
—Sí. Y si queremos que esto funcione, vamos a seguir siéndolo.
—¿Qué crees que ocurriría si termináramos por conocemos?
—No sería esto.
—¿Esto? ¿Qué es esto?
—Un hombre y una mujer, profundamente atraídos el uno por el otro. Unas personas que no quieren inhibiciones, ni presiones del exterior que estropeen lo que promete ser algo muy, pero que muy excitante.
—Me parece bien —dijo Joe, aunque el modo en que se le quebró la voz estropeó en cierto modo su aire de sofisticada indiferencia.
___________ sonrió y él, inmediatamente, le devolvió la sonrisa.
—¿Nos vamos?
—Sí.
Era la hora de la representación. ___________ todavía no sabía cómo iba a avanzar la noche. Sexo con un desconocido, sí, pero ¿qué clase de sexo? ¿Duro, rápido y desesperado o una lenta exploración?
Joe se pasó la mano por el cabello. Aquel gesto, tan común e insignificante, hizo que a ___________ se le pusiera la piel de gallina. El modo en que le recogió el abrigo hizo que se sonrojara.
Cuando la agarró por el brazo, tembló de anticipación.
Le vendría la inspiración. De eso estaba segura Joe le quitó el abrigo de los hombros y se dirigió hasta la mesa de la suite. Necesitaba un gesto mundano para tranquilizarse. En el momento en que la había visto en el bar, había deseado poseerla. Sin embargo, necesitaba ver hacía dónde se dirigía todo aquello. No pensaba estropear nada con su impaciencia, a pesar de que ___________ tuviera una piel tan delicada, unos ojos tan azules como el mar y unos labios que pudieran hacer que un hombre cambiara de religión. Se llevó el abrigo a la cara. El interior olía a ella... Cerró los ojos y aspiró, memorizando aquel aroma. Aunque pasaran cien años, lo reconocería. Trató de definir aquella esencia con palabras, pero no pudo hacerlo. No había nada lo suficientemente exacto. Una parte de su ser comprendía que era la esencia de una promesa. Era la esencia de una mujer que lo hacía sentirse muy agradecido por ser hombre. Dejó el abrigo sobre una silla y luego lo cubrió con el suyo. Para cuando se volvio a mirar a ___________, ella estaba ya al lado del champán.
Necesitaba servirle una copa a ella y otra también para él, pero no quería hacerlo. Lo único que anhelaba era tomarla entre sus brazos y besarla hasta que ella le suplicara. Quería tirarla encima de la cama, saborear cada centímetro de su cuerpo. Quería volverse loco entre sus brazos...
___________ le extendió su copa. Entonces, él levantó la botella y vio que era la misma clase de Dom Perignon que la última vez. Después, le llenó la copa y vio cómo ella bebía antes de volver a dejar la botella sobre el hielo. Tras permitirle que tomara algunos sorbos del espumoso líquido, le quitó la copa y tomó lo que llevaba deseando toda la noche... Toda la semana. Cubrió los labios de ___________ con los suyos, fundiéndose con ella en un largo beso. Sabía a champán... No quería que ___________ supiera que él no deseaba ninguno de aquellos preludios, que lo último que deseaba en el mundo era tomarse tiempo con ella. Por eso, se controló al máximo y se concentró en la húmeda y aterciopelada boca de su amante, tocándola y lamiéndola hasta que pasó de estar excitado a dolorosamente duro en cuestión de segundos.
La agarró por la cintura y la estrechó contra su cuerpo, gruñendo de placer al sentir cómo los senos de ella se apretaban contra su pecho. Quería desnudarla... Desnudarla, abrirla y poseerla. Quería hacérselo todo, saborearla por completo, hacerla gritar de placer...
Lo único que desveló la locura que bullía dentro de él fue cuando le acercó un poco más las caderas y dejó que ___________ sintiera su erección. Ella contuvo el aliento. Estupendo. Veía que comprendía perfectamente. Que sabía que todo aquello era para ella. Tanta contención... Si las cosas fueran como Joe deseaba, ___________ ya estaría gritando de placer.
—De acuerdo.
___________ le entregó una copa de champán, de la que él tomó un largo sorbo.
—Bien... Bueno... Hmm
Joe trató de pensar, de hablar, de ir hacia la ventana, pero su necesidad era tan profunda...
—Tú dirás.
—No resulta nada fácil.
—¿Hablar de tus deseos?
—Sí. No sé por qué. Las fantasías son algo corriente. No hay nada de lo que avergonzarse.
—Entonces, habla.
—Lo intentaré.
—No pienso dejar de insistir hasta que lo hagas.
—Ya lo veo. En realidad, son bastante corrientes. Acostarme con la chica del instituto a la que nunca llegué a tocar. Con alguna persona famosa...
—A mí me pasa lo mismo. A mí gustaría hacerlo con Jesse Duchovny.
—¿De verdad?
—No te preocupes —bromeó ella—. Si tú también te quieres acostar con él, no me voy a escandalizar.
—Yo sí.
—Ya veo que eres heterosexual hasta la médula, ¿eh?
—De eso puedes estar segura. ¿Y tú?
—También, aunque he tenido algún pensamiento raro un par de veces...
—Hmm...
—Es la segunda vez que haces eso.
—¿El qué?
—Eso de «hmm». Me pareció sospechoso el modo en que habla un médico cuando está a punto de decir: «señorita, creo que necesita usted un equipo completo de psiquiatras».
Joe empezó a toser. Ella trató de golpearlo en la espalda, pero él se lo impidió. Un momento después, ya se había calmado.
—Lo siento.
—¿Te encuentras bien?
—Sí.
—En ese caso, volvamos al tema de las fantasías de Joe, en la división de las famosas.
—Ah, bueno, veamos. Sandra Bullock, Julia Roberts... Nada del otro mundo.
—Veo que tienes buen gusto, pero, venga, confiesa. ¿No hay alguien que no sea tan... agradable? ¿Tal vez alguien un poco más peligrosa?
—¿Como tú?
—¿Yo?
—Sí. Me da la sensación de que eres tan lista como crees que eres.
—¿Y eso es peligroso?
—Por supuesto. Una mujer lista que se comprende a sí misma y a sus deseos es tal vez la criatura más peligrosa de La Tierra.
—Venga, ya. Hay muchas cosas más peligrosas.
—Los políticos, por ejemplo. En serio, no creo que yo sea tan peligrosa. Aquí no. Contigo no.
—¿No?
—Por supuesto. En realidad, esta situación no podría ser más segura.
—¿Porque en realidad no nos conocemos?
—Claro. Y porque no queremos nada más de lo que hemos acordado.
—¿Sexo?
—Si quieres llamarlo así.
—¿Y cómo lo llamarías tú?
—Erotismo. Sensualidad. Aventura. Tentación... ¿Quieres que siga?
Joe la miró durante un largo momento. Parecía incómodo. Una vez más, el rubor le cubrió las mejillas.
—Solo quiero que sepas que si... Bueno, si no colmo tus expectativas esta noche, es solo porque me estás volviendo loco, ¿entendido? Cuando me acostumbre al modo que tú... eres... las cosas mejorarán.
—¿Te refieres a que el hecho en cuestión ocurra o a la duración de dicho hecho?
—A la duración.
—Entonces, nos concentraremos más en los preliminares. Creo que eso te ayudará.
—No. Nena, lo único que tienes que hacer es colocarte delante de mí. Eso son los preliminares que yo necesito.
___________ se acercó a él. Entonces, lo miró a los ojos y le tocó suavemente la mejilla con la mano.
—Creo que he elegido muy bien.
—¿Habías hecho esto antes?
—No, no, al contrario. Tú me inspiraste.
—¿De verdad?
—No te sorprendas. Eres un hombre muy guapo –afirmó ___________. Joe la miró completamente atónito—. Estoy segura de que eso ya lo sabes...
—Mmm...
Lo besó donde lo había estado acariciando. Aspiró su esencia. Si no se equivocaba, era Hugo Boss.
—Olvida que he hablado.
—¿Cómo dices?
—Lo digo en serio. Olvídate. Los hombres que saben que son guapos resultan completamente insufribles.
—¿Y las mujeres que lo saben no?
—Las mujeres también.
—Tú no eres insufrible. Y eres bellísima.
—Gracias. Me esforcé hace mucho tiempo por poner mi aspecto en perspectiva. Cuando comprendí que no importaba. La belleza no garantiza la felicidad. Ni el amor.
—Eso es cierto. Y puede ir reduciendo la posibilidad de que estos se encuentren.
—Así es.
—Te aseguro que no fue tu belleza lo que me trajo aquí —afirmó Joe. Ella frunció el ceño—. Bueno, admito que lo fue en parte, pero más que nada fue una reacción química.
—Entonces, ¿qué te hizo venir?
—Todo tu ser. Tu mente, tu valor, el sonido de tu risa. La promesa que escuché en tu voz. Además, me apostaría algo a que hueles mejor que nada o que nadie de este planeta.
—Ah, Joe. Si esto es solo una actuación, no me lo digas, ¿de acuerdo?
—Te aseguro que no es una actuación, al menos no una consciente. No te hará daño.
___________ lo creyó, pero solo hasta cierto punto. No le haría daño si ella mantenía las distancias, si jugaba el juego, si no se permitía ser demasiado vulnerable, algo que no iba a ser fácil. Joe era un seductor y, si no tenía cuidado, podría hacer que todo aquello pasara de ser una fantasía a un cuento de hadas. Y eso lo estropearía todo...
—¿Por qué te has puesto tan triste? ¿Es que quieres que te haga daño?
—No, claro que no. De hecho...
—¿Qué?
—Nada. Finjamos que estamos en Suiza, en un territorio neutral. Así nadie se hará daño.
—Es algo un poco raro, pero creo que puedo poner acento suizo.
___________ se echó a reír. Su breve ataque de melancolía se vio contrarrestado por el humor y la vulnerabilidad de Joe. Casi nunca había visto aquella combinación en un hombre, especialmente en uno tan atractivo. Tenía que haber una razón por la que no se hubiera casado. Los hombres como él no solían llegar a los treinta sin pareja.
—Venga, deja de evitar las preguntas. Fantasías, por favor. Y con todo lujo de detalles.
—Eh, yo he respondido a la pregunta. Varias veces.
—No, no te creo. No es que estés mintiendo, pero no me estás contando toda la verdad.
—¿Tú crees?
—Todo el mundo tiene fantasías bien picantes, del tipo que le hacen esperar a uno que los ángeles de la guarda sean un mito, porque si supieran lo que una está pensando, harían que le cayera un rayo.
—Ah... de ese tipo...
—¿Y bien?
—¿Qué te parece si me cuentas tú primero las tuyas? Entonces, te las contaré yo.
—De acuerdo —contestó ella, volviéndose hacia la ventana.
Era perfecto. Podía ver, leer sus expresiones y sus reacciones cuando él creía que no lo estaba mirando. Vació su copa para llenarse de valor.
—Siempre he tenido fantasías —comenzó, tratando de mantener una voz firme y natural sobre estar indefensa.
—Sigue.
—Ser una cautiva. El hombre... bueno, es alguien que me sigue, me encuentra y se obsesiona conmigo. Me droga y me lleva a un lugar secreto. Mientras yo estoy todavía atontada por lo que me ha dado... me prepara.
—¿Qué quieres decir con eso? —susurró él, mirándola atónito.
—Me rasura. Me afeita todo vestigio de vello por debajo de la cintura. Eso me hace sentir terriblemente vulnerable.
—Continúa —musitó él, dando un paso al frente.
—Tengo las manos y los pies atados. Algunas veces en la cama. Otras doblada encima de una mesa o sobre una silla —explicó ella, mientras estudiaba el rostro y la expresión de Joe a través del cristal.
—No pares —suplicó él, con la voz llena de deseo.
—Me lo hace todo. Cosas que he escuchado muchas veces, pero que nunca he experimentado.
—¿Como que?
—Me posee de todas las maneras posibles en la que un hombre puede poseer a una mujer:
—Por favor —gruño el— dime que quieres que esa fantasla se haga realidad...
En aquel momento, ___________ se volvió para mirarlo, para beber el efecto completo de su fantasía. Vio que él estaba vibrando de deseo. Algo le decía que, si le daba más detalles, él alcanzaría el orgasmo allí mismo, sin que ella lo tocara. Joe quería que ella respondiera a su pregunta. Ella lo hizo esperar, pero no demasiado tiempo. Cuando le pareció que estaba a punto de explotar, asintió. Entonces, casi sin que se diera cuenta, se encontró entre los brazos de él. Joe la apretó contra su cuerpo, haciendo que volviera a sentir su erección. La promesa de la noche que los esperaba...
___________ enredó la lengua con la de él Y lucharon por alcanzar la supremacía. Aunque Joe resultó victorioso, ella ganó también, porque sus besos le nublaron los sentidos y la excitación le bombeó la adrenalina. La besó como si la conociera desde siempre, como si pudiera leer su deseo como un libro. Le colocó un muslo entre las piernas, sobre el que ella se arqueó sin ningún pudor. Los labios de Joe le trazaron una suave línea por la garganta, lamiéndola y mordisqueándola al mismo tiempo, como si quisiera marcarla como suya.
—Por favor...
—¿Por favor qué? —susurró ella, enredándole los dedos entre el pelo—. ¿Qué es lo que quieres, Joe? Dime qué es lo que quieres.
—Quiero verte desnuda —contestó él, con voz febril.
___________ lo agarró con fuerza del cabello y volvió a besarlo apasionadamente antes de verse dispuesta a cumplir su petición.
—Pregúntame qué es lo que yo quiero —susurró ella.
—Dímelo
—Que me desnudes...
Joe cerró los ojos durante un momento. Cuando los volvió a abrir levantó la mano para tocar el pasador que le sujetaba el cabello. Sin embargo, algo debió de hacerlo cambiar de opinión, porque bajó las manos y se las colocó sobre los hombros, acariciándole suavemente el escote con los pulgares.
—Esto es una locura.
—¿El qué?
—Lo mucho que quiero que dure este momento y lo rápido que quiero que vaya todo.
—No puede ser de las dos maneras.
—¿Por qué no?
—Como esta es la primera vez —respondió ella, riendo—, ¿por qué no te lo tomas con calma? Trabaja para conseguirlo.
—Excelente consejo.
Joe la besó suavemente. Entonces, ___________ sintió que le bajaba la cremallera del vestido y que el corpiño se le aflojaba. Todo su cuerpo se echó a temblar. Su piel parecía poseer una sensibilidad extrema.
—___________... ___________, ¿estás segura de esto?
Ella asintió, agradecida de que se hubiera detenido a preguntar cuando se encontraba en tal estado de excitación. Para demostrar que así era, se bajó el vestido, dejando al descubierto el sujetador de encaje que se habla puesto.
—Eres exquisita...
___________ cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. Al sentir el aliento de Joe sobre sus pechos, suspiró. Cuando los dedos de él empezaron a acariciarle lentamente los pezones, tuvo que apoyarse con una mano contra la ventana. Brevemente, pensó en echar las cortinas, pero le daba la sensación de que, muy pronto, irían al dormitorio.
Joe le besó uno de los pezones, dejando que sintiera sus labios, los movimientos de la lengua a través de la delicada tela. A pesar de que estaba desesperado, no se precipitó. Aun con la barrera del sujetador, las sensaciones eran deliciosas.
—Joe... —susurró ella, abriendo los ojos—. Vamos al dormitorio...
Aquello lo hizo reaccionar. Se irguió y volvió a besarla en los labios. Entonces, la tomó de la mano. Cuando pasaron al lado del cubo del champán, Joe agarró la botella.
Un momento más tarde, ella, él, el champán y una enorme cama.
Joe dejó la botella encima de la mesilla de noche y luego encendió la pequeña lámpara que había encima. No podía apartar los ojos de la mujer que tenía delante. Sin vestido, con los pezones levantando el suave encaje del sujetador, le parecía que nunca había visto nada más erótico en toda su vida. Si no hacía algo muy pronto, iba a explotar. Por el momento, podría entretenerse en desnudarla.
___________ suspiró una vez más al notar los labios de Joe sobre uno de sus pezones. Sin dejar de saborearla, le bajó el vestido completamente y dejó que este cayera a sus pies.
Las braguitas eran a juego, con liguero... Medias negras y zapatos de tacón... ___________ era su fantasía. Solo una cosa haría que la imagen fuera completamente perfecta. Le soltó el pelo del pasador y dejó que su cabello, como seda dorada, se le derramara por los hombros. Entonces, dio un paso atrás para poder verla por completo. Aquello lo condenó del todo.
—¿Joe?
—¿Sí?
—He cambiado de opinión.
Joe sintió que el corazón se le detenía. «No, no, por favor, no».
—Quiero que te desnudes —añadió ella.
—Eres muy mala —susurró Joe, a pesar de que sintió una oleada de profunda gratitud que le inundaba el cuerpo.
—Lo sé. ¿No te alegras?
Él asintió mientras trataba de desabrocharse los botones de la camisa. Cuando no pudo con el último, se lo arrancó y dejó que la camisa cayera al suelo. A continuación, les tocó el turno a los pantalones. No quería apartar los ojos de ella, pero tuvo que hacerlo para quitarse zapatos y calcetines. Finalmente, se quedó solo con los calzoncillos. Se irguió frente a ella, a pesar de que los boxers que llevaba puestos no lograban ocultar su erección.
—Me encanta que vengamos tan coordinados en los colores.
—Creo que el color carne nos sentará aún mejor.
___________ se apartó el cabello y se dispuso a quitarse el sujetador. Joe la observó muy atentamente mientras se despojaba del sujetador y lo dejaba caer. Apretó los dientes para tratar de mantener el control. Tenía unos hermosos pechos, redondos, pero no demasiado grandes, con unas rosadas aureolas y pezones erectos. Tanta perfección parecía casi increíble. Un movimiento lo distrajo. Vio que ella se agarraba la cinturilla de las braguitas y se las quitaba muy lentamente. A los pocos segundos, estuvo ante él, como una diosa rubia, verdaderamente rubia. El vello que le cubría la entrepierna era tan dorado como su cabello.
—¿Joe? Ahora te toca a ti.
Él asintió, sin saber dónde mirar. ¿Sus senos? ¿Su rostro? ¿Sus caderas? Decidió concentrarse en la cara y se despojó de los calzoncillos. Se tocó brevemente el pene, al notar que ella se lo estaba mirando. Entonces, ___________ realizó un ligero sonido que provocó que Joe ya no pudiera esperar más. La agarró por la cintura y la estrechó contra su cuerpo. La besó y dejó que el suave aroma de su perfume lo embriagara. Le acarició la espalda, asombrado por su sedosa piel. Por último, le colocó las manos en las caderas y se movió hacia ella para estar en pleno contacto con su cuerpo. Interrumpió el beso para mirarle los labios. Estaban henchidos de deseo, tan rosados como los pezones... No pudo evitar imaginarse cómo estarían rodeándole el pene. Aquel pensamiento lo hizo gemir de placer. ___________ sonrió, presintiendo lo que él estaba pensando. Entonces, colocó la mano entre ellos y lo tocó. Joe gritó de placer. La sensación fue tan intensa que casi resultó dolorosa.
—¿Es esto para mí? —preguntó, agarrándolo con firmeza.
Joe no encontró palabras para contestar. En vez de eso, la besó. Le pertenecía y ella podría hacer lo que quisiera con él.
Mientras ___________ le metía la lengua en la boca, empezó a acariciarle el pene suavemente.
Cuando llegó a la punta, hundió el dedo en la humedad que se le había empezado a acumular allí. Entonces, lo soltó. Cuando Joe protestó con un gemido, ella se apartó de él y se metió aquel mismo dedo en la boca. Aquello casi le bastó para alcanzar el orgasmo. Para controlarse, se puso a quitar la colcha de la cama.
Espero les guste,
Chicas les pido un favor... si tienen facebook
pueden ayudarme, estoy participando en un par de concursos
para un meet and greet con Nick y para el soundcheck...
espero me puedan ayudar aqui les dejo los enlaces...
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10150342417883416&set=o.112387128419&type=1&theater
y
https://www.facebook.com/messages/?action=read&tid=8fqHXy3bpGfWZuNPwoBPsw#!/TVGRAMAPOP/posts/280400751972340?notif_t=like
se los agradecere mucho...
Les aviso, que desde el 1 de octubre hasta el 5 de octubre no subire, pero vere que hago si... espero comprendan, que debo viajar para ver a Nick... :D
Las amo....
Niinny Jonas
Chicas les pido un favor... si tienen facebook
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Las amo....
Niinny Jonas
NiinnyJonas
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
fvgyjimh pñkf
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
como te atrevess a dejarla alli
jajajajaja porfisss sigueeeeeeeeeeeeeee :twisted:
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
como te atrevess a dejarla alli
jajajajaja porfisss sigueeeeeeeeeeeeeee :twisted:
next to you
Re: Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]
Te mato
Te juro que te mato
No podes dejarla asi!
Por favor, siguela!
Te juro que te mato
No podes dejarla asi!
Por favor, siguela!
Lulajonatica
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