Solo los miercoles (Joe y Tu) [Adaptación Terminada]

___________ se había quedado toda la noche con él... Aquello debía de significar algo, ¿no? Se sentía un hombre diferente. De hecho, sentía que ella también era diferente. Parecía que la noche los había cambiado a los dos. Joe deseaba pasar al siguiente nivel, pero ¿y si ella decía que no? Entonces, no sabría que hacer. Era mejor no precipitarse...
Se relajó tanto que se quedó dormido hasta que ___________ se sentó al borde de la cama. Se despertó al escuchar el sonido de sus risas.
—Vaya con lo de que me diera prisa –dijo ella, mirándole el flácido pene.
—¿Sabes una cosa? Este estado es solo temporal. De hecho, creo que me estoy animando mientras hablamos...
—¿De verdad?
—Claro...
—¿Joe? —le preguntó ella, tumbándose a su lado.
—¿Qué pasa?
—¿Cuál es tu peor cualidad?
—No lo sé.
—¿Qué sería lo que tú dirías?
—Creo que analizo demasiado las cosas —respondió él, tras pensarlo durante unos minutos.
—¿Nos has analizado a nosotros?
—Claro que sí.
—¿Y cuáles han sido tus conclusiones?
—Que no sé qué diablos estoy haciendo.
—Yo tampoco.
—¿Cuál es la tuya?
—Que no creo en mí misma.
—¿Tú? ¡Venga ya! Tienes mucha seguridad en ti misma. Eso no es algo que se pueda fingir.
—Admito que, si me colocas en una situación social, me como el mundo, pero en la relación de pareja... No lo hago tan bien.
—¿Por qué no?
—¿Sabes una cosa? —replicó ella, tras una larga pausa—. Quiero hablar de todo esto, de verdad, pero no ahora. Sigo teniendo mucho en lo que pensar.
—De acuerdo. ¿Puedo preguntarte una cosa antes de que nos echemos el uno encima del otro?
—Por supuesto.
—¿Cuál es tu apellido?
La sonrisa de ___________ se le heló en los labios. La afabilidad que había existido segundos antes se transformó en cautela. Abrió la boca. Dos veces, pero no consiguió pronunciar ni una sílaba.

Joe leyó el artículo por segunda vez, abrumado de que se pudieran imprimir aquellas mentiras. Era la gota que colmaba el vaso de una semana terrible. No sabía cómo estaba su relación con ___________. De hecho, ni siquiera estaba seguro de que ella fuera al hotel aquella noche. Las cosas se habían puesto un poco tensas el jueves por la mañana, después de que él le preguntara su apellido. Para colmo de males, aquella revista lo tachaba de loquero que se apropiaba del dinero de las estrellas.
Los fotógrafos lo habían seguido. Le habían hecho fotos que habían manipulado después. Lo habían puesto en la portada de la revista, en una postura muy provocativa con Jack Gordon, que bastaba para que la gente dudara de la relación que había entre ellos.
Todo eran mentiras y libelos. Quería hacer algo al respecto inmediatamente. Preferiblemente, ir a ver al hijo de perra que había escrito aquello y hacer que se tragara sus palabras. Tiró la revista sobre la mesa. Se había dado cuenta de que, en realidad, el artículo no le importaba. Solo era una revista sensacionalista, por lo que ni su carrera ni su reputación se verían afectadas. Aquel era uno de los riesgos de contar con famosos entre sus clientes. Lo superaría. Lo que no sabía cómo superar era lo de ___________. No era que ella le hubiera dicho que habían terminado. De hecho, no había dicho mucho. Después de que él le preguntara el apellido, se había limitado a vestirse y a marcharse de la suite.lo más doloroso de todo no había sido el hecho de que no quisiera decirle su nombre, sino darse cuenta de lo poco que aquella noche había significado para ella. Él, por el contrario, había sentido que la tierra temblaba bajo sus pies. Aquello lo obligaba a plantearse qué camino debía tomar. ¿Quería continuar con el juego, tal y como había planeado o ya no podría seguir con aquella relación? Siempre había sido él el que había terminado, pero con ___________ no estaba seguro de lo que quería.
En aquel momento, se dio cuenta de que estaba enamorado de ella. Sabía que nada podría convencerlo de lo contrario. Necesitaba estar con ella, saberlo todo de su vida...
Enamorarse no había sido lo más inteligente que había hecho, pero tal vez sí había sido lo más sincero y, potencialmente, lo más doloroso. ¿Qué pasaría a continuación? ¿Cómo podría convencerla de que debía arriesgarse con él?
No lo sabía. De lo único de lo que estaba seguro era de que él sí iría al hotel aquella noche.

___________ compró un número de la revista Tbe New Yorker. Al ver la portada, un rostro familiar le llamó la atención. No podía ser Joe... ¿Qué hacía él en la portada de una revista sensacionalista? Efectivamente, era Joe con Jack Gordon.
Estaban juntos, muy juntos...
Abrió la revista y hojeó el artículo que iba con las fotografías. De acuerdo con la información que se revelaba allí, Joe se ocupaba de clientes muy ricos para tratar así de aumentar su reputación. Aunque no se especificaba cuál era su relación con el actor, entre líneas se podía leer que eran algo más que psiquiatra y paciente. Por supuesto sabía que la información que aparecía en las revistas no podía tomarse al pie de la letra, pero siempre había algo de verdad en lo que aparecía en sus afirmaciones... ¿Sería cierto lo que se insinuaba sobre Joe? Tal vez no, pero...
No. No podía creer que hubiera algo de verdad en aquella basura. Joe no era el tipo de persona que se viera solicitando a clientes famosos. Nunca caería tan bajo. A ella, efectivamente, no la había perseguido porque fuera muy rica y tuviera relaciones con personas muy importantes. De hecho, ni siquiera conocía su apellido. Era ridículo...
Dejó la revista y se marchó corriendo del quiosco. Solo era una paranoia. Lo que estaba hablando era su miedo, no los hechos. Lee se agachó e hizo una señal a Peter y a Katy para que se retrasaran. Aquella aventura de seguir a ___________ por todo el West Side le estaba pasando factura a ella, lo mismo que a Katy, pero, por fin, habían averiguado algo. ___________ acababa de entrar en el hotel Versalles.
Por fin, Katy y Peter llegaron a donde ella se encontraba.
—Es un hotel —susurró Katy.
—Probablemente vaya a reunirse con alguien —sugirió Peter.
—Sí, probablemente con un hombre casado— concluyó Lee.
—Dios mío —susurró Katy, apoyándose contra la pared—. Tal vez no deberíamos seguir husmeando. Si está viéndose con un hombre casado, ¿qué podemos hacer al respecto? Es mayor de edad y puede tomar sus propias decisiones...
—¿Y si, por el contrario, está implicada con algún indeseable? —le preguntó Lee—. ¿No te parece que, en ese caso, debemos ayudarla? Somos sus amigos.
—No lo sé —comentó Peter—. Yo me sentiría mejor sabiendo que está bien. No me importa lo que esté haciendo mientras yo sepa que no es peligroso.
—Vamos —dijo Lee, animándolos a acercarse al lujoso hotel.
Una vez llegaron a la puerta, Peter entró en misión de reconocimiento, mientras Katy se frotaba la espalda y Lee se apiadaba de ella.
Cinco minutos más tarde, Peter volvió a asomar la cabeza y las llamó para que entraran.
—Ha entrado allí —susurró Peter, señalando el bar.
—¿Está sola? —quiso saber Katy.
—Sí. Vamos —dijo Peter, señalando a un pequeño vestíbulo que llevaba al restaurante—. Vosotras quedaos allí. Si sale, no os verá.
—¿Y tú que vas a hacer? —le preguntó Lee.
—Voy a ver qué puedo averiguar —respondió él, con una sonrisa—. Siempre he querido ser James Bond.
Las dos amigas se quedaron allí mientras Peter entraba en el bar. Al final, decidió que era más seguro camuflarse desde la puerta y, desde allí, poder vigilar el interior.