"The Boyfriend League" (joejonas & tu)

CAPITULO 6

—Entonces, Bird dijo que necesitas un paseo a casa. —Dijo Joe.

— ¿Está bien? Porque podría buscar a alguien más. —Dije.

—No hay problema. Tiene sentido. Vamos al mismo lugar.

Conocía a los chicos que exhibían más entusiasmo mientras esperaban en la oficina del dentista. ¿Podría sentirme más como una carga?

Mientras las sillas estaban siendo empujadas de regreso y los chicos se estaban yendo, había estado hablándole a Nick sobre cosas baratas para hacer en la ciudad, ya que habíamos recorrido la gama de cosas gratis.

—Gracias por los consejos. —Dijo Nick, sonriendo.

—Seguro.

Con mi bolso de mano colgando sobre mi hombro, seguía a Joe hacia su coche, un Honda Civic negro. Pito su chavero para destrabar las puertas, y salte dentro. Era comienzo de la noche, las sombras habían empezado a alargarse, y el auto no estaba demasiado insoportablemente caliente. Tenía asientos de tela, lo que era fantástico, ya que estaba usando pantalones cortos. El Lexus de mamá tenía asientos "aire acondicionado” hiciera efecto. Es correcto. Los asientos de ella en realidad se aire-acondicionan, como un protector de piel en el norte de Texas.

—Entonces, ¿conoces el camino? —Pregunte, mientras Joe se metía en el tráfico.

—Eso creo. Está calle me llevara a Haddock. Doblando la derecha de Haddock me llevara a Leigh. Tu calle, ¿verdad?

—Lo tienes. —Dije.

Miro en mi dirección realmente rápido, antes de retornar su atención al camino. —Me sorprendió haberte visto en la práctica.

— ¿Bromeas? Conozco todo sobre el baseball.

— ¿Enserio?

—Oh, sí. Bird y yo no nos hemos perdido una práctica de Rattler o un juego desde que la ciudad tuvo un equipo.

—Nunca conocí una chica que estuviera así de metida en el baseball.

—Bueno, ahora la conoces.

Diles a tus amigos, ¡Pasen y vean! Conozcan a la chica más sorprendente que jamás hayan conocido.

—Sí, me gusta. —Dije.

Joe rió. Un profundo estruendo que en cierto modo rodo por el auto, rodo sobre mí, necesitaba proporcionarle algunas municiones. Necesitaba hacer algo que me hiciera un tema digno de conversación. Un poco más de tiempo a solas era lo que necesitaba, y ya que habían pasado varias horas sin una dosis de helado, señale hacia mi tienda favorita de helado. — ¿Quieres detener en Ben y Jerry? Te invito.

Cinco minutos más tarde, ambos estábamos sentados en una mesa con bancos, cada uno con un cono de doble bola. Joe estaba comiendo Cereza García, y yo estaba comiendo mi favorito de siempre, Chocolate con Chips de Masa de Galletas. La tienda de helado también era mi fuente de bálsamo labial.

—Hablando de mi papá —dije—. Cereza García es su favorito, también.

Joe me miro con esos ojos azules, azules ojos. Se había levantado las gafas del sol, por lo que estaban ubicadas sobre su cabeza. —Espero que no haya sonado raro, decir lo que dije acerca de él.

Sacudí mi cabeza. —Sé que es fantástico. Vivo con él.

Se inclinó hacia adelante un poco, descansando un antebrazo sobre la mesa, como si necesitara un apoyo. —Es solo que anoche… sentí como si hubiera estado jugando lanzamientos con mi papá. Nunca lo había hecho antes.

— ¿Nunca jugaste lanzamientos con tu papá? —Pregunte, incapaz de mantener la incredulidad en mi voz. Yo había jugado lanzamientos con papá desde que mi mano fue lo bastante grande para rodear la bola.

Joe se concentró en el helado. —Mi papá nunca estuvo cerca cuando fui creciendo.

— ¿Nunca?

No podía imaginarme algo más terrible. Mi papá era una parte increíblemente importante en mi vida.

¿Y por qué súbitamente había convertido en una repetidora de preguntas? Sonaba como una especie de presentador tratando de asegurarse que el concursante entendiera la pregunta. Como un aspirante a reportero, necesitaba aprender a iniciar las preguntas.

Joe sacudió su cabeza. —No, se fue cuando era un niño, después que naciera el tercer hermano. Siempre hemos sido nosotros y mamá.

— ¿Todos tus hermanos son más jóvenes?

—Sí, dos son gemelos, un año más jóvenes que yo, y mi tercer hermano es un año más joven que ellos.

—Debió ser duro crecer.

Se encogió de hombros. —Nunca conocimos algo diferente, en realidad. Mamá estuvo ahí, papá no. Ella solía jugar lanzamientos conmigo. Siempre pensé que era genial.

—Eso es genial. Que haya pasado el tiempo contigo así.

—Sí.

Se concentró en comer su helado, y me pregunté si estaba pensando en su mamá. No podía imaginarme estar lejos de mis padres durante el verano.
— ¿Por qué el número es once? —pregunté, para llenar el silencio. En baseball, los números de camisetas no son asignados de acuerdo a la posición. Los jugadores pueden seleccionar el número que quieran. — ¿Es especial o fue al azar?

Alzó la vista. —Nada demasiado importante, en realidad. Tenía once cuando empecé a jugar a la pelota, por lo que pedí el número once, como si pensara que iba a tener once por siempre. Y he estado pegado con él durante años.

Raro. El número de mi camiseta de softball era ocho, por la misma razón.

— ¿Cómo estuvo el trabajo? —Pregunté para mantener la conversación en curso. Incluso si era una dirección cuesta abajo, el movimiento era movimiento.

—Bien. Ocupado. Muchas ordenes de vegetales fritos. Aparentemente a las personas de aquí les gusta comer afuera.

—Oh, sí. De hecho, espero que no creas que la comida casera de la noche anterior fue una rutina normal para nosotros.

Sonrió. —Tu mamá me advirtió que tenía a todos los locales de comida en el marcado rápido.

Reí. —Sí. Es un poco gracioso. Cada enero, su resolución de Año Nuevo es empezar a cocinar cada noche. Vamos a comer más saludable: frutas, vegetales, bajos carbohidratos. Pero a fin de mes, vuelve a llevar comida a casa para llevar.

Entonces fruncí el ceño, recordando de la cena de anoche. — ¿Cuándo te conto mi mamá acerca de su discado rápido?

—Anoche, en el pasillo, después que salió de tu cuarto.

— ¿Estabas hablando con mi mamá? Te escuche riendo. Pensé que estabas hablando con Tiffany.

—Hable con ella un poco después. Eres la única de la familia con la que realmente no he hablado.
—Sin embargo, estamos hablando.

—Sin embargo, lo estamos haciendo, tienes razón. Ya que te gusta el baseball, ¿supongo que sabes que es closer?

—Por supuesto.

—Tiffany no.

—Tiffany no está tan metida en los deportes. —Ella pensaba que un diamante de baseball era un tipo de piedra preciosa. En serio. Ni siquiera preguntes como surgió esta revelación.

—Aunque, es interesante —dijo—. No creo haber conocido alguna vez a una concursante de un certamen de belleza antes.

Puse mis ojos en blanco. Incluso aquí, en mi tienda favorita de helado, Tiffany estaba consiguiendo la atención. —No estoy segura si llamaría al Señorita Adolescente Ragland un certamen de belleza.

Joe había trabajado en su helado y le dio un mordisco al cono de azúcar. —Entonces, ¿qué es?

Súbitamente, no hubo bastante masa de galletas en mi helado para mantenerme feliz. ¿Qué clase de concurso era? Déjame ver… era juzgada en porte, talento, y su amor a los huérfanos… oh, sí, y su belleza. Suspiré. —Supongo que es un certamen de belleza.

— ¿Alguna vez has entrado?

No pude evitarlo. Me reí de eso y levanté mi cabello por el extremo de la coleta. —¿Yo, Señorita Cada-Día-Es-Un-Mal-Día-Para-El-Cabello? No lo creo.

Es más que cabello. No creo haber conocido a alguien a quien le importe tanto los huérfanos como a tu hermana.

Si no hubiera estado tan serio, me habría reído nuevamente. —Bueno, ahí lo tienes —dije—. Los huérfanos no son lo mío.

Metió la punta de su cono de azúcar en su boca y mastico pensativamente, en todo momento estudiándome como si pensara que súbitamente iba a cambiarme a un traje de baño para la competencia de porte. Cuando finalmente terminó de comer, se inclinó sobre la mesa hasta que fui capaz de ver de cerca el azul de sus ojos.

—¿Qué es lo tuyo? —Preguntó.

CAPITULO 7
Mirando fijamente sus serios ojos, casi le digo la verdad.
Pero lo que yo sentía acerca del béisbol… no era algo que yo podía compartir con cualquiera.

—Películas —ofrecí, tratando de que mi cerebro cambiara en modo de conversación ingeniosa—. Las películas no son lo mío.

Su ceño fruncido.

—¿Cómo que puedes hacer con ellas?

—No, sólo mirarlas.

—Así que, si un juez te pregunta…

—Oh, no —le dije, moviendo la mano para despedir a lo lejos su pregunta—. No me di cuenta que aun seguíamos hablando sobre un competidor de un concurso de belleza al responder preguntas.

Caray, por un momento, yo había pensado que había un interés real en mí. Y en su lugar, estamos jugando a alguna especie de “¿qué pasa si juego?”. Yo estaba tan contenta que no había entrado en mi perorata acerca de mi pasión por el béisbol.

—Salvar al medio ambiente, supongo. Si yo fuera un competidor, me gustaría salvar el medio ambiente.

—Pero si no estuvieras en un concurso de belleza, ¿no querrías salvar al medio ambiente?

—No, sí. Yo no lo sé. El medio ambiente es importante. Puedo reciclar. —¿Cómo habíamos llegado a este loco tema?

—¿Cuál es tu especialidad? —Pregunte, desesperada por cambiar de tema.

—La biología. Quiero estar dentro de la medicina deportiva.

—¿No béisbol profesional?

—Me encantaría jugar en las Grandes Ligas, pero en realidad es una posibilidad muy remota. Necesito algo que no me haga retroceder. ¿Qué hay sobre ti?

—Creo que las Grandes Ligas es un tiro largo para mí, también.

Se rió, se rió realmente. Tenía una sonrisa increíble. Y me sentí como si hubiera anotado algunos puntos.

—No, no los planes para tu carrera en el béisbol. La escuela. ¿Cuáles son tus planes para la escuela?

—Tengo un año de la secundaria pendiente, y entonces quiero especializarme en el periodismo.

—Genial. ¿Te gusta escribir?

—Oh, sí. Mantengo un diario y todo.

Se recostó en su silla, sonrió y asintió con la cabeza hacia mí. Yo esperaba preguntarle si podía leer mi diario en algún momento. En su lugar dijo:

—Tu cono está goteando.

Miré hacia abajo. De alguna manera el helado había encontrado su camino a través de la punta del cono y goteaba en mi camisa. Genial, solo absolutamente genial. Con un gemido, le dije que estaría de vuelta.
Tiré lo que quedaba de mi cono de helado a la basura en mi camino al baño. Por supuesto, ahí no había toallas de papel para limpiar, sólo secadores de mano. Froté los dedos húmedos sobre el helado, creando una gran mancha de humedad justo en el centro de mi pecho. ¡Oh, sí! ¡Belleza y equilibrio, aquí voy!
Golpee el secador de mano y me incliné ligeramente hacia abajo para que el aire golpeara mi camisa. Yo no era demasiado alta, no era demasiado pequeña como el pequeño oso, yo estaba apenas en lo correcto. Altura media. Nada de nada especial para hacer que la gente tomara nota.

El secador se detuvo y golpee de nuevo el botón.

En el momento que termine, Joe ya no estaba sentado en la tienda. Lo encontré afuera, apoyado en el capo de su coche con los brazos cruzados sobre el pecho, las gafas de sol en su lugar, así que no pude leer su expresión.

Mi bolso de mano descansaba a sus pies. Agachándose, lo recogió.

—Dejaste tu bolso en el banco. Se cayó al suelo algunas cosas se derramaron en el suelo, pero creo que lo tiene todo.

—Gracias. —Lo tome de él, notando que la lista se estaba saliendo. Mi estómago se redujo en tamaño. ¿Había visto las puntuaciones?