nothing is as before.{audiciones cerradas | resultados}

¿Hasta cuánto serías capaz de llegar por amor? Muchos dicen que el amor te debilita, pero existe la clase de amor que te hace ir más allá de cualquier obstáculo o frontera para llegar hasta él, esa clase de amor te hace más fuerte, te da la valentía y el coraje para pelear por él hasta el final. Ahora es desconocido el paradero de dicho amor, se duda de su existencia en estos días. Para muchos es mucho pedir un poco de amor ciego, amor sin medir las consecuencias ¿Qué fue lo que nos hizo unos cobardes? ¿Será que es la nueva y posiblemente la única manera de amar? No tendremos el beneficio de experimentar el luchar por algo o por alguien que amamos ni tampoco ser rescatados por alguien que verdaderamente nos ama. No por culpa de los demás, si no por la nuestra. Antes de preguntarte si existe alguien que sería capaz de afrontar semejantes límites por ti, preguntate a ti mismo si lo harías y si la respuesta es sí, busca a esa persona. No dejemos que la única manera de amar que es verdadera se extinga de la tierra, si nosotros somos los que están destruyéndolo, podemos ser capaces de salvarlo. Encuentren a esa persona y den la vida por ella, demuestren que son capaces de amar hasta el último segundo de su vida, que no hay nada que no harían por ella, porque si eso no es amor, es lo mejor que tenemos para dar.

Vanessa entró lentamente a su habitación, algo fastidiada porque su hermana la había acusado con su abuela de que se había escapado con alguien. Si tan sólo hubiera sido una amenaza real, no le habría molestado —era su deber—, pero sólo había sido Control Femenino con sus usuales tonterías y juguetes, protestando porque un especial ridículo de ciencia ficción había sido reemplazado por la programación de San Valentín.

La morena resopló al recordarlo. Debía admitir que era irritante ver las calles cubiertas de anuncios sobre el Día de los Enamorados y escuchar las continuas preguntas de Lucy y Magali sobre con quién saldría ese año. ¡Todo porque había pasado un San Valentín con ese chico, Zayn! Había sido agradable, sí, pero sólo eso. No era como si todos los años fuera a hacer lo mismo. Ese día no se encontraba entre uno de sus favoritos —más allá de la ridiculez del comercio y el consumismo— por la simple razón de que le era particularmente difícil mantener un completo control de sus emociones con tantos sentimientos especialmente poderosos en el ambiente: desde el cariño, la amistad, el amor, hasta la impaciencia, el deseo, el frenetismo y el odio de los que estaban en contra de la celebración. ¿Qué le pasaba a la gente? Sólo era un estúpido día.

Un estúpido día en el que ella tenía mejores cosas que hacer —como había, en vano, tratado de explicárselo a Lucy— como meditar, practicar algo de escritura o simplemente descansar.

—Tu presencia alegra mi corazón, Vanessa —susurró la ya conocida voz de Zayn desde su ventana, ahora puesto de basura de Magalil—. Ya echaba de menos tu encantadora compañía.

Vanessa rodó los ojos con incredulidad y sarcasmo.

—Buen intento, Zayn, pero hoy no es tu mejor día. Has dicho mejores. —La ironía y el desdén fluía por su voz.

El moreno se mantuvo en un silencio dolido, como siempre. No obstante de la poca agradable reacción de la híbrida, él siempre, tarde o temprano, volvía a hablar, como si disfrutara siendo menospreciado verbalmente… o como si mantuviera la esperanza de que algún día ella creyera en sus palabras. Qué iluso.

Y ahí Vanessa apuntó otra cosa importante que hacer en lugar de seguir el delirio comercial y global de San Valentín: disfrutar molestando/contradiciendo/silenciando/dejando con las palabras en la boca a Zayn con sus ácidos comentarios.

¿Cómo era que Zayn había recuperado el derecho a dirigirle la palabra? ¿Cómo era que volvía a estar en su lecho y no en la quinta mierda? Había sido un proceso bastante peculiar que inició un mes luego de que el equipo de volleyball volviera de su triunfo con los “Candentes” de Canadá, en una mañana algo fría en Seattle. Vanessa se hallaba meditando en su cuarto cuando escuchó la voz del moreno entrado desde la ventana donde yacía desde hacía bastante tiempo. La joven recordaba perfectamente las palabras que había dicho, así como también la rabia y el asco —también el dolor, aunque eso no lo admitiría— que había sentido al oírlo.

—Vanessa, sé que mis palabras no son ni serán nunca bienvenidas, pero no puedo esperar más para pronunciarlas. Lamento mucho lo que hice, lamento cada palabra, cada gesto y cada intención. Mis acciones no tienen más justificación que mi vil egoísmo y lo lamento. Sé que no me creerás y que tu perdón es imposible, pero sólo deseaba que supieras que lo siento.

¿Cómo se había atrevido a decirle algo así? ¿Cómo había osado pensar siquiera que ella lo escucharía? ¿Cómo había sido tan descarado para disculparse luego de todo lo sucedido? Se sintió tentada de agarrar el Mac que se encontraba a tan solo unos centímetros de su mano; y golpearlo, pero logró controlar ese arrebato y optó por simplemente ignorarlo. El espíritu orgulloso sólo era vencido con la indiferencia. Zayn no volvió a decir palabra en lo que restó del día ni tampoco lo hizo al siguiente, pero al tercer día volvió a disculparse, esta vez con distintas y más palabras. Y así se convirtió en rutina: cada día por medio, la voz del moreno se alzaba para expresar su —supuesto— arrepentimiento, mientras ella hacía lo posible por no oírlo. Un mes transcurrió de esa costumbre, cuando el albino comenzó a añadir a su rutina, preguntas sobre el día a día, como si fueran dos viejos amigos charlando en un salón.

—¿El sol brilla en lo alto este nuevo día o las nubes cubren el firmamento?
— Para tu sentido de la perseverancia y el espíritu libre, hoy se te han mezclado todas las estupideces juntas. No te interesa, Zayn, vete.

Y ella se descubría respondiéndole. Fría, dura y cruelmente, pero respondiéndole al fin. Aquello se transformó en una constante diaria y la morena de ojos oscuros, luego de algún tiempo, tomó una decisión algo arriesgada: sacó las cosas compartidas con el moreno en el cuarto y las tiro a la siguiente habitación, donde se hospedaba Lucy. ¿Para qué si él podía hablarle desde allí de todas maneras? Porque deseaba tenerlo cerca de ella, quería tenerlo a él cerca. Se dijo que lo había hecho para probarse a sí misma que no volvería a caer en sus juegos y así era. Que sería capaz de oír sus hechizantes palabras y mirar sus ojos profundos sin volver a creer en sus mentiras. Quería probarse que ya no lo amaba, que era lo suficientemente fuerte e inteligente para tratar con él.

No obstante de esa férrea voluntad, no podía negar que disfrutaba con la conversación culta y elevada que con él mantenía. Podía hablar de innumerables temas, él siempre lograba mantener el tópico interesante. A veces se enzarzaban en discusiones y largos debates o él compartía algunos rudimentos de magia que ella escuchaba con desconfianza. Lo único que lo que no se permitía hablar era todo lo que tuviera que ver con asuntos personales. Sin embargo, él siempre parecía adivinar cuando algo le perturbaba y la joven odiaba encontrar alivio o consuelo en sus falsas palabras.

—La ira es una emoción poderosa y terrible, cuyas consecuencias pueden ser horribles. ¿Sería una descortesía preguntar por qué tal tempestad atenaza tu alma, Nessa?
—Veo la sombra de una desconocida tristeza en tus ojos y mi corazón se pregunta por qué.
—Me honraría profundamente, mi doncella, si compartiera el motivo de vuestra aparente alegría.

Había olvidado lo bien que la hacía sentir, lo sinceros que sonaban sus cumplidos lo mucho que se entendían, lo parecidos que eran. Había olvidado lo irresistible que él podía ser. Había olvidado todas las razones por las que se había enamorado. Pero eso ya no importaba. Nada de eso importaba ya, aquello era simplemente parte del pasado… o eso quería creer.

Y ya había transcurrido un año desde la primera vez que él se disculpara. Sus amigos no sabían nada sobre aquellas secretas conversaciones tanto porque solía ser cuidadosa al mantenerlas como porque se había protegido con su propia manta de tranquilidad y protección.

— Alguna vez tendrás que perdonarme, Vanessa.
— Exactamente. Pero no ahora, no estoy de animos para perdonar a mi “exnovio” que me traiciono con mi hermana, así que puedes ir bajando de esa nube de esperanza.

Vanessa se desplazó por el pasillo de afuera de su cuarto, entró a la habitación de su hermana mayor, y nuevamente se hizo presente en el “Cuarto de la Tensión”. No lo miraba, no le sonreía, ni tampoco lo madreaba, pero sí mantiene constante su voz fría y severa.

— ¡Ya te e dicho que eso no pasó en realidad! ¿Porque no me crees? —Parecía dolido por lo poco persona que era Vanessa. De cinco años que tenían de amistad, jamás considero que Zayn fuese mujeriego o estafador.
— Porqué dejé de creer en ti hace mucho, Zayn.

{***}


Vanessa lo observaba de vez en cuando mientras conducía, con una leve sonrisa de admiración curvada en sus labios. Llevaba pocas horas conociéndolo, pero le bastaba solo eso para estar casi convencida de que Liam no era la persona de la que ella pensaba que era. Entonces su rostro se desfiguro, borrando completamente su sonrisa. Le debía una enorme disculpa, al igual que el por su terrible y provocativo comentario. Río por lo bajo, pensando en el vago recuerdo de como sus mejillas estaban echando llamas en ese preciso momento.

En pocos minutos, Vanessa ya se encontraba aparcando el auto en el estacionamiento del museo. Poco después, se las arregló para encontrar una buena excusa del porque de su visita en el museo. Claro que, decirle que simplemente lo quería ver porque estaba empezando a sentir una pequeña atracción hacia él, no era como una respuesta muy reconfortante.

Trato de calmar la ansiedad y los nervios, cuando tan solo le faltaban unos cuantos pasos para lograr lo imposible. Y era la verdad, Vanessa nunca había buscado a un hombre, de hecho, jamas logro conseguir alguien que valiese tanto como para ella buscar de el. Por otra parte, se encontraba el; el hombre por el cual estaba hechizada y azotada por su atractivo físico, y por lo fascinante que puede ser con tan solo ser el mismo.

Su sonrisa se hizo mas grande, cuando una figura masculina se poso sobre su, ya colorado, rostro. Mantenía la expresión de una niña con su muñeca, hasta que el le sonrió de vuelta, de una manera no muy Liam Payne.

— Es un enorme placer volver a verla por aquí, señorita Woolf.
— El placer es mio, señor Payne.

Liam sonrió al notarla tan nerviosa con su parecencia. Quizás, esta seria su oportunidad de invitarla a salir, claro que, seria una gran dificultad. Ya que, había estado hablando con un amigo cercano a el, quien curiosamente, conocía de muchos años a Vanessa. Le hablo un poco de su vida anterior, y de como nunca tuvo alguien para acompañarla durante varios años. Entonces su corazón se contrajo, imaginándola sola y triste.

Vanessa arqueo una ceja, al ver como Liam se perdía en sus propios pensamientos. Aunque viéndolo por ese lado, eran casi iguales en absolutamente todo. Frunció el ceño ante el oscuro pensamiento de que tal vez fueran... ¿Almas gemelas?

— Vanessa, no sabes cuán atractiva eres, ¿verdad? —Vanessa se ruborizo, y poso su mirada hacia sus dedos— ... ¿Te gustaría salir conmigo alguna vez?

Ella se ruborizó e hizo ademán de subirse la capucha de su chaqueta, ya que en Seattle, las temporadas de lluvia se estaban acercando; pero ya era tarde y se limitó a agradecer el cumplido, procurando sonar firme y segura. Ambos se mantuvieron en silencio: ella jugando con la flor y peleando con todo su ser para tomar una decisión correcta, él con el alma en un hilo y tratando de parecer tranquilo y controlado, aún cuando el miedo del rechazo final seguía presente en su mente. Sabía que ella estaba por tomar una resolución.

— Claro —susurro inaudible, y poco consiente de que el hombre por el cual había soñado hacia mucho tiempo, ahora se encontraba invitándola a salir. ¿Que podría ser mejor?
— Genial. ¿Cuando te parece bien?
— ¿Hoy?
— Hoy sera, ¿a que horas puedo recogerte?
— A las 5:00 hay una presentación en el club Di'Yekas, ¿que te parece si vamos y luego, no se, vamos a tu casa?
— Me agrada la idea, entonces hoy al rededor de las 4:30 estoy llegando a tu casa, así no perdemos lugares —Le guiño el ojo— Ahora, quiero aclarar una duda que tengo... ¿que haces tu aquí?
— Viene de pasada —Sonrió tímidamente— Estuve en corriendo un poco, y como pasaba con mi auto, pensé en saludarte.

El moreno la miro detenidamente, rascando graciosamente su barba de 3 días sin afeitar, y con una expresión tangible, que daba pavor. ¿Que demonios piensa este hombre?

— No sabes mentir, Vanessa. Me gusta eso de ti —Sonrió maliciosamente, rompiendo bruscamente cada centímetro de tranquilidad, que ya hacia en su estatus emocional.
— Me tengo que ir, Liam. Nos vemos... mas rato, espero que te este yendo bien con las pinturas, son realmente hermosas.
— Gracias, agradezco tu alago, la verdad es que no pensé que a alguien le pudiese gustar la pintura abstracta, y mas si se trata de una mujer tan simple como tu.
— Pese a mi corta vida, señor Payne, creo que su trabajo es excelente, uno de los mejores pintores que haya visto, sin duda. Tendrá un excelente futuro como pintor y escultor, señor.
— Gracias, pero creo que te estas saliendo del paquete gordo —Vanessa frunció el ceño desconcertada por su arrebato— Quiero decir, no estaré solo en ese futuro que usted ve en mi, señorita.

Vanessa se sonrojo nuevamente, comprendiendo a que se refería. Pero entonces, ¿como es que ya pensaba en tener a la simple Vanessa Woolf en sus planes futuros? ¿acaso también estaba sintiendo ese ardiente sentimiento? Por un momento, quiso ilusionarse con su fantasía de vivir con Liam, y de tener una familia junto a el.

— Cuanto desearía saber que estas pensando en este momentos —Cuestiono ferozmente Liam.
— Liam me tengo que ir, en serio. Nos vemos mas rato, tal vez te presente a mi familia... si quieres, claro. —Se apresuro a decir, antes de que pudiera diferenciar la expresión de sorpresa del castaño. Mas sin embargo no se inmuto en ello, solo sonrió y asintió, volviéndose en dirección al museo.

— Cuídate, preciosa, nos vemos pronto.

Él sintió que la euforia, la alegría y la conmoción inundaban su alma de un solo golpe y se sintió capaz de cualquier locura. No obstante, se mantuvo allí, inmóvil, sonriéndole al horizonte bajo su bufanda. Vanessa, en tanto, seguía imperturbable, con su mente aún en tensión, pero con un único pensamiento, arriesgado y temerario, fluyendo desde lo más profundo de su ser. Estar con él, vale el riesgo que estoy corriendo.

Y nuevamente hizo su camino hacia el Audi, se adentro a el, y pego un chillido de emoción y alegría. Gracias Dios, gracias por esta oportunidad. Simplemente no creía lo que estaba ocurriendo, al fin había dejado la etapa de la seriedad y la antipatía que había en la chica. Ahora, ahora simplemente quería contarles a sus hermanas, y a sus amigos, por supuesto.