Crossroad {Louis Tomlinson}

Ayer cambió todo, ayer fue el día en que todo cambió para mí.

En esos momentos sentía una gran sensación de alivio, de libertad. Y solo estaba en una de las últimas filas de un autobús con dirección a Galicia. Siempre haría querido levantarme y liberarme de esas cuerdas que me tenían atada a un pasado doloroso. Ahora, subida en este autobús que acaba de arrancar pareciese como si los problemas vinieran tras de mí pero no corrieran tanto como el autobús. Y los dejé solos, y los dejé atrás.

Giré mi cabeza hacia la parte trasera del autobús, viendo como la estación se quedaba atrás y como pequeños recuerdas intentan correr hacia donde estoy pero no les da tiempo. Suspiré feliz mientras me daba la vuelta y me senté bien.

Debí haber hecho esto hace mucho tiempo.

El autobús estaba más vacío que lleno. Solo habían algunas personas esparcidas por éste, nada de que ponerse nerviosa o preocuparse en lo absoluto.

Rebusqué en mi bolso el móvil, el cual había dejado de sonar hacía un rato ya. Lo cogí y lo revisé. Tenía más de 20 perdidas y unos mensajes de texto. Eran de ellos. Fui a los mensajes y, encontré uno primero de Natasha. Lo abrí.

No es lo que piensas, Sky. Déjame explicarte.
Llámame cuando leas esto.

Lo borré directamente, sin siquiera pensarme dos veces el llamarla. No quería ninguna explicación, yo vi lo que pasó, lo que hacían.

Me pasé a otro mensaje de texto, esta vez de Ryan.

Nena, dónde iras sin mí? Deja de hacerte de rogar y hablemos.

Lo borré inmediatamente mientras humo salían de mis orejas. No me lo podía creer, ¿cómo se atrevía a ponerme eso?

Conocí a Ryan por parte de un rollo de Nat. Su rollo se llamaba Damon, y Nat quería buscarme a alguien con quien pasar el tiempo pero yo no quería. Hasta que un día me hizo una encerrona y, salimos a cenar en parejas. Ella pasaba todo el rato con Damon, mientras que me empujaba ―no literalmente― hacia Ryan. Él era guapo, digamos la verdad. Era alto, ojos verdes y pelo rubio. Mandíbula bien perfilada y cuerpo bien formado. No hacía daño a los ojos, sinceramente. Y era un buen chico, siempre pendiente de mi. Corría la silla, estaba al pendiente de lo que necesitara. Todo un caballero. Hasta que comencé a salir con él y se quitó la máscara que llevaba puesta. De un chico tierno y dulce que se preocupaba por mí, pasó a ser alguien descuidado, posesivo y dominante.

Sabía dónde se podía dirigir esa situación pero siempre acababa dándole más oportunidades. Pues bueno, las oportunidades se acabaron ayer para él.

De mal humor y sola en un autobús con destino Galicia, me zambullÍ en una lista de música de Rock. Una lista la cual siempre estaba conmigo fuera a donde fuera. Con los auriculares en mis oídos y canciones de Three Days Grace ―entre otros― rebotando en mi cabeza, me quedé durmiendo.

Una gran luz cegadora venía directa a mí, no se apartaba, no frenaba, no volaba. Nada. Los segundos pasaban y solo podía notar a mi corazón yendo a 100 por hora, notar sus latidos cada vez más fuertes y rápidos, parecía que quisiera salirse de mi cuerpo y correr a ponerse a salvo. Los segundos pasaban y la luz brillante hacía que apartara la mirada del frente. Cerré los ojos fuertemente esperando el impacto de la luz brillante. Todo se volvió oscuro, todo se volvió paz...

―Perdona, ¡hey! ―Dijo una voz grave mientras me zarandeaba.

Abrí los ojos lentamente mientras mi cuerpo se quejaba de la mala postura en la que me había quedado durmiendo. Levanté la vista a tiempo de ver unos ojos azules cielos como los míos, mirándome detenidamente. Tenía el pelo castaño hacia arriba a un lado de su cabeza, una perfecta sonrisa adornaba su cara de ángel.

Quité los cascos de mis orejas mientras seguía mirándole, esta vez con el ceño fruncido.

―¿Por qué me has despertado? ―pregunté reincorporándome en el asiento. Él se sentó en el asiento libre a mi lado sin pedir siquiera permiso. Fruncí el ceño aún más.
―Estamos a punto de parar para hacer un descanso, pensé que te vendría bien ―se encogió de hombros.
―¿Cómo sé yo que tú realmente pensabas eso? A lo mejor eres un violador, o un secuestrador ―se rió.
―Tranquila, no soy nada de eso. Y si lo fuera, te habría atacado en el primer momento que entré al autobús.

Fruncí el ceño aún más, volteando la cabeza y mirando por la ventana al atardecer que se formaba. Los colores del cielo variaban de amarillo a naranja mientras el sol, con rojas tonalidades, declinaba en el horizonte. Las nubes se confundían con las sombras de la noche que anunciaban su llegada. La inmensidad de un bosque al fondo se confundía con el cielo en la línea del horizonte mientas el sol bajaba, lentamente, hasta desaparecer de mis ojos. La oscuridad de la noche dejó brillar las estrellas y el firmamento pareció encender miles de luces sobre mi cabeza.

El conductor tocó una especie de timbre para que los pasajeros entendiéramos que era hora de bajarse a descansar. Él paró el autobús en una gasolinera y nos abrió las puertas.

El chico que me había despertado se levantó cuando unas señoras pasaron por el estrecho pasillo del autobús y luego, se marchó sin decir más. Anonadada recogí mis cosas, las metí en el bolso y salí del autobús. Sentaba bien poder estirar las piernas.

Lo primero de todo busqué con la vista el baño de chicas, una vez encontrado me dirigí hasta allí. Me lavé la cara y peiné un poco ―ya que mi pelo estaba enredado de haberme dormido― e hice mis necesidades. Una vez terminé, salí y me fui hasta una especia de cafetería donde, vendían bocadillos y no sé qué más. Fui hasta allí y entré, no estaba muy lleno a decir verdad. Fui hasta el mostrador, donde había una chica joven mascando chicle con la boca abierta como si fuera una vaca. Sonreí involuntariamente imaginándomela.

―¿Qué desea? ―Miré las pancartas que habían a su alrededor y, rápidamente supe lo que iba a querer,
―Una coca cola y un bocadillo de lomo con queso ―le sonreí educadamente mientras ella me miraba perpleja.
―Deberías de saber cuántas calorías tiene una simple coca cola, como para juntarla con un bocadillo de loco y queso ―me encogí de hombros. Poco me importaba a mí las calorías que tuvieran, tenía hambre y una ensalada no me la quitaría. Además, odio las ensaladas.
―9.95.

Saqué el monedero y le pagué. Con un gesto de mano le di a entender que se quedara con el cambio. Total, para cinco céntimos. Cogí mi comida y bebida y me salí afuera a sentarme un pequeño banco que había visto al bajar del autobús.

El chico del autobús lo ocupaba pero, él se había sentado a mi lado sin siquiera pedir permiso, pues yo haría lo mismo.

Importándome poco lo que él pudiera pensar. Me senté a su lado sin decir nada y comencé a comer en silencio. Podía oír cómo masticaba su hamburguesa y como se bebía su fanta. Me sentía observada. Lo miré y lo encontré mirándome. Como si estuviera evaluándome.

Terminé mi comida y bebida en un total e incómodo silencio. Pero no estaba dispuesta a marcharme de ahí. Iba a tirar la lata vacía de la coca cola, pero una voz me lo impidió:

―Te apuesto lo que quieras a que no consigues encestarla ―miré la basura, estaría a unos metros. A unos seis pasos. Sí podía hacerlo.
―¿Cuánto?―Él sonrió rebuscándose en sus bolsillos. Sacó un billete de 5 euros.

Sonreí. Me coloqué recta en el sitio donde estaba, miré a la basura calculando el mejor ángulo para tirar, una vez encontrado con unos ágiles movimientos de muñeca, levanté el brazo y encesté la lata vacía. Sonreí victoriosa. Extendí mi mano hacia él esperando mi dinero. Él me lo dio.

―Vaya.. Eres buena, debería haberte preguntado primero ―guardé el dinero mientras echaba mi cabeza hacia atrás en el banco y miraba a las estrellas.
―De pequeña solía jugar al baloncesto con mi padre. Él decía que era buena ―suspiré pesadamente. Miré al cielo y encontré rápidamente la Osa Mayor―. En la mitología Griega se dice que Zeus, dios del Olimpo, se enamoró perdidamente de una ninfa cazadora de los bosques de Arcadia, llamada Calisto. Seducido, Zeus la hizo su amante, pero Hera, su esposa, no pudo resistir la afrenta y, celosa de su rival la convirtió en osa. Así quedó Calisto, presa de un cuerpo que no era suyo, cuando un buen día se topó con Arkas, que era hijo suyo y de Zeus, pero éste, no reconociéndola en forma animal, armó su arco y se presentó para dispararle una flecha. Rápido, Zeus, apareció ante él y le explicó quien era en realidad la osa. A pesar de convencerlo, Zeus no quedó tranquilo, pues aquello podría repetirse.

>>Decidido Zeus, cogió a su amada Calisto en forma de oso por el rabo y la lanzó hacia el cielo. Pero no contento transformó también a Arkas en oso y cogiéndolo por la cola también, lo lanzó junto a su madre. Sin embargo, el celo y el rencor de Hera volvió a aparecer y no contenta con que cada día Zeus pudiera ver a su amada Calisto en el cielo, ordenó a su hermano Poseidón que intercediera para evitar que jamás Arkas y su madre Calisto pudieran acercarse. Y desde entonces eso se cumplió, pues ninguna de las dos constelaciones puede ocultarse y permanencen siempre visibles.
―¿Cómo sabes tanto sobre mitología griega? ―me miró. Nos levantamos y fuimos al autobús quien comenzaba a arrancar.
―Mi abuela siempre me contaba cosas sobre ellas.
―¿Te lo crees?
―¿El qué?
―Ya sabes ―miró al cielo―, lo que dicen de los Dioses, sobre el cielo y el infierno. Esa cosas.
―No creo pero tampoco dejo de creer.

Subimos y me senté en el mismo lugar que antes, él estaba a dos sitios más atrás de mí. Giré la cabeza y pude verle mirándome con sus ojos bien abiertos, anonadado por lo que le había contado. Me encogí de hombros restándole importancia y, apoyé mi cabeza en la ventana. Mirando al cielo me quedé profundamente dormida.

HELU lkadsjlkads lo siento, perdóname por no comentar antes :c he tenido un centenar de problemas con el internet y además la escuela y... ah, es tan akdjakljdklasdjasldja estresante (?) kajsdhakjsd loco, amé el capítulo me imaginaba a Sky pegada a la ventana, durmiendo a rienda suelta XD kladjlaksjd además se jué al lado del Lucho slkdjlaks casi me muero con eso jadsjkajsdlkasd y la apuesta, god lo amé Helu, lo digo enserio espero que la sigas pronto
Cuídate, besoootes, te amo<3