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En la cama de un Millonario (NJ)

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En la cama de un Millonario (NJ) Empty En la cama de un Millonario *Nick Jonas*

Mensaje por Puchy_ve Vie 15 Feb 2013, 10:41 am

Nombre: En la cama de un Millonario
Autor: Carole Mortimer
Adaptación: Si, es un libro
Género:( Drama, Romance, etc.)
Advertencias: Escenas subidas de tono.
Otras páginas: Si


En la cama de un Millonario

Él quería ser padre… ella quería que la amaran.
Hebe Johnson siempre había sentido una secreta admiración por su jefe, pero jamás habría pensado que acabaría acostándose con él. Después de una sola noche de pasión, Hebe se dio cuenta de que estaba enamorada, pero sabía que Nick no era de los que se comprometían… Sólo había necesitado a alguien que lo ayudara a soportar sus dolorosos recuerdos.
Nick solía salir con mujeres, acostarse con ellas y después olvidarlas… y eso era lo que pretendía hacer también con Hebe. Pero entonces ella descubrió que estaba embarazada. Nick exigió que se casara con él, pues no quería perder aquella segunda oportunidad para ser padre... y, además, así podría seguir haciéndole el amor a Hebe.






Bueno, Mi nombre es Pierina tengo 18 años soy de Venezuela y espero que la disfruten ;)
Puchy_ve
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En la cama de un Millonario (NJ) Empty Re: En la cama de un Millonario (NJ)

Mensaje por Puchy_ve Vie 15 Feb 2013, 12:09 pm

Capítulo 1 *1ra Parte*

NICK se despertó solo.
Y eso era raro, porque juraría que no estaba solo cuando se durmió, agotado, varias horas antes.
¿Algo sobre una diosa...?
Ah, sí, Hebe: diosa de juventud.
Alta y delgada, con una mata de pelo liso rubio platino y los ojos de un castaño tan claro que parecían de oro. Extraños e hipnotizadores ojos con un enigmático brillo.
No era que le interesaran sus secretos. Hebe había sido una simple distracción, un medio para olvidar el pasado y todo el dolor que significó el día anterior. Había buscado olvidar, divertirse, y la presencia de Hebe Johnson se lo había permitido. Por lo menos, durante unas horas.
¿Y dónde estaba ella? Fuera seguía oscuro, y las sábanas revueltas seguían calientes: hacía poco que se había ido.
Frunció el ceño al pensar en su desaparición: ¡ese privilegio solía ser suyo! Vino, una cena y una mujer en la cama, pero sin complicarse, y mucho menos dejarla entrar en su mundo privado.
Claro que eso era un poco más difícil cuando la cama era la suya.
Porque ella no vivía sola, recordó él. Así que después de la cena la había llevado a su piso, rompiendo sus propias reglas, para tomar una copa... ¡y otras cosas!
En realidad rompió dos reglas, recordó con una mueca, ya que Hebe trabajaba para él, en la Galería Cavendish de la planta baja.
Pero problemas desesperados requerían soluciones desesperadas y por eso había llevado a Hebe a su casa ante la necesidad de perderse en la belleza de su cuerpo perfecto de largas piernas. Y lo había hecho. Lo había deslumbrado, embrujado por no ser una de esas mujeres sofisticadas con las que mantenía un breve encuentro, además de por la excitación de la noche pasada. Su dolor había quedado anestesiado, incluso borrado.
Nick gruñó al recordar lo del día anterior, se sentó en la cama, intentando borrar de su mente la tórrida escena de sexo, y salió de la habitación dando la espalda a las sábanas revueltas.
Se paró en seco al comprobar que, después de todo, no estaba solo.
Hebe, la diosa, salía de la cocina con un vaso de agua en la mano, su desnudez quedaba oculta únicamente por la larga mata de pelo que le llegaba casi hasta la cintura.
Nick sintió de inmediato despertarse su deseo al ver su cuerpo dorado de largas y suaves piernas, caderas y cintura de finas curvas, pechos firmes y pezones erectos.
Pedía a gritos que la besaran, otra vez.
Se había fijado en ella hacía unos meses en la galería. Su belleza era tal que no podía evitar destacar. Pero hasta el día anterior no había hablado con ella.
Y la deseaba de nuevo. Otra vez.
-¿Qué haces? -preguntó con voz ronca.
Hebe se quedó sin habla al verlo. No estaba segura del todo de cómo había acabado en el apartamento de Nick Cavendish. En su cama. En sus brazos.
Se había sentido atraída por él desde que lo vio. Enamorada, o más bien excitada, reconoció tristemente al recordar cada beso y caricia de la noche anterior, completamente a su merced desde el instante en que Nick la tomó en sus brazos.
0 tal vez ya estuviera perdida antes...
El carismático estadounidense Nick Cavendish era el dueño de una galería de arte en Londres, donde ella trabajaba, además de otras dos, en París y Nueva York. Su tiempo lo repartía por igual entre las tres y tenía apartamentos encima de cada una de ellas.
Hebe llevaba varias semanas trabajando en su galería cuando vio por primera vez al dueño.
Cuando irrumpió en la sala oeste de la galería hacía cuatro meses, bombardeando con instrucciones a un gerente, Hebe sintió que el aire escapaba de sus pulmones.
Medía más de metro ochenta y su cuerpo era flexible y atlético, con su oscuro y largo cabello apartado de su rostro moreno, y sus ojos de un azul profundo. Poseía un cierto aire de salvaje robustez que reflejaba la energía de un tigre enjaulado. ¡E igualmente peligroso!
Nunca, ni en sus más locos sueños, habría imaginado que se fijaría en ella, en una empleada novata. Pero la noche anterior se había tropezado accidentalmente con él al salir de la galería y, en lugar de la mirada de reproche que había esperado, ambos se rieron y se disculparon. Aun así, se había quedado de piedra cuando él la invitó a cenar, con el pretexto de que, tras varios meses trabajando en la galería, era hora de que se conocieran.
¡Que se conocieran!
Habían hecho bastante más que eso. No había un centímetro del cuerpo de Hebe que él no hubiese tocado o besado.
Sus mejillas enrojecieron al recordarlo.
Se encontró ante la desnuda perfección de su cuerpo. Un cuerpo que ella había descubierto la noche anterior, moreno, con un oscuro vello sobre su ancho pecho y las fuertes caderas y muslos.
Al percibir su erección, sintió un líquido fundirse entre sus propios muslos y el calor invadir su lánguido cuerpo.
-Espero que no te importe, tenía sed -contestó ella mientras levantaba el vaso en que había bebido.
Nick también tenía sed, pero no de agua. Le quitó el vaso y lo dejó sobre la mesa. Sus ojos se oscurecieron al agacharse para besar uno de sus erectos pezones. La miró a los ojos mientras pasaba la lengua por la sensible protuberancia, y sintió la creciente dureza de su masculinidad cuando ella gimió y sus ojos lanzaron destellos dorados al arquearse su cuerpo contra el de él.
Era preciosa, una diosa de juventud, y quería perderse en ella de nuevo, no para borrar los dolorosos recuerdos del día anterior, sino porque la deseaba con tal fiereza que sabía que no podría mostrarse delicado con ella. Era imposible. Necesitaba introducirse en ella, y sabía que ella recibiría ese deseo con el suyo propio. Como había hecho antes.
La levantó en sus brazos, hundiendo su lengua en la boca de ella, que le rodeaba el cuello con los brazos mientras sus dedos se enredaban en la oscura cabellera.
Hebe temblaba cuando él la tumbó sobre las sábanas revueltas, y sus bocas se fundieron mientras la mano de él acariciaba su pezón, que ya estaba duro y erecto, inundando su cuerpo de calor y fuego líquido.
Ella acarició su ancha espalda, antes de bajar y tocarle ahí, encantada con la sensación de la dureza de él en su mano. El gruñido que oyó confirmó que él también estaba encantado.
Nick se tumbó de espaldas mientras Hebe besaba su pecho y bajaba por su estómago hasta el miembro que palpitaba entre los muslos. Su respiración se ahogó al sentir la sensual caricia de su lengua contra su pene ardiente y, al tiempo que sabía que no iba a poder aguantar mucho más, deseaba hundirse en el calor de sus muslos, dentro de ella, acariciándola hasta alcanzar ese desgarrador clímax que tan bien recordaba, por partida doble, de la noche anterior.
Se colocó sobre ella y miró su excitado rostro mientras la penetraba lentamente y las caderas de ambos se movían al unísono, obligándole ella, con un lento movimiento, a que la penetrara más profundamente.
Minutos, o quizás horas, después, Hebe jadeó y sintió el placer que invadía su cuerpo tembloroso mientras perdía el control y alcanzaba la cima.
Nick la acompañó, con deliciosas y profundas sacudidas dentro de ella mientras se rendía a las sensaciones de su cuerpo.
Hebe se tumbó con la cabeza apoyada en su pecho mientras él rodeaba su cintura con el brazo, muy cerca de él.
Ella nunca había sentido algo así. Sus cuerpos estaban perfectamente sincronizados y cuando llegaban al clímax era como un ballet.
Sonrió al pensar en lo feliz que era, totalmente relajada y colmada. Le resultaría muy fácil enamorarse locamente de ese hombre. Suponiendo que no lo estuviese ya. Lo cual, considerando su desinhibida reacción ante él, le hacía pensar que podría ser cierto.
En cualquier caso, se sentía más unida a él de lo que había estado nunca a alguien, y se preguntaba por el futuro. ¿Pasarían el día juntos? Era domingo y no trabajaban. A lo mejor le apetecería que desayunaran juntos. Antes de hacer el amor. Luego, podían dar un paseo por el parque. Antes de hacer el amor. Y luego...
Hebe, agotada y feliz, se durmió.
Nick estaba despierto junto a ella, su cuerpo saciado, pero su mente repentinamente despierta.
Hebe Johnson era preciosa y deseable, y respondía ante él de una forma que le resultaba irresistible. Pero era esa falta de control lo que le advertía que tenía que resistirse a ella. Los grilletes de terciopelo de una mujer no eran para él, ni la agradable intimidad que estrechaba los lazos hasta que uno dejaba de ser dueño de sus pensamientos o acciones. Nunca más. Ésa era la causa del dolor y la desesperación que había intentado borrar la noche anterior.
Y además, era su empleada. Algo intocable. ¡Aunque había hecho bastante más que tocarla! Había creado la situación que siempre había procurado evitar.
Desde su divorcio hacía dos años, había conocido a muchas mujeres, las había invitado a una copa y a cenar, se había acostado con ellas y se había marchado sin remordimientos. Ninguna de esas relaciones había durado lo bastante para crear un vínculo, sobre todo emocional. Pero una empleada, y por eso siempre las había evitado, iba a ser un poco más difícil de evitar.
Aún no estaba seguro de cómo iba a tratar el hecho de que Hebe trabajara para él. Lo más fácil sería despedirla, pero no parecía justo que perdiera su empleo por haberse acostado con él. De hecho, la mayoría de las mujeres pensarían que su trabajo sería más seguro después de acostarse con el jefe.
Contempló el rostro que dormía en sus brazos. ¿Por qué había estado Hebe tan dispuesta a irse con él la noche anterior? ¿Por el mismo motivo por el que había vuelto a hacer el amor con él?
Si no era eso le esperaba una desagradable sorpresa.
Nadie, ni nada, sujetaba a Nick Cavendish, y mucho menos una sirena de cabello rubio platino y ojos dorados.
Puchy_ve
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Mensaje por zai Dom 17 Feb 2013, 12:50 pm

Hola Nueva lectora :)
siguela por favor me gusto mucho el primer capitulo
:bye:
zai
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Mensaje por Puchy_ve Mar 19 Feb 2013, 11:03 am

zai escribió:Hola Nueva lectora :)
siguela por favor me gusto mucho el primer capitulo
:bye:




Holaaaaa
:aah:

Que linda de tu parte, prontitoo la sigoo
Puchy_ve
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Mensaje por Puchy_ve Jue 21 Feb 2013, 11:35 am


*2da Parte*

Hebe se sentía casi intimidada al entrar en la modernísima cocina varias horas después.
Se había despertado sola en la enorme cama de Nick que le había recordado la tórrida escena de amor que allí había tenido lugar, tanto la noche anterior como esa misma mañana. Había recogido su ropa y se había dado el gusto de ducharse y vestirse antes de ir a buscar a Nick.
Él se encontraba en la espaciosa cocina, vuelto de espaldas, mientras preparaba café. Llevaba puestos unos vaqueros desteñidos y una camisa negra.
Hebe observó la musculatura de su espalda y los oscuros cabellos que le llegaban a los hombros.
Con treinta y ocho años, doce más que ella, era sin duda el hombre más maravilloso que había visto jamás. No le sobraba ni un gramo de grasa, y sus manos, que tanto la habían acariciado, eran largas y delgadas. Y hacía el amor con una maestría que denotaba una experiencia que ella estaba lejos de igualar.
Cierto que había estado casado cinco años, según Kate, otra ayudante de la galería. Se lo había contado hacía tres meses, después de otra visita relámpago de Nick, durante la cual les había abroncado antes de irse a la galería de París a aterrorizar a sus empleados de allí.
Kate le había explicado que él era así a veces, que había tenido un hijo: un niño que había fallecido cuando tenía cuatro años. Su muerte había precipitado su divorcio hacía dos años y Nick se hundía a veces en el torbellino de un infierno de emociones.
No era de extrañar. Hebe no podía imaginarse nada más traumático que la muerte de un hijo. Pero esos retazos de información sobre su jefe no habían hecho sino aumentar su interés por él.
Le había observado a hurtadillas durante sus visitas a la galería. Le había visto sonreír sólo ocasionalmente, aunque una vez se rió abiertamente, lo que suavizó la expresión de su rostro dándole un aspecto casi infantil, salvo por el profundo gesto de dolor que nunca abandonaba sus ojos.
De vez en cuando irrumpía en la galería, con su vitalidad y energía, dejando a Hebe fascinada y perpleja, para luego desaparecer con la misma vitalidad.
Pero nunca se habría imaginado Hebe que la invitara a cenar como lo hizo, ni que pasaría la noche con él en su apartamento.
Nick presintió la llegada de Hebe a la cocina, y notó su silencio, de pie tras él, mientras seguía preparando café para retrasar el inevitable momento de la conversación. Conversación que a él se le antojaba inútil tras pasar la noche con una mujer.
Para él, la mañana después siempre había sido lo peor de las breves relaciones que había tenido desde su divorcio. ¿De qué se suponía que tenían que hablar? ¿Del tiempo? ¿De quién ganaría el campeonato de tenis ese año? ¿Del torneo U.S.A. de golf?
Pero la alternativa era hablar sobre volverse a ver: algo inaceptable para Nick. Sobre todo en ese caso. Comprendía que había cometido un terrible error, y no tenía intención de enmendarlo con la pretensión de que su relación, ¿aventura de una noche?, tuviera algún futuro.
«Bueno, llegó el momento», pensó Nick mientras se volvía hacia ella. Cuanto antes acabara con eso, antes podría proseguir con su vida.
Ella llevaba puesta otra vez la blusa de seda negra y los ajustados pantalones del día anterior, y su cabello caía sedoso por los hombros. El maquillaje pretendía, aunque no conseguía, ocultar el enrojecimiento de sus mejillas, allí donde su barba y la intensidad de sus besos habían marcado su cremosa piel.
¡No iba a continuar! Tenía que dejar de pensar en lo salvaje y dispuesta que había sido esa mujer en sus brazos. De lo contrario acabarían de nuevo en la cama.
-¿Lista para marcharte? -preguntó sin darle importancia- ¿0 prefieres tomarte antes un café? -dijo mientras sujetaba la cafetera.
Hebe frunció el ceño ante tanta brusquedad. No podía esperar más para echarla. Se esfumaba la esperanza de pasar el día juntos, hablando, riendo y haciendo el amor.
-No... gracias -rechazó el café mientras se preguntaba si él esperaba que se marchara sin más.
Se produjo un incómodo silencio.
«¿A qué espera?», se preguntó Nick. Le había ofrecido café, ella lo había rechazado y lo mejor para ambos sería que ella...
-Yo... será mejor que me vaya -dijo ella torpemente al notar la urgencia de él, pero en un tono inquisitivo: como si esperara que él le pidiera que se quedara.
¿Para qué? Habían cenado. Habían hecho el amor. Habían disfrutado. Y se había acabado. ¿Qué más esperaba de él? Porque él no tenía nada más que ofrecer.
-Mi compañera de piso seguramente se preguntará dónde estoy -añadió contrariada.
Nick no se había molestado la noche anterior en preguntarle si estaba comprometida, o si por lo menos tenía novio. Había estado demasiado reconcentrado en su propio dolor.
Pero en esos momentos sentía curiosidad. No parecía la clase de mujer que engañara a su pareja. Pero tampoco le había parecido la clase de mujer que se acostaría con él ¡y cómo se había equivocado!
Hebe pensaba que la situación era muy incómoda y no sabía exactamente cómo debía comportarse la mañana después de la noche anterior. Seguramente porque había pasado mucho tiempo desde la última mañana después de la noche anterior.
No era que fuera completamente inexperta: había mantenido una relación hacía unos años, en la universidad. Pero nunca había pasado la noche en el piso de un hombre, y ese hombre era Nick Cavendish, su jefe desde hacía seis meses, haciendo que la situación fuera aún más incómoda.
-¿Seguro que no quieres café? -suspiró Nick aliviado ante su sugerencia de marcharse, mientras se servía una taza sin leche ni azúcar.
Hebe reconoció tristemente que la insistencia de la invitación parecía más una cortesía que otra cosa, mientras Nick se sentaba a beberse su café sin siquiera dirigirle una mirada.
La noche anterior se había visto completamente rodeada de las atenciones de ese atractivo y seductor hombre y no se podía creer su buena suerte cuando él pareció mostrar su mismo interés. Pero iba a tener mucho tiempo para arrepentirse si ese comportamiento distante iba a ser la tónica general.
Era el momento de acabar con esa situación embarazosa...
-Entonces me voy -dijo alegremente-. Gracias por... la cena -añadió torpemente.
«Y por todo lo demás», pensó, sin decir nada. Después de la noche anterior, eso era demasiado incómodo. Si eso era lo que se sentía a la mañana siguiente, no tenía intención de repetirlo.
Nick advirtió con una punzada de irritación que ella lo miraba perpleja por su brusquedad. Esos increíbles ojos dorados reflejaban recelo, y sus mejillas habían palidecido ante su evidente falta de entusiasmo.
¿Qué esperaba ella? ¿Que le hiciera un juramento de amor eterno? ¿Que asegurara que sería incapaz de vivir sin ella y que la invitara a viajar con él a Nueva York esa misma mañana?
«Maldita sea», pensó. «¡Esto es la vida real y somos adultos, no unos niñatos románticos!»
Los dos se habían divertido, pero eso era todo.
-Vuelvo a Nueva York esta misma mañana -dijo él-, pero te llamaré ¿de acuerdo? -añadió sin ninguna intención de cumplirlo.
Nunca debía haberse involucrado con una empleada, y no tenía intención de arreglarlo volviendo a tener una cita con Hebe.
No le cabía duda de que si volviera a ver a Hebe fuera de la galería, acabarían de nuevo en la cama. Incluso en esos momentos, cuando miraba su boca y ese cabello platino, las sinuosas curvas de su cuerpo bajo la blusa de seda y sus pantalones ajustados, sentía despertarse el deseo por ella.
Hebe comprendió que la estaba echando. No era tan ingenua como para no saber que cuando un hombre decía ya te llamaré después de una noche, y sin siquiera pedirle el número de teléfono, significaba que no tenía intención de ponerse en contacto con ella nunca.
Claro que en ese caso era algo distinto porque, si quería, podía conseguir su teléfono de la lista de empleados de la galería. Pero, por su tono carente de interés, ella sabía que no iba a hacerlo.
Después de la excitación de la cena la noche anterior y las horas pasadas haciendo el amor, la manera en que la había echado esa mañana había sido la experiencia más humillante de su vida.
¡Tenía que salir de allí ya!
Nick observó que ella estaba a punto de largarse sin decir adiós. Y eso era lo que él quería, ¿o no? Frunció el ceño mientras pensaba que no le gustaba ser el receptor de la despedida. Él siempre había sido el que se marchaba, no al revés.
-Adiós, Hebe -sonrió mientras atravesaba la cocina para rodearle la cintura y atraerla hacia su protuberante dureza, sin disimular su erección.
Ella lo miró con inseguridad.
«Demonios, qué bonitos ojos tiene», pensó Nick. Qué bonito lo tenía todo, si su memoria no le fallaba. Y sabía que no.
A lo mejor podían volverse a ver...
«¡No! No seas idiota, Nick», se reprendió a sí mismo. Era mejor dejarlo como estaba.
Dejarlo y esperar que con el tiempo ambos olvidaran que esa noche había existido.
¡Eso era exactamente lo que iba a hacer!

Puchy_ve
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Mensaje por zai Jue 21 Feb 2013, 2:17 pm

que malo Nick :muere:
M encanta la nove siguela quiero ver cuando se vuelven a ver esos dos aunque no creo q sea porq Nick la llame :misery:
:bye:
zai
zai


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Mensaje por zai Lun 25 Feb 2013, 7:10 pm

:misery:
zai
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Mensaje por Puchy_ve Vie 01 Mar 2013, 6:30 pm

Capítulo 2


SEIS semanas después, Hebe todavía esperaba la llamada que Nick le había prometido. Había sido una estúpida por pensar que él llamaría, y varias conversaciones mantenidas con Kate le habían confirmado que Nick Cavendish no se comprometía con ninguna de las mujeres con las que salía. También según Kate, desde su divorcio, las mujeres con las que se había liado eran legión y ninguna de ellas, había puntualizado Kate, como si supiera que el interés de Hebe no era casual, había sido empleada suya.
0 habían dejado de serlo enseguida, decidió Hebe.
De hecho, llevaba seis semanas esperando ser despedida de la Galería Cavendish. Aunque en esos días no era tan fácil despedir a la gente, ella no tenía dudas de que si Nick la quería fuera, encontraría el modo de hacerlo.
El que se le esperara, por fin, la semana siguiente en Londres para inaugurar una exposición no ayudaba a Hebe a concentrarse en su trabajo.
De hecho, ese día estaba especialmente torpe, y no hacían más que caérsele las cosas al suelo. Ella sabía bien el motivo de su creciente nerviosismo. La inminente llegada de Nick la alteraba.
Debería haberse dado de baja unos días. Además, no se sentía bien y no había probado bocado en todo el día. Su ansiedad ante la perspectiva de ver a Nick aumentaba día a día.
Sin embargo, no entendía el motivo de su nerviosismo. Al fin y al cabo, había sido Nick el que la había invitado a salir. Y ella no había vuelto otra vez a su apartamento, de hecho...
-¿Hebe? -sonó en su oído una voz familiar tras seis semanas de silencio.
Ella se giró bruscamente, dejando caer las tarjetas que preparaba para la exposición de la semana siguiente.
-Lo siento -murmuró mientras se agachaba para recogerlas con manos temblorosas y recuperaba la compostura.
¡A Nick no se le esperaba hasta la semana siguiente!
-¿Qué haces aquí? -le preguntó con el brillo dorado de sus ojos resaltando en su pálido rostro.
-Puede que te hayas olvidado, Hebe -él le devolvió la mirada burlonamente-, pero resulta que ésta es mi galería y tengo un piso en la última planta de este edificio. ¡Puedo venir aquí cuando me dé la maldita gana!
Eso era cierto, pero si ella hubiera tenido conocimiento de su llegada antes de lo esperado, no habría actuado así. Se sentía completamente torpe.
Durante las seis semanas de ausencia de Nick, ella había pensado mostrarse fría y digna cuando él volviera, sin hacer la menor referencia a la noche que habían pasado juntos en ese edificio...
-Vayamos a mi despacho -añadió Nick sin ocultar su impaciencia-. Quiero hablar contigo.
Seguía con el mismo aspecto. Su piel morena estaba igual de bronceada, sus ojos azules igual de inteligentes, y su pelo oscuro, aunque parecía algo más corto, aún descansaba en sus hombros. Elegantemente vestido con un traje gris oscuro y una camisa blanca y corbata de seda gris, parecía que lo tenía todo bajo control.
De hecho, su aspecto respondía exactamente a lo que era: el multimillonario dueño de tres prestigiosas galerías de arte.
En esos momentos, Hebe se preguntaba cómo pudo haber pensado jamás que él se interesaría seriamente por ella.
-¡Hebe! -la apremió ante su silencio.
Ella se comportaba como una idiota, allí de pie, mirándole, incapaz de decir nada ante su inesperada aparición.
Respiró hondo e intentó comportarse con naturalidad. O lo más natural posible cuando se tenía delante al hombre que había llenado sus sueños las últimas seis semanas.
-¿Qué puedo hacer por usted, señor Cavendish? -le preguntó con calmada eficiencia.
-Puede subir a mi despacho conmigo -repitió él con firmeza-. ¡Ahora! -añadió sin siquiera esperar su respuesta y mientras se giraba bruscamente y salía de la habitación.
Kate lanzó una mirada inquisitiva a Hebe mientras ella seguía a Nick, y Hebe se encogió de hombros en respuesta.
Porque en realidad no sabía qué pasaba. Habían cenado juntos, habían pasado la noche juntos, pero no se lo había contado a nadie, ni había intentado ponerse en contacto con él. Así que ¿cuál era el problema?
Cuanto más pensaba en ello, y en su profundo silencio al subir las escaleras delante de ella, más enfadada se sentía.
¿Acaso había esperado que ella dejara su trabajo por haberse acostado con el jefe? ¿Por eso estaba tan enfadado? ¿Porque no esperaba encontrársela allí a su vuelta?
Eso le parecía bastante injusto.
Puchy_ve
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Mensaje por zai Sáb 02 Mar 2013, 11:45 am

pero q le pasa a Nick xq esta tan mal humorado :gasp:
esta bien que la rayis esta un poco torpe pero no es para tanto :happuy:
me encanta siguela!!!
:bye:
zai
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Mensaje por Puchy_ve Lun 04 Mar 2013, 4:13 pm

*2da Parte*

A ella le encantaba su trabajo y le gustaban las personas con las que trabajaba. Además, nada de todo eso era culpa suya. ¡Maldita sea!
Nick la miró irritado mientras cerraba la puerta de su despacho. A no ser que se equivocara, por el brillo de sus ojos y el rubor de sus mejillas, se encontraba ante una joven muy enfadada.
Él se apoyó en el borde de la mesa de mármol italiano que más de un cliente había intentado comprar, aunque siempre se había negado a venderla porque hacía juego con el resto del despacho, austero y con las paredes forradas de madera, aunque había un enorme ventanal con vistas sobre el río.
-¿Por qué estás tan enfadada? -dijo lentamente mientras la miraba con ojos burlones-. ¿Porque acabo de ser bastante poco amable contigo? ¿0 porque no te he llamado en dos meses? -la miró desafiante.
-Seis semanas -le espetó ella instantes después con las mejillas ruborizadas.
-Da igual -se encogió de hombros, sabiendo exactamente cuánto tiempo había pasado, pero sin intención de reconocerlo ante ella.
Habría jurado que Hebe sería como las demás mujeres que había conocido los últimos dos años: disfrutadas y olvidadas. Pero, por algún motivo inexplicable, con Hebe no había sido así. No conseguía olvidar esos ojos dorados ni ese cuerpo sedoso. Y eso le irritaba profundamente.
El fulgor de su cálida mirada y la manera de apretar esos sensuales labios, le indicó que con su actitud sólo había logrado aumentar su ira. Lo cual no le afectaba especialmente.
Por lo menos, no en lo referente a los negocios.
A nivel personal, su reacción le resultaba condenadamente sexy.
Estaba muy guapa aquel día, vestida con una blusa color crema, metida dentro de una ajustada falda negra que le llegaba a la rodilla, mostrando sus largas y sedosas piernas.
Lejos estaba ya su incumplida promesa de llamarla, su seguridad de que cuando volviera a la galería de Londres habría olvidado a Hebe Johnson. Incluso antes de ver el cuadro sabía que había fracasado.
La boca de Nick se torció en una mueca mientras miraba hacia el cuadro que había colocado en un lado del despacho, cubierto para protegerlo, pero también para que Hebe no lo viera hasta que él no estuviese preparado para enseñárselo...
Hebe miró cáusticamente a Nick y, aunque se estremecía por dentro, se sujetó las manos para que él no notara el temblor.
-Lo siento... ¿se suponía que ibas a llamarme? -contestó con toda la frialdad de que fue capaz.
Y fue bastante, a juzgar por la expresión que asomó al rostro de él.
-De acuerdo, Hebe, olvida eso de momento -dijo él-, y cuéntame lo que sabes de Andrew Southern.
Ella frunció el ceño mientras intentaba recordar los datos más relevantes sobre el artista, sin comprender la pregunta de Nick, a no ser que intentara demostrar que no era una profesional y despedirla por ese motivo.
-Inglés -tragó saliva-, nacido en 1953. Empezó a pintar hacia los veinte años, sobre todo retratos, pero luego se pasó a los paisajes, y más recientemente a la naturaleza de Alaska.
-¡No te pido la biografía de ese tipo, Hebe! -gritó bruscamente mientras se ponía en pie-. Te he preguntado qué sabes de él.
-¿Yo? -pestañeó dando un paso atrás ante su furia-. Te acabo de decir lo que sé de él.
-No seas tímida, Hebe -la interrumpió de nuevo con ojos burlones-. No te pido los detalles, sólo que me confirmes que le conoces y si puedes contactar personalmente con él.
Ella estaba completamente confusa. Esa conversación no parecía tener nada que ver con aquella noche de hacía seis semanas, ni con un empeño por su parte en demostrar su incompetencia. Parecía tener que ver con el artista Andrew Southern, a quien ella admiraba, pero nunca había conocido en persona.
Nick se dio cuenta de que ella jamás admitiría esa relación. El tipo ése era lo bastante mayor para ser su padre y a lo mejor por eso ella no quería hablar de él. En cualquier caso, Nick llevaba años intentando organizar una reunión con el artista, pero ni con el respaldo del nombre de Nick Cavendish, ni con el de la propia galería lo había logrado. Y al parecer, Hebe podría ser la clave de todo ese asunto.
Había pasado de decidir si dejar de ver a Hebe para siempre o llevarla de nuevo a su cama, a descubrir que tenía que pasar por ella para lograr acercarse a Andrew Southern.
-Mira, Hebe, volvamos a empezar, ¿de acuerdo? -razonó amablemente-. Admito que hace seis semanas crucé la línea entre jefe y empleada contigo, pero reconocerás que no opusiste demasiada resistencia.
Hebe lo miró burlonamente. Si ésa era su manera de disculparse por la noche que habían pasado juntos, o por no llamarla por teléfono, era bastante floja. Además, si una disculpa por aquello era insultante, una disculpa improvisada por lo de ese día resultaba claramente inadecuada.
Se había sentido tan mal las últimas seis semanas, preguntándose en qué se había equivocado, qué había hecho para que Nick ni siquiera la llamara o quisiera verla...
Y en esos momentos aparecía inesperadamente, dando por zanjada aquella noche como si no hubiera sido más que la satisfacción de una breve y mutua atracción, antes de pasar al tema de Andrew Southern: un artista de gran reputación, y muy reservado, desde hacía treinta años.
Comprobó lo poco que conocía a Nick Cavendish.
-¿Eso es todo? -lo miró fríamente.
-¡Por supuesto que no! -rugió él para luego respirar profundamente-. ¿Intentas molestarme a propósito? -la miró con los ojos entornados.
-¡Parece que lo hago sin siquiera intentarlo! -exclamó ella.
-Ahora entiendo por qué resultabas tan intrigante aquella noche -Nick se relajó y en su rostro apareció una sonrisa.
Eso no era lo que ella quería oír. En esos momentos no. No en ese lugar.
La primera semana tras su marcha a Nueva York, Hebe no había parado de recriminarse por lo sucedido, necesitando desesperadamente la llamada de Nick para borrar esos pensamientos negativos.
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Mensaje por zai Mar 05 Mar 2013, 6:01 pm

No entiendo por que Nick piensa que la rayis conoce a ese tal Andrew??? :pokerface:
Siguela me encanta!!!!! :bye:
zai
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Mensaje por Puchy_ve Miér 06 Mar 2013, 7:20 am

zai escribió:No entiendo por que Nick piensa que la rayis conoce a ese tal Andrew??? :pokerface:
Siguela me encanta!!!!! :bye:


Los celos pueden cegar a las personas
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Mensaje por zai Miér 06 Mar 2013, 8:17 am

Puchy_ve escribió:
zai escribió:No entiendo por que Nick piensa que la rayis conoce a ese tal Andrew??? :pokerface:
Siguela me encanta!!!!! :bye:


Los celos pueden cegar a las personas


no le vienen mal los celos a Nick asi la proxima si la llama :P
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Mensaje por Puchy_ve Jue 07 Mar 2013, 9:29 am

Estaba enamorada de él, totalmente cautivada físicamente por él, a pesar de ser una mujer moderna del siglo XXI.
No había hecho nada malo al pasar la noche con un hombre que le resultaba tan atractivo, y que también la deseaba a ella. Pero a medida que pasaban las semanas, su seguridad disminuía. Y en esos momentos, frente a Nick, había desaparecido por completo.
-Puede que lo mejor sea que ambos olvidemos aquello, ¿no? -dijo ella con una mueca.
Nick no pudo evitar sentirse irritado ante la ligereza con que zanjaba la cuestión.
De acuerdo que se había apresurado a echarla de su apartamento por la mañana hacía seis semanas, y que no la había llamado, tal y como prometió hacer, pero era un golpe para su ego descubrir que ella estaba tan dispuesta a olvidarse de aquello como lo había estado él a olvidarse de ella.
¿0 no lo estaba?
-¿Tan fácil soy de olvidar, Hebe? -se acercó a ella, que tenía la mirada baja, y le acarició la mejilla con un dedo, sabiendo que seguramente se equivocaba al hacerlo-. ¿Nuestra manera de hacer el amor también es tan fácil de olvidar? -dijo con voz seductora-. ¿No te ha mantenido despierta noches enteras, pensando en cómo nos tocamos y excitamos?
Ella lo miró sobresaltada mientras el rubor aparecía en sus mejillas y sus labios se entreabrían al acercarse sus cuerpos.
-Eso creía yo... -murmuró satisfecho con la reacción de ella y le acarició los labios con un dedo antes de seguir por su garganta hasta el escote de su blusa y la cremosidad de sus pechos, sin dejar de mirarla a los ojos.
«¿Cómo me puede estar ocurriendo esto?», pensó Hebe, que no podía evitar responder a sus caricias. Sus pechos se endurecieron al instante, sus pezones estaban rígidos y sensibles, sus piernas temblaban y alargó instintivamente los brazos para abrazar a Nick.
Pero en cuanto se tocaron, Nick la apartó de un empujón y dio un paso atrás con gesto de contrariedad.
-Eres de lo más sexy -murmuró él mientras se apoyaba en su escritorio y la miraba con sus ojos azules, directamente a los pechos.
-Señor Cavendish...
-Venga ya, Hebe -rugió irritado mientras agitaba la cabeza y un brillo burlón aparecía en sus ojos-, no puedes volver a llamarme así después de compartir tu cuerpo conmigo -le recordó mientras alzaba desafiante la barbilla.
Hebe sentía arder sus mejillas. ¿Por qué le hacía eso? ¿Qué perverso placer sacaba de humillarla así?
-A la vez que tú compartías tu cuerpo conmigo -le espetó, furiosa y sin importarle ya que ésa fuera su táctica para que dejara su trabajo.
Ya no le importaba si él la despedía.
-Me halaga que todavía me recuerdes entre todos tus otros amantes -sonrió burlonamente.
«Todos tus otros... pero ¿de qué estaba hablando?» Había mantenido una relación anterior a él, y de eso hacía cinco años.
-Dejemos ya este jueguecito -dijo Nick con impaciencia mientras se ponía en pie.
-¡Menos mal! -contestó ella-. ¿Ya puedo volver a mi trabajo? -si no salía de allí iba a echarse a llorar de rabia delante de él.
-¡No, maldita sea! -estalló Nick, sin respiración, al ver cómo ella le provocaba deliberadamente.
¿Y todo porque conocía, su relación con Andrew Southern?
Seguramente, admitió mordazmente. De acuerdo que como artista era toda una leyenda, pero no dejaba de ser un hombre en la cincuentena, y Hebe tenía veintitantos. ¡Y pensar que se había preguntado si él no sería demasiado mayor para ella!
-De acuerdo, Hebe -dijo tranquilamente-, admito que tu relación con Andrew Southern no es asunto mío...
-¿Mi qué? -exclamó ella con ojos incrédulos.
-Es agua pasada, me doy cuenta...
-¡Pasada! -Hebe sacudió la cabeza- ¡Pero si ya te he dicho que ni siquiera lo conozco! -protestó indignada.
-Las pruebas demuestran lo contrario...
-¿Pruebas? -repitió-. Mira, Nick, no tengo ni idea de qué hablas -negó con la cabeza, lanzando sus plateados mechones de pelo sobre sus cremosas mejillas-. A lo mejor es por el jet-lag. No lo sé, pero...
-Volví de Nueva York hace una semana, Hebe -contestó dulcemente y con los ojos entornados mientras la escrutaba-. Me enteré de que a lo mejor un Andrew Southern podría ponerse en venta al norte de Inglaterra -torció los labios-. Y comprenderás que nadie más que las Galerías Cavendish podían hacerse con él.
-Te referirás a Nick Cavendish, no a las galerías -le espetó ella.
-Exactamente -sonrió-. Imagina mi sorpresa cuando descubrí el tema del cuadro...
Hebe sacudió la cabeza. No tenía ni idea de qué trataba esa conversación, pero Nick, al parecer, hacía una semana que había vuelto a Inglaterra. Una semana durante la cual ni la había llamado ni había intentado volver a verla.
Hasta ese día, que no había hecho sino humillarla y avergonzarla.
Aunque también la había tomado entre sus brazos...
Sólo para demostrar una cosa: que ella respondía a su presencia cuando él quería.
A veces se preguntaba si no le odiaba en lugar de amarle.
-¿El tema del cuadro? -preguntó ella.
-Sí -Nick la estudiaba con los ojos entornados-. Un retrato. Una mujer... preciosa de hecho -se encogió de hombros ante la evidencia.
-¿Entonces es una de sus primeras obras?
-No -la cortó Nick-, te puedo asegurar que es reciente: yo diría que de hace cinco años como mucho -añadió.
-Yo pensaba que ya no pintaba retratos...
-Obviamente esta mujer le inspiró lo bastante -le espetó Nick.
A Hebe no le gustaba cómo la miraba, como si diseccionara su cuerpo con sus críticas.
Un cuerpo que tan íntimamente había conocido hacía seis semanas...
Claro que entonces no tenía tantos motivos de crítica...
-Por lo que yo sé -ella se encogió de hombros-, Andrew Southern no ha pintado un retrato desde hace más de veinte años.
-¿Dudas de mis conocimientos, Hebe? -la cortó Nick.
No, no lo hacía. Nick no había logrado un prestigio mundial para sus galerías sin un profundo conocimiento de arte. Era tan experto en arte como buen amante.
Nick ya estaba cansado de sus mentiras. Cruzó su despacho con decisión y descubrió el cuadro que había llevado sin dejar de mirar a Hebe para comprobar su reacción.

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Mensaje por zai Jue 07 Mar 2013, 6:16 pm

este Nick es un caso serio jajajja :jajajaj:
zai
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