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En la cama de un Millonario (NJ)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Capítulo 9
LA MAÑANA siguiente, Hebe seguía sin tener respuestas. Durante el desayuno estuvieron los dos sentados sin hablarse y sin comer, sólo tomaban café sin parar desde las siete de la mañana.
La noche anterior, Hebe simuló que estaba dormida cuando Nick colgó el teléfono, y entró en el dormitorio, ella ni siquiera se movió cuando se acercó a la cama y la llamó en voz baja, sorprendido más que molesto por no obtener respuesta.
Ella no había dormido en absoluto. Le fue imposible ante lo incierto de su futuro.
Sin duda alguna era significativo el hecho de que Sally hubiese telefoneado a Nick justo cuando estaba a punto de casarse con otra persona. Era como el perro del hortelano: Sally no podía vivir con Nick, pero tampoco soportaba que otra sí lo hiciera.
Otra incógnita era cómo se había enterado Sally de la boda. Tenía que haber sido por Nick, aunque dada la sorpresa que mostró al recibir la llamada, era poco probable, o por algún otro miembro de la familia de Nick.
De todos modos, poco importaba cómo se había enterado la antigua esposa. Su motivo para llamar a Nick era obvio, y la intimidad que habían compartido Hebe y Nick la noche anterior había quedado destrozada por esa llamada.
En realidad, la noche anterior Hebe había llorado hasta quedarse dormida. Estaba enfadada con Nick, pero también consigo misma. Enfadada porque parte de ella seguía queriendo meterse en la cama con él, para perderse una vez más en sus brazos.
-Será mejor que me vaya a trabajar -se levantó bruscamente.
-No seas tonta, Hebe -dijo Nick con impaciencia. Tampoco parecía haber dormido muy bien y estaba de mal humor-. Ya le he dicho a Jane que no volverás a trabajar en la galería.
-Pues será mejor que vuelvas a hablar con ella -los ojos de Hebe brillaban de ira.
-¿Por qué iba a hacer eso? -gruñó Nick.
-Porque hasta que Gina encuentre otra compañera de piso voy a seguir pagando mi parte del alquiler, y necesito un trabajo. Además -añadió irritada-, ¡yo decidiré cuándo dejo de trabajar, si es que lo dejo!
-No si yo decido despedirte primero -contestó Nick amargamente.
-Inténtalo -lo desafió Hebe-. En los periódicos quedará muy bien: Esposa demanda a su marido por despido improcedente.
-Hebe, siendo mi esposa, ya no te hará falta trabajar nunca más -dijo Nick respirando hondo para intentar controlar su mal humor.
-Todavía no soy tu esposa -las mejillas de Hebe ardían de furia.
-Un puro tecnicismo...
-Sentido común -respondió ella-. Tengo que pagar un alquiler.
-Yo pagaré el maldito alquiler hasta que Gina encuentre otra compañera de piso -rugió Nick.
Estaba muy irritado. La noche anterior no se lo pudo creer al volver al dormitorio y ver que Hebe ya no estaba allí.
Tampoco la encontró en el baño o en la cocina, y sólo le quedó un sitio por mirar. ¡Y allí la encontró profundamente dormida!
Ella no respondió cuando él la llamó, y Nick decidió dejarla dormir y volver a su dormitorio.
¡A una cama empapada!
Para cuando hubo cambiado las sábanas, estaba completamente desvelado y se dedicó a contemplar el retrato que había subido de su despacho el día anterior.
Hebe...
Se imaginaba los años venideros: Nick, amargado y contemplando el retrato de la mujer que amaba. ¡Igual que Jacob Gardner!
Esa segunda noche sin dormir no ayudó a calmar su irritación.
¡Eso lo sabía muy bien Hebe!
-¡No necesito que pagues mi alquiler, ni ninguna otra cosa! -Hebe lo miró resentida-. Si el embarazo fuera mal...
-¿Qué quiere decir mal? -gritó Nick furioso.
-No, Nick, no haría nada que pudiera dañar al bebé -suspiró agotada al percibir la acusación en su mirada-. Además, según tu teoría de la cazafortunas, eso no me beneficiaría, ¿verdad? -sacudió la cabeza-. Pero si algo saliera mal, ya no me querrías como esposa, ¿no? ¡Y eso significa que necesito un trabajo! -le espetó.
Aunque Hebe no se imaginaba trabajando para Nick, ni que él se lo permitiera, si se divorciaban.
-¡Eso no sucederá! -gruñó Nick tras un breve silencio-. Y si ocurriera, ¡te volvería a dejar embarazada!
-¿Y por qué ibas a querer repetir tu error con una cazafortunas como yo? -preguntó ella sorprendida.
-Precisamente por eso -dijo él fríamente-. ¡Nunca te permitiré divorciarte de mí, Hebe!
Hebe comprendió que un divorcio implicaría un arreglo, y que parte del dinero Cavendish pasaría a ella, y Nick no estaba dispuesto a consentirlo.
-Muy bien -dijo ella cortante-, pero, tu esposa o no, ¡yo decidiré lo que voy a hacer, no tú!
-Te has levantado con ganas de pelea, ¿verdad? -dijo Nick mientras entrecerraba los ojos.
-Yo creo que no -Hebe estaba tensa.
-Mentirosa -murmuró él con una mirada amenazante-. Y por si no te has dado cuenta, yo tampoco estoy de muy buen humor -añadió-. ¿Por qué habías desaparecido anoche cuando volví a la cama?
Hebe evitó su mirada, para que él no se diera cuenta de que había escuchado parte de la conversación telefónica de la noche anterior. Además, con la idea que tenía Nick de ella, seguro que pensaba que había escuchado a propósito.
-Estaba cansada -se encogió de hombros-. Me fui a la cama.
-Ya estabas en la cama... -Nick respiraba ruidosamente, sin dejar de mirarla.
-Pero no era mi cama -insistió ella.
-¿De verdad piensas que después de lo de anoche iba a permitir que durmieras en otra habitación? -Nick se sentía frustrado.
-Eso es exactamente lo que pienso -contestó ella mientras le daba la espalda y se preguntaba si Nick iba a contarle que fue Sally quien llamó por teléfono la noche anterior.
Seguramente no se lo diría nunca, decidió pesarosa.
Al fin y al cabo, Nick había amado a Sally, y su hijo había sido fruto del amor. Ese nuevo bebé nacería en un matrimonio de conveniencia. Suponiendo que la boda siguiera en pie.
-Me voy a trabajar -Hebe zanjó la conversación.
Reconoció que resultaba cómodo no tener que desplazarse más que dos plantas hacia abajo para llegar al trabajo. Era la única comodidad que se le ocurría, asociada a su matrimonio.
-Pero sólo hasta la hora de comer -accedió Nick-. Tienes una cita con un obstetra a las dos de la tarde -explicó fríamente ante la mirada inquisitiva de Hebe.
-Creí haberte dicho... -los ojos de Hebe se abrieron de par en par.
-Hebe, en vista de tus comentarios, pedí a la secretaria del otro médico que me recomendara a algún colega,-dijo Nick con desprecio.
-¿De verdad? -Hebe parecía incrédula.
-De verdad -dijo Nick con una mueca de amargura.
-¡Apuesto a que estuviste encantador!
-¡No aspiro a ganar un concurso de popularidad! -Nick se encogió de hombros-. No hace falta que te lo diga -añadió.
A Hebe se le pasó el enfado de golpe. No sabía muy bien por qué sonreía si seguía enfadada con él por la llamada telefónica de Sally. Se sentía tan confusa sobre sus sentimientos hacia él que le hubiera lanzado la taza de café a la cabeza.
-Desde luego, ya me había dado cuenta -asintió ella.
-De acuerdo -Nick se levantó-. Voy a bajar a mi despacho para arreglar unos papeles. Nos vemos para comer, sobre las doce y media...
-¿Esperas que empiece ya a guisar para ti?
-Suelo comer un sándwich -sus ojos azules brillaban intensamente-, y soy perfectamente capaz de preparármelo yo mismo. Y tú también, si hace falta. Intento asegurarme de que comas bien de ahora en adelante -añadió.
-¡Como una buena yegua de cría! -dijo ella mordazmente.
Nick avanzó hacia ella con el rostro sombrío de rabia y los puños apretados.
A Hebe le pareció temible.
Los ojos de Nick se entornaron al notar su aprensión y se obligó a relajarse.
-Mejor será que no me provoques así de nuevo, Hebe -la advirtió con dulzura.
-¿Y qué pasa si lo hago? -ella alzó la barbilla desafiante.
-¡Recibirás lo que estás buscando! -dijo Nick con una sonrisa.
Hebe tragó con dificultad y se humedeció los labios.
De inmediato, la temperatura de Nick se disparó y sintió dolor en todo el cuerpo.
Todavía recordaba el tacto de sus labios y su lengua en su cuerpo la noche anterior, y ardía en deseos de volver a hacerle el amor.
-¿Y qué me estoy buscando? -inquirió ella.
-Justo lo que recibiste anoche -rugió él en respuesta-. Seguramente con alguna variación. ¡No quiero que te aburras en mi cama!
-¿Me culpas a mí por lo de anoche? -dijo ella con cara de espanto.
-No creo que se pueda culpar a nadie por algo tan mutuamente satisfactorio, ¿verdad?
Las mejillas de Hebe ardían y era incapaz de no corresponderle. Su único consuelo era que Nick parecía desearla tanto como ella a él.
-Me voy a trabajar -repitió ella bruscamente.
-Saldremos de aquí hacia la una y media.
-¿Saldremos? -repitió ella mientras se daba la vuelta.
-Supongo que no pensarás que voy a dejar que vayas sola al médico -Nick la miró con desprecio. Tras perder a Luke no iba a perderse ni un instante de la vida de ese nuevo hijo.
Ella ni siquiera había pensado en ello. No estaba acostumbrada a tener pareja, a tener a alguien siempre a su lado.
Y después del cariño que mostró Nick hacia Sally por teléfono la noche anterior, y dado que ambos iban a verse la próxima vez que Nick fuera a Nueva York, lo mejor sería que no llegara a acostumbrarse en absoluto.
-No soy una cría, Nick -le espetó-. Soy perfectamente capaz de ir a cualquier lado.
-¿Y para qué vas a ir en taxi o en metro si yo puedo llevarte? Además -añadió-, quiero escuchar lo que diga el médico.
-¿Por qué? -Hebe estaba tensa.
-¡Porque también es hijo mío! -rugió-. Y cuanto antes te acostumbres a la idea, mejor.
Hebe tuvo que admitir que, en efecto, era el hijo de Nick. Independientemente de los motivos de la llamada de Sally Cavendish la noche anterior, o de si se iban a reconciliar o no, Hebe era consciente de que Nick se tomaba en serio su responsabilidad con ese bebé. Era el único motivo por el que ella estaba en su vida...
Y no debía olvidarse de ello.
Tal y como casi había hecho la noche anterior.
Hebe era incapaz de defenderse, de controlarse, cuando Nick la tocaba.
Nick vio en el expresivo rostro de Hebe incertidumbre y aprensión.
El no quería que Hebe se asustara de él. Quería que ese matrimonio funcionara, como fuera, y que los dos alcanzaran alguna clase de entendimiento.
Pero no tenía la menor idea de cómo lograrlo ya que, salvo en la cama, siempre estaban discutiendo.
Podrían intentar dejar de discutir...
-Oye, Hebe, firmemos una tregua, ¿de acuerdo? -sugirió él-. Esta pelea constante no nos lleva a ninguna parte.
-No intentes fingir que te preocupas por mí -se burló ella.
-¿Quieres dejarlo ya? -gritó él mientras la sujetaba por los hombros-. Ya no quiero discutir más contigo, ¿de acuerdo?
-Tienes unos cambios de humor impredecibles -dijo ella con preocupación en sus ojos dorados.
-¿Se supone que un futuro padre debe ser predecible? -se rió él.
-Supongo que no -admitió ella con un suspiro-. Pero me ayudaría a entenderte un poco mejor.
-¿Te gustaría entenderme? -Nick miró perplejo su precioso rostro.
-No especialmente -contestó ella mientras sus ojos volvían a adquirir una expresión desafiante.
¡Pues a él sí que le gustaría entenderla!
La noche anterior con Hebe había sido lo más parecido a la perfección que Nick había conocido en su vida. No, no había sido parecido... había sido la perfección.
Se negaba a admitir que Hebe estuviera con él así, que se le entregara así, sin sentir algo más por él que el aprecio por sus millones.
A no ser que se estuviera engañando a sí mismo...
-Tienes razón -la soltó bruscamente-. Ya es hora de que vayamos a trabajar.
-Sí, jefe -respondió ella.
Nick entrecerró los ojos. Tenía que marcharse. Antes de hacer algo que lamentaría después.
Hebe le observó marchar. Sentía tristeza al pensar que la intimidad compartida antes de la llamada de Sally no había sido más que una ilusión, y que no tenían nada en común salvo el bebé que ella llevaba dentro.
Los siete meses y medio que quedaban para que su cuerpo fuera nuevamente suyo, la acechaban como una sombra oscura.
El trabajo era la respuesta. Siempre le había gustado su trabajo en la galería, y ni siquiera la silenciosa presencia de Nick en el despacho de la segunda planta la privaría aquel día de ese placer. Tras explicarle a Jane, la gerente, que Nick se había equivocado y que iba a seguir trabajando todavía algunos meses más, Hebe se sumergió por completo en su trabajo.
Sus compañeros mostraban una enorme curiosidad y miraban su anillo con envidia. Pero en cuanto comprobaron que Hebe seguía siendo la misma, a pesar de que en breve se casaría con el dueño de la galería, volvieron todos a la relación amistosa que siempre habían compartido.
Bueno, más o menos, reconoció Hebe.
Ya no hubo más comentarios en su presencia sobre lo guapo que era el jefe y sobre el aspecto que tendría desnudo, pero, si ése era el único cambio que iba a haber, a Hebe no le importaba. Hebe se dijo que eran sus hormonas las que le provocaban esa debilidad en las piernas y el dolor en todo el cuerpo cuando pensaba en él. Estaban descontroladas por el embarazo, nada más.
Pero cuando Nick bajó a la galería y fue hacia ella con su acostumbrada vitalidad se puso tensa, y recordó cómo había acariciado ella esos oscuros cabellos la noche anterior y lo atlético que era ese cuerpo oculto bajo el traje gris que llevaba puesto.
-¿Sí? -Hebe lo miró desafiante.
-Tenemos público, Hebe -dijo Nick en voz baja mientras dirigía la mirada hacia Kate al fondo de la galería-. ¿Ese es el saludo que tienes para tu novio?
-0 sea, que quieres que seamos discretos delante de los demás empleados, ¿no?
«No, en realidad no», pensó Nick. La discreción era lo último en lo que pensaba cuando se trataba de Hebe. Y ella no era una simple empleada, era su prometida.
-Pensaba que eso era lo que querías tú -dijo él secamente-. También pensé que te gustaría saber que mis abogados han organizado la boda para dentro de dos viernes, a las dos y media de la tarde -informó con satisfacción y observó cómo su rostro palidecía ante la noticia de que se casaría con él dentro de dieciocho días.
Nick se sintió molesto al ver el gesto de Hebe. Parecía como si en lugar de casarse con alguien que tenía más dinero del que ella podría gastarse en toda su vida, la fueran a llevar al patíbulo.
-Pensé que a lo mejor querrías llamar a tus padres para darles la fecha y hora concreta -dijo él.
-Intenté llamarlos antes, pero no había nadie -contestó ella contrariada.
-¿Ah, sí? -Nick se preguntaba por qué los había llamado si acababa de verlos el sábado anterior.
-Suelen estar en casa los lunes por la mañana -Hebe hizo una mueca.
-Puede que hoy decidieran hacer algo distinto -él se encogió de hombros.
-Puede -admitió ella sin demasiada convicción.
-Seguro que no pasa nada, Hebe -Nick frunció el ceño.
Ella había intentado no preocuparse, pero cuanto más pensaba en ello, más convencida estaba de que sus padres habían tenido un extraño comportamiento el sábado anterior. Los había llamado para descubrir si estaba equivocada, pero nadie contestó.
-Los llamaré más tarde -dijo, intentando que Nick no viera lo preocupada que estaba.
-A lo mejor...
-Nick, Hebe, siento interrumpir -Jane se acercó hacia ellos-. Ha llegado una visita.
-Acomódalos en alguna parte. Iré enseguida -dijo Nick con impaciencia.
-En realidad, la visita es para Hebe -rectificó torpemente Jane.
-¿Para mí? -Hebe estaba sorprendida.
-Dicen que son tus padres -asintió Jane.
Hebe no esperó a que Jane terminara de hablar. Salió a toda prisa, sin saber si Nick la seguía o no, aunque pensaba que seguramente lo haría.
No tenía ni idea de qué hacían sus padres allí, ¡pero por lo menos ya sabía dónde habían estado durante toda la mañana!
LA MAÑANA siguiente, Hebe seguía sin tener respuestas. Durante el desayuno estuvieron los dos sentados sin hablarse y sin comer, sólo tomaban café sin parar desde las siete de la mañana.
La noche anterior, Hebe simuló que estaba dormida cuando Nick colgó el teléfono, y entró en el dormitorio, ella ni siquiera se movió cuando se acercó a la cama y la llamó en voz baja, sorprendido más que molesto por no obtener respuesta.
Ella no había dormido en absoluto. Le fue imposible ante lo incierto de su futuro.
Sin duda alguna era significativo el hecho de que Sally hubiese telefoneado a Nick justo cuando estaba a punto de casarse con otra persona. Era como el perro del hortelano: Sally no podía vivir con Nick, pero tampoco soportaba que otra sí lo hiciera.
Otra incógnita era cómo se había enterado Sally de la boda. Tenía que haber sido por Nick, aunque dada la sorpresa que mostró al recibir la llamada, era poco probable, o por algún otro miembro de la familia de Nick.
De todos modos, poco importaba cómo se había enterado la antigua esposa. Su motivo para llamar a Nick era obvio, y la intimidad que habían compartido Hebe y Nick la noche anterior había quedado destrozada por esa llamada.
En realidad, la noche anterior Hebe había llorado hasta quedarse dormida. Estaba enfadada con Nick, pero también consigo misma. Enfadada porque parte de ella seguía queriendo meterse en la cama con él, para perderse una vez más en sus brazos.
-Será mejor que me vaya a trabajar -se levantó bruscamente.
-No seas tonta, Hebe -dijo Nick con impaciencia. Tampoco parecía haber dormido muy bien y estaba de mal humor-. Ya le he dicho a Jane que no volverás a trabajar en la galería.
-Pues será mejor que vuelvas a hablar con ella -los ojos de Hebe brillaban de ira.
-¿Por qué iba a hacer eso? -gruñó Nick.
-Porque hasta que Gina encuentre otra compañera de piso voy a seguir pagando mi parte del alquiler, y necesito un trabajo. Además -añadió irritada-, ¡yo decidiré cuándo dejo de trabajar, si es que lo dejo!
-No si yo decido despedirte primero -contestó Nick amargamente.
-Inténtalo -lo desafió Hebe-. En los periódicos quedará muy bien: Esposa demanda a su marido por despido improcedente.
-Hebe, siendo mi esposa, ya no te hará falta trabajar nunca más -dijo Nick respirando hondo para intentar controlar su mal humor.
-Todavía no soy tu esposa -las mejillas de Hebe ardían de furia.
-Un puro tecnicismo...
-Sentido común -respondió ella-. Tengo que pagar un alquiler.
-Yo pagaré el maldito alquiler hasta que Gina encuentre otra compañera de piso -rugió Nick.
Estaba muy irritado. La noche anterior no se lo pudo creer al volver al dormitorio y ver que Hebe ya no estaba allí.
Tampoco la encontró en el baño o en la cocina, y sólo le quedó un sitio por mirar. ¡Y allí la encontró profundamente dormida!
Ella no respondió cuando él la llamó, y Nick decidió dejarla dormir y volver a su dormitorio.
¡A una cama empapada!
Para cuando hubo cambiado las sábanas, estaba completamente desvelado y se dedicó a contemplar el retrato que había subido de su despacho el día anterior.
Hebe...
Se imaginaba los años venideros: Nick, amargado y contemplando el retrato de la mujer que amaba. ¡Igual que Jacob Gardner!
Esa segunda noche sin dormir no ayudó a calmar su irritación.
¡Eso lo sabía muy bien Hebe!
-¡No necesito que pagues mi alquiler, ni ninguna otra cosa! -Hebe lo miró resentida-. Si el embarazo fuera mal...
-¿Qué quiere decir mal? -gritó Nick furioso.
-No, Nick, no haría nada que pudiera dañar al bebé -suspiró agotada al percibir la acusación en su mirada-. Además, según tu teoría de la cazafortunas, eso no me beneficiaría, ¿verdad? -sacudió la cabeza-. Pero si algo saliera mal, ya no me querrías como esposa, ¿no? ¡Y eso significa que necesito un trabajo! -le espetó.
Aunque Hebe no se imaginaba trabajando para Nick, ni que él se lo permitiera, si se divorciaban.
-¡Eso no sucederá! -gruñó Nick tras un breve silencio-. Y si ocurriera, ¡te volvería a dejar embarazada!
-¿Y por qué ibas a querer repetir tu error con una cazafortunas como yo? -preguntó ella sorprendida.
-Precisamente por eso -dijo él fríamente-. ¡Nunca te permitiré divorciarte de mí, Hebe!
Hebe comprendió que un divorcio implicaría un arreglo, y que parte del dinero Cavendish pasaría a ella, y Nick no estaba dispuesto a consentirlo.
-Muy bien -dijo ella cortante-, pero, tu esposa o no, ¡yo decidiré lo que voy a hacer, no tú!
-Te has levantado con ganas de pelea, ¿verdad? -dijo Nick mientras entrecerraba los ojos.
-Yo creo que no -Hebe estaba tensa.
-Mentirosa -murmuró él con una mirada amenazante-. Y por si no te has dado cuenta, yo tampoco estoy de muy buen humor -añadió-. ¿Por qué habías desaparecido anoche cuando volví a la cama?
Hebe evitó su mirada, para que él no se diera cuenta de que había escuchado parte de la conversación telefónica de la noche anterior. Además, con la idea que tenía Nick de ella, seguro que pensaba que había escuchado a propósito.
-Estaba cansada -se encogió de hombros-. Me fui a la cama.
-Ya estabas en la cama... -Nick respiraba ruidosamente, sin dejar de mirarla.
-Pero no era mi cama -insistió ella.
-¿De verdad piensas que después de lo de anoche iba a permitir que durmieras en otra habitación? -Nick se sentía frustrado.
-Eso es exactamente lo que pienso -contestó ella mientras le daba la espalda y se preguntaba si Nick iba a contarle que fue Sally quien llamó por teléfono la noche anterior.
Seguramente no se lo diría nunca, decidió pesarosa.
Al fin y al cabo, Nick había amado a Sally, y su hijo había sido fruto del amor. Ese nuevo bebé nacería en un matrimonio de conveniencia. Suponiendo que la boda siguiera en pie.
-Me voy a trabajar -Hebe zanjó la conversación.
Reconoció que resultaba cómodo no tener que desplazarse más que dos plantas hacia abajo para llegar al trabajo. Era la única comodidad que se le ocurría, asociada a su matrimonio.
-Pero sólo hasta la hora de comer -accedió Nick-. Tienes una cita con un obstetra a las dos de la tarde -explicó fríamente ante la mirada inquisitiva de Hebe.
-Creí haberte dicho... -los ojos de Hebe se abrieron de par en par.
-Hebe, en vista de tus comentarios, pedí a la secretaria del otro médico que me recomendara a algún colega,-dijo Nick con desprecio.
-¿De verdad? -Hebe parecía incrédula.
-De verdad -dijo Nick con una mueca de amargura.
-¡Apuesto a que estuviste encantador!
-¡No aspiro a ganar un concurso de popularidad! -Nick se encogió de hombros-. No hace falta que te lo diga -añadió.
A Hebe se le pasó el enfado de golpe. No sabía muy bien por qué sonreía si seguía enfadada con él por la llamada telefónica de Sally. Se sentía tan confusa sobre sus sentimientos hacia él que le hubiera lanzado la taza de café a la cabeza.
-Desde luego, ya me había dado cuenta -asintió ella.
-De acuerdo -Nick se levantó-. Voy a bajar a mi despacho para arreglar unos papeles. Nos vemos para comer, sobre las doce y media...
-¿Esperas que empiece ya a guisar para ti?
-Suelo comer un sándwich -sus ojos azules brillaban intensamente-, y soy perfectamente capaz de preparármelo yo mismo. Y tú también, si hace falta. Intento asegurarme de que comas bien de ahora en adelante -añadió.
-¡Como una buena yegua de cría! -dijo ella mordazmente.
Nick avanzó hacia ella con el rostro sombrío de rabia y los puños apretados.
A Hebe le pareció temible.
Los ojos de Nick se entornaron al notar su aprensión y se obligó a relajarse.
-Mejor será que no me provoques así de nuevo, Hebe -la advirtió con dulzura.
-¿Y qué pasa si lo hago? -ella alzó la barbilla desafiante.
-¡Recibirás lo que estás buscando! -dijo Nick con una sonrisa.
Hebe tragó con dificultad y se humedeció los labios.
De inmediato, la temperatura de Nick se disparó y sintió dolor en todo el cuerpo.
Todavía recordaba el tacto de sus labios y su lengua en su cuerpo la noche anterior, y ardía en deseos de volver a hacerle el amor.
-¿Y qué me estoy buscando? -inquirió ella.
-Justo lo que recibiste anoche -rugió él en respuesta-. Seguramente con alguna variación. ¡No quiero que te aburras en mi cama!
-¿Me culpas a mí por lo de anoche? -dijo ella con cara de espanto.
-No creo que se pueda culpar a nadie por algo tan mutuamente satisfactorio, ¿verdad?
Las mejillas de Hebe ardían y era incapaz de no corresponderle. Su único consuelo era que Nick parecía desearla tanto como ella a él.
-Me voy a trabajar -repitió ella bruscamente.
-Saldremos de aquí hacia la una y media.
-¿Saldremos? -repitió ella mientras se daba la vuelta.
-Supongo que no pensarás que voy a dejar que vayas sola al médico -Nick la miró con desprecio. Tras perder a Luke no iba a perderse ni un instante de la vida de ese nuevo hijo.
Ella ni siquiera había pensado en ello. No estaba acostumbrada a tener pareja, a tener a alguien siempre a su lado.
Y después del cariño que mostró Nick hacia Sally por teléfono la noche anterior, y dado que ambos iban a verse la próxima vez que Nick fuera a Nueva York, lo mejor sería que no llegara a acostumbrarse en absoluto.
-No soy una cría, Nick -le espetó-. Soy perfectamente capaz de ir a cualquier lado.
-¿Y para qué vas a ir en taxi o en metro si yo puedo llevarte? Además -añadió-, quiero escuchar lo que diga el médico.
-¿Por qué? -Hebe estaba tensa.
-¡Porque también es hijo mío! -rugió-. Y cuanto antes te acostumbres a la idea, mejor.
Hebe tuvo que admitir que, en efecto, era el hijo de Nick. Independientemente de los motivos de la llamada de Sally Cavendish la noche anterior, o de si se iban a reconciliar o no, Hebe era consciente de que Nick se tomaba en serio su responsabilidad con ese bebé. Era el único motivo por el que ella estaba en su vida...
Y no debía olvidarse de ello.
Tal y como casi había hecho la noche anterior.
Hebe era incapaz de defenderse, de controlarse, cuando Nick la tocaba.
Nick vio en el expresivo rostro de Hebe incertidumbre y aprensión.
El no quería que Hebe se asustara de él. Quería que ese matrimonio funcionara, como fuera, y que los dos alcanzaran alguna clase de entendimiento.
Pero no tenía la menor idea de cómo lograrlo ya que, salvo en la cama, siempre estaban discutiendo.
Podrían intentar dejar de discutir...
-Oye, Hebe, firmemos una tregua, ¿de acuerdo? -sugirió él-. Esta pelea constante no nos lleva a ninguna parte.
-No intentes fingir que te preocupas por mí -se burló ella.
-¿Quieres dejarlo ya? -gritó él mientras la sujetaba por los hombros-. Ya no quiero discutir más contigo, ¿de acuerdo?
-Tienes unos cambios de humor impredecibles -dijo ella con preocupación en sus ojos dorados.
-¿Se supone que un futuro padre debe ser predecible? -se rió él.
-Supongo que no -admitió ella con un suspiro-. Pero me ayudaría a entenderte un poco mejor.
-¿Te gustaría entenderme? -Nick miró perplejo su precioso rostro.
-No especialmente -contestó ella mientras sus ojos volvían a adquirir una expresión desafiante.
¡Pues a él sí que le gustaría entenderla!
La noche anterior con Hebe había sido lo más parecido a la perfección que Nick había conocido en su vida. No, no había sido parecido... había sido la perfección.
Se negaba a admitir que Hebe estuviera con él así, que se le entregara así, sin sentir algo más por él que el aprecio por sus millones.
A no ser que se estuviera engañando a sí mismo...
-Tienes razón -la soltó bruscamente-. Ya es hora de que vayamos a trabajar.
-Sí, jefe -respondió ella.
Nick entrecerró los ojos. Tenía que marcharse. Antes de hacer algo que lamentaría después.
Hebe le observó marchar. Sentía tristeza al pensar que la intimidad compartida antes de la llamada de Sally no había sido más que una ilusión, y que no tenían nada en común salvo el bebé que ella llevaba dentro.
Los siete meses y medio que quedaban para que su cuerpo fuera nuevamente suyo, la acechaban como una sombra oscura.
El trabajo era la respuesta. Siempre le había gustado su trabajo en la galería, y ni siquiera la silenciosa presencia de Nick en el despacho de la segunda planta la privaría aquel día de ese placer. Tras explicarle a Jane, la gerente, que Nick se había equivocado y que iba a seguir trabajando todavía algunos meses más, Hebe se sumergió por completo en su trabajo.
Sus compañeros mostraban una enorme curiosidad y miraban su anillo con envidia. Pero en cuanto comprobaron que Hebe seguía siendo la misma, a pesar de que en breve se casaría con el dueño de la galería, volvieron todos a la relación amistosa que siempre habían compartido.
Bueno, más o menos, reconoció Hebe.
Ya no hubo más comentarios en su presencia sobre lo guapo que era el jefe y sobre el aspecto que tendría desnudo, pero, si ése era el único cambio que iba a haber, a Hebe no le importaba. Hebe se dijo que eran sus hormonas las que le provocaban esa debilidad en las piernas y el dolor en todo el cuerpo cuando pensaba en él. Estaban descontroladas por el embarazo, nada más.
Pero cuando Nick bajó a la galería y fue hacia ella con su acostumbrada vitalidad se puso tensa, y recordó cómo había acariciado ella esos oscuros cabellos la noche anterior y lo atlético que era ese cuerpo oculto bajo el traje gris que llevaba puesto.
-¿Sí? -Hebe lo miró desafiante.
-Tenemos público, Hebe -dijo Nick en voz baja mientras dirigía la mirada hacia Kate al fondo de la galería-. ¿Ese es el saludo que tienes para tu novio?
-0 sea, que quieres que seamos discretos delante de los demás empleados, ¿no?
«No, en realidad no», pensó Nick. La discreción era lo último en lo que pensaba cuando se trataba de Hebe. Y ella no era una simple empleada, era su prometida.
-Pensaba que eso era lo que querías tú -dijo él secamente-. También pensé que te gustaría saber que mis abogados han organizado la boda para dentro de dos viernes, a las dos y media de la tarde -informó con satisfacción y observó cómo su rostro palidecía ante la noticia de que se casaría con él dentro de dieciocho días.
Nick se sintió molesto al ver el gesto de Hebe. Parecía como si en lugar de casarse con alguien que tenía más dinero del que ella podría gastarse en toda su vida, la fueran a llevar al patíbulo.
-Pensé que a lo mejor querrías llamar a tus padres para darles la fecha y hora concreta -dijo él.
-Intenté llamarlos antes, pero no había nadie -contestó ella contrariada.
-¿Ah, sí? -Nick se preguntaba por qué los había llamado si acababa de verlos el sábado anterior.
-Suelen estar en casa los lunes por la mañana -Hebe hizo una mueca.
-Puede que hoy decidieran hacer algo distinto -él se encogió de hombros.
-Puede -admitió ella sin demasiada convicción.
-Seguro que no pasa nada, Hebe -Nick frunció el ceño.
Ella había intentado no preocuparse, pero cuanto más pensaba en ello, más convencida estaba de que sus padres habían tenido un extraño comportamiento el sábado anterior. Los había llamado para descubrir si estaba equivocada, pero nadie contestó.
-Los llamaré más tarde -dijo, intentando que Nick no viera lo preocupada que estaba.
-A lo mejor...
-Nick, Hebe, siento interrumpir -Jane se acercó hacia ellos-. Ha llegado una visita.
-Acomódalos en alguna parte. Iré enseguida -dijo Nick con impaciencia.
-En realidad, la visita es para Hebe -rectificó torpemente Jane.
-¿Para mí? -Hebe estaba sorprendida.
-Dicen que son tus padres -asintió Jane.
Hebe no esperó a que Jane terminara de hablar. Salió a toda prisa, sin saber si Nick la seguía o no, aunque pensaba que seguramente lo haría.
No tenía ni idea de qué hacían sus padres allí, ¡pero por lo menos ya sabía dónde habían estado durante toda la mañana!
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
AAAA LA AME de verdad me encantó pero como la dejas así hay a que han ido los adres de Hebe ha verla que querrán decirla me encanta pero síguela prontooo pliss
SIGUELAA PLISS!!!!!!!
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sara_any87
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Holisss
Siguela oh mi dios para ke habra llamado la ex de Nick
Justo para arruinarlo todo
Estoy molesta....
Mm..no..estoy preocuoada siguellaaaaaaaa
Siguela oh mi dios para ke habra llamado la ex de Nick
Justo para arruinarlo todo
Estoy molesta....
Mm..no..estoy preocuoada siguellaaaaaaaa
As I am
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
alinprincess escribió:Holis, Nueva Lectora
Siguelaaa, Esta Super ;) :P
Oh Bienvenida, espero que la disfrute ;)
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Capítulo 10
A NICK, con sus grandes zancadas, no le costó mucho alcanzar a Hebe y ya estaba a su lado cuando llegaron a la entrada de la galería donde les esperaban Jean y Henry.
Nick se alegró de haber ido al ver la cara de angustia de los padres de Hebe. En esos momentos estuvo seguro de que tenía razón respecto a ellos.
-Espero que no te importe, Nick -dijo Jean con ansiedad mientras apretaba las manos de su hija-. Necesitamos hablar con Hebe. Con los dos -añadió.
-¿Podríamos ir a algún sitio más tranquilo? -pidió Henry.
-Mamá, papá -Hebe estaba inquieta- ¿Qué sucede? ¿Ha ocurrido algo malo?
-Necesitamos hablar contigo, querida -dijo la madre mientras apretaba las manos de su hija-. Tenemos que... explicar algunas cosas -su mirada reflejaba dolor.
-Subiremos a mi apartamento -decidió Nick-. ¿Hebe? -insistió al ver que ella no se movía y que tenía el rostro pálido mientras escudriñaba a su madre.
Era evidente que Jean estaba sometida a una gran presión. Sus ojos estaban rojos y llorosos, y su rostro tan pálido como el de Hebe.
Nick estaba decidido a permanecer junto a Hebe, pasara lo que pasara allí.
La tensión de Hebe aumentaba a medida que el ascensor subía, y se preguntaba si el motivo de la visita de sus padres tenía que ver con Jacob Gardner.
Ella suponía que Andrew Southern ya habría recibido su carta con la foto, pero, aunque le había facilitado su dirección y número de teléfono, él no se había puesto en contacto con ella.
Se sentía muy desilusionada. Pero si sus padres podían darle alguna información sobre Jacob Gardner, por lo menos sería algo.
-Por aquí -Nick les indicó el camino hacia su apartamento.
«Nuestro apartamento», pensó Hebe mientras se preguntaba si sus padres habrían ido a su anterior piso antes de ir allí.
-Creo que os vendría bien una copa, ¿Jean? -Nick frunció el ceño-. ¿Henry?
-Puede que una copita de coñac -aceptó el padre secamente.
Que Hebe supiera, su padre sólo bebía coñac cuando estaba enfermo o preocupado por algo. Esa vez era evidente que se trataba de lo segundo.
-¿Qué sucede? -insistió ella, cuando se hubieron servido las bebidas y estuvieron todos sentados.
-Tendríamos que habértelo dicho el fin de semana -dijo la madre con un suspiro-. Tu padre quiso decírtelo, pero yo insistí en no hacerlo -le dedicó una sonrisa-. Ahora comprendo que siempre tuvo razón... teníamos que habértelo dicho hace años -sacudió la cabeza con tristeza.
-¿Decirme el qué? -Hebe estaba ansiosa y la tensión aumentaba por momentos.
Nick se colocó detrás de ella como muestra de apoyo.
Seguramente ella no querría su apoyo, admitió Nick, pero iba a tenerlo de todos modos.
-Es sobre tu madre -dijo Henry, tomando la palabra.
-¿Mi... madre? -repitió lentamente Hebe.
«¿La madre de Hebe?», repitió también Nick para sus adentros. Estaba seguro, tras la reacción de Jean el fin de semana anterior, de que esa conversación iba a tratar acerca de Jacob Gardner.
¿Qué tenía que ver la madre de Hebe con Jacob Gardner?
Además, Jean y Henry habían asegurado que no sabían nada de la madre de Hebe.
No. De repente cayó en la cuenta. Lo que Henry dijo fue que el nombre del padre de Hebe nunca se mencionó...
A Nick le había parecido una respuesta ambigua, ¡y ahora entendía por qué!
-¿Qué sabéis sobre la madre de Hebe? -insistió él bruscamente.
-Por favor, Nick -Hebe se volvió suplicante hacia él-, déjalos... deja que se expliquen ellos.
Hebe sospechaba en parte lo que iban a decir sus padres, ya que estaba segura de que conocían la relación entre su madre y Jacob Gardner, puede que incluso la de Andrew Southern. Seguramente también sabían cómo se llamaba su madre.
Hebe no entendía por qué le habían ocultado esa información. Debían de tener una muy buena razón para hacerlo. Y, tras ver el retrato, ella empezaba a adivinar cuál era esa razón.
-El sábado preguntaste sobre el historial médico de los verdaderos padres de Hebe, Nick -le recordó su padre-. Y yo te dije que lo desconocíamos. No era del todo cierto. Realmente no sabemos nada sobre el padre de Hebe -su voz se ahogó ligeramente-. Pero ahora que Hebe está embarazada, nosotros...
-Tu madre murió de parto, Hebe -dijo la madre emocionada-. Era tan pequeña y tan frágil, y tardaron demasiado en intervenir. El parto fue muy malo, y... ella murió, aunque el bebé sobrevivió. Tú sobreviviste -las lágrimas inundaron sus ojos marrones llenos de dolor.
Para Hebe fue demasiado. Su madre estaba muerta.
Era una posibilidad que ella nunca había barajado.
Al descubrir que era adoptada, se había imaginado muchas razones por las que su madre la habría abandonado. Quizá era muy joven, una madre soltera, o incluso una mujer casada que no podía mantener a otro hijo más. Pero la muerte nunca había sido una opción...
La mujer del retrato, tan joven y llena de vida, había muerto al nacer ella...
Parecía imposible. Una crueldad inadmisible.
Igual que la muerte del hijo de Nick, Luke...
-No puedo... no me lo puedo creer -se volvió hacia Nick, que apoyaba su mano con firmeza en el hombro de ella-, ¿y tú, Nick?
Desde luego que él sí se lo podía creer. ¡Ése no era el problema!
-¿Estáis diciendo -Nick miró fijamente a los padres de Hebe-, que Hebe podría tener el mismo problema cuando vaya a dar a luz a nuestro hijo?
-Es una posibilidad -Henry fue quien contestó-. Ya ves que teníamos que decíroslo.
-Lo que veo es que nos lo teníais que haber dicho el sábado pasado, no esperar hasta hoy.
-¡Nick! -lo reprendió Hebe.
-Lo siento, Hebe -Nick sacudió la cabeza-, pero tus padres siempre supieron que tu madre murió de parto, y conocían el riesgo de que te sucediera lo mismo a ti, y hasta ahora... -se interrumpió bruscamente y se giró hacia la anciana pareja.
Había algo más...
-¿Cómo sabías, Jean, y te cito, que la madre de Hebe era tan pequeña y frágil? -preguntó astutamente Nick.
-Eres muy inteligente, Nick -admitió Henry-. Lo sabemos porque Claudia, la madre de Hebe, era nuestra hija.
Ahora era Nick el que se había quedado sin habla.
Sin embargo, Hebe no parecía conmocionada. Al contrario, había un brillo de excitación en sus ojos cuando se giró hacia él con urgencia.
-¿Podrías traer el retrato, Nick? -su voz era decididamente animada.
-¿El retrato? -él frunció el ceño confuso.
-El retrato, Nick -dijo ella con firmeza.
¿Para qué demonios quería ella el retrato ahora? ¿Por qué quería enseñárselo a sus padres adoptivos... a sus abuelos? Estaban hablando de su madre, ¡no de ella!
-¿Hebe...? -Nick se quedó helado.
-Por favor -ella asintió.
Nick se dirigió a su dormitorio. Una verdad, increíble, empezaba a hacérsele evidente...
Una verdad que él había despreciado.
Una verdad que no había creído en boca de Hebe. ¡La mujer del retrato era su madre!
-¿Estás bien, querida? -preguntó la madre con ansiedad al quedarse solos-. Te hemos fallado, justo ahora.
-Estoy bien -aseguró Hebe cariñosamente-. Aunque no estoy tan segura sobre Nick -añadió al recordar el gesto de asombro en su atractivo rostro mientras se dirigía al dormitorio.
-¿No estás alterada o enfadada, ni te sientes traicionada, porque todos estos años te hemos ocultado que somos tus abuelos y no tus padres adoptivos? -insistió su madre con emoción.
Hebe tuvo que admitir que la sensación era un poco rara, pero al mismo tiempo hacía que todo encajara a la perfección. Su madre, Claudia, la había dado a luz, y sus padres habían acogido a Hebe como si fuera hija suya.
Hebe se levantó y abrazó a las personas que habían sido los únicos padres que había conocido. Unas personas cariñosas, generosas, que la habían amado y cuidado toda su vida. ¿Cómo podría enfadarse con ellos? Lo que hicieron, lo hicieron por amor.
-¿Cómo puedo enfadarme con vosotros? -Hebe sonreía con los ojos llenos de lágrimas-. Estoy segura de que hicisteis lo que creísteis mejor.
-Aun así tendríamos que habértelo dicho -admitió el padre con pesar-. Pero habíamos perdido a Claudia y tú... te parecías tanto a ella de bebé -su voz se entrecortaba por la emoción-. Una cosita diminuta con una mata de pelo rubio. Y, al parecer, habíamos cometido tantos errores con Claudia... Quisimos tener una segunda oportunidad contigo.
-¿Una segunda oportunidad?
Hebe no pudo continuar, pues Nick volvió con el retrato.
-Déjalo sobre el sofá, por favor, Nick -Hebe se puso a su lado, comprobando, por el gesto de Nick, que éste aún no estaba satisfecho con la explicación recibida.
En cuanto los padres de ella vieran el retrato de Claudia, ¡Nick recibiría una explicación que le dejaría satisfecho!
Nick oyó a Jean sofocar un grito al descubrir el retrato y vio a Henry acercarse al cuadro para mirarlo de cerca con el rostro marcado por la tensión.
Henry alargó una mano, como había hecho Hebe la primera vez, sin tocar el lienzo, pero pasando la mano por el precioso rostro.
-Papá -Hebe habló con voz dulce-. ¿Claudia tenía alguna marca de nacimiento?
-Sí -contestó Jean mientras se unía a su marido y a su nieta-. Una diminuta rosa, justo ...¡ahí! -su respiración se cortó al ver el cuadro de cerca-. Pero ¿cómo...?
-Es el retrato del que os hablé el sábado pasado, el que Nick encontró oculto en la casa de un anciano tras su muerte -explicó Hebe con alegría.
-La casa de Jacob Gardner -dijo Nick bruscamente, deseoso de poder sentir la misma felicidad que Hebe.
Era obvio que el retrato era de Claudia Johnson. Las reacciones de Henry y de Jean al verlo habían sido demasiado sinceras para ser mentira. Y si era cierto, ninguna de las acusaciones que él había vertido sobre Hebe tenía sentido. La había llamado mentirosa. ¡Mentirosa y cazafortunas!
-¿Éste es el retrato de Andrew Southern del que nos hablaste? -preguntó Henry.
-Sí -contestó secamente Nick.
-Hace veintisiete años, Claudia estuvo prometida a un hombre llamado Jacob Gardner -suspiró Jean-. Era mucho mayor que ella, unos treinta años, y era muy rico.
-Y entonces conoció a Andrew Southern y se enamoró de él -intervino Nick.
Justo aquello de lo que él había acusado, y por lo que había castigado, a Hebe.
Sus celos le habían hecho querer hacerla suya una y otra vez, para borrar a esos dos hombres de su mente y su corazón.
¡Cómo debía de odiarle ella!
Nick ni siquiera era capaz de mirarla a la cara. Necesitaba tiempo para revaluar la situación.
-De eso no estamos seguros -dijo Hebe con tranquilidad-. Aunque desde luego el cuadro parece haber sido pintado por un hombre que... conocía a su modelo más íntimamente de lo normal.
Hebe no podía mirar a sus padres. Claudia era su madre biológica, pero Hebe nunca llegó a conocerla. Mientras que para Henry y Jean, había sido su hija, alguien a quien Jean había dado a luz, a quien habían criado y amado.
-Realmente, no sabemos qué clase de relación mantenían -añadió ella con firmeza.
-No me puedo creer que sea nuestra Claudia -su madre no quitaba la mirada del cuadro, con ojos llorosos-. Era tan preciosa, ¿verdad? De niña era adorable. Pero al cumplir los dieciséis... bueno... -no supo cómo continuar y buscó ayuda en su marido.
-Se volvió un poco alocada -dijo el padre de Hebe con tristeza-. Empezó a salir mucho, a veces pasaba toda la noche fuera. Y cuando intentábamos hablar con ella, se limitaba a encogerse de hombros y seguía comportándose igual. Y por último... se escapó de casa a los diecisiete años.
-Amaba mucho la vida -añadió Jean entre sollozos-. Pero no sabíamos qué hacer con ella, no éramos capaces de llegar hasta ella. Se escapó y no dio señales de vida durante meses, y por fin llegó una carta. Ni siquiera sabíamos que estaba embarazada hasta que recibimos una llamada urgente del hospital. Llegamos tarde. Claudia ya había fallecido -Jean lloraba-. Pero ahí estaba Hebe -dijo, sonriendo entre lágrimas-, y pensamos que se nos ofrecía una segunda oportunidad, que no volveríamos a cometer los mismos errores -las lágrimas inundaron nuevamente sus ojos.
-No cometisteis ningún error -se apresuró Hebe a asegurarle, mientras sujetaba con firmeza la mano de su madre-. Ni con Claudia ni conmigo. Sois los mejores padres que alguien podría tener -dijo con convicción-. Y, si hubiera tenido tiempo, Claudia habría sentado la cabeza, puede que incluso se hubiera casado y os hubiera dado muchos nietos.
-El hecho es que cuando se marchó nos rompió el corazón -continuó Henry-. No sabíamos dónde estaba ni lo que hacía. Entonces, como ya ha dicho Jean, después de seis meses de silencio, nos escribió, sin darnos su dirección, para decirnos que trabajaba como cantante en un hotel en algún sitio al norte de Inglaterra...
-En Leeds -dijo Nick enseguida.
-Sí, eso es -asintió el padre de Hebe-. Allí conoció una noche a Jacob Gardner, que había ido a cenar con unos amigos. Al parecer, se enamoró de ella a primera vista. Ella estaba muy emocionada con su compromiso. Nos escribió que le traería a casa para que le conociéramos antes de la boda -suspiró pesaroso-. Todo parecía tan increíble, tan... -sacudió la cabeza-. Sólo tenía dieciocho años.
Hebe contempló el retrato de su madre con dieciocho años, con toda la vida por delante. Un año después, estaba muerta.
Nick también contempló el retrato, se fijó en las diferencias que Hebe había insistido en que existían. Sin contar la marca de nacimiento, la mujer del retrato seguía pareciéndole la versión ligeramente rejuvenecida de Hebe, una versión más salvaje.
Pero no era Hebe.
Nick comprendió por qué se había enfadado tanto Hebe por no creerla, ni siquiera cuando ella había negado haber estado prometida a Jacob Gardner o haber mantenido una relación con Andrew Southern.
Y en esos momentos, su inocencia anulaba por completo su otra acusación: la de ser una cazafortunas...
Se obligó a mirar a Hebe, a esos preciosos ojos que lo hechizaban, a la sensual fluidez de su cuerpo que lo cautivaba, a su inteligencia que lo embelesaba.
Supo que ella no quería su dinero, que había sido él quien lo había dado por hecho. Se dio cuenta de que ella sólo había aceptado casarse con él porque la había amenazado con quitarle el bebé si no lo hacía.
Al pensar en Luke, en el dolor que sintió tras su muerte, en cómo a Sally se le partió el corazón, supo que Hebe debía de odiarle por hacerle lo mismo si no se casaba con él.
¿De verdad había pensado que ese matrimonio podía basarse en sus amenazas hacia Hebe y en el temor de ella a perder a su bebé si no se quedaba junto a él?
Si él no hubiera estado ciego, habría visto las señales: su negativa a aceptar el enorme anillo de compromiso, su fastidio ante el coche tan caro, su negativa a dejar el trabajo y ser una mantenida. Pero él había decidido que ella fingía no estar interesada en todas esas cosas y que sus exigencias comenzarían después de la boda.
¿Qué clase de cínico insensible era?
Más aún, ¿cómo iba Hebe a enamorarse de él después de la manera en que la había tratado?
-¿No crees que Jacob Gardner fuera tu padre? -preguntó Jean con dulzura.
-Mira el retrato, mamá -Hebe sonrió pesarosa-. ¿Qué crees tú?
-Mmm -su madre hizo una mueca-. Creo que Andrew Southern estaba enamorado de Claudia.
-Pero ¿estaba enamorada Claudia de él? Ésa es la pregunta -dijo Hebe.
-Yo creo que sí -contestó el padre-. Fíjate en el rostro de Claudia, esa luz. Es la luz de una mujer que acaba de ser amada -reconoció con un sobresalto-. ¿Tú qué piensas, Nick?
-Creo que no es la clase de cuadro que colgaría encima de la chimenea del salón -admitió.
-Pero sí en.el dormitorio, ¿verdad? -Hebe se burló, pero paró al descubrir una expresión sombría en el rostro de Nick, sentía su inquietud y la ira que surgía en él.
¿Qué le sucedía?
Ella ya había intentado explicárselo, que no era ella sino su madre, ¿entonces...?
¡Eso era! Ella tenía razón. Y él estaba equivocado. Sobre ella, principalmente.
Hebe lo miró inquisitiva y Nick, consciente de esa mirada, se volvió hacia ella con los ojos azules tan brillantes y enfadados que ella casi retrocedió un paso.
¡Era obvio que a Nick no le gustaba equivocarse!
-También creo que -continuó Nick con dificultad-, con Claudia y Jacob Gardner muertos, sólo hay una persona que pueda contarnos la verdad. Tenemos que hablar con Andrew Southern.
-Ya he intentado contactar con él, pero sin suerte -reveló Hebe con gesto derrotado.
-¿De verdad? -Nick frunció el ceño.
-Sí -confirmó ella a la defensiva-. Le di a su agente una carta y una foto mía el viernes pasado.
-¿Una foto? -preguntó Nick con sospecha.
-Una foto mía -le dijo Hebe secamente-. Tú mismo lo dijiste, Nick, mi parecido con Claudia es demasiado grande para que sea casualidad. Esperaba que Andrew Southern pensara lo mismo y que se diera cuenta de que tenía que ser la hija de Claudia, y seguramente también la suya. Pero no ha contestado, por lo que supongo que mi teoría no era cierta.
Hebe había puesto muchas esperanzas en el pintor para poder restregarle la verdad a Nick por la cara y demostrarle que todas las cosas que pensaba de ella eran falsas.
Menos mal que Jean y Henry lo habían hecho por ella al explicar quién era Claudia, pero aun así se sentía desilusionada porque Andrew Southern ni siquiera se había molestado en responder.
-Todavía hay tiempo -murmuró amargamente Nick-. Estamos a lunes, Hebe. No sabemos cuándo envió la carta su agente. Puede que Andrew Southern no la haya recibido aún.
Hebe tuvo que admitir que era una posibilidad...
-¿Entonces crees que todavía puedo recibir noticias suyas? -preguntó ella lentamente.
-Sí, creo que hay posibilidades -admitió Nick-. Y si no recibes noticias, iré yo mismo a ver a ese agente. Tienes que llegar al fondo de este asunto.
¿Ella tenía que llegar al fondo?
¿0 era Nick?
-Mientras tanto -continuó Nick apresuradamente-, Hebe tiene una cita con el especialista esta tarde. Le hablaremos del historial médico de Claudia, y le pediremos que compruebe si Hebe podría tener algún problema parecido.
¿De verdad pensaba Nick que ella podía morir de parto, igual que su madre?
De ser así, eso resolvería todos sus problemas. Tendría a su hijo y se desharía de su esposa cazafortunas a la vez.
Sin embargo, Nick parecía estar hundido en la miseria.
A NICK, con sus grandes zancadas, no le costó mucho alcanzar a Hebe y ya estaba a su lado cuando llegaron a la entrada de la galería donde les esperaban Jean y Henry.
Nick se alegró de haber ido al ver la cara de angustia de los padres de Hebe. En esos momentos estuvo seguro de que tenía razón respecto a ellos.
-Espero que no te importe, Nick -dijo Jean con ansiedad mientras apretaba las manos de su hija-. Necesitamos hablar con Hebe. Con los dos -añadió.
-¿Podríamos ir a algún sitio más tranquilo? -pidió Henry.
-Mamá, papá -Hebe estaba inquieta- ¿Qué sucede? ¿Ha ocurrido algo malo?
-Necesitamos hablar contigo, querida -dijo la madre mientras apretaba las manos de su hija-. Tenemos que... explicar algunas cosas -su mirada reflejaba dolor.
-Subiremos a mi apartamento -decidió Nick-. ¿Hebe? -insistió al ver que ella no se movía y que tenía el rostro pálido mientras escudriñaba a su madre.
Era evidente que Jean estaba sometida a una gran presión. Sus ojos estaban rojos y llorosos, y su rostro tan pálido como el de Hebe.
Nick estaba decidido a permanecer junto a Hebe, pasara lo que pasara allí.
La tensión de Hebe aumentaba a medida que el ascensor subía, y se preguntaba si el motivo de la visita de sus padres tenía que ver con Jacob Gardner.
Ella suponía que Andrew Southern ya habría recibido su carta con la foto, pero, aunque le había facilitado su dirección y número de teléfono, él no se había puesto en contacto con ella.
Se sentía muy desilusionada. Pero si sus padres podían darle alguna información sobre Jacob Gardner, por lo menos sería algo.
-Por aquí -Nick les indicó el camino hacia su apartamento.
«Nuestro apartamento», pensó Hebe mientras se preguntaba si sus padres habrían ido a su anterior piso antes de ir allí.
-Creo que os vendría bien una copa, ¿Jean? -Nick frunció el ceño-. ¿Henry?
-Puede que una copita de coñac -aceptó el padre secamente.
Que Hebe supiera, su padre sólo bebía coñac cuando estaba enfermo o preocupado por algo. Esa vez era evidente que se trataba de lo segundo.
-¿Qué sucede? -insistió ella, cuando se hubieron servido las bebidas y estuvieron todos sentados.
-Tendríamos que habértelo dicho el fin de semana -dijo la madre con un suspiro-. Tu padre quiso decírtelo, pero yo insistí en no hacerlo -le dedicó una sonrisa-. Ahora comprendo que siempre tuvo razón... teníamos que habértelo dicho hace años -sacudió la cabeza con tristeza.
-¿Decirme el qué? -Hebe estaba ansiosa y la tensión aumentaba por momentos.
Nick se colocó detrás de ella como muestra de apoyo.
Seguramente ella no querría su apoyo, admitió Nick, pero iba a tenerlo de todos modos.
-Es sobre tu madre -dijo Henry, tomando la palabra.
-¿Mi... madre? -repitió lentamente Hebe.
«¿La madre de Hebe?», repitió también Nick para sus adentros. Estaba seguro, tras la reacción de Jean el fin de semana anterior, de que esa conversación iba a tratar acerca de Jacob Gardner.
¿Qué tenía que ver la madre de Hebe con Jacob Gardner?
Además, Jean y Henry habían asegurado que no sabían nada de la madre de Hebe.
No. De repente cayó en la cuenta. Lo que Henry dijo fue que el nombre del padre de Hebe nunca se mencionó...
A Nick le había parecido una respuesta ambigua, ¡y ahora entendía por qué!
-¿Qué sabéis sobre la madre de Hebe? -insistió él bruscamente.
-Por favor, Nick -Hebe se volvió suplicante hacia él-, déjalos... deja que se expliquen ellos.
Hebe sospechaba en parte lo que iban a decir sus padres, ya que estaba segura de que conocían la relación entre su madre y Jacob Gardner, puede que incluso la de Andrew Southern. Seguramente también sabían cómo se llamaba su madre.
Hebe no entendía por qué le habían ocultado esa información. Debían de tener una muy buena razón para hacerlo. Y, tras ver el retrato, ella empezaba a adivinar cuál era esa razón.
-El sábado preguntaste sobre el historial médico de los verdaderos padres de Hebe, Nick -le recordó su padre-. Y yo te dije que lo desconocíamos. No era del todo cierto. Realmente no sabemos nada sobre el padre de Hebe -su voz se ahogó ligeramente-. Pero ahora que Hebe está embarazada, nosotros...
-Tu madre murió de parto, Hebe -dijo la madre emocionada-. Era tan pequeña y tan frágil, y tardaron demasiado en intervenir. El parto fue muy malo, y... ella murió, aunque el bebé sobrevivió. Tú sobreviviste -las lágrimas inundaron sus ojos marrones llenos de dolor.
Para Hebe fue demasiado. Su madre estaba muerta.
Era una posibilidad que ella nunca había barajado.
Al descubrir que era adoptada, se había imaginado muchas razones por las que su madre la habría abandonado. Quizá era muy joven, una madre soltera, o incluso una mujer casada que no podía mantener a otro hijo más. Pero la muerte nunca había sido una opción...
La mujer del retrato, tan joven y llena de vida, había muerto al nacer ella...
Parecía imposible. Una crueldad inadmisible.
Igual que la muerte del hijo de Nick, Luke...
-No puedo... no me lo puedo creer -se volvió hacia Nick, que apoyaba su mano con firmeza en el hombro de ella-, ¿y tú, Nick?
Desde luego que él sí se lo podía creer. ¡Ése no era el problema!
-¿Estáis diciendo -Nick miró fijamente a los padres de Hebe-, que Hebe podría tener el mismo problema cuando vaya a dar a luz a nuestro hijo?
-Es una posibilidad -Henry fue quien contestó-. Ya ves que teníamos que decíroslo.
-Lo que veo es que nos lo teníais que haber dicho el sábado pasado, no esperar hasta hoy.
-¡Nick! -lo reprendió Hebe.
-Lo siento, Hebe -Nick sacudió la cabeza-, pero tus padres siempre supieron que tu madre murió de parto, y conocían el riesgo de que te sucediera lo mismo a ti, y hasta ahora... -se interrumpió bruscamente y se giró hacia la anciana pareja.
Había algo más...
-¿Cómo sabías, Jean, y te cito, que la madre de Hebe era tan pequeña y frágil? -preguntó astutamente Nick.
-Eres muy inteligente, Nick -admitió Henry-. Lo sabemos porque Claudia, la madre de Hebe, era nuestra hija.
Ahora era Nick el que se había quedado sin habla.
Sin embargo, Hebe no parecía conmocionada. Al contrario, había un brillo de excitación en sus ojos cuando se giró hacia él con urgencia.
-¿Podrías traer el retrato, Nick? -su voz era decididamente animada.
-¿El retrato? -él frunció el ceño confuso.
-El retrato, Nick -dijo ella con firmeza.
¿Para qué demonios quería ella el retrato ahora? ¿Por qué quería enseñárselo a sus padres adoptivos... a sus abuelos? Estaban hablando de su madre, ¡no de ella!
-¿Hebe...? -Nick se quedó helado.
-Por favor -ella asintió.
Nick se dirigió a su dormitorio. Una verdad, increíble, empezaba a hacérsele evidente...
Una verdad que él había despreciado.
Una verdad que no había creído en boca de Hebe. ¡La mujer del retrato era su madre!
-¿Estás bien, querida? -preguntó la madre con ansiedad al quedarse solos-. Te hemos fallado, justo ahora.
-Estoy bien -aseguró Hebe cariñosamente-. Aunque no estoy tan segura sobre Nick -añadió al recordar el gesto de asombro en su atractivo rostro mientras se dirigía al dormitorio.
-¿No estás alterada o enfadada, ni te sientes traicionada, porque todos estos años te hemos ocultado que somos tus abuelos y no tus padres adoptivos? -insistió su madre con emoción.
Hebe tuvo que admitir que la sensación era un poco rara, pero al mismo tiempo hacía que todo encajara a la perfección. Su madre, Claudia, la había dado a luz, y sus padres habían acogido a Hebe como si fuera hija suya.
Hebe se levantó y abrazó a las personas que habían sido los únicos padres que había conocido. Unas personas cariñosas, generosas, que la habían amado y cuidado toda su vida. ¿Cómo podría enfadarse con ellos? Lo que hicieron, lo hicieron por amor.
-¿Cómo puedo enfadarme con vosotros? -Hebe sonreía con los ojos llenos de lágrimas-. Estoy segura de que hicisteis lo que creísteis mejor.
-Aun así tendríamos que habértelo dicho -admitió el padre con pesar-. Pero habíamos perdido a Claudia y tú... te parecías tanto a ella de bebé -su voz se entrecortaba por la emoción-. Una cosita diminuta con una mata de pelo rubio. Y, al parecer, habíamos cometido tantos errores con Claudia... Quisimos tener una segunda oportunidad contigo.
-¿Una segunda oportunidad?
Hebe no pudo continuar, pues Nick volvió con el retrato.
-Déjalo sobre el sofá, por favor, Nick -Hebe se puso a su lado, comprobando, por el gesto de Nick, que éste aún no estaba satisfecho con la explicación recibida.
En cuanto los padres de ella vieran el retrato de Claudia, ¡Nick recibiría una explicación que le dejaría satisfecho!
Nick oyó a Jean sofocar un grito al descubrir el retrato y vio a Henry acercarse al cuadro para mirarlo de cerca con el rostro marcado por la tensión.
Henry alargó una mano, como había hecho Hebe la primera vez, sin tocar el lienzo, pero pasando la mano por el precioso rostro.
-Papá -Hebe habló con voz dulce-. ¿Claudia tenía alguna marca de nacimiento?
-Sí -contestó Jean mientras se unía a su marido y a su nieta-. Una diminuta rosa, justo ...¡ahí! -su respiración se cortó al ver el cuadro de cerca-. Pero ¿cómo...?
-Es el retrato del que os hablé el sábado pasado, el que Nick encontró oculto en la casa de un anciano tras su muerte -explicó Hebe con alegría.
-La casa de Jacob Gardner -dijo Nick bruscamente, deseoso de poder sentir la misma felicidad que Hebe.
Era obvio que el retrato era de Claudia Johnson. Las reacciones de Henry y de Jean al verlo habían sido demasiado sinceras para ser mentira. Y si era cierto, ninguna de las acusaciones que él había vertido sobre Hebe tenía sentido. La había llamado mentirosa. ¡Mentirosa y cazafortunas!
-¿Éste es el retrato de Andrew Southern del que nos hablaste? -preguntó Henry.
-Sí -contestó secamente Nick.
-Hace veintisiete años, Claudia estuvo prometida a un hombre llamado Jacob Gardner -suspiró Jean-. Era mucho mayor que ella, unos treinta años, y era muy rico.
-Y entonces conoció a Andrew Southern y se enamoró de él -intervino Nick.
Justo aquello de lo que él había acusado, y por lo que había castigado, a Hebe.
Sus celos le habían hecho querer hacerla suya una y otra vez, para borrar a esos dos hombres de su mente y su corazón.
¡Cómo debía de odiarle ella!
Nick ni siquiera era capaz de mirarla a la cara. Necesitaba tiempo para revaluar la situación.
-De eso no estamos seguros -dijo Hebe con tranquilidad-. Aunque desde luego el cuadro parece haber sido pintado por un hombre que... conocía a su modelo más íntimamente de lo normal.
Hebe no podía mirar a sus padres. Claudia era su madre biológica, pero Hebe nunca llegó a conocerla. Mientras que para Henry y Jean, había sido su hija, alguien a quien Jean había dado a luz, a quien habían criado y amado.
-Realmente, no sabemos qué clase de relación mantenían -añadió ella con firmeza.
-No me puedo creer que sea nuestra Claudia -su madre no quitaba la mirada del cuadro, con ojos llorosos-. Era tan preciosa, ¿verdad? De niña era adorable. Pero al cumplir los dieciséis... bueno... -no supo cómo continuar y buscó ayuda en su marido.
-Se volvió un poco alocada -dijo el padre de Hebe con tristeza-. Empezó a salir mucho, a veces pasaba toda la noche fuera. Y cuando intentábamos hablar con ella, se limitaba a encogerse de hombros y seguía comportándose igual. Y por último... se escapó de casa a los diecisiete años.
-Amaba mucho la vida -añadió Jean entre sollozos-. Pero no sabíamos qué hacer con ella, no éramos capaces de llegar hasta ella. Se escapó y no dio señales de vida durante meses, y por fin llegó una carta. Ni siquiera sabíamos que estaba embarazada hasta que recibimos una llamada urgente del hospital. Llegamos tarde. Claudia ya había fallecido -Jean lloraba-. Pero ahí estaba Hebe -dijo, sonriendo entre lágrimas-, y pensamos que se nos ofrecía una segunda oportunidad, que no volveríamos a cometer los mismos errores -las lágrimas inundaron nuevamente sus ojos.
-No cometisteis ningún error -se apresuró Hebe a asegurarle, mientras sujetaba con firmeza la mano de su madre-. Ni con Claudia ni conmigo. Sois los mejores padres que alguien podría tener -dijo con convicción-. Y, si hubiera tenido tiempo, Claudia habría sentado la cabeza, puede que incluso se hubiera casado y os hubiera dado muchos nietos.
-El hecho es que cuando se marchó nos rompió el corazón -continuó Henry-. No sabíamos dónde estaba ni lo que hacía. Entonces, como ya ha dicho Jean, después de seis meses de silencio, nos escribió, sin darnos su dirección, para decirnos que trabajaba como cantante en un hotel en algún sitio al norte de Inglaterra...
-En Leeds -dijo Nick enseguida.
-Sí, eso es -asintió el padre de Hebe-. Allí conoció una noche a Jacob Gardner, que había ido a cenar con unos amigos. Al parecer, se enamoró de ella a primera vista. Ella estaba muy emocionada con su compromiso. Nos escribió que le traería a casa para que le conociéramos antes de la boda -suspiró pesaroso-. Todo parecía tan increíble, tan... -sacudió la cabeza-. Sólo tenía dieciocho años.
Hebe contempló el retrato de su madre con dieciocho años, con toda la vida por delante. Un año después, estaba muerta.
Nick también contempló el retrato, se fijó en las diferencias que Hebe había insistido en que existían. Sin contar la marca de nacimiento, la mujer del retrato seguía pareciéndole la versión ligeramente rejuvenecida de Hebe, una versión más salvaje.
Pero no era Hebe.
Nick comprendió por qué se había enfadado tanto Hebe por no creerla, ni siquiera cuando ella había negado haber estado prometida a Jacob Gardner o haber mantenido una relación con Andrew Southern.
Y en esos momentos, su inocencia anulaba por completo su otra acusación: la de ser una cazafortunas...
Se obligó a mirar a Hebe, a esos preciosos ojos que lo hechizaban, a la sensual fluidez de su cuerpo que lo cautivaba, a su inteligencia que lo embelesaba.
Supo que ella no quería su dinero, que había sido él quien lo había dado por hecho. Se dio cuenta de que ella sólo había aceptado casarse con él porque la había amenazado con quitarle el bebé si no lo hacía.
Al pensar en Luke, en el dolor que sintió tras su muerte, en cómo a Sally se le partió el corazón, supo que Hebe debía de odiarle por hacerle lo mismo si no se casaba con él.
¿De verdad había pensado que ese matrimonio podía basarse en sus amenazas hacia Hebe y en el temor de ella a perder a su bebé si no se quedaba junto a él?
Si él no hubiera estado ciego, habría visto las señales: su negativa a aceptar el enorme anillo de compromiso, su fastidio ante el coche tan caro, su negativa a dejar el trabajo y ser una mantenida. Pero él había decidido que ella fingía no estar interesada en todas esas cosas y que sus exigencias comenzarían después de la boda.
¿Qué clase de cínico insensible era?
Más aún, ¿cómo iba Hebe a enamorarse de él después de la manera en que la había tratado?
-¿No crees que Jacob Gardner fuera tu padre? -preguntó Jean con dulzura.
-Mira el retrato, mamá -Hebe sonrió pesarosa-. ¿Qué crees tú?
-Mmm -su madre hizo una mueca-. Creo que Andrew Southern estaba enamorado de Claudia.
-Pero ¿estaba enamorada Claudia de él? Ésa es la pregunta -dijo Hebe.
-Yo creo que sí -contestó el padre-. Fíjate en el rostro de Claudia, esa luz. Es la luz de una mujer que acaba de ser amada -reconoció con un sobresalto-. ¿Tú qué piensas, Nick?
-Creo que no es la clase de cuadro que colgaría encima de la chimenea del salón -admitió.
-Pero sí en.el dormitorio, ¿verdad? -Hebe se burló, pero paró al descubrir una expresión sombría en el rostro de Nick, sentía su inquietud y la ira que surgía en él.
¿Qué le sucedía?
Ella ya había intentado explicárselo, que no era ella sino su madre, ¿entonces...?
¡Eso era! Ella tenía razón. Y él estaba equivocado. Sobre ella, principalmente.
Hebe lo miró inquisitiva y Nick, consciente de esa mirada, se volvió hacia ella con los ojos azules tan brillantes y enfadados que ella casi retrocedió un paso.
¡Era obvio que a Nick no le gustaba equivocarse!
-También creo que -continuó Nick con dificultad-, con Claudia y Jacob Gardner muertos, sólo hay una persona que pueda contarnos la verdad. Tenemos que hablar con Andrew Southern.
-Ya he intentado contactar con él, pero sin suerte -reveló Hebe con gesto derrotado.
-¿De verdad? -Nick frunció el ceño.
-Sí -confirmó ella a la defensiva-. Le di a su agente una carta y una foto mía el viernes pasado.
-¿Una foto? -preguntó Nick con sospecha.
-Una foto mía -le dijo Hebe secamente-. Tú mismo lo dijiste, Nick, mi parecido con Claudia es demasiado grande para que sea casualidad. Esperaba que Andrew Southern pensara lo mismo y que se diera cuenta de que tenía que ser la hija de Claudia, y seguramente también la suya. Pero no ha contestado, por lo que supongo que mi teoría no era cierta.
Hebe había puesto muchas esperanzas en el pintor para poder restregarle la verdad a Nick por la cara y demostrarle que todas las cosas que pensaba de ella eran falsas.
Menos mal que Jean y Henry lo habían hecho por ella al explicar quién era Claudia, pero aun así se sentía desilusionada porque Andrew Southern ni siquiera se había molestado en responder.
-Todavía hay tiempo -murmuró amargamente Nick-. Estamos a lunes, Hebe. No sabemos cuándo envió la carta su agente. Puede que Andrew Southern no la haya recibido aún.
Hebe tuvo que admitir que era una posibilidad...
-¿Entonces crees que todavía puedo recibir noticias suyas? -preguntó ella lentamente.
-Sí, creo que hay posibilidades -admitió Nick-. Y si no recibes noticias, iré yo mismo a ver a ese agente. Tienes que llegar al fondo de este asunto.
¿Ella tenía que llegar al fondo?
¿0 era Nick?
-Mientras tanto -continuó Nick apresuradamente-, Hebe tiene una cita con el especialista esta tarde. Le hablaremos del historial médico de Claudia, y le pediremos que compruebe si Hebe podría tener algún problema parecido.
¿De verdad pensaba Nick que ella podía morir de parto, igual que su madre?
De ser así, eso resolvería todos sus problemas. Tendría a su hijo y se desharía de su esposa cazafortunas a la vez.
Sin embargo, Nick parecía estar hundido en la miseria.
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Oh mi dios
Como sucedio...morir...noooooi
Nick se siente grury por no creerle a la pobre ______
Y a ella parece ke no tubiera ni sentimiento por su supuesta muerte
Jajajj parece bella cuando muere en el parto
Siguelaaaaaa
Como sucedio...morir...noooooi
Nick se siente grury por no creerle a la pobre ______
Y a ella parece ke no tubiera ni sentimiento por su supuesta muerte
Jajajj parece bella cuando muere en el parto
Siguelaaaaaa
As I am
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
ME ENCANTO o dios mío son sus abuelos que fuerte hay pero su mama murió eso quiere decir que también podría morir nooo hay y Nick por fin cree a Hebe ya era hora joooo como la dejas así síguela quero ver que le dice el medico y nick a Hebe SIGUELA PRONTO PLISS
SIGUELA PLISS!!!!!!!
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sara_any87
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Ohhh chicas, esto esta por acabarse, solo nos queda un par de capítulos.
Espero que disfrute estos últimos. Me encanto haber compartido con ustedes
Espero que disfrute estos últimos. Me encanto haber compartido con ustedes
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Capítulo 11
ANÍMATE, Nick -dijo Hebe al salir de la consulta del médico-. ¡No tiene por qué sucedernos!
El pronóstico de Neil Adams había sido excelente. Les había asegurado que era poco probable que Hebe tuviera el mismo problema que su madre durante el parto, y que aunque lo tuviera, seguro que lo solucionarían a tiempo. Les había dado cita para el mes siguiente y les había dicho que disfrutaran del embarazo.
¡Algo que Nick no le había permitido hacer a Hebe hasta el momento!
Hacía poco que lo sabían, pero Nick había convertido esos días en una pesadilla para Hebe.
Nick todavía estaba impresionado por el descubrimiento de que el retrato era de otra mujer, y pensó en lo aturdida que debía de haberse sentido Hebe al ver el cuadro, sabiendo que no era ella mientras Nick la acusaba de toda clase de indiscreciones.
¡Se sentía fatal al recordar las horribles cosas que le había dicho!
Hebe se merecía una disculpa, más que eso: la posibilidad de ser libre, con su apoyo, económico y emocional, durante el embarazo y después...
¿Y qué había hecho él? Convencido de que Hebe había estado prometida a Jacob Gardner, y que había mantenido una relación con Andrew Southern, la había acusado de quedarse embarazada a propósito para atrapar a un millonario.
Y en cambio, lo que tenía que haber hecho era asegurarle que todo iba a salir bien, que la cuidaría durante el embarazo, decirle que no tendría que preocuparse de nada tras el parto porque él cuidaría de los dos.
Debería haberle ofrecido todo eso sin condiciones, y sin pensar que ella querría casarse con él, ¡y mucho menos obligada!
Contempló brevemente lo preciosa que era. Era extraño, pero lo parecía aún más desde que el médico había confirmado su embarazo. Parecía tener una luz interior.
Era mucho más de lo que él pediría a una esposa. Había sido leal y cariñosa con sus padres, comprensiva con su joven madre muerta y, sobre todo, había aguantado su comportamiento grosero cuando, por dentro, debía de tener unas ganas locas de gritarle su inocencia.
Sí, Hebe era demasiado buena para él, y tenía que dejarla marchar.
Hebe notó que Nick no parecía muy contento, sino más bien apesadumbrado.
-Creo que Claudia no era más que una adolescente rebelde que se metió en un lío -empezó.
-¿Podríamos dejarlo por ahora, Hebe? -gruñó Nick-. Es obvio que tenemos que hablar, pero preferiría esperar a volver a ca... al apartamento -se corrigió bruscamente.
-Sólo intentaba explicarte que ya se me ha pasado la época de la rebeldía adolescente -dijo Hebe, inquieta por la corrección de Nick-. No tendrás que preocuparte por si repito el comportamiento de mi madre.
-Claudia no era más que una cría -Nick entornó los ojos
-Exactamente -asintió Hebe-. Sólo quería mencionarlo por si piensas que esa clase de comportamiento es hereditario.
Nick se mostraba aún más distante, si cabía.
Personalmente, Hebe se sentía aliviada por haber sacado la verdad a la luz.
Sus padres volvieron a Cambridgeshire poco después de comer. Hebe les prometió llamarlos para contarles lo que dijera el médico.
Hebe se sentía más unida que nunca a sus padres desde que había sabido que eran en realidad sus abuelos. Su madre le había prometido buscar todas las fotos que tenía de Claudia. Para Hebe, Claudia era más como una hermana. Además, no se llevaban muchos años.
El bebé serviría para borrar los errores del pasado y unirles más como familia.
Sin embargo, ella no estaba segura de que Nick quisiera seguir formando parte de esa familia...
Una vez de vuelta en el apartamento, Nick se puso a pasear de un lado a otro del salón, como un tigre enjaulado.
-¿Qué sucede, Nick? -preguntó ella suspirando-. ¿Quieres anular la boda? ¿Es eso?
-¿Eso es lo que quieres tú? -Nick se paró y se volvió hacia ella.
Hebe se entristeció. Había formulado la pregunta sin entusiasmo, segura de que Nick querría casarse con ella, aunque sólo fuera por tener acceso ilimitado al niño.
Pero entonces recordó la llamada telefónica de Sally la noche anterior.
-Yo he preguntado primero -dijo ella a la defensiva.
-Vamos a dejar el jueguecito, ¿de acuerdo? -él la miró con amargura-. ¿Qué quieres hacer?
¡Ella le quería a él!
Pero lo quería en su totalidad, en cuerpo y alma, no sólo la pequeña parte de sí mismo que estaba dispuesto a ofrecer.
Y ella sabía que no se lo podía dar. Sabía que una parte de él pertenecía todavía a Sally...
Nick parecía más distante que nunca. La expresión de su rostro salvajemente atractivo era de una distancia arrogante.
Algo había cambiado desde la noche anterior, y no podía ser únicamente el descubrimiento de Claudia. Ya estaba de mal humor antes. Sólo quedaba la llamada de Sally.
Nick estaba impaciente sin saber bien por qué ella no le contestaba. ¿Por qué no le decía lo que pensaba de él y de su forma de tratarla y luego se marchaba? Eso era lo que se merecía.
-Estoy dispuesto a aceptar cualquier decisión por tu parte, Hebe -aseguró Nick mientras se obligaba a mantener la calma.
Hebe lo miró varios segundos antes de contestar.
-¿Me crees cuando te digo que no me quedé embarazada intencionadamente y que para mí fue una sorpresa tan grande como para ti?
-Te creo -asintió él-. Te pido perdón por haberte acusado injustamente. Lo siento. De verdad. No hay excusa para las cosas que te he dicho o hecho -se frotó los ojos con la mano-. Tienes motivos de sobra para odiarme.
-No te odio, Nick -murmuró ella-. Al fin y al cabo, eres el padre de mi hijo.
Sí, lo era. De eso estaba seguro. Y aunque no pudiera retener a Hebe, seguiría viéndola por medio de su hijo.
Pero eso no bastaba. Nunca bastaría. Aunque si era lo único que ella iba a ofrecerle, tendría que aceptarlo.
Era tarde, demasiado tarde, para conquistar a esa mujer, la había herido y lastimado demasiado para tener alguna posibilidad.
-Lo siento, Hebe -Nick respiraba agitadamente.
-No lo sientas -le aseguró Hebe, muy pálida-. Entonces... ¿me voy? -preguntó con dulzura.
ANÍMATE, Nick -dijo Hebe al salir de la consulta del médico-. ¡No tiene por qué sucedernos!
El pronóstico de Neil Adams había sido excelente. Les había asegurado que era poco probable que Hebe tuviera el mismo problema que su madre durante el parto, y que aunque lo tuviera, seguro que lo solucionarían a tiempo. Les había dado cita para el mes siguiente y les había dicho que disfrutaran del embarazo.
¡Algo que Nick no le había permitido hacer a Hebe hasta el momento!
Hacía poco que lo sabían, pero Nick había convertido esos días en una pesadilla para Hebe.
Nick todavía estaba impresionado por el descubrimiento de que el retrato era de otra mujer, y pensó en lo aturdida que debía de haberse sentido Hebe al ver el cuadro, sabiendo que no era ella mientras Nick la acusaba de toda clase de indiscreciones.
¡Se sentía fatal al recordar las horribles cosas que le había dicho!
Hebe se merecía una disculpa, más que eso: la posibilidad de ser libre, con su apoyo, económico y emocional, durante el embarazo y después...
¿Y qué había hecho él? Convencido de que Hebe había estado prometida a Jacob Gardner, y que había mantenido una relación con Andrew Southern, la había acusado de quedarse embarazada a propósito para atrapar a un millonario.
Y en cambio, lo que tenía que haber hecho era asegurarle que todo iba a salir bien, que la cuidaría durante el embarazo, decirle que no tendría que preocuparse de nada tras el parto porque él cuidaría de los dos.
Debería haberle ofrecido todo eso sin condiciones, y sin pensar que ella querría casarse con él, ¡y mucho menos obligada!
Contempló brevemente lo preciosa que era. Era extraño, pero lo parecía aún más desde que el médico había confirmado su embarazo. Parecía tener una luz interior.
Era mucho más de lo que él pediría a una esposa. Había sido leal y cariñosa con sus padres, comprensiva con su joven madre muerta y, sobre todo, había aguantado su comportamiento grosero cuando, por dentro, debía de tener unas ganas locas de gritarle su inocencia.
Sí, Hebe era demasiado buena para él, y tenía que dejarla marchar.
Hebe notó que Nick no parecía muy contento, sino más bien apesadumbrado.
-Creo que Claudia no era más que una adolescente rebelde que se metió en un lío -empezó.
-¿Podríamos dejarlo por ahora, Hebe? -gruñó Nick-. Es obvio que tenemos que hablar, pero preferiría esperar a volver a ca... al apartamento -se corrigió bruscamente.
-Sólo intentaba explicarte que ya se me ha pasado la época de la rebeldía adolescente -dijo Hebe, inquieta por la corrección de Nick-. No tendrás que preocuparte por si repito el comportamiento de mi madre.
-Claudia no era más que una cría -Nick entornó los ojos
-Exactamente -asintió Hebe-. Sólo quería mencionarlo por si piensas que esa clase de comportamiento es hereditario.
Nick se mostraba aún más distante, si cabía.
Personalmente, Hebe se sentía aliviada por haber sacado la verdad a la luz.
Sus padres volvieron a Cambridgeshire poco después de comer. Hebe les prometió llamarlos para contarles lo que dijera el médico.
Hebe se sentía más unida que nunca a sus padres desde que había sabido que eran en realidad sus abuelos. Su madre le había prometido buscar todas las fotos que tenía de Claudia. Para Hebe, Claudia era más como una hermana. Además, no se llevaban muchos años.
El bebé serviría para borrar los errores del pasado y unirles más como familia.
Sin embargo, ella no estaba segura de que Nick quisiera seguir formando parte de esa familia...
Una vez de vuelta en el apartamento, Nick se puso a pasear de un lado a otro del salón, como un tigre enjaulado.
-¿Qué sucede, Nick? -preguntó ella suspirando-. ¿Quieres anular la boda? ¿Es eso?
-¿Eso es lo que quieres tú? -Nick se paró y se volvió hacia ella.
Hebe se entristeció. Había formulado la pregunta sin entusiasmo, segura de que Nick querría casarse con ella, aunque sólo fuera por tener acceso ilimitado al niño.
Pero entonces recordó la llamada telefónica de Sally la noche anterior.
-Yo he preguntado primero -dijo ella a la defensiva.
-Vamos a dejar el jueguecito, ¿de acuerdo? -él la miró con amargura-. ¿Qué quieres hacer?
¡Ella le quería a él!
Pero lo quería en su totalidad, en cuerpo y alma, no sólo la pequeña parte de sí mismo que estaba dispuesto a ofrecer.
Y ella sabía que no se lo podía dar. Sabía que una parte de él pertenecía todavía a Sally...
Nick parecía más distante que nunca. La expresión de su rostro salvajemente atractivo era de una distancia arrogante.
Algo había cambiado desde la noche anterior, y no podía ser únicamente el descubrimiento de Claudia. Ya estaba de mal humor antes. Sólo quedaba la llamada de Sally.
Nick estaba impaciente sin saber bien por qué ella no le contestaba. ¿Por qué no le decía lo que pensaba de él y de su forma de tratarla y luego se marchaba? Eso era lo que se merecía.
-Estoy dispuesto a aceptar cualquier decisión por tu parte, Hebe -aseguró Nick mientras se obligaba a mantener la calma.
Hebe lo miró varios segundos antes de contestar.
-¿Me crees cuando te digo que no me quedé embarazada intencionadamente y que para mí fue una sorpresa tan grande como para ti?
-Te creo -asintió él-. Te pido perdón por haberte acusado injustamente. Lo siento. De verdad. No hay excusa para las cosas que te he dicho o hecho -se frotó los ojos con la mano-. Tienes motivos de sobra para odiarme.
-No te odio, Nick -murmuró ella-. Al fin y al cabo, eres el padre de mi hijo.
Sí, lo era. De eso estaba seguro. Y aunque no pudiera retener a Hebe, seguiría viéndola por medio de su hijo.
Pero eso no bastaba. Nunca bastaría. Aunque si era lo único que ella iba a ofrecerle, tendría que aceptarlo.
Era tarde, demasiado tarde, para conquistar a esa mujer, la había herido y lastimado demasiado para tener alguna posibilidad.
-Lo siento, Hebe -Nick respiraba agitadamente.
-No lo sientas -le aseguró Hebe, muy pálida-. Entonces... ¿me voy? -preguntó con dulzura.
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Noooooo
Que ambos son ciegos.... sabes me encanto la novela que triste ke acabe
Diablos nick no sabe como disculparse ??????
La ameee
Siguelaaaaa
Que ambos son ciegos.... sabes me encanto la novela que triste ke acabe
Diablos nick no sabe como disculparse ??????
La ameee
Siguelaaaaa
As I am
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
OO DIOS MIO!!!!! como dejas así pero no se dan cuenta que se aman o que? ya va acabar? jooo que pena me encanta tu nove yo no quiero que acabe ¿cuanto capítulos faltan?
ame este cap de verdad síguela pronto plis
SIGUELA PLISS!!!!!
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sara_any87
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
-¿Podrás perdonarme alguna vez? -Nick no pudo evitar un gemido.
-No elegimos cuándo amar, Nick -dijo ella secamente-. Se siente o no se siente.
Y Nick veía con claridad que en lo que a él respectaba, ella no lo sentía.
Seguramente era su merecido castigo por tratarla como lo había hecho. Tendría que amar a una mujer que nunca le correspondería.
Hebe quería que esa conversación terminara. Ya no lo soportaba más. Estaba segura de que Nick volvería a Nueva York junto a Sally. Se ocuparía económicamente del niño, y nada más.
Era mejor que hubiera sucedido antes de casarse, pero no sabía cómo iba a poder superarlo.
Nick entraría y saldría de su vida y la del bebé, casi como un extraño, y tendría su vida, y su amor, en otro lugar.
¿Así había sido para Claudia? Enamorada de Andrew Southern, pero rechazada por él, y también por Jacob Gardner tras descubrir su relación con el otro hombre...
Pero Claudia sólo tenía dieciocho años cuando ocurrió, mientras que ella tenía veintiséis y le había asegurado a Nick que era perfectamente capaz de cuidarse ella misma.
¡No iba a mendigar el amor de un hombre que seguía enamorado de su primera mujer!
-Debería irme ya, Nick -ella se levantó bruscamente-. Recogeré mis cosas. Menos mal que Gina aún no ha tenido tiempo de buscarse otra compañera de piso.
-Te llevaré...
-No hace falta, de verdad.
-Haga falta o no, te llevaré -insistió Nick-. Es lo mínimo que puedo hacer -añadió.
-De acuerdo, gracias -aceptó ella amablemente.
Los dos parecían como si hubieran combatido en la guerra... y perdido, pensó Hebe mientras volvía al dormitorio para recoger sus cosas. Todavía no las había sacado de la maleta, y no necesitó más de cinco minutos para recogerlo todo y salir de allí.
De allí y de la vida de Nick.
Hebe no sabía si podría aguantarse las ganas de llorar hasta que volviera a su piso. Sería demasiado humillante llorar delante de él.
Con una última ojeada a la habitación, decidió que ni ella, ni el bebé, pertenecían a ese mundo.
-Yo te la llevaré -dijo Nick mientras agarraba la maleta de Hebe-. Yo... tengo ahí el retrato para que te lo lleves también -añadió con calma mientras señalaba el cuadro envuelto sobre el sofá.
Nick no sabía muy bien qué hacer con el cuadro de Claudia. Había pensado ofrecérselo a los Johnson, pero no le había parecido lo más adecuado. En cuanto a Hebe, sería la única imagen que tendría de su madre, y debía pertenecerle a ella.
El no necesitaba el retrato para recordar a Hebe. Sabía que llevaría su imagen dentro de él cada día del resto de su vida.
-No puedo -lo rechazó Hebe abrumada-. Es un Andrew Southern original y vale mucho dinero. Exponlo en tu galería o algo así -acertó a decir.
-Te pertenece, Hebe -insistió Nick con firmeza-. No debe estar en una galería pública.
Hebe ya no aguantaba más. Estaba a punto de echarse a llorar. Resultaba que Nick ni siquiera quería el retrato de Claudia: un recuerdo del error cometido.
-¿Tienes miedo de que los hombres babeen delante del retrato de la abuela de tu hijo o hija, Nick? -le espetó ella.
Nick admitió que se lo tenía merecido. Eso y mucho más.
-Sólo quiero que lo tengas, Hebe -contestó él bruscamente-. Te pertenece a ti y a tu familia.
Pero, tal y como había dicho Nick, no era la clase de retrato que alguien colgaría sobre la chimenea del salón.
-Está bien -aceptó ella-. Supongo que siempre lo podré vender y guardar el dinero para nuestro hijo o hija.
-Yo mantendré a nuestro bebé, Hebe -Nick se sobresaltó ligeramente-, y a ti también.
-Sólo hasta que pueda volver a trabajar -Hebe sacudió la cabeza-. No hace falta pagar dos veces por el mismo error -añadió.
-¡Nuestro bebé no es un error! -gritó Nick con la ira reflejada en el rostro.
-Me refería a mí, Nick -dijo Hebe con tristeza-, no al bebé.
-Tú tampoco fuiste un error, Hebe -murmuró Nick con los ojos entornados.
Hebe sabía que Nick tendría que explicarle a Sally su existencia, y esperaba que la otra mujer entendiera y aceptara que Nick no había empeorado su error casándose con ella.
-Te dejaré a ti las gestiones para anular la boda -Hebe acababa de recordarlo. A fin de cuentas, salvo por la fecha y la hora, ella no tenía ni idea de cuáles eran los preparativos.
-Me encargaré de ello -asintió Nick-. ¿Podemos irnos ya de una vez? -gruñó con impaciencia-. Nunca me han gustado las despedidas, y ésta es... bueno, vayámonos, ¿de acuerdo? -dijo mientras se pasaba una mano por los espesos cabellos.
-Supongo que querrás que te devuelva esto también -Hebe empezó a quitarse el anillo.
-Por favor, Hebe, no añadas el insulto al dolor -dijo Nick mientras la miraba con rabia-. El anillo es tuyo. El retrato es tuyo. Y cualquier cosa que aceptes de mí será tuya también.
Pero no su corazón.
No su amor.
Y eso era lo único que ella quería de él...
Sin embargo, Hebe sabía que el orgullo no la llevaría a ninguna parte, y en los meses venideros iba a necesitar la ayuda económica de Nick. Ojalá hubiera podido rechazar su dinero, pero no podía, no sin convertirse en una carga para sus padres.
-De acuerdo -aceptó resignada-. Ya estoy lista para marcharme.
Nick no estaba seguro de estar listo para dejar que Hebe se marchara. Pero no tenía elección.
Desearía no haber visto ese retrato y dar por hecho que la modelo era Hebe. Desearía haberla escuchado cuando ella insistía en que no era ella. Desearía no haber asumido que ella había intentado cazar a dos hombres ricos, y fallado. Pensó que él era el tercero en la lista, con el agravante de un embarazo. Si no hubiera pensado así, a lo mejor podría pedirle una segunda oportunidad a Hebe.
Pero había pensado así.
Y Hebe le daba su merecido, desapareciendo de su vida.
Hebe miraba por la ventanilla del coche, camino de su piso, intentando contener las lágrimas, decidida a esperar a que Nick se marchara. No podía dejarle ver cuánto le dolía su separación.
Ella no sabía cuándo volvería a verle... si volvería a verle siquiera.
A lo mejor Nick decidía que sus abogados se encargaran de todas las cuestiones económicas, y haría lo mismo para acceder a su hijo.
¡Incluso una boda impuesta hubiera sido mejor que no saber si le volvería a ver jamás!
-Quisiera conservar mi trabajo hasta que... -se volvió hacia él tras abrir la puerta de su piso.
-Puedes trabajar en la galería todo el tiempo que quieras... o no hacerlo -dijo él secamente-. Tú decides. Le daré instrucciones a Jane cuando vuelva.
-Es que...
-Hebe, ¿podemos entrar? ¡El retrato pesa una tonelada! -Nick hizo una mueca mientras apoyaba el retrato en su rodilla-. ¡Seguramente me he provocado una hernia subiéndolo por las escaleras!
-Disculpe -los interrumpió una voz detrás de Nick-. Busco el apartamento... -se cortó en seco.
Hebe se había vuelto hacia la voz y miraba perpleja al hombre que estaba sin habla y cuyo rostro palidecía por momentos mientras la contemplaba.
-¿Claudia...? -dijo el hombre incrédulo.
Sólo había un hombre en el mundo que pudiera confundirla con su madre. Pero ¡no podía ser!
-No elegimos cuándo amar, Nick -dijo ella secamente-. Se siente o no se siente.
Y Nick veía con claridad que en lo que a él respectaba, ella no lo sentía.
Seguramente era su merecido castigo por tratarla como lo había hecho. Tendría que amar a una mujer que nunca le correspondería.
Hebe quería que esa conversación terminara. Ya no lo soportaba más. Estaba segura de que Nick volvería a Nueva York junto a Sally. Se ocuparía económicamente del niño, y nada más.
Era mejor que hubiera sucedido antes de casarse, pero no sabía cómo iba a poder superarlo.
Nick entraría y saldría de su vida y la del bebé, casi como un extraño, y tendría su vida, y su amor, en otro lugar.
¿Así había sido para Claudia? Enamorada de Andrew Southern, pero rechazada por él, y también por Jacob Gardner tras descubrir su relación con el otro hombre...
Pero Claudia sólo tenía dieciocho años cuando ocurrió, mientras que ella tenía veintiséis y le había asegurado a Nick que era perfectamente capaz de cuidarse ella misma.
¡No iba a mendigar el amor de un hombre que seguía enamorado de su primera mujer!
-Debería irme ya, Nick -ella se levantó bruscamente-. Recogeré mis cosas. Menos mal que Gina aún no ha tenido tiempo de buscarse otra compañera de piso.
-Te llevaré...
-No hace falta, de verdad.
-Haga falta o no, te llevaré -insistió Nick-. Es lo mínimo que puedo hacer -añadió.
-De acuerdo, gracias -aceptó ella amablemente.
Los dos parecían como si hubieran combatido en la guerra... y perdido, pensó Hebe mientras volvía al dormitorio para recoger sus cosas. Todavía no las había sacado de la maleta, y no necesitó más de cinco minutos para recogerlo todo y salir de allí.
De allí y de la vida de Nick.
Hebe no sabía si podría aguantarse las ganas de llorar hasta que volviera a su piso. Sería demasiado humillante llorar delante de él.
Con una última ojeada a la habitación, decidió que ni ella, ni el bebé, pertenecían a ese mundo.
-Yo te la llevaré -dijo Nick mientras agarraba la maleta de Hebe-. Yo... tengo ahí el retrato para que te lo lleves también -añadió con calma mientras señalaba el cuadro envuelto sobre el sofá.
Nick no sabía muy bien qué hacer con el cuadro de Claudia. Había pensado ofrecérselo a los Johnson, pero no le había parecido lo más adecuado. En cuanto a Hebe, sería la única imagen que tendría de su madre, y debía pertenecerle a ella.
El no necesitaba el retrato para recordar a Hebe. Sabía que llevaría su imagen dentro de él cada día del resto de su vida.
-No puedo -lo rechazó Hebe abrumada-. Es un Andrew Southern original y vale mucho dinero. Exponlo en tu galería o algo así -acertó a decir.
-Te pertenece, Hebe -insistió Nick con firmeza-. No debe estar en una galería pública.
Hebe ya no aguantaba más. Estaba a punto de echarse a llorar. Resultaba que Nick ni siquiera quería el retrato de Claudia: un recuerdo del error cometido.
-¿Tienes miedo de que los hombres babeen delante del retrato de la abuela de tu hijo o hija, Nick? -le espetó ella.
Nick admitió que se lo tenía merecido. Eso y mucho más.
-Sólo quiero que lo tengas, Hebe -contestó él bruscamente-. Te pertenece a ti y a tu familia.
Pero, tal y como había dicho Nick, no era la clase de retrato que alguien colgaría sobre la chimenea del salón.
-Está bien -aceptó ella-. Supongo que siempre lo podré vender y guardar el dinero para nuestro hijo o hija.
-Yo mantendré a nuestro bebé, Hebe -Nick se sobresaltó ligeramente-, y a ti también.
-Sólo hasta que pueda volver a trabajar -Hebe sacudió la cabeza-. No hace falta pagar dos veces por el mismo error -añadió.
-¡Nuestro bebé no es un error! -gritó Nick con la ira reflejada en el rostro.
-Me refería a mí, Nick -dijo Hebe con tristeza-, no al bebé.
-Tú tampoco fuiste un error, Hebe -murmuró Nick con los ojos entornados.
Hebe sabía que Nick tendría que explicarle a Sally su existencia, y esperaba que la otra mujer entendiera y aceptara que Nick no había empeorado su error casándose con ella.
-Te dejaré a ti las gestiones para anular la boda -Hebe acababa de recordarlo. A fin de cuentas, salvo por la fecha y la hora, ella no tenía ni idea de cuáles eran los preparativos.
-Me encargaré de ello -asintió Nick-. ¿Podemos irnos ya de una vez? -gruñó con impaciencia-. Nunca me han gustado las despedidas, y ésta es... bueno, vayámonos, ¿de acuerdo? -dijo mientras se pasaba una mano por los espesos cabellos.
-Supongo que querrás que te devuelva esto también -Hebe empezó a quitarse el anillo.
-Por favor, Hebe, no añadas el insulto al dolor -dijo Nick mientras la miraba con rabia-. El anillo es tuyo. El retrato es tuyo. Y cualquier cosa que aceptes de mí será tuya también.
Pero no su corazón.
No su amor.
Y eso era lo único que ella quería de él...
Sin embargo, Hebe sabía que el orgullo no la llevaría a ninguna parte, y en los meses venideros iba a necesitar la ayuda económica de Nick. Ojalá hubiera podido rechazar su dinero, pero no podía, no sin convertirse en una carga para sus padres.
-De acuerdo -aceptó resignada-. Ya estoy lista para marcharme.
Nick no estaba seguro de estar listo para dejar que Hebe se marchara. Pero no tenía elección.
Desearía no haber visto ese retrato y dar por hecho que la modelo era Hebe. Desearía haberla escuchado cuando ella insistía en que no era ella. Desearía no haber asumido que ella había intentado cazar a dos hombres ricos, y fallado. Pensó que él era el tercero en la lista, con el agravante de un embarazo. Si no hubiera pensado así, a lo mejor podría pedirle una segunda oportunidad a Hebe.
Pero había pensado así.
Y Hebe le daba su merecido, desapareciendo de su vida.
Hebe miraba por la ventanilla del coche, camino de su piso, intentando contener las lágrimas, decidida a esperar a que Nick se marchara. No podía dejarle ver cuánto le dolía su separación.
Ella no sabía cuándo volvería a verle... si volvería a verle siquiera.
A lo mejor Nick decidía que sus abogados se encargaran de todas las cuestiones económicas, y haría lo mismo para acceder a su hijo.
¡Incluso una boda impuesta hubiera sido mejor que no saber si le volvería a ver jamás!
-Quisiera conservar mi trabajo hasta que... -se volvió hacia él tras abrir la puerta de su piso.
-Puedes trabajar en la galería todo el tiempo que quieras... o no hacerlo -dijo él secamente-. Tú decides. Le daré instrucciones a Jane cuando vuelva.
-Es que...
-Hebe, ¿podemos entrar? ¡El retrato pesa una tonelada! -Nick hizo una mueca mientras apoyaba el retrato en su rodilla-. ¡Seguramente me he provocado una hernia subiéndolo por las escaleras!
-Disculpe -los interrumpió una voz detrás de Nick-. Busco el apartamento... -se cortó en seco.
Hebe se había vuelto hacia la voz y miraba perpleja al hombre que estaba sin habla y cuyo rostro palidecía por momentos mientras la contemplaba.
-¿Claudia...? -dijo el hombre incrédulo.
Sólo había un hombre en el mundo que pudiera confundirla con su madre. Pero ¡no podía ser!
Puchy_ve
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
NOOOO yo no quiero que Hebe se vaya!!
dios el que llama a su madre es Andrew Southern al final aido a buscarla?
hay como la dejas así
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA PLISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
dios el que llama a su madre es Andrew Southern al final aido a buscarla?
hay como la dejas así
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA PLISSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
sara_any87
Re: En la cama de un Millonario (NJ)
Nooooo puede ser santa mierda
Es....es el pintor..amante o lo ke sea de claudia
Moriiii
No creo ke sea justo ke la dejaras ahi me has dado un infarto
Siguelaaaa :wut:
Es....es el pintor..amante o lo ke sea de claudia
Moriiii
No creo ke sea justo ke la dejaras ahi me has dado un infarto
Siguelaaaa :wut:
As I am
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