Requiem For A Dream|HS| CANCELADA.

Está dormida o finge que duerme llega una mosca y se posa en su boca, y sin embargo mi mundo termina en ella el fragmento de la canción se repetía constantemente en mi cabeza como un disco rayado, sin dejar de pensar en la castaña. Con el dorso de mi mano corrí las cortinas de seda que mostraban mi exterior,  mire el perímetro en el cual me encontraba todo lo que lograba ver es un lago extenso. Las olas chocaban contra otras produciendo mis pupilas se agrandaran, siempre encontré fascinante el mar, desgraciadamente en mi lugar de residencia anterior no teníamos una piscina de natación donde pudiéramos practicar. Le di unas vueltas a una perilla pequeña y abrí la ventana, una fuerte correntada de viento choco contra mi pecho desnudo, y mi rostro. Apoye mis codos contra la madera de la ventana, inclinándome sobre ella para obtener una mejor vista, mire de reojo el piso de abajo del hotel, esa habitación tenía un balcón y una mujer residía allí. La única vez que cruzamos miradas fue el día que me registre en el hotel, hace aproximadamente tres días, ella levaba unos anteojos negros, y un gran saco marrón que tapaba su nariz y boca. El clima es de lo peor en Seattle, abundantes lluvias, días húmedos, y escasos de sol. Hoy era uno de los típicos en los cuales había sol y viento, la mujer salió afuera en su balcón con un vaso que por lo visto al achicar los ojos, era whisky. La morena levanto la vista, no tenía ni el saco, ni los anteojos. Me sonrió y salte hacía atrás asustado, me estaba siguiendo, mi respiración se torno agitada. Saque la valija, comencé a guardar la ropa dentro y me puse una remera, mientras que buscaba el saco que deje tirado. Tenía que salir de acá, ya mismo.
—Maldición.
Un golpe en la puerta despertó mis sentidos, ya sabía quién era, Katherine.  Avance hacia la puerta y la abrí, ella avanzo rápidamente y yo retrocedí hasta chocar contra la pared.
—Por fin nos vemos —me dijo a la vez que una cínica sonrisa adornaba su rostro—. No debiste dejarme tirada ese día. ¿Pensaste que estaba muerta, cierto?
Me quede mudo, sin poder mencionar una sola palabra, sus marrones ojos parecían que iban a saltar.  Abrí mi boca para decir algo, pero solo sonaron unos patéticos balbuceos.
—Vas a venir conmigo al menos que quieras que ir tras las rejas maldito hijo de puta. Tengo todas las pruebas de lo que paso esa noche.
Saco un cuchillo de su pantalón apuntándome y dos grandes hombres, similares a unos osos invadieron la habitación. Uno me agarró de los brazos y el otro golpeó mi estomago un par de veces, me soltaron dejándome caer al suelo doblando mis rodillas. Katherine saco un pañuelo que le dio uno de esos hombres similares a unos patovicas, tiro de mi cabello haciéndome arrodillarme, tapo mi boca y nariz con el blanco pañuelo repleto de formol. La visión repentina e instantáneamente se torno borrosa, no sentía mi cuerpo cuando volví a caer en el piso golpeándome la cabeza contra el suelo. No percibí ningún sonido y todo se oscureció. Levemente sentí la patada que me otorgaban en la espalda.


Pesadamente y con dificultad pude abrir mis ojos, la habitación daba vueltas, pero no era la cual me hospedé anteriormente. Era oscura, sucia y amplia. Tenía los brazos atados en el respaldo de la silla, mis tobillos estaban atados a dos de las patas. Unos pasos retumbaron en mis oídos y levante la vista sintiendo mi cuerpo como  si fuera plomo.  Arrastro una silla produciendo un chirrido penetrador en mis oídos, reaccione con una mueca de dolor. Se sentó  a horcadas mirándome y le hizo una seña a los que estaban mirando expectantes de lo que sucedería, para que se vayan. Así lo hicieron con algunos insultos entredientes.
—Sos mi prisionero ahora, vas a hacer lo que yo quiera cuando yo quiera. ¿Entiendes? —se lamió el labio superior y frunció los labios en forma de un beso—. Si no te hubieras acostado conmigo esa noche nada hubiese pasado.
—Pensé que habías muerto.
—Pues no fue así, me había desmayado un poco después de que lo habíamos hecho—su voz se volvió más fuerte y enfurecida—. Y tú, grandísimo idiota pensaste que estaba muerta, y me tiraste a la basura.
—No lo sabía Katherine, estaba borracho.
Su risa sarcástica, y fingida hizo eco, levante la mirada encontrándome con la de ella que me miraba como si fuera a comerme.
—No me jodas, estabas consiente. No intentes jugar juegos conmigo, porque desde luego que perderás. Eres mío ahora.
Se levanto bruscamente tirando la silla a un lado y se sentó a horcadas sobre mí, su aliento de mentas chocaba contra mi rostro, y ataco mis labios metiendo su lengua dentro de mi boca. Le seguí el beso ya que si no lo hacía, puede que nunca saldría de aquí, tengo que hacer lo que ella quiera.
—Voy a encubrir tu inesperada desaparición—me susurró pellizcándome una mejilla.